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Universidad Nacional de Rosario

Facultad de Humanidades y Artes


Escuela de Letras

Parcial Evaluativo N°1


Análisis y Crítica II

Alan Jáuregui Legajo: J-0260/7

Félix Peralta Legajo: P-3245/1


1)

Cuando se considera a la teoría, en el contexto de los estudios literarios,


resulta inevitable poner en un primer plano algunas de sus principales y más
valiosas características. No es posible ni aconsejable, por tanto, dejar de remarcar
su carácter polémico, su conciencia crítica, su gran virtud concerniente en la
desestructuración de aquellas convenciones que en un tiempo se juzgaban
irrevocables, y que al ser puestas nuevamente en cuestión y teóricamente
problematizadas abren determinadas puertas de investigación que parecían hasta
entonces clausuradas o que se instauran por primera vez. Hay que tener siempre
en cuenta, sin embargo, que toda teoría corre el riesgo de ser institucionalizada,
de convertirse en método, en una mera receta o técnica pedagógica, de modo tal
que su imprescindible condición militante se torne inofensiva y pierda su principal
valor: “la lucha feroz y estimulante que ha entablado con los prejuicios en los
estudios literarios”, afrontando así “la resistencia furiosa que los prejuicios le han
opuesto” (Compagnon, 1998: 15).

Toda teoría literaria se presenta, en principio, como una crítica de la


ideología, busca poner en un callejón sin salida a sus predecesoras a través de la
utilización de conceptos teóricos, es decir, críticos. Este tipo de conceptos, a
diferencia de aquellos pertenecientes al sentido común, poseen el valor de
construir objetos de saber que son problemáticamente configurados. A pesar de
ello, la teoría no ha conseguido desembarazarse del lenguaje ordinario sobre la
literatura (Cfr. Compagnon, 1998: 17). Quizás esto sea uno de los aspectos más
encantadores de la teoría debido al hecho de que el crítico literario, en la soledad
que impone el análisis, rodea los mismos términos que un lector aficionado.
Ambos se preguntan por el valor de un texto, disfrutan y se maravillan con el estilo
y las representaciones que van aconteciendo en la lectura, crean relaciones con
otros textos, etc. De lo cual es dado comprender que la teoría, así como la lectura,
es una práctica condicionada por las particularidades del sujeto que se dispone
ante el texto. El lugar que posee la ideología-“entre la práctica y la teoría estaría la
ideología” (Compagnon, 1998: 20)- resulta peligroso en la medida en que muchas
veces el crítico puede estar contaminado de las resistencias que imponen teorías
anteriores. Motivo por el cual es siempre necesario que en la práctica de la teoría
impere una actitud metacrítica, que la teoría importe consigo su propio
cuestionamiento: “hay teoría cuando las premisas del discurso habitual sobre la
literatura ya no se dan por sobreentendidas, cuando son cuestionadas, expuestas
como artefactos históricos, como convencionalismos” (Compagnon, 1998: 17).

Y como un claro ejemplo de todo lo expuesto más arriba no resulta en


absoluto inoportuno traer a cuenta los conceptos de “autor” y de “lectura”,
planteados por Roland Barthes en "La muerte del autor". Allí -a pesar de que con
el transcurso del tiempo la figura del ensayista haya sido canonizada, con todo lo
que ello implica según lo esbozado- se puede observar cabalmente la intención
escéptica, subversiva e insurreccional a la que alude Compagnon. Es sabido que
Escuelas cercanas a la historiografía, psicología y sociología han visto en la figura
del autor la fuente de explicación del texto, el sentido de la obra se identificaba así
con la intención del autor. Será Barthes quien postule, en oposición a dichas
Escuelas, que sólo cuando “el autor entra en su propia muerte, comienza la
escritura”, y que “es el lenguaje, y no el autor, el que habla” (1987: 66).

De este modo, el texto moderno ya no es concebido como el producto de


los pensamientos, sufrimientos y sentimientos del autor que lo precedería; el
escritor moderno nace, siguiendo esta línea de pensamiento, junto con el texto,
cuyo tiempo es siempre el tiempo de la enunciación, un eterno aquí y ahora. En
vez de concederse la máxima importancia a la “persona” del autor, se devuelve así
su sitio al lector y se lleva a cabo el desarrollo de una teoría literaria que, a la
manera de un contra-discurso- cuestiona drásticamente las premisas de la crítica
tradicional. La función-autor, planteará Foucault en una conferencia denominada
“¿Qué es un autor?”, pronunciada el 22 de febrero de 1969, no debe confundirse
con el autor-individuo real: “la marca del autor está sólo en la singularidad de su
ausencia” (Agamben, 2005: 81). Desde esta perspectiva no se considera que el
autor haya muerto, pero sí que ocupa la posición, el rol de un muerto; el autor se
encuentra presente en el texto, precisamente, sólo en un gesto que vacila siempre
en los límites de la obra, en un gesto ilegible que da posibilidad, no obstante, a la
lectura; un “gesto en el cual el autor y el lector se ponen en juego en el texto y, a
la vez, infinitamente se retraen” (93).

