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Scott Gordon
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__{istqfiay
filosofíadé
las cienc¡as
sociales

E di rorial,4riel, 5..4.
Barcebna
CepÍrulo 3

LEYES SOCIALES

En el capítulo 2 consideramos la importancia histórica que tuvo el desarrollo


de las ciencias naturales en la tarea de preparar el camino para la aparición poste-
rior de las ciencias sociales. Me extendí allí en características de la «actitud cien-
tífica» que son comunes a todo el ámbito de la ciencia, no exclusivos de una
ciencia concreta o de un grupo de ciencias. Pero no quería decir implícitamente
que disciplinas como la economía o la sociología sean ciencias porque sean como
la física y la química. Mi objetivo en el capítulo 2 fue examinar un aspecto impor-
tante de la historia intelectual de Occidente, no valorar las disciplinas sociales
comparándolas con las ciencias sociales o valiéndome de criterios.generales de la
filosofía científica.
La relación de las ciencias sociales con las naturales desde el punto de vista
filosófico ha sido tema de constante polémica. Por ejemplo, peter Winch, en su
The ldea of a Social Science (1958), afirma que los conceptos apropiados para el
análisis de los fenómenos sociales son demostrablemente incompatibles con los
utiiizados en la ciencia natural, y F. A. Hayek, premio Nobel de Economía, se
queja en su llbro The Counter-revolution of Science (1955), del gran daño que
se ha hecho ajustando el estudio de los fenómenos sociales al de las ciencias na-
turales. Por otra parte, Alexander Rosenberg, un filósofo de la ciencia, en su
obra Microeconomic l,a.ws: a Philosophical Analysis (1976), da por supuesto que
puede evaluarse el estatus científico de un campo de estudio comparándolo con la
física. La Asociación estadounidense para el Progreso de la Ciencia respalda ofi-
cialmente un punto de vista similar. Desde Lg52haotorgado un premio anual de
mil dólares <<para un trabajo meritorio que aumente nuestros conocimientos sobre
la conducta psicológico-social-cultural humana», con el fin de «fomentar en la in-
vestigación social el desarrollo y la aplicación del tipo de metodología fidedigna
que ha resultado tan fructífero en las ciencias naturales>>.
No pretendo aclarar en este capítulo esa polémica metodológica ni exami-
narla siquiera. Es muy poco probable que una comparación de la «ciencia social»
con la «ciencia natural» resulte en general demasiado informativa, puesto que las
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LEYES SOCIALES 47

diversas ciencias sociales difieren notablemente entre sí, y las ciencias naturales
igual. La econotnía se parece t¡íts en ciertos aspectos a la física que ¿r la biología.
Por otro lado. sería fácil trazar analogías entre ciertas partes de la socioloeía y de
la biología, pero sería muv difícil la comparación con Ia química. Y así sucesiva-
rrente. Nuestro examen principal de la cuestión se arplazarír hasta el último capí-
tulo, pero puede que sea útil que examinemos en esta etapa ciertas cuestiones de
importancia filosófica que están relacionadas con Ia idea de «leyes, de los fenó-
menos sociales.
Todas las disciplinas que se califican como «cis'ncias» tienen al menos uira
cosa en conrún:pretenden dr-'scubrir leves generales que cubran un arnplio campo
de tenómenos específicos. El ejemplo prototípico de una ley general es la ley' de
l¿ gravitación universal de Nervton. que postula que, dadas ciertas condiciones
(tcrdas las leves están linlitadas en este sentido), la fuerza de atracción entre dos
cuerpos es directamente proporcional al producto de sus ma-sas e inversamente
proporcional al cuadrado de la distancia que los separa. Esta ley incluve todas las
masas (manzanas, piedras. planetas, r'esículas biliares. nubes, etc.) e incluye fenó-
menos que se producen en todos los lugares y en todos los tiempos, incluido el fu-
turo que no ha llegado aún. Debido a su carácter general, decimos de la ley de
Ner.r'ton que es una «proposición nomológica» (del grie-9o clásico tttttttos,ley).
En las ciencias sociales hav muchas proposiciones que se denominan <<le-
)es),,como por ejemplo la iey de la especialización creciente (sociología), ll le1'
de hierro de le oligarquía (ciencia política), las leyes del movinliento del crpitr-
li:mo ieconomía marxista), la ley de la distribución del ingresc, r1e Pareto (econ.-,-
mía). la le,r- de rendimientos decrecientes (economía). etc. Cuando examinamos
est¿rs proposiciones descubrimos que, si bien todas ellas constituren generaliza-
ciones, se trata de tipos muy distintos de generalizaciones. Ir'fi pnmera intención
en este capítulo es estrblecer ciertas distinciones entre tipos de proposiciones nc-
mológicas. Se crea a veces muchísima confusión al analizar «ley'es de comporta-
rniento social" dando por supuesto que siempre se quiere decir lo mismo cuando
se utiliza la palabra «leyr.

l. Proposicionesnomológicas

Las principales distinciones que quiero establecer a continuación es entre le-


ves puramente empíricas, leyes analíticus y ley'es que inclul'en el concepto de
CAUSLI.

I . 1. Lgr es E,"'IPíRICAS

John Stuart Mill define «ley empírica,' en su Lógica (libro VI, capítulo
quinto) como «una uniformidad, bien de sucesión o bien de coexistencia, que de-
48 HISTORIA Y FILOSOFÍA DE LAS CIENCIAS SOCIALES

muestra ser Verdadera en todos'los casos dentro de los límites de nüestra observa-
ción, pero no es de tal naturaleza que proporcione seguridad alguna de que lo
hiciese fuera de esos límites...». Examinemos dos de las leyes de la lista anterior
que tienen un carácter claramente empírico: la «ley de distribución del ingreso de
Pareto» y la «iey de hierro de la oligarquía» formulada por Robert Michels. Vil-
fredo Pareto, ingeniero-economista italiano, expuso la sorprendente ley de distri-
bución del ingreso en sus lecciones eh la Universidad de Lausana, publicadas con
el título de Curso de economía política (1896-1897). Parero examinó los da-
tos sobre las rentas de todos los países de los que había entonces estadísticas
disponibles, y se convenció de que la pauta de distribución de dichas rentas
era sustancialmente la misma en todos los países y podía representarse por la
fórmula:

logN-logA-alogX
siendo N el número de personas cuyo ingreso es superior a X, y A y aconstantes.
Si trazamos en una gráfrca de doble entrada la distribución de ingreso (acurnula-
tivo) obtendremos una línea recta con una inclinación igual a a. El coeficiente a
expresa el grado de desigualdad de la distribución de la renta. Los estudios empí-
ricos de Pareto demostraban no sólo que la fórmula anterior se ajustaba bien a los
datos, sino que cuando se calculaba a resultaba tener sustancialmente la misma
magnitud en todos los países, lo que indicaba que el grado de desigualdad en la
distribución del ingreso era uniforme. Esto indica que a en la fórmula de pareto
es similar al coeficiente de atracción gravitatoria de Newton: una <<constante
natural».
El propio Pareto previno contra la tentación de exagerar el significado de
sus hallazgos empíricos. Los economistas profesionales fuerón, en general, más
cautos incluso que Pareto y las investigaciones posteriores no se distinguen de-
masiado por utilizar la ley de Pareto como una proposición básica de la economía.
Pero algunos economistas han considerado que el descubrimiento de constantes
empíricas como la a de Pareto es lo que habría de dar los fundamentos adecuados
sobre los que edificar una verdadera ciencia. El distinguido economista Joseph A.
Schumpeter, comentando la ley de Pareto medio siglo después de que se hubiese
publicado («Vilfredo Pareto>>, Quarterly Journal of Economics, 1949), reprendía
a la profesión por no haber sabido apreciar el significado científico del descubri-
miento de regularidades empíricas como la invariabilidad dela ade Pareto.
Robert Michels fue un científico político alemán cuya obra PartirJos potíti-
1

cos (1911) se considera importante por ser uno de los primeros estudios empíri- i
cos de un problema muy básico: la tendencia de Ias organizacrones sociales a
formar órdenes jerárquicos. Si se considera la democracia un sistema político en
el que cada uno tiene aproximadamente igual poder, será inalcanzabl,e si existe
una tendencia natural (es decir, una «ley») según Ia cual las organizaciones tien-
den a hacerse jerárquicas, concentrándose la mayor parte del poder en manos de
LEYES SOCIALES 49

un pequeño número de individuos (la


,ll "oli-sarquía") situados en la cúspide. NIi-
ilj
chels era un socialista y un derlócr¿ta fervoroso. Según su razonanriento, no teníil

t ningún sentido examinar instituciones conservadoras para observar si eran oligár-


