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o 140,
págs. 653-745, ISSN: 0034-849
RLit, 2008, julio-diciembre, vol. LXX, n.o 140, 653-745, ISSN: 0034-849X
RESEÑAS DE LIBROS 657
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He aquí lo que hay –me parece– detrás dón o José Luis García Barrientos, pongo
de la decisión que expresa el manual al por caso. Especialmente lúcido me parece
respecto: «nos interesa sobre todo tomar el hecho de acoger la hipótesis fundante
nota de la importancia atribuida a la dimen- que el último de los autores evocados aco-
sión enunciativa, que llega a ser un elemen- mete en su Drama y tiempo: «las bases de
to básico para la definición de la poesía una Dramatología entendida como teoría
desde una cierta perspectiva y, cuando me- del modo de representación teatral; tarea
nos, invita a prestarle la atención que me- que cabe concebir como el intento de de-
rece en la crítica de esta forma literaria. sarrollar uno de los aspectos menos aten-
Porque lo que parece fuera de cualquier didos (y con mayor desdén) por Aristóte-
duda es su rendimiento histórico, así como les en su Poética: el del ‘modo de imita-
su importancia para entender su funciona- ción’ que consiste en presentar a todos los
miento literario y buena parte de los pre- imitados como operantes y actuantes, es
supuestos teóricos que la definen». decir, el modo de la actuación teatral. La
Es en el marco de las situaciones enun- poética contemporánea ha dedicado una
ciativas del poema como se aborda en este atención incomparablemente mayor al es-
libro los factores modales, el carácter de la tudio del otro «modo» aristotélico, el que
comunicación poética, y la figuración. No consiste en narrar lo imitado, de forma que
se descuida, empero, el estudio de la mo- la «narratología» es en la actualidad una
dalidad fragmentaria del discurso poético. [disciplina plenamente constituida, Contri-
En este contexto se acoge la tesis de buir a la constitución de una] teoría del
Joseph Frank sobre el fragmentarismo que, modo dramático, precisamente en cuanto
según él, «funcionaría como una incitación distinto del modo narrativo, es la empresa
a la recepción activa en la medida en que que me propongo llevar a cabo». (Entre
invitaría a los lectores a establecer víncu- corchetes el fragmento omitido en la tras-
los de significación entre ‘grupos de pala- cripción de la cita de García Barrientos,
bra inconexos’. Estos grupos, que algunos errata que, por cierto, para el lector inad-
teóricos del hipertexto han llegado a com- vertido, convierte el acierto de fondo en un
parar con el funcionamiento de las lexías disparate).
complejas, adquieren su carácter sígnico Del mismo autor es la cita que señala
como resultado del proceso de relectura, de los retos que presenta al teatro la civiliza-
la posibilidad de volver sobre lo escrito y, ción cibernética: «el ciberespacio viene a
en último término, de la propia escritura desestabilizar la correspondencia entre es-
como límite y condición de posibilidad de pacio y tiempo, supone el divorcio del
determinados textos». presente y la presencia. Como antes el te-
Me parece que se trata de volver por léfono o el directo televisivo, el presente
otros caminos a la misma noción de opa- comunicativo no implica ya la presencia de
cidad y autotelismo, de «función poética» los sujetos de la comunicación. El medio
y «mensaje literal» que se han venido uti- tecnológico dispensa a los sujetos de su
lizando más entre nosotros. Tratándose, encuentro en el espacio –es preciso añadir
como se trata de un manual, personalmen- ya– real. Su coincidencia en ese otro vir-
te animaría a repasar la redacción de este tual que es el ciberespacio, ¿podrá llamar-
apartado, lleno de sugerencias, a favor de se con propiedad presencia? Esos sujetos
la claridad y autocoherencia exigibles. que comparten el presente, ¿están también
En «Teoría del teatro» (pp. 317- 373) presentes? La tecnología permite ya la in-
encuentro visitados una serie de colegas de teracción en ausencia. ¿Equivalen presente
los que me siento especialmente próximo: más interacción a presencia? En definitiva,
Carmen Bobes, José Manuel Navarro Cor- lo que consideramos teatro ¿exige la pre-
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sencia real de actores y espectadores o se nología vigente en los comienzos del siglo
conforma con su presencia virtual en el XXI . Era absolutamente necesario que se
presente real? ¿El teatro debe producirse hiciera algo así.
‘en vivo y en directo’, o basta con lo úl-
timo?». (Teatro y ficción, p. 239). MIGUEL ÁNGEL GARRIDO GALLARDO
Trascribo ambas citas ajenas (también
se insertan otras muchas aportaciones, en-
tre las cuales las de la propia Escuela de
Santiago) porque me parece que son espe- ROMO FEITO, Fernando. Hermenéutica,
cialmente sintomáticas del carácter compro- interpretación, literatura. Barcelona:
metido y actualizado que tiene este capí- Anthropos, 2007, 256 pp.
tulo, frente al que hemos dado a su para-
lelo otros autores de manuales de teoría de Hermenéutica, interpretación, literatura,
la literatura, quienes, por lo común, deja- es un ejemplo, otro más en el panorama de
mos en penumbra por definición, la dimen- las ciencias humanas en el siglo XX, de la
sión no «literaria» (no literal, no «de le- situación a la que llevó la crisis del cono-
tras») del fenómeno teatral. cimiento al arte y a la teoría sobre el mis-
Otro acierto indudable es la inclusión mo. Bajo crisis de conocimiento, entiénda-
del apartado 8 («Teoría interartística. Lite- se también de valores y, cómo no, del len-
ratura y medialidad», pp. 377-400) que cie- guaje, que en su época de mayor apogeo,
rra el libro. Incluye los epígrafes de «Lite- la del giro lingüístico de las ciencias y de
ratura comparada y espacio interartístico», la filosofía, no hacía sino entrar en un ca-
«Genología y analogía», «Paradigmas con- llejón sin salida. Basten aquí algunas afir-
temporáneos de la comparación interartísti- maciones para ejemplificar esta crisis:
ca», más «Formas, medios y soportes de la El paso ontológico que el verbo ser
literatura. La escritura electrónica». Son aseguraba entre el hablar y el pensar se ha
apenas 20 páginas, pero sirven para situar roto; de golpe, el lenguaje adquiere un ser
el manual en la actualidad. propio. Y es este ser el que detenta las
Termina el libro con un índice onomás- leyes que lo rigen [M. Foucault (1966) Las
tico y otro analítico. Cada uno de los 9 palabras y las cosas].
grandes apartados ha concluido también La ausencia de significado trascenden-
con una bibliografía recomendada. Habida tal extiende hasta el infinito el campo y el
cuenta de la brevedad de estas bibliogra- juego de la significación [J. Derrida (1967)
fías, es difícil de calibrar qué títulos fal- La escritura y la diferencia].
tan en cada caso (menos difícil sería, me El discurso hermenéutico contemporáneo
parece, decir los que sobran). No deja, sin surge de esta presuposición, que asegura en
embargo, de ser digna de elogio esta con- definitiva que hay sentido en el conocer y
tención en época de la sobreinformación confiere de ese modo su legitimidad a la
desbordante. (A propósito, el Rodríguez historia y especialmente al conocimiento.
Adrados de Orígenes de la lírica griega es Los enunciados son tomados como autóni-
«Francisco» y no «Antonio» como se con- mos de sí mismos y están situados en un
signa, por confusión, en la página 314). movimiento donde se supone que se engen-
En conclusión, hemos leído un inteli- dran unos a otros: así son las reglas del
gente manual de Teoría de la literatura que juego del lenguaje especulativo [J. F. Lyo-
se enfrenta con la (re)definición de la dis- tard (1979) La condición posmoderna].
ciplina y de su objeto, así como con el reto El libro que reseñamos se propone acla-
paralelo que atañe al teatro, teniendo rigu- rar, en el caos que supuso para la teoría
rosamente en cuenta la episteme y la tec- literaria todo este escepticismo posmoderno,
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si podemos o no conocer y qué papel les Pero con el giro lingüístico de la filo-
queda a los viejos pilares del arte, la ver- sofía, que alcanzó a la hermenéutica a tra-
dad y la belleza. Lo hace gracias a un co- vés de Hamann-Humboldt-Heidegger, el
nocimiento pormenorizado de las grandes discurso hermenéutico acerca de la litera-
respuestas contemporáneas a esta situación, tura se ha mantenido fuera de su ámbito.
apoyado sobre todo en Bajtin y Gadamer. «La hermenéutica filosófica de Heidegger
Otros libros, como éste, se propusieron de- y Gadamer no puede sustituir a la litera-
volver al ser humano sus antiguos asideros, ria» (43). ¿Dónde estaría la objetividad de
por ejemplo Metáfora viva, de Paul Ri- la ciencia literaria? Ricoeur la encuentra en
coeur, o Presencias Reales, de George Stei- el lenguaje, pero sin separar todavía len-
ner. Fernando Romo Feito, por la vía her- guaje y mundo, Derrida en cambio senten-
menéutica, intenta desestabilizar las tesis cia con la deconstrucción: no hay fuera del
postestructuralistas. En el primer capítulo, texto, el «sentido» es un campo de fuer-
el autor analiza las relaciones entre la her- zas que tiene lugar en el texto, una ten-
menéutica y la ciencia y entre la hermenéu- sión: las palabras significan en relación con
tica y la deconstrucción, en el segundo se las otras del texto y de otros textos (el
centra en la diferencia entre comprender e sedimento cultural). Como dijo Saussure, la
interpretar, el tercero lo dedica a delimitar lengua es negativa. Derrida dirá: la escri-
el concepto de texto, el cuarto a la herme- tura es negativa.
néutica literaria, el quinto al problema del ¿Y qué es el texto para la deconstruc-
método de la interpretación y el sexto a la ción? Sin el antiguo referente, tema o sen-
verdad hermenéutica. tido, que unificaba el texto, éste queda
Después de la Crítica de la razón pura desmembrado, con diferentes puntos de
de Kant, en respuesta al cientificismo po- fuga, diseminado, porque son los ejes sin-
sitivista de Hume, la filosofía contemporá- tagmático y paradigmático de la lengua lo
nea adquiere conciencia de que no puede único que relaciona las palabras, «se en-
dar respuesta al ser de las cosas. Los pos- tiende que no hay más que significantes y
testructuralismos, la filosofía analítica, el que es la interpretación la que escoge otra
neopragmatismo, entre otras teorías filosó- cadena, suplementaria, como significado
ficas, optan por abandonar la ontología. Sin del texto al que suple» (65). Sería fácil
embargo el ser humano sigue teniendo la resolver este círculo vicioso en el habla:
necesidad de comprender e interpretar. «si el significado es de la palabra, la refe-
Comprender se refiere al pensamiento, rencia es del hablante» (55), pero si se
aclara Fernando Romo, e interpretar al len- trata de la escritura, ¿cómo lo resolvere-
guaje, pero son las dos caras de la misma mos? Romo Feito dice que «el lenguaje,
moneda. ¿Comprender qué? Heidegger de- además de medio de comunicación que
cía que comprender era estar abierto al articula nuestra comprensión del mundo,
mundo de un modo que éste significa y no permite almacenar el conocimiento y trans-
sólo nos afecta sensorialmente. Una máxi- mitirlo de generación en generación (...)
ma de la hermenéutica desde sus inicios Ahora bien, la posibilidad de malentender-
clásicos es que el sentido pertenece a la se es tan real como la de entenderse e
comprensión, no a las cosas, porque cono- inseparable de ella» (57).
cer es reconocerse: si no hay nada que nos Podemos apoyarnos en las tesis de Ed-
identifique con el objeto de la compren- ward Said, que dicen que 1) los textos
sión, éste permanece incomprensible. Se están en el mundo, sujetos a sus circuns-
trata del círculo hermenéutico: sólo es po- tancias, como realidades que son, 2) se
sible comprender lo que, de algún modo, refieren al mundo y eso limita su signifi-
se ha pre-comprendido. cación, 3) los autores se aseguran de que
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sus textos no signifiquen cualquier cosa, 4) nadie disfrutaba de manera puramente es-
los textos tienen poder sobre el mundo, tética» (99).
sobre nosotros y sobre otros textos. Pero a partir de las vanguardias, ¿qué
O en la tesis de Bajtin: «comprender es se puede decir del arte? Es aquí cuando
un diálogo, es a la enunciación lo que la entramos en el problema del método. Pri-
réplica es a la réplica en el diálogo» (88) mero hay que decidir qué son las obras de
Así, «si se objetase que un texto es itera- arte. Las obras no son los objetos, la de-
ble por definición, podría reafirmarse en nominación obra de arte contiene en sí el
que el enunciado es irrepetible, pero se acontecimiento que es el arte, que es una
puede citar, lo que lo convertiría en un experiencia de diálogo que tiene lugar en-
nuevo enunciado» (89). Es decir que la tre el monumento de la tradición y el su-
lengua sigue siendo un sistema (iterable) y jeto de la tradición, siendo el artístico una
al mismo tiempo referirse al mundo (irre- clase de texto «eminente», usando palabras
petible). ¿Y por qué está el mundo en el de Gadamer, es decir que no es sólo oca-
texto? Porque «los participantes en la in- sión de verdad sino también, por eso mis-
teracción verbal no son abstracciones inter- mo, de belleza. En este sentido hay que
cambiables sino seres humanos reales con entender que comprender es valorar, por-
una posición social determinada» (91). que sólo aprendemos aquello que podemos
El intento de la hermenéutica para vol- aplicar, y en el terreno del arte, que es lo
ver al círculo de la comprensión, como humano, la aplicación tiene que ver con la
vemos, consiste en devolver a la escritura ética: «De modo que para la hermenéutica
su supuesta referencia al habla. En el con- filosófica el arte es especulativamente in-
texto actualizado de un diálogo, es posi- separable de los valores, lo bello, lo bue-
ble entenderse, la referencia nos rodea. La no, lo verdadero, puesto que los expresa,
escritura, remitiendo a una situación origi- además de ser fruto de valoración él mis-
naria en la que hay dos interlocutores, pue- mo. Entre los cuales lo bello ostenta la
de aún estar referida al mundo. primacía, pues su ser consiste en manifes-
Pero, ¿y la interpretación específica- tarse» (103).
mente literaria? ¿Qué características tiene? Significado es a la lengua lo que sen-
Si el juicio de gusto es sin concepto, ¿qué tido a la experiencia, y tanto uno como
tiene que ver la hermenéutica?, ¿qué ver- otro pueden determinarse, el primero por
dad, qué sentido debe encontrar? «Recor- las convenciones lingüísticas y el segundo
dando a Kant, el juicio de gusto juzga por la historia. En cuanto a la posibilidad
mediante una satisfacción o un desconten- del comentario, entendido por la decons-
to, sin interés alguno, juzga sin concepto, trucción como un suplemento de significa-
sin la representación de un fin, por lo que ción, tenemos que entender que «la inter-
bello es lo que, sin concepto, es conocido pretación es inagotable, pero ni determina-
como objeto de una necesaria satisfacción» ble según necesidad (en sentido fuerte) ni
(96). Quizá la actitud estética no es la que aleatoria. Pues se puede decir que el con-
tenemos ante la obra de arte, a pesar de texto ilumina, pero no determina la expre-
que la posmodernidad ha llegado a afirmar sión que se trata de explicar» (147).
que el arte es pura formatividad, «En las Ahora bien, en la literatura, ¿se puede
grandes épocas de la historia del arte –dice demostrar el sentido figurado que se le
Gadamer– la gente se rodeó, sin ninguna atribuye a un texto? ¿Es justo atribuirle un
conciencia estética y sin nada parecido a sentido figurado? ¿Cuál es la conexión
nuestro concepto del arte, de configuracio- entre texto y sentido: la cultura, el lector,
nes cuya función religiosa o profana en la la historia, el lenguaje, la psicología? La
vida era comprensible para todos y que hermenéutica advierte que la operación que
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rido relevancia, sin que eso implique la de lugares marcados por un conflicto cul-
necesaria desaparición del componente na- tural, religioso o étnico, pretenden atempe-
cional, que se encuentra en un proceso de rar las diversas formas de tensión identi-
redefinición en términos de Aufhebung taria. De hecho, en las últimas décadas han
(«superar conservando»). El posnacionalis- aumentado los desplazamientos, migra-
mo, cuya naturaleza relativamente reciente ciones e intercambios que han facilitado
no se presta de modo fácil a una expo- el mestizaje y han propiciado la creación
sición sistemática, pone en solfa la ob- de lo que Castany denomina escritores
solescencia de la exclusiva organización «identitariamente problemáticos» (Smith,
político-económica del mundo en estados Naipaul, Sebald, Rushdie, Malouf, Oz o
nacionales y reclama que la moral, la es- Juan Goytisolo, por poner algunos ejem-
tética y la cultura deben trascender las plos claros).
fronteras nacionales hacia una dimensión Dado que en este proceso se tiende a
mundial. un universo mundial y no nacional de dis-
No es extraño que la creación literaria curso, muchos autores escriben sus obras
se haya visto particularmente condiciona- pensando en un lector implícito de dimen-
da por los límites impuestos por las fron- sión igualmente mundial, de modo que su
teras nacionales, toda vez que su principal forma de hacer literatura está caracteriza-
materia es la lengua, diferenciada tanto por da por una síntesis de ingredientes diver-
su singularidad lingüística como por el sos que desea representar a cualquiera de
hecho de que, según se cree, sustenta una sus lectores más allá de su procedencia.
cosmovisión particular que llega a consi- Otras consecuencias del proceso son la
derarse exclusiva de una determinada na- paulatina pérdida de vigor de los cánones
ción. Con todo, podría entenderse que la nacionales vigentes, la creación de perso-
poesía –excepción hecha de la de corte najes híbridos que cuestionan las conven-
patriótico– parece ser más universal que la ciones dimanadas del nacionalismo, el
novela. De corte universal, desde luego, es empeño de los autores adscritos por recu-
la idea posnacionalista de la «República de perar la primacía individual sobre la colec-
las Letras», a la que pertenecen numero- tiva y una «desoccidentalización» que in-
sos escritores y lectores de todos los paí- vita a examinar conceptos como la Ilustra-
ses definiendo una fuerza capaz de influir ción y la democracia a la luz de criterios
sensible y críticamente en la opinión pú- propios de otros momentos y lugares del
blica mediante la palabra, inspirada por la mundo.
razón y el humanismo. La literatura posnacional ataca las me-
Por otra parte, la pretensión de univer- táforas básicas del nacionalismo, consisten-
salidad que anima a los autores de la lite- tes en la identificación de la nación como
ratura actual guarda una obvia relación con un árbol, una familia o una persona, acti-
la globalización del mercado literario en- tud que guarda una clara relación con lo
tendido no sólo como motor de difusión de que Castany denomina «escepticismo iden-
las obras literarias, sino también como con- titario», consistente en «negarse a definir
secuencia de una comunión de estilo, te- la propia identidad nacional, racial, sexual
mas y símbolos que pretenden trascender o cultural, para aceptar con naturalidad la
la historia íntima de las naciones para con- ambigüedad y pluralidad del mundo, evi-
tar la del mundo. En algunos casos, esta tando, de este modo, caer en un dogmatis-
tensión posnacionalista, o si se prefiere mo que trate de simplificarlo y empo-
cosmopolita, viene animada por la acción brecerlo con sus estrechas categorías»
de autores que, bien por ser inmigrantes o (p. 211). Este rechazo a definirse es, se-
bien por compartir dos culturas o provenir gún nuestro autor, una forma de «epoché»
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o «suspensión de juicio», que puede alter- bien por continuidad, bien por ruptura– con
nar con el «malditismo literario», a veces la europea, por su doble carácter en el
manifestado mediante la distancia o la iro- sentido de que en ella caben tanto los sen-
nía en relación con toda forma de adscrip- timientos nacionalistas como la inclinación
ción a una colectividad social o nacional posnacional, por su larga historia de mes-
que no sea, en todo caso, la República de tizaje de razas y culturas, por sus peculia-
las Letras. No es casual, así, que el perso- ridades identitarias de impronta universa-
naje más común en la literatura posnacio- lista, entre las cuales brilla con luz propia
nal sea el desubicado o desarraigado. el peso del exilio, y por la gran repercu-
La literatura posnacional, por otra par- sión internacional que ha tenido a lo largo
te, recupera cierto sentimiento trágico de de la segunda mitad del siglo pasado. De
la vida, actitud que también se traduce en acuerdo con estas razones, Castany estudia
la presencia de personajes culturalmente seis manifestaciones del posnacionalismo:
confusos –en el sentido de su posible ads- el cosmopolita o humanístico, el neolibe-
cripción a culturas diferentes– y de tono ral, el demócrata, el nihilista, el intercul-
vitalmente trágico y que se relaciona con tural y el mediático, representados por
la intención de recuperar en cierto modo autores literarios de los que a continuación
el espíritu humanista y concebir el cosmo- daremos cuenta siguiendo al autor.
politismo con una seriedad que supere una Borges ejemplifica el posnacionalismo
percepción ideal de corte filantrópico.Se va cosmopolita, iniciado en el periodo helenís-
definiendo, en sintonía con este sentir, un tico y retomado en las últimas décadas por
tipo de estilo que Castany llama «mundia- autores como Nussbaum, Rushdie o Maalo-
lismo literario», caracterizado por enume- uf. Progresivamente distanciado del nacio-
raciones que trascienden el ámbito nacio- nalismo argentino, Borges despliega estra-
nal, el uso de palabras de campos léxicos tegias de desencialización conceptual que
muy conocidos y difundidos en el plano animan un cosmopolitismo de actitud des-
mundial, la evocación de la diversidad y tructiva o crítica en el plano ético al tiem-
mezcla de de idiomas debidas a los movi- po que estimulan una sensibilidad caracte-
mientos migratorios y a la influencia de los rizada por el especticismo, el pluralismo,
medios de comunicación y el despliegue de la curiosidad, la imaginación y la autono-
recursos formales en sintonía con el ya mía y un estilo definido por enumeracio-
mencionado escepticismo. Por lo que res- nes caóticas, referencias a épocas y cultu-
pecta a la narrativa, Castany da cuenta de ras diversas, concepciones singulares del
las «perspectivas vértigo», consistentes en mundo (como laberinto o como biblioteca),
violentos cambios de enfoque espacio-tem- mezcla de idiomas, vacilaciones y atenua-
poral, referencias a la simultaneidad de ciones y abundancia de citas. Su narrativa
ciertos fenómenos mundiales y ciertos es- se caracteriza, entre otros rasgos, por la
pacios internacionales de dimensión mun- paradoja, el recurso de la mise en abîme
dial, todo lo cual hace comprensible la sin- y el uso de finales abiertos o inesperados,
tonía que la literatura posnacional mantie- y su simbología apunta al mundo en su
ne con la literatura de viajes, la picaresca totalidad.
o la literatura pacifista. Vargas Llosa ilustra el posnacionalismo
Además de lo que se deriva de los le- neoliberal, por su postura antinacionalista
gítimos intereses que condicionan el cam- y por sus ideas sobre el librecambismo
po de investigación del autor, la elección cultural, y coincide con Borges en el uso
de la literatura latinoamericana –más bien de la enumeración caótica de elementos o
hispanoamericana, preferiríamos– como personas pertenecientes a lugares o cultu-
ejemplo se justifica por su mayor deuda – ras alejadas entre sí, la mezcla de idiomas,
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sillo), valorando sus aciertos pero, a la vez, gar común en la literatura contemporánea.
poniendo de manifiesto sus problemas (im- Sin olvidar las tesis posmodernas acerca
precisión terminológica, vaguedad metodo- del mundo y del sujeto como espacios
lógica), que le sirven a Vilella como base abiertos en los que confluyen dinámicas
en la que cimentar su propia definición. muy diversas y que comparten una misma
Una definición que apuesta, para evitar dimensión ilusoria o ficcional.
esos problemas y confusiones recurrentes, Todo ello implica, como advierte Vile-
por la idea de «constelación», que, como lla, la necesidad de examinar el doble de-
él mismo afirma, sugiere un modelo com- jando de lado modelos anteriores basados
plejo, dinámico y de contornos elásticos en una visión diferente del ser humano y
según el observador. De ese modo, se ale- lo real. Ello permitirá, además, continuar
ja de todo criterio restrictivo, esencialista evidenciando su absoluta vigencia en el
(y, por tanto, reduccionista), optando por panorama literario actual y, particularmen-
una constante reivindicación de la multipli- te, en la narrativa fantástica (para demos-
cidad y la variación (la tesis de Bremond trarlo, Vilella acude, entre otros, a las
sobre las nociones de tema y motivo guían obras de Javier Marías, Juan José Millás,
aquí los pasos de Vilella). En otras pala- Justo Navarro, Quim Monzó, Philip Roth
bras, lo que propone no es buscar la even- o José Saramago).
tual esencia del motivo, sino, como el pro- En conclusión, una excelente reflexión
pio autor afirma, dibujar la forma en que teórica que arroja nueva luz sobre el sim-
los potenciales aspectos temáticos se ma- ple complejo motivo del doble y sobre
nifiestan diversamente en situaciones his- nuestra fragmentaria y múltiple identidad.
tóricas diversas (p. 183). Eso le lleva a
reivindicar la necesaria perspectiva diacró- DAVID ROAS
nica (fundamental para evitar la idea de
una naturaleza permanente del doble) y,
directamente ligado a ello, la figura del NAVAS OCAÑA, Isabel. Historia de la
receptor, cuya percepción del doble estará teoría y la crítica literaria en Gran
siempre sometida al horizonte cultural y de Bretaña y Estados Unidos. I. De la
expectativas en que se mueve. Porque si Edad Media al siglo XIX. Madrid: Ver-
bien, como ya dije, en el romanticismo se bum, 2007, 326 pp.
produce la consolidación icónica del doble
(y su decisivo papel en el desarrollo de la Isabel Navas Ocaña es Profesora Titu-
literatura fantástica), éste no puede ser el lar de Teoría de la Literatura y Literatura
modelo desde el que se examinen todas las Comparada en la Universidad de Almería.
variantes de dicho motivo. Sobre todo las Su principal campo de investigación, al que
que han ido apareciendo a lo largo del si- se adscribe la presente obra, es la historia
glo XX (aquí llegamos a la parte más lú- de las ideas sobre la creación literaria, si
cida y sugerente del libro), donde el psi- bien ha llevado a cabo significativas incur-
coanálisis y la neurobiología (o la filoso- siones en el estudio de las vanguardias
fía constructivista, a la que también podría españolas y en la crítica de corte feminis-
haber acudido el autor) han echado por ta. Fruto de esta diversidad de intereses
tierra el misterio que marcaba la visión son libros como La «Quinta del 42» y las
angustiada que tenía el escritor romántico vanguardias: las revistas Corcel y Proel
de la complejidad humana: no sólo la fra- (Universidad de Granada, 1996) o El mo-
gilidad del concepto de individuo es una vimiento postista, teoría y crítica (Univer-
evidencia, sino que la desintegración de la sidad de Almería, 1997), así como otros
experiencia individual se ha erigido en lu- trabajos de menor entidad, entre los que se
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cuentan «El surrealismo y la crítica espa- nes que, remontándose hasta la Antigüedad
ñola» (2001), «Teoría literaria y mujer: la Clásica, prepara el terreno para la institu-
vida oculta de Soledad Puértolas» (1997), ción de la Teoría de la Literatura como
«Encuentros y desencuentros: la crítica disciplina científica de pleno derecho, pro-
española y las vanguardias» (2001) o «Los vista de una metodología eficaz y de unas
exempla medievales y la crítica feminista: herramientas meridianamente definidas.
el caso de Don Juan Manuel» (2007). Por Por otro lado, la restricción al dominio
lo que se refiere al área que hoy más nos geográfico de la lengua inglesa viene mo-
interesa, cabe citar, aparte de numerosos tivada por la convicción de la autora de
artículos y reseñas, los manuales Introduc- que cada cultura idiomática promueve su
ción a la historia de las teorías literarias línea de pensamiento particular, conforme
en España (Universidad de Almería, 1999), a sus distintos condicionantes –históricos,
Teoría de la literatura II (íd., 2000) y, religiosos, políticos– y siempre con una
sobre todo, Teoría de la literatura britá- existencia y aplicabilidad muy limitadas.
nica y norteamericana (íd., 1999), donde Así lo defiende en el prólogo, en el que
ya se tratan algunos de los aspectos que alude a movimientos como el formalismo
informan la obra objeto de este comentario. ruso, el estructuralismo francés o la esti-
Editada por la prestigiosa «Verbum» y lística alemana, llamando la atención sobre
anunciada como la primera parte de un, el gentilicio incluido en cada sintagma. Se
cuando menos, ambicioso proyecto, viene trata, con todo, de la única parte de la obra
esta Historia a explorar un dominio poco en la que Navas Ocaña se permitirá expli-
frecuentado en los estudios literarios rea- citar sus propias opiniones; a partir de ahí,
lizados en nuestro país y en nuestra len- el afán de objetividad, el rigor científico
gua. Su propósito: erigir una comprensiva con el que aborda la catalogación de teo-
panorámica de la teoría y la crítica litera- rías, escuelas y tendencias, minimizan al
rias desarrolladas en el mundo anglosajón, máximo las consideraciones personales,
desde los balbuceos del Medioevo hasta la frenando cualquier interpretación que no
sofisticación de la Modernidad, desde los venga avalada por hechos positivos, sufi-
primeros exegetas de la Biblia hasta los cientemente probados.
