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DESHORAS

Julio Cortázar

Ya no tenía ninguna razón especial para acordarme de un corredor más, algo que seguía manteniéndolos unidos
todo eso, y aunque me gustaba escribir por temporadas y de día o de noche, en el potrero jugando al fútbol en plena
algunos amigos aprobaban mis versos o mis relatos, me siesta o bajo la luz del farol de la esquina mirando cómo
ocurría preguntarme a veces si esos recuerdos de la los sapos y los escuerzos hacían rueda para comerse a
infancia merecían ser escritos, si no nacían de la ingenua los insectos borrachos de dar vueltas en torno a la luz
tendencia a creer que las cosas habían sido más de veras amarilla. Y el verano, siempre, el verano de las
cuando las ponías en palabras para fijarlas a mi manera, vacaciones, la libertad de los juegos, el tiempo solamente
para tenerlas ahí como las corbatas en el armario o el de ellos, para ellos, sin horario ni campana para entrar a
cuerpo de Felisa por la noche, clase, el olor del verano en el aire caliente de las tardes y
Algo que no se podría vivir de nuevo pero que se hacía las noches, en las caras sudadas después de ganar o
más presente como si en el mero recuerdo se abriera perder o pelearse o correr, reírse y a veces de llorar pero
paso una tercera dimensión, una casi siempre amarga siempre juntos, siempre libres, dueños de su mundo de
pero tan deseada contigüidad. Nunca supe bien por qué, barriletes y pelotas y esquinas y veredas.
pero una y otra vez volvía a cosas que otros habían De Sara le quedaban pocas imágenes, pero cada una
aprendido a olvidar para no arrastrarse en la vida con se recortaba como vitral a la hora del sol más alto, con
tanto tiempo sobre los hombros. Estaba seguro de que azules y rojos y verdes penetrando el espacio hasta
entre mis amigos había pocos que recordaban a sus hacerle daño, a veces Aníbal veía sobre todo su pelo rubio
compañeros de infancia como yo recordaba a Doro, cayéndole sobre los hombros como una caricia que él
aunque cuando escribía sobre Doro no era casi nunca él hubiera querido sentir contra su cara, a veces su piel tan
quien me llevaba a escribir sino otra cosa, algo en que blanca porque Sara no salía casi nunca al sol, absorbida
Doro era solamente el pretexto para la imagen de su por los trabajos de la casa, la madre enferma y Doro que
hermana mayor, la imagen de Sara en aquel entonces en volvía cada tarde con la ropa sucia,
que Doro y yo jugábamos en el patio o dibujábamos en la Lastimadas las rodillas, las zapatillas embarradas.
sala de la casa de Doro. Nunca supo la edad de Sara en ese entonces, solamente
Tan inseparables habíamos sido en esos tiempos del que ya era una señorita, una joven madre de su hermano
sexto grado, de los doce o trece años, que no era capaz que se volvía más niño cuando ella le hablaba, cuando le
de sentirme escribiendo separadamente sobre Doro, pasaba la mano por la cabeza antes de mandarlo a
aceptarme desde fuera de la página y escribiendo sobre comprar algo o pedirles a los dos que no gritaran tanto en
Doro. Verlo era verme simultáneamente como Aníbal con el patio. Aníbal la saludaba tímido, dándole la mano, y
Doro, y no hubiera podido recordar nada de Doro si al Sara se la apretaba amablemente, casi sin mirarlo pero
mismo tiempo no hubiera sentido que Aníbal estaba aceptándolo como esa otra mitad de Doro que casi
también ahí en ese momento, que era Aníbal el que había diariamente venía a la casa para leer o jugar. A las cinco
pateado aquella pelota que rompió un vidrio de la casa de los llamaba para darles café con leche y bizcochos,
Doro una tarde de verano, el susto y las ganas de siempre en la mesita del patio o en la sala sombría; Aníbal
esconderse o de negar, la aparición de Sara tratándolos sólo había visto dos o tres veces a la madre de Doro,
de bandidos y mandándolos a jugar al potrero de la dulcemente desde su sillón de ruedas les decía su hola
esquina. Y con todo eso venía también Banfield, claro, chicos, su tengan cuidado con los autos, aunque había tan
porque todo había pasado allí, ni Doro ni Aníbal hubieran pocos autos en Banfield y ellos sonreían seguros de sus
podido imaginarse en otro pueblo que en Banfield donde esquives en la calle, de su invulnerabilidad de jugadores
las casas y los potreros eran entonces más grandes que el de fútbol y corredores. Doro no hablaba nunca de su
mundo. madre, casi siempre en la cama o escuchando radio en el
Un pueblo, Banfield, con sus calles de tierra y la salón, la casa era el patio y Sara, a veces algún tío de
estación del Ferrocarril Sud, sus baldíos que en verano visita que les preguntaba lo que habían estudiado en la
hervían de langostas multicolores a la hora de la siesta, y escuela y les regalaba cincuenta centavos. Y para Aníbal
que de noche se agazapaba como temeroso en torno a los siempre era verano, de los inviernos no tenían casi
pocos faroles de las esquinas, con una que otra pitada de recuerdos, su casa se volvía un encierro gris y neblinoso
los vigilantes a caballo y el halo vertiginoso de los insectos donde sólo los libros contaban, la familia en sus cosas y
voladores en torno a cada farol. A tan poca distancia las las cosas fijas en sus huecos, las gallinas que la tenía que
casas de Doro y de Aníbal que la calle era para ellos como cuidar, las enfermedades con largas dietas y té y

