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DIRECCIÓN
Chiara
Bolognese,
Università
La
Sapienza.
Roma,
Italia
Fernanda
Bustamante
Escalona,
Universitat
Autònoma
de
Barcelona
Beatriz
Ferrús
Antón,
Universitat
Autònoma
de
Barcelona
Helena
Usandizaga
Lleonart,
Universitat
Autònoma
de
Barcelona
Mauricio
Zabalgoitia
Herrera,
IISUE
/
Universidad
Nacional
Autónoma
de
México,
México
COORDINACIÓN
(2015-‐2017)
Mauricio
Zabalgoitia
Herrera,
IISUE
/
Universidad
Nacional
Autónoma
de
México,
México
EQUIPO
EDITORIAL
Constanza
Ternicier,
Universitat
Autònoma
de
Barcelona
Elena
Ritondale,
Universitat
Autònoma
de
Barcelona
Coordinación
del
dossier:
Universitat
Autònoma
de
Barcelona
Danilo
Santos,
Ainhoa
Vásquez
e
Ingrid
Urgelles
Facultat
de
Filosofia
i
Lletres
Vol.
14,
diciembre
2016
Departamento
de
Filología
Española
Edificio
B,
Campus
Bellaterra,
08193
©
Imagen
de
la
cubierta:
José
Suárez
www.revistes.uab.cat/mitologiashoy
revista.mitologiashoy@uab.cat
ISSN:
2014-‐1130
D OSSIER
L O NARCO COMO MODELO CULTURAL .
U NA APROPRIACIÓN TRANSCONTINENTAL
IGNACIO CORONA...............................................................................................................113-134
El art-narcó arquitectónico y el arte de citar
Architectonic Art-Narcó and the Art Of Citation
RAFAEL PONCE-CORDERO...................................................................................................135-149
Reguetón, narcocultura y bandidaje social en el filme puertorriqueño Talento de barrio
Reggaeton, Narcoculture, and Social Banditry in the Puerto Rican Film Talento de Barrio
ALBERTO FONSECA..............................................................................................................151-171
Una cartografía de la narco-narrativa en Colombia y México (1990-2010)
The Development of Narco-Narratives in Colombia and Mexico (1990-2010)
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016 | 3-5
ELENA RITONDALE..............................................................................................................213-232
El cuerpo social y el cuerpo individual: canibalismo y territorio en Al otro lado de Heriberto Yépez
Social Corpse and Individual Body: Cannibalism and Territory in Heriberto Yépez Al otro lado
RODRIGO GANTER..............................................................................................................287-302
Narcocultura y signos de transfronterización en Santiago de Chile
Narcoculture and Signs of Transfrontierization in Santiago of Chile
ENTREVISTA
MISCELÁNEA
SERGIO ARLANDIS...............................................................................................................317-335
El macrotexto poético: claves para su determinación metodológica
The Poetic Macrotext: A Methodological Concretion
NÚRIA CALAFELL.................................................................................................................337-349
Una propuesta de sabotaje: Luisa Valenzuela y sus reflexiones de escritora
A Proposal of Sabotage: Luisa Valenzuela and her Female Writer Reflections
JIMENA NÉSPOLO.................................................................................................................351-362
Dianas y amazonas: pervivencia y transformación del mito en la poesía argentina contemporánea
Dianas and Amazons: Survival and Transformation of the Myth in the Argentinean Contemporary Poetry
DOSSIER
DANILO SANTOS
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
dsantos@uc.cl
INGRID URGELLES
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
igurgell@uc.cl
Antes de dar paso a los artículos que conforman este dossier, consideramos
necesario mostrar parte del trabajo que, como grupo de estudio, hemos hecho
en torno a la narcocultura. Tal como se verá en el presente dossier, “Lo narco
como modelo cultural. Una apropiación transcontinental”, lo narco atraviesa
diversos productos culturales, siendo la literatura uno de los formatos más
estudiados. En relación a dicho género es que desarrollamos una tipología de la
narcoliteratura como soporte narrativo, la que esperamos siente algunas bases
para el acercamiento al fenómeno de lo narco.
El fenómeno de lo narco como un nuevo género narrativo fue descrito,
de forma visionaria en la década del noventa, por dos autores colombianos:
Héctor Abad Faciolince y Omar Rincón. Ambos otorgaron los primeros rasgos
que fueron definiendo lo que hoy se conoce como narcoestética. Así, mientras
Abad Faciolince puso en el centro el exhibicionismo del dinero de una sociedad
que se dejaba encandilar por el exceso narco, como una característica de esta
manifestación, Omar Rincón aportó al darle una lectura ética en términos de
entender el narcotráfico como un resultado del capitalismo salvaje, una “cultura
del todo vale para salir de pobre” (Rincón, 2009: 3).
Que lo narco pueda ser considerado un género literario ha sido puesto
en duda en innumerables ocasiones. Nuestra propuesta es que la narcoliteratura
1
Este trabajo forma parte del Proyecto de Investigación Fondecyt Regular 2015 N.º 1150484
“Narcoestética: apropiaciones de un modelo cultural méxico-colombiano para la constitución
de un nuevo formato literario y audiovisual en Chile”, cuyo investigador principal es Danilo
Santos López y en el cual Ainhoa Vásquez e Ingrid Urgelles son coinvestigadoras.
1) Estilística gore
Este es uno de los aspectos más evidentes de la narcoliteratura: la
representación explícita de la violencia que se utiliza para describir los crímenes
vinculados al narcotráfico. La puesta en escena de asesinatos y torturas atroces
⎯este ejercicio de agresión sobre los cuerpos⎯ puede ser entendido producto
de la des-subjetivación de estos, resultado de una sociedad capitalista donde el
individuo no es más que un objeto servible para ciertos fines económicos y
desechable cuando deja de ser provechoso (Reguillo, 2012; Valencia, 2010).
Esta destrucción detallada de los cuerpos es también la metáfora de la
desestructuración social y moral que se vive actualmente, un resultado visible
de la industria del narcotráfico.
Algunos ejemplos los encontramos en la novela Entre perros (2009) de
Alejandro Almazán, en la imagen inicial de un cuerpo decapitado al que le han
cosido una cabeza de perro o la desaparición del cuerpo de Juanita, la dueña del
burdel en la novela Corazón de Kalashnikov (2009) de Alejandro Páez Varela,
cuyo cuerpo desintegrado en ácido presenta un único resto sobreviviente: los
senos siliconeados. Sin ese nivel de violencia en la literatura colombiana, la
muerte es una sumatoria fantasmagórica que muestra el nivel de agresividad
gratuita y espectacularización que los cuerpos padecen. Algunos ejemplos son
los sicarios adolescentes Alexis o Wilmer en La Virgen de los sicarios (1994) de
a) Víctimas y victimarios
Los personajes principales victimizados de estas obras pueden definirse como
subalternizados de la industria por las malas políticas gubernamentales que,
lejos de acabar con el narcotráfico, impulsan mayor violencia. Como Ramón
Chatarra en Sangre ajena de Arturo Alape (un sicario devenido en víctima), al
igual que los sicarios adolescentes de Fernando Vallejo. La destrucción de los
cuerpos individuales es el símil del derrumbe familiar y de la población
completa como en El reino de las moscas (2012) de Alejandro Páez Varela con
un joven Moisés víctima de su ambición. Nadie permanece ajeno, puesto que,
tal como argumenta Felipe Oliver Fuentes, la destrucción de los cuerpos de las
víctimas, relatada con rigurosa descripción, es un equivalente a la
descomposición social de la nación: “Cuerpo humano y cuerpo social, mismo
significante que construye idéntico significado; una sociedad en decadencia,
lacerada y atrapada en una espiral de destrucción” (Fuentes, 2013: 26).
Respecto de la categoría de victimarios, se han identificado dos
subgrupos: los victimarios que ejecutan por órdenes superiores, es decir, los
empleados que sirven como sicarios y, por otra parte, los victimarios jefes,
grandes capos que generalmente no se ensucian las manos pero fungen como la
mente destructora. En esta distinción prima el sicariato o novela de sicario
como la bautizó Abad Faciolince en el año 1995. Pero el sicario en la novela
colombiana va más allá de la simple supervivencia, por cuanto su meta es
alcanzar dinero y poder aun sabiendo que de alcanzarlo lo perderá pronto,
puesto que la vida de un criminal es de corta duración, como Omar Rincón
5) Estética “traqueta” 6
Los personajes de los capos, sus familias y sicarios presentan como condición
invariable la ostentación del dinero, un exhibicionismo de lo que ganan y
gastan gracias a su participación en la industria y que choca en la elaboración
del gusto acuñado por las vanguardias y las élites. Frente a la estética del
distanciamiento, la del narco es gusto masivo y algo de este silenciamiento e
incomprensión se extiende a las novelas cuando se presentan sólo como moda
pasajera o gusto comercial. Para Abad Faciolince y Omar Rincón, este exceso se
vincula a un explícito consumo y derroche que, en el mundo del lector y del
crítico, se tiende a ver como de mal gusto. Ésta podría ser la principal
característica que ha dado la lapidaria interpretación y lectura respecto al valor
literario de estos productos, ya que esta estética ostentosa de lo narco se ha
asociado al ascenso social vertiginoso que supone contar con dinero y exhibirlo
a través de las mercancías adquiridas, sin ninguna vinculación a la estética
canónica, de linaje clásico. Algo así como la misma crítica que descarta la
narcoliteratura por considerarla vacía, lujo vano, moda sin fondo. Héctor
Domínguez Ruvalcaba , en su libro Nación criminal. Narrativas del crimen
organizado y el Estado mexicano (2015) habla del silenciamiento y de la
neutralización de lo que muestra la novela mexicana de la violencia del
narcotráfico.
Sólo por poner un ejemplo recurrimos a la voz de la reciente novela
chilena Hijo de traficante (2015) de Carlos Leiva en que aparecen los gustos
asociados al narco, aunque esto mismo precipitará la caída del protagonista. El
exceso aparece menos condenado como estética en México y sí algo denostado
en el mundo colombiano, como se aprecia en el gusto musical de los vallenatos
del sicario Alexis, vapuleados por el refinado gramático Fernando, que arroja la
radio malsana por la ventana de su habitación en La virgen de los sicarios. El
gusto masivo de la narcoestética entra en diálogo de asentimiento pero también
de polémica con las novelas narco que se exponen.
5
Esta trilogía está compuesta de las novelas: Corazón de Kaláshnikov (2009), El reino de las
moscas (2012) y Música para perros (2013)
6
Cuando referimos traqueto como adjetivación, partimos del supuesto original antioqueño,
pero lo ocupamos en un sentido mucho más amplio para designar el exceso y lo suntuario a
veces referido a la muerte de los signos visibles de esta estética ligada al narco, sea el lugar en
que se origine y no necesariamente Colombia.
Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 9-23 15
Introducción: Lo narco como modelo cultural
8) Pacto de lectura
De acuerdo a los lineamientos que establece la pragmática literaria, toda obra
de ficción propone un determinado contrato de lectura con su público, un
pacto que puede implicar una relación de complicidad, distancia o pedagogía
según sea su propósito, pero que siempre tiene como fin que el lector se
involucre con y en lo que está leyendo. Los escritores de la narcoliteratura no
quedan exentos de la apropiación de este modelo. Existe un pacto ficcional
general entre los autores y los receptores de estas obras, un pacto determinado
por una suspensión de la incredulidad que avala su calidad de ficción
propiamente tal. A ello se agrega que, dentro del sistema estético narco,
marcado por un realismo minucioso, las historias se hacen verosímiles con el
periodismo de la crónica roja del narco. Muchos de estos textos emulan el
discurso periodístico y el relato oral:
Bueno, el motivo de esta grabación es para hacerle el paro a un gran amigo mío,
a un compañero; uno de los pocos que han comprendido mi estancia en este
lugar […]. Pues les voy a contar algunas, se pueden nombrar historietas,
anécdotas, en fin, una parte de mi vida… (Mendoza, 1991: 11)
Otros son escritos, efectivamente, por periodistas, como es el caso de los relatos
de Alejandro Páez Varela o Alejandro Almazán. Así, la recepción que provocan
estas historias en la gente podría deberse a que estos relatos ya están metidos en
la piel del consumidor habitual que accede a los periódicos y confronta a diario
estas especulaciones de corrupción que las novelas develan. Entonces, las
historias, aunque estetizadas, descorren el tupido velo de la realidad o al menos
lo insinúan en su peculiar contrato de lectura. Así tenemos la referencia a la
muerte de Pablo Escobar en Fernando Vallejo o la guerra del narco como
trasfondo de los textos de la saga Mendieta de Mendoza. Cuando esto se vuelve
más reiterado hay una suerte de testimonialidad, como en las novelas
colombianas Sangre ajena de Alape o El ruido de las cosas al caer de Juan Gabriel
Vásquez, en esta última se explora la memoria traumática de la generación que
Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 9-23 17
Introducción: Lo narco como modelo cultural
Conclusiones
La denominada narcoliteratura puede ser catalogada como un subgénero
narrativo con reglas propias, para ello se explicita la tipología como instancia
comunicativa de reconocimiento que permite identificar qué novelas pueden
insertarse o excluirse de este formato. Esta tipología la hemos construido sobre
la base de la proximidad de los personajes con el negocio del narcotráfico
(víctimas, victimarios, policías y círculo cercano), así como las características
recurrentes en este tipo de ficciones (estilística gore, territorios del narco,
personajes subalternos, circularidad atemporal, estética “traqueta”, lo letrado,
deslegitimidad del Estado y pacto de credibilidad), con el propósito de
desentrañar los rasgos específicos del género. Para ello, se ha establecido
criterios que aúnan la presencia de una diegesis narrativa (una sintaxis de
elementos), una semántica (desde el lugar de la desilusión) y una pragmática
(contrato o pacto de lectura). Crear este patrón de clasificación permitiría,
apostamos, no sólo poner a prueba novelas que refieren al tema sino ampliarlo
también a obras de otros países, a naciones que, a primera vista, parecen
permanecer ajenas al fenómeno, como es el caso de Chile. Si esta tipología
puede ser reproducida en novelas o series de televisión en el hemisferio
contrario al del crimen narco, resulta indudable que estamos ante un formato
plenamente reconocible. Es decir, un producto que el público identifica como
tal, un sistema cultural pluridisciplinar del fenómeno narco, que ya no abarca
sólo lo literario sino también otros soportes (musicales, audivisuales, etc). Esto
nos lleva a visibilizar a una generación de autores que ha traspasado fronteras
para hablarnos de una realidad ineludible y que está construyendo un nuevo
paradigma para confrontar la producción cultural de Latinoamérica. Un
subgénero del que otros autores, en otros países, se están apropiando y
consumiendo para deglutir estas formas de acceso y transformación que son
bastante más complejas que la simple condena estética, ética o legal. Un
subgénero que permite conectar estos fenómenos desde esferas porosas en que
el crimen organizado funda una estética que atraviesa el mundo de la cultura y
la rasga en infinidad de pliegues. Estética recuperada por la ficción literaria para
exponer ese mundo traumado, ante un lector sobre el que recaen las opciones
de elección sobre el mundo diegético de la violencia explicitada.
poco trabajada aún por la academia, ellas fueron realizadas por POL MADÍ,
MARÍA JOSÉ BARROS y ARTURO GARCÍA NIÑO, respectivamente.
Como coordinadores de este dossier, no hemos buscado estar de acuerdo o
en desacuerdo con las propuestas de los autores, sino, por el contrario, dar
cabida a todas las visiones y posturas éticas y estéticas respecto a la complejidad
de este fenómeno. Por ello, la multiplicidad de voces, disciplinas y países
confirman lo que venimos aventurando hace algunos años: la narcocultura es
un modelo cultural transcontinental; es un problema dialéctico, lleno de
contradicciones y extrañezas, que vuelve imposible cualquier tarea de
comprensión totalizante. Acostumbrados, como propone María Lujan
Christiansen, a observar y participar del problema del narcotráfico desde las
dicotomías, este dossier es un ejercicio de situarnos en los intersticios,
descubrir, investigar, analizar y problematizar esas zonas grises que lo
componen.
B IBLIOGRAFÍA
MENDOZA, Élmer (1991), “La parte de Chuy Salcido”, en Cada respiro que
tomas. México, Difocur.
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_____ (2008), Balas de plata. Barcelona, Tusquets.
_____ (2010), La prueba del ácido. Barcelona, Tusquets.
_____ (2012), Nombre de perro. Barcelona, Tusquets.
_____ (2015), Besar al detective. México, Random House.
PÁEZ VARELA, Alejandro (2009), Corazón de Kaláshnikov. México, Planeta.
_____ (2012), El reino de las moscas. México, Alfaguara.
_____ (2013), Música para perros. México, Alfaguara.
PORRAS, José Libardo (2008), Happy Birthday, Capo. Bogotá, Planeta.
PÉREZ-REVERTE, Arturo (2002), La Reina del Sur. México, Alfaguara.
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Apuntes para su decodificación”, en E-misférica, n.º 8.2 (#Narcomachine).
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82/reguillo> (30/11/2016).
REYNA, Juan Carlos (2011), Confesión de un sicario. México, Grijalbo.
RINCÓN, Omar (2009), “Narco.estética y narco.cultura en Narco.lombia”, en
Nueva Sociedad, n.º 222, pp. 147-163.
VALENCIA, Sayak (2010), Capitalismo Gore. Santa Cruz de Tenerife, Melusina.
VALLEJO, Fernando (1994), La virgen de los sicarios. Madrid, Alfaguara.
VÁSQUEZ, Juan Gabriel (2011), El ruido de las cosas al caer. Bogotá, Alfaguara.
WALDMANN, Peter (2004), “El concepto del Estado anómico”, en Bernecker,
Walter L. (comp.), Transición democrática y anomia social en perspectiva.
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México.
ZAVALA, Oswaldo (2014), “Imagining the U.S.-Mexico Drug War: The
Critical Limits of Narconarratives”, en Comparative Literature, vol. 66, n. º
3, pp. 340-360. DOI: <https://doi.org/10.1215/00104124-2764088>.
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016 | 25-40 Recibido: 15/08/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.348 Aprobado: 21/10/2016
Maria Lujan Christiansen
Introducción
1
La noción de “imaginario social” es tomada aquí en el sentido otorgado por Esther Díaz
(2006), quien lo define en términos de un conjunto de parámetros epocales, a partir de los
cuales la gente puede juzgar y actuar en una cierta dirección. Según Díaz, los imaginarios
sociales producen apreciaciones, gustos, ideales, y orientan las conductas de las personas que
conforman una cultura. El imaginario es el efecto de una compleja red de relaciones entre
discursos y prácticas sociales que interactúan con las individualidades. Se constituye a partir de
las coincidencias valorativas de las personas, se manifiesta en lo simbólico a través del lenguaje y
en el accionar concreto entre las personas. Comienza a actuar como tal, tan pronto como
adquiere independencia de las voluntades individuales, aunque necesita de ellas para
materializarse. Se instala en las distintas instituciones que componen la sociedad, para poder
actuar en todas las instancias sociales. Si bien el imaginario no suscita uniformidad de
conductas, señala tendencias.
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“La insoportable levedad del discurso”
para dar cuenta del violento accionar delictivo del Cártel de Sinaloa. Se hacían
afirmaciones como las siguientes:
2
Caso Ayotzinapa: 26 de septiembre de 2014, en el Estado de Guerrero. Estudiantes de la
Escuela Normal de Ayotzinapa fueron atacados por policías municipales de Iguala y Cocula: 43
fueron detenidos y desaparecidos. Según la versión oficial, los estudiantes fueron entregados a
integrantes del grupo delictivo Guerreros Unidos (escisión del cártel de los Beltrán Leyva),
quien los asesinaron e incineraron en el basurero municipal de Cocula.
3
Caso Tierra Blanca: 11 de enero de 2016. Cinco jóvenes salieron del puerto de Veracruz con
rumbo a Playa Vicente. Al pasar por el municipio de Tierra Blanca, policías estatales los
interceptaron y desde ese momento no se supo de ellos. La versión oficial afirma tener testigo
de que fueron entregados a miembros de la delincuencia organizada.
4
Gigágono es un polígono de mil millones de lados.
Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 25-40 29
Maria Lujan Christiansen
Si se supone que, mal que nos pese, son unos discursos nuestros (o de una
parte de los nuestros), habría que escuchar con más detenimiento no sólo
lo que estas canciones dicen de “ellos, los narcotraficantes”, sino
especialmente lo que dicen de “nosotros, los otros” que los juzgamos
deleznables, para ver si su ética es en realidad una ética “desviada” o bien
las instituciones y los grupos dominantes han preferido desviar su mirada
para solo enfocar una parte del problema. (2008: 8)
Esa “parte del problema” de la que tanto se habla no es ni más ni menos que la
siempre destapada ilegalidad demencial del fenómeno; el discurso oficial se
limita a fustigarlo, perseguirlo y sancionarlo. Poco o nada se dice de las otras
dimensiones culturales que también le son constitutivas y que están moldeadas
por los mismos mandatos de aceptabilidad social emanados de la sociedad que
vitupendia el narcotráfico. Innumerables conductas y actitudes teatralizadas por
los “narcoimplicados” ritualizan el poderío económico altamente venerado por
las sociedades capitalistas. Para muestra, basta con echar un vistazo no sólo a las
exageraciones de los personajes del narcomundo tal como se exponen en las
narcoficciones, sino también al tipo de producto fabricado por la parafernalia
marketinera del “narcoshow periodístico”. Este último género narrativo es una
adecuada ilustración de cómo se despliega la “manufacturación mediática” de la
noticia cuando adereza su poder de atracción con dispositivos tomados del
mundo del espectáculo. Un inequívoco ejemplo de la estetización de la noticia
lo hallamos, nuevamente, en el emblemático caso del “Chapo Guzmán”, cuya
figura ha sido objeto de múltiples relatos satanizadores pero también
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“La insoportable levedad del discurso”
5
El 28 de septiembre de 2015, mientras que el gobierno de Enrique Peña Nieto buscaba
incansablemente a Joaquín Guzmán Loera, El Chapo (quien se había fugado por tercera vez,
ahora del Penal de Máxima seguridad del Altiplano, Estado de México), el actor
estadounidense Sean Penn, por medio de la actriz mexicana Kate del castillo, le realizó una
entrevista al narcotraficante mexicano, para ser publicada en la revista Rolling Stone. Guzmán
Loera fue reaprehendido el 8 de enero de 2016.
6
El 21 de febrero de 2016 la cadena Telemundo emitió la entrevista que la periodista Anabel
Hernández le realizó a la esposa de Guzmán Loera, Emma Coronel Aispuro. La entrevista de
Carmen Aristegui a Kate del Castillo (protagonista de La reina del Sur) fue en Los Ángeles,
para CNN en español. Se emitió el 22 y 23 de marzo.
7
Sandra Ávila Beltrán nació el 11 de octubre de 1960 en Mexicali, Baja California, y es
considerada una de las personas más poderosas dentro del narcotráfico en México por sus
supuestos vínculos con capos de la droga colombianos. Fue detenida el 28 de septiembre de
2007 en la Ciudad de México, durante un operativo llevado a cabo por agentes federales. Ávila
fue acusada de ser la administradora financiera del Cártel de Sinaloa y señalada como una
colaboradora cercana de Joaquín “El Chapo” Guzmán e Ismael “El Mayo” Zambada, líderes de
dicho grupo del narcotráfico.
Laura Elena Zúñiga Huízar fue la ganadora, en 2008, del certamen Nuestra Belleza Sinaloa y
del certamen Reina Hispanoamericana, celebrado en Bolivia. Tenía 23 años cuando fue
arrestada junto a siete hombres en Guadalajara, Jalisco, portando armas y miles de dólares en
efectivo.
Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 25-40 35
Maria Lujan Christiansen
Conclusión
B IBLIOGRAFÍA
8
Tanto esta afirmación como el título del artículo parafrasean el nombre del libro La
insoportable levedad del ser, del escritor checo Milan Kundera, publicada en 1984.
Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 25-40 39
Maria Lujan Christiansen
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016 | 41-56 Recibido: 01/09/16
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.377 Aprobado: 08/10/16
Ramírez-Pimienta
En mi libro Cantar a los narcos: voces y versos del narcocorrido, de 2011, abordé
el tema del que considero, basado en la fecha de grabación y en reportes
periodísticos, el primer corrido dedicado a un narcotraficante. Me refiero al
corrido de Pablo González, un criminal muy conocido en la Ciudad Juárez de
la década del veinte de siglo pasado. Considero útil en este momento hacer una
revisión de dicho tema porque en los últimos años se han vuelto disponibles
archivos hemerográficos y han aparecido ensayos de cronistas, como Robert
Chasey, que contribuyen a una narrativa más completa de Pablo González,
apodado El Pablote, de su corta vida y sobre todo de las circunstancias de su
muerte cantada y contada en el corrido. Considero que gracias a estas nuevas
fuentes ya me es posible llenar prácticamente todos los huecos que persistían,
pues he podido identificar a todas las personas y eventos narrados en “El
Pablote”, corrido dedicado a González, compuesto por José Rosales y grabado
en septiembre de 1931 en El Paso, Texas.
Desgraciadamente, otra importante pieza del rompecabezas permanece
sin develar y mucho me temo que quizás haya desaparecido para siempre. Me
refiero a otro corrido dedicado al mismo personaje y titulado “Nuevo corrido
del Pablote”. Me ha sido imposible localizar un disco o tan siquiera tener
acceso a más información de este corrido, también compuesto e interpretado
por José Rosales y grabado en 1934 en El Paso, Texas, y que la lógica hace
suponer debe de ser una suerte de continuación del primer corrido. Es probable
que el molde de metal en el que se grabó esta canción haya sido reciclado en el
esfuerzo bélico de la Segunda Guerra Mundial, pues ése fue el destino de
muchos discos, sobre todo de aquellos considerados discos “étnicos”, como son
los grabados en español y que prácticamente nadie (ni la misma comunidad
mexicana en Estados Unidos) consideraba importantes de preservar.
El acceso a esta significativa fuente cultural nos hubiera permitido un
atisbo a cómo miraba el corridista la figura del Pablo González a cuatro o cinco
años de escribir el primer corrido. Pablo González murió el 11 de octubre de
1930. El primer corrido de la muerte del Pablote se grabó el 8 de septiembre de
1931 aunque hay al menos un reporte periodístico de un diario paseño de
habla inglesa que menciona la venta de una hoja suelta con la letra de un
corrido dedicado al Pablote a escasas dos semanas de su muerte y cuyos versos
citados (traducidas al inglés) corresponderían al corrido de “El Pablote”.1 José
Rosales, el mismo compositor, grabó en 1934 “El nuevo corrido del Pablote”
del que, repito, no conozco la letra. Sin embargo, ya para entonces muchas
cosas habían cambiado en la escena criminal y política en Ciudad Juárez, al
punto que Rosales juzgó necesario, o conveniente, actualizar su primera
narrativa corridística (Spottswood, 1930).
1
La nota de El Paso Evening Post del 21 de octubre de 1930 narra que para el martes 21 de
octubre, es decir, poco más de una semana después de la muerte de González, en Juárez se
vendía un corrido dedicado al Pablote. El autor de la nota traduce así del español el primer
verso del corrido:
“El Pablote was feared/ on all the frontier / and who’d prophesy / that this way he’d die”. Esta
es una traducción exacta del corrido “El Pablote” grabado en octubre de 1931, que así dice en
uno de sus primeros cuartetos: “El Pablote era temido / en todita la frontera. / Y quién lo
habría de decir / que de ese modo muriera”.
2
En las portadas de los discos que grabó González su patronímico aparece así (Norverto)
aunque ese nombre usualmente se escribe con b labial (Norberto).
3
“El Pablote”. José Rosales (compositor). José Rosales y Norverto González. Vocalion 8450.
Frontera Collection of Mexican American Music. University of California, Los Angeles
Library. Consultado en <http://digital.library.ucla.edu/frontera/> (11/05/2016).
4
A pesar de llevar el mismo apellido no creo que haya habido un parentesco entre Pablo
González y Agustín González. Este último era pistolero del primero.
5
A continuación presento una transcripción del narcocorrido a partir de una grabación de hace
varios años, ante esto, señalo mediante [?] aquellos versos en los que el audio estaba difuso por
lo que la transcripción puede no ser completamente precisa.
El corrido del Pablote fue escrito poco después de ocurridos los hechos que
describe, cuando los detalles estaban aún muy frescos, incluyendo dónde
rebotaron algunas de las balas disparadas (cuarteto 9). La narrativa del corrido
es prácticamente la misma que contaron los periódicos locales. Es posible que
José Rosales, el compositor, se hubiera nutrido de los diarios o quizá de los
mismos testigos presenciales que declararon para estos. Lo que queda claro en
prácticamente todas las fuentes es que Pablo González era una persona violenta
y peligrosa. Para cuando encuentra la muerte a manos del policía (y veterano
del ejército estadunidense) Feliciano Robles, el Pablote tenía ya un largo
historial criminal en ambos lados de la frontera, incluyendo la muerte del
también policía Teódulo Álvarez, meses antes. El corrido da cuenta exacta de
este suceso:
6
Empero, en ocasiones este mismo título se le daba a Antonio, el hermano de Enrique
Fernández.
7
Agradezco a Robert Chasey su invaluable ayuda en la ponderación de estas posibilidades.
8
Consultado en El Paso Evening Post del 8 de agosto de 1928, p. 8, sin autor.
9
El historiador Robert Chasey, el mayor conocedor de la escena criminal de Juárez y El Paso en
la primera mitad del siglo XX, ha tenido acceso al acta de defunción de González y corrobora
que su altura era 1.85 metros.
10
Otra cosa que tomé en cuenta fueron las diferentes maneras en que se podía escribir el
apellido González, con z o con s al final.
11
“La Piedrera”. Luis Hernández y Leonardo Sifuentes. Victor 46392. Frontera Collection of
Mexican American Music. University of California, Los Angeles Library. Página web
consultada el 11 de mayo de 2016. <http://digital.library.ucla.edu/frontera/>. “Corrido Del
Hampa”. Flores y Durán. Vocalion 8833. Frontera Collection of Mexican American Music.
University of California, Los Angeles Library. Consultado en
<http://digital.library.ucla.edu/frontera/> (11/05/2016).
12
Consultado en El Paso Evening Post del 5 de febrero de 1929, p. 1, sin autor.
13
El Paso Evening Post del 6 de febrero de 1929. El Paso Evening Post del 7 de febrero de 1929.
Al iniciar 1934 Enrique Fernández fue asesinado por sus enemigos en la Ciudad de México.
Véase Fabricio Mejía Madrid. “Tiempo Fuera: De-certificaciones”.
14
Consultado en El Paso Evening Post del 19 de febrero de 1929, p. 2, sin autor.
15
Consultado en El Paso Evening Post del 12 de septiembre de 1929, p. 1, sin autor.
16
Consultado en El Paso Evening Post del 23 de septiembre de 1929, p. 8, sin autor.
17
Robert Chasey señala que Sánchez era un conocido narcotraficante y Hernández un
conocido ladrón.
18
Consultado en El Paso Evening Post del 12 de septiembre de 1929, p. 1, sin autor.
19
Consultado en El Paso Evening Post del 31 de enero de 1930, p. 1, sin autor.
20
Desconozco si había relación entre el compositor del corrido “El Pablote”, José Rosales y el
fiscal de Juárez, Juan Rosales.
21
Consultado en El Paso Evening Post del 3 y del 15 de febrero del 1930.
22
Consultado en El Paso Evening Post del 13 de agosto de 1930. Para leer más sobre la increíble
historia de esta mujer, véase de Luís Astorga, El siglo de las drogas; de Howard Campbell, Drug
War Zone: Frontline Dispatches from the Streets of El Paso and Juarez; y de Kathryn Meyer y
Terry Parssinen. Webs of Smoke: Smugglers, Warlords, Spies, and the History of the International
Drug Trade.
23
Consultado en Brownsville Herald del 14 de agosto de 1930.
24
Consultado en El Paso Evening Post del 13 de agosto de 1930.
una denuncia de robo hecha por un individuo llamado Eddie Ratliff, quién
acusó a González de haber entrado a la casa de una mujer de nombre María
Díaz donde él se encontraba y haberle robado un reloj.25 Esa misma noche
otras dos personas lo acusaron de haberlos asaltado a punta de pistola. La
acusación es un poco confusa pues Alberto Mauricio y Cristoforo Montes
decían que González les había obligado a punta de pistola a bajar de su auto,
pero, sin embargo, no se informaba que les hubiera robado el vehículo.26
Este era el Pablote González que entró con un acompañante al cabaret
La Popular la madrugada de su muerte, el 11 de octubre de 1930. En el
cabaret, que estaba ubicado en la misma calle del restaurante La Norteña,
conocida como la calle del Diablo, Pablo iba a conducirse como con frecuencia
lo hacía, de manera prepotente. Recién al llegar agredió verbalmente a Feliciano
Robles, policía especial a cargo de cuidar el orden en el negocio. Luego de que
las agresiones se incrementaron, el veterano del ejército norteamericano
finalmente se defendió, dándole muerte a González. El corrido compuesto por
José Rosales concuerda de manera exacta con las narrativas de los diarios,
excepto por un aspecto. Mientras que los diarios no identifican al compañero
de Pablo González, en el corrido se dice que quien llegó con él a La Popular era
el muy peligroso pistolero Agustín González “El Veracruz”.27
La Popular era uno de los establecimientos más conocidos de la región.
A diferencia de otros cabarets, en la Popular se reunían, según las crónicas de la
época, individuos de polos opuestos de la sociedad juarense y de El Paso.
También de acuerdo a las crónicas, La Popular era conocido a lo largo de la
frontera hasta California como un lugar donde no solo se habían decidido
destinos de hombres y mujeres sino incluso de gobiernos. El cabaret como tal
era especialmente famoso por el espectáculo de burlesque de Nelly “la reina de
la frontera” y otras artistas. Según declararía la esposa de Antonio Martino y
codueña del negocio, La Popular llegó a emplear a cuarenta mujeres de
múltiples razas y nacionalidades y a consumir más de cien botellas de
champaña por noche.28
Toda la policía de Ciudad Juárez conocía muy bien al Pablote, no solo
por la muerte del oficial Álvarez, sino porque llevaba años, como dice el
corrido, aterrorizando la región. Podría pensarse que tenía un encono
focalizado en los policías “especiales”, que eran una suerte de policías
comerciales, encargados de la seguridad de los negocios nocturnos. Por otra
parte, es lógico suponer que cuando Pablo se encontraba con estas figuras de
autoridad, a altas horas de la madrugada y andando de parranda, su juicio no
era el mejor. Por su horario de trabajo a estos policías se les denominaba
tecolotes.29 Así precisamente es que llama Pablote a Robles de acuerdo tanto al
corrido como a las notas periódicas:
25
Consultado en El Paso Evening Post del 28 de agosto de 1930.
26
Consultado en El Paso Evening Post del 29 de agosto del 1930.
27
De nuevo, no parece que haya habido relación entre Pablo y Agustín González, a quien por
otra parte los diarios de la época especulaban había sido secuestrado y encontrado muerto un
par de años antes, en la guerra de Ignacio Dosamantes contra la organización de los Fernández.
