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Lobos de Yellowstone: una historia sobre el equilibrio

El último lobo endémico de Yellowstone fue asesinado en 1925. Poco


sabían los hombres acerca del impacto ambiental y el desastre que este
asunto traería al parque. La desaparición del lobo en Yellowstone trajo un
desequilibrio total en el ecosistema. Las especies de
cuadrúpedos herbívoros como los bisontes, los alces, las cabras,
crecieron sin control y al alimentarse de pasto fresco, secaron las
praderas y erosionaron la tierra; muchos bosques murieron, muchos ríos
se secaron y como resultado, muchas especies desaparecieron o
tuvieron que irse del parque.
Afortunadamente un proyecto piloto se llevó a cabo entre 1995 y 1996, en el que
reintrodujeron en el parque a 31 lobos salvajes de Canadá, sin saber cual sería el
resultado.¿Huirían de regreso?¿Se matarían mutuamente? Nadie sabía.

El proyecto no sólo reintrodujo satisfactoriamente al lobo, que se encontraba en


la lista de los animales en vía de extinción en su momento, sino que con su
presencia en el parque, los ecosistemas se regeneraron también. Los lobos se
alimentan de venados, que se vieron obligados a cambiar de lugares para pastar
para poder evitar a los depredadores, lo que permitió que la hierba de las praderas
tuviera tiempo de crecer, las poblaciones de ciervos y bisontes se mantuvieron
alejadas de muchos lugares ahora ocupados por las manadas de los lobos, de
manera que los bosques retoñaron. Al haber más árboles, se frenó la erosión de
los suelos, lo que re estableció las quebradas, los ríos del parque. Las poblaciones
de osos aumentaron. Nuevamente los castores hicieron nidos en las orillas, lo que
le dio profundidad a los ríos, creando habitats para nutrias y peces, alimento de
diversas aves que regresaron al parque.

La reintroducción del lobo no sólo cambió el ecosistema de Yellowstone pero


también cambió su geografía, cambiando el curso de los ríos, las praderas y los
bosques, trayendo de vuelta el equilibrio al parque. Esta fue una de las lecciones
más bellas que la naturaleza nos ha entregado: todo en la vida necesita un
equilibrio. Es impresionante cómo un depredador que tenemos en nuestro
imaginario como “eso que debemos matar” puede enseñarnos tanto.
Se dice que cuando una especie se extingue, impacta tanto en los depredadores, depredados
y la geografía del ecosistema. Este hecho se evidenció cuando en el Parque Natural de
Yellowstone, en EE.UU., se reintrodujeron una manada de locos después de casi 70 años de su
desaparición en la zona. Como consecuencia, los lobos fueron capaces de desviar el cauce de
los ríos. A este fenómeno se le nombró “Cascadas Tróficas generalizadas”, el cual se define
como “el proceso ecológico que comienza en la parte más alta de la cadena alimenticia y va
llegando hasta el final de la misma.”

Antes de ello, existía un gran número de ciervos y alces que, pese a los esfuerzos humanos
para controlarlos, continuaba creciendo, provocando a su vez la reducción de la vegetación y la
posibilidad del pastoreo que dificultaba la coexistencia de otras especies. En 1995 se
reintrodujeron lobos en el Parque de Yellowstone, y poco a poco la región comenzó a adquirir
nuevos cambios: al disminuir con gran parte de las manadas de ciervos, alces y coyotes, estas
zonas comenzaron a regenerarse y los arbustos dieron más frutos en su proceso de expansión.

El último lobo endémico de Yellowstone fue asesinado en 1925. Poco sabían los hombres
acerca del impacto ambiental y el desastre que este asunto traería al parque. La desaparición
del lobo en Yellowstone trajo un desequilibrio total en el ecosistema. Las especies de
cuadrúpedos herbívoros como los bisontes, los alces, las cabras, crecieron sin control y al
alimentarse de pasto fresco, secaron las praderas y erosionaron la tierra; muchos bosques
murieron, muchos ríos se secaron y como resultado, muchas especies desaparecieron o
tuvieron que irse del parque.

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