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Sinopsis Capítulo 16
Prólogo Capítulo 17
Capítulo 1 Capítulo 18
Capítulo 2 Capítulo 19
Capítulo 3 Capítulo 20
Capítulo 4 Capítulo 21
Capítulo 5 Capítulo 22
Capítulo 6 Capítulo 23
Capítulo 7 Capítulo 24
Capítulo 8 Capítulo 25
Capítulo 9 Capítulo 26
Capítulo 10 Capítulo 27
Capítulo 11 Capítulo 28
Capítulo 12 Capítulo 29
Capítulo 13 Epílogo
Capítulo 14
Capítulo 15
Sinopsis
L
ali de 17 años de edad ha vivido su vida entera en pobreza
extrema, con un padre alcohólico y una madre adicta a las drogas,
quien abusa severamente de Lali. En la escuela, su ropa de
segunda mano la marca como un objetivo. Su negativa a defenderse a sí
misma la convierte en la destinataria de las burlas e intimidación de sus
compañeros de clase. Esto, hasta el regreso de Peter.
Peter Lanzani se mudó lejos seis años atrás, justo cuando él y Lali
habían comenzado a desarrollar sentimientos el uno por el otro. Él regresa
para encontrar a la brillante, divertida, extrovertida chica que había
conocido, ahora tímidamente escondiéndose en los rincones, apenas
hablándole a cualquiera a su alrededor, suspicaz incluso de él.
Lali no puede descifrar cuál es el juego que Peter está jugando con ella,
porque de seguro es un juego. ¿Qué más podría el grandioso, chico
popular de su pasado querer con ella?
P
eter observó a Lali mientras ella metía su mano en la ranura de
su escasamente poblada caja de San Valentín con sus nervios
zumbando… era una sensación extraña para él, ésta inseguridad.
Él no daba su vida como garantizada exactamente, pero no había muchos
conflictos arrojados en su camino, tampoco en los de sus compañeros o de
su familia. Era demasiado joven para apreciar plenamente la bendición de
tener una vida tranquila, pero tenía la edad suficiente para entender que
no todos lo tenían tan bien como él.
Había amado a Lali desde que la había conocido. Ella había sido su
primera amiga desde su primer día en el jardín de Infantes. No había
querido que su madre lo dejara en ese grande, nuevo, espantoso lugar
lleno de extraños. Lali había llegado mientras él luchaba con las lágrimas
y puesto su mano en la suya. Con una sonrisa, le había llevado a la mesa
para colorear y él había estado enamorado desde ese día en adelante.
Nunca había olvidado eso; ella había sido su consuelo, su rayo de luz en la
tormenta oscura de emociones.
Debido a su sensibilidad por ella, él fue uno de los pocos que había notado
el cambio en ella durante los últimos años. Había pasado de ser una niña
dulce, divertida, que siempre sonreía, y siempre podía hacer a los otros
reír, a alguien que estaba en silencio y raramente sonreía.
Lo hizo sentirse triste, principalmente porque no sabía el por qué, y por lo
tanto no podría arreglarlo.
Nunca se dio por vencido. Pensaba que si sólo seguía tratando, podría
encontrar a esa chica otra vez. Incluso más que eso, él quería que supiera
lo que sentía, lo que realmente sentía por ella. No pensaba que pudiera
saber cuánto quería estar con ella, lo mucho que la amaba. Esperaba que
su tarjeta de san Valentín especial aclarara esto.
Entonces ella lo abrió, leyó las palabras que había escrito ahí, y su
estómago se cerró.
Peter se acercó, deteniéndose justo frente a ella. Ella miró hacia abajo,
sus ojos volviéndose lentamente hacia él mientras se acercaba. Levantó su
boca a la de él y lo besó. La sorpresa lo mantuvo congelado durante un
largo momento antes de derretirse, inocentemente, besándola de regreso.
Ella era la chica de sus sueños, y con su beso le dijo que era finalmente
suya.
¡W ham!
El día en que la foto fue tomada, mi padre había traído a casa una
sorpresa de cumpleaños adelantada para mí. Mi cumpleaños no es hasta
Febrero, pero papá no podía esperar. Quería que la tuviera antes, así
podría disfrutar de ella antes de que la nieve cayera.
Tres días es una eternidad para una niña de nueve años de edad.
Por suerte, no hay un sonido revelador de un puño contra piel cuando los
gritos se detienen. Mi mente registra esto en alivio porque también
significa que hay una buena oportunidad de que no tenga que estar en el
lado receptor de su rabia ésta noche.
Algún tiempo después, me doy cuenta de que las luces han sido apagadas
en la casa. No se les ocurre a cualquiera de los dos preguntarse dónde
estoy, o siquiera comprobar mi habitación y ver si estoy ahí. No tengo
problema con eso, su falta de interés y atención dejó de ser dolorosa hace
tiempo y se convirtió en algo positivo si eso significa ser invisible.
Último año.
Ugh.
***
En realidad, odio todos los días de escuela, pero como éste es el primer día
de mi último año de preparatoria, de alguna manera parece peor que todos
los demás. Hay un entusiasmo palpable en el aire de los otros de último
año, sabiendo que después de éste año pueden empezar su vida real. Yo
no tengo una vida real por lo que éste año es más temible que todos los
demás, y eso es decir mucho, considerando cómo cada anterior año
escolar ha sido para mí.