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solamente a veces Doro, porque a Doro no le gustaba de Sara le rozara la frente y su voz le dijera buenas
quedarse mucho en una casa donde no los dejaban jugar noches, que Sara le subiera la sábana antes de irse.
como en la suya. Se animó a preguntarle a Doro como de pasó quien lo
Fue a lo largo de una bronquitis de quince días que cuidaba cuando estaba enfermo, porque Doro había
Aníbal empezó a sentir la ausencia de Sara, cuando Doro tenido una infección intestinal y había pasado cinco días
venía a visitarlo le preguntaba por ella y Doro le en la cama. Se lo preguntó como si fuera natural que Doro
contestaba distraído que estaba bien, lo único que le le dijera que su madre lo había atendido, sabiendo que no
interesaba era si esa semana iban a poder jugar de nuevo podía ser y que entonces Sara, los remedios y las otras
en la calle. Aníbal hubiera querido saber más de Sara pero cosas. Doro le contestó que su hermana le hacía todo,
no se animaba a preguntar mucho, a Doro le hubiera cambió el tema y se puso a hablar de cine. Pero Aníbal
parecido estúpido que se preocupara por alguien que no quería saber más, si Sara lo había cuidado desde que era
jugaba como ellos, que estaba tan lejos de todo lo que chico, y claro que lo había cuidado porque su mamá
ellos hacían y pensaban. Cuando pudo volver a la casa de llevaba ocho años casi inválida y Sara se ocupaba de los
Doro, todavía un poco débil, Sara le dio la mano y le dos. Pero entonces, ¿ella te bañaba cuando eras chico?
preguntó cómo andaba, no tenía que jugar a la pelota para Seguro, ¿por qué preguntas esas pavadas? Por nada, por
no cansarse, mejor que dibujaran o leyeran en la sala; su saber nomás, debe ser tan raro tener una hermana grande
voz era grave, hablaba como siempre le hablaba a Doro, que te baña. No tiene nada de raro, che. ¿Y cuándo te
afectuosamente pero lejos, la hermana mayor atenta y enfermabas de chico ella te cuidaba y te hacía todo? Sí,
casi severa. Antes de dormirse esa noche, Aníbal sintió claro. ¿Y a vos no te daba vergüenza que tu hermana te
que algo le subía a los ojos, que la almohada se le volvía viera y te hiciera todo? No, qué vergüenza me iba a dar,
Sara, una necesidad de apretarla en los brazos y llorar yo era chico entonces. ¿Y ahora? Bueno, ahora igual, por
con la cara pegada a Sara, al pelo de Sara, queriendo que qué me va a dar vergüenza cuando estoy enfermo.
ella estuviera ahí y le trajera los remedios y mirara el Por que, claro. A la hora en que cerrando los ojos
termómetro sentada a los pies de la cama. Cuando su imaginaba a Sara entrando de noche en su cuarto,
madre vino por la mañana para frotarle el pecho con algo acercándose a su cama, era como un deseo de que ella le
que olía a alcohol y a mentol, Aníbal cerró los ojos y fue la preguntara como estaba, le pusiera la mano en la frente y
mano de Sara alzándole el camisón, acariciándolo después bajara las sabanas para verle la lastimadura en la
livianamente, curándolo. pantorrilla, le cambiara la venda tratándolo de tonto por
Era de nuevo el verano, el patio de la casa de Doro, las haberse cortado con un vidrio. La sentía levantándole el
vacaciones con novelas y figuritas, con la filatelia y la camisón y mirándolo desnudo, tocándole el vientre para
colección de jugadores de fútbol que pegaban en un ver si estaba inflamado, tapándolo de nuevo para que se
álbum. Esa tarde hablaban de pantalones largos, ya no durmiera. Abrazado a la almohada se sentía de pronto tan
faltaba mucho para ponérselos, quién iba a entrar en la sólo, y cuando abría los ojos en el cuarto ya vacío de Sara
secundaria con pantalones cortos. Sara los llamó para el era como una marea de congoja y de delicia porque nadie,
café con leche y a Aníbal le pareció que había escuchado nadie podía saber de su amor, ni siquiera Sara, nadie
lo que decían y que en su boca había como un resto de podía comprender esa pena y ese deseo de morir por
sonrisa, a lo mejor se divertía oyéndolos hablar de esas Sara, de salvarla de un tigre o de un incendio y morir por
cosas y se burlaba un poco. Doro le había dicho que ya ella, y que ella se lo agradeciera y lo besara llorando. Y
tenía novio, un señor grande que la visitaba los sábados cuando sus manos bajaban y empezaba a acariciarse
pero que el no había visto todavía. Aníbal lo imaginaba como Doro, como todos los chicos, Sara no entraba en
como alguien que le traía bombones a Sara y hablaba con sus imágenes, era la hija del almacenero o la prima
ella en la sala, igual que el novio de su prima Lola, en Yolanda, eso no podía suceder con Sara que venía a
pocos días se había curado de la bronquitis y ya podía cuidarlo de noche como lo cuidaba a Doro, con ella no
jugar de nuevo en el potrero con Doro y los otros amigos. había más que esa delicia de imaginarla inclinándose
Pero de noche era triste y a la vez tan hermoso, solo en su sobre él y acariciándolo y el amor era eso, aunque Aníbal
cuarto antes de dormirse se decía que Sara no estaba ahí, ya supiera lo que podía ser el amor y se lo imaginaba con
que nunca entraría a verlo ni sano ni enfermo, justo a esa Yolanda, todo lo que él le haría alguna vez a Yolanda o a
hora en que él la sentía tan cerca, la miraba con los ojos la chica del almacenero.
cerrados sin que la voz de Doro o los gritos de los otros El día del zanjón fue casi al final del verano, después de
chicos se mezclaran con esa presencia de Sara sola ahí jugar en el potrero se habían separado de la barra y por
para él, junto a él, y el llanto volvía como un deseo de un camino que solamente ellos conocían y que llamaban
entrega, de ser Doro en las manos de Sara, de que el pelo el camino de Sandokan se perdieron en la maleza