quicas. porque los conservadores no valoraban en realidad lt democracia. La
prueba búsica sería si instituciones firmernente compronletidas con la democrlcia
como credo político eran capaces de organizarse y actuar sobre una base continuada
de igualdad dc- poder. En consecuencia, Iv{ichels estudió los sindicatos y los parti-
dos políticos socialistas. qlle en su opinión estaban firmemente comprometidos con
la democracia. Al clescubrir que estas instituciones, independienteniente de cómo
hubieran empezado, acababan siendo todas oligárquicas en su organización, NIi-
chels formuló la «lel'de hierro de la oligarquía,,, como una generalización empí-
rica sobre la organización política de las instituciones sociales del hombre.
Propuestas como la de Pareto sobre la distribución del ingreso y Ia de NIi-
chels sobre la organización política son notables como generalizaciones entpíri-
cas. pero su estatus como ,,leves,, no es, claro está, definitivo, y'a que un ejernplo
contrario sería en ambos casos suficiente para destruir sus pretensiones de genera-
lidad. No sucede lo mismo con la ley de la -eravedad de Newton. Si se hicieran
obsen'aciones que no estuvieran de acuerdo con esta lev, los científicos no las
considerarían como una demostración indiscutible de que la ley es errónea, sino
que intentarían descubrir por qué los datos no.concuerdan. Un caso asombroso de
esto fue el descubrimiento de_! p_ianeta Neptuno en l8-16. La observación cle la ór-
bita de Urano había revelado ciertas irregularidades, es decir. desviacione-s res-
pecto a la órbita según la férmula de Nervton. Los astrónomos no considcraron
que eslxs discrepanci¡s echasen abajo necesariamente Ia teoría de lleu,ton,
puesto que las irregularidades podían deberse a la existencia de un planeta desco-
nocido hasta entonces. Lltilizando la fórmula newtoniana calcularon dónde habríe
de estar el planeta si existiera, enfocaron sus telescopios hacia el punto calculado
del cielo y he aquí que apareció |íeptuno. La teoría newtoniana y sus sucesoras en
física demuestran que las proposiciones nomológicas firmes no son simplemente
generalizaciones ernpíricas sobre cosas concretas, son modelos amplios que abar-
can un arnplio campo de fenómenos. De hecho, suelen ser tan útiles para explicar
casos en que los datos se desvían de la teoría como casos que se ajustan a ella. Las
teorías más robustxs nunca las destruyen pruebas empíricas, sóio la aparición cle
una teoría mejor con un ámbito aún más general.
Generalizacicnes empíricas como las leyes de Pareto y de Michels son bas-
tante insatisfactorias como proposiciones nomológicas. Han de abandonarse
cuando se descubre un hecho que las contradice. llo pueden utilizarse para inl'es-
tigar estos hechos contrarios, ya que son puramente empíricas. F,s decir, no.pr.-
tenden explicar por qué los datos son lo que son. Los datos son,y nada más. J. S.
N{ill sostenía que «una ley empírica es una generalización sobre la que, no satisfe-
chos con considerarla simplemente cierta, estamos obligados a preguntar: ¿por
qué es cierta?". Pero mr"rchas personas han tratado lirs leyes de Pareto y de lvli-
chels como si fueran características esenciales del orden social, Io que va mucho
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50 HISTORIAY FILOSOFÍA DELAS CIENCIAS SOCIALES

más allá del reconocimiento de una regularidad empírica. Se da un gran salto pa:
sando de la proposición «por lo que sabemos hasta el momento, A se caracteriza
por X», a la proposición <<la observación empírica demuestra que un rasgo esen-
cial de A es X».
Un ejemplo notable de lo peligroso que es formular una ley puramente empí-
rica y proyectarlahaciael futuro es el famoso trabajo de Raymond Pearl y Lowell
J. Reed sobre el crecimiento demogiáfico en Estados Unidos (Proceedings of the
National Academy of Sciences, l92A). Los autores advirtieron que no prátendían
afirmar que hubiesen descubierto las «leyes orgánicas básicas» del crecimiento
demográfico, pero demostraban que podía formularse una ecuación matemática
que se ajustaba notablemente bien a los datos del censo. Considerando que nin-
guna población de un área limitada puede crecer indefinidamente, eligieron una
ecuación que tenía la característica de que, cuando se proyectaba más allá de los
datos hacia el futuro, generaba necesariamente una serie de números que se
aproximaban gradualmente a un techo. Partiendo de esto sacaron la conclusión de
que el límite superior absoluto de Ia población de Estados Unidos era de 197 mi-
llones. Tras unos cuantos cálculos complementarios, pasaron a asegurar que,
cuando se alcanzara el límite, estarían dedicados a la agricultura el doble de indi-
viduos que en 1920 y, aun así, tendría que cubrirse con la importación la mitad de
las necesidades alimentarias del país.
Las predicciones de Pearl y Reed no se correspondieron con los hechos. La
población de Estados Unidos supera en Ia actualidad los 200 millones y continúa
aumentando; la proporción de lafuerza de trabajo dedicada a la agricultura es in-
ferior al 5 Vo y sigue disminuyendo; y Estados Unidos es uno de los principales
exportadores de alimentos. Para predecir con precisión la población humana y
para llegar a unas conclusiones fidedignas respecto a la producción de alimentos,
Pearl y Reed deberían haber utilizado un modelo mucho más amplio, que inclu-
yera todos los factores sociales y económicos que son determinantes básicos del
índice de nacimientos, el cambio tecnológico, los precios de los alimentos y otros
artículos, etc. Ecuaciones como la que enunciaron Pearl y Reed las utilizan con
eficacia biólogos demográficos modernos, pero sólo en casos mucho más simples
de organismos no humanos en que no operan estos factores.
Ya indicamos antes que uno de los problemas de las afirmaciones puramente
empíricas que se presentan como <<leyes>> generales es que basta un ejemplo con-
trario para echar abajo la proposición. Se podría responder alaalegación de ese
ejemplo contrario afirmando que no se corresponde, en realidad, con la clase de
cosas incluidas en la ley. Consideremos la generalización empírica «todos los cis-
nes son blancos». Si se observase un ave semejante a los cisnes en todos los as-
pectos salvo en el color se podría responder diciendo que no se trata realmente de
un cisne. Esto salva la proposición «todos los cisnes son blancos>>, pero no es ya
una proposición empírica. Dado que no se llamará <<cisne>> a ningún aye a menos
que sea blanca, la blancura no es, en este caso, una característica de objetos físi-
cos observable independientemente, sino un criterio definitorio para el uso de la
LEYES SOCI,\LES 5r

palabra <<cisne>>. Es esencial. claro está. si queremos pensar con clariclac'l. no con-
fundir las proposiciones empíricas con las definiciones. Esto no siempre es tan fá-
cil corno en el ejenrplo anterior. Así, en los estudios estadísticos nos encontramos
a metludo con que los datos forman una pallta clara salvo en unos cuilntos casos.
lo que plantea Ia tentación de eliminar a estos ,,intrusos» consideranclo que no sorl
verdaderos ejemplos del fenónleno que se estudia.
El principal rnensaje epistémico que transmite este breve análisis de las Ie-
yes ernpíricas no es que la pruebl empírica no sea fidedigna, sino que la infonna-
ción objetiva. en sí. no puede proporcior"larnLrs mucho conocimiento de los
fenómenos complejos. La ciencia modenla es ernpírica. v para apreciar su meto-
dologírr es preciso entender cómo se articula la prueba enrpírica con el razona-
miento tcórico para apofiar explicaciones de los fenómenos. Francis Bacon, en su
Novunt Organutn ( 1620). intentó demostrar la proposición de que se puede obte-
ner conocimiento absolutanlente seguro de la realidad recogiendo simplemente y
procesando datos objetir,'os. St¡ libro jugó un papel importante en la tarea de
afianzar la orientación empírica de la ciencia. pero su tesis epistémica básica era
errí¡nea.

1.2. Lrves ANALÍIcAS

Este término se refiere a los tipos de le1'es que se dln en las disciplinas de la
lógica y las matemáticas. Por ejemplo'. la ,.le) de no contrl.licciein,,, alirma que:

Una cosa no puede ser al mismo tiempo X y no X.

Y la «ley del tercio etcluso» afirma que:

Todo debe ser clasificable como X o no X

La ,.ley de trlnsitividad, afirma que las relaciones cuantitativas son de tal


naturaleza que:

Si A es mavor que B y B es ma,vor que C, entonces A es mayor que C.

LIn ejemplo concreto de las dos primeras de estas le,"-es sería la proposición:

Una cosa es un cisne o no lo es; no puede ser ambas cosas alavez.

Y de Ia ley de transitividad:

Si Albertr: es más alto que Berta y Berta es más alta que Claudia, Al-
berto es más alto que Claudia.
52 HrsroRIAy Frlosor'ÍnpsLAS crENCrAs socIALES

Es importante tener en cuenta que los ejemplos de este tipo sólo ejemplifican
las leyes analíticas correspondientei; no constituyen ningún élemento de prueba.
Las leyes analíticas son leyes delarazón o leyes del pensamiento racional, no le-
yes de la naturaleza en un sentido empírico. Cuando formulamos la ley de transi-
tividad no estamos afirmando nada empírico, como, por ejemplo, que la gente se
comporte como si creyera que cuandg A > B y B> C entonces A > C, estamos di-
ciendo que cualquier otra conducta es irracional. No se nos pide que afirmemos
que la gente se comporta siempre racionalmente; esto sería una proposición em-
pírica, no analítica.
El «silogismo» de la lógica deductiva formal puede considerarse una ley
analítica prototípi ca. Con s ideremo s la argumentaci ón s i guiente :

i) Si todo A es B, y
2) siXesA,
3) entonces, X es B.

Éste es un argumento válido, que no se basa en ninguna proposición de que


algo sea verdadero o falso empíricamente. Es por esto que lo he formulado por
medio de entidades puramente abstractas, A, B y X. Si sustituimos ahora estos tér-
minos abstractos por un ejemplo más familiar:

1) Todos los hombres son mortales;


2) Sócrates es un hombre;
3) por tanto, Sócrates es mortal,

entonces es evidente que la fórmula de la argumentación no ha cambiado, pero


ha adquirido una orientación significativamente distinta puesto que, además de
sustituir A, B y X por entidades del mundo real, se ha eliminado el condicional
«si». Podemos formular este silogismo de tres modos: a) podríamos decir que la
palabra <<hombres>> entraña la propiedad <<mortal>> por definición y que la enti-
dad particular «Sócrates>> está, del mismo modo, definida como perteneciente a
la clase <<hombres». b) Podríamos decir que 1) y 2) son .<axiomas», es decir,
proposiciones que son .<verdades evidentes por sí mismas». c) O podríamos
considerar que 1) y 2) exponen empíricamente hechos verdaderos. Si se adopta
c), el silogismo no presentaya un argumento puramente analítico, puesto que
estamos basándonos en Ia verdad empírica de las premisas para justificar la
creencia de que la conclusión es verdadera, pero, repetimos, la forma de la ar-
gumentación es analítica o «deductiva». Deberíamos indicar también que el si-
logismo:

1) Todos Ios esnodluts están hechos de jikler;