—Cuidado, fenómeno.
Me tropiezo, pero no caigo mientras soy empujada a un lado por uno de los
de primer año. Veo un par de estudiantes de segundo año mirando con
interés. El tiempo dirá si éstos novatos se unirán al juego, o si van a tener
lástima y dejarme en paz.
Aunque la ropa me quedaba mejor que cualquier otra opción que tenía,
seguían marcándome. Mientras que en la escuela primaria había sido
capaz de transformarme silenciosamente en observadora, pasando
inadvertida y dejada sola, en la escuela secundaria me vieron convertirme
en un objetivo.
Mi cabello castaño ha crecido mucho con los años. Estoy agradecida por eso,
porque hace un bonito velo para esconderse. Desafortunadamente,
también proporciona una presa fácil para aquellos que deseen tirar de él.
Supongo que siempre puedo esperar que éste año sea diferente.
Es cuando me apresuro a mi segundo periodo de clase del día, caminando
con la cabeza baja, pero también observando a los que me rodean, en
alerta por las señales de advertencia de peligro, hasta que lo veo.
Peter Lanzani.
El final del sexto grado me hizo pensar que podría verme como algo más,
también, cuando me dio un especial de San Valentín, una tarjeta que me
había hecho y no sólo una de las baratas, de las de papel pequeño, con la
que todos los demás se desmayaron.
Se había mudado ese mismo verano. No lo supe, por supuesto, hasta que
el siguiente año escolar comenzó.
P
aso el resto del día ocultándome, incluso evito mi precioso almuerzo,
pierdo lo que es posiblemente la única comida que conseguiré para
hoy. En lugar de mirar los pies arrastrándose frente de mí, lo miro a
él. Cuando llego al último periodo de la jornada, fotografía, doy un suspiro
de alivio porque este horrible día ya casi ha terminado.
Me siento sola en una mesa para dos, completamente segura de que nadie
se sentará a mi lado a no ser que sean forzados a hacerlo. Me siento con la
cabeza hacia abajo, evitando todo contacto visual con la precisión que he
estado desarrollado a lo largo de los años, pero de este modo es como veo a
unas grandes, y blancas zapatillas de deporte detenerse a un lado de mi
escritorio.
Antes de que yo pueda reunir el coraje necesario para decirle no, él coloca
un montón de libros sobre la mesa y se deja caer sobre el asiento a mi
lado. De inmediato y a toda prisa me alejo de él, sosteniéndome sobre el
lado opuesto de mi asiento. Él no lo nota o bien decide no hacer
comentarios al respecto.
Esta es una nueva táctica, una que no he intentado antes. Miro alrededor
una vez más, para ver quien más podría estar metido en esto, pero justo
entonces el timbre suena y el profesor se levanta de su escritorio, y ordena
nuestra atención para el resto de la clase, o trata de hacerlo al menos. Por
mi parte, no puedo concentrarme en absoluto en lo que él dice; algo a mi
izquierda está forzando toda mi atención.
Estoy en guardia aún más que de costumbre. Mis emociones están sobre
el borde, porque aunque yo no conozca a Peter ahora, lo conocía cuando
él era más joven. He admirado tanto su bondad, más aún cuando
cualquier pizca de bondad en su casa había desaparecido, y se había
difuminado en mis compañeros de escuela. Pero al parecer el tiempo ha
cambiado algo más que sólo su tamaño y aspecto, ha cambiado su
naturaleza y él rápidamente ha tomado parte en el juego ―torturando a
Lali‖.
Cada vez que él se mueve, salto involuntariamente. Siento sus ojos sobre
mí, pero me niego a ser carnada. Mantengo mis ojos fijos sobre el
cuaderno abierto delante de mí, en blanco, a pesar de la lectura del
profesor. Nos está hablando sobre los implementos que necesitaremos
para la clase. Aún no puedo concentrarme lo suficiente como para tratar
de planificar la manera de obtener todos esos artículos imposibles. Para la
única cosa que alzo mi vista es para mirar el reloj. Tan pronto como suena
la campana, estoy lista.
Salto de mi asiento, recogiendo mis libros del borde del escritorio. Gracias
a la intervención divina, no los dejo caer. Salgo corriendo de la sala, sin
preocuparme a quién golpeo camino a mi salida, lucho por mantener mis
pies debajo de mi cuerpo mientras soy golpeada y empujada.
Tengo que pelearme hasta pasada el área donde los autobuses son
estacionados, aun cuando mi casa está a cinco millas de la escuela,
califico para pasear en ellos. Descubrí rápidamente que el autobús es sólo
un cambio de escenario en la persecución, uno sin esperanzas de escape
durante cinco millas.
Es por eso que vale más pena caminar. Además, la ventaja añadida en
andar es que toma más tiempo, lo que me mantiene alejada de casa por un
poco más de tiempo. Hoy camino con rapidez, por lo menos hasta estar
más allá de los límites de la escuela, más allá de donde la mayoría de los
chicos deben caminar de forma apagada. Unos coches pasan con las
ventanas abajo, estudiantes lanzan insultos por mi atuendo, pero yo los
ignoro.