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espinosa donde una vez habían encontrado un perro le alcanzó el jabón con un lávate mejor las ojeras, tenés
ahorcado en un árbol y habían huido de puro susto. barro por todas partes.
Arañándose las manos se abrieron paso hasta lo más Esa noche no pudo ver a Sara como las otras noches,
tupido, hundiendo la cara en el ramaje colgante de los aunque apretaba los párpados lo único que veía era a
sauces hasta llegar al borde del zanjón de aguas turbias Doro y a él en la bañadera, a Sara acercándose para
donde siempre habían esperado pescar mojarritas y nunca inspeccionarlos de arriba a bajo y después saliendo del
habían sacado nada. Les gustaba sentarse al borde y baño con la ropa sucia en los brazos, generosamente
fumar los cigarrillos que Doro hacía con chala de maíz, yendo ella misma a la pileta para lavarles las cosas y
hablando de las novelas de Salgari y planeando viajes y gritándoles que se envolvieran en las toallas de baño
cosas. Pero ese día no tuvieron suerte, a Aníbal se le hasta que todo estuviera seco, dándoles el café con leche
enganchó un zapato en una raíz y se fue para adelante, se sin decir nada, ni enojada ni amable, instalando la tabla de
agarró de Doro y los dos resbalaron en el talud del zanjón planchar bajo las glicinas y poco a poco secando los
y se hundieron hasta la cintura, no había peligro pero fue pantalones y las camisas. Cómo no había podido decirle
como si, manotearon desesperados hasta sujetarse de la algo al final cuando los mando a vestirse, decirle
ramazón de un sauce, se arrastraron trepando y solamente gracias, Sara, que buena es, gracias de veras,
punteando hasta lo alto, el barro se les había metido por Sara. No había podido decir ni eso y Doro tampoco,
todas partes, les chorreaba dentro de las camisas y los habían ido a vestirse callados y después la filatelia y las
pantalones y olía a podrido, a rata muerta. figuritas de aviones sin que Sara apareciera de nuevo,
Volvieron casi sin hablar y se metieron por el fondo del preparando la cena y a veces tarareando un tango entre el
jardín en la casa de Doro, esperando que no hubiera nadie ruido de los platos y las cacerolas, ausente como ahora
en el patio y pudieran lavarse a escondidas. Sara colgaba bajo los párpados que ya no le servían para hacerla venir,
ropa cerca del gallinero y los vio venir, Doro como con para que supiera cuanto la quería, qué ganas de morirse
miedo y Aníbal detrás, muerto de vergüenza y queriendo de veras después de haberla visto mirándolos en la ducha.
de veras morirse, estar a mil leguas de Sara en ese Debió ser en las últimas vacaciones antes de entrar en
momento en que ella los miraba apretando los labios, en el Colegio Nacional, sin Doro porque Doro iría a la escuela
un silencio que los clavaba ridículos y confundidos bajo el normal, pero los dos se habían prometido seguir viéndose
sol del patio. todos los días aunque fueran a escuelas diferentes, que
—Era lo único que me faltaba —dijo solamente Sara, importaba si por la tarde seguirían jugando como siempre,
dirigiéndose a Doro pero tan para Aníbal balbuceando las sin saber que no, que algún día de febrero o marzo
primeras palabras de una confesión, era culpa suya, se le jugarían por ultima vez en el patio de la casa de Doro
había enganchado un zapato y entonces, Doro no tuvo la porque la familia de Aníbal se mudaba a Buenos Aires y
culpa de que, lo que había pasado era que todo estaba solamente podrían verse los fines de semana, amargos de
tan refaloso. rabia por un cambio que no querían admitir, por una
—Vayan a bañarse ahora mismo —dijo Sara como si no separación que los grandes les imponían como tantas
lo hubiera oído. —Sáquense los zapatos antes de entrar y cosas, sin preocuparse por ellos, sin consultarlos.
después se lavan la ropa en la pileta del gallinero. Todo de golpe iba rápido, cambiaba como ellos con los
En el baño se miraron y Doro fue el primero en reírse primeros pantalones largos, cuando Doro le dijo que Sara
pero era una risa sin convicción, se desnudaron y abrieron se iba casar a principios de marzo, se lo dijo como algo sin
la ducha, bajo el agua podían empezar a reírse de veras, importancia y Aníbal ni siquiera hizo un comentario,
a pelearse por el jabón, a mirarse de arriba abajo y a pasaron días antes de que se animara a preguntarle a
hacerse cosquillas. Un río de barro corría hasta el Doro si Sara iba a seguir viviendo con él después de
desagüe y se diluía poco a poco, el jabón empezaba a dar casada, pero sos idiota vos, como se van a quedar aquí, el
espuma, se divertían tanto que en el primer momento no tipo tiene mucha güita y se la va a llevar a Buenos Aires,
se dieron cuenta de que la puerta se había abierto y que tiene otra casa en Tandil y yo me voy a quedar con mi
Sara estaba ahí mirándolos, acercándose a Doro para mama y tía Faustina que la va a cuidar.
sacarle el jabón de la mano y frotárselo en la espalda Ese sábado último de las vacaciones vio llegar al novio
todavía embarrada. Aníbal no supo que hacer, parado en en su auto, lo vio de azul y gordo, con lentes, bajándose
la bañadera se puso las manos en la barriga, después se del auto con un paquetito de masas y un ramo de
dio vuelta de golpe para que Sara no lo viera y fue todavía azucenas. En su casa lo llamaban para que empezara a
peor, de tres cuartos y con el agua corriéndole por la cara, embalar sus cosas, la mudanza era el lunes y todavía no
cambiando de lado y otra vez de espaldas, hasta que Sara había hecho nada. Hubiera querido ir a la casa de Doro
sin saber por qué, estar solamente ahí, pero su madre lo

