Está en la página 1de 12

Capítulo I1

LAS FUNCIONES DE LAS ENTREVISTAS PRELIMINARES

Cuando curiosamente te preguntaran, buscando saber qué es aquello,


no debes afirmar o negar nada.
Pues lo que quiera que sea afirmado no es la verdad,
Y lo que quiera que sea negado no es verdadero.
¿Cómo alguien podrá decir con certeza lo que Aquello pueda ser
Mientras que por sí mismo no haya comprendido plenamente lo que Es?
Y, luego de haberlo comprendido, ¿qué palabra debe ser enviada de una Región
Donde el carruaje de la palabra no encuentra una huella por donde pueda seguir?
Por lo tanto, a tus cuestionamientos ofréceles apenas el silencio,
Silencio - y un dedo apuntando el camino.
Verso budista

En su texto "El inicio del tratamiento". Freud declara tener la costumbre de practicar lo que llama de
tratamiento de ensayo: tratamiento psicoanalítico de una o dos semanas antes del comienzo del análisis
propiamente dicho. Esto serviría, según él, para evitar la interrupción de análisis luego de un cierto tiempo.
Freud no especifica, no obstante, por qué ese tratamiento se interrumpiría. Veremos más adelante que su
continuación está absolutamente relacionada con la cuestión de la transferencia.
En ese mismo texto, Freud anuncia que la primera meta del análisis es la de relacionar el paciente a su
tratamiento y a la persona del analista, siendo más explícito en relación a por lo menos tina función de ese
tratamiento de ensayó: la del establecimiento del diagnóstico y en particular la del diagnóstico diferencial
entre neurosis y psicosis.
La expresión entrevistas preliminares corresponde en Lacan al tratamiento de ensayo en Freud. Esta
expresión indica que existe un umbral, una puerta de entrada al análisis totalmente distinta a la puerta de
entrada del consultorio del analista. Se trata de un tiempo de trabajo previo al análisis propiamente dicho,
cuya entrada es concebida no como continuidad, sino -como el propio nombre tratamiento de ensayo parece
sugerir- como una discontinuidad, un corte en relación a lo que era anterior y preliminar. Este corte
corresponde a atravesar el umbral de los preliminares para entrar en el discurso analítico. Este preámbulo a
todo psicoanálisis es erigido por Lacan en posición de condición absoluta: "no hay entrada en análisis sin las
entrevistas preliminares". (1)
En la práctica comprendemos, sin embargo, que no siempre es posible demarcar nítidamente este
umbral de análisis. Esto ocurre porque tanto en las entrevistas preliminares como en el propio análisis lo que
está en juego es la asociación libre.
"Este ensayo preliminar", dice Freud, es propiamente el inicio de un análisis y debe adecuarse a sus
reglas. Se puede quizás hacer la distinción de que durante esta fase se deja al paciente hablar casi todo el
tiempo y no se explica nada más que lo absolutamente necesario para hacerlo proseguir en lo que está
diciendo. Tenemos, por lo tanto, la indicación de que, en ese momento, la tarea del analista es apenas la de
relanzar el discurso del analizante. Freud, entretanto, dirá que
"hay razones diagnósticas para hacer ese tratamiento de ensayo". Este es el momento en que, por
principio, la cuestión diagnóstica está en juego.
Las entrevistas preliminares tienen la misma estructura de análisis, pero son distintas de éste. Luego,
finalmente, la situación es colocada a nivel de una paradoja que puede ser escrita así:

EP=A  EP ≠ A

y que se lee: entrevistas preliminares son iguales al análisis, implicando que entrevistas preliminares
son diferentes del análisis. De esto se concluye que:
1 - La asociación libre mantiene la identificación de las entrevistas preliminares con el análisis (EP=A).
1
Tomado de Quinet. A., Las cuatro condiciones del análisis, Editorial Atuel, Buenos Aires, 1991, p. 17-48.
2 - Ese tiempo de diagnóstico hace que se distinga entrevistas preliminares de análisis (EP≠A).
El analista está sometido a esta paradoja, a partir de la cual decidirá si aceptará o no aquella
demanda de análisis. Desde el punto de vista del analista, las entrevistas preliminares pueden ser divididas
en dos tiempos: un tiempo de comprender y un momento de concluir, (2) en el cual él toma su decisión. El
acto psicoanalítico se sitúa en el momento de concluir, asumido por el analista, de transformar el
tratamiento de ensayo en análisis propiamente dicho.
En El diván ético (cap. II) veremos cómo el corte que implica ese pasaje es un acto que puede ser
significado al sujeto por la indicación del analista de que el analizante se acueste. Ese corte es la señal dada
por el analista al candidato a análisis, de que lo acepta en análisis. Indicación importante, pues el hecho de
recibir a alguien en su consultorio no significa que el analista lo haya aceptado en análisis. El sujeto sabe que
es candidato a analizante y se encuentra con la expectativa de que el analista que eligió confirme que también
lo eligió a él: para que el análisis se desencadene es necesario, además de la elección del candidato, la elección
por parte del analista. En la constitución de esta doble elección, el sujeto será impelido a elaborar su demanda
de análisis, lo que es verificado, como veremos en la práctica, como un factor de histerización ($  S1) en la
producción del síntoma analítico.
Podemos dividir en tres las funciones de las entrevistas preliminares, cuya distribución es lógica antes
que cronológica:
1 - La función sintomal (sinto-mal).
2 - La función diagnóstica.
3 - La función transferencial.

1 - LA FUNCION SINTOMAL (SINTO-MAL)