2) Yakmar es un esnodlut;
3) en consecuencia, Yakmar está hecho de jikler,
LEYES SOCIALES 53

es perfectamente vírlido ¿runque «esnodluts». «jikler» y palabras


"YakmaD) se¿ln
que acabo de inventanne y que no significan nada ni aluden a nada del mundo
real. Como se dice en pro-qramación informática, BDBF: basura dentro, basura
fuera. Un silogismo, sean cuales sean sus términos es, ciertamente, una argumen-
tación puramente formal sin contenido empírico. El concepto de proposición ono-
lítica o ley analític:a remite a argumentaciones de este tipo, por ejemplo en
matemática pura.
Las proposiciones analíticas no tienen, en sí, nada que decir sobre el mundo
real. Las maternáticas son mul'úrtiles para los físicos. pero las matemáticas no son
física. El gran matemático C. H. Hardy dijo una vez que «un m¿itenlático es al-
guien que no sabe de qué está hablando, y no le importar. Prácticar¡ente todo el
mundo salvo los pitagóricos y los platónicos incorregibles admiten esto, pero la
idea de que podemos descubrir cosas sobre los fenómenos sociales utilizando
sólo la lógica deductiva sigue ejerciendo un atractivo considerable y se lleva a ve-
ces a extremos. La mayoría de Ios economistas consideran indispensables las ma-
temáticas y el razonamiento deductivo general, pero insisten también en la
investigación empírica y en la comprobación práctica. Sin embargo, hay algunos
que afirman que la economía no es, o no debería ser, empírica. La forma apro-
piada de proceder, en el estudio de los fenómenos económicos es, según este
punto de vista, establecer ciertas proposiciones básicas que represente¡ l¿5 «pro-
piedades esenciales>' de una economía y luego deducir las consecuencias lógicas
que se derivan de eilas.
Este puntcr de vista es sostenido con firmeza. por ejemplo. por Martin Hollis,
nn filósofo, y E. J. Neil, un economisia, en su obra Railonal Economic Mnn: a
Philosopltical Critique of Neo-classical Econontics ( 1975). También se atienen a
ese criterio obras de Ludrvig von lvlises como La acción hutnana (1949) y los es-
critos de sus discípulos denorninados actualmente <<escuela austríaca» de econo-
mistas. Menciono estos dos ejemplos no sólo como ilustraciones de este punto de
vista de acuerdo con el cual las ciencias sociales deberían practicarse como disci-
plinas analíticas, más que empíricas, sino para demostrar uno de los problemas de
este enfoque. Holiis y Neil, partiendo de los mismos principios epistémicos, lle-
gan a conclusiones que son muy distintas de ias de Mises y los austríacos. Hollis
y Neil afirman que una economía de mercado es inevitablemente ineficaz e in-
justa, mientras que los austríacos afirman que sólo una economía de mercado
puede ser eficiente y justa. Si ambas partes hubiesen razonado adecuadamente,
esta diferencia podría deber:se a supuestos distintos sobre las «propiedades esen-
ciales» de una economía. Pero las partes no consideran comprobables estos su-
puestos porque esto convertiría a Ia economía en una ciencia empírica. Todo se
reduce a una disputa en la que cada parte afirma que el supuesto sobre las «pro-
piedades esenciales" del que parte es verdadero por intuición,vna disputa que no
tiene solución por ningún método conocido.
Ivferece la pena que ampliemos este punto un poco más. Consideremos el
caso de la muerte de Sócrates. Los historiadores nos cuentan que se suicidó be-
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54 HISTORIAY FILOSOFÍA DE.LAS CIENCIAS SOCIALES

biendo cicuta después de que las autoridades políticas de Atenas le condenaran por
sus doctrinas heréticas. El silogismo utilizado antes para explicar la muerte de Só-
crates no hace alusión alguna a cosas como herejía o cicuta. Nos explica que Sócra-
tes compartía la propiedad de la mortalidad con todos los demás hombres y, en
consecuencia, estaba destinado a morir de algo en algún momento. Ese- silo-
gismo, aunque contuviera premisas e-mpíricamente verdaderas y utllizara una 1ó-
gica impecable, es cognitivamente inútil. No se centra en lo que queremos saber,
que son las circunstancias concretas que condujeron a la muerte de Sócrates. Un
silogismo como

1) beber.cicuta causa la muerte,


2) Sócrates bebió cicuta en el año 399 a. C.,
3) en consecuencia, Sócrates murió en el año 399 a. C.,

no es mucho mejor, aunque sus premisas sean también objetivamente verdaderas


y la conclusión se deduzca válidamente. Podría satisfacer a un fisiólogo, pero no
a un historiador de la sociedad ateniense. La cuestión es que los hechos utilizados
en una investigación científica deben hacer referencia al problema que se pre-
tende aciarar. El que un argumento utilice datos ciertos y procedimientos lógicos
válidos no garantiza que suministre la explicación que buscamos.
Las leyes analíticas son muy útiles en la ciencia, pero ninguna disciplina que
estudie fenómenos puede ser satisfactoria a menos que se establezca una co-
nexión entre la teoría y el mundo real. Si examinamos el silogisr¡ro de lógica de-
ductiva podemos ver que se pueden aplicar comprobaciones empíricas bien a las
premisas del silogismo o bien a su conclusión. Hay una diferencia importante en-
tre estos dos emplazamientos de la prueba. Consideremos, por ejemplo, este silo-
gismo concreto:

1) Todos los insectos tienen cinco patas;


2) los mosquitos son insectos;
3) en consecuencia, los mosquitos tienen cinco patas.

Podríamos efectuar una investigación empírica de 1) y 2), sabiendo que si


l) y 2) son verdad, 3) ha de ser verdad. Esto se conoce en lógica formal como
modus ponens: la veracidad de las premisas se transmite a la conclusión . La otra
vía es efectuar una investigación empírica de 3). Si 3) es falso, la lógica nos
dice que l) o 2), o ambos, han de ser falsos. Este procedimiento se conoce como
modus tollens. De hecho,3) es falso, puesto que los mosquitos (normales) tie-
ngn seis patas. En consecuencia, 1) o 2), o ambos, deben ser falsos. En este caso
es falso 1).
Adviértase que hay una asimetría lógica entre las formas modus ponens
(MP) y ntodus tollens (MT) de argumentación. El procedimiento MP se centra en
la veracidad de las premisas; el procedimiento MT, en la falsedad de la conclu-
LEYES SOCI.\LES 55

En lvlP la veracidacl va cle las premisas a la conclusión. pero la fhlsedad no.


sir,r¡r.
En NtT la falsedad retrocerle d.. la conclusitin a las premisas. pero la verdad nc¡.
Considere¡ros un ejerlplo concretr):

l) Todos los ecrrnt»llistr.rs sou varoltes:


2) Albert Einstein era un economisra:
3i por tanto, Albert Einstein era r,¿irón.

En este caso Ia ltigica ior¡ilul es impeclble. pero les prer:risaslt¡


2)son ar¡-
bas objetil'antente falsas, m!entras que la conclusión es objetir,'amenre verdader;1.
Esto indic¿r qlle, cuando se de¡luestra que las premisas son ftlsas. la veracidad cr
talsedad de la conclusión aún es una cuesrión indeternrinada.
Examinemos ahora el procedimiento lvIT. Como hemos visto. si la conclu-
sión es empíricamente falsa. tienen que ser thlsas una o más premisas. Pero esto
no si-enifica qlle si la conclusión es verdadera tengan que serlo necesariamente las
premisas. Esto se demuestra en el silo-uisnro anterior sobre Einstein. Demostrar
clue 3) es verdad no garantiza que lo sean 1) y 2). La falsedad retrocede de la con-
clusión a las premisas. pero la verdad no.
Esto tiene cierta inrportancia en las ciencias sociales. porque muchos de los
supuestos que se uiilizen e¡l lo-s nlodelos teóricos son, en el mejor de los casos.
simplificac!cnes de la r¿alidad, e incluso grr)seramente irreales. Algunos estudi,t-
sos Ce la metcdu.logía de lls cien.:i:Ls soci.rl".s se muestrf,n mlll' críticos con los
slliluestos que utiiizan la¡ teorías sociales. Los defensores responden a veces que
la auténtica prueba de una teoría no es si sus supuestos son verdaderos. sino si lo
sott sus conclusiones. El destacado economista iv-lilton Friednlan expuso esta ar-
gumer:tación con mucho l'i-uor en un artículo sobre «La metodología de la econo-
mía positiva>> (Essa.t,s in Pctsitiv'e Econontics, 1953) que han discutido profusa, y
a veces ardorosamente, tanto filósofos como científicos sociales. Con Ia ayuda de
nuestro examen del r;ro¿l¿rs ponens y el rtnthts tollens, podemos ver el camino que
hemos de seguir para llegar a comprender esta cuestión. Si Friedman pretendía
decir que una teoría está confirmada cuando sus conclusiones o «predicciones,
son verdaderas, estaba pretendiendo de¡nasiado. La comprobación empírica de las
conclusiones (el procedirniento NIT) no puede hacer verdaderas Ias premisas,
como deja claro nuestro silo-eismo de Einstein. El procedimiento N{T sólo puede
lle'.ar la falseded hacia atrás. Si la conclusión o la predicción es errónea. la teoría
no puede ser válicla, pero la teoría no tiene por qué ser necesariamente verdadera
aunque la predicción sea üorrecta.
Veamos ahora una importante ley de la ciencia social e intentemos determi-
nar qué clase de ley es: nre refiero a la ,,lev de rendimientos decrecientes, de la
teoría económica de la producción. Esta ley afirma que, si la producción se realiza
con una combinación de factores diversos de producción y alguno de esos facto-
r.s es constante en su cuantía, un incremento de los otros factores incrementará la
producción. pero no proporcionalnrente. Esto se puede mostrar en un gráfico sen-
56 HISTORIA Y FILOSOFIA DE LAS CIENCIAS SOCIALES


o
c
.o
'6
=
']c
o
o_

Gasto de trabajo

Frc. 3.1.

