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ALFREDO

ORIGEN DE LA IDENTIFICACIÓN ÓSEA


Esta subdisciplina antropológica tiene su inicios hace más de un siglo, al rededor del S.
XIX, como muchas otras ciencias, sólo que esta se formuló a partir de la identificación de
restos humanos esqueletizados y en donde se tienen los primeros aportes es en Francia, con
el trabajo de Alphonse Bertillon y su antropometría, con la cual documentaba las
proporciones de un delincuente desde el punto criminológico y antropológico, sin embargo
es Paul Broca quien, gracias a sus estudios osteológicos, realizó aportes significativos en el
análisis del esqueleto humano dentro de la antropología física y la patología forense. La
creación de la Société d’anthropologie du Paris por el Profesor Paul Broca, tuvo gran
impacto tanto en Francia como en España, así mismo las publicaciones como el Précis de
Médicine Légale en el año de 1896 (en Baccino, 2009, pp.50) como de la torsión del hueso
y la morfología del cerebro por Broca en 1875, así como de Manouvrier (1982) acerca de la
edad microscópica de hueso adulto, son de los principales aportes al desarrollo de la
Antropología física (RODRIGUES CUENCA, 2014, pág. 15).
En España la influencia de Paul Broca es innegable, así mismo el desarrollo de la moderna
Medicina Legal, que estuvo influenciada por la antropología, es uno de los dos factores que
impulsaron la creación de esta disciplina forense en la mitad del S. XIX, con la presencia del
Dr. Pedro González Velasco y la creación en 1865 de la Sociedad Española de Antropología
(Prieto, 2009, pp. 56) a partir de la que se suscitaron más eventos relacionados, como el
Museo Antropológico de Madrid (1875) y la revista de Antropología Moderna (1883). El Dr.
Federico Olóriz Aguilera fue pieza importante el desarrollo de la disciplina y de igual modo
lo fueron Telésforo de Aranzadí y Luís de Hoyos Sáinz en el trabajo del análisis de la relación
entre el físico y la conducta criminal (Antropología Criminal), el establecimiento de la
identidad de delincuentes vivos para la policía y el establecimiento de la identidad de
cadáveres.
Otro personaje importante es Cesare Lombroso, Criminólogos italiano que desarrolló la
idea del criminal nato, asumiendo que la conducta criminal era resultado de un atavismo del
hombre salvaje, presente en los hombres de su tiempo y que además no podía deshacerse
(Lombroso, 1897). No obstante, ahora sabemos que eso no es así y que sus postulados no son
confiables.
En el Reino Unido la antropología forense tiene su presencia desde 1935 con el caso del
asesinato de la esposa del Dr. Buck Ruxton (Glasiter y Brash, 1937, En Cox, 2009, pp.31),
mientras que en Estados Unidos de América su aparición surge con el caso del asesinato del
Dr. Parkman en 1849, con la intervención del profesor Jeffries Wyman en antropología física,
pero es Thomas Dwight a quien T. D. Stewart considera como el padre de la antropología
forense, Dwight elaboró un ensayo en 1878 bajo el nombre de “The identification of human
skeleton. A Medico-Legal study”. En E.U.A. convergieron varios especialistas como George
A. Dorsey (1868-1931), H. H. Wilder (1864-1928), Paul Stevenson (1890-1971), Earnest
Hooton (1887-1954), Ales Hardlcka (1869-1943) quienes se destacaron por sus estudios en
Harvard, en el Smith College in Massachusetts y el Smtihsonian Institute en Washington.
Así mismo en la creación de la revista American Journal of Physical Anthropology en 1918 y
la American Asociation of Physical Anthropology (Ubelaker, 2009). Por su parte T.D.
Stewart continuó con los trabajos en lugar de Hardlcka y publicó su obra titulada Essentials
of Forensic Anthropology (1979). Douglas Ubelaker es uno de los herederos de esa
tradición, entre otros como William M. Bass, quien fue fundador de la primer Unidad de
Investigación Antropológica donde se investigan los procesos de putrefacción de varios
cadáveres donados y que actualmente forma una colección ósea muy importante para el
estudio tafonómico forense y de la antropología forense (RODRIGUES CUENCA, 2014,
pág. 20).
El trabajo de la antropología forense también se ha concentrado en la recuperación de
individuos en fosas masivas, como resultado de la búsqueda de identificación de soldados
caídos, tanto de las Guerras Mundiales como de otros eventos Bélicos en diferentes países
como España, Francia, Argentina, Guatemala, Chile, Perú, Colombia entre otros. El caso de
Sudamérica es particular ya que es en estos países es donde se gesta su intervención en torno
a la Violencia Política que se ejercía del Estado a la población civil, proceso por el cual se
fundaron organizaciones sin fines de lucro como el EPAF (Equipo Peruano de Antropología
Forense), la FAGF (Fundación de Antropología Forense de Guatemala), el EQUITAS
(Equipo Colombiano Interdisciplinario de Trabajo Forense y Asistencia Psicosocial), el