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obligó a empaquetar sus libros, el globo terráqueo, las imagen aislada, una ráfaga de Sara cuando algo en María
colecciones de bichos. Le habían dicho que tendría una o en Felisa le recordaba por un momento a Sara. Un día
pieza grande para él solo con vista a la calle, le habían del segundo año la vio nítidamente al salir de un sueño y
dicho que podría ir al colegio a pie. Todo era nuevo, todo le dolió con un dolor amargo y quemante, al fin y al cabo
iba a empezar de otra manera, todo giraba lentamente, y no había estado tan enamorado de ella, total antes era un
ahora Sara estaría sentada en la sala con el gordo del chico y Sara nunca le había prestado atención como ahora
traje azul, tomando el té con las masas que él había Felisa o la rubia de la farmacia, nunca había ido a un
traído, tan lejos del patio, tan lejos de Doro y él, sin nunca baile con él cómo su prima Beba o Felisa para festejar la
más llamarlos para el café con leche debajo de las entrada a cuarto año, nunca lo había dejado acariciarle el
glicinas. pelo como María, ir a bailar a San Isidro y perderse a
El primer fin de semana en Buenos Aires (era cierto, medianoche entre los árboles de la costa, besar a Felisa
tenía una pieza grande para él solo, el barrio estaba lleno en la boca entre protestas y risas, apoyarla contra un
de negocios, había cine a dos cuadras), tomó el tren y tronco y acariciarle el pecho, bajar hasta perder la mano
volvió a Banfield para ver a Doro. Conoció a la tía en ese calor huyente y después de otro baile y mucho cine
Faustina, que no les dio nada cuando terminaron de jugar encontrar un refugio en el fondo del jardín de Felisa y
en el patio, se fueron a caminar por el barrio y Aníbal tardó resbalar con ella hasta el suelo, sentir en la boca su sabor
un rato en preguntarle por Sara. Bueno, se había casado salado y dejarse buscar por una mano que lo guió, por
por civil y ya estaban en casa de Tandil para la luna de supuesto no le iba decir que era su primera vez, que había
miel, Sara iba a venir cada quince días a ver a su madre. tenido miedo, ya estaba en primer año de ingeniería y no
¿Y no la extrañás? Sí, pero que querés Claro, ahora está le podía decir eso a Felisa y después ya no hizo falta
casada. Doro se distraía, empezaba a cambiar de tema y porque todo se aprendía tan rápido con Felisa y algunas
Aníbal no encontraba la manera de que siguiera veces con su prima Beba.
hablándole de Sara, a lo mejor pidiéndole que le contara el Nunca más supo de Doro y no le importó, también se
casamiento y Doro riéndose, yo qué sé, habrá sido como había olvidado de Beto que enseñaba historia en algún
siempre, del civil se fueron al hotel y entonces vino la pueblo de provincia, los juegos se habían ido dando sin
noche de bodas, se acostaron y entonces el tipo. Aníbal sorpresa y como a todo el mundo, Aníbal aceptaba sin
escuchaba mirando las verjas y las baldosas, no quería aceptar, algo que debía ser la vida aceptada por él, un
que Doro le viera la cara y Doro se daba cuenta, seguro diploma, una hepatitis grave, un viaje al Brasil, un proyecto
que vos no sabés lo que pasa la noche de bodas. No importante en un estudio con dos o tres socios. Estaba
jodas, claro que sé. Lo sabes pero la primera vez es despidiéndose de uno de ellos en la puerta antes de ir a
diferente, a mí me contó Ramírez, a él se lo dijo el tomar una cerveza después del trabajo cuando vio venir a
hermano que es abogado y se casó el año pasado, le Sara por la vereda de enfrente. Brúscamente recordó que
explicó todo. Había un banco vacío en la plaza, Doro la noche antes había soñado con Sara y que era siempre
había comprado cigarrillos y le seguía contando y el patio de la casa de Doro aunque no pasaba nada,
fumando, Aníbal asentía, tragaba el humo que empezaba aunque Sara solamente estaba ahí colgando ropa o
a marearlo, no necesitaba cerrar los ojos para ver contra llamándolos para el café con leche, y el sueño se acababa
el follaje el cuerpo de Sara que nunca había imaginado así casi sin haber empezado. Tal vez porque no pasaba
como un cuerpo, ver la noche de bodas desde las nada las imágenes eran de una precisión cortante bajo el
palabras del hermano de Ramírez, desde la voz de Doro sol del verano de Banfield que en el sueño no era el
que le seguía contando. mismo que el de Buenos Aires; tal vez también por eso o
Ese día no se animó a pedirle la dirección de Sara en por falta de algo mejor había rememorado a Sara después
Buenos Aires, lo dejó para otra visita porque tenía miedo de tantos años de olvido (pero no había sido olvido, se lo
de Doro en ese momento, pero la otra visita no llegó repitió hoscamente a lo largo del día), y verla venir ahora
nunca, el colegio empezó y los nuevos amigos, Buenos por la calle, verla ahí vestida de blanco, idéntica a
Aires se tragó poco a poco a Aníbal cargado de libros de entonces con el pelo azotándole los hombros a cada paso
matemáticas y tantos cines en el centro y la cancha de en un juego de luces doradas, encadenándose a las
River y los primeros paseos de noche con Beto, que era imágenes del sueño en una continuidad que no le extrañó,
un porteño de veras. También a Doro le estaría pasando que tenía algo de necesario y previsible, cruzar la calle y
lo mismo en La Plata, cada tanto Aníbal pensaba en enfrentarla, decirle quién era y que ella lo mirara
mandarle unas líneas porque Doro no tenía teléfono, sorprendida, no lo reconociera y de golpe sí, de golpe
después venía Beto o había que preparar algún trabajo sonriera y le tendiera la mano, se la apretara de veras y
práctico, fueron meses, el primer año, vacaciones en siguiera sonriéndole.
Saladillo, de Sara no iba quedando más que alguna
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--Qué increíble dijo Sara. Cómo te iba a reconocer nos retabas cuando hacíamos pavadas, yo hubiera
después de tantos años. querido que me hablaras solamente a mí de tantas cosas
—Usted sí, claro —dijo Aníbal.— Pero ya ve, yo la pero vos me mirabas desde tan arriba, me sonreías desde
reconocí enseguida. tan lejos, había un inmenso vidrio entre los dos y vos no
podías hacer nada para romperlo, por eso de noche yo te
—Lógico —dijo lógicamente Sara. —Si ni siquiera te
llamaba y vos venías a cuidarme, a estar conmigo, A
habías puesto pantalones largos. Yo también habré
quererme como yo te quería, acariciándome la cabeza,
cambiado tanto, lo que pasa es que sos mejor fisonomista.
haciéndome lo que le hacías a Doro, todo lo que siempre
Dudó un segundo antes de comprender que era idiota le habías hecho a Doro, pero yo no era Doro y solamente
seguir tratándola de usted. una vez, Sara, solamente una vez y fue horrible y no me
--No, no has cambiado, ni siquiera el peinado. Sos la olvidaré nunca porque hubiera querido morirme y no pude
misma. o no supe, claro que no quería morirme pero eso era el
amor, querer morirme porque vos me habías mirado todo
—Fisonomista pero un poco miope —dijo ella con la
entero como a un chico, habías entrado en el baño y me
antigua voz donde la bondad y la burla se enredaban.
habías mirado a mí que te quería, y me habías mirado
El sol les daba en la cara, no se podía hablar entre él como siempre lo habías mirado a Doro, vos ya de novia,
trafico y la gente. Sara dijo que no tenía apuro y que le vos que ibas a casarte y yo ahí mientras me dabas el
gustaría tomar algo en un café. Fumaron el primer jabón y me mandabas que me lavara hasta las orejas, me
cigarrillo, el de las preguntas generales y los rodeos, Doro mirabas desnudo como a un chico que era y no te
era maestro en Adrogue, la mamá se había muerto como importaba nada de mí, ni siquiera me veías porque
un pajarito mientras leía el diario, él estaba asociado con solamente veías a un chico y te ibas como si nunca me
otros muchachos ingenieros, les iba bien aunque la crisis, hubieras visto, como si yo no estuviera ahí sin saber cómo
claro. En el segundo cigarrillo Aníbal dejo caer la pregunta ponerme mientras me estabas mirando.
que le quemaba los labios.
—-Me acuerdo muy bien —dijo Sara. Me acuerdo tan
--¿Y tu marido? bien como vos, Aníbal.
Sara dejó salir el humo por la nariz, lo miro despacio en —Sí, pero no es lo mismo.
los ojos.
—Quién sabe si no es lo mismo. Vos no podías darte
—Bebe —dijo. cuenta entonces, pero yo había sentido que me querías de
No había ni amargura ni lástima, era una simple esa manera y que te hacía sufrir, y por eso yo tenía que
información y después otra vez Sara en Banfield antes de tratarte igual que a Doro. Eras un chico pero a veces me
todo eso, antes de la distancia y el olvido y el sueño de la daba tanta pena que fueras un chico, me parecía injusto,
noche anterior, exactamente como en el patio de la casa algo así. Si hubieras tenido cinco años más... Te lo voy a
de Doro y aceptándole el segundo güisqui como siempre decir porque ahora puedo y porque es justo, aquella tarde
casi sin hablar, dejándolo a él que siguiera, que le contara entré a propósito en el baño, no tenía ninguna necesidad
porque él tenía mucho más que contarle, los años habían de ir a ver si se estaban lavando, entré porque era una
estado tan llenos de cosas para él, ella era como si no manera de acabar con eso, de curarte de tu sueño, de que
hubiese vivido mucho y no valía la pena decir por qué. Tal te dieras cuenta que vos no podrías verme nunca así
vez porque acababa de decirlo con una sola palabra. mientras que yo tenía el derecho de mirarte por todos
lados como se mira a un chico. Por eso, Aníbal, para que
Imposible saber en que momento todo dejó de ser
te curaras de una vez y dejaras de mirarme como me
difícil, juego de preguntas y respuestas, Aníbal había
mirabas pensando que yo no lo sabía. Y ahora sí otro
tendido la mano sobre el mantel y la mano de Sara no
güisqui, ahora que los dos somos grandes.
rehuyó su peso, la dejo estar mientras él agachaba la
cabeza porque no podía mirarla en la cara, mientras le Del anochecer a la noche cerrada, por caminos de
hablaba a borbotones del patio de Doro, le contaba las palabras que iban y venían, de manos que se encontraban
noches en su cuarto, el termómetro, el llanto contra la un instante sobre el mantel antes de una risa y otros
almohada. Se lo decía con una voz lisa y monótona, cigarrillos, quedaría un viaje en taxi, algún lugar que ella o
amontonando momentos y episodios pero todo era lo él conocían, una habitación, todo como fundido en una
mismo, me enamoré tanto de vos, me enamoré tanto y no sola imagen instantánea resolviéndose en una blancura de
te lo podía decir, vos venías de noche y me cuidabas, vos sábanas y la casi inmediata, furiosa convulsión de los
eras la mamá joven que yo no tenía, vos me tomabas la cuerpos en un interminable encuentro, en las pausas rotas
temperatura y me acariciabas para que me durmiera, vos y rehechas y violadas y cada vez menos creíbles, en cada
nos dabas el café con leche en el patio, te acordás, vos nueva implosión que los cegaba y los sumía y los