últimos y más especializados investigado- En una línea de erudición más o menos
res. El presente tomo, empero, sólo llega próxima a la de quien historiase la evolu-
hasta finales del siglo XIX, con lo que nos ción de las ideas estéticas en nuestro país
vemos obligados a dejar en suspenso nues- –si bien ajena, como acabamos de apuntar,
tras conclusiones, a la espera de poder a la parcialidad y la contundencia demos-
cotejarlas con la segunda y definitiva en- tradas por aquel–, la profesora andaluza lle-
trega y juzgar si son aplicables a la totali- va a cabo un admirable trabajo de recopi-
dad del escrutinio. lación, ordenación y síntesis que destaca por
En cuanto a la parcela ya publicada, no su claridad expositiva y sus aspiraciones de
resultaría del todo incorrecto afirmar que exhaustividad. Con el punto de partida en
constituye la introducción a la que vendrá el mundo grecolatino y en la amplia nómi-
después, en cuyas páginas, cabe aventurar, na de pensadores que inician la reflexión
se pasará revista a los enfoques y métodos artística y literaria en Occidente –desde
de autores como Eliot, Auden, Booth, Cu- Homero hasta Donato, pasando por Platón,
ller, Bloom y otros muchos. En efecto, lo Aristóteles, Plotino, Cicerón, Horacio, Quin-
que se nos ofrece en este primer estadio no tiliano y otros tantos de muy diversas rele-
es sino un minucioso resumen de lo que se vancia e influencia–, se va poco a poco
ha dado en llamar «tradición teórico-litera- desplegando el dilatado repertorio de pro-
ria», es decir, el ingente cuerpo de reflexio- blemas estéticos, filosóficos y sociales que
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orbitan en torno a la creación artística y han obvios, si bien hay otros muchos que, sin
sido objeto de debate desde el principio de necesidad de salir al paso de acusaciones
los tiempos, a saber: la capacidad innata del o incurrir en actitudes beligerantes, dejan
creador frente a las habilidades aprendidas, clara constancia de su poética individual y
la utilidad de la poesía, la dualidad forma/ aun se erigen en preceptistas de la crea-
contenido, la autoridad de los clásicos, la ción literaria. John Dryden, Alexander
moral del arte, etc. A través de estos pun- Pope, Samuel Johnson o, en el contexto
tos, y como si de motivos musicales se tra- estadounidense, Henry James, serían, a este
tase, va Navas Ocaña hilvanando su dis- respecto, referencias inexcusables.
curso, estableciendo una dialéctica que per- Por tanto, las consideraciones en torno
mite seguir a la perfección la progresiva a la evolución del concepto de crítica y
definición de las corrientes críticas y la con- teoría literarias, así como la multiforme
solidación de la nueva ciencia. Porque de tipología de pensadores que abordaron el
lo que aquí se trata no es tanto de valorar tema hasta el siglo XIX, constituyen el prin-
la investigación realizada sobre la persona cipal interés del estudio de Navas Ocaña.
o la obra de escritores como Chaucer, Desde la siempre proteica distinción entre
Shakespeare o Spenser, cuanto de observar disciplinas como la retórica, la poética y
el desarrollo de las técnicas y los criterios la gramática, hasta el impresionismo crí-
aplicados a la misma labor crítica. En este tico, propio de autores como Hazlitt o
sentido, cobra una enorme importancia el Lamb, se examinan, con gran perspicacia
instante en el que los comentaristas pasan y precisión, todas las posturas defendidas
de reflexionar sobre su objeto de estudio a a lo largo de nuestra era. Así, una vez
preguntarse sobre su propia actividad y su expuestos los fundamentos clásicos, el es-
manera de acometerla, o sea, cuando su tudio se divide en tres grandes secciones,
disertación se torna metadiscursiva. correspondientes a sendos períodos histó-
El trabajo, así pues, da cabida a un ricos: por un lado, la Edad Media, tanto
heterogéneo abanico de autores y enfoques, la alta como la baja; en segunda instancia,
en el que se cuentan tanto los que ejercen el «ciclo clasicista» –que abarcaría desde
la crítica convencional sobre obras particu- el Renacimiento hasta la Ilustración– y, por
lares, como aquellos otros que aspiran a último, todo un apartado dedicado al siglo
enunciar principios de carácter general, ya XIX. Recorramos muy brevemente los mo-
sea sobre el hecho literario o sobre la fi- mentos decisivos de esta evolución.
gura y las funciones del crítico, a quien se Para empezar, se rastrea el paso de la
le acaban atribuyendo rasgos de artista. cultura clásica a la recién instituida socie-
Aparte de estos, también hay que incluir a dad germánica. Tras la caída del Imperio
los mismos poetas, que ya desde Horacio, Romano, la influencia de la Iglesia es pre-
y cada vez con más insistencia, se vuel- dominante. Ello hace que la mayor parte
ven sobre sus propias obras para exponer de la crítica se realice desde las sedes
sus teorías, no sólo sobre la composición conventuales, donde apenas se analiza algo
literaria, sino también sobre la figura del más que las Sagradas Escrituras. Hay, aun
escritor y el sentido de su arte. De hecho, así, ciertos clásicos que sobreviven a la
en ciertas ocasiones, la opinión de estos censura religiosa, pasando a interpretarse
adquiere una mayor relevancia que la de bajo una óptica cristiana, y que, a partir
los primeros, al erigirse en vehementes del siglo XII, tendrán gran difusión gracias
defensores de su oficio y revelarnos, por a las traducciones árabes. Sus enseñanzas
así decirlo, los entresijos de su trabajo. Es son elevadas al rango de autoridad indis-
el caso de Sir Philip Sidney o Percy Bys- cutible y modelo a imitar en la etapa de-
she Shelley, por poner sólo dos ejemplos nominada «clasicista». Este ascendiente se
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mantendrá durante mucho tiempo, hasta Medioevo más primitivo y pensado para
que comiencen a surgir autores que apues- hacer frente a la autoridad grecolatina y las
ten por lo nuevo y que, frente a las tradi- grandes figuras de las literaturas foráneas.
ciones griega y latina, defiendan la litera- Es entonces cuando empieza a germinar el
tura escrita en lengua vernácula. Ya en la sentimiento nacionalista, la reivindicación
segunda mitad del XVII , Dryden será el de lo autóctono, que se traducirá en una
primero en reivindicar la poesía nacional. corriente historicista y en la búsqueda del
A partir de entonces, el debate se estable- Volkgeist británico. Dicha orientación, ca-
ce entre los modelos autóctonos –Chaucer, racterizada por el fervor, da paso a otra
sobre todo–, imbuidos del espíritu clásico, mucho más rigurosa, deudora del raciona-
y los nombres contemporáneos, considera- lismo dieciochesco, que tiende a concebir
dos, en multitud de ocasiones, síntomas de tanto la creación como la crítica desde una
la degradación obrada por la Historia. perspectiva eminentemente científica. La
En el siglo siguiente, llamado «de las difusión de este método lleva a debatir el
Luces», la crítica literaria experimenta un papel de la literatura y la crítica en el nue-
giro sustancial en su planteamiento, al sus- vo contexto industrializado; así, mientras
tituir la autoridad de los antiguos por el unos creen en la función social de la escri-
peso de la razón. Se inicia, así pues, el tura y en la necesidad de reflejar la reali-
camino hacia la Modernidad. Con todo, la dad, otros optan por defender «el arte por
insurgencia de esta nueva mentalidad con- el arte», ajeno al mundanal ruido y consa-
duce a una nueva tiranía: las normas de grado al perfeccionamiento del estilo. En
composición; preceptos que, en su mayoría, cuanto a los críticos, se dividen, igualmen-
provienen de textos descriptivos –como la te, entre los que consideran la literatura
Poética aristotélica, sin ir más lejos– pero como plasmación del mundo exterior y
que, de repente, se ven elevados a leyes aquellos otros que la ven como un orbe
incontestables, siendo, en no pocos casos, independiente, ajeno, hasta cierto punto, a
producto de una interpretación interesada nuestro ámbito y que, por lo tanto, debe ser
(como el célebre Ut pictura poesis horacia- enjuiciado conforme a sus propias normas.
no). Esto dará lugar a una división que, en Las figuras capitales de Oscar Wilde y el
cierto modo, pervivirá hasta nuestros días, ya mencionado Henry James representarían,
la cual enfrenta a la literatura de la razón, tanto en su faceta de creadores como en la
practicada por aquellos que respetan la nor- de teóricos, dichas posturas.
mativa, con la de la pasión, obra de espí- En líneas muy generales, dejando de
ritus indomeñables, ajenos a cualquier legis- lado muchos de los puntos que vertebran y
lación, y dotados de una fuerza arrolladora conforman el debate crítico, este es el re-
muy superior al intelecto. Entre estos últi- corrido propuesto por la profesora de Al-
mos, destaca especialmente Shakespeare, mería en su Historia. No hemos contempla-
que ya en esta centuria empezará a encum- do, sino muy de refilón, la parte referida a
brarse como la máxima figura de la poesía los Estados Unidos, más que nada porque
de la naturaleza, capaz de desentrañar las el espacio que ocupa en el libro difícilmente
complejidades del alma humana y exhibirlas supera lo anecdótico. Ello se debe, no sólo
con un lenguaje violentamente irracional. a la mocedad del país, sino también a la
El movimiento romántico jugará un pa- decisiva influencia que, aún después de su
pel decisivo en la popularización del Bar- emancipación, la metrópoli europea segui-
do, al establecer la literatura del período ría ejerciendo en la sociedad ultramarina. Es
isabelino como canon de las letras inglesas. cierto que ya desde la Independencia sur-
Por esa época se revive, asimismo, un pa- gen voces que reclaman sus propias señas
sado legendario propio, localizado en el de identidad, congruentes con la nueva rea-
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lidad política y territorial; mas no será hasta débiles de esta primera parte –cierta preci-
bien entrado el siglo XIX cuando autores pitación en algunos pasajes y la ausencia de
como Emerson, Whitman, Melville o Haw- una conclusión al estudio, por muy provi-
thorne sienten las bases de una literatura y sional que fuera–, en la confianza de que
un pensamiento netamente americanos, ya se verán compensados en el segundo tomo.
desligados del Viejo Continente. Es de pre- No nos resistimos, así y todo, a señalar dos
ver, en todo caso, que en la segunda entre- aspectos que nos han llamado poderosamen-
ga de esta Historia, la presencia del Nuevo te la atención. En primer lugar, el hecho de
Mundo será mucho más significativa. que la autora cite casi siempre por fuentes
Ahora bien, si hay algo que verdadera- secundarias –manuales, historias de la lite-
mente merece ser destacado del presente ratura y de la crítica, etc.–, no consignan-
volumen, por cuanto lo distingue de otras do, más que en contadas ocasiones, la re-
empresas similares, es la inclusión del sec- ferencia del texto original, ni siquiera en la
tor femenino en su análisis. Aunque nor- bibliografía colocada en las últimas páginas.
malmente preteridas por la predominancia Y en segunda instancia, un detalle ortográ-
masculina y confinadas a labores ajenas a fico que, por muy nimio que parezca, con-
la cultura o al ejercicio del poder, las tribuye a deslucir la impresión de conjun-
mujeres también aportaron su granito de to: la contumaz acentuación de la locución
arena al desarrollo de la crítica. A sus fi- concesiva «aun así» (o sea, *«aún así»);
guras, y a su loable actividad, les dedica fallo que preferimos achacar a los impre-
Navas Ocaña tres subapartados, reclaman- sores, pero que inquieta por lo extendido
do de manera implícita uno de los muchos que parece estar en la sociedad.
lugares que tradicionalmente, y con muy Quitando estos dos reparos, y alguna
contadas excepciones, se han venido reser- que otra minucia sin relevancia, la presen-
vando a los hombres. Así, desde la traduc- te Historia cumple con creces con el obje-
ción de Margaret Tyler de un romance de tivo propuesto, desplegando un material lo
caballerías, realizada en el siglo XVI y en suficientemente novedoso y estimulante
la que, por vez primera, se defendía el como para despertar el interés de legos y
derecho de las mujeres a la escritura, has- profanos. Su condición de libro de consul-
ta la imponente presencia de George Eliot ta no obsta, por lo demás, para reconocerle
a mediados del XIX, desfilan por el texto un estilo ameno y una lectura placentera,
nombres tan poco citados como los de extremo que iguala, como quería Horacio y
Clara Reeve, Aphra Behn, Batshua Makin, debería perseguir todo orador, el docere con
Elizabeth Montagu y aun la celebérrima el delectare. Sólo esperamos que el segun-
activista Mary Wollstonecraft, madre de la do asedio se salde con similar fortuna.
autora de Frankenstein. En la mayoría de
los casos, no se trata más que de mencio- MIGUEL CARRERA GARRIDO
nes muy sumarias, reducidas a un par de
líneas o unos pocos párrafos, como mucho;
mas su sola inclusión ya sugiere un cam-
bio de rumbo, una toma de postura en la RALLO GRUSS, Asunción. Humanismo y
manera de abordar la historia de la crítica Renacimiento en la literatura españo-
que sin duda habrá de resultar fecunda. la. Madrid: Síntesis, 2007, 283 pp.
De todas formas, como ya advertíamos (Historia de la Literatura Universal.
al principio, no estamos en condiciones de Literatura Española, 16).
establecer juicios terminantes sobre el pro-
yecto de Navas Ocaña. Ello nos previene, En el presente volumen, Asunción Ra-
asimismo, de señalar los principales puntos llo Gruss, catedrática de Literatura Espa-
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ple y de la imitación compuesta– y las re- importante aportación a los estudios sobre
percusiones pedagógicas y literarias que el Renacimiento.
produjeron tales principios imitativos. Por En conclusión, la profesora Rallo Gruss
último, Asunción Rallo pasa revista a los nos ofrece en este libro un detallado y
géneros que los autores renacentistas, mu- enjundioso panorama de la producción li-
chas veces a impulsos de Erasmo, rescata- teraria e intelectual del Renacimiento es-
ron de la Antigüedad y adaptaron a los pañol, imbricando perfectamente las ten-
gustos de sus contemporáneos: los adagios dencias ideológicas y el pensamiento de la
–con su vertiente hispánica del refrán glo- época con las obras que nos han quedado
sado, como en la Filosofía vulgar de Juan como frutos más granados del pensamien-
de Mal Lara–, los apotegmas –como en la to renovador de aquel momento. Sin duda,
célebre recopilación de Juan Rufo–, los nos encontramos ante una decisiva e im-
relatos históricos –en particular, los reco- prescindible aportación a los estudios ac-
gidos en colecciones de biografías por Pé- tuales sobre la literatura renacentista espa-
rez de Guzmán y Hernando del Pulgar y ñola, en la que, al tiempo que se van de-
los dispuestos en reinados de los empera- sarrollando los aspectos primordiales que
dores romanos por Antonio de Guevara y conformaron aquel movimiento, se nos pro-
Pedro Mejía–, los libros de antigüedades porciona una bibliografía cualificada sobre
–sobre arqueología, numismática o epigra- cada una de las ideas expuestas.
fía, que dan prez a los lugares o ciudades
en las que se hallan restos de esta clase, ANTONIO CASTRO DÍAZ
en cuyo campo destacaron Alonso de Car-
tagena, Elio Antonio de Nebrija, Ambro-
sio de Morales, Francisco Pacheco y An-
tonio Agustín–, las crónicas de Indias, con MARTÍN ROMERO, José Julio. Entre el
sus distintas perspectivas de acercamiento Renacimiento y el Barroco: Pedro de la
a la realidad –desde Hernán Cortés hasta Sierra y su obra. Zaragoza: Universi-
Bernal Díaz del Castillo, pasando por Pe- dad, 2007, 337 pp.
dro Cieza de León y Francisco López de
Gomara–, y los tratados de carácter cien- Pocas veces hemos tenido ocasión de
tífico contrastados con la experiencia, so- ocuparnos de un libro escrito con mayor
bre todo en el campo de la medicina, es- sencillez y claridad y, al propio tiempo,
pecialmente los de Nicolás Monardes, rigor como el presente, enfocando además
Francisco Vallés y Andrés Laguna. la materia caballeresca, que tanto se pres-
La obra se completa con una selección ta a la complicación y al debate.
de textos renacentistas que complementan José Julio Martín Romero es natural de
la visión desarrollada por Asunción Rallo Plasencia (Cáceres). Nace en 1973 y, tras
en cada uno de sus capítulos. Se añade, una brillante carrera académica y adminis-
igualmente, un índice nominal, en donde trativa, es en la actualidad profesor de
figuran brevemente los rasgos esenciales de Literatura Medieval y del Siglo de Oro de
autores antiguos y modernos, españoles y la Universidad de Jaén. Pese a su juven-
extranjeros, vinculados con el movimiento tud es ya autor de numerosas monografías
renacentista. Una cronología –donde se y artículos sobre la literatura caballeresca
relacionan los principales acontecimientos centrada en la época de Felipe II, así como
que jalonaron este período histórico y cul- de una espléndida edición de Febo el tro-
tural– y una bibliografía –en la que se re- yano, de Esteban Corbera, que fue recibi-
cogen los títulos aludidos por la autora a da con todos los honores por la crítica
lo largo de su exposición– coronan esta especializada. También editó la Segunda
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ficador, tanto en metros tradicionales cas- dad a la altura de 1580 infundían en la obra
tellanos como en formas italianas, aunque una profundidad ideológica de la que care-
llama la atención que no escriba ni un solo cían otros textos. Por eso dice José Julio
soneto entre la abundante producción que Martín: ‘Variedad (y modernidad) es la
señalamos. Y por supuesto se decide imi- característica que mejor define al libro de
tar, con gran éxito por cierto, a los más Sierra, una variedad que, sin embargo, no
prestigiosos autores de entonces, con Gar- rompe la unidad del texto. De esta manera,
cilaso a la cabeza como no podía ser me- la Segunda parte de Espejo... es texto que
nos, cuyos versos apenas se atrevía a tocar resume el Renacimiento, al tiempo que su-
cuando los incorpora a su obra, apenas en- pone un paso más hacia el Barroco’. Esta
trevistos con religioso terror en ese proce- es la tesis que sustenta José Julio Martín
so de intertexto que se inaugura ya en el Romero, con la cual no cabe sino estar
Segundo Renacimiento. Garcilaso era un absolutamente de acuerdo, así como con las
dios para muchos y, por supuesto, para acertadas consideraciones con las que con-
Pedro de la Sierra. cluye su presentación: ‘Adentrarse en las
Pero donde la mayores habilidades del páginas de la Segunda parte de Espejo de
infanzón aragonés brillan hasta el extremo príncipes y caballeros significa recorrer (al
es en la prosa, en las abundantísimas his- galope) el mundo literario de todo el Re-
torias que se narran en el libro, integradas nacimiento, pero también descubrir las in-
unas en otras, que constituyen una especie quietudes y mitos que poblaban la mente
de sinfonía encadenada que supera el curso del hombre español (de finales) del siglo
medieval de entrelazamiento, sin abandonar- XVI’. Efectivamente, así es. Esos mitos se
lo, y con esa especial habilidad para inter- habían consolidado y constituido en razón
polar los diversos episodios, que se convier- de ser de una sociedad que los sentía como
ten en verdaderas novellas, que poco des- propios y que se resistía a abandonarlos,
pués de aquellas fechas darían sus frutos en aunque fuera dándoles curso como retórica
las grandes novelistas, como la madrileña intelectual al modo ‘manierista’, como di-
María de Zayas o la giennense Mariana de ría Orozco en su Manierismo y Barroco.
Carvajal, cuyas Navidades de Madrid y Los ejemplos no faltan, con Fernando de
noches entretenidas se publican poco des- Herrera y sus Églogas a la cabeza.
pués siguiendo la égida de las Novelas a El libro comienza con una excelente
Marcia Leonarda, de Lope de Vega, o el semblanza del olvidado escritor aragonés,
Deleitar aprovechando, de Tirso de Moli- vecino de Cariñena, que poseía el título más
na. Estas novellas al modo italiano se leen bajo en la consideración social de la noble-
como verdaderos relatos independientes y za, infanzón raso, del cual sólo Nicolás
constituyen el entramado básico de esta Antonio nos deja una mínima referencia en
Segunda parte de Espejo de príncipes, que su Bibliotheca Hispana Nova, aunque erró-
nos demuestra por dónde iban los gustos de neamente le atribuyera también la primera
la sociedad de entonces, cómo era la situa- parte de este ciclo novelesco que, como es
ción real y el afán lector y las tendencias sabido, fue obra de Ortúñez de Calahorra.
de la literatura española a fines del XVI. La espléndida semblanza de José Julio
La superación de las barreras genéricas Martín Romero nos lleva a conocer en pro-
configura el texto como un producto artís- fundidad al personaje, aun dentro de la es-
tico híbrido, mezcla de todos los géneros casez de datos que de él poseemos. Así,
que triunfaban, razón evidente de su éxito, sabemos que Pedro de la Sierra es hombre
como lo fue sin duda su incursión en la culto, pero no humanista, lector de todo lo
mitología grecolatina. Entre los viejos tópi- que cae en sus manos, aunque desconocie-
cos caballerescos estos rasgos de moderni- ra el latín y el italiano, lo que lleva a pen-
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sar que no pasó por la universidad, sino que me claridad expositiva, que el autor resal-
toda su cultura proviene de su enorme afi- ta incluso formalmente, en epígrafes suel-
ción diletantesca por la lectura, en especial tos con proyección en el cuerpo del escri-
los libros de caballerías, como decimos. to, para que mejor puedan percibirse al
Sólo sabemos de su personalidad que no primer golpe de vista. Así, cuando refuer-
llegó nunca a aceptar las burlas sobre el za el paralelismo entre personajes de uno
ejercicio de las armas, es decir, de su ca- y otro libro o cuando nos marca la rela-
rácter duro y cortesano a ultranza, de su ción de similitud entre la historia de Al-
desbordada preferencia por los géneros clá- patrafio con el Apololoro de la Eneida, la
sicos y la literatura caballeresca, popular y d Arquisilora con la reina Briolanja de
pastoril y, por supuesto, por la poesía de Sobradisa (la francesa Brion L’ange) del
Garcilaso, cuya obra es asimilada con un Amadís, en concreto el episodio de la ca-
rigor fuera de toda duda. rrera de la reina, etc. etc.