La demanda de análisis puede ser considerada en términos de su producción, siendo un producto de la


oferta del psicoanalista. "Conseguí, en suma, dice Lacan, lo que en el comercio común quisieran poder realizar
tan fácilmente: con la oferta, creé la demanda". (3) Hay una corriente de reflexión psicosociológica asolando
nuestros trópicos que se preocupa por las condiciones de creación de esa demanda por la difusión del
psicoanálisis. Esa orientación, al acentuar la dimensión de la oferta para denunciar una supuesta facticidad de
la difusión del psicoanálisis como una moda, lleva al desprecio y la desconsideración de la propia clínica
analítica, donde lo que importa es cómo la demanda se particularizará en un sujeto, que se presenta al
analista representado por su síntoma.
La demanda en análisis no debe ser aceptada en estado bruto, sino cuestionada. La respuesta de
un analista a alguien que llega con la demanda explícita de análisis no puede ser, por ejemplo, la de abrir
la agenda y proponer un horario y un contrato. Para Lacan sólo hay , una demanda verdadera para dar
inicio a un análisis: la de desprenderse de un síntoma. Para alguien que viene a pedir un análisis para
conocerse mejor, la respuesta de Lacan es clara: "yo lo despacho".(4) Lacan no considera ese "querer
conocerse mejor" como algo que tenga status de una demanda que merezca respuesta.
La demanda de análisis es correlativa a la elaboración del síntoma en tanto "síntoma analítico". Lo
que está en cuestión en esas entrevistas preliminares no es si el sujeto es analizable, si tiene un yo fuerte
o débil para soportar las asperezas del proceso analítico. La analizabilidad está en función del síntoma y
no del sujeto. La analizabilidad del síntoma no es un atributo o calificativo de éste, como algo que le fuese
propio: ella debe ser buscada para que el análisis se inicie y transformar el síntoma del cual el sujeto se
queja en síntoma analítico.
Ese sujeto puede presentarse al analista para quejarse de su síntoma y hasta pedir para
desprenderse de él, pero eso no basta. Es preciso que esa queja se transforme en una demanda dirigida al
analista y que el síntoma pase del estatuto de respuesta al estatuto de pregunta para el sujeto, para que
éste sea instigado a descifrarlo. En ese trabajo preliminar, el síntoma será cuestionado por el analista que
procurará saber a qué responde ese síntoma, qué goce viene a delimitar. Esa problemática puede ser
formulada en términos freudianos de la siguiente forma: ¿Qué hizo fracasar la represión y surgir el retorno de lo
reprimido para que fuese constituido el síntoma?
La deuda del Hombre de las Ratas, por ejemplo, se presenta como un síntoma que responde, para el
sujeto, a la emergencia de un goce que aparece cuando escucha el relato del cruel capitán acerca del suplicio de
las ratas. En torno de esto se establece toda la cuestión de la deuda y la imposibilidad de pagarla.
En el caso de un paciente que se presenta al analista con una idea obsesiva que lo hace sufrir, es
necesario que ese síntoma, que es un significado para el sujeto, readquiera su dimensión de significante, que
implique al sujeto y al deseo. El síntoma aparece corno un significado del Otro -s(A)-, está dirigido por la cadena
de significantes al analista, que está en el lugar del Otro -(A)-, y debe transformar ese síntoma en la pregunta que
Lacan denomina "¿Qué quieres?" (che vuoi?), pregunta llamada deseo. El deseo es, pues, una pregunta que cabe
al analista introducir en esa dimensión sintomal.
Che Vuoi?

s(A) (A)
______________________________________________

Para dar otro ejemplo, cito un caso descrito en un artículo de Marie-Hélène Brousse, titulado "El Destino
del Síntoma", donde vemos esos tiempos bien destacados. (5) Se trata de una mujer en cuya vida emergió un
goce, bajo forma de angustia, cuando fumó hachís por primera vez. Este goce estaba acompañado de una
sensación de muerte inminente, de caída y un grito: "Voy a morir, ¿ustedes no ven que voy a morir?". A partir
de entonces, esta mujer presentó un síntoma: ella iría a repetir esa caída con un nombre encontrado en el
saber médico: "espasmofilia". Se presentó al analista con ese síntoma ya establecido. A partir de ese
encuentro, el síntoma sería elevado al estatuto de enigma para luego desaparecer y volverse otro tipo de
síntoma, la depresión.
La constitución del síntoma analítico es correlativo al establecimiento de la transferencia que hace
emerger el sujeto supuesto saber, pivote de la transferencia. El momento en que el síntoma es transformado
en enigma es de histerización, ya que el síntoma representa ahí la división del sujeto ($). En tanto el síntoma
es parte de la vida del sujeto vida con la cual se acostumbró antes del encuentro con el analista- puede ser
considerado como un signo (o señal): aquello que representa alguna cosa para alguien. Cuando ese síntoma es
transformado en pregunta, aparece como la propia expresión de la división del sujeto. En el momento que el
síntoma encuentra la dirección correcta, el analista se torna síntoma propiamente analítico. Eso es lo que
Lacan quiere decir con la formulación "el analista completa el síntoma" -que corresponde al discurso de la
histérica-.

$  S1
a S2
impotencia

Con ese síntoma, el sujeto se dirige al analista con una pregunta -¿Qué quiere decir esto? ¿Qué
significa eso? Esta posición incluye un saber, pues supone que el analista detenta la verdad de su síntoma bajo
la forma de una producción: el sujeto histérico arrincona al amo (S1) para que produzca un saber (S2). Saber
sobre el goce que está en causa y que viene a mostrar la verdad escamoteada del síntoma. Maniobra
predestinada al fracaso debido a la impotencia del saber en dar cuenta de la verdad del goce (a),
constituvendo, entretanto, un lazo social por la propia definición de discurso para Lacan.
El enigma ($) es dirigido al analista (S 1), que es el supuesto detentor del saber: de esta forma el
analista es incluido en ese síntoma, completándolo. En las entrevistas preliminares se trata, por lo tanto,
de provocar la histerización del. sujeto, dado que el histérico es el nombre del sujeto dividido, o sea, el
propio inconsciente en ejercicio.(6)
2 - LA FUNCION DIAGNOSTICA

La cuestión del diagnóstico diferencial sólo se coloca en psicoanálisis como función de la dirección
de análisis: diagnóstico y análisis (en sentido de proceso analítico) se encuentran en una relación lógica,
llamada de implicación: D  A (si D entonces A). El diagnóstico sólo tiene sentido si sirve de orientación
para la conducción del análisis. Por lo tanto, el diagnóstico sólo puede ser buscado en el registro simbólico
donde son articuladas las preguntas fundamentales del sujeto (sobre el sexo, la muerte, la procreación, la
paternidad) en ocasión de la travesía del complejo de Edipo: la inscripción del Nombre del Padre en el
Otro del lenguaje tiene como efecto la producción de la significación fálica, permitiendo al sujeto
inscribirse en la división de los sexos.
A partir de lo simbólico puede hacerse el diagnóstico diferencial estructural por medio de los tres
modos de negación de Edipo -negación de la castración del Otro- correspondientes a las tres estructuras
clínicas. Un tipo de negación niega el elemento, pero lo conserva, manifestándose de dos maneras: en la
represión (Verdrängung) del neurótico que niega conservando el elemento en el inconsciente y en la
desmentida (Verleugnung) del perverso que lo niega conservándolo en el fetiche. La forclusión
(Verwerfung) del psicótico es un modo de negación que no deja trazo o vestigio alguno: ella no conserva,
arrasa. Los dos modos de negación que conservan implican la admisión del Edipo en lo simbólico, lo que
no sucede en la forclusión.
Cada modo de negación es concomitante a un tipo de retorno de lo que es negado. En la represión,
lo que es negado en lo simbólico retorna en lo simbólico bajo la forma de síntoma: el síntoma neurótico.
En la desmentida, lo que es negado es concomitantemente afirmado v retorna en lo simbólico bajo la
forma del fetiche del perverso. En la psicosis, lo que es negado en lo simbólico retorna en lo real. como
automatismo mental, cuya expresión más evidente es la alucinación. Como el retorno se da en lo real, es
decir, fuera de lo simbólico, se emplea el neologismo "forclusión" como versión del término francés
forclusión, utilizado en el ámbito jurídico para referirse a un proceso prescripto, o sea, aquel del que ya no
se puede más hablar porque legalmente no existe más. El término forclusión como forma de negación
indica por sí mismo ese lugar de retorno, la "inclusión" fuera de lo simbólico.

