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Introducción

Las portadas de los grandes diarios el domingo 21 de Octubre tenían como imagen
principal la misa realizada el día anterior en la Basílica de Luján, donde asistieron miles de
fieles, políticos y líderes sindicales junto a sus trabajadores. A pesar de expresarse la
proclama “Pan, Pan y Trabajo”, los comentarios que se sucedieron sobre ella campeaban
entre la mirada negativa por la presencia de figuras de línea kirchnerista y sindicales con
causas judiciales; y la aprobación de la necesidad genuina del Arzobispo de Mercedes-
Luján Radriazzani, que encabezó la misa, de unirse con la oposición para frenar el modelo
económico que lleva a cabo el oficialismo obedeciendo las órdenes del FMI (según dichos
de sindicalistas que asistieron)1.

Lo que el oficialismo no sucedió. Los obispos guardaron silencio frente a esa


manifestación de innegable partidismo, bajo la idea de que “un obispo no puede negar una
misa por la patria”2. Lo cierto es que banderas argentinas, reclamos por trabajo y la
ausencia de pañuelos verdes (que están siendo una costumbre en toda manifestación, salvo
en marchas del peronismo tradicional) permitían a los obispos hacer silencio y evitar
mostrar fisuras. Semanas más tarde, en la Asamblea Plenaria de fin de año realizada por la
Conferencia Episcopal Argentina, ratificaron la situación difícil que vive la sociedad y la
posible crispación social que eso puede generar; junto con la decisión de prescindir
gradualmente algunos aportes del Estado, para solventarse con donaciones (tal como lo
hacen algunos países europeos).

Creemos que desde esos hechos que van de lo público hasta lo institucional, podemos
referirnos a varias raíces históricas que permitan explicar la injerencia y efectos de la
Iglesia Católica en la arena pública y política, desde los cafés al parlamento, coincidiendo
con su importancia tanto simbólica como concreta, según el periodo al que hagamos foco.
Permitiendo por un lado matizar algunas percepciones generalizadas respecto a la Iglesia y
su relación con el Estado; y por otro, explicar una distinción que irremediablemente
generará crispaciones en todo el periodo contemporáneo argentino, que es la confrontación
entre el pilar de las sociedades modernas, la autonomía del individuo; y la actitud tutelar
que la iglesia se adjudica3 (y que la cesura del Estado otorgó, ya veremos cómo), generando
apoyos u oposiciones a los grupos políticos y sociales según la armonía o rechazo respecto
a sus premisas religiosas y a sus lecturas políticas (más pragmáticas que teológicas).

1
Página 12, sección El País, 20 de octubre de 2018.
2
La Nación, sección Política, 21 de octubre de 2018.
3
Página 12, sección El País, 5 de septiembre de 2005.
De la embestida libera al pacto laico 1880-1930

La conformación de la Iglesia contemporánea como entidad jurídico-política nace en


relación dialéctica y especular con la construcción del Estado centralizado. Estos dos trazos
que unas veces chocan y otras veces se enlazan, forma parte del proceso de secularización
donde la religión tiende necesariamente a recrear su identidad y relocalizarse al verse
afectada por un fenómeno de cambio multidimensional que la sociedad atraviesa a finales
del siglo XIX, cuyo corolario fue la perdida de referencias religiosas en las nuevas
concepciones sobre política, economía, ciencia, etc. Dentro de éste fenómeno secular
general se encuentra uno más específico que es el de laicización, entendida como política
estatal y ligada a las instituciones públicas, que absorbe funciones religiosas de manera
progresiva, pero no siempre lineal ni acumulativa.

El catolicismo argentino es fruto y agente de aquél proceso, porque consiguió delimitar


sus propios objetivos, potestades, derechos y conciencia sí mismo, bajo lo que se conoce
como la subjetivización de las creencias (tanto para el clero como para los ciudadanos),
luego de verse debilitado el poder normativo de las autoridades eclesiásticas. La paradoja es
que en aspectos particulares la Iglesia se hace muy fuerte porque la secularización al
concebirla conceptualmente diferente de la sociedad en su conjunto; autónoma de los
linajes y corporaciones del Estado; e integrada a sí misma con reglas y jerarquías con la
Santa Sede, le otorga un plano jurídico-político equiparándola al Estado. Se refuerzan y
delimitan hacia adentro, pero pierden poder sobre la sociedad en su conjunto.4

Por lo tanto cuando la historiografía divide un bando liberal laico frente a uno
conservador religioso, más que nada en esta etapa, requiere dos observaciones: las
denuncias de ambos bandos (Iglesia como obstáculo del progreso por un lado, y ataque de
un Estado desmesurado a las potestades de la Iglesia por otro) fueron percepciones
contemporáneas de un proceso real, pero que por cuestiones políticas lo trasladaron sus
protagonista hacia el pasado (a pesar de que esa división no existía); a su vez, la
diferenciación y constitución de aquellas esferas les otorgó más claridad de acción respecto
a los problemas que se avecinaban. Permitiéndoles virajes en sus políticas y alianzas.

En Argentina a la pacificación forzada y fin de las guerras civiles le siguió una


transformación social ocasionada por la inmigración, el crecimiento económico y la
unificación nacional que le permitía al gobierno decidir cómo afrontar los nuevos
problemas. Haremos focos en lo de identidad nacional y el orden social, cuyas medidas

Di Stefano, R. “¿De qué hablamos cuando decimos “Iglesia”?“, Ariadna histórica. Lenguajes, conceptos
4

metáforas, Vol. 1 (2012), pp. 197-222.


institucionales para promover valores o aplacar protestas, serán la educación, la represión y
el reformismo social.

Aunque se intentó en la década de 1880 un avance liberal reflejado en algunos debates


legislativos y próceres liberales hoy recordados, veremos como esa cuestión no fue lineal
sino más bien fugaz, por el hecho de que la coyuntura propuso problemas distintos en tan
solo poco tiempo.

No olvidarse el hito centenario. Y la uinio anti obreria y de perpectiva histórica. Diferencia


entre umbral y pacto.

no existió una política de Estado de corte en materia religiosa, porque los sucesivos elencos
gobernantes, mantuvieron la concepción del derecho de patronato como rasgo inherente a la
soberanía; los más aguerridos laicistas a pesar de que no querían intervención religiosa en
la educación, el Estado no estaba en condiciones de hacerlo, por las autonomías
provinciales y la poca capacidad de acción en los territorios nacionales, incluso superado
por órdenes religiosas como la salesiana en la patagonia; y por último, la Iglesia Católica ya
desde 1853 era una institución de derecho público como el Estado, mientras que las demás
instituciones religiosas quedarán confinadas al plano del derecho privado junto a los clubes
deportivos o las sociedades benéficas.

y el culto público de la patria laica sigue incluyendo la celebración del Te Deum en la


catedral metropolitana, al que las autoridades acuden con rigor

El catolicismo se perfila como un colaborador eficaz para hacer frente a las dos grandes
preocupaciones de la elite frente al advenimiento de la sociedad moderna y aluvial, el de la
identidad nacional y el de la cuestión social. Después de todo, cerca del 85% de los
inmigrantes son nominalmente católicos

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