Son especialmente interesantes los ca- Merece, asimismo ser destacado el ca-
pítulos que dedica Martín Romero al sui- pítulo que dedica a la poesía de Pedro de
cidio en la obra, entendido como ejemplar la Sierra, en que se habla de la mezcla de
por una parte y reprobable por otra, así prosa y verso, de diversidad de tradiciones
como el suicidio en cada una de sus dife- y formas métricas, de los poemas musica-
rentes facetas: justificado cuando se es les y no musicales, de la temática de los
derrotado en combate, como es el caso de poemas o del verso como forma de carac-
Bramarante, el suicidio por la muerte del terización de determinados personajes.
amado (Tarsina, Breño, etc.), el suicidio Comparando los poemas de Pedro de la
como defensa de la propia virginidad, tal Sierra con los de Garcilaso, dentro de la
el caso de Arcalanda y Felina, el suicidio técnica de la consciente ‘imitatio’, consta-
por un amor imposible (Garrofilea), etc.; ta los modelos correspondiente a ambos,
todo ello adobado por una consideración con Hurtado de Mendoza a la cabeza.
estricta y técnica sobre cómo se entendía Destaca con mucho en los apéndices en
el suicidio por la sociedad española tras el el que dedica al entrelazamiento de episo-
concilio de Trento, que tanto hizo por eli- dios, que se produce en el libro primero.
minarlo de las mentes hispanas, al consta- El siguiente se dedica a recoger los poe-
tar la opinión positiva que de él se tenía mas originales de Pedro de la Sierra, etc.
sobre todo en las capas más altas. Esplén- etc., así como el espléndido capítulo dedi-
dido capítulo también es el que dedica a cado a la vida ha editorial de la obra, tra-
las influencias sobre el libro de Sierra, que zada con el rigor y precisión de un consu-
van desde la Diana enamorada de Gil Polo mado especialista. Parte de las ediciones
muy especialmente, del ciclo iniciado por princeps, separadas por un cuarto de siglo,
Montemayor, pasando por todos los libros y la continuación de Marcos Martínez, ter-
de caballerías que en España y en Europa cera en escena, siete años posterior al tex-
ha sido, desde el Amadís en adelante, que to de Pedro de la Sierra, familia o ciclo
dan cauce y curso a la enorme diversidad que se prolonga hasta una quinta parte de
de episodios de este libro, constituido dicho ciclo, aún manuscrita, del XVII, que
como cifra y compendio de un espléndido fue redescubierta por J. M. Lucía Megías,
ciclo narrativo en torno a los temas de la publicada en 1587 bajo el título de Quin-
guerra y del amor, etc. Ello supone tam- ta parte de Espejo de príncipes y caballe-
bién una valiosa incursión en el campo de ros, resaltada por José Julio Martín con el
la teoría y praxis caballerescas, con una fi- relieve que merece.
nura de análisis que no cabe sino ponderar. Es de gran rigor el seguimiento exhaus-
Llama la atención de este libro la enor- tivo que se hace de cada uno de los ejem-
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plares conservados, así como el Stemma de otras ocasiones, como la historia de Can-
las ediciones de la obra, partiendo de la disea y la de Tarsina, ambas influidas por
complutense de Iñiguez de Lequerica. que la de Ginebra y Ariodante; la batalla final
ofrece en el colofón la fecha de 1581. Y, múltiple, que recuerda a la que se estable-
por fin, destacamos la espléndida bibliogra- ce en el canto XXVI del texto italiano; por
fía, aunque contiene algún error, como no último, la forma como Brandimardo mue-
podía ser menos. Por ejemplo, cuando ha- re en combate resulta muy parecida a la
bla de la traducción de El caballero del muerte de Brandimarte». Así también des-
león, de Chretien de Troyes, cita como tra- tacamos el interesante análisis de los epi-
ductor a ‘I. de Riquer’ (p. 320). Debe ser sodios de la batalla, que toma de la Enei-
‘Martín de Riquer’, acaso por simple y da, en que contradice, complementa o
común errata material. O cuando repite en matiza con todo rigor lo señalado al res-
páginas 321 y 323 la traducción de Carlos pecto por Maxime Chevalier. El autor pone
Alvar de Lanzarote del Lago, Alianza Edi- en relación episodios similares, extrayen-
torial, 1987-1988, 7 volúmenes. Puesto que do las conclusiones oportunas con una cla-
algún reparo habremos de poner a este li- ridad y precisión más que notables. Esta
bro espléndido, conste sólo uno: de empleo claridad que venimos señalando nos permi-
repetido de ‘a través de’ con el inequívoco te resaltar el libro en su conjunto como de
sentido de ‘por medio de’, que debe evitar auténtico especialista, pero perfectamente
todo filólogo consciente, por más que re- asequible para cualquier lector, que es uno
conozcamos el carácter puntilloso de esta de los mayores méritos que podemos atri-
observación, ya que hoy se ha consolidado buir a esta espléndida creación. Así lo se-
en los medios de comunicación y parece ñalamos del de José Julio Martín Romero.
muy difícil hacer entender a nadie que ‘a No falta información ni erudición, pero
través de’ significa en castellano lo que todo ello expreso de modo absolutamente
traspasa efectivamente otra cosa, por ejem- asequible y preciso, para que pueda inclu-
plo el sol que penetra ‘a través’ del cristal. so agradar al lector común, lo cual es sin
Por eso no cabe decir de un libro que ‘se duda no escaso mérito en los tiempos que
estructura a través de la coordinación de corren. Acaso el autor ha comprendido
diversas historias’, sino ‘mediante’ la coor- aquello que dejó dicho con tanta precisión
dinación de las mismas (p. 213). como belleza Charles Baudelaire: «Tout
Si tuviéramos que quedarnos con algún livre qui ne s’adresse pas à la majorité –
capitulo en especial resaltamos el que de- nombre et intelligence– est un sot livre»,
dica a las fuentes de la Segunda parte..., es decir, «el libro que no se dirija a la
que abarca desde pp. 135 a 189, constitu- mayoría, –en número e inteligencia– es un
yéndose en un material básico, manejado libro necio» (Curiosités esthétiques, 1846).
con soltura, con juicios, opiniones y deduc-
ciones de excelente calidad, que se permi- DÁMASO CHICHARRO
te incluso matizar, añadir, completar o
contradecir al riguroso maestro y excepcio-
nal especialista Maxime Chevalier, que a
este mismo asunto dedica excelentes pági- PAZ GAGO, José María. La máquina ma-
nas, las cuales el profesor Martín Romero ravillosa: Tecnología y arte en el «Qui-
completa con capacidad y sapiencia. Pue- jote». Gubert, Román (prol.). Madrid:
de verse en particular p. 137, donde dice: Sial, 2006, 187 pp.
«Aparte de lo mencionado por M. Cheva-
lier, la influencia del Orlando furioso so- La ingente amalgama teórica propiciada
bre el libro de Sierra puede detectarse en por la obra de Cervantes corrobora, en la
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énfasis en «la funcionalidad de las diferen- sistema narrativo, tanto literario como au-
tes tecnologías en la novela cervantina», diovisual o multimedia, sujeto a los férreos
cuya relevancia atestigua el hecho de que engranajes de la ficción.
«buena parte de las abundantes y curiosas
continuaciones que conoce desde los ini- VERÓNICA F. PEEBLES
cios del siglo pasado coinciden en enfren-
tar al protagonista con los más diversos
inventos» (p. 78). Este proceso de actuali-
zación inspirado en la obra cervantina, PARR, James A. Don Quixote. A Touchs-
coetánea a las reinterpretaciones de cada tone for Literary Criticism. Kassel: Edi-
época, finalmente imbuye al ensayo que se tion Reichenberger, 2005, 290 pp. (Es-
ocupa de examinar con detenimiento los tudios de Literatura, 99).
fundamentos del arte narrativo.
La ontología de ambos relatos, el cer- En este libro presenta James Parr una
vantino y el cervantista, alberga en La versión actualizada de su Don Quixote: An
máquina maravillosa tiempos más recien- Anatomy of Subversive Discourse, publica-
tes y nuevos espacios en los que las tec- do en 1988 por Juan de la Cuesta. La
nologías de la comunicación cobran una nueva versión, salida de las prensas de
gran importancia en el seno de la repre- Reichenberger, se justifica en aras de la
sentación. La obra de Paz Gago se suma extraordinaria valía del trabajo de Parr: las
a la multiplicidad de estudios precedentes algo menos de doscientas páginas a través
sobre la materia, pero la forma y el con- de las cuales Parr desarrolla sus argumen-
tenido de sus páginas ofrecen una diferen- tos atesoran el más logrado análisis de la
cia sustancial con respecto a otros estudios dimensión satírica del Quijote así como el
orientados casi de manera exclusiva hacia más detallado y convincente análisis de las
el componente crítico del Quijote. En efec- voces narrativas. Parr se ha preocupado por
to, nos hallamos ante una novela ejemplar actualizar el texto y el aparato crítico. Al
que, según su opinión, podría ser conside- estudio se apostillan dos addenda compues-
rada como una auténtica precursora de las tas por reseñas publicadas por Parr a lo
huellas reflexivas y metaliterarias que el largo de casi tres decenios. En cualquier
posmodernismo ha dejado sobre la super- caso, las tesis de Parr siguen tan vivas
ficie heterogénea y dúctil de la historia de como esplendientes y su vigencia merecía
la literatura. Así, por ejemplo, autores la atención editorial. El gran error, atribui-
como Carlos Fuentes subrayan este para- ble a la editora más que al autor, quizá
digma al afirmar, en Cervantes o la críti- estribe en no haber lanzado el texto en
ca de la lectura, que el autor español ins- español. An Anatomy of Subversive Dis-
taura «una nueva manera leer el mundo», course portaba el término anatomy en alu-
por medio de la «crítica de la creación sión a las teorías de Frye y como reclamo
dentro de la creación» (1976: 15). La ori- de los críticos ajenos al hispanismo. A
ginalidad de la propuesta de Paz Gago Touchstone for Literary Criticism está lla-
consiste en que no sólo desgrana la expe- mado a convertirse en un texto indispen-
riencia de lectura singular proporcionada sable para el estudio del Quijote, en lec-
por la escritura cervantina, sino que ade- tura obligada para estudiosos y también
más sugiere otras formas de «leer» y «ver» para estudiantes, muchos de los cuales
la literatura desde la perspectiva contem- quizá se resistan a habérselas con el texto
poránea. No en vano, La máquina mara- inglés. Urge, en definitiva, reclamar una
villosa: Tecnología y arte en el Quijote traducción española.
corrobora el perfecto funcionamiento del El libro se abre con una «Overture» y
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lificadora, que silencia, con toda intención, un imperio vaciado de voluntad de pujan-
el núcleo significativo de lo que verdade- za y con sus energías potenciales colapsa-
ramente importa. das. En la España de la época (aunque el
Como subraya el autor es preciso tra- autor no olvide la ambivalencia de la me-
bajar con la «hipótesis de una disimulación lancolía y su vinculación al temperamento
generalizada, de un solapamiento entre su- exaltado del genio) asistimos a un verda-
perestructuras y élan vital, en el tiempo dero «desarme libidinal», a la pérdida del
que muestra de modo maestro como se deseo de acción en el mundo. Más aún: la
hace pasar el dolor en el vehículo de risa melancolía toma carta de naturaleza y per-
–fuera de que la risa misma sea democrí- mea la totalidad de la vida. No es casuali-
tea, risa melancólica–, en la que se vuel- dad que gran parte del capítulo esté dedi-
ca toda energía nihilificadora» (p. 95). La cado a la evocación de una melancolía que
conciencia del vacío y sinsentido se mani- sobreviene en los momentos de duda so-
fiesta en el exceso, en las apoteosis del bre la legitimidad de la evangelización
travestismo lúdico de las producciones sim- americana y por la consciente imposibili-
bólicas del barroco. La superproducción del dad de producir un imperio cristiano sal-
discurso simbólico y la verdadera inflación vífico en verdad universal. El espacio co-
de la escena artística llevan en sí –y esa lonial americano viene a ser, en este sen-
es la paradoja, lo específico de la cultura tido, el lugar privilegiado del desánimo y
hispana– los gérmenes de su desautoriza- de las estrategias melancólicas que abomi-
ción y el malestar de la cultura. nan de la conformación real del mundo,
El análisis del sentimiento de inadecua- apuntando a una escena eterna con ansia
ción de las virtudes que habían caracteri- de infinitud.
zado el Humanismo se trasparenta después Los capítulos tercero y cuarto nos apro-
del Prólogo y de una larga y sugerente ximan a dos fundamentales e imbricados
Introducción, en los cuatro capítulos y un problemas. Marca privilegiada de la estra-
epílogo respectivamente titulados Lección tegia de compunción son las lágrimas. Es-
de sombras, Mundo breve, Lacrimae, La tas –expresión más del alma que de la
cripta barroca, Anti-Séneca. El primer ca- corporalidad humana– inundan la esfera de
pítulo está dedicado a la atracción barroca los gestos y hasta campean en los frontis-
por las metáforas del juego y las represen- picios de los libros ascéticos representan-
taciones de la vida como caducidad. Esta do el duelo y la melancolía. Para decirlo
atracción es leída como dolorosa concien- con el mismo autor, nos enfrentamos con
cia del vacío y pérdida de la ilusio. La la admirable casuística de la tribulación,
precariedad y ambivalencia de la vida se del martirio, de la enfermedad asumida
hacen explícitas en el juego del ajedrez, en como señal de santidad y salvación (cfr. p.
el juego fugitivo y breve de las luminarias, 311). Por doquier, y en los púlpitos sobre
en las oscuridades propias del sueño, en la todo, se intenta «mover a lágrimas» hasta
desautorización de todo tratamiento «mate- transformar este requerimiento en un ejer-
rialista de la realidad» de la ciencia expe- cicio devoto, como recomienda San Igna-
rimental, en el fracaso de la empresa evan- cio de Loyola. De ahí que muchas figuras
gelizadora del Nuevo Mundo. y representaciones simbólicas remitan a las
El segundo capítulo aborda la vincula- soledades del campo y de los yermos, di-
ción de la melancolía con el espacio de- bujando con actitud melancólica un mun-
monológico, con la acidia que conduce a do inabarcable, fuera de la aspiración hu-
la desconfianza absoluta (es decir a la des- mana. La renuncia, sin embargo, se produ-
peratio), con los escrúpulos de conciencia, ce –según la acertada formulación de
con las sombras del príncipe que gobierna Giorgio Agamben– no como reacción ante
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una pérdida, sino como «capacidad fantas- Demócrito, o sea sobre la ya mencionada
mática de hacer aparecer como perdido un doble faz, entre burlas y veras, de la épo-
objeto inapropiable» (p. 323). ca. El autor reconoce que en su análisis el
En el último capítulo, cuyo emblemáti- siglo parece «descompensarse» a favor de
co título es La cripta barroca, el autor su faz llorosa y la meditatio mortis, mien-
pasa revista a otras cifras secretas y esce- tras que sin lugar a duda las «dos másca-
nas pictóricas de las pulsiones de esa «cul- ras se alternan y se simultanean» (p. 378).
tura de la muerte» que atraviesa el siglo, Pero distinto es el culto a la risa de Demó-
entre ellas la poesía de ruinas, la desnuda crito. La risa de Demócrito –no olvidemos
calavera, la caña, el retrato, el espejo, la el papel de Hipócrates en la invención del
clepsidra, objetos y escenarios bien distin- topos– venía teñida de melancolía desde
tos de otras representaciones que describen los estoicos, y en el Renacimiento gozó
el barroco como pulsión de amor, de ener- de amplios comentarios en el tratamiento
gía libidinal o de saber. de los humores. La risa y el llanto forma-
La propuesta de Rodríguez de la Flor ban parte de toda cuestión, fuera retórica
llega a ser tajante en las páginas de este o poética, de filosofía moral o de política.
capítulo: «oponemos rigurosamente, pues, Ya sabemos, gracias a los trabajos de
a la construcción humanística de la fábula Aurora Egido entre otros, la estimación de
ejemplar y de lo historial, suficientemente que gozó entre finales del siglo XVI y pri-
revisada desde los análisis del período, las meras décadas del XVII la risa democrítea,
perspectivas melancólicas, las cuales giran juiciosa y reflexiva, cuya visión de las
en torno al potencial simbólico de unos cosas era más amarga que las propias lá-
cuantos objetos dispersos y, en realidad, grimas. Heráclito y Demócrito representa-
erosionados después del vendaval del tiem- ron bien, en el confundirse de risas y llan-
po» (p. 340). Existe, por supuesto, un tipo tos, el Teatro mundi de la época, su visión
de representaciones comprometido con la tragicómica. Ahora bien, Rodríguez de la
«estabilidad de una sociedad, la cual cree Flor reconoce que la risa y la comicidad
estar dotada de un destino en la historia» se aproximan al campo conceptual de la
(p. 341), pero éstas no son el objeto del tristeza y sus representaciones van empa-
libro. Con la escritura apasionada que ca- padas de un saber trágico. El llanto hera-
racteriza a Rodríguez de la Flor el volu- clíteo sustituido por la risa de Demócrito
men disecciona esas otras representaciones, es la «manifestación última y sofisticada de
las que «expresan la constitución ansióge- la misma melancolía» (p. 376). La cuestión
na del período; que revela lo que son sus remite al pionero Libro de la melancholía
líneas de fractura, sus lugares de «falla», de Andrés Velásquez (1585) y en especial
sus espacios crítico-dialécticos por donde a la extensa Anatomy of Melancholy de
el tiempo se diría que se desteje y retorna Rober Burton (1621). Si el volumen del
a un imaginario básico primordial, el cual médico de Arcos de la Frontera es poco y
marca la precariedad humana y desvaneci- mal conocido, la risa se perfila en toda su
miento de las instituciones sociales» (íbid.). relevancia en la obra del inglés hasta el
Bastarían estas afirmaciones para apre- punto de exhibir en la portada unos gra-
ciar la importancia y las más íntimas pers- bados que presentan, junto a las figuras
pectivas del libro, «genuinamente antitéti- simbólicas del amante melancólico, del
co» de tantas interpretaciones del barroco. supersticioso o del solitario, a Demócrito
No obstante, en el párrafo conclusivo del de Abdera, y en el centro, al propio autor
capítulo, La risa de Demócrito, Rodríguez como Democritus junior. En la risa se es-
de la Flor vuelve sobre el semblante llo- conde una de las «marcas secretas del alma
roso de Heráclito y la máscara riente de embargada por una tristeza sin causa, o
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cuya causa era tan universal, que, en ade- En concreto, la autora ya ha reprodu-
lante, ya no se dejaba circuir y objetivar» cido de manera facsimilar ejemplares de las
(p. 377). El asunto sugiere, sin duda, nu- primeras ediciones de algunas de ellas (e,
merosas ramificaciones y abre camino –ese incluso, del manuscrito autógrafo de El
es otro mérito del libro– a nuevos campos Héroe), dentro de un proyecto que ofrece
de análisis que convendría explorar. Para una intencionalidad metodológica impeca-
tan largo y complicado viaje buen viático ble: por una parte, la decisión de reprodu-
es recordar, como hace el autor, que se- cir un ejemplar facsímil de la primera edi-
gún ciertos tratadistas y anatomistas de los ción da cuenta de la firme convicción de
Siglos de Oro la risa tiene su sede en el que, para conocer una obra determinada,
bazo, el cual es a su vez la fábrica de la hay que empaparse de las condiciones con-
melancolía. cretas en que salió a la luz, incluida su
Efectivamente, según afirma Rodríguez propia materialidad, que ofrece al investi-
de la Flor, esta peregrinación por los frag- gador un punto de partida para poder re-
mentos de la producción simbólica de la construir el universo concreto del que parte
cultura hispana nos fascina por sus imáge- e indagar en el contexto histórico y cultu-
nes estéticas y nos incomoda por su ética, ral dentro del que se origina, reconstruc-
ya incapaces como somos de compartirla. ción que ocupa una parte muy importante
Así lo afirma también en el epílogo, remi- del extenso estudio preliminar que antece-
tiendo al Anti-Séneca, el tratado sobre la de a la propia edición del texto.
felicidad del francés La Mettrie. Pero lo que Pero, al mismo tiempo, la autora es
nunca debiéramos olvidar es que este viaje consciente de que el sentido de un texto no
entre las espectaculares cifras y enigmáti- se agota en su origen, sino que tiene como
cos pliegues de una época tragicómica hoy vocación recorrer una larga trayectoria, don-
sin contexto, nos muestra la melancolía de se producirá la interacción con lectores
como extrema manifestación de pérdida y cada vez más alejados de ese contexto his-
duelo, como categoría inaprensible en un tórico, social y estético concreto, hecho que
presente como el nuestro, gobernado por los lo dota de nuevas vías de interpretación y
impulsos del deseo y del placer. análisis. De ahí los últimos apartados, de-
dicados a rastrear la fortuna de la Agudeza
FELICE GAMBIN (y, en general, del conjunto de la produc-
ción graciana) hasta nuestros días.
Cada uno de los apartados de que cons-
GRACIÁN, Baltasar. Agudeza y arte de ta el estudio se enriquece con un comple-
ingenio (Huesca, Juan Nogués, 1648). tísimo panorama que da cuenta de todas las
Egido, Aurora (est. prel.). Edición fac- aportaciones de la crítica, entre las que la
símil. Zaragoza: Gobierno de Aragón e autora no sólo se erige como voz privile-
Institución «Fernando el Católico», giada, sino también como principal promo-
2007, CLXXI + 384 pp. tora en nuestros días, recogiendo el testi-
go de estudiosos como Correa Calderón o
La presente edición de la Agudeza y Batllori.
arte de ingenio supone una nueva de las En primer lugar, realiza Egido un mi-
decisivas aportaciones que la profesora A. nucioso repaso de los ejemplares de la obra
Egido –directora de la cátedra «Baltasar localizados hasta el momento, enumerándo-
Gracián» de la Institución «Fernando el los y describiendo aquellos a los que ella
Católico»– viene realizando en su labor de misma ha podido tener acceso.
edición, estudio y difusión de las obras del Su cotejo, así como la aportación de
jesuita aragonés. otros estudiosos de la materia, dan como
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resultado un panorama ecdótico que pode- todavía no está claro si las diferencias
mos resumir como sigue. entre distintos ejemplares responden a esta
Como es sabido, Agudeza y arte de razón o, por el contrario, hay que consi-
ingenio sale a la luz por primera vez en derar que fueron más de una las ediciones
Huesca en el año 1648, impreso por Juan contrahechas.