EAAF (Equipo Argentino de Antropología Forense) entre los cuales el Sr. Eric Stover y el
Dr. Clyde Snow, antropólogo norteamericano, fueron en buena medida colaboradores para
la creación de estas organizaciones no gubernamentales (Fondebrider, 2009) con la
participación de antropólogos y arqueólogos como Luís Fondebrider (EAAF), José Pablo
Baraybar (EPAF), José Suasnavar (FAFG) entre otros más y quienes participaron en
diversos casos de índole internacional como Testigos Expertos en los Balcanes, Bosnia, la
antigua Yugoslavia, Turquía, Irak, Angola, Croacia, así mismo se desempeñan como
consultores expertos forenses en casos actuales como en Somalilandia desde el 2012.
En otros países como Canadá, Australia, Indonesia, Italia, India, Sudáfrica entro otros
muchos más, la antropología forense y la arqueología forense ya tiene un terreno dentro de
las ciencias forenses en apoyo de las instituciones de justicia y de los Derechos Humanos
(DDHH) y del Derecho Internacional Humanitario (DIH).
A diferencia de esos contextos de Lesa Humanidad, en México la antropología forense se
ha establecido como una ciencia forense con mayor presencia desde por lo menos 15 años.
No obstante no siempre fue así, desde los primeros trabajos craneológicos de Francisco
Martínez Baca y Manuel Vergara-Lope (1892) bajo la perspectiva del bertilonaje,
antecedieron una serie de trabajos de investigación desde la antropología criminal
de diferentes colecciones de cráneos de reos como la del Museo Nacional (Romero, 1939)
entre otros trabajos de Marino Flores (1945), Felipe Montemayor (1945) Marino Flores y
Carlos Serrano (1964) y de Estrada López, Sergio López y Zaid Lagunas (1982), pero no es
sino hasta el año del 1971 cuando el jurista Javier Piña y Palacio junto con el Dr. Moreno
González realizaron el primer peritaje en torno a la identificación de restos óseos. El Dr.
Vargas Guadarrama, en colaboración con el Dr. Alba Rodríguez realizaron un artículo en
1973 acerca de “Métodos de superposición radiológica craneal con fines de investigación
identificativa” y a partir de esas fechas el Dr. Arturo Romano, antropólogo físico mexicano
destacado, fue consultor de diversos casos para la Procuraduría General de Justicia del
Distrito Federal en México, que entre otros colaboradores como Vargas Guadarrama, José
Antonio Pompa, el anatomista López Antúnez y el Médico Fernández Pérez realizaron
investigaciones en torno a la identificación de los restos óseos de algunos personajes de la
historia mexicana (Serrano, 2009; Valencia y Methadzovic, 2009; Lagunas y Reyes, 2009).
En México, la antropología forense tiene presencia formal con Antropólogos Físicos
laborando como Peritos en el Distrito Federal con Jesús Luy Quijada a quien se le considera
como discípulo del Dr. Romano, también Alberto Prado y José Luís Valencia, que desde
principios de los años ochenta forman parte activa de nuestra disciplina forense, mientras que
desde el ámbito académico el interés comienza bajo el nombre del Proyecto CARAMEX,
iniciativa de la Dra. María Villanueva, el Dr. Carlos Serrano, el A.F. Jesús Luy Quijada y el
Ing. Karl Link, para la creación de un software para compilar la variabilidad de la cara del
mexicano, en apoyo a la PGJDF.
Posteriormente, en la ENAH (Escuela Nacional de Antropología e Historia) el Dr. Edwin
Crespo, Antropólogo Forense de Puerto Rico, impartió en 1996 un curso acerca de
antropología forense, con lo cual surgen interés entre las antropólogas físicas Lorena
Valencia y Liliana Escorcia y el arqueólogo Carlos Jácome, quienes elaboran las primeras
tesis en antropología forense y arqueología forense, respectivamente para el año 2000, fecha
desde la cual se han desarrollado una serie de eventos como la celebración por parte del
Equipo de Bioarqueología de la DAF (Dirección de Antropología Física) del Instituto
Nacional de Antropología e Historia (INAH) en la elaboración de diplomados en
Antropología forense con la intervención del A.F. Arturo Talavera y el Arqlgo. Martín Rojas,
la creación en el 2004 del Laboratorio de Antropología forense en el Instituto de
Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (IIA-
UNAM) y de la Licenciatura en Ciencias Forenses en la UNAM, así como la inclusión de
antropólogos en la PGR. Actualmente estamos distribuidos ya en varios estados en diferentes
procuradurías y fiscalías como lo son Michoacán, Morelos, Estado de México, Tlaxcala,
Chihuahua, Jalisco, Guerrero y Tabasco entre otros (Velázquez y Villa , 2013), en los cuales
los colegas hemos recibido entrenamiento desde el 2011 por parte de expertos en la materia
como José Pablo Baraybar (EPAF), José Sauasnavar y Leonel Paíz (FAGF), bajo el auspicio
del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) con motivo del mejoramiento y
estandarización de procedimientos en arqueología forense y antropología forenses
(RODRIGUES CUENCA, 2014, pág. 25)

