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Experimento de la cárcel de Stanford

El experimento de la cárcel de Stanford es un conocido estudio psicológico


acerca de la influencia de un ambiente extremo (vida en prisión) en las
conductas desarrolladas por el hombre, dependiente de los roles sociales que
desarrollaban (cautivo, guardia). Fue llevado a cabo en 1971 por un equipo de
investigadores liderado por Philip Zimbardo de la Universidad de Stanford. Se
reclutaron voluntarios que desempeñarían los roles de guardias y prisioneros en
una prisión ficticia. Sin embargo, el experimento se les fue pronto de las manos
y se canceló en la primera semana.

Las preocupaciones éticas que envuelven a los experimentos famosos a


menudo establecen comparaciones con el experimento de Milgram, que fue
llevado a cabo en 1963 en la Universidad de Yale por Stanley Milgram, un
antiguo amigo de Zimbardo.

El estudio fue subvencionado por la Armada de los Estados Unidos, que buscaba
una explicación a los conflictos en su sistema de prisiones y en el del Cuerpo de
Marines de los Estados Unidos. Zimbardo y su equipo intentaron probar la
hipótesis de que los guardias de prisiones y los convictos se autoseleccionaban,
a partir de una cierta disposición que redundaba en malas condiciones en tales
situaciones.

Los participantes fueron reclutados por medio de anuncios en los diarios y la


oferta de una paga de 15 dólares diarios (en 2006 corresponderían a 57 euros
diarios) por participar en la “simulación de una prisión”. De los 70 que
respondieron al anuncio, Zimbardo y su equipo seleccionaron a los 24 que
estimaron más saludables y estables psicológicamente. Los participantes eran
predominantemente blancos, jóvenes y de clase media. Todos eran estudiantes
universitarios.

El grupo de 24 jóvenes fue dividido aleatoriamente en dos mitades: los


“prisioneros” y los “guardias”. Más tarde los prisioneros dirían que los guardias
habían sido elegidos por tener la complexión física más robusta, aunque en
realidad se les asignó el papel mediante el lanzamiento de una moneda y no
había diferencias objetivas de estatura o complexión entre los dos grupos.

La prisión fue instalada en el sótano del departamento de psicología de


Stanford, que había sido acondicionado como cárcel ficticia. Un investigador
asistente sería el “alcaide” y Zimbardo el “superintendente”.

Zimbardo estableció varias condiciones específicas que esperaba que


provocaran la desorientación, la despersonalización y la desindividualización.

Los guardias recibieron porras y uniformes caqui de inspiración militar, que


habían escogido ellos mismos en un almacén militar. También se les
proporcionaron gafas de espejo para impedir el contacto visual (Zimbardo dijo
que tomó la idea de la película Cool hand Luke - La leyenda del indomable). A
diferencia de los prisioneros, los guardias trabajarían en turnos y volverían a
casa durante las horas libres, aunque durante el experimento muchos se
prestaron voluntarios para hacer horas extra sin paga adicional.
Los prisioneros debían vestir sólo batas de muselina (sin ropa interior) y
sandalias con tacones de goma, que Zimbardo escogió para forzarles a adoptar
“posturas corporales no familiares” y contribuir a su incomodidad para provocar
la desorientación. Se les designaría por números en lugar de por sus nombres.
Estos números estaban cosidos a sus uniformes. Además debían llevar medias
de nylon en la cabeza para simular que tenían las cabezas rapadas, a
semejanza de los reclutas en entrenamiento. Además, llevarían una pequeña
cadena alrededor de sus tobillos como “recordatorio constante” de su
encarcelamiento y opresión.

El día anterior al experimento, los guardias asistieron a una breve reunión de


orientación, pero no se les proporcionaron otras reglas explícitas aparte de la
prohibición de ejercer la violencia física. Se les dijo que era su responsabilidad
dirigir la prisión, lo que podían hacer de la forma que creyesen más
conveniente.

Zimbardo transmitió las siguientes instrucciones a los “guardias”:

Podéis producir en los prisioneros que sientan aburrimiento, miedo hasta cierto
punto, podéis crear una noción de arbitrariedad y de que su vida está
totalmente controlada por nosotros, por el sistema, vosotros, yo, y de que no
tendrán privacidad... Vamos a despojarles de su individualidad de varias
formas. En general todo esto conduce a un sentimiento de impotencia. Es decir,
en esta situación tendremos todo el poder y ellos no tendrán ninguno.— vídeo
The Stanford Prison Study, citado en Haslam & Reicher, 2003.

A los participantes que habían sido seleccionados para desempeñar el papel de


prisioneros se les dijo simplemente que esperasen en sus casas a que se les
“visitase” el día que empezase el experimento. Sin previo aviso fueron
“imputados” por robo a mano armada y arrestados por polícias reales del
departamento de Palo Alto, que cooperaron en esta parte del experimento.

Los prisioneros pasaron un procedimiento completo de detención por la policía,


incluyendo la toma de huellas dactilares, que se les tomara una fotografía para
ser fichados y se les leyeran sus derechos Miranda. Tras este proceso fueron
trasladados a la prisión ficticia, donde fueron inspeccionados desnudos,
“despiojados” y se dieron sus nuevas identidades.

Resultados

El experimento se descontroló rápidamente. Los prisioneros sufrieron—y


aceptaron— un tratamiento sádico y humillante a manos de los guardias, y al
final muchos mostraban graves trastornos emocionales.