Todavía no puedo creer que él sea parte de ello. No estoy segura por qué
esto me está molestando tanto. Hay quienes me ignoran, por supuesto. Yo
hubiera preferido que él fuera uno de ellos, aunque honestamente creo que
esperaba que pudiera ser el mismo que solía ser hace todos esos años
atrás.
Me preocupo sobre todo esto camino a casa, y al parecer eso lleva a que mi
abdomen se endurezca, como siempre, y mi atención se dirige a
preguntarse acerca de la realidad de lo que se avecina con Peter Lanzani.
Voy corriendo a la cocina para empezar mis tareas, lo que significa poner
orden al desastre que hizo hoy. Hay varios platos y cuencos apilados en el
fregadero, así como los cristales de la borrachera de mi padre en la noche
anterior. Rápidamente lavar, secar y guardar. Barrer el piso, que está lleno
de restos de comida y limpiar la mesa. Tirar las botellas de licor vacías,
regresando las demás al gabinete.
—¡Mariana!
—No, mamá, no. Lo siento. Lo siento. —Respiro la palabra y doy una gran
exhalación y así es como noto el color de la humillación al permitir que me
trate de esta manera y luego tener que disculparme por ello, pero la rutina
no ha cambiado mucho en los últimos ocho años y los hábitos son difíciles
de romper.
—Oh. Acaba con eso —me dice, con disgusto en sus palabras. Regreso,
esperando a ver qué más tiene para decir—. Deja de mirarme, me da
escalofríos —dice—. Ve a tu habitación. No tengo ganas de verte hoy.
— ¡Hey, Lali!
Me tropiezo y casi caigo con esas palabras, trayendo una ronda de risas
burlonas desde algún lugar cercano. Miro hacia atrás y veo a Peter
observándome. Si no lo supiera mejor, juraría que casi tiene una mirada
de preocupación en su rostro.
Me alejo deprisa, sosteniendo mis libros más fuertemente. ¿Qué quiso decir
con eso? me pregunto. Su tono de voz sonó neutral, casi amistoso.
Realmente pensé que no habría nuevos juegos que podrían lanzar en mi
camino, que he sufrido cada posibilidad de humillación.
Estaba equivocada.
Me debato entre sentarme en otra mesa, pero una rápida mirada me dice
que no hay asientos disponibles que sean mejores que al lado de él.
—Tengo papeletas aquí para aquellos que califiquen para almuerzos gratis
o a precio reducido para excluirlos de los honorarios de la clase.
¡Oh, no! Mis mejillas arden para lo que sé que viene. Efectivamente, él se
acerca y deja uno directamente delante de mí. La vergüenza inunda mi
cuerpo por la humillación de tener a Peter viendo esto.
—Hola Peter, soy Belen. —No hay duda por su tono de voz que está
siendo más que amable. Él hace una cosa extraña, me da una mirada y
rápidamente la retira. Le sonríe cortésmente, desviando la mirada.
***
Aun sabiendo lo que se propone, no puedo evitar sentirme atraída por él, a
pesar de mi misma. Debido a nuestra historia, supongo. Así que lo observo
a escondidas, sólo a sus manos, primero, mientras arrastran un bolígrafo
a través de la página, mientras toma notas detalladas. Sus manos son
grandes, formando una escritura limpia y no los garabatos desordenados
que la mayoría de los adolescentes crean. Son manos fuertes, con dedos
largos y uñas recortadas y limpias, y una pequeña cicatriz en el dorso de
su mano derecha. Él es zurdo, pero no escribe con su mano en un ángulo
incómodo que he visto en otros zurdos. Más bien, sostiene su mano en el
mismo ángulo que alguien diestro, sólo que al revés, a pesar de que casi
pone de lado la página para escribir.
***
Peleo con mis pies, negándome a esperar y ver que podría hacerme o a mi
comida. Él llama mi nombre, pero ya estoy corriendo hacia la zona de dejar
la bandeja y tirar mi preciado almuerzo sin comer. Me tropiezo en mi prisa
y casi dejo caer mi bandeja, ignorando las risas burlonas cerca de mí,
junto con los insultos de ―idiota‖ y ―fenómeno‖. Ni siquiera veo de quiénes
vienen. Esas palabras ya no significan nada para mí, pero al saber que él
está viendo probablemente mi torpe retirada, hace que mis mejillas
quemen brillantemente.
En este día, siento que vale la pena el riesgo. No puedo hacerle frente. Y
me siento por lo menos un poco segura ya que no tengo un teléfono de
cualquier tipo, así que mi ausencia no requerirá una nota en el correo. Soy
yo la que tiene que traer el correo, así que no será mucho el deslizarlo y
tirarlo en la basura antes de que pueda ser visto. Me gustaría poder ir a
casa y columpiarme, pero no puedo arriesgarme a ser vista por mi madre,
así que me escondo en un bosque espeso de árboles que crecen cerca de
mi casa, hasta que la escuela termine y me vea obligada a volver a casa.