Nogués. Consta de 384 páginas de texto, A partir de este momento, la Agudeza
más cuatro hojas de preliminares que las ya no volverá a editarse de manera exenta
anteceden y dos de índices al final. En la hasta la muy tardía fecha de 1929. Sin
portada se establece un estrecho nexo de embargo, esto no imposibilitó su difusión,
unión (que se tendrá en cuenta en poste- pues aparecía, como no podía ser otra
riores consideraciones) con el precedente manera, en las numerosas ediciones que
Arte de ingenio. Tratado de la agudeza se sucedieron de las obras completas del
(1642), al considerarla como una «segun- jesuita.
da impression» de este. Como indica la investigadora, será con-
La comparación entre distintos ejempla- veniente dilucidar en futuros trabajos qué
res conservados de esta edición demuestra edición de las señaladas fue utilizada para
la existencia de diferentes estados dentro su reproducción en las distintas Obras,
de la misma, siendo especialmente relevan- aunque la extensión que ocupa la Agudeza
te el que presenta un error en la portada, en muchas de ellas, 376 páginas, coinci-
al confundir el nombre del destinatario, dente con la de «1649», hace dirigir la
denominándole «Iuan» en lugar de Anto- atención hacia esta.
nio. El ejemplar que da cuenta de este Entre todas las señaladas, la edición de
error se encuentra en la Hispanic Society 1648 parece ser la única que contó con el
of America. asesoramiento y el control del propio au-
Su escasa tirada, así como la rapidez tor quien, de esta manera, intentaba paliar
con la que se agotaron sus ejemplares, los defectos derivados de una precariedad
debió de propiciar la necesidad de una material que contrastaba de manera llama-
segunda emisión, que se realizó un año tiva con otras ediciones realizadas en las
después en la misma imprenta. Las dife- mismas prensas, hecho que motivó nume-
rencias con respecto a su precedente solo rosas quejas por su parte, como puede
afectan a la portada, donde se da cuenta apreciarse en algunas de sus cartas, de las
del cambio de año y se sustituye el recla- que se da cumplida cuenta en este estudio.
mo que aparecía en la anterior de «segun- Una de las pruebas de la activa parti-
da impression» por el de «tercera», a pe- cipación de Gracián se encuentra en la fe
sar de que, como demuestra la autora, no de erratas, que destila un conocimiento de
existen cambios significativos entre una y las fuentes empleadas y un manejo del la-
otra. tín que apuntan directamente al jesuita y
Existe, además, una edición contrahecha que, por cierto, no volvió a actualizarse en
de esta última emisión y que, por tanto, sucesivas entregas.
ostenta en su portada la fecha «1649»; sin Esta y otras razones llevan a Egido a
embargo, todos los indicios apuntan a que elegir un ejemplar de esta edición para su
se hizo bastante tiempo después. En ella, reproducción facsímil, en concreto el que
el número de páginas que comprenden el perteneció al bibliófilo zaragozano V. Mar-
texto propiamente dicho (sin contar, por tínez Tejero, ahora propiedad del Gobier-
tanto, con los preliminares y el índice fi- no de Aragón.
nal) pasa de 384 a 376. Del mismo modo El volumen, que se encuentra bastante
que en las anteriores, también aquí se cons- bien conservado, cuenta con algunas pecu-
tata la existencia de varios estados, aunque liaridades significativas; así, destaca la in-
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corporación de una página manuscrita que mante» sobre un aspecto marginal que,
se inserta antes de la portada, donde se aunque había sido tratado anteriormente,
reproduce el título completo de Arte de alcanza aquí su formulación más radical,
ingenio y la dedicatoria que en él se diri- puesto que recupera el valor de la nove-
gía al príncipe Baltasar Carlos, acompaña- dad y el infinito poder creador de la pala-
da de unas glosas que parecen encarecer bra, más allá de una teoría cada vez más
aún más la importancia del dedicatario. El codificada y repetitiva.
análisis de la grafía de este manuscrito No obstante, como ya se señaló, pare-
revela que pudo ser escrito en la época de ce claro que Gracián no pretendía impri-
Gracián, aunque él no parece su autor. mir un carácter completamente distinto a su
Una vez tratadas las cuestiones ecdóti- anterior versión de la obra. Ya apuntamos
cas, se estudian aspectos más relacionados que la Agudeza se presenta a los lectores
con el universo conceptual que guió la como «segunda impression», a lo que vie-
elaboración de la obra. ne a sumarse el hecho llamativo de que el
Así pues, conviene observar que, entre autor repita el mismo prólogo, renuncian-
Arte de ingenio. Tratado de la agudeza do así a encarecer la trascendencia de unos
(1642) y Agudeza y arte de ingenio (1648) cambios que acrecentaban con mucho su
transcurren seis años, periodo que compor- importancia, tanto cuantitativa como cua-
ta unas diferencias vitales que se suman a litativamente. La misma incuria se aprecia
las que Gracián imprimió voluntariamente en la dedicatoria al conde de Aranda (sus-
a su obra y que explican, por ejemplo, que crita por Lastanosa pero redactada, con casi
la primera tenga pie de imprenta madrile- total seguridad, por el jesuita) donde el
ño, mientras que la segunda se publique en propio autor no se hace eco del cambio de
Huesca (lo que está en consonancia con su título; curiosidad esta que se repite en casi
itinerario biográfico), o que la dedicatoria todos los preliminares, salvo en la Censu-
de una y otra esté dirigida a distinto des- ra de Uztarroz, donde sí se asume este
tinatario, cuestión esta última a la que nos significativo cambio.
referiremos luego. Aun así, muchas y muy importantes son
Más allá de este hecho, se considera las adiciones que aporta Agudeza, como,
prioritario atender a las modificaciones a por ejemplo, el considerable aumento de
que el autor sometió su Arte de ingenio, los textos hoy adscritos al campo de lo
que saltan a la vista ya desde el mismo literario, que Gracián utiliza para ejempli-
título. ficar distintos tipos de agudeza. Ocupa un
Y es que, como indica la profesora lugar destacado la incorporación de las tra-
Egido, la redefinición del mismo da como ducciones de Marcial realizadas por Ma-
resultado una teoría más depurada, por la nuel de Salinas, que tanta atención mere-
que Gracián sustituye el paralelismo «arte cen. Pero además, cabe destacar el mayor
de ingenio» y «tratado de la agudeza» por número de ejemplos poéticos, la incorpo-
una ilación explicativa donde se da por ración de Garcilaso o el incremento de
sentado que la agudeza es el resultado de citas de Montemayor, Camoens, Lope de
la conjunción de dos factores, esto es, la Vega o Góngora.
facultad natural, el ingenio, y su someti- La crítica ha querido ver en la multi-
miento a reglas por medio del arte. plicación de citas de autores aragoneses
La agudeza se erige en el pilar básico tales como Bartolomé Leonardo de Argen-
que sustenta la dignidad del hombre, den- sola o autores del círculo lastanosino una
tro de una perspectiva que se enmarca den- adhesión a uno de los principios casi pro-
tro del ideario humanista, pero acaba por gramáticos del mismo, el ensalzamiento de
superarlo. Estamos ante una «theorica fla- Aragón, en unos momentos de máxima
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dificultad para esta tierra, azotada como Y es que la propuesta de Gracián su-
estaba por la Guerra de Cataluña y por las pone, al mismo tiempo que una nueva teo-
relaciones conflictivas con la monarquía. ría, la asimilación de un inmenso legado
Sin duda, existen muchos indicios que cultural, deudor en gran medida de la Ra-
corroboran esta hipótesis, aparte de los ya tio Studiorum jesuítica, que transmitía una
indicados. Es cierto que el protagonismo completa educación teórica y práctica; no
adquirido en la obra por el bilbilitano Mar- obstante, en numerosas ocasiones se apar-
cial y la alusión a un gran número de ara- tó él de sus postulados y completó sus
goneses para ejemplificar distintos tipos de conocimientos con obra y autores no pri-
agudeza, así como la activa participación de vilegiados en aquel sistema didáctico.
muchos de los asiduos a este círculo en los Así, en la poética del concepto ingenio-
preliminares de la obra son claros síntomas so se sintetizan muchas de las enseñanzas
de una reivindicación política. que la filosofía, la retórica y la poética
La dedicatoria también ofrece un ejem- habían aportado por separado o, incluso,
plo clarividente en el mismo sentido. La dándose en ocasiones la espalda.
inesperada y prematura muerte del prínci- Como indica la profesora Egido, Gra-
pe Baltasar Carlos, en quien los aragone- cián utilizó la filosofía para edificar su
ses habían depositado todas sus expectati- armazón conceptual y la retórica «para dar
vas, imposibilitó hacerle nuevamente des- vida a una elocución que, lejos de ser sim-
tinatario de la Agudeza, tal como había plemente vehículo expresivo, se construye
sucedido en Arte de ingenio. Pero la elec- como prueba y hasta como evidencia del
ción del sustituto se realizó con el mismo arte mismo que se trata de ordenar y co-
cuidado y estuvo planeado con la misma dificar sobre dicho ingenio» (p. CXII).
intencionalidad. El elegido fue don Anto- Con estas premisas, diversificó el bel-
nio Jiménez de Urrea, Conde de Aranda montino el campo de la agudeza, hacién-
(título restituido en 1599 a modo de per- dola aplicable a tres terrenos heterogéneos:
dón generalizado a los aragoneses), que la agudeza de concepto, la verbal y la de
ocupaba el quinto puesto de un linaje exi- acción, cada una de las cuales debía con-
mio en armas y letras. Su nombramiento tar con la «circunstancia especial» en que
de Grande de España en 1626 por parte de se había originado, lo que permitía acabar
Felipe IV acaba por componer el perfil con una poética cerrada sobre sí misma y
deseado por Gracián para adornar y auto- multiplicar hasta el infinito las creaciones
rizar su obra. ingeniosas.
No obstante, previene Egido contra la De ahí que, frente a lo estipulado por
excesiva insistencia en este afán localista. la tradición anterior, no establezca él una
Existen diferencias de peso entre la Agu- jerarquía de géneros y estilos. Por el con-
deza y, por ejemplo, el Aganipe de los trario, la fuerte codificación genérica se
cisnes aragoneses, de Uztarroz, que sí par- sustituye por una nueva propuesta estética
ticipa de lleno en estas reivindicaciones que lleva a ensalzar cualquier producto de
patrias. la agudeza, independientemente del estatus
En efecto, el propósito primordial del que ocupase en la teoría precedente. Así se
jesuita posee un blanco significativamente explica, por ejemplo, la atención que la
distinto, centrado en la reivindicación de la Agudeza presta a la literatura oral y al len-
agudeza y la promoción de los destellos guaje hablado, desatendidos hasta el mo-
del ingenio, procedan estos de donde pro- mento por la preceptiva anterior.
cedan, ya sea de la antigüedad o de sus Lo dicho hasta el momento puede ser-
contemporáneos, de latitudes muy alejadas virnos para comprender la importancia de
o de su propio entorno. la figura de Gracián, sintetizador y, al
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mismo tiempo, superador del pensamiento Gracián pasó a ser ejemplo entonces de
de su época. La trascendencia y novedad los abusos que se habían cometido en el
de su propuesta teórica no resultó indife- siglo anterior y Agudeza se convirtió en el
rente en aquel momento, aunque las men- referente de este desvío de la preceptiva
ciones explícitas a su obra no sean siem- clásica. Así, Luzán, desde el terreno de la
pre fácilmente detectables. Influyó sin duda poética y Mayans, desde el de la retórica,
en los personajes de su entorno más cer- cargaron las tintas en desacreditar el esti-
cano (cuyo campo de interés abarca la fi- lo afectado del aragonés, responsable, no
losofía política y moral, las artes plásticas sólo de la práctica sino, más aún, de la
o la preceptiva histórica), en los comenta- codificación de tales desmanes.
ristas de Góngora, en autores hispanoame- No obstante, Mayans (que aprovechó
ricanos (se sabe, por ejemplo, que Sor muchos de los materiales que aportaba la
Juana Inés de la Cruz leyó su obra) y en Agudeza) y, sobre todo, añadimos nosotros,
autores que silencian su nombre en obras Capmany demuestran con sus comentarios
de marcada inspiración graciana (así J. una lectura atenta de esta y otras obras de
Polo de Medina en su A Lelio. Gobierno Gracián, lo que ya no se constata en los
moral). Todos ellos dan cuenta de una preceptistas posteriores, que repetirán tópi-
atenta recepción que supo valorar la impor- camente esta desaprobación sin aportar
tancia de una innovadora propuesta. nada nuevo, hecho que fue determinante
Tampoco faltaron los detractores, como para que dejara de leerse.
demuestra, en el campo de la oratoria sa- Esta inercia llega hasta Menéndez Pe-
grada, la Censura de la Elocuencia, de J. layo quien, heredero en este punto de las
de Ormaza o, en un ataque sistemático al ideas neoclásicas, volvió a enfrentarse con
conocimiento de Gracián sobre cada una de los textos de Gracián, subrayando algunos
las materias que componían el saber de la méritos que, por otra parte, ya habían
época, L. Matheu y Sanz quien, bajo el empezado a ser valorados en el extranje-
seudónimo de S. Terzón y Muela, redactó ro, con Schopenhauer como ejemplo más
su Crítica de reflección y censura de las representativo.
censuras. Como se recuerda, la restitución de la
Sin embargo, la mayor demostración de obra graciana recibió un gran impulso de la
la relevancia que poseyó el autor en su Generación del 27 que reivindicó, en la
tiempo queda patente con la gran cantidad estela de las teorías de Wölffin, el impaga-
de ediciones que alcanzó su obra en nues- ble legado de los escritores del Barroco.
tro país y en el extranjero. Y no sólo con Poco a poco y desde distintos foros fue
ediciones exentas –de las que, como hemos rescatándose la colosal figura de un escri-
visto, queda parcialmente excluida Agude- tor cuya vigencia llega hasta hoy con más
za– sino, lo que supone la canonización fuerza que nunca, gracias a trabajos como
definitiva de un autor, con la multiplica- los de Aurora Egido, destacada gracianista
ción de ediciones de sus Obras completas, y promotora de los estudios sobre Gracián.
que sancionaban el conjunto de una pro-
ducción heterogénea, que abarcaba variados SILA GÓMEZ ÁLVAREZ
campos, aunque unidos por una misma
cosmovisión vista desde distintos ángulos.
Este panorama se modificó sustancial-
mente a raíz del cambio de paradigma que COTARELO Y MORI, Emilio. Don Fran-
trajo la Ilustración, cuya interpretación li- cisco de Rojas Zorrilla. Noticias bio-
teral de los ideales clasicistas afectó de gráficas y bibliobráficas (Madrid,
lleno a la preceptiva literaria. 1911). Madroñal Durán, Abraham (prol.
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las comedias lopianas en trece tomos y los nas dedicadas a Francisca Bezón, la Bezo-
estudiosos de la novela barroca numerosas na, hija natural del autor de Entre bobos
ediciones de Castillo Solórzano, Salas Bar- anda el juego.
badillo, Céspedes y otros. Además, dedicó Un suma, tenemos entre manos mucho
sus desvelos a numerosos autores del XVI, más que una excelente reproducción de la
al Burlador de Sevilla, a fundar la Revista ya inencontrable biografía de 1911: se trata
Española, a diversas atribuciones conflic- de un repaso ponderado y documentadísi-
tivas, a las curiosas polémicas de aquellos mo de una parte apreciable de la desigual
años –Madroñal ofrece sabrosas anécdotas erudición historicista de comienzos del si-
sobre sus encontronazos con Adolfo Boni- glo XX. Y sólo cabe esperar que otros in-
lla y San Martín en su p. xxxvii–, a los vestigadores de la talla y la capacidad de
cómicos y las compañías, a las controver- trabajo de Abraham Madroñal se aventu-
sias y la recepción teatrales, a los géneros ren en la tarea de desenterrar las obras de
menores, a diversos poetas áureos, a la los otros millonarios del dato –así gustaba
zarzuela, etc. Tiene interés el análisis del de llamarlos don Eugenio Asensio– típicos
método de trabajo biografista, historicista de aquellos años: tales Rodolfo Schevill,
y apegado al archivo y al dato menudo del Adolfo Bonilla, Agustín de Amezúa y
sabio Cotarelo (p. xl). Mayo o Francisco Rodríguez Marín, entre
Hacia la mitad de la introducción encon- otros. Prueba de la utilidad de este esfuer-
tramos un juicio de la biografía rojana de zo, que puede parecer ocioso a los menos
Cotarelo, que aportó muchos datos y docu- avisados, es que el índice de nombres ci-
mentos inéditos. Sigue un repaso de los tados de este Don Francisco de Rojas Zo-
datos, no demasiados, de que hoy dispone- rrilla revisado en 2007, con sus 19 pági-
mos sobre aquel comediógrafo, con una útil nas de letra menuda y sus más de seiscien-
cronología en las pp. liv-lvi. De nuevo, tos nombres propios, ofrece al estudioso
Madroñal no escatima algunas ajustadas del teatro de comienzos del siglo XXI un
críticas a la labor biográfica del gallego (pp. asomo al rico minero de datos ahora dis-
lx-lxvii) y finalmente termina ofreciéndonos ponibles.
un exhaustivo estado de la cuestión actua- Por lo demás, hoy día son pocos los
lizado sobre la vida, la obra y la recepción herederos de próceres de la investigación
del dramaturgo después de Cotarelo y has- decimonónica y de la vuelta del siglo XX
ta nuestros días (pp. lxvii-lxxi). que facilitan en semejante grado la reedi-
Para aquellos que no recuerden el añe- ción de los mejores trabajos de sus ilus-
jo volumen publicado por la benemérita tres antepasados, y este libro debería ani-
Tipografía de la Revista de Archivos hace mar a estas familias a permitir que estas
casi cien años, éste consta de una primera labores se lleven a efecto sin trabas y en
parte con ocho capítulos dedicados a la las mejores condiciones. En muchos casos,
vida de Rojas Zorrilla y una segunda par- los parientes modernos desconfían de las
te con una profusión de bibliografías, con instituciones públicas y de los modernos
atención especial a setenta comedias –hoy investigadores, o recelan de un posible
la lista tentativa asciende a más de un cen- menoscabo de sus herencias, pero en rea-
tenar de títulos–, quince autos y veintidós lidad esfuerzos como la presente edición
entremeses, además de una serie de apén- facsímil ampliada prueban precisamente lo
dices documentales que contienen los tes- contrario: el tributo más valioso a sus
tamentos citados en la obra, una curiosa abuelos es justamente la recuperación de
nómina de «otros Franciscos de Rojas» sus obras.
–entre otros, el marido de la amante del
dramaturgo– y una veintena larga de pági- HÉCTOR BRIOSO SANTOS
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graron desde el nacimiento de la Compa- que la búsqueda sea lo más fructífera po-
ñía de Jesús en Colombia la unidad jesuí- sible. En cada entrada se ofrece la biblio-
tica que se denominó «Provincia del Nue- grafía directa e indirecta que se ha podido
vo Reino», y en Santafé hicieron sus estu- localizar hasta la fecha, de manera que raro
dios y trajinaron como «neogranadinos» los es el personaje que no aparece arropado
grandes espacios geográficos que llevaron con menos de una veintena de notas al
por mucho tiempo el nombre de Tierra final del respectivo artículo.
Firme. Por este motivo hay que conside- Se recoge la bibliografía científica, cul-
rarlos como miembros de esta gran unidad tural y literaria de tres centenares de hom-
geográfica e incluirlos en la presente Bi- bres de la Compañía de Jesús que consa-
blioteca jesuítica neogranadina. graron su vida al progreso intelectual,
Esta doble decisión (incluir a los qui- moral, educativo, religioso y social en tie-
teños, venezolanos y dominicanos) podrá rras neogranadinas desde 1604 hasta el
ser objetada, con verdaderas razones, como último sobreviviente del naufragio que su-
artificial por algún estudioso. frió la Orden ignaciana tras la expulsión de
La estructura del libro es muy sencilla, los dominios españoles en 1767 y su con-
pues consta de dos partes esenciales, am- siguiente extinción por parte del papa Cle-
bas documentadas con apabullante erudi- mente XIV en el 1773. Pero no se piense
ción. La primera («Marco de referencia sólo en los conceptos de «españoles» y
para una visión historiográfica de la Com- «misioneros», pues aparecen escritores ex-
pañía de Jesús», pp. 11-63), diseña el am- tranjeros, como el italiano Felipe Salvador
biente y la tradición en el que se inscribe Gilij (Spoleto, 1721-Roma, 1789), o el
la Biblioteca de autores jesuitas neograna- madrileño y fundador de la Real Academia
dinos y resalta la importancia que la Com- de la Lengua, José Cassani (Madrid, 1673-
pañía de Jesús otorgó a esta disciplina o Alcalá de Henares, 1750), quien nunca
arte bibliográfico, a fin de poder evaluar atravesó el Atlántico, pero está incluido
la respuesta de los jesuitas colombianos con un retrato exhaustivo (70 notas) por su
ante el reto que les planteó este desidera- faceta de historiador de la Compañía de
tum cultural e intelectual desplegado por Jesús de esta región.
los seguidores de Ignacio de Loyola en Lógicamente, toda primera síntesis de
todo el mundo conocido. La Introducción una biblioteca de escritores (como cual-
aspira a ubicar al investigador en el com- quier diccionario o la antes citada Biblio-
plejo mundo de la historiografía jesuítica teca jesuítico-española de Hervás) es pro-
y por ello establece una síntesis que oriente ducto de muchos aportes, la mayoría de las
las posibles conexiones neogranadinas con veces anónimos, y suele adolecer de inevi-
la historia universal de la Compañía de tables olvidos e inexactitudes en los miles
Jesús. de datos acumulados, pero en los artículos
La segunda parte, la Biblioteca propia- que hemos sondeado nos ha sorprendido la
mente dicha (pp. 66-744), consta de 318 difelidad de las referencias en la obra del
artículos bio-bibliográficos, estructurados a P. Del Rey.
la manera tradicional desde Nicolás Anto- Puede llamar la atención del lector no
nio, cada uno de los cuales está conforma- latinoamericano el hecho de que la mayo-
do en dos partes bien diferenciadas y ex- ría de la producción sea manuscrita, pero
haustivamente documentadas (más de cua- hay que tener presente que la imprenta la
renta archivos consultados): la biografía del introdujeron los propios jesuitas en el Nue-
autor y a continuación la bibliografía. En vo Reino de Granada en 1737 y al año
ambos apartados se procura ofrecer al lec- siguiente comenzaron las publicaciones.
tor toda la información obtenida a fin de Si José del Rey presenta su Biblioteca
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de escritores jesuitas neogranadinos como cada vez más a géneros, autores y tenden-
homenaje a los muchos jesuitas que supie- cias que testimonian la riqueza y variedad
ron insertarse en la rica y diversa geogra- de la literatura española del siglo XVIII. Un
fía de la Nueva Granada durante los tiem- buen ejemplo de ello es el caso del poeta
pos coloniales y contribuir así a la forma- y dramaturgo Nicolás Fernández de Mora-
ción de la colombianidad, para el tín. Existen dos ediciones modernas de su
historiador español se trata de una obra de comedia La petimetra (J. Cañas y D. Gies-
consulta obligada en el estudio de la épo- M.A. Lama), pero para leer sus tragedias
ca colonial, en especial para el preocupa- había que recurrir a la edición preparada
do por la historia de la cultura y del pen- por Aribau para la BAE en 1846. El inte-
samiento en Colombia, de manera que rés por esta figura clave en la renovación
siempre que nos encontremos con un jesui- estética neoclásica se extiende ahora a su
ta que sospechemos que anduvo por las obra trágica, con la publicación casi simul-
actuales Venezuela, Colombia o Santo tánea de la edición que aquí se reseña, a
Domingo durante los siglos XVI al XIX he- cargo de Josep Maria Sala Valldaura, y la
mos de hojearla con evidente ventaja en del Teatro completo (las tres tragedias y La
amplitud y precisión respecto a la benemé- petimetra) realizada por Jesús Pérez Maga-
rita Bibliothèque de la Compagnie de Je- llón (Madrid, Cátedra, 2007). Ambas edi-
sús de Carlos Sommervogel. ciones parecen confirmar, además, el inte-
rés creciente por el género sublime en el
ANTONIO ASTORGANO ABAJO neoclasicismo español, que avalan varios
estudios recientes, firmados algunos de
ellos por los editores mencionados.
Resulta así que quizá este interés edi-
FERNÁNDEZ DE MORATÍN, Nicolás. torial por la literatura dieciochesca está
Tragedias. Sala Valldaura, Josep Maria ligado al propio desarrollo de las investi-
(ed.). Barcelona: Crítica, 2007, 483 pp. gaciones, y al hecho de que cada vez hay
más especialistas en más obras o autores
Al enjuiciar la historiografía literaria capaces de llevar a cabo esa labor de edi-
del siglo XVIII español y sus incuestiona- ción con conocimiento y rigor. Es el caso
bles logros en los últimos años, parecía de la edición que ofrece la editorial Críti-
inevitable el lamentar que ese auge de las ca en su colección ‘Clásicos y Modernos’
investigaciones no hubiera ido acompaña- de las Tragedias de Nicolás Fernández de
do de un aumento paralelo de las edicio- Moratín, encomendada a uno de los mejo-
nes de textos menos canónicos. Las colec- res estudiosos del teatro del siglo XVIII ,
ciones de ‘clásicos’ parecían fijadas en Josep Maria Sala Valldaura. Reconocido
unos títulos selectos, más allá de los cua- especialista en el sainete, en la obra de
les, y salvo puntuales excepciones, la ta- Juan Ignacio González del Castillo y de
rea editorial debía parecer empresa arries- Ramón de la Cruz, su larga investigación
gada. Afortunadamente ese panorama está en el terreno de la tragedia ha culminado
cambiando, porque asistimos a una paula- en el libro De amor y política: La trage-
tina ampliación y renovación de ese cor- dia neoclásica española (Madrid, CSIC,
pus textual. Editoriales comerciales y uni- 2005). Sala Valldaura edita pues unos tex-
versitarias, instituciones privadas o públi- tos que conoce muy bien, sobre los que ha
cas, y, cada vez con más ímpetu, las escrito estudios puntuales, y que analiza
bibliotecas virtuales, están poniendo al al- ampliamente en un prólogo basado induda-
cance de estudiantes y de los propios in- blemente en esas investigaciones previas
vestigadores una lista de títulos que se abre pero que, como él mismo señala, «es fru-
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to de nuevas lecturas de las tres tragedias «confiere grosor sentimental y alcance pa-
y, aunque tenga en cuenta las interpreta- triótico a las escuetas noticias sobre Mu-
ciones del libro, aporta nuevas ideas y nuza y la hermana de Pelayo de las cróni-
consideraciones críticas» (p. 129). cas medievales, así como proporciona re-
En un momento en el que las versio- lieve dramaticonarrativo a la sublevación
nes electrónicas hacen cada vez más fácil de astures y cántabros» (p. 60), o cómo en
y rápido el acceso a los textos, lo impor- Guzmán el Bueno añade elementos a la
tante ya no será tanto el qué sino el cómo historia o los altera con el fin de avivar el
se edita. En este sentido, la edición de Sala dramatismo e interés del argumento, al
Valldaura de las tragedias de Nicolás Mo- tiempo que acentúa el propósito didáctico
ratín resulta ejemplar, y una muestra de de la tragedia. Por ello, por ejemplo, «Mo-
que la tarea esencial del editor consiste en ratín elimina cualquier realidad que pudie-
acercar la obra al lector, en explicársela ra afear moralmente la ejemplaridad del
aunando el rigor y la erudición con la cla- protagonista [...], porque busca que des-
ridad, la sutileza y hondura en el análisis pierte la admiración emulativa del lector o
con el aporte de información, y ofrecien- espectador», o aumenta la edad al hijo de
do una visión crítica del significado de la don Alonso, «pues, de esta manera, acre-
obra en su contexto histórico-literario. Las centaba[n] el valor de su conducta y su
ciento cincuenta páginas del prólogo son consecuente condición modélica» (p. 102).
buena prueba de la minuciosidad con la Para la comprensión de estos cambios,
que Sala analiza las tragedias moratinianas: de este paso de la historia a la poesía dra-
Lucrecia (1763), Hormesinda (1770) y mática, son muy útiles los ‘Apéndices’ (pp.