Tras un primer día relativamente anodino, el segundo día se desató un motín.


Los guardias se prestaron como voluntarios para hacer horas extras y disolver
la revuelta, atacando a los prisioneros con extintores sin la supervisión directa
del equipo investigador. A partir de este momento, los guardias trataron de
dividir a los prisioneros y enfrentarlos situándolos en bloques de celdas
"buenos" y "malos", para hacerles creer que había "informantes" entre ellos.
Esta treta fue muy efectiva, pues no se volvieron a producir rebeliones a gran
escala. De acuerdo con los consejeros de Zimbardo, esta táctica había sido
empleada con éxito también en prisiones reales estadounidenses.
Los "recuentos" de prisioneros, que habían sido ideados inicialmente para
ayudar a los prisioneros a familiarizarse con sus números identificativos,
evolucionaron hacia experiencias traumáticas en las que los guardias
atormentaban a los prisioneros y les imponían castigos físicos, que incluían
ejercicios forzados.

Se abandonaron rápidamente la higiene y la hospitalidad. El derecho de ir al


lavabo pasó a ser un priviliegio que podía (como frecuentemente ocurría) ser
denegado. Se obligó a algunos prisioneros a limpiar retretes con sus manos
desnudas. Se retiraron los colchones de las celdas de los "malos" y también se
forzó a los prisioneros a dormir desnudos en el suelo de hormigón. La comida
también era negada frecuentemente como medida de castigo. También se les
obligó a ir desnudos y a llevar a cabo actos homosexuales como humillación.

El propio Zimbardo ha citado su propia implicación creciente en el experimento,


que guió y en el que participó activamente. En el cuarto día, él y los guardias
reaccionaron ante el rumor de un plan de huida intentando trasladar el
experimento a un bloque de celdas reales en el departamento local de policía
porque era más "seguro". La policía rechazó su petición, alegando
preocupaciones por el seguro y Zimbardo recuerda haberse enfadado y
disgustado por la falta de cooperación de la policía.

A medida que el experimento evolucionó, muchos de los guardias


incrementaron su sadismo—particularmente por la noche, cuando pensaban
que las cámaras estaban apagadas. Los investigadores vieron a
aproximadamente un tercio de los guardias mostrando tendencias sádicas
"genuinas". Muchos de los guardias se enfadaron cuando el experimento fue
cancelado.

Un argumento que empleó Zimbardo para apoyar su tesis de que los


participantes habían internalizado sus papeles fue que, cuando se les ofreció la
"libertad condicional" a cambio de toda su paga, la mayoría de los prisioneros
aceptó el trato. Pero cuando su libertad condicional fue "rechazada", ninguno
abandonó el experimento. Zimbardo afirma que no tenían ninguna razón para
seguir participando si eran capaces de rechazar su compensación material para
abandonar la prisión.

Los prisioneros empezaron a mostrar desórdenes emocionales agudos. Un


prisionero desarrolló un sarpullido psicosomático en todo su cuerpo al enterarse
de que su "libertad condicional" había sido rechazada (Zimbardo la rechazó
porque pensaba que trataba de un ardid para que le sacaran de la prisión). Los
llantos y el pensamiento desorganizado se volvieron comunes entre los
prisioneros. Dos de ellos sufrieron traumas tan severos que se los retiró del
experimento y fueron reemplazados.

Uno de los prisioneros de reemplazo, el Prisionero número 416, quedó


horrorizado por el tratamiento de los guardias y emprendió una huelga de
hambre. Se lo recluyó en confinamiento solitario en un pequeño compartimento
durante tres horas, en las que lo obligaron a sostener las salchichas que había
rechazado comer. El resto de los prisioneros lo vieron como un alborotador que
buscaba causar problemas. Para explotar este aspecto, los guardias les
ofrecieron dos alternativas: podían o bien entregar sus mantas o dejar al
Prisionero número 416 en confinamiento solitario durante toda la noche. Los
prisioneros escogieron conservar sus mantas. Posteriormente Zimbardo
intervino para hacer que 416 volviera a su celda.

Zimbardo decidió terminar el experimento prematuramente cuando Christina


Maslach, una estudiante de posgrado no familiarizada con el experimento,
objetó que la "prisión" mostraba unas pésimas condiciones, tras ser introducida
para realizar entrevistas. Zimbardo se percató de que, de las más de cincuenta
personas externas al experimento que habían visto la prisión, ella fue la única
que cuestionó su moralidad. Tras apenas seis días, ocho antes de lo previsto, el
experimento fue cancelado.

Conclusiones

Se ha dicho que el resultado del experimento demuestra la impresionabilidad y


la obediencia de la gente cuando se le proporciona una ideología legitimadora y
el apoyo institucional. También ha sido empleado para ilustrar la teoría de la
disonancia cognitiva y el poder de la autoridad.

En psicología se suele decir que el resultado del experimento apoya las teorías
de la atribución situacional de la conducta en detrimento de la atribución
disposicional. En otras palabras, se supone que fue la situación la que provocó
la conducta de los participantes y no sus personalidades individuales. De esta
forma sería compatible con los resultados del también famoso experimento de
Milgram, en el que gente ordinaria cumple órdenes de administrar lo que
parecen shocks eléctricos fatales a un compañero del experimentador.

Casualmente poco después de la finalización del estudio se produjeron motines


sangrientos en las prisiones de San Quintín y Attica, y Zimbardo comunicó sus
descubrimientos al Comité judicial de los Estados Unidos.

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