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Las portadas de los grandes diarios el domingo 21 de Octubre tenían como imagen
principal la misa realizada el día anterior en la Basílica de Luján, donde asistieron miles de
fieles, políticos y líderes sindicales junto a sus trabajadores. A pesar de expresarse la
proclama “Pan, Pan y Trabajo”, los comentarios que se sucedieron sobre ella campeaban
entre la mirada negativa por la presencia de figuras de línea kirchnerista y sindicales con
causas judiciales; y la aprobación de la necesidad genuina del Arzobispo de Mercedes-
Luján Radriazzani, que encabezó la misa, de unirse con la oposición para frenar el modelo
económico que lleva a cabo el oficialismo obedeciendo las órdenes del FMI (según dichos
de sindicalistas que asistieron)1.
Creemos que desde esos hechos que van de lo público hasta lo institucional, podemos
referirnos a varias raíces históricas que permitan explicar la injerencia y efectos de la
Iglesia Católica en la arena pública y política, desde los cafés al parlamento, coincidiendo
con su importancia tanto simbólica como concreta, según el periodo al que hagamos foco.
Permitiendo por un lado matizar algunas percepciones generalizadas respecto a la Iglesia y
su relación con el Estado; y por otro, explicar una distinción que irremediablemente
generará crispaciones en todo el periodo contemporáneo argentino, que es la confrontación
entre el pilar de las sociedades modernas, la autonomía del individuo; y la actitud tutelar
que la iglesia se adjudica3 (y que la cesura del Estado otorgó, ya veremos cómo), generando
apoyos u oposiciones a los grupos políticos y sociales según la armonía o rechazo respecto
a sus premisas religiosas y a sus lecturas políticas (más pragmáticas que teológicas).
1
Página 12, sección El País, 20 de octubre de 2018.
2
La Nación, sección Política, 21 de octubre de 2018.
3
Página 12, sección El País, 5 de septiembre de 2005.
De la embestida libera al pacto laico 1880-1930
Por lo tanto cuando la historiografía divide un bando liberal laico frente a uno
conservador religioso, más que nada en esta etapa, requiere dos observaciones: las
denuncias de ambos bandos (Iglesia como obstáculo del progreso por un lado, y ataque de
un Estado desmesurado a las potestades de la Iglesia por otro) fueron percepciones
contemporáneas de un proceso real, pero que por cuestiones políticas lo trasladaron sus
protagonista hacia el pasado (a pesar de que esa división no existía); a su vez, la
diferenciación y constitución de aquellas esferas les otorgó más claridad de acción respecto
a los problemas que se avecinaban. Permitiéndoles virajes en sus políticas y alianzas.
Di Stefano, R. “¿De qué hablamos cuando decimos “Iglesia”?“, Ariadna histórica. Lenguajes, conceptos
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no existió una política de Estado de corte en materia religiosa, porque los sucesivos elencos
gobernantes, mantuvieron la concepción del derecho de patronato como rasgo inherente a la
soberanía; los más aguerridos laicistas a pesar de que no querían intervención religiosa en
la educación, el Estado no estaba en condiciones de hacerlo, por las autonomías
provinciales y la poca capacidad de acción en los territorios nacionales, incluso superado
por órdenes religiosas como la salesiana en la patagonia; y por último, la Iglesia Católica ya
desde 1853 era una institución de derecho público como el Estado, mientras que las demás
instituciones religiosas quedarán confinadas al plano del derecho privado junto a los clubes
deportivos o las sociedades benéficas.
El catolicismo se perfila como un colaborador eficaz para hacer frente a las dos grandes
preocupaciones de la elite frente al advenimiento de la sociedad moderna y aluvial, el de la
identidad nacional y el de la cuestión social. Después de todo, cerca del 85% de los
inmigrantes son nominalmente católicos