28
Consultado en El Paso Evening Post del 18 de noviembre 1931.
29
Y me parece que también por el color café del uniforme.
El desenlace fue muy sorpresivo. Los dos primeros cuartetos de “El Pablote” los
dedica el corridista a dar testimonio de su asombro (“quién lo había de decir”)
y por extensión el de la comunidad que significa y resignifica los corridos:
30
Disponible en <http://frontera.library.ucla.edu/recordings/el-pablote-parte-i-0>.
31
Disponible en <http://frontera.library.ucla.edu/recordings/el-pablote-parte-ii-0>.
32
Consultado en El Paso Evening Post del 11 octubre de agosto del 1930.
33
Consultado en El Paso Evening Post del 11 de octubre del 1930.
34
Consultado en El Paso Herald Post del 25 de junio de 1931.
35
Consultado en El Paso Evening Post del 14 de octubre de 1930.
B IBLIOGRAFÍA
Consultados en <http://frontera.library.ucla.edu/recordings/el-pablote-
parte-i-0> y <http://frontera.library.ucla.edu/recordings/el-pablote-parte-ii-
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ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016 | 57-73 Recibido: 01/09/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.370 Aprobado: 21/10/2016
Julián Alveiro Almonacid Buitrago
Introducción
1
El enfoque representacioncita domina en los estudios del narcocorrido en México, centrado
en las letras (Héau y Giménez, 2004; Valenzuela, 2014). Entiendo las representaciones desde la
sociología de Howard Becker, porque las considera como constructos, sensibilidades, y no sólo
como reflejo de algo. A partir de su modelo, reflexioné a los actores de la música y sus espacios
de producción y consumo representacional (Becker, 2015).
2
Eric Hobsbawm habló sobre el bandolerismo social como como campesinos fuera de la ley, a
los que el señor y el Estado consideran criminales, pero son para sus gentes héroes, vengadores
por la justicia y personas de admirar (Hobsbawm, 2011).
Las regiones como circuito fronterizo, “de límites difusos entre la ilegalidad,
propicio para la aventura, el crimen y el uso privado de la fuerza. Garantizaron
la recepción de músicas migrantes de México” (Páramo, 2011: 29). En la esfera
nacional, el tráfico de drogas aumentaba su naturaleza desde la segunda mitad
del siglo XX. Si bien hasta la década de 1970 mandaba la bonanza marimbera
(marihuana) con distinguidos contrabandistas guajiros que patrocinaron grupos
vallenatos para contar sus hazañas, con la demanda de la cocaína, nacen los
Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 57-73 61
Julián Alveiro Almonacid Buitrago
núcleos de Medellín, Cali y Norte del Valle (Medina, 2012). En esos espirales,
Estados Unidos bloqueó las rutas de tráfico por el Caribe, obligando a los capos
Carlos Lehder y Rodríguez Gacha buscar atajos por el pacífico con el
hondureño Ramón Matta Ballesteros y el mexicano Ángel Félix Gallardo, éste
último adscrito al cartel de Sinaloa (Astorga, 1997). Rodríguez Gacha creó la
ruta “El Rancho”, que inyectaba cocaína al Estado de Florida por Baja
California; conocido con el seudónimo de “El Mexicano”, fue el brazo armado
del cartel de Medellín y promovió la creación de autodefensas. La
Administración para el Control de Drogas en Colombia lo declaró el capo más
influyente de la época, por encima del mismo Pablo Escobar.
“El Mexicano” le declaró la guerra al país, y marcó su propio estilo con
sombreros y botas tejanas intitulando haciendas y discotecas con nombres
como: Michoacán (en el Meta); Sonora, Mazatlán, La Chihuahua, Tres
Potrillos, Hermosillo, Cuernavaca (en Cundinamarca), que según prensa de la
época estaban avaluadas en 4.000 millones de pesos (Torres, 1990). Jimmy
Álvarez, quien trabajó para “El Mexicano” en la organización de sus fiestas,
recuerda un evento de tres días en el año 1986 con los intérpretes mexicanos
Cuco Sánchez y Perla Gálvez en la finca “La Chihuahua” de Pacho,
Cundinamarca. Álvarez fue locutor en Radio Futurama, cadena radial
responsable de promover el norteño desde hace cuatro décadas en provincias de
Cundinamarca, Boyacá y Santander. Por concepto de Álvarez, Rodríguez
Gacha fue un agente reproductor de la cultura mexicana a través del
narcotráfico, que funciona orgánicamente como empresa económica y social:
“Gacha tenía muchos empleados en diferentes municipios de Colombia, así fue
como el corrido se fue regando hasta volverse un fenómeno imprescindible”
(Jimmy Álvarez en Almonacid, 2015e: s/p).
En 1980, Los Rayos de México eran conocidos por poblaciones de
Boyacá, contratados en varias ocasiones por los esmeralderos (Montoya, 2014).
De hecho, a la fecha amenizan el show central en las fiestas de la región
cundiboyacense. Otros artistas popularizados fueron el dueto Lupe y Polo y
Ramón Ayala. En efecto, un signo musical es “La cruz de madera”, porque fue
el último tema que escuchó el zar esmeraldero Gilberto Molina antes de morir,
entonado por Las Hermanas Calle (Claver, 1993). Por su parte, en la Provincia
del Rionegro marcaría la pauta el narcocorrido “La banda del carro rojo”, del
compositor Paulino Vargas, con la versión original de Los Tigres del Norte.
En un escenario de disputa territorial con las FARC y el Movimiento 19
de Abril (M-19) surge el grupo criminal Muerte A Secuestradores (MAS),
pactado por más de 200 narcotraficantes en 1981. Durante los mandatos de
Belisario Betancur (1982-1986) y Virgilio Barco (1986-1990), se encrudece la
guerra contra el narco, y aumentan los genocidios a líderes de la izquierda
colombiana. El Mexicano desaparece físicamente el 15 de diciembre de 1989
en un operativo liderado por el general Miguel Maza Márquez. Fernando
Valente le compone corridos, y otros músicos en versos llaneros o norteños
inmortalizan la leyenda de aquel capo originario de la vereda Veraguas, lo
representan como defensor de buenas causas, amante de los equinos y de su
terruño. Incluso, él mismo grabaría un disco dedicado a su pueblo natal, donde
según prensa del momento se había convertido en el dueño, por la notoria
El repertorio prohibido
Con esa breve descripción sobre los antecedentes del corrido en Colombia, en
los siguientes párrafos analizo parte del repertorio de corridos prohibidos, con
el fin de ubicar cambios y continuidades. Esta discusión hace énfasis en la
composición, las temáticas, las influencias musicales internacionales, los marcos
sociopolíticos de la producción y los significados de agentes musicales. A saber,
el concepto de repertorio ha sido abarcado por sociólogos y musicólogos; aplica
en condición de proceso ⎯musical o no⎯ un acervo que continuamente se
hace a medida que los músicos o las personas incorporan, intercambian y
aprenden colectivamente con su público (Faulkner y Becker, 2011). Por
consiguiente, cada repertorio de corridos nace como representación social en
movimiento, paralelo a la sociedad y cambiante junto con ella.
3
Es difícil hablar de corridos “por encargo”, se sabe de corridistas como Los Hermanos Ariza
Show, originarios de Santander, y de Los Rangers del Norte que compusieron canciones a
esmeralderos con vínculos semi-legales; contratos de Luis Eduardo Cifuentes, quien fuera
comandante de Las Águilas Negras (grupo paramilitar) y convidó en vísperas navideñas del año
2006 a Rey Fonseca para tocar en veredas del Municipio de Yacopí, y caseríos cercanos al
Magdalena medio; como también de reinsertados que trabajaron para la firma discográfica,
como fue el caso del corrido de “Los dos reinsertados”. En canales de YouTube se pueden
encontrar “cibercorreos” de anónimos que llevan mensajes de paramilitares a las guerrillas, o
viceversa. En palabras de Fonseca: “a la vieja escuela como a nosotros nos tocó ir a fiestas de
esmeralderos, de narcotraficantes y paramilitares; otros como Beto Pinzón estuvieron en
rumbas de la guerrilla” (Rey Fonseca en Almonacid, 2015b: s/p).
Castillo justifica el uso del corrido como un catalizador moral que advierte lo
que les pasará a quienes toman la opción de las armas o el tráfico de drogas:
capacidad didáctica en determinadas zonas marcadas por la excesiva violencia,
como pude observar en la provincia del Rionegro, con aficionados adultos y
jóvenes (Almonacid, 2016). Dice el músico y compositor Reynaldo Fonseca
que “componer corridos es meterse en el cuento”, así los intérpretes sustituyen
al personaje y hablan como si fuera un estilo directo. Del mismo modo,
aceptan el uso de la ficción: “pues como toda composición tampoco son fieles,
pero transmiten igual o mejor frente a la realidad misma” (Rey Fonseca en
Almonacid, 2015b: s/p). Precisamente, un punto ciego en el estudio narrativo
es el debate de si aluden a hechos naturales o artificiales. Empero, el corrido no
puede juzgarse por la realidad que falta, o la ficción sobrante; en el ambiente
cotidiano se representa con voluntad de hacer creer, y son las audiencias
quienes designan ese valor. Por consiguiente, “la música es metáfora creíble de
lo real” (Attali, 1995: 14).
Aclarados los niveles de composición, daré paso a ubicar la radiografía
temática del repertorio, desde el volumen uno hasta el cuatro, y luego desde el
volumen doce hasta el dieciséis, porque son los discos más representativos que
permiten identificar cambios y continuidades. De ese modo, los años de 1990
traen carros bomba y reformas estructurales del Estado de cara a la apertura
neoliberal. El gobierno de César Gaviria (1990-1994) y grupos guerrilleros
amnistiados se cobijan en una Asamblea Nacional Constituyente (1991). En
buena parte del territorio hay un rearme paramilitar. Las rencillas del
narcotráfico y el gobierno dejan como resultado la muerte de Pablo Escobar en
1993, y la captura de los líderes del cartel del Valle en 1995 (Arias, 2011). El
19 de abril de 1994, Los Tigres del Norte lanzan en México el álbum “Los dos
plebes”, con “Muerte Anunciada” que versa la caída del gran capo. El 15 de
marzo de 1995, Castillo crea el proyecto comercial “Cantina Abierta Vol. 1”,
incluidos los narcocorridos: “Cruz de marihuana” del compositor mexicano
José Antonio Sepúlveda; y “Pista Secreta” en voz del Grupo Exterminador,
originarios del Estado de Guanajuato ⎯hasta ese momento desconocidos en el
país⎯, y de gran importancia porque marcarían el estilo norteño de las
agrupaciones colombianas (Shone, 2013).
De cantina abierta se graban mil copias en CD. Al año siguiente, en
Villavicencio, Montería, y otras ciudades de mediano tamaño, aparecen
hombres con sombreros Cowboys, ropa de cuero y flecos al estilo norteño. Son
artistas de agrupaciones con títulos agresivos y zoográficos como Las Águilas del
Norte, La Furia Norteña, Uriel Henao y Los Tigres del Sur, nombres
inspirados en agrupaciones mexicanas. De hecho, en septiembre de 1996, llega
a las manos de Castillo un viejo casette de Los Tigres del Norte; se trataba del
álbum “Corridos prohibidos”, y bajo ese mismo neologismo lanzará su
proyecto con la firma Alma producciones, posteriormente Alma Records.
El 15 de marzo de 1997, salió el primer volumen con quince canciones,
de las cuales ocho son covers de agrupaciones mexicanas. Incluye “El carro
negro”, una copia adaptada del corrido “El Lincoln Negro” de Los Huracanes
del Norte (Jaramillo, 2011), y repite “La cruz de marihuana” en voz de Las
Águilas del Norte. El corrido fue emblema de la industria prohibida, pues el 8
de junio de 1997 el periodista Orlando León Restrepo reportaba que los
raspachines del sur de Colombia, en los paros y movilizaciones de regiones
cocaleras como El Putumayo, el Sur de Bolívar y San José del Guaviare lo
hicieron himno oficial. “Vol. 1” fue el álbum de música popular más vendido
en la historia de Colombia. Según el columnista Gustavo García (1998), logró
vender más de 70.000 copias. Por la década de 1990, “los capos”, el “dinero
fácil” pero también doloroso de las drogas, “las mulas” (transportadores), “los
sicarios” (asesinos a sueldo) son símbolos del narcotráfico y los narcocorridos
recogen esa semántica cultural. Las audiencias vieron en los corridos una forma
de explicar a sus generaciones. En palabras de Castillo:
Caguán con las FARC, pero queda como un intento fallido. La guerra alcanzó su
máxima expresión en esos periodos. Colombia se convirtió en el segundo país
del mundo con mayor desplazamiento forzado (Centro de Memoria, 2013).
Uribe es reelecto (2006-2010) y potencializa el pie de fuerza militar, mientras
en el país aumenta el número de víctimas y la persecución judicial a
organizaciones opositoras. En ese periodo disminuyen drásticamente los
corridos que juzgan al gobierno con cierta complacencia (Jaramillo, 2010).
La música es un hecho social, refleja las características de la sociedad
que la ha creado, canta la memoria y el presente de los pueblos (Hormigos,
2008). El repertorio abarca problemas como las quejas de los campesinos
contra la erradicación de la coca, y cristaliza los sueños de habitantes de barrios
marginales que sueñan con escapar de la pobreza a través del narcotráfico. De
esa arista local, guarda estrecha relación con movimientos geoestratégicos a
nivel internacional. En el 2007 salió “Vol. 12”, que intenta renovar con letras a
Hugo Chávez y el 11 de septiembre. La caratula tiene al Tío Sam, la cara de
Osama Bin Laden, y otros personajes representativos de la década. Durante dos
años, el repertorio estuvo ausente de la actividad comercial por los nulos índices
en ventas, y hasta los años 2010 y 2011 no vuelve a salir “Vol. 13”: una
antología de los 110 corridos más famosos del mundo, según los criterios de
Castillo.
Interesado por el Movimiento Alterado, Alirio Castillo sigue a través de
redes sociales agrupaciones destacadas como El Komander, Calibre 50, Enigma
Norteño, Los Buknas de Culiacán y Gerardo Ortiz. El 31 de julio del 2014, en
un reportaje del periódico El Tiempo, aparece rodeado de los intérpretes
Fernando Valente, Luis Guevara, y Eduardo De La Vega (Martínez, 2014).
Productor e intérpretes anunciaron al país el “Vol. 14”, un proyecto bajo la
insignia: “44 historias verdaderas hechas corridos”, de la casa disquera Vibra
Music, con la cual retoman corridos de contrabando de capos clásicos y neo-
narcotraficantes en México y Colombia: Gonzalo Rodríguez Gacha, “El genio
del mal” Pablo Escobar, Alias “Cuchillo”, “Don Diego” y “Jabón” del renovado
Cartel Norte del Valle. Además, la segunda captura de Joaquín Guzmán Loera,
“El Chapo Guzmán” ⎯por muchos años líder del cártel de Sinaloa⎯, El clan
de Los Caballeros Templarios y “Alias La Tuta” en Michoacán, México. De tal
forma, la memoria narco como fenómeno transterritorial sigue su cauce a través
de los corridos. En “Vol.14” participan agrupaciones mexicanas: Los
Huracanes del Norte, El Halcón de Durango y sus Bohemios de Nuevo León a
ritmo de norteño banda. Por Colombia: Grupo Mezcal, Ferney Díaz, y De La
Vega, quienes incorporan la tuba, y ajustan su acento como artistas sinaloenses.
Castillo desplegó una intensiva campaña en la web de “Vol. 14”. La
producción también estaba en cadenas radiales de Antioquia, Caquetá,
Santander, Cundinamarca, Boyacá, Córdoba, Tolima, Cauca, Departamentos
históricamente asediados por el tráfico de drogas y altos niveles de
victimización. Por lo demás, me compartió el interés de crear dos proyectos
discográficos. Uno para denigrar el modelo político bolivariano en sucesión del
presidente Nicolás Maduro, en Venezuela. Otro, como oposición a los diálogos
de paz entre las FARC y el gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2014; 2014-
2018), los cuales iniciaron formalmente en octubre de 2012 en Oslo, Noruega,
Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 57-73 67
Julián Alveiro Almonacid Buitrago
Conclusiones
este modo, el narco como modelo cultural puede abrir nuevas rutas de
comprensión sociopolíticas de ese brutal y complejo mundo del narcotráfico.
Finalmente, corridos prohibidos no sufre políticas de censura en
Colombia. Sin embargo, son acusados de “apología del crimen” por parte de
espectadores incidentales. Ese juicio es difícil controvertirlo desde las letras,
pero si resignificarlo cuando volcamos la mirada a lo que plasma la música con
el mundo cotidiano. Aquí entran infinidad de mediadores (Burgos, 2011), y
especialmente los usuarios, quienes eligen a qué prestarle atención: entre el
ritmo, el performance y el mensaje, sin importar si son las intenciones
representacionales del productor (Becker, 2015). En tanto constructo
narcocultural, los corridos es información adicional que sirve para reaccionar
sobre las drogas, la guerra y la paz; son representaciones con sentidos diversos
para un público, contextos particulares y con fines específicos de Alirio Castillo.
Esa condición pone a las ciencias sociales en una encrucijada con el sentido
común. En efecto, ni la historiografía, ni mucho menos la historia escolar, tiene
el monopolio del pasado. En sus límites, los corridos con su capacidad
representativa “cumplen la función de teorías históricas, porque permiten
describir, clasificar y hasta explicar por qué suceden los acontecimientos
sociales” (Castorina, 2007: 221).
B IBLIOGRAFÍA
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SAYAK VALENCIA
EL COLEGIO DE LA FRONTERA NORTE (EL COLEF)
sayak.valencia@gmail.com1
KATIA SEPÚLVEDA2
17, INSTITUTO DE ESTUDIOS CRÍTICOS
sepulvedakatia@googlemail.com
1
También conocida como Margarita Valencia Triana. Profesora Investigadora del
Departamento de Estudios Culturales de El Colegio de la Frontera Norte.
2
Doctorante en el programa de Doctorado en Teoría Crítica, en 17, Instituto de Estudios
Críticos, Ciudad de México.
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016 | 75-91 Recibido: 05/10/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.395 Aprobado: 21/10/2016
Sayak Valencia y Katia Sepúlveda
Introducción
3
Interpretación que resulta de una lectura cruzada entre lo que propone Einsenstein sobre las
democracias neoliberales y lo propuesto por Félix Guattari y Suely Rolnik sobre los atributos de
lo capitalístico.
4
El régimen escópico fue definido por Christian Metz como aquel en el cual se relacionan las
circunstancias sociales y el momento histórico con aquello que nos resulta verosímil
visualmente. Después dicho término fue profundizado por Martin Jay, quien lo definiría como
“[E]l modo de ver de una sociedad, ligado a sus prácticas, valores y otros aspectos culturales,
históricos y epistémicos” (2003: 222). Véase Jay, Martin (2003), “Regímenes escópicos de la
modernidad”, Campos de fuerza. Entre la historia intelectual y la crítica cultural. Buenos Aires,
Paidós. En la misma línea de pensamiento de los autores ya citados, entendemos dicho régimen
como una herramienta conceptual para reflexionar acerca de lo modos de mirar y las gramáticas
de la mirada de las sociedades contemporáneas. Más aún, nos interesamos por desbrozar la
mirada “normalizada/normativa” que habilita y distribuye ciertas imágenes y oculta otras
dentro de los regímenes de tiranía contemporáneos.
5
Con esta forma de capitalismo me refiero al derramamiento de sangre explícito e injustificado
—como precio a pagar por el Tercer Mundo, entendido como espacios de expolio neocolonial,
que se aferra a seguir las lógicas del neoliberalismo, cada vez más exigentes—, al altísimo
porcentaje de vísceras y desmembramientos, frecuentemente mezclados con el crimen
organizado, la división binaria del género y la sexualidad y los usos predatorios de los cuerpos,
todo esto por medio de la violencia más explícita como herramienta de
“necroempoderamiento”.
El fascinante fascismo
“El terror Nazi perdió la guerra, pero al final, ¿ganó la paz?” (Virilio, 2003: 28).
Paul Virilio se hace esta pregunta derivada de una reflexión en torno a lo
expresado por Jacqueline Lichtenstein6 en una entrevista inédita en la cual ella
expresa que los nazis ganaron la guerra. Dicha afirmación se desprende de una
visita y un recorrido por el antiguo campo de concentración de Auschwitz
(actualmente devenido en museo):
para instaurar sus fines, en el caso específico del fascismo. Sontag habla de la
producción de un gusto en base a la ideología imperante a través de la
conquista de los —indeterminados, intrincados y siempre fluctuantes—
campos de los afectos y las identificaciones. En sus propias palabras:
Psico/necro/biopolítica
7
Mbembe se refiere específicamente a las antiguas colonias africanas pero su razonamiento, en
este sentido, puede ser extensivo a las colonias de América y Asia.
8
Tomamos la perspectiva de la psicopolítica digital del Han. Sin embargo, tenemos
conocimiento de que el régimen psicopolítico no se inicia con el Big Data sino que tiene sus
antecedentes en un manual de los años 50 del siglo XX, usado por el socialismo soviético, en el
cual se buscaba crear “un hombre nuevo” capaz de ser gobernado a través de su manipulación
mental, es decir, de conquistar la mente de los individuos de las naciones enemigas. El término
no se popularizó, pero forma parte de una serie de técnicas conocidas como “lavados de
cerebros” y que posteriormente fueron utilizadas en Estados Unidos. Además de Han, el
término ha sido usado por Alexandra Rau (2010), quien en la inserta dentro del régimen
biopolítico y reflexiona sobre sus relaciones en su libro Psychopolitik. Macht, Subjekt und arbeit
in der neoliberalen Gesselchaft. Frankfurt, Campus.
Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 75-91 79
Sayak Valencia y Katia Sepúlveda
9
Ejemplo de este adoctrinamiento visual de transmisión de la guerra en tiempo real es la
Guerra de Golfo pérsico en de 1990 a 1991.
La fascinante violencia
11
El Señor de los cielos. Sinopsis: https://es.wikipedia.org/wiki/El_se%C3%B1or_de_los_cielos
12
Breaking Bad. Sinopsis: https://es.wikipedia.org/wiki/Breaking_Bad
13
La Reina del Sur. Sinopsis: https://es.wikipedia.org/wiki/La_reina_del_sur_(telenovela)
14
Sense 8. Sinopsis: https://es.wikipedia.org/wiki/Sense8
Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 75-91 85
Sayak Valencia y Katia Sepúlveda
media con alto capital cultural, cuyo valor se deprecia frente a las lógicas del
neoliberalismo rampante, representada por Breaking Bad. Herederas de “la
colonialidad del ver” y de la lógica totalitaria de las violencias del fascismo y
puestas en relación con la cultura del crimen organizado y el narcomundo, estas
series actualizan la “telecolonialidad visual” que se caracteriza “por una forma
de colonización del imaginario y la memoria vinculada a la particular operación
de la imagen producida y reproducida mecánicamente” (León, 2012: 116).
En este sentido, la impronta racial resulta determinante si comparamos
El señor de los Cielos con Breaking Bad, pues pese a que ambas están
protagonizadas por varones heterosexuales, existe una diferencia de clase y raza
reafirmada por la geopolítica. Esta diferencia racial resulta evidente, en tanto
que la representación a nivel argumental de los personajes responde en lo
general a las mismas razones para estar en el “negocio” del narcotráfico:
cumplir con sus mandatos de género masculino, principalmente en lo referido
a la proveeduría y protección de su familia.
El tratamiento de los personajes se basa principalmente en la
“colonialidad del ser”15, en donde el prototipo de hombre caucásico, educado,
de clase media, estadounidense no se propone como un anti-héroe monstruoso,
sino como un científico venido a menos que tiene en su haber un premio
Nobel de química y que tras la noticia de padecer una enfermedad incurable
(cáncer de pulmón avanzado) se ve envuelto en circunstancias que lo conducen
al negocio de las drogas como una forma rápida de hacer dinero y proteger con
ello a su familia después de su muerte.
Curiosamente, el personaje se llama Mr. White y representa a la
masculinidad blanca y racional que es capaz de infringir el mismo grado de
violencia que el resto de hampones, pero lo hace desde la “pulcritud” de la
ciencia, es decir, la serie presenta los códigos del narcotráfico al estilo de una
épica de la masculinidad de clase media no racializada. La no racialización del
personaje otorga una serie de privilegios simbólicos y materiales, pues cualquier
acción ejecutada por Mr. White se convierte en un despliegue de genialidad, al
punto de no ser considerado un mero cocinero de metanfetaminas sino un
artista de la química, legitimando sus prácticas y volviéndose cool para los
consumidores de la serie. Crea una identificación y una legitimación cultural
para este tipo de prácticas entre las poblaciones racializadas y no-racializadas.
Por el contrario, el protagonista de la serie El Señor de los Cielos es un
varón mestizo mexicano cuyo fenotipo se encuentra geopolíticamente marcado.
El protagonista despliega una masculinidad vinculada con los ideales machistas
nacionales, en los cuales la proveeduría, la violencia y exceso sexual son
elementos certificadores de su pertenencia al sistema de códigos del
necropatriarcado, resultando una encarnación de los que en otros trabajos he
denominado como sujeto endriago. A diferencia de Mr. White, Aurelio Casillas
muestra ante la pantalla la reafirmación de un estereotipo de masculinidad
racializada, poco refinada, violenta e incluso “salvaje” que reafirma la
“diferencia colonial” y coloca al racializado fuera del marco de la ficción
política de lo humano y de lo racional.
15
Concepto ampliamente discutido por la escuela decolonial latinoamericana, especialmente
atribuido a Walter Mignolo.
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Del fascinante fascismo a la fascinante violencia: psico/bio/necro/política y mercado gore
Ahora bien, más allá de la banalidad del mal16 que muestra el contenido
de dicha entrevista y de los múltiples cuestionamientos éticos que podrían
hacerse a los actores y a los editores de la revista, cabe destacar que el modelo
empresarial de la narcocultura representado por el Chapo Guzmán, desde
nuestra perspectiva, se perfila en consonancia con el modelo ego maníaco de la
Gesamtkunstwerk, es decir, como la obra total. Se pretende una conquista del
territorio cultural mundial a través de la popularización y normalización masiva
de las gramáticas del necro-pop representadas por el narco, despojando de lo
ominoso a la figura del criminal y glamurizándola como una especie de nuevo
rockstar, es decir, como un nuevo rostro de la élite sexual masculina.
La última serie que analizaremos es Sense 8, la cual nos parece
importante de analizar porque, aunque no versa directamente sobre la cultura
del narcotráfico, nos muestra de manera fidedigna el transito del régimen de la
representación al régimen de lo live propio de la tercera modernidad visual.
Aquí la reapropiación de imaginarios exóticos es desplazada de las manufacturas
de las películas de serie B y se les somete a un proceso de “purificación estética”
a través del blanqueamiento exotista de las lógicas del negocio del narcotráfico
y su rentabilización “aséptica” de la economía de la muerte.
Esto puede observarse especialmente en el capítulo cinco, minuto 33 al
35, en el cual hay una escena de acción en una especie de mise en abyme. El
personaje latino, que en la serie interpreta el papel de un actor mexicano, está
realizando una escena de violencia gore vinculada visualmente con el
imaginario del narcotráfico. La escena es ejemplificadora en dos sentidos:
representa la producción de la violencia en un set, en la filmación de una
película, y devela la manufactura de la violencia producida escenográficamente,
pero a sus vez reafirma el estereotipo sobre México como un país en el cual la
violencia generalizada es cotidiana y, al parecer, irrefrenable. Un recorte de la
realidad donde, tomando la parte por el todo, se vincula a México
exclusivamente con la violencia y el narcotráfico y se les vende como productos
de consumo g-local.
En los dos minutos que dura la escena se despliega una serie de
símbolos y significados vinculados al mundo prehispánico, representado por un
museo arqueológico, en el cual la magnificencia de una cabeza olmeca es
reducida a un mero elemento decorativo que se convierte en blanco constante
de la destrucción por medio de las balas (Figura 1).
16
Hannah Arendt propuso este concepto para referirse a los sujetos operarios que obedecen a
un sistema basado en los actos de exterminio y de violencia extrema que, sin embargo, no
parecen reflexionar sobre ello, esto es, actores irreflexivos, no monstruos excepcionales, sino
sujetos obedientes de las lógicas de un sistema. En el caso de Arendt se refería al nazismo, en el
caso del Chapo podríamos referirnos al Capitalismo en su versión sangrienta.
88 Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 75-91
Del fascinante fascismo a la fascinante violencia: psico/bio/necro/política y mercado gore
Conclusiones
Como afirma Jaime del Val: “[T]ras las tecnologías positivistas de la cultura
digital, tras su obsesión por la simulación y la visualización de la realidad,
tenemos la reproducción de un régimen de poder implícito cuyo éxito se basa
precisamente en su modalidad corporal de operación, en su producción de
afectos en la esfera no verbal del movimiento” (Del Val, 2009: 4) Es decir, el
régimen de poder (que realiza montajes estéticos de la violencia) ha entendido
que la producción de subjetividad y afectos renta a su favor en varios sentidos.
Fundamentalmente, en la desmovilización psicopolítica de las poblaciones del
narcomundo que afectadas por la vulneración estructural cotidiana son
seducidas por la fascinante violencia, llevando a cabo un proceso de auto-
espectralización y participación activa en los flujos del capital por medio de su
consumo.
En este sentido, la instauración de un régimen visual que naturaliza al
crimen organizado y sus valores asociados no es una ominosa excepción a la
regla de los mercados capitalistas contemporáneos, sino que está en
concordancia con el proyecto glotaritario17 caracterizado por la institución de
17
Término que proponemos como una suerte de régimen totalitario global.
Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 75-91 89
Sayak Valencia y Katia Sepúlveda
B IBLIOGRAFÍA
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016 | 93-111 Recibido: 31/08/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.359 Aprobado: 08/10/2016
Daniela Renjel Encina
narcotelenovela que más lejos lleva las posibilidades éticas y estéticas del
subgénero.
Delimitado el tema, queda decir que Gustavo Bolívar Moreno nace en
Girardot, el 22 de julio de 1966, en una familia humilde; hecho que lo obliga a
trabajar desde muy joven, vendiendo banderines durante los partidos de fútbol
en “El Campín” de Bogotá para poder cubrir sus estudios secundarios y la
carrera de periodismo.
Si bien la obra que lo lleva a la fama internacional es, como ya se dijo,
Sin tetas no hay paraíso (2006), su trabajo como guionista comienza mucho
antes y, lo que es fundamental, siempre se muestra abocado a denunciar
realidades sociales incómodas y, por lo general, no tratadas en la televisión de
ficción, es decir, en series o telenovelas.3
Bolívar se inicia profesionalmente como asesor del ministro Enrique
Parejo González (Magdalena, 1930), quien fuera reconocido por su lucha
contra el narcotráfico, una vez que el joven Bolívar redactara para él un plan
“sobre las estrategias para llegar a la presidencia” (Pantalla Colombia, 2012).
Contratado dos días después, trabaja con el ministro desde 1984 hasta 1993,
recorriendo Colombia y aprendiendo a hacer política con quien el guionista
considera, según Alejo Vergel en “El correo: con Gustavo Bolívar”, “un hombre
de unas cualidades morales enormes, una honestidad y un sentido de justicia a
toda prueba”. Esta admiración que lleva a Bolívar a escribir “Por qué un
hombre honesto no puede ser presidente” (2014), en su blog “Sin censura”,4 es
importante para comprender el lugar político y moral desde donde el autor crea
sus guiones, que es básicamente desde la denuncia de la injusticia social y
política, y el de la lucha contra el narcotráficoo. Afirma Bolívar:
Parejo entendió que sin decir mentiras, sin hacer trampa, sin robar, sin hacer
falsas promesas, sin hacer componendas, sin tapar, sin dejar pasar, sin
empleados públicos esclavos, sin comprar votos, sin sobornar congresistas,
sin ser amigo de los dueños de los medios, no había una sola posibilidad de
ser presidente en Colombia y se retiró de la política, sospecho que muy triste,
a efectuar estudios y a formular soluciones a nuestros graves problemas.
Después de acompañarlo durante ocho años por todo el país, vino la
despedida. Yo seguí mi camino hacia el periodismo y la denuncia social, con
el tesoro de haberlo conocido a cuestas. He tratado de ser fiel a su filosofía y
su lucha desinteresada, pero más que eso, convencido de que la política en
Colombia es una mierda cuyo olor fétido la mayoría de colombianos
soportan con una indiferencia terrible y hasta con un cierto placer. (2014:
s/p)
Fruto del trabajo con el ministro Parejo surge su primer libro, Historia electoral
de Colombia (2000), y posteriormente Así se roban las elecciones en Colombia
3
Así, por ejemplo, aun cuando la temática es el fútbol, como en el caso de Juego Limpio
(2005), donde en medio de las rivalidades y los partidos entre dos equipos contrarios se teje
una historia de amor, se hace manifiesto un mensaje de tolerancia hacia el que no piensa igual a
uno y en contra de la violencia en los estadios, principalmente.
4
Consultado en <http://gusbolivar.blogspot.com/>.
Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 93-111 95
Daniela Renjel Encina
(2002), donde denuncia con nombres propios los mecanismos por los cuales se
cometieron los seis robos más evidentes en la historia del país.
5
Para esta serie se realizaron más de doscientos docudramas en los que se trataron temas sobre
la historia reciente del país, como la muerte de cinco candidatos presidenciales (Jaime Pardo
Leal, Bernardo Jaramillo, Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro y Álvaro Gómez Hurtado), en
1990, así como atentados que sufrieron tres ministros de Justicia (Rodrigo Lara Bonilla,
Enrique Parejo González y Enrique Low Murtra), en 1984, 1987 y 1991, respectivamente.
profesionales y otros naturales, y que trata sobre la necesidad que tienen los
jóvenes de Ciudad Bolívar de integrar bandas juveniles para sobrevivir en un
barrio sumamente pobre y peligroso en Bogotá.
Pandillas, guerra y paz se muestra como otra serie polémica que no deja
de recibir duras críticas por el grado de violencia que por primera vez se expone
abiertamente en la televisión colombiana, pero la fascinación ante una realidad
precisamente lejana a las familias acostumbradas a encontrar en las telenovelas
historias de amor contrariado fue mayor, por lo que no hubo recursos
suficientes para prohibir su emisión. A diferencia de, por ejemplo, Luis Ospina
con Agarrando pueblo (1978) o Víctor Gaviria con La vendedora de rosas
(1998), Pandillas…no busca parodiar la captura de la realidad con el fin de
mostrar el tratamiento miserabilista que se da a ciertos enfoques, o exponer con
la menor intervención actoral realidades lejanas a ciertos estratos que no las ven
de cerca ni van a consumir una película que hable de ellas. La serie de Bolívar
busca trasmitir en horarios estelares situaciones que la mayoría de la población
colombiana ha mirado de forma preconstruida y limitada, producto del terror
de la violencia que en esos años imperaba en el país. Bolívar, de este modo,
puso diariamente en la pantalla conflictos de índole tan violenta como emotiva,
y que los espectadores consumieron con reparos, curiosidad y no poca
consternación.