2)
Una de las características que constituye al diario como ejercicio se
encuentra relacionada con la noción de aprendizaje, se trata en este caso de un
aprendizaje personal, de una práctica mediante la cual quien escribe cuestiona su
propia experiencia, y al hacerlo, se da forma a sí mismo. Es la forma, plantea
Bárcena en En busca de una educación perdida, “más antigua y de mayores
consecuencias de una praxis autorreferente”; sus resultados operan siempre sobre
el ejercitante, lo afectan y configuran. Es decir, el diario se diferencia del trabajo,
en el sentido de producir un determinado objeto, puesto que sus efectos no tienen
otro destinatario que el escritor (lo externo, lo circunstancial, el objeto producido se
encuentran desplazados de sus búsquedas). En este sentido, puede hablarse de
un ejercicio “espiritual”, en la medida en que no se le otorgue a dicho adjetivo una
connotación religiosa, sino que se contemple más bien su condición de
cuestionamiento de la propia vida interior del sujeto que se va dando forma
estéticamente.

A diferencia de la imagen tradicional de la literatura que implica -desde una


perspectiva ética- la elección de temas dignos y un estilo creativamente elaborado,
esta noción de ejercicio permite conformar un saber proveniente de la experiencia
personal. El carácter íntimo del diario da a lugar a la construcción de otro espacio
de conocimiento alejado de las instituciones educativas, las cuales establecen una
formación que no siempre contempla las necesidades particulares y provienen de
una realidad completamente distinta, teniendo en cuenta que en este tipo de
instancias, aquel que se posiciona como educador, en la mayoría de los casos,
proviene de una generación anterior al educando. Alejado de todos los preceptos
exteriores, el diario va edificando un espacio donde el autor se enfrenta a su
propia vida y traduce la conciencia en la linealidad de las palabras: “se trata, así,
de aprender a estar presentes en lo que hacemos, en lo que pensamos, en lo que
escribirnos (…) un cierto estar presentes en nuestro presente” (Barcena, 2016:
126).

Otro camino que podemos optar para entender la noción de ejercicio está
relacionado con la figura del escritor que en su diario personal conforma lo que
Izabella Badiu postula como un “laboratorio de obra”, entendido éste como el
espacio para ejercitar el estilo y una “(….) especie de disciplina y entrenamiento
en los momentos de baja creatividad”. De esta manera, el diario se orienta a cubrir
el vacío que provoca la falta de un proyecto creativo y resalta la necesidad de
disciplina en el oficio de escribir. Por otro lado, el diario puede servir también para
anotar elementos que posibiliten una escritura futura, convirtiéndose así en un “(...)
depósito de ideas, de proyectos, de temas que serán utilizados posteriormente”
(Badiu, 2002).

Teniendo en cuenta las nociones de ejercicio desarrolladas, pasaremos a


analizar cómo ellas surgen en los diarios de clases. La actividad propuesta
impulsa a una reflexión sobre la experiencia personal del estudiante frente a los
textos abordados en el programa y los debates que se fueron originando durante
el cursado de la materia. Esto supone, por un lado, la comprensión de la
bibliografía crítica y, por otro, la capacidad para llevar la teoría aprendida a la
praxis en la producción escrita.

A diferencia de otros métodos de evaluación (monografía, reseña, informe,


etc), como ya se ha visto más arriba, el diario de clase permite la evocación de la
experiencia personal. En nuestro caso, como estudiantes de letras, esto supone
un reencuentro con lecturas anteriores

“En mi experiencia como lector, la literatura de los 90 siempre me resultó


incomoda. Recién en estos últimos meses, afortunadamente, pude revertir esta situación.
Cuando Alberto anunció que teníamos que leer a Fabián Casas no pude evitar disgustarme.
En un primer encuentro, la poesía objetivista de final de siglo me resultaba llana y vacía.
Más una pose que un sentir literario. Ahora puedo reconocer y escribir que era un prejuicio
fruto de mis primeras impresiones.”
(Peralta, 2018)