Estructura forma de lugar de fenómeno


clínica negación retorno
Neurosis Represión simbólico síntoma
(Verdrängung)
Perversión Desmentida simbólico fetiche
(Verleugnung)
Psicosis Forclusión ( real alucinación
Verwerfung)

¿Cómo se manifiesta ese diagnóstico diferencial estructural en la clínica,


En la neurosis, el complejo de Edipo, nos dice Freud, es víctima de un naufragio, que equivale a la
amnesia histérica. El neurótico no recuerda lo que sucedió en su infancia (amnesia infantil), pero la
estrutuctura edípica se hace presente en el síntoma. Un ejemplo es la idea obsesiva del Hombre de las Ratas,
formulada en la frase: "si veo una mujer desnuda, mi padre debe morir". La represión de la representación del
deseo de muerte del padre retorna en lo simbólico bajo la forma de síntoma: la idea obsesiva, expresada en
esa frase, denota su estructura edípica, o sea, la prohibición, conectada al padre, de ver una mujer desnuda. El
síntoma provee así un acceso a la organización simbólica que representa al sujeto.
En la perversión, hay, admisión de la castración en lo simbólico y concomitantemente un rechazo, una
desmentida. Ese mecanismo, así como los otros modos de negación, ocurre en función del sexo femenino: por
un lado, existe la inscripción de la ausencia del pene en la mujer, por lo tanto, de la diferencia sexual, por el
otro, esa inscripción es desmentida. El retorno de ese tipo de negación particular del perverso es cristalizada
en el fetiche, cuya determinación simbólica puede ser aprehendida a través de su estructura de lenguaje,
como se ve en el ejemplo con que Freud inicia su artículo "El Fetichismo". Lo curioso es que no recurre a los
fetichistas clásicos, a los que adoran pie, bombacha o cualquier otro objeto más próximo del sentido común.
Freud expone el caso de un paciente cuya condición de deseo está relacionada a un determinado "brillo en la
nariz" del otro. El análisis revelará un juego de palabras translingüístico que permite entender este enlace:
brillo, en alemán glanze, es homófono a glance que, en inglés, significa mirar. El secreto de ese fetiche residía
en el hecho de que este sujeto vivió los primeros años de su infancia en un país de lengua inglesa. Esta es la
pista de la constitución del fetiche que demuestra su determinación por las coordenadas simbólicas de la
historia del sujeto, denotando, como todo fetiche, el objeto pulsional en cuestión (la mirada).
En la psicosis, el significante retorna en lo real, apuntando la relación de exterioridad del sujeto con
el significante, como aparece de una forma general en los disturbios de lenguaje constatables por cualquier
clínico que se confronte con un psicótico: su paradigma son las voces alucinadas. Se encuentran también
intuiciones delirantes, en las cuales el sujeto atribuye una significación enigmática a un determinado
acontecimiento que no consigue explicar; ecos cíe pensamiento, donde el sujeto escucha sus pensamientos
repetidos, y puede atribuir a alguien esa resonancia: pensamientos impuestos, en los cuales el sujeto no
reconoce como suya la cadena de significantes, que adquiere una "autonomia" que refiere como obra de
otro. En suma, todo el cortejo que Clérambault llamó de automatismo mental. Son ideas no dialectizables,
que por no poder ser sometidas a dudas o cuestionamiento se imponen como bloques monolíticos, corno
certezas. La duda es característica del neurótico porque denota una división del sujeto, donde hay un sí y un
no. En la psicosis, la certeza -certeza delirante por excelencia- ya muestra, por lo tanto, un disturbio en el
lenguaje. Por otro lado, la forclusión del Nombre-del-Padre implica la "cerificación" del significante fálico
(NPo -> (o), teniendo como efecto la imposibilidad de situarse en la división de los sexos como hombre o
mujer, efecto que podrá manifestarse en una serie de fenómenos, que van desde la vivencia de castración
hasta la transformación en mujer.
Freud describe la función del diagnóstico en el texto "El inicio del tratamiento", con respecto al
análisis de psicóticos: "Sé que ciertos psiquiatras dudan menos que yo en hacer un diagnóstico diferencial,
pero pude convencerme que también ellos se engañan con frecuencia. Sin embargo, es preciso notar que,
para el psicoanalista, el error comporta más consecuencias deplorables que para dicho psiquiatra clínico
[...]. En un caso difícil en que el analista cometió tal error de orden práctico, provocando muchos gastos
inútiles, él pone en descrédito su método de tratamiento [...].Cuando el paciente no es acometid o por
histeria o neurosis obsesiva, sino por parafrenia, el médico se encuentra en la imposibilidad de sustentar
su promesa de cura y es por esto que tiene todo el interés en evitar un error de diagnóstico". En relación
a la cura, como efecto terapéutico esperado en un análisis, concordarnos con Lacan cuando dice que un
sujeto, como tal, es incurable (7): él no puede ser curado de su inconsciente. Por más análisis que se haga,
incluso atravesando la fantasía y llegando hasta el final, el inconsciente no va a dejar de manifestarse: el,
sujeto está barrado ($), como atestiguan la persistencia de los lapsus, sueños y chistes en los sujetos ya
analizados.
Entonces, ¿cuál es la promesa de cura que el psicoanalista no puede sostener en el caso de la
psicosis Sólo hay una respuesta a esa pregunta: el analista no puede prometer incluir al psicótico en la
norma fálica; no puede hacerlo "normal", incluirlo en la -norme mâle. La norma esta regida por el Edipo y
por el complejo cíe castración, cuyo producto es el significante fálico, prioridad para ambos sexos. La
forclusión del Nombre-del-Padre (NP) excluye al sujeto de la norma fálica (NPo --> (o), anulando
cualquier esperanza del analista de hacerlo bascular para el lado de la neurosis. No se puede, por lo tanto,
volver neurótico a un psicótico. He aquí lo que se puede deducir de la advertencia freudiana, confirmada
por la continuidad que Lacan dio a su enseñanza, así también como por la propia experiencia analítica. Si el
sujeto es psicótico, es importante que el analista lo sepa, pues la conducción del análisis no podrá tener
como referencia al Nombre-del-Padre o la castración. De ahí la importancia de detectar la estructura clínica
del sujeto en las entrevistas preliminares.
Otra manera de interpretar el texto freudiano es considerar que, para Freud, hay una contra-
indicación de psicoanálisis para psicóticos. En Lacan, hay algunas indicaciones que señalan como mínimo,
cierta prudencia. Sin embargo deja a cargo de cada analista la resolución de aceptar o no al psicótico en
análisis. "Sucede que aceptamos pre-psicóticos en análisis y sabemos en lo que eso va a dar: va a dar en
psicótico". (8) El análisis, como lugar de toma de la palabra, puede desencadenar una psicosis hasta
entonces no declarada. Encontramos, entre tanto, indicaciones de otro tipo. "La paranoia; quiero decir la
psicosis, es para Freud absolutamente fundamental. La psicosis es aquello delante de lo que un analista no