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA ANTROPOLOGÍA


El público ve la Antropología forense como disciplina moderna, y así es. Pero tiene una
larga historia en el desarrollo de la obra de antropólogos físicos fascinados por las
colecciones anatómicas de museos y universidades. Los antropólogos han insistido en
ofrecernos sus observaciones acerca de las diferencias esqueléticas, remitiendo escritos al
respecto a sociedades profesionales desde muchos decenios antes de que se considerara
siquiera la aplicación legal de su saber. Las primeras muestras de lo que llamamos
Antropología forense pueden atribuirse a unos pocos juristas envueltos en complicadas
batallas legales. Buscaron los conocimientos necesarios para ganar y se sirvieron de ellos en
los procesos en que estaban inmersos. Poco a poco, en el curso de los últimos ciento cincuenta
años, los antropólogos han respondido con investigaciones selectivas, al tiempo que hacían
acopio de datos sobre el funcionamiento de las leyes, el saber de otros científicos forenses y
las condiciones del entorno de los tribunales (RAMEY BRUNS, 2007, págs. 31-34).
El comienzo del estudio del esqueleto humano no tiene fecha; sí, en cambio, la primera
aplicación en un tribunal de justicia de la información obtenida al respecto: el juicio
Webster/Parkman, de 1850. Oliver Wendell Holmes y Jeffries Wyman, dos anatomistas de
Harvard, fueron instados a examinar unos restos humanos que se creía que correspondía a un
médico desaparecido, el doctor George Parkman. Un profesor de Química de Harvard, John
W. Webster, había sido acusado del delito de asesinato. Las pruebas eran sustanciales, incluso
antes de la intervención de los anatomistas. Webster debía dinero a Parkman; una cabeza
había sido quemada en un horno de aquél; pedazos de cuerpo habían sido hallados en su
laboratorio privado; y un dentista había identificado algunas prótesis dentales de la víctima
entre las cenizas. (La Odontología forense empezaba a dar, así, sus primeros pasos.) Holmes
y Webster testificaron que los restos hallados coincidían con la descripción de Parkman y
Webster fue ahorcado.
Mi caso favorito tuvo lugar unos años más tarde (1897) en Chicago. En esta ocasión el
testigo principal fue un antropólogo, George A. Dorsey, encargado del Museo Field de
Historia Natural. Dorsey fue llamado para examinar algunos fragmentos óseos extraídos del
sedimento de la cuba de desechos de una fábrica de embutidos. Louisa Luetgert, la mujer de
un fabricante de salchichas, había desaparecido y su marido había sido acusado de asesinato.
Las pruebas eran, de nuevo, sustanciales antes de la intervención del antropólogo. Adolph
mantenía relaciones con otra mujer; el matrimonio Luetgert había fracasado; Adolph tuvo
cerrada su fábrica durante varias semanas, pero antes había adquirido una gran cantidad de
potasio cáustico; había concedido permiso de ausencia al vigilante la noche de la
desaparición; y, lo que se juzgó definitivo, los anillos de Louisa habían aparecido en la cuba.
A Dorsey no le cupo sino demostrar que los huesos eran humanos, no porcinos. Y así lo hizo.
Adolph Luetgert fue condenado a cadena perpetua. Digamos de paso que éste es un buen
caso en apoyo de la importancia de aprender a reconocer fragmentos y otros «insignificantes»
residuos óseos.
T. Dale Stewart (1901-1997) llamó a Thomas Dwight (1843-1911) de la Universidad de
Harvard «Padre de la Antropología forense en Estados Unidos» basándose en parte en que
Dwight había escrito un celebrado ensayo sobre la identificación de un esqueleto humano en
1878. Dwight tal vez no fuera el primer actor en lo que ahora conocemos como Antropología
forense, pero sí en la publicación de observaciones al respecto.
Muchos antropólogos contribuyeron, a principios del siglo XX, al desarrollo de esta
disciplina, pero Wilton Marion Krogman (1902-1987) fue el primero en dirigirse
directamente a las instancias jurídicas con su «Guía para la identificación de material
esquelético humano», publicada en el FBI Law Enforcement Bulletin en 1939. A este trabajo
