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Efrén Astudillo P.
Flora Alejandra Pizarnik fue una de las poetas más eminentes del siglo XX, escritora
prodigiosa y temprana (con diecinueve años publica su primer libro de poemas La tierra más
ajena) (Pérez, 2003) su obra es de una belleza incomparable, genera un sentimiento de vacío
muy profundo y así mismo esto concuerda con su biografía, tal como lo elucida Pérez: “Con
harta frecuencia se ha puesto en evidencia la incapacidad de la escritora para adaptarse a la
sociedad en que le toca vivir, a unos ritmos e imperativos que le resultan del todo ajenos.”
(2003, pág. 392)
Tal como lo decía en la frase citada al inicio de este escrito y que da título al mismo, Pizarnik
encontraba algo insoportable en la existencia, aquella herida fundamental, a la que interponía
su poética, su hermoso juego con el lenguaje, y es en este lenguaje en el que buscaba refugio
ante aquello que insiste y atemoriza, he aquí un ejemplo de aquello en su obra:
Hay angustia en aquello que escribe, hay angustia en su vida, ya a sus diecinueve años escribe
en sus diarios: “Siento un libro dentro de mí. Un libro que me atraganta (…) que me obstruye
la respiración” (Becciu, 2010, pág. 51) Aquí podemos introducir el concepto de lo Real que
Lacan sustentó y que describe Cazau de la siguiente manera:
“Lo real, referido aquí sobre todo a la realidad externa, es decir al universo, no sólo es lo
desconocido sino además lo incognoscible, es aquello de lo cual no podemos tener ningún
tipo de representación, salvo imaginaria o simbólica y por ende, nunca igual a lo real en sí.”
(1993, pág. 3)
Hay algo de eso imposible en la obra de Pizarnik, una pregunta por aquello que no se puede
decir, para ejemplo pueden servir los siguientes versos:
“el centro
de un poema
es otro poema
el centro del centro es la ausencia
en el centro de la ausencia
mi sombra es el centro
del centro del poema” (Pizarnik, 2003, 470)
Desde ya se puede ver que desde temprana edad Pizarnik estuvo atormentada por llevar al
plano simbólico a aquello que insistía, de ahí que describa su poetizar, su oficio, de la
siguiente manera:
“(...) Mi oficio (también en el sueño lo ejerzo) es conjurar y exorcizar. ¿A qué hora empezó
la desgracia? No quiero saberlo. No quiero más que un silencio para mí y las que fui, un
silencio como la pequeña choza que encuentran en el bosque los niños perdidos. Y qué sé yo
qué ha de ser de mí si nada rima con nada” (Pizarnik, 1990, pág. 248)
En este poema se puede notar algo del cuestionamiento neurótico por excelencia, la
insuficiencia que presenta el lenguaje para abarcarlo todo, explicarlo todo, representarlo todo,
de alguna manera podemos observar como Pizarnik intenta vehiculizar la angustia que
produce el enfrentarse a aquella insuficiencia de lo simbólico, sin embargo, podemos ver que
pronto esta especie de queja se transforma nuevamente en angustia ante lo que no deja de
insistir, pero aquello que no deja de insistir es el lenguaje mismo, tal como lo expresa en su
obra Ojos Primitivos: ““La canción desesperada no deja de decirse. / La materia verbal
errante no deja de emanar del centro que no es centro” (Pizarnik, 1990, pág. 68) Ahí se puede
ya leer una especie de persecución llevada a cabo por el lenguaje algo de lo que Lacan (citado
por Silvestri) ponía de esta manera para describir una estructura psicótica: “que la palabra es
un parásito, (…) un revestimiento, (...) una forma de cáncer que aqueja al ser humano”
(Silvestri, 2014, pág. 3) Finalmente podemos remitirnos a textos tardíos de Alejandra en los
que se adivina mucha desorganización y una tendencia fuerte a la holofrase y al neologismo
como podemos leer a continuación: “Turbada, enturbanada se masturbó. Total estoy =
Tolstoy. Felicite en fellatio. Estoy satisfehaciente, mucha Grecia.” (Pizarnik, 1990, pág.174)
Así mismo se puede denotar, al menos en su obra y en su vida personal, algo de lo que
Calligaris (1991) nota en ciertas estructuras psicóticas fuera de la crisis y es la errancia, tal
como lo explica Silvestri:
Y es así como tristemente la talentosísima poeta no llega a reparar aquella herida fundamental
sino que más bien ésta parece abrirse más y más, hasta que es internada en un hospital
psiquiátrico y en una de sus licencias decide quitarse la vida. (Silvestri, 2014) Podemos ver
ahí un fracaso de lo simbólico ante una insistencia de lo Real, finalmente Alejandra decide
abrazarse al agujero que la constituyó y la persiguió toda su vida; como ella lo puso de una
manera bellísima: “Un monstruo me persigue. Yo huyo. Pero es él quien tiene miedo, es él
quien me persigue para pedirme ayuda.” (Pizarnik, 1990, pág. 193)
Pizarnik, A. (1990). Obras Completas Poesía & Prosa. Buenos Aires: Ediciones Corregidor.
Silvestri, María Agostina (2014). Alejandra Pizarnik, poema castrado por su propia lengua.
Jornadas Jacques Lacan y la Psicopatología. Psicopatología Cátedra II - Universidad de
Buenos Aires, Buenos Aires.