Guzmán el Bueno (1777), en un estudio 451-465) en los que el editor reproduce los
que, ajustándose a los criterios editoriales textos en que se basó Nicolás Moratín: Ab
de la colección, se presenta sin notas y Urbe condita e Historia de Roma desde su
dividido en cuatro apartados: El autor, La fundación, de Tito Livio, fuente de Lucre-
obra, La crítica, El texto. cia; Historia de rebus Hispaniae, de Ro-
Sala titula su prólogo «Entre la histo- drigo Jiménez de Rada, fuente de Horme-
ria y la poesía: las tragedias de Nicolás sinda; y la Crónica del reinado de Sancho
Fernández de Moratín», porque uno de los IV el Bravo o el relato del sitio de Tarifa
hilos conductores de su estudio es mostrar en la Historia General de España del Pa-
cómo en cada una de sus tragedias el poeta dre Mariana, que utilizó para Guzmán el
madrileño «labra y mejora aquella materia Bueno.
que ha tomado prestada de la historia, dán- El trabajo riguroso de Sala Valldaura
dola nueva forma y nuevo ser con su arte aborda todos los aspectos ideológicos y
y con su invención» (Luzán, La Poética, formales de cada una de las tragedias. Con
III, iii, cit. por Sala, p. 60). Por este mo- diferentes epígrafes pero de manera siste-
tivo, el estudio de las tragedias dedica un mática y muy esclarecedora, los capítulos
amplio espacio a las fuentes utilizadas por dedicados a Lucrecia, Hormesinda y Guz-
Moratín y a los cambios que ha de operar mán el Bueno analizan, además del ya
en la realidad histórica para adecuarla al mencionado tratamiento de las fuentes, las
desarrollo escénico y ajustarla a unas re- circunstancias de su composición y su re-
glas que, según la concepción neoclásica, cepción crítica, el tema y su significado en
hacen posible la instrucción moral de una el plano moral y político, los personajes,
tragedia, sin olvidar las motivaciones ideo- y ‘la práctica neoclásica’, esto es, la fábu-
lógicas que subyacen en las transformacio- la y su desarrollo dramático, las unidades,
nes de la materia histórica. Muestra Sala el aparato teatral, el estilo y la locución.
Valldaura cómo en Hormesinda Moratín Dado que, como señala el propio editor en
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su repaso bibliográfico, «entre los estudios elección de la pasión de Tarquino como eje
contemporáneos no abundan las considera- de la tragedia le permite a Moratín desviar
ciones estéticas sobre las tragedias morati- el centro de atención del elemento políti-
nianas» (p. 134), merece ser destacada la co de la historia romana –el tiranicidio y
atención que Sala Valldaura presta a estos la implantación de la república, que la
aspectos en su prólogo. Así, por ejemplo, censura no hubiera permitido llevar a la
explica cómo ya la primera tragedia mo- escena– y dar a la obra una dimensión
ratiniana aplica la técnica aprendida de esencialmente moral (el ejercicio de la vir-
Corneille de «ensamblar las escenas, con tud y la moderación de las pasiones, espe-
la más escrupulosa voluntad de guardar las cialmente necesarios en un gobernante), en
unidades de lugar y tiempo, a la vez que Hormesinda y Guzmán el Bueno, la orien-
fortalecer lo verosímil y lo necesario» (p. tación política y la intención patriótica son
41), o analiza la habilidad del dramaturgo ya evidentes, no en vano ambas obras co-
para utilizar recursos escénicos, como la rresponden al momento de nacionalización
escena múltiple en Guzmán el Bueno, en de la temática de la tragedia. Con todo, el
obras que sin embargo no subieron a las componente esencialmente moral de las
tablas. Por su parte, el análisis de Horme- tragedias moratinianas sale a la luz con el
sinda, representada en 1770, incide en una análisis de Sala Valldaura, que rastrea en
de las dificultades inherentes a la novedad ellas la huella del estoicismo (muy ilustra-
del teatro neoclásico: la falta de prepara- tivo es el apartado ‘La moral del noble’,
ción de los actores para interpretar la su- sobre Guzmán el Bueno), y las manifesta-
blimidad patética del género trágico. En los ciones de la filosofía moral propias del
aspectos estilísticos, Sala pone de relieve pensamiento ilustrado («la preeminencia de
tanto las deficiencias como los logros de la razón, la existencia de una moral natu-
Moratín: si en Lucrecia todavía el autor ral de carácter general más importante que
recurre al lenguaje amoroso de las come- las diversas religiones y modos de educar,
dias del siglo XVII, también sabe evitar el la amistad o fraternidad entre los seres
riesgo de artificiosidad de la sintaxis del humanos», p. 75, en Hormesinda; el paci-
estilo elevado mezclando los endecasílabos fismo, la defensa de una virtud universal,
pareados con los sueltos o blancos (p. 46). el papel de la educación, la fraternidad, en
Los mismos aciertos poéticos son destaca- Guzmán el Bueno), poniendo los hechos
dos en las dos tragedias siguientes, en una del pasado al servicio de una interpretación
clara evolución del estilo moratiniano ha- moral contemporánea.
cia una locución más fluida y natural en También se aborda en varios puntos de
su última tragedia (p. 121). este prólogo la cuestión de la deuda de
La presentación individualizada y cro- Nicolás Moratín con el teatro barroco, pa-
nológica de las obras tiene la ventaja de tente en su primera tragedia, y todavía
ofrecer una visión compacta de cada una evidente en la utilización del tema del
de ellas y de favorecer un análisis atento honor en Hormesinda: Sala analiza cómo
a los cambios en la producción moratinia- la actitud de Pelayo ante la afrenta de su
na, que se ponen de manifiesto también en hermana es más propia en su planteamien-
los aspectos temáticos y en los objetivos to y resolución de una comedia barroca, y
de cada tragedia. Al lector le resulta fácil explica en el apartado ‘La disposición de
seguir los hilos argumentales del análisis los sucesos’ la forma en que el engaño
de Sala Valldaura y ver cómo el compo- hace avanzar la obra. Porque, a pesar de
nente moral de la primera tragedia va de- su estética neoclásica, Moratín conoce la
rivando hacia una lectura más política en eficacia dramática del tema del honor y lo
las obras posteriores. Si en Lucrecia la utiliza en el enredo de sus tres tragedias.
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ter innovador, y «las dificultades que en- mente aseverado, ya que el profesor Jesús
traña iniciar un género tan difícil como el Pérez Magallón nos tiene acostumbrados a
trágico, carente de modelos autóctonos y la solvencia de sus estudios y no pocas
con los gustos predominantes totalmente en ediciones que ha venido realizando a lo
contra» (p. 128); unas dificultades que el largo de su fructífera carrera. Esa solven-
propio Moratín asumía en la dedicatoria de cia se confirma en el libro que comentare-
Guzmán el Bueno, en 1777, cuando ya mos en seguida.
otros autores habían avanzado en el cami- El Teatro Completo de Nicolás Fernán-
no que Montiano y él iniciaron. Sin ocul- dez de Moratín es un trabajo de edición
tar sus limitaciones, pero sabiendo desta- espléndido que reúne La petimetra (1762),
car los aciertos de las obras que edita y Lucrecia (1763), Hormesinda (1770, la
analiza, el principal mérito de esta edición única obra que fue representada en vida del
resulta así, a mi juicio, la actitud de quien autor) y Guzmán el bueno (1777) en un
la realiza, un conocedor profundo de la solo volumen. Jesús Pérez Magallón editó
producción trágica del Neoclasicismo espa- estas piezas teatrales con base en las edi-
ñol que, sin apasionamientos injustificados ciones princeps, además de tomar en con-
pero también sin prejuicios, desde el rigor sideración las dos ediciones modernas ya
del análisis de su realización literaria, tie- existentes para La petimetra. Al mismo
ne el objetivo de situar las tragedias de tiempo, en este mismo volumen destacamos
Nicolás Fernández de Moratín en el lugar el aparato crítico que podemos calificar de
que les corresponde en la historia del gé- riguroso, exhaustivo y pertinente. El siste-
nero sublime en España, en esa difícil si- ma de anotación que acompaña a la come-
tuación que les cabe siempre a los pione- dia y a las tres tragedias de Fernández de
ros, a los que, como él, escribieron en Moratín contribuye de manera destacada a
otros géneros buscando asentar modelos restituir el horizonte político, social, cul-
para favorecer el desarrollo de una litera- tural, literario y filológico de dichas obras.
tura renovada y moderna en la España del Ese horizonte nos muestra gestos y hábi-
siglo XVIII. tos del periodo en el cual Fernández de
Moratín las escribió; por ello, las notas
MARÍA JESÚS GARCÍA GARROSA confeccionadas por Pérez Magallón son
una caudalosa fuente de información críti-
ca y no meras identificaciones onomásticas
o bibliohemerográficas; esas notas tampo-
FERNÁNDEZ DE MORATÍN, Nicolás. co se reducen a la consignación de datos
Teatro Completo. Pérez Magallón, Je- superficiales y generales que poco abonan
sús (ed. e intr.). Madrid: Cátedra, Le- en la reconstrucción temporal de los tex-
tras Hispánicas, 2007, 611 pp. tos y en la recuperación histórica de su
sentido original. En consecuencia, resulta
Si bien durante las últimas décadas ha paradójico que cuando la edición de una
habido un auge en la recuperación, la edi- obra está tan bien realizada se piense que
ción y el estudio de los textos literarios e el trabajo editorial es cosa fácil; sin em-
históricos del setecientos español, ese auge bargo, los que alguna vez hemos editado
no siempre ha redundado de manera evi- textos literarios sabemos que no es así;
dente en beneficio de la calidad y serie- justamente cuando hay detrás una labor
dad del resultado final de los textos, a meticulosa e inteligente es cuando menos
pesar de las buenas intenciones de sus se nota la mano profesional del editor.
autores. Por fortuna, el libro que hoy nos Si como ya se dijo al principio de esta
ocupa nada tiene que ver con lo anterior- nota el trabajo de edición es impecable,
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del exhaustivo estudio de Jesús Pérez Ma- vistos desde la óptica del discurso ilustra-
gallón radica en hacer un replanteamiento do que se preocupaba por el bienestar y
general de la reconstrucción histórica del felicidad públicos.
conocimiento cultural y literario del sete- Si bien el entusiasmo que despierta en
cientos español, de tal manera que el pro- mí la aparición de este volumen es gran-
fesor de McGill University huye de las de, no quiero dejar en el tintero un par de
inercias críticas y prejuicios que prevale- mínimas observaciones de carácter edito-
cen en algunos estudiosos sobre conceptos rial. La primera va en el sentido de que
y nociones acerca del neoclasicismo y la hubiera sido conveniente identificar por
utilización de éstos en el análisis de los medio de letras las notas que correspondían
textos literarios o en la explicación del a Fernández de Moratín y con números las
ámbito teatral y de la configuración del notas del editor; esta diferenciación ayuda-
escritor. Como ejemplos de esta clase de ría a una lectura más clara de los diferen-
replanteamientos, citemos los siguientes tes puntos de enunciación que caracterizan
puntos rebatidos por el editor: circunscri- cada uno de los textos; textos que en modo
bir y limitar el movimiento renovador al alguno pertenecen al mismo estrato de sen-
periodo político del Conde de Aranda; tido de la obra editada. La segunda obser-
desestimar la función social que los ilus- vación me lleva a decir que el estudio in-
trados le otorgaron a la creación artística; troductorio se encuentra tan cargado de
acotar la comprensión y ejecución de no- información y reflexiones que no deja una
ciones teóricas a la simple adaptación de de preguntarse por qué estas abundantes
las reglas dramáticas de manera ortodoxa; páginas no terminaron por integrar un li-
señalar que el teatro de Fernández de Mo- bro independiente, suficiente por sí mismo,
ratín no supo romper con los grandes au- diferente de la presentación a la obra dra-
tores barrocos; valorar las tragedias mora- mática de Fernández de Moratín. Esta pre-
tinianas a partir de la poca o mucha in- sentación, entonces, se hubiera reducido a
fluencia que tuvieron del teatro francés o la exposición de las líneas fundamentales
ignorar la articulación del tema del nacio- del hipotético libro autónomo, de fácil y
nalismo de raigambre ilustrado. Por tal útil manejo para el público amplio que
motivo, nuestro estudioso establece un de- constituyen los lectores de la colección
bate con sus colegas que también han es- Letras Hispánicas de Cátedra.
tudiado a Fernández de Moratín, señalan- Finalmente, considero que la edición y
do con claridad cuando coincide con ellos el estudio que Jesús Pérez Magallón hace
y le parece acertado e innovador un jui- del teatro completo de Nicolás Fernández
cio, o indicando, enfáticamente, cuando de Moratín es desde ahora una referencia
piensa que alguna interpretación no se ciñe obligada para los estudiosos de la drama-
con objetividad o profundidad al tema que turgia del setecientos español.
se está estudiando. Resaltemos que esta
sinceridad intelectual se sustenta en un ESTHER MARTÍNEZ LUNA
debate constructivo y argumentado.
Entre los temas que también ocupan un
lugar dentro del estudio-discusión señale-
mos la importancia de conocer a qué pú- ANDRÉS, Juan, Epistolario. Brunori, Li-
blico iba esencialmente dirigida la tragedia via (ed.). Valencia: Generalitat Valen-
neoclásica, la reflexión en torno al ejerci- ciana, 2006, 3 vols., 1854 pp.
cio del poder, el nacionalismo, la unifica-
ción y la conducta femenina (pasión, luju- La presente edición, a cargo de Livia
ria, amor conyugal, la moda), etc.; temas Brunori, profesora de la Universidad de
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Bolonia e investigadora adscrita a su Cen- rarios que tuvieron lugar entre España e
tro di Studi sul Settecento Spagnolo, reúne Italia, particularmente, y entre España y el
una extensa colección de 1311 cartas –en resto de Europa en las tres últimas déca-
castellano, italiano, francés y latín– escri- das del siglo XVIII y primeras del XIX.
tas por el polígrafo jesuita Juan Andrés Ya antes de iniciar el largo proceso de
(1740-1817), entre los años 1760 y 1816. redacción y publicación de su principal
Ya en las primeras líneas de su introduc- obra, Dell’origine, progressi e stato attua-
ción, Brunori advierte a lector que, no le d’ogni letteratura (Parma, 1782-99, 7
obstante lo copioso del epistolario recopi- vols.), quizá la primera historia compara-
lado –en bibliotecas y archivos italianos, da de la literatura universal, recibida con
españoles, norteamericanos, holandeses y éxito en Europa, Andrés estableció y man-
polacos–, como suele ocurrir en este tipo tuvo correspondencia con una amplia lista
de pesquisas, cabe la posibilidad de que se de hombres de letras y científicos europeos
encuentren cartas todavía desconocidas. debido a sus buenas conexiones en la re-
Para todos esos futuros hallazgos habrá pública de las letras.
servido de imprescindible acicate el traba- Entre sus corresponsales italianos se
jo y el esfuerzo de la profesora Brunori. cuentan algunos de los intelectuales más
La gran mayoría de estas cartas fueron representativos de la vida académica, cien-
escritas en Italia, donde Juan Andrés y tífica y literaria de su península adoptiva:
Morell vivió exiliado tras la expulsión de Girolamo Tiraboschi, Saverio Bettinelli,
España de la Compañía en 1767, residien- Gian Rinaldo Carli, Jacopo Morelli, Ange-
do en Ferrara hasta la extinción de su or- lo Mai, Giambattista Martini, Lazzaro Spa-
den por Clemente XIV y, seguidamente, en llanzani, Lorenzo Mehus, Gregorio Casali
Mantua –que lo acogió entre 1774 y 1796, y Angelo Cesaris, entre otros muchos. Sus
donde fue preceptor de los hijos de los principales corresponsales españoles, entre
marqueses Bianchi–. Sólo se han conser- los residentes en la Península, fueron los
vado cuatro cartas entre las escritas en hermanos Mayans, el publicista Juan Sem-
España y tres del periodo italiano anterior pere y Guarinos y el botánico Antonio José
a Mantua. La campaña de Italia de los Cavanilles. Las cartas que dirigió a su
ejércitos republicanos franceses trastocó su hermano Carlos Andrés, a cuyo cuidado
renovada estabilidad, obligándolo a peregri- estuvo la edición de su obra en España y
nar por Venecia, Roma, Parma y Pavía, que, asimismo, actuó de buzón en los pri-
asentándose por último en Nápoles a fina- meros años de su exilio para cartearse con
les de 1804, capital en que sería protegido los anteriores sin contravenir los términos
sucesivamente por Fernando de Borbón, de la pragmática de expulsión, parece ser
José Bonaparte y Joaquín Murat. Murió que se perdieron durante la Guerra Civil.
en Roma a mediados de enero de 1817, a Una tercera constelación de los correspon-
donde se había mudado apenas tres meses sales de Andrés la constituyen sus herma-
antes. nos de orden, entre los que cabe citar a
El presente epistolario de Andrés cons- Juan Bautista Colomés, Faustino Arévalo,
tituye una imprescindible herramienta para Esteban de Arteaga, Antonio Ludeña, Ma-
el mejor conocimiento del contexto intelec- nuel Rodríguez Aponte, Tomás Serrano,
tual y personal del que surgieron sus obras, Ramón Ximénez de Cenarbe y Francisco
permitiéndonos asimismo profundizar en el Javier Perotes.
papel de intermediación cultural que juga- Aparte de las noticias sobre el estado
ron Andrés y el resto de los escritores de los trabajos en marcha, la petición y
exjesuitas exiliados en Italia, dentro de la ofrecimiento de favores literarios y el co-
corriente de intercambios culturales y lite- mentario de las novedades bibliográficas,
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marcan el ritmo en algunos de estos car- las Cartas críticas sobre la Italia del tam-
teos polémicas y cuestiones tales como la bién exjesuita José García de la Huerta– se
difusión en Italia del llamado «mal gusto» muestra verdaderamente en lo apropiado
literario, achacado a los autores barrocos del aparato de notas, que iluminan el tex-
españoles; el origen árabe de la poesía lí- to en todo momento sin adquirir nunca un
rica europea, así como la influencia de su protagonismo excesivo. Resulta de gran
música; la recepción europea de la cultura utilidad un extenso índice onomástico, ele-
española, no sólo en relación con las con- mento en ocasiones pasado por alto en este
secuencias del artículo «Espagne» de Mas- tipo de obras. Sirve de complemento al
son de Morvilliers; la falta de ética edito- libro un cd-rom que almacena todos los
rial de algunos editores contemporáneos de documentos en formato pdf. La presente
códices y manuscritos; las pérdidas ocasio- edición se complementará en un futuro
nadas en el patrimonio artístico, bibliote- cercano con un cuarto volumen que con-
cario y documental italiano debido a las tendra unas 600 cartas escritas al abate
requisas y exacciones de los comisarios Andrés.
culturales de la República Francesa... En Nos sentimos de enhorabuena los die-
otras cartas, Andrés manifiesta su interés ciochistas, sobre todo los interesados en las
por los nuevos descubrimientos y progre- relaciones culturales hispanoitalianas e his-
sos científicos ocurridos en estas décadas, panoeuropeas, por la aparición de este
así como por la recuperación contemporá- Epistolario de Juan Andrés, producto del
nea de la antigüedad clásica, derivada de trabajo riguroso de muchos años de la pro-
la excavación de las ciudades sepultadas de fesora Livia Brunori. La colección resultan-
Pompeya y Herculano, y la apertura de te no desmerece en la compañía de los más
nuevos espacios expositivos como el Mu- relevantes epistolarios y correspondencias
seo Pío-Clementino dentro del complejo de la Ilustración española, como pueden
Vaticano. No obstante la habitual pruden- ser los ya editados de Gregorio Mayans,
cia y cautela de Andrés, no escasean tam- Gaspar Melchor de Jovellanos y Leandro
poco en esta correspondencia los apuntes Fernández de Moratín.
en torno a la situación política italiana y
española, particularmente a partir del co- GABRIEL SÁNCHEZ ESPINOSA
mienzo de la Revolución Francesa, así
como sobre el destino de la Compañía de
Jesús, restablecida en el reino de Nápoles
en 1804. El tira y afloja del proceso de HERVAS Y PANDURO, Lorenzo. Biblio-
publicación de sus obras, se manifiesta en teca jesuítico-española (1759-1799).
sus correspondencias con el impresor y ti- Astorgano Abajo, Antonio (est., intr.,
pógrafo Giambattista Bodoni y con Johann ed. crítica y notas). Madrid: Libris,
Georg Handwerk, administrador de la 2007, 833 pp.
Stamperia Reale parmesana.
Brunori ha ordenado las cartas crono- Los importantes avances realizados en
lógicamente. Caso de haberse perdido los los últimos años sobre la historia del libro
originales, reproduce el texto ya publica- y de las bibliotecas y la variedad de enfo-
do. Como es usual en este tipo de edicio- ques desde los que su estudio se contem-
nes de textos dieciochescos, se ha moder- pla, fenómeno este indisolublemente unido
nizado la ortografía y la puntuación. El a la buena acogida que la historia cultural
gran conocimiento del espacio cultural his- ha encontrado en nuestro país, ha tenido
panoitaliano de la profesora Brunori –re- como consecuencia un creciente interés por
cientemente ha publicado una edición de aquellos estudios que dan cuenta y anali-
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zan las lecturas, en unos casos, o la pro- Panduro, en su mayor parte a lo largo de
ducción intelectual, en otros, de persona- 1793, fue su particular manera de reivin-
jes o de colectivos de significación en su dicar y recordar al conjunto de los jesui-
momento. Se trata de una recuperación tas expulsos españoles, de los cuales for-
indispensable que nos permite medir el maba parte. No se trataba de un ejercicio
alcance de ciertos temas, preocupaciones y de nostalgia, sino de justicia, ya que en su
gustos, y conocer los instrumentos de que mayoría se trata de autores vivos, o de
literatos y eruditos se valieron para dar fallecimiento reciente, cuya dispersión
cauce a sus intereses y llegar al público amenazaba con que se perdiera su memo-
lector. Cuando, como ocurre en algunos ria. Por ello, su elaboración estuvo pre-
casos, ese conjunto no se ajusta a la ma- cedida de una minuciosa tarea de reco-
terialidad de unos volúmenes en unas es- pilación de noticias sobre las obras, pu-
tanterías, ni responde a la afición de quie- blicadas e inéditas, escritas por sus
nes los han ido reuniendo, por gusto o por correligionarios, tarea que solo podía rea-
necesidad profesional, su interés no solo no lizar alguien que, como él, reuniera dos
disminuye, sino que nos obliga a una re- condiciones, la de ser un buen bibliófilo y
flexión suplementaria sobre los rasgos co- conocer, desde dentro, los ambientes en los
munes de autores y obras, la personalidad, que se movían los antiguos miembros de
de quien ha llevado a cabo lo que podría- la Compañía. Es más, Hervás no se con-
mos denominar como un catálogo de refe- forma con proporcionar una relación de
rencias o una biblioteca ideal, y la opor- títulos, sino que inserta una breve biogra-
tunidad y circunstancias en que la redac- fía de cada autor, realizada sobre la base
ción se llevó cabo. Obras de especial de fuentes literarias contemporáneas, la
importancia de estas características fue la propia obra de Sempere entre otras, corres-
famosa Bibliotheca Hispana Nova de Ni- pondencia privada y fuentes orales. Siem-
colás Antonio, cuidadosamente reeditada pre consideró su relación como algo abier-
por Ibarra entre 1783-1788, que no es solo to, susceptible a nuevas incorporaciones de
un ejercicio de erudición, como la Biblio- datos y, por ello, mantuvo durante cierto
theca Hispana Vetus, sino una selección tiempo la red de informadores que la ha-
cuidadosa y un reconocimiento explícito a bía nutrido. El denso trabajo realizado
los autores que le precedieron. Más cerca- nunca vio la luz, hasta ahora, en que la
na en el tiempo, el Ensayo de una Biblio- constancia de un estudioso, el profesor
teca de los mejores escritores españoles Astorgano, lo ha rescatado del olvido, edi-
del reinado de Carlos III (Madrid, Impren- tando los cuatro catálogos autógrafos con-
ta Real, 1789, 6 vols.), de Sempere y Gua- servados en el Archivo Histórico de Loyola
rinos presenta unos rasgos que van más y enriqueciéndolo con notas y un riguroso
allá de la mera recopilación y se inscribe estudio. Dado su estado deficiente de con-
en la política propagandística de aquel rei- servación, ha tenido que transcribir cuida-
nado, y en la campaña de reivindicación de dosamente el texto, realizar algunas inter-
la fama literaria de España, sin que esto venciones y enmiendas, minuciosamente
afecte, en absoluto, a la importancia de la anotadas, desarrollar las abundantes abre-
obra ni a su interés para los estudiosos del viaturas y regular la ortografía y puntua-
periodo. ción, todo ello con el máximo respeto por
En esta línea, y teniendo en cuenta el las características léxicas, morfológicas y
primer ejemplo, del que toma su estructu- sintácticas originales. Gracias a lo cual el
ra, y la buena acogida del segundo, que es lector de hoy puede disponer de una im-
casi contemporánea, la Biblioteca jesuítica- portante obra de referencia, no solo sobre
española, escrita por Lorenzo Hervás y la producción y las coordenadas intelectua-
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cio del Pontífice cuando incorporó al je- integrante de la erudición española del
suita conquense como bibliotecario y con- momento. La decisión con que se lanzó a
firma sus buenas relaciones con los edito- una aventura editorial difícil, que el segun-
res romanos; y, por último, la implícita do destierro truncó, es bien representativo
valoración de los autores reseñados, me- del tesón de su carácter.