siguió «Labor del antropólogo físico en la identificación de restos humanos» (1943), las dos
obras con notable, aunque no extenso impacto. La mayoría de los investigadores seguía
remitiendo los restos humanos al médico. Recuerdo las palabras de J. Lawrence (Larry)
Angel (1915-1986), conservador de Antropología física en el Smithsonian Museum (1962-
1977), cuando me dijo que cuando el FBI recurrió a los antropólogos físicos del Smithsonian,
ése fue un gran día, y cerró su discurso con esta rotunda afirmación: «¡Si querían respuestas,
no tenían más que cruzar la calle con una caja de huesos!».
La Antropología forense es posible que naciera en Washington D.C. Poco cabe decir, no
obstante, del resto del país. A finales de la década de 1960, mi mentor William R. Maples
eligió The Human Skeleton in Forensic Medicine, de Wilton Krogman (1962), como texto
fundamental de sus clases de Osteología. Entonces Maples seguía estudiando a los monos
zambo y las referencias de Krogman a los «casos medicolegales» eran curiosidades, más que
sólida realidad. Krogman ni siquiera hizo uso del término Antropología forense, pero escribió
que su objetivo era «familiarizar a las instituciones legales del mundo con el mensaje de los
huesos y de qué forma lo impartían». Seguía buscando pistas, pero no lograba dar con la
diana.
La Antropología forense empezó a evolucionar al fin como disciplina establecida hacia
los años setenta. T. Dale Stewart editó una publicación del Smithsonian, Personal
Identificaction in Mass Disasters (1970), a la que siguió la de William M. Bass, Human
Osteology: a Laboratory and Field Manual (1971) como primer texto con carácter práctico.
Varios antropólogos físicos habían empezado a acudir por entonces a las reuniones de la
Academia Americana de Ciencias Forenses y no tardaron en darse cuenta de que podían
congregar a un número suficiente de colegas para formar una sección propia en dicha
Academia, así que un buen día se reunieron en una habitación de hotel y con un teléfono a
mano iniciaron su campaña. Así, catorce entusiastas crearon la Sección de Antropología
física en 1972 y los hubo, quizás algo más atrevidos, que empezaron a autodenominarse
antropólogos «forenses», más que «físicos». Hacia finales de la década de 1970, T. Dale
Stewart publicó Essentials of Forensic Anthropology (1979, el primer libro de texto con el
término «Antropología forense» explícito en el título.
Por entonces, la Antropología forense ni siquiera constituía una modalidad de estudio de
prelicenciatura y por tanto, no existía como especialidad aceptada. Los futuros antropólogos
forenses se centraban en la vertiente física de la disciplina y escribían tesis con aplicaciones
forenses. La licenciatura en «Antropología forense» apareció a finales de la década de 1980
y se estableció gradualmente en la de los noventa. Como título profesional, es aún más
reciente.
El desarrollo de la Antropología forense en el mundo no académico ofrece aspectos
ciertamente interesantes. Empezó cuando unos pocos departamentos de Antropología
comenzaron a enviar a algunos de sus especialistas a diferentes partes del mundo, aun sin
empleo fijo. Éstos podían optar entre acudir a una universidad o museo, cual hicieran sus
mentores, pero eso no era lo que buscaban. Sólo unos pocos obtuvieron trabajos a tenor de
sus conocimientos. Los más aceptaron ocupaciones que les permitían, sin sueldo muchas
veces, vérselas con casos en los que el esqueleto tenía un papel esencial. Poco a poco fueron
siendo contratados por organismos o instituciones que valoraban su experiencia específica y
así fueron abandonando sus empleos originales. Entonces su ausencia se hizo notar, su
contribución se echó en falta y, en consecuencia, sus sustitutos fueron retribuidos
apropiadamente. Ha tardado en llegar, pero hoy los antropólogos forenses son contratados
por organismos estatales, nacionales e internacionales en todo el mundo.
Puede obtenerse mucha información sobre la historia de la Antropología forense en los
escritos de Stewart (1979), Snow (1982), Joyce y Stover (1991), Ubelaker y Scammell (1992)
y Maples y Browning (1994).