debe, en ningún caso, retroceder." (9) En esos casos, podemos interpretar que, frente a una psicosis ya
desencadenada, no habría por qué no acoger la demanda de análisis de ese sujeto. Lacan da otras
indicaciones sobre la estructura de la transferencia del psicótico que muestran que su posición no es la de
contra-indicación. (10)
En cuanto a la cuestión más general del diagnóstico, Lacan llega a decir: "Existen tipos de síntomas,
existe una clínica. Sólo que ella es anterior al discurso analítico y si el discurso analítico trae una luz a la
clínica, esto es seguro, pero no es cierto." (11) ¿Qué clínica existe antes del discurso analítico si no la
clínica psiquiátrica? Lacan recurre a ella sirviéndose, por ejemplo, del concepto de automatismo mental
para el diagnóstico psicoanalítico de la psicosis, que encuentra su fundamento en la lógica del significante.
La clínica a partir del discurso analítico es, por lo tanto, algo que debe ser construido. En esa
clínica, sólo hay un tipo clínico posible de ser afirmado, la histeria: "que los tipos clínicos resultan de la
estructura, ha aquí lo que puede escribirse, aunque no sin dudar. Sólo hay certeza y sólo es transmisible
para el discurso de la histeria." (12) La transmisibilidad en análisis siempre fue una preocupación para
Lacan. Es lo que aparece bajo la forma de materna, cuya etimología nos ind ica aquello que se aprende, o
que se enseña. El único tipo clínico transmisible a nivel de una conceptualización formal es la histeria. A
pesar de eso, Lacan nunca dejó, a lo largo de toda su enseñanza, de intentar situar los otros tipos clínicos
a partir de la experiencia analítica.
En las entrevistas preliminares es importante, en lo referente a la dirección del análisi s, traspasar
el plano de las estructuras clínicas (psicosis, neurosis, perversión) para llegar al plano de los tipos clínicos
(histeria - obsesión), aunque "no sin dudar", para que el analista pueda establecer la estrategia de la
dirección de análisis, sin la cual queda a la deriva.
La base de la estrategia del analista en la dirección del análisis se refiere a la transferencia, (13)
con la cual el diagnóstico debe estar correlacionado.
Dado que el analista será convocado a ocupar en la transferencia el lugar del Otro del sujeto a quien
son dirigidas sus demandas, es importante detectar en ese trabajo previo la modalidad de la relación del sujeto
con el Otro.
Para el obsesivo, el Otro goza, como lo ilustra en el caso del Hombre de las Ratas la figura del capitán
cruel que trae a escena, con su relato del suplicio de las ratas, un goce terrible y mortificador. Ese Otro del
obsesivo es patente en el personaje del Padre de la horda primitiva del mito de Totem i Tabú, que es, como dice
Lacan, un mito de obsesivo. Se trata de un Otro detentor de goce, que impide su acceso al sujeto. Es un Otro a
quien nada falta y que no debe, por lo tanto, desear: el obsesivo anula el deseo del Otro. Se instala en ese lugar
del Otro marcando su deseo por la imposibilidad. Trátase de un Otro que manda, legisla y lo vigila constante-
mente. La fantasía del obsesivo trae la marca del imposible desvanecimento del sujeto para escapar del Otro.
(14)
En la tentativa de dominar el goce del Otro para que éste no emerja, el obsesivo no sólo anula su deseo
sino también pretende llenar todas las lagunas con significantes para impedir ese goce: no para de pensar,
dudar, calcular, contar. M situar al Otro como amo y señor, el obsesivo acaba en la posición de esclavo,
trabajando y esforzándose en engañar al señor demostrando buenas intenciones manifestadas en su trabajo.
(15) Con todo, él mismo se engaña al creer que es "su trabajo que le debe dar acceso al goce". (16) El mito del
amo y del esclavo es para Lacan un mito de obsesivo.
Encontramos en la clínica del obsesivo la conjugación en el Otro de dos significantes: el padre y la
muerte, denotando la articulación de la ley con el asesinato del padre en la constitución de la deuda simbólica.
Esto aparece en los impases del obsesivo relativos a la paternidad, al dinero, al trabajo, a la justicia y a la
legalidad. Si el obsesivo es aquel que garantiza al Otro, siendo por lo tanto su fiador, (17) su deseo está
condicionado por el contrabando.
Para la histérica, el Otro es el Otro del deseo, marcado por la falta y por la impotencia para alcanzar el
goce, tal como demuestra el padre de Dora, cuyo deseo va a sostener con su síntoma de afonía (determinado
por la fantasía de fellatio) : $  a -> s (A).
La histérica confiere al Otro el lugar dominante: en la escena de seducción de su fantasía, en que figura el
encuentro con el sexo, ella no está presente como sujeto, sino como objeto: "No fui yo, fue el Otro". Eso aparece
en la clínica como una reivindicación al Otro, a quien, a diferencia del obsesivo, no debe nada: es el Otro quien le
debe. Si el obsesivo escamotea la inconsciencia del Otro suponiéndole el goce, para la histérica el Otro no tiene
falo. Si tampoco ella lo posee, debe asumir, entonces, la función de parecer ser el falo.
La histérica no es esclava; ella desenmarcara la función del señor haciendo huelga. Sin embargo, está
siempre en la búsqueda de un dueño, de un amo: inventa un amo, no para someterse a él, sino para reinar,
apuntando las fallas de su dominación y maestría (18). La histérica estimula el deseo del Otro y se hurta como
objeto: es lo que confiere a su deseo la marca de insatisfacción. (19)
Los tipos clínicos también se sitúan distintamente en cuanto al deseo que se estructura, no como una
respuesta sino como una pregunta inconsciente que se sitúa en el nivel de "¿Quién soy yo"?. Para el obsesivo, se
trata de una pregunta sobre la existencia (¿estoy vivo o muerto?); para la histérica, sobre el sexo (¿soy hombre
o mujer?) que es tomada por la cuestión -tanto para el hombre como para la mujer histérica- "¿qué es ser
mujer?" (20) Esta interrogación será hecha a partir de la otra mujer, como es el caso de la Sra. K para Dora v de
la vecina de la bella carnicera.
Freud basa su diagnóstico de Dora en la connotación de desplacer (en el caso, la repugnancia)
conferida al goce sexual. "Sin duda, consideraría histérica a una persona a quien una ocasión para excitación
sexual despertase sensaciones que fueran preponderantemente o exclusivamente desagradables, fuese o no
esta persona capaz de producir síntomas somáticos." (21)
Esa connotación del goce sexual, apuntada por Freud, de menos placer en la histérica y de más placer
en el obsesivo, se encuentra desde el manuscrito K de su correspondencia con Fliess, donde, con intención de
establecer la etiología de las neurosis, procura diferenciar histeria, neurosis obsesiva y paranoia a partir de la
modalidad del goce vivenciado en el primer encuentro con el sexo y de la vicisitud de la representación
vinculada a esa experiencia 22). Esa modalización del goce sexual en los tipos clínicos es un criterio diagnóstico
determinado por la fantasía fundamental que no debe ser dejada de lado en las entrevistas preliminares.