cillo (fig.3.1). Consideremos una granja con un áreafijade tierra cultivable y su-
pongamos, para los propósitos de este ejemplo, que sólo hay otro factor de
producción, el trabajo, cuya cuantía puede variar. ¿Cómo vadaúa la producción
con una variación en la cuantía de trabajo? Si la relación fuera una línea recta,
como C enla figura 3.1, significaría que a medida que se incremqntara el trabajo
se incrementaría proporcionalmente la producción total. Esto sería un caso de
«rendimientos constantes>>. Si la producción aumentase menos habría que hablar
de «rendimientos decrecientes>>, D, y si aumentara más, de «rendimientos cre-
cientes>>, L La ley de rendimientos decrecientes afirma que D es la curva ade-
cuada que hay qüe trazaÍ, que las otras son incorrectas o inadmisibles por alguna
razón. ¿Porqué raz6n?
La ley de rendimientos decrecientes podría considerarse una generalización
empírica basada en datos reales derivados de la agricultura práctica o experimen-
tal. Ya indicamos antes, en el apartado l, que esta ley era bastante débil y contin-
gente; no podía soportar el gran peso que carga sobre ella la teoría económica
moderna. En los manuales de teoría económica se suele presentar esta ley de ren-
dimientos decrecientes no como una ley empírica, sino como una ley anaLítica.La
prueba de ello es un buen ejemplo del procedimiento ntodus tolLens, que se centra
en la veracidad o la falsedad de una conclusión más que en las premisas que la ge-
neran. Supongamos que tenemos una granja de cien acres, dividida en dos cam-
pos de cincuenta acres tal como indica la figura 3.2, y que un gasto adicional de
trabajo proporciona rendimientos crecientes y constantes, como indica el gráfico.
Si asignásemos igual cuantía de trabajo a ambos campos (7, al campo A y T¡ al
campo B) conseguiríamos una producción total de Po+ Pu. Pero si abandonára-
mos el campo B y aphcásemos la cuantía de trabajo anteriormente utilizada allí en
LEYES SOCIALES 57

Campo A Campo B

o §
o r:or tr
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l
I

,b

Gasto de trabajo Gasto de trabajo

Frc.3.2

el carnpo A, obtendríamos en cincuenta acres Ia misma producción que anterior-


mente obteníamos en cien. (Si la distancia entre I,¿ y 7.,'r es igual a [,. la sirnple
geometría nos dice que P,,* debe ser igual a P,,+ Po si la curva C es lineal.) Pero
¿por qué parar ahí? ¿Por qué no aplicar todo el trabajo sobre veinticinco acres,
diez, dos, uno? ¡.io habría disminución alguna de la producción al reducir el área
cultivada. sin límite. Esta conclusión es claramente falsa desde el punto de vista
empírico. así aue tiene que haber algo falso en l;¡s premisas. Sólo hay un supuesto
empírico en este razon¿rmieni,r: que la curva de prt'''ducción es lineal. En conse-
cllencia. esto debe ser falso.
Podríamos volver a examinar el problema utilizando el supuesio de que la
curva de producción es tal como muestra /en la figura 3.1. es decir, rendimientos
crecientes. Llegaríamos a la conclusión, aún menos aceptable. de que cuanta rne-
nos tierra se utilizara m¿r)'or sería la producción, sin límite.
Podemos ver va que no es del todo correcto afirmar que el procedimiento
ntodus tollens no puede demostrar la veracidad de un supuesto. Si /, C y D son las
únicas alternativas posiblc's. y podemos demostrar que C e 1 tienen que ser falsos.
entonces 1l ha de ser verdadero por eliminacién. Pero debemos tener cuidado, hay
que lin:itar este rnétodo a casos en que puedan especificarse todas las alternativas.

1.3. Lgvrs cAusALE.s


Lo que la ma1'oría consideraría insatisfactorio de las leyes empíricas y de las
leyes analíticas es que no relacionan los hechos de una forma causul. Si se espera
que una ..lgy» aporte una e.rplicoció¡t de por qué los fenómenos son como son y
no de otra manera. entonces las leyes empíricas y las le1'es analíticas no son en
abs,¡luto leyes. \[uchos filósofos. y la mavoría de los científicos, destacan la im-
portancia de las leyes causales en la ciencia, pero ha1.', desgraciadamente, escasa
58 HISTORIAY FILOSOFÍA DELAS CIENCIAS SOCIALES

coincidencia en cuanto a lo que se quiere decir con el concepto de <<causa». Voy a


centrarme en este apartado en un «modelo» de causación que, aunque sea insatis-
factorio en algunos sentidos, nos ayudará a entender cómo se utiliza en general el
concepto de causa en el lenguaje común, y cómo lo utilizan los científicos en su
trabajo profesional.
Para analizar el concepto de causa tenemos que empezar con los conceptos
de «necesidad» y «suficiencia». Si el ácontecimiento X no puede producirse sin la
presencia de A, decimos que A es necesario paraX. Puede ser que sólo A sea sufi-
ciente para causar X. Si nuestra teoría de Ia causación insistiese en que para poder
decir «A es la causa de X» hemos de demostrar que A es a la vez necesario y sufi-
ciente para causar X, difícilmente podríamos alguna vez hacer tales afirmaciones.
¿Es la luz del sol la causa de que crezcan las plantas? No; es una causa necesaria
pero no suficiente, puesto que deben darse también otras condiciones como agua,
nitrógeno, etc. ¿Es Ia infidelidad matrimonial Ia causa del divorcio? No; en algu-
nas sociedades es suficiente pero no necesaria, pues hay otras razones por las que
la gente se divorcia. Pero, sin embargo, las ideas de necesidad y suficiencia pare-
cen tener cierta relación con el concepto de causación. En el modelo de causali-
dad «INIS>>, propuesto en principio por Konrad Marc-Wogau, en relación con los
problemas que plantea la explicación de acontecimientos históricos, como gue-
ras, cambios políticos, etc. («On Historical Explanation>>, Theoria, 1962), y de-
sarrollado de un modo más general por J. L. Mackie («Causes and Conditions»,
Antericatt PhiLosophical Quarterly, 1965), se esboza cómo operan esas ideas.
Consideremos qué es lo que entraña el hecho de formular.una afirmación
cómo «el incendio forestal lo causó un rayo>>. Evidentemente, el rayo (R) no fue
suficiente para causar el incendio (0, puesto que, para que tuviese las consecuen-
cias que tuvo, el bosque tenía que estar seco (.1). Pero (R) no fue tampo co necesa-
rio, puesto que, dado (,s), l podría haberse debido, por ejemplo, a una colilla mal
apagada (O. Para determinar esto tendríamos que ver cómo encajan entre sí los
elementos C, R, S e 1. Primero, tenemos que en este caso hay dos conjuntos de
condiciones suficientes :

Suficienteparacausarl: l) RyS
2) CyS

Fn el conjunto i) R y S y en el conjunto 2) C y.S son factores «conjuntivos»;


pero los conjuntos 1) y 2) son «disyuntivos». Ahora bien, si examinamos el esta-
tus del rayo, es evidente que este factor es necesario para completar el conjunto
1), pero-no es suficiente por sí solo. Así que podemos decir:

R es lnsuficiente para completar el conjunto causal 1).


R es Necesario para completar el conjunto causal 1).

Ahora bien, respecto al conjunto l), al que pertenece R, sabemos que es in-
LEYES SOCIALES 59

necesario para c¿utsar /, puesto que el conjunto 2) podría también hacerlo. pero el
conjunto l) es suficiente. Así:

Conjunto l) es /nnecesario para L


Conjunto l) es Suiiciente para causar /.

En consecuencia, cuando decimos que «el rayo provocó el incendio forestal».


queretnos decir que R fue un elemento /nsuficiente pero Aiecesario de un conjunto de
tictores, y este conjunto fue /nnecesario pero Suficiente para callsar /. L¿is ntar'úscu-
llu en cursiria de las palabra.s clave de esta frase f'or¡nan el acrónimo 1,!7S.
El estatus del rayo en este modelo es qlle puede l'incularse causalmente a al-
gunos incendios forestales, pero no a todos. ¿Y la sequía? Los conjuntos l) y 2)
contienen ambos S. y si anotárarnos todos los conjuntos de condiciones que son
suficientes para causxr I puede que S aparecierl en todos ellos. Esto nos conduce
a un punto importante qlre no cubre el modelo INIS e¡r sí mismo: no tendría sen-
tido decir que ,.la sequía caus¿l incendios fbrestales, si quisiéramos decir ccn ello
que .§ era suficiente para 1, pero sería perfectamente aceptable si con esta proposi-
citln quisiéramos decir que 5' aumentabala incidenciu de 1 o que crea una mayor
probabiliclad d¿ I. Esto tiene una importancia vital para la interpretación de las
«leves, del comportanrienro social. Por ejemplo, la «ley de la de¡nanda» de la
economía afirma que: «cuando el precio de un artículo sube, y se mantienen cons-
tantes los otros factores. la gente compra melios de este producto». No es neces.l-
rio, sin embarso, qüe to(lo el ntutrclo coinpre menos; la ley dice sirnplemente que
la compra Íot(tl seri menor. Poderlos predecir la con:iecuencia de una subida de
precio para los consurnidores en el t,¡trl. pero no para el consumidor indir,'idual, al
igual que podemos predecir que la seqr-ría será nlotivo de que se produzcan nrás
incendios forestales, pero no podemos predecir concretamente dónde y cuándo se
ii
: producirá uno. Gran parte de la polémica sobre si las ciencias sociales consideran
I .<determinada, la conducta humana se debe a una interpretación errónea de cómo
r
se utiliza el concepto de causa. Volverenros a este punto al final del capítulo.
Otra cuestión relacionada con las leyes causales es qLle abarc¿n un campr)
muy amplio: cubren acontecimientos que han ocurrido realmente; acontecimien-
tos que ocurrircín (se_sura o probablenrente), e incluso acontecimientos qüe no
han ocurrido en el pasado v /¡o ocurrirán en el futuro. Esto último parece un tanto
extraño, pero se aclara del todo si consideramos un ejemplo. Si yo di-so: "Si se
dieran las condiciones de sequía, etc., entonces el rLtya cous(tríaun incendio fbres-
tal'>, se trata de una propo-{ición científica legítinta. aunque no se hubiera producido
ningún incendio forestal en el pasado y no se produjera nllnca en el futuro. Las pro-
pcsici,:nes del género «si... entonces...)> son mu), importantes en la ciencia.
Volviendo ahora a la .,lev de la denrandarr, conrprendemos que Ia frase .<si se
mantienen los otros factores constantes...» equivale en realidad a decir, de un
rnodo más amplio, .,si se cumplen ciertas condiciones...»; de modo que podernos
reformular la ley de la demanda conlo unil proposición condicional enton-
"si...
HISTORIA Y FILOSOFÍA DE LAS CIENCIAS SOCIALES