MARIELA
DISCIPLINAS AUXILIARES DE LA ANTROPOLOGÍA FORENSE

ARQUEOLOGÍA FORENSE
Esta es una rama de la Arqueología, con técnicas ligeramente modificadas, en la
arqueología forense su campo de aplicación es donde se encuentra uno o varios esqueletos,
que se posiblemente han sido muertos por presuntos hechos delictivos, así como también en
las exhumaciones (MAYORGA SILVESTRE, 2015, pág. 35).
Cuando se hallan cadáveres en estados de putrefacción el arqueólogo forense puede
auxiliar al criminalista, ya que el arqueólogo cuenta con los conocimientos necesarios para
manejar este tipo de situaciones.
El objetivo de la arqueología forense es construir la conducta criminal y recuperar
evidencia asociada al hecho presuntamente delictivo.1
Los arqueólogos pueden estudiar diversidad de escenas, lugares y terrenos donde se
encuentran restos óseos. Las escenas más comunes que estudia un arqueólogo son:
Objetos pequeños personales de la víctima: Estos objetos a veces han sido enterrados, los
cuales pueden ser de utilidad para corroborar una hipótesis creada por el criminalista. Estos
pueden ser: armas, teléfonos, dinero, carteras, etc.
Tumbas y lugares donde han sido enterradas las víctimas: La Arqueología trata de analizar
estos lugares donde hayan sido enterrados cuerpos, por su victimario o por familiares que no
dieron a conocer los hechos.
Enajenaciones de la superficie corporal en victimas recientes sepultadas: En casos de
victimas que han quedado sepultadas bajo escombros, arboles, basura y bajo cualquier otro
objeto, mayormente se da en desastres naturales.
Fosas comunes: Generalmente estos casos donde las personas han sido enterrados en fosas
comunes se relacionan con guerras, aquí el principal objetivo de la Arqueología forense es
encontrar a victimas las cuales puedan ser reconocidas y reclamadas por sus familiares
sobrevivientes a los ataques del conflicto armado.
Cementerios clandestinos: También asociados con el conflicto armado, ya que son
situados donde se descubren enterrados uno o más cadáveres asesinados y que sus propios
victimarios sepultaron, para no ser descubiertos e incluso algunos de los familiares los
sepultaron ahí por temor, pero ya nunca recuperaron sus cadáveres.
Existen algunas disciplinas que puede auxiliar a la Arqueología forense al momento de su
actuación como lo es la entomología forense y botánica forense las cuales se encargan del
estudio de la fauna y flora encontrada alrededor o en la zona de enterramiento, lo que puede
aportar conocimientos y técnicas para la reconstrucción de los hechos y así esclarecer con
mayor detalles lo ocurrido2.

