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por Ignacio Puig, S. I.

1978
del Sitio Web Scribd
contribución de Daniel Piovezan

Compilación de Estudios de eminencias médicas,


zootécnicas y agronómicas sobre los beneficiosos
efectos del magnesio en el hombre, en los animales
y en las plantas

Índice
 Prologo
I. Capítulo - ¿Posee El Magnesio Virtudes Curativas?
II. Capítulo - El Magnesio En El Organismo Humano
III. Capítulo - El Magnesio En Zootecnia
IV. Capítulo - El Magnesio En Agricultura
 Epilogo
I. Apéndice - ¿Como Debe Tomarse El Magnesio?
II. Apéndice - Contenido De Magnesio y De Calcio En Los Principales Elementos
III. Apéndice - Principales Dolencias Para Las Que Se Recomienda El Empleo De Las
Sales De Magnesio
IV. Apéndice - Bibliografía

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PRÓLOGO
La presente obra recoge varios artículos de diferentes autores, consagrados a divulgar el
importante papel que desempeña el magnesio en los organismos vivientes, como sus efectos
curativos en el hombre y en los animales, los prodigiosos resultados del mismo aplicado a las
plantas y, en general, su poderosa intervención en el metabolismo vital.

Sobre todo, los diez artículos de Francisco Manzanal, S. I., han tenido la virtud de interesar a
gran número de personas que han practicado, con excelente resultado, la cura del magnesio
en ellos recomendada y que luego, espontáneamente, se han constituido en los grandes
propagadores de las virtudes curativas del magnesio.

No se crea, sin embargo, que con estos artículos se descubre algo totalmente nuevo o
ignorado respecto al magnesio.

Desde hace años se conocía su intervención en el metabolismo orgánico y no pocas de sus


virtudes curativas, según lo dan a entender los excelentes preparados hechos a base de sales
de magnesio, tales como,
 DELBIASE (en forma de comprimidos y de crema)
 LIDACRÓN (en forma sólida)
 LIDATINE (en forma líquida)
 MAGNOGENE (en grajeas)
 HALMAGNOL (en ampollas)
 más recientemente HALÓGENOS JULIÁ-4 (en forma líquida), etc.
Sin embargo, hablando en general, se había prestado escasa atención a la importancia que el
elemento tiene en el mundo orgánico, hasta que recientes experiencias, llevadas a cabo
principalmente en Francia y en los Estados Unidos y recopiladas con gran maestría por el
Padre Manzanal, han tenido la virtud de llamar la atención del público sobre lo mucho que
puede esperarse del elemento magnesio, ingerido, no en forma metálica naturalmente, sino en
sales, particularmente de cloruro y carbonato.

Que, por lo menos en Barcelona, son muchas las personas que, se sirven de las sales de
magnesio para alivio de sus males y aun como alimento (pues autoridades médicas aseguran
que el magnesio debería figurar en la dieta ordinaria), lo demuestra la admiración de algunas
droguerías de dicha ciudad que en un mes venden más sales de magnesio que antes vendían
en diez años.

No vamos a extendernos, en este prólogo, haciendo la apología del magnesio, puesto que
ésta ya se hace - y por cierto bien cumplida, según creemos - en el decurso del presente libro.

Solamente queremos precisar, antes de terminar, el carácter del mismo, que es más bien una
complicación o refundición de lo que especialistas en las respectivas materias (médicos,
ganaderos y agricultores) han observado y experimentado con respecto al papel biológico del
magnesio.

Aunque el fondo básico de este libro, sobre todo en lo que respecta al hombre, son los
aludidos artículos del Padre Manzanal, quien a su vez se ha servido principalmente de la obra
del doctor Delbet, hemos de hacer constar, que en él figuran extractos de otros varios autores.

Asimismo, hemos utilizado los informes que nos han proporcionado cuantos se han servido
darnos a conocer los efectos beneficiosos del magnesio que en sí han experimentado.
En esta complicación de datos o, si se quiere, refundición de trabajos de otros autores, hemos
procurado la mayor unidad y orden, reuniendo en capítulos separados lo referente al hombre,
a los animales y a las plantas, lo que no siempre se encuentra bien delimitado en otros
autores.

Esperamos que la presente obra servirá para ampliar el campo de acción del magnesio.

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CAPÍTULO PRIMERO
¿POSEE EL MAGNESIO VIRTUDES CURATIVAS?
Entendemos que, en todo libro, revista y, en general, en cualquier escrito, lo primero que
debería hacerse - y no siempre se hace - es justificar el título que se le ha puesto, a no ser
que él mismo se caiga por su peso o que, en el decurso de la exposición, aparezca
claramente justificado.

Al encabezar esta compilación de escritos sobre el magnesio le hemos puesto por título
«Virtudes Curativas del Magnesio», con lo cual parece queremos dar a entender que el
magnesio posee virtudes curativas, como así es en efecto.

A) MARAVILLOSOS EFECTOS DEL MAGNESIO


A no pocas personas que tan sólo habrán oído hablar del magnesio al designar los polvos de
que se sirven los fotógrafos para producir chispazos de luz blanca deslumbradora, o al tratar
del purgante denominado magnesia, les ha de parecer raro que se pueda escribir un libro que
trate exclusivamente de las virtudes curativas del magnesio.

Por esto hemos creído del caso comenzar esta compilación justificando el título que le hemos
puesto, a fin de que nadie nos pueda tildar de que no ponemos en práctica lo que creemos
debe hacerse en todo libro y de que en él caemos en el mismo defecto que reprochamos en
otros.

Dice el refrán que la mejor manera de demostrar el movimiento es andando; pues esto es lo
que ahora vamos a hacer en este capítulo introducción:
describiremos una serie de maravillosos efectos curativos, obrados con el magnesio, no
precisamente bajo la forma metálica, sino de sales, como el cloruro, sulfato o carbonato en
lectores de esta obra, los cuales además de experimentar en sí sus saludables efectos, nos lo
han escrito o comunicado de palabra.
En la imposibilidad de aducirlos todos, nos limitaremos a dar a conocer en este lugar algunos
pocos.

1. Cura la artrosis debida al ácido úrico


(De una carta fechada el 28 de octubre de 1956):
Un amigo mío me recomendó el libro las «Virtudes Curativas del Magnesio», el que,
una vez leído, me decidió a poner en práctica el tratamiento a base de cloruro de
magnesio.

»Los resultados no han podido ser más sorprendentes ni más halagüeños, ya que, al
poco más de un mes de tomarlo todas las mañanas en ayunas, me vi casi totalmente
restablecido (hoy completamente) de las dolencias que me aquejaban. Me encontraba
excesivamente sobrecargado de ácido úrico y, como consecuencia de ello, sufría una
grave artrosis en ambos rodillas, particularmente en la izquierda, y estaba decidido a
dejarme operar, sabiendo que me tenía que quedar la articulación rígida, o sea, cojo
para toda la vida; pero es que hacía cerca de cinco meses que me tenía imposibilitado
y con unos dolores terribles. Afortunadamente este peligro desapareció tomando el
cloruro de magnesio y hoy me encuentro mucho mejor que diez años antes.

»También sufría de dilatación de la aorta (tengo cincuenta y dos años) y hoy puedo
decir que ya no me inspira ninguna preocupación; pues, en opinión del doctor que me
ha mirado últimamente en la pantalla, me encuentro perfectamente.

«Aparte de lo que antecede, se siente uno a los pocos días de tomar el cloruro, con
una gran energía y vitalidad, que hace que hasta el carácter se transforme, ya que le
proporciona una euforia y optimismo sin igual.

»Me complazco en proporcionarle los detalles de este mi caso, para que sirva de
estímulo y de ejemplo a aquellos que sufren, no solamente de las dolencias
reseñadas, sino de todas aquellas que son propias de las personas de edad.»

2. Hace desaparecer el temblor senil


(De una carta fechada el 2 de marzo de 1956):
«Desde que terminaron de publicarse los artículos del P. Francisco Manzanal sobre
«Virtudes Curativas del Magnesio», he sido un propagandista del cloruro de
magnesio.

»Yo lo tomo desde entonces y sus efectos han sido más y mejores de lo que yo
esperaba. Empecé por tomarlo para aliviarme del temblor senil que me impedía
escribir y hasta poner mi firma, si no era sujetándome la mano derecha con la
izquierda, y me temblaba la mano al beber, y demás usos. A los cuatro días de tomar
una dosis bastante floja, ya noté sus efectos, pero no quise dar crédito, hasta a los
trece días en que, sin querer, di un grito de entusiasmo al ver la facilidad y constancia
en poder manejar la pluma y demás enseres.

«Padecía desde muchos años hemorroides constantes y se me han curado


totalmente, y esto que ya trataban de operarme. Ahora, a pesar de los tiempos
reinantes, esto era en febrero de 1956, sin usar bufanda y saliendo de casa varias
veces al día, no he cogido ningún resfriado. Otra ventaja he observado en mi ya
achacoso cuerpo; optimismo, alegría de vivir, agilidad de mis piernas y rodillas a mis
62 años.

»Son muchas las personas que me agradecen les haya aconsejado el cloruro de
magnesio. Es un laxante eficaz y el más económico.»

3. Desvanece el agotamiento intelectual


(De una carta fechada el 17 de junio de 1957):
«Me dirijo a usted para solicitarle el libro «Virtudes Curativas del Magnesio». Tengo
interés en tenerlo; pues conozco el resultado satisfactorio que ha obtenido con el
tratamiento del magnesio un señor que sufría desgaste y agotamiento intelectual y
ahora sigue trabajando incansable. Como soy enfermera y también otros me han
hablado de los efectos del magnesio, es por eso que deseo tener este libro.»

4. Otros notables efectos beneficiosos del magnesio


A. Un hombre de carrera, de unos 60 años de edad, padecía de cierta infección
intestinal crónica. Un amigo le proporcionó «Virtudes curativas del magnesio».
Después de dos meses, escribió estas textuales palabras:
«Hace un mes que tomo magnesio y me he librado de un achaque que hacía
35 años lo llevaba conmigo».
B. Hace algún tiempo se presentó un individuo diciendo que, poco antes, apenas
podía valerse por el reuma; incluso le habían de vestir. A los pocos días de
tomar magnesio, le desapareció el mal y «ahora - dijo - me siento como un
atleta», y comenzó a gesticular como tal. Todavía dijo más:
«Mi madre - añadió - que ya pasa de los 80 años, desde que toma magnesio
se encuentra como una joven».
C. Un lector que toma magnesio y que está entusiasmado con él por los buenos
efectos que le ha producido, fue a visitar a un amigo suyo que sabía estaba
enfermo. Se lo encontró en cama aquejado de fuertes dolores, pues padecía
de la próstata y le habían de operar. Le recomendó tomara magnesio, como
efectivamente lo hizo. A los pocos días, se lo encontró en la calle, tranquilo,
sin haber sido operado y como si nada hubiese tenido.

B) ¿EN LOS CASOS REFERIDOS NO SE TRATARÁ DE


SUGESTIÓN?
Antes de contestar directamente a esta pregunta, hay que saber qué es sugestión, lo cual
vamos a hacer aduciendo dos casos: uno provocado por el profesor Slosson y el otro referido
por el psicólogo Gillet.

Primer caso: Un día el profesor Slosson llega a clase con un frasco de un líquido transparente.
Sus alumnos, al entrar, concentran sus miradas intrigantes en el frasco. El profesor, a su vez,
fija sus ojos centelleantes en los discípulos y les dirige unas breves palabras de aclaración
para justificar su modo de proceder. Se trata de un experimento sumamente delicado para el
que reclama la cooperación de los jóvenes del aula.

El doctor Slosson infunde a sus alumnos el convencimiento de que jamás han percibido un
olor tan fuerte como el del líquido que conserva en el frasco; con todo, les advierte que,
durante la experiencia que piensa realizar, no se sentirán excesivamente molestados por el
olor del líquido.

Les ruega encarecidamente que, una vez haya destapado el frasco, le vayan indicando
cuándo empiezan a percibir la acción odorífica del líquido, para que él pueda precisar la
velocidad de propagación de las partículas existentes.

El profesor quita cuidadosamente el tapón del pequeño frasco, echa unas gotas del líquido
sobre un pedazo de algodón y se retira convenientemente para no dejarse inficionar tan de
cerca por el influjo del líquido. ¿Qué sucede?

A los quince minutos, los alumnos de la primera hilera de los bancos levantan la mano: han
notado ya el escozor del líquido. Unos intervalos más, los de la segunda serie dan también
señales de haber respirado el aire contaminado por las partículas del líquido. Apenas ha
transcurrido un minuto, las tres cuartas partes de la clase se sienten impresionados por el olor,
hasta el punto de que muchos pretenden abandonar el aula.

La voz del profesor resuena de nuevo, entremezclada con una sonrisa.


«No han de temer los jóvenes universitarios: el líquido del frasco que ha producido efectos tan
alarmantes, no es sino agua pura, de clara transparencia, cuyas moléculas gozan
íntegramente de las propiedades esenciales del agua.»
Los alumnos de aquella clase han sido víctimas, no de la peligrosa contaminación de un
líquido mefítico, sino de un fenómeno psicológico, conocido vulgar y científicamente con el
nombre de sugestión.
«Este hecho - anota José O. Martínez, S.L., al reproducirlo en su libro ¿Cómo curar la
neurastenia? - que, tal como acaba de ser escrito, parece extraordinario e increíble, en sus
caracteres generales es muy frecuente.»
Este primer caso es un ejemplo palpable de heterosugestión, es decir, de sugestión
provocada por otro.

El que a continuación ofrecemos, presentado por Gillet, es de autosugestión, de sugestión


provocada por uno mismo.
A un hotel de ínfima calidad llega un hombre de mediana edad. Las tinieblas densísimas de la
noche se avecinan. El forastero, después de haber cenado se retira al aposento.

A altas horas de la noche, el huésped se despierta por el acceso de tos. Es asmático y el


ahogo le oprime. Anda a tientas por la habitación, hasta que al fin llega a los cristales. La
asfixia aumenta. No puede hallar la falleba de la ventana.

Impaciente, acosado por el dolor, destroza con sus puños los cristales.
¡Ah! ¡Qué diferencia! ¡Qué mejoría! - exclama.
Devora el aire puro de la noche... La tos va desapareciendo. El forastero se calma. Se acuesta
de nuevo.

Pasa lo restante de la noche con normalidad absoluta.

Al día siguiente, al despertarse, advierte con horror que ha aporreado el cristal del reloj de
pared..., ¡cuyo aire apolillado había estado respirando la noche anterior, y en el que había
encontrado el remedio para el asma que le asfixiaba!
«Ejemplo notable de autosugestión» - exclama José O. Martínez, S. I. al reproducirlo en el
libro antes citado.

«Si bien es verdad - añade - que la sugestión es muy frecuente en todos los órdenes de la
vida, hay que tener, con todo, presente la posición de los que, imbuidos en ideas psicológicas
nada científicas y a las veces supersticiosas, ensanchan desmesuradamente el campo de
este hecho y atribuyen a sugestión lo que, en realidad, no lo es. Ya que hablamos de
sugestión y tenemos ante la vista ese número de falsos psicólogos... Se trata de los milagros
de Lourdes.»
Al llegar a sus oídos las relaciones de esas curaciones, los influidos de doctrinas perniciosas,
sin detenerse a examinar, sólo tienen unas palabras.
«¿Todo eso...? ¡Superchería...!, ¡no es sino sugestión!»
Lean los tales, lo que escribe el doctor Boinerie acerca de este particular:
«En Lourdes no hay sugestión, pues las curaciones que allí suceden no corresponden a
ningún tipo de sugestión, pues las curaciones son súbitas, como las curaciones funcionales,
pero estables como las curaciones orgánicas.»
Y a todo esto se dirá: ¿qué es sugestión?

Se han dado muchos definiciones de sugestión, las más de las veces incompletas o inexactas.

Una de las que más satisface es sin duda la que propone el psicólogo Fernando María
Palmes, S.I., en un artículo aparecido en la revista madrileña «Razón y Fe»:
«Sugestión - dice - es un proceso psíquico que se verifica con cierto grado de automatismo
por parte de las actividades inferiores, es a saber: de la razón y del libre albedrío.»
He aquí delineados, según esta definición, los dos elementos esenciales a toda sugestión.

En primer lugar se requiere:


a. un proceso psíquico inferior, que se reduce a un fenómeno más o menos complicado
de asociación, por el cual un fenómeno suscita a otro, hasta llegar a un movimiento
corporal interior o exterior, o a una tendencia, a un sentimiento, a un conocimiento o a
cualquier otro fenómeno mental, sin exceptuar actividad mental alguna; y, además
b. un grado más o menos pronunciado en el psiquismo superior, respecto de dicho
proceso. Ni el primer elemento separado del segundo, ni éste separado del primero
son sugestión. Esta se halla constituida esencialmente del complejo o junta de los
dos.
A la vista de esta definición de sugestión y de los casos particulares antes referidos, vean
nuestros lectores, si las curaciones anteriormente expuestas, obtenidas con el tratamiento de
sales de magnesio, pueden explicarse puramente por sugestión.
C) SE DESCARTA QUE EL MAGNESIO OBRE SOLO POR
SUGESTIÓN
Por si alguno de nuestros lectores no queda, con lo hasta aquí expuesto, enteramente
convencido de que el magnesio obra física y químicamente en el organismo humano y no
puramente por sugestión, le ofrecemos a continuación un caso notable, referido verbalmente
por el mismo interesado.

El aludido relator enfermó de tifus cuando tenía unos 33 años de edad. Salió bien de la
enfermedad; pero el médico le advirtió que, después de algún tiempo, experimentaría a media
tarde fuertes dolores intestinales debidos a fermentaciones provocadas por algún alimento,
que él entonces no podría prever cuál sería.

Y así fue en efecto: Algún tiempo después, le vinieron dichos dolores.

Acudió a otro médico, pues entonces residía en otra población, y éste le dijo que debía
averiguarse el alimento que se los ocasionaba; cosa no siempre fácil, añadió. Le preguntó si
solía tomar leche, y, al responderle afirmativamente, le sugirió que pasase tres días sin tomar
otro alimento más que leche. Como no se le reprodujeron los dolores, la conclusión fue que el
responsable del mal no era la leche.

Entonces el médico le dijo que añadiese pan a la leche, y al primer día de hacer esto, le
repitieron los dolores. El médico ya no dudó de que el causante del mal era el pan y, en
consecuencia, que debía abstenerse de tomarlo.

Con esta abstención fueron pasando los meses y aun los años, sin que nuestro informante
fuera molestado de los dolores; con la particularidad de que podía comer macarrones, fideos y
sémola, sin que le sobrevinieran los dolores intestinales, a pesar de estar hechos de harina
dichos alimentos: es que esta harina no ha sufrido fermentación previamente como la del pan.

Después de transcurrido mucho tiempo, un buen día le repiten los dolores, no obstante estar
persuadido de que no había comido pan. Acudió de nuevo al médico.

Éste le sugirió le fuese nombrando los manjares que había comido y, al saber que uno de
ellos eran albóndigas, exclamó el médico:
«No diga más; es que una buena parte de albóndigas están hechas de pan.»
Años más tarde, un cocinero, que sabía que nuestro individuo no podía comer pan, quiso
probar si esto era pura aprensión, dándole a comer pan sin que el interesado se diese cuenta.

A este fin calentó en el horno miga de pan sin que llegara a tomar el color tostado, y la trituró
de manera que pareciese sémola. Naturalmente, el individuo en cuestión, ignorante de la
treta, comió de aquella sémola como lo venía haciendo con la sémola legítima, y esta vez le
volvieron los dolores. El cocinero, pues, pudo convencerse de que los malos efectos del pan
eran realmente debidos al pan y no fruto de la imaginación.

En tiempo rojo y durante los primeros años de la posguerra, nuestro comunicante podía comer
pan sin dolor alguno: es que aquel pan negruzco todo lo era menos pan legítimo. Volvió el
tiempo del pan blanco y ya no podía comer de él.

En 1954, al enterarse de las maravillas que obraba el magnesio, comenzó a tomar cada día
alguna de sus sales, y desde entonces puede comer todo el pan que quiera y sin que se le
reproduzca la pasada dolencia, después de más de 40 años que debía abstenerse de él:
ahora tiene ya 77 años.
Que el magnesio tiene virtud intrínseca para actuar favorablemente en el organismo humano y
que no obra por pura sugestión, se deduce también por los testimonios médicos de gran
competencia que lo aseguran y por los muchos casos que se refieren en el segundo capítulo
de este libro, como también científicamente estudiando las propiedades inherentes a este
elemento introducido en el organismo bajo la forma de alguna de sus sales, es decir, no bajo
la forma metálica, sino iónica.

Y todavía queda descartado cualquier resquicio de sugestión sabiendo que las sales de
magnesio no sólo previenen y curan muchas enfermedades en los animales como largamente
se explica en el capítulo 3.° de este libro, sino también en los vegetales, en los que por
testimonio de agricultores han obrado verdaderas maravillas.

¿Va a hacer sugestión en los animales que ingieren sin saberlo, o en las plantas que carecen
de todo conocimiento?

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CAPITULO II
EL MAGNESIO EN EL ORGANISMO HUMANO
Las carencias y desequilibrios en la parte orgánica de los alimentos del hombre causan
terribles estragos.

Conocidas de todos son las carencias de vitaminas, las cuales han atraído de tal manera la
atención de los sabios, que han emprendido contra esas carencias una lucha seguida de
victorias. No así con respecto al desequilibrio mineral del hombre que continúa haciendo
estragos, sin encontrar oposición.

Pues, por una parte, este desequilibrio ha sido menos estudiado por los sabios, y por otra,
sucede que los poderes públicos lo fomentan inconscientemente y la opinión pública continúa
ignorándolo.

A) LA SALUD Y EL EQUILIBRIO MINERAL EN EL HOMBRE


Como hace notar Francisco Manzanal, S. I., la atención de todo el mundo se dirige a
conseguir el don natural que juzga más precioso: su salud.

Es que la conservación de la salud, la preservación y cura de las enfermedades infecciosas,


admite una solución diversa y más eficaz que la que se sigue ordinariamente, es decir, la de la
lucha contra los microbios por medio de antisépticos, vacunas y sueros. Éstos van creciendo
continuamente y no pocas veces dan lugar a efectos perniciosos y aun contraproducentes,
que ya no tratan de ocultar los galenos que quieren ser sinceros.

Hoy día, desde hace algún tiempo, empieza a dirigirse más la atención sobre el terreno donde
se desarrolla el microbio, que sobre el microbio mismo; en una palabra: atiende más a la
disposición del organismo que al microbio que lo invade continuamente. Y con razón. Es que
la fuerza del microbio, según se ha comprobado, radica en la pobreza del terreno, cuya
resistencia natural queda frecuentemente paralizada por causas diversas.

Por esto, Pasteur pudo decir a este respecto:


«El microbio no es nada, el terreno es todo.»
Pues bien, una de las causas más importantes de la mala disposición del terreno del
organismo humano en su lucha contra los microbios es el desequilibrio mineral.

He aquí un pasaje del doctor Alexis Carrel, que da luz sobre el particular:
«Los microbios y los virus se encuentran por doquier: en el aire, en el agua, en nuestro
alimento.
Se hallan siempre presentes en la superficie de la piel y en las mucosas digestivas y
respiratorias. Sin embargo, en mucha gente permanecen inofensivos. Entre los seres
humanos, unos están sujetos a ciertas enfermedades y otros son inmunes a las mismas. Este
estado de resistencia proviene de una constitución especial de los tejidos y de los humores,
que impide la penetración de los agentes patógenos o los destruye cuando han penetrado.

Esta es la «inmunidad natural».

»Ella preserva a ciertos individuos de casi todas las enfermedades - prosigue diciendo el
doctor Carrel.

Es una de las cualidades más preciosas que el hombre puede desear. Ignoramos su
naturaleza. Parece depender, a la vez, de cualidades provenientes de los progenitores y de
otras adquiridas en el curso del desarrollo.

Hay razas sensibles o resistentes a ciertas enfermedades. Se observan familias predispuestas


a la tuberculosis, apendicitis, cáncer, enfermedades mentales. Otras, en cambio, resisten a
todas las enfermedades excepto a las degenerativas que sobrevienen a la vejez. Pero la
inmunidad natural no se debe solamente a la constitución hereditaria; proviene también del
género de vida y de la alimentación, como lo ha demostrado Reid Hundt hace tiempo.

«Nosotros no sabemos todavía qué modo de vida podrá producir en el hombre la resistencia
natural a las infecciones. La prevención de cada enfermedad por inyección de vacunas o
sueros específicos, los exámenes médicos repetidos en la población, la construcción de
gigantescos hospitales y sanatorios son medios costosos y poco eficaces para desarrollar la
salud de una nación.

La salud debe ser una cosa natural de la que no hay que preocuparse. Además, la resistencia
innata a los individuos un vigor y una intrepidez de la que carecen los que deben su vida a la
medicina y a la higiene.

Las ciencias médicas, en adelante, deberían orientarse a la búsqueda de esos factores de la


inmunidad natural.»
Tales son los nuevos puntos de vista del doctor Carrel, respecto de la salud y la manera de
conservarla o de recuperarla cuando se ha perdido, que a más de uno podrán parecer
revolucionarios.

De dos fuentes principales hace provenir el citado médico la inmunidad natural espontánea:
de las propiedades hereditarias del organismo y de las conseguidas en el curso de su
desarrollo continuo por el régimen de vida y de la alimentación. El terreno de nuestro
organismo, cualquiera que éste sea, se puede disponer mejor o peor contra los agentes que le
van a atacar por medio de las segundas propiedades.

Respecto de las primeras propiedades, las ciencias no pueden nada: cada uno deberá
contentarse con las que le han caído en gracia. Las otras, sin embargo, son susceptibles de
perfección y mejoramiento, y los hombres de ciencia han dado pasos, con sus estudios y
experiencias, para encontrar esos factores de la inmunidad natural.

Múltiples estudios y experiencias han llevado a la conclusión de que, en la inmunidad natural,


tiene una parte principalísima lo que muy ajustadamente se ha dado en llamar equilibrio
mineral. En este capítulo nos esforzamos en divulgar, según lo hace el P. Manzanal, los
modos concretos de conseguirlo y fomentarlo.
En el organismo humano hay dos clases de elementos químicos, llamados respectivamente
orgánicos y minerales.

Los elementos orgánicos son el carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, por ser los que
principalmente constituyen los compuestos orgánicos. Los elementos minerales, que en
conjunto forman del 4.3 y 4.4 por 100 del peso del cuerpo humano adulto, son, por orden
decreciente en cantidad, el calcio, fósforo, potasio, azufre, cloro, sodio y magnesio.

Todavía deben señalarse los llamados oligoelementos, por hallarse en cantidades


insignificantes, los cuales, por orden decreciente en cantidad son: el yodo, flúor, hierro, bromo,
aluminio, cobre, manganeso, cinc, arsénico, silicio y boro.

Los elementos minerales, considerados en conjunto, desempeñan un triple papel: unos sirven
a la formación del esqueleto y tejido; otros intervienen en la formación de fermentos y diversos
catalizadores bioquímicos; otros forman disoluciones iónicas e intervienen en sus condiciones
de equilibrio, tan importantes en los fenómenos vitales.

Frecuentemente, cuando la proporción de los elementos minerales no tienen el valor deseado


en el cuerpo humano, las perturbaciones que de ello se siguen puédense atribuir
indiferentemente, ya al exceso de uno de los elementos, ya a la carencia del antagónico, que
no está en cantidad suficiente para equilibrar al otro que es, relativamente, demasiado
abundante.

Pongamos por ejemplo la proporción que hay en un terreno entre el potasio y el magnesio
(K/Mg), que es de especial importancia para los vegetales. Si abunda mucho el potasio con
relación al magnesio, podemos decir que las plantas son envenenadas por un exceso de
potasio, o también que son envenenadas a causa de la carencia de magnesio, que no
contrarresta en las plantas la absorción de potasio o sus efectos.

Es una ley universal la necesidad de un equilibrio mineral determinado para asegurar el


desarrollo y funcionamiento armónicos, tanto del hombre, como de los animales acuáticos y
terrestres y de las plantas. Si éste falta, vendrán trastornos del organismo. Un desequilibrio
pronunciado hace sentir prontamente sus efectos, pero también un desequilibrio pequeño
puede causar trastornos considerables, si continúa durante mucho tiempo.

Puede servir de ejemplo el caso de aquellas regiones pobres en yodo; algunos de sus
habitantes, al faltarles este alimento insignificante, sufrirán trastornos de la glándula tiroidea y
tendrán el llamado vulgarmente mal de «paperas» o bocio.

B) DESEQUILIBRIO MINERAL EN EL HOMBRE POR FALTA DE


MAGNESIO
Entre los elementos minerales del organismo humano hay tres que constituyen un interesante
trío de mutua dependencia, a saber:
 magnesio
 calcio
 sodio
Estos tres elementos para formar equilibrio deben encontrarse en el hombre, según se cree,
tal como se encuentran en la naturaleza, por ejemplo, en las cáscaras de los huevos de
pájaros salvajes.

Repetidas experiencias, de las que más adelante se hablará, han llevado a la afirmación de
que el magnesio juega un papel importante en la vida de las plantas, de los animales y, por
extensión, del hombre, con el mismo derecho que otros tres elementos más conocidos: el
nitrógeno, el fósforo y el potasio.

En el hombre los huesos son el principal depósito de magnesio, aunque contienen ocho veces
más calcio que magnesio; también existe en los tejidos muscular y nervioso y en la sangre.

Copisarov señala en el hombre la siguiente proporción de magnesio: huesos, 31.7 a 46.6 por
1000; hígado, 22.5 por 1000; bazo, 6.2 a 7.5 por 1000; pelo, de 9.2 a 127 por 100. El plasma
del hombre adulto contiene de 2.4 a 3 miligramos de magnesio por 100 centímetros cúbicos;
los glóbulos rojos, de 61 a 7.1 miligramos por 100 y la sangre completa, 4.5 miligramos por
100 centímetros cúbicos.

Es un hecho innegable que una gran parte de las personas se hallan bajo los efectos del
desequilibrio mineral, particularmente por falta de magnesio en su organismo. Naturalmente
que esta escasez proviene de una alimentación deficiente en este elemento mineral.

El agricultor francés H. Vilain señala tres causas principales del desequilibrio mineral en el
organismo humano, en una conferencia pronunciada en Lachapelle (Francia), donde posee y
cultiva una gran finca.

