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… Colón descubrió por casualidad al continente americano por haber topado con
unas tierras que creyó eran asiáticas (…) reveló el ser de unas tierras distinto al
ser que él les atribuyó (…) [por lo tanto] esas tierras [debieron revelar] su
secreto cuando se topó con ellas, pues de otro modo no se entiende cómo pudo
acontecer la revelación que se dice aconteció. (O’ Gorman 46)
Ya que por lógica las tierras no podían revelar lo que eran, en los pasajes del diario no
se encuentra sino la visión errada que Colón tuvo del nuevo mundo que había
encontrado. Sus descripciones apuntalan a una cosmovisión antigua, donde describe lo
desconocido con elementos de lo conocido. Aunque llega a estas tierras no llega a
digerir la nueva realidad que está frente a él. Escribe, por tanto, desde los parámetros
conocidos: “… más, por no perder tiempo, quiero ir a ver si puedo topar a la isla de
Cipango (…) es la isla de Cipango, de que se cuentan cosas maravillosas, y en las
esferas que yo vi y en las pinturas de mapamundos es ella en esta comarca” (10- 15). En
consecuencia se constata que, por la referencia de Cipango, isla que Marco Polo
describía en el mar de China, y por el mapamundo con el que se guiaba, Colón pensó
haber llegado a Asia. “En el sistema del universo e imagen del mundo (…) no hay
ningún ente que tenga el ser de América, nada dotado de ese peculiar sentido o
significación” (O’ Gorman 79). Por lo tanto la relación isomórfica, dada por Colón,
entre el signo y el fonema estaban errados puesto que el signo, ahora América, no tenía
existencia geográfica, ni cultural, ni social y, por tanto, no podía ser nombrado.
La representación que Cristóbal Colón y los navegantes pasaron como real, estaba en su
imaginario y no en la realidad de lo representado. Es así que la mirada de los navegantes
sobre los nativos y las tierras del “paraíso descubierto” se caracterizó por tener una
narración constantemente comparativa entre su mundo y aquel que pensaban era Asia;
desde esta perspectiva se entablaron las diferencias:
Y vi muchos árboles muy disformes de los nuestros (…) muchos que tenían los
ramos de muchas maneras y todo en un pie, y un ramito es de una manera y otro
de otra (…) Aquí son los peces tan disformes de los nuestros que es maravilla.
Hay algunos hechos como gallos (…) es el arboledo en maravilla, y aquí y en
toda la isla son todos verdes y las hierbas como en abril de Andalucía (…) yo he
visto en la isla de Xio, en el Archipiélago, y mandé sangrar muchos de estos
árboles para ver si echarían resma para traer. (12-21).
Cabe decir que no fue Cristóbal Colón quien trajo la buena nueva de haber llegado a un
nuevo mundo; más bien se mantuvo en la idea de haber pisado Asia, parte del mundo ya
conocido. Aun así, su creencia, como menciona O’ Gorman: “… suscitó una duda, no
un rechazo y en esto coincide con la reacción política y jurídica de los círculos
oficiales” (92). Y de esta duda, emergió lo que luego sería América. La aparición del
Nuevo Mundo representó para Europa una imprevisible develación. Con ello, se fueron
forjando cambios y revoluciones que transformaron la cosmovisión en la que se miraba
la vida de aquella época: de ahí que existiera una ruptura con la concepción geográfica,
donde América pasó de no existir en los mapas ni en la cosmovisión del mundo, a
existir, al menos bajo el término “nobus orbis”; apareció la revolución religioso-
cultural donde una nueva cultura con sus propios códigos religiosos desdibujó la
unicidad de la religión cristiana y permitió la duda de cuál sería la verdadera religión; se
entrevió un aceleramiento en el cambio de producción económica ya que el flujo del oro
aumentó y, con él, se empezó a mover la vida.
Bibliografía