Por mucho que desee ir en contra, sin embargo, otro día viene y tengo que
levantarme para ir a la escuela. Tenía la esperanza de que él me dejaría en
paz, pero en el almuerzo lo veo de nuevo viniendo hacia mi rincón. El
hambre prevalece sobre el miedo, ya que no tuve cena de nuevo ayer por la
noche, y me enrosco protectoramente sobre mi bandeja cuando lo veo
venir. En lugar de mirarme directamente o venir en mi camino,
simplemente se detiene en la mesa y se sienta.
Observo todo esto con asombro y recelo. ¿Qué está haciendo? Cuando no
mira en mi dirección, finalmente alivio mi postura encorvada y comienzo a
comer. No quito mis ojos de él, sin embargo. Sigo preguntándome qué es lo
que se trae entre manos, pero no he comido nada desde mi medio
abandonado almuerzo de ayer. En realidad, me estoy sintiendo un poco
débil por mi falta de alimento y eso me da el impulso que necesito para
comer, a pesar de su proximidad.
Mis ojos vuelan al instante hacia Harry, quien está envuelto escuchando
una historia que es contada por uno de sus amigos. Oh, por favor... ruego
silenciosamente, no le dejes ver esto. No estoy segura de si quiero que se
mantenga ajeno con el fin de evitar que consiga una nueva idea para
afligirme, o si simplemente no quiero que vea mi degradación.
—No creo que haya nada para ti en este lugar —le gruñe Peter,
asustándome. Frank da un ligero paso hacia atrás, mirando
nerviosamente por encima de su hombro, tratando de conservar su
arrogancia—. Creo que tú y tus amigos —Peter dice con determinación—,
deberían seguir adelante. No creo que éste sea un lugar ti ahora, o en
cualquier momento en el futuro para el caso.
Lo mismo sucede con Frank, alejándose del agarre de Peter. Sus ojos se
precipitan hacia mí, y en esa breve mirada veo la promesa de algo peor.
Con la misma rapidez mira de nuevo a Peter, con el rostro
cuidadosamente en blanco mientras se da la vuelta y se aleja, tratando de
retomar su descuidado pavoneo, pero fallando al menos un poco.
Por primera vez en todo el año, me paso toda la tarde esperando por la
clase de fotografía. No puedo sacar de mi mente el drama del almuerzo. No
importa cómo vea la situación, sigue pareciendo como si se hubiera puesto
de pie por mí.
¿Por qué?
—¡Lali!
Bajo mis manos, notando que están raspadas y sangrado, salpicadas con
pequeños trozos de piedras y cemento por la caída. Eso detiene mis
lágrimas.
Cojeo por el camino hasta encontrar una parte de la orilla que se vea lo
suficientemente segura para bajar al agua. Me deslizo por un lado de la
orilla para alcanzar la corriente del río, las rodillas me gritan en señal de
protesta. Me siento sobre una roca plana y me inclino hacia adelante para
limpiar mis manos. Las lavo de la mejor manera que puedo, tratando de
sacar las piedrecillas, fregando la sangre de mis palmas. Salpico agua en
mi cara, ahogando las lágrimas en el agua fría.
—Por favor, Lali, ¿puedes sólo detenerte por un minuto? Espera, ¿te has
herido? —Casi suena genuino. Gruño en silencio—. Lali, por favor,
detente, quiero hablar contigo, para pedirte que...
Cojeo, doy otro paso hacia donde se encuentra con su boca abierta, por mi
arrebato.
—Has estado fuera durante tantos años... ¿por qué ahora? ¿Por qué no me
dejas en paz? ¡Por qué tienes que ser igual que ellos, pero peor porque
antes eras mejor! —Estoy gritando ahora. Empujo la sólida pared de su
pecho con ambas manos, dejándola cubierta de lodo y manchas de sangre.
Lo empujo lejos y afloja su agarre pero mantiene sus manos sobre mis
hombros. Agacha su cabeza para mirarme a la cara y la vergüenza se eleva
por mis mejillas. Mantengo mis ojos bajos, esperando no ver su expresión,
que probablemente es de repugnancia.
—Lo siento —admito, segura de que esta historia va a estar dando vueltas
mañana.
—Estoy bien.
—Eso no sonó bien. —Se pone de pie, caminando lejos, pasándose la mano
por el cabello, haciendo se desordene otra vez—. Cuando estábamos en la
primaria, éramos amigos ¿no? —Se vuelve, me mira, pero no espera una
respuesta—. Realmente no puedo explicarlo, pero siempre me sentí, no sé,
protector hacia ti.
Me echa un vistazo para ver que pienso de eso. Entonces sólo se sienta, yo
lo miro con recelo, él continúa: —Cuando nos mudamos, te extrañé —dice
esto con total naturalidad, como si me estuviera diciendo que el cielo es
azul, pero sus palabras me sacuden. ¿Alguien extrañándome? No
cualquiera, sino ¿él?—. Pensé en ti a veces. Me preguntaba qué estabas
haciendo, si todavía estabas aquí. Luego me enteré que nos mudaríamos
de nuevo. Tenía la esperanza de que todavía estuvieras, y que conseguiría
verte.
—Sí, eres mucho más alta —dice muy serio. Levanto la vista hacia él, y veo
su boca torcerse, entonces levanta su vista a través de sus pestañas y veo
el brillo. No puedo evitarlo, me río. Esto trae una sonrisa a su rostro y me
apresuro a taparme la boca para detener el sonido. Su sonrisa se cae, y se
estira para alcanzar tirar de mi mano.