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quemaba hasta el sopor, hasta la última brasa de los
cigarrillos del alba. Cuando apagué la lámpara de
escritorio y mire el fondo del vaso vacío, todo era todavía
pura negación de las nueve de la noche, de la fatiga a la
vuelta de otro día de trabajo. ¿Para qué seguir escribiendo
si las palabras llevaban ya una hora resbalando sobre esa
negación, tendiéndose en el papel como lo que eran,
meros dibujos privados de todo sostén? Hasta algún
momento habían corrido cabalgando la realidad,
llenándose de sol y verano, palabras patio de Banfield,
palabras Doro y juegos y zanjón, colmena rumorosa de
una memoria fiel. Sólo que al llegar a un tiempo que ya no
era ni Sara ni Banfield el recuento se había vuelto
cotidiano, presente utilitario sin recuerdos ni sueños, la
pura vida sin más y sin menos. Había querido seguir y que
también las palabras aceptaran seguir adelante hasta
llegar al hoy nuestro de cada día, a cualquiera de las
lentas jornadas en el estudio de ingeniería, pero entonces
me había acordado del sueño de la noche anterior, de ese
sueño de nuevo con Sara, de la vuelta de Sara desde tan
lejos y atrás, y no había podido quedarme en este
presente en el que una vez más saldría por la tarde del
estudio y me iría a beber una cerveza al café de la
esquina, las palabras habían vuelto a llenarse de vida y
aunque mentían, aunque nada era cierto, había seguido
escribiéndolas porque nombraban a Sara, a Sara viniendo
por la calle, tan hermoso seguir adelante aunque fuera
absurdo, escribir que había cruzado la calle con las
palabras que me llevarían a encontrar a Sara y dejarme
reconocer, la única manera de reunirme por fin con ella y
decirle la verdad, llegar hasta su mano y besarla, escuchar
su voz y verle el pelo azotándole los hombros, irme con
ella hacía una noche que las palabras irían llenando de
sábanas y caricias, pero cómo seguir ya, cómo empezar
desde esa noche una vida con Sara cuando ahí al lado se
oía la voz de Felisa que entraba con los chicos y venía a
decirme que la cena estaba pronta, que fuéramos
enseguida a comer porque ya era tarde y los chicos
querían ver al Pato Donald en la televisión de las diez y
veinte.

FIN

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ES QUE SOMOS MUY POBRES estar el puente. Allí nos estuvimos horas y horas sin
cansarnos viendo la cosa aquella. Después nos subimos
por la barranca, porque queríamos oír bien lo que decía la
Juan Rulfo gente, pues abajo, junto al río, hay un gran ruidazal y solo
se ven las bocas de muchos que se abren y se cierran y
Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió
como que quieren decir algo; pero no se oye nada. Por
mi tía Jacinta, y el sábado, cuando ya la habíamos
eso nos subimos por la barranca, donde también hay
enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó
gente mirando el río y contando los perjuicios que ha
a llover como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque
hecho. Allí fue donde supimos que el río se había llevado
toda la cosecha de cebada estaba asoleándose en el
a la serpentina, la vaca esa que era de mi hermana Tacha
solar. Y el aguacero llego de repente, en grandes olas de
porque mi papá se la había regalado para el día de su
agua, sin darnos tiempo ni siquiera a esconder aunque
cumpleaños y que tenía una oreja blanca y otra colorada y
fuera un manojo; lo único que pudimos hacer, todos los de
muy bonitos ojos.
mi casa, fue estarnos arrimados de bajo del tejabán,
viendo como el agua fría que caía del cielo quemaba No acabo de saber por qué se le ocurriría a la
aquella cebada amarilla tan recién cortada. serpentina pasar el río este, cuando sabía que no era el
mismo río que ella conocía de a diario. La serpentina
Y apenas ayer, cuando mi hermana Tacha acababa de
nunca fue tan atarantada. Lo más seguro es que ha de
cumplir doce años, supimos que la vaca que mi papá le
haber venido dormida para dejarse matar así nomás por
regalo para el día de su santo se la había llevado el río.
nomás. A mí muchas veces me tocó despertarla cuando le
El río comenzó a crecer hace tres noches, a eso de la abría la puerta del corral, porque si no, de su cuenta, allí
madrugada. Yo estaba muy dormido y, sin embargo, el se hubiera estado el día entero con los ojos cerrados, bien
estruendo que traía el río al arrastrarse me hizo despertar quieta y suspirando, como se oye suspirar a las vacas
en seguida y pegar el brinco de la cama con mi cobija en cuando duermen.
la mano, como si hubiera creído que se estaba
Y aquí ha de haber sucedido eso de que se durmió. Tal
derrumbando el techo de mi casa. Pero después me volví
vez se le ocurrió despertar al sentir que el agua pesada le
a dormir, porque reconocí el sonido del río y porque ese
golpeaba las costillas. Tal vez entonces se asustó y trató
sonido se fue haciendo igual hasta traerme otra vez el
de regresar; pero al volverse se encontró entreverada y
sueño.
acalambrada entre agua negra y dura como tierra
Cuando me levanté, la mañana estaba llena de corrediza. Tal vez bramó pidiendo que la ayudaran.
nublazones y parecía que había seguido lloviendo sin
Bramó como solo Dios sabe cómo.
parar. Se notaba en que el ruido del río era más fuerte y
se oía más cerca. Se olía, como se huele una quemazón, Yo le pregunté a un señor que vio cuando la arrastraba
el olor a podrido del agua revuelta. el río si no había visto también al becerrito que andaba
con ella. Pero el hombre dijo que no sabía si lo había
A la hora en que me fui a asomar, el río ya había
visto. Solo dijo que la vaca manchada pasó patas arriba
perdido sus orillas. Iba subiendo poco a poco por la calle
muy cerquita de donde él estaba y que allí dio una
real, y estaba metiéndose a toda prisa en la casa de esa
voltereta y luego no volvió a ver ni los cuernos ni las patas
mujer que le dicen la Tambora. El chapaleo del agua se
ni ninguna señal de vaca. Por el río rodaban muchos
oía al entrar por el corral y al salir en grandes chorros por
troncos de árboles con todo y raíces y él estaba muy
la puerta. La Tambora iba y venía caminando por lo que
ocupado en sacar leña, de modo que no podía fijarse si
era ya un pedazo de río, echando a la calle sus gallinas
eran animales o troncos los que arrastraba.
para que se fueran a esconder algún lugar donde no les
llegara la corriente. Nomás por eso, no sabemos si el becerro está vivo, o si
fue detrás de su madre río abajo. Sí así fue, que Dios los
Y por el otro lado, por donde está el recodo, el río se
ampare a los dos.
debía de haber llevado, quien sabe desde cuándo, el
tamarindo que estaba en el solar de mi tía Jacinta, porque La apuración que tienen en mi casa es lo que pueda
ahora ya no se ve ningún tamarindo. Era el único que suceder el día de mañana, ahora que mi hermana Tacha
había en el pueblo, y por eso nomás la gente se da cuenta se quedó sin nada. Porque mi papá con muchos trabajos
de que la creciente esta que vemos es la más grande de había conseguido a la serpentina, desde que era una
todas las que ha bajado el río en muchos años. vaquilla, para dársela a mi hermana, con el fin de que ella
tuviera un capitalito y no se fuera a ir de piruja como lo
Mi hermana y yo volvimos a ir por la tarde a mirar aquel
hicieron mis otras dos hermanas, las más grandes.
amontonadero de agua que cada vez se hace más espesa
y oscura y que pasa ya muy por encima de donde debe