Estas discusiones públicas parecen dar cuenta del temor a la aparición
del “otro” peligroso envestido de una humanidad en toda su verosimilitud no
reconocida hasta entonces y prejuzgada bajo el rótulo de “delincuente” o
“gamín”, puesto que con la serie se vio por primera vez, abiertamente, que ese
estado de cosas es también responsabilidad de una colectividad que pareciera
desconocer que la violencia no está sólo en la selva con la guerrilla, sino
principalmente en las calles, como consecuencia de la falta de medios para
ingresar en la sociedad que se protege a priori de ellos, y que un proceso de paz
debe tomar en cuenta. Gracias a la temática que Pandillas… llevó a la discusión
pública, con el patrocinio de la OIM (Organización Internacional para las
Migraciones), Bolívar filmó nueve documentales, promoviendo también nueve
desarmes de pandilleros en diferentes ciudades, razón por la que se le otorgó en
2002 el Premio Nacional de la Paz, organizado por los habitantes de Ciudad
Bolívar.
Desenmascarando estereotipos y prejuicios sobre ciertos sectores y
ciertas poblaciones, Pandillas, guerra y paz presenta una atmósfera sórdida y
algo carente de esperanza. Ésta es una de las razones por las que el público
puede finalmente compadecerse del futuro de estos muchachos que terminan
en la cárcel, nuevo escenario de sus luchas por la sobrevivencia, trabajando del
mismo modo en asuntos ilegales y siendo muchas veces injustamente
maltratados por los guardias.
No obstante, esta modalidad de intervención social a través de la
telenovela inquietó a la sociedad receptora de la primera temporada, la cual,
detrás de un discurso opuesto a la violencia de la serie, pareció no advertir la
cantidad de violencia que se transmite por televisión y por videojuegos, sin que
estos medios preocupen a los espectadores. Rafael Ayala afirma que “resulta,
por alguna razón, más fácil presentar y consumir series de alta violencia cuando
son norteamericanas, por ejemplo, que cuando esta violencia se muestra en las
calles de la propia ciudad” (Ayala, 2004). Es decir, cuando son más que ficción.
El alto rating, de este modo, llevó a la serie a varias nominaciones, entre ellas la
del mejor guión en el premio TV y Novelas (2002).
Pero si Pandillas, guerra y paz escandalizó, Sin tetas no hay paraíso
paralizó al público, puesto que esta telenovela, partiendo por el nombre,
plantea temas tabú para la sociedad contemporánea, pero especialmente para la
de hace diez años atrás, ya que el tiempo transcurrido desde entonces, si bien
nada lejano del actual, demuestra que la posterior oferta narcotelenovelera ha
sido tan vasta, que el público, por fuerza, ha quedado casi anestesiado con
respecto a estos contenidos. Esta anestesia, no obstante, se suspende cada vez
que el propio Bolívar aparece nuevamente para despertar al espectador con una
nueva producción, problematizando una vez más temáticas y contenidos.
6
Caracol Televisión Internacional vendió los Derechos de Formato y Emisión de la Serie a
Telecinco, en España, que realizó su propia versión en 2008. Del mismo modo, Caracol
Televisión y Telemundo realizaron versiones propias.
7
Término derivado de “traquetear”, llevar algo (narcóticos) de aquí para allá, o del inglés to
track, rastrear nuevos compradores y mercados (Riaño, 2006: 21).
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Gustavo Bolívar: el hombre de las narcotelenovelas
poco menos que poner el dedo en la llaga de una práctica común durante
varios años en algunos círculos colombianos. Por tanto, se muestra el potencial
de la ficción para intervenir políticamente en la sociedad al visibilizar prácticas
delictivas casi normalizadas, y no sólo la ola de intervenciones quirúrgicas
estéticas de ciertas jovencitas para acceder a un estatus privativo para ellas.
No obstante, el momento culminante de la telenovela corresponde al
suicidio delegado de la protagonista, al darse cuenta de que el paraíso es
efímero y muy alto el precio a pagar. “En esta telenovela, la matriz
melodramática, rosa y aspiracional se libera de los valores modernos (trabajo,
esfuerzo, honestidad, solidaridad, constancia) y se llena de valores
postmodernos (inmediatez, vértigo, levedad): hay maneras menos santas de
ascender. Se pasa del noble aristócrata o burgués al nuevo rico: salido del barrio
que fue capaz de jugarse el todo por el todo en busca del éxito” (García, 2009:
s/p).
Esta producción, de tal forma, al igual que su homónima impresa
(publicada en 2005), volvió a instaurar el debate acerca de temas como: 1) si
era cierto o no que las jovencitas se prostituían por estos motivos; 2) si era lícito
faltar el respeto a las mujeres de Pereira (ciudad donde la serie es ambientada)
al mostrar de esa forma a sus habitantes; 3) si esta producción daba una mala
imagen de la mujer colombiana; 4) si era o no cierto que las cosas se daban
como Bolívar las narraba; 5) si la serie educaba o daba un mal ejemplo a las
jovencitas que, “seguramente”, veían a Catalina como un modelo a seguir para
conseguir sus fines, así como debates similares.
En esos primeros intercambios de opiniones despertados en torno al
tema, se evidenció el valor simbólico de estas muchachas para los traquetos, que
es el de casi objetos que trasmiten el poder de sus parejas, en el entendido de
que son mujeres “costosas”. Pareciera ser que no hay traqueto que se respete
que no ostente una mujer que visibilice este poderío y es lo que, excepto El
capo,8 todas las producciones narco han reflejado.
La crítica, sin embargo, no ha destacado un aspecto no por formal poco
importante, y es el hecho de instalar un tipo de telenovela donde el eje de la
narración no es el amor y sus desencuentros, sino una temática social; un
melodrama que no presenta el sufrimiento rosa por amor, y que en cambio
pone en escena un amor poco aceptado socialmente, que es el del novio de
Catalina con la madre de ésta, visibilizando, además, una “doble moral”
(Ramírez Gelbes, 2014), que no deja de ser una crítica evidente a la sociedad
que lo juzga. Lina Aguirre parece tener una mirada más positiva sobre la
telenovela, al afirmar que:
Sin tetas no hay paraíso no sólo hace visible la importancia de seguir los
estándares de belleza, sino que hace énfasis sobre la experiencia subjetiva
de quien se somete a ellos; elabora las percepciones que la protagonista
tiene de su propio cuerpo en relación con el ideal voluptuoso y sensual,
8
León Jaramillo, protagonista de El capo, tiene por parejas a mujeres alejadas del prototipo que
aquí se discute. Se trata de mujeres combatientes, sicarias, “amas de casa”, sin maquillaje,
producción ni curvas exuberantes. Mujeres que, en suma, intentan alejarse de la estética
“silicona” o “mamasita”, a decir de Omar Rincón (2011).
Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 93-111 99
Daniela Renjel Encina
Esta contradicción, sospecho, tiene que ver con lo que la autora y el público
hubieran deseado ver en la serie para aceptarla abiertamente como una
producción “fuerte”, pero “educativa”. Si Catalina hubiera mostrado resistencia
a la operación de aumento de senos, la sociedad la hubiera aceptado sin réplica,
así como aceptó en su momento a Simplemente María (1969) de Carlos Barrios
Porras, por ejemplo, mujer que luego de años de trabajar como costurera y tras
un golpe de suerte, logra convertirse en una famosa diseñadora. Lo cierto es que
la realidad no es así para la mayoría de las personas, y las formas de resistencia a
los caminos rápidos no llevan a la obtención de más dinero, aunque sí, sin duda,
a una vida que socialmente se entendería como más digna.
Por lo apuntado, se evidencia que el espectador medio no tiene la
capacidad desarrollada de leer producciones como ésta, en tanto apuestas críticas
desconectadas de los estereotipos y lugares comunes (del tipo “el bien
triunfará”), y se concentran directamente en una invitación a la mímesis (“es un
mal ejemplo para la juventud que querrá hacer lo mismo”), lo que es en cierta
medida comprensible, pero ¿por qué no se ve entonces que la decisión del
suicidio de Catalina ante la frustración también sería algo para imitar? Aguirre
señala que la falta de sufrimiento de la protagonista ante lo que tiene que pasar
para conseguir lo que busca legitimaría sus decisiones, por lo que habría que
pensar que quitarse la vida sería la continuación de esa legitimación. Esta lectura
me parece cuestionable, dado que es una postura simplificadora concluir que
porque se ve entusiasmo en la protagonista antes y luego de su cirugía, ella esté
rodeada de éxito en todas las áreas de su vida. Dichas lecturas de temas críticos
en las telenovelas de Bolívar muestran más un tipo de espectador que un tipo de
producción. Si se ve un poco más a profundidad, la serie no está invitando a la
copia de estos modelos, ni siquiera en el caso de Jéssica, a quien parece irle
mejor, pese a representar para la moral occidental una caterva de defectos, sino
mostrando la vacuidad de esta forma de vida proyectada en el tiempo; lo
pasajero de la risa frívola, de la felicidad amparada en estándares de belleza
difíciles de conseguir y la miseria moral y emocional de quienes un día se dan
cuenta de que fueron tratadas como cosas intercambiables, si no desechables.
Aguirre, en su artículo, afirma que “la telenovela fracasa en abrir un
espacio para la reflexión y la resistencia ante la norma” (2011: 124), pero
posteriormente sostiene que “la serie parece sugerir que la cirugía cosmética,
como acceso a una vida más feliz, justifica el sufrimiento; pero al mantener a
deseada, de tal forma que al tener que quitarse los implantes se ve carente de una
razón para vivir, lo que hace de la serie una fuerte crítica a la vacuidad de estas
vidas asentadas en la ostentación; 2) que suicidarse, en tanto acto antinovelesco,
introduce una transformación o, al menos, fisura en el género —como lo hace
Bolívar en todas sus producciones—, frecuentemente criticado por mantener el
statu quo de la sociedad, adormeciéndola frente a los cambios que podría
demandar a la cultura hegemónica. Nada de esta conformidad a esa cultura
hegemónica se promueve en esta telenovela. El suicidio de Catalina es precedido
por una exterminación moral. La muerte física termina siendo la desaparición de
un cuerpo cuya identidad, desvinculada del consumismo y la ostentación, no
terminó de formarse y, en ese sentido, la lectura que hace Cecilia Domínguez
del cuerpo de Catalina luego del deterioro de sus implantes como metáfora del
país fracturado entre nación y narcotráfico (Domínguez, 2013: 18). ¿Qué tipo
de final feliz alternativo puede ofrecer una realidad tan dura, llevada a la
televisión para ser denunciada y provocar una intervención? Por último, se
confirma 3) que el suicidio puede ser entendido como el único acto de posesión
verdadera del cuerpo en un contexto de subordinación ilimitada.
Omar Rincón, en “Nuevas narrativas televisivas: relajar, entretener,
contar, ciudadanizar”, afirma que una novela de identidad es “una que, más allá
del rating, se haya adherido a la memoria colectiva de una nación o alguno de
sus grupos sociales, que pasa a formar parte de la conversación social y que
convierte a la telenovela en historia imprescindible de la identidad” (Rincón,
2011: 50). Sin tetas no hay paraíso, en el contexto de esta descripción, es sin
duda una de las novelas de identidad, junto con Café (1994) y Yo soy Betty la
fea (1999), con las que cuenta Colombia.
Ante todo quiero aclarar que no soy televidente asidua de los canales RCN
y CARACOL, así como tampoco lo soy de las telenovelas que estos canales
emiten y con las cuales se drogan tantos colombianos.
Intrigada por las protestas que la serie televisiva incitó entre directivos y
estudiantes de la Universidad de Antioquia, me puse en la tarea de mirar
algunos capítulos disponibles en internet. (2013: s/p; las cursivas son mías).
Esta semana me puse en la tarea de ver la serie de los Tres Caínes de RCN,
en la que se relata la historia de los hermanos Castaño y tomé la decisión
de no volverla a sintonizar por una razón muy simple: porque insulta mi
intelecto. (2014: s/p; las cursivas son mías)
Del mismo modo, Liliana Parra y Silvana Pontón muestran como resultados
del taller que llevaron adelante “desde la perspectiva de la semiótica y de la
comunicación, por el sentido que gestan las series de televisión Tres Caínes y
Escobar: el patrón del mal”, avalada por la Corporación Universitaria Minuto de
Dios, que la percepción de los talleristas cuando se les preguntó si estaban de
acuerdo con la forma en que la series representaban la realidad fue que “no es
correcta la manera en la que fueron presentadas” (2014: s/p; las cursivas son
mías), lo que implica que para ellos existe una manera correcta de hacerlo y ésta
no fue la aplicada por Bolívar. “La tergiversación de la historia no puede pasar
impune ni inadvertida” afirmará por su parte Maureén Maya (2013: s/p),
dando por sentado que existe sólo “una historia”, en desconocimiento u
oposición a las nociones más básicas de las tesis de H. White o M. de Certeau
sobre la imposibilidad de pensar siquiera en la existencia de “una” historia, por
citar algunos, y Bolívar estaba contando otra.
En este sentido, manifestar malestar por ciertas escenas que se
considerarían “falsas”, sin poder en verdad demostrar que nunca tuvieron lugar,
Hasta donde yo sabía, la mala imagen se la dan a los países sus peores
hijos. No escritores, guionistas o periodistas. Si en un tiempo Alemania
fue estigmatizada y hasta odiada no fue por los historiadores y directores
de cine y escritores que convirtieron el Holocausto Judío en libros,
películas y seriados de televisión, sino por Adolfo Hitler, el responsable
de este genocidio. (Bolívar, 2013: s/p)10
Al respecto tengo que decir, primero que no es cierto que la televisión sea
modelo de imitación para los delincuentes. Si lo fuera, Pablo Escobar,
Chepe Santacruz, los hermanos Rodríguez Orejuela, El hombre del
Overol y cuanta figura siniestra irrumpió en los años 70 y 80 hubieran
9
Véase http://gusbolivar.blogspot.com/2013/03/tres-caines-apologia-o-pedagogia-1.html
10
Véase http://gusbolivar.blogspot.com/2013/03/tres-caines-apologia-o-pedagogia-1.html
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Daniela Renjel Encina
Finalmente, cabe resaltar que en ningún guión escrito por Bolívar se muestra a
“los violentos”, delincuentes, asesinos, etc., como triunfadores del mal, como
ejemplos de felicidad y éxito, o como personajes invulnerables que habría que
imitar, sino todo lo contrario; lo que se muestra es una violencia estructural y
sistémica que está más en las calles que en la selva, como producto de las malas
decisiones de toda la sociedad, y que trae consecuencias nefastas a quienes la
practican. No obstante, para comprender esto hay que ver toda la telenovela y
no juzgarla ligeramente sólo a partir de sus primeros capítulos.
Queda visto, por tanto, que para los autores de estas novelas y,
especialmente, para Bolívar, la violencia en el país no proviene tanto de las
narcotelenovelas como de la historia cotidiana de la cual se participa mediante
los medios de comunicación, la familia, el entorno y como consecuencia de la
función mal llevada de la clase política, que es la que da un ejemplo tenaz de
cómo conseguir dinero con facilidad y a cualquier costo.
canales y los productores necesitan son historias que se vendan, por lo que sería
ingenuo pensar que los libretos son un mero acto de altruismo, es difícil creer
que Bolívar pudiera acceder a esta remuneración escribiendo melodramas
tradicionales, hecho que, ciertamente, le hubiera evitado problemas legales y
amenazas por las que incluso tuvo que dejar el país, puesto que su activismo en
temas políticos de su país demuestra un compromiso de denuncia de lo que
considera poco o nada ético. Sin embargo, el autor afirma haber “perdido
plata” con Tres Caínes (Simón Posada, 2013), titulado de igual manera, razón
que no ha impedido continuar con la decisión de contar esta historia y mostrar
lo que él cree que el país debe conocer, interpretar y comprender.
No obstante, si su fuerte ha sido escribir sobre tipos de violencias,
considerar que “el televidente es testigo pasivo cada noche de una violencia
desmedida que vale porque sí, donde sólo aparecen los perpetradores y sus
secuaces, donde sólo vemos señores de la guerra que deciden quién vive y quién
muere” (Uribe, 2013: s/p) es pensar en un televidente bastante degradado,
alguien a quién hay que proteger, aun fuera de la franja de protección al menor,
y por quien decidir qué imágenes mostrar y qué historia contar, a fin de
“cuidar” y preservar su mente (“en la ignorancia”, diría Bolívar). Umberto Eco
afirma ante aquella mirada del espectador como un ser indefenso que éste,
aunque posea una inteligencia media:
Sabe muy bien que cuando la actriz besa al actor en una cocina, en un
yate o en un prado, incluso cuando se trata de un prado verdadero (con
frecuencia es el campo romano o la costa yugoslava), se trata de un prado
elegido, predispuesto, seleccionado, y por tanto en cierta medida
falsificado a fines del rodaje. (1983: 56)
Incluso el público que no es tan inteligente como para entender del todo
un tema puede detectar cuando el realizador considera que sí lo es; de la
misma forma, detecta cuando se piensa que no lo es. El espectador no es
estúpido […] Editen, corten, háganlo más corto, díganlo con menos
palabras, menos escenas. […] La gente entiende. La gente ama que creas
que tienen (sic) cerebro. (Moore en Tapia, 2015: s/p)
Cada vez que se presentan discusiones como las de Tres Caínes o la serie
sobre Pablo Escobar, aparecen los síntomas que presenta la academia
colombiana con su tendencia […] al Estado y una visión nostálgica y
paternalista de los medios de comunicación: se añora el viejo modelo
Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 93-111 107
Daniela Renjel Encina
como señalaría Uldrich Beck en la Sociedad del riesgo. Posiblemente es por eso
que, para Omar Rincón, Gustavo Bolívar es el escritor del nuevo país (2011:
49).
B IBLIOGRAFÍA
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IGNACIO CORONA
THE OHIO STATE UNIVERSITY
corona.7@osu.edu
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016 | 113-134 Recibido: 03/08/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.334 Aprobado: 08/10/2016
Ignacio Corona
1
Escribe la filósofa tijuanense que en el capitalismo gore se subvierte el proceso del capitalismo
observado por Marx: “y la destrucción del cuerpo se convierte en sí mismo en el producto, en la
mercancía, y la acumulación ahora es sólo posible a través de contabilizar el número de
muertos, ya que la muerte se ha convertido en el negocio más rentable” (Valencia, 2010: 16).
2
Habiendo estado casada la madre, otrora fichera, con el mayor de los dos hermanos, a la
muerte de éste se convierte en pareja sentimental de Benny, el menor.
3
Lo kitsch (vocablo de origen alemán) remarcaría, por una parte, un “mal gusto” estético
sugiriendo aquello producido en masa o como expresando una exagerada sentimentalidad o
nostalgia por estilos pasados. Lo rascuache o rasquachi (vocablo de origen náhuatl), por otra
parte, aludiría a su improvisación técnica y mezcla de materiales baratos; algo usualmente
asociado al consumo y producción estética entre los estratos bajos de la sociedad mexicana. En
ambos casos, denotaría algo de baja calidad o de pobre gusto estético.
4
Para Michel Foucault, los cementerios son un tipo de heterotopía o “lugar otro”, en
comparación con el “no lugar” de la utopia. Ejemplifican el segundo principio de una
heterotopología que el historiador propone. Introducido primero en el prefacio a Les mots et les
choses (1966), el concepto de heterotopía es más ampliamente desarrollado en su ensayo “Des
autres spaces” (1967), publicado en libro muchos años después. Según Foucault, “[t]he
cemetery is certainly a place unlike ordinary cultural spaces. It is a space that is however
connected with all the sites of the city, state or society […]” (Foucault, 1997: 333). En el
célebre cementerio “culiche” las familias de la localidad van a tener a alguien enterrado ahí
pero, asimismo, en él van a coincidir muchas capas de significación y conectividad con otros
lugares y procesos sociales y económicos, en particular el narcotráfico como el mayor régimen
informal de la economía mexicana. En el cementerio se va a materializar literalmente la
expresión “narcocultura”.
114 Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 113-134
El art-narcó arquitectónico y el arte de citar
Figura 2: imagen tomada por María Vega Coronel el 31 de Julio del 2011. Consultado en
<http://culiacanmexico.blogspot.com.es/2011/07/jardines-del-humaya.html> (30/11/2016)
5
Sobre la importancia específica de la cúpula en la llamada narcoarquitectura, ver Ignacio
Corona (2004), “El ‘efecto cúpula’ en Guadalajara. Negociaciones arquitectónicas de la
identidad”, en Las modernidades de México. Espacios, procesos, trayectorias. México D.F.: Miguel
Ángel Porrúa, pp. 81-102.
Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 113-134 115
Ignacio Corona
estética impulsada por los capos del narcotráfico contemporáneo. Tal es el caso
de “Narc Deco. Ética y estética del narcotráfico”, un estudio de Didier Correa
Ortiz, para quien: “la distancia que separa las expresiones propias del Art Deco
y el Narc Deco […] no es considerable en lo que concierne a rasgos estéticos
comunes. Incluso puede ser pensado que la denominación Narc Deco se
corresponde fielmente con el Art Deco desde un punto de vista estético-
formal” (Correa, 2012: 136-137). Ésta no es la ruta analítica que se propone en
el presente ensayo, pues se interpreta el uso que se le da en México al término
“Art Narcó” como una juguetona y “carnavalesca”, en un sentido bajtiniano,
distorsión semántica del mencionado estilo europeo y no como una analogía
literal desde un punto de vista formal. Ahora bien, si se identificara a la base de
su propuesta estética colectiva una predominante alusión a “otros lugares” —
algo que, a mi manera de ver, sólo ocurre parcialmente—, “el “Art Narcó”
formaría parte de las estrategias de “canibalización” de estéticas y estilos,
aunque no sólo europeos como en el pasado, sino también asiáticos.
Así como en Jardines del Humaya es evidente el dispendio dedicado a
la construcción y adorno de pequeños mausoleos y fastuosas criptas, la
narcoarquitectura se asocia en el resto del país con la suntuosa, excesiva o
caprichosa ornamentación arquitectónica a la cual parece subordinarse la
estricta funcionalidad de los edificios.6 “El matrimonio de tremendas fortunas y
mal gusto”, definido alguna vez por Carlos Monsiváis de manera tajante.7 En
efecto, el término narcoarquitectura conlleva no sólo aspectos estéticos o
económicos, sino también identitarios. Se hace necesario, sin embargo,
averiguar más allá de su incuestionable ubicuidad en las narrativas de la
narcocultura: en qué medida se trata la narcoarquitectura de un fenómeno
empíricamente constatable; su vínculo genético con el narcotráfico; y los
factores émicos que podrían explicarla como discurso y práctica cultural y
estética. Es, en este punto, en que su estatus ontológico pareciese diferir de
otros aspectos de la cultura material asociados a dicha “subcultura” (Hebdige),
como el representado por la iconografía estereotípica del narco mexicano en la
que se combinan las armas de alto poder, la indumentaria vaquera y los
vehículos todoterreno en la imagen fílmica —sin sugerir, con esto, que tales
6
En la descripción del periodista Javier Angulo: “[E]ste cementerio es un emplazamiento de
mausoleos gigantes que parecen apartamentos de una habitación con majestuosas cúpulas de
vivos colores. […] Según Walkyria Angulo, la única experta en arquitectura funeraria de la
región, las excentricidades de estas construcciones tiene una explicación muy lógica: la gente
está llevando la ciudad al cementerio. ‘En Culiacán, esos mausoleos suelen copiar lo que se ve
en las casas de la zona’, dijo. ‘Esta mezcla sólo existe aquí. Desafía toda categorización’. […] El
único elemento común es el uso de mármol, las cúpulas de acrílico, gastarse cantidades
desorbitadas de dinero para dar últimos retoques, las esculturas y la iluminación. Walkyria
estimó que una de las tumbas más caras costó por lo menos 5 millones de pesos (unos 296.000
euros)” (2011: s/p).
7
“Entrevista personal a Monsiváis”. 17 de marzo de 2006. San Juan, Puerto Rico.
8
De ahí que la revista norteamericana Forbes haya incluido a uno de los capos —Joaquín “El
Chapo” Guzmán— en su lista de multimillonarios de 2009 a 2012, omitiendo la cuestión de la
ilegalidad de su fortuna, aunque admitiendo indirectamente —o cínicamente como se criticó
en el país— la realidad del lavado de dinero y el hecho de que montos de capital como la
fortuna estimada de aquél (más de mil millones de dólares) no pueden ser irrrelevantes para la
economía local, a pesar de su origen.
Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 113-134 117
Ignacio Corona
estos mismos serían los agentes causales (los creadores involuntarios) del
fenómeno. Reflejo fiel de su gusto y sentido de lo arquitectónico y de lo
estético sus residencias serían, pues, en su supino hibridismo estilístico, el
origen de una nueva arquitectura. Su diseño y construcción habrían sido
encomendados en secrecía a despachos arquitectónicos anónimos.
Observaciones de campo halladas por Méndez Sainz en Culiacán;
encontradas por este autor en Guadalajara desde finales de los años noventa
respecto al desligamiento de los profesionistas del fenómeno de la
narcoarquitectura: “[E]ntre arquitectos y constructores, la narcoarquitectura es,
además, un adjetivo incómodo, una sanción de prácticas. Por eso, Celia
Gastélum [una especialista entrevistada por Méndez Sainz] evita la
denominación y prefiere decir ‘que es un fenómeno popular en que la gente
incorpora, como un rompecabezas, para producir edificios de lo más eclécticos”
(Méndez Sainz, 2012: 50). Se presenta, con ello, una especie de vacío autorial,
como si las construcciones hubiesen sido hechas, algunas de ellas sólo
comenzadas, por anónimos maestros albañiles y sus peones y como si la
Secretaría de Obras Pública no hubiese otorgado permiso de construcción
alguno, ni hubiese supervisado la edificación de casas- habitación, la mayoría de
ellas, ostentosas y en ubicaciones de alta plusvalía. En ausencia aparente de una
autoría, no habría, así, una “obra de autor” como generadora del “estilo”.9 Sin
evidencia empírica, ese vínculo génetico entre arquitectura y narcotráfico
permanece en un nivel mítico.
Por añadidura, y según se desprende de numerosas reconstrucciones de
hechos por parte de las autoridades respecto a cabecillas del narco radicados en
ciudades como Monterrey, Cuernavaca o Guadalajara y ejecutados o apresados
en los últimos años, éstos habían tratado de mimetizarse con el entorno y de no
llamar la atención. Más allá de exhibir la “necesaria”10 evidencia material de
poder económico a través de sus vehículos o propiedades, éstas tampoco
debieran de atraer la atención sobre sí mismas, como signos explícitos de un
supuesto estilo “narco” indicando, con ello, la ubicación exacta del supuesto
propietario.11 Al contrario de narcotraficantes menores en barrios conflictivos
9
En efecto, en la correspondiente fase de trabajo de campo se consultó varios despachos de
arquitectura en la zona metropolitana de Guadalajara. Los entrevistados dejaron en claro que,
como gremio, los arquitectos se desligan públicamente de la “práctica” de algo que se pudiera
remotamente considerar “narco-arquitectura” en la ciudad.
10
“Necesaria” porque “un narcotraficante pobre sería un pobre narcotraficante”, parafraseando
al fundador del grupo Atlacomulco, el Prof. Hank González, por varios sexenios una de las
figuras del priísmo a nivel nacional, ocupando altos cargos en diversos gobiernos federales.
11
Es poco probable que, intentando evadir la acción de la justicia y manteniendo un bajo
perfil, los narcotraficantes estuviesen interesados en promover tal estilo atrayendo la atención
pública hacia su propiedad. Según Damien Cave: “Showing off that power made more sense in
the early years of the drug boom. In the ’70s and ’80s, even into the ’90s, building like a king
impressed recruits and competitors. But over time, as conflicts have increased among the
cartels, and as the Mexican and American governments have tried harder to crack down on
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El art-narcó arquitectónico y el arte de citar
trafficking, drug lords have been keeping a lower profile, buying existing houses rather than
building obvious, ostentatious houses from scratch” (Cave, 2011: s/p).
12
Véase el volumen Latinoamérica: países abiertos, ciudades cerradas compilado de Luis Felipe
Cabrales Barajas.
13
Cuando Coronel Villarreal cayó abatido por la armada en la exclusiva colonia Colinas de San
Javier en 2010, los vecinos pensaban, inclusive, que se trataba de un “ingeniero” o “médico” y
no el jefe de plaza del más poderoso cártel del país.
Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 113-134 119
Ignacio Corona
Tal valor es apenas promedio con respecto a las poco más de 700 residencias
con las que consta la exclusiva colonia Colinas de San Javier, en donde se ubica,
y es menos del valor comercial de otra de sus propiedades en la misma colonia,
la cual sobrepasa los 21 millones de pesos con una extensión de más de 2,750
m2 de superficie (Figura 4). Desde el exterior, ambas residencias serían
indistinguibles de los estilos encontrados en esa colonia, en la que las bardas
altas, la mayoría con algún tipo de sistema de seguridad, prevalecen como
demarcación material de lo privado y lo público. Esta línea divisoria es
fundamental al delimitar lo que se sabe de lo que se supone o ignora, en la
medida en que lo parcialmente visible convoca la imaginación y la sospecha. En
ese contexto discursivo, el término “narcoarquitectura” y sus derivados, tanto
en escenarios rurales (narco-ranchos) como urbanos (narco-mansiones), se
asume como reproductor de los patrones estilísticos y ornamentales asociados,
en el “imaginario” colectivo, con la simultánea exhibición y ocultamiento de
riqueza malhabida.14 Por ello, una supuesta narco-mansión se convierte en un
sitio generador de curiosidad y morbo público tras la cortina —el muro— que
oculta lo que ocurre o lo que se encuentra en su interior.
A tales emociones apela, precisamente, un dossier fotográfico de The
New York Times, titulado “Where Home Tours Don’t Go” (Adonde no van los
recorridos turísticos de casas) que acompaña un reportaje de Damien Cave. El
dossier invita al lector a introducirse en ese espacio privado que le es vedado
por definición. En las ex-residencias o casas de seguridad de narcotraficantes
como Zhenli Yi Gon (recientemente deportado a México por el gobierno
norteamericano), A. Carrillo Fuentes “El señor de los cielos”, “La Barbie”
Villarreal o su operador el “JJ” Balderas, se evidencia la opulencia en sus
14
Hay, inclusive, novelas en que este contraste es simbolizado, como en un “chiaroscuro”
narrativo, con juegos de luz y sombra para representar los aspectos visibles y ocultos de las
fuentes de riqueza personal de los propietarios. Véase Pope Duarte, 2006: 188.
120 Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 113-134
El art-narcó arquitectónico y el arte de citar
15
Para el arquitecto Pablo Lazo, el Partenón sería uno de los ejemplos de “arquitectura
perversa”, comparable a la Hacienda Nápoles, “centro neurálgico del Cartel de Medellín”.
Según comenta Lazo, El Partenón da muestra, “por un lado, del temor del arquitecto que
responde a los caprichosos pedidos de su cliente como puede. Por el otro, las fantasías del
Negro por la arquitectura griega, como pensar que todo debería tener columnas. Columnas
dóricas y frisos griegos, así como esculturas de Venus de Milo —eso sí, totalmente desnuda y
con dos brazos cortados hasta el hombre para que no se dude de la fidelidad al original— y
murales de Rafael adornan las salas de la planta baja, mientras que las habitaciones tienen un
toque propio de algún club nocturno, y sólo se adornan con frisos y murales de escenas griegas,
así como todas las ventanas rematan con un semifrontón dórico. Se rumorea que al centro de la
sala existió una gran escultura de un fauno en bronce, obra de Ponzanelli” (Lazo, 2011: s/p).
16
Javier Aragón, otro de los entrevistado por Méndez Sainz en Culiacán, confirmaría la misma
idea de vaguedad tras el término narcoarquitectura y su ambiguedad con respecto a la
arquitectura popular de la cual resulta indistinguible, a pesar del presupuesto de que se trate:
“[e]s una arquitectura muy aceptada a partir de los ochentas por la clase media, al grado de que
no sabemos si la arquitectura común es de narco, o si la arquitectura de narco es la arquitectura
común” (Méndez Sainz, 2012: 51).
Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 113-134 121
Ignacio Corona
17
En su teoría de la semiótica, Umberto Eco distingue entre tipos (types) y ocurrencias o
actualizaciones (tokens) como signos que pueden originar diferentes modos de producción. Los
tipos son modelos abstractos y las ocurrencias o actualizaciones son las manifestaciones o
expresiones concretas que se constituyen en signos o elementos que viabilizan la significación o
producción de ésta en la comunicación (Eco, 1997 14-15).
122 Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 113-134
El art-narcó arquitectónico y el arte de citar
18
Un ejemplo histórico de “mecanismo conocido” serían los palacetes y mansiones a lo largo
del Paseo de Montejo en Mérida, Yucatán, cuya construcción fue posible gracias al boom
henequero de finales del siglo XIX y a la subyacente estructura etno-clasista en la región.
124 Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 113-134
El art-narcó arquitectónico y el arte de citar
Reconocida en las guías turísticas como “la más mexicana de las ciudades” por
su relación con la industria tequilera, el deporte de la charrería y la música de
19
A la tradicional conexión con las rutas coloniales al Bajío y al centro-norte del país, se sumó
la de la costa del Pacifico, a mitad de camino entre Mazatlán y Acapulco, y a unas horas del
puerto de Manzanillo, y de centros de turismo internacional como Puerto Vallarta, Jalisco.
20
Algunos economistas y académicos especulan que hasta una cuarta parte de la economía local
ha sido tocada directa o indirectamente por capitales provenientes del narcotráfico, lo que
explica que, a pesar de la crisis de los noventa, haya habido un boom relativo en sectores de la
economía en que el rendimiento puede ser alto y rápido y de no requerir inversión a largo plazo
(por ejemplo, restaurantes, boutiques, agencias automovilísticas, hotels). Véase el informe de
Jason Lange sobre la economía de Zapopan, uno de los municipios que integran la zona
metropolitan de Guadalajara. En tales condiciones, el capital tuvo, así, una mayor y acelerada
movilidad. Inclusive, la industria de la construcción experimentó una rápida recuperación en
parte por los proyectos inmobiliarios de gran envergadura.
21
Es pertinente señalar, con respecto a la compleja red de factores que conectan narcotráfico y
narcocultura, que entre los años 1980 y 1989 el llamado cártel de Guadalajara, antecesor de los
cárteles del Pacífico y de Sinaloa y comandado en ese entonces por Félix Gallardo, Ernesto
Fonseca y el propio Caro Quintero, dominaba el narcotráfico a nivel nacional.
126 Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 113-134
El art-narcó arquitectónico y el arte de citar
22
Aun en los estratos altos de la sociedad, la figura del poderoso narcotraficante se transmuta
para hacerse no sólo más atrayente, sino también para adquir matices sociales de confiabilidad y
sinceridad, como bien lo podría representar el reciente incidente de la carta que la actriz
mexicana Kate del Castillo, hoy día refugiada en los Estados Unidos, publicó en su cuenta de
Twitter en 2012 en el que declaraba que confiaba más en El Chapo que en el gobierno.
Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 113-134 127
Ignacio Corona
23
En su conocida obra sobre el posmodernismo como la lógica cultural del capitalismo tardío,
el crítico norteamericano Frederic Jameson conceptualiza lo posmoderno como un simulacro,
como la canibalización de todos los estilos del pasado y como “el juego arbitrario de la alusión
estilística” [the play of random stylistic allusion] (Jameson, 1991: 18). El mecanismo maestro
de la estética posmoderna no sería otro que el pastiche, en tanto parodia e imitación de un
estilo peculiar, único o idiosincrático, pero “sin los motivos ulteriores de ésta, amputada del
impulso satírico, carente de risa” [without any of parody's ulterior motives, amputated of the
satiric impulse, devoid of laughter] (Jameson, 1991: 17).
128 Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 113-134
El art-narcó arquitectónico y el arte de citar
Este tomar y mezclar elementos de la manera más ecléctica, origina una cierta
moda, al mismo tiempo que una reacción a dicha moda; lo cual, en el terreno
arquitectónico, implica su opuesto exacto: el minimalismo.
B IBLIOGRAFÍA
RAFAEL PONCE-CORDERO
KEENE STATE COLLEGE
rponcecordero@keene.edu
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016 | 135-149 Recibido: 19/09//2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.392 Aprobado: 27/10/2016
Rafael Ponce-Cordero
Los bandidos son, por definición, contraventores del orden y la ley, esto es, del
statu quo. Por eso resulta automática la oposición radical entre este tipo de
personaje y el Estado, su construcción simbólica —desde el punto de vista del
poder hegemónico— como un elemento primitivo, marginal y peligroso para la
seguridad individual y colectiva, y su inapelable destierro del ámbito de lo
social en virtud de un doble proceso de producción simultánea, correlativa y
oposicional de: sujetos-ciudadanos (los buenos, los modernos, los que el Estado
busca crear y fomentar), por un lado; y por otro, sujetos-bandidos (los malos,
los premodernos, los que el Estado considera enemigos) cuya exclusión, de
hecho, “constitutes the foundational moment of citizenship” (Balibar, 2004:
76). Por eso, también, resulta tan omnipresente su ensalzamiento en discursos
no oficiales emanados de la mirada —y la sensibilidad— popular.
En sus clásicos trabajos Primitive Rebels (1959)1 y Bandits (1969),2 Eric
Hobsbawm examina casos legendarios o históricos como el del forajido inglés
Robin Hood, el andaluz Diego Corrientes Mateos, el coreano Hong Gil Dong,
el eslovaco Juraj Jánošík y el siciliano Salvatore Giuliano para concluir que este
tipo de crimen social es un fenómeno universal que representa una respuesta
popular casi instintiva, “prepolítica”, pero de gran fuerza real y sobre todo
1
Aquí usamos la edición de 1965 publicada por W.W. Norton & Company.
2
Aquí usamos la edición revisada y ampliada de 2000 publicada por The New Press.
3
En alemán, bloβes Leben. No parece haber consenso respecto a la traducción idónea al español
de este crucial concepto, que en algunas ediciones —tanto de los escritos del propio Benjamin
como de los de Giorgio Agamben, quien utiliza extensamente su terminología— consta como
“mera vida”, en otras como “vida desnuda”, y en otras (más italianizantes) como “nuda vida”.
Aquí preferimos la primera opción.
“Incendiar una cosecha, quemar un archivo, sentarse a la mesa del amo, violar a
la mujer del amo, comer en una semana las reservas de un año son, para las
élites, imágenes del caos. Para el campesino son actos que destruyen de un
golpe siglos de rituales de dominación” (2005: 48).
El forajido, desde luego, no es un revolucionario en el sentido marxista
de la expresión. Si lo fuera, sería plenamente moderno, y por tanto
comprensible, asimilable, domesticable.4 Para expresarlo en términos
benjaminianos, su violencia instauradora de derecho devendría, con el tiempo y
las canas, violencia mantenedora de derecho dentro del círculo vicioso de la
“violencia mítica” (1989: 300). Pero nuestro bandido no es así. Su rol es muy
otro. Ese impulso feroz que le da vida se limita al deseo de poner todo patas
arriba, prenderle fuego al mundo y verlo arder, y reafirmar una subjetividad no
necesariamente premoderna sino, más bien, antimoderna o al menos no
moderna y, por consiguiente, antihegemónica o al menos no hegemónica.
Puesto que la violencia irracional, sin propósito aparente, pero de algún
modo justa del forajido contrasta con —y de hecho interrumpe— el ciclo de la
violencia mítica, ¿podríamos hallarnos ante una manifestación de su antítesis?
Nos referimos, por supuesto, a la noción de “violencia divina”:
Huelga acotar que América Latina es cualquier cosa menos una excepción a la
regla, como hemos visto prácticamente universal para Hobsbawm, de la
producción dedicada y persistente de narrativas bandidescas. Hacia dentro de
los altos muros escriturarios de la ciudad letrada, la literatura de la región ha
dado cabida, ya desde la conformación de las actuales repúblicas
latinoamericanas (si no antes), a una multitud de peligrosos forajidos y otros
personajes subhumanos que acechan desde los bordes mismos de la
imaginación hegemónica. Hacia fuera, la cultura popular ha creado y
propagado por siglos historias mínimas, no oficiales, protagonizadas por héroes
proscritos que se enfrentan al orden y la ley, pero no para hacer el mal sino para
hacer el bien, para corregir injusticias, para vengar agravios. De la tradición
oral, estos personajes han saltado a la literatura popular, y de ahí a otras
manifestaciones de la cultura popular y masiva de hoy como el cine o la
televisión. Desde la posición de inherente e ineludible subalternidad que se
construye en la periferia de la periferia resulta bastante sencillo, al parecer,
imaginar(se a uno mismo en) la situación del bandido e identificarse con él.
Sin salir del ámbito de la cultura popular, el género lírico-musical más
comercial de los últimos tiempos,5 tanto en América Latina como entre los
hispanos de Estados Unidos e incluso otras áreas del planeta, muestra una
fuerte conexión con la figura del bandido visto no como villano sino como
héroe. Hablamos, por supuesto, del reguetón, música híbrida, impura, cuyo
epicentro se halla en Puerto Rico, pero que hunde sus raíces en diversos puntos
de ese inmenso espacio que Paul Gilroy definió como el Atlántico Negro. El
reguetón es, en esencia, el hijo bastardo del reggae jamaiquino —aunque
pasado por una adaptación al español en tierras panameñas— y el hip-hop
5
Al menos desde la publicación, en 2004, del álbum Barrio fino del propio Daddy Yankee y el
éxito a nivel mundial de su quinto corte: “Gasolina”, el primer tema reguetonero en ser
nominado como “Record of the Year” en los Latin Grammy Awards y la novena canción en la
lista de las “50 Greatest Latin Songs of All Time”, según la revista Billboard.
6
Para ahondar en la historia y las características del reguetón como género musical y como
fenómeno de masas, véanse los documentales Chosen Few (2004) y Straight outta Puerto Rico (2008),
así como el volumen colectivo Reggaeton (Rivera, Marshall, Pacini Hernández 2009) y el reciente
estudio Remixing Reggaetón: The Cultural Politics of Race in Puerto Rico (Rivera-Rideau, 2015).
7
Un caserío es, en Puerto Rico, un proyecto de vivienda social como los de Puerta de Tierra o
San Juan Bautista, que desde mediados del siglo XX han sustituido a los antiguos arrabales a las
afueras de San Juan y otras ciudades.
Este parece ser el caso de Édgar en Talento de barrio. Si bien hay en él una clara
conciencia de estar delinquiendo, de estar contraviniendo las leyes, de estar
participando en “la mala vida”, no se aprecia la misma conciencia con respecto
a estar haciendo algo incorrecto, estar realizando actos moralmente reprobable,
estar en el papel de “el malo de la película” en resumidas cuentas. Lo que es
más importante; la comunidad que lo rodea tampoco parece querer denunciar
las acciones de Édgar, cuya historia es la de un héroe popular porque en clave
heroica lo ven quienes viven en el vecindario, a su lado. En las calles de los
barrios marginales puertorriqueños, en numerosas ocasiones, lo que para el
gobierno es violencia y crimen para la gente es legítima defensa de los intereses
locales, y los mismos hombres que para el Estado son delincuentes contumaces
e irredimibles son los mayores benefactores a ojos de quienes viven —directa o
indirectamente— de ellos o cerca de ellos. Como explica Diana Palaversich en
un reciente artículo sobre la narcotelenovela en Colombia,
uno de los puntos ciegos —o, si se quiere ver así, una de las razones del
fracaso— de la llamada “guerra en contra del narcotráfico” es
precisamente el hecho de que el discurso hegemónico subestima estos
nexos entre los narcotraficantes y las comunidades de las cuales provienen
y presume que el narcotraficante es un “enemigo” universalmente
odiado. Es decir, este discurso […] se niega a reconocer que el
encubrimiento de las actividades criminales por una parte de la población
no se debe sólo al miedo a las represalias, sino también al hecho de que
las organizaciones delictivas representan una fuente de empleo e ingresos
nada despreciables, en especial para las comunidades campesinas y los
jóvenes urbanos, siendo estos sectores los que sienten con más intensidad
las consecuencias de las políticas económicas neoliberales y los estragos de
siglos de abandono por parte del gobierno. (2015: 359)
8
En referencia al narcotraficante colombiano Pablo Escobar, hoy protagonista de populares
series de televisión tanto en su país como en Estados Unidos, Ileana Rodríguez escribe:
“Globally, all things being equal, Pablo’s stories should circulate within the financial discourse
Édgar tiene acceso a autos último modelo, pasa mucho tiempo en una
discoteca donde gasta dinero a manos llenas, y no le faltan los habituales emblemas
del consumismo ligado al estilo de vida y la estética del hip-hop y el reguetón: gafas
de sol de marca, gorras de béisbol y otras prendas de ropa deportiva, grandes
cadenas de oro, anillos y otras ostentosas joyas. Podría pensarse que esta
acumulación desaforada, este derroche exagerado y esta exhibición impúdica —
aun si se acompañan de generosas dádivas para sus congéneres menos
afortunados— distancian al guapo de barrio/bandido de los estratos más bajos de
la sociedad, y le restan así admiración o simpatía popular, dificultando la
identificación del sujeto subalterno con un proscrito que poco a poco deja de ser
“uno de los nuestros” para aparecer como participante de pleno derecho en la
esfera de “los de arriba”. Sin embargo,
The fact that the bandit, especially when he was not himself filled with a
strong sense of mission, lived well and showed off his wealth did not
normally put the public off. […] For one of the chief attractions of the
bandit was, and is, that he is the poor boy who has made it good, a
surrogate for the failure of the mass to lift itself out of its own poverty,
helplessness and meekness. Paradoxically therefore the conspicuous
expenditure of the bandit, like the gold-plated Cadillacs and diamond-
inlaid teeth of the slum-boy who has become world boxing champion,
serves to link him to his admirers and not to separate him from them;
providing always that he does not step too far outside the heroic role into
which the people have cast him. (Hobsbawm, 1965: 22-23)
Édgar es por cierto una figura respetada, más que temida, en el caserío, ya que
además de manejar el negocio de la venta de drogas y defender su territorio de
otras bandas rivales se dedica a impartir justicia de un modo firme pero
benévolo a nivel local y, por descontado, informal. En los primeros minutos del
filme, por ejemplo, lo vemos comprarle un sándwich a un sintecho, decirles a
unos niños que se alejen de la calle y sigan estudiando, y ordenarle a uno de sus
clientes que lleve a sus hijos a la escuela primero y sólo después se acerque a
adquirir sus narcóticos. En más de una ocasión, esta justicia extraoficial viene
acompañada de una elevada dosis de brutalidad, como cuando nuestro
protagonista y su pandilla apalean a un hombre acusado de haber violado a una
menor, evento que acabará siendo determinante en la trama.9
El personaje de Daddy Yankee es un hombre violento que vive en un
mundo violento, y Talento de barrio no hace mayores esfuerzos para dulcificar
su violencia, a ratos extrema. Su manera de hablar, llena de procacidades e
of Fortune 500” (2009: 150). En la misma línea, José Rocha Gómez sostiene que “Los
narcotraficantes son los más emprendedores, competitivos y socialmente responsables de todos
los empresarios que haya parido y amamantado Mamón. […] La narcocultura es el espíritu del
capitalismo al extremo y la narcoindustria es un aspecto de la fase superior del capitalismo. No
es una espina en el corazón del sistema. Es su expresión más pulida y torneada” (citado en
Palaversich, 2015: 358).
9
Esta durísima escena del filme guarda una semejanza inquietante con el siguiente pasaje del ya
varias veces citado ensayo de Benjamin sobre la violencia: “[Divine violence] may manifest
itself in a true war exactly as in the divine judgment of the multitude on a criminal” (1989:
300).
10
En este trabajo entendemos el neoliberalismo no tanto como un conjunto coherente de
medidas políticas y económicas específicas en la búsqueda de una suerte de utopía capitalista,
sino más bien como un discurso de gobernabilidad, hoy prácticamente convertido en
(supuesto) sentido común, pero surgido en su origen de un proyecto de alcance internacional
para lograr la restauración de la concentración de la riqueza en manos de las élites económicas
con el fin de volver a situarla en niveles prekeynesianos (véase Harvey, 2007). En el caso de
Puerto Rico, la implementación de la doctrina neoliberal ha sido más tardía y si se quiere
menos estricta que en otras partes de América Latina, amortiguada por las ayudas sociales y
otras prestaciones que recibe la isla en su calidad de Estado libre asociado de Estados Unidos,
aunque como enseguida veremos la presencia de la “lógica neoliberal” y sus consecuencias son
evidentes.
últimos decenios no hizo sino agudizar. Nos referimos aquí a las consecuencias
de lo que César J. Ayala y Rafael Bernabe denominan, muy decidoramente,
“outlaw capitalism”:
No portrait of Puerto Rican society since the 1970s can afford to ignore
the increase over this period of street and domestic violence. Limited
employment in the formal economy and state prohibitionist policies have
led to the steady expansion of the illegal drug trade. Like all unregulated
market economies, it is characterized by fierce competition, which in this
case takes a particularly ruthless and violent character. Illegality and
heightened police repression has the perverse effect of bringing up drug
prices and thus potential profit margins, making this line of trade both
riskier and financially more rewarding. Conflicts over sales territories
(puntos), the collection of debts, the silencing of witnesses and informers,
and the financing of drug purchases produce deaths on a daily basis.
State repression and illegal entrepreneurship thus produce a mutually
reinforcing dynamic that has further collateral effects. Criminalization of
drug use makes the search for treatment more difficult. Street violence or
the fear of it leads to the fragmentation of urban areas into controlled
access units, segregated according to income level. Repressive policies
mixed with racism lead to the stereotyping of certain sectors (public
housing residents, young black males, “rappers”) as “criminal” elements.
Prison population grows. (2007: 313)
del siglo XX? ¿No es lógica, en los tiempos obscenos que corren, la proliferación
de narrativas violentas, barriobajeras, peligrosas, pobladas por héroes fuera de la
ley conectados con el comercio de drogas y los turbios vericuetos de la
delincuencia urbana que, sin embargo, reciben el cariño del público y encienden
la imaginación popular? En efecto,
He aquí el caldo de cultivo del que surge Talento de barrio. No parece fruto del
azar que el género lírico-musical más popular desde el cambio de siglo para acá
a escala continental cante las “hazañas” y las “virtudes” de personajes “fuera de
la ley” en un tono “heroico”. Tampoco el que una cinta como la que nos
ocupa, directamente emanada de ese género y protagonizada por una de sus
principales estrellas, se haya convertido en un éxito de taquilla en Puerto Rico.
En un mundo post-comunista, post-revolucionario, post-desarrollista, de hecho
prácticamente post-todo, y crucialmente post-nacional, se antoja casi natural
que los iconos populares sean narcos, guapos de barrio y otras figuras salidas del
lumpen más abyecto. Estamos, al fin y al cabo, ante una realidad que no es sino
el resultado histórico de la aplicación del neoliberalismo en América Latina
durante los años ochenta y noventa: el desastre político, económico y social de
los devastadores años noventa y del principio del nuevo siglo, esto es,
justamente el período en el que tanto Daddy Yankee en particular como el
reguetón en general florecieron y llegaron a ser lo que son.
Al final de Talento de barrio, Édgar sobrevive al disparo a quemarropa
que le da un antiguo enemigo (el presunto violador de menores a quien se le
había pegado una paliza vengadora y expiatoria) a la salida de un concierto, y
gracias a su habilidad lírica y al amor de Soribel consigue dejar atrás la
precariedad de su vida al margen de un sistema que lo margina. Para
muchísima gente, en Puerto Rico como en otras partes de América Latina y el
Sur Global, esto simple y llanamente no es una opción. Por mucho “talento de
barrio” del que dispongan.
B IBLIOGRAFÍA
ALBERTO FONSECA
NORTH CENTRAL COLLEGE
alberfonseca@gmail.com
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 |diciembre 2016 | 151-171 Recibido: 26/08/16
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.354 Aprobado: 25/10/16
Alberto Fonseca
1
La narco-narrativa no es el único término acuñado para referirse a este conjunto de textos que
se interesan por las distintas manifestaciones del narcotráfico. El crítico Luis Molina Lora
utiliza en su disertación doctoral (2011) el término “narrativa de drogas” al considerar que el
prefijo narco implica una perspectiva criminalizadora. Herman Herlinghaus (2013) por su
parte utiliza “narcoepics” para abrir el término “narco-narrativa” a un concepto más amplio en
el que el narcotráfico no es la preocupación principal de los textos. Para más información sobre
este concepto ver el capítulo 3: “Heterogenous Genealogies: From the Latin American Narco-
Novel to Narcoepics” en Narcoepics: A Global Aestethics in Sobriety.
del narcotráfico, y 2) “la novela del narcotráfico” que tiene el tráfico de drogas
“como elemento fundamental en la construcción de mundo que hace” (14).2
Desde el punto de vista formal, este estudio considera que las narco-
narrativas utilizan una gran variedad de discursos y estrategias que impiden su
definición a partir de reglas de género. Un análisis rápido señala que trabajan
géneros tan diferentes como el epistolar, el testimonial, el policíaco y la novela
de tesis. Los diferentes discursos y estrategias narrativas representan más bien la
complejidad de la realidad del narcotráfico y la evolución que caracteriza su
representación literaria. Las narco-narrativas invitan a cuestionar las políticas de
represión frente al tráfico de drogas y a examinar las contradicciones y
limitaciones de un fenómeno que por su poder adquisitivo se presentó como
solución a los dilemas sociales.
Los escritores que comprenden el estudio de las narco-narrativas han
trabajado desde varias disciplinas: Héctor Aguilar Camín (México), por
ejemplo, es historiador y ha trabajado como editor y periodista; Bernardo
Fernández (México) es historietista y diseñador gráfico; Juan Villoro (México)
y Jorge Franco (Colombia) han cultivado la crónica como escritores
profesionales; Darío Jaramillo Agudelo (Colombia) es conocido como poeta; y
la producción narrativa de Fernando Vallejo (Colombia) es inseparable de su
ejercicio de la biografía (El mensajero (1991), Chapolas negras (1995), El Cuervo
blanco (2012)) y la autobiografía (El río del tiempo (2002)).
Las narco-narrativas generan preguntas sobre la relación que la
literatura sostiene con los discursos de otras disciplinas ⎯como el periodismo o
la investigación sociológica⎯ el lugar de los escritores en un mercado global, la
inclusión en el campo literario de nuevas modalidades e identidades y la
incorporación de lenguajes marginales y mundos ilegales en los textos. Las
narrativas a finales del siglo XX experimentan también la emergencia de nuevas
fuerzas y tipos sociales que trae el fenómeno del narcotráfico, como sicarios,
narcotraficantes, mulas y chicas “prepago”. Al igual, para ese tiempo,
Latinoamérica vive el reordenamiento de su tejido social con la llegada de los
nuevos ricos y el desplazamiento de la élite tradicional por una nueva clase con
gran poder adquisitivo.
Al abordar el narcotráfico y su influencia en la sociedad, las narco-
narrativas utilizan diversos métodos e inquietudes literarias y culturales que
responden a las especificidades históricas de cada país. Sin embargo, los textos
de Colombia y México son parte de un tejido cultural que trasciende las
fronteras nacionales y dan cuenta de las transformaciones sociales que trajo el
narcotráfico, centrándose en aspectos diferentes pero complementarios.3 El
diálogo fértil entre Colombia y México permite aproximarse a este grupo de
textos desde una óptica global, que conecta las diferentes manifestaciones
2
Para un análisis más detallado de las categorías véase Cap. 1 “La ‘sicaresca’: de la agudeza
verbal al prejuicio crítico”.
3
Es importante resaltar que estos dos países no son los únicos que han desarrollado las narco-
narrativas. El narcotráfico es un fenómeno global y como tal ha penetrado las capas sociales de
muchos estados que a su vez han empezado a formar parte de la gran producción cultural del
narcotráfico. Países como Estados Unidos, Cuba, Guatemala, Venezuela, Bolivia, Argentina y
Brasil han visto el surgimiento de textos que trabajan la representación del narcotráfico en la
literatura.
4
En su artículo “La prehistoria del narcotráfico en Colombia: temores norteamericanos y
realidades colombianas durante la primera mitad del siglo”(1997), el investigador Eduardo
Sáenz Rovner señala la génesis de la mafia de las drogas en Colombia. Para la década de los
treinta, el negocio de la marihuana comenzó aquí gracias a la sanción norteamericana en 1937.
Para la década del cincuenta, Cuba y la llamada conexión Habana, se convirtió en el principal
puente para el envío de drogas desde Colombia. Sin embargo, fue para la década de los sesenta
que el negocio se trasladó a Miami y los colombianos empezaron a surtir el 100% de la cocaína
que distribuían los cubanos en los Estados Unidos (204). Para Sáenz Rovner, fue en la década
de los setenta que la mafia empezó a organizarse en clanes y carteles con gran poder e influencia
política en la sociedad colombiana (205). En el caso mexicano, Luis Astorga en El siglo de las
drogas, (2005) señala cómo el tráfico de drogas “ya impactaba” (81) la región de Sinaloa desde
los años treinta. En su libro, Astorga explora especialmente la colonia Tierra Blanca en Sinaloa
como el centro de operaciones de coyotes y gomeros en el norte de México. En la década del
sesenta, existen pocas menciones a la cocaína (112). Sobresale el año de 1976, cuando un
colombiano fue arrestado en el Distrito Federal con 13 kilos de cocaína (113). Para Astorga, es
al final de la década de los setenta, cuando la cocaína desplaza al comercio de marihuana y se
organizan las mafias alrededor de este nuevo mercado.
5
Lancelot Cowie en “El imperio del narcotráfico en la novela mexicana de este fin de siglo”
(2001) señala que el narcotráfico ha azotado irremediablemente las sociedades latinoamericanas
y que es a partir de los años ochenta que han surgido versiones noveladas de este problema. Por
su parte, Carlos Monsiváis, en Viento Rojo: Diez historias del narco en México (2004), señala
cómo el narcotráfico ha alterado trágicamente las comunidades campesinas. Para Monsiváis el
narcotráfico ofrece a los campesinos y pobres de las ciudades la posibilidad de ascender
socialmente de un modo veloz y casi sin escalas (24).
6
En la cárcel, Capeto reflexiona sobre su responsabilidad en el narcotráfico. Para el personaje
de Hijos de la nieve, la culpa del auge del narcotráfico la tiene la sociedad colombiana en
conjunto: “La culpa es toda mía. ¿Culpa? ¿Quién será culpable? ¿Quién será inocente? Que en
Medellín tire la primera piedra el inocente. Todos ganamos, todos comimos” (104).
7
Esteban, uno de los personajes principales, comenta sobre la seducción que el dinero del
narcotráfico logró en la totalidad de la sociedad colombiana: “Aquí descubro mi empeño, mi
empeño ridículo en tratar de hacerle saber a doña Gabriela que yo no trabajo en lo mismo que
Luis. Al mismo tiempo que actúo como vendedor, le declaro que no estoy metido en asuntos
‘inconvenientes’. Hipócrita. Soy un hipócrita. Ya no soy víctima. Y puede que no fabrique o
transporte o venda la cocaína. Pero termino lucrándome de los dólares que produce” (522).
8
En su artículo “Towards the Latin-American Action Heroine: The Case of Jorge Franco
Ramos’ Rosario Tijeras”, Aldona Bialowas Pobutsky señala al personaje de Franco como la
amalgama perfecta entre femme fatale, action babe y colombian girl next-door. Para Pobutsky,
esta nueva heroína representa la posición de la mujer en el mass-media global: “as a latin
american heroine, Rosario Tijeras is a transcultural hybrid projected on the collective and social
level, responding through her physique and attitude to what Nestor García Canclini sees as ‘the
growing interaction between the cultured, the popular and the massive’” (17).
9
Para un estudio detallado del texto Diario de un narcotraficante véase Narco-epics: A Global
Aestethics of Sobriety (2013) de Herman Herlinghaus.
de temáticas que caracterizan esta modalidad años más tarde. Por ejemplo,
Cárdenas intercala un discurso periodístico en la trama y, aunque Brazzo no es
un oficial corrupto, un condiscípulo de la academia se convierte más tarde en
narcotraficante. De esta manera se confirma desde su manifestación más
temprana una característica importante para la narco-narrativa mexicana: la
similitud que existe entre judiciales y narcotraficantes.
En El norte y su frontera en la narrativa policíaca mexicana (2005),
Ramírez-Pimienta señala algunas de las características de la narco-narrativa
mexicana en las que resalta el llamado a la unidad nacional que ha creado la
guerra contra las drogas, la experimentación y cambio con el lenguaje, la
conciencia de un cambio histórico y el deseo de consumo de la sociedad en
general. En muchas narco-narrativas sobresalen las relaciones de tránsito que se
establecen en ciudades como Tijuana, Saltillo y Mexicali. Por ejemplo Elmer
Mendoza en novelas como Asesino solitario (1999) y El amante de Janis Joplin
(2001), no sólo expresa el movimiento de personas y contrabando a través de la
frontera, sino que se preocupan por el lenguaje y la vida diaria de los habitantes
de estas ciudades. Guillermo Munro y su No me da miedo morir (2003) —en
la que un periodista investiga la contaminación ecológica que el tráfico de
drogas genera en la frontera— es sólo un ejemplo de este tipo de producción
literaria que cuestiona los discursos oficiales y que permite entender la
influencia que el narcotráfico y sus prácticas han generado en el campo cultural
mexicano.
Una gran parte de las narco-narrativas mexicanas tienen como
personaje central a un periodista que trata de combatir el tráfico ilícito. Esta
característica les permite utilizar la investigación periodística para inventariar
zonas, actitudes y modos de vida de los habitantes que viven en las ciudades
fronterizas. En la novela de Munro, por ejemplo, la figura del narcotraficante
es desmitificada gracias al trabajo de un periodista, y la supuesta generosidad de
los mafiosos es contestada al señalar el alto costo que se paga por la codicia de
un negocio que contamina el medio ambiente en el golfo de México. La novela
de Munro termina con un reportaje de la investigación que realizó su
protagonista Cristóbal y que casi le cuesta la vida.
Diario de un narcotraficante (1967) comienza el género de la narco-
narrativa en México y le siguen dos títulos importantes en 1990: Sueños de
frontera de Paco Ignacio Taibo II y Los círculos del poder de Gregorio Ortega. La
primera novela utiliza el espacio de la frontera para demarcar zonas e
identidades que se convierten en el centro de las actividades de los
narcotraficantes. Esta novela de Taibo II sigue las convenciones del género
policíaco con un detective que recorre la frontera del norte de México, un
espacio donde convergen los discursos de la inmigración, el narcotráfico y el
racismo. Sueños de frontera hace explícita la relación que existe entre drogas y
frontera en el mundo globalizado. Ortega por su parte comienza una
trayectoria de crítica hacia las políticas y discursos del gobierno norteamericano
que caracteriza a la mayoría de las narco-narrativas mexicanas. Para el
protagonista “los capos de tuti capi son norteamericanos que viven en el alto
mundo de las finanzas y la política” (162). Los círculos del poder también utiliza
un periodista independiente que investiga las relaciones que el narcotráfico
Colombia y México
10
Un acontecimiento histórico utilizado extensamente por las narco-narrativas es la muerte de
personalidades que cambiaron la percepción nacional acerca del narcotráfico. Un ejemplo es el
asesinato de Luis Donaldo Colossio en México, que es referente en la novela mexicana Un
asesino solitario (1999). Además son reconocibles las referencias históricas a los asesinatos de
figuras políticas y del entretenimiento tanto en México como en Colombia. Por ejemplo, el
escritor colombiano Nahum Montt en Lara (2008) recrea el asesinato del ministro de justicia
Rodrigo Lara Bonilla en 1984.
11
En su libro End of Millenium (2000), Manuel Castells emplea el término “economía criminal
global” (152) para señalar cómo la economía y la política de muchos países no pueden ser
entendidas hoy sin tener en cuenta las dinámicas e influencias que las redes criminales
presentan en sus actividades diarias. Para Castells, el crimen global se caracteriza por ser un
fenómeno
que afecta las economías de varios países y que genera políticas de exclusión,
seguridad y vigilancia. Este fenómeno del crimen global crea una
comunidad criminal que
aprovecha la tecnología, la economía global y la demanda internacional para hacer
transacciones y extender líneas nacionales que afectan la economía, la política y la seguridad de
varios países.
12
En su artículo “Las redes del narco en Estados Unidos” (2005), Jorge Fernández Menéndez
señala la importancia de entender el narcotráfico como una empresa global que penetra en
todos los intersticios del sistema económico y que tiene su propia forma violenta de cumplir su
agenda. Fernández intenta romper la simplificación que existe sobre la problemática del
narcotráfico dividiéndola por naciones: los productores son colombianos, los intermediarios
mexicanos y los consumidores norteamericanos. Menéndez se pregunta qué pasa con las drogas
cuando cruzan el Río Bravo, para responder que el narcotráfico trabaja como una
multinacional con diferentes alianzas y nacionalidades.
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Abstract: The article analyzes how violence and drug trafficking are
represented in three novels framed in Ciudad Juárez. These are
Territorios impunes written by Alfredo Espinosa, Policía de Ciudad Juárez
by Miguel Ángel Chávez and A vuelta de rueda tras la muerte by Ricardo
Vigueras. The novels are analyzed from three conceptual categories:
Perspective about the city, femicide and the border, State of exception
and Death and entertainment. The article emphasizes how drug
trafficking, besides being an enterprise bonded with violence, is also part
of the social construction as shown in the literary text.
Keywords: Narcoliterature, Violence, Juárez City
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 |diciembre 2016 | 173-189 Recibido: 31/08/16
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.365 Aprobado: 08/10/2016
Ramón Gerónimo Olvera
Introducción
1
Sobre este tema hay variados autores que sustentan la afirmación. Por ejemplo, Eduardo
Antonio Parra: “En varias oportunidades, los escritores del norte hemos señalado que ninguno
de nosotros ha abordado el narcotráfico como tema. Si éste asoma en algunas páginas es porque
se trata de una situación histórica, es decir, un contexto, no un tema, que envuelve todo el país,
aunque se acentúa en ciertas regiones. No se trata, entonces, de una elección, sino de una
realidad (Letras Libres, 2015).
Orlando Ortíz comenta “La narcoliteratura es un espejismo, no existe. Hay relatos con
violencia y narcotraficantes –que luchan entre ellos o con otros, por “el poder”–, pero no hay
literatura del narcotráfico con todo lo que éste implica” (La Jornada Semanal, 2010, n.° 812).
Heriberto Yépez menciona: “Los discursos entre estos métodos colonialistas y los enunciados de
la desarticulación norteño/narcoliteratura son innegables y preocupantes. Estos discursos de
sectores mediáticos, académicos y gubernamentales coinciden con la lógica globalizadora, para
desacreditar diferencias y resistencias ex-céntricas (2014: 281-282).
2
Héctor Abad Faciolince así ejemplifica esta estética: “Dos gustos son los que han contribuido
a crear la estética mafiosa: en lo internacional, el del nuevo rico gringo, en lo local, el del
ganadero, que no es otra cosa que un montañero rico. De ahí la juntanza entre caballo de paso,
mansión exótica, y convertible rojo. Querer tener aquí fragmentos de Estados Unidos, calcos
parciales de Disney World, forma parte de esta tendencia a la exageración. Recibe del gringo
nuevo rico el gusto por todo cuanto sea grande, ruidoso y estridente. Se exagera con lo foráneo
y eso lleva a una estética de objetos, sobre todo arquitectónicos, puestos aquí solo para
sorprender, y totalmente fuera de contexto; lo que no es genuino sino facsimilar: la pagoda
china, el castillo medieval, la casa andaluza, el chalet suizo (con su techo ya listo a recibir la
nieve de los trópicos) (2008: 515).
Por su parte Omar Rincon abunda en más detalles: “Lo narco es una estética, y una forma de
pensar, y una ética del triunfo rápido, y un gusto excesivo, y una cultura de ostentación. Una
cultura del todo vale para salir de pobre, una afirmación pública de que para qué se es rico sino
es para lucirlo y exhibirlo” (2013: 3).
Así están las cosas entre las ruinas de la Heroica Ciudad Juárez y
Pocamadre no moralizaba sobre ello. Nadie moralizaba sobre ello. La
moral no cuenta en tiempos de corre y agáchate. Maldito. Sólo cuenta
que la bala que tiene tu nombre no pueda encontrarte. Los
3
Elmer Mendoza con su famoso detective “El Zurdo Mendieta” combina las descripciones de
la escena del crimen mientras hace un repaso por la gastronomía sinaloense. Rosario Tijeras
come compulsivamente en distintos momentos de la novela. El autor de este artículo en Sólo las
cruces quedaron menciona: “El sexo en Rosario Tijeras está condicionado al modus operandi de
la mantis, pero con su cuerpo sucede algo interesante; cuando se deprime después de los excesos
que comete, le da por engordar y el cuerpo de la mujer deseada se diluye por saturación. […]
Rosario engorda como una forma de castigar a la mantis para no ser la hembra que atrae a la
muerte con su espigado cuerpo (2013: 98-99).
4
Conviene considerar a Sayak Valencia: “En el caso de México podríamos decir que el estallido
del Estado-Nación se ha dado de forma sui generis, puesto que el nuevo Estado no es detentado
por el gobierno sino por el crimen organizado, principalmente por los cárteles de la droga (34).
5
Los trabajos sobre la ciudad son amplios. Entre algunos están la compilación hecha por
Margarita Salazar Mendoza, Narrativa Juarense contemporánea, (2009); Margarita Salazar con el
artículo "La literatura juarense: entre el realismo y la historia reciente" (2013). Rodrigo Pardo
Fernández La novela negra de la frontera: violencia y subversión (2012).
6
Sobre el tema hay bibliografía abundante. Los dos tomos coordinados por Víctor Orozco:
Ciudad Juárez. La nombradía varia. Desde los orígenes hasta la modernidad (2012), es un texto
exhaustivo y abundante donde se puede apreciar el devenir plural de la ciudad; de Martín
González de la Vara Breve historia de Ciudad Juárez y su región (2009).