—No debes hacer eso. Me había olvidado de la gran sonrisa que tienes.
—No puedes decir que no has notado cómo son las cosas en la escuela.
Soy la perdedora favorita de todos. No hay nadie más divertido para
molestar que yo. —Él está en silencio durante un largo tiempo, finalmente
me vuelvo hacia él, y veo la ira en su rostro una vez más, apretando su
mandíbula. Estoy sorprendida, preocupada de que esté enojado conmigo.
Echo un vistazo otra vez hacia la orilla del otro lado de la corriente,
preguntándome si puedo correr con las rodillas tan adoloridas. Sé que
puedo, por supuesto que puedo. He tenido que moverme muchas otras
veces con dolores peor que este.
—Hablas como alguien que nunca ha vivido en mis zapatos. —Miro hacia
el este, observando las montañas escarpadas.
—No estoy pidiendo nada. No voy a esperar más de lo que quieras dar. Más
que nada, que no me ignores durante fotografía. —Las esquinas de mi
boca se aflojan un poco por eso—. Me estaba preguntando cómo ibas a
hacer eso cuando fuéramos socios en el laboratorio.
—Sí, puede que tengas razón. Es posible que no te agrade mucho cuando
me conozcas —bromea.
Hay mil razones de por qué no debo hacerlo, pero él me aprieta el brazo en
señal de súplica, tanto como es posible hacerlo con alguien que realmente
es un amigo. Los argumentos mueren en mis labios.
—Estos son los tuyos —dice, y me entrega la pila—. Los dejaste fuera de la
escuela hoy.
—Gracias —murmuro.
Cuando cojeo por la puerta principal, veo en seguida que mi madre está
dormida, roncando en un sueño, inducido por fármacos. Por primera vez
me quedo en silencio junto a ella, no es que ella no esté durmiendo pero
olvido mis tareas por el momento, subiendo las escaleras. Entro en el
cuarto de baño, cerrando la puerta detrás de mí. Con un poco de miedo,
me acerco al espejo.
Por primera vez en mi vida, el día de escuela de mañana es algo que espero
con interés. En realidad, creo que no puedo esperar a que llegue.
Capítulo 5
S
in embargo, mientras amanece, me encuentro hecha nudos. ¿La
tarde anterior realmente sucedió, o sólo lo he soñado? Porque no
puedo imaginar a alguien que pudiera salirse de su camino para ser
mi amigo, menos aún a Peter. Me despierto temprano con entusiasmo,
pero poco a poco mis dudas lo desaparecen y me encuentro arrastrando
los pies, para no irme hasta el último minuto posible.
Pero la hora del almuerzo llega, estoy tirante con tensión. Camino en el
comedor, con la cabeza hacia abajo, hago fila para conseguir mi almuerzo,
y luego camino en dirección a mi rincón de siempre.
Camina hacia mí, con una mirada interrogante en sus ojos, la sonrisa en
sus labios titubeando un poco. Se pasa los dedos por su cabello, y se
detiene cuando está en frente de mí.
—Hola —dice.
—Déjame llevar esto por ti —dice, en voz baja, tomando mi bandeja. Estoy
reacia a liberar mi agarre, habiendo perdido más de una comida en el
pasado con ésta simple táctica. Sin querer en entrar en un tira y afloja, la
dejo ir. Para mi sorpresa, él simplemente se da la vuelta y la coloca en la
mesa al lado de la suya, entonces tira de una silla. Miro a la silla, y luego a
él de nuevo. Otra táctica de la que he sido víctima antes, con la silla siendo
retirada debajo mientras me siento.
Me encojo de hombros.
—Bien, supongo.
—¡Oh! —Miro hacia abajo a mis manos, y de pronto sus grandes manos
están ahí, sosteniendo mis manos con las suyas. Su tacto quema a través
desde el punto de contacto, dirigiéndose hacia mi estómago. He tenido más
contacto humano en las últimas 24 horas de lo que he tenido durante
tanto tiempo como puedo recordar, excluyendo el del tipo violento, por
supuesto, y ha sido todo de parte de él.
Sacude su cabeza.
—¿Perdiste el autobús?
Después del almuerzo, tengo dos clases más antes de fotografía. Me muevo
entre clases, pero estoy contando los minutos hasta que llegue fotografía.
Llego más temprano de lo habitual, trato de no quedarme viendo la puerta,
buscando por el familiar, castaño oscuro, cabello en punta al llegar. Cuando
veo su silueta en la puerta. Mi pulso se acelera. Mientras se sienta a mi
lado con su saludo habitual, puedo decir que lo sorprendo cuando lo miro
con una sonrisa tímida y le contesto un "hola" de regreso.
Tan pronto como suenan las campanas, comienzo a apilar mis libros, no
tengo tanta prisa como he tenido antes, pero todavía necesito salir de la
escuela antes de que la mayoría de los estudiantes lo hagan, e incremente
mi oportunidad de ser dejada en paz.
Toma mis dudas como rendición, y toma mis libros, apilándolos con los de
él mientras se pone de pie.
—Así que, ¿no tienes grandes planes para éste fin de semana? —me
pregunta, poniendo atención al camino mientras navega entre el laberinto
de conductores adolescentes que siguen saliendo del estacionamiento para
unirse al tráfico.