7
Según mi papá, ellas se habían echado a perder porque Y Tacha llora al sentir que su vaca no volverá porque se
éramos muy pobres en mi casa y ellas eran muy la ha matado el río. Está aquí, a mi lado, con su vestido
retobadas. Desde chiquillas ya eran rezongonas. Y tan color de rosa, mirando el río desde la barranca y sin dejar
luego que crecieron les dio por andar con hombres de lo de llorar. Por su cara corren chorretes de agua sucia como
peor, que les enseñaron cosas malas. Ellas aprendieron si el río se hubiera metido dentro de ella.
pronto y entendían muy bien los chiflidos, cuando las Yo la abrazo tratando de consolarla, pero ella no
llamaban a altas horas de la noche. Después salían hasta entiende. Llora con más ganas. De su boca sale un ruido
de día. Iban cada rato por agua al río y a veces, cuando semejante al que se arrastra por las orillas del río, que la
uno menos se lo esperaba, allí estaban en el corral, hace temblar y sacudirse todita, y, mientras, la creciente
revolcándose en el suelo, todas encueradas y cada una sigue subiendo. El sabor a podrido que viene de allá
con un hombre encima. salpica la cara mojada de Tacha y los dos pechitos de ella
Entonces mi papá las corrió a las dos. Primero les se mueven de arriba abajo, sin parar, como si de repente
aguantó todo lo que pudo; pero más tarde ya no pudo comenzaran a hincharse para empezar a trabajar por su
aguantarlas más y les dio carrera para la calle. Ellas se perdición.
fueron para Ayutla o no se para dónde; pero andaban de
pirujas.
Por eso le entra la mortificación a mi papá, ahora por la
Tacha, que no quiere que vaya a resultar como sus otras
dos hermanas, al sentir que se quedó muy pobre viendo la
falta de su vaca, viendo que ya no va a tener con que
entretenerse mientras le da por crecer y pueda casarse
con un hombre bueno, que la pueda querer para siempre.
Y eso ahora va estar difícil. Con la vaca era distinto, pues
no hubiera faltado quien se hiciera él animo de casarse
con ella, solo por llevarse también aquella vaca tan bonita.
La única esperanza que nos queda es que el becerro
este todavía vivo. Ojala no se le haya ocurrido pasar el río
detrás de su madre. Porque sí así fue, mi hermana Tacha
está tantito así de retirado de hacerse piruja. Y mi mamá
no quiere.
Mi mamá no sabe por qué Dios la ha castigado tanto al
darle unas hijas de ese modo, cuando en su familia, desde
su abuela para acá, nunca ha habido gente mala. Todos
fueron criados en el temor de Dios y eran muy obedientes
y no le cometían irreverencias a nadie. Todos fueron por el
estilo. Quién sabe de dónde les vendría a ese par de hijas
suyas aquel mal ejemplo. Ella no se acuerda. Le da vuelta
a todos sus recuerdos y no ve claro donde estuvo su mal o
el pecado de nacerle una hija tras otra con la misma mala
costumbre. No se acuerda. Y cada vez que piensa en
ellas, llora y dice: “Que Dios las ampare a las dos.”
Pero mi papá alega que aquello ya no tiene remedio. La
peligrosa es la que queda aquí, la Tacha, que va como
palo de ocote crece y crece y que ya tiene unos
comienzos de senos que prometen ser como los de sus
hermanas: puntiagudos y altos y medio alborotados para
llamar la atención.
Sí –dice— le llenará los ojos a cualquiera donde quiera
que la vean. Y acabará mal; como que estoy viendo que
acabará mal.
Esa es la mortificación de mi papá.

8
MR. TAYLOR solo por el zumbar de las moscas acaloradas que
revoloteaban en torno haciéndose obscenamente el amor,
Augusto Monterroso Mr. Taylor contemplo con deleite durante un buen tiempo
Menos rara, aunque sin duda más ejemplar—dijo su curiosa adquisición. El mayor goce estético lo extraía
entonces el otro--, es la historia de Mr. Percy Taylor, de contar, uno por uno, los pelos de la barba y el bigote, y
cazador de cabezas en la selva amazónica. de ver de frente el par de ojillos entre irónicos que
Se sabe que en 1937 salió de Boston, Massachusetts, parecían sonreírle agradecidos por aquella diferencia.
en donde había pulido su espíritu hasta el extremo de no Hombre de vasta cultura, Mr. Taylor solía entregarse a la
tener un centavo. En 1944 aparece por primera vez en contemplación; pero esta vez enseguida se aburrió de sus
América del sur, en la región del Amazonas, conviviendo reflexiones filosóficas y dispuso obsequiar la cabeza a un
con los indígenas de una tribu cuyo nombre no hace falta tío suyo, Mr. Rolston, residente en Nueva York, quien
recordar. desde la más tierna infancia había revelado una fuerte
Por sus ojeras y su aspecto famélico pronto llego a ser inclinación por las manifestaciones culturales de los
conocido allí como “el gringo pobre”, y los niños de la pueblos hispanoamericanos.
escuela hasta lo señalaban con el dedo y le tiraban Pocos días después el tío de Mr. Taylor le pidió—previa
piedras cuando pasaba con su barba brillante bajo el indagación sobre el estado de su importante salud—que
dorado sol tropical. Pero esto no afligía la humilde por favor le complaciera con cinco más. Mr. Taylor accedió
condición de Mr. Taylor porque había leído en el primer gustoso al capricho de Mr. Rolston y —no se sabe de qué
tomo de las Obras Completas de William G. Knight que si modo— a vuelta de correo tenía “mucho agrado en
no se siente envidia de los ricos la pobreza no deshonra. satisfacer sus deseos”. Muy reconocido, Mr. Rolston le
En pocas semanas los naturales se acostumbraron a él solicitó otras diez. Mr. Taylor se sintió “holgadísimo de
y a su ropa extravagante. Además, como tenía los ojos poder servirlo”. Pero cuando pasado un mes aquel le rogó
azules y un vago acento extranjero, el presidente y el él envió de veinte, Mr. Taylor, hombre rudo y barbado pero
ministro de relaciones exteriores lo trataban con singular de refinada sensibilidad artística, tuvo el presentimiento de
respeto, temerosos de provocar incidentes que el hermano de su madre estaba haciendo negocio con
internacionales. ellas.