diante la mayor o menor extensión del Finalmente, no quiero dejar de expre-
comentario que les dedica. Ordenados al- sar unas consideraciones sobre la publica-
fabéticamente por apellidos, los cuatro ca- ción de esta obra, patrocinada por Libris,
tálogos en que está dividida, por la inclu- Asociación de Libreros de viejo, y el tra-
sión en ella de jesuitas portugueses y de bajo desarrollado por su editor, y autor de
otros extranjeros al servicio de España, la introducción y las notas, Antonio Astor-
resulta de manejo sencillo, en relación con gano Abajo. Cuando un trabajo inédito del
otros repertorios similares, y presentan la pasado llega a nuestras manos en forma de
indudable ventaja no solo de ser los más libro, entre el manuscrito original y los
completos, sino de estar escritos en caste- lectores hay un intermediario imprescindi-
llano, no en latín. Da la impresión que esta ble, el estudioso que lo rescata de un ar-
última posibilidad ni siquiera la tuvo en chivo, lo reorganiza y restaura y nos per-
cuenta, ya que su intención era difundir sus mite, con sus puntualizaciones, adverten-
contenidos y editarlo lo antes posible. Sus cias e informaciones supletorias sacarle
precisiones sobre la edición de algunas verdaderamente partido. Y esta función se
obras y ciertas atribuciones dejan ver que ha cumplido de manera meritoria en la
Hervás, cuando pudo, comprobó directa- obra que estamos reseñando, donde se nos
mente algunas referencias y, cuando la re- habla mucho y bien de Hervás, de sus
lativa precipitación con que escribió la obras y de los estudios que sobre uno y
obra no se lo permitió, intentó informacio- otras se han venido haciendo y donde se
nes complementarias. En algún caso, como analiza, de manera exhaustiva, los conte-
por ejemplo, en su reseña sobre Andrés nidos del repertorio que se presenta. Por-
Burriel, no deja de ser interesante que se- que no solo resuelve con precisión el tiem-
ñale que se están publicando escritos su- po de la redacción y su contexto literario,
yos sin su nombre, como la biografía del sino que se arriesga en una cronología de
P. Mariana que acompaña la edición de la las obras de los ex jesuitas, a mi entender
Historia de España publicada en Valencia. muy efectiva, porque nos deja ver la rela-
Son signos de evidente modernidad, así ción entre las condiciones materiales que
como también lo es su instinto de lector rodean a los autores, el contexto político
que le lleva a distinguir muy bien entre los y económico en que se mueven, y aque-
muchos eruditos de la orden a aquellos llos otros elementos que inciden directa-
capaces de superar las limitaciones forma- mente sobre la producción literaria, como
tivas de su condición eclesiástica o de al- la censura y el patronazgo. Solo cuando
canzar una mayor calidad literaria. No fue, este conjunto se vuelve más favorable, en
desde luego el único, ni siquiera el prime- los diez últimos años del reinado de Car-
ro, que sintió la necesidad de recoger y los III, los viejos escritores jesuitas y los
reivindicar las aportaciones de los jesuitas más jóvenes que prueban su suerte ya en
expulsados de España, dándoles un conte- Italia, pueden llevar a cabo esa «inunda-
nido unitario y presentándolas a sus com- ción de obras» de la que Azara daba cuen-
patriotas como una obra colectiva. Pero su ta a Floridablanca. Pero las dificultades
esfuerzo fue el que mejor cumplió con este renacieron ya antes de la ocupación de
propósito y el que mejor supo presentar las Roma por Napoleón, en 1798, de manera
aportaciones de los expulsos como parte que, a partir de entonces, el retorno de
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La publicación de estos escritos asturia- notable difusión, gozando ese mismo año de
nos no debe hacer pensar que lo que se edi- varias ediciones más –algunas clandestinas–
ta es algo residual o sin interés –la sola enu- en distintas ciudades españolas. A finales de
meración ya desmiente esa posibilidad–, por- 1808 apareció, también en Madrid, una
que son muchos los contenidos que se Centinela contra franceses. Parte Segunda,
aportan, dada la variedad de asuntos tratados, del mismo autor. Durante los dos años si-
pero también porque son muchos los puntos guientes, las dos partes de la obra juntas,
de vista desde los que podemos acercarnos o bien solo la primera, o solo la segunda,
a ellos. Lexicógrafos, geógrafos, historiado- se publicaron en distintas ciudades españo-
res de distintas materias, antropólogos, eco- las y americanas, así como en Manila. La
nomistas, filólogos, sociólogos; interesados situación política y militar que vivía Espa-
en el viaje, en la aplicación práctica de la ña en aquel momento favoreció el éxito de
Ilustración, en el urbanismo; estudiosos de la aquel libro, traducido al portugués y al in-
sociabilidad, etc., tienen en este volumen una glés (se publicó varias veces en Estados
fuente de noticias importante, lo mismo que Unidos), y del que el propio Napoleón or-
quienes deseen conocer mejor la realidad de denó hacer una traducción en francés para
la Asturias (la de España) del momento, pues conocer qué se decía de él.
es interés de Jovellanos, como de otros que En 1988 la profesora Étienvre publicó
escribieron entonces, corregir las miradas dis- la Centinela –con el correspondiente estu-
torsionadas de los que publicaron sus impre- dio y apéndices documentales– en la edi-
siones antes sobre una realidad que ellos co- torial Tamesis Books (Londres). Aparece
nocen mejor. ahora, veinte años después, una nueva edi-
Como de otros personajes de su tiem- ción del libro de la profesora francesa que,
po, de Jovellanos se puede decir que nada aunque sin cambios destacables respecto a
humano le era ajeno, y gracias a esa cu- la edición de Tamesis, es oportuno reseñar:
riosidad enciclopédica tenemos hoy mapas además de estar ahora disponible en una
de la realidad española de la época, o de editorial española, merece ser conocida en
la Asturias del momento, pero también este 2008 en que se cumple el bicentena-
diseños del país que se deseaba, del Gijón rio de aquella publicación y de aquel año
y del Principado que Jovellanos proyectó. crucial en la Historia de España, pero so-
Por eso, en cierta medida, son también sus bre todo porque es conveniente subrayar la
papeles testimonio de un fracaso, que ahora enorme importancia de una figura como la
recuperan en una solvente edición dos bue- de Capmany, cuyo gran valor intelectual
nos conocedores de su obra. solo ha comenzado a ser reconocido en
estudios aparecidos en los últimos años.
JOAQUÍN ÁLVAREZ BARRIENTOS Ese reconocimiento de Capmany como
autor central de la España ilustrada debe
mucho precisamente a la profesora Étien-
vre, que, además de algunos artículos so-
CAPMANY, Antonio de. Centinela contra bre cuestiones concretas de su obra y de
franceses. Étienvre, Françoise (ed., su actividad pública, editó en 2001 un
intr., notas y apénd. doc.). Madrid: excelente libro sobre este autor: Rhétorique
Centro de Estudios Políticos y Consti- et patrie dans l’Espagne des Lumières (Pa-
tucionales, 2007, 126 pp. rís, Honoré Champion). Tras algunos tra-
bajos de varios autores que dejaban entre-
El año 1808, en Madrid, publicó Anto- ver el valor del autor catalán, fue la pro-
nio de Capmany y Montpalau su Centinela fesora Étienvre la primera persona que se
contra franceses, que rápidamente tuvo una ocupó de estudiar profunda y monográfi-
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peización. Ni que decir tiene que cualquier sección del mismo capítulo, Ardila recurre
evaluación de la precisión futuróloga de a su propia pericia dual en la cultura es-
Ganivet estará condicionada por sus pro- pañola y británica, proporcionando un ori-
pias decisiones historiográficas y políticas, ginal estudio de la lectura comparativa de
y el riesgo que corre la lectura de Ardila Maeztu de Don Quijote y Hamlet. Es pro-
es el de cierta complicidad (seguramente bable que una comparación entre el análi-
no buscada) con la visión desmaterializa- sis de Maeztu de Don Quijote y Don Juan
da de Ganivet: esta lectura supone no sólo y las creativas interpretaciones unamunia-
pasar por alto la violencia material impli- nas de ambos personajes no encajara en las
cada tanto en la colonización como en la líneas de investigación de Ardila, o que
dictadura, sino también infravalorar las quizás por motivos de espacio no se pu-
profundas contradicciones del franquismo diera incluir, pero igualmente habría sido
en cuanto al nacionalismo: su retórica ini- un enfoque fascinante, y seguro que la
cial habrá resaltado un nacionalcatolicismo aportación de Ardila habría sido muy va-
puro, pero en cuanto a la praxis política, liosa.
el país pronto se abrió a los ajenos intere- El estudio de la politología abre con un
ses geopolíticos y financieros. El riesgo de capítulo sobre Unamuno y lo que Ardila
tal lectura es que el franquismo pueda denomina su ‘dialéctica del liberalismo
emerger como el pre-requisito redentor o espiritual’. Prudentemente, rechaza intentos
terapeútico para una consecuente democra- estériles de alinear a Unamuno con posi-
tización. Como regla general, los rendi- ciones políticas instanciadas; le interesa
mientos de este tipo de vindicación futu- más explorar la concepción que Unamuno
rológica no suelen ser muy altos, e inclu- tenía del quehacer político, junto con los
so en las hábiles manos de Ardila, es el procedimientos filosóficos de sus interven-
caso aquí también. Sin embargo, el resto ciones políticas. Resalta el interés que te-
del análisis de la obra de Ganivet es acer- nía Unamuno en ampliar la definición de
tado, está matizado y bien documentado. acción política al igual que su preocupa-
En el siguiente capítulo, Ardila confie- ción por forjar opinión pública –una de las
re a Maeztu un lugar privilegiado como el razones por las que Ardila le defiende
más cosmopolita de los noventyochistas: a como pionero democrático. Asimismo,
su juicio, la dualidad nacional anglo-vasca cuestiona el argumento tópico según el
le confirió una amplia y penetrante pers- cual la obra de Unamuno es simplemente
pectiva comparativa. Para Ardila, la apor- una sarta de contradicciones. En simpatía
tación más valiosa de Maeztu al estudio de con el argumento de Bustos Tovar, alega
una identidad nacional española fue su que las tensiones y contradicciones de la
análisis de los emblemáticos personajes li- propia coyuntura histórica desempeñaron
terarios Don Quijote, Don Juan y La Ce- un papel más importante en las posiciones
lestina. Ardila analiza diestramente los ar- antinómicas de Unamuno que cualquier
gumentos sobre las virtudes y defectos voluntad idiosincrática de mistificar. De
nacionales que, según Maeztu, encarnaban igual modo acierta Ardila al argüir que la
estas figuras. De interés particular es el utilización de un procedimiento dialéctico
afinado analisis de la posición de Maeztu (en lugar del razonamiento por silogismos)
con respecto a la aportación del pensa- era muy inusitado en la arena política, y
miento judaico a la cultura española: Como que por tanto no se apreciaba con la sufi-
bien demuestra Ardila, hay importantes ciente fineza el concepto unamuniano de
tensiones entre la evaluación de Maeztu de alterutralidad –el mantenimiento de oposi-
La Celestina y de la racionalidad renacen- ciones en tensión creativa. Para Ardila, el
tista y su defensa del catolicismo. En otra liberalismo de Unamuno debe ser entendi-
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de los problemas de la España del momen- Los textos proceden de las Obras com-
to, que eran sustancialmente los mismos pletas, en once volúmenes, que comenzó a
que los de las demás naciones, entonces, editar la editorial Aguilar en 1940 (y has-
antes y después (XLVI). La soluciónno es ta 1958), cuando don Jacinto estaba casti-
la monarquía zarista ni el socialismo; la gado por el nuevo régimen a no ver su
solución, parece decirnos, aunque sea par- nombre en los teatros, ni en los anuncios
cial, solo puede provenir del individuo. En de la prensa, al frente de sus nuevos es-
cuanto a la fantasía ornitológica de Aves y trenos. Pero los empresarios teatrales pre-
pájaros, más que una rastrera y apresura- sionaron y pronto «el autor de La malque-
da afiliación ideológica al franquismo, es rida» volvió a ser «Jacinto Benavente».
más bien una afirmación de la imposibili- Cierra la introducción una Bibliografía
dad de «distinguir en esas aves y esos Fundamental muy acertada y útil, con es-
pájaros que supuestamente representan a tudios y ediciones, en la que se ha desli-
los miembros de los dos bandos que pro- zado alguna pequeña errata.
tagonizaron la Guerra Civil española» (L). Termino enviando una cálida enhora-
Estas tres obras no son las mejores del buena a Luis T. González del Valle y a
autor, por su excesivo didactismo pero, a José Manuel Pereiro Otero por este proyec-
juicio de los editores, precisamente por to necesario que ojalá se complete pronto
eso, demuestran que el autor se niega a con la misma excelencia que campea en
comulgar plenamente con las creencias de ese primer volumen. Se ha empezado a
su clase, que su mensaje es independiente cubrir una laguna, un tanto escandalosa a
y no se alinea con las creencias de ningún estas alturas, en el campo del teatro espa-
grupo. En suma: «He aquí adónde se ha ñol del siglo XX, que de ninguna manera
ido a parar: a un Benavente relativista, puede prescindir de la obra y la dramatur-
quizá posmoderno» (LII). gia de Jacinto Benavente.
Los 18 textos de este primer volumen
cubren los años entre 1894 y 1903 y han VÍCTOR GARCÍA RUIZ
sido seleccionados por su carácter represen-
tativo en la evolución de la dramaturgia
benaventina y por la relación entre su po-
pularidad y canonicidad. No falta, a mi jui- SUÁREZ MIRAMÓN, Ana. El Modernis-
cio, ningún título ineludible como El nido mo: compromiso y estética en el fin de
ajeno, Gente conocida, La comida de la siglo. Madrid: Ediciones del Laberinto,
fieras, Lo cursi, La gobernadora, El auto- Arcadia de las Letras, 2006, 335 pp.
móvil o La noche del sábado. Además de
los elementos clásicos en su teatro –el diá- El volumen que presenta la editorial del
logo ágil, la exploración psicológica, el ar- Laberinto, dentro del plan general de inte-
gumento mínimo, el cuadro social, los trián- resantes monografías que van perfilando los
gulos amorosos, las componendas políticas, temas y aspectos más destacados de la his-
el culto a las apariencias, el caciquismo toriografía literaria, incluye ahora un exten-
provincial o el papel del dinero– los edito- so estudio sobre una época tan compleja
res llaman la atención sobre la presencia de como el fin del siglo XIX y los primeros
recursos autorreflexivos y metateatrales en años del XX. Ya el título adelanta el punto
alguna de las piezas seleccionadas, además de vista de la autora que, a partir de un
de otros temas que atestiguan una moder- conocimiento directo de los escritores de
nidad literaria fácilmente conectable con, esa época, justifica la dualidad intrínseca
sin ir más lejos, «El pintor de la vida mo- del movimiento denominado Modernismo.
derna» de Charles Baudelaire. La profesora Ana Suárez cuenta ya con una
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extensa bibliografía sobre los autores que nes realizadas en los fondos de las heme-
concurren en el fin de siglo, desde Unamu- rotecas e incluso a los análisis comparatis-
no a Azorín, Juan Ramón Jiménez, Rubén tas, además de la perspectiva y el equili-
Darío, Tomás Morales, Valle-Inclán y los brio que produce la distancia y la consi-
hermanos Machado. En ellos ha indagado deración de los hechos, se ha podido ir
sobre diferentes aspectos y con una mirada relegando ese doble rótulo que pesaba
crítica independiente resaltando siempre las como una losa sobre los autores para pre-
cualidades humanísticas que caracterizan a ferir incluso el término más abierto, sen-
estos autores. Igualmente, ha dedicado di- cillo y cronológicamente más ajustado al
ferentes trabajos a temas muy concretos del tiempo en que surgieron los escritores mo-
fin de siglo (sobre todo en las relaciones dernos a la vida pública, como es el fin
entre literatura y periodismo) e incluso al de siglo. Pues bien, en ese fin de siglo,
fenómeno modernista, por lo que el estu- donde van a desembocar diferentes actitu-
dio actual es ya el resultado maduro de una des, manifestaciones nuevas y cambios so-
constante investigación sobre los autores y ciales, se incluye literariamente «la com-
los textos. plejidad del nuevo humanismo que carac-
Lo primero que se destaca en el libro terizó a esa renovación total del arte y del
es la imposibilidad de seguir manteniendo papel del escritor en la sociedad» (p. 17).
el enfrentamiento de los términos 98 y Ese nuevo humanismo implica, según la
Modernismo como si se tratara de dos es- profesora Suárez, una consideración espe-
cuelas, técnicas o actitudes contrarias. No cial de la cultura y del arte que afecta a
hay nada de eso. Tal oposición surgió por la propia biografía de los autores, a sus
motivos extraliterarios y adquirió entidad intereses y al contexto en que vivieron, lo
por razones estrictamente sociopolíticas, que justifica su actitud crítica, reforzada
ajenas a la creación literaria. Si tal enfren- incluso por su profesión inicial de perio-
tamiento ha durado más de cincuenta años distas y por su relación constante con la
y ha provocado una oposición entre diver- prensa. Las posturas de los considerados
sos grupos de autores, dedicados unos a críticos no se esperaron al 98, como muy
reflexionar o criticar y otros a mantenerse bien se ve en los ensayos de Unamuno
fuera de la realidad en una burbuja de fri- publicados en La España Moderna y reuni-
volidad, el libro viene a corroborar lo que dos en libro posteriormente con el título de
ya se acepta en las investigaciones más En torno al casticismo. Este ejemplo, que
importantes sobre determinados autores tan claramente expone cómo Unamuno no
aunque queden todavía muchos aspectos escribió esa obra regeneracionista tras la
por explorar: que todos, incluso quienes fatídica fecha no ha servido para nada pues
provenían del Realismo, inauguraron nue- ha habido un empecinamiento tópico en
vos caminos estéticos que para nada des- hablar de la misma como consecuencia del
deñaban la actitud crítica. La creación y la Desastre, olvidando que el sentimiento re-
crítica iban acompasadas en su labor. La generacionista se había iniciado propiamen-
razón de esta tardanza en aceptar lo que te con la Restauración. La autora insiste en
los textos evidencian de modo indudable denunciar este problema que todavía en
sólo puede buscarse en la inercia, en la nuestros días sigue, confusamente, marcan-
fácil repetición de tópicos y, sobre todo, en do la labor de la crítica del 98 como pro-
la ausencia de un sentido crítico ante los ducto directo de la regeneración surgida a
textos. Por fortuna, de unos años a esta raíz del Desastre. Se trata, según la estu-
parte, como dice la autora, tras el acerca- diosa, de una forma de falsear o desvirtuar
miento a los creadores, individualmente los hechos con el objetivo de encasillar
considerados, y a las importantes revisio- bajo epígrafes manidos autores y obras
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aunque la realidad sea muy distinta y, por pues si inicialmente todos se sintieron
supuesto, mucho más natural, pues no deja «modernos», tras la guerra civil nadie qui-
de resultar extraño que determinados escri- so abanderar la modernidad y sí apuntarse
tores, como los ya maduros en esas fechas, al 98, entonces considerado más patriota.
pudiesen estar ajenos a los acontecimien- (En las páginas dedicadas a los autores hay
tos de la realidad y de repente los jóvenes una minuciosa y documentada información
cargasen con toda la responsabilidad. sobre la posible asignación de los térmi-
Como en muchos otros procesos de la his- nos a los autores). La documentación re-
toria, los acontecimientos se van gestando cogida para justificar la evolución de la
y los escritores se convierten en portavo- crítica, así como la selección de textos y
ces de ese cambio, cada uno desde su in- las aportaciones más significativas para
dividualidad, pero sin perder de vista su ofrecer esa trayectoria gradualmente, per-
objetivo estético. Por ello, el título aúna los mite al lector seguir la andadura de ese
términos compromiso y estética para carac- binomio hasta nuestros días. Asimismo se
terizar la nueva perspectiva que se abre en pone de relieve la importancia que han
el fin de siglo. tenido las investigaciones en hemerotecas
El libro está organizado, como todos y los estudios concretos sobre obras, para
los de la colección, con unos cuadros cro- llegar a una verdadera presentación del
nológicos iniciales y un amplio capítulo tema en nuestros días. La extensa pero se-
final dedicado a Los caminos de la críti- leccionada bibliografía agrupada por temas
ca. En este capítulo se va mostrando el y autores completa el panorama crítico de
origen y la evolución de los términos mo- la obra.
dernismo y 98, además de los cambios En cuanto al contenido, está organiza-
críticos que se han ido produciendo desde do en doce capítulos. Hay que destacar la
la inicial postura de Azorín en 1913 hasta intencionalidad didáctica del libro. Seis de
nuestros días. El apartado es de gran inte- los doce capítulos están dedicados a des-
rés en este caso por cuanto supone un brozar los fenómenos históricos e intrahis-
enorme esfuerzo trazar la trayectoria his- tóricos que han ido conformando el pano-
tórica de los términos y crítica de los mis- rama de la época. Tras un estudio atento
mos. La autora se remonta a los orígenes de éste en todos sus aspectos, la autora va
del término 98, esbozado por Maragall y penetrando en lo particular del movimien-
Maura y difundido por Azorín. Precisa, sin to y en los autores concretos que justifi-
embargo, que este escritor incluyó en la can, desde diferentes perspectivas, la teo-
nómina del grupo a escritores muy hetero- ría expuesta. En el primero, se estudia la
géneos, algunos de la considerada genera- realidad y leyenda del 98, tal como surgió
ción anterior, y otros de los mayores re- en su momento y ha llegado hasta noso-
presentantes del llamado Modernismo tros. Se tiene en cuenta el problema del
(Rubén Darío). Sin embargo, de esta infor- Desastre pero no sólo desde la visión es-
mación que para nada tenía la voluntad de pañola sino desde la americana, lo cual
oponer o enfrentar, tal como el propio permite entender por qué y cómo surgió en
Azorín se encargó de reiterar en artículos las letras americanas la renovación estéti-
posteriores (de los años veinte), surgió una ca. Asimismo, se expone con enorme cla-
corriente crítica que tras acuñar el térmi- ridad el significado del regeneracionismo y
no trató de justificarlo con razones extra- sus antecedentes desde la Restauración
literarias hasta el enfrentamiento directo en hasta el mismo 98 y se describe el ambien-
1951 con el libro de Díaz-Plaja. De nue- te social en la época en que se desarrolló
vo, las razones extraliterarias abrieron un la labor de los escritores. En el segundo,
gran conflicto con el término Modernismo se aborda el problema de la ideología y la
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estética. Resulta de gran interés el análisis te difundidas por revistas españolas. Dedi-
que se hace desde los presupuestos del ca un estudio especial al libro de Llanas
pensamiento liberal de la Institución Libre Aguilaniedo Alma contemporánea por
de Enseñanza y de las formas populares de cuanto representó en 1899 la síntesis y
difusión de la cultura para entender cómo asimilación en España de las diferentes
los elementos románticos del folklore y las teorías estéticas europeas que influyeron
ediciones de clásicos y de los autores ex- decisivamente en el Modernismo.
tranjeros pudieron influir en la renovación Tras esta incursión en la época, a partir
del fin de siglo. Igualmente destaca la im- del capítulo sexto, la estudiosa establece un
portancia del intercambio cultural entre lo estudio pormenorizado del Modernismo;
culto y popular, derivado sobre todo de la primero, desde la prensa, con la aparición
iniciativa de grandes investigadores como de las primeras definiciones, los conflictos
Demófilo y Rodríguez Marín, lo cual ex- en torno a su origen, las diferentes postu-
plica perfectamente la actualidad de la de- ras de autores y críticos de acuerdo con las
mótica y de Bécquer en el fin de siglo. Se diferentes ideologías, y la evolución e in-
señala la importancia de la creación de flexión del movimiento. En este apartado se
revistas especializadas de folklore a través nos presenta en vivo la génesis del movi-
de cuyos estudios se recuperó lo mejor del miento y la diversidad de influencias y ten-
alma romántica y los motivos más impor- dencias. Del Modernismo en sí mismo des-
tantes de nuestra tradición cuya influencia taca su carácter sintético y las interrelacio-
traspasó la modernidad y llegó hasta Falla nes artísticas. Tienen gran importancia los
y Lorca. El capítulo tercero aborda las re- apartados dedicados a la pintura (que expli-
laciones entre periodismo y literatura a ca también el interés por el paisaje de Cas-
partir de los escritores que consideraban la tilla bastante anterior al Desastre), a lo vi-
función periodística como la forma de re- sual, al jardín en cuanto espacio de sensa-
formar España. Sin embargo, la profesora ciones naturales y estéticas y al arte de
Suárez no se ciñe a los autores jóvenes Bécquer como ejemplo artístico de sensibi-
sino que comienza con el ejemplo de Blas- lidad moderna. Los temas, motivos y su
co Ibáñez en cuanto escritor realista y el expresión son analizados desde la tradición
más directo periodista del Desastre del 98, y la modernidad, ejes que constantemente
para después asentar las bases de la críti- se manejan en la obra. Muy importante,
ca regeneracionista en Rubén Darío y mos- porque suele olvidarse en los estudios de-
trar que su preocupación por España era dicados a la época, es la presentación de las
anterior a sus crónicas recogidas en Espa- coordenadas que permiten analizar la trayec-
ña contemporánea. A través de los textos toria del Romanticismo al Modernismo, así
que presenta se hace imposible no incluir como su inflexión en el Novecentismo
a ambos autores en la literatura del com- (caps. 7 y 8). Igualmente se traza un pano-
promiso y menos aún, olvidar la importante rama de la renovación modernista en las
labor crítica de Darío. Tras estos modelos, diferentes regiones y se insiste en la nece-
la autora indaga en la actitud crítica y sidad de un estudio pormenorizado de sus
renovadora de los autores de la genera- componentes y, aunque no tendría cabida en
ción realista y en la crítica de los jóvenes estas páginas, sí se incluyen autores del
desde sus inicios en los foros públicos grupo catalán, canario, salmantino y mur-
(cap. 4). En el capítulo quinto se ocupa del ciano, prestando más atención a los más im-
estudio de la influencia extranjera y de portantes andaluces. Finalmente, los dos ca-
cómo fue encauzada en España, desde Bau- pítulos siguientes están dedicados a Rubén
delaire en la lírica, y desde las nuevas po- Darío, como ejemplo de la síntesis cultural
siciones ideológicas europeas puntualmen- y a Manuel Machado, como ejemplo en
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descubre así metáforas osadas y decisivas la impresión de que Diego no estaba firme-
que se convertirán en soporte, inspiración mente anclado en el vanguardismo sino
y eje en torno al cual surgen los aspectos vacilante entre éste y la tradición. Por ello
más decisivos de este libro. El autor reco- se empezó a hablar de «la dualidad poéti-
noce como incuestionable «la influencia y ca» de Diego, y Fernández Almagro no
huella de Huidobro en el quehacer poético duda en denunciar ese «desdoblamiento de
de Diego a partir de su visita al chileno Gerardo Diego que sorprende tanto como
en 1922» en París, y la «convulsión ínti- alarma» (p. 49). Sin embargo las aguas se
ma que el creacionismo de Diego sufrió fueron serenando. El mismo poeta Gerardo
tras su contacto con el cubismo» (p. 33). Diego ayudó a convencer a sus contempo-
El poeta santanderino queda deslumbrado ráneos de la perfecta sintonía de estos dos
ante los experimentos de Huidobro, ante la estilos dentro de su obra poética ofrecien-
estética del cubismo y ante la teoría del do conjuntamente en el Ateneo santanderi-
pintor Juan Gris, con el cual mantuvo una no, el 1 de enero de 1926, una lectura de
estrecha amistad hasta la muerte de éste. sus Versos humanos recién publicados y su
En sus cartas confiesa Gerardo Diego sus Manual de espumas. Cansinos Assens en
largas conversaciones con estos amigos 1927, y con una perspectiva más equilibra-
sobre «cuestiones de estética, técnica y da y conciliadora, lo considera un poeta
crítica» (p. 36). La experiencia parisina fue clásico y moderno (p. 52). Yo añadiría que
de una gran intensidad e impacto y marcó la poesía de marca tradicional demuestra sus
definitivamente la composición de Manual grandes dotes líricas, su dominio de las
de espumas (de modo muy especial), pero formas y del sentimiento y su riqueza como
también la personalidad lírica del poeta. artista de múltiples recursos. Tal vez el
Manual de espumas halló muy pronto autor no pone de relieve suficientemente
un fuerte eco e interés creciente en el mun- que el Gerardo Diego más importante e
do de la crítica. El libro fue valorado como influyente en la lírica española es el que
la obra más destacada y representativa de cultiva el creacionismo, el que empuja y
la primera vanguardia y como el mejor li- alienta a las vanguardias y el que contribu-
bro de Gerardo Diego. Nombres de presti- ye con su esfuerzo a la gran floración de
gio reconocieron su valía. El pintor Juan la lírica española de los años veinte y si-
Gris lo elogia y se siente unido al poeta guientes. Díez Canedo supo señalar de
santanderino en la empresa artística común modo certero, ya en 1926, aspectos centra-
de arraigo cubista llegando a constatar «la les del creacionismo de Diego convertidos
conexión que hay entre su arte y el mío» en estética de aquella generación: «Tanto
(p. 48). Antonio Machado, que no disimu- Imagen como Manual de espumas, este úl-
la sus escasas simpatías por las aventuras timo libro más certero, más cuajado de su-
vanguardistas, a pesar de conocer y califi- gestiones líricas, sentimentales o epigramá-
car de «bello libro» sus Versos humanos, ticas, recogen esta poesía de donde todo lo
no duda en confesarle en una carta su ma- histórico, todo lo narrativo, todo lo anec-
yor aprecio por Manual de espumas: «Ma- dótico está ausente» (p. 53). Díez Canedo
ravilloso su Manual de espumas. A mi jui- está aludiendo a aquel tipo de ideal lírico
cio lo más logrado de la lírica nueva» depurado y limpio de escorias que inicia-
(p. 48). Bernal Salgado hace notar el des- ron las vanguardias y continuaron otros jó-
concierto causado en la crítica por el orden venes ansiosos de superar la tradición y que
de publicación (Imagen - Soria - Manual de tanto impacto tuvo en la poesía de aquella
espumas) de estos libros de Diego, que es brillante generación de poetas.