3 - LA FUNCION TRANSFERENCIAL

"En el comienzo del psicoanálisis está la transferencia", nos dice Lacan, y su pivote es el sujeto
supuesto saber.(23) El surgimiento del sujeto bajo transferencia es lo que da la señal de entrada en análisis y
ese sujeto es vinculado al saber. Es lo que comprendemos en la propia formulación de la regla de asociación
libre por Frau Emmy von N., cuando pide que Freud se calle: para ella hay un saber presente en sus propios
dichos.
La resolución de buscar un analista está vinculada a la hipótesis de que hay un saber en juego en el
síntoma o en aquello de lo que la persona quiere desprenderse. Es lo que Jacques-Alain Miller llama de pre-
interpretación hecha por el sujeto de su síntoma. (24)
El establecimiento de la transferencia es necesario para que un análisis se inicie: es lo que
denominamos la función transferencial de las entrevistas preliminares. Pero la transferencia no es
condicionada ó motivada por el analista. "Ella esta ahí, dice Lacan en la 'Proposición', por gracia del analizante.
No tenemos que darnos cuenta de lo que la condiciona. Aquí esta ella desde el inicio." La transferencia no es,
por lo tanto, una función del analista, sino del analizante. La función del analista es saber utilizarla.
La primera formulación de esa cuestión puede ser encontrada en el artículo de Lacan "Función y
campo de la palabra y del lenguaje", cuando habla de transferencia de saber. Se trata de una ilusión en la cual
el sujeto cree que su verdad se encuentra ya en el analista y que éste la conoce de antemano. Este "error
subjetivo" es inmanente a la entrada en análisis. La subjetividad en cuestión es correlativa a los efectos
constituyentes de la transferencia, que son distintos a los efectos ya constituidos antes de ese momento.
Esa subjetividad correlativa al saber como efecto constituyente de la transferencia es lo que Lacan
formulará como sujeto supuesto saber. "Cada vez, dice él en el Seminario XI, que para el sujeto esa función
del sujeto supuesto saber está encarnada por quien quiera que sea, analista o no, eso significa que la
transferencia va está establecida."
Si el analista presta su persona para encarnar ese sujeto supuesto saber, no debe identificarse con
esa posición de saber puesto que es un error, una equivocación. La posición del analista no es la de saber, ni
tampoco la de comprender al paciente, pues si hay , algo que debe saber es que la comunicación está basada
en el malentendido. Su posición, mucho más que la posición de saber, es una posición de ignorancia, no la
simple ignorancia ignara, sino la docta ignorancia Este es un término de Nicolau di Cusa (siglo XV) que es
definido como "un saber más elevado y que consiste en conocer sus límites". La docta ignorancia no sólo es
una invitación a la prudencia, sino también a la humildad., una invitación a precaverse contra lo que sería la
posición de un saber absoluto: contra la posición del analista de aceptar esa imputación de saber que el
analizante le hace. El saber está presupuesto a la función del analista.
El sujeto supuesto saber es definido por Lacan, en el inicio de su enseñanza, como "aquel que está
constituido por el analizarte en la figura de su analista", más tarde lo hará equivaler a Dios Padre (25)
Identificarse con esta posición es transformar el análisis en una práctica basada en una teoría (o una
teología) que no incluye la falta.
La disyunción de la función del sujeto supuesto saber - de la persona del analista va a aparecer de
forma patente en la formalización de Lacan de la entrada en análisis, formalización que está hecha con
el algoritmo de la transferencia. 26

S ---> Sq
s (S1, S2 , ... Sn)