1. Una ley mal hecha, que no conoce como abonos más que tres elementos: nitrógeno,
potasio y fósforo. Un abono que los contenga es legalmente completo, de suerte que
el cultivador es impulsado a creer que a las plantas no les faltará sustancia útil, si han
recibido estos tres elementos. Somos un rebaño - dice - dirigido por un pastor, bueno
o malo, a quien seguimos con sus consecuencias.

La ley sobre los abonos - continúa el mismo autor refiriéndose a la ley francesa - nos
obliga a contentarnos con tres elementos, siempre los mismos, para todos los
terrenos, para todas las especies y variedades de plantas. Esto es sencillamente
absurdo.

Vosotros - dirigiéndose a sus conciudadanos - habéis contactado conmigo este error y


yo soy feliz al mostraros que la aldea de Lachapelle revive, aunque sea fuera de la
ley.

2. El abono de la potasa y el empleo de sales de potasio puras: Por todas partes se


repite: «Cuanto más potasa empleéis, tanto más abundantes serán vuestras
cosechas». Y el resultado es que el exceso de potasa ha creado un envenenamiento
potásico crónico, sobre todo allí donde, en lugar de silvinita, que aporta con la potasa
otros muchos elementos útiles, se han empleado sales puras: cloruro, sulfato, nitrato.

El análisis ha revelado que los abonos ordinarios, con mucha potasa o poco o nada
de magnesio y de sodio, acarrean modificaciones importantes en el equilibrio mineral
de los vegetales, aumentando el porcentaje del potasio con relación al del magnesio.
Se han obtenido, sin abonos, remolachas que contienen cinco veces más potasa que
magnesia. Con la aplicación de distintos abonos, las remolachas de la misma
variedad contenían 150 veces más de potasa que de magnesia.

3. El abuso del superfosfato como fuente de ácido fosfórico: El superfosfato contiene un


50 por 100 de yeso. Donde el superfosfato es empleado con exceso, las plantas
absorben demasiada potasa del suelo; de ahí la perturbación del equilibrio mineral y el
riesgo de intoxicación del ganado.

El «kuhima-phos» o «escorias Thomas», que es superfosfato sin yeso, no tiene estos


peligros últimos.

Descubierta la raíz de los males, ya se ve dónde debe aplicarse la segur: evitar el


exceso de potasa, yeso y amoníaco en los terrenos, y suministrarles magnesio en
forma de fosfato, nitrato, carbono y sal marina no purificada. De este modo se asegura
el equilibrio mineral en los vegetales y animales y, consecuentemente, en el hombre
que se alimenta de ellos.
La prodigiosa influencia que se atribuye al cambio de aires para la salud, no puede explicarse
por un mero cambio de éstos.

Pero, teniendo en cuenta que cambiar de aires es cambiar también de agua, suelo y de
alimentos de composición mineral distintas, entonces se explica fácilmente este influjo tan
extraordinario sobre la salud. La eficacia indiscutida de las estaciones termales es debida
primeramente a la mineralización característica de las aguas, y también a los alimentos
producidos sobre el suelo, que lleva consigo algunos de los elementos tan raros que escapan
a veces al análisis corriente.

Por su parte el médico francés Pedro Delbet aduce las siguientes razones para demostrar
que la alimentación de los pueblos civilizados es actualmente menos rica en magnesio que en
otros tiempos.

La primera es el refinamiento de la sal. Antes se usaba en la mesa y en la cocina la sal gruesa


y gris, es decir, la sal sin especial refinamiento. En tiempo húmedo se licuaba, en tiempo seco
y caluroso se convertía en masa un poco dura. Esta delicuescencia de la sal se debía a la
presencia del cloruro magnésico.

El análisis de dicha sal gruesa y gris mostró que contenía por kilogramo 1.7 gramos de
magnesio. Para evitar la incomodidad que representa el humedecimiento de la sal, se
comenzó a eliminar una gran parte del cloruro magnésico, de suerte que ahora la sal refinada
sólo contiene de 0.35 a 0.45 gramos de magnesio, en vez de 17 que tenía antes, o sea una
cuarta parte. De sólo este hecho resulta que la ración magnesiana ha disminuido unos 50
gramos cada año por persona.

La segunda causa de la disminución del magnesio es el cernido de las harinas, siguiéndose


de ello un pan desmineralizado.

Sobre este punto leamos, en primer lugar, estas líneas de Alexis Carrel:
«Nuestra vida está influenciada en muy grande escala, por los diarios. La publicidad está
hecha únicamente en interés de los productores y nunca de los consumidores. Por ejemplo,
se ha hecho creer al público que el pan blanco es superior al moreno. La harina ha sido
cernida de un modo cada vez más completo, y así ha sido privada de los principios más útiles.

Se conserva mejor y el pan se hace más fácilmente. Los molineros y panaderos ganan más
dinero. Los consumidores comen sin duda un producto inferior. Y en todos los países donde el
pan es la parte principal de la alimentación, las poblaciones degeneran. Sumas enormes se
invierten en la publicidad comercial.

Gran cantidad de productos alimenticios y farmacéuticos, inútiles y frecuentemente nocivos,


han venido a ser una necesidad del hombre civilizado.»
Alexis Carrel está perfectamente de acuerdo con Pedro Delbot, quien nos dice:
«El pan era antiguamente el alimento más rico en magnesio. Era la principal fuente de él para
la humanidad occidental que se alimentaba de pan. El pan y la sal solamente eran el símbolo
de la hospitalidad, eran los elementos fundamentales de ella. Ahora bien, se ha llegado a
eliminar del pan la mayor parte del magnesio contenido en el trigo.

Esta falta grave contra la higiene alimenticia no tiene otra explicación que la satisfacción de la
vista. La única razón de preferir el pan blanco es el agrado que su blancura produce a la vista.
Se paga esta elegancia con una disminución de la energía y de la salud. El magnesio se
acumula en las envolturas del grano, envolturas a las que se aplica la molinería
perfeccionada, y las logra descartar.»
Se han analizado las distintas harinas y salvados.

Los resultados, por cada 100 gramos, en miligramos de magnesio, son:


La aberración sobre esta cuestión es tal, que la harina que contiene una notable cantidad de
magnesio (62 miligramos por 100 gramos) recibe el calificativo de baja.

Y por este error insospechado, la mayor parte del magnesio está destinado a los animales en
la harina de baja calidad y en el salvado.

Por consiguiente, con razón se puede decir que los perfeccionamientos de la molinería son
una causa importante de la degeneración, que es causada por la mala mineralización de los
alimentos.

Pedro Delbet viene de nuevo sobre este punto capital:


«En este asunto la molinería tiene la primacía, pues en nuestro país el pan es el alimento
principal. Por un error inimaginable, el cernido de las harinas ha sido apurado tanto, que el
precioso magnesio del trigo ha sido eliminado del pan blanco. Yo he demostrado que el pan
blanco es cancerígeno.»
Por su parte, Schrumpf-Pierron nos notifica que, en el país donde se come mucho pan, éste,
si es bueno, suministra la mayor parte del magnesio alimenticio.

Pero, he aquí que nuestro pan contiene siete veces y media menos de magnesio (MgO) que el
que toman los campesinos de Egipto. Si nuestro pan europeo tuviese la conveniente
mineralización magnesiana, un individuo que consumiese 500 gramos de pan ingeriría 830
miligramos de magnesio, mientras que ahora sólo ingiere 320 miligramos.

La tercera causa de la pobreza del magnesio en la vida moderna proviene de la agricultura. P.


Delbet experimentaba que las patatas degeneraban en cierta región al cabo de tres años que
se habían plantado en ella.

Era preciso importarlas de los Países Bajos, Flandes y Monte San Miguel, es decir, de
terrenos particularmente ricos en magnesio.

Es cosa enteramente averiguada que las plantas fijan el magnesio en tiempo de su


maduración; que unas especies lo fijarán más que otras, supuesta siempre una relación
proporcional entre el contenido de la planta en magnesio y el del suelo.

C) MANERA DE OBTENER EL EQUILIBRIO MINERAL EN EL


HOMBRE
Acabamos de ver que el organismo humano se halla en desequilibrio mineral particularmente
por la falta de magnesio.

Ahora bien, este desequilibrio mineral produce estragos sin cuento en los seres humanos, por
no encontrar apenas oposición, es decir, reacción para alcanzar el debido equilibrio.

Hombres de ciencia que se han preocupado de este grave problema y lo han estudiado a
fondo han estampado frases como éstas:
«Los microbios patógenos son muy temibles en los organismos desequilibrados; pero en el
mundo equilibrado, no serían quizá más que una curiosidad de laboratorio.»
Pero es el caso que estos microbios llevan tras sí la mayor atención de los médicos e impiden
así - y por eso sobre todo son temibles - descubrir la verdadera causa de las enfermedades
que aquejan al género humano: el desequilibrio mineral, y de poner ahí el remedio.

Mientras que la lucha contra los microbios acapara una mayor actividad de los sabios y la
diligencia de los servicios sanitarios, se asegura la multiplicación de estos mismos microbios a
quienes se pretende combatir, se aumenta su virulencia, ofreciendo por todas partes una
excelente disposición para su desarrollo: los organismos desequilibrados del hombre,
animales y plantas.

Y los abonos minerales que pueden restablecer, al menos en parte, un equilibrio mineral más
perfecto, se emplean frecuentemente de tal manera que son responsables de un desequilibrio
mineral que no cesa de aumentar.

Y bajemos a casos concretos. El doctor Hurfez-Sacleux ha constatado cada año casos de


enteritis graves en los niños, y ha establecido una relación proporcional entre los casos de
esta enfermedad y la cantidad de leche de vaca que toman los niños.

H. Vilain hace notar que precisamente se dan estas enfermedades cuando el alimento de las
vacas es a base de remolachas, cuya composición mineral es muy poco variada, sobre todo si
en los abonos predominan las sales de potasio, como se aconseja desatinadamente a los
cultivadores. En consecuencia, que el desequilibrio mineral de la leche de dichas vacas es la
causa de las enfermedades graves de estos niños que se alimentan de ella.

Una buena y equilibrada alimentación mineral será la base de nuestra salud y de la


recuperación de excelentes cualidades en la sociedad.

Para evitar la deficiencia alimenticia de magnesio, es preciso intensificar el cultivo de las


especies y variedades más aptas para fijarlo, y poner a disposición de la planta todo el
magnesio que ella pueda fijar útilmente. Éste es el camino que se debiera seguir. Pero se ha
elegido otro camino, con la subsiguiente perturbación del equilibrio mineral.

Se siembran trigos híbridos que se desenvuelven en terrenos pobres en magnesio, en vez de


enriquecer los terrenos con abonos de magnesio. Se siembran variedades incapaces de fijar
el magnesio del suelo en proporciones convenientes.

Los ingenieros agrónomos han de determinar qué variedades son las de mejor constitución
para la salud. Cuando éstas estén bien determinadas, quedará el trabajo de hacerlas adoptar.
Las variedades, incapaces de fijar el magnesio en las proporciones debidas, deberían ser
proscritas.

Un punto muy importante para llegar a la obtención del equilibrio mineral estriba en el
conocimiento de su relación con las glándulas endocrinas.

Sabido es que estas glándulas rigen, en su mayor parte, la salud y el desarrollo vital del
organismo. En este punto podemos asentar como cierto este principio: a todo desequilibrio
mineral prolongado corresponde un desequilibrio endocrino, que repercutirá notablemente en
los individuos sometidos a él.

De ahí no nos extrañará que los individuos de una región presenten especiales características
respecto de los de otras regiones, que tienen un influjo mineral distinto en las glándulas
endocrinas, rectoras de la vida y del desenvolvimiento del organismo.

Los nuevos planes a realizar son numerosos:


 determinar cuál es la mineralización ideal, característica del alimento perfectamente
sano
 determinar cuáles son las plantas que pueden adquirir una mineralización mejor
 precisar el modo de cultivo de las distintas plantas y las fórmulas de abonos más aptas
La producción de tales alimentos se generalizaría, haciendo ver a los cultivadores que ellos
pueden producir tales alimentos, que ellos deben producirlos y que esto es en su provecho
propio, consiguiendo frutos no sólo de excelente calidad, sino también en mayor cantidad.

El pan, por ser primero de los alimentos, ha ocupado la atención de H. Vilain. Insiste en que
se siembren las mejores variedades de trigo para la salud del consumidor.

A estos trigos se les debe dar un cultivo que mejore todavía las cualidades de su excelente
composición mineral, pues ésta puede variar entre límites no pequeños. Y, por fin, hay que
utilizar debidamente estos trigos. Elimínese el salvado, que no es digerible; pero, sobre todo,
de ningún modo se quiten el germen y las envolturas internas, tan ricas en vitaminas y
minerales útiles, a fin de obtener un pan más blanco.

La panificación directa es un excelente medio y muy poco conocido por aprovechar


perfectamente el trigo de buena calidad. El trigo no se muele, sino que se pone en agua a
temperatura conveniente durante cierto tiempo.

Los granos de trigo absorben agua, se hinchan, se reblandecen, el germen pasa de la vida de
letargo a la vida activa, se enriquece en vitamina, segrega diastasas, que le permiten digerir
las reservas nutritivas del albumen. Entonces se machaca y se transforma directamente en
pasta de pan.

Se elimina el salvado, pero las sales solubles del salvado quedan en la pasta. No queda más
que echarle sal, hacerlo fermentar y cocerlo. Este pan es muy fácil de digerir, por contener las
diastasas del germen y las solubles del salvado. Este pan es además, más económico.

De todo lo dicho hasta aquí ya no puede dudarse de que nuestra salud exige una alimentación
más abundante en magnesio, sobre todo si se tiene en cuenta los efectos saludables y el gran
número de enfermedades que previene o remedia las ingestión de las sales magnésicas,
según hemos de ver más adelante.

Parece, pues, que para evitar donde se pueda las enfermedades sin número, que son la
consecuencia directa o indirecta de la carencia o desequilibrio mineral, es preciso y urgente
asegurarnos una alimentación más rica en magnesio. ¿Cómo obtenerla? Los medios son dos:
uno artificial, natural el otro.

Sin duda, cada uno puede añadir, en forma de sales, a su alimentación los minerales
deficientes. Este procedimiento tiene su eficacia, como lo demuestran los enfermos curados
que lo han tomado siguiendo los consejos del doctor Delbet. Pero por dos razones este
método no es plenamente satisfactorio; pues así los beneficiarios serían una minoría, y es un
medio anormal, porque se tomarían como medicamentos pedidos en la farmacia, ingredientes
que deberían estar en nuestra alimentación ordinaria.

El medio que mejor conviene seguir es el natural.


Dado que los desequilibrios, o al menos su aumento cada día más acusado, son
consecuencia de algunos errores señalados por P. Delbet, el medio mejor es corregir estos
errores, de la siguiente manera:
1. Es preciso, en primer lugar, asegurarse un pan convenientemente mineralizado. Un
pan de esta clase sería suficiente para aumentar nuestra ración magnesiana en
proporciones considerables.

Para llegar a esto, se deberían tomar las siguientes medidas:

A. No usar para la panificación más que trigos ricos en magnesio (2 gramos al


menos por kilo) y relativamente pobres en potasio
B. Prohibir por una ley el cernido de las harinas por debajo del 80 por 100
C. Volver a los procedimientos de panificación integral de antes. Las personas
robustas que deben hacer un trabajo fatigante, preferirían el pan íntegramente
completo. La generalidad de la gente adoptaría el pan moreno. El pan blanco
sería reservado para los dispépticos
D. Se debiera tener presente y estudiar la panificación directa, sin harinas, de que
hemos hablado antes.

2. Esta modificación del pan debería hacerse posible y ser completada por una reforma
de la agricultura. La agricultura debe producir buen trigo, sin el cual no se puede hacer
buen pan, y procurar que las demás plantas, y consecuentemente los animales,
tengan la mineralización conveniente, el equilibrio deseado.

Hemos indicado antes que los abonos químicos pueden traer perturbaciones
perniciosas en la composición de los vegetales; pero también se pueden obtener con
otras fórmulas de abonos minerales de una alta calidad mineral. Los señores Vilain y
Kuck, curando a sus animales con simple modificación de la fórmula de sus abonos,
han puesto de manifiesto la importancia de esta cuestión y lo que se puede lograr en
este punto.

Parece urgente dar a este problema el lugar que se merece. Podría tener lugar la
institución de un control para el análisis de los productos de la tierra. Aquellos cuya
composición fuese juzgada malsana, deberían ser apartados del consumo.

3. La vuelta a la buena sal, gruesa y gris, a pesar de su ligero inconveniente de la


higroscopia, no debiera ser descuidada. Pedro Delbet ha sido el heraldo de estas
ideas. El ha tomado el trabajo de publicar libros, para dar a conocer estas verdades,
semillas de resurrección.

El no está contento con la sola administración de las sales halógenas del magnesio,
en forma de comprimidos o de solución en agua. Este es un medio individual, no la
solución de este problema serio y universal de la sociedad moderna, a que siempre ha
aspirado.

A ésta conducirán los medios últimamente expuestos.


Otro médico francés, el Dr. Víctor Pauchet, de la Facultad de Medicina de París, se esfuerza
como su connacional, el Dr. Pedro Delbet, en dar la receta para la incorporación de magnesio
en el organismo: el pan integral y la sal sin refinar.

Y así en su obra «Permaneced jóvenes», escribe (págs. 56 y 57):


«El magnesio se introduce normalmente en el organismo consumiendo pan integral o
salmuera, que lo contienen en abundancia. El pan blanco y la sal blanca no contienen
magnesio y, por lo tanto, el individuo se halla privado de ese precioso auxiliar. Esta laguna
puede colmarse absorbiendo sales de magnesio, preparadas en los laboratorios; pero, ¿para
qué recurrir a este medio artificial, cuando el uso del pan integral y de la salmuera constituyen
medios tan simples y naturales?»
Y para que nadie se llame a engaño acerca del verdadero pan integral, el mismo
Dr. Pauchet explica claramente de qué pan integral habla, cuando dice:
«Una palabra sobre el pan integral. Se le desacredita mucho; se le echa en cara que es
indigesto. A esto respondo que hay pan integral de muchas maneras. El pan que se vende
generalmente bajo el nombre de pan integral no tiene de éste más que la etiqueta. Lo hacen
con harina blanca a la que añaden un poco de centeno y de salvado.

Esta horrible e indigesta mezcla no tiene nada de común con el pan integral, cuya fabricación
es muy difícil, si el panadero no posee una instalación especial. La molienda de «Graham»
necesita una manipulación especial y una serie de tamizajes para obtener una harina fina.

»Los molinos actuales - continúa diciendo el doctor Pauchet - no están montados, por lo
general, para poder llevar a efecto esta molienda. Hace algunos años, bajo la influencia del
Dr. Montennis, se creó en París, en la calle Las Casas, una panadería moderna, pero quebró,
pues el filántropo que sostenía aquella obra se desalentó ante la indiferencia de los
parisienses. Más tarde Heudebert, e] gran fabricante de productos alimenticios higiénicos, ha
emprendido la fabricación de un pan integral que corresponde a la fórmula perfecta. Hace
poco le preguntaba yo cuál era el resultado comercial de sus ensayos.

«Sí, sí, ya se vende el pan integral, pero..., sobre todo, a los extranjeros. Es lástima que, ante
el esfuerzo de un compatriota, los franceses no se preocupen de sostenerle y de
aprovecharse de este alimento natural. El verdadero pan integral recuerda, por el gusto y el
aroma, el exquisito pan moreno o campestre de otro tiempo. Todos cuantos padecen de
estreñimiento han de consumir pan integral.»

D) EL MAGNESIO Y SU PAPEL EN TERAPÉUTICA HUMANA


Por lo dicho, ya no es de maravillar que el magnesio haya adquirido, desde hace algunos
años, una importancia terapéutica cada vez más considerable.

Elemento de transición entre metales y metaloides, presenta gran actividad como agente
catalítico o de fijación para los metales alcalinotérreos, especialmente para el calcio y el
fósforo.

La fijación del calcio sólo puede realizarse por intermedio de ciertos agentes orgánicos,
ayudados por agentes químicos en los que se han fijado los fisiólogos en estos últimos años y
han estudiado su papel. En todos los trabajos, los autores, se han dedicado a establecer el
papel de fijador representado por el magnesio, y a precisar, en los estudios sobre el
raquitismo experimental, que el magnesio ayuda enérgicamente a fijar el calcio sobre los
huesos de los animales hechos raquíticos.

El magnesio, cuya acción sobre las secreciones de las glándulas endocrinas es muy
importante, parece actuar como intermediario de las glándulas paratiroides, cuyo papel sobre
el metabolismo del calcio es primordial. Las glándulas paratiroides contienen 5.8 por 100 de
magnesio y la ingestión experimental del magnesio aumenta claramente la actividad de las
glándulas paratiroides.

Hoy día está bien establecido que, entre las substancias que poseen la secreción más fijativa
sobre el calcio orgánico, la que mejor papel desempeña, es la hormona paratiróidica en primer
plano.

La hipoparatiroidía conduce a una serie de trastornos entre los cuales los principales
caracterizan la tetania, y, a consecuencia de la diferencia de la fijación del calcio orgánico y
por aumento de la excreción del calcio resultante, se ha observado la aparición de una serie
de estados patológicos caracterizados por estados convulsivos en los niños, así como en los
deprimidos, cualquiera que sea la causa de la depresión general.

El magnesio juega un papel considerable en el equilibrio de la fijación paratiroídica y se puede


igualmente considerar como el verdadero regulador de esta secreción. Las experiencias han
mostrado que las sales magnésicas actúan en sentido inverso que las sales de calcio.

La hiperparatiroidía aumenta la excreción del magnesio, mientras que disminuye la del calcio.
La ingestión de las sales magnésicas excita la secreción paratiroídica oponiéndose a la
descalcificación paratiroídica, derivada de la hiperparatiroidía, y los trastornos convulsivos que
se presentan.

Los trabajos de Tibberts y Arch muestran claramente que la asociación del magnesio y del
calcio favorece la eliminación del calcio orgánico en- exceso, y puede concluirse de sus
experiencias que el magnesio y sus sales constituyen agentes terapéuticos de primer orden
contra los trastornos de la ateroma, favoreciendo diferentes órganos, particularmente sobre
las arterias y tejidos articulares.

Se ha podido comprobar, en el servicio hospitalario, el aclaramiento sobre pantalla de las


aortas oscuras y la desaparición de los ostiofitos, como consecuencia de un tratamiento de
yoduro magnésico.

La acción del magnesio sobre la asimilación del fósforo no es menos importante. La


experimentación ha demostrado que el magnesio representa un papel considerable en la
formación de los fosfatos. Es necesario en la hidrólisis de las lecitinas, que dan el ácido
glicerofosfórico, y el ácido ortofosfórico. La mezcla de sales cálcicas y de estos dos ácidos da
origen al glicerofosfato de cal, compuesto particularmente asimilable, tanto en cuanto al
fósforo como al calcio, utilizado para regular el equilibrio en fósforo y calcio del organismo.

No deja de ofrecer interés indicar aquí los resultados de algunas experiencias. Mientras que la
ingestión de fosfato tricálcico no determinó ninguna absorción del calcio, la del fosfato cálcico-
magnésico permitió comprobar una disminución de un 50 por 100 de la cantidad de calcio
eliminado por las orinas, demostrando que la presencia del magnesio ayuda a la retención de
la cal, tanto alimenticia como medicamentosa.

Por tanto, aquí para ayudar a la medicación cálcica, es oportuno una indicación
importantísima que permita comprobar la necesidad de una asociación de sales magnésicas
con las de fósforo y de calcio para facilitar la absorción. Estas experiencias, rigurosamente
ejecutadas, permiten su comprobación y establecimiento.

Por otra parte, el magnesio asociado al bromo o al yodo da origen a dos productos
halogenados (bromados y yodados) de magnesio, cuya utilidad terapéutica es de las más
importante. En el bromuro magnésico, el magnesio aumento su buena tolerancia y refuerza su
actividad por su acción antiespasmódica. En lo concerniente al yoduro de magnesio, la
absorción es aún más prometedora.

Su actividad terapéutica es mucho más poderosa y también más durable que la de los
productos yodados utilizados por la acción hipotensora del magnesio que refuerza la acción
hipotensa del yodo. Así se han podido expresar los resultados quimioterapéuticos obtenidos
en las sales yodadas de magnesio.

Inspirándose en esta importante documentación y en el tratamiento quimioterápico del cáncer,


por H. Hartmaan, se ha estudiado y redactado la fórmula de un complejo yodoyodurado
magnésico, en el cual el magnesio debe ejercer una acción terapéutica.

Este complejo fue experimentado primero sobre animales en aplicaciones locales para el
tratamiento de diversas afecciones cutáneas, llagas infecciosas, ulceraciones, etc.

P. Groulade, veterinario, dio a conocer en una comunicación los resultados experimentales


constitutivos de una prometedora labor que pueda conseguir su aplicación a la medicina
humana.
También el doctor Graciansky, dermatólogo, ha experimentado ampliamente la acción del
yodoyodu-ro magnésico sobre las diversas variedades de úlceras infecciosas de los
miembros. Esta medicación fue utilizada, sea en tintura diaria o bien en un día sí y otro no,
resultando indiscutible que el tratamiento determinó una cicatrización de las úlceras.

Según la citada comunicación del doctor Graciansky, esta cicatrización fue a veces
notablemente rápida. La úlcera, hasta este momento abierta, se cerró rapidísimamente.

Al cabo de un día o dos, la serosidad se concretó en forma de costras, que se curaron


rápidamente, dejando aparecer una piel delgada, pero que desde el primer momento fue
suficiente para que la lesión pudiera considerarse como curada. Más frecuentemente la
curación fue más lenta. La costra se formó como antes, pero más o menos rápidamente. La
conclusión que se sacó fue que, en general, se requieren tres semanas para conseguir la
curación de una úlcera de importancia media.

Recientes estudios han demostrado, en detalle, cómo el magnesio interviene en acciones


bactericidas y virucidas del organismo humano.

Lo daremos a conocer, según lo refiere el director del Hospital de la Cruz Roja, de Madrid,
doctor D. Carlos Blanc-Soler.
«El organismo humano - dice - dispone de una serie de recursos para luchar contra el paso de
bacterias y virus al torrente circulatorio a partir del intestino o de cualquier otro órgano, no sólo
por la acción macrófaga y destructora de los leucocitos, sino principalmente por la acción
bactericida de determinadas substancias, como la lisozina, la espermina, etc.

Una de las últimas substancias descritas con poder bactericida y virucida, que existe
normalmente en la sangre, es la «properdina».

Es ésta una globulina que se une al «complemento» y al «ion magnesio», dando lugar así a
un sistema enzimático. Es suficiente la falta de una parte del «complemento» o del «ion
magnesio», para que el sistema enzimático de la «properdina» deje de tener acción virucida,
según se ha demostrado recientemente por el virus de la enfermedad de Newcastle».

E) DELBET, PALADÍN DE LA TERAPÉUTICA MAGNESIANA


No cabe duda que el médico francés doctor Pedro Delbet ha contribuido como nadie a
valorizar la terapéutica del magnesio.

En los apartados siguientes hemos de hacer desfilar una serie impresionante de efectos
curativos, obrados por medio de las sales de magnesio. Por esto agradecerán sin duda
nuestros lectores que les demos a conocer al héroe de tantas hazañas curativas, al paladín de
la terapéutica magnesiana; lo que vamos a hacer presentándolo tal como nos lo ofrece el
doctor F.A. Cid.

Al leer esta descripción, no podemos menos de representarnos al doctor Delbet, no ya como


en una foto estática, sino como en un película cinematográfica sacada a lo largo de sus
muchos años de vida (más de 90).

El famoso profesor Delbet, discípulo de Dastre, mantuvo tenazmente - a pesar de sus noventa
y tantos años - un férreo índice en dirección al polo de la ciencia inexpugnable: la que
trasciende al conocimiento humano, la que cada día, en mayor cuantía, suma sus misterios
con más muertes.

Las particularidades del cloruro de magnesio no podían menos que fascinar, desde el primer
instante, al abigarrado grupo de sus contemporáneos. Y como el espíritu humano tiende
constantemente a buscar analogías, no es de extrañar que en un principio le pretendieran
asignar casi un papel, si se nos permite la palabra, telepático.

Pero, allí donde surgen regiones sombrías, comparece en seguida el espíritu investigador de
Delbet con su penetrante mirada, saturada de curiosidad. Su voluble fantasía científica, ya
frívola, ya genial, pero siempre inquieta, transformó inflexiblemente esta confusa hipótesis de
sus contemporáneos en una patética afirmación: las virtudes curativas de las sales halógenas
de magnesio.

Muchas cosas, si el espacio nos lo permitiera, podríamos decir de este paladín de la ciencia,
coronado, ahora, por una vejez gloriosa. Mas, preferimos recordar aquel hombre de ancha
frente y bien formado, que ya exteriormente llamaba la atención por su elevada estatura y
porte imponente, que se establece - a fines de siglo - en el laboratorio de su maestro, en la
calle de Ulm.

Sus rasgos reflejan un rostro armonioso y bien dibujado, labios finos, mentón lleno y carnoso y
frente magníficamente abombada sobre unos indefinibles ojos de mirada de acero. Cuando
por las mañanas atraviesa, con su andar amplio y decidido, la puerta de la trastienda de su
laboratorio, irradia una seguridad bienhechora; todos sus contemporáneos le reconocen una
paciencia infinita, incansable.

De temperamento más melancólico que impetuoso, más tenaz que impulsivo, el animoso
Delbet - entonces joven sabio Delbet - observaba cuidadosamente los fenómenos, y, de la
misma manera que cruza por sus habitaciones con grandes pasos firmes y rudos, así camina
con pausa y decisión en sus investigaciones, pasando de una observación a otra, lenta, pero
inflexiblemente.

No procede por arranques fulminantes y arrebatadores, sino por conclusiones prudentes y, por
lo mismo, irrecusables, y no hay impugnación ni encarnizamiento capaces de alterar su
profunda calma.

Esta tranquilidad, este tesón, esta grandiosa y perseverante paciencia, esta entrega de la vida
para la vida de la ciencia, este ex profeso olvido del pensamiento en la penumbra del misterio,
tenían que resurgir. En 1891 demuestra que el lavaje del peritoneo con antisépticos favorece
la infección. La antisepsia, basada en los descubrimiento de Pasteur, había revolucionado el
campo de la cirugía. Pero, si la esterilización de los instrumentos y de las manos permanecía
igual, la acción de los antisépticos sobre las llagas era puesta en duda.

El licor de Labarraque, el ácido fénico y un sin fin de productos atacan los microbios y
destruyen las células. Para el pensamiento científico de su época, la segunda conclusión no
reza la mayoría de las veces.

Pero Delbet va más lejos; sabe, desde Metchnikoff, el papel de los glóbulos blancos en la
lucha contra la infección, y constata que una solución de cloruro de magnesio aumenta su
poder fagocitario. En un momento, las obscuras horas de soledad en el laboratorio y los días
enterrado en sus estudios prorrumpen en un estallido que hace volver todas las miradas hacia
él.

Y es entonces cuando Delbet concreta parsimoniosamente un método que bautiza de


«citofiláctico». Su objeto: exaltar la vitalidad de las células; un medio de acción: una síntesis
de compuestos órgano-magnésicos, que sus enfermos del Hospital Necker llaman su «droga»
y a la cual denomina «Delbiase».

A partir de este momento, queda aparentemente oscuro dentro de su gloria. Y de la misma


manera que la vida de su juventud linda casi en lo desconocido, los quince años que
transcurrirán hasta la nueva comunicación, serán de un íntimo recogimiento que le permitirá ir
desmenuzando la trascendencia de su eslabón.
Y así en la Academia de Medicina expone que en el mundo civilizado la ración magnesiana va
disminuyendo: el pan es demasiado pobre de magnesio, la sal refinada, las conservas se
consumen con exceso.

Y habla de la desmineralización fisiológica magnesiana del hombre hacia los cuarenta años,
desmineralización agravada todavía por la alimentación deficiente en magnesio. Llega a
afirmar que el agricultor debe incorporar el magnesio en sus abonos para mejorar las
cualidades higiénicas de los vegetales alimenticios y restituir al suelo el magnesio sacado por
sus cosechas.

Esto debe ser política del Estado:


«Del Ministerio de Agricultura depende la salud pública» - dice.
Y mientras sus estudios - sobre la enfermedad que agota más a la humanidad: el cáncer -
prosiguen infatigablemente consumiendo sus horas, van surgiendo nuevas comunicaciones:
«Acción frenadora del cloruro de magnesio en la multiplicación de las células atípicas en el
desarrollo anárquico (Academia de Medicina, 1.° de mayo de 1932).
«El cloruro de magnesio favorece la evacuación biliar y mejora la digestión» (Academia de
Medicina, 1.º de mayo de 1936).
«De la resistencia general conferida al organismo por las sales de magnesio» (Academia de
Medicina, con el Dr. Palios, 1.° de julio de 1939).
«Delbiase y prostatismo. Disminución de pH urinario» (Academia de Ciencias, 25 de mayo de
1940).
Y citando obras y más trabajos, trazaríamos la vida del profesor Delbet.

Como todos los hombres de ciencia, su existencia está alejada del mundo y oscura entre su
luminoso pensamiento. La humanidad sólo premiará al descubridor del medicamento efectivo
del cáncer, y es muy posible que olvide en él uno de sus precursores.

No querríamos que ocurriera al profesor Delbet, el primero de los médicos modernos que ha
debido tomar sobre sí la suerte ingrata eternamente reservada a los que llegan antes de
tiempo, aquello de que en todas las épocas los precursores han de ser sacrificados.

Este ha sido el motivo de que hablásemos de él, a través de sus obras.

F) MÚLTIPLES EFECTOS CURATIVOS DEL MAGNESIO


Ante la multitud de efectos curativos atribuidos al magnesio, que nuestros lectores podrán
luego apreciar, si continúan leyendo este libro, no ha faltado quien le haya llamado
despectivamente «panacea».

Podemos, sin embargo, llamarle panacea - como advierte el Padre Manzanal - en el


verdadero sentido de la palabra, con una pequeña acotación explicativa.

Si se consideran las sales de magnesio como medicamentos, entonces con razón se las
puede llamar en sentido peyorativo panacea; pero, si se las considera como alimentos
necesarios, a cuya falta se deben muchas enfermedades, que desaparecen con la toma de
cloruro de magnesio o de otra sal magnésica, entonces la experiencia ha demostrado que son
una verdadera panacea, por la multitud de enfermedades que curan.

Esta son tantas, que si no las viésemos confirmadas por los hombres de ciencia, nos
parecerían sospechosas.

Pero he aquí que son casos realmente sucedidos y comprobados por la experiencia. Nos
bastará para nuestro intento revisar los comunicados que el doctor Delbet ha dirigido a la
Academia de Medicina francesa. P. Delbet, de la Academia de Medicina, es nombrado
Presidente de la Asociación Francesa para el Estudio del Cáncer. Por un camino distinto ha
llegado a las mismas conclusiones que H. Vilain.

Los dos proclaman la necesidad del magnesio en la economía mineral del mundo actual.

Esta necesidad proviene, en parte al menos, del refinamiento meramente caprichoso y poco
racional de los alimentos, que han sufrido menoscabo de su equilibrio mineral, especialmente
por la deficiencia del magnesio.

Vamos a exponer brevemente cómo P. Delbet ha comprobado experimentalmente que


el cloruro de magnesio obra en multitud de curaciones, dejando para más adelante tratar con
detenimiento de las enfermedades infecciosas, tales como la difteria y el cáncer, que también
son curados o, cuando menos prevenidas, por el cloruro de magnesio.

1. El cloruro de magnesio y la fagocitosis:


En el año 1914, el doctor Delbet se admira de los daños de la antisepsia (conjunto de
procedimiento destinados a eliminar, alejar y destruir los microbios patógenos).
«Esta - nos dice - dirige sus tiros a los microbios y mata las células».

Por eso, en vez de ir directamente a la destrucción del microbio, se prefiere aumentar


la resistencia y actividad de las células, para que ellas triunfen de los microbios. A
esta acción protectora y exaltación de la actividad celular la ha llamado citofilaxia;
concepto que debe añadirse, si es que no sustituir, al de antisepsia.

En el tratamiento de las llagas con diversas soluciones investiga el doctor Delbet cuál
de ellas exalta más las propiedades citofilácticas de los glóbulos blancos, tan
importantes en la lucha contra la infección. Hasta entonces se creía que la solución
del cloruro de sodio al 8 por 100 era lo mejor.

Las nuevas experiencias del doctor Delbet han demostrado que el cloruro de
magnesio cristalizado en solución acuosa el 22 por 1.000, ejerce una acción tal sobre
los glóbulos blancos, que duplica la acción de éstos en la destrucción de los
microbios.

La solución de cloruro de magnesio ejerce benéfica influencia sobre las llagas, y


conserva esta influencia cuando es inyectada en el sistema circulatorio. La
experiencia se hizo en un perro. Se le inyectaron en una vena 150 centímetros
cúbicos de esta solución. Se tomaron muestras de sangre antes y después de la
inyección. A los glóbulos blancos de estas muestras se les inyectaron microbios de un
mismo cultivo. De esta manera, los glóbulos blancos bajo la influencia del cloruro de
magnesio destruyeron triple número de microbios que se habían tomado antes de
inyectar la solución al perro.

Con las debidas precauciones el doctor Delbet ha hecho pruebas en el organismo


humano, y ha experimentado los mismos efectos: los glóbulos de la sangre
reaccionan más activamente contra los microbios, invasores del organismo humano,
si les ha sido inyectada la solución del cloruro de magnesio.

2. Euforia y resistencia a la fatiga:


Además de estimular la acción fagocitaria de los glóbulos blancos, tanto externa como
internamente, se podría pensar si el cloruro de magnesio favorece a otras células de
distinta actividad.

Fue en el Hospital de Necker cuando se usó, por primera vez, por vía bucal. Había un
soldado gravemente herido que rehusaba la inyecciones.

El doctor Delbet dijo una mañana a las enfermeras:


«Probemos de darle la solución por vía bucal».
A estas palabras las enfermeras insinuaron una sonrisa.
«¿Por qué se ríen ustedes?», les pregunta el doctor.
«Todas lo tomamos», respondieron ellas».
«¿Por qué lo toman?»
«Es que nos da ánimo en el trabajo. Hemos notado que los enfermos mostraban
cierto bienestar, y a nosotras nos ha producido el mismo efecto.»

Por este suceso, que podríamos llamar casual, el doctor Delbet administraba esta
solución a todos los heridos de su servicio. Las enfermeras, satisfechas por la
sensación de euforia, de energía y de resistencia a la fatiga, hicieron propaganda de
la solución. Muy a menudo, un gran número de personas tomaban regularmente esta
solución. Este paso debía traer otros consigo.

Sucedió que muchas personas que buscaban el efecto tonificante del cloruro de
magnesio, sufrían distintos padecimientos que desaparecían. Se produjeron
curaciones en extremo variadas, que fueron relatadas al doctor Delbet.

El doctor Víctor Pauchet, de la Facultad de Medicina de París, en su obra


«Permaneced jóvenes», exalta de varias maneras el poder del magnesio para el
bienestar corporal. Así, por ejemplo, para gozar de salud recomienda «consumir
cloruro de magnesio» (pág. 51).

Esta recomendación es consecuencia de lo que antes había dicho (pág. 37):


«Los que consumen regularmente cloruro de magnesio excitan las tiroides y
experimentan una impresión legítima de rejuvenecimiento y de vida. No consumáis sal
blanca ni pan blanco, que no contienen magnesio; consumid pan moreno y salmuera
que lo contienen».

3. Desórdenes digestivos:
Un médico envió al doctor Delbet su propia observación. Tenía perturbaciones
intestinales penosas y persistentes. A pesar de un severo régimen y un tratamiento de
agentes físicos (diatermia, rayos infrarrojos), su estado no había cambiado apenas.

Se somete, por fin, a la acción del cloruro de magnesio con una dosis de 2 gramos por
día, suprimiendo todo medicamento. Los resultados fueron excelentes: desaparecen
los dolores de la región epigástrica y las perturbaciones intestinales. Aumenta 10 kilos
de peso, su aspecto exterior se transforma y puede llevar las ocupaciones ordinarias
sin fatiga.

El cloruro de magnesio, tomado de una manera continua, reduce las evacuaciones en


los diarreicos. En otros, aunque al principio traiga algunas perturbaciones, el resultado
de su acción habitual es una regulación. Hace también que las materias fecales
pierdan su olor desagradable.

El doctor Rodríguez Méndez, en su obra titulada «Apuntes sobre Medicamentos»,


dice ponderando las ventajas de los bizcochos de peróxido de magnesio (págs. 133 y
479), conocidos con los nombres de «hopogán» y «perhidrol magnésico», que están
destinados a combatir muchos padecimientos gastrointestinales, y, al mismo tiempo,
hace constar expresamente que el peróxido «no irrita ni causa accidente alguno».

En una obra de los doctores S. Milne Edwards y P. Vacasseuh, publicada nada menos
que en 1835, con el título de «Manual de Materia médica», al referirse al carbonato de
magnesio calcinado, se dice textualmente (pág. 289):
«Es muy ventajoso su uso, en casos de acidez de las primeras vías, que se observa
mayormente de esta manera como antiácido y absorbente para neutralizar los ácidos
que se desenvuelven con demasiada frecuencia en el estómago en ciertas
circunstancias. Ofrece igualmente grandes recursos, en casos de envenenamiento por
los ácidos, en razón de la facilidad con que se combina con estos cuerpos y de no ser
nocivas las sales que resultan de esta combinación». Un poco más adelante (pág.
299), tratando del subcarbonato de magnesio, asegura que «sus usos son los mismos
que los de la magnesia calcinada y se emplea mucho en los mismos casos».

Y termina diciendo:
«En fin, se emplea con mucha ventaja en casos de mal de piedra, que dependen de la
superabundancia de ácido úrico».

4. Acción sobre la piel:


Es interesante la acción del cloruro de magnesio sobre picores que quizá se deban a
alteraciones de la piel o a lesiones nerviosas.

Una criada no podía lavar sin sentir después picazones en las manos, que no la
dejaban dormir, acompañados a menudo de eczema. Había sufrido muchos
tratamientos sin resultado satisfactorio. Tomando 2 gramos de cloruro de magnesio
diarios, le desapareció la molestia. Puede lavar sin inconveniente ni molestia.

La señora de un médico sufría mucho de sabañones. Después de la ineficacia de los


tratamientos preventivos y curativos, renuncia a ellos, comenzando a tomar un poco
de cloruro de magnesio en el mes de septiembre. Con este tratamiento se pasó el
invierno sin sabañones. Otras personas han constatado la eficacia del cloruro de
magnesio como preventivo de los sabañones.

Hablando concretamente de una enfermedad de la piel curada por las sales de


magnesio, el doctor Delbet expone a qué se deben estos efectos curativos, dentro de
su teoría general de la citofilaxia.

Se expresa en estos términos:


«Una dosis de 2 gramos de cloruro de magnesio, tomada por vía digestiva, no puede
tener ninguna acción antiséptica sobre los microbios de las glándulas sebáceas. A
causa, pues, de una modificación de las células, las glándulas triunfan de los agentes
patógenos. Puede considerarse esto como acrecentamiento de la actividad celular. Yo
repito que el magnesio debe considerarse como alimento, no como medicina».

5. Operaciones quirúrgicas e intoxicaciones de cloroformo:


Varios efectos del cloruro de magnesio indicaban el uso de los enfermos antes de
sufrir una operación: una reacción más rápida y eficaz contra las infecciones,
desodorificación de las materias fecales y, sobre todo, su acción sobre el sistema
nervioso.

Se evita, ante una operación de esta clase, una emoción desordenada y el


agotamiento que ella trae, mediante el uso regulador del cloruro de magnesio que, al
cabo de unos cuantos días, proporciona una especie de equilibrio del sistema
nervioso. También modera las sensaciones superexcitadas y, a la vez, da más
energía.

Un punto quedaba oscuro: su acción sobre el narcótico. Delbet hizo la experiencia


sobre el cloroformo, realizando la prueba con conejos. En ella llegó a la conclusión de
que varias dosis de inyecciones de cloruro de magnesio, administradas en los días
anteriores a la operación, reducen la toxicidad del cloruro, por lo cual Delbet
recomienda se practiquen inyecciones de cloruro de magnesio, como preparación a
las operaciones quirúrgicas.

El antes citado doctor Rodríguez Méndez, en su libro «Apuntes sobre Medicamentos»,


dice, a propósito de las sales de magnesio (pág. 404):
«Los estudios de Mcltzer prueban que sus sales (cloruro y sulfato) poseen gran poder
inhibitorio y anestésico. Bajo su acción ha efectuado (Meltzer) intervenciones
quirúrgicas».
6. Los achaques de la vejez:
Los avanzados en edad, por debilitación del sistema nervioso, tienen cierta rigidez
muscular que se manifiesta en diversas acciones: la marcha es un poco sacudida, al
bajar de una escalera necesitan apoyo... Personas de esta clase han recuperado, bajo
la influencia del cloruro magnésico, la marcha flexible y elástica de su juventud.

La primera manifestación de esta rigidez es una modificación de la escritura, que se


hace irregular. En un grado más avanzado está el temblor senil. Todos estos
inconvenientes, pequeños o grandes, desaparecen bajo la acción del cloruro de
magnesio.

En un hombre de sesenta y nueve años, el temblor comienza a disminuir a las tres


semanas de tomar todos los días 2 gramos de cloruro de magnesio. Al cabo de cinco
semanas, la escritura, que le era imposible desde hacía dos años, se hace normal.

Una anciana de sesenta y siete años tenía, además de otros temblores más
pequeños, temblor de los miembros superiores, con grandes oscilaciones, de manera
que no podía llevar nada a la boca. Toma una dosis de 3 gramos por día. El temblor
disminuye rápidamente. Cesa la dosis de cloruro magnésico, sobreviene a los pocos
días el temblor.

El cloruro de magnesio se lo hace desaparecer de nuevo y definitivamente.


Las sales de magnesio obran también sobre algunos temblores patológicos y hacen
desaparecer las sensaciones de calambres.

Entre las enfermedades más propias de la vejez figuran las perturbaciones en la próstata, que
se manifiestan en desórdenes molestos, frecuentemente penosos, a veces graves. Pues bien,
en todos los desórdenes de micción, graves o leves, el uso regular de comprimidos de
magnesio ha hecho desaparecer o disminuir el mal.

Un anciano retentista completo se disponía a una operación de próstata. Como preparación


para ella toma cloruro de magnesio. Y he aquí que comienza la mejoría, y sale curado del
hospital, sin haber sido operado, por el benéfico influjo del cloruro de magnesio.

El aumento de la ración de magnesio detiene la evolución de la hipertrofia prostática, que es


una plaga de la humanidad, y a veces la hace desaparecer. Además, parece ser un
preservativo de los desórdenes prostáticos, pues los que lo usan comúnmente, no los han
tenido.

Las investigaciones que se han hecho sobre órganos muy importantes de los ancianos, nos
dicen que las características de estos órganos afectados por la edad son la disminución del
magnesio y el aumento del calcio; y, por consiguiente, la proporción, el equilibrio debido,
disminuye entre estos dos importantes elementos.

En los adultos el valor de esta proporción es doble que el valor de esta misma proporción en
los ancianos. Esta disminución del magnesio no es un hecho secundario, ya que el aumento
del calcio; y, por consiguiente, la proporción de accidentes y caídas de la vejez. Por eso es
necesario que el contenido en sales magnésicas de los alimentos sea tanto más rico, cuando
la edad es más avanzada.

El magnesio favorece la fijación del calcio allí donde su presencia juega un papel fisiológico
normal, por ejemplo, en los huesos; mientras que lo elimina de las partes donde su presencia
es patológica. Ejerce, pues, una acción reguladora.

Al eliminar el calcio patológico, el cloruro de magnesio es un excelente preventivo de la


hipertensión. Los depósitos de calcio, que hacen perder su elasticidad a las arterias,
desempeñan un papel importante en ciertas hipertensiones y en los accidentes que de ellas
provienen. La eliminación de estos depósitos calcáreos tiene, pues, una importancia grande
en la práctica, que es favorecida por el cloruro de magnesio. Según esto, el magnesio resulta
un medicamento muy indicado para evitar la arteriosclerosis.

No hay contradicción en que el magnesio fije en unas partes del calcio y lo elimine de otras,
pues el calcio se encuentra formando distintos compuestos en las diversas partes del cuerpo.

La acción del cloruro magnésico también se manifiesta en la actividad cerebral. Un escritor


agradecía al doctor Delbet el efecto de las sales de magnesio; pues, gracias a ellas, escribió
su última obra con suma facilidad. El reuma también desaparece mediante la toma de la
solución del cloruro de magnesio. Se deberá tomar en pequeñas dosis (una copita), mañana y
tarde, hasta que se note la curación, con alguna breve interrupción.

En el organismo débil de los ancianos los efectos del magnesio son magníficos; sin embargo,
en el organismo lleno de vida de los jóvenes puede aún acelerar el ritmo vital produciendo
efectos no saludables. Por eso, advertimos - dice Delbet - por bien de los jóvenes, que no es
conveniente que ellos abusen de ello, sino que lo usen con moderación.

En las mismas ideas abunda el Dr. Pauchet antes aducido en su obra «Permaneced jóvenes»
(página 57), cuando escribe:
«Y para acabar este capítulo, dos palabras sobre el magnesio. Actualmente los médicos se
ocupan mucho de la cuestión del magnesio introducido en el organismo como medio
terapéutico. Se ha demostrado que, en todo individuo, la presencia del magnesio está en
relación directa con el grado de vigor.

Rico en magnesio al principio de la existencia, el organismo posee cada vez menos a medida
que el individuo envejece y se torna senil. Parece ser que, para prolongar el período de vigor
en el adulto, para combatir las diferencias orgánicas, la absorción de sales de magnesio
prestaría grandes servicios».

G) TERAPÉUTICA MAGNESIANA DE LAS ENFERMEDADES


INFECCIOSAS
Los efectos curativos del magnesio se extienden, en general, a todas las enfermedades
infecciosas.

Podríamos narrar minuciosamente casos de curación en distintas enfermedades, pero nos


limitaremos a las líneas generales de esta materia. Iremos extractando, según lo hace el P.
Manzanal, las observaciones y notas del doctor Neveu en las principales enfermedades que
ha tratado.

1. Gripe y afecciones de las vías respiratorias:


El doctor Neveu atendía desde 1923 a 1939 a los enfermos de las Hermanitas de los
Pobres en Rochefort-sur Mer. La cuarta parte de los ancianos, físicamente agotados,
moría cada año de bronconeumonía, siendo tratados por los medicamentos usuales.

El año 1934 comienza el doctor Neveu el tratamiento magnesiano en el asilo. Daba a


todos los enfermos con fiebre la solución de cloruro de magnesio, en dosis de 125
centímetros cúbicos cada seis horas. Los efectos fueron excelentes: los enfermos
curaban rápidamente.

En el invierno de 1934-1935 vino una fuerte epidemia de gripe, que atacó a todos los
ancianos. Todos salieron incólumes de ella por la solución de cloruro de magnesio.
Ésta les cortaba la fiebre. Los que fueron atacados de bronconeumonía gripal,
recibieron el mismo tratamiento, además se les inyectaba aceite alcanforado. Curaban
todos en el espacio de tres a cinco días.

En el mes de mayo, pasada la epidemia, había muerto en el asilo un solo enfermo de


bronconeumonía gripal, mientras que la mortalidad en la ciudad había sido muy
elevada. Este contraste inesperado fue señalado en el Ayuntamiento de la ciudad. En
lo sucesivo los ancianos adoptaron este método curativo, y cuando se sentían
indispuestos o con fiebre, iban a pedir a la Hermana Enfermera la solución de cloruro
de magnesio a la que habían puesto el nombre de «la bebida que corta la fiebre».

El doctor Neveu nos narra su propia curación. Sintiéndose insomne y con malestar
general, aparecieron los síntomas claros de la neumonía. Acostado en el lecho, se
hizo llevar la solución. Era un viernes cuando empezó a tomar la solución. Al domingo
siguiente, aunque no perfectamente curado, se levantaba para visitar a un amigo suyo
que estaba enfermo. A partir de este momento, se puede decir que su neumonía
había sido cortada por el cloruro de magnesio.

Dice el doctor Neveu que ha tratado en su clientela desde 1934, no pocos casos de
gripe, neumonía y bronconeumonía por el cloruro de magnesio, con un éxito
constante: «He tratado en particular - son sus palabras - niños, en bronconeumonías
consecutivas a la gripe o a la tosferina, que sin duda no hubieran curado por un
tratamiento distinto del magnesio.

Estas palabras del doctor Neveu se ven perfectamente confirmadas por las distintas
observaciones que de cada enfermedad nos transmite. No es nuestro intento
reproducirlas. Baste decir que la curación, en general, es rápida; si se ha dado al
paciente una dosis suficientemente fuerte de la solución al principio de la enfermedad,
habrá que aumentar esta dosis en cantidad o en número, hasta conseguir una
mineralización magnesiana suficiente.

Estas observaciones muestran el poder citofiláctico de la mineralización magnesiana


en las afecciones pulmonares agudas, ya sean de gripe o bronconeumonía,
pleuroneumonía o bronconeumonía. La solución magnesiana cura, en efecto, las
enfermedades agudas de las vías respiratorias.

La tosferina también ha sido tratada por la solución de cloruro magnésico. La


experiencia fue hecha en un orfelinato en 1935. Es preciso comenzar el tratamiento
muy a los comienzos, al notar la primera tos. De esta manera el tratamiento
magnesia-no corta la tosferina. Comenzando un poco tarde, modera los accesos de
tos y corta la enfermedad.

Estos resultados en la tos ferina se pueden tener por ciertos, dado el suficiente
número de casos tratados por el doctor Neveu. En un caso desesperado cuando la
penicilina y la estreptomicina se mostraban impotentes para combatir la enfermedad,
la. solución de cloruro de magnesio salvó del inminente peligro a una niña de siete
meses.

El tratamiento magnesiano posee igualmente una notable acción contra el asma,


bronquitis crónica y el enfisema. El doctor Neveu nos dice:
«He obtenido resultados admirables en enfermos que habían agotado todos los
recursos de la terapéutica clínica, y que varias veces habían tenido tratamientos de
aguas medicinales».

A estos enfermos hacíales tomar por la mañana y por la tarde 125 centímetros
cúbicos de la solución durante veinte días. Este tratamiento era renovado cuantas
veces su estado de salud lo hacía necesario. En caso de crisis aguda, de congestión
o de fiebre, les hacía tomar la misma dosis cada seis horas.

Para el doctor Neveu el mejor tratamiento contra el asma y la bronquitis crónica es


éste de la solución de cloruro magnésico.

2. Afecciones de otros aparatos:


Restan todavía muchas enfermedades cuya curación puede realizarse por la solución
de cloruro de magnesio. Es suficiente para nuestro intento mencionar las más
principales.

Comenzaremos por el forúnculo. El tratamiento magnesiano se opone a la evolución


de un forúnculo, al principio de su formación. (Forúnculo, en lenguaje vulgar,
«divieso».)

Varios enfermos atacados de forúnculos y que habían ensayado todos los remedios,
se han curado con el siguiente tratamiento: 125 centímetros cúbicos de la solución de
cloruro de magnesio, mañana y tarde, durante veinte días. Los forúnculos que tenían
tendencia a renovarse, reventaban después de un corto período inflamatorio; luego
desaparecían definitivamente. El tratamiento magnesiano es, a juicio del doctor
Neveu, el mejor tratamiento de la forunculosis.

El doctor Neveu también ha curado por este tratamiento varios ántrax.

La intoxicación alimenticia también ha desaparecido por la solución de cloruro


magnésico. Asimismo la enfermedad de eczema desaparece mediante el tratamiento
magnesiano. La dosis es de 125 centímetros cúbicos, mañana y tarde.

Se registran varios casos de poliomielitis curada por el mismo tratamiento. La


poliomielitis se distingue clínicamente como una atrofia muscular. Dos observaciones
nos muestran la eficacia del cloruro de magnesio en el período agudo de la
poliomielitis. Una tercera observación nos muestra que, administrado dos meses
después de los primeros síntomas, ha hecho desaparecer una atrofia muscular y una
parálisis que, sin duda, hubieran sido definitivas.

El doctor Neveu ha aplicado el tratamiento magnesiano a todos los enfermos


atacados de erisipela, ostiomielitis, escarlatina, sarampión y adenitis, para los cuales
ha sido consultado. Bajo la influencia de este tratamiento, las curaciones son siempre
rápidas. En particular ha experimentado curaciones muy interesantes en erisipela y
ostiomielitis. Ningún enfermo de ostiomielitis ha tenido que sufrir intervención
quirúrgica; todos se han curado perfectamente por el cloruro de magnesio.

Los atacados de estas cinco enfermedades últimas no tienen complicaciones con


otras enfermedades infecciosas, tratados por la solución del cloruro de magnesio.

H) TERAPÉUTICA MAGNESIANA DE LA DIFTERIA


En las primeras horas de un jueves, el doctor Neveu es llamado junto a una niña de nueve
años atacada de una angina sospechosa.

La niña presenta señales claras de una difteria grave. El análisis de los bacilos de sus
amígdalas confirmó el diagnóstico. Para atacar la enfermedad, había que inyectar a la niña
suero a grandes dosis, como lo había hecho el doctor Neveu en muchos casos con feliz
resultado. Con el fin de evitar las perturbaciones debidas al suero que pensaban inyectar, el
doctor Neveu prescribió la solución siguiente: Cloruro de magnesio cristalizado, 28 gramos;
agua natural, como disolvente, medio litro.

Esta solución debía ser tomada en tazas de café, cada cuatro horas.

El sábado por la mañana pasa por la casa de su enferma y comprueba con admiración que
está en vías de curación. A las cinco de la tarde vuelve junto a la enferma. Había acabado de
tomar la solución, y ya estaba curada. Es preciso reconocer que el cloruro de magnesio había
curado una difteria, como lo hubiera hecho el suero, si se hubiera administrado. Esto lo
veremos confirmado a medida que se multipliquen las experiencias del doctor Neveu y sus
compañeros de profesión.
El cloruro de magnesio no ha obrado como antibiótico o como un suero, los cuales, o bien
atacan directamente la vitalidad de los microbios, o bien neutralizan sus toxinas. No ha podido
causar la curación más que por una acción favorable ejercida sobre el mismo organismo.

Esta es la citofilaxia del cloruro de magnesio de que hemos hablado antes, es decir, el
aumento de vitalidad de las células que las hace triunfar por sí solas de los microbios, según
la doctrina del doctor Delbet confirmada por muchas experiencias.

Y si éste es el método de obrar del cloruro de magnesio, es claro que no es un remedio


particular y específico de la difteria, como lo es el suero antidiftético, y que la inmunidad que
proporciona no debe ser limitada a la sola difteria, ya que, fortaleciendo el organismo, lo
dispone para superar ésta y otra infección cualquiera que sea su clase.

El doctor Neveu ha tratado con este método otros cinco casos con los síntomas y exámenes
positivos de los bacilos de la difteria (bacilos de Loeffler).

Todos se han curado rápidamente, después de haber tenido gran cuidado de probar que se
trataba de casos de difteria. Neveu, seguro de la eficacia de su método, ha suspendido los
exámenes bacteriológicos y la redacción de las observaciones clínicas, que ya no tenían
interés para él, y en los años siguientes trató por la solución de cloruro de magnesio al 20 por
1.000 más de 60 casos de anginas diftéricas, siempre con feliz resultado.

Notemos solamente que el doctor Neveu, en un caso difícil de difteria, en el que después de
siete días de tratamiento por la solución de cloruro de magnesio no aparecía franca mejoría,
usó una inyección antidiftérica de 10.000 unidades, continuando el tratamiento por la solución
de cloruro de magnesio con una sola dosis.

Este tratamiento dio por resultado la curación del paciente. Las 10.000 unidades de suero,
dosis mínima y tardía, no bastan según el doctor Rouche, para justificar la curación de este
caso. La dificultad provino de haber comenzado tarde el tratamiento, que fue al cuarto día de
la enfermedad, viniendo a aumentar la dificultad el frío y la falta de higiene.

En 1943 el doctor Neveu se conmovió, al saber que sus colegas estaban insuficientemente
armados contra la difteria por la escasez de sueros, y que ésta hacía estragos lamentables.
Entonces creyó deber suyo dar a conocer un tratamiento cuya eficacia había experimentado.

Reveló, pues, las observaciones clínicas de cuatro nuevos casos de difteria, tres de los cuales
eran extremadamente graves, confirmados todos por el laboratorio, y dirigió estas
observaciones juntamente con las precedentes al doctor Duvic, Inspector-Médico de la
Charente-Marítima.

Este comunicó los documentos al director regional de la Salud y Asistencia de Poitiers.


«Ellos me impulsaron - escribe Neveu - a publicar sin retraso un artículo en la prensa
profesional. El primero de enero de 1944, el diario de medicina «Concours Medical», me
incluía una nota sobre el tratamiento de la difteria por el cloruro de magnesio...»
El quince de abril del mismo año publicaba otro artículo el «Concours Medical».

He aquí una síntesis de sus ideas:


Desde hace diez años he tratado con éxito más de sesenta casos de difteria por la solución
siguiente:
 Cloruro de magnesio cristalizado, 33 gramos
 agua ordinaria, como disolvente, 1 litro
Empleo esta solución en dosis de 125 centímetros cúbicos que se toman de una vez o en el
espacio de cinco minutos. Después de dos horas, viene una segunda dosis de 125
centímetros cúbicos. Esta dosis se renueva cada seis, ocho o doce horas, según la gravedad
del caso.

Las dos primeras dosis, bastante próximas, permiten obtener rápidamente una concentración
sanguínea suficiente. El intervalo de las dosis siguientes tiene por fin mantener o disminuir
progresivamente esta concentración, según el estado del enfermo.

Este tratamiento es sumamente sencillo y rápido. Frecuentemente el análisis del cultivo de los
bacilos llega del laboratorio, cuando el enfermo está casi ya curado, pues el examen del
cultivo se hace después de diecisiete horas.

No he tratado niños menores de cinco años. La dosis para éstos debería reducirse a 100, 80 ó
60 centímetros cúbicos. Hasta aquí la exposición del doctor Neveu.

Con este artículo comienza a extenderse, con feliz augurio, el procedimiento del doctor Neveu.
Llega a muchos médicos y será presentada a la Academia de Medicina una comunicación
sobre él. Vamos, pues, ahora a decir algo sobre la acogida y resultados del nuevo método
expuesto en este artículo. Los mismos doctores nos cuentan cómo lo recibieron y con qué
resultados lo aplicaron.

Naturalmente, la primera reacción no fue de franca acogida. Se mostraban indecisos ante el


tratamiento; pero, después que experimentaron los mismos efectos que el doctor Neveu, la
acogida fue incondicional. René Fortin lo empleó, por primera vez, con un poco de
escepticismo. El resultado fue rápido y feliz. Cree que la desaparición de las adenitis es más
rápida que con el suero. («Adenitis» se llama a la inflamación de las glándulas y de los
ganglios linfáticos.)

F. Bouyssi empleó con desconfianza el tratamiento en un joven. La falta de suero le movió a


emplearlo.

Su impresión posterior, al visitar al día siguiente al joven, la describe así en carta al doctor
Neveu:
«Yo me permito manifestarle mi gran satisfacción por el método de la angina diftérica que Vd.
ha preconizado. He quedado muy satisfecho y, al mismo tiempo, sorprendido» (ante el efecto
curativo).
El doctor Roussi, inspector adjunto de la Salud, se expresa así:
«Hemos conocido con vivo interés su artículo sobre el tratamiento de la difteria por el cloruro
de magnesio... Después de pequeñas epidemias que han castigado nuestro sector, y cuando
comenzaban a faltar los sueros, hemos avisado a los médicos y les hemos aconsejado el
tratamiento preconizado. Hasta ahora este tratamiento parece haber obtenido muy buenos
resultados en los adultos, los muy pequeños absorben con dificultad la bebida.»
Otros doctores han experimentado el método del doctor Neveu en la curación de la difteria, y
han enviado también sus observaciones de feliz resultado.

Entresacamos de ellas, siguiendo al P. Manzanal, algunas ideas de especial interés e


importancia. Este tratamiento es en extremo interesante para aquellas personas a quienes es
perjudicial el suero, en general, por su complexión hipersensible.

El tratamiento magnésico no hay que cortarlo, tan pronto como el paciente se encuentre bien;
hay que prolongarlo algún día. Pues pueden quedar todavía bacilos que, multiplicándose
rápidamente y encontrando al organismo sin la defensa que le proporcionaba el cloruro de
magnesio, puedan prevalecer y producir de nuevo la enfermedad.

Por eso conviene seguir el tratamiento, hasta que el primer examen del cultivo de la flora
bacteriológica sea negativo de los bacilos de la enfermedad. Un segundo examen se hará
siete días después.

Esta última observación de tomar, por ejemplo, un litro de la solución de cloruro de magnesio
en la convalecencia de la difteria, es aplicable a toda difteria, sea cualquiera el tratamiento
empleado.

Sólo el doctor Couturier escribió al doctor Neveu diciéndole que su tratamiento no había
producido efectos satisfactorios en tres casos de difteria. El doctor Neveu le escribió dudando
de que hubiese seguido sus prescripciones y comunicándole un consejo práctico para tales
casos.

Dice así:
«Yo le agradecería que hiciese el favor de responderme a lo siguiente. Como el medicamento
suministrado debe ser cloruro de magnesio desecado, si se emplea el cloruro de magnesio
cristalizado, es preciso emplear la fórmula de 43 gramos de cloruro magnésico por un litro de
agua. Así que, véase de nuevo con el farmacéutico que ha hecho la preparación y pregúntele
cuál era la naturaleza del cloruro de magnesio empleado.

«Por otra parte - añade - le agradecería que, en el próximo caso de difteria que haya de tratar,
siga los consejos del doctor Metzquer, es decir, prescribir el tratamiento de cloruro magnésico
en la primera visita, al mismo tiempo que hace una toma de la flora bacteriológica, esperando
el resultado del análisis para comenzar o no la seroterapia, según el estado del enfermo. Esto
no compromete en nada su responsabilidad. Y comuníqueme sus resultados.»
Al día siguiente el doctor Couturier respondió a Neveu:
«Acabo de ver al farmacéutico. Las tres veces ha empleado cloruro de magnesio cristalizado.
Quiero, pues, comenzar en la primera ocasión con 43 gramos de cloruro magnésico
cristalizado, tanto más cuanto que he tenido en octubre último una muerte cinco minutos
después de 1.000 unidades de suero.»
En el mismo mes Couturier comunicaba a Neveu cuatro casos de difteria curados rápidamente
con el tratamiento del cloruro de magnesio debidamente empleado.

A un niño que por los vómitos arrojó el cloruro de magnesio, agravándose su estado, fue
preciso inyectar 40.000 unidades de suero para conseguir su curación. El doctor Couturier
llama la atención sobre las perturbaciones gastrointestinales: vómitos, intolerancia del cloruro
de magnesio en el tubo digestivo.

Dos causas principales explican estas frecuentes perturbaciones en los enfermos del doctor
Couturier:
 1.a No atenerse al horario de la dosis señalado por el doctor Neveu.
 2.ª Un error de cálculo en los gramos de cloruro de magnesio, según reconoció el
doctor Neveu.
Con la solución de cloruro de magnesio cristalizado (33 gramos por un litro de agua),
conformándose el horario con las directrices del doctor Neveu, las reacciones digestivas no
son frecuentes y se reducen a poca cosa.

El doctor Neveu ha suministrado el cloruro de magnesio por medio de comprimidos de 0.6


gramos de cloruro de magnesio desecado. La dosis es de cuatro comprimidos con el mismo
horario que la solución. Los efectos son tan excelentes como los de la solución. Se cuentan
multitud de curaciones aportadas por muchos doctores que han adoptado el método
terapéutico del doctor Neveu.

Vamos a concluir este punto dando la estadística de los casos de difteria tratados por el
método del doctor Neveu. El mismo la dio en una comunicación a las «Jornadas Terapéuticas
de París».

Dice así:
«He aquí, por orden cronológico, los nombres de los compañeros, que con conocimiento mío,
han ensayado el tratamiento de la difteria por el cloruro de magnesio y la estadística:
«En resumidas cuentas, 59 curaciones en 62 casos tratados (por el cloruro de magnesio sólo);
un 95 por 100 de resultados favorables en el procedimiento citofiláctico del tratamiento de la
difteria por el cloruro de magnesio.

Los tres diftéricos que han recibido suero, además de cloruro de magnesio, se han curado, lo
que supone un 100 por 100 en los dos procedimientos asociados: citofilaxia y seroterapia.»

Hasta aquí el doctor Neveu en su comunicación.

Digamos dos palabras sobre la asociación de estos dos métodos. El doctor Funeron tuvo siete
casos de difteria en una familia. Tratado el primero por la seroterapia en el hospital, el
resultado fue desfavorable y el niño murió. A los demás enfermos aplicó el método del doctor
Neveu, curándolos todos.

«Después de esta experiencia - nos dice - adopté definitivamente el método propuesto por el
doctor Neveu para el tratamiento de la difteria, añadiendo con todo, en los casos más graves,
10.000 unidades de suero.» Todos los enfermos así tratados, que fueron unos treinta, han
curado.

«¿Qué puedo sacar de esta experiencia? Que, en la difteria, el tratamiento que actualmente
(julio de 1950) parece dar el máximun de garantías es el siguiente: Cloruro de magnesio
cristalizado, 33 gramos; agua común como disolvente, 1 litro. En los casos más graves
añádase 10.000 unidades de suero»
(Doctor F. Funeron).
Estos dos métodos, en esta forma empleados, no se oponen, sino que se ayudan y
complementan.

La citofilaxia aumenta la resistencia y vitalidad del organismo en general; la seroterapia tiene


una acción más propia y específica contra las toxinas de determinados bacilos y microbios.

I) EL MAGNESIO, PREVENTIVO DEL CÁNCER


Como es sabido, el cáncer es un tumor maligno de células anárquicas, que no se someten a
la subordinación y correlación del organismo.

Se multiplican excesivamente y segregan substancias tóxicas para las células normales. Hay
dos clases importantes de cáncer; unos que proceden del tejido epitelial; otros, del tejido
conjuntivo. Estas dos clases de tumores son muy diferentes, y son mucho más abundantes los
del tejido epitelial, a los cuales nos referimos exclusivamente en todo lo que vayamos
diciendo.

Además de los tumores claramente cancerosos, hay lesiones o vegetaciones de carácter


precanceroso; hiperplasia epitelial, leucoplasia, etc. Las lesiones precancerosas no son
ciertamente la causa del cáncer que se desarrolla sobre ellas; ellas tienen la misma causa que
el cáncer.

El estado interno del individuo se manifiesta primero en las lesiones de este género; si el
estado del individuo sigue empeorando, al no poner remedio, aparecerá con signo trágico el
tumor maligno del cáncer; pero, si se pone remedio al aparecer las primeras lesiones posibles
de curar, se habrá detenido en muchos casos el curso de un futuro cáncer.

En primer lugar fijaremos nuestra atención en los efectos del cloruro de magnesio sobre estas
manifestaciones precancerosas, siendo nuestro guía el competente médico doctor Delbet en
todo lo que vayamos diciendo. Después, entraremos de lleno en el estudio del magnesio con
relación al mismo cáncer.

Nuestra conclusión será: un mayor contenido de magnesio en nuestra alimentación


disminuiría notablemente el número de cánceres.

A. Curación de afecciones precancerosas:


Una auto-observación del doctor Delbet nos hace pensar. Algunos de sus
antepasados habían muerto de cáncer por línea materna y paterna. Lo que, supuestas
las leyes mendelianas, implica una probabilidad de caer en esta misma enfermedad o,
al menos, tener una predisposición.

Delbet tenía vegetaciones epidérmicas en las orejas, que venían a ser lesiones de
carácter precanceroso. Se hizo operar tres veces, pero al cabo de las operaciones
reaparecían las mismas lesiones.

Ante tal resultado se resigna a sufrirlas, sin aplicar intencionadamente ningún remedio
curativo. Por otras razones comienza a tomar continuamente cloruro de magnesio. Y
el resultado fue que, al cabo de veinte meses, desaparecen las vegetaciones
epidérmicas, que no hicieron desaparecer las operaciones quirúrgicas.

Un hombre de 45 años se presenta al doctor Delbet para agradecerle la curación de


una leucoplasia afección netamente precancerosa, gracias a las salas halógenas de
magnesio. Vuelve a aparecer la enfermedad al cesar el tratamiento de magnesio; pero
reanudado éste, desaparece enteramente. Sigue una observación de leucoplasia
lingüo-papilar completamente curada. En seis meses y medio las sales de magnesio
la hicieron desaparecer a una. dosis cotidiana de 2.40 gramos.

Las mamitis crónicas han atraído la atención de P. Delbet. Es una cuestión de


importancia, pues, a su juicio, nadie puede ignorar que haciéndolas desaparecer,
disminuiría el número de cánceres. Ninguno, de quince casos, se ha agravado al ser
tratado con sales halógenas de magnesio. De ellos se han curado doce y tres han
mejorado.

Estos hechos clínicos permiten atribuir a las sales halógenas de magnesio una acción
preventiva contra el cáncer. Hechos experimentales demuestran también una acción
centra la célula cancerosa. Animales tratados con magnesio han tendido hacia la
prevención contra sustancias cancerígenas y, al serles injertados cánceres, éstos se
han desarrollado más lentamente que en animales ordinarios.

No se vaya a creer que los compuestos halógenos del magnesio son venenosos para
las células cancerosas. Su acción es distinta, aunque ciertamente va contra ellas. Su
acción consiste en impedir que se formen tales células o hacer que su proceso sea
más lento. Su acción es preventiva, aumentando la resistencia y actividad de las
células sanas.

Sean éstas suficientemente aumentadas, y veremos un enderezamiento de la


dirección patológicamente viciada de las células. Cerremos este apartado con las
palabras de J. Lasage, profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires.
Dice así: «A título de medicamento anticanceroso el magnesio goza actualmente de
gran aceptación.»

B. A menos magnesio en la alimentación, mayor número de cánceres.


Una afirmación tan atrevida, aun apoyándose en pruebas clínicas y experimentales,
pide ser confirmada. ¿Dónde encontraremos esta confirmación?

Si es posible probar:

a. Que el aumento de número de cánceres en todos los países civilizados


marcha a la par con la disminución de la ración magnesiana en estos mismos
países.
b. Que, en los países civilizados, las regiones más probadas por el cáncer son
precisamente aquellas donde el magnesio alimenticio es más deficiente, y
que, inversamente, allí donde la alimentación lleva más magnesio, los
cánceres causan menos estragos.
c. Que las colectividades no civilizadas, en las que no ha entrado el refinamiento
de la civilización y en las que el cáncer es prácticamente desconocido, tienen
una alimentación rica en magnesio.

Será prueba de que esta inmunidad es consecuencia de la alimentación, no de la


raza, si se puede probar que los individuos de estas mismas zonas son atacados
como los blancos, cuando adoptan su régimen alimenticio.

De todo ello parece que se podrá legítimamente concluir que, actualmente, una
carencia de magnesio es, de hecho, no una causa cualquiera entre otras muchas,
sino la causa principal del cáncer, y que bastará asegurar una alimentación más rica
en magnesio para reducir, tarde o temprano, notablemente el número de cánceres.

4. El aumento de cánceres marcha a la par con una disminución de la ración


magnesiana: El hecho del aumento del número de cánceres en las regiones
civilizadas no lo pone en duda ningún médico.

En 1939 escribía el doctor Chirié:


«No es preciso que nos enteremos por los médicos, sobre todo de los que se
acercan a los sesenta años, que el número de tuberculosos y cancerosos
aumenta cada año, que el cáncer hiere cada vez más a los individuos
jóvenes.»

En los años anteriores a 1944, nos advierte P. Delbet que la media anual de
muertos por el cáncer en Francia era de 40.000. En 1948, según el doctor
Denoix, Director de la Sección del Cáncer en el «Instituto Nacional de
Higiene», morían 73.000 personas de cáncer en Francia, mientras que de
tuberculosis morían 30.000 personas.

5. Las regiones más probadas por el cáncer son aquellas donde la alimentación
es más pobre en magnesio: En los países civilizados hay unas regiones
severamente atacadas por el cáncer, otras donde esta enfermedad es
relativamente rara. ¿Esta diferencia estará en proporción con la diferencia de
estas regiones en la riqueza magnesiana?

Dice el doctor Delbet:


«Se oye decir, de vez en cuando, acerca de un municipio, de un cantón, de
una provincia: es un país donde hay muchos cánceres, o, al contrario, donde
los cánceres son raros. Estas impresiones corresponden a la realidad. Las
investigaciones que se han hecho desde hace algunos años sobre la
repartición geográfica del cáncer, han mostrado que vastas regiones del globo
son casi inmunes a esta plaga, mientras que otras son gravemente
castigadas. Las diferencias de proporción son tales que no podríamos ni
sospecharlas: van de 1 a 10, 12 y aun a 14.»

M. Robinet ha establecido para Francia dos mapas: el uno geográfico, el otro


cancerológico.

En el primero ha señalado en amarillo las regiones ricas en magnesio, en azul


las regiones pobres. En el segundo ha señalado de amarillo las regiones
donde la mortandad por cáncer es baja; en azul, aquellos donde la mortandad
es elevada. La comparación de estos dos mapas es sorprendente. Se les
puede confrontar. Los colores amarillos y azules de cada mapa superpuestos
coinciden casi exactamente.

Lo que equivale a que, donde el magnesio es abundante, el cáncer es raro;


allí donde el magnesio es raro, el cáncer es abundante.
Tengamos presente que los vegetales alimenticios contienen más o menos
magnesio, según que el terreno donde se asientan sea más o menos rico en
este elemento.

Y por consiguiente, también los animales que se alimentan de los vegetales


tendrán mayor o menor proporción de magnesio, y como estas dos fuentes
suministran el alimento del hombre, la influencia del terreno en la salud o
enfermedad del hombre es muy posible y aun natural. Si el terreno está
debidamente equilibrado, el hombre gozará de salud; de lo contrario, sufrirá
debilidades o quebrantos en ella.

M. Robinet ha hecho el mismo trabajo en Inglaterra y en otras partes. En


todos los sitios el resultado es el mismo: las regiones ricas en magnesio son
pobre en cáncer, e inversamente.

En Egipto, el suelo laborable, que es el limo del Nilo, es muy rico en


magnesio. A todos los médicos europeos que han ejercido en este país, ha
llamado la atención los raros que son los cánceres en los campesinos
egipcios.

Tchermy muestra, por medio de una tesis, que en Argelia las regiones más
ricas en magnesio son las más pobres en cáncer.

Bablet y Bader, apenas comenzada una investigación de Indochina, ya


sacaron esta conclusión:
«Los primeros resultados de nuestra encuesta en las zonas délticas de
Cochinchina y de Tonkín parecen favorables a la concepción de Delbet», que
es la que vamos exponiendo.

Esta última conclusión es tanto más importante, cuanto que la población


examinada pertenece a una raza distinta, que es la amarilla. Apoyándonos en
este conjunto de hechos, hemos de pensar que una alimentación rica en
magnesio reduciría el número de cánceres.

6. La alimentación de las colectividades poco atacadas por el cáncer es rica en


magnesio.
La encuesta de Schrunph-Pierron nos muestra que en Egipto mueren 10
veces menos de cáncer en el estómago que en los países supercivilizados de
Europa y América.

Por otra parte, acabamos de ver que los campesinos egipcios, que
constituyen para nuestro intento el 90 por ciento de la población, tiene una
alimentación cuatro o cinco veces más magnesiana que la media de las
poblaciones de Europa y América. Y el hecho de que estas razas son también
tan atacadas como nosotros, cuando aceptan nuestra alimentación, es
suficiente para demostrar que la inmunidad de que ellos gozan, no debe
atribuirse a su raza, sino a su régimen alimenticio.

Los negros que viven en la sabana africana, en vida llamada salvaje, son
poco más o menos inmunes al cáncer. Sin embargo, los negros que viven en
la vida llamada civilizada, ya sea en África o en América, tienen tantos
cánceres como los blancos. Esto ha conducido a Tripper a afirmar que el
cáncer es una enfermedad de la civilización.

Médicos europeos que han ido a colonias africanas y no han encontrado cánceres,
han examinado los alimentos que forman la base de la alimentación de sus
habitantes, y los han hallado notablemente ricos en magnesio.

La conclusión se impone: si la alimentación de los blancos fuese tan rica en magnesio


como la de los negros que viven de los productos de sus suelos, el cáncer sería tan
raro en los blancos como en los negros.

C. Relación entre el cáncer y el exceso de potasio en los alimentos:


El abuso que se hace de abonos potásicos en los cultivos acarrea en los alimentos un
notable aumento de potasio con relación al magnesio, que en las remolachas se ha
encontrado ser de hasta 250 veces. Ahora bien, el exceso de potasio en la
alimentación predispone al cáncer, como se deduce de los hechos siguientes:

Se han analizado los productos procedentes de huertos abonados con exceso de


potasio, cuyos propietarios se alimentaban de ellos, y murieron de cáncer. Todos los
análisis revelaron un gran exceso de potasio en relación al magnesio. Tenían hasta
18, 20 y 26 veces más de potasio, y la causa estaba en que los abonos eran a base
de este mineral.

Las patatas, ordinariamente, tiene poco magnesio con relación al potasio. Usando
desde hacía mucho tiempo abonos potásicos, se producían patatas que contenían
146 y 174 veces más de potasio que de magnesio. Los propietarios que se
alimentaban de tales productos murieron de cáncer.
En resumen: el uso de abonos químicos en agricultura ha tenido por consecuencia una
notable disminución del magnesio en la alimentación.

Esta causa, sumándose al refinamiento de la sal y, sobre todo, el cernido de las harinas, nos
ha conducido a un empobrecimiento magnesiano, cuya importancia no se sospecha
generalmente.

En Egipto es fácil determinar la composición mineral de los alimentos que, desde hace varios
siglos, vienen consumiendo unos trece millones de individuos, pues su régimen alimenticio no
ha variado. La alimentación suministra cada día a estos habitantes de Egipto de dos a tres
gramos de magnesio.

La ración magnesiana en los pueblos europeos, antes de los abonos químicos y del cernido
de las harinas, era inferior a la de los egipcios, pero la diferencia no debía ser considerable,
pues la composición mineral de los vegetales no difería mucho de la que tienen las mismas
plantas cultivadas hoy en Egipto.

Notemos solamente que el pan europeo contiene siete veces menos de magnesio que el pan
de estos habitantes de Egipto. Mientras que los campesinos de Egipto consumen de 2.5 a 3
gramos de magnesio por día, contra 3 gramos a lo sumo de potasio, la alimentación de los
ciudadanos de Europa y América contiene a lo sumo 0.5 gramos de magnesio contra 3 ó 4
gramos de potasio.
Nuestra ración magnesiana es unas cinco veces más débil que la de los campesinos de
Egipto y unas tres veces más débil que la nuestra de otro tiempo.
Estas últimas referencias son datos positivos de la Ciencia, que ponen de manifiesto que el
aumento del número de cánceres marcha a la par con una disminución de la ración
magnesiana.

Queda bien claro, con lo dicho, que la disminución del magnesio no es despreciable por tres
causas principales, y que a esta disminución corresponde un mayor número de cánceres.

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CAPÍTULO III
EL MAGNESIO EN ZOOTECNIA
La salud del hombre depende, en gran parte, del equilibrio mineral de su alimentación.

Ahora bien, como este equilibrio mineral falta con frecuencia por deficiencia del magnesio en
el organismo humano, de aquí que este elemento, desde el punto de vista de la química
biológica, sea considerado como un elemento fundamental y del que no se puede prescindir
en la alimentación.

Esto que hasta ahora suele referirse al hombre tiene también su aplicación a los animales, y
por consiguiente, no puede menos que afectar al ganado y, en general, a todos los animales
domésticos según se podrá apreciar en la exposición que sigue.

A) PORCENTAJE DE MAGNESIO EN LOS ANIMALES


Al tratar del porcentaje del magnesio en los animales, débese hacer una distinción que no
tiene razón de ser en el hombre, y es la referente a los animales terrestres, a los acuáticos.

Con respecto a los animales terrestres, las variaciones de magnesio dependerán de la


especie zoológica de que se trate, y, dentro de la misma especie, de que tengan más o menos
magnesio los alimentos de que se sustentan.

Copisarov señala en el perro las siguientes proporciones de magnesio: suero de su sangre,


27 a 2.3 por 1000; hígado de 3.6 a 3.9 por 1000, este último en proporción muy inferior a la del
hombre, que es de 22.5 por 1000, según el mismo doctor.

El doctor V.L. Ferrándiz, en su publicación «Armonías alimenticias», señala para 100 gramos:
en las carnes frescas 277 mg. de óxido de magnesio o magnesia (MgO); en la leche sin
azúcar, 13 mg:; en la nata, 4.5 mg; en la mantequilla, 1.0 mg.; en el queso fresco, 132 mg.; en
el queso fermentado, 141 mg.; en el huevo completo, 6.1 mg.; y en la yema de huevo, 8.5 mg.

La carne de pescado tiene un contenido mineral comprendido entre el 1 y el 2 por 100. En


este porcentaje van incluidos, no sólo el magnesio, sino también los otros elementos
minerales, tales como el calcio, fósforo, potasa, azufre, cloro y sodio; además de los
oligoelementos yodo, flúor, hierro, bromo, aluminio, cobre, manganeso, cinc, arsénico, silicio y
boro; con la particularidad de que, en los animales marinos, dentro de cada especie, suele
haber mayor uniformidad que tratándose de los animales terrestres en los porcentajes de los
diversos elementos minerales.

Esto se debe a que el mar es el receptáculo en que van acumulándose todos los elementos
minerales conocidos, y, por tanto, los seres marinos, a diferencia de los terrestres, tienen
siempre a su disposición todos los elementos necesarios para la constitución normal de los
principios inmediatos, sin el peligro de hallarse sometidos a carencia o escasez de algunos de
ellos, como les sucede a veces a los animales terrestres.

Entre otros, el máximo interés de la parte mineral del pescado, de los moluscos y mariscos,
estriba en proporcionar a los seres humanos magnesio, yodo, arsénico, manganeso, cinc,
cobre y otros «elementos trazas», en forma de combinación orgánica natural; todos ellos
reconocidos como esenciales a la vida, desde los trabajos de Armando Gautier y Gabriel
Bertrand; elementos que los alimentos de origen terrestre no siempre proporcionan en
cantidad suficiente.

Diversos autores, entre ellos Lowern, MacCance, Winddewson y Atwater, han determinado y
hecho público el contenido de magnesio de algunos pescados, moluscos y crustáceos.

Así, según Lowern, el bacalao tiene 20 miligramos de magnesio por 100 gramos; la pescadilla,
30; la merluza, 35; el róbalo, 25, y la platija, 25.

Según MacCane y Widdown, el rodaballo tiene 32 miligramos de magnesio por 100 gramos;
según Atwater, el esturión tiene 150 mg.; la anguila, 48, y la robaliza, 86 mg.

Con respecto a los moluscos, Lowern señala 20 mg. de magnesio por 100 gramos en la
almeja, 40 en la ostra, 50 en la coquina, 40 en la venera, 160 en el bucino y 385 en el caracol.
Por lo que hace a los crustáceos, el mismo autor señala 50 miligramos de magnesio por 100
gramos en el cangrejo, 35 en la langosta, 40 en el camarón y 105 en la quisquilla.

Los animales domésticos son víctimas, en los actuales tiempos, lo mismo que el hombre, de
falta de magnesio en su organismo. Los suelos, con el cultivo, intensivo tienen poco menos
que agotadas sus reservas de magnesio y la generalidad de los agricultores no las
incrementan con adiciones de compuestos magnésicos.

Natural es que los animales domésticos (ganado, aves de corral y conejos), que se nutren casi
exclusivamente de vegetales, estén también faltos de magnesio y, en consecuencia, que
experimenten los mismos o parecidos efectos dañinos que esta misma falta ocasiona en el
hombre.

B) EL EQUILIBRIO MINERAL EN LOS ANIMALES


La salud de los animales, al igual que en los seres humanos, no se debe solamente a la
constitución hereditaria; proviene también del género de vida y de la alimentación, como lo ha
demostrado Reid Hunt hace tiempo.

Así, se ha comprobado que cierta alimentación aumenta la receptibilidad de los ratones a la


fiebre tifoidea experimental. Asimismo, la frecuencia de la pulmonía es también modificable
por el alimento, como lo demuestra la siguiente experiencia verificada en el Instituto de
Rockefeller. En el criadero de ratones de este Instituto para fines experimentales, vivían
ratones de raza pura que, sometidos a un régimen habitual, eran atacados de pulmonía en la
proporción de un 52 por 100.

Un grupo considerable de estos animales recibió una alimentación más variada. La mortalidad
bajó al 32 por 100, al 14 por 100 y hasta al cero por 100, después de añadir a la alimentación
ciertas substancias químicas.

Los fisiólogos sostienen que uno de los factores más importantes de la resistencia natural de
los animales a los agentes patógenos, es el llamado equilibrio mineral; y, cuando hablamos de
equilibrio mineral, no nos referimos directamente a los animales, sino más bien a los alimentos
y medios por los cuales éstos logran conservar su existencia, lánguida o pletórica de fuerzas.
Si los alimentos y medios de vida suministran a los animales la variada gama de elementos
naturales que necesitan, diremos que en tales alimentos y medios, hay equilibrio mineral para
aquel determinado animal, que desarrollará con ellos su existencia perfectamente.

Sin embargo, estos mismos alimentos y medios de vida fácilmente no suministrarán a otro
animal los elementos necesarios y convenientes para vivir, y entonces habrá desequilibrio
mayor o menor para ese otro animal, que morirá o tendrá menos salud.

Como se ve, hay que comprobar cada caso determinado, tratándose de animales domésticos,
si hay suficiente y completa alimentación mineral; si la hay, habrá el equilibrio, si no, el
desequilibrio. El hombre, conocedor de estos desequilibrios minerales, los empleará según le
convenga: en los vivientes dañosos a los animales domésticos empleará el desequilibrio, para
hacerlos desaparecer; en cambio, para los que les son útiles, procurará un buen equilibrio
para favorecer sus intereses.

Se han llevado a cabo varias experiencias relacionadas con el magnesio en la materia e ideas
que acabamos de exponer. Las que a continuación vamos a narrar, muestran, bien a las
claras, la influencia que tiene el cambio en la alimentación y medio de vida.