Sin embargo, un texto fundamental para ilustrar la estancia de Benito Juárez en el estado de
Chihuahua y en paso del norte es … y México se refugió en el desierto de José Fuentes Mares
Los paseños se amontonaban en las riberas del Río Bravo para observar
las batallas lo más cerca posible, aun con riesgo de su propia vida porque
nunca faltaba una bala perdida que llegaba por ahí […] Una compañía
de bienes raíces de El Paso promocionaba sus terrenos en venta como
fuera de la zona de peligro y al mismo tiempo con una excelente vista el
Juárez revolucionario. (2012, s/p versión kindle; cursivas del original)
Pareciera que el tatuaje del morbo lleva ya tiempo instalado en la piel de Juárez.
Ante la violencia desbocada de la revolución, que en los habitantes generaba
miedo o militancia en algunos de los mandos beligerantes, existían también
quienes sentían la insaciable necesidad de ver de reojo la exótica realidad del
vecino del tercer mundo.
Respecto a la percepción de la ciudad desde ciertos círculos y lugares
geográficos, se siente la misma mezcla: morbo-compasión o si se quiere Juárez
constituye ⎯como varios puntos del planeta⎯ el laboratorio donde vemos los
monstruos que se producen en la frontera entre dos países tan dispares. Estas
obras literarias dan testimonio de eso, de las mutaciones de lo humano que
produce el neoliberalismo y en lo que refiere a la ciudad mexicana: el colapso
social del modelo neoliberal.
En una entrevista realizada por Mónica Maristaín, ante la pregunta de
la forma en que imagina el infierno, Roberto Bolaño responde: “Como Ciudad
Juárez, que es nuestra maldición y nuestro espejo, el espejo desasosegado de
nuestras frustraciones y de nuestra infame interpretación de la libertad y de
nuestros deseos” (2007: 25); esto se reflejará de manera clara en 2666.
Ricardo Vigueras así vislumbra la ciudad:
(1954). Sobre el aspecto cultural es interesante de Jorge Chávez Entre rudos y bárbaros:
construcción de una cultura regional en la frontera norte de México (2010). Carlos Ramírez
Pimienta en De El Periquillo al pericazo. Ensayos sobre literatura y cultura mexicana, aborda
temas de la identidad fronteriza y la irrupción del narco.
Una ciudad descrita como un felino. Que en ocasiones se mueve con sigilo y
elegancia, que necesariamente seduce, pero que una vez que ha decidido atrapar
a la presa lo hace de manera sanguinaria y violenta. El personaje la mira en
reposo ⎯si hemos dicho que el sello de Juárez es nocturno⎯ seguramente lo
hace de día. Pero no es el reposo placentero al final de la jornada, se trata de la
convalecencia de quien también siente el cansancio de la pelea, que tiene
hondas cicatrices, entre ellas la soledad y ante lo cuál no queda sino por sí
misma “lamerse las heridas”.
Desierto, violencia, culpa, expiación, vacío, nostalgia, son los conceptos
que rondan estas tres novelas sobre la ciudad. Se desarrollan en la atmósfera del
narco, negocio por excelencia vinculado al tráfico y a las fronteras. El
narcotráfico no es un agente exterior a la ciudad, ni siquiera es enteramente un
negocio, el narcotráfico es el polen que transporta ⎯sin importar clase social o
estamento intelectual⎯ la muerte. Al igual que en la revolución mexicana, hay
quienes desde la academia o la creación artística rentan cómodo departamento
para tener una excelente vista de una ciudad sitiada por el narcotráfico. ¿Hasta
dónde academizar la tragedia?
La ciudad es imaginada dependiendo de quien la quiera describir. Para
la tradición judeo-cristiana Sodoma y Gomorra representan la perdición y el
pecado. Para algunos de sus habitantes, el espacio donde se cristalizan
libremente sus fantasías. Los tres autores seleccionados miran a la ciudad no
con el hiriente sermón de quien se considera apartado de los vicios, tampoco
como el señero profeta sabedor de todos sus entretelones. Sino con la mezcla de
amor y odio de quien se sabe parte de sus venas. Pero si atendemos a detalle las
palabras de Vigueras:
Podemos afirmar que son los escritores los auscultados con la mirada de la
ciudad, que los atraviesa como la afilada navaja que cruza por el ojo del
protagonista de El perro andaluz, y una vez que el ojo ha sido destrozado surgen
las imágenes que la vista paradójicamente tenía presas.
Frontera y feminicidio 7
7
Sobre el tema de los feminicidios la bibliografía también es variada. Socorro Tabuenca es
autora de Mujeres y fronteras una perspectiva de género (2002). Bordeando la violencia contra las
mujeres en la frontera Norte de México (2007), con Julia Monárrez. Marco Kunz Femicidio y
ficción: los asesinatos de mujeres de Ciudad Juárez y su productividad cultural. Rita Laura Segato
con La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez (2013). Paola Chaparro
en Fémina Sacra (2016) dedica un capítulo: Fémina sacra y nuda vida: ritualización de la
crueldad contra las mujeres en la frontera norte de México. El poemario de Micaela Solís Elegía en
el desierto (2005) aborda los feminicidios. Arminé Arjona con Delincuentos (2010) es una de las
narradoras que toca el tema de la violencia del narcotráfico y aspectos relacionados con el
género. Ainhoa Vásquez Mejías en el libro Feminicidio en Chile una realidad ficcionada (2015)
hace un análisis de este problema desde el contexto chileno.
Les quedaban pocos jirones de carne medio seca entre los huesos.
Supieron y supimos que habían sido tres cuerpos por las cajas torácicas,
que se encontraban relativamente juntas. Pudimos ver algunas piernas sin
carne y brazos incompletos, desparramados, la piel desgarrada, hecha
trizas. Lo que faltaba no se veía a simple vista y quizá nunca lo
encontraríamos: tres manos y dos piernas completas. Pudieron ser los
coyotes, los monstruos de Gila, las víboras de cascabel, quizás algún
puma que bajó de la Sierra de Samalayuca o del cerro del Mesudo a fin
de alimentar a sus cachorros, o simplemente las dunas se los fueron
tragando. (25)
Dentro de la mentalidad patriarcal sólo quedan reservados dos lugares para las
mujeres: la virgen o la puta. Para la virgen está apartado el espacio privado con
lo que esto implica: la actitud pasiva y complaciente respecto a su corporeidad.
Ruth era otra más de las cientos de madres de Ciudad Juárez que
perdieron a alguien, y que cuanto sabían que se reportaba un hallazgo de
una osamenta como de rayo acudían al lugar en busca de información:
cuando perdían la esperanza de encontrar vivos a sus seres queridos, por
los menos querían hallar sus cadáveres. (2006: 127)
El estado de excepción
Llama la atención que la figura del asesino serial —primera explicación oficial
para los feminicidios— carece de atractivo porque al ser el crimen la norma
diaria le quita encanto al sociópata. El espacio para la novela policiaca
difícilmente da para la búsqueda de un sujeto desquiciado en medio de una
sociedad normal. Es justo la condición de enfermedad social la que acosa al
sujeto equilibrado. En ese sentido es la indefensión lo que hermana a la
comunidad. En algunos casos, papel víctima-victimario termina diluyéndose
para ser determinado por el azar. Uno de los personajes femeninos de Ricardo
Vigueras conoce a un asesino en el estado de Guerrero; como si se tratara de
un agente turístico, así promociona Ciudad Juárez:
Muerte y espectáculo
El PM era el vespertino que leía la raza todas las tardes de cabo a rabo.
Muchos hombres lo abrían por las páginas centrales, donde siempre
había una muchacha bonita ligera de ropa con algún mensaje picante:
“quítame la timidez, papito” […] cosas así que entusiasmaban a los
lectores del PM. Y en portada, de preferencia alguna foto donde se
asomara mucha sangre. Las ventas subían como la espuma las tardes en
que el PM se vendía con foto de algún decapitado en portada. Ver cabezas
rodantes por la vía pública como balones de futbol hacía gracia a los
niños y causaba expectación en parte de la ciudadanía. (30)
8
El uso de sh corresponde a la manera en que el habitante tradicional de Chihuahua pronuncia
la ch, que consiste en deslizar la entonación. Es un rasgo característico del chihuahuense dentro
del habla en México.
9
Respecto al tema es necesario referir a Guy Debord quien abordó el tema desde una postura
ontológica. Menciona: “El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social
entre personas mediatizada por imágenes” (1995: 9). Mario Vargas Llosa en La civilización del
espectáculo (2012) aborda la forma en que las expresiones humanas y culturales han quedado
opacadas por la trivialización del espectáculo.
Los cuernos de chivo habían vuelto a hablar. Los niños reaccionaron con
entusiasmo.
—¿Oíste?
—¡Qué chido!
—¡Córrele!
Y a continuación salieron disparados en aquella dirección, excitados por
el espectáculo de la sangre. (51-52)
Esta interrogante ética parece estar presente en las tres obras seleccionadas,
algunas veces de manera explícita, en otras como un elemento metatextual. Si el
homicidio es un espectáculo: ¿Es posible reconocer al otro? ¿Cómo
reconocerme a mí mismo dentro de un mundo resquebrajado y vacío?
Otro ángulo relevante es que en la sociedad el espectáculo el periodista
deja de ser quien cubre la nota, para intentar volverse parte de la misma. El
personaje de Policía de Ciudad Juárez es encargado de acordonar la escena del
crimen y confiesa:
También siempre salimos en la televisión y muchas veces en la nota roja
de los pasquines y webs de noticias por internet. No hay descanso […]
siempre hay una ejecutado para cercarle el área de su muerte. […] Bueno
llegamos atrasito de los fotógrafos de prensa y los camarógrafos, estos
andan siempre montados en las frecuencias de las policías y el crimen
organizado. (2012: 9)
Nos da una idea clara de que la policía es la última en tener control del asunto.
Sugiere cómo el narco necesita —por morbo o amenaza a la banda contraria—
divulgar el hecho. El periodista —si hace se le puede llamar— es incapaz de ver
una víctima para la nota:
10
En el plano de lo visual el trabajo de Alejandro Luperca deconstruye este tema y nos hace
reflexionar. Disponible en: http://www.alejandroluperca.org/Juarez.
Cuando nos ganan la carrera fotografían de cerca a las víctimas y hasta las
hacen posar frente a la lente. Son unos cabrones. Incluso los voltean y los
acomodan bonito para la foto. (10)
Conclusión
B IBLIOGRAFÍA
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narco/cultura/telenovela como modo de entrada a la modernidad”, Matrize
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(comps.), Miradas convergentes. Ensayo sobre la narrativa México-Estados
Unidos. University Colorado Springs, Universidad Autónoma de Baja
California, pp. 253-283.
CECILIA LÓPEZ-BADANO
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE QUERÉTARO
cecilial@uaq.mx
Abstract: Over the past few years, contemporary narratives about drug
trafficking and the market have boomed in Latin American literature. Two
Mexican novels, Trabajos del reino (Yuri Herrera) and Perra brava (Orfa
Alarcón), deal as capital fictions in the context of the, post-national,
neoliberal 21th century globalization. These narco-fictions provide symbolic
representations addressing a “real” quest for rewards and revenge through
«imagined» characters. In addition, narconarratives confront society with
capital punishments imposed by the same neoliberal economy that rules the
system. Recompenses and paybacks correspond to compliments and
penances creating our contemporary “structure of feeling”. This essay aims
to unveil the connections between capital and its symbolic representations in
order to explore social compensations and neoliberal punishments in both
novels.
Keywords: Narconarratives, Yuri Herrera, Orfa Alarcón, Capital
Fictions, Structure of Feeling
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016 | 191-212 Recibido: 06/09/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.389 Aprobado: 23/10/2016
Cecilia López-Badano y Silvia Ruiz Tresgallo
Introducción
detalle exótico más, ha sido llevado ante el Rey Burgués, quien le impide hablar
y lo deja olvidado, girando la manivela de una caja de música a cambio de
comida, en el palaciego jardín donde morirá de frío esperando el ideal.
Ángel Rama, en el capítulo “la ciudad modernizada”, de su libro La
ciudad letrada, hablando sobre el fin del siglo XIX y los inicios del XX, es decir,
la época de esplendor del modernismo, hace un comentario que calza
exactamente con la alegórica y amarga experiencia del personaje aludido en el
cuento:
2
Esta serie alteró masivamente el volumen del turismo –y, por ende, el mercado laboral y la
circulación económica– de una pequeña ciudad como Dubrovnik, dato que he comprobado a
través de apreciaciones de colegas locales, dado que allí se realizó en junio pasado un congreso
de latinoamericanistas al que fui invitada. Un fenómeno similar se dio en la decaída economía
de Albuquerque luego de Breaking Bad (remito, por más datos, nuevamente, al artículo
mencionado sobre el tema de esta serie en particular)
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Narconarrativas de compensaciones ficcionales (y condenas neoliberales): Yuri Herrera y Orfa Alarcón
3
“En los momentos en que se lleva a cabo la reflexión que precede al desenlace, acaecida […]
tras la confrontación con figuras de autoridad […] se posiciona al verbo comprender como
acción principal de la introspección del protagonista. [… la novela] culminará de este modo
como proceso de reorganización de los significantes identitarios que componen al protagonista
[…] y el modo en que contempla y entiende su relación con el mundo social que lo rodea”
(Uribe, 2016: 21).
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Narconarrativas de compensaciones ficcionales (y condenas neoliberales): Yuri Herrera y Orfa Alarcón
Las ficciones del capital, dentro de las narrativas del narcotráfico, configuran
distintos sistemas de revancha y compensación por medio de dinámicas
económicas en las que es necesario considerar también las problemáticas de la
relaciones entre género y poder. Si bien en la primera parte de este ensayo
hemos analizado la revancha social a través del arte de un compositor y
cantante de corridos, no debemos obviar que Lobo se nos muestra, al menos en
un principio, como una masculinidad subalterna ya que trabaja al servicio de
un capo, es decir, de una masculinidad hegemónica. Consecuentemente con tal
4
En México se denomina así a los jóvenes que “ni estudian ni trabajan”.
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Cecilia López-Badano y Silvia Ruiz Tresgallo
5
Miguel A. Cabañas en su definición de Narcocultura considera que ésta abarca no sólo “a los
narcos sino a las complejas redes de prácticas culturales y representaciones, ambiguas y en
ocasiones contradictorias que se transforman en nuestra ‘verdad’ sobre ese mundo” (Cabañas,
2014: 7).
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Narconarrativas de compensaciones ficcionales (y condenas neoliberales): Yuri Herrera y Orfa Alarcón
6
En el contexto global, la relación de desigualdad entre ambos géneros resulta notoria. Alicia
Girón coordina el volumen Género y globalización, donde varias intelectuales estudian cómo
afecta el marco económico neoliberal a la mujer latinoamericana. Según Girón, “la
consideración del género en la globalización debe entenderse de una manera que no consiste
simplemente en mezclar cosas de mujeres con la economía, sino en modificar el reflejo de las
relaciones androcéntricas de poder que cruzan la clase social, la etnia y la cultura” (Girón,
2009: 14). La mujer, tradicionalmente definida como un cuerpo que debe producir hijos para
el Estado, ahora además debe trabajar fuera del hogar, sumando así a su “performance”
femenina actividades tradicionalmente adjudicadas al hombre. Como expresa Virginia Vargas,
“en todos los casos, al no tomar en cuenta el valor del trabajo reproductivo, las mujeres tienden
a doblar su carga de trabajo en la sociedad, mucho más en tiempos neoliberales, en los que las
responsabilidades de los Estados frente al bienestar de la ciudadanía son desplazadas a lo
privado” (Vargas, 2009: 10). Para más información puede consultarse el artículo de Silvia Ruiz
Tresgallo (2016), “Género y Globalización en 2666 de Roberto Bolaño”, en Aparicio Nevado,
Felipe (ed. y comp.), Reescrituras del imaginario policiaco en la narrativa hispánica
contemporánea (Roberto Bolaño, Eugenio Fuentes et alii). Cáceres, Gráficas Morgado.
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Cecilia López-Badano y Silvia Ruiz Tresgallo
7
Reflexiones ofrecidas por el ensayista suizo Jean Ziegler, relator de la ONU entre los años 2000
y 2008, y el escritor uruguayo Eduardo Galeano en el documental de “En Portada” en Radio
Televisión Española, titulado El orden criminal del mundo (2006), dirigido por Juan Antonio
Sacaluga (Sacaluga, 2006).
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8
La primera edición de Patas arriba es del año 1998. Sin embargo, en la cita hemos utilizado el
año de publicación de la edición utilizada para el presente ensayo con el fin de evitar
confusiones en la bibliografía y atenernos a los requisitos del editor.
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Cecilia López-Badano y Silvia Ruiz Tresgallo
Fernanda se configura como un objeto posesión del narco; como tal debe ser
protegida y vigilada por los hombres del “negocio”. Judith Butler llama la
atención sobre la constitución de cuerpos precarios en la sociedad;9 de acuerdo
con ella, resultan vulnerables aquellos cuerpos que no ven cubiertas ciertas
necesidades económicas, políticas y sociales que les permiten subsistir. En este
sentido, al principio, podríamos configurar a Fernanda como un cuerpo
precario según esas categorías, ya que su género y su posición social como
novia de un “capo” ponen su vida en peligro. Sin embargo, al reproducir el
sistema machista neoliberal que la narcocultura imita, se convertirá en un
sujeto rebelde que no sólo no acepta esta vigilancia sino que la practica hacia
otras mujeres; crea estrategias de resistencia que burlan el control patriarcal de
sus movimientos, como un falso viaje a Japón, o la relación sentimental con su
guardaespaldas. Al burlar los mecanismos de vigilancia del patriarcado, ella
misma se comporta cada vez más como imagina lo hace Julio, es decir, como
un dueño defendiendo la integridad de su propiedad y aniquilando a quienes
pretendan tocarla.
Recordemos que su cambio de una actitud pasiva a una activa se
produce cuando Julio le propone matrimonio, momento en que, en la
dinámica de amo y esclavo, marcada por la representación binaria del género,
la relación queda invertida. Él, como hombre enamorado, pasará ahora a ser el
esclavo sometido, mientras que ella toma la actitud de dueña y señora que
somete. Podríamos afirmar que la protagonista entonces se transforma en un
detective cuyo objetivo es descubrir y destruir a aquellas mujeres que quieran
acercarse a su propiedad: Julio. Ed Christian en la introducción al libro The
Post-Colonial Detective, ofrece la siguiente definición del detective poscolonial:
“The primary work of the post-colonial detective is surveillance, the
surveillance of that which is suspect. Part of that surveillance, as this book
shows, is the observation of both the empire and the indigenous culture, the
observation of disparities, of ironies, of hybridities, of contradictions”
(Christian, 2000: 13).
Fernanda toma nota de las mujeres que, cree, han formado parte de la
vida de Julio, el lugar donde se hallan sus cuerpos y su condición social en una
actitud de vigilancia que corresponde al detective poscolonial. A través de este
trabajo de detección social, es finalmente el lector quien presencia las
contradicciones del sistema neoliberal que, por su capitalismo caníbal
metaforizado acá en el cuerpo femenino, se nos revela como productor y
destructor de vida.
El lector se distancia progresivamente de Fernanda, cuyo uso del poder
resulta más depredador que el de Julio: al observar su propia ropa usada y
desaparecida tendida en una casa periférica, asume que quien vive allí es una
amante de él. Entonces ataca a la mujer con extrema violencia sin considerar su
embarazo y, cuando lo nota, la patea “en el estómago” (163) sin importarle las
consecuencias, ya que al fin y al cabo es: “una puta arrabalera” (164). La
protagonista considera que el nivel económico de la mujer, que vive en una
9
Estas ideas se basan en los siguientes libros de Judith Butler: Precarious Life: The Powers of
Mourning and Violence, Bodies that Matter: On the Discursive Limits of Sex y Gender Trouble:
Feminism and the Subversion of Identity.
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Narconarrativas de compensaciones ficcionales (y condenas neoliberales): Yuri Herrera y Orfa Alarcón
Conclusión
11
Dentro del modelo de la mujer castradora, tenemos otros ejemplos en la literatura
latinoamericana del siglo XX como el de “La Quintrala” en Chile; cuyo sistema de referentes no
viene marcado por el capital, que ya posee, sino por la clase y que, como argumentan los
estudios de Benjamín Vicuña Mackenna, representa una alegoría del sistema colonial.
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Narconarrativas de compensaciones ficcionales (y condenas neoliberales): Yuri Herrera y Orfa Alarcón
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ELENA RITONDALE
UNIVERSITAT AUTÒNOMA DE BARCELONA
elenaritondale@gmail.com
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016 | 213-232 Recibido: 12/08/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.342 Aprobado: 23/10/2016
Elena Ritondale
1
En este estudio el canibalismo tiene tanto un sentido literal como metafórico (y, en el
segundo caso, sugiero que el significado es doble). Se refiere por lo tanto: a) al acto de comer
cuerpos humanos (el protagonista come el polvo mezclado con los restos de su ex mujer); b) al
acto de “comer” la ciudad o, mejor, de “fumarla”, pues la droga consumida por el protagonista
está producida entre otras cosas con el polvo de Ciudad de Paso, y ésta es antropomorfizada,
como ya ha escrito Diana Palaversich en “Ciudades invisibles. Tijuana en la obra de Federico
Campbell, Luis Humberto Crosthwaite, Francisco Morales y Heriberto Yépez” (2012). Por
último, c) opino que la relación “canibálica” con la ciudad tiene un sentido más amplio,
porque involucra también a los poderes ecónomicos presentes en ella (las maquiladoras, por
ejemplo), que explotan los trabajadores hasta acabar con ellos, como si fueran predadores que
chupan la fuerza vital de sus víctimas para luego escupirlas. Tal idea será explicada en el análisis
del texto; los mismos poderes matan a la ciudad, contaminando su suelo con los venenos que
luego los drogadictos fumarán, en una cadena imposible de romper.
2
Me refiero aquí a Cortés-Malinche, los “padres” de la nación mexicana de acuerdo con el
discurso oficial. En Tijuanologías, Yépez analiza el personaje del Santo Soldado, uno de los
mitos tijuanenses, y destaca su papel de violador. Opino que Yépez, en su relato de esta
“violación olvidada”, propone una “pareja-mítica” alternativa a la propuesta por el discurso
oficial-centralista, es decir, un anti-mito norteño.
Referencias teóricas
De acuerdo con Felipe Fuentes, que cita obras tanto mexicanas como
colombianas sobre el narco (Rosario Tijeras, La virgen de los sicarios, Al otro lado
y Trabajos del reino, entre otras), el recurso de imágenes de cuerpos
destrozados, hecho pedazos, expresa la difuminación de la esfera individual en
la colectiva. Dos significados tendrían las imágenes de muertos, heridos y
acribillados. Por un lado, el autor afirma que “el poder se reconoce como tal
3
Kristeva cita el Levítico, donde se juzga a la madre por “lo impuro del parto y de la sangre que
lo acompaña” (Kristeva, 1989: 33).
4
El autor, por un lado, retoma los estudios de Hardt y Negri (2004) sobre el fin de los lazos
sociales en el neoliberalismo —como se explica más adelante— pero, por el otro, afirma que
algunos escritores de novelas sobre el narco (Élmer Mendoza, Héctor Aguilar Camín, Víctor
Hugo Rascón Banda y Heriberto Yépez entre otros) tienen elementos que recuerdan las "aldeas
universales" de la literatura hismpanoamericana (Comala de Rulfo, Macondo de G.G.
Márquez, Santa María de Onetti). Se busca insertar esta narrativa en un archivo literario
reconocido. Así, más allá de una lectura sincrónica, opina Fuentes Kraffczyk que Ciudad del
Paso, en Al otro lado, y las demás ciudades descritas en las novelas sobre el narco, “a pesar de su
cercanía física con McOndo, las nuevas villas están mucho más vinculadas con Macondo, pues
en el fondo describen esencialmente fracasos y espacios en descomposición, sello distintivo de
las villas literarias de la segunda mitad del pasado siglo” (Fuentes, 2013: 39).
215
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... ante el empuje del narcotráfico las otrora categorías de exclusión como
etnia, género, clase social o ideología han perdido su validez. Pertenecer o
no pertenecer al narco, de ahí la cuestión. Mientras Hardt y Negri
sueñan con una integración total de la multitud a partir de lo común, en
una carne unida en su heterogeneidad, Yuri Herrera nos recuerda la
violencia que implica acoplarse con el otro, nos obliga a cuestionarnos si
estamos dispuestos a integrarnos con el narco y formar con él un nuevo
cuerpo social. O mejor dicho, nos obliga a preguntarnos si estamos en
condiciones de resistir al narco y evitar ser deglutidos por él. (Fuentes,
2013: 30)
217
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Al otro lado
221
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5
Más adelante se describirá detenidamente al personaje central, Elsa, su enorme poder
simbólico y su importancia narrativa. Aquí, parece útil adelantar algunos aspectos relacionados
con la economía de la frontera.
223
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Déjame decirte algo. Ella tuvo muchas fallas. Casi no hablaba con nosotros y
nunca tuvo una muestra de cariño, un abrazo: nada. Tenía sus motivos. Tu
padre falló. No la ayudó.
— “Tu padre”, Tobías? No te lo sacudas. También es el tuyo [...] Y de él no
digas nada. Él trató de darnos una vida diferente. Él tenía una profesión. No
era una basura como toda esta gente de la que nos rodeamos. Ni un
criminal. Él fue el único que quiso tener una vida bien (33).
Bares para paisanos, en que hay rockolas con música nacional y en inglés y la
cerveza cuesta diez, quince, veinte pesos, dependiendo, porque a veces hay
floor show (una pobres sureñas con estrías o cicatrices de cesárea en el
abdomen aguado) o en otros congales te cobran el “taco de ojo” de meseras,
porque aunque parezca increíble los albañiles y sus chalanes, gozan viendo
encueratrices piojosas. En otras ciudades de la frontera las matan. Aquí, de
tan rudofílicos, las adoramos. (Yépez, 2008: 48)
Se sugiere aquí que la relación polvo/muerte de esta parte del relato también
sea una metáfora de la nulificación de las relaciones familiares, hasta sugerir un
tipo más de canibalismo, aunque sólo simbólico: en el mismo momento en que
Yulay se transforma en polvo, Tiburón succiona el remolino. Además, Yulay,
poco antes de caer muerto, encuentra en el desierto el fantasma de su madre.
Pide ayuda a la mujer, pero ella se lo niega. Cabe añadir que el chico decide
huír al otro lado de la frontera después de que su hermano mayor ha tratado de
matarlo, tras descubrir su relación homosexual con otro hombre de la pensión.
La única relación de “cercanía” que parece establecerse en este apartado es la
entre el polvo de Yulay y el polvo de Tiburón, “hermanados” por su común
deseo de escaparse de la vida.
Retomamos ahora el análisis de aquellos elementos de la obra que
remiten a la categoría de lo abyecto: por ejemplo la suciedad, los cadáveres y la
idea de muerte en general. El horror de lo cotidiano es la constante vivida por
Tiburón, el protagonista, y por los otros habitantes de Ciudad de Paso. Toda la
ciudad aparece vivida por fantasmas, seres teóricamente vivos pero casi
muertos, deshechos por la droga, espantosos. La alucinación se vuelve locura,
tanto que el lector a menudo duda si el protagonista esté vivo o muerto y si los
que encuentra sean zombies o seres humanos de carne y hueso.
Era casa de un díler old style. En el interior había seres tan horribles
como él que comían carne asada y escuchaban música de banda para
amenizar la phoqueada. [...] Un esperpento se le acercó y le preguntó qué
quería de bebida, comida o droga, pero Tiburón movió la cabeza
diciendo que no y la mujerzuela se marchó empujando el carrito de
madera en que se arrastraba... Tiburón se diluyo entre estos engendros
platicando y celebrando y se acercó a un gordo albino, para ver cómo
preparaba ansiosamente el phoco que iba a fumarse, y cuando vió que
Tiburón lo fisgoneaba, se apartó un poco, avaricioso. Cuando el tipo
chupó de su phoco encendido, mientras Tiburón lo veía casi babeando,
el gordo se transformó en un hombre de aspecto ordinario y cuando el
humo que exhaló alcanzó las caras de otros a su alrededor, éstas perdían
su horripilancia y cobraban aspecto familiar, es decir, irónico, soberbio,
cretino, chistorrete, rastrero, sufrido, todos estos rasgos habituales de lo
real. (Yépez, 2008: 316)
De entre los desechos aparecieron tres niños. Parecían jugar con llantas
viejas regadas en el tiradero. —Oye, ayúdanos, ¿no?— y la petición lo
sacó de su cabeza. Los morritos tenían las llantas al filo del barranco.
Parecían dispuestos a dejarlas rodar hacia abajo.
—Ándale, ayúdanos. Está pesado— y Tiburón dio la vuelta y les ayudó a
jalar un bulto que los morritos terminaron de acomodar; al filo y a la
señal de uno de ellos, empujaron dos llantas y el bulto. Al parecer era una
carrera. Al ver aquello, Tiburón sintió cierto alivio. Todavía existía la
infancia, el juego, la inocencia; pero el alivio no le duró mucho porque
mientras que las llantas pronto aventajaban la carrera, aquel bulto que
descendía a tumbos por el barranco se fue deshaciendo y a Tiburón se le
congeló la sangre, mientras los niños vitoreaban la victoria de las llantas.
Como los muertos son muy friolentos y los narcos muy compasivos,
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Elena Ritondale
Los niños son, quizás, los personajes más inquietantes de la novela. El narrador
nos relata la presencia de los chiquinarcos, niños de siete, ocho o nueve años
aproximadamente; quienes reemplazan a sus hermanos adolescentes ya asesinados
o drogadictos y están al servicio de los narcos mayores. Estos críos venden drogas,
roban y, sobre todo, asesinan.
Siguiendo la teoría de Kristeva, ¿cuál sería el estado primordial del que
un relato como el de Yépez trataría de huír? La primera respuesta razonable
sería: un estado anterior a la civilización, donde lo animal y lo humano se
solapan y donde no existen normas que pueden salvar del horror. El análisis de
los pasajes sobre Elsa y el hijo Jacinto puede empezar a dar una respuesta,
aunque es evidente que los textos pueden ser interpretados también desde el
punto de vista económico y social. Tiburón vuelve a reunirse con la mujer
después de mucho años. Del antiguo amor sólo quedan escombros; el cuerpo
de Elsa ha sido consumido por la droga:
Aquella piel tan tersa que sus dedos aún recordaban, aquellas mejillas que
se sentían como un durazno y como un durazno, ya cerca del final, te
topas con un hueso imposible de devorar, un hueso obseno, duro,
enrojecido, amargo, insoportable. Ahora ya no era la carne jugosa del
durazno, ni siquiera su acidez finiquitante. Elsa ya era solamente el
hueso. El hueso surcado. Palurdo. (Yépez, 2008: 204)
En la casa de Elsa hay basura y polvo por todas partes. Ella y el hijo se han
separado, según dice la mujer, cuando ella misma decidió enviarlo al sur para
que algunas personas de su familia lo cuidaran. Tiburón se entera de la verdad
trágicamente, cuando la novela llega a su clímax y él comprende su
responsabilidad en la muerte del hijo, por no haberlo reconocido entre una
banda de “chiquinarcos”. Son culpables él o la ciudad o, mejor dicho, el
Matamorros, el barrio donde Elsa vive y que, como el narrador nos explica,
tiene en su nombre una ironía trágica. Aquí los “morros”, los nenes, no viven
mucho, pues no logran sobrevivir en los negocios de los que están obligados a
ocuparse. Si es cierto que la ciudad se come a sí misma, como se ha descrito
arriba, las familias —o lo que de ellas queda— también muestran esta macabra
tendencia. Madres venden a sus hijos para buscar droga y parejas acaban
“comiéndose” metaforicamente, víctimas de su adicción. En los siguientes
pasajes se narra la muerte de Elsa y su transformación en polvo (una vez más se
hace hincapié en la metáfora ya analizada y en el doble sentido de
polvo/phoco). El segundo pasaje alcanza la cumbre del horror, donde el
Conclusiones
B IBLIOGRAFÍA
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Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre 2016 | 213-232
Elena Ritondale
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016 | 233-247 Recibido: 11/08/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.341 Aprobado: 08/10/2016
Regina Vanesa Cellino
1
En el libro Si me querés, el cronista acude a la figura de escritor consagrado cuando, ante la
vacilación de unos de los personajes por darle o no la entrevista, Alarcón expresa:
“—Soy escritor—atiné a decirle.
—Eso podría mejorar las cosas, amigo, pero ¿cómo yo sé que usted me dice la verdad?
—Porque puede poner mi nombre en Internet y ver que no le miento” (2012: 46).
2
Orlando Ortiz (2012) sostiene que “la narcoliteratura es un espejismo que nada tiene del
narcotráfico y a veces tampoco nada —o muy poco— de literatura. Sin embargo, hay
excepciones en cuanto a lo literario” (2). Entre las novelas y obras de no ficción se encuentran:
Los señores del narco, de Anabel Hernández; La reina del pacífico, de Julio Scherer; El Cártel de
Sinaloa, de Diego Osorno; El narco en México, de Ricardo Ravelo; Historia del narcotráfico en
México, de Guillermo Valdés Castellanos; Cartas cruzadas, de Darío Jaramillo; El poder del
perro, de Don Winslow; Las jefas del narco, coordinado por Arturo Santamaría Gómez; Campos
de amapola antes de esto. Una novela sobre el narcotráfico en México, de Lolita Bosch, entre
muchas otras.
3
Según lo relatado en la crónica, Villa del Señor era, en 2010, el territorio con más tráfico y
venta de drogas dentro de la capital del país. Las treinta manzanas que componen el espacio
marginal se poblaron en principio con inmigrantes de países limítrofes que llegaron a Buenos
Aires en la década del 50, pero el mayor flujo migratorio ocurrió a partir de los años 90, durate
los cuales también se produjo una migración interna dentro del país.
4
Para las citas del libro Si me querés, quereme transa, utilizaremos la edición de Aguilar, 2012.
ventana y se mareaban para dejarse llevar por los sonidos de la tierra de sus
orígenes” (2010: 226). La protagonista transa nació en el segundo cordón del
conurbano, pero “su crianza severa y servil había tenido, además de azotes, el
cantar de las coplas en quechua con el que doña Edelmira la consolaba.
Argentina de nacimiento, Alcira era tan Bolivia y andina como cualquier
paisano” (Alarcón, 2012: 226).