Algoritmo, según la definición del Diccionario das matemáticas de A. Bouvier y M. George, es una
"referencia de reglas a ser aplicadas en un orden determinado a un número finito de datos, para llegar
con certeza a cierto resultado, independientemente de los datos. Un algoritmo no resuelve sólo un
problema, sino toda una clase de problemas, diferenciados por los datos y gobernados por las mismas
prescripciones". Algoritmo es, por lo tanto, una fórmula cualquiera.
El algoritmo de la transferencia es el materna de la entrada en. análisis; es la formalización que
está en resonancia con lo que Freud postula en la apertura del texto "El inicio del tratamiento", cuando
hace la famosa comparación del psicoanálisis con el juego de ajedrez: "Todo aquel que espera aprender
el noble juego de ajedrez en los libros, pronto descubrirá que solamente las aperturas y los finales de
los juegos admiten una presentación sistemática exhaustiva y que la infinita variedad de jugadas que se
desenvuelve después de la apertura desafía cualquier descripción de este tipo". Freud dirá entonces
que formulará algunas reglas para el inicio del tratamiento. Ese algoritmo de la transferencia es lo que
responde, en un esfuerzo de formalización, independiente (le las particularidades de cada uno, a la
propia estructura de la entrada en análisis.
La "S" del numerador de esa fracción es el llamado significante de la transferencia: un significante
del analizante se dirige a un significante cualquiera (Sq), que viene a representar al analista. Este
significante fabricado por el analizante será con el que elije a aquel analista: puede ser el nombre propio
o algún trazo particular. Esa elección del analista es formalizada por Latan como una articulación de dos
significantes que corresponden al establecimiento de la transferencia. El efecto de esa transferencia
significante es un sujeto, representado en la fórmula por s (significado), que est á correlacionado a los
significantes del saber inconsciente estos significantes S 1, S2... Sn, dispuestos en una cadena, que
representan un conjunto de significantes del saber inconsciente). La articulación del significante de la
transferencia con el significante cualquiera del analista "elegido" por el analizante tiene como efecto la
producción del sujeto: aquello que un significante representa para otro significante . Ese sujeto no
es real, es producido como significado (s) articulado a través de una suposición de saber inconsciente. Se
trata (le la institución del sujeto de la libre asociación inaugurada por la articulación significante ( S  Sq)
que es el propio sujeto del inconsciente representado en la fórmula de la fantasía ($ <> a). Es este sujeto
que será destituido al término de la relación transferencial: "la destitución subjetiva, dice Lacan, en la
'Proposición' está inscripta en el ticket de entrada". Ese sujeto supuesto saber, aquí representado por el
denominador, no es necesariamente impuesto el analista por el analizante. Lo que importa es la relación
que fue establecida por el analizante entre el analista y el sujeto supuesto saber.
"El sujeto supuesto saber, fundando los fenómenos de transferencia, no trae ninguna certeza al
analizante de que el analista sepa mucho ¡lejos de eso! El sujeto supuesto saber es perfectamente
compatible con el hecho de que sea concebible para el analizante que el saber del analista es bastante
dudoso." (27)
Evidentemente, en el inicio el analista nada sabe respecto del inconsciente del analizante. Eso está
mostrado claramente en el algoritmo en el cual ese significante cualquiera (Sq), que representa al
analista, no tiene relación con el saber inconsciente. Encontramos aquí formalizada la afirmación de Freud
de que todo paciente nuevo implica la constitución del propio psicoanálisis: el saber que se tiene sobre
otros casos no vale nada, no puede ser transpuesto para aquel caso. Cada caso es, por lo tanto, un nuevo
caso y como tal, debe ser abordado.
El algoritmo de la transferencia está construido a partir de otro algoritmo que se encuentra en su
base: el algoritmo saussuriano S/s, que implica el referente del signo lingüístico, esto es, aquello a lo que
el signo lingüístico se remite: el elemento del mundo que es designado por ese signo.
En el algoritmo de la transferencia, la significación del saber inconsciente corresponde al lugar del
referente en el signo saussuriano, sólo que aquí esa significación del saber es latente, sin dejar, sin
embargo, de ser referencial. Lacan articula ese saber del sujeto en su particularidad con el saber textual,
dado que el "psicoanálisis debe su consistencia a los textos de Freud". A través del algoritmo (le la
transferencia, Lacan vincula el psicoanálisis en. intensión al psicoanálisis en. extensión, pues apuesta en
la transmisión del saber particular por vía de su articulación con los textos de Freud.
¿Cuál el efecto del establecimiento de ese sujeto supuesto saber? Es el autor. Con el surgimiento
del amor se da la transformación de la demanda, una demanda transitiva (demanda de algo, como por
ejemplo, librarse de su síntoma) se vuelve demanda intransitiva (demanda de amor, de presencia va que
el amor demanda amor).
El amor es el efecto de la transferencia, pero efecto bajo aspecto cíe resistencia al deseo como
deseo del Otro. Frente al surgimiento del deseo, bajo la forma de pregunta, el analizante responde con
amor; cabe al analista hacer surgir en esa demanda la dimensión del deseo, que es también conectado al
establecimiento del sujeto supuesto saber. Este corresponde, condicionándolo, a un sujeto supuesto
desear. He aquí la articulación con la función sintomal, pues hacer aparecer la dimensión del deseo es
hacerlo surgir como deseo del Otro, llevando el síntoma a la categoría de enigma por la relación implícita
del deseo con el saber.
No basta la demanda de desprenderse de un síntoma; es preciso que éste aparezca al sujeto como
una cifra -por lo tanto, algo a ser decifrado- en la dinámica de la transferencia. por intermedio del sujeto
supuesto saber.
¿Qué quiere ese amor de transferencia? El quiere saber. Ahora, la propia transferencia es definida
por Lacan como el 'amor que se dirige al saber". No obstante, su finalidad, como la de todo amor, no es el
saber, sino el objeto causa del deseo. Ese objeto (el objeto a) es lo que confiere a la transferencia su
aspecto real: de real del sexo. Trátase aquí de la vertiente de la transferencia como la puesta en acto de la
realidad sexual del inconsciente. A la transferencia como repetición en que los significantes de la
demanda son dirigidos al Otro del Amor donde es colocado el analista, viene a contraponerse la
transferencia como un encuentro del orden de lo real del sexo. Es el objeto a que, al venir a obturar la
falta constitutiva del deseo, se vuelve ese objeto maravilloso del cual, para Alcebíades, Sócrates es el
continente: agalma ( a/-)
En el Seminario VIII, Lacan hace del Banquete de Platón el texto central sobre la transferencia,
Sócrates aparece como aquel que nunca pretendió saber nada, más allá de lo que dice respecto a Eros.(28)
Es por estar en el lugar del sujeto supuesto saber sobre el deseo que el discurso de Alcibíades se dirige a él.
La demanda dirigida al analista en posición de sujeto supuesto saber se presenta como demanda de
transferencia de saber. Esto es ilustrado en el inicio del Banquete, cuando Agatón se dirige a Sócrates que
está entrando: "Aquí, Sócrates! Reclínate a mi lado, a fin de que en tu contacto disfrute de la sabia idea que
se te ocurrió en frente de casa. Pues es evidente que la encontraste y que la tienes, pues no habrías
desistido antes." [175d]. A lo que Sócrates, despreciando irónicamente esa suposición de saber y apuntando
al engaño de una supuesta transferencia de saber, replica: "Sería bueno, Agatón, si de tal naturaleza fuese la
sabiduría, que del más lleno escurriese al más vacío, cuando uno al otro nos tocásemos, como el agua de los
vasos que por un hilo de lana se escurre del más lleno al más vacío. Si es también así la sabiduría, mucho
aprecio reclinarme a tu lado, pues creo que de ti seré acumulado por una vasta y bella sabiduría. La mía
sería un tanto ordinaria, dudosa como un sueño, en cuanto la tuya es brillante y muy desarrollada".
El discurso de Alcibíades, cuando éste compara a Sócrates con un sileno, ríos revela que la suposición
de saber es correlativa a la atribución al Otro de la transferencia del objeto precioso que causa el deseo.
Dice Alcibíades: "Afirmo entonces que él es muy semejante a esos silenos colocados en los talleres de los
orfebres, que los artistas representan con un pífano o una flauta, los cuales abiertos por el medio, se ve que
tienen en su interior estatuillas de dioses (agalmata theon)". Los silenos tienen dos acepciones: eran
divinidades del séquito de Dionísio figurados con cola y cascos de buey o de chivo y rostro humano
singularmente feo; eran también pequeños embalajes para ofrecer regalos, cajas de joyas. Más adelante, en
su discurso, Alcibíades vuelve a insistir en esa comparación, destacando lo que se encuentra en el interior
de Sócrates más allá de su (fea) apariencia: "Una vez, sin embargo, que Sócrates está serio y se abre, no sé si
alguien ya vio las estatuas (agalmata) allá adentro; yo por mi parte una vez las vi y tan divinas ellas me
parecieron, con tanto oro, con una belleza tan completa y tan extraordinaria que yo sólo tenía que hacer
inmediatamente lo que me mandase Sócrates." Son esos agalmata que Alcibíades quiere recibir bajo la
forma de saber cuando se encontró a solas con él "como si estuviese a mi alcance [...] oír todo lo que él
sabía" -esperanza sustentada en la equivalencia del sujeto supuesto saber con el sujeto supuesto desear-
'juzgando que él estaba interesado en mi belleza." [217d].
El establecimiento de la transferencia en el registro del saber a través de su suposición, es correlativo
a la delegación de un bien precioso que causa el deseo, causando, por lo tanto, la propia transferencia.
Para Lacan, hay una identidad entre el algoritmo de la transferencia (donde sólo aparecen
significantes) y lo que es connotado como agalma, en el Banquete de Platón. Si en la transferencia hay
presentificación de la realidad del inconsciente en cuanto sexual, es por causa de ese objeto maravilloso:
agalma.
El discurso de amor que Alcibíades dirige a Sócrates como aquel que contiene el objeto precioso de
su deseo, tiene como respuesta la salida de Sócrates de esa posición de deseable -Sócrates va a señalar,
para Alcibíades, que es Agatón el objeto de su deseo. Sócrates sabe que no tiene ese objeto p recioso y que
detenta su significación. Rechaza, sin embargo ese simulacro, diciéndose indigno del deseo de Alcibíades. En
relación a Sócrates, el analista debe asumir una posición diferente -el analista debe consagrarse al agalma-
la esencia del deseo. El analista debe estar dispuesto a pagar el precio de verse reducido, él y su nombre,
a un significante cualquiera, en nombre de ese agalma, en el cual Lacan reconoció el objeto a. como un
"plus-gozar en libertad y de consumo más corto". 29
El surgimiento de ese sujeto supuesto saber es correlativo al objeto a, del cual el analista, a
diferencia de Sócrates, debe "hacer semblante", provocando así la torsión de los términos de lo que era el
discurso histérico y haciendo que el candidato al análisis entre en el discurso analítico propiamente dicho.
El corte promovido por la entrada en análisis se da cuando hay un giro de los elementos y el sujeto pasa a
prodecir los significantes-amos (S1) de su sometimiento al Otro.
$  Si a -> _$
a S2 S2 S1