ANTROPOLOGIA CULTURAL FORENSE


Esta rama se encarga de unir al antropólogo y al psicólogo forense para determinar la
conducta del victimario y que evidencias dejo en el lugar de los hechos y la razón de ello.
Está relacionada con la criminología, ya que trata de determinar la personalidad del
delincuente, así como establecer por qué delinque, asimismo poder ayudarlo en la
reeducación y readaptación social (MAYORGA SILVESTRE, 2015, pág. 36).

1
Asociacion Latinoamericana de Antropología Forense.(s.f.).Arqueologia Forense
2
Timms, F. Roxana (1992). Principios de Arqueología Forense. Costa Rica: UVED
También con puede asistir a los psicólogos en las reuniones y terapias que se les brindan
a las víctimas para que se integre nuevamente a la sociedad.
Ejerce sus funciones basado en un equipo de trabajo formado por especialistas en
diferentes disciplinas antropológicas, esto permite tener varios puntos de vista diferentes,
pero con los mismos objetivos, así poder alcanzar conclusiones mucho más acertadas3.
En Guatemala no se cuenta con el uso de esta ciencia, pero vendría a ser una herramienta
verdaderamente importante, ya que, si se tuviera conocimientos sobre esta disciplina en los
cuerpos de lo Policía Nacional Civil, así como también los investigadores del Ministerio
Publico, sería mucho más fácil obtener respuestas y soluciones prontas del actuar de los
victimarios en los diferentes hechos delictivos que se ven a diario.

PROCESO DE LA MUERTE

MUERTE RELATIVA
Este plazo se concreta cuando cesan las funciones vitales, principalmente cuando se dejan
de realizar las actividades del corazón y los pulmones, al mencionar el cese de estas funciones
podemos notar que muchas personas mueren a causa de paros respiratorios o cardiacos, pero
muchas veces estas muertes no son finales ya que muchos de ellos reviven después de algunos
minutos incluso hasta horas después de ser diagnosticado como muertos.4

MUERTE INTERMEDIA
Esta se da cuando desaparece la persona, en cuanto a integridad personal. Sabiendo que
la persona es un organismo compuesto por una gran cantidad de tejidos y células, que
biológicamente no mueren con el individuo sino que van muriendo por pasos o ciclos5.

MUERTE ABSOLUTA
La actividad vital de algunos tejidos continúa un tiempo después del fallecimiento de la
persona hasta que llega a un cese total de todas las funciones, ya no solo vitales sino de todos
los organismos y células que componen el cuerpo humano (MAYORGA SILVESTRE, 2015,
págs. 37-38).

3
Harris,M(1999).Antropología Cultural
4
Marti Lloret, J.B.(s.f.). Cuestiones medico legales a las inhumaciones, cuadernos de ciencias médicas.
5
Garrido, A. (2008). anatomia del crimen

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