¿Al partido de futbol? Tengo que pensarlo por un minuto. Ah, sí, debe
referirse al partido de futbol de la preparatoria. Apenas estoy al tanto de
las actividades extracurriculares, desde que no son para mí. No importa a
qué juego se esté refiriendo, no voy a ir.
—No.
—Podría venir a recogerte. Sabes que no quiero que camines con esas
rodillas adoloridas por unos días —bromea, sonriéndome.
—¡No! He dicho que no. Sólo... sólo no puedo ¿está bien? —Él se queda en
silencio después de mi arrebato.
E
ste es el fin de semana más deprimente que he tenido, y he tenido
un montón de ellos como para medir sus contras. Antes todo se
trataba sobre lo que estaba esperándome en casa, ahora pienso
que existen cosas fuera de ella que pueden haber estado esperando por mí
durante todo este tiempo.
Hace una semana, no habría siquiera pensado en ello, pero ahora sí. Me lo
puedo imaginar y todo es por culpa de Peter; me trató como si yo fuera
igual que todas las otras chicas cuando me preguntó. No sé nada de
fútbol, no sé si es algo que me gustaría o que odiaría, de modo que no ha
capturado mi imaginación. Solo sería estar allí, entre mis compañeros,
sentada al lado de Peter.
Los platos no son lavados y estoy lo suficiente callada como para provocar
contusiones de huellas dactilares en mi brazo; causando que las partículas
de polvo que vuelan en el aire me distraigan del puñetazo en el pecho que
me deja sin aliento. Finalmente, el domingo ella se pone a gritar en mi cara
porque me había comido uno de sus barritas de dulces (lo que en realidad
por primera vez es verdad, aunque en mi defensa no había comido nada
más en todo el fin de semana y me había sentido mareada por haber sido
obligada a permanecer en una esquina durante tres horas seguidas) ella
acerca su cinturón y lo sostiene por delante de mí mis ojos, golpeándome
en el suelo. Antes de que pueda llegar más lejos al hacerme daño, se oye el
coche de mi padre en la entrada.
—Ve a limpiar. Mira el desastre que has hecho —me dice rápidamente.
***
Se ríe.
—Buenos días a ti también.
—Buenos días.
Cambio de inquietud.
—¿No has pensado que tal vez camino porque me gusta hacerlo? —
pregunto, un poco a la defensiva.
—¿En serio? —Está desconcertado—. ¿Te gusta caminar desde tan lejos
hasta la escuela dos veces al día, todos los días?
—Sí.
Todavía luce un pequeño puchero, y puedo recordar al niño que había sido
en nuestros primeros años en la escuela primaria.
—Tal vez puedo caminar contigo hoy. Voy a dejar mi coche aquí, y lo
recogeré después de la escuela.
—De acuerdo.
—Está bien. Déjame tomar mis libros y cerrar el seguro. —Él hace eso,
corriendo de vuelta a mi lado—. ¿Tienes una ruta especial que tomes?
Se acerca con zancada más largas que las mías mientras caminamos. Mira
a un lado de mí, abriendo la boca para decir algo. Las palabras nunca
llegan. Se detiene abruptamente y me detengo con él por la mirada
alarmada de su rostro. Observo detrás de mí para ver qué es lo que le
preocupa. ¿Alguien lo ha visto caminar conmigo? Echando un vistazo atrás
de él, noto que es a mí a quien está mirando.
—¿Qué? —pregunto.
—No lo sé, es sólo que pareces una especie de doctorcito, tú sabes, como
hoy con mi ojo y la semana pasada cuando estabas limpiando mis manos.
Luces muy preocupado por las lesiones.
—Sí, ella es una buena madre. Es una buena cosa que tengo hermanas
menores, porque se vuelve loca gastando su tiempo con los niños
pequeños.
—Esa fue mi hermana pequeña. Ella ahora tiene diez. Tengo otra hermana
que tiene trece. Tal vez no la recuerdas porque estaba en una escuela
diferente. Y tengo una hermana pequeña que tiene tres, fue una especie de
―oops‖. Bastante embarazoso para un chico de quince años, tener a una
madre embarazada. Pero, ¿qué puedes hacer? Además, es una niña muy
linda.
—¿Sin hermanos?
Me río. Me mira, avergonzado por haber dicho eso, por lo que mira hacia
otro lado.
La maldición es que los recuerdos hacen que mi vida ahora parezca mucho
más sombría, porque hubo un tiempo cuando la vida era luz. La oscuridad
comenzó el día que mi padre perdió su trabajo, pero en realidad, las
personas pierden sus puestos de trabajo todos los días. ¿Por qué había
sido tan traumático para mi padre? Esa es una pregunta que nunca podré
responder.
Ella era la calma en la tormenta. Cuando oíamos su coche que venía por el
camino, ella me alentaba a jugar en mi nuevo columpio. Fue allí donde
encontré mi escape. Con el viento soplando a través de mi pelo, el cielo
azul y la hierba verde debajo, me encontré volando. Imaginaba que era un
pájaro, y que si alcanzaba elevarme lo suficientemente alto, podía dejar de
lado todas a estas cadenas y volar lejos de los gritos, de los sonidos que
negaba a mi cerebro a procesar, pero que siempre dieron lugar a un ojo
negro o a un corte en el labio de mi madre.