claramente circunstancial debido a la quie- Según Bernal Salgado Gerardo Diego
bra de editorial Horizonte. Este hecho daba practica «una poética del ritmo, que prima
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los elementos musicales y estructurales del de los rasgos más característicos de sus
conjunto [...] y una poética de la imagen, respectivas creaciones a partir de la lectu-
que prima [...] los elementos plásticos y ra de poetas europeos de distintas épocas,
pictóricos de raigambre cubista» (p. 61). Es especialmente franceses, ingleses, italianos
el mar el que le inspira en Manual de es- y alemanes.
pumas esta poética del ritmo, que el mis- Además, ocurre que algunos de los
mo Diego admiraba y constataba en el miembros de dicha generación vivieron
maestro Juan Ramón Jiménez, y que lleva buena parte de los años de su formación
al poeta santanderino a construirse todo un estética en países extranjeros, bien por tra-
mundo metapoético en torno al mar como tarse de autores que estudiaron en univer-
motivo central y básico, generador de osa- sidades europeas, como es el caso de Jorge
das imágenes y metáforas que se mecen en Guillén y Emilio Prados; bien por haber
el ritmo constante y en las repetidas rimas sido profesores en universidades extranjeras,
del verso al igual que las olas en su con- como Pedro Salinas, Luis Cernuda, Dáma-
tinuo ir y venir en la playa. El autor su- so Alonso o Jorge Guillén, o bien a raíz del
braya también el carácter esencialmente exilio padecido por algunos de ellos como
musical de Manual de espumas y cómo consecuencia de la guerra civil.
Diego, fervoroso entusiasta de la música de En cualquier caso, todas esas circuns-
Debussy, Chopin, Stravinski y Bartok, es tancias propiciaron que muchos de estos
aquí también claro heredero y continuador poetas se acercaran a los textos originales
de la poética simbolista de sus venerados de escritores extranjeros y se decidieran a
maestros Verlaine y Darío. realizar una meritoria y enriquecedora la-
Bernal Salgado, tras un largo y detalla- bor de traducción de los mismos. Una la-
do estudio de la composición de cada uno bor a la que el profesor Díez de Revenga
de los poemas del libro, concluye que Ma- dedica uno de los atinados estudios críti-
nual de espumas no sólo es la mejor mues- cos a los que nos tiene acostumbrados.
tra de su plenitud creacionista sino también Para ello repasa, de forma minuciosa, los
«un hito determinante de la nueva poesía de dos centenares de composiciones traducidas
su tiempo» (p. 125). La conclusión no pue- por los distintos miembros del 27, así
de ser más certera. El autor nos ofrece en como las diversas circunstancias o motiva-
este volumen un análisis bien documenta- ciones que dieron origen a las mismas. Y,
do, detallado y minucioso que no pierde de tras este detallado estudio introductorio,
vita la visión de conjunto y el importante pasa a ofrecernos una amplia y selecta
papel desempeñado por Gerardo Diego en- antología con los textos que, a su juicio,
tre aquella brillante pléyade de poetas. resultan más representativos de la labor de
cada uno de esos poetas traductores.
JUAN CANO BALLESTA Tras esta vasta labor crítica y antoló-
gica, Díez de Revenga se reafirma en su
idea inicial de que la influencia de las li-
teraturas europeas fue decisiva para todos
DÍEZ DE REVENGA, Francisco Javier. los miembros de esta generación. Y ello
Las traducciones del 27. Estudio y an- pone de relieve, una vez más, que «la ge-
tología. Sevilla: Vandalia, Fundación neración del 27 es la promoción más im-
José Manuel Lara, 2007, 329 pp. portante de la poesía del siglo XX y uno
de sus rasgos distintos fundamentales es la
Según afirma el profesor Francisco Ja- apertura hacia el exterior, la asimilación de
vier Díez de Revenga, los poetas de la lla- la enseñanza, la inspiración y el magiste-
mada Generación del 27 forjaron muchos rio de poetas muya importantes en la lite-
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ratura universal, desde Hölderlin a Eliot, nes, dado que él nunca se consideró tra-
desde Valéry a Claudel, desde Leopardi a ductor. Es más, en el caso concreto de las
Shelley o a Keats, desde los más remotos tres traducciones realizadas de sendos tex-
a los más cercanos, desde los más jóvenes tos del poeta religioso germano-polaco
a los más antiguos... (11). Angelus Silesius, utiliza Guillén el térmi-
El poeta con el que se abre este inte- no «imitaciones». Tres poemas a los que,
resantísimo estudio es Pedro Salinas, de en su antología, sitúa Díez de Revenga
quien afirma Díez de Revenga que es mu- junto a las traducciones de poemas de Pero
cho más conocido por sus traducciones en Meogo, Guido Cavalcanti, Ángelo Polizia-
prosa que por las de textos poéticos. No no, Torcuato Tasso, Pierre Ronsard, Wi-
obstante, en la edición de sus Poesías com- lliam Shakespeare, William Wordsworth,
pletas, de 1975, figura un apartado titula- Friedrich Hölderlin, Giacomo Leopardi,
do «Traducciones», fechado en 1913, en el Stéphane Mallarmé, Arthur Rimbaud, Wi-
que se recogen algunos textos de poetas lliam Butler Yeats, Paul Claudel, Paul Va-
simbolistas franceses, como Albert Samain, léry, Rainer María Rilke y Jean Cassou,
Henri de Régnier, Charles Guérin, Léo entre otros.
Larguier y Émile Despax, todos los cuales También Gerardo Diego gusta de utili-
figuraban en la antología La poesía fran- zar el término «versiones» para referirse a
cesa moderna (1913) que habían elaborado las traducciones de poetas de otros idio-
Enrique Díez-Canedo y Fernando Fortún, mas, recogidas en su libro Tántalo (Ver-
quienes habían encomendado a Salinas la siones poéticas), de 1960, y agrupadas por
realización del apartado correspondiente a el siguiente orden: poesía italiana, france-
los simbolistas franceses. sa, inglesa, alemana, portuguesa, gallega y
Por tanto, en el texto de sus Poesías catalana.
completas, Pedro Salinas incorpora esas Unas traducciones que, según Díez de
mismas traducciones, a las que añade la Revenga –uno de los máximos expertos en
traducción de un poema de Jules Supervie- la obra del escritor santanderino–, «reve-
lle titulado «La avenida». Y esos mismos lan, desde el principio, la variedad de sus
textos son los que recoge el profesor Díez gustos, que también caracteriza su poesía
de Revenga en el apartado correspondien- toda» (25). Así, en la selección antológi-
te de la antología. ca, podemos ver, entre otros, a Francesco
Jorge Guillén incluyó un importante Petrarca, Paul Claudel, Paul Valéry, Jules
conjunto de traducciones en Homenaje. Supervielle, Rainer María Rilke, Fernando
Reunión de vidas (1967), el tercer volumen Pessoa, Eugénio de Castro, Carlos Queiroz,
de los cinco que componen su magna obra Rosalía de Castro, Josep Carner y el poe-
Aire nuestro. Conjunto que figura en la ta belga Edmond Vandercammen.
parte quinta del libro bajo el título genéri- Muy exigua es la labor traductora de
co de «Variaciones» y que, como bien Vicente Aleixandre, pues, como apunta
apunta el autor del presente ensayo, pudie- Javier Díez de Revenga, en plena guerra
ra corresponderse con las traducciones he- civil tradujo del francés un poema de la
chas por Guillén durante el periodo com- poetisa Nancy Cunard, titulado «Para ha-
prendido entre los comienzos de su carre- cerse amar». Un texto que, recuperado en
ra literaria y el año de publicación de ese su versión original y hasta ahora inédita,
tercer volumen. es el que figura en esta antología. En él
Y algo que resulta bastante llamativo es figura, por tanto, el final del poema, con
el hecho, convenientemente apuntado por unos versos acrósticos («Fascismo» y el
Díez de Revenga, de que Jorge Guillén lema «Pueblo, en pie. No pasarán»).
hable de «variaciones» y no de traduccio- «La más antigua traducción que cono-
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cemos de Dámaso Alonso se remonta a Pues bien, tres casidas de Hafiz, junto
1926, cuando publica en Madrid, con el con otros poemas japoneses y chinos, son
seudónimo de Alfonso Donado, El artista los que recoge Díez de Revenga en la parte
adolescente (Retrato), su versión de A de su antología dedicada a Emilio Prados.
Portrait of the Artist as a Young Man, de Respecto de la labor traductora de Luis
James Joyce, reeditada en numerosas oca- Cernuda, destacan sus trabajos sobre poe-
siones con unánime aplauso de lectores y tas alemanes, franceses e ingleses, comen-
críticos» (31). Años después, en 1948, pu- zando con el poeta inglés del siglo XVII
blicó seis traducciones del jesuita inglés Andrew Marvell. Otros poetas recogidos en
Gerard Manley Hopkins, quien dejó una la antología son William Blake, William
profunda huella en Dámaso Alonso, quien Wordsworth, William B. Yeats, Paul
llega a compararlo con Garcilaso de la Éluard, Gerard de Nerval y, de forma muy
Vega, San Juan de la Cruz o Luis de Gón- especial, Friedrich Hölderlin.
gora, como bien destaca el profesor Díez Capítulo muy interesante es el dedica-
de Revenga. do a Rafael Alberti, de quien se afirma que
De ahí que, en su selección antológi- presenta algunos rasgos excepcionales,
ca, figuren tres de los seis sonetos de como es el hecho de que buena parte de su
Hopkins, junto a otros tres textos del poe- actividad traductora la compartió con su
ta irlandés Yeats, dos de T. S. Eliot, uno mujer, María Teresa León. Además, muchas
de D. H. Lawrence y otro del vienés Hugo de esas traducciones fueron realizadas du-
von Hofmannsthal. Curiosamente, es esta rante su estancia en Argentina y vinculadas
última su traducción más antigua de un a la editorial Losada. Por último, resultan
texto poético, pues está fechada el 18 de igualmente originales sus traducciones de
marzo de 1922. poetas populares y cultos rumanos, como es
Otro autor del que se ocupa Díez de el caso de Mihail Eminescu, considerado el
Revenga es Emilio Prados, de quien reco- poeta nacional de Rumanía, al que Díez de
ge en el apartado antológico algunas tra- Revenga concede una especial relevancia en
ducciones correspondientes a sus comien- su selección antológica, junto a su compa-
zos como escritor, las cuales fueron publi- triota Tudor Arghezi y otros poetas como
cadas en diversos números de la revista Jules Supervielle, Charles Plisner, Paul
Ambos, que él editaba en Málaga junto con Éluard o Edmond Vandercammen. Y, como
José María Souvirón, José María Hinojosa nota curiosa, la traducción realizada por
y Manuel Altolaguirre. Alberti del poeta norteamericano de raza
Se trata de traducciones de poetas de negra Langston Hughes.
Persia, Japón y China, que se habían dado Para concluir con su amplio e interesan-
a conocer en Europa a través de los román- te estudio, Díez de Revenga se refiere a
ticos alemanes y que fueron muy del gus- Manuel Altolaguirre, cuya labor traductora
to de la joven vanguardia española. Así, se desarrolla fundamentalmente en Inglate-
este trabajo de Emilio Prados influyó po- rra. De ahí que sus traducciones sean todas
derosamente en García Lorca a la hora de de poetas ingleses, excepción hecha de Ju-
organizar su Diván del Tamarit en gacelas les Supervielle. Junto a éste, en la selección
y casidas, unas estructuras persas que, antológica, figuran Percy B. Shelley, Alfred
como apunta el autor del ensayo, fueron E. Housman, Humbert Wolfe, Thomas S.
conocidas por Federico gracias a los poe- Eliot, Stanley Richardson y John Milton, de
mas del poeta persa Hazif traducidos por quien Altolaguirre tradujo un fragmento del
Prados. Al igual que ocurrió con Luis Cer- capítulo II de El Paraíso Perdido.
nuda, quien encabeza Los placeres prohi-
bidos con una cita de Hafiz. MANUEL CIFO GONZÁLEZ
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GARCÍA MORALES, Alfonso (ed.). Los (Aníbal Salazar Anglada), Cuba (Rosario
museos de la poesía. Antologías poéti- Pérez Cabaña), Chile (Niall Binns), Espa-
cas modernas en español, 1892-1941. ña (Marta Palenque), México (Rosa Gar-
Sevilla: Alfar, 2007, 660 pp. cía Gutiérrez y Alfonso García Morales) y
Perú (Inmaculada Lergo Martín). Al final
Es un proyecto de gran envergadura y de cada sección se introducen unos valio-
digno de elogio el que han emprendido el sos apéndices con la descripción de cada
editor y los autores del volumen que ahora una de las antologías a que se ha hecho
reseño. Los museos de la poesía analiza las referencia, los cuales detallan el conteni-
antologías poéticas en español de ambas do, las partes y otras características rese-
orillas del Atlántico entre 1892 y 1941, ñables de las mismas, incluida su nómina
según consta en el título, aunque con fre- de autores. En algún caso (señaladamente
cuencia se hace referencia al panorama an- el de la parte redactada por Niall Binns)
terior y posterior a dichos años, que defi- este apéndice se enriquece con detallados
nen un tiempo ocupado por las ideas-fuer- comentarios sobre las mismas, que en el
za de la modernidad (entre el modernismo, resto de trabajos se han incluido normal-
las vanguardias y su ocaso) y de la identi- mente en el cuerpo del artículo. En gene-
dad nacional (especialmente relevante en el ral, se han evitado los posibles solapamien-
caso hispanoamericano). Las fechas escogi- tos de forma bastante satisfactoria.
das vienen dadas por dos de las obras más En un primer capítulo, Alfonso García
relevantes del período, la Antología de poe- Morales sintetiza la teoría literaria existente
tas hispano-americanos de Menéndez Pela- en torno al fenómeno de las antologías,
yo (en realidad, 1893-1895) y Laurel. An- analizando su importancia configuradora en
tología de la poesía moderna de lengua la cuestión del canon y su lugar en el sis-
española, preparada, como es sabido, por tema literario junto a la crítica y a la his-
Xavier Villaurrutia, Octavio Paz, Emilio toria literaria (que permitiría hablar, para-
Prados y Juan Gil-Albert. Alfonso García fraseando a Bourdieu, de un «campo anto-
Morales no solo es editor del libro y autor lógico», como hace Guzmán Moncada). Al
de una parte extensa de su contenido, sino hilo de la teoría existente al respecto, Gar-
director de las tesis doctorales sobre anto- cía Morales define a la antología como «el
logías líricas en diversos países hispanoame- producto de una actividad transductora, un
ricanos de un buen número de los partici- (meta)texto editor que reelabora determina-
pantes en la redacción del volumen, en su dos textos para presentarlos y difundirlos
mayoría profesores de la Universidad de como textos canónicos de una literatura»
Sevilla. Ello explica el rigor y los buenos (p. 26), antes de pasar a estudiar su tipo-
resultados de un proyecto tan ambicioso, logía, sus partes, su recepción por parte del
cuya gestación ha correspondido a un ex- lector y las relaciones entre antología, his-
tenso lapso temporal. toria, canon y enseñanza de la literatura.
Tras unos capítulos introductorios y de Al mismo ámbito de estudio ha dedicado
carácter general sobre las antologías de recientemente José Francisco Ruiz Casano-
poesía hispánica, a cargo de García Mora- va Anthologos: poética de la antología
les, el volumen se estructura en partes poética (Madrid, Cátedra, 2007).
donde varios especialistas estudian las an- A continuación, en uno de los capítu-
tologías líricas de diversas naciones hispá- los más importantes del libro en extensión
nicas, quizá las más representativas litera- y calidad, el propio editor repasa en pa-
riamente hablando (aunque el editor es norama de las antologías de poesía hispa-
consciente de las ausencias de un trabajo noamericana e hispánica (es decir, no las
que considera en progreso): Argentina estrictamente nacionales, a las que se de-
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dican los siguientes capítulos) entre 1892 nes líricas, sino que reconstruyen el pano-
y 1941, tejiendo un análisis modélico (des- rama histórico, sociopolítico y literario en
de su gestación a su recepción, significa- el que estas se insertan, es decir, el con-
do y consecuencias) de las tres obras más texto que las explica. Son, de pleno dere-
importantes e influyentes del período: la cho, capítulos de historia literaria de cada
Antología de poetas hispano-americanos nación estudiada.
(1892) de Menéndez Pelayo, la Antología Aunque sea injusto no referirme a cada
de la poesía española e hispanoamerica- uno de ellas por separado, para no alargar
na, 1882-1932 (1934) de Federico de Onís en exceso la reseña destacaré especialmente
y la citada Laurel (1941). Estas dos últi- dos contribuciones: la de Marta Palenque,
mas establecen una idea de la modernidad dedicada a España, y la de Rosa García
poética que parte del simbolismo (y, en el Gutiérrez y Alfonso García Morales, dedi-
caso de la segunda, de la tradición van- cada a México.
guardista, idea defendida por Octavio Paz Marta Palenque, que ya ha dedicado al
en su papel de historiador de Laurel y de tema diversos trabajos bien documentados
Contemporáneos) en buena medida todavía –entre ellos, la reciente coordinación de un
vigente. De hecho, Laurel es reivindicada número de Ínsula, 721-22 (2007) consagra-
en 2002 por Las ínsulas extrañas. Antolo- do a las antologías poéticas españolas del
gía de poesía en lengua española (1950- siglo XX –, pasa revista a las colecciones
2000), que se considera su heredera, y comprendidas entre el Florilegio de Vale-
cuya publicación provocó una polémica ra (1902-1903) y la de Domenchina
comparable a la que originó su modelo. (1941), analizando la recepción del moder-
Esta sección también repasa la construcción nismo y las vanguardias (a partir de Mon-
crítica del modernismo en las antologías, tesinos) en las antologías de poesía espa-
las continuidades y rupturas del panorama ñola, con los puntales de Gerardo Diego
en el período de entreguerras o el fin de (exitoso modelo que dio lugar a otras se-
las vanguardias históricas y las antologías lecciones) y Federico de Onís, sin olvidar
sobre la guerra civil española. la reseña de los proyectos inconclusos o las
En las secciones dedicadas a las anto- colecciones de difusión popular, otro de los
logías nacionales destaca sobremanera la campos de trabajo más productivos de la
importancia configuradora de estas colec- investigadora.
ciones para la identidad política y literaria Por su parte, Rosa García Gutiérrez y
de unas naciones hispanoamericanas que Alfonso García Morales escriben un com-
buscan su definición y esencia. Resultan pleto panorama acerca de las antologías
bien significativos para la historiografía poéticas mexicanas entre la Antología del
literaria los diversos intentos de construc- Centenario (1910) y la Antología de la
ción (ejemplificados a través de ellas) de poesía mexicana moderna (1940) de Ma-
los caracteres propios de cada literatura (el nuel Maples Arce, reconstruyendo una se-
ingenio peruano, la mesura y melancolía rie, como los propios investigadores reco-
mexicana, etc.), que los diferencien tanto nocen, apenas estudiada hasta el momen-
de la española como del resto de naciones to, con excepción de la reeditada Antología
americanas. Hay que tener en cuenta, ade- de la poesía mexicana moderna (1928) de
más, que estas antologías preceden normal- Jorge Cuesta, que representa al grupo de
mente a la redacción de las propias histo- Contemporáneos. El capítulo muestra ex-
rias de la literatura nacionales, con lo que cepcionalmente las tensiones políticas y
muchas veces vienen a ocupar su papel. literarias (cosmopolitismo y nacionalismo,
Estos capítulos no son una mera acumula- pureza y revolución) que se reflejan en las
ción cronológica de fichas sobre coleccio- antologías, en torno a la representación
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revista Romance inició una nueva etapa ridad con los intereses espirituales de Amé-
bajo la dirección de Martín Luis Guzmán rica. No abundaban, por contra, los escritos
y Juan José Domenchina sin la habitual sobre temas literarios y artísticos, puesto
redacción que no gustaba de escribir bajo que, como indica el autor, el hecho poético
el control de la empresa EDIAPSA. Este estaba reducido al servicio de valores éti-
grupo pasaría a formar parte de la revista cos. La revista, como sabemos, dejó de
Taller que editaban desde 1938 Octavio publicarse en el número diez para reconver-
Paz, Rafael Solana, Efraín Huerta y Alber- tirse en Cuadernos Americanos que ya dejó
to Quintero Álvarez. de contar con los representantes de la Jun-
Al margen de estos cambios editoriales, ta de Cultura Española.
la publicación tuvo la capacidad de agluti- La publicación Las Españas, que salió
nar una serie de ensayos filosóficos, litera- a la luz en 1946, tuvo tres épocas hasta la
rios e históricos, etc., de extraordinaria ca- década de los sesenta en que se dejaría de
lidad. Antonio Castro Leal, José Moreno publicar. Tras la desaparición de España
Villa, Joaquín Xirau, Benjamín Jarnés, Juan Peregrina, no existía ninguna publicación
Rejano, Emilio Abreu o César M. Arcona- dedicada a cultura española específicamen-
da fueron algunos de los nombres que par- te. En este sentido, la revista se centró prin-
ticiparon con artículos, sin contar los innu- cipalmente en la literatura y el arte espa-
merables creadores literarios que aportaron ñoles, aunque también dejó espacio para la
textos inéditos a sus páginas: Pedro Garfias, filosofía, el cine y la geografía de España.
Ernestina de Champourcín, Arturo Serrano A partir de 1950, la revista apareció en
Plaja, Jaime Torres Bodet, Xavier Villaurru- un nuevo formato que duró seis años has-
tia y Vicente Huidobro, entre otros. ta que, en julio de 1957, se transformó en
Revistas trascendentales para la litera- Diálogo de las Españas con el objetivo de
tura española del exilio fueron Letras de establecer puentes de diálogo entre el exi-
México y El Hijo Pródigo, que tuvieron lio y España.
como editor a Octavio G. Barreda. En ellas Tres revistas de menor renombre, pero
se acogió tanto a los autores molestos con de igual calado que las anteriores fueron
Cuadernos Americanos como a los redac- Ultramar, Nuestro Tiempo y Comunidad
tores-fundadores de Romance, que habían Ibérica; a ellas Francisco Caudet dedica el
abandonado la publicación. Entre sus pá- capítulo sexto relacionándolas con la críti-
ginas, aparecieron los nombres de Juan ca y el comentario sobre la política espa-
Ramón Jiménez, León Felipe, José More- ñola e internacional. Las dos últimas tuvie-
no Villa, Francisco Giner de los Ríos, Juan ron adscripción política pues fueron edita-
Gil Albert, José Herrera Petere, Juan La- das bajo el auspicio del PCE y de la CNT
rrea y José Gaos. respectivamente.
