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• AAC sólo habla en el ámbito familiar, no obstante, en casa habla poco. Tiene un lenguaje
simple y poco estructurado.
• El problema tiene una duración actual de cuatro meses.
• No socilita ir al baño.
• En el aula se comunica con gestos y movimientos de cabeza, comprende las instrucciones.
• Llora y presenta sensibilidad a los ruidos, tensión, miedo a empujones.
Se puede constatar que las carácterísticas que presenta AAC, cumplen con los criterios
diagnósticos del DSM-IV, para el mustismo selectivo
- Tras la exploración se constata que las áreas de puntuación más bajas fueron, el Lenguaje
espontáneo, Socialización y Motricidad.
INTERVENCIÓN:
En primer lugar, sería conveniente reunirnos con los padres y profesor para darles a conocer la
explicación del problema, los objetivos terapéuticos que estimamos prioritarios y el papel que
deben desempeñar unos y otros, durante las fases del tratamiento.
Los objetivos terapéuticos propuestos son los siguientes:
1. Restablecer la comunicación verbal del sujeto en el entorno escolar.
2. Incrementar la interacción social
La economía de fichas se estableció de acuerdo con un contrato del que fue informada
toda la clase en aquellos apartados en los que ésta resultaba implicada benéficamente,
pues, los reforzadores de apoyo por los que podían ser canjeadas las fichas ganadas por AAC
favorecían tanto al propio sujeto como al grupo-clase.
Para facilitar el seguimiento del grupo-clase, de las posibles consecuencias positivas de las que
podían verse beneficiados, se dispuso junto a la hoja de registro, donde se anotaban las fichas
ganadas por AAC, el valor de cada uno de los reforzadores de apoyo. Con el mismo objetivo la
hoja de registro se adhirió a una de las paredes de la clase para facilitar su visualización.
Se eligió un mismo formato de ficha con tres colores -rojo, verde y azul- que designaban a tres
tipos de reforzadores de apoyo (incremento del tiempo de recreo, golosinas y refrescos para
fiesta y excursiones). Cada ficha, a su vez, fue subdividida en cuatro subunidades de un cuarto,
lo que nos permitía regular mejor la valoración de las conductas que se pretendían reforzar. La
gradación final quedó como sigue: una ficha azul = dos verdes; una verde = seis rojas.
Entre los reforzadores de apoyo figuraba la compra de tiempo para jugar con otro niño/a al
balón en horario lectivo, lo que incluía, junto al refuerzo de la actividad, el refuerzo social
administrado por sus compañeros; otro reforzador de apoyo eran las golosinas y refrescos
para celebrar una fiesta el viernes , suprimiendo la última hora de clase. La conducta de
interacción física no fue incluida en el contrato hasta el onceavo día de iniciado el tratamiento
(tercera semana).
Las fichas podían ser ganadas tanto en el desarrollo normal de la clase (saludar o contestar al
saludo, preguntar o contestar a la profesora o a un compañero/a, ...) como durante el
desarrollo de las sesiones de desensibilización sistemática in vivo , de acuerdo con las cláusulas
del contrato.
El programa de refuerzo diseñado incluía distintas fases de razón fija, se empezó reforzando
cada respuesta -refuerzo positivo y continuo-, para concluir, en una última fase, reforzando
cada diez respuestas verbales .
La retirada del programa individual se realizó pasando a un contrato entre clase y profesora en
el que los reforzadores de apoyo fueron mantenidos, pero se reformularon las clausulas del
contrato adaptándolas a conductas de rendimiento académico y estableciendo una nuevo
baremo para la consecución de los reforzadores.
Las sesiones de desensibilización sistemática se desarrollaron a razón de una por día y con una
duración inicial de cinco minutos que se fue incrementando a razón de un minuto/sesión hasta
llegar a quince minutos.
Las tareas utilizadas en la densenbilización sistemáica han sido tomadas del Método
Multidimensional Cambrodi (1978). Durante las diez primeras sesiones las tareas fueron
exclusivamente manipulativas.
Tanto las actitudes de sobreprotección como las que tienden a minimizar o ignorar el
problema y que tienen como objetivo no provocar sufrimiento en los niños, no hacen más que
reforzar e incrementar el mutismo.
• Las situaciones comunicativas naturales no son suficientes para superar el mutismo. Es
necesario planificarlas y diseñar otras situaciones, garantizando siempre el éxito de los
intercambios comunicativos del niño.
• En cada momento de la intervención se partirá de lo que el niño es capaz de hacer con
ayuda.
• La exigencia se ajustará a una progresión y se mantendrá a lo largo de todo el proceso,
evitando la tendencia natural a la acomodación, en el nivel alcanzado, tanto de los niños como
del ambiente.
• La necesidad de rigor y sistematicidad y la diversidad de ámbitos afectados exige la
coordinación de todos los implicados.
El objetivo final de la intervención es que el niño con mutismo selectivo sea capaz de
interactuar verbalmente de forma espontánea con los adultos y niños de la escuela y de su
entorno social y familiar, llevando a cabo peticiones verbales espontáneas y respondiendo de
forma audible a las preguntas que los demás interlocutores le plantean.
Partiendo del concepto de mutismo como un miedo exagerado a hablar, se entiende que una
de las maneras de superarlo consiste en afrontar las situaciones socio comunicativas que lo
provocan. Dado que en la escuela se producen gran cantidad de situaciones de este tipo, será
uno de los entornos prioritarios en los que se debe centrar la intervención.
La tarea fundamental del profesorado y especialmente del tutor del niño será, por una parte,
la de establecer una vinculación afectiva positiva con el niño que le aporte la seguridad
suficiente para enfrentarse a las situaciones, y por otra parte, la de diseñar y planificar
actividades de clase que requieran de una comunicación verbal. Estas actividades deberán
estar graduadas en función del habla que se requiera en la situación comunicativa, para ello
tendremos que manejar aspectos tales como la longitud de la frase, el tono de emisión, el
número de personas presentes, la elaboración del contenido.
Una vez que la niña se ha normalizado en las situaciones que presentaban la problemática, y
teniendo en cuenta a todas las partes se puede dar por finalizado el tratamiento.
No obstante la tutora debe de seguir observando a la niña siguiendo las pautas que se le han
recomendado y en caso de algún cambio reseñable habrá que comunicarselo al logopeda.