ces...)>. Supongamos que se comprueba que, cuando el precio del filete sube, la
gente compra más. Esto no demuestra necesariamente que la ley de la demanda
sea falsa. Si los ingresos de los ciudadanos aumentan más de prisa que los pre-
cios de la carne, es muy posible que compren más filetes. Uná de las condicio-
nes <<si>> de la ley de la demanda (que los ingresos perrnanezcan invariables) no se
ha cumplido. Podemos ver ahora que puede resultar muy difícil comprobar empí-
ricamente una ley causal, sobre todo cuando no es posible realizar experimentos
adecuadamente controlados. Un experimento nos permite tomar una proposición
condicional como «si las condiciones A, B y C se cumplen, ocurrirá X», disponer
luego deliberadamente las cosas de manera que se cumplan las condiciones A, B y
C en la práctica, y observar si ocurre X. Pero respecto a los fenómenos sociales
casi nunca es posible establecer una ordenación deliberada de las condiciones
prescritas en una <<ley>>, de modo que tenemos que conformarnos con pruebas em-
píricas más débiles que las que tienen a su alcance las ciencias naturales.
Como las leyes causales son proposiciones condicionales «si... enton-
ces. ' '>>, que en el caso de los fenómenos sociales son muy difíciles de comprobar,
queda abierto el camino para especular sin obstáculos sobre el futuro y sobre la
interpretación del pasado. Podemos decir algo así como «si hubiera un lenguaje
que todos los seres humanos comprendieran, no habría ninguna guerra>>, y pasar
luego a describir el orden internacional perfecto resultante si todos habláramos
esperanto. O podríamos decir: «si Hitler hubiese invadido Inglaterra inmediata-
mente después de Dunkerque...)>, y pasar luego a reescribir la historia del medio
siglo pasado de forma hipotética, «demostrando» que el hecho de.que Hitler deci-
diera aplazar la invasión fue el «factor clave>, de los acontecimientos históricos
posteriores. Un problema grave de Ia ciencia social es determinar qué proposicio-
nes condicionales son interesantes científicamente y cuáles son puras especula-
ciones que se basan en poco más que las intuiciones personales particulares de los
individuos que las formulan. No disponemos, desgraciadamente, de criterios fir-
mes para efectuar esta distinción. En las ciencias naturales, a la especulación pura
se la denomina con toda franqueza <<ficción científico>, mientras que en las cien-
cias sociales suele denominársela Ia «verdad auténtica» que los científicos socia-
les ortodoxos son incapaces de apreciar o reprimen por razones innobles.
Las especulaciones incomprobables sobre factores causales se formulan a
veces en función de algún fin predeterminado que se considera rige los aconteci-
mientos. La idea de que existen «leyes históricas» generales es a veces un argu-
mento «teleológico>>, es decir, un argumento en el que el resultado de un proceso
se presenta como su <(causa final», según diría Aristóteles. Consideremos el silo-
gismo:

1) El destino de todos los vuelos de Easterns 357 que parten de Atlanta es


San Luis.
2) Este vuelo concreto que partió de Atlanta fue un Eastern 357.
3) Por tanto, aterrizaráen San Luis.
LEYES SOCIALES 6l
No hay nin,sún problema. en el len-{uaje normal, para clecir que el Eastern
357 aterrizó en San Luis, ..porque» ése era su destino, pero esto puecle
ser grave-
mente engañoso en el análisis científico. El destino no era la cauia
del comporta-
miento del avión; lo guió hasta San Luis un piloto que quería llegar
allí. La
doctrina de Ia teleología es un error de razona¡nienro prinritiuo qu.
.u'.1. colarse,
desgraciadamente, en el anirlisis social. En el ejenrplo concreto utilizado,
se atri-
buyó eficacia causal al piloto clel aparato más que i lo fu.rro cle atracción
de San
Luis. Esto plantea un problema aclicional de vital importancia en las ciencias
so-
ciales: ¿pueden operar como factores causales estaclos mentales como <.motil.os>>
y "creencias'? Consideraré que sí es posible en los capítulos si_ql¡ientes, apla-
zando el análisis directo de la conclición epistémica de Ios estaclos
mentates hasta
el capítulo 18.
r
Hay otro elemento en las leyes causales que hemos de tener en cuenta.
En
cualquier proposición como ,,el incendio del bosque se debió a un rayo» «si
o
Hitler hubiera ordenado a sus tropas invadir Inglaterra inmecliatamenté después
de Dunkerque, Alemania habría ganado la Segunda Guerra Mundial»,
se indica
implícitamente que los fhctores causa y efecto están relacionados por
la existen-
cia de ciertas «leyes de cobertura>> generales. Estas leyes son proposiciones
empí-
ricas de lo que sucede dadas cienas condiciones unit,ersaltni,tti,y sirven
por lo
§ tanto para explicar por qué se prcdujo un hecho (.o por qué no se produjo)
en un
caso concreto. Así, en el niodelo INIS, todos los conjuntos suficientes
l:
que expii-
caban los incendios forestales contenían proposiciones tácites de tipo gener.il
so-
bre hs condiciones en l¿s qlle *qe prc,duciría combusti,.in. Algunoi filósotos
sostienen que todas las explicaciones de fenórnenos empíri.o, ,. bo.an (o
debe-
rían hacerlo) en leyes generales de cobertura de este tipo. Algunos llegan
a atir-
mar incluso que el descubrimientc de estas leyes es et prlnclpal objJtivo de Ia
ciencia. En añ,;s recientes ha habidt, una polémica continua sobie estos puntos
de
vista y especialmente sobre su aplicabilidad a ta historia y a las otras ciencias
so-
ciales' EI artículo que inició esta polénrica lo escribió Carl G. Henipel («The
Function of General Larvs in History>,, Jourtml of phitosoplry, l9J2).Lo analiza_
remos más adelante, en el capítulo 14.

2. ñiivelesnomológicos

Si cada vez que encontráramos una proposición nomológica en nuestra lectura


la ancrtáramos y examinárantos Iuego la lista cuando tuviésemos, por ejemplo,
veinte anotaciones, nos sorprenr1erían las cliferencias en el nivel de
organización
que Veríamos representadas en ellas. Supongamos que el lector
es un estucliante de
biología. Leerá, por ejemplo, sobre l) la cc,nst.n.i* de los «ínclices Chargaff»
en
los nucleótidos que forman parte de la molécula de ADh,i dentro cle la cálula:
2)
los principios que rigen la división celular en la nlitosis; 3) el mec¿nisnio
de Ia di-
ferenciación celular en el desarrollo del embrión; 4) los procesos de reproduc-

i,'
t:
4

62 HISTORIAY FILOSOFÍA DE LAS CIENCIAS SOCIALES

ción, y 5) la interacción ecológica entre las especies de plantas y animales en una


zona. Estas proposiciones constituyen niveles de organización muy distintos: 1)
corresponde al nivel químico; 2) corresponde al nivel de la célula; 3) corresponde
al nivel de tejidos y órganos; 4) corresponde a las funciones de un organismo
completo, y 5) se centra en una comunidad compuesta de diferentes especies de
organismos.
Cuando los científicos intentan establecer las «leyes de la naturaleza>> abor-
dan una realidad que está gobernada por leyes, pero en la que operan leyes dife-
rentes a diferentes niveles de organi zación. Los índices de Chargaff y los
principios de equilibrio depredador/presa son leyes biológicas, pero el ecologista
ti.n" *ry poco interés por la primera, y la segunda no es muy importante para el
trabajo del especialista en genética. De modo que no sirve de nada referirse, en
general, a las «leyes de la biología». Una lista de estas leyes sería tan excesiva-
mente heterogénea que tendría escaso significado. Los biólogos se atienen a espe-
cialidades, como genética molecular, fisiología celular, embriología, etc., porque
las leyes conepondientes a estos campos limitados de fenómenos forman un con-
ju¡to coherente, y puede observarse cómo encajan las nuevas investigaciones en el
cuelpo de conocimientos ya establecido en este campo de intereses limitado.
Un filósofo de la ciencia que fuera reduccionista estricto diría que esta situa-
ción sólo demuestra que la biología aún no es una ciencia muy desarrollada. Con
el tiempo, podrán explicarse todos los fenómenos biológicos a través de leyes que
actúen al nivel químico. La argumentación contra este punto de vista se apoya so-
bre todo en la idea de las «propiedades emergentes>), según la cual los diferentes
niveles de organización tienen propiedades que no pueden explicarse totalmente
por medio de lo que se sabe sobre los elementos constitutivos. Por ejemplo, con-
,id...*o, dos gases, el hidrógeno y el oxígeno; si se unen en la proporción ade-
cuada, el resultado es un líquido, el agua. Con la creación de H2O surgen nuevas
propiedades que no son características ni de H ni de O, que se dan sólo en esa
combtnación de los dos elementos en la proporción de dos átomos de hidrógeno
por cada átomo de oxígeno. Si tomamos ahora agua y añadimos carbón e hidró-
geno de la forma adecuada, se forman aminoácidos, que tienen otras propiedades
nuevas y diferentes. Si se une cierto número de aminoácidos se forma una pro-
teína; uniendo proteínas se forman células; ias células componen tejidos; los teji-
dos forman órganos; los órganos constituyen un organismo; y, a veces, los
organismos que viven juntos componen sociedades. A cada nivel surgen propie-
dades nuevas que los científicos estudian con la finalidad de formular leyes o pro-
posiciones nomológicas.
Hay un poco de misterio, puede que hasta de misticismo, en Ia idea de estas
propiedades emergentes. Parece en realidad como si se creyera que la naturaleza
iiene poaeres mágicos, y al auténtico científico le repugna aceptar esto. Cuando
vemos que un mago convierte a una señora en una paloma en el escenario, <<sabe-
mos)> que tiene que haber algún truco, aunque no sepamos cómo se haga. ¿Por
qué no adoptar la misma actitud ante esta actuación de la naturalezaque convierte
LEYES SOCI.{LES 63