LA RECTIFICACION SUBJETIVA
En el tiempo preliminar al análisis propiamente dicho podemos incluir un tipo de interpretación del
analista, designado por Lacan como rectificación subjetiva. Al criticar los autores que tienen como meta
de análisis la relación con la realidad, o sea, el fin de análisis como adaptación a la realidad, llama la
atención sobre el hecho de que Freud proceda con el Hombre de las Ratas en sentido inverso: "O sea, él
comienza por introducir al paciente a un primer discernimiento (repérage) de su posición en lo real,
aunque éste acarree una precipitación, no dudamos en decir, una sistematización de síntomas." (30)
La rectificación subjetiva que Freud provoca en el Hombre de las Ratas, considerada por Lacan como
interpretación decisiva, se encuentra en la parte F, "La causa precipitadora de la enfermedad", cuando le dice
que el conflicto entre su proyecto de casarse con una joven pobre y el proyecto familiar de casarlo con una joven
rica, como el padre, es resuelto por la enfermedad: "cayendo enfermo evitará la tarea de resolverlo en la vida
real". Freud rectifica así el orden de las cosas modificadas por el sujeto, cuya neurosis impedía la decisión de la
elección entre su amor (liebe) por la dama y la voluntad (wille) del padre, mostrándole que ésta fue la solución
encontrada para no escoger y por lo tanto, no proceder. "En realidad, dice Freud, lo que parece ser la conse-
cuencia es la causa o el motivo de estar enfermo". Esta rectificación introduce la causalidad de la neurosis en la
no elección entre la joven rica y la joven pobre, apuntando a la división del sujeto. El comentario de Freud en esa
rectificación, de que "los resultados de una enfermedad de esa naturaleza nunca son involuntarios", promueve
todavía la responsabilización del sujeto en la elección de la neurosis. En la rectificación subjetiva hay, por lo
tanto, introducción de la dimensión ética -de la ética del psicoanálisis, que es la ética del deseo- como respuesta
a la patología del acto que la neurosis intenta solucionar, escamoteándola.
Otro ejemplo de rectificación subjetiva de Freud, calificado por Lacan como notorio, es "cuando obliga a
Dora a constatar que, de ese gran desorden del mundo de su padre cuyo daño es el objeto de su exclamación,
ella hizo más que participar, que ella se había constituido como la clavija de ese desorden y que éste no podría
haber continuado sin su condescendencia". Más adelante, Lacan continúa: "Subrayé hace mucho tiempo el
procedimiento hegeliano de esa inversión de las posiciones de la bella alma a la realidad que ella acusa. No se
trata de adaptarla a ésta, sino de mostrarle que está justamente adaptada de más, visto que colabora para su
fabricación."
Esa referencia concierne al texto "Intervención sobre la transferencia', de 1951, en el cual Lacan define a
la experiencia analítica a partir de la intersubjetividad -la "relación de sujeto a sujeto"- como experiencia
dialéctica, privilegiando el discurso en la medida en que es constituyente del sujeto gracias a la presencia del
analista, blanco de su direccionamiento.31 A partir de la dialéctica hegeliana, Lacan se dedica en el caso Dora a
destacar las estructuras donde se transmuta la verdad para el sujeto a través de "inversiones dialécticas". La
rectificación subjetiva corresponde a la primera inversión dialéctica operada por Freud. Dora se queja de ser
víctima del asedio del Sr. K. propiciado por la relación amorosa de su padre con la Sra. K., situación que es
presentada por ella como un hecho objetivo de la realidad, que Freud no puede modificar. La rectificación
subjetiva de Freud consiste en preguntar "¿cuál es su participación en el desorden del cual usted se queja?".
En la situación descripta por Dora, encontramos la afirmación de la situación deplorable en la cual está
incluida la negación implícita de que tenga cualquier partipación en la determinación de ese desorden, o sea,
negación de su posición subjetiva (de sujeto deseoso), presentándola como ipso facto y la negación de la
negación operada por Freud por intermedio de la rectificación subjetiva. Su efecto es la emergencia de la
participación de Dora en el asedio del Sr. K. y de su complicidad como propiciadora del romance del padre con la
Sra. K., develando la estructuración de su deseo.
A partir de esas intervenciones de Freud, podemos inferir dos vertientes de la rectificación subjetiva
según el tipo clínico.
Con el neurótico obsesivo, ella se sitúa en el plano de la rectificación de la causalidad, que se presenta
como consecuencia: su imposibilidad de actuar que es correlativa a su modalidad de sostener al deseo como
imposible. Esta correlación es ilustrada por otra rectificación de Freud al Hombre de las Ratas, en que supone
una interdicción del padre al amor del sujeto por la dama, haciendo surgir la dimensión del Otro como el padre
absoluto.
Con la histérica, la rectificación subjetiva apunta a la implicación del sujeto en su reivindicación dirigida al
Otro, haciéndolo pasar de la posición de víctima sacrificada a la de agente de la intriga de la cual se queja y que
sostiene su deseo en la insatisfacción. "Lo que debe efectuar el sujeto para desprenderse de su papel de la 'bella
alma es precisamente, dice Zizek, un tal sacrificio de sacrificio: no basta 'sacrificar todo', es preciso todavía
renunciar a la economía subjetiva en que el sacrificio trae el goce narcisista." (32)
En estas dos modalidades, se trata de introducir al sujeto en su responsabilidad en la elección de su
neurosis y en su sumisión al deseo como deseo del Otro. La rectificación subjetiva apunta a mostrar que allí
donde el sujeto no piensa, escoge; allí donde piensa, es determinado, introduciendo al sujeto en la dimensión
del Otro.
NOTAS:

1
Lacan J., “El saber del psicoanalista” (ciclo de conferencias inédito), 2 de diciembre de 1971.
2
ver capítulo III, "¿Qué tiempo para análisis?".
3
Lacan, J., Ecrits, Seuil, Paris, p. 617.
4
Lacan, J., "Conférences et entretiens dans les universités nord-américanes", Scilicet N' 6/7, Seuil, París, 1976, p. 33.
5
IRMA, Cónica Lacaniana, textos de la revista Ornicar? reunidos por Manuel Barros de Motta, Jorge Zahar Editor, 1989,
pp. 69-79.
6
Lacan, J., "Radiophonie", Scilicet n° 2/3, Seuil, París, 1970, p. 89.
7 Lacan, J. "Comptes rendus d'enseignements - l'Acte psychanalvtique" (1967-1968), Ornicar?n 29, París, Navarin, 1984, p.
18.
8. Lacan, J. Le Séminaire, Livre III (1955-1956), París, Seuil, 1981,p. 285.
9. Lacan, J., "Overture de la Section Clinique", Ornicar?, n° 9, Seuil, 1977, p. 12
10. Cf. Quinet, A., Clínica da Psicose, Fator, Salvador, 1990
11 Lacan, J., "Introduçao á ediçao alema de um primeiro volume dos Escritos" (Walter Verlag), Falo n` 1, Salvador, Fator,
1988, p. 10.
12 Ibid.
13 Lacan, J., Ecrits, p. 589.
14 Ibid. p. 315.
15 Ibid. p. 811.
16 Ibid, p. 824.
17 Ibid, p.633.
18 Lacan, J., Le Séminaire, lime XVII -L envers de la psychanalyse. Seuil, 1991, p. 150.
19 Lacan, J., Ecrits. p. 284.
20 Lacan, J., Le Sérninaire, livre III. Seuil, 1981, pp. 191-192 e 283.
21 Freud, S., "Fragmento de análise de um caso de histeria", ESB, vol. VII, p.26.
22 CE Freud, S., "Manuscrito K", ESB, vol. I.
23. Lacan, J., Proposition du 9 octobre de 1967 sur le psychanalyste de l'Ecole", Scilicet n° 1, Seuil, 1968, pp. 14-30.
24 Miller, J.-A. "Entrada em análise", Falo n° 2, Fator, 1988.
25. Lacan, J., "La méprise du sujet supposé savoir", Scilicel n° 1, Seuil, 1968, p.39.
26 Lacan, J., "Proposition", op. cit.
27 Lacan, J., "Le savoir du psychanalyste" (ciclo de conferencias inédito).
28. Platón
29 Lacan, J., "Radiophonie", Scilicet 2/_3, p. 89.
30 Lacan, J., Ecrits, p. 546.
31. Lacan, J., Ecrits, pp. 215-226.
32. Zizek, Z., Le plus sublime des hystériques Hegel passe, Point Hors Ligne, Paris, 1988, p. 107. Ed. bras.: O mais sublime dos
histéricos-Hegel com Lacan, Jorge Zahar Editor, Rio, 1991.

También podría gustarte