El vecino llamó al 911, pero al parecer, allí fue donde terminó su ayuda. Ni
siquiera me acompañó a la casa para ver si podía ayudar a mi madre, e
incluso a esa temprana edad pude entender su renuencia a involucrarse. A
mí misma me hubiera encantado no involucrarme con mi familia.
Ella no volvió a casa al día siguiente, o bien, cuando mi padre llegó a casa
para brevemente decirme que ella lo haría al día siguiente. Me sorprendió
que en realidad pareciera un poco triste y algo más ¿culpable? cuando
regresó. Trajo una bolsa con una hamburguesa, unas patatas fritas, y un
refresco para mí; un raro gesto que no había obtenido desde el día antes
de él perdiera su trabajo. Se fue y asumí que iba a pasar la noche sola otra
vez.
—¡Detente! —ordenó mi padre más o menos, una frase que mis padres
empezaron a usar muy a menudo conmigo. Dejé caer mis brazos, mirando
hacia arriba con una pregunta. Ella ni siquiera me miró, y me di cuenta de
lo triste que parecía estar, las comisuras de sus labios estaban
profundamente marcadas, tenía los ojos rojos e hinchados. Entró en la
casa y se acostó en el sofá, dándonos la espalda, tirando de la manta que
colgaba en la parte posterior del respaldo sobre sí misma, cubriéndose la
cabeza.
Estaba aturdida. ¿El bebé había muerto? ¿Cómo sucedió eso? Me miró
brevemente de nuevo, vio las preguntas en mi rostro y se alejó.
—Me voy —dijo por encima de su hombro mientras empujaba la puerta
principal. Me quedé detrás de él, con las lágrimas pinchando en mis ojos.
—Hija única, ¿eh? Apuesto a que has sido mimada. —El comentario de
Peter me regresa de los amargos recuerdos mientras caminamos. Se me
escapa una sonrisa cínica por su comentario.
—Soy lo más alejado que podría haber de malcriada. —Me mira fijamente.
—Creo que la mayoría de los chicos van a ver a las porristas, y la mayoría
de las chicas van a ver a los jugadores de fútbol. —No tiene idea de lo
grande que todo el asunto suena para mí—. Y hemos perdido de todos
modos. La semana que viene debe ser mejor, sin embargo. Jugamos contra
Jefferson.
—Deberías venir.
Detecta la negativa que estoy a punto de emitir, se apresura a
sobresaltarse.
No quiero discutir, o tratar de inventar una excusa, por lo que sólo muevo
mi cabeza, sabiendo que tendré que decirle que no, el viernes por la tarde.
Él sonríe triunfante, y me siento mal pensando en que tendré que quitarle
la victoria adelantada. Tengo que admitir que, el resto de la semana,
fantaseo con ello. Me imagino diciéndole que sí, sintiendo cómo sería estar
sentado allí como todos los demás, tomando algo que todos dan por
sentado, siendo normal.
Capítulo 7
É
l no menciona el partido de futbol por el resto de la semana. Parte de
mi espera que se haya olvidado acerca de eso y no me pregunte de
nuevo, obligándome a decirle que no, si lo hace.
No puedo. Esas son las palabras en mi cabeza, las que intento decir. En
cambio me escucho decir.
—Está bien.
¿Qué?
—Necesito tu ayuda. Tengo que estar lista para ir a cenar —dice como si se
tratara de una petición habitual.
—El jefe de tu papá está teniendo alguna fiesta lujosa en que las esposas
tienen la obligación de presentarse. Tienes que ayudarme a vestirme y
arreglar mi cabello.
Se pone una blusa de botones con una falda cruzada, que le ayudo a atar.
Se sienta mientras uso la secadora para secar su cabello. Quiere que le
ponga rodillos calientes por ella, pero el contacto cercano me hace un
manojo de nervios, y sigo dejándolos caer. Finalmente golpea con fuerza
mis manos lejos de ella.
—Eres inútil —me dice—. Ve a... limpiar la cocina o algo. Trata de hacer
algo útil.
***
Termino mis tareas en tiempo record. No hay mucho que pueda hacer
acerca de mí, además de cepillar mi cabello, y ponerme la camisa menos
arruinada de las cinco que tengo. Tengo miedo de que ellos regresen
temprano y me detengan, corro calle abajo y doy vuelta en la esquina, y
casi caigo sobre Peter.
—Por supuesto que no. Aunque hubiera sido lindo ser la primera aquí. No
importa cuán temprano salga de casa, siempre me vences aquí. —No es
una mentira, sólo una verdad diferente.
Él se ríe. —Lo siento. Debe parecer que soy algún extraño acosador o algo,
aquí sentado esperando que llegues.
Me encojo de hombros.
—Así que —le digo, barriendo mi mano hacia el coche—. ¿Vas a abrir mi
puerta o tengo que hacerlo yo misma y decirle a tu mamá?
Nos dirigimos hacia la entrada del campo. Veo a un par de chicas que
están en el Equipo de Espíritu sentadas en una mesa, checando las
identificaciones de los estudiantes o tomando el dinero de los boletos.