-sases en
líquidos. sustancias quítnicas en tejidos. etc.? El hecho e-s. sin entbargo.
que sería mLty poco lo qrre podría inrc'stigarsc eficaz¡nente en biología si cacia
biólogo se sintiera obli,saclo a explicar la fisicoquínlica de los fenóntenos que es-
r
tudiase. Por eso los biólogos acloptan un enfbque pratrniitico y se lintitan a inves-
tiear las leves de la naturaie'zil il un nivel de orcanización definido. la célula. el
tejido, o lo que sca. En ciencia no va rnal un poco de niisticisnto si a¡,uda en la ta-
rea empíric;"r. Dcspués de todo, el concepto de ,,gravedad" en física es bast¿rntc.
místico. puesto que postula fuerzl o acción entre cuerpos sin ninsrin conracto ni
intermediario entre ellos. Cuando New'ton e\puso por prinrera vez esta tcoría de
la atraccióri gntvitatori¿i. los cartesianos la rechazlron rotr-rndilmr'nte porqlrL. con-
sideraban que era un principio esencial de la ciencia que las leves de la natur¿rleza
estuvieran referidas a relaciones v fuerzas erclusivanrc'rltc' llBCíLnic¿rs. considera-
ban inadrnisible toda "acción a disturrri¿l,, con"ro la que postulaba la ley de
Neu'ton. La le¡' de I\,íewton se convirtió. a pesar de este defecto, en fundarnento
de la mecánica c.'leste y en una base para acumular mr,rchos conocirnientos. La
pequeña dosis de rnisticisnro del concepto de eraritación no resultó perjudicial
porque los científicos no se dieron por satisfechc's con ella: la utilizaron conto
base del trabajo empírico. Lo misnro puede decirse sin duda de la idea de las pro-
piedades emer.qentes. al nlencs en las ciencias naturales.
En las ciencirs sociales. el interés principal se centra en lo que sucede
curndo personas individLraics lbrnian orsanizaciones soci¿rlc's, )' est;rs organiza-
ciones o institucii¡nes deser;:peñen papeles en uni.t socieJrd trtvor. conlo una nl-
ción o. incluso, la;omunici.td mundial. Temt-"''iéri ¿iquí \urcen prtrpicdades nu¿i'as
al ni'"'el de Ia orsanizeción social. igLral que eir la t-rrganización quínrica ¡,'bioló-
eica. Tomemos veinte enrituios. junténtoslos rn nn monasterio organizado como
una empresa comlrnal. Surgirírn fenórnenos sociales QUe nr.-r podrían haberse pre-
I'isto mediante lr¡s mís corlpletos estudios psicológicos sobre los errnitaños como
individuos. Esto toca un punto que ha siclo tema de gran polémica entre los cientí-
ficos sociales: ..individilalismo metodológico» frente a ,,holismo ntetodológico".
La doctrina del individualisnro nretodológico sostiene qlre la explicación cienti
fica de los fenómenos sociales debe baslrse en le1'es relacionadas con las accio-
nes de personos itrclit'itluales. La doctrin¿ del holismo mett¡dológico afirma que
Ias entidades importantes para la ma1.'or parte de fenómenos soci¿les son más am-
plias; son, por ejemplo. clases sr:cioecc,nómicas o los dos gnlpos seruales o las
naciones. Y les ie-vcs de los fenómenos sociales deben formularse en función de
estos ..conjuntos)) o entidades ma)-orcs.
Las diversas ciencias sociales pueden diferenciarse, hasta cierto punto, de
acuerdo con los niveles en los que operan. La escritura de Ia historia de carácter
convencional mís antiglra es muy holística, se centra en Ils naciones como enti-
dades. A. J. Toynbee. en su extensa obra E.r'¡¿r¿/io cle lu historiu (193-l-195.1¡, sos-
tenía que incluso Ia nación es demasi"rdo peclueña, que la historia debcría
escribirse basándose en lor problemas y la intc'rlcción de n,civilizlciones». Pr-ro
hablando en términos gerrerales, la historiografía se ha vuelto considerablemente

i
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I
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L
64 HrsroRrA y FrLosoFÍA DE LAs cIENCIAS socrAlEs

menos holística de lo que era, por ejemplo, en el siglo xlx. La economía es la más
individual de las ciencias sociales, o al menos lo es la rama de la economía orto-
doxa llamada .<microeconomía». La macroeconomía keynesiana es más holística
y la economía marxiana mucho más. La sociología es holística, pero no tanto como
la historia. Hay, sin embargo, un grupo de sociólogos, conocidos como «teóricos
del intercambio>>, que son tan individualistas como cualquier economista.
La polémica entre individualistas metodológicos y holistas metodológicos
parece indicar a veces implícitamente que las leyes de los fenómenos sociales es-
tán, por naturaleza, localizadas a un cierto nivel organizativo y sólo a ése. A mi
parecer, tal afirmación me parece errónea. Hay diferentes conjuntos de leyes a di-
ferentes niveles. El fenómeno de las propiedades emergentes es suficiente (aun-
que puede no ser necesario) para garantizar que esto es así. La cuestión de qué
nivel deberíamos examinar y qué leyes deberían utilizarse, sólo puede aclararse
en función del problema que intentemos estudiar. Supongamos, por ejemplo, que
se quiere predecir qué consecuencias tendrá el aumento del precio de la gasolina
sobre la cantidad de gasolina consumida. Para este objetivo, la «ley de la de-
manda>> microeconómica, que se interpreta sobre bases individualistas, es muy
útil, pero no lo son las «leyes del desarrollo capitalista» holísticas de Karl Marx.
Por otra parte, si pretendemos predecir el futuro a largo plazo de la civilización oc-
cidental, Ia «ley de la demanda» no nos será de mucha ayuda, mientras que las «le-
yes del desanollo capitalista» de Marx es posible al menos que resulten aplicables.
. Por desgracia, la cuestión del individualismo metodológico y el holismo me-
todológico se ha convertido en parte de una escaramuza ideológica. Algunos mar-
xistas piensan que deben ser holistas aun cuando sea patentemente una necedad;
algunos liberales consideran que la más leve desviación del individualismo so-
cava los cimientos de la civilización occidental. Esto no ayuda a fomentar el estu-
dio científico de los fenómenos sociales.
El problema principal de la doctrina de las propiedades emergentes, cuando
se aplica a los fenómenos.sociales humano.s, surge del hecho de que los indivi-
duos que componen una sociedad son, en aspectos importantes, los productos de
un proceso de enculturación social. Es decir, no sólo.forman la sociedad, sino que
son formados por ella. En este punto falla la analogía entre fenómenos sociales y
físicos. Es cierto que surgen nuevas propiedades, las llamadas «propiedades emer-
gentes>>, cuando se unen el hidrógeno y el oxígeno para formar agua, pero nadie
pretendería que las propiedades del hidrógeno y del oxígeno, consideradas inde-
pendientemente, se basen en las propiedades del agua. En una sociedad humana,
las relaciones entre el todo y las partes son recíprocas, afectando las propiedades
del primero a las de las segundas. Si juntamos a'veinte ermitaños adultos en un
monasterio, Ios individuos cambiarán en cierto grado; si a los mismos veinte indi-
viduos se les educase desde la infancia en el monasterio, sus personalidades esta-
rían modeladas en gran medida por el ambiente y las norrnas culturales del
monasterio, una influencia mucho más profunda del todo sobre las partes.
La existencia de diferentes niveles de organización sugiere la posibilidad de
LEYES SOCIALES 65

que pueden descubrirse l¿rs leyes que operan a un nivel renritióndonos A otro nivel;
con'lo una metáfora o analoqía. Esto rest¡lta especialmente tentador cuando una de
las ciencias está más desarrollada que otra. Podríamos considerar, por ejemplo. que
las leyes que risen los fenónrenos sociales son análogiis a las leyes (mejor compren-
didas) de la fisioloeía. que operan en los organismos. Herbert Spencer lvéase más
adelante el capín:lo 15, apartado I ) fue el científico social más dest¿rcado que utilizó
ampliamente esta analogía, pero en realidad ha sido una de Ias tácticas más frecuen-
tes en la historia de la ciencia social. Se han utilizado tanrhién, de vez en cuando,
otras analogías. como las levcs de la entropía de la físicl modenla.
La metodología del argumento analógico es uil tenra clemasiado complejo
para que lo analicemos aqtií. pero conviene añadir clue el razonamiento analógico
es tan peligroso como tentador. Una falacia frecuente del razonamiento es lo que
los filósofos denominan i,qnoratio elencl¡i. Se trata rle Ia fhlacia consistente en
proponerse demostrar rlna proposición, demostrar lue'so otra distinta, y pretender
después que se ha alcanzado el objetivo principal. Una metáfbra o una analogía
pueden ejemplificar eficazmente una argumentación con fines didácticos, pero
no pueden servir conlo demostración válida a menos que Ir analogía sea muy
próxima. Utilizando una analogía ilustrativa propia, el argumento por analogía
debe alcarlzar cuatro bases, como en el béisbol, antes de apuntaise una carrerA.
Simb,olicemos la proposición que se ha de demostrar como P ,v" su anelogía. como
A. Para conseguir una primera base, es necesario demostrar que F y A son rea[-
mente similares en ciertcs aspectos. aclmitiendo también qlre scn diferentes c'n
otros que, para la finalidad del ejercicio. se consider¡n irrelevan¡es. Para pasaí a
la sequnda base, A debe ser explicirble. como es obvio: de lo contrario. el proceso
de explicar P sirviéndonos de A se redLrciría sólo a sustituir un misterio por otro.
Para alcanzar la tercera base la explicación de A debe ser v'ertlatlera; de otro
modo se está explicando P mediante una argumentación secundaria que es en sí
misma falsa. Por último, para alcanzar la base meta. ha de demostrarse explícita-
mente que el mecanismo que opera en P es paralelo al que sabe¡¡os que opera en
A. Es decir. debemos ser capírces de demostrar cómo opera P, puesto que éste es
el cbjeto del ejercicio. La historia de las ciencias sociales está llena de argumen-
tos analógicos. pero es frecuente que no se cumplan estas exigencias.

3. Ciencia social y natural: algunas observacione.s preliminares

La comparación entre las ciencias sociales y naturales ocuparí nuestra atención


frecuentemente en las páginas siguientes, como ya ha ocurrido en las anteriores. Qui-
zás sea convenientL. que nos dstengamos en este puntrr en lo que ya se ha analizado en
los apartados I y 2 de este capítulo, para hacer unas cuantas precisiones sobre las dife-
rencias entre las ciencils naturales y las sociales. En capítulos y apartados anteriores
se han destacado sus senrejanz$, pero es también intponante consiCerlr sus dif'eren-
cias. Habría que tener en cuenta seis puntos diferenciadores principales.
66 HISTORIA Y FILOSOFÍA DE LAS CIENCIAS SOCIALES

1) La§ proposiciones nomológicas sólo son posibles cuando se trata de fe-


nómenos que tienen'cierto grado razonable de uniformidad. El número de cromo-
somas de las células orgánicas varía de una especie a otra, pero todos los
miembros (normales) de la misma especie son uniformes en el número de células.
Si una mosca de la fruta tuviese un número de cromosomas y otras moscas de la
fruta un número distinto, o si el númqro variase al azar de un díaparaotro, no se-
ría posible establecer ningún trpo de «ley» general sobre el número de cromoso-
mas de Ia mosca de la fruta. Algunos fenómenos sociales pueden ser tan diversos
que no es posible formular ninguna proposición nomológica. Un caso claro en
este sentido quizás sea la guerra. Hay muchos ejemplos de guerras en la historia
escrita y se han estudiado con bastante detenimiento, pero nadie ha sido capaz
aún de formular una ley general sobre la guerra que resulte ni siquiera mínima-
mente satisfactoria. Es probable que algunos fenómenos sociales desafíen perma-
nentemente la generalización nomológica por mucho que progresen las ciencias
sociales. Además, incluso esos fenómenos sociales que pueden abarcarse con pro-
posiciones nomológicas, raras veces poseen un grado de uniformidad y precisión
comparable a los de las ciencias naturales. La «ley de Ia demanda» de la econo-
mía abarca fenómenos que son lo suficientemente uniformes como para permitir
la formulación de una proposición nomológica, pero no posee el grado de preci-
sión y seguridad de uniformidad permanente que manifiestan, por ejemplo, los ín-
dices de nucleótidos de Chargaff o Ia ley de los gases de Boyle-Mariot, o las leyes
mendelianas de la herencia. En suma, sería un error afirmar que no se pueden for-
mular leyes sociales, pero sería imprudente, actualmente al menos, considerar las
leyes sociales tan fidedignas como las naturales.
2) Las ciencias sociales pueden hacer muy poco uso de experimentos con-
trolados. Durante el último medio siglo ha aumentado enorrnemente la cantidad
de datos empíricos sobre fenómenos sociales de que disponemos; el ordenador
moderno permite procesar grandes cantidades de datos; la teoría de los métodos
estadísticos y sus fundamentos matemáticos han mejorado y sus aplicaciones se
han arnpliado considerablemente. Sin embargo, muchos científicos sociales cam-
biarían muy contentos todo el procesamiento de datos moderno por unos cuantos
buenos experimentos en sistema cerrado. En la búsqueda de leyes nada puede
compararse, en realidad, con un experimento adecuadamente proyectado.
3) Quizás debido a Ia capacidad limitada para experimentar, no es posible
investigar en la ciencia social sobre la base de la pura curiosidad en el mismo
grado que en las ciencias naturales. El físico puede despertarse por la mañana pre-
guntándose qué pasaría si hiciera esto y aquello y luego ir al laboratorio y hacerlo.
El economista, el antropólogo y el historiador pueden preguntarse lo mismo que
el físico, pero lo único que pueden hacer después, en muchos casos, es escribir
un artículo teórico para que otros puedan hacerse preguntas con é1. Si conside-
ramos la gran cuantía de contenido nomológico de las ciencias sociales que pro-
cede de la pura curiosidad del científico, no es solprendente que, en este sentido,
sea más lento el progreso de las ciencias sociales.
LEYES SOCIALES 67

4) El hecho de que las ciencias sociales se relacionen mírs con juicios cie va-
lor qr.re las cie¡rcias naturalcs influl'e en lcls aspectos pnicticos o a¡llicados cle
las primeras. Todas Ias aplicaciones d.'Ia ciencia sr'basan c'n juicios dc'ralor.
de modo que puede haber las nrismas discusir-rnes sobrt-'la física o sobre Ia so-
ciología cu¿tndo se intenta elaborar una política pública respecto ¿rl uso clel cono-
t
¡l
cimiento. Pero la parte de Ia ciencia social qr,re aborda problernas prácticos es
I mucho más grande. por Io que hay un sector mucho nra)'or quc se relacionii con
¡!
t
los valores. Cuendo las ciencias naturales se liberaron dcl ¡'ugo dc' l¿ teolosía en
el siglo tvlt. consiguieron tanrbién c'stublccer un ulto crado cle distanuianrienttr
para su trabajo respecto ¿ la rric.ral )'a otros crit.'r'ir¡s valorativt'rs. Ho¡ cusi nuclic
cree que haya problemas rnoralc's relacion;.rdos con l¿i teoría geológica de la tectri-
nica de placas, o con Ia proposición de clue hay ,.asujeros ncsros» en el c'spacitr
exterior; pero hay' muy pocos ternas de la ciencia social que estén de-svinculados
dr'los valores. Algunas pcrson¿l.s consideran incluso que todil la cicne ia social es
ideología oculta o jLricio de valor disfrazado. Es un punto de vista e.raeerado. pcrr
supuesto, pero resulta ¡nucho mirs fácil para un¿r persona racion¿rl 5¡5¡g¡1¿¡lo qlre
creer que las inundaciones se deben a una conducta inmoral.
5) Las ciencias sociales tratan de la conducta de los seres hunllnos. ), mu-
chos científicos sociales .pero no todos. ni mucho menos- diríln que ello l:rs
hace básicamente distintas de las ciencils naturales. Adenlírs dc los cllatro plintos
anteriores, el fundamento principal de este punto de vista es el suptlesto de qiie
l,:s humenos no -ie coniportan del misnir¡ modo que lirs pier-lr.is o I,:s pianet;-rs. o
incluso que lcs crganismos inferiores. Detris cie io que consirierairos conchictr.i
hutnana hay fenómenos cle ct,ttcie¡tcit¿, Iror ejemplo. cr-tlndo clecir¡rcs .,si el pre--io
de la sasolina sube. algunas personas decidirán comprilr rrefloS qasolin¿r. Ir pe-
labra ..decidirán" indica que existe al,so que no está presenie e11 unI afirmaci.in
como «si la velocidad del viento supera los 75 kilórnetros por hora al-sunos de
esos puentes se caeránr. Cuando utilizarnos palabras como "decidir", «elegir».
<(esperar>). etc.. estamos refiriéncJonos a ¿:sl¿¡¿/os ittterit.¡res me¡rtlles de individLros
hr:manos que no tienen equivalente en el munclo nratc-rial. Esto plantea algultos
probleiras mul,profundc¡s )'clifíciles Qr-rc' se hen d.-'haticlo intensanlL'nte desde que
René Desc-artes, en su Discurso tlel nútotlo (1637), afinlió que ia naturaleza dcl
mundo es fundamentalmente dualista y que los fenómenos rnentalcs y los fenó-
menos naturales scn categóricamente distintos. El problemr «nlente-cuerpo» tcn-
drá que ocupar nuestra atención puntualmente en este Iilrro culndo anltlicemos la
histori¿ de la ciencia social y los argunrentos que se han esgrimido en relación
con la metodología lpropiad¿i para investiglr fenó¡nenos sociales.
Algunos científicos sociales sostienen que el hecho de clue el cientílico scrir
tanrbién un ser humano avuda mucho en el estudio de k:s fcnírrncnos sociales. ya
clue puede llegar I una cornprc'nsión enrpiitica de Ia c<-rnducta hunlana clue profitn-
dice hasta la conciencia interior de los sujctos cle un con.rportxnr.icnto detennirutilo,
no !inritándose simplemente a observar lo que h¿rcc Ia -qrnlr, si¡lo cntenili:.ndo por
qué lo hace. Las leyes sociales, afirman, oper¿ln a un nivel mírs profundo que las
68 HI.T,RIAY FIL.S.FÍA DE LAS CIENCIAS
''CIALES
proposiciones nomológicas que exponen los científicos
naturales, que operan,,
inevitablemente, en una relación menos íntima con entidades
como masas, áto-
mos, células' etc. Pero otros científicos sociales consideran
que pretender explicar
los fenómenos sociales sirviéndose de conceptos mentales
.i irud*irible, pues,se
recurre a elementos que son inobserv.&lg§_g:ns;p&gbles.
La tentativa de mayor alcance porái.ninar es6felementos de
la metodolo-
gía de la ciencia social ha tenido rtrgar en psicorogía, donde
desde iu i"grrou
Guerra Mundial ha alcanzado preeminencia Ia filosofía del «conductismor,
repre-
sentada por la obra de B' F. Skinner. Los conductistas sostienen
no que no existan
estados internos de conciencia, sino que es innecesario
remitirse u .llo. para ex-
plicar científicamente la conducta. Un ejemplo: consideremos
la proiosición
«Enrique bebió agua porque el calor le dio sedr. Hay
tres elementos en .rtu p.o-
posición con conexiones causares, tal como indican las flechas:

calor -+ sed -+ acción de beber

El conductista afirma que<<sed>> es un estado mental, no un


fenómeno objeti-
vamente observable. Se puede eliminar de la descripción científica
del fenómeno
y de hecho debería eliminarse. De modo que tenemós:

calor + acción de beber

y nuestra explicación de un fenómeno humano es metodológicamente similar


a
nuestra explicación de Ia relación entre la velocidad del viánto y
la caída del
puente.
A muchos filósofos y científicos sociales, y no digamos ya a los estudiosos
de las humanidades, les preocupa más el conductismo que el problema
que éste
intenta resolver. Los antropólogos afirman que muchas culturai prirrritivas
tienen
creencias animistas; consideran que las piedras, los árboles, los ríos,
las montañas
y el resto de las cosas contienen «espíritus» similares a Ia conciencia
humana. El
progreso científico, el descubrimiento de las leyes de la naturaleza,
difícilmente
sería posible en una cultura en que el animismo fuera el punto
de vista predomi-
nante sobre la naturaleza de las cosas. Pero prescindir totalmente
de la cánciencia
da Ia impresión de que es ir demasiado lejos. Un científico social (Frank
Knighr)
comentaba que, después de una rarga b1t4!la para librarnos de la
idea-.d.e que
la¡ pig{Igq son como los hombres, parecemos. propone_q4g;_aho-ra, demostra_r