Alarcón también describe lo que sucede en la villa los días sábados. Ese
día está reservado para la fiesta (casamiento, cumpleaños, bautismos, festejos de
toda índole) y allí “se combinan los ritmos: la cumbia con el chamamé, con el
huaino, el folclore andino” (2012: 68). Los familiares de sangre, los políticos y
los compadres, toda la vecindad, participan y comparten esos sábados de
festejos. Saskia Sassen (2007), en su estudio sociológico sobre la globalización,
considera que:
5
Sendero Luminoso, cuyo nombre oficial es Partido Comunista del Perú, es una organización
de tendencia ideológica marxista, leninista y maoísta originada en el Perú a finales de los 60 al
mando del profesor de filosofía Abimael Guzmán (Universidad Nacional de San Cristóbal de
Huamanga). La meta de Sendero Luminoso fue reemplazar las instituciones peruanas, que
consideran burguesas, por un régimen revolucionario campesino comunista, presumiblemente
iniciándose a través del concepto maoísta de la Nueva Democracia. En 1980 se desató el
Terrorismo en el Perú, del cual participó como principal agente hasta la captura de su líder,
Abimael Guzmán Reynoso, en 1992, tras lo cual sólo ha tenido actuaciones esporádicas.
6
En una entrevista, Cristian Alarcón narra su experiencia en Perú, en relación con la
investigación realizada, gracias a una beca, sobre Sendero Luminoso, a partir de la cual pudo
comprobar que los narcos de su crónica habían sido de Sendero. Dice “fui a buscar la historia
de Teodoro Reyes, conseguí su expediente que fue tan difícil de encontrar y que finalmente
comprueba todo… Durante la investigación uno tiene una especie de bipolaridad: está el
fetichismo por el dato con el que uno se pelea todo el tiempo porque sabe que no va a terminar
significando nada pero sin embargo uno lo busca. Por otro lado, mi gran pregunta era qué tenía
que ver la cultura moche de Perú con los protagonistas de mi libro porque había visto en una
investigación preliminar la imagen del dios moche con un cuchillo ceremonial en una mano y
en la otra una cabeza. Y una de las cosas que me había impresionado es que una de las
venganzas se da con un casi decapitado, un degüello exacerbado. Me preguntaba qué había de
aquello acá” (Alarcón, 2010).
La traslocalidad migratoria es, también, una de las formas con las cuales el
narcotráfico hace uso de este sistema globalizador. A través de cada uno de los
integrantes de la cadena de la lógica narco, la droga traspasa las fronteras como
un producto de un mercado floreciente y pudiente que lleva décadas
demandándolo y cuyo requerimiento es cada vez más frecuente. De hecho,
algunos de los procesos migratorios que se suceden en el interior de América
Latina del campo a la ciudad, junto con la precarización extrema y el abandono
de los gobiernos y de las empresas hacia el campo, produce un crecimiento de
la pobreza urbana. Es por esto que, según Valencia (2010), el narcotráfico se ha
convertido en una opción de trabajo tentadora y rentable porque dispone de los
elementos suficientes (tanto económicos como políticos) para ofrecer puestos
de trabajo y revalorizar el campo, ya que es el lugar desde donde extrae la
materia prima para elaborar su producto y, al mismo tiempo, permite la
transformación del campesinado,7 quienes hacen uso de la violencia
Sin embargo, veremos que en la crónica, si bien se relatan las historias de los
narcos que viven en Villa del Señor, el escritor elige orquestar su libro a partir
del testimonio de Alcira, la transa dentro de una lógica propiamente masculina
(Valencia, 2010).
7
“La extensión del precariado laboral y existencial en todo el mundo ha hecho que el
narcotráfico se instale en el tejido social como una solución al desempleo crónico y a la ausencia
de proyectos de desarrollo social, creando otra forma de economía viva e ilegal, ya que las
drogas producen una ingente actividad económica. Son una especie de máquina en
movimiento perpetuo, que proporciona trabajo continuado a todo el mundo, desde los
campesinos hasta los abogados, pasando por los médicos, los policías y los reeducadores”
(Valencia, 2010: 114).
Entrar en el negocio había sido fácil para Alcira. Quizás ése sea uno de
los grandes mitos que se caen apenas uno se acerca a los negocios narcos.
Acceder a las redes no es arduo. Lo complicado, lo verdaderamente
difícil, es permanecer en ellas. (Alarcón, 2012: 30)
8
En una entrevista, Alarcón manifiesta que “en el caso de transas, en lugar de yo estar como
estuve en el caso de Cuando me muera permanentemente en la villa buscando la cercanía con el
territorio, por las cuestiones de seguridad yo me desterritorialicé y desterritorialicé a los
personajes. Yo sólo ingresaba en contadas ocasiones a ciertos lugares periféricos, al lugar
controlado por la organización criminal y, si lo hacía, lo hacía prácticamente disfrazado,
mimetizado, debajo de un buzo con capucha” (Jackson y Taboada, 2010: s/n).
9
Dentro de una red de narcotráfico, se le llama “transa” a aquel que es el nexo entre el que
posee el capital (la droga) y los consumidores; pero también en el sentido connotativo: el que
hace transacciones. A propósito de la participación que el cronista tuvo con Alcira,
principalmente, pero con los demás personajes también, podemos pensar que Alarcón se
desenvuelve como transa ya que comercia desde la literatura con la villa y lo narco para forjarse
un nombre en el mercado (editorial).
Así es en este negocio, muchas veces quedás en cero para volver a comenzar.
Es la ley del narco o, mejor dicho, del transa, que no es lo mismo que narco,
porque narco es el que la hace con toda elegancia desde su escritorio, no
como el que la lleva y la trae, como el que parte desde abajo como uno. (2012:
194; las cursivas son mías)
En el narcotráfico los comerciantes como Alcira no hacen ostentación de su
crecimiento. Las transacciones se mantienen en secreto. […] El narco no
cotiza en bolsa. Encripta sus valores. (2012: 203)
Los narcotraficantes y los transas suelen dividir el mundo en categorías
tajantes. Es una estrategia discursiva que muestra la destreza para manejar
tropas: la red narco es trasnacional, pero vive en la cotidianeidad, donde la
Entre todos ellos rige un código que permite el dominio piramidal sin
titubeos: a la primera falta la sanción es rapar a cero y afeitar las cejas. Si
el muchacho no entendió con la vergüenza de andar con la cara de un
mutante, se gana un tiro en la pierna, o en un brazo. El tercer error es el
fatal: muere acribillado. (Alarcón, 2012: 57)
10
Escribe el cronista: “Cuando la conocí [a Alcira], me juró que me hablaba del pasado. Que
daba testimonio de su vida como transa, pero que ya no lo era. A los meses la encontré viviendo
en piezas nuevas, al fondo del terreno. El excedente de su negocio de drogas le había dado otra
vez la oportunidad de capitalizar la ganancia” (2012: 27-28).
11
Valencia (2010) expone que: “para la creación de una red criminal, es necesario contar con
los medios económicos y técnicos para ponerla en marcha; por lo tanto, el ejercicio y la gestión
de la violencia, entendida como un producto, cuenta con un elemento jerarquizador donde los
pobres, quienes no cuentan con los medios de producción, disponen de sus fuerza de trabajo
para formar parte del escalafón más bajo de la cadena criminal y, por tanto, el más
contundente: ejecutores de la violencia, cuyas motivaciones, aparte de la supervivencia
económica, se basan en deseos de movilidad y pertenencia social por medio de la legitimidad
que otorga el dinero, creando así una especie de nuevo proletariado de la violencia o
proletariado gore” (109).
12
“Hacia el año 2008 hubo cincuenta y cuatros asesinatos cuyo móvil era la pelea por el
territorio narco. La guerra puede ser más monótona de lo que uno se imagina. Los métodos se
repiten, el perfil de los victimarios y las víctimas también” (Alarcón, 2012: 102).
racionalista entre temas serios y las que carecen de valor, a tratar los hechos
políticos como hechos dramáticos y a romper con la ‘objetividad’ observando la
situación de ese otro que interpela la subjetividad de los lectores” (1987: 193;
cursivas del original). Alarcón relata desde la proximidad de los hechos, desde el
contacto con la vida de los otros e incluso a veces desde el dolor, agrietando la
pretendida objetividad periodística para comprender o, al menos, intentar
comprender el mundo narco:
13
Cine gore splatter: es un tipo de película de terror que se centra en lo visceral y la violencia
gráfica. Mediante el uso de efectos especiales y exceso de sangre artificial, estas películas
intentan demostrar la vulnerabilidad del cuerpo humano y teatralizar su mutilación. Snuff: son
grabaciones de asesinatos reales, sin la ayuda de efectos especiales o cualquier otro truco. Su
finalidad es registrar esas atrocidades mediante algún soporte audiovisual y luego se distribuyen
comercialmente para entretenimiento (Valencia, 2010: 207).
Conclusión
B IBLIOGRAFÍA
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016 | 249-269 Recibido: 02/09/16
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.387 Aprobado: 02/11/16
Moreno Candil, Burgos Dávila, Váldez Bátiz
Introducción
1
Para profundizar véanse: Astorga (2005, 2015), Córdova (2011) y Valdés (2013).
2
Sobre el manejo mediático del narcotráfico y sus ramificaciones véase: Reyes-Sosa (2016) y
Escalante (2012).
Método
Muestreo y procedimiento
Para los fines del estudio se diseñó el COVN que se divide en dos partes, pero
sólo referiremos la primera que se fundamenta en los principios de Libre
Asociación (Abric, 2001b), y tuvo como finalidad explorar los contenidos y
estructura de la representación social.
3
Para una explicación más amplia de cada enfoque ver Banchs, 2000; Rateau y Lo Monaco,
2013.
Tabla 1
Elementos centrales y primera periferia de la RS del narcotráfico en Sinaloa y Michoacán
Sinaloa Michoacán
Gobierno
Accesorios caros 9.5% 7.2%
Corrupto
Manifestaciones Vestimenta 8.2% Inseguridad 7.1%
culturales (51%)
Carros de lujo 6.7% Daños sociales del Miedo 6.3%
narcotráfico (59.6%)
Lenguaje 5% Violencia 5.4%
Personas
Malverde 4% 5.3%
armadas
“Se ve en la música que traen, pura matadera”; “La música los identifica”;
“Lo único que escucho cuando salgo a la calle”; “La música es un
indicativo de los gustos personales. En ese sentido les gusta que las
canciones hablen del narco”; “Música que predomina en jóvenes”; “Los
narcocorridos hablan de sucesos violentos e incitan el respeto a los
criminales”; “La mayoría que escucha esa música se dedica a ese
negocio”.
Imagen 1
“Gerardo Ortiz- Dámaso” video musical5
4
La moda y vestimenta asociada al narcotráfico ha sido un elemento cambiante con las épocas,
véase: Burgos (2012), Córdova (2011), Sánchez (2009), Simonett (2004).
5
Captura de pantalla de <https://www.youtube.com/watch?v=E0CcSVHQSDU>.
“Ya todos hablan como los de la sierra”; “Los jóvenes hablan con claves y
se creen narcos”; “Se creen mafiosos tanto que hablan como ellos”; “Los
jóvenes hablan de cierta manera que quieren aparentar ser narcos”; “Se
escuchan como buchones aunque no lo sean”; “Hablan muy mal, pero
así hablan ellos”.
A Malverde le pide todo tipo de gente. Gente pobre, gente rica, clase
media. Vienen artistas, vienen empresarios; gente que trabaja en el
campo, mecánicos. —Personas— que se van para el otro lado de
mojados, le piden que les vaya bien por allá y que cuide a sus familias
aquí […]. (Valenzuela, 2012)
Imagen 2
107 Aniversario Luctuoso de Jesús Malverde. Capilla de Malverde,
3 de mayo de 2016, Culiacán, Sinaloa. Fotografía de Julián Almonacid.
Del mismo modo, en el presente estudio, una de las formas en las que la
población objetiva el narcotráfico es a través de la “violencia”, en un primer
momento expresada en un sentido abstracto, difuso, como algo que emerge a
partir de la presencia del narcotráfico:
Lo que resalta en estas expresiones es que las armas se portan como una especie
de ornamenta, se habla aquí de presunción, de amenaza, de aparentar ser, como
un tipo de performance. Las armas se toman como un símbolo de poder, quien
traiga consigo un arma tiene el poder de imponer su voluntad a los otros.
Interesante también es que “cualquiera” o “todos” las portan. Si bien pareciera
que este concepto pertenece más a la primera categoría, el último fragmento
ilustra que al evocar a “personas armadas”, el arma no se limita a ser un
símbolo, sino que muchas veces posibilita el afectar a otros, “ya sea para hacer
daño o defenderse”. En esta transición al uso, en combinación con el hecho de
que “cualquiera” o “todos” las pueden portar, directamente convierte a todos
los demás en personas vulnerables a ser violentadas. Esto se hace evidente con
otros de los conceptos evocados en esta categoría: balaceras y asesinatos. Estos
dos elementos materializan la violencia en acciones concretas, dan un sentido al
hecho de portar armas. En relación al primero de estos elementos, los
participantes señalaron que:
“Se pelean las plazas y se matan entre ellos”; “Hay demasiados asesinatos
a todas horas del día”; “Muchos inocentes pierden la vida por culpa de
unos inadaptados”; “La gente que no anda en ese negocio la paga sin
deberla”; “Matan a cualquiera sin tener castigo. Es normal”; “Matan
indiscriminadamente sin remordimiento”; “Porque donde quiera salen
noticias”; “Se escucha que es ajuste de cuentas entre carteles”; “Hay
muchas noticias que los mencionan”.
En otras palabras, los espacios públicos han sido arrebatados por el crimen
organizado, o bien, por las fuerzas del Estado que también se han instaurado en
estos espacios, en principio para “cuidar” a la ciudadanía, pero muchas veces
también para imponer sus propias formas de violencia e intimidación
(Rodríguez, 2014). Explicaciones muy similares a las anteriores se dieron bajo
el concepto de “miedo”, aunque este elemento solo aparece en RS de los
michoacanos.
Como señala Rodríguez (2014: 134), “en este medio vivimos, creando y
recreando un imaginario del miedo que nos transforma cada día”. Las
explicaciones de los participantes sobre la inseguridad y el miedo como
elementos centrales de la RS de narcotráfico ilustran precisamente esas
transformaciones en el día a día; no salir, sentir miedo al estar fuera, son
repercusiones del narcotráfico que son difíciles de captar por los indicadores
tradicionales sobre los estragos que genera esta actividad. En sintonía con esto,
Encino (2016) insiste en que es necesario repensar la estrategia de combate a las
drogas y los daños que ésta ha provocado en materia de derechos humanos. En
el documento citado, se menciona que aunado a los homicidios, desplazados y
otros efectos visibles del combate a las drogas, la economía también se ve
impactada. En el caso de Michoacán estas mismas nociones aparecen en la RS
de narcotráfico cuando se evoca la noción de “pobreza”:
estatus que ésta actividad genera a través de sus lujos, ornamentos, música y
poder.
En Michoacán ocurre lo contario. El narcotráfico se objetiva por los
daños que genera. Para los michoacanos, el narcotráfico es algo que mata,
asusta, agrede, violenta, destruye, roba de tranquilidad y estabilidad. De esta
inversión en los componentes de la RS del narcotráfico, pareciera que la postura
michoacana es más cercana a la promovida por el Estado, valdría la pena
preguntarse si acaso los michoacanos son más críticos que los sinaloenses, si
tienen una mejor visión de la realidad, o tal vez, han logrado “defenderse” de
los encantos de la narcocultura. En la lógica de la TRS diríamos que no. No hay
una visión más “correcta” o “verdadera” de la realidad social, son
representaciones, tributarias de los contextos, y sobre todo la historia del grupo
(Abric, 2001a). Ambos contextos tienen una historia con el narcotráfico. Si
bien Sinaloa tiene mayores índices de violencia que Michoacán, éstos han sido
la constante en Sinaloa desde hace muchos años; en Michoacán ha sido hasta
fechas recientes que el fenómeno ha despuntado (Institute for Economics &
Peace, 2015). Del mismo modo, los grupos delictivos que han ocupado el
territorio michoacano, muchos de ellos foráneos (v. los Zetas), se han
caracterizado por muestras extremas de violencia, dirigida principalmente a la
población civil, hecho que no ha caracterizado a los grupos sinaloenses (Valdés,
2013).
Podríamos suponer entonces, que el fenómeno es algo más “novedoso”
en Michoacán, mientras que en Sinaloa se ha ido normalizando. Lo curioso de
este hecho es que, la normalización en Sinaloa ha empujado los elementos
dañinos del narcotráfico (v. daños sociales del narcotráfico) hacia la periferia,
desensibilizando a la población a estas realidades. En Michoacán, la población
se mostró mucho más receptiva a los daños sociales del narcotráfico, pero los
elementos culturales también están ahí, quizás, de no atender estas realidades,
eventualmente la periferia desplazará al núcleo, y como en Sinaloa, el narco se
vuelva también un elemento de la cultura.
Aunque distintas, las representaciones sociales del narcotráfico en
Sinaloa y Michoacán ilustran lo que Reguillo (2012, 2016) ha denominado
narco-máquina. En un afán por conceptualizar el avance y violencia de los
grupos delictivos en México, Reguillo (2012) sostiene que estos fenómenos no
se pueden entender desde la dicotomía tradicional de lo legal-ilegal, más bien,
propone que los grupos delictivos han logrado su poder situándose en el
espacio de lo paralegal. En la paralegalidad, de forma paralela y desafiante al
Estado, los grupos delictivos han generado normas, códigos y rituales que dan
sentido y legitiman sus prácticas a través de la violencia expresiva y
posicionamiento geopolítico. De este modo, el narcotráfico, o bien la narco-
máquina, no se entiende como un ellos-narcotraficantes y un nosotros-
ciudadanos, sino que coexiste como modelo alternativo en la sociedad.
Lo anterior es evidente en el caso de la RS de los sinaloenses, donde el
narcotráfico es un elemento que da estatus, la “maquina-deseante” (Reguillo,
2016), donde el arma, la ropa, la música, los lujos simbolizan poder; es este
poder al que se aspira, y se posibilita a través del narcotráfico. Es decir, la ruta
de acceso al poder es a través de las pautas que establece la narco-maquina. En
Michoacán por otro lado, los elementos que constituyen la RS del narcotráfico
se centran en el carácter “perfomativo” de la narco-máquina, donde la violencia
deja de ser un medio para conseguir un fin (v. territorio, cargamento, saldar
deudas), para convertirse en un leguaje, “el aumento de la violencia expresiva
en detrimento de la violencia utilitaria” (Reguillo, 2012: 44-45). Hay que
recordar que la aparición de la Familia Michoacana en los primeros años del
siglo XXI se justificó por la irrupción de grupos “foráneos” a Michoacán, y se
vio marcada por cabezas cercenadas y “granadazos” a la población civil (Valdés,
2013). La violencia es la ejemplificación del poder de la narco-máquina. En
ambos casos entonces, los contenidos y estructura de la RS ilustran este espacio
cotidiano donde el poder del narcotráfico se visibiliza.
Esperamos que los datos aquí presentados pongan de manifiesto la
necesidad de explorar el narcotráfico y la narcocultura desde espacios concretos,
a fin de comprender cómo esta realidad se vuelve norma.
B IBLIOGRAFÍA
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____ (2016), Violencia y narco-cultura: la noción de narco-maquina.
Conferencia dictada en el Seminario de Cultura y Representaciones Sociales
del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016| 271-286 Recibido: 01/09/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.373 Aprobado: 21/10/2016
Ferdinando Alfonso Armenta Iruretagoyena
1
Esta distinción entre “lo narco” y “el narco” es retomada por estos autores a partir de Hugo
Méndez, quien define “lo narco” como “lo que sobre el narco se imagina. Lo narco es la
representación social reconstruida a partir de la emanación de sentido en torno de usos,
costumbres, ritos y prácticas de los que comercian con drogas ilegales” (Méndez en Prieto,
2007: s/p).
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Ferdinando Alfonso Armenta Iruretagoyena
Narcocorridos y autorreferencia
2
Por lo regular estas listas de éxitos se calculan con base en el número de reproducciones al aire
en radiodifusoras y el número de descargas legales; por ejemplo, Charts club México o
Billboard en su categoría de Regional Mexicana en Estados Unidos.
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Ferdinando Alfonso Armenta Iruretagoyena
Por otro lado, Lucila Lobato (2009) aclara que la enunciación y la narración en
primera persona del singular permiten que el intérprete genere un vínculo más
cercano entre la voz lírico-narrativa y su auditorio; se intensifica así el drama
que dicha puesta en escena entraña (Lobato, 2009: 132). Asimismo, Lobato se
refiere al corrido desde Raúl Dorra, como un conjunto de imágenes que hacen
proliferar una psicología individual donde el temperamento se impone a la
convención que, como resultado, genera una aproximación afectiva ligada por
la narración en primera persona (132). Pero antes de profundizar en los
aspectos que detonan el disfrute de estas expresiones musicales, es necesario dar
cuenta del tipo de contextos donde son ampliamente aceptadas, así como de
algunos aspectos metodológicos que implica su análisis.
3
La presencia sinaloense en la ciudad no es menor. Baja California es un destino notable de la
migración de sinaloenses, así que la influencia cultural no se limita a la música y abarca otros
aspectos, como la gastronomía.
4
Máquina de música que funciona con monedas.
Vas a Culiacán y de hecho en todo Sinaloa hay corridos en los carros pero
no están en la radio en los antros no suenan los corridos. Por lo mismo a
lo mejor de las mafias que no puedes tocar cualquier corrido […] Si tú te
vas a Culiacán no hay espacio para esta música, de regional. Creo que en
Culiacán sólo hay uno o dos lugares con esta música máximo. O sea es
irónico que los músicos sean de allá y no tengan donde tocarla. (Pepe
Saldívar, productor musical, comunicación personal, 1 de julio de 2015)
5
Tan sólo en 2005, de las 101.088 personas que emigraron de Sinaloa, un 28% se instalaron
en Baja California, figurando como el principal destino de los migrantes sinaloenses, por
encima de Sonora, Jalisco y Baja California Sur (INEGI, 2005).
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Ferdinando Alfonso Armenta Iruretagoyena
algunos cantaban gran parte del repertorio, otros bailaban en pareja aun
cuando sonaban narcocorridos. La Frontera tiene un aforo aproximado para
150 personas. Como cantina, tiene una barra que abarca el ala poniente del
lugar, misma orientación donde se encontraban los músicos de banda
sinaloense, estilo que forma parte de la música norteña. La distribución del
espacio, la colocación de las mesas y, en suma, la proxemia del lugar implicaban
la convivencia cercana entre asistentes y músicos, ya que estos no usaban una
plataforma o escenario, sino que se distribuyen entre el público y los
trabajadores del lugar.
Uno de los narcocorridos interpretados ahí fue el de “Toro encartado”
(originalmente grabado por el cantante Ariel Camacho). El sonido de las flautas
se reviste por el ronquido de una tuba, grave y entrecortado, que se impone al
fondo de canción. Después entra el acompañamiento de la tarola que imprime
el aspecto bélico al ambiente, similar al de las marchas militares (Diario de
campo, 1 de abril de 2016). La voz comienza:
Tras esta escena entrevisté a Roberto, joven universitario quien platicó que
trabajaba en el gobierno de la entidad, y que además fue uno de los pocos en
aceptar abiertamente que le gustaban los narcocorridos: “Pues a mí me gusta, a
veces el significado que tienen. Pero yo lo relaciono con mi vida, para lo bueno
[...], para lo que hago en mi trabajo y cómo lo hago” (Roberto, estudiante,
comunicación personal, 1 de abril de 2016). Continuó aclarándome que él
nota que los antros donde se tocan narcocorridos, la gente asiste a bailar o a
“empaparse del ambiente”: “los corridos viejitos como que sonaban todos igual
y pues como que la gente viene más que escucharlos, a bailarlos” (Roberto,
estudiante, comunicación personal, 1 de abril de 2016).
Simon Frith (1998), en su libro Performing Rites, propone que “al
escuchar música popular no sólo estamos escuchando un performance, sino que
en el fondo, el ‘escuchar’ es en sí mismo un performance” (1996: 203-204;
traducción propia). La puesta en escena de los escuchas implica también una
estética, un conjunto de reglas para percibir algo que se desvía de la norma,
diríamos, una estética de la transgresión, empezando por el hecho de que tocar
narcocorridos tiene ya una carga de ilegalidad, puesto que en Baja California
han habido distintas iniciativas para censurarlos en el transporte público y otros
espacios. Pero no se trata del rompimiento de cualquier norma, sino de aquellas
que tienen que ver con la manera de generar capital tanto económico como
simbólico. El sonido se vuelve resistencia estética, porque aun cuando ha
6
Para Bourdieu (2002), ambos aspectos, uno diacrónico (procedencia, familia, etc.) y otro
sincrónico (situación presente del individuo), son internalizados y expresados a través del
habitus; por ejemplo, a través del acento en el habla.
7
“Plebada” es utilizado en Sinaloa y otros estados para referirse a los jóvenes o niños en general,
aunque aquí hace se refiere específicamente a los “jóvenes asistentes”.
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Ferdinando Alfonso Armenta Iruretagoyena
conferida por las imágenes literarias de la letra, el aspecto sonoro que la canción
sugiere y el espacio de socialización. Respecto a las primeras dos, la relación
entre imágenes literarias y sonoras de los narcocorridos puede ser reconstruido
al conectar la “autorreferencia” con la sensación transgresora que evocan. Se
trata de un binomio que expresa buena parte de la fuerza social de los
narcocorridos.
La industria cultural de lo “narco” es cada vez más rentable, acapara
mayor audiencia y abarca públicos más diversos. Mientras que la “sensación
transgresora” nos sitúa en la perspectiva de la experiencia y de los sentidos,
podríamos hablar también de un “performance de la transgresión” en el escucha:
una puesta en escena en el hacer cotidiano. Para los escuchas de narcocorridos,
puede tratarse de una forma de motivación a la vez que un acto público. La
puesta en escena de los narcocorridos en la cotidianidad de Mexicali, recubre
las prácticas con un halo de trasgresión; se encarga de imprimir a las prácticas
una apariencia de bravura y atrevimiento, independientemente del oficio o
profesión de sus actores: hacer como narco, no hacer lo que hacen los narcos.
En concreto, los valores que emanan de las representaciones del tráfico
de drogas en los narcocorridos empatan con muchas de las consignas laborales
en el presente: ser proactivo, resiliente y leal, pero sin dejar de ser osado para
confrontar las normas cuando éstas sean obstáculo para lograr un progreso
económico. La sensación de transgresión o “subversión simbólica”, como la
llama Córdova (2012), opera en los agentes desde distintos campos, clases y
formas simbólicas. Diferentes géneros musicales en contextos históricos
específicos han encarnado formas de transgresión que los ha llevado incluso a
ser censurados.
El desarrollo actual de los estilos musicales que dan vida a los
narcocorridos, da cuenta, según el concepto de Hall explicado al inicio, de
cómo ciertos elementos se articulan continuamente para hacer inteligible una
situación histórica (Hall, 2010: 49). El estado actual de los narcocorridos
refleja, por un lado, los flujos migratorios de las comunidades transnacionales y
la violencia relacionada con los avatares del (y contra) el narco. Pero, por otro
lado, refleja el papel de la música como eje de interpretación de la realidad
social. La música traduce una serie de acontecimientos que transcurren en el
horizonte cotidiano en datos sensibles: es una urdimbre que entrelaza el marco
sonoro de un grupo social con las emociones de sus actores, confiere sentido a
las prácticas y en ese sentido contribuye a su integridad social.
B IBLIOGRAFÍA
1
Este artículo se sustenta en uno de los capítulos de la tesis doctoral del autor sobre narco-
cultura. Los nombres a los cuales aquí se hace referencia, los lugares y algunas circunstancias
propias de la investigación han sido modificados; con el objeto de resguardar el anonimato de
los entrevistados y de quienes así lo solicitaron para esta instancia.
2
Sociólogo, Doctor en Estudios Urbanos, Profesor Departamento de Sociología Universidad
de Concepción – Chile. Investigador Asociado Proyecto Conicyt Fondap nº 15110020.
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016 | 287-302 Recibido: 16/10/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.396 Aprobado: 31/10/2016
Rodrigo Ganter Solís
Sr. Cobranzas
Bersuit Vergarabat / Las Manos de Filippi
Con-texto
Uno de los supuestos básicos con los que parte esta investigación, es que nos
encontramos en presencia de un territorio cuyo “espacio vivido”5 opera como
un ámbito de conflicto urbano, o bien, como una “trinchera urbana” donde se
enfrentan fuerzas sociales de diverso linaje, un territorio en disputa por la
hegemonía cultural y por la definición de las identidades que allí se crean y
recrean. Uno de los extremos de dicha disputa a veces asume un carácter
“armado”, donde es posible observar en los últimos años un proceso de
privatización y/o expropiación del “espacio vivido”. Esto último se expresaría
en un proceso de expropiación efectuado tanto por fuerzas del Estado, en este
caso Carabineros, como por fuerzas ligadas al narcotráfico. Quedan los vecinos,
por tanto, en una encrucijada entre el temor, la resistencia a la trama de
poderes que intentan domesticarlos y las fragmentarias tácticas de re-
apropiación creativa del espacio público; donde destaca el Carnaval de los 500
tambores por la vida y por la paz y las rutas patrimoniales iniciadas a partir del
año 2011 en la población.
En este marco, es posible reconocer una actitud ambigua de muchos
vecinos de la Legua respecto a su percepción sobre los narcotraficantes, ya que
tienden a justificar sus prácticas en tanto se trata de un trabajo como cualquier
otro, y que constituiría la única posibilidad que tienen muchos vecinos para
logar un sustento económico en el marco de un régimen neoliberal avanzado y
heredado desde la dictadura cívico-militar. De ahí que muchas veces se vincule
al narcotráfico con una estructura de oportunidades y un modelo legítimo a
seguir para poder progresar y prosperar.
Los narcotraficantes van ejerciendo violencia material y simbólica, pero
simultáneamente colaboran y solidarizan con la comunidad, penetrando
económicamente, territorialmente y socio-afectivamente en todos los espacios
de la población, ya sea de modo directo o indirecto: pasajes, almacenes,
consultorios, escuelas, clubes deportivos, iglesias, actividades recreativas y
comunitarias, entre otras. Ellos están ofreciendo permanentemente su
colaboración, sus donaciones, sus favores, su paternalismo. De este modo, el
narcomundo va tejiendo “secretamente” y subterráneamente sus redes de
legitimación y solidaridad vecinal.
5
Sobre este concepto, véanse las investigaciones de H. Lefebvre, H. (1995), The production of
space. Oxford (UK)/Cambridge (USA), Blackwell.
Materiales y método
Para Ovalle (2007), uno de los problemas que surgen al abordar el tema del
narcotráfico es el conceptual, ya que existen diferentes perspectivas de análisis.
Algunos autores lo han abordado desde una mirada sociocultural, tales como:
Camacho (1988), quien ubica este fenómeno como un “mecanismo de
inclusión social” efectivo para grandes sectores; Salazar (1992), quien
caracteriza las denominadas “subculturas del narcotráfico”, o Restrepo (2001),
quien indica que esta actividad puede ser entendida como “espejo de la
cultura”. Por otra parte, Astorga (1995) trabaja en México una “mitología del
narcotraficante” y Cajas (2004) aborda antropológicamente el modo de vida de
un grupo de narcotraficantes colombianos en Nueva York, describiendo el
mundo del narcotráfico como un “escenario de incertidumbre”. Otros autores
lo plantean como una “empresa ilegal” (Orozco, 1991; Sarmiento y
Krauthausen, 1991), o bien, como un conjunto de “organizaciones delictivas
translocales” (Del Olmo, 1995; Ramos, 1995; Serrano, 1999; Astorga, 2003).
Finalmente, también destacan autores como Valenzuela (2002), que plantea la
existencia de una “narcocultura” definida por los códigos de conducta, estilos
de vida y formas de relación de quienes participan en el “narcomundo” (Ovalle,
2007).
6
En este caso se extendió entre marzo del 2006 y diciembre del 2007; y de modo más
intermitente durante los años 2008 y 2009.
accesorios, mujeres, esto es, la lógica del exceso. Esta especie de consumo
“bulímico” y compulsivo no es una práctica exclusiva de los narcotraficantes,
pues como lo advierte Valenzuela (2002), las sociedades contemporáneas
realizan una ostentación y escenificación permanente del consumo como
parámetro para medir el éxito en la vida. Sin embargo, en este escenario los
narcotraficantes constituyen uno de los ejemplos límite por su amplia
capacidad de consumo y poder adquisitivo (Valenzuela, 2002).
Aquí la opulencia surge asociada con un consumo demostrativo; ya que
para ellos es muy importante exhibir su poder adquisitivo, distinguirse en los
espacios públicos y colectivos para reforzar su prestigio y alimentar la mitología
que sobre ellos se teje. No obstante, muchas veces este exhibicionismo —como
parte de un estilo hedonista y posmoderno— les puede jugar fuertemente en su
contra, pues las prácticas demostrativas terminan por minar el código del
silencio hacia el interior y el exterior de estos grupos y comunidades, poniendo
en riesgo su propia libertad de circulación e integridad física, la de su familia y
la de los miembros de la organización (Ovalle, 2000). Sobre este aspecto, es
posible hacer alusión a diversos bienes y marcas que van conformando una
trama fetichista del consumo translocalizado, como los relojes Rolex,
imponentes automóviles y camionetas 4x4, enormes televisores con tecnología
plasma, los nuevos artefactos tecnológico donde destacan: tablet, iPhone,
iWatch, iPad, etc.
Fue durante el mes de septiembre del 2011 cuando me enteré que dieron
muerte a balazos al denominado Flaco Mauro. Me lo contó Víctor, mientras lo
entrevistaba para un estudio sobre culturas juveniles en la zona sur de Santiago.
Ese mismo mes —durante el funeral del Flaco Mauro— su tía se autoproclama
frente a los medios de comunicación como “la reina de la pasta base”. Cuentan
sus cercanos y conocidos que el Flaco Mauro se encontraba en una fiesta y salió
de ésta para abastecerse de alcohol. Al llegar su vehículo al semáforo en rojo que
está en la esquina de calle central con Salvador Allende, se estacionó otro
vehículo junto al suyo y desde dentro de ese automóvil, se realiza una mortal
balacera que terminó con la vida del Flaco Mauro. Se trataba de “un ajuste de
cuentas” perpetrado por integrantes de un clan rival. El Flaco Mauro tenía 28
años y sus familiares reconocen que trabajaba traficando cocaína, pero que
nunca dejó de ayudar y colaborar con sus vecinos y familiares.
El día que trasladaron su féretro desde el Instituto Médico Legal a la
población la Legua Emergencia, una multitud de vecinos ya lo estaban
esperando. El pasaje Nápoles estaba repleto de gente que lo recibió como héroe
popular. La fachada de su casa estaba repleta de coronas fúnebres, el interior de
la vivienda estaba colmado de ornamentos florales. Incluso tuvieron que poner
coronas de caridad sobre el techo de la casa, pues la cantidad superaba el
espacio de la vivienda. Durante el velorio se bebieron los mejores whisky de
exclusivas etiquetas en la misma botella, mientras se escuchaba música a todo
volumen.
Cuando ingresa el enorme féretro del Flaco Mauro al interior del pasaje
Nápoles, se inicia una serie nutrida de disparos al aire con armas automáticas y
de grueso calibre, por parte de los narcos pertenecientes a la banda y al clan. A
partir de ese momento, se daba por iniciado el velorio del joven difunto
asesinado. Uno de los aspectos más sorprendentes del rito y la situación que
envolvía al pasaje Nápoles fue la cantidad enorme de gente que tuvo que hacer
una larga fila afuera de la casa para poder darle el pésame a la familia del joven
fallecido.
