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Las tarjetas de crédito se están volviendo tan comunes como el peine o el cepillo
de dientes. Muy pocos osan no poseer alguna y cada vez es más fácil acceder a
ellas. Encima, a partir de la convertibilidad, los argentinos hemos venido
tomándole el gusto a comprar a crédito "con la tarjeta", como desde hace décadas
se viene haciendo en el Primer Mundo. Pero a medida que aumentan los usuarios
del plástico mágico, el mercado comienza a saturarse y es necesario aguzar el
ingenio marketinero para poder competir con éxito.
Así es como en Estados Unidos, con 272 millones de tarjetas Visa y MasterCard
en uso, las empresas emisoras buscan caminos alternativos para captar más
usuarios.
A más de treinta años de su creación, se está dando un nuevo perfil a las tarjetas
de crédito, que fueron el símbolo del consumo desenfrenado de la década del '80,
para convertirlas en una herramienta del ahorro.
"Gane un cinco por ciento sobre las compras que realiza con su MasterCard.
Comience hoy, cualquier otra tarjeta de crédito que lleve en el bolsillo ya es
historia", proclama con audacia un folleto de la tarjeta GM (General Motors). La
tarjeta Universal de AT&T intenta seducir a los compradores de la siguiente
manera: "Un nuevo programa de beneficios que le permite hacer llamadas, alquilar
videos, obtener pasajes aéreos gratis y mucho más".
Las asociaciones están dando origen a tarjetas unidas a marcas conocidas, como
es el caso de la tarjeta GM, emitida por el Household Bank y la MasterCard Shell,
emitida por el Chemical Bank (que le permite cargar combustible gratis), que
funcionan como cualquier otra tarjeta pero, además, recompensan a los buenos
clientes con descuentos en los productos o servicios que ofrece la marca
asociada.
Para comprender por qué esta asociación es tan atractiva, pensemos en la forma
en la que se comercializan los copos de cereal en los Estados Unidos. Hace
tiempo había sólo unas pocas marcas; ahora hay miles de variedades y todas
apelan a un segmento diferente del mercado. Al unirse a un socio que aporte una
marca, las tarjetas de crédito, al igual que los cereales, se rediseñan y
reposicionan para atraer a un sector determinado. El mensaje es especialmente
preciso porque apunta a consumidores que tienen un interés específico en
determinado producto. La promesa de que el uso de la tarjeta traerá mayores
recompensas y ahorro apela al deseo elemental del hombre de conseguir algo por
nada.
Lo que es aun mejor es que estas tarjetas pueden ser rentables. "El volumen de
las operaciones de las tarjetas asociadas a una marca es significativamente mayor
que el de las tarjetas de crédito comunes", dice Stephen J. Bartell, vicepresidente
de marketing asociado y afines de MasterCard International. Y afirma, a modo de
ejemplo: "Las tarjetas destinadas al viajero frecuente pueden superar 10 veces en
volumen a las tarjetas comunes".
Cambiando la historia
Este nuevo sistema también proporciona información que permite que las
empresas puedan acercarse al cliente. Las tarjetas asociadas son máquinas
generadoras de información porque, además de servir a los fines de una tarjeta de
crédito tradicional, ofrecen a la empresa que aporta la marca una descripción
detallada de los patrones generales de consumo de cada cliente. Como una
especie de espía electrónico en territorio enemigo, el sistema brinda a la compañía
una especie de servicio de inteligencia en el área de marketing no sólo aplicable a
su propio negocio sino a todos aquellos sectores en los que los clientes utilicen
sus tarjetas, incluyendo a la competencia. Auriemma señala: "El sistema nos
informa, por ejemplo, con qué frecuencia el cliente compra en Texaco, Mobil o
Sunoco, en Macy's o Bloomingdale's".
Para los usuarios que buscan el mejor precio en tarjetas de crédito, esto es sin
duda una excelente noticia. Para quienes las comercializan, significa afinar el lápiz
y desarrollar la creatividad. Aparentemente aún no se ha visto nada.
Para quienes deseen beneficiarse con este tipo de marketing, he aquí algunas
sugerencias para desarrollar relaciones duraderas con los clientes, basadas en la
experiencia recogida con la asociación.
Grande fue la sorpresa del Chemical Bank cuando descubrió que los colores del
diseño de la tarjeta son importantes para los usuarios. "Los clientes nos dijeron
que el aspecto del plástico ejercía una cierta influencia sobre su deseo de usarla
tanto para cargar nafta como para cenar en un restaurante elegante. Esa es la
razón por la que nuestra tarjeta tiene el aspecto que hoy todos conocen (el diseño
de la tarjeta Shell presenta un caracol de mar sobre un fondo de color arena)",
dice DiSimone. "También aprendimos que, para los usuarios, las compras de
combustible no son iguales a las adquisiciones que se meditan o pagan
rápidamente. Nuestro servicio ofrece una recompensa en combustible para evitar
los costos de los intereses propios de este tipo de transacciones."
Zebeck formula la siguiente pregunta: "¿Se gana dinero como tarjeta de crédito
solamente? No sé. Pero, si usted suma las ganancias, queda un enorme margen
sobre la compra de un auto de 20.000 dólares como para subsidiar a una gran
cantidad de tarjetas, con la condición, por supuesto, de que usted tenga un
producto muy atractivo y de que no despilfarre ese margen".