Ambas se quedan boquiabiertas cuando me ven caminando hacia la mesa.
Sus ojos casi saltan fuera de sus cabezas cuando Peter toma mi mano,
entrelazando sus dedos con los míos y tirando de mí hacia él, haciendo
obvio que estoy con él.
—Hey Celia, Amber. ¿Cómo les va? —dice Peter. Podía haber sonreído
cuando veo a Celia alcanzar dos boletos y dárselos a Peter sin preguntarle
por su identificación de estudiantes, sus ojos saltando de ida y vuelta
entre nosotros, excepto que estoy comenzando a sentir que esto es un
error; debí haberme quedado al margen como siempre hago. Un pozo frío
se forma en mi estómago.
A pesar de que no parece que haya espacio para otra persona donde nos
encontramos, Ian y Kaden, nuestros compañeros de almuerzo, se abren
paso y comienzan a bromear ruidosamente y ríen con Peter y los otros ahí
de pie. Estoy agradecida por su exuberancia ya que toma la nerviosa
atención de mí.
Hay una moneda en el aire, aunque sólo podría decir que estaba a nuestro
favor por los aplausos que estallaron a mí alrededor. Después de eso, los
equipos se alinean en los extremos opuestos del campo y alguien del otro
equipo patea la pelota hacia nuestro equipo. Para mi sorpresa, todos están
corriendo hacia él, cuando de pronto se arrodilla. Estoy confundida, mi
limitado conocimiento por lo menos sé que se supone que hay tecleos
envueltos.
Sacudo mi cabeza.
—Pensé que lo hacía. Pensé que se suponían tenían que teclearse unos a
otros.
—No, estoy bien. Yo... comí antes. —Una vez más, no es exactamente una
mentira ya que había comido el almuerzo, en la escuela.
—Lo sé, pero ya que éste es tu primer partido, no quiero ser acusado de no
darte la experiencia completa. —Su sonrisa me desarma.
Me giro rápidamente hacia adelante, con los ojos en el partido, pero con mi
mente en ella. No estoy segura de por qué me odia tanto. He intentado tan
duro permanecer fuera de su camino y no irritarla más de lo necesario. Al
parecer, mi presencia en el partido de futbol es suficiente para reavivar su
odio en su totalidad. Trato de seguir el partido, pero ahora es como si
pudiera sentir sus ojos en mí. Miro rápidamente hacia atrás y confirmo
que todavía sigue mirando. Después de algunos vistazos, Peter me mira, y
luego detrás de mí para ver lo que estoy viendo, y luego de nuevo a mí.
—¿Todo bien? —me pregunta.
***
Toma algo de tiempo para hacer nuestro camino hacia abajo desde las
gradas con todas las celebraciones. En un momento la mano de Peter es
arrancada de la mía por la marea, así que me arropa bajo su brazo,
sosteniéndome firmemente contra su costado.
—Aquí, tengo una chaqueta... —Abre el baúl, sacando una sudadera con
una cremallera frontal. Empujo mis brazos dentro de la chaqueta
demasiado grande. Alcanza la cremallera y la cierra, y luego frota sus
manos arriba y abajo sobre mis brazos.
—¿Mejor?
Por supuesto que quiero, más de lo que alguna vez he querido algo en mi
vida. Esa no es mi realidad, sin embargo, tener lo que quiero.
—¿Estás segura que no puedo llevarte a casa? Está oscuro aquí afuera.
Saco las sábanas, moviendo las almohadas que había colocado en mi cama
para que lucieran como si estuviera ya en la cama. Las posibilidades de
que uno de los dos en realidad viniera a verme eran escasas, pero es mejor
estar preparada para todo, lo he aprendido. Justo antes de caer en la
cama, tiro de la chaqueta fuera de la silla, cerrando la cremallera hacia
arriba con fuerza. Trepo a la cama, acurrucando la chaqueta cerca de mí.
Huele como él, pienso, mientras tomo una respiración profunda en los
pliegues del material. Vuelvo a vivir la noche, empujando fuera de mi
cabeza las partes malas, especialmente a Eugenia, reviviendo lentamente
cada momento en el encuentro mi mano en la de él, o a mí en sus brazos.
Con un contento, feliz suspiro, me deslizo en el sueño.
Capítulo 8
Nunca hubiera imaginado que la escuela fuera algo para anticipar, pero
aquí estoy de nuevo, corriendo para alistarme y salir por la puerta. Sólo
desearía tener algo de ropa que no se viera como el elemento obvio de
segunda mano que es. Más que nada poseo camisetas y sudaderas sin
forma, ropa anónima. Por primera vez, desearía algo más femenino.
—Hola —le respondo, con timidez, avergonzada, ahora, que estoy usando
la chaqueta.
Acomodo mis libros y comienzo a desabrocharla.
—No puedo...
—Hace frío aquí afuera. —Aprieta mis manos—. Puedo decir que tienes
frío. Además, tengo muchas más.
—Quería decirte qué... quiero decir, lo que quería decir era… —Su voz es
extrañamente insegura, vulnerable. Se aclara la garganta, y luego
comienza ese movimiento completamente distractor, el frotar
minuciosamente su pulgar sobre mi palma.
—Yo también.
No puedo evitarlo. