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El legado de la Antigua Grecia a la libertad: el coqueteo de

Aristófanes con el feminismo


Artículo publicado originalmente en Libertarianism.org con el título Ancient Greece’s Legacy for Liberty:
Aristophanes’ Flirtation with Feminism

Escrito por Roderick T. Long

Traducido al español por Josué Contreras

Correo electrónico: joshuachile09@gmail.com

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En sus obras Lisístrata, Las Asambleístas y Las Tesmoforias


Aristófanes anticipó algunos aspectos de los principios modernos de la
igualdad de género.

¡Mujeres! Estiremos nuestros cuellos y cantemos nuestra

propia alabanza porque la tribu masculina

nada tiene que decir sobre la carrera femenina… .[1]

Tal como su contemporáneo Eurípides, Aristófanes demuestra un gran interés por el


estatus de la mujer en la sociedad ateniense. Tres de sus obras –Lisístrata, Las
Asambleístas y Las Tesmoforias– están especialmente dedicadas a las quejas de las mujeres
como clase y las primeras dos, supuestamente, brindan retratos empáticos que explican la
toma del poder político por las mujeres de la ciudad.

Dadas las cómicas intenciones de Aristófanes, no podemos estar seguros en qué


grado concuerda con las quejas que permite que emitan sus protagonistas femeninas– y
sería particularmente temerario asumir que apoyaba la extensión literal de los derechos
políticos a las mujeres. (Aunque, por otra parte, esta posibilidad tampoco sería rechazada
por considerarse impensable; después de todo, serios defensores de la igualdad política
entre ambos sexos –tales como Platón, los Cínicos y los primeros Estoicos– emergerían en
unas cuantas generaciones.). Pero, independientemente de cuál haya sido el motivo de su
apoyo, en las tres obras mencionadas, Aristófanes proporciona importantes exploraciones
de la justicia o, de otra manera, del estatus de la mujer y da voz a fascinantes argumentos
feministas.

En Lisístrata, la toma del poder por parte de las mujeres es temporal, su propósito es
únicamente presionar a los hombres para que acaben con la Guerra del Peloponeso; en las
Asambleístas, la toma del poder es permanente y el objetivo de las mujeres es reemplazar a
los hombres en el gobierno más que compartir el poder con ellos en igualdad de
condiciones. Pero, en ambos casos, el rol financiero de la mujer dentro del hogar se ofrece
como evidencia de su cualificación para encargarse de las finanzas de la ciudad en su
totalidad. Lisístrata, líder de la huelga de las mujeres en la obra homónima, tiene el
siguiente diálogo con el líder de los magistrados:

— Nosotras nos haremos cargo de los fondos por ustedes.

— ¿Ustedes se harán cargo de los fondos?

— ¿Qué hay de raro en ello?


¿Acaso no somos nosotras las que cuidamos del presupuesto familiar?...

—No es lo mismo.

— ¿Por qué no? [2]

Asimismo, Praxágora, [3] la líder análoga de la sublevación de las mujeres en Las


Asambleístas sostiene:

Mi propuesta es que la administración de la ciudad

sea entregada a nosotras las mujeres. Después de todo,

somos las mujeres las que

nos ocupamos de nuestros hogares y finanzas. [4]


Aristófanes aquí se anticipa al filósofo socrático Jenofonte, quien más tarde
sostendría en su Económico que las mujeres eran las verdaderas administradoras del hogar,
que la experticia que se necesitaba para hacerse cargo de un hogar era la misma que se
necesitaba para gobernar un estado y que hombres y mujeres eran iguales en lo que se
refiere a intelecto y virtud. [5] La clara implicación es que las mujeres están igualmente
cualificadas para dirigir el estado. [6] (Y seguramente no es coincidencia que Platón, quien
defiende la capacidad política de las mujeres en su República, [7] esté de acuerdo con
Jenofonte en que el gobierno político y la administración del hogar corresponden a la
misma habilidad, [8] mientras que Aristóteles, quien defiende la subordinación política de
las mujeres, también insiste en que las dos habilidades son diferentes.). [9]

Históricamente, un argumento común en contra de la extensión de los derechos


políticos de las mujeres es que ellas no comparten la responsabilidad del reclutamiento
militar de los hombres. Herbert Spencer, por ejemplo, a pesar de haber defendido los
mismos derechos políticos para ambos sexos en su primera obra Estática Social, [11]
cambió de posición cuarenta años después en sus Principios de Ética:

La ciudadanía no incluye solamente el ir a votar, unido de vez en cuando con el


cumplimiento de las funciones representativas; también incluye ciertas responsabilidades.
Pero, de ser así, no puede haber igualdad de ciudadanía, salvo que, junto con una porción
de bien, haya una porción de mal. Es absurdo llamar igualdad de ciudadanía a un sistema
bajo el cual algunos tienen sus poderes gratuitos, mientras otros pagan por sus poderes
exponiéndose a riesgos. Ahora, los hombres, cualesquiera sean los poderes políticos que
puedan poseer, son, al mismo tiempo, separadamente responsables de la pérdida de
libertad, de la privación y, a veces, de la muerte, como resultado de tener que defender el
país; y, si las mujeres, junto con los mismos poderes políticos, no tienen las mismas
responsabilidades, su posición no es una de igualdad sino una de supremacía.

A menos que, por tal motivo, las mujeres aporten contingentes al ejército y a la
armada, tal como los hombres lo hacen, es evidente que, desde el punto de vista de la ética,
la pregunta sobre la denominada igualdad de “derechos políticos” de las mujeres, no puede
considerarse hasta que se logre un estado de paz permanente.
Asimismo, cuando los magistrados atenienses en Lisístrata sostienen que las
mujeres no están facultadas para ejercer derechos políticos, ya que ellas no han “hecho
nada en favor de la guerra”, la protagonista responde:

Nosotras hacemos más de lo que nos corresponde –mucho más.

Para empezar, nosotras traemos al mundo a los hijos

y nosotras los enviamos a luchar. …

Por si fuera poco,

cuando estamos en la plenitud de nuestra vida

dormimos solas debido a la guerra. [13]

Además, en Lisístrata, no se menciona, aunque podría, que las mujeres de las


ciudades derrotadas, de manera frecuente, corrían el riesgo de ser convertidas en esclavas –
entonces, uno difícilmente podría afirmar que las mujeres estaban libres de los riesgos y
consecuencias implicados en la guerra.

Aristófanes también describe las formas en que las preocupaciones de las mujeres
eran silenciadas, tanto en la esfera política como en casa. Lisístrata reclama:

Antes de hoy y a lo largo del tiempo hasta entonces

nosotras las mujeres aceptamos en sumiso silencio con todo hecho

para ustedes los hombres.

Aunque no se nos permitía responder, sabíamos muy bien lo que estaba sucediendo.

Muchas veces, estando en casa, escuchábamos

los estúpidos errores que ustedes cometían

en asuntos políticos graves

y asfixiábamos nuestra angustia, simulábamos una tímida sonrisa y decíamos:


“Desearía que me hablaras

como lo hiciste hoy en el parlamento…”

A lo que el marido respondía en tono burlón:

“Mujer, acaso no te enseñaron a no meterte en lo que no te incumbe…

Mujer, concéntrate en tu bordado

o se te hincharán las orejas.

La guerra es asunto de hombres…”

¿Cómo podría ser correcto que no se nos permitiese opinar

incluso cuando ustedes estaban provocando un desastre? [14]

A parte de los impedimentos políticos, Lisístrata señala las formas en que las
costumbres y convenciones sociales afectan a hombres y mujeres de manera diferente:

Cuando el hombre retorna a casa,

incluso estando viejo y canoso, en un instante puede

encontrar una chica con quien casarse,

pero, en el caso de la mujer, la flor de la vida no dura mucho,

y una vez que su juventud se desvanece, nadie se desposará con ella.