El Gammerux pulex, o pulga de agua, vive en las aguas corrientes de los ríos; pero su
adaptación a ellas es reciente, viviendo unas especies semejantes a él en el agua del mar.
Por esto, la pulga de agua puede vivir en una mezcla de agua de mar y agua dulce, y también
en agua de mar artificial que contenga las principales sales marinas: cloruro de sodio, cloruro
de potasio, cloruro de magnesio, sulfato de magnesio y cloruro cálcico, en las mismas
proporciones que se encuentran en el agua del mar.

Si a esta agua de mar artificial se le quita el cloruro de magnesio, el medio se hace para este
animal tóxico. Seguimos suprimiendo el sulfato de magnesio, el cloruro cálcico y el cloruro de
potasio, dejando sólo el cloruro de sodio. A cada nueva supresión aumenta la toxicidad del
medio, que adquiere su máximo con el cloruro de sodio solo.

Hechas nuevas experiencias y en orden inverso, J. Loeb ha anunciado algunas leyes


concretas:
1. Todas las soluciones de una sal única son tóxicas.
2. Toda solución de una mezcla de sales de catión monovalente y toda solución de una
mezcla de sales de catión bivalente es tóxica.
3. Si a una de estas soluciones tóxicas, las de sales de catión monovalente, por ejemplo,
se añade una solución de sales de catión bivalente, se atenúa su toxicidad, y baja a
cero para una proporción determinada. En este caso la solución está equilibrada.
Todo desequilibrio equivale a una toxicidad.
En las experiencias que acabamos de referir, la notoxicidad, es decir, el equilibrio se realiza
para el Gammarus cuando la proporción entre cationes monovalentes y bivalentes, tiene el
mismo valor que en el agua del mar.

Con cualquier otro valor, el medio está más o menos desequilibrado y, por lo mismo, es
también más o menos venenoso.

Los elementos minerales que entran formando un medio, no tienen valor meramente aditivo o
absoluto, sino relativo. Éste depende de la proporción, mayor o menor, en que estén con
relación a otros elementos que se oponen o favorecen a su acción.

Clarke también hizo sus experiencias.

Con diversas sales regaba rosales plantados en arena, que llevaban hembras
partenogenéticas y sin alas del pulgón Aphis rosae. Con sales de magnesio obtuvo pulgones
con alas. De nuevo hizo estas experiencias Shinji, obteniendo semejantes resultados: regando
con sales de magnesio, antimonio y níquel, obtuvo pulgones con alas; con sales de calcio,
potasio y estroncio, sin alas.
Para obtener estos resultados fue suficiente una variación en la composición mineral de la
savia de que se alimentaban los pulgones. La variación mineral del alimento, bastó para
modificar la disposición del organismo de estos insectos.

De donde se deduce cuán grande es el influjo de una distinta composición mineral de los
alimentos.

C) EL EQUILIBRIO MINERAL VISTO POR UN GANADERO


NORTEAMERICANO
Mr. Kuck es el propietario de las granjas Brookside, en New Knoxville (Ohío).

Esta es una vasta explotación de producción de leche y de cría de ganado, de un rendimiento


considerable. Más que esto, M. Kuck es un granjero de espíritu investigador y deseoso de
saber, de imaginación siempre despierta. Es uno de esos hombres que, a lo largo de la
historia de las ciencias, han ejercido una acción estimulante, renovando los temas de
discusión y abriendo el camino a nuevas investigaciones científicas.

En cuanto Mr. Kuck ve surgir problemas en su explotación lechera, quiere saber de dónde
vienen estos problemas y cuál es su solución. Muy a menudo ha triunfado por sus propios
medios y fuerzas. Con interés y entusiasmo ha montado su laboratorio y hecho experiencias,
sacando gran provecho de las observaciones y conocimientos antes adquiridos.

En la historia de Mr. Kuck hay un episodio íntimamente unido con el tema que vamos tratando
del equilibrio mineral.

Expondrémosle a continuación, según ampliamente lo refiere el P. Manzanal.

En 1933 fueron adquiridas las granjas Brookside y se inauguró un plan que comprendía la
explotación de vacas de leche de pura raza Guernesey, de puercos y de gallinas.
Primeramente la explotación comprendía dos granjas de 72 hectáreas, a las que más tarde se
unieron otras tres granjas de 97 hectáreas. La mayor parte de los terrenos se comenzaba a
cultivar por primera vez, desde hacía cien años.

Teniendo su debida formación agrícola y naturalmente interesado en los estudios científicos,


introdujo en el tratamiento del terreno y en la cría del ganado los métodos y las ideas más
modernas que habían llegado a su conocimiento. Se llevaba escrupulosamente nota de
cuanto se emprendía y de sus resultados.

A pesar de la aplicación de los principios científicos más recientes, concernientes a las aves,
cerdos y vacas lecheras, los resultados no fueron mejores que los ordinarios de los vecinos.
Un porcentaje elevado de mortalidad en los pollitos obligó en 1939 a renunciar al plan de las
aves. La mortalidad elevada también hizo abandonar la cría de cerdos en 1940.

Después, las granjas Brookside se consagraron enteramente a la cría de vacas lecheras, y en


esta empresa se han probado sinsabores de todas clases: mortalidad elevada de terneros,
enfermedades mamarias en las vacas lecheras, y, naturalmente, el problema siempre actual
de la esterilidad.

Había en Brookside unas 100 vacas lecheras, 50 novillos, 70 terneras y 49 terneros. Cada año
nacían unos 120 terneros, de los cuales algún año murieron 49, lo cual no sólo era motivo de
desaliento, sino una verdadera pérdida.

Este porcentaje elevado de mortalidad hizo concebir y llevar a cabo el plan de un establo
moderno para los terneros y sus madres. Este establo, de grandes dimensiones (8 metros de
alto, 50 de largo y 22 de ancho), tiene asegurada la luz por grandes ventanales y una
ventilación perfecta por el techo. Además, está debidamente dispuesto para la esterilización y
fumigación. En abril de 1945 se había terminado la construcción. Las paredes de 16 apartados
individuales para los terneros habían recibido una capa gruesa de revocado.

En seis de ellos este revocado estaba recubierto de capa más fina. Todos estos apartados
fueron ocupados rápidamente.

Se tenía especial cuidado en alimentar debidamente al ganado. En todo tiempo se daba grano
a los animales, añadiendo el complemento conveniente, de manera que se aseguraba una
ración con el 16 por 100 de prótidos. El complemento utilizado era suministrado por una
empresa nacional fabricadora de alimentos. Estos contenían, según garantía, todos los
elementos necesarios para una gran producción de leche. Añadiendo, además, 18 kilos por
tonelada de una mezcla de creta pura, huesos y sal.

A pesar de los esfuerzos por tener una habitación y alimentos excelentes para las vacas y
terneros, las desgracias continuaron siendo las mismas: los terneros seguían muriéndose con
los mismos síntomas. Nacían débiles, sus actos reflejos eran lentos, no tenían apetito; la
descomposición era general, con un 50 por 100 de una especie de neumonía que hacía toser
mucho a los terneros.

Convulsiones fuertes eran el prestigio de la próxima muerte. Se gastaron miles de dólares en


buscar un tratamiento eficaz. Remedios de tales clases: sulfamidas, vitaminas, sueros,
vacunas, etc. Todo fue inútil; no se consiguió ningún cambio en los resultados generales.

Advertimos antes cómo seis de los apartados para los terneros habían sido recubiertos de un
fino revestimiento. No se tardó en notar que los terneros deterioraban con sus bocas estas
paredes. Al principio no hicieron ningún caso de esto. Más bien pensaron no terminar los
restantes; pues sería un gasto inútil.

Hasta que un día Mr. Kuck se hizo esta pregunta:


¿Por qué a los terneros les gusta comer el revestimiento más fino de la pared, mientras el más
grueso permanece intacto?
Había quedado en un saco parte del material utilizado para el revestimiento fino.

En seguida pidió al fabricante que le mandase el análisis de las substancias del material. Éste
se componía de carbonato de calcio y de carbonato de magnesio principalmente. Por otra
parte, la sociedad fabricadora de este material envió a las granjas de Mr. Kuck un químico
que, durante varios días, hizo exámenes completos de la composición mineral de los campos.
Prescindiendo de otros elementos menos importantes, aparecía claro que había buena
proporción de nitrógeno y fósforo, muy excesiva de potasio y muy baja de magnesio.

Teniendo presente que en la alimentación mineral no entraba el magnesio, la conclusión fluía


por sí sola: la falta de magnesio en la alimentación del ganado, que no lo recibía de las
plantas ni de las semillas, al no tenerlo el suelo, ni tampoco la alimentación mineral. El
alimento estaba desequilibrado en su composición mineral: ésta es la raíz del mal.

Sin más tardar, Mr. Kuck hizo un pedido grande de dolomita (compuesto de magnesio): 4
toneladas molidas y cribadas como complemento mineral alimenticio y 40 toneladas para
abonar los campos y pastizales.

En seguida cambió la mezcla alimenticia mineral. Sustituyó el carbonato cálcico puro por la
dolomita, añadiendo 18 kilos por tonelada, de modo que, quedando prácticamente el mismo
calcio, aumentase notablemente el magnesio.

Los terneros eran alimentados por las vacas que habían recibido el buen alimento. Al cabo de
dos semanas, se atenuó el olor fétido del establo de los terneros y se notó un cambio notable
en la mortalidad. Los terneros parecían más despiertos.
Se terminaron de revocar los apartados de los terneros con el mismo revestimiento que los
anteriores. Los terneros no tocaron ahora este revestimiento, pues no tenían necesidad del
magnesio que les venía por otra parte.

Desde entonces se comenzó a hacer una larga serie de experiencias, algunas de las cuales
mostraban con evidencia clarísima, la importancia de un equilibrio conveniente entre ciertos
alimentos y de la acción de unos respecto de los otros.

Con los nuevos elementos desaparecieron las mamitis de las vacas. Trece vacas estaban en
cuarentena por mamitis: al cabo de 20 días, las trece estaban curadas sin ningún tratamiento
especial. En un examen de todo el ganado sólo aparecieron dos vacas con un pequeño toque
en sus mamas, mientras que antes un 50 por ciento estaban con mamitis en un tiempo u otro
de su lactación.

Desapareció la infecundidad. Un año entero dieron leche veintitrés vacas, sin que se pudiera
asegurar su fecundación. Fueron conducidas a pastizales abonados con dolomita, que con
oportunas lluvias dieron excelente vegetación. Este fue el alimento de las vacas.

Además, tenían acceso libre en su establo a cajones de dolomita. Al tiempo debido, veinte
tuvieron su ternero pudiéndose comprobar que su fecundación había sido inmediata al cambio
de alimentación distintamente mineralizada.

Los nuevos terneros eran fuertes, normales, sin síntomas de descomposición. Sin embargo,
las vacas que para prueba no tomaron la nueva alimentación, dieron terneros débiles, que
presentaban los mismos síntomas y evolución que antes.

La prueba era bien clara: el equilibrio mineral hacía prodigios en los animales.

D) EL MAGNESIO COMO MEDICAMENTO DE LOS ANIMALES


El magnesio desempeña en los animales vertebrados un papel bioquímico de importancia
parecida a la señalada en el hombre como cofermento en varias reacciones de
óxidorreducción y de fosforilación de glúcidos.

McCollum, experimentando con ratas encontró que una dieta deficiente en magnesio
engendra la llamada «tetania por carencia de magnesio», caracterizada por fuerte
vasodilatación tan intensa que los animales adquirían color rosado, taquicardia, convulsiones
tetánicas y muerte. En esta tetania, el contenido de magnesio en la sangre desciende a un
décimo del normal. El ganado vacuno padece también una tetania llamada del «heno»,
debida, igualmente, a deficiencia de magnesio en la alimentación. Ambas tetanias se curan
con sales de magnesio.

El sulfato de magnesio, como todas las sales de magnesio, ejerce una acción abiertamente
sedante en el sistema nervioso en inyección intravenosa, subcutánea o intrarraquídea, o en
aplicación local sobre un tronco nervioso. Por todo ello se ha empleado en solución al 10 por
100 en el tratamiento del tétanos del caballo, hasta la dosis de 30 gramos por día en
inyecciones intravenosas. También se administra en brevaje y mezclado con la leche caliente
en el perro.

El agricultor francés H. Vilain, quien ha conseguido notabilísimos éxitos agrícolas con el


empleo de sales de magnesio, refiere él mismo, en una conferencia dada a los habitantes de
Lachapelle (Francia), donde radica su granja, cómo ha curado enfermedades de animales
domésticos gracias a la utilización de compuestos magnesianos.
Para mí - dice - el secreto de la salud de los animales es el equilibrio mineral de sus
alimentos. Noté que el veterinario recetaba a mi ganado enfermo sales de sodio: sulfato
sódico, bicarbonato sódico, cloruro sódico. Y me vino a la idea de hacer pasar estas sales por
las remolachas destinadas a la alimentación.
Así, además del nitrato de magnesio y calcio y de fosfato de magnesio, eché 400 kilogramos
de carbonato sódico; 300, de cloruro de sodio (sal marina sin purificar), y 20, de borato sódico.
La calidad de estos alimentos preparados con estos minerales curó enfermedades graves sin
ningún medicamento.
Se curó radicalmente un caballo de enteritis crónica muy grave; un buey, de enteritis
paratuberculosa; una yegua, de mal de cruz declarado incurable; una yegua, anémica-tifoidea,
dada por perdida.

Un caballo sano estuvo junto a ella y comió de su mismo pesebre. Así queda también
demostrado que la enfermedad declarada contagiosa no lo es, si se puede comunicar al
animal una resistencia natural a los microbios.

La anemia tifoidea no es para mí más que un envenenamiento potásico que podría ser
remediado por un poco de sosa y magnesia en los abonos. Vosotros decís - dirigiéndose a
sus oyentes de Lachapelle - que las plantas tiernas vienen bien a vuestros animales. Y la
causa de ello es que las plantas tiernas son más ricas en sodio y en magnesio, minerales que
influyen benéficamente en la salud.

Hice una encuesta entre los poseedores de vacas lecheras y observé que no tenían fiebre
aftosa las de los que habían puesto en sus abonos sodio, cloro y magnesio. Es que no se
había olvidado de los elementos necesarios para la producción de leche, que contiene una
proporción no despreciable de cloro, sodio y magnesio.

Por el descuido de estos minerales y excesivo empleo del superfosfato, se produce en el


ganado vacuno un desarrollo rápido del volumen del vientre por la acumulación de gases,
enfermedad conocida con el nombre de meteorismo. El superfosfato contiene un 50 por 100
de yeso y éste es malo para la calidad de los forrajes, que, entre otras especialidades,
producen el meteorismo. La acción del yeso es contrarrestada por la sal natural no purificada,
que, siendo del mar, contiene magnesio. Así, en los terrenos salados no se da el meteorismo.

He creído como muchos o como todo el mundo, en el contagio. Hoy ya no creo en él; y
cuando al cabo de algún tiempo, recibo una aviso urgente: «Venid en seguida, epidemia en el
rebaño», mi disgusto es nulo. Voy a verlo; cambio el régimen alimenticio y la epidemia se
para.

Como se ve, por esta conferencia, para Vilain el equilibrio mineral es la base de la buena
salud de los animales. Todo el desequilibrio mineral crea un estado de menor resistencia, que
deja al organismo casi sin defensas contra los microbios y parásitos; y, cuando la epidemia o
la enfermedad hace estragos, no es lo más urgente andar a la caza del microbio o del parásito
y luchar contra él; lucha ruinosa y decepcionante, sino encontrar el desequilibrio mineral que
ha abierto la puerta el mal y poner allí el remedio.

Microbios y otros parásitos desaparecen como por encanto, sin que se haya empleado ningún
otra remedio.

Antes de terminan este punto, queremos subrayar el papel del magnesio como oligoelemento,
por la acción específica que manifiesta sobre la materia viva. Como advierte el doctor F.A.
Cid, nuestros conocimientos bioquímicos no son suficientes para permitir una explicación
adecuada de sus acciones referidas a propiedades fundamentales; por esto, los hechos que el
citado autor refiere deben ser considerados como observaciones cuyo mecanismo no ha sido
todavía esclarecido, a pesar de haberse aventurado algunas hipótesis para explicarlo.

Entre los varios oligoelementos que se han hecho acreedores a ser estudiados de una manera
especial, figura, según el doctor Cid, el magnesio y el potasio, por cuanto existen un buen
número de hechos que permiten afirmar la singularidad de su comportamiento, sobre todo
cuando se trata de sales haloideas, como son las que se contienen en el producto
farmacéutico conocido con el nombre de «Delbiase».
La carencia de magnesio influye sobre la membrana superficial de la célula o actúa alternando
la reacción actual del interior de la misma. Experimentando sobre el corazón de la rana, si se
suprime experimentalmente el magnesio del líquido de perfusión, se producen de un modo
inmediato los típicos efectos debidos a la falta de aquél, debilitándose la intensidad de las
contracciones.

Más notable son todavía a este respecto los efectos que se producen por la acción del
magnesio sobre el músculo del intestino del conejo.

Al añadir este oligoelemento, se produce un aumento de tono, y, tan pronto el músculo se lava
con solución salina corriente, tiene lugar un segundo aumento de todo.

Esto se explica diciendo que su efecto farmacológico se manifiesta mientras pasa a través de
la membrana, siendo el primer aumento de tono, debido al paso del magnesio hacia el interior
de la célula, y el segundo aumento de tono que se produce al lavar el músculo con solución
fisiológica, exenta de magnesio, a consecuencia del paso de la droga detenida dentro de las
células musculares del exterior.

La solución pura de cloruro potásico (que aumenta paralelamente a la disminución de


magnesio) ejerce invariablemente una acción paralizante sobre los tejidos contráctiles o
conductores. En el caso del músculo cardíaco, por ejemplo, la contracción cesa tan pronto
como se sustituye el líquido de perfusión normal con soluciones de cloruro potásico
químicamente puro.

Todas estas disquisiciones han permitido aclarar que el magnesio, al igual que otros
oligoelementos, desempeña el papel de catalizador de las funciones vitales de los organismos
animales.

Cuatro son los procesos, de importancia fundamental para la vida, que se ven influenciados
por el magnesio:
1. La síntesis y destrucción de los elementos de los tejidos, particularmente de las
proteínas
2. Los procesos energéticos cuales son las oxirreducciones
3. La desintoxicación de venenos de origen endógeno
4. La transmisión de los estimulantes nerviosos
Estos hechos, como advierte el doctor F. A. Cid, abren perspectivas nuevas en lo que se
refiere a la alimentación, tratamiento de las enfermedades en los animales y en lo que
concierne al problema del cáncer, es decir, el problema del trastorno de la formación y
variaciones hasta ahora oscuras del epitelio y tejido conjuntivo.

No deja de ofrecer interés el conocimiento de la acción del magnesio sobre los narcóticos
aplicados a los animales.

El médico francés Delbet quiso aclarar un punto oscuro con respecto al magnesio: su acción
sobre los narcóticos en animales, para luego deducir la que podrían ejercer sobre el hombre.
Para ello se sirvió del cloroformo que suministró a dos conejos: a uno de los cuales había
inyectado previamente cloruro magnésico y al otro no, y fue repitiendo la operación de dar al
mismo tiempo igual dosis de cloroformo a los dos conejos hasta que uno de ellos murió, lo que
sucedió a las siete veces.

Otro tanto hizo con otras binas de conejos. El resultado de tales experiencias fue que murió
doble número de conejos de los que no habían tomado la solución magnesiana, que de los
que la habían tomado.

Estas experiencias han permitido concluir que el aumento de magnesio en el organismo hace
a los conejos más resistentes a la toxicidad del cloroformo. Se ha probado que una sola
inyección antes de la operación no tiene ningún efecto. Son necesarias varias dosis en los
días anteriores. Otras experiencias han mostrado que el cloruro de magnesio no aumenta la
hemorragia de la operación.

Antes de dar por terminado este punto vamos a señalar algunos de los efectos sorprendentes
que el tratamiento con sales de magnesio produce en las principales enfermedades de los
distintos animales domésticos.

Por de pronto la solución más corrientemente usada para estos casos es la de 33 gramos de
cloruro magnésico cristalizado en un litro de agua. Esta solución se puede preparar con la
antelación que se quiera, pues se conserva indefinidamente.

A continuación proponemos en forma esquemática la dosificación veterinaria, según los


distintos tipos de animales domésticos.
 GATOS: La enfermedad principal que suele afectar a los gatitos es la gastroenteritis
infecciosa y tifus; ésta se cura con dos cucharaditas de las de café, de la citada
solución, cada tres horas.

 AVES DE CORRAL:
1. Tratándose del cólera, tifus, difteria y pesie aviar, el tratamiento para diez
animales será de un litro de solución por día, mezclado con el alimento
2. En el caso de la pepita, habrá que extirpar la parte córnea de la lengua y dar
dos o tres cucharaditas de la solución, de las de café, por ave.

 CERDOS: Si se trata de bronconeumonía o neumoenteritis, en animales de 50


kilogramos, la dosis será de medio litro cada seis u ocho horas, durante cuatro días;
en animales de 100 kilogramos, un litro en las mismas condiciones.

 CABRAS Y CONEJOS: El tratamiento que habrá de dárseles será poco más o menos
como el indicado para los cerdos, o sea de 50 kilogramos de peso.

 CABALLO Y JUMENTO:
1. Si se trata de la erupción pustulosa denominada usagre y el animal tiene un
peso del orden de los 500 kilogramos, el tratamiento es un litro cada seis u
ocho horas, durante cuatro días, según la gravedad del caso y las reacciones
del animal enfermo
2. En el aborto se les dará un litro mañana y tarde, durante cinco días. Con todo,
en animales de peso bastante superior a 500 kilos, la dosis habrá de ser de
litro y medio.

 BOVINOS:
1. Tratándose de fiebre aftosa y de vacas adultas de 400 a 500 kilos de peso, la
dosis ha de ser de un litro cada seis u ocho horas, según la gravedad del
caso, durante cuatro días; para becerros de 200 kilos, las mismas dosis; para
terneros de leche, medio litro cada seis u ocho horas, durante dos días
2. La mamitis requiere el mismo tratamiento que para la fiebre aftosa
3. La enteritis exige idéntico tratamiento al de la fiebre aftosa, renovándolo una o
dos veces
4. En el aborto, bajo la influencia de este tratamiento, la vaca expulsa las
envolturas fetales ella sola, sin cólico y, hecho notable, sin olor, a los pocos
días que siguen el tratamiento, y la lactación será normal. El tratamiento
curativo consistirá en un litro de solución magnesiana mañana y tarde,
durante cinco días. El tratamiento preventivo consistirá, durante la gestación,
en un litro cada dos días, si la vaca presenta señales de aborto, y en un litro
por día durante cinco días.
Unas atinadas advertencias del doctor Neveu servirán de colofón a cuanto acabamos de
exponer acerca del empleo de las salas de magnesio por la cura y prevención de
enfermedades de los animales.
1. El doctor Neveu ha observado la inocuidad absoluta de las dosis altas del cloruro de
magnesio, siempre que ha creído deber prescribirlo. Por eso no es de temer traspasar
las dosis que parezcan suficientes para curar algunas enfermedades.

2. Para movilizar, tan rápidamente como se pueda las reacciones de defensa del
organismo, la regla es, en los casos graves, comenzar con dosis próximas, por
ejemplo, cada seis horas. En los casos excepcionalmente graves, las dosis iniciales
serán prescritas con dos horas de intervalo.

3. Cuando una mejoría clara del enfermo muestre que éste reacciona eficazmente, se
pueden aplazar las dosis, al principio cada ocho horas, después cada doce
prolongando el tratamiento algún día después de la curación aparente o quizá real,
para consolidar los resultados obtenidos. Estos ofrecen el máximum de garantías con
las dosis que se han prescrito.

4. Dado el modo de obrar de la solución de magnesio, que consiste en activar las


reservas del organismo con el fin de disponerlo y vigorizarlo para la lucha contra los
microbios que lo invaden, fácilmente se entiende que su acción es extensiva a otras
muchas enfermedades no mencionadas aquí. Por consiguiente, también lo
recomendamos para ellas, con las debidas proporciones y prudencia.
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CAPITULO IV
EL MAGNESIO EN LA AGRICULTURA
El magnesio, en la vida de las plantas, desempeña un papel importantísimo, que no siempre
ha sido debidamente valorado.

Por de pronto, en las cenizas de todos los vegetales, y especialmente en las de sus semillas,
el análisis encuentra magnesio. Este hecho dio una pista a los agrónomos sobre el papel que
en la vegetación debe desempeñar dicho metal. Fue en los comienzos del siglo cuando se
observó su presencia y de ella se dedujo que debía ser indispensable en la vida vegetal, si
bien entonces no se llegó a aclarar su función específica.

Se le solía confundir con el calcio y se creía que su acción ignorada podría realizarse en
presencia de otras sales metálicas.

Experimentos realizados en estos últimos años en diferentes ensayos, han comprobado de


una manera evidente la gran eficacia del magnesio, así como también el calcio, como
fertilizantes de extraordinaria importancia.

Esta confirmación experimental de sus valiosas propiedades alimenticias para las plantas ha
contribuido bastante a su empleo, que se ha ido generalizando a medida que se han divulgado
los ensayos e investigaciones de destacados agrónomos. De sus trabajos se deduce que el
magnesio y el calcio no sólo deben considerarse como los elementos que facilitan la
asimilación del amoníaco y del ácido fosfórico a las plantas, sino que, además, representan
valiosos elementos para la vegetación.

E. Canals, en su tesis para el doctorado en ciencias físicas, presentado en la Facultad de


Ciencias de París, resume sus investigaciones acerca del papel fisiológico del magnesio en
los vegetales diciendo que este metal, generalmente extendido en todas las plantas, les es tan
indispensable como los elementos fundamentales carbono, hidrógeno, oxígeno, etc.

Más aún, según este autor, el magnesio está dotado, además, de aptitudes especiales
comparables a las de los infinitamente pequeños elementos químicos, conocidos con el
nombre de «oligoelementos», gracias a su acción catalítica establecida antes que nadie por G.
Bertrand.

En nuestra exposición daremos cuenta, algún tanto detallada, de cuanto se acaba de apuntar
acerca de la importancia del magnesio en la agricultura.

A) EL MAGNESIO EN LAS TIERRAS DE CULTIVO


Como es natural, el origen del magnesio de las tierras de cultivo debe buscarse en los
minerales y rocas de donde aquéllas provienen.

Los principales minerales magnesianos son: la magnesita, el talco, la serpentina, ciertas


micas, los piroxenos y los anfíboles. Todos estos minerales son silicatos de diversos metales
(aluminio, hierro, calcio, sodio, potasio, etc.), entre los que figura el magnesio, los cuales
forman parte de las llamadas rocas ígneas o eruptivas.

Entre las rocas magnésicas de origen neptúnico cabe señalar el carbonato magnésico o
dolomita, que en algunos puntos del globo constituye enormes montañas, como en los Alpes
del Tirol. La formación de esta roca se debe a la acción del anhídrido carbónico sobre el calcio
y el magnesio de los silicatos antes mencionados.

También hay magnesio en el agua del mar y de algunos lagos, en aguas minerales y en
yacimientos salinos. En estos casos, generalmente lo está bajo la forma de sulfatos y cloruros,
y constituyendo también sales dobles o triples con las de otros metales, en particular de
potasio y sodio.

El magnesio se encuentra en la tierra en proporción relativamente baja, pues sólo se halla en


la proporción de 2 al 2.5 por 100 de la masa de la corteza terrestre; proporción ésta análoga a
la asignada al sodio y potasio y ligeramente mayor que la del calcio. Pero, a pesar de esta
relativamente pequeña cantidad del magnesio, debido a su gran actividad mineralizante
respecto al silicio y anhídrido carbónico, su difusión es tan extraordinaria que con mayor o
menor abundancia se encuentra en la mayoría de los terrenos.

Sin embargo, esto no quiere decir que todos los terrenos de cultivo tengan suficiente
magnesio para las necesidades biológicas de las plantas:
 En primer lugar, por la escasa solubilidad de la dolomita, cuyos componentes calcio y
magnesio tienen tan fuerte unión que difícilmente se rompe por agentes naturales.
Todo esto hace que los terrenos cultivados, a pesar de contener compuestos
magnésicos en relativa abundancia, no puedan ser éstos utilizados por los vegetales
en proporciones necesarias.

 En segundo lugar, la insuficiencia de magnesio se da en tierras que primitivamente


contenían este elemento en cantidad suficiente para que las plantas se pudieran
desarrollar normalmente en ellas. Recientes investigaciones agronómicas han
comprobado una constante reducción del magnesio en los terrenos arenosos y en
aquellos otros donde las lluvias suelen ser torrenciales, cuyas pérdidas se han
manifestado en los trastornos experimentados por las cosechas.
Otra causa de la reducción del magnesio en las tierras se debe a las mismas plantas que lo
toman y, si no se restituye, puede, tras una o varias cosechas, agotarse en detrimento de la
fertilidad.

Todavía el investigador F.B. Johnston señala como factores que contribuyen a la deficiencia
de los suelos en magnesio, además de los ya señalados, la elevada acidez del terreno (pH =
4.5 a 5.2), la aplicación intensiva de fertilizantes acídicos (super) y el escaso contenido en
materia orgánica.

Con todo, es de notar que la carencia total de magnesio en los suelos es desconocida; pero la
deficiencia en magnesio asimilable - como atinadamente observa el doctor L. Blas - es más
frecuente de lo que podría suponerse, después de examinar los análisis químicos de su
composición.
Es que no basta que el suelo contenga suficiente cantidad de magnesio para la vida de las
plantas; sino que es necesario que éste sea asimilable; pero dicha asimilación es un
fenómeno bastante complicado, en el que intervienen factores físicos, físicoquímicos y
biológicos. Basta un exceso de cationes más fuertes, cuales son los de potasio, sodio, calcio,
etc., para determinar una enorme disminución en la absorción de magnesio.

Garman y Markle han ideado un método para determinar la riqueza de los suelos en
magnesio, el cual se basa en la extracción de una muestra de tierra por solución de acetato
sódico 0.25 normal de pH = 5 y valoración del magnesio en el extracto. Este método tiene
indudablemente un valor positivo para altos niveles de magnesio.

Así, por ejemplo, riquezas del orden de 80 a 100 kilogramos de magnesio por hectárea indican
la no deficiencia de magnesio y experimentalmente se comprueba la exactitud de ello; pero,
cuando los niveles son bajos, no puede este método definir carencia. Por esto, al método de
Garman-Markle sólo se atribuye un carácter aproximado y un cierto valor informativo.

Algunos autores han dado, como cifra de deficiencia de magnesio en los suelos, el valor de 50
kilogramos por hectárea; pero la experiencia demuestra que mucha plantas pueden vivir con
normalidad en suelos con menor cantidad de magnesio determinado por el método de los
autores antes citados. Como conclusión de lo que se acaba de exponer se deduce que el
magnesio extraíble por la solución de acetato es ciertamente un índice de seguridad; pero el
recíproco no es exacto siempre.

Hablando en general, puede sospecharse la deficiencia de magnesio en el suelo en todas las


regiones sometidas a intensos riesgos o de gran pluviosidad; particularmente las tierras
arenoso-arcillosas en regiones húmedas son las que muestran más destacados los
fenómenos de esta carencia.

Esta disminución en rendimientos puede agravarse aún más por el inadecuado empleo de
ciertos abonos, tales como el cloruro potásico, nitrato cálcico o sulfato amónico, cuyos aniones
solubilizan rápidamente las escasas reservas de magnesio existentes en el suelo, hasta el
punto de poder llegar a producir la carencia casi total del mismo.

Los agricultores desean, para poder obrar en consecuencia, que se les señalen cifras o
valores medios del contenido en magnesio de los suelos, desde el punto de vista de su
importancia con las necesidades de las plantas. Pero deben hacerse cargo de que es difícil, o
poco menos que imposible, como se deduce de lo anteriormente expuesto.

Una información, que no pasa de aproximada, se puede obtener por el método ya indicado de
extracción con acetato, para lo que pudiéramos llamar magnesio fácilmente asimilable; pero el
dato «magnesio total» deducido del análisis posee un valor que, sin previa experimentación
biológica, carece de interés desde el punto de vista de su utilización y empleo por la planta.

B) PAPEL DEL MAGNESIO EN LA BIOQUÍMICA VEGETAL


El magnesio y el calcio son indispensables para la vida vegetal, si bien su papel fisiológico es
diferente, según lo pone de manifiesto el distinto predominio de uno y otro en las varias partes
de los vegetales.

En general, las semillas, bulbos y tubérculos contienen el magnesio bajo las formas de
carbonato y fosfato, y esto en proporción generalmente mayor al calcio, salvo algunas
excepciones.

El magnesio y el calcio de los vegetales se determinan en las cenizas bajo la forma de óxidos,
llamados magnesia (MgO) y cal (CaO), respectivamente, en miligramos por 100 gramos :
Una de las partes de la planta donde más abunda el magnesio son las hojas, por razón del
pigmento verde, llamado clorofila, que impregna la materia protoplasmática incolora de los
cloroleucocitos.

La riqueza de la clorofila es del 27 por 100. Una gran deficiencia de magnesio en el suelo
provoca necesariamente el amarilleamiento de las hojas, llamado clorosis, y - lo que es más
importante - una disminución de la fotosíntesis clorofílica. Según Rabino-with, pueden
presentarse deficiencias en el fenómeno clorofilo-fotosintético, antes de que aparezca la
clorosis en las hojas, si la cantidad de magnesio asimilable en el suelo no es suficiente para
las necesidades de la planta.

Para comprender el proceso biológico que en las hojas tiene lugar, es de saber que, en el
protoplasma de la célula vegetal, existen los leucocitos, que son unos corpúsculos destinados
a elaborar principios esenciales necesarios para la vida vegetal. A los leucocitos coloreados
se les designa con el nombre de cromoleucitos que, con distintas materias colorantes,
producen la rica gama cromática de flores y frutos.

Los leucocitos incoloros, llamados cloroleucitos, son a los que colorea de verde la clorofila,
substancia de vital interés para las plantas, por cuanto mediante esa substancia los vegetales
asimilan el carbono del anhídrico carbónico contenido en la atmósfera.

La clorofila «trabaja» cuando se halla expuesta a la luz solar, pero su actividad desaparece al
desecarse las plantas. Está mezclada con otras dos materias colorantes: la xantofila amarilla y
la carotina roja.

Comparando la clorofila con la hemoglobina, que es el pigmento colorante de la sangre, se


observa que el núcleo fundamental de aquélla es idéntico al de ésta, con la diferencia de que,
así como en la hemoglobina el metal principal y típico es el hierro, en la clorofila el metal
característico es el magnesio que forma parte de un «derivado órgano-magnésico».

Ahora bien, como hay dos tipos de clorofila (a y b), resulta que el total de los pigmentos de las
hojas verdes son cuatro: clorofila a, clorofila b, carotina y xantofila.

La clorofila a se obtiene sometiendo el polvo de las hojas secas a la acción de la acetona al 80


por 100 y al fraccionamiento sistemático en frío con el alcohol metílico y un éter de petróleo,
del que se separa en forma de un polvo azul oscuro. La clorofila b se encuentra en el alcohol
metílico del tratamiento anterior; es menos abundante que la clorofila a y se presenta como un
polvo verde oscuro.

El conjunto de los dos productos de la clorofila es soluble en alcohol absoluto, en éter,


bencina, cloroformo y sulfuro de carbono, a los que tiñe de color verde. El rendimiento total del
tratamiento que se acaba de exponer es de 6 a 8 gramos por kilogramo de hojas secas.

Ahora bien, se ha comprobado que los compuestos órgano-magnésicos tienen afinidad de


absorción del anhídrido carbónico, y la función clorofílica se ha esquematizado de la siguiente
manera en dos reacciones de equilibrio:
1. El gas carbónico es atraído por la clorofila a que, por la energía lumínica absorbida, se
transforma en clorofila b y da lugar a la formación de productos hidrocarbonados.
2. La clorofila b, formada, desprende oxígeno y pasa a clorofila a, repitiéndose el ciclo, en
el que el magnesio actúa de agente catalítico. La absorción del anhídrico carbónico
llega a su límite, cuando el magnesio se separa del núcleo clorofílico, porque
entonces termina la reacción. Sin embargo, se produce una reacción intermedia, por
la que se regenera de nuevo la clorofila.
Pero el magnesio clorofílico no es el único indispensable para la planta; en las mismas hojas,
en los tallos, frutos, etc., existen otras cantidades de magnesio no clorofílico, que son también
esenciales para el normal desarrollo del vegetal.

La relación magnesio total (magnesio clorofílico en las hojas, por ejemplo) puede alcanzar
hasta el valor 26 y, según Garret y colaboradores, la deficiencia magnésica sólo se evita
cuando esta razón es superior a 6 ó 10 como mínimo: es decir, normalmente en la hoja verde
de una planta debe haber, por lo menos, diez veces más magnesio no clorofílico que el
incorporado a esta molécula. Esta es la cifra dada por Carolus.

Pero en las plantas de tabaco se ha demostrado, que sólo el 0.03 por 100 del contenido total
de magnesio de la planta (hojas y tallos) era el necesario para satisfacer las necesidades de
magnesio clorofílico.

Para Jacks y Schesbatoff, toda deficiencia de magnesio en los suelos se traduce


inmediatamente en deficiencia de clorofila y disminución, por tanto, de la importante función
fotosintética, disminución de glóbulos, almidón, etc.

Más aún, se ha llegado a la conclusión de que el hierro, a pesar de no encontrarse en las


cenizas de la clorofila, es indispensable para la formación de este producto, cuando en la
economía vegetal no haya pirrol. De aquí que la ausencia de este último compuesto obligue a
añadir una sal de hierro para activar la acción clorolítica combatir la clorosis. La conclusión de
que todo este proceso sacan los biólogos es que en formación de la clorofila se requiere el
magnesio y el pirrol, o, en defecto, de éste, el hierro.

En la obra titulada «En los próximos 100 años», de C.C. Furnes, profesor de ingeniería
química de la Universidad de Yale (EE.UU.), al tratar de la granja perfecta, señala el magnesio
entre los alimentos indispensables para las plantas (pág. 369).

Anteriormente (pág. 45) había dicho:


«Unos pocos metales, como el hierro, cobre y magnesio, intervienen en los procesos y
prestan su ayuda a la tarea constructiva de las plantas.»

C) EL MAGNESIO AGENTE ASIMILADOR DEL FÓSFORO


Desde hacía tiempo existía la presunción de que una de las funciones adscritas al magnesio
en la fertilización de los vegetales es la de ser agente que favorece la asimilación del fósforo,
por cuanto es indispensable para el normal metabolismo fosforado en los procesos de síntesis
de fosfolípidos, nucleínas, etc. de los vegetales.

De ser esto así se puede esperar una correlación entre el fósforo y el magnesio contenidos en
las plantas.

Pero los investigadores E. Trong, Goates y K.C. Berger, en una revisión de la literatura acerca
del magnesio, no lograron ver demostrada de manera concluyente la existencia de esta
relación. Esto les lleva a realizar una serie de experiencias, que vamos a exponer en este
lugar.

Por de pronto, los citados autores se dieron cuenta de que, para hacerse un exacto criterio
sobre el particular, no es suficiente el análisis químico de los tejidos de las plantas, sino que
es necesario el análisis de la semilla. Para comprobar estos extremos, verificaron
experimentos en un terreno que contenía el porcentaje requerido en magnesio, o sea 30
kilogramos por hectárea, y cultivaron en él melocotones y maíz.

El abonado consistió en los fertilizantes clásicos de nitrógeno, fosfatos, potasa. Pues bien, los
resultados de los análisis llevados a cabo en las semillas, mostraron un aumento de 10 a 18
por 100 en el contenido del magnesio cuando se utiliza como abono fosfatado. Esta
constatación confirma la suposición de que el magnesio es el agente asimilador del fósforo.

Pero, a pesar de esta comprobación experimental, la teoría del proceso permanece aún
inexplicada.

Esto sí, dicha comprobación experimental ha sido siempre confirmada brillantemente, y de ella
se muestra que, al aumentar la cantidad de magnesio asimilable del suelo, se produce
simultáneamente un aumento de fósforo asimilado por la planta, como lo han experimentado
Bartolomew y otros investigadores.

K.C. Berger, por ejemplo, ha cultivado guisantes en suelos abonados con distintas
proporciones de fosfatos y magnesio, y ha comprobado de un modo irrefutable que, al
incrementar el suministra de magnesio, la respuesta del cultivo ha sido siempre un
enriquecimiento de fósforo en la semilla, superior al obtenido por sólo incrementar el abono
fosfatado.

Estas definitivas experiencias, realizadas con toda clase de cuidados y controles, han llevado
al autor a la conclusión, quizá no absoluta, de que la mayoría de los fallos, que a veces se
observan después del abonado con fosfatos, pueda obedecer a faltas de magnesio asimilable
en los suelos.

El doctor L. Blas sospecha que, con este fenómeno, tenga relación otro hecho observado, cual
es la mayor riqueza en magnesio no clorofílico en los tejidos jóvenes, raíces y frutos; es decir,
en aquellos lugares donde el dinamismo bioquímico es más intenso.

De no menos importancia práctica son los trabajos realizados sobre semillas de judías en la
Universidad de Wisconsin (EE.UU.).

Diversos investigadores han cultivado dicha planta, en un suelo en el que la relación


magnesio-fósforo era variable, y también comprobaron que, a mayor cantidad de magnesio
asimilable en el suelo, correspondía un incremento en fósforo absorbido por la semilla. De
estas experiencias se dedujo que la disminución del valor nutritivo del fósforo en muchas
cosechas, obedece simplemente a no haber incorporado al abono fosfatado magnesio
asimilable por la planta.

Es decir: con esto ha quedado demostrado prácticamente que el elemento magnesio es un


transportador o movilizador del fósforo y, por tanto, imprescindible para el éxito de los abonos
fosforados.

Al conocer los rusos los trabajos que se acaban de relatar, se pusieron a emplear en aquel
país mezclas de superfosfatos con silicatos de magnesio y los resultados han sido
verdaderamente satisfactorios. Las primeras experiencias hechas en Rusia consistieron en
adicionar al superfosfato ordinario un 8 a 9.5 por 100 del mineral «dunita», rico en olivino;
luego, también lo aplicaron al superfosfato triple.

Esta adición, además de incorporar sales de magnesio al abono, neutraliza el exceso de


acidez del superfosfato, absorbe la humedad y proporciona un abono que, según estadísticas
rusas, es superior al superfosfato aislado, no obstante, la disminución efectiva de fósforo que
supone su mezcla con un 10 por 100 del mineral no fosforado.
Pruebas semejantes a las rusas se llevaron a cabo en Norteamérica y Nueva Zelanda. En
este último país el mineral magnesiano era serpentina, la cual, finamente pulverizada, se
mezclaba con el superfosfato ordinario en la proporción del 10 por 100. La mezcla tardaba de
dos semanas a cuatro días, según la humedad, en fraguar y quedar seca y homogénea.

El producto así obtenido no ataca a los sacos de yute, no se pega a las manos y se derrama
con facilidad en las máquinas distribuidoras de abonos, únicamente el análisis químico revela
una ligera disminución de la cifra del fósforo soluble al agua, pero no al citrato. Los resultados
experimentales han demostrado que el abono llamado «serpentina-super» tiene igual valor
como abono fosfatado que el superfosfato ordinario, y a veces algo superior.

En 1942 se emplearon en Nueva Zelanda 31.000 toneladas de «serpentina-super», y en 1943,


más de 62.000 toneladas.

Este descubrimiento, reputado como de trascendental importancia en la química de los


abonos, explica hechos que hasta ahora eran incomprensibles. Por ejemplo, en Alemania se
había observado que escorias básicas del desfosforado del acero daban mejores resultados,
como abono fosforado, que el superfosfato ordinario a igualdad de riqueza en fósforo.

Análisis cuidadosos han demostrado que las citadas escorias contenían un 6 por 100,
aproximadamente, de óxido de magnesio.

Nuevas experiencias verificadas por la Universidad de Wisconsin, posteriormente a las antes


citadas, en hidrocultivos y tierras, han comprobado una vez más, la enorme importancia de la
adición de las sales de magnesio, ya que la respuesta ha sido siempre un incremento en el
fósforo de la cosecha.

D) EL MAGNESIO EN LAS SEMILLAS Y FRUTOS


El magnesio que absorben las plantas por las raíces se redistribuye de los tejidos viejos a las
partes jóvenes, concentrándose preferentemente en las semillas y en las hojas.

De aquí que la cantidad que de dicho elemento contiene cada uno de los órganos de la planta,
difiera mucho de uno a otro. Así, por ejemplo, en el maíz el 34 por 100 se encuentra en el
grano, el 32 por ciento en las hojas, el 21 por ciento en el tallo y el resto en las raíces.

Willsttater halló que el trigo contiene en sus cenizas más magnesio que calcio, y Czapek
amplió esta conclusión a casi todas las semillas, lo cual hizo pensar a los fisiólogos en la
posible importancia del elemento magnesio como elemento modificador de la cuantía de las
cosechas.

Este hecho, de que el magnesio se acumule en las semillas y frutos de las plantas, es
considerado como el corolario de su papel antes expuesto de elemento conductor del fósforo.
Loew encuentra, como un hecho general, que las semillas aceitosas contienen de ordinario
menos magnesio que las ricas en glúcidos, almidón, etc.; en una palabra, en hidratos de
carbono, e incluso señala el valor de 2.5 como relación normal.

Durante la maduración de los frutos y semillas, se observa siempre un incremento en la


riqueza de magnesio y fósforo; más aún, parece demostrado que este incremento se debe a
una translocalización del magnesio contenido en las hojas hacia el fruto. La clorosis de
muchas hojas y su caída, coincidente con la maduración de la semilla y del fruto, obedece,
según Reed y Haar, a este fenómeno.

Para otros autores, que consideran este hecho desde un punto de vista demasiado simplista
es evidente que el fruto o semilla, que necesariamente precisa magnesio para su maduración,
lo toma de las reservas de dicho elemento existente en las hojas próximas.
Este proceso parece fuera de duda al iniciarse la fructificación, según comprobaciones de
Fudge. Este autor ha analizado hojas verdes próximas a los frutos y hojas algo alejadas de los
mismos, y ha demostrado para las primeras valoraciones del 0.013 por 100 y en las segundas
hasta el 0.20 por 100 de magnesio. De aquí es dado concluir que, haya o no clorosis y caída
de hojas, las reservas de magnesio de las hojas son las abastecedoras de dicho elemento
para el fruto.

Algunos fisiólogos, basados en estos hechos, han querido ver, precisamente en esta
modalidad del magnesio, la explicación del fenómeno de las cosechas alternativas de ciertas
plantas y árboles: por ejemplo, el caso del olivo. Como es sabido, la floración de nuestros
frutales y del olivo mismo se realiza preferentemente en las ramas jóvenes del año anterior, y
el magnesio se ha demostrado que puede fácilmente transferirse de una rama joven sin fruto a
otro adyacente con él, pero no de una rama vieja sin fruto a otra que lo tenga.

Por ello es frecuente ver en los árboles ramas con frutos y hojas amarillas junto a vigorosas
ramas con hojas intensamente verdes, pero sin fruto.

En el caso particular del olivo se sugiere que las necesidades en magnesio sean posibles
responsables de la cosecha alternativa, Su carencia, como se ha demostrado, produce la no
fructificación.

El doctor L. Blas aduce, como ejemplo de esto, los olivos de algunas regiones, que de
jóvenes dieron abundante cosecha; pero que, al transcurrir los años, la frecuencia alternativa
de su fructificación fue ampliándose de período, hasta que el labrador, cansado de ver la
inutilidad de sus esfuerzos, optó por la radical medida de su talado.

En algunas tierras donde esto sucede, el análisis demuestra carencia de magnesio asimilable.
«Si esta hipótesis se confirma - son palabras del referido autor; si, en efecto, las cosechas
alternativas del olivo en muchas regiones españolas obedecen a la escasez de magnesio o a
la falta de movilidad del mismo en el suelo, y se consigue, por métodos químicos de abonado,
la disminución del período de no fructificación, el resultado práctico de esta mejora
representaría para los olivares de España un incremento fantástico en su importancia
económica.

Pero - añade - no nos dejemos sugestionar por ideas o teorías más o menos atrayentes; el
análisis, la experimentación sistemática y los estudios técnicos cuidadosos son los únicos
procedimientos de estudio, y sobre sus resultados es solamente sobre los que se pueden
formular hipótesis e ideas.»
Pero lo que sí ya está probado experimentalmente en muchos árboles frutales es la
importancia del magnesio como elemento modificador de la calidad del fruto.

Harley, trabajando en perales, ha llegado a la conclusión de que el mal desarrollo y calidad de


ciertas especies era sólo debido a las deficiencias de magnesio, acompañadas de exceso de
potasio en el suelo.

Damond Bounton, de la Cornell University, publicó hace algunos años un extenso trabajo
acerca de la importancia del magnesio en los manzanos.

Las primeras noticias acerca de esta deficiencia aparecieron el año 1939, siendo Hill y
Wallace los primeros que estudiaron y diagnosticaron la presunta enfermedad como carencia
de magnesio, basándose en la semejanza de síntomas con otros árboles cultivados en
huertos arenosos y de bajo contenido en magnesio.

Los investigadores de Nueva Zelanda corregían dicha deficiencia con inyecciones de sulfato
magnésico en el propio árbol. Pero, cuando intentaban combatir la carencia por la adición de
sales magnésicas del suelo, los resultados eran totalmente negativos. Iguales hechos
ocurrieron en los Estados Unidos, y esta ineptitud del suelo para suministrar magnesio
asimilable está siendo en la actualidad estudiada, ya que el sistema de corrección por
inyecciones no es práctico ni económico.

Los síntomas visibles de la deficiencia magnesiana en los manzanos son: palidez de las hojas
entre las nervaduras de las hojas viejas y de algunos brotes, y amarilleamiento subsiguiente,
manchas morenas de necrosis entre las venas que asemejan islas; las hojas se arrugan y
caen prematuramente, y los frutos de las ramas donde la deficiencia aparece son pequeños,
de pobre calidad y con frecuencia caen prematuramente.

Químicamente por su análisis, se puede diagnosticar y prevenir la enfermedad de carencia,


pues para ello basta analizar las hojas. Si su riqueza en óxido de magnesio, es superior al
0.40 por 100 con respecto a la sustancia seca, el árbol raramente muestra fenómeno alguno
de carencia y el fruto es normal.

Riquezas comprendidas entre 0.25 y 0.40 por 100 de óxido de magnesio eran indicios de
posible aparición de la enfermedad, y, cuando el contenido en óxido de magnesio era inferior
a 0.25 por 100, entonces, sin excepción el árbol acusaba claramente los síntomas de
deficiencia anteriormente indicados.

Ante hechos tan evidentes, se procedió al análisis sistemático de los suelos donde el proceso
de carencia apareció. Wallace, por ejemplo, encontró la enfermedad en suelos ricos y pobres
de calcio, con lo cual eliminó este factor. Otros investigadores achacaron la enfermedad a los
suelos de baja acidez.

Finalmente, se llegó a la conclusión más probable de que lo que influye definitivamente en la


asimilación del magnesio por los manzanos es la relación potasio-magnesio. Se comprobó,
además, que siempre que hay deficiencia de magnesio en dichos árboles se advierte, por el
análisis de sus hojas, enriquecimiento simultáneo en potasio y que, fertilizando con exceso de
sales potásicas, se producen deficiencias de magnesio.

A.F. Camp, en un notable trabajo acerca de la importancia del magnesio en el cultivo de los
limoneros, hace resaltar el decisivo papel que tiene este elemento en las cosechas de dicho
fruto.

Según él, la causa de cosechas deficientes en algunas regiones de Florida, Brasil, Argentina,
etc., es sólo debida a deficiencias de magnesio en el suelo donde se cultivan. El follaje del
limonero tiene normalmente dos tercios más de fósforo que magnesio, mientras que el fruto es
tres cuartas partes más rico en magnesio que en fósforo.

Por esto dice el citado autor que resulta incomprensible el dar tanta importancia al abono
fosfatado solamente, cuando del magnesio depende el éxito de la cosecha.

Los síntomas de deficiencia magnesiana del limonero son: amarillo de las hojas, frutos de
menor tamaño y baja calidad, facilidad de invasión de las ramas por hongos.

E) EL MAGNESIO EN LA PRODUCCIÓN DE CARBOHIDRATOS Y


VITAMINAS
Una vez demostrado que toda deficiencia de magnesio se traduce por inmediata disminución
del proceso fotosintético determinado por la clorofila, se comprende que la falta de magnesio
asimilable ha de producir menores rendimientos.

Raume fue el primero que relacionó el transporte del almidón de las hojas al tallo y, como para
este proceso se necesita el fósforo como coenzima, de aquí que el magnesio transportador
del fósforo, según antes se ha explicado largamente, sea teóricamente un elemento
indispensable para este fenómeno.
Esto se ha comprobado prácticamente en cultivos de patata, por ejemplo, ya que en esta
planta la acumulación del almidón en los tubérculos se realiza de una forma bien ostensible.
Para esta comprobación Chuck realizó múltiples cultivos en diversas condiciones de abonado
y observó que, en las plantas deficientes en magnesio, con hojas ya cloróticas, una adición de
sales solubles de magnesio, y hasta de dolomita, provocaba a los pocos días (cinco o seis),
una respuesta favorable.

Las hojas cloróticas no recuperaban ciertamente su color verde, pero el proceso de


amarilleamiento cesaba de producirse y todos los nuevos brotes presentaban un aspecto
normal. Además, en las plantaciones testigo no tratadas, la muerte de la planta ocurría
siempre. El mismo investigador llegó a la conclusión de que el abono magnesiano producía,
en todas las experiencias, un notable incremento en los rendimientos de las cosechas de
patatas.

No menos importante, sobre todo para la agricultura española, es la intervención del magnesio
en la producción de lípidos o aceites: mejorar y aumentar la producción y rendimiento del
aceite de oliva, por ejemplo, supondría una adquisición de extraordinario interés para la
economía nacional.

Se da como comprobado que el magnesio estimula algunos procesos reductores. De aquí que
se hayan realizado múltiples experiencias para averiguar si las respuestas del cultivo de
plantas oleaginosas a adiciones de magnesio se traducían o no en aumentos de lípidos en las
semillas. Poca es la información experimental obtenida hasta ahora al respecto, y ésta referida
únicamente a un reducido número de plantas oleaginosas.

Con todo, en el caso particular del girasol, por ejemplo, se ha demostrado experimentalmente
y de un modo indudable que la cantidad de aceite en los cultivos abonados con sales de
magnesio era superior a la cosecha testigo.

En estos últimos tiempos se han comenzado a realizar ensayos en olivares españoles acerca
de la influencia del abonado magnesiano en la calidad y cantidad del aceite obtenido. Pero
aún es pronto para decir nada concreto, ya que las citadas experiencias precisan varios años
para su comprobación.

Con respecto a la influencia del magnesio en la producción de vitaminas, debemos manifestar


que los resultados experimentales hasta ahora obtenidos son incompletos, a pesar de hacer
bastante tiempo que han sido iniciados. Es que los trabajos de este género - como no puede
ser menos - se realizan en series y son largos y laboriosos; además, se trata, no de una o
pocas vitaminas, sino de múltiples de ellas.

Por de pronto, está ya comprobado que, por ejemplo, la adición de magnesio al suelo
aumenta la riqueza en ácido ascórbico en las naranjas, cereales, espinacas, repollos, etc., en
cambio, apenas tiene influencia su riqueza en la patata, tomate y remolacha.

Sobre otras vitaminas, los resultados no son aún definitivos; pero, desde el punto de vista
bromatológico e industrial, estos ensayos revisten la mayor importancia en ganadería, y su
mejora o corrección significaría un gran progreso en la economía ganadera.

F) CONSECUENCIAS DE LA FALTA DE MAGNESIO EN LOS


VEGETALES
Para apreciar las consecuencias perniciosas que la falta de magnesio produce en los
vegetales hay que saber los efectos beneficiosos a que su presencia da lugar.
Ante todo, se ha comprobado la virtud que reúne de dotar a los vegetales de una
extraordinaria resistencia a las invasiones criptogámicas, y esto en mayor escala que el calcio,
sin duda alguna a causa de la más pronunciada basicidad del magnesio.

En segundo lugar, este elemento facilita la asimilación del amoníaco y del ácido fosfórico a las
plantas. Asimismo, como el magnesio transforma los silicatos de calcio, al ponerlos en
libertad, permite que las plantas aprovechen importantes cantidades de potasio que, de otro
modo, quedarían inutilizadas. Pero, para que el magnesio surta todos estos efectos en grado
máximo, debe ir asociado al calcio, pues la incorporación combinada de ambos elementos
favorece las reacciones químicas, sin las cuales la asimilación de los abonos minerales deja
de producirse.

El magnesio se encuentra en las plantas bajo tres formas diferentes: constituyendo parte de la
molécula de clorofila, según vimos anteriormente; combinado o absorbido en el protoplasma
celular, y en forma iónica en la savia y jugos vegetales.

En líneas generales, las plantas más ricas en magnesio son las leguminosas, ya que su
contenido medio es del 0.3 por 100. Pero existen otras plantas en que el contenido de
magnesio es hasta cien veces menor.

Es de notar que, en estos análisis del total del magnesio contenido en la planta, los resultados
de distintos investigadores son muy diversos, puesto que el proceso de absorción y
emigración del magnesio es muy variable y depende, además, de la vejez de la planta.
Hawkin, en su experiencia con tomates, ha demostrado que esta planta absorbe del suelo el 3
por 100 de su riqueza total de magnesio durante el primer mes, el 20 por 100 durante el
segundo y el 77 por 100 en el último mes.

Las hojas marchitas, antes de caer, transfieren su contenido de magnesio, hacia las semillas u
otras partes de la planta. Así se explica que, según sea la edad de la planta, la cantidad de
hojas caídas, etc., los resultados analíticos referidos a la totalidad del peso de la planta
puedan ser variables.

También es menester distinguir entre necesidades de magnesio para la germinación y fase


primera de la vida de la planta y necesidades para la fructificación y desarrollo. En un
interesante trabajo de Walters, sobre las necesidades de magnesio para el desarrollo normal
de las semillas, se llega a la conclusión de que las plantas inferiores (líquenes, musgos, etc.)
son más sensibles a la carencia magnesiana que no las plantas superiores.

Esto viene confirmado por los análisis de magnesio de los gérmenes o semillas de ambas, y,
como advierte el investigador citado, la deficiencia de magnesio se deja sentir en las cosechas
de cereales cuando el medio germinativo adolece de escasez de magnesio.

La pobreza de magnesio determina en las plantas una decoloración anormal, consistente en


un tinte verde claro y hasta casi blanco, que toman algunas zonas cloróticas y que terminan
por invadir toda superficie foliar. Como es natural, no todas las plantas sufren con igual
intensidad los efectos de la deficiencia del magnesio.

Entre las más perjudicadas figuran el maíz, el tabaco y la espinaca. Las gramíneas y las
patatas presentan mayor resistencia, si bien esto no quiere decir que se encuentren del todo
libres de estos perniciosos efectos, y así algunos investigadores agronómicos han
comprobado que la falta de magnesio en los terrenos de cultivo de patatas ha dado por
resultado numerosos casos de clorosis.

En la mayoría de los casos, el agricultor puede conocer por sí mismo la falta de magnesio en
los suelos que explota. Sin embargo, el publicista agronómico don Luis Catalina advierte que
el tal no debe fiarse de una manera absoluta en sus propias apreciaciones, por lo cual
aconseja que se acuda a los laboratorios para cerciorarse, mediante serios análisis, del
porcentaje verdadero de magnesio existente en las tierras de cultivo.
La dificultad en atribuir precisamente a la deficiencia de magnesio determinadas anomalías
observadas en los cultivos se debe a que, en algunos casos, no es posible diagnosticar si los
trastornos se deben a la falta de unos o al exceso de otros, como bien dice Mc. Murtey.

Asimismo importa recordar que muchos elementos son tóxicos cuando falta otro de los
necesarios; pero, en presencia de algunos que contrarrestan los efectos nocivos, desaparecen
los síntomas, como sucede con el magnesio y el calcio, pues el primero elimina las influencias
tóxicas del segundo. Además, se da la particularidad, tratándose del magnesio, de que no sólo
es el defecto del mismo lo que produce efectos perniciosos en las plantas, sino también su
exceso, que llega a ser tóxico.

Pero todavía hay más; y es la comprobación de síntomas de deficiencia de magnesio en los


cultivos de determinados terrenos, a pesar de que el análisis químico revela cantidades de
dicho elemento más que suficientes para satisfacer las necesidades del vegetal, lo cual puede
deberse a condiciones desfavorables para que pueda ser aprovechado por las plantas, como
sucedería si la tierra contuviese el magnesio en combinaciones químicas que no permitiesen a
las plantas el asimilarlo.

Los síntomas visuales de la falta de magnesio pueden aparecer en las raíces, tallos, hojas,
flores, frutos y semillas.

El ingeniero agrónomo colombiano Mesa-Bernal dice haber comprobado que la deficiencia del
magnesio no afecta sensiblemente al crecimiento de la raíz, como lo hace la pobreza de
calcio; sin embargo, otros investigadores opinan más bien lo contrario, cuando afirman que el
crecimiento queda interrumpido y que aparecen nuevas ramificaciones.

En las tomateras de tierras pobres de magnesio, el crecimiento de la raíz principal es normal,


si bien con pocas ramificaciones; en cambio, la corteza muere rápidamente y adquiere color
de café. En todas las especies los tallos son relativamente flexibles y débiles, pobres en
materia leñosa, y los nuevos brotes mueren muy pronto.

En algunas plantas de jardín la falta de magnesio perjudica sensiblemente la belleza natural


de las flores, que les hace perder sus vivos colores, a la vez que son más pequeñas. La
deficiencia de magnesio resulta asimismo nociva para los árboles frutales, cuyos botones
florales ofrecen reducido volumen y, si en algunos llegan a formarse los frutos, la mayoría de
ellos se desprenden antes de llegar a su madurez, como le sucede al manzano.

La carencia o pobreza de magnesio se revela principalmente en las hojas. Ya hemos dicho


algo de ello, pero ahora lo vamos a hacer con más detalle, por tratarse del defecto más
general y más fácilmente reconocible. La tonalidad amarilla de las hojas comienza a
manifestarse por manchas verdes claras, que van extendiéndose hasta cubrir toda la
superficie foliar.

Estas anomalías se inician en las hojas más viejas, al paso que el tejido intranervioso se
vuelve amarillo o blanquecino, bronceado, rojo púrpura, hasta que, finalmente, sobreviene la
necrosis o muerte de los tejidos. La clorosis se presenta en el ápice de las hojas y avanza con
mayor o menor rapidez, según los casos, hasta la base de las mismas, mientras que a veces
se curvan.

Otro pernicioso efecto es que las hojas se tornan quebradizas, diferenciándose de las
cloróticas más resistentes.

G) RESTITUCIÓN DEL MAGNESIO EN LAS TIERRAS


Pocos son los agricultores que se preocupan del magnesio de sus tierras de labor, lo que
contrasta con la práctica adoptada por la generalidad de los mismos de abonarlas con
compuestos nitrogenados, potásicos, fosforados y cálcicos.
Es que no ha entrado todavía en la generalidad de los agricultores la conciencia de la
necesidad de los abonos magnésicos. El mal no es de ahora, viene de hace muchos años,
pues se debe en gran parte a las manifestaciones del agrónomo francés Jorge Ville.

Este investigador realizó, a mediados del siglo XIX, amplios ensayos culturales, prescindiendo
del empleo de sustancias minerales.

De ellos dedujo:
1. sin fosfatos las plantas mueren
2. sin potasa, los tallos carecen de rigidez
3. la supresión del magnesio determina una vegetación pobre, hasta el punto de llegar a
reducir las cosechas en un 75 por 100
Pero también afirmó que, con los compuestos magnésicos existentes naturalmente en el
suelo, había suficiente magnesio para nutrir la vegetación, sin necesidad de nuevas adiciones.

Esto indujo a los agricultores a que hicieran caso omiso de la fertilización magnesiana.

Al hacer la afirmación que se acaba de recordar, Jorge Ville no tuvo en cuenta que no todas
las tierras tienen suficiente magnesio nativo utilizable, bien sea porque se halla formando
parte de compuestos no asimilables para las plantas, bien porque principalmente nunca lo
tuvo en cantidad conveniente, bien porque, aun cuando en otro tiempo lo tuvo, paulatinamente
ha ido desapareciendo por los agentes atmosféricos o por los mismos cultivos.

Pues, en efecto, de la tierra cultivada, se extrae, por cosecha y hectárea, un promedio de 6 a


8 kilogramos de magnesio, en los cereales, que llega a 10 kilogramos en las leguminosas, de
12 a 15 en las patatas, de 15 a 20 en los viñedos y de 30 a 35 en la remolacha azucarera.
Esta última, muy ávida de la potasa, se la suministra el agricultor incluso con exceso; pero
suele prescindir del magnesio; que debe intervenir para dar al producto agrícola más
abundancia y riqueza, que naturalmente repercute en el rendimiento industrial.

Debido a esta paulatina ablación de magnesio, sobre todo por determinados cultivos
intensivos, se produce escasez de magnesio que se advierte en sucesivas cosechas por un
descenso de las mismas, al principio imperceptible, pero que puede superar el 50 por 100.

Sin embargo, la propaganda sólo trata, y esto con insistencia, de fertilizantes nitrogenados,
fosfatados y potásicos y también cálcicos (aunque de éstos mucho menos), pero no menciona
los magnesianos. No cabe duda de que los tres primeros son los que en mayor proporción
asimilan los vegetales y que los magnesianos y cálcicos se necesitan proporcionalmente en
menores cantidades.

Estos dos últimos, además de constituir un alimento indispensable para las plantas, influyen
ambos (magnesio y calcio) aumentando la eficacia de los aportes de estiércoles y de los
abonos minerales de uso corriente, que son los tres primeros antes citados.

Existe en agronomía la ley de restitución del suelo de los elementos que extraen de él
sucesivas cosechas. Esta restitución se practica de dos maneras: por enmiendas y por
abonos. Las enmiendas modifican las propiedades físicas de los campos, haciéndoles aptos
para los cultivos, mediante adición de tierras adecuadas que cumplan con la finalidad
deseada.

Los abonos restituyen a los terrenos de cultivo los principios nutritivos que de ellos extraen las
cosechas. Ahora bien, tratándose del magnesio, no es suficiente efectuarlo con enmiendas; ha
de hacerse empleando abonos magnesianos, al igual que se hace con los potásicos,
nitrogenados y fosfatados.

¿Qué clase de compuestos de magnesio pueden o deben emplearse?


El publicista de temas agrícolas, don Luis Catalina, dice a este propósito:
«Se recomienda la agregación de los compuestos de magnesio en cantidades variables y en
relación con las necesidades de los diferentes cultivos. Los más utilizados son los hidróxidos,
carbonatas, cloruros, nitratos, fosfatos y algunos silicatos».
Por las razones antes expuestas existía, hasta hace pocos años, una gran resistencia por
parte de los agricultores norteamericanos y de casi todo el mundo al empleo de sales o
compuestos magnésicos con abono.

No obstante, sin darse cuenta, en muchas de las mezclas que empleaban, o bien añadían
magnesio en el suelo (sales potásicas impuras, encalado con cales dolomíticas, etc.), o
incorporaban correctivos que unas veces contenían magnesio (cenizas de plantas, yeso
impuro), y otras inmovilizaban parte del magnesio insoluble del suelo (sulfatos, cloruros,
nitratos, etc.).

Es decir, aunque no se reconocía como tal, el hecho es que abonaban con magnesio y como
los síntomas de las deficiencias magnesianas no son lo espectaculares que otras carencias, el
labrador suponía que nada más que los tres clásicos fertilizantes conocidos (fósforo, nitrógeno
y potasio) eran los necesarios para el normal desarrollo de sus plantaciones y cosechas.

Según McMurtrey, el tabaco fue la primera planta en que de un modo experimental se


reconoció la gran importancia del magnesio como abono. Los síntomas de deficiencia
magnésica en ella se llamaban «sand drown», antes que el origen del mal fuera conocido, y
consistía en la pérdida del color verde en las hojas bajas, comenzando por las puntas y luego
extendiéndose en todas las fases del desarrollo de las plantas, desde la semilla hasta la
completa madurez. Se presenta de preferencia en suelos muy permeables, después de
períodos de grandes lluvias.

La consecuencia pronto se sacó, al comprobar los efectos perniciosos observados en las


plantas por efecto de la carencia o escasez de magnesio aprovechable en el suelo, y fue la
necesidad de añadir magnesio al terreno laborable.

Lo que aún no está muy claro es la forma como se ha de añadir este magnesio.

Precisamente para llegar a una información práctica al respecto, los investigadores McIntire,
Shaw y Joung han llevado a cabo experiencias, que han durado cuatro años, con dos
minerales: la serpentina y el olivino, como fuentes de magnesio. Entre las ventajas que desde
un principio vieron los citados investigadores en estos silicatos son: ser abundantes y baratos
y prestarse a utilizarlos mezclados con los abonos clásicos.

Sin embargo, no pudieron precisar el grado de compatibilidad con el potasio, nitrógeno y


fósforo, utilizados como abono. Más bien sacaron la conclusión de que ambos silicatos
(serpentina y olivino) originan un desequilibrio de los elementos propios del suelo y no
garantizan una aportación efectiva de magnesio en los terrenos desencalados.

Al principio, en los Estados Unidos, se adicionaba magnesio al suelo en forma de enmiendas


calcáreas, es decir, empleando calizas dolomíticas, o sea de carbonato cálcico-magnésico.
Pero pronto se vio que tales calizas solamente debían aplicarse a suelos ácidos, de un pH
comprendido entre 4.5 y 5, pues sólo entonces producen efectivamente un enriquecimiento
del magnesio utilizable.

After y Hartwel, estudiando experimentalmente el efecto de la dolomita como abono en


terrenos are-no-arcillosos, deficientes en magnesio, han comprobado que esta forma de
abono suple las necesidades de magnesio a la tierra durante varios años, lo cual ha hecho
que pudiera llamarse tipo «standard» de abono magnésico. Dicha adición dolomítica está
particularmente indicada para cosechas de gran período de desarrollo. Se considera que la
adición de dos toneladas de dolomita pulverizada por hectárea es suficiente abono magnésico
durante tres años.

En el caso de cosechas de período corto, como tabaco, patatas, etc., no es aconsejable


alterar el pH del suelo por adición de carbonatos de calcio y magnesio; es mucho mejor
entonces, o bien el supermagnesiano, con un 8 a 10 por 100 de silicato de magnesio, o las
sales solubles, tales como el sulfato de magnesio, la kieserita, etc.

De 20 a 30 kilogramos por hectárea son suficientes una vez al año, aunque estas cifras,
según otros autores, pueden reducirse hasta 10 a 12 kilogramos solamente, cuando se
emplean el sulfato o el cloruro de magnesio, siendo además importante el advertir que en
estos casos de cosecha de período corto, la dolomita, a unas dosis diez veces mayores, no
responde satisfactoriamente.

Ciertas materias orgánicas, como raíces, residuos de industriales forestales, algodón, etc.,
cuando se aplican en grandes cantidades, pueden considerarse como abonos magnesianos y
prevenir las deficiencias de magnesio en el suelo. Pero la calcita sola, los turtos de
purificación del azúcar, por ejemplo, no sólo carecen de magnesio, sino que actúan como
insolubilizantes del magnesio existente, por lo que su empleo debe ser proscrito en los suelos
deficientes del citado elemento.

En suelos ácidos, un abonado excesivo con sales potásicas puede provocar la carencia del
magnesio sobre todo en los árboles frutales; en estos casos se reducirá al mínimo el abonado
potásico y se aplicará la dolomita y el sulfato magnésico. No hay que olvidar que el empleo del
sulfato amónico en cantidad excesiva produce marcada acidificación del suelo, y que el
exceso de potasio impide la absorción del magnesio por las raíces y hace decrecer las
cantidades de magnesio reemplazable del suelo.

Según Croper, el abono magnesiano resulta singularmente efectivo en las tierras margoso-
arenosas; pero siempre, después de comprobar por el análisis la deficiencia del magnesio
asimilable y acidez o no del suelo.

Suelos calizos y de baja acidez no deben ser abonados con óxido ni carbonato magnésico,
pero sí con sulfatas amónico y magnésico. El rociado con sal de Epson (epsomita, que es
sulfato magnésico) e incluso las inyecciones sólo deben realizarse cuando los demás métodos
fallan.

El ingeniero español don Luis Adelantado recuerda que, ya a fines del pasado siglo, se
aconsejaba mezclar con los abonos compuestos sulfato magnésico, que se encontraba nativo
cristalizado o se obtenía de las aguas madres de las salinas marítimas o en el beneficio de los
yacimientos potásicos. Sucesivamente se elaboró el nitrato cálcico-magnésico partiendo de
dolomías, con lo que se disponía de un fertilizante nitrogenado y magnésico a la par.

También se utilizó el fosfato bimagnésico que, por su insolubilidad en el agua y fácil reacción
con ácidos débiles, proporciona a los vegetales fósforo y magnesio en las mejores
condiciones de asimilación.

El cloruro magnésico llegó a ensayarse, pero no se generalizó su uso a causa de la


higroscopicidad y ser peligroso el ion cloro en determinados cultivos.

El producto que mayor éxito consiguió fue el fosfato doble amónico-magnésico que, aparte de
las características esenciales de solubilidad, proporciona a las plantas tres elementos muy
apreciados en la fertilización, como son:
fósforo, nitrógeno y magnesio, en la proporción respectiva de 28/29 de P2O5, 6/7 de NH3 y
15/16 de MgO, soluble en agua cargada de anhídrido carbónico y en disoluciones al 2 por 100
de ácido cítrico, que equivale a decir que es utilizable por los ácidos vegetales del suelo.
El fosfato amónico-magnésico, por ser insoluble en el agua, no es arrastrable a las capas
inferiores del suelo por las aguas de lluvia y de riego.

Esto hace que su aprovechamiento sea casi integral, a medida que se solubiliza, con un
rendimiento fertilizante de utilización mayor que el de los otros fosfatos y demás abonos
solubles en el agua.
Su proporción normal de empleo es de 100 a 200 kilogramos por hectárea, pudiéndose elevar
entre los límites de 250 a 500 kilogramos cuando los terrenos son muy pobres y las plantas
que se trata de cultivar ricas en hidratos de carbono. Apenas habría necesidad de decir que, si
se emplea fosfato amónico-magnésico, su contenido fosfórico y nitrogenado reduce la
cantidad que haya que emplear de dichos fertilizantes.

Como fórmula más adecuada para acelerar el crecimiento de las plantas jóvenes y los
rendimientos herbáceos, se recomienda la siguiente composición: 150 gramos de nitrato de
sodio, 200 gramos de superfosfato mineral, 100 gramos de cloruro potásico y 10 de sulfato de
magnesio. Se distribuirá primero en dosis de 20 gramos por metro cuadrado y,
posteriormente, en forma de riego en una solución de 200 gramos por cada hectolitro de agua,
alternando un riego con fertilizantes con otro de agua pura.

Para favorecer y desarrollar la floración, al mismo tiempo que obtener un mayor rendimiento
frutícola, la fórmula debe consistir en 50 gramos de nitrato sódico, 300 gramos de superfosfato
mineral, 150 gramos de cloruro potásico y 25 de sulfato de magnesio. La distribución se
practicará, en igual forma que la anterior y en las dos etapas mencionadas.

Para aquellos lectores que pretendan adquirir abonos magnésicos, les indicamos a
continuación algunas casas que les podrán facilitar carbonato, cloruro o sulfato.

El carbonato al por mayor puede adquirirse en,


«Industrias Químicas del Carbonato magnésico y sus Derivados», Aragón, 89, PALMA DE
MALLORCA
«S. E. de Productos Dolomíticos, S. A.», General Mola, número 24, SANTANDER
El cloruro puede adquirirse al por mayor en,
«Aprovechamientos Salineros, S. A.», Rambla Estudios, 109, BARCELONA
«Productos Toht, Sociedad Limitada», Huertas de la Villa, 9, BILBAO
El sulfato,
en «Aprovechamientos Salineros»
en «Cándido García Vaquero» VILLACAÑAS (Toledo)
en «Agencia General de Productos Químicos», Paseo de Gracia, 11, BARCELONA
Los productos magnésicos de esta última casa merecen los precisemos más, ya que sobre
ellos tenemos una mayor información.

El cloruro magnésico cristalizado se entrega envasado en bidones tipo CAMPSA, pues se


trata de un producto muy delicuescente (higroscópico), el precio es de 270 pesetas el
kilogramo; el envase cuesta 225 pesetas la unidad y su cabida es de 170 a 190 kilogramos.

El sulfato magnésico se ofrece en tres tipos:


 industrial, con 3 a 4 por ciento de cloro (a 115 pesetas 100 Kg.)
 refinado, con un máximo de 0.5 por 100 de cloro (a 200 pesetas los 100 Kg.)
 refinado, con un máximo de 0.2 por 100 de cloro ( a 250 pesetas los 100 Kg.)
Las tres categorías van ensacadas y el precio de cada saco es de 14 pesetas.

H) ÉXITOS AGRÍCOLAS GRACIAS A LAS SALES DE MAGNESIO


Para apreciar en su justo valor la importancia del magnesio en la agricultura, más que
ponderaciones, nada hay tan aleccionador como los éxitos obtenidos como su aplicación a los
cultivos agrícolas; por esto señalaremos algunos.

Einsenmenger no circunscribe la necesidad de magnesio solamente a determinados tipos de


cultivos, sino a todas aquellas tierras de este elemento.

Este autor ha podido comprobar que no hay ninguna planta de entre las malváceas,
geraniáceas, papaveráceas y otras, que no reaccione favorablemente a la aplicación del
magnesio, sobre todo en lo que respecta a los síntomas de clorosis. Este efecto - añade - es
muy marcado en las gramíneas.

En los Estados Unidos existen terrenos muy eficientes en magnesio, precisamente aquellos
donde se hallan las pomeradas más importantes del Este de la Nación. Poco menos que
agotados de magnesio aquellos suelos, después de muchos años de sucesivas cosechas de
manzanas, comenzaron a presentarse en los frutales síntomas evidentes de deficiencia de
magnesio.

Pero, gracias a los trabajos llevados a cabo por Boyton y Cain, se ha logrado la completa
normalización de aquellas tierras, mediante la aplicación constante de sales magnésicas en
sus diversas formas (epsomita, kieserita, magnesia o calizas dolomíticas). Especialmente la
pulverización en verano de disoluciones de sulfato magnésico ha hecho desaparecer los
síntomas perniciosos, incluso en la cosecha del año siguiente.

F.B. Johnston ha emprendido un estudio de las deficiencias en magnesio de las provincias


marítimas del Canadá, y por él ha comprobado la importancia de este metal en las
plantaciones de patatas, tabaco, manzanas y otros frutales. Con respecto a las patatas, ha
demostrado ser indispensable el magnesio para lograr buenos rendimientos; pues, aplicando
de 75 a 750 kilogramos por hectárea de caliza dolomítica, ó 60 a 120 kilogramos de sulfato
magnésico, ha conseguido incrementos insospechados.

Con respecto a la aplicación de sulfato magnésico, señala dicho autor la posibilidad de


«sulfatar» las cosechas con un caldo bordelés que contenga un kilogramo de aquel sulfato por
cada 6.5 litros. Los resultados logrados - al decir de Johnston - han sido sorprendentes.

El mismo investigador ha logrado combatir la clorosis del tabaco, mediante la adición de una
cantidad prudencial de dolomita, mezclada con los abonos ordinarios; pero advierte - al decir
esto - que no se agregue demasiado producto magnésico, porque entonces se perjudicaría a
la combustibilidad del tabaco recolectado.

Tratándose del manzano, en suelos fuertemente ácidos, Johnston ha logrado excelentes


rendimientos con la aplicación de 50 a 70 kilogramos de caliza dolomítica por hectárea; pero,
al mismo tiempo, señala la posibilidad de practicar pulverizaciones de una disolución de
sulfato magnésico al 2 por 100 sobre las hojas de los árboles.

No podemos omitir en este lugar los éxitos agrícolas obtenidos con el empleo de compuestos
magnesianos por Mr. Kuck, propietario de las granjas Brookside, en New Knoxville (Ohío, EE.
UU.). Las cosechas obtenidas en sus campos abonados con dolomita dieron la prueba más
manifiesta de la acción del magnesio. Con una primavera extraordinariamente húmeda,
seguida de la sequía más rigurosa, los resultados se podían apreciar a simple vista.

Los campos de maíz, por el exceso de lluvia en la época de su plantación presentaban toda
una gama de colores variados, desde el amarillo al verde intenso. Las plantas amarillas
estaban en los terrenos elevados y en las depresiones. Sin embargo, en los campos
abonados con dolomita, el maíz guardaba un mismo color verde, excepto en algunos puntos
aislados que habían estado tres o cuatro días debajo de agua, con dolomita no tardaron en
recobrar su color verde.

Y así, mientras casi todos los campos de la vecindad estaban muy exhaustos, las 42
hectáreas de Mr. Kuck permanecieron verdes y dieron una cosecha muy superior a la media
de la región. Los tallos de la alfalfa no abonada con dolomita estaban amarillos después del
tercer corte, mientras que la abonada con dicho mineral tenían, a la entrada del invierno, un
bonito color verde oscuro.

Sin embargo, los éxitos agrícolas más espectaculares de cuantos se conocen, logrados con el
empleo de sales de magnesio, son los del agricultor francés H. Vilain. Se trata de un hombre
que ha trabajado, experimentado y leído mucho. Su activismo le ha llevado a cultivar unas 40
heredades de 15 departamentos franceses diferentes, durante unos 50 años. Habiendo hecho
sus primeras experiencias agrícolas en terrenos muy pobres de Plachet, pasó más tarde a
Lachapelle.

En 1918 Lachapelle era una región desolada entre todas.

Sobre el suelo, pobre y arcilloso, las plantas crecían difícilmente y eran presa de los más
variados parásitos. Los animales, mal alimentados, eran arrebatados por las epidemias. Los
campesinos, arruinados y desalentados, abandonaron el terreno. H. Vilain se enteró de que
por 3.500 francos le vendían 31 hectáreas de terenos y los edificios de habitación. Así se lo
anunció su amigo el abate Renand, antiguo párroco de Lachapelle.

En seguida aceptó la oferta y se puso en camino del nuevo domicilio.

En 1928 reinaba en Lachapelle la misma desolación en todas partes, exceptuados los


terrenos que cultivaba H. Vilain a «su manera». Allí todo había cambiado: las cosechas eran
magníficas, las plantas y las bestias gozaban de una salud perfecta, y sin remedios, sin
pulverizaciones y sin vacunas, se defendían victoriosamente contra la invasión de parásitos y
contra el contagio de las enfermedades que hacían estragos en todo el rededor. Más aún: si
sobrevenía una helada en el momento de la floración de los centenos, los de H. Vilain
quedaban intactos.

Los campesinos, llenos de admiración, se preguntaban cómo explicar este prodigio y H. Vilain
les respondía:
«Yo no tengo más que un secreto, un buen equilibrio mineral. Esto es todo.»
El 24 de abril de 1938 todos los campesinos de Lachapelle se reunieron en las casas
consistoriales para escuchar una conferencia de H. Vilain, que comenzó así:
«Hace varios años que estoy con vosotros. Habéis seguido con interés mis experiencias, y
hoy es el día en que he llegado a tales resultados, que se puede hablar de un verdadero
resurgir de la tierra de Lachapelle y, por extensión, de todas las tierras semejantes».
Expondremos a continuación las principales ideas de la conferencia de H. Vilain, según la ha
dado a conocer el P. Manzanal a los lectores de lengua española:
«Comencé - dice - empleando los abonos comunes y clásicos: superfosfato, nitrato de sodio,
etc., llegando a echar 1.200 kilogramos de superfosfato por hectárea. Las cosechas fueron
bien escasas. Después de muchas experiencias y fracasos, me dije: la falta absoluta de
magnesio soluble es perjudicial, y así hice fabricar nitrato de magnesio y calcio. Con este
abono mineral hubo una gran mejoría en la vegetación, pero el rendimiento de semilla no era
proporcional a la paja.

»Fue preciso suministrar nuevos abonos al terreno. Hice fabricar fosfato y superfosfato de
magnesio, que se echó a la tierra a razón de 200 Kg. por hectárea. El peligro de las heladas
que amenaza a la cebada desaparece si echan 100 ó 200 kilos de carnalita o cainita por
hectárea. La sal marina bruta, es también uno de los excelentes abonos empleados. De esta
forma los resultados fueron excelentes: las cosechas muy abundantes, recogiendo, según
años, 3.000 Kg. de trigo, 50.000 Kg. de remolacha forrajera 2.400 kg. de guisantes y 20.000
kg. de patatas por hectárea.

»Con la buena alimentación mineral yo evito los parásitos y las epidemias. El brujo, por
ejemplo, ese insecto que agujerea las semillas, no hace en mis sembrados daño alguno. La
misma teoría - la alimentación mineral - hace frente a la enfermedad del corazón de la
remolacha. Para ello se echan 5 kg. de ácido bórico por hectárea. De esta manera tampoco
son temibles las enfermedades que, según dicen, vienen por invasión: la caries, la roña, etc.

»En el Canadá se trabajó durante muchísimos años en la destrucción del espino agracejo, en
el que se suponía vivía el parásito de la roña. Al cabo de algunos años, cuando creían que
habían desaparecido, tuvieron más roña que antes. También en Francia tenemos bastante
roña. Yo os doy un remedio: la buena y adecuada alimentación mineral. En caso de invasión,
yo no temo más que las invasiones guerreras, que no dejan nada tras de sí, pues he podido
comprobar en mis propios cultivos la verdad de aquellas palabras de Pasteur: El microbio es
nada, el terreno es todo.»
Como se ve por su conferencia, para H. Vilain el equilibrio mineral es la base de la buena
salud en los vegetales.

Todo desequilibrio crea un estado de menor resistencia que deja al organismo casi sin
defensas contra los microbios y parásitos; y cuando la epidemia o la enfermedad hace
estragos, no es lo más urgente andar a la caza del microbio o parásito y luchar contra él, la
lucha ruinosa y decepcionante, sino encontrar el desequilibrio mineral que ha abierto la puerta
al mal y poner allí remedio.

Microbios y otros parásitos desaparecen como por encanto, sin que se haya empleado ningún
otro remedio.

Terminaremos esta exposición con unas atinadas recomendaciones de don Luis Catalina,
que vienen muy a propósito para el tema que hemos tratado.
«Los agricultores - dice - interesados en los rendimientos de las cosechas deben cerciorarse
si las deficiencias vegetativas obedecen a falta de magnesio o a otras causas meteorológicas,
para en el primer caso efectuar las correspondientes correcciones.

Se trata de una cuestión de enorme trascendencia económica para la economía agraria, que
es preciso prestarle la debida atención, a fin de que las fructificaciones sean remuneradoras
para el cultivador.

Finalmente, no podemos olvidar que la explotación continuada e intensiva de los tierras de


labor provoca un acentuado y progresivo agotamiento, que únicamente podrá ser
contrarrestado con abundantes aportaciones de adecuados abonos minerales.»
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EPÍLOGO
Vamos a terminar esta compilación de trabajos acerca de las virtudes curativas del magnesio,
reproduciendo - pues nos las hacemos nuestras - las palabras con que el P. Manzanal dio
término a la serie de sus artículos.

En el transcurso de este estudio hemos relatado numerosos hechos que muestran que la
salud de las plantas, de los animales y del hombre depende, en gran parte del equilibrio
mineral de su alimentación.

Hemos visto asimismo cómo H. Vilian y Mr. Kuck obtuvieron buenas cosechas y curaron a sus
animales enfermos por medio de un mejor equilibrio mineral, aportando particularmente
magnesio. Este elemento, pues, desde el punto de vista de la química biológica es un
elemento fundamental. En la producción vegetal no se puede prescindir de la alimentación
magnesiana de la planta. Lo mismo hay que decir respecto de los animales y del hombre.

No vayamos a creer, que cualquier tenor de magnesio en el organismo es bueno. También la


proporción de magnesio tiene sus límites. Este elemento parece estar en excelente proporción
en la alimentación de los campesinos egipcios, por los efectos de buena salud que en ellos
produce.

El campesino egipcio, insuficientemente vestido tirita cuando hace frío; pero no se constipa, ni
enferma de gripe, neumonía ni pleuresía. Sus dientes no se carian. Se sabe que las caries
eran antes desconocidas en los esquimales. Ha aparecido en ellos solamente cuando ha
penetrado en sus tierras el pan blanco y los alimentos refinados de nuestra alimentación, que,
por otra parte, están más o menos desequilibrados.
El campesino egipcio resiste muy bien a las enfermedades europeas. Sus mujeres dan a luz
con mucha facilidad, sin la fiebre subsiguiente, y alimentan a sus hijos durante dos años o
más. Los que escapan a las enfermedades parasitarias, viven hasta una edad muy avanzada,
conservando una salud perfecta, física y psíquica.

Estos mismos efectos podemos nosotros conseguir mediante el buen equilibrio mineral, que
hemos propugnado en todas las páginas de este estudio. Y, bajo este punto de vista, se han
de considerar todas las curaciones que hemos relatado. Este equilibrio estará en el terreno de
nuestro organismo.

No olvidemos que la enfermedad es un verdadero drama en el cual intervienen dos actores: el


agresor (microbio o agente patógeno) y el organismo del viviente (terreno), que el agresor
intenta invadir; pero que se apresta, con todas sus reservas, a la defensa. Si su defensa es
débil, el agresor la vencerá, que, en circunstancias normales, el agresor no puede penetrar en
él.

Siendo esto así, tenemos dos modos de intervenir en este drama, para prevenir la enfermedad
o para curarla; o bien atacar al asaltante, sea fuera o dentro del terreno, para debilitarlo o
destruirlo, si es posible, o bien reforzar la defensa del organismo, mejorar el terreno, para que
él, por sí mismo, supere fácilmente al asaltante.

Fuera del terreno la lucha contra el agresor presenta notables ventajas; pero dentro del
terreno esta misma táctica, si el terreno es deficiente, por ejemplo, en su equilibrio mineral, no
puede dar más que resultados fragmentarios y rara vez definitivos, después de un período
más o menos largo.

Pero el agresor no puede dejar de perder mucha de su importancia, si nos acordamos menos
de él, para dar una mayor importancia al perfeccionamiento del terreno. Y este es el segundo
modo de combatir al agresor.

¿No es, en efecto, la débil resistencia del terreno, de la cual el desequilibrio mineral es
actualmente, una de las principales causas, que, no activando su defensa, transforma
enemigos ocasionales e inofensivos en parásitos peligrosos o en microbios virulentos?

Y, por el contrario, en un terreno resistente los microbios pierden poco a poco su virulencia
agresiva.

Recientemente, la importancia del terreno ha sido puesta a plena luz por los trabajos de
médicos que estudian enfermedades misteriosas hasta entonces incurables, y por los trabajos
de sabios biológicos que han estudiado el problema de la alimentación.

Éstos trabajos han revelado que muchas enfermedades - y de las más graves - tienen por
causa,
«no la presencia de un elemento nocivo que el organismo ha dejado penetrar en su seno, sino
la ausencia en la alimentación de una o varias substancias indispensables a la vida o a una de
las manifestaciones de la vida».
(Randoin)
La trascendencia de mirar la defensa del organismo desde el punto de vista de su perfecto
estado de resistencia y de explotar las energías latentes que puede desarrollar, más que
perseguir o destruir el microbio con medios venidos de fuera, una vez introducido en el
organismo, es de unos límites insospechados. Un organismo en tal disposición triunfa solo y
fácilmente de sus enemigos.

Un cultivador francés, un ganadero norteamericano, un eminente cirujano y biólogo, un


médico de mucha práctica hacen pasar a segundo plano la lucha directa contra el agresor,
para tener delante y en primer término el perfecto estado del terreno y explotar sus energías.

Y precisamente el equilibrio mineral es uno de los factores de ese perfecto estado.


A esto se han dirigido nuestras líneas, a presentar este punto de vista menos atendido, no
precisamente a despreciar y rebajar en su importancia otros medios que, estudiados por los
sabios, dan lugar a muy apreciables éxitos, pero sí a decir que éstos no son exclusivos de
ellos, porque hay otros medios que proceden de otra dirección y que también dan excelentes
resultados.

Creemos haber puesto en claro la importancia de que los organismos tengan en sí la


excelente defensa de un equilibrio mineral perfecto, que los defienda de muchos ataques por
sí mismos, sin requerir ninguna defensa extraña, que a veces, entrando en conflicto con el
organismo, le puede perjudicar.

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APÉNDICE PRIMERO
¿COMO DEBE TOMARSE EL MAGNESIO?
En los varios trabajos extractados para componer este libro, hemos podido advertir tres cosas:
1. que se preconiza casi exclusivamente la ingestión de cloruro de magnesio;
2. que las más de las veces no se indican las dosis
3. que, cuando la señalan, no coinciden los diversos autores en la cantidad.
Para orientar en este punto a nuestros lectores, vamos a presentar unas normas de
orientación.

Efectivamente, la sal magnesiana más comúnmente aconsejada es el cloruro de magnesio; y


ésta es, por consiguiente, la que deberían tomar las personas que tratan de practicar la cura
del magnesio y que la pueden tolerar, ya que para algunos les resulta muy laxante. Otras
sales magnesianas, que en ciertos casos se aconsejan en la cura del magnesio, son: el
sulfato y el carbonato de magnesio.

Vamos, pues, a explicar en qué consisten estas tres sales, cómo se deben tomar y dónde se
pueden adquirir.

En el comercio se presenta el cloruro de magnesio bajo tres formas:


1. cristalizado
2. desecado
3. anhidro
 el cloruro de magnesio cristalizado contiene seis moléculas de agua llamada de
cristalización y tiene por fórmula Cl2Mg6H20
 el cloruro de magnesio desecado tiene sólo dos moléculas de agua, por haber perdido
gran parte de ella al ser sometido a la temperatura comprendida entre 200° y 300°, y
su fórmula es Cl2MgH20
 el cloruro de magnesio anhidro carece de agua, por haberla perdido totalmente al ser
calcinado a una temperatura superior a 700°, y su fórmula química es simplemente
Cl2Mg
De estas tres formas de cloruro la más corriente es la cristalizada y ésta es la que
ordinariamente deberá usarse.

Puede adquirirse en farmacias o en droguerías algo bien surtidas, como suelen serlo las de
poblaciones importantes. Se expende en frascos de 100 ó 250 gramos muy bien tapados, y en
la misma forma se han de conservar, por tratarse de un producto delicuescente (higroscópico),
es decir, que toma la humedad del aire y se licua. Es inodoro y de sabor amargo.

La otra sal magnésica es el sulfato de magnesio, que cristaliza con siete moléculas de agua y
tiene por fórmula S04Mg7H20. Expuesta al aire enflorece, perdiendo agua. Es inodora y de
sabor muy amargo. Puede adquirirse también en farmacias o en droguerías.

La tercera sal magnésica es el carbonato de magnesio, C03Mg. Se presenta bajo la forma de


un polvo blanco, insípido, inodoro, inalterable al aire y sumamente ligero. Al igual que las otras
sales de magnesio, puede adquirirse en farmacias o en droguerías.

Todavía debemos mencionar los comprimidos DELBIASE, que contienen las cuatro sales
halogenadas del magnesio (cuales son el fluoruro, el cloruro, el bromuro y el yoduro de Mg), y
la crema DELBIASE, de composición parecida a la de los comprimidos del cloruro, para ser
aplicada a la piel, como regeneradora de los tejidos y frenadora del desarrollo anárquico de
las células. Estos preparados se venden exclusivamente en las farmacias.

Lo mismo puede decirse del MAGNOGENE, del HAL-MAGNOL y de los HALÓGENOS JULIA-
4H.

En el empleo de sales de magnesio, débese distinguir, según se trate de curar alguna


enfermedad o achaque ya contraído, y entonces reviste carácter medicinal, o sólo como
preventivo, y en este caso debe considerarse, no como medicamento, sino simplemente como
alimento poco menos que necesario. Por regla general, cuando se trata de curar alguna
enfermedad, se recomienda tomar doble dosis al día.

Una de las maneras prácticas de tomar el cloruro magnésico es sirviéndose de una solución
dispuesta previamente al efecto, que puede prepararse disolviendo 33 gramos de cloruro
magnésico cristalizado en un litro de agua. Si se tratase de sulfato magnésico, la solución se
habría de preparar con 50 gramos de esta sal en un litro de agua.

Si no se desea preparar previamente la solución de sales, entonces se toma una cucharita de


café, no muy colmada, de cloruro sódico o una cucharita de café, esta vez bien colmada, de
sulfato magnésico.

En ambos casos se disuelve cualquiera de estas sales en un poco de agua, lo que se obtiene
muy rápidamente, por tratarse de sustancias muy solubles.

Si la sal que se toma es carbonato, se ha de desleír una cucharada sopera, colmada, en un


poco de agua en un vaso (como dos dedos) o bien en la leche del desayuno, pues no le
comunica ningún sabor. Cada toma de comprimidos DELBIASE consiste en dos comprimidos
en medio vaso de agua. La aplicación de la crema DELBIASE a la piel comporta un masaje, a
fin de hacerla penetrar bien en la epidermis.

Téngase presente que las cantidades indicadas se refieren a una dosis; por tanto, en los
casos de utilizar las sales de magnesio como medicinas, se habrían de tomar dos dosis al día:
una por la mañana y otra por la tarde. Con todo, por razón de la edad, las dosis para obtener
los efectos curativos deberán atenerse a otras cantidades, según lo ha expuesto el doctor
Neveu y nosotros reproducimos a continuación.

Las cantidades que a continuación se expresan se refieren a la solución de 33 gramos de


cloruro de magnesio cristalizado en un litro de agua.
1. Adultos y niños hasta 5 años: 125 centímetros cúbicos de la solución de cloruro antes
indicada para seis horas. En casos muy graves: dos dosis iniciales, con dos horas de
intervalo; las siguientes dosis, con seis horas de intervalo.
2. Inferiores a 5 años: 100 centímetros cúbicos para los de 4 años, 80 para los de 3,60
para los de 2, y 40 para los de 1 año. El horario es el mismo que para los anteriores.
3. Inferiores a un año: Dos cucharadas (30 centímetros cúbicos) a los de más de seis
meses, una cucharada muy llena (20 cm cúbicos) a los seis meses, una cucharada
(16 cm. cúbicos) a los de menos de seis meses. La separación de estas dosis es de
tres horas.
Las dosis que acabamos de mencionar se refieren a las fases agudas de la enfermedad.
Se les irá desplazando progresivamente, cada 8 horas, más tarde cada doce, a medida que el
enfermo mejore. Después de la curación aparente, es necesario continuar el tratamiento
algunos días, para que el enfermo no se exponga a recaídas.

Tratándose de los HALÓGENOS JULIÁ-4H, se señala como dosis preventiva o de


conservación una cu-charadita de las de café (5 c.c.) cada día, mezclada con dos dedos de
agua natural, mineral, sifón o gaseosa, que se tomará antes o después de una comida, sea la
que sea.

Pero, cuando se trata de atacar en su fase aguda, los adultos y niños de más de 5 años
deberán tomar dos cucharaditas cada 6 horas; en casos muy graves, 2 cucharaditas iniciales,
y a las dos horas otras 2; las siguientes dosis, con seis horas de intervalo.

Repetimos que la sal magnésica más recomendada de los médicos es el cloruro. Sin
embargo, a algunos les resultará molesta de tomar. En primer lugar por ser amarga; con todo,
a la larga uno se acostumbra y ya nota menos el amargor. Otra propiedad del cloruro
magnésico es la de ser bastante laxante y, para algunos, poco menos que purgante.

Con todo, este efecto suele ser más pronunciado en los primeros días; después, el cuerpo ya
se habitúa y se regularizan las evacuaciones. A los tales, les convendrá ingerir el cloruro
magnésico, no en ayunas, sino poco después de la comida, pues entonces el efecto laxante
es menos pronunciado. En cambio, en las personas que padecen de estreñimiento, el cloruro
de magnesio resulta un excelente regularizador de las evacuaciones.

A las personas que no pueden tomar cloruro magnésico por resultarles demasiado laxante, les
convendrá ingerir el magnesio en forma de carbonato, de la manera que luego se explica.

El carbonato de magnesio, por ser insoluble en el agua, no es directamente asimilable por el


organismo; pero sí lo es indirectamente, por convertirse en cloruro dentro del estómago,
gracias al ácido clorhídrico que de ordinario contiene el jugo gástrico.

Para las personas, pues, que por padecer de hiperclorhidria (exceso de ácido) suelen tomar
bicarbonato de sodio, el carbonato de magnesio resulta ser un excelente neutralizador de la
acidez para calmar el dolor de estómago, sin los inconvenientes del bicarbonato, que suele
ser desaconsejado por los médicos; porque, si bien de momento quita el dolor, fomenta la
causa de la acidez y, por consiguiente, el que se vaya reproduciendo con más intensidad en
adelante.

En cambio, a las personas que padecen de hipoclorhidria (falta de acidez) no es aconsejable


que diariamente ingieran este neutralizador, que es el carbonato de magnesio.

El sulfato de magnesio conviene más a las personas que padecen del hígado, dado que
precisamente los sulfates suelen recetarse para este género de dolencia.

Se dirá, ¿no ha salido últimamente otro producto que hace en el organismo humano lo mismo
y tal vez más que las sales de magnesio, la jalea real?

Así, por lo menos, se anuncia, si bien no parece que tenga carácter de tanta universalidad
como las sales de magnesio. Una diferencia grande hay entre ambos productos y es lo
referente al precio: Cada cajita de jalea real viene a costar unas 500 pesetas, y cada toma, de
30 a 35 pesetas; en cambio, el precio del cloruro de magnesio, cuando menos en Barcelona,
es de 10 pesetas el frasco de 100 gramos, comprado en droguería; el precio del sulfato es por
el estilo, y un kilo de carbonato de magnesio a granel cuesta sólo 25 pesetas comprado en
droguerías.

Todavía debemos hacer resaltar entre los preparados magnesianos, citados en el decurso de
esta obra (DELBIASE, HAL-MAGNOL, MAGNOGENE, LIDATINE...), los llamados
HALÓGENOS JULIA-4H, de Villanueva y Geltrú (Barcelona), definidos como «estimulante
biológico general, a la vez que sustancia plástica, base de toda célula».

En el prospecto de este preparado farmacéutico se señalan unas orientaciones, con respecto


a su uso, que conviene tengan presentes cuantos toman sales de magnesio, sea en forma de
cloruro, de carbonato o de sulfato, sea en cualquiera de los preparados farmacéuticos que se
acaban de citar.
1. Después de los 40 años, este alimento o medicina es conveniente tomarlo todos los
días sin interrupción, a pesar de que parezca hallarse el individuo orgánicamente
perfecto. De esta necesidad se habrá dado cuenta el lector por lo que
precedentemente se ha expuesto.
2. Naturalmente que su uso no crea hábito; puede dejarse en cualquier momento, sin
perjuicio orgánico; pero, al abandonarla, queda el sujeto sin la protección hasta
entonces conseguida.
3. Esta medicación es compatible con cualquier otra que se pueda hacer, y no hay que
suspenderla, aunque se vayan a tomar otros medicamentos.
4. No crea el que tome sales magnésicas que quedará exento de dolencias y
contratiempos; habrá enfermedades y trastornos entre los consumidores; pero buena
parte de ellas, y no despreciable, serán atenuadas y muchas eliminadas.
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APÉNDICE II
CONTENIDO DE MAGNESIO Y DE CALCIO EN LOS PRINCIPALES
ALIMENTOS
A continuación presentamos una lista, bastante completa, del contenido de magnesio de un
gran número de alimentos, de origen animal y, sobre todo, de origen vegetal, y para que esta
información sea más completa, hemos añadido el contenido de calcio de los mismos
alimentos, ya que este elemento es necesario también para el organismo humano, tanto o
más que el magnesio.

La diferencia que hay entre el uno y el otro estriba en que, modernamente, los vegetales
suelen contener el calcio requerido para su buen desarrollo, porque si las tierras no lo tienen
se les añade en forma de abonos o de enmiendas, al paso que los vegetales y también los
animales que se alimentan de aquéllos, suelen ser deficitarios de magnesio, puesto que las
tierras lo tienen en gran parte agotado por los cultivos sucesivos, y entre los agricultores no ha
entrado hasta ahora, si no es con raras excepciones, el abonado con compuestos
magnesianos, como se hace con los de fósforo, nitrógeno y potasio.

El contenido de magnesio que se señala en la lista que a continuación presentamos se refiere


al que suelen tener los vegetales que se han desarrollado en tierras dotadas de suficiente
magnesio.

Pero debemos advertir que, de hecho, muchas veces no se aprovecha este magnesio de los
alimentos, por cuanto, al prepararlos, se deja perder miserablemente.

En efecto: la mayor parte de las materias minerales y también de las vitaminas de los
vegetales se hallan en las frutas y, muy particularmente, en las verduras; por lo cual es una
mala costumbre, reprobada con razón por los higienistas y dietéticos, desechar el agua de
cocción de las mismas, porque en ellas están disueltas las materias minerales y las vitaminas,
y así se desperdicia lo que más conviene para evitar la desmineralización del organismo.
Por lo tanto - y así lo recomienda el doctor V. L. Ferrándiz - se ha de aprovechar, para
confeccionar sopas, el caldo resultante de la cocción de las verduras, y no tirarlo al fregadero,
como frecuentemente se hace.

Esta inveterada y mala costumbre tiene en algunos casos su justificación, y es cuando el


caldo resultante ofrece gusto desagradable, como sucede al cocer garbanzos secos y judías
tiernas; pero, en otros casos, no hay nada que lo justifique, si no es la rutina, como, por
ejemplo, tratándose del caldo resultante de hervir las patatas y las judías secas, pues ambos
caldos, además de ser muy sustanciosos, porque contienen la mayor parte de las materias
minerales y las vitaminas de los respectivos vegetales, dan lugar a sopas de gusto delicioso
para la mayoría de paladares.

Los valores de magnesio y calcio se dan en miligramos de óxido, es decir, de magnesia (MgO)
y de cal (CaO) por 100 gramos de sustancia.

El orden escogido es el de porcentaje de magnesia.


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APÉNDICE III
PRINCIPALES DOLENCIAS PARA LAS QUE SE RECOMIENDA EL
EMPLEO DE SALES DE MAGNESIO
Con objeto de que, cuantos se sienten aquejados de alguna dolencia puedan saber
inmediatamente si en este libro se citan autoridades médicas que recomiendan las sales de
magnesio para alivio de su mal o si efectivamente se han dado casos que lo han prevenido,
aliviado o curado, nos ha parecido poner en este apéndice un catálogo de las dolencias que
en él se citan. Y al hacer esto, mucho nos tememos que alguno de los lectores tilde,
despectivamente, de Panacea a las sales de magnesio.

Si hubiese alguno que así procediese, le diríamos que efectivamente las sales de magnesio
pueden llamarse panacea - y no en sentido despectivo—, por cuanto es un hecho bien
comprobado que a su falta se deben muchas enfermedades que desaparecen con la ingestión
de cloruro de magnesio o de otra sal magnésica.

Precisamente en farmacia, desde tiempo antiguo, se llama «panacea inglesa» - y no


ciertamente en tono despectivo - el carbonato de magnesio mezclado con carbonato de calcio.

He aquí, pues, la serie de dolencias que se citan en el libro, con indicación de la página o
páginas en que esto se hace:
Aborto de los caballos y bovinos (El Mg previene el), 96.
Adenitis (El Mg cura la), 61, 64.
Aftosa (El Mg cura la fiebre), 96.
Agotamiento intelectual (El Mg desvanece el), 12.
Alimento (El Mg es considerado como), 53.
Anginas diftéricas (El Mg cura las), 62, 64.
Antrax (El Mg cura el), 60.
Arterias (El Mg da elasticidad a las), 56.
Arterioesclerosis (El Mg evita la), 56.
Artrosis (El Mg cura la), 10.
Asma (El Mg suaviza el), 59.
Atrofia muscular (El Mg hace desaparecer la), 60.

Bactericida del magnesio (Acción), 43.


Biliar (El Mg favorece la evacuación), 46.
Bioquímica vegetal (Papel del Mg en la), 104-108.
Bronconeumonía (El Mg evita y cura la), 57, 58.
Bronquitis (El Mg reduce la), 59.

Calcio patológico (El Mg elimina el), 56.


Cáncer (El Mg preventivo del), 46, 69-77.
Cicatrización de úlceras por el Mg, 42.
Citofiláctico (Método), 45, 49.
Citofilaxia del magnesio, 62, 68.
Cloroformo (El Mg cura las intoxicaciones del), 53,

Desequilibrio mineral (El Mg remedia el), 22.


Desodorante (El Mg como), 52.
Difteria (El Mg cura la), 60-68.
Digestivos (El Mg modera los desórdenes), 50.

Enfisema (El Mg reduce el), 58.


Enteritis del ganado (El Mg cura la), 91, 96.
Equilibrio mineral (El Mg contribuye al), 30-38.
Erisipela (El Mg cura rápidamente la), 60.
Escarlatina (El Mg cura rápidamente la), 60.
Euforia (El Mg produce), 49.
Eczema (El Mg cura el), 60.

Fagocitario (El Mg aumenta el poder), 43, 48, 49.


Fatiga (El Mg alivia la), 49.
Fiebre aftosa (El Mg cura la), 95.
Forúnculo (El Mg se opone a la evolución del), 60.
Fósforo en las plantas (El Mg asimilador del), 108-111.
Gastroenteritis de los gatos (El Mg cura la), 95.
Gripe (El Mg previene la), 57, 58.

Hemorroides (El Mg cura las), 11.


Hiperclorhidria (El C03Mg modera la), 50.
Hipertensión (El Mg previene y rebaja la), 55.
Hipertrofia prostática (El Mg detiene la), 54.

Infección intestinal crónica (El Mg cura una), 12.


Infecciosas (El Mg cura las enfermedades), 56.
Inmunidad natural (El Mg confiere), 23.
Intestinales (El Mg suprime perturbaciones), 50.
Intoxicación alimenticia (El Mg cura la), 59.

Juventud (El Mg alarga la), 50.

Laxante (El Mg es un excelente), 12.


Leucoplasias (El Mg cura las), 69-70.

Magnesio virtudes curativas (Posee el), 9-20.


Mal de piedra (El Mg alivia el), 51.
Mamitis crónicas (El Mg. cura las), 70, 88.
Meteorismo del ganado (El Mg evita el), 91.

Narcóticos en los animales (El Mg da resistencia a los), 93, 94.


Neumonía (El Mg cura la), 58.

Olivo (El Mg suprime la cosecha alternativa del), 113.


Ostiomielitis (El Mg cura rápidamente la), 61.

Panacea de todos los males? (¿Es el Mg), 47.


Parálisis (El Mg hace desaparecer una), 60.
Paratiroidea (El Mg determina la fijación de la), 39.
Peste aviar (El Mg da resistencia contra la), 94.
Piel (El Mg cura los picores de la), 51.
Poliomielitis (El Mg cura la), 60.
Próstata (El Mg previene y cura la), 13, 54.

Rejuvenecimiento por el magnesio, 50.


Reuma (El Mg hace desaparecer el), 12, 55.

Sabañones (El Mg cura y previene los), 52.


Sarampión (El Mg cura rápidamente el), 61.
Sugestión? (¿El Mg obra por), 13-20.

Temblor senil (El Mg cura el), 11, 54, 55.


Terapéutica humana (El Mg en la), 38, 42.
Tifus de las aves (El Mg previene el), 95.
Tonifica (El Mg), 50.
Tosferina (El Mg cura y previene la), 59.

Usagre de los caballos (El Mg cura la), 96.

Vejez (El Mg aleja la), 50.


Virucida del magnesio (Acción), 43.
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APÉNDICE IV
BIBLIOGRAFÍA
Para cuantos quieran estudiar algo más a fondo las virtudes curativas del magnesio y su
acción sobre los animales y las plantas, nos ha parecido bien añadir un cuarto apéndice
dedicado a bibliografía sobre estas cuestiones.

Sin pretender, ni mucho menos, haber agotado la materia, podemos ofrecer a nuestros
lectores una lista de libros y artículos de revista acerca de los efectos salutíferos del
magnesio.
ADELANTADO (L.) : Fertilizantes magnesianos. («Revista Industrial y Fabril, abril 1953, pág.
210, Madrid).
ANÓNIMO: El magnesio en la producción de cosechas. («Ion», marzo 1950, pág. 172,
Madrid).
ANÓNIMO: El magnesio regulador del calcio, fósforo y halógenos en el organismo de ciertas
especies de plantas. («Ion», noviembre 1946, Madrid.
ANÓNIMO: El magnesio y el calcio. («El Monitor de la Farmacia, 20 mayo 1947, pág. 193,
Madrid.)
ANÓNIMO: Sales de magnesio y manganeso en el crecimiento del trigo. («El Cultivador
Moderno», agosto 1954, pág. 302, Barcelona.)
ANÓNIMO: Virtudes curativas del magnesio. («Ibérica», volumen, 20, 1954-II, pág. 252,
Barcelona.)
BLAS (L.): El magnesio como abono. («Ion», marzo 1949, pág. 137, Madrid.)
BOYTON Y CAÍN: El magnesio en la manzana. («Ion», febrero 1941, pág. 106, Madrid.
CAMP (A. F.): El magnesio en la fertilización del limón en Florida. («Ion», marzo 1947, pág.
193, Madrid.)
CANALS (E.): Du role physiologique du magnesium chez les végétaux. 134 págs. Montpellier,
Roumegous et Déhan, 1920.
CID (F. A.): Una página sobre el profesor Delbet, investigador del cáncer. («Ibérica», vol. 21,
1955-I, pág. 26, Barcelona.)
CID (F. A.: Los oligoelementos son catalizadores de nuestras funciones vitales. («Ibérica», vol.
21, 1955-I, pág. 104, Barcelona.)
COOPER (E. H.): Factores que modifican la asimilabilidad del magnesio en el suelo.
DELBET (P.): Acción frenadora del cloruro de magnesio en la multiplicación de las células
alípicas, en el desarrollo anárquico. («Academia Francesa de Medicina», París, 1.° de mayo
de 1932.
DELBET (P.): El cloruro de magnesio favorece la evacuación biliar y mejora la digestión.
(«Academia Francesa de Medicina, París, 1.° de mayo de 1936.)
EISENMENGER (W. S.): Relación entre el desarrollo las plantas y la necesidad de magnesio.
(«Ion», noviembre 1946, pág. 619, Madrid.)
EISENMENGER (W. S.): Relación entre el desarrollo de de las plantas en los cultivos de
sementera y la necesidad del magnesio. («Ion», febrero 1947, pág. 105, Madrid.)
FAVIVE (J.): Equilibre mineral et Santé. 403 págs. París, Librairie «Le François» (Boulevard
Saint-Germain, 91), 1951.
GOYTISOLO (José M.a): El magnesio fulminante vital. «Ibérica», vol. 11, 1950-I, pág. 100,
Barcelona.)
GOYTISOLO (José M.a): El magnesio y el calcio en el metabolismo vital. (Ibérica», vol. 14,
1951-II, pág. 32, Barcelona.)
JOHNSTON (F. B.): El magnesio en la producción de cosechas. («Ion», marzo 1950, pág.
172, Madrid.)
KRAUSE (M.): Magnesio para el diagnóstico diferencial de las enfermedades agudas. (Arzt.
Weschr.», 9, 283, 1954.) En este trabajo se habla de la sedación de los espasmos viscerales
abdominales, pero no de los procesos inflamatorios, con respecto al tiosulfato de magnesio.
MANZANAL, S. I. (Francisco): ¿Qué se entiende por equilibrio mineral? («Ibérica, vol. 19,
1954-I, pág. 302, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): El equilibrio mineral visto por un agricultor. («Ibérica», vol. 19,
1954, pág. 314, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): El equilibrio mineral del hombre. («Ibérica», vol. 19, 1954-I, pág.
387, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): El equilibrio mineral visto por un granjero norteamericano.
(«Ibérica, vol. 19, pág. 425, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): Multitud de efectos curativos del cloruro de magnesio.
(«Ibérica», vol. 19 pág. 462, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): El magnesio y el cáncer. («Ibérica», vol. 20, 1954-I, pág. 28,
Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): Deficiencia de magnesio en la alimentación actual de los
pueblos. («Ibérica», vol. 20, 1954-II, página 68, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): Terapéutica magnesiana de la difteria. («Ibérica», vol. 20, 1954,
pág. 105, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): Terapéutica magnesiana de las enfermedades infecciosas.
(«Ibérica», vol. 20, 1954-II, pág. 146, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco: Las enfermedades infecciosas de los animales domésticos.
(«Ibérica», vol. 20, 1954-II, pág. 187, Barcelona.)
MC INTIRE, SHAW y YOUNG: Empleo de silicatos magnésicos en el abonado de tierras.
(«Ion, mayo 1953, pág. 280, Madrid.)
MC MURTREY: Efectos del magnesio sobre el crecimiento y composición del tabaco. («Ion,
marzo 1947, página 193, Madrid.)
MATONS (A.) y ROSELL-VITA (M.): Magnesio. («Diccionario de Agricultura, Zootecnia y
Veterinaria», vol. II, pág. 506, Salvat Editores, Barcelona.)
NEVEU (Dr.: El tratamiento de la poliomielitis por el cloruro de magnesio. (Revista «L.Ouest
medical», Francia, 10 noviembre 1951.)
PALIOS (Dr.) De la resistencia general conferida al organismo por las sales de magnesio.
(«Academia Francesa de Medicina», París, 25 de mayo de 1940.)
PEVEN (Dr.): Traitement cytophylactique des moladles infectieuses par le chlorure de
magnésium. A propósito de este libro ha escrito el Dr. A. L.: «Se puede afirmar que este
mineral (el magnesio) protege contra toda infección y ciertamente abrevia siempre la
convalecencia reduciendo la astenia tan molesta.»
PRIECH (J.) y CONSTANT (J. P.), dan cuenta de los resultados favorables obtenidos por el
glutanato de magnesio en sujetos afectados de «petit mal» epiléptico y en niños deficientes
mentales. Con este tratamiento - añaden - disminuye la frecuencia de las crisis mentales, se
normaliza el comportamiento, se eleva el coeficiente intelectual y se mejora el estado
somático. («Medicamenta», número 265, pág. 45, 15 mayo 1955.)
PUIG, S. I. (L): .Posee el magnesio virtudes curativas? («Ibérica», vol. 26, 1957-II, pág. 95,
Barcelona.)
PUIG, S. I. (I.): El magnesio en zootecnia. («Ibérica», vol. 26, 1957-II, pág. 135, Barcelona.)
RIBAS MARQUES (I.): Los bioelementos del pescado. («Ion», octubre 1944, pág. 603,
Madrid.)
ROCASOLANO (C): La cal y la magnesia en fruticultura. («El Cultivador Moderno», noviembre
1956, página 118, Barcelona.)
SCHLIEPHAKE (E.): Empleo de preparados de magnesio en trastornos circulatorios.
(«Deustch. Med. Wschr.», 77, 1508, 1952). En este artículo se dice estar indicadas las
combinaciones de tiosulfato y nicotina-to de magnesio en inyecciones intramusculares o
intravenosas en varias afecciones y trastornos circulatorios.
SUÁREZ-GARCÍA (B.): El magnesio en agricultura («Ibérica, volumen 25, 1957-I, pág. 343,
Barcelona.)
SYMPOSIUM OF THE AMERICAN CHEMICAL SOCIETY: El contenido en magnesio de los
fertilizantes. «Ion», febrero 1947, página 105, Madrid.) TRIGO MEZQUITA (A.): Importancia
del magnesio en la vida de las plantas. («Ibérica», vol. 3, 1946-I, pág. 39, Barcelona.)
TROUG (E.), GOATES Y BERGER (K. C): Relación magnesio/fósforo en la nutrición de las
plantas. («Ion», marzo 1947, página 193, Madrid.)
VIDAL FREIRE (A.): Catión magnesio en la terapéutica. (La Prensa médica argentina, XLII,
3.075, 1955.) En este trabajo se dice ser el magnesio muy importante para la vida, por cuanto
desempeña en ella un decisivo papel en los procesos de síntesis y oxidación del organismo, y
da cuenta de los alentadores resultados de su empleo.
VITORIA, S. I. (E.): Los elementos químicos y su olio-godinamia en los seres vivos.
(«Memorias de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona», vol., XVIII, núm. 4,
1946.)

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