“Conocí a Norah Lange (el nombre propio y no la obra) sólo después de conocer a
Oliverio Girondo (el nombre propio y retazos de su obra) en algún documental de los que
aparecen cada tanto, muy cada tanto a veces, en la programación televisiva de los
domingos. No recuerdo si era domingo, en realidad, o si sólo parecía un día típico de
domingo a la tarde, quizás de invierno, tal vez fumando o tomando café. Siempre se está
fumando o tomando café aunque se haga cualquier otra cosa (…) Conocí a Norah Lange
(ahora sí gran parte de la obra) en un tomo blanco de sus “obras completas” editado por B.
Viterbo, y que llegó a mi posesión como bien pudo haber llegado cualquier otro o ninguno”

(Jáuregui, 2018)

En ambos trabajos advertimos que la conciencia se despliega hacia la


contemplación del aprendizaje personal y de los juicios que uno va formando en el
transcurso de sus lecturas. En el primer caso vemos un cuestionamiento de la
propia experiencia: lo que antes no parecía suscitar un placer, ahora encuentra
sentido desde otra perspectiva. En la segunda entrada podemos observar la
familiarización del alumno con la escritora en un terreno alejado de los espacios
académicos. Frente a un televisor y tomando café o fumando, en un día
cualquiera, el encuentro se produce por primera vez en un contexto de ocio, lejos
de todo programa crítico. En ambos casos se puede ver la evocación a otra
realidad distinta y anterior. Esto se debe a la contemplación que invita el escribir
un diario, el cual nos permite dar cuenta de la noción de ejercicio como una forma
de ordenar las experiencias con el objeto de darle forma y buscarle un sentido.

En el siguiente caso el sentido está regido por lo trabajado en clase, de


modo que resulta posible observar que en el espacio de un diario pueden ingresar
tanto sucesos cotidianos y triviales como otros de carácter más específico.

. En un momento de la clase, Paola se refiere a este diario como un ejercicio


antiliterario, que no se percibe a sí mismo como un trabajo estilístico serio. Este es uno de
los puntos de partida que tiene Badiu en su texto. El diario íntimo se aleja de la idea antigua
que se tiene de obra literaria y se convierte en un fenómeno relativamente nuevo hasta
nuestros días. Allana la experiencia y da la ilusión de una mayor cercanía entre escritura y
lectura. Ya no se pretende condensar en personajes el derrotero de la vida humana, sino que
surge un Yo, una primera persona narrativa que no sucumbe ante formas literarias
socialmente establecidas (pienso en Barthes y en el compromiso de la forma en los
escritores modernistas) para crear la propia, la suya.

(Peralta, 2018)

En la clase del práctico se produjo intencionalmente una conversación gracias a la


cual pude observar un gran número de cuestiones que, si bien pude haberlas sospechado en
mis anteriores lecturas de esta autora, habían quedado siempre en un segundo plano, como
borroneadas por una lectura más ingenua (…).

Ejes en lo que se podría resumir los temas de la conversación:

1. Construcción del Yo infantil.

2. Modos en que la niña narradora construye el mundo.

3. Espacio o tiempo literario de la escritura.

4. Inscripción familiar de yo

(Jáuregui, 2018).

En conclusión, el diario constituye uno de los géneros más variables dentro


de la literatura pues posee un carácter informe, el cual conduce al establecimiento
de una forma devenida de esa misma carencia, es decir, una enorme libertad para
abordar sucesos y vivencias personales, que en las prácticas de la literatura
tradicional (novela, cuento, ensayo) no encontrarían sitio o se juzgarían acaso
banales. Este concepto es fundamental ya que revela (…) “la aporía del diario
íntimo: su forma y su contenido son indisociables y no se pueden discutir
separadamente” (Badiu, 2002).
Bibliografía Crítica

COMPAGNON, Antoine (2015): “Introducción: ¿Qué queda de nuestros amores?”,


en El demonio de la teoría. Literatura y sentido común, Barcelona, Acantilado, pp.
9-29.

AGAMBEN, Giorgio (2005): “El autor como gesto”, en Profanaciones, Barcelona,


Anagrama.
BARTHES, Roland (1987): “La muerte del autor” y “De la obra al texto”, en El
susurro del lenguaje, Barcelona, Paidós.
BARCENA, Fernando (2016): En busca de una educación perdida, Rosario,
Homo Sapiens.

BADIU, Izabella: “Posiciones teóricas en el estudio de los diarios íntimos del siglo
XX” (mimeo).

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