En casa, la mujer se va deprimiendo

llena de frustraciones y sueños incumplidos. [15]

Y en Las Tesmoforias de Aristófanes, el coro de mujeres muestra inconsistencias en


el mantenimiento de los valores patriarcales: Si las mujeres realmente son “una plaga para
toda la humanidad”, entonces por qué los hombres nos cierran la puerta y “nos prohíben
asomar la nariz fuera de casa o deambular por ahí. Por ende ¿Cómo es que quieren
mantener una plaga en casa?” [16]
Aristófanes también dirige nuestra atención a la influencia de las representaciones
culturales de las mujeres. Su obra Las Tesmoforias trata de una asamblea de mujeres que se
reúne para llamar a Eurípides a juicio por sus representaciones negativas sobre el sexo
femenino. Como hemos visto anteriormente, [17] mientras los lectores modernos suelen
encontrar temas protofeministas en las obras de Eurípides, en la Antigüedad su obra fue
ampliamente considerada como misógina – tal vez en parte por las mismas razones
(protagonistas femeninas asertivas que desafían los roles de género tradicionales y las
expectativas familiares).

Donde sea que haya un teatro,

audiencia, actores trágicos y coros

no nos ha golpeado él [= Euripides] con sus desprecios,

haciendo creer que somos…alcahuetas,

quejicas, traidoras, chismosas, perdidas en intrigas,

esencialmente enfermas, la maldición más grande de la humanidad?

Es así que, como resultado, los hombres llegan a casa desde el teatro

e inmediatamente comienzan a mirarnos con sospecha

y buscan en los armarios algún amante oculto.

De ninguna manera podemos comportarnos naturalmente,

ya que este tipo se ha dedicado muy bien a envenenar los pensamientos de nuestros
hombres. [18]

Aunque no queda claro si Aristófanes comparte la interpretación de Eurípides en sus


personajes, sin duda este plantea cuestiones que anticipan debates modernos sobre los
efectos nocivos de las obras en los medios populares que promulgan estereotipos sexistas.
Mientras algunos de sus personajes defienden estereotipos injustos, otros defienden
estereotipos precisos – dejando como enigmática la propia perspectiva de Aristófanes.
Referencias:

[1] Aristophanes, Thesmophoriazousai 826-828; in Aristophanes, The Complete Plays:


The New Translations, trans. Paul Roche (New York: New American Library, 2005), p.
515.

[2] Aristophanes, Lysistrata 493-496; Roche translation, op. cit., p. 441.

[3] The names of Aristophanes’ feminist heroines are well-chosen; “Lysistrata” means
“dissolver of armies” (and Lysistrata leads a sex strike to force the men of Greece to
abandon the war), while “Praxagora” means “active in the public square” (and Praxagora
leads a female takeover of the Athenian democratic assembly).

[4] Assemblywomen 209-212; Roche translation, p. 623.

[5] Xenophon, Economicus VII.43; VII.23-27; XI.23-25; XXI.2-12; cf. Recollections


III.1.67, 4.6-12.

[6] For this implication being deliberate rather than inadvertent on Xenophon’s part, see
Roderick T. Long, “The Classical Roots of Radical Individualism,” pp. 272-273; in Social
Philosophy and Policy 24.2 (2007), pp. 262-297.

[7] Plato, Republic, book 5.

[8] Plato, Statesman 258e-261a.

[9] Aristotle, Politics 1252a7-18; cf. ps.-Aristotle, Economics 1343a1-5.

[10] One could of course avoid this objection either by conscripting both sexes (as Plato
advocates) or (O idéal lointain!) by conscripting neither.

[11] Herbert Spencer, Social Statics: or, The Conditions Essential to Happiness Specified,
and the First of Them Developed (London: John Chapman, 1851), p. 169.

[12] Herbert Spencer, The Principles of Ethics, vol. 2 (London: Williams and Norgate,
1900), pp. 165-166.
The assumption that military defense is impossible without conscription is incongruous in
so libertarian a thinker as Spencer; and as T. S. Gray notes, “[t]he fact that men were not
liable to military conscription when Spencer was writing … makes his argument even more
puzzling.” (T. S. Gray, “Herbert Spencer on Women: A Study in Personal and Political
Disillusionment,” p. 221; International Journal of Women’s Studies 7.3 (1984), pp. 217-
231.)

[13] Lysistrata 587-591; Roche translation, p. 446.

[14] Lysistrata 507-524; Roche translation, pp. 442-443.

[15] Lysistrata 593-597; Roche translation, p. 446.

[16] Thesmophoriazousai 828-838; Roche translation, p. 515.

[17] See part 15 of this series.

[18] Thesmophoriazousai 429-436; Roche translation, p. 498.

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