Tan pobre y mísero estaba, que cierto día se interno en Bueno, si lo quieren saber, así era. Con toda franqueza,
la selva en busca de hierbas para alimentarse. Había Mr. Rolston se lo dio a entender en una inspirada carta
caminado cosa de varios metros sin atreverse a volver el cuyos términos resueltamente comerciales hicieron vibrar
rostro, cuando por pura casualidad vio a través de la como nunca las cuerdas del sensible espíritu de Mr.
maleza dos ojos indígenas que lo observaban Taylor.
decididamente. Un largo estremecimiento recorrió la De inmediato concertaron una sociedad en la que Mr.
sensitiva espalda de Mr. Taylor. Pero Mr. Taylor, intrépido, Taylor se comprometía a obtener y remitir cabezas
arrostró el peligro y siguió su camino silbando como si humanas reducidas en escala industrial, en tanto que Mr.
nada hubiera visto. Rolston las vendería lo mejor que pudiera en su país.
De un salto (que no hay para que llamar felino) el nativo Los primeros días hubo algunas unas molestas
se le puso enfrente y exclamo: dificultades con ciertos tipos del lugar. Pero Mr. Taylor,
--Buy head? Money, money. que en Boston había logrado las mejores notas en su
ensayo sobre Joseph Henry Silliman, se reveló como
A pesar de que el inglés no podía ser peor, Mr. Taylor,
político y obtuvo de las autoridades no solo el permiso
algo indispuesto, saco en claro que el indígena le ofrecía
necesario para exportar, sino, además, una concesión
en venta una cabeza de hombre, curiosamente reducida,
exclusiva por noventa y nueve años. Escaso trabajo le
que traía en la mano.
costó convencer al guerrero ejecutivo y a los brujos
Es innecesario decir que Mr. Taylor no estaba en legislativos de que aquel paso patriótico enriquecería en
capacidad de comprarla; pero como aparentó no corto tiempo a la comunidad, y de que luego, luego
comprender, el indio sé sintió terriblemente disminuido por estarían todos los sedientos aborígenes en posibilidad de
no hablar bien el inglés, y se la regalo pidiéndole beber (cada vez que hicieran una pausa en la recolección
disculpas. de cabezas) de beber un refresco bien frío, cuya fórmula
Grande fue el regocijo con que Mr. Taylor regreso a su mágica el mismo proporcionaría.
choza. Esa noche, acostado boca arriba sobre la precaria Cuando los miembros de la cámara, después de un
estera de palma que le sirve de lecho, interrumpido tan breve pero luminoso esfuerzo intelectual, se dieron cuenta

9
de tales ventajas, sintieron hervir su amor a la patria y en en mano, que en realidad el calor no era para tanto, se le
tres días promulgaron un decreto exigiendo al pueblo que cobraba un pequeño impuesto y era pasado ahí mismo
acelerara la producción de cabezas reducidas. por las armas, correspondiendo la cabeza a la compañía
Contados meses más tarde, en el país de Mr. Taylor las y, justo decirlo, el tronco y las extremidades a los
cabezas alcanzaron aquella popularidad que todos dolientes.
recordamos. Al principio eran privilegio de las familias más La legislación sobre las enfermedades gano inmediata
pudientes; pero la democracia es la democracia y, nadie lo resonancia y fue muy comentada por el cuerpo
va a negar, en cuestión de semanas pudieron adquirirlas diplomático y por las cancillerías de potencias amigas.
hasta los mismos maestros de escuela. De acuerdo con su memorable legislación, a los
Un hogar sin su correspondiente cabeza teníase por un enfermos graves se les concedían veinticuatro horas para
hogar fracasado. Pronto vinieron los coleccionistas y, con poner en orden sus papeles y morirse; pero si en este
ellos, las contradicciones: poseer diecisiete cabezas llego tiempo tenían suerte y lograban contagiar a la familia,
a ser considerado de mal gusto; pero era distinguido tener obtenían tantos plazos de un mes como parientes fueran
once. Se vulgarizaron tanto que los verdaderos elegantes contaminados. Las víctimas de enfermedades leves y los
fueron perdiendo interés y ya solo por excepción adquirían simplemente indispuestos merecían el desprecio de la
alguna, si presentaba cualquier particularidad que la patria y, en la calle, cualquiera podía escupirles el rostro.
salvara de lo vulgar. Una, muy rara, con bigotes prusianos, Por primera vez en la historia fue reconocida la
que perteneciera en vida a un general bastante importancia de los médicos (hubo varios candidatos al
condecorado, fue obsequiada al instituto Danfeller, el que premio Nobel) que no curaban a nadie. Fallecer se
a su vez donó, como de rayo, tres y medio millones de convirtió en ejemplo del más exaltado patriotismo, no solo
dólares para impulsar el desenvolvimiento de aquella en el orden nacional, sino en él más glorioso, en el
manifestación cultural tan excitante, de los pueblos continental.
hispanoamericanos. Con el empuje que alcanzaron otras industrias
Mientras tanto, la tribu había progresado en tal forma subsidiarias (la de ataúdes, en primer término, que floreció
que ya contaba con una veredita alrededor del palacio con la asistencia técnica de la compañía) el país entro,
legislativo. Por esa veredita paseaban los domingos y el como se dice, en un periodo de gran auge económico.
día de la independencia los miembros del congreso, Este impulso fue particularmente comprobable en una
carraspeando, luciendo sus plumas, muy serios riéndose, nueva veredita florida, por la que paseaban, envueltas en
en las bicicletas que les había obsequiado la compañía. la melancolía de las doradas tardes de otoño, las señoras
Pero ¿qué quieren? No todos los tiempos son buenos. de los diputados, cuyas lindas cabecitas decían que sí,
Cuando menos lo esperaban se presentó la primera que sí, que todo estaba bien, cuando algún periodista
escasez de cabezas. solicitó, desde el otro lado, las saludaba sonriente
sacándose el sombrero.
Entonces comenzó lo más alegre de la fiesta. Las meras
defunciones resultaron ya insuficientes. El ministro de Al margen recordaré que uno de estos periodistas, quien
salud pública se sintió sincero, y una noche caliginosa, en cierta ocasión emitió un lluvioso estornudo que no pudo
con la luz apagada, después de acariciarle un ratito el justificar, fue acusado de extremista y llevado al paredón
pecho como por no dejar, le confesó a su mujer que se de fusilamiento. Solo después de su abnegado fin los
consideraba incapaz de elevar la mortalidad a un nivel académicos de la lengua reconocieron que ese periodista
grato a los intereses de la compañía, a lo que ella le era una de las más grandes cabezas del país; pero una
contestó que no se preocupara, que ya vería como todo vez reducida quedó tan bien que ni siquiera se notaba la
iba a salir bien, y que mejor se durmieran. diferencia.