Johnny recuerda que hubo mucha gente en el velorio de Marcos, pues
su tío era un personaje muy conocido y respetado en la población y el
narcomundo. Vino mucha gente del famoso pasaje San Rafael pero en esta
oportunidad, a diferencia de los tradicionales velorios y funerales de los narco
de la población, no se disparó ni un solo tiro al aire, ni una sola ráfaga; pues
hubo una estricta observancia de esta regla excepcional, por parte de todos los
que participaron del narco-funeral, porque también entendieron que se trataba
de la última voluntad del difunto.
Igual harta gente pu, si el Marcos era súper conocio. Él era político.
Estaba en contra… era del FPMR. Después ya cuando se cortó la pata
empezó con los narcos. Y él era narco porque decía: “¡ya, tráeme plata!”.
El día del funeral igual se juntaron varia gente y todos lo querían a él.
Igual fue mucha gente, lo único malo que aquí creen que con balazos van
a devolverle la vida pu. Porque toas las personas más o menos “choras”
aquí las despiden con balazos. Tiran balazos al aire, pero cuando nosotros
tocamos… nadie tiró balazos. Nosotros tocamos y toos: “¡No!... van a
tocar los cabros, quédense piola, guarden las pistolas”. ¡Bacán! Nos
pusimos a tocar yo con mi primo tratando de hacerlo lo más bonito,
moviéndonos. Igual se vio bonito. Y ahí hasta que llegamos a cierto lao y
7
Grupo armado de extrema izquierda que combatió militarmente a la dictadura de Augusto
Pinochet entre los años 1983 y 1986. Se mantuvo activo varios años después del retorno a la
democracia.
nos dijeron que ya paráramos de tocar. Mucha gente nos decía: “¡qué
bonito lo que están haciendo!”. Que en vez de despedir a balazos, tratar
de despedirlos de otra manera. La gente se siente alegre, no se siente tan
deprimida, tan triste. (Johnny en Ganter, 2009: s/p)
Narco-fiestas
Tito me contó que el año nuevo del 2007 lo pasó en plena Avenida Alameda
disfrutando de los magníficos juegos pirotécnicos lanzados desde la cima de la
torre Entel, en el corazón de Santiago centro. En esos instantes de celebración,
decide abrirse paso entre la multitud de gente que desbordaba la calle y realizar
un “paneo” hacia el sur poniente de Santiago para observar con qué otros
juegos pirotécnicos confluían los de la torre Entel. Entonces advierte que en el
sector donde se encuentran ubicadas las comunas de San Miguel y San Joaquín,
también se elevan a la distancia en el cielo tres racimos de juegos pirotécnicos.
Luego toma su móvil y llama a sus conocidos de la población la Legua. Todos
le indican eufóricos que los narcos están tirando fuegos artificiales desde
algunos pasajes de la Legua Emergencia.
“Yo no lo podía creer”, me decía aún emocionado y sorprendido con lo
que me contaba. Para la época era muy inusual y costosa una iniciativa de esa
envergadura, sólo se podían dar el lujo algunos municipios con recursos y en
sectores de alta renta.
Ahora bien, ¿cómo son las fiestas de año nuevo en la Legua
Emergencia? Días antes del año nuevo, los vecinos instalan en sus pasajes
guirnaldas, banderines y coloridas cintas que atraviesan de un extremo al otro la
calle. Muchas veces estos adornos y decorados son realizados por ellos mismos,
en otras oportunidades se compran. Durante la víspera de año nuevo, muchos
de los pasajes se cierran, es decir, cubren sus accesos principales con telas,
carpas o cualquier sistema que permita controlar el acceso y la salida de
conocidos y extraños. Por lo general, durante la víspera de año nuevo no sale ni
entra nadie que no sea del pasaje. Para eso se organizan personas que estén en el
control y la seguridad del acceso. También se regula el consumo de drogas y el
porte de armas. Enseguida los vecinos y vecinas permanecen con la puertas de
sus casas totalmente abiertas, pues la gente vuelca su sociabilidad a la calle de su
pasaje. Allí se improvisan mesas y sillas para comer, beber y bailar. Muchas
veces se instala el propio comedor en la calle del pasaje. La gente se arregla para
la ocasión. También se dispone una correcta iluminación del pasaje. Se cocina y
prepara el alimento en la calle. La música cuenta con el apoyo técnico y de
amplificación necesario para hacer bailar a la comunidad; predominando los
ritmos como la cumbia, el sound, el regeton. Toda una puesta en escena
comunitaria y vecinal. Allí comparte la familia legüina completa: grandes y
chicos; viejos y jóvenes; niños y niñas; obreros de la construcción y traficantes;
Por ejemplo, pa navidad haci la media fiesta, los cabros chicos, ¡gua…! Y se
cierran los pasajes, se cierran todos los pasajes pa navidad o pal 18; pa todas
esas fiestas se cierran los pasajes, se cierran con carpas, gueás pa dentro […]
una cortina grande. Y gueón ¿tú creí que entra cualquiera? Está cerrado el
pasaje, estai en fiesta, dulces pa ganarse a los cabros chicos, regalos […], Ahí
entonces a la gente se la mantienen contenta, porque aunque es gente de la
población, lamentablemente no tienen donde vivir. Si la gente que tiene la
oportunidad de irse se va y dejan la casa tirá ahí, y esas casas se ocupan […],
porque no tienen dueño, quien va a llegar a vivir […], ¡ah! y que si parte de
la base que los gueones no pagan ni luz, ni agua. (“Trooper 2” en Ganter,
2009: s/p)
efectos más virulentos implica que las fronteras entre el show y la vida se
desdibujan aceleradamente.
De algún modo, la narcocultura criolla y el conjunto promiscuo de sus
expresiones actuales constituye una metáfora del Chile tardopinochetista, algo
así como una signo condensado, espeso y acelerado del Chile del
neoliberalismo turbo y global. De algún modo, una parte importante de la
Legua después del proceso de institucionalización democrática y transición
política decantó en un narco-territorio. De modo similar, una parte importante
del Chile actual —en tanto herencia de la dictadura cívico-militar— devino en
una pulsión obscena y narcótica por el lucro, la ganancia, las utilidades, el
exceso, la competitividad, el éxito, el abuso, etc.
Por último, Restrepo (2001) plantea que al explorar el narcomundo
surge con fuerza el mitológico espejo de Dionisio, donde se refleja los
fragmentos del mundo social en el que estamos inmersos. En la mitología
griega, cuando Dionisio se miraba al espejo, no podía ver reflejado su rostro
sino la imagen del mundo en el que éste se encontraba subsumido. Del mismo
modo, actuaría el fenómeno narco en el ámbito contemporáneo, esto es: como
un espejo social, un analizador social, para quien no teme asomarse a sus
entrañas, un espejo en el que aparecen todas las contradicciones históricas de la
sociedad chilena y los signos ambiguos y transfonterizos de la época que
habitamos.
B IBLIOGRAFÍA
“I Say that I Write about Love Stories and it Turns Out a Lot of
Bullets”. Interview with Alejandro Páez Varela
DANILO SANTOS
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
dsantos@uc.cl
INGRID URGELLES
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
igurgell@uc.cl
1
Esta entrevista forma parte del Proyecto de Investigación Fondecyt Regular 2015 N.º 1150484
“Narcoestética: apropiaciones de un modelo cultural méxico-colombiano para la constitución de un
nuevo formato literario y audiovisual en Chile”, cuyo investigador principal es Danilo Santos López
y en el cual Ainhoa Vásquez e Ingrid Urgelles son coinvestigadoras.
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016 | 305-313
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.400
Santos, Urgelles, Vásquez y Páez Varela
P.V.: Yo solo tuve una duda con respecto a qué iba a hacer en la vida.
Entre los cuatro y seis años quise ser el Llanero Solitario o bombero, pero
el resto del tiempo no tuve duda de que sería periodista, vengo de una
familia de periodistas; mi abuelo, padre y tíos fueron periodistas. Siempre
supe que yo también lo iba a ser.
Se nace periodista pero también se forma periodista, muchas
nuevas generaciones se van haciendo acá adentro, ellos crecen y se llevan
algo de ti. Yo creo que si hay una especie de vena, la vida te pone en una
situación muy específica para que aprendas, razones y narres en torno a
un proyecto central, que es lo que tú vas construyendo.
VV.AA.: ¿Cómo fue tu infancia en Juárez? ¿Puedes contar cómo era el clima?
VV.AA.: ¿Crees, en ese sentido, que compartes con otros escritores una
experiencia de vida que puede llegar a circunscribirlos en una generación
literaria? ¿Te sientes parte de la denominada narcoliteratura, que ha surgido
como movimiento luego de la Guerra contra el narco impulsada por Felipe
Calderón?
P.V.: Según yo son historias de amor. Hace unos días estaba con uno de
mis amigos comentando que los muertos de mi colonia, de mi
generación, son muchos, familias enteras desaparecidas, entonces es
imposible que pueda contar otra experiencia. Eso es lo que pasa con la
literatura: ¿quién podría narrar un personaje tan oscuro como Jack El
Destripador sin conocer la neblina de Londres? Arthur Conan Doyle no
pensaba en un criminal, sino en una historia dramática que había
sucedido allí. ¿De dónde escribo si no es desde lo que veo? Por eso
renuncio a la idea de una narcoliteratura. Esos libros son mis lamentos, el
momento de voltear a ver aquello estando lejos, con mi familia allá. Fue
duro.
VV.AA.: Tú vienes del periodismo, nos cuentas que tus libros son parte de
tus vivencias; ¿cómo sientes, entonces, esa profesionalización del escritor?, ¿la
sientes ahora que estás en un sello tan continental como Alfaguara?
P.V.: Hay de los dos. Casi siempre que estoy jugando con personajes hay
alguno que me habla y me habla mientras escribo. Hay personajes así, hay
voces que no me gustan, el tipo está demasiado gritón e histérico para esta
novela donde los personajes tienen que hablar suave. Entonces, meterlo a
él es como impostado. Y se queda volando en el scrap. Al terminar de
escribir una novela quedan cerros de libros sobre mi escritorio, que sirven
para consultas; después arranco páginas de los vidrios en los que apunto
ideas, desmonto todo. Eso es scrap, los fragmentos, lo que queda allí. En el
caso de la novela que mencionas tenía sentido, pues si no lo escribía, se iba
a perder. Like tears in the rain, dirían. Pues no, que se escriba. Y en algún
momento, cuando retomé esta novela, que iba a entregar a mi editor, le
dije que había un montón de scrap y le dije “¿te lo mando?”, y él me dijo
“mándalo”, y ahí está.
VV.AA.: Las tres novelas están compuestas de tres capítulos cada una. En la
mayoría los títulos son nombres de mujeres, pero vemos en la última novela,
Música para perros (2013), que hay dos capítulos que tienen nombres de
hombres: “El muchacho” y “Graciano”. ¿Hay alguna explicación para ello?,
¿fue deliberado?
P.V.: Yo vengo de una familia donde las mujeres son muy poderosas.
Mi mamá, aunque siempre fue muy respetuosa con mi papá, era la que
decidía finalmente. Era un gobierno completamente de mujeres y Juárez
es una ciudad de mujeres; un alto porcentaje en la industria de las
maquiladoras es de empleadas. Los hombres están en la casa sin empleo y
ellas son las que trabajan. Juárez es lo que es y se mantiene de pie por las
mujeres, no por los hombres. Juárez es femenino, pese a su rudeza,
sobrevive por las mujeres: ellas generan el PIB y son las que mantienen a
las familias unidas, pese al contexto.
Respecto a los personajes masculinos: mi mamá dirige unos
albergues para niños de la calle y un día vi ahí a “el Muchacho”.
Abandonado en un lugar lleno de niños drogadictos. Generaciones
completas acabadas en Juárez sin que nadie se pregunte qué pasa con
ellos. A los cinco años están listos para matar. Entonces vi a ese niño
llegar, no hablaba nada, porque hablaba raramuri y le daba vergüenza.
Hay otros personajes en El reino de las moscas(2012). Mi idea era que
terminaras pensando que ni el policía ni el capo eran buenos o malos.
Los dos son buenos y malos, son hijos de la chingada y a la vez son
sobrevivientes en el desierto, si se saca la pistola se hace y si se negocia,
también.
P.V.: Esa era mi idea pero les voy a contar una anécdota. Cuando
retomé Corazón de kaláshnikov para Alfaguara leí el texto otra vez, me
levanté bien temprano y como a las diez de la mañana estaba con un
nudo en la garganta, unas ganas tremendas de llorar y dije: ¿qué
chingados escribí?, qué cosa más triste, qué barbaridad, ¿en qué estaba
pensando? Fue muy impactante para mí, por eso no estoy muy seguro de
qué escribo. Sólo espero que sirva de algo.
VV.AA.: Entre muchos códigos que uno ve en tus novelas, nos llamó la
atención la apelación a los fantasmas. Da la impresión de que les das dignidad a
los personajes después de muertos. Por otro lado, también está presente el
código religioso: personajes bíblicos que aparecen, familias atravesadas por lo
religioso, también los epígrafes que utilizas…
VV.AA.: Para ti estas son historias de amor, a pesar de que le llamas “Trilogía
del desencanto”. Y, efectivamente, la mayoría de las historias tiene un final
trágico. ¿Por qué estas historias terminan así?
P.V.: Se puede terminar peor. Hay personajes que no la pasan tan mal,
considerando que viven en una ciudad muy ruda. Cuando se voltea a
mirar a Ciudad Juárez lo primero que aparece, como la cereza del pastel,
es la violencia, sin embargo, la realidad es que abajo de eso, las mujeres
aman, se casan, tienen hijos: hay vida.
VV.AA.: Esta imagen que tienes para armar el puzle parece bastante
cinematográfica. ¿No te han llamado para hacer narcoseries?
P.V.: Por fortuna, no. Tampoco quisiera hacerlo. Hace poco me reuní
con gente de una televisora que planeaba una serie. Sólo les pude dar un
par de ideas, pero yo honestamente no participo en eso, porque lo
banalizas, lo despojas completamente del valor literario y lo conviertes en
un tema de mercado. Si quieren una historia para venderla, puedo
hacerla, me las sé de memoria, me asomo en la esquina y hay una
tragedia, es México.
VV.AA.: Respecto a esa postura ética ¿Sientes que tienes una responsabilidad
como escritor o eso lo dejas únicamente para el periodismo?
VV.AA.: Si tú escribes de lo que ves y vives ¿qué experiencia tienes con el sur?
VV.AA.: Nos has hablado un poco del pasado y del presente, pero ¿cómo te
imaginas el México del futuro?
P.V.: De eso hablo todo el día. Yo creo que hubo muchas advertencias a
América Latina de que no se metiera en una bronca que no era de
nuestro continente y no hizo caso y se metió, ahí están las consecuencias.
Es la guerra de Estados Unidos que terminó impactando acá, porque el
crimen organizado extendió ramas alimentado con el dinero gringo. Pues,
ahora vamos a tener que ver cómo lo solucionamos porque hay mucho
dinero y somos muy corruptos, todos. Gringos, mexicanos, panameños,
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016| 317-335 Recibido: 17/09/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.391 Aprobado: 18/10/2016
Sergio Arlandis López
D’altro canto il macrotesto implica i vari testi non come materiale grezzo
da costruzione, ma come l’arredo, gli oggetti di una camera, tra i quali è
possibile, per il visitatore, tracciare linee e stabilire richiami; i testi
diventano nell’implicazione macrotestuale le strade su cui si svolgono,
interrompendosi spesso, i significati del libro.
Il macrotesto è esplicazione di sè, perché, per il suo carattere di insieme
somma di insieme, costituisce il significato più ampio della raccolta e
non la semplice somma dei suoi componente. (1983: 12-13)
Fueron Anton Popovic (1979) y el citado Enrico Testa (1983 y 1984), junto a
los estudios de Marcello Pagnini (1980) y Maria Corti (1976) en diferentes
momentos, quienes dieron realmente forma teórica a este concepto heredado,
en parte, de la escuela semiológica, así como de los más recientes aportes de la
tematología y de la mitocrítica. En España tal noción, sin embargo, parece
haber quedado reducido a cierta marginalidad dentro de los estudios filológicos
—si exceptuamos el brillante trabajo de Tomás Albadalejo (1998) sobre la
narrativa contemporánea—, salvo algunas teorías que se apoyan en todas y cada
una de las conclusiones que alcanzaron los anteriormente citados,
aprovechando el notorio desconocimiento en el país de los estudios
referenciados y sin que sus novedades al respecto (que no son muy
significativas) hayan llegado a saltar a otros terrenos como la antropología y los
modelos rituales o frente a un debate sobre la razón creativa que los articula y
que, en cierta medida, clava sus puntos de apoyo en teorías afines al
psicoanálisis si atendemos los estudios, por ejemplo, de Ernst Cassirer (1998),
que tanta luz han arrojado al respecto. Teorías, en todo caso, que pese a su
natural alcurnia novedosa no son capaces de deshacerse de su vetusto color y el
rechinar de su oxidada y simplista argumentación teórica que se articula una y
otra vez sobre los mismos textos.
1
Sólo para que quede constancia de las fechas frente a otras publicaciones, éste fue el tema
principal de mi tesis doctoral, titulada Macrotexto poético y construcción simbólica (una
aproximación a la poesía de Francisco Brines), defendida en 2005 en la Universitat de València.
El presente artículo parte de muchas de las consideraciones teóricas de entonces y se deshace de
aquellas que, con el tiempo, su autor ha visto como erróneas o equívocamente enfocadas.
Asimismo, la terminología y la propuesta metodológica han necesitado un importante ejercicio
de purgación de todo aquella reduccionista visión al respecto del macrotexto, que es un
fenómeno más amplio y complejo que una simple tabla o esquema que se pueda aplicar a unos
limitados textos: un conocimiento menos sectario de la literatura pronto revelará la pobreza de
este planteamiento que guió (o extravió, no se sabe muy bien) aquellos primeros pasos de la
investigación.
2
Susana Reisz de Rivarola (1989: 215 y ss.) ha abordado algunos de los principales
mecanismos (siempre entendidos como válidos para la confección de una posible definición del
macrotexto poético) que aseguran esta propiedad (“la coherencia”) del texto y cómo el criterio
literario puede liberar al texto poético (dictum) de las constricciones vigentes en la
comunicación cotidiana, formalizando así otros tipos de coherencia que serían, en este caso,
propios de su concreto “sistema”. De las conclusiones de su estudio destacamos dos aspectos
que, en mayor medida, nos resultan hábiles para una delimitación del concepto de macrotexto
conforme a nuestra orientación: 1) La conexión es la interdependencia semántica de las frases
por parejas, mediante uso de “conectivos”; así, dos proposiciones serían conectables con un
conectivo cuando denotaran hechos relacionados en el mismo mundo posible o en mundos
accesibles o relacionados. 2) Podemos determinar que un discurso siempre es “acerca de”, lo
que nos lleva a la consideración de un tema o temas principales, entendiéndose como “tópico
de discurso o macroestructura semántica” que, para van Dijk sería “una proposición vinculada
por el conjunto unido de proposiciones expresadas por la secuencia” (1980: 203), de modo que
la presencia de un “tópico de discurso” (o de varios alternativos) es lo que asegura la coherencia
global de una secuencia de frases y, en sentido más amplio, de un texto encadenado: “las frases
no se interpretan en modelos aislados, sino en relación con la interpretación de frases
relacionados en modelos relacionales” (Dijk, 1980: 151). Un factor que, no olvidemos, trató de
abolir por ejemplo el surrealismo con la noción de “escritura automática”, pero que, sin
embargo, no dejó de ser un propósito de dinamitar la norma causal del texto que no llegó, salvo
en muy contadas excepciones, a llevarse a cabo, pues como apunta Reisz de Rivarola (1989:
217), es ésta ―la coherencia― una “condición mínima indispensable para la aceptabilidad de
un texto” y, en este sentido, los mismos textos surrealistas acabaron ciñéndose a un mínimo de
coherencia conectiva (basada en la recuperación imaginativa, en la reconstrucción simbólica de
ciertos arquetipos, etc.), si bien de un orden estrictamente poético, no carente de un mínimo
de reglamentaciones internas propias de su particular sistema como índice de inteligibilidad.
Esta coherencia lineal, no obstante, no deja de ser un factor propio del discurso o
habla natural, pero en la poesía contemporánea suelen encontrarse secuencias de oraciones no
conectadas o sólo parcialmente conectadas formando por ejemplo un verso, pero a las que se les
puede atribuir cierto talante unitivo, cohesionado a través de una modulación de muy diversa
índole. Sin embargo, como señala Reisz de Rivarola, también en poesía pueden darse discursos
poéticos localmente conectados por recurrencias léxicas o de otro tipo y carentes, no obstante,
de un “tópico de discurso” capaz de abarcar el conjunto. Aunque, desde nuestra perspectiva,
¿estas “recurrencias” no serían otro tipo de conectores discursivos? ¿no es la propia visión de
conjunto la que determina cuáles son dichas “recurrencias”? Creemos que el problema estriba
entre la noción de estructura (reglamentación de un sistema que permite una variabilidad de
combinación entre sus componentes) y la linealidad del discurso textual, visto este último desde
su causalidad conectiva, cuando, precisamente el lenguaje poético se puede regir por unos
índices de cohesión muy variados e igualmente válidos, como el fónico, el pragmático, etc.
3
El propio Greimas (1973: 222) entendió por isotopía un haz de categorías semánticas
redundantes, subyacentes al discurso considerado en tanto conjunto redundante de categorías
semánticas que hace posible una lectura uniforme del texto: en este sentido, la isotopía no es un
“algo” que se aplica, sino que es la explicación de ese “algo” aplicado. No hemos de olvidar que
Greimas había remarcado, dentro del gesto crítico, dos niveles jerarquizados: primero, acceder a
las estructuras narrativas (nivel inmanente), es decir, generales; y segundo, analizar las
estructuras lingüísticas (nivel aparente) a través de las cuales se acabaría plasmando el nivel
inmanente.
Desde el plano del significado, un texto es, de por sí, plurisotópico ya que está
sometido a diferentes niveles de codificación que, al entrecruzarse, determinan lexemas
polisémicos y “distorsiones textuales” (Marchese y Forradellas, 2000: 223-224). Así, los
fenómenos de connotación dependerán de la plurisotopía del discurso literario que se sirve, a su
vez, de un sistema denotativo como isotopía básica sobre la que elabora el sistema de
connotaciones, distinto de aquél. De este modo, una lectura correcta deberá construir los
modelos de varias isotopías paralelas que caracterizan al texto bien en el plano del contenido
(isotopías semánticas) o bien en el plano de la expresión ―isotopías fonoprosódicas―
(Greimas, 1971: 9). Por tanto, el gran logro de Greimas fue el de unificar la Lingüística
Estructural con la Semántica. No obstante, entendemos que la isotopía es, por lo general, un
eje o vector de cualquier nivel, no sólo semántico, sino también pragmático, morfológico,
fónico, sintáctico, de la articulación propia de la cohesión de un texto. En cierto modo, el
concepto de isotopía venía a corroborar el planteamiento lotmaniano de jerarquías internas de
dependencias (Lotman, 1988: 73 y ss.), de tal modo que ésta trataría, precisamente, de mostrar
el texto como la constitución de un conjunto jerárquico de significaciones favoreciendo, así, la
unidad y coherencia del texto (Greimas, 1971: 105 y ss). Y es éste, en consecuencia, el valor
más destacado por nuestra parte que, si bien no es el único, sirve para esbozar los ejes
relacionales del texto poético.
4
Se aprecia, a tenor de esta afirmación, la vinculación de Enrico Testa (que nos ha servido,
desde el principio, como eje relevante en nuestro estudio del macrotexto) con la crítica literaria
de inspiración semiológica que considera el texto como productividad sígnica, en tanto una
operación escritural de distintos niveles, incluso inconscientes, pero de una fuerte carga creativa
del autor, siempre en base a una intención de comunicar, ya inherente a todo signo: la escritura
es, en este sentido, un peculiar uso del código lingüístico (Reis, 1981: 266), más allá de toda
definición sobre qué es y qué no es el hecho literario y, en consecuencia, la Literatura.
tanto la “noche” como el día (quizá mejor decir la “luz”) de por sí llevan y que
dotan de especial intensidad emocional el poemario. Todo un proceso de
alumbramiento que encuentra su hilo conductor (“isotopía personal”) en la voz
y la mirada que, de algún modo, va de lo estrictamente personal a lo colectivo,
del yo al nosotros, sin pretenciosos compromisos, sino más bien desde la
dispersión de ese mismo yo en el otro; en la otredad que es, en cambio, la parte
que explica y da sentido al propio ser que lo contempla, haciéndose eco de
aquella teoría poética de la mirada de Antonio Machado. Esa fusión con el
nosotros (que a veces también llega a ser un “ellos”) se confirmará como la
única salida del yo de ese silencio que es el Olvido dentro de la gran Obra,
como lo calificó Walt Whitman. O bien, ese proceso parte del impersonal
(“se”) hacia la impersonalización del nosotros, atravesando la lapidaria frontera
del yo como conciencia viva que problematiza con el curso normal y cíclico de
la existencia (“isotopía del sentido”). De ahí que la primera palabra del libro sea
“Veo” y a partir de este punto podemos leer:
Se observa una ambivalencia entre ese yo, que pugna con la impersonalización
de lo que ve en el mundo, en la realidad (que es una materia que va dotándose
de forma, tanto en la sombra como en la luz), y ese nosotros, que es al fin el
auténtico destino que quiere cumplir su canto:
Parece claro, pues, y a pesar de los escuetos ejemplos que aquí sólo apuntamos
como futuras vías de lectura crítica, que el acercamiento lector a Elogio de la luz
y de la sombra, tanto como su análisis, no puede obviar estas líneas de
continuidad, tan significativas y que desmarcan este tipo de libro de poemas de
otros tantos, queremos o no. Por tanto, pudiera tomarse como criterio —
absoluto y resolutivo en este sentido— de una sucesiva categorización de las
creaciones poéticas en su conjunto, estableciendo una notoria diferenciación
entre aquellos libros con o sin voluntad de hacer visible y explícita un tipo de
articulación simbólico-formal. De ser así, los mecanismos de creación por parte
del autor, así como el posicionamiento intuitivo e interpretativo por parte del
lector, requerirían una mayor precisión terminológica y exegética en estos casos.
Parece claro que el problema de lanzarse a dicha clasificación es el inabarcable
corpus de textos poéticos, pero bien podría ir acotándose épocas concretas y
motivos por los cuales dicha estrategia compositiva se ve tejiendo con cierta
predominancia o no. Y sin duda, este signo altamente significativo de la
modernidad, de la que ha sido señera bandera de la literatura
hispanoamericana, no puede quedarse tan atrás y en el olvido en los estudios
latinoamericanos y reclama, con especial urgencia, una revisión, categorización
e identificación de los diferentes macrotextos poéticos que tan variada y
ricamente han aflorado desde el colonialismo hasta nuestros días.
Pero no sólo de isotopías vive el macrotexto, ya que, como dijimos,
precisa de “formantes dispositivos” (palabra que tomo prestada de sus
auténticos valedores, Enrico Testa y de Maria Corti). Veamos, pues, que en el
libro de Labastida, encontramos el eje temático que discurre entre la sombra y
la luz, pero que a modo de reverso en el espejo se nos presenta con el orden
alterado; de ahí que el “elogio”, que etimológicamente significa “alabanza de las
cualidades de alguien o algo”, sea de la “luz” primero, y de la “sombra”
después, contrarrestando la estructuración interior del libro, que es a la inversa.
De ahí también que los capítulos se titulen y distribuyan de la siguiente
manera: “Otro Elogio de la Sombra” (I), “Elogio de la Penumbra” (II), “Elogio
de la Oscuridad” (III), “Elogio de la Tiniebla” (IV), “Elogio de la Luz” (V),
“Elogio del Resplandor” (VI), “Elogio del Radiante Mediodía” (VII), “Elogio de
la Claridad” (VIII). Como vemos, ese proceso interior nos conduce hacia una
clarificación de la Verdad en sentido puramente simbólico y que nos lleva hacia
un destino que cumplimos. Asimismo, es un proceso que va de la madurez o
vejez hacia la infancia como territorio de la claridad.
Pero si atendemos a esos mismos títulos podemos comprobar sin
excesivo esfuerzo que el primer título difiere significativamente del resto.
Considerarlo como “poema-prólogo” dotaría de una estructura muy
significativa a todo el libro, ya que tendríamos 1 + 7, con ese concepto de
unidad, que refuerza el predominio del yo en la primera parte, más esos siete
poemas, con la carga simbólica que este número implica: desde la implicación
judía de la eternidad, el ciclo cumplido y repetido, a la creación como tal. Si no
lo consideramos como “poema-prólogo”, y por tanto pasaría de ser considerado
un “factor incidencial” a ser un “factor adyacente”, debemos tomarlo como
respuesta al título principal, ya que se nos enuncia precisamente el destino al
que aspira la voz: el “otro”. De nuevo, el número ocho podrá dotar a la lectura
B IBLIOGRAFÍA
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016 | 337-349 Recibido: 27/10/2015
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.288 Aprobado: 21/03/2016
Núria Calafell Sala
1
Concepto de larga tradición en las academias anglosajonas, estadounidenses y
latinoamericanas. La ampliación semántica que sobre el mismo se ha llevado a cabo desde que
Spivak publicara su famoso texto, “Can the Subaltern Speak? Speculations on Widow-
Sacrifice” (1985), permite hablar de múltiples articulaciones de la subalternidad: la clase sería
una de ellas, pero también las luchas culturales que surgen en el seno de una sociedad, las
relaciones de género, los vínculos generacionales o étnicos, etc. Si a ello le añadimos las
aportaciones que desde los estudios postcoloniales realizaran voces como Walter Mignolo
(2002), Ramon Grosfoguel (2012) o Maristella Svampa (2005), nos encontramos con un
concepto que aglutina una complejidad de significaciones no sólo en las relaciones inter/intra-
personales, sino también, y muy especialmente, en las que se establecen entre un/a sujeto y el
Estado/Nación. Es precisamente esta versatilidad de la categoría analítica lo que más me
interesa recuperar en este trabajo, ya que, como se verá más adelante, en su quehacer escritural
Luisa Valenzuela bordea prácticamente todas las aristas de la subalternidad sin caer de pleno en
ninguna de ellas. No se olvide, al respecto, que los puntos de sutura que la caracterizan como
sujeto social –ser mujer blanca, argentina, intelectual y viajera– en algunos contextos, como la
dictadura militar que asedió al país a finales de los años setenta y principios de los ochenta,
transforman los privilegios que acompañan a dicha sutura en una maldición.
subalternidad sería también un tanto borrosa, por cuanto ellas hablan, aunque
sea a su manera, y encuentran un público lector que las recepta, las lee, las
analiza e incluso las interpreta, otorgándoles un espacio —más o menos
privilegiado, según cada quien— en el tan complejo ámbito literario. En tercer
lugar, desde una conceptualización relativa y relacional, en el sentido de que un
sujeto puede aparecer posicionado en un lugar de subalternidad y, en otro
contexto, tener un papel dominante.
Si, no obstante esto, nos arriesgamos a diluir la barra metafísica que
todo lo separa en compartimentos estancos, el resultado es la comprensión de
una singularidad —la figura del/la subalterno/a— cuya identidad se perfila
claramente como móvil, heterogénea y ambigua, pero constante en su función
de subalternidad (Spivak, 2009: 9-41). El apunte aquí es fundamental, puesto
que evita la pérdida de la potencialidad política del concepto. En efecto, al
considerar el/la subalterno(a) como aquel o aquella en quien la función de
subalternidad históricamente cristaliza en una esencia, entendemos las
contradicciones que caracterizan el quehacer literario de estas mujeres escritoras
a las que Luisa Valenzuela nombra, y dentro de las cuales ella misma se incluye:
la constante que desde el punto de vista histórico han ostentado desde que se
han asomado al mundo siempre masculino de la palabra escrita ha sido el de
una función subalterna, puesto que ellas no podían decir ni decirse y, en cuanto
lo hacían, debía ser bajo el rasero de una limpieza que podríamos considerar
sexual: “A las brujas —y somos todas brujas— se les lavaba la boca con sal roja
para purificarlas […] la boca era y sigue siendo el hueco más amenazador del
cuerpo femenino” (Valenzuela, 2001: 38).
En el momento en que aquellas “brujas” toman conciencia de que
pueden sobrevivir pese a las bocas lavadas, dejándolas sangrar y explorar, se
desprenden de esta función de subalternidad y pasan a formar parte del aparato
hegemónico, esto es, de una escritura literaria que se manifiesta
ideológicamente afín a la clase dominante, no sólo genéricamente sino también,
y sobre todo, económicamente hablando. Cuando Elaine Showalter, al intentar
dilucidar qué se puede entender por “escritura femenina”, afirma que “[…] la
literatura femenina puede leerse como un discurso a dos voces, que encierra
una historia ‘dominante’ y una ‘silenciada’” (2001: 109), está avanzando en
esta dirección, al dar cuenta del carácter oblicuo de ciertas escrituras, de esa
paradójica dualidad entre la apropiación de un lenguaje signado por las huellas
del otro —masculino y burgués— y la travesía hacia sus significaciones más
connotativas y metafóricas.
Sin negar esta dimensión, digamos que entiendo el desplazamiento de
la función de subalternidad más bien en relación a un acto de desidentificación
de la categoría “mujer escritora” que este mismo aparato ideológico perfila.
Vale decir, se trataría de un reflejo de la contradictoria unión de dos sustantivos
aparentemente enfrentados (mujer y escritora), en el universo discursivo de la
literatura dominada por una voz y una presencia masculinas. La “mujer
escritora” se convierte en la imagen de una polaridad afín al modelo de mundo
metafísico que articula la mirada dominante y dominadora. Así, o se es “la
poetisa” o “maestra”, esto es, la efusiva e hipersensible que canta el amor, al
tiempo que define unos valores éticos y estéticos trasnochados y unos
2
Es decir, mujeres que suturan en sistemas culturales y literarios (el argentino, el mexicano y el
brasileño) que ameritan esta excentricidad y, en algunos casos incluso, la potencian como la
contra-cara necesaria para la supervivencia de lo hegemónico.
3
Dado que sólo se manejará una edición, en el cuerpo del texto se citarán únicamente los
números de página correspondientes a Valenzuela, 2001.
B IBLIOGRAFÍA
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016 | 351-362 Recibido: 29/11/2015
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.292 Aprobado: 03/01/2016
Jimena Néspolo
Uno de los primeros pensadores que realizó un estudio global del mito fue
Friedrich Creuzer, en su obra Symbolik und Mythologie der alten Völker,
desonders der Griechen (publicada entre los años 1810 y 1812). Según Creuzer,
la humanidad en las primitivas fases de su desarrollo habría utilizado el lenguaje
simbólico conformado por palabras y, fundamentalmente, por imágenes. La
fusión entre imagen y palabra es lo que Creuzer definió como símbolo, al
subsumirse el universo físico y el universo moral de un modo unitario.