El debate sobre este punto está vinculado, en el fondo, aJunaf-ura-l-qaa§glas--


.leys.qJ3§3les. ¿Es legítimo insertar referencias a estados rnñtul"r'";*o <<sed>>
en proposiciones causales?
¿Es legítimo decir que las acciones humanas son con-
secuencia de «deseosl} .1m9!iy-os», <<.qfeenciasrr, etc.? Es
decir, ¿pueden éstos
go.-¡-rs*rdqrarsa legírim-amffire,ü¿idi",.u,riil.s?
si decimos: <<la razónde que Juan
bebiese es que tenía sed»,
¿no tiene esto más contenido que la proposición oel ca-
Y.'' LEYES SOCIALES 69

*
lor hizo beber a Juan"? Ett suma, si damos la ,,razón,, de un acto hum¿rno (es de-
cir, si expoltetllos los motivos o intenciones del autor), ¿estamos explicando las
<(c¿lusas>> del fenómeno observado? lvluchos cic'ntíficos sociales, y por lo menos
algunos filósrlf rx-dé i¿ilicncil. no ponen ninguna objeción a atribuir estarLrs cau-
sal a ,,razo¡tcs>), pcro hal' otro problema aquí: denros un paso atrás y pre_gu¡tte-
mos: ¿cuál es la causa cle las r¿lzones que conducen a la acción? Si todas las
razones pucden remor¡titrse a causas materiales antecedentes, el nrundo es absolu-
tatrente deternrinista. acepterros o no la versión concreta de determinismo pro-
puesta por B. F. Skinner. Sólo se pr-rede eludir esto afirmando que los estados
nientales de la concienci¡r comítn no estin absolutamente deterntinados. Que po-
seen cierta autonomía e independencia respecto a los factores externos. Esto equi-
vale a decir que los estados mentales generan razones, las cuales actúan de una i
forma causal. pero que son por su parte incausadas. Puede parecer bastante mís- ,¡
!
tico, pero por esa pequeña rendija del edificio cle la filosofía científica moderna es i

por donde penetra el tema de la Iibertad humana para actuar f y Jñi,:rieiuéncia el


tema'móral de la responsabilidad por los propios actos). La ciencia se ha esfor-
zádó mucho por eliminar la idea de factores-causa-les lg-tqno-mos, p-elg---e-y¡dente-
mente esto es mucho más difícil de hacer con los fenómenos sociales que con los
f'enómenos naturales.
ó) Por último. deberíarnos tpuntar una vez más que las relaciones todo/pane
no son en ltrs fenómenos sociales como en los del rrrundo natural. Las característi-
cas Ce los eielnentos qLiínricos no depencien de los compuestos 1,de otras entid¿des
de nivel superior de las que forman parte. El oxígeno es oxígeno, ya se halle en una
molécula cle a*sua o .n un, proteína. .n un ,irfloi o en un óoco,irilo. Pero el individuo
hun'lano es distinto.al nieno§ én ilgunos sentidos importantes, en entornos sociales
distintos. La explicación científicr- en la medi,Ca en que-eri,eá reducción de todos a
pa{es conlponentes. plantea diticultades mucho mayores en el ámbito de los fenó-
mcnos sociales quc gn el de las ciencias nafurales.

Erpongo aquí esros punros para a¡-udar al lecror a htg::S?Igqd.e$.i.qp$.-


tancil filosófica de Ia histtrria de la ciencia s,ccial, que será Io que ocupe princi-
palmente nuestra atención en las prórimas páginas. Voh'eremos sobre estos
asuntos en el capítuto 18. donde se abordan directamente las cuestiones principa-
les de la filosofía de la ciencir.

4. Proposiciones positivas y normativas

Los términos ..positi,,'o» v <<nomr¿rtivo>> se utilizan frecuentemente en la lite-


ratura de la cienci¿ social para diferenciar las proposiciones sobre hechos empíri-
cos y las qrrc constituyen juicios de v¿rlor. Es esencial diferenciar estas dos clases
dr pri:posiciones si quercmos pensar o hablar con clarided sobre cualquier cues-
tión. pero muv especialmente sobre cuestiones sociales.
i
..-i
¿
á
-f

-r §
É
70 HISTORIAY FILOSOFÍA DELAS CIENCIAS SOCIALES

Los adjetivos «positivo» y no son demasiado satisfactorios


<<normativo>)
para designar la investigación de fenómenos objetivos, por una parte, y los juicios
de valor, por otra. El término «positivo» utiliza para aludir al conocimiento obte-
se
nido mediante una investigación empírica objetiva, no contaminada por los valores
personales del investigador. El «positivismorr, como descripción epistemológica,
nació con las obras de Henri Saint-Simon y Auguste Comte a principios del si-
glo xrx. Pero, como veremos cuando examinemos sus ideas (capítulo 12), aunque
estos autores pretendieron dotar a este término del tipo de objetividad caracterís-
tica de las ciencias naturales, su propia obra estaba llena de juicios de valor y de
especulaciones incomprobables que no pueden denominarse seriamente ejemplos
de metodología positivista, tal como la entienden hoy los científicos sociales.
EI origen del término <(normativo>> es aún más curioso. Procede de la palabra
latina nortna, que es el nombre de un instrumento de carpintero, la escuadra para
tÍazar ángulos rectos. EI término, procedente de esta actividad claramente «posi-
tiva>>, pasó a utilizarse para indicar una pauta de buena conducta, o <<norma>>, de*
rivada quizás de la idea de que un carpintero se conduce correctamente cuando
traza ángulos que tienen noventa grados cuando debe trazarlos. Por los misterio-
sos procesos de Ia evolución lingüística se utiliza el término «normativo>>, actual-
mente, para aludir a los aspectos de la ciencia social en que intervienen juicios de
valor.
¿Es válido establecer una distinción de este tipo? Después de todo, la propo-
sición de que la Tierra es redonda es, en cierto sentido, una <(creencia» (y los
adeptos de la Sociedad de la Tierra Plana no la creen). ¿Por qué llamar a una
creencia «positiva» y a otra <<normativa»? Todas las creencias son en realidad
subjetivas, pero hay medios objetivos de comprobar la veracidad de las creencias
positivas que no pueden aplicarse a las creencias normativas. Consideremos dos
proposiciones:

María cree que la Tierra es redonda.


Juan cree que apoderarse de la propiedad ajena está mal.

Se trata de dos proposiciones positivas porque revelan hechos que se relacio-


nan con María y con Juan. La cuestión básica no es si esas personas tienen estas
creencias realmente, sino si esas creencias pueden apoyarse en pruebas empíricas.
Si un miembro de la Sociedad de la Tierra Plana discutiera con María, ella
podría exponer argumentos como los siguientes: a) si la Tierra fuera redonda po-
dría esperarse lógicamente que un barco que se alejara de un observador desapa-
reciera poco a poco (primero el casco y luego las velas), y de heoho se puede
observar este fenómeno. á) Si la Tierra no fuera redonda podríamos esperar, lógi-
camente, que viajando en una dirección, por ejemplo hacia el oeste, no regresaría-
mos al punto de partida, pero de hecho regresamos. La realidad del mundo apoya
la creencia de María, demostrando que puede explicar ciertos hechos a) y demos-
trando que ciertos hechos no pueden explicarse sin ella á). Se trata de argumentos
$.'
F LEYES S(]CI,.\LE.S
¡i! 7t
#
;; poderosos (ltttnque no absolutamentc imperativos) para dernostrar que es cierto
i'tj, qtlc l¿l Tic'rra es redonda tal como cree l\lirría. Puede haber también ¿rrgluxentos
poderosos que respakien la crcencia de Juan de que robar es inrnoral, pero no so¡
itrqLlmcntos qtlc sc apoven ell lllltl comparaciítn cntre Ias consecuencias lógicas de
str hiptitcsis ) el c'stado dcl mLrndt¡. De rnodo que la creencia clc Jr-ran puede ser tan
vírlida colllo la de lIaría. y pueclen estar ambos convencidos de que tienen razón,
pero no tienen, v no pueden tener. el misrno tipo de argllmentos como apoyo.
La difcrencia esencial entre proposiciones nornratil'as y positivas puede ex-
presilrse del ttlodo siglriente: cuando una proposición positiva no ¿lport¿l pmebas
empíricas, se ponc en entredicho la proposicitin, pero cuando una pt'oposición
nor¡nativa estti eir contradicción con el estaclo del munclo. lo que se pone en entre-
dicho es el estado Cel muncJo. Dicho de un modo algo distinto: cuando las creen-
cirs positivlrs de una person¿i no están cle acuerclo con los hechos. la persona está
obligada racional¡rente a cambiar sus creencias; pero cuanrJo los hechos no están
de acuerdo con las creencias normativas de una persona. Ia persona está obligaila
nlorlimente a cambiar si puede los hechos. El miembro de Ia Sociedad de la Tie-
rra Piana debería cambiar de teoría geogrífica: el ladrón clebería cambiar de con-
ducta. I. as proposiciones positivas y las proposiciones normativas son anrbas
vitales para Ia ciencia social si quiere comprender y resolver los problemas socia-
les, pero es esencial no confunrjirlas si queremos pensar ccn cl.iriclad.
En este ¿inálisis he consideraclo las proposiciones norrnativa:s como proposi-
ciones qlttr'pl{een un conienido moral. Pero hav que tencr en cuents que nc se
tratl <ie una caritcterística de todas las proposiciones nonrativas. Cuando un me-
cánico dice al propietario de un coche: «Habría que cambiar las bujías". está alu-
diendo a una modificación del estado del mundo que mejoraría Ia etlcacia
mecánica de un automór.'il. No se trata de un juicio moral. Pero si le dijese: «Ha-
bría que arreglar el parachoques porque sobresale esa parte aguda que podría he-
rir a un peatón». está exponiendo impiícitamente el juicio moral de que no está
bien condlicir un coche que expone a otras personas a peiigros innecesarios. Por
otra parte. si el mecánico dice:
"Habría que reparar el euardabarros porque hace
feo», está haciendo una valoración estética, no moral. Por desgracia. el térrlrino
«nonllativo» se utiliza en diversos sentidos, y no siempre es fácil determinar si se
alude a una pauta de eficacia técnica o a un criterio estético, un principio érico o
alguna otra norma valorativa.

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