Creada en París en 1939 por la Junta de El capítulo séptimo se centra en las
Cultura Española, España Peregrina tuvo revistas de autor que, en México, fueron
principalmente una función solidaria con los editadas por algunas de las principales fi-
refugiados españoles en Francia. Una vez guras intelectuales del exilio. El pasajero,
trasladada a México, la Junta financiaría, editado por José Bergamín; Sala de Espe-
además de la revista, la editorial Séneca. En ra y Los sesenta, de Max Aub son las
la revista no sólo estuvieron presentes los publicaciones que analiza brevemente Cau-
temas más tópicos del exilio, como la Gue- det. La última de las revistas contó ade-
rra Civil o la nostalgia de la tierra perdida, más con la participación de Bernardo Gi-
sino además otros asuntos de actualidad ner de los Ríos, quien, sin embargo, dedi-
como las relaciones entre América y Euro- cado a labores editoriales, desarrolló un
pa o el tema de la Hispanidad y la solida- papel secundario. Mientras que El pasaje-
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ro centró su temática en una visión filo- Alabarce, Luis Rius, Inocencio Burgos,
sófica del exilio, las publicaciones auspi- José Alberto Gironella y José Luis Gonzá-
ciadas por Max Aub ahondaron en la edi- lez Iroz, tuvo únicamente dos números. La
ción de textos creativos. publicación fue, en palabras de Caudet,
El Boletín de Información de la Unión «un tanto kitsch» pues conjugó la edición
de Intelectuales Españoles en México de textos hispánicos con la publicación de
(UIEM) ocupa un largo capítulo ocupado la creación literaria actual. Ideas de Méxi-
en esclarecer no sólo el contenido de la co, hecha por jóvenes sin nombre y sin
publicación sino la historia de la UIEM, influencias en los medios literarios y pu-
asociación que pretendía aunar fuerzas para blicitarios, aglutinó en su redacción algu-
continuar la labor cultural del grupo homó- nos escritores españoles dentro de un pro-
nimo en Francia y propiciar la solidaridad yecto que nacía, sobre todo, de mexicanos
con los españoles que permanecían en la y para México; se trataba de una publica-
península en su lucha contra el franquis- ción que no buscaba únicamente la publi-
mo. El Boletín de Información se comen- cación de textos literarios, sino una conti-
zó a publicar en 1956, tiempo después de nua participación en el ámbito de la cul-
la fundación del UIEM. Además de la re- tura a través del comentario y la crítica de
flexión política, la revista propició la crea- asuntos de notable actualidad.
ción literaria a través de los premios de la La JSU de España en México editó Ju-
«Nueva España» y, por supuesto, la críti- ventud de España en el año 1956. Revista
ca literaria que centró su atención en las de jóvenes universitarios nacidos todos ellos
novedades poéticas y narrativas de la Es- entre los años veinte y treinta, desarrolló
paña peninsular y a los jóvenes escritores una labor de activismo político para formar
del exilio. Asimismo el Boletín dedicó su un frente común contra el franquismo. Con-
actividad a aportar información por la evo- jugó distintos géneros en la crítica y dedi-
lución sociopolítica de España; esto llevó, có algunos de sus números a reflexionar
no obstante, al descubrimiento del resurgir sobre cuestiones tan polémicas como la
económico de un país que habían dejado conquista del continente americano. Por
en ruinas. Manifiestos y cartas comentan- último, el periódico mensual Nosotros edi-
do la situación política española abundaban tado por el Colegio Madrid formaba parte
en las páginas del Boletín, que, además, de un proyecto en el que participaban los
contaba con la participación de intelectua- estudiantes del centro, en su mayoría, hijos
les residentes en otras latitudes. de exiliados españoles a quienes preocupa-
Para finalizar el estudio, Francisco Cau- ba tanto el pasado reciente de la España de
det dedica un capítulo a las revistas que sus padres como la actualidad política na-
nacieron, sobre todo alrededor de los años cional e internacional.
50, de las segundas generaciones del exi-
lio. La revista Presencia, editada por En- EVA SOLER SASERA
rique Echevarría, José Miguel García As-
cot y Roberto Ruiz, dio cabida no sólo al
mundo hispano, sino además a otros auto-
res que escribían en inglés o francés. La MORELLI, Gabriele y MANERA, Danilo.
publicación estaba dedicada principalmen- Letteratura spagnola del Novecento.
te a la creación literaria al igual que la Dal modernismo al postmoderno. Mi-
revista Clavileño cuyo director fue, desde lán: Bruno Mondadori, 2007, X-293 pp.
1948, un jovencísimo Luis Rius Azcoitia.
Segrel, fundada en abril de 1951 como Alude Ortega en una de sus meditacio-
continuación de Clavileño por Arturo Souto nes quijotescas al proceso de formación del
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pensamiento, en concreto al tránsito del Frye. Y, aunque se trata de una tesis ma-
objeto a la noción. Ve Ortega el primer nifiestamente mejorable, no cabe duda de
paso de ese tránsito en la imagen del niño que contiene un fondo de verdad incues-
señalando con el índice el objeto del que tionable. Ese fondo de verdad se trasluce
aún no se ha apoderado. Algo así viene a en esta historia de Morelli y Manera y
suceder con el proceso de formación de la podría resumirse como sigue. El Novecen-
historia literaria y, todavía con mayor ra- to español es concebido como un drama,
zón, de la historia literaria reciente, inme- con sus tragedias y sus momentos cómicos.
diata. Viene esto a cuento de la publica- Ese drama lleva adherido un apéndice fe-
ción de un manual italiano dedicado a la liz, el mundo de la Transición. Esta forma
historia literaria española del siglo XX , dramática, sin embargo, no se traslada a la
Letteratura spagnola del Novecento. Dal historia literaria –a no ser por contigüidad–
modernismo al postmoderno, escrito por G. que aparece como una serie de informes
Morelli y D. Manera. agregados al marco dramático de los des-
Como suele ser habitual en los manua- tinos políticos y sociales hispanos. Es este
les de historia literaria los autores se mue- uno de los aciertos de este libro, porque
ven por un objetivo eminentemente prácti- permite un espacio de reflexión entre lo
co: dar la información más completa y político y cultural y lo literario, en tiem-
asequible de que son capaces a un público pos en los que prima el mecanicismo de
poco o nada familiarizado con el tema en la inmediatez. De hecho, el perfil formal
cuestión. En este caso el planteamiento no que adopta este libro es el de un dossier:
puede ser más claro: se trata de la prime- una larga serie de informes sobre autores.
ra historia literaria del Novecento español Destaca en esos informes la precisión y el
escrita por italianos y para italianos. Ha cuidado puestos en la selección de la ma-
habido con anterioridad otros intentos en teria informativa.
Italia, pero o bien se trataba de traduccio- El cuidadoso trabajo informativo, el ri-
nes o bien de obras colectivas con colabo- gor de la redacción y la coherencia del
radores de procedencias varias. esfuerzo personal hacen de este libro una
Sin embargo, la tara de contar la his- propuesta cuyo interés debe alcanzar más
toria literaria de un siglo de una nación allá del ámbito italiano. Como es lógico,
–y más todavía de un siglo tan reciente– también tiene aspectos mejorables. El más
es, en verdad, difícil y no me refiero a las llamativo de esos aspectos es el plan de la
discusiones habituales acerca del alcance obra. La obra consta, en números redondos,
de la literatura nacional o la procedencia de trescientas páginas. Las primeras dos-
de establecer marcos regionales –que en cientas (191 exactamente) suponen la con-
español ofrecen la peculiaridad de presen- tribución de Morelli. Las cien restantes
tar al menos cuatro dominios idiomáticos constituyen la aportación de Manera. Am-
distintos– sino a la más ardua e inexcusa- bas partes forman una dualidad asimétrica.
ble de construir un objeto, un concepto o La primera parte está pensada a partir de
sistema de conceptos que cumpla la fun- la poesía. Aunque recoge informes de tea-
ción de integrar y dar forma al conjunto tro, ensayo y novela de la primera mitad del
de datos y comentarios que completan la siglo, estos informes aparecen encartados en
obra. En su día Hayden White propuso la una historia de la poesía española. La se-
tesis de que el discurso histórico –y no gunda parte recoge la novela y el cuento de
debe limitarse ese concepto al dominio de la segunda mitad del siglo. Este plantea-
la historia en general– se conformaba se- miento deja fuera el ensayo de la segunda
gún formas literarias que él mismo dedujo mitad del siglo. Savater y Jiménez Lozano
de la obra del crítico canadiense Northrop aparecen en cuanto narradores (la entrada de
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Jiménez Lozano va más allá). Otros ensa- pensar la primera versión de esta historia
yistas quedan silenciados. El teatro de la literaria contemporánea.
segunda mitad del siglo se reduce a Be-
navente, Buero Vallejo y Alfonso Sastre. LUIS BELTRÁN ALMERÍA
Algo parecido sucede con el cuento, a pe-
sar de los esfuerzos de Manera por recoger
a cuentistas significativos como Zúñiga y
Merino. Quizá sea este el precio a pagar VIVANCO, Luis Felipe. Antología. Vivan-
por un proyecto personal. Y, sin embargo, co, Margot (ed.). Madrid: Ayuntamien-
el resultado compensa esas lagunas gracias to de Madrid, 2007. Seguido de: ALAR-
a los méritos de la empresa. CÓN SIERRA, Rafael. Luis Felipe Vi-
Finalmente cabe referirse a un proble- vanco: contemplación y entrega. Madrid:
ma de la historiografía literaria contempo- Ayuntamiento de Madrid, 2007, 178 pp.
ránea que el libro viene a suscitar. La cons-
trucción de la historia literaria española del El estudio de la literatura española si-
siglo XX ha venido basándose en el discu- gue moviéndose, en buena medida, al rit-
tible concepto de las generaciones (llama- mo de las generaciones y los centenarios.
das también grupos, para evitar efectos in- No hace mucho que terminó el último ci-
deseados). Dentro de las generaciones o clo de celebraciones del 27 y alrededores
grupos establecidos dominan los que tienen (con los cien años de Francisco Ayala,
un perfil poético. Esta fórmula de agrupa- memoria felizmente viva de la joven lite-
ciones con tendencia poética suele comple- ratura); vivimos ahora el recuerdo, más
mentarse con ciertos hitos históricos (el 98, discreto, de lo que convencionalmente se
la guerra civil y el franquismo). De esta conoce como generación del 36. Así, el
forma se propone un modelo (dramático) centenario del poeta Luis Felipe Vivanco
que viene a ser convencional y que parece (San Lorenzo de El Escorial, 1907 - Ma-
tener la ventaja de proporcionar un argu- drid, 1975) ha sido conmemorado por el
mento al relato crítico. Sin embargo, un Ayuntamiento de Madrid con la edición de
gran esfuerzo, como el contenido en estas un cuidadísimo estuche, que encierra dos
páginas, viene a revelar otras posibilidades. volúmenes complementarios: una antología
Esas posibilidades se fundan en las obras de la obra poética del autor, preparada por
y trayectorias individuales que se resisten a su nieta Margot Vivanco, así como un es-
esos intentos de clasificación cultural. Los tudio (Luis Felipe Vivanco: contemplación
perfiles más genuinos quedan oscurecidos y entrega) que debemos a la labor investi-
por las tendencias a la uniformidad de los gadora del profesor Rafael Alarcón.
grupos o generaciones. Sucede además que Margot Vivanco nos ofrece algo más de
en estos informes individuales pueden y cuarenta textos escogidos entre los princi-
deben rastrearse líneas de vinculación esté- pales poemarios del autor (Memoria de la
tica que muestren auténticas genealogías plata, Los caminos, Continuación de la
literarias. Piénsese, por ejemplo, en la ten- vida, El descampado, Lugares vividos y
dencia simbólico-hermética que nace con Prosas propicias), en una muy recomenda-
Unamuno. Quizá sea conveniente reflexio- ble invitación a conocer las distintas face-
nar sobre el grado de convencionalidad (y, tas de la producción de Vivanco. El her-
por tanto, falsedad) que contiene el actual moso tomo, realizado por la Imprenta Ar-
modelo simbólico adoptado por la historia tesanal, cuenta con las ilustraciones del
literaria del siglo XX. No basta con señalar artista conquense Gustavo Torner.
el objeto con el índice. Hay que pensarlo. El ensayo de Rafael Alarcón se propo-
Y quizá esté llegando el momento de re- ne, en su acercamiento a la poesía de Vi-
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nes como lector y como literato (estas ano- insiste, de modo muy especial, en denun-
taciones en su diario funcionaron, además, ciar un error común, que distorsiona la
como taller de escritura) y su participación visión general de la trayectoria poética del
(cada vez más crítica) como personaje de autor: no considerar Memoria de la plata
la vida cultural española. como un poemario de 1958 (la fecha de su
Rafael Alarcón, con su habitual minu- aparición), sino como una obra totalmente
ciosidad, se apoya en una abundante do- terminada en las fechas que señala la in-
cumentación al estudiar la obra de Vivan- dicación cronológica de su título: 1927-
co: conoce bien las reseñas suscitadas por 1931. Rafael Alarcón, apoyándose en di-
los diversos poemarios de este autor, así versas citas del diario de Vivanco, nos
como los estudios (artículos o apartados de hace ver que, junto a composiciones que
libros) consagrados hasta el momento a su indudablemente pertenecen a la etapa de su
producción. Pero esta soltura en el uso de juventud (pues ya habían aparecido en pu-
la bibliografía no ahoga las aportaciones blicaciones como Litoral o Nueva Revista),
del ensayo: con buen criterio y un exce- al menos cinco poemas del libro fueron
lente conocimiento de la poesía española compuestos en los años cincuenta. Vivan-
del siglo XX, el profesor Alarcón traza las co prefirió, sin embargo, que los lectores
líneas maestras de cada poemario, en sus y los críticos estimasen el poemario como
distintos aspectos (temáticos, estructurales, obra de los años de vanguardia en su to-
métricos, estilísticos), con la única limita- talidad; como explica el estudioso, al poe-
ción de la brevedad impuesta por las ca- ta probablemente le resultó complicado
racterísticas de un ensayo general como el exponer en ese momento, de un modo
que nos ocupa. En todo momento se huye abierto, el nuevo proceso que se abría en
del deseo de encuadrar la obra del poeta su creación.
en una supuesta generación literaria del Sólo situando Memoria de la plata en
36, que «crea más problemas que solucio- su justa ubicación cronológica puede enten-
nes [...] y no se ajusta ni a la realidad li- derse de modo completo el recorrido de la
teraria ni a la trayectoria de Vivanco» (p. obra de Vivanco: comenzó escribiendo com-
10); incluso la pertenencia humana y poé- posiciones de influencia machadiana y juan-
tica del madrileño al grupo de Rosales ramoniana, participó activamente en la eta-
(empleo ahora el sintagma utilizado por pa de la vanguardia, tomó parte con Can-
Víctor García de la Concha) o grupo de tos de primavera (1936) en la corriente
«falangistas desilusionados de Escorial» rehumanizadora de los años treinta, produ-
(como define Guillermo Carnero) es estu- jo poesía de inspiración renacentista duran-
diada de modo suficiente pero sucinto, para te la Guerra Civil, fijó para muchos su
que la singularidad del escritor no quede imagen de poeta neoclásico en formas y
diluida por el uso de ninguna etiqueta. neorromántico en contenidos con Tiempo de
El continuo apoyo en la bibliografía dolor (1940), y se adentró después en el
suscitada por la obra de nuestro poeta no sendero de lo que él mismo llamó «realis-
empaña, como decimos, las valiosas con- mo intimista trascendente» (definición jus-
tribuciones personales del profesor Alar- ta, pero que acabó limitando la visión de
cón. Su acercamiento al estado de la cues- su obra): una búsqueda del misterio de lo
tión vivanquiana no excluye la crítica: se real en poemas despojados de imágenes,
indican las eventuales carencias de algunos que no desdeñan lo narrativo o descriptivo
textos que estudian o citan a Vivanco, se y que cuentan con la vida delicadamente
cuestiona alguna decisión tomada por los familiar o con los elementos de la natura-
responsables de diversas ediciones de su leza como temas privilegiados en esa ansia
poesía, se exhuman textos olvidados y se de trascendencia: un refugio (frente a la
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vida pública en la España del momento) llén, los poetas creacionistas, Cernuda, el
que se halla presente en los libros (unos Alberti de Sobre los ángeles, Neruda (de
parcialmente inéditos y otros ya publicados) un modo muy especial)...; según una ano-
reunidos en la compilación Los caminos, de tación del diario de Vivanco, su «escala de
1974 (Los caminos, escrito entre 1945 y poetas» fue esta: «Rilke, Machado, Valle-
1948; Continuación de la vida, editado en jo». Los diversos capítulos del libro tam-
1949; El descampado, dedicado a José Ber- bién exponen de modo detallado el itine-
gamín y aparecido en 1957; y Lugares vi- rario editorial de las composiciones de
vidos, compuesto entre 1958 y 1965). Pero, Vivanco (cuáles aparecieron en revistas,
en una aparente contradicción con respecto cuáles en volúmenes y cuáles quedaron
a esta veta arraigada en el realismo (con inéditas a su muerte), lo que nos propor-
todas las matizaciones que quepa realizar al ciona una guía para comprender mejor las
término), la producción de nuestro autor referencias de la completísima bibliografía
incorpora a partir de esa Memoria de la del autor (su poesía y su prosa de todo
plata una forma de creación vanguardista, género) que cierra el ensayo, completada
que sorprendió a muchos al ser expuesta: por la bibliografía publicada sobre Vivan-
si el conjunto de poemas publicado en 1958 co: un listado de casi 150 referencias, en-
apuntaba hacia un proceso de escritura irra- tre las que no hay más estudio exento en
cional (aunque casi siempre controlado por volumen (y se trata de algo muy signifi-
la consciencia), en Lecciones para el hijo cativo) que las tres tesis doctorales allí
(1961) continuará la experimentación verbal citadas. Otros alicientes del libro son la
(de un modo menos extremado), y en los docena de fotografías que lo ilustran (hay
poemas en prosa de Prosas propicias (libro una inolvidable, de 1972: Rosales y Vivan-
aparecido póstumamente, en 1976, y alta- co con Neruda en el aeropuerto de Bara-
mente apreciado por muchos lectores) la jas), así como las veladas recomendaciones
denuncia de una realidad histórica que re- del profesor Alarcón, quien (aunque con-
pugna al poeta hallará cauce en una pala- sidera que «tan valiosa es la poesía «ex-
bra «furiosamente experimental» (p. 146). perimental» como la «realista» de Vivan-
Como afirma el profesor Alarcón, en la tra- co, y todavía más valiosa la convivencia
yectoria poética de Vivanco Memoria de la de ambas» –p. 114–) no puede evitar mos-
plata «no es un hecho aislado (como si trar su preferencia por alguno de los volú-
fuera una simple recuperación de «pecados menes o de los textos más logrados del
de juventud» [...]), sino algo que transfor- poeta.
ma completamente su escritura, la abre ha- Del ensayo (diremos para concluir) se
cia nuevas perspectivas, la obliga a hacer desprende cierta pesadumbre. Por un lado,
un algo en el camino, recapitular y tomar la del propio Vivanco, quien a menudo se
nuevo impulso» (p. 111). sintió hondamente desalentado ante su obra:
A lo largo de sus páginas, el ensayo de así, en la compilación Los caminos, que
Rafael Alarcón rastrea las lecturas que fue- incluye un poemario como El descampado
ron conformando esta trayectoria poética, (alabado por críticos como Dámaso Alon-
muchas veces declaradas por el propio so, José Luis Cano o Francisco Pérez Gutié-
autor: los Salmos y los profetas bíblicos, rrez), leemos estas palabras prologales:
la poesía clásica, Garcilaso, los místicos «Hoy día creo que el contenido –o la gan-
castellanos, Góngora, Leopardi, Baudelai- ga– del libro es tan equivocado como su
re, Rimbaud, Francis Jammes, Paul Clau- invención y su expresión juntas. Ambos
del, Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Apo- pertenecen a mi error constitutivo de cria-
llinaire, Reverdy, el austríaco Georg Trakl, tura». Por otra parte, no podemos evitar
Ungaretti, Gabriela Mistral, Salinas, Gui- sentir cierto pesimismo con respecto a las
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simplificaciones que a menudo limitan el en los principios éticos y los valores que
estudio de la poesía del siglo XX en Espa- originaron y sostuvieron la cultura de la
ña, y el olvido que sufren autores tan va- Segunda República, ha de sobrevivir en un
liosos, al menos, como otros que sí encuen- contexto social (el franquismo) y personal
tran espacio cumplido en los manuales. La (vida y muerte de su hijo) que la somete
antología escogida por Margot Vivanco y el a las más duras pruebas, y pone de relie-
ensayo de Rafael Alarcón intentan demos- ve el valor de sus aportaciones a la histo-
trar que Vivanco anduvo errado en esa per- ria intelectual española.
cepción negativa de su propia obra; y el El capítulo segundo, dedicado a la no-
lector que haya disfrutado de ambos volú- vela, evidencia el hábil manejo de los ins-
menes sabrá ya que nuestro autor fue el trumentos críticos para llevar a cabo un
poeta arraigado en la familia, en la natura- análisis pormenorizado y en profundidad
leza y en Dios que retrató cariñosamente que permite a la autora alcanzar revelado-
don Dámaso (con las riquezas que esas ras conclusiones. Mientras que los pocos
composiciones ofrecen a quien se anime a estudios de los que disponíamos sobre las
acercarse a ellas), pero también mucho más. novelas de Elena Soriano insistían exclu-
sivamente en las fundamentales diferencias
MARTA MARINA BEDIA que separan su primera novela, Caza me-
nor (1951), de clara y confesada adscrip-
ción al realismo decimonónico, frente a las
integrantes de la trilogía Mujer y Hombre
CEPELLEDO MORENO, M.ª de la Paz. El (1986; pero cuya primera edición es de
mundo narrativo de Elena Soriano. Cór- 1955), en las que la historia queda relega-
doba: Servicio de Publicaciones de la da a un segundo plano en beneficio de la
Universidad de Córdoba, 2008, 412 pp. forma del discurso, el análisis aquí reali-
zado demuestra que, aún reconociendo y
Rescatarla del casi olvido, reivindicar- señalando tales diferencias, existe sin em-
la como escritora y estudiar a fondo los re- bargo una línea medular de continuidad
sultados de su capacidad creadora bien que niega la ruptura entre la primera no-
podrían ser los objetivos perseguidos por vela y la trilogía. Esta línea se dibuja no
M.ª de la Paz Cepedello en su extenso tra- sólo considerando el natural proceso evo-
bajo sobre Elena Soriano, que el Servicio lutivo de la escritora, quien declaró en
de publicaciones de la Universidad de numerosas ocasiones su conocimiento y
Córdoba ha publicado recientemente. admiración por las innovaciones con las
Dividido en cuatro capítulos de diferen- que los grandes narradores de principios
te extensión, el primero y más breve, pero del siglo XX (Proust, Faulkner, Kafka o
imprescindible, de ellos permite conocer la Virginia Woolf, entre otros) habían rein-
trayectoria vital e intelectual de Elena So- ventado la escritura novelesca, sino, y so-
riano (1917-1996), así como el contexto bre todo, teniendo en cuenta la adscripción
literario en el que ha de situarse su labor de la trilogía al género denominado «no-
como escritora. El último epígrafe del ca- vela de tesis», y donde la autora se mues-
pítulo proporciona una visión panorámica tra como una precursora de las teorías del
de su actividad literaria, tanto en el terre- discurso literario femenino. Así pues, no
no de la ficción como en el de la crítica y existe un corte abismal entre las novelas
el ensayo. Breves en número, pero sufi- de Elena Soriano, sino una adecuación de
cientes en información y muy claras en su las que componen la trilogía a las caracte-
exposición, estas páginas muestran el tra- rísticas de un género que, a pesar de ellas,
bajo y la vida de una mujer que, educada sigue siendo realista. Pero además, como
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rioridad consustancial a las mujeres respec- do origina esta publicación, señala la difi-
to del saber autorizado de los hombres, cultad que un trabajo como este conlleva
sino también porque la escritora, en su al carecer, por la inexistencia de estudios
búsqueda de explicaciones para las causas sistemáticos sobre la escritora, de «anda-
de la tragedia que narra, recurre a diver- deras bibliográficas». La dificultad ha sido
sas disciplinas científicas que le son aje- vencida con rigor y solvencia. El mundo
nas y en buena medida ignoradas, razón narrativo de Elena Soriano no sólo ofrece
por la cual la variante más utilizada para un valioso estudio literario, es también un
la reproducción de dichas voces es la cita trabajo comprometido, riguroso, imprescin-
literal. El capítulo se completa con un dible y clarificador para conocer los uni-
perspicaz análisis de la enunciación donde versos de ficción de Elena Soriano y, so-
se profundiza en las diversas facetas del bre todo, para la consecución de una meta
yo: el yo maternal, el yo intelectual y el consistente en rellenar los vacíos que la
yo de mujer, este último, contaminado con historia de la cultura y la literatura espa-
frecuencia por su condición de madre, fa- ñola ha ido dejando por el camino; vacíos
cetas contenidas en los fragmentos reflexi- preñados de voces femeninas, casi siempre
vos de la narradora que, adoptando forma silenciadas, y cuya existencia pone de ma-
de diario, suman la mayor parte de las nifiesto la parcialidad de la historia. Este
páginas de la obra. Los epígrafes finales libro de María de la Paz Cepedello devuel-
están dedicados al estudio de los fragmen- ve la voz a una, muchas veces fascinante
tos que encierran la biografía del hijo, y siempre interesante, escritura de mujer,
principal causa generadora de esta autobio- construyendo un valioso peldaño para la
grafía. necesaria reescritura de la historia y la li-
En el prólogo a este libro, M.ª Ánge- teratura en lengua castellana del siglo XX
les Hermosilla, catedrática de Teoría de la español.
Literatura de la Universidad de Córdoba y
directora de la tesis doctoral cuyo resulta- CARMEN BECERRA
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