Mientras discute con las concepciones religiosas e históricas del pensamiento
ilustrado del siglo XVIII, Creuzer propone que los antiguos sacerdotes habían
recurrido al símbolo no para engañar al pueblo —como creía Voltaire—, sino
para instruir a las multitudes, paralizadas ante el temor frente a la naturaleza y
lo inexplicable, mediante una serie de enseñanzas dispuestas bajo la forma de la
revelación: “Estas lecciones eran de carácter sensible, y por ello eran apropiadas
a sus necesidades. Se dirigían básicamente a los ojos, por el más sencillo y breve
de todos los caminos del aprendizaje” (Creuzer, 1825: 8). Creía que estos
primitivos sacerdotes de la humanidad habían sido los brahmanes de la India,
de donde derivaban todas las religiones del Occidente europeo. Aunque su
teoría luego cayera en descrédito, por distintas vías su noción del símbolo, en
tanto resultante de una visión animista del mundo arraigada en la imagen y la
figura, capaz de expresar una idea de manera grácil, eficaz y precisa, seguiría
siendo productiva para muchos pensadores, entre ellos —posiblemente— el
cubano José Lezama Lima. El pensamiento del mitólogo Creuzer parece
hermanarse con la racionalidad poética del barroco americano de Lezama, que
postula al símbolo como la “crisálida de la mariposa mítica” hecha de relatos y
palabras.
“Un mito es una imagen participada y una imagen es un mito que
comienza su aventura”: con este epígrafe de José Lezama Lima se abre el
poemario de Diana Bellessi, Danzante de doble máscara (1985), quizá uno de
sus libros más logrados o de más honda influencia —junto con Eroica (1988)
— en la poesía argentina contemporánea. Es que la noción de “imago” acuñada
por Lezama en La expresión americana (1957) permite reconstruir la red
compleja de imágenes, símbolos y enlaces culturales que desde la Conquista
hasta nuestros días conforman quizá esa visión de mundo capaz de revelar
cierto sentido de identidad o pertenencia al continente.
“¿Qué es lo difícil?, ¿lo sumergido, tan solo, en las maternales aguas de
lo oscuro?, ¿lo originario sin causalidad, antítesis o logos?” (1977: 213) se
comienza preguntando José Lezama Lima, en “Mitos y cansancio clásico”, el
primer ensayo que abre La expresión americana, para de inmediato tentar una
respuesta: el mythos es el principio originario; sin embargo, además provee una
interpretación que no sólo revela una visión histórico-religiosa sino también
poética que se manifiesta a partir de la imago o imagen. En tal sentido, “[u]n
mito es una imagen participada y una imagen es un mito que comienza su
aventura, que se particulariza para irradiar de nuevo”. Y dice más: “Todo
tendrá que ser reconstruido, invencionado de nuevo, y lo viejos mitos, al
reaparecer de nuevo, nos ofrecerán sus conjuros y sus enigmas con un rostro
desconocido. La ficción de los mitos son nuevos mitos, con nuevos cansancios
y terrores” (Lezama Lima, 1977: 218).
1
Véase Deleuze, Gilles (1989), El pliegue. Leibniz y el Barroco. Barcelona, Paidós.
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2
“Llegamos a la conclusión de que el principio femenino, como expresión válida de la unidad y
santidad de la vida, llevaba perdido más de 4.000 años. Dicho principio, se expresa en la
historia mitológica como “la diosa”, y en la historia cultural aparece en los valores otorgados a
la espontaneidad, el sentimiento, el instinto y la intuición. Hoy en día no hay, formalmente
hablando, dimensión femenina alguna de lo divino en la mitología judía y cristiana; nuestra
cultura está articulada en torno a la imagen de un dios masculino que se sitúa más allá de la
creación y que la ordena desde el exterior, en vez de estar en el interior de la misma, como los
estuvieron las diosas madres antes que él” (Baring, 2005: 13).
fuerza? Sin duda, a ese trasfondo mítico es al que alude Octavio Paz, cuando en
1962 presenta al poemario de Alejandra Pizarnik, Árbol de Diana, con las
siguientes palabras:
3
La poeta y ensayista Diana Bellessi, decide a fines de la década de los 80 hacer un balance
histórico-político de la escritura y el pensamiento de las mujeres, balance con el cual sentará las
355
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bases de un modo de pensar y de hacer poesía que encontrará sus ecos y derivaciones en la
década de los 90, en una serie de pequeños escritos que serán recopilados por la editorial
Feminaria en Lo propio y lo ajeno (1996). Véase Mallol, Anahí (2013), “Mirta Rosenberg,
Diana Bellessi: poetas y traductoras”, Jornadas del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en
Género. 25, 26 y 27 de septiembre de 2013, La Plata, Argentina.
4
En referencia a Ulrico Schmidl, de quien pertenece el epígrafe “Por entre toda la tierra no
hicimos otra cosa que guerrear” [Viaje a España y las Yndias, 1534-1553]. Véase en: Bellessi,
Diana (2009), Tener lo que se tiene. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, p. 251. La obra de Ulrico
Schmidl, soldado bávaro que participó en la expedición de Pedro de Mendoza y describe los
pormenores de la primera fundación de Buenos Aires, es el primer libro escrito sobre el Río de
la Plata y se publicó por primera vez en 1567 en una colección de viajes, en dos volúmenes,
editada en Frankfurt por Sigmund Feyerabend y Simon Hüter.
5
Robert Graves caracteriza del siguiente modo a “la diosa blanca”: “La Diosa es una mujer
bella y esbelta con nariz ganchuda, rostro cadavérico, labios rojos como bayas de fresno, ojos
pasmosamente azules y larga cabellera rubia; se transforma súbitamente en cerda, yegua, perra,
zorra, burra, comadreja, serpiente, lechuza, loba, tigresa, sirena o bruja repugnante. Sus
nombres y títulos son innumerables. En los relatos de fantasmas aparece con frecuencia con el
nombre de “La Dama Blanca”, y en las antiguas religiones, desde las Islas Británicas hasta el
Cáucaso, como la “Diosa Blanca”. No recuerdo poeta auténtico alguno, desde Homero en
adelante, que no haya registrado independientemente su experiencia de ella. Se podría decir
que la prueba de la visión de un poeta es la exactitud de su descripción de la Diosa Blanca y de
la isla en la que gobierna. El motivo de que los pelos se ericen, los ojos se humedezcan, la
garganta se contraiga, la piel hormiguee y la espina dorsal se estremezca —cuando se escribe o
se lee un verdadero poema—, es que un verdadero poema es necesariamente una invocación de
la Diosa Blanca, o Musa, la Madre de Toda Vida, el antiguo poder del terror y la lujuria, la
araña o la abeja reina cuyo abrazo significa la muerte” (Graves, 2014: 87).
6
Los tobas (también llamados qom) son una etnia que habita el Chaco central, al noreste de
Argentina.
duda a este origen gemelar del sujeto poético. El texto confunde con
deliberación episodios históricos con otros, simbólicos, para lograr una
resignificación oblicua: al encuentro feérico entre Irala7 y la Amazona sucede la
fundación de Asunción y el nombramiento de Alvar Núñez Cabeza de Vaca.8
Irala, que representa al aventurero liberal, se opone al conquistador Alvar
Núñez, de pensamiento conservador, respetuoso y ejecutor implacable del
poder real. El rito de Ava-Porú,9 por el cual el personaje de la Amazona devora
a su adversario Irala en un trance de amor y muerte, fagocitando
simbólicamente a Europa, invita también a leerse en trama con esta serie mítica
que al fin redunda en espejo autoral: el culto a Diana/Artemis como constructo
que hace dialogar el mito amazónico con la tradición poética argentina y
americana.
Y aquí es donde la poética de Bellessi se coloca bajo la sombra
(inexistente) del Árbol de Diana, para desoír esas imágenes pizarnikianas que
incansablemente ha fatigado la crítica al referirse a esta poética bajo la tutela de
“la pequeña viajera” (217), “la hermosa autómata” (209), o “la pequeña
muerta” (211) “que ama al viento” (204). Se trata, en efecto, de esa cosificación
atrofiada de una poética vuelta moneda, que Tamara Kemszain ha resumido de
un modo sencillo, en pocos versos, en La novela de la poesía (2012): “ahora
Alejandra diría debajo/ no estoy yo/ y está bien que así sea/ para que la política
se despeje de sus sombras” (384).
Hay, por tanto, una zona más densa y oscura de la feminidad, que se
hace veladamente presente —si se me permite el oxímoron— en Árbol de
Diana, y que estalla en La condesa sangrienta (1966) —obra tardía de
Pizarnik—. Una zona que roza el horror y que Octavio Paz, en el prólogo
anteriormente citado, grafica en la descripción de escenas feroces de un mito
que “alude a sacrificios por desmembración: un adolescente (¿hombre o mujer?)
era descuartizado cada nueva luna para estimular la reproducción de imágenes
en la boca de la profetisa” (Pizarnik, 1990: 199).
El culto a Diana/Artemis puede rastrearse a lo largo de las épocas en
muy distintas y heteróclitas fuentes, que se presentan como las verdaderas
“aguas de lo oscuro” de donde ha bebido la poesía femenina argentina
contemporánea. Así, sabemos que la tradición transmitida por Homero subraya
la fisonomía virginal de la diosa, hija de Zeus y de Leto, nacida en Delfos al
igual que Apolo, su hermano gemelo; y que según la fuente egipcia referida por
7
Domingo Matínez de Irala (Guipuzcoa, 1509–Asunción del Paraguay, 1556) fue un
conquistador y colonizador español que en 1535 es enrolado en la expedición de Pedro de
Mendoza, quien fuera el primer adelantado del Río de la Plata, para participar al año siguiente
en la primera fundación de Buenos Aires.
8
Álvar Núnez Cabeza de Vaca (Jerez de la Frontera, 1488–Sevilla, 1558) fue un conquistador
español, el primero en atisbar las cataratas del Iguazú.
9
Una nota al pie en el poemario, refiere que “Ava” significa “persona”. De igual modo, en las
páginas finales, se agregan una serie de notas aclaratorias sobre los vocablos guaraníes y tobas
rescatados. Asimismo, se menciona la leyenda de la “Tierra sin Mal” o “Ivimarae´i”, una aldea
igualitaria, basada en la solidaridad y la ayuda mutua entre todos sus componentes, “unidos por el
sobre abrazo del trabajo en común, la música y la danza”. Esta estrella, asegura la poeta, es la que ha
guiado la inmigración a América y que ha signado su suerte: “También los inmigrantes pobres
vinieron o fueron acarreados desde Europa hace cien años, oteaban el mar hacia la costa, buscando la
tierra prometida, la Tierra sin Mal, el Nuevo Mundo, la América” (Bellessi, 2009: 310).
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10
La obra de Creuzer suscitó polémica al ser tempranamente atacada desde dos perspectivas
distintas: la historicista y la filológica, entre los años 1825 y 1829; no obstante así, tampoco las
reflexiones estructuralistas erigidas a mitad del siglo siguiente lograron superarla del todo. Por
su parte, Karl Ottfried Müller en sus Prolegomena zu einer Wissenschaftlichen Mythologie (1825)
establece una postura netamente anti-comparatista, al abordar los mitos griegos a partir de su
localización espacio-temporal y de su vinculación específica con determinados acontecimientos
históricos. La utilización sistemática de la cronología y de la geografía por parte de Müller,
como criterios básicos de la historiografía científica, se acopló de manera palmaria con el
positivismo naciente haciendo que su teoría se impusiera en la Alemania del siglo XIX por sobre
la de Creuzer, considerada romántica. Christian August Lobeck, por su parte, en su
Aglaophamus, sive de theologiae myticae graecorum causis (1829), sostuvo que el estudio científico
no es posible sin contar con una sólida base histórico-filológica, demostrando cómo la ausencia
de criterios cronológicos firmes le había hecho incurrir a Creuzer en generalizaciones diversas a
la luz del querido neoplatonismo. Confundiendo método de estudio con objeto, Lobeck y
Müller sentaron las bases del método histórico-filológico de estudio del mito, desarrollado
luego por Ulrich von Wilamowitz, Otto Kern y Martin P. Nilson, quienes conformaron la
escuela predominante en la historiografía alemana. Véase: Linares García, María del Mar
(1987), “Introducción”, en Bachofen, Johann Jakob, El Matriarcado. Madrid, Akal, pp. 5-13.
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A modo de conclusión
11
En este sentido, señaló Charles Picard que “Apollon et Artemis, d´autres divinités du monde
ancien ont dù, certes, a l´époque romaine surtout, obtenir un prestige très étendu” (1922: xvi).
Sin embargo, sabemos que en un tiempo cifrado por el caos, toda lente
es también un interrogante, un corset o un camino. Sea que asumamos la
posmodernidad bajo el signo del kitsch o del barroco, conviene recordar que un
incansable estudioso de los mitos como fue Mircea Eliade observó que también
el siglo XX se regía por las “estructuras míticas de las imágenes y de los
comportamientos impuestos a las colectividades de los mass-media” (192),
originando un “proceso inconsciente de proyección y de identificación” en el
que el lector participaba de un modo vívido de la trama. Es decir, es sólo
rastreando ese patrón de comportamiento “heroico” del sujeto contemporáneo
en la cadena que va de la creación a la recepción de la obra, sea este el mito de
Superman o el mito del artista moderno —a lo Rimbaud o Van Gogh—, que la
serie de pruebas iniciáticas atravesadas legitiman su postulación de
excepcionalidad.
A la luz de estas teorizaciones, en estas páginas se han analizado
distintas voces emblemáticas de la poesía argentina contemporánea, con la
sospecha constante de que el mito ginecocrático de la dulcis virgo, reversión de
la “diosa blanca” o la Artemis Letoide, que en la época de San Pablo encarnaba
la síntesis pagana de todos los rasgos atribuidos a lo femenino —divinidad
virgen-madre, nutricia y bestial, de múltiples pechos, capaz de reunir todas las
fuerzas oscuras y radiantes en su sonrisa de madona coronada, en un culto de
carácter orgiástico— se actualiza en una producción local diferenciada, a
mediados de los ochenta y principios de los noventa. Ello irradia una filiación
de género altamente efectiva y anclada —al decir de Robert Graves— en la
figuración mítica del lenguaje poético.
B IBLIOGRAFÍA
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menciones a otros países de la región, como por ejemplo Bolivia y Perú, centros
productores primigenios de ciertos estupefacientes, u otros como Guatemala,
Honduras y El Salvador, por la incursión, a lo largo de las últimas décadas, del
mercado de las drogas y la violencia extrema dentro de sus fronteras.
Como objetivo primordial, el libro se propone mostrar una panorámica
del fenómeno en sus distintos ámbitos de influencia, centrando el interés prin-
cipalmente en tres: la economía, la política y la cultura. En consecuencia, esta-
mos ante un trabajo interdisciplinar, que incide en campos de estudio tan va-
riados como la historiografía, las ciencias económicas, la sociología, las políticas
gubernamentales, la literatura y demás artes culturales (arquitectura, música,
pintura, cine, televisión, etc.), el periodismo, la comunicación social, entre
otros. Como punto favorable, cabe destacar que cada uno de los artífices de los
distintos artículos pertenece a un ámbito distinto y goza de prestigio dentro del
mismo. Ante esta riqueza autorial, puede observarse la utilización de múltiples
enfoques teóricos y perspectivas de estudio heterogéneas para un mismo objeto
de análisis, lo que enriquece las reflexiones y nos permite profundizar, desde
una concepción poliédrica y nada maniquea, en el tema.
La presente compilación se estructura en tres grandes partes, sin contar
el epígrafe inicial ya mencionado y un apartado final donde se exponen, de
manera resumida, las biografías de las distintas personalidades que han partici-
pado en este proyecto. Cada una de las tres partes se corresponde, asimismo,
con uno de los tres países que conforman el objeto de estudio, sin abandonar,
en ningún momento, el encuadre panorámico latinoamericano e internacional.
En total son diez capítulos, tres por nación, armados por una dosificación de la
información parecida: el primer capítulo se basa en una explicación historiográ-
fica del fenómeno en la región; el segundo centra la reflexión en los últimos
años, llegando hasta el 2014; el tercero analiza e interpreta el alcance del narco-
tráfico en el ámbito cultural y cómo ello ha derivado en el nacimiento de una
nueva ética de vida y de trabajo, lo cual se ve reflejado en el impulso de una
estética particular.
El primer caso es el de Colombia. Este se inicia con un capítulo, de cor-
te historiográfico y tintes económicos a cargo del historiador y economista
Hermes Tovar Pinzón, titulado “La cocaína y las economías exportadoras en
América Latina: el paradigma colombiano”. En él, Tovar lleva a cabo, susten-
tando sus afirmaciones mediante la continua aportación de datos, estadísticas e
informes contrastados del fenómeno, un análisis histórico-diacrónico de la co-
mercialización y el impacto de la cocaína en Colombia y sus relaciones con el
mercado internacional, especialmente en el caso de Estados Unidos, a quien el
economista atribuye una parte importante de responsabilidad respecto al clima
de inestabilidad y violencia instaurado en la nación. Al artículo de Tovar Pin-
zón le sigue el del catedrático e investigador en literatura Nelson González-
Ortega, titulado “Realidades y representaciones de la subcultura del narcotráfi-
co en Colombia: ¿origen de unas nuevas ética y estética latinoamericanas?”. A
caballo entre el ensayo y el artículo expositivo, González-Ortega centra sus es-
fuerzos en presentar los principales factores (políticos y socioeconómicos) y
actores (capos, sicarios, cruceros, las mujeres de los narcos, las mulas, etc.) que
han propiciado el surgimiento de una nueva ética de trabajo, basada en la vo-
za lleva a cabo un repaso de los principales rasgos que caracterizan esta nueva
estética e incide en la producción literaria surgida al respecto.
El tercer caso es el de Brasil. Este da comienzo con un artículo escrito
por Mohazir Salomao-Bruck y titulado “Surgimiento y explosión de la distri-
bución y el consumo del crack en Brasil”. De nuevo, se plantea la necesidad de
realizar una lectura histórica sobre la evolución del fenómeno, esta vez en el
estado brasileño, que dé cuenta de las distintas etapas por las cuales han pasado
los procesos de producción, distribución y consumo de la droga en cuestión, a
fin de entender en su total complejidad la situación actual por la cual atraviesa
el país. El siguiente artículo también viene a cargo de Salomao-Bruck, quien
hace un despliegue de sus conocimientos en teoría del periodismo para refle-
xionar acerca del tratamiento que la prensa brasileña ha ofrecido sobre el mun-
do del narcotráfico. Este nuevo epígrafe recibe como título “Claridades y som-
bras de la presentación periodística del consumo de crack en Brasil”. A grandes
rasgos, puede afirmarse la delimitación, por parte del autor, de diferentes pe-
riodos en la manera de abordar el tema, desde la mera mediatización maniquea
del asunto hasta una atención más rigurosa y de concienciación general. El
tercer capítulo de esta parte, y último del libro, se titula “América Latina ante el
siglo XXI como fuente del narcotráfico y de alternativas que desafían la guerra
contra las drogas”. En él, su autora, la politóloga Benedicte Bull, resume las
principales conclusiones extraídas de los artículos anteriores, valora los resulta-
dos de las campañas institucionales realizadas hasta la fecha, expone y proble-
matiza las emitidas recientemente, y reclama la imagen de América Latina co-
mo principal propulsora de nuevas políticas gubernamentales y sociales en la
lucha contra el narcotráfico.
En su conjunto, estamos ante una compilación de artículos de investi-
gación con una mirada amplia y heterogénea sobre la realidad del narcotráfico
en América Latina y sus relaciones transnacionales con el resto del mundo. Un
trabajo bien estructurado, documentado y armado mediante el diálogo entre
numerosas voces especializadas en el asunto. Como resultado, atendemos a un
estudio riguroso y multidisciplinar, lo que permite afrontar la cuestión desde
sus múltiples perspectivas de análisis (política, económica, social, cultural, etc.)
y ofrecer una panorámica de los hechos más compleja y coherente, lejos del
sensacionalismo con el que a veces se ha abordado el mundo de las drogas. En
definitiva, se trata de un libro que cierra algunos temas, reflexiona sobre otros y
abre muchos más, poniendo de manifiesto la vigencia y versatilidad del fenó-
meno, y en consecuencia, la imperiosa necesidad de aproximarnos a él desde
una mirada poliédrica y un afán multidisciplinar.
P ERIFERIAS DE LA NARCOCRACIA .
E NSAYOS SOBRE NARRATIVAS
CONTEM PORÁNEAS .
las novelas sobre el mundo del narcotráfico? ¿Por qué el público simpatiza con
los protagonistas de las narcomafias representadas en televisión? Estas son
algunas de las preguntas que, de una u otra manera, los trabajos reunidos en
este libro abordan, recurriendo para ello al análisis de un corpus
preferentemente literario, en el que convergen escritores como Sergio Pitol,
Fernando Vallejo, Lolita Bosch, Juan Pablo Villalobos, Juan Gabriel Vásquez,
Don Wislow, Elmer Mendoza, Jorge Franco, Arturo Pérez-Reverte, Roberto
Bolaño y Carlos Fuentes, entre otros. A lo anterior se suman los artículos que
analizan un corpus cinematográfico, literario-fotográfico y televisivo, reunidos
en la última sección del libro, titulada, justamente, "Los 'otros' relatos".
Si bien López realiza su propio trazado al agrupar y organizar los
trabajos en cuatro secciones, cuyos nombres en orden de aparición son "De
ayer a hoy", "Escritos entre balas", "Literatura, Estado, religión y mercado" y
"Los 'otros' relatos", me he permitido proponer una secuencia algo distinta
para presentar brevemente los artículos que me parecen más relevantes y entre
los cuales es posible establecer otros diálogos, relaciones y guiños. En este
sentido, pienso que Periferias de la narcocracia se estructura de una manera
flexible y abierta, permitiendo que los lectores interesados en las narrativas
sobre la violencia del narcotráfico puedan transitar libremente por los
recorridos interpretativos propuestos por la compiladora. Luego de leer este
trabajo, observo —quizás arbitraria y antojadizamente— cinco núcleos sobre los
cuales se podrían repasar algunas ideas y lecturas propuestas por los
investigadores convocados por López. Sólo para efectos de una mejor
presentación de estas ideas, sintetizo dichos núcleos de la siguiente manera:
representación literaria y violencia; mercado, literatura y crimen; memorias y
nuevos soportes; género y narcotráfico; representaciones televisivas y recepción.
Ya dijimos que la mayoría de los artículos analiza un corpus literario. En
este contexto, me interesa comentar dos trabajos que indagan de qué forma la
violencia de países como México es representada en la literatura, identificando los
procesos de creación, apropiación y transgresión de determinados recursos, géneros
y lenguajes. Anadeli Bencomo postula en su escrito que narraciones ficcionales
como “El pozo” de Eduardo Antonio Parra, “La gran rata” de Heriberto Yépez,
Prayers for the Stolen de Jennifer Clement y El último lector de David Toscana,
entre otras, convergen en la reiteración de imágenes de pozos, huecos y fosas, que a
su juicio funcionan como “representaciones icónicas de cierto momento crítico de la
vida nacional” (36). Dichas oquedades no sólo se asocian en parte de estos relatos
con la tortura, agonía y muerte de las víctimas del narcotráfico, sino también con el
silencio y olvido al que han sido condenados esos cuerpos. Frente al "horrorismo"
—concepto que la autora retoma de Adriana Cavarero— los narradores asumen un
rol similar al del cronista descrito por Walter Benjamin y optan por la palabra,
elaborando un discurso que, a diferencia del de la prensa sensacionalista, remece a
los lectores con sus “tropos de lo abyecto” (cf.46). En el caso del artículo de Cecilia
López y Edita Solís, las autoras proponen leer la novela Fiesta en la madriguera de
Juan Pablo Villalobos como una subversión de la novela de formación, subgénero
que se caracteriza por representar el proceso de construcción identitaria del sujeto
moderno. De manera inversa, el relato del narrador niño —hijo de un
narcotraficante mexicano y que cuenta desde su óptica lo ocurrido al interior del
tetas no hay paraíso, El Cartel, El Capo, Las muñecas de la mafia, Rosario Tijeras
y Escobar, el patrón del mal, Diana Palaversich propone que en estos relatos se
construye una imagen romantizada y benevolente de los narcotraficantes,
próxima a los imaginarios populares y polémica con respecto al impulso
demonizador de los discursos oficiales (cf. 206-207). De esta manera, las
narcotelenovelas proponen una mirada alternativa capaz de seducir a los
televidentes y que articula dos mitos en la representación del “capo”. Por un
lado, el mito del bandido social, cuyo actuar es interpretado como una
respuesta “en contra de un sistema caracterizado por profundas diferencias
sociales y gobernado por una élite corrupta” (213). Por otro, el mito del
emprendedor o empresario, aquel hombre “capaz y agresivo que encarna [los]
valores del capitalismo” (221). Además, otro atractivo de estas telenovelas
radica, según Palaversich, en que no esconden el estrecho vínculo entre el
narcotráfico y el poder, desdibujando de esta manera los imaginarios
maniqueos oficiales (cf. 226). En el caso del artículo de Óscar Ramírez y
Cecilia López sobre Breaking Bad, también se formula una interrogante acerca
de la recepción de la afamada serie, específicamente, porqué su protagonista
Walter White/Heisenberg causa tanta simpatía entre los espectadores, a pesar
de convertirse en un criminal cuyos actos son cada vez más deplorables. La
respuesta que los autores plantean hacia el final de su texto es la siguiente: el
público simpatiza con este personaje porque su devenir criminal representa la
“felicidad cortoplacista […] [que] nos redime de la mediocridad que nos
impone un sistema cada vez más excluyente” (258). Interesantes resultan
también las ideas propuestas acerca del imaginario racial que opera en la serie.
A modo de cierre, no queda más que recomendar la lectura de este
compilado crítico que, a partir de distintos corpus, soportes, lenguajes y
sustratos teóricos, propone sus propias narrativas sobre lo que Cecilia López ha
llamado las “periferias de la narcocracia”.
B IBLIOGRAFÍA
1
Acerca del término puede verse García Niño (2013). Otros autores han dado en llamarla
narcoliteratura o literatura sobre el narcotráfico o literatura del narcotráfico o literatura de la
violencia; entre ellos, argumentada y solventemente, Palaversich (2009 y 2010), Fuentes
Kraffczyk (2013) y Olvera (2013).
2
La misma editorial la reeditaría en 2000, con el nombre completo del autor que es Ángelo.
Aunque la obra es un híbrido entre la novela, la biografía y las memorias, podemos considerarla
la primera de pretendida ficción en torno al narcotráfico, sus circunstancias y sus expresiones
culturales.
3
Editada por la Universidad de Guadalajara en su colección Hojas Negras, la breve novela de
Cacucci está centrada en el fútbol llanero, y el narcotráfico es la presencia velada que incide en
los avatares y define los encuentros entre el equipo de San Isidro y el del pueblo vecino.
ISSN: 2014-1130
vol.º 14 | diciembre 2016 | 375-381
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.393
Arturo E. García Niño
4
Palaversich (2010) considera que Contrabando (2008), escrita por Víctor Hugo Rascón Banda
y ganadora del Premio Juan Rulfo para Primera Novela 1991, es la obra inaugural de la
literatura referente al tráfico de drogas en México. Olvera coincide con ella, hace la más
puntual y aguda disección de la obra hasta ahora y pone de relieve su deuda con la tragedia
griega. Líneas adelante se hablará brevemente de esto.
5 La publicación original en inglés es de 2005 y la escritura de la novela le llevó seis años a su
autor. Acerca de Winslow y su obra puede verse García Niño (2015 y 2016b).
6 Acerca de Almazán y su obra pueden verse Reyes Zaga (2013) y García Niño (2016a).
7 La obra de teatro fue publicado en forma de libro en 1993 por Ediciones El Milagro, aunque
fue puesta en escena por Enrique Pineda en el verano de 1991 dentro de las actividades del
Tercer Gran Festival Ciudad de México. Rascón Banda estuvo muy cerca del montaje. Acerca
de ello puede verse Proceso (Redacción) (1991).
8
Estando de acuerdo con Olvera en que la pionera Contrabando es un texto coral y pendular
que transita de ida y vuelta entre el teatro y la narrativa; agrego que tanto de la narrativa de
ficción como la de no ficción. Y no está contada en tono negro.
9
Acerca de Contrabando y el debate puede verse también, además de Palaversich y Olvera, Esch
(2014).
10
La argumentada reticencia de Olvera para anteponer el mercadológico/mercantilista prefijo
narco a la expresión literaria que nos ocupa merece un diálogo que enriquezca, y considero que
éste no es, por sus características y espacio disponible, el lugar para ello. Bajo esta lógica dejo
apuntado, echando por delante la humildad que debe nutrir y guiar a la academia para revertir
los monólogos pontificadores que muchas veces la aquejan, que las opiniones de Palaversich y
Desde ese día Kuriaki se alejó de la droga, cuenta Silva Márquez en La balada de
los arcos dorados, aunque ésta es una presencia constante en su vida cotidiana y
una de las variables articuladoras de los hechos en los cuales se insertan su actuar,
el de su colega y amiga Rossana, el del fotógrafo Morena, el de la cuarentona
Rebeca ⎯ex sobrecargo y activista en grupos de apoyo a víctimas⎯, el del capo
juarense Óscar Núñez y el del cincuentón agente de policía Julio Pastrana ⎯alias
“El Chaneque”⎯ oriundo de Veracruz y quien pidió su cambio en 2003 a la
frontera para ir en busca de su desaparecida prima Margarita. ¿El escenario?
Ciudad Juárez, Chihuahua, espacio urbano que en el alborear del siglo XXI estaba
en el top ten de los diez más violentos y violentados del mundo y era ya el
segundo más peligroso de América Latina, sólo detrás de San Pedro Sula,
Honduras (González Rodríguez, 2015).
Olvera deben ser retomados por su solidez; prometo hacerlo en otro lugar y en un corto
tiempo.
11
Para el caso de este autor mexicano quizás decirlo signifique muy poco, ya que ésta es su
primera novela de dos que ha publicado hasta la fecha. La otra es El más buscado (2012), que
incluye como personaje central al narcotraficante precisamente más buscado en ambos lados del
Río Bravo hasta entonces después de su primera fuga de un penal de alta seguridad: Joaquín “El
Chapo” Guzmán, mismo que aparece en esta obra como Felizardo “El Chalo” Gaitán.
12
Las tres primeras novelas son Los cuervos (2006), Premio Binacional de Novela Joven 2005; Una
isla sin mar (2009); y Juárez Whiskey (2013).
Pastrana y Kuriaki se conocen en una de las tantas escenas del crimen del
campo de batalla compartido: al aparecer la cabeza de un yonqui y puchador
⎯vendedor⎯ de cocaína, marihuana y pastillas, además de amigo de la infancia del
periodista y en algún momento su abastecedor. Nada raro, porque en esos años
empezaron a ser asesinados muchos narcomenudistas en la emblemática ciudad
fronteriza con El Paso, Texas, donde ya desde 199313 venían desapareciendo y
muriendo jóvenes mujeres: las asesinadas de Juárez, como dolorosamente
empezaron a ser nombradas nacional e internacionalmente las víctimas de los
feminicidios en fechas no muy lejanas, cuando cambió el soundtrack cotidiano que
define hoy a México y que, escribe Silva Márquez (2014), marca el andar y las
acciones de “El Chaneque”: “Chingao, dijo el agente Pastrana, y a lo lejos escuchó
el sonido de una ráfaga de metralleta... Una nueva ráfaga de balazos en la distancia
dio la pauta para que bebiera del café negro y cargado.” (40); y más adelante se
confirma el contexto: “Como ladridos de perro, se escuchó una ráfaga de disparos
en la distancia” (161).
En su ya clásico texto acerca del cine negro, el también realizador
cinematográfico Paul Schrader (1981)14 asentaba que lo que definía al género eran
sus atmósferas y sus ambientes, que lo negro era eso: una atmósfera. Y en la
narconarrativa esa atmósfera se redefine hoy mediante el impulso que le inyecta un
conjunto de circunstancias, ancladas a la crueldad como premisa básica de una
razonada irracionalidad de presunto seres humanos “que dejan por las calles
hombres vaciados, hombres degollados, mutilados, como si la vida misma los
hubiera tragado de un solo bocado y después devuelto como cosas amorfas” (Silva
Márquez, 2014: 166). Hombres vueltos estadísticas y datos del ambiente que se
diseminan para crear las atmósferas postnoir y diseñarle el rostro a este nuevo tiempo
de canallas: “Esta ciudad se ha llevado lo mejor de todos... [piensa Silva
Márquez/Kuriaki] y tal vez no sea la ciudad [agrega/concluye], es el país y el dinero,
la falta y el exceso al mismo tiempo” (178). Exceso y abigarramiento como los
cuerpos colgados de puentes con cabezas de animales superpuestas, las cabezas
humanas dejadas en la vía pública y el ejército mexicano participando en labores de
tráfico de drogas a bordo de aviones oficiales al servicio del capo Núñez, por
ejemplo.
Y son esos tiempos y ambientes generadores de la densa atmósfera juarense
y nacional donde transcurre La balada..., una historia de vidas y muertes, amores y
desamores, justicias vengadoras y venganzas justicieras, obsesiones y pasiones.
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En 1992 fue electo gobernador en el estado de Chihuahua Francisco Barrio, del Partido
Acción Nacional, y un año después empezaron a documentarse los feminicidios. Vendrían
luego tres sexenios del Partido Revolucionario Institucional y la situación seguiría, y sigue,
igual. Al respecto pueden verse Ronquillo (1999) y González Rodríguez (2002). Y para un
seguimiento puede consultarse el blog Nuestras hijas de regreso a casa, sostenido por las madres y
familiares de las víctimas con el apoyo de organizaciones. Disponible en:
http://nuestrashijasderegresoacasa.blogspot.mx/http://nuestrashijasderegresoacasa.blogspot.mx/
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La revista Primer Plano, editada por la Cineteca Nacional de México, fue el espacio en que se
publicó por vez primera en español el ensayo de Schrader y hoy es muy difícil de encontrar el
ejemplar. Sin embargo, el texto publicado originalmente durante 1972 en Film Coment puede
consultarse en
http://isites.harvard.edu/fs/docs/icb.topic1069028.files/Schrader%20on%20Notes%20on%20
Film%20Noir.pdf
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El fotógrafo Morena antepone un “pinche” a sus enunciados y aventura un “no mames”
intercalado como refuerzo en todo enunciado. La mayoría de los personajes, primordialmente
el policía Julio Pastrana, emiten displicentes un “chingao” -siempre en cursivas- como
preámbulo discursivo. Y en la novela de Bernal, Fliberto García inicia casi todos sus monólogos
interiores con un “pinche...”
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Excepto A Song of Shadows y A Time of Torment las restantes catorce novelas de la serie
publicadas entre 1999 y 2015 por el novelista irlandés están editadas en español por Tusquets.
B IBLIOGRAFÍA