Está en la página 1de 2

Nerio Duin Anzola, “Mano Nerio" (1892-1959).

“Para mis amigos Vicente Padilla y Eustacio Fréitez, vecinos y amigos de Nerio.
Nació en Acarigua el 10 de octubre de 1892 y murió en la misma ciudad el 7 de noviembre de 1959,
cuando acababa de cumplir los 67 años de edad. Es muy difícil encerrar en un breve artículo la
personalidad polifacética de Nerio Duin Anzola, máxime para nosotros que fuimos sus amigos.
El Coleccionista. Vivía en una humilde vivienda frente a la casa de Vicente Padilla, calle engranzonada,
en el barrio Reja de Guanare. En el frente un letrero:”Posada al Viento”, que atendía su mujer Vicentana
cuando tenía buena salud. Acostumbraba sentarse a la puerta de su casa a leer el periódico en voz alta y
cuando alguien lo saludaba:- ¡Mano Nerio!- Contestaba invariablemente. ¡Mano, Mano!. En la primera
habitación estaba el museo, formado por objetos regalados por sus múltiples amigos. Colgados de la
pared retratos de distintos tamaños y calidades: Churchill, Stalin, Lenin, Marx, Mussolini, Franco,
Hitler, Guzmán Blanco, Andueza Palacios, Andrade, Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Pérez Soto,
Delgado Chalbaud, Mario Vargas, Rómulo Gallegos, Pérez Jiménez, Rafael Caldera, etc. Una espuela
colonial con las iniciales S.B. (¿Simón Bolívar?) encontrada en la Laguna de los Muertos. Sabido es que
allí el Libertador peleó personalmente; además, la espuela calzaba a un pie pequeño. Una escopeta de
bien trabajada artesanía, con las iniciales de J.A.P, regalo de su tío Fortunato Anzola, General de la
Federación, y es fama que perteneció al héroe de Curpa. Una colección del semanario Fantoches, que
según Nerio, iba a regalar a la biblioteca “Jaime Cazorla” de Acarigua. Grillos de 70 libras de la época
de Gómez, la rueda del primer arado que trajo a Acarigua Miguel Cortés, padre del Dr. Francisco Cortés.
Objetos indígenas, entre ellos un mortero, que el vulgo llama “Piedra de Centella”; revólveres, chopos
de piedra, trabucos naranjeros. Alfredo Duin Pérez, su hijo adoptivo, pues Nerio no conoció
descendencia, me dijo recientemente que desconoce el destino de esos objetos, los cuales exhibía su
padre en el hogar.
Amor a los animales. Nerio tenía un perro: Caribe,y una mona: Ateli Duin Pérez (así la nombraba) a los
que quiso mucho y cuando murieron los enterró en el solar de su casa y les construyó dos pequeñas
tumbas. Pero el caso más notable fue la domesticación de un zamuro, el cual lo seguía a grandes
zancadas durante sus paseos por el barrio.
Un deseo cumplido. Una tarde me llevó muy entusiasmado a ver unos arbolitos que había sembrado a
unos 100 o 200 metros de su casa y una vez que hubimos llegado, pronunció estas proféticas palabras:”
Mire Alí, yo voy a donar este terreno al Concejo y cuando esto sea un bosque, los muchachos del barrio
van a venir a jugar aquí”. En un reciente viaje a Acarigua, visité en compañía de Vicente Padilla el
Parque “Mano Nerio” y recordamos aquella predicción del amigo ausente.
El socialista. Para muchos, Nerio era un oportunista, pero sus amigos sabíamos que se inclinaba a la
causa popular. Rompió con su aristocrática familia y vivía con una humilde mujer llamada Vicenta Ana
Pérez, con la cual se casó posteriormente. Cuando la represión a los militantes de izquierda en Acarigua,
cayeron presos Pedro Miguel González, Rafael Rodríguez Heredia, Cecilio Colmenárez, Francisco
Chacón, José Nicolás Galíndez, el Negro, Berta Barazarte, Mano Nerio hizo un dulce y se lo llevó a los
presos en la cárcel de Guanare. Por cierto que a Berta, casada con el colega Viera y actualmente
profesora universitaria, la tenían casa de don Luis Horacio Ugarte, padre adoptivo de Alirio Ugarte
Pelayo. La mortaja que tenía Nerio preparada era una sábana roja y en la urna había pintada una cruz
formada con la hoz y el martillo.
Infancia y juventud. Su padre, don José Tomás Duin Zerpa, poseía una farmacia por los lados del barrio
“El Paraguay” y Nerio aprendió en ella conocimientos farmacológicos que les fueron muy útiles toda su
vida. Fue a la escuela primaria del señor J.M. Colmenárez Gil y de allí pasó al colegio del Dr. Faustino
Yánez. Fue pulpero en bodegas de parientes en Turén, Acarigua y Barquisimeto, contrabandista de
cocuy en Acarigua. Un fiscal lo sorprendió y le pidió la guía, o autorización, y Nerio sacó un revólver y
le dijo: “ Esta es mi guía”. El hombre guardó silencio y se marchó. Compraba marranos en los campos y
los vendía en Acarigua o Barquisimeto. Con una recomendación del General Ramón Veracoechea, fue
nombrado Jefe de la Policía de Acarigua, cargo que renunció a causa de una orden que se negó a
cumplir: envenenar a los perros callejeros para evitar la propagación de la hidrofobia. Nombrado Jefe
Civil de Payara, recibió de don Fortunato Anzola el encargo de cobrar una deuda de Bs. 300. Mano
Nerio cobró la deuda, le mandó Bs 200 a don Fortunato y se quedó con el resto, a lo que comentó don
Fortunato: “Amigo, amigo, si eso haces como Jefe Civil, cuando seas General se lo coge todo y de ñapa
me mete a la cárcel para que no cuente el cuento”. Termino este artículo sobre el amigo ido, el amigo
original, sobre el cual hay mucho que escribir”.
Alí Carrillo Hernández. Personajes de la pequeña Acarigua, en El Imparcial del 16 de abril de 1977.
Foto de la colección de Alfredo Duin.

También podría gustarte