Para compensar esa deficiencia administrativa fue ¿Y Mr. Taylor? Para este tiempo ya había sido
indispensable tomar medidas heroicas y se estableció la designado consejero particular del presidente
pena de muerte en forma rigurosa. constitucional. Ahora, y como ejemplo de lo que puede el
esfuerzo individual, contaba los miles por miles; mas esto
Los juristas se consultaron unos a otros y elevaron a la
no le quitaba el sueño porque había leído él último tomo
categoría de delito, penado con la horca o el fusilamiento,
de las Obras completas de William G. Knight que ser
según su gravedad, hasta la falta más nimia.
millonario no deshonra si no se desprecia a los pobres.
Simples, incluso, las equivocaciones pasaron a ser
Creo que con esta será la segunda vez que diga que no
hechos delictuosos. Ejemplo: si en una conversación
todos los tiempos son buenos.
banal, alguien, por puro descuido, decía “hace mucho
calor”, y posteriormente podía comprobársele, termómetro

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Dada la prosperidad del negocio llegó un momento en ruido lo hubiera llenado de terror) cuando al abrir un
que del vecindario solo iban quedando ya las autoridades paquete del correo se encontró con la cabecita de Mr.
y sus señoras y los periodistas y sus señoras. Sin mucho Taylor, que le sonreía desde lejos, desde el fiero
esfuerzo, el cerebro de Mr. Taylor discurrió que el único amazonas, con una sonrisa falsa de niño que parecía
remedio posible era fomentar la guerra con las tribus decir: “Perdón, perdón, no lo vuelvo hacer.”
vecinas.
¿Por qué no? El progreso.
Con la ayuda de unos cañoncitos, la primera tribu fue
limpiamente descabezada en escasos tres meses. Mr.
Taylor saboreó la gloria de extender sus dominios. Luego
vino la segunda; después la tercera y la cuarta y la quinta.
El progreso se extendió con tanta rapidez que llegó la hora
en que, por más esfuerzos que realizaron los técnicos, no
fue posible encontrar tribus vecinas a quienes hacer la
guerra.
Fue el principio del fin.
Las vereditas empezaron a languidecer. Solo de vez en
cuando se veía transitar por ellas a alguna señora, a algún
poeta laureado con su libro bajo el brazo. La maleza, de
nuevo, se apoderó de las dos, haciendo difícil y espinoso
el delicado paso de las damas. Con las cabezas,
escasearon las bicicletas y casi desaparecieron del todo
los alegres saludos optimistas.
El fabricante de ataúdes estaba más triste y fúnebre que
nunca. Y todos sentían como si acabaran de recordar de
un grato sueño, de ese sueño formidable en que tú te
encuentras una bolsa repleta de monedas de oro y la
pones de bajo de la almohada y sigues durmiendo y al día
siguiente muy temprano, al despertar, la buscas y te hallas
con el vacío.
Sin embargo, penosamente, el negocio seguía
sosteniéndose. Pero ya se dormía con dificultad, por el
temor a amanecer exportado.
En la patria de Mr. Taylor, por supuesto, la demanda
era cada vez mayor. Diariamente aparecían nuevos
inventos, pero en el fondo nadie creía en ellos y todos
exigían las cabecitas hispanoamericanas.
Fue para la última crisis. Mr. Rolston, desesperado,
pedía y pedía más cabezas. A pesar de que las acciones
de la compañía sufrieron un brusco descenso, Mr. Rolston
estaba convencido de que su sobrino haría algo que lo
sacara de aquella situación.
Los embarques, antes diarios, disminuyeron a uno por
mes, ya con cualquier cosa, con cabezas de niño,
señoras, de diputados.
De repente cesaron del todo.
Un viernes áspero y gris, de vuelta de la bolsa, aturdido
aun por la gritería y por el lamentable espectáculo de
pánico que daban sus amigos, Mr. Rolston se decidió a
saltar por la ventana ( en vez de usar el revólver, cuyo

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Me encanta Dios  ha hecho frente al ataque de los antibióticos con ¡bacterias
Jaime Sabines mutantes!
Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con
en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa sus soldaditos de plomo de carne y hueso, hace campos
la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta de flores o pinta el cielo de manera increíble.
definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco Mueve una mano y hace el mar, y mueve la otra y hace
cegatón y bastante torpe con las manos. el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros,
Nos ha enviado a algunos tipos excepcionales como quedan las nubes, pedazos de su aliento.
Buda, o Cristo, o Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, y
digan que nos portemos bien. Pero esto a él no le manda tormentas, caudales de fuego, vientos desatados,
preocupa mucho: nos conoce. Sabe que el pez grande se aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es
traga al chico, que la lagartija grande se traga a la mentira. Es la tierra que cambia —y se agita y crece—
pequeña, que el hombre se traga al hombre. Y por eso cuando Dios se aleja.
inventó la muerte: para que la vida -—no tú ni yo— la vi Dios siempre está de buen humor. Por eso es el
da, sea para siempre. preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más
Ahora los científicos salen con su teoría del Big Bang... cercano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito
Pero ¿qué importa si el universo se expande y la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el
interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para aroma más dulce, la noche insondable, el borboteo de luz,
agencias de viajes. el manantial que soy.
A mí me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias A mí me gusta, a mí me encanta Dios. Que Dios bendiga
y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas. a Dios.  
Y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que

Espero curarme de ti 


Jaime Sabines

Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de


fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible.
Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me
receto tiempo, abstinencia, soledad.

¿Te parece bien que te quiera nada más una semana?


No es mucho, mi es poco, es bastante. En una
semana se pueden reunir todas las palabras de amor
que se han pronunciado sobre la tierra y se les
puede prender fuego. Te voy a calentar con esa
hoguera del amor quemado. Y también el silencio.
Porque las mejores palabras del amor están entre dos
gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y


subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que
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te quiero cuando digo: "qué calor hace", "dame
agua", "¿sabes manejar?,"se hizo de noche"... Entre
las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he
dicho "ya es tarde", y tú sabías que decía "te
quiero".)

Una semana más para reunir todo el amor del


tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que tú
quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No
sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para
entender las cosas. Porque esto es muy parecido a
estar saliendo de un manicomio para entrar a un
panteón.  

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Los nadies
Eduardo Galeano

Sueñan las pulgas con comprarse un perro


Y sueñan los nadies con salir de pobres, que
algún mágico día llueva pronto la buena suerte,
que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena
suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana ni nunca,
ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por
mucho que los nadies la llamen y aunque les pique
la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho
o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la
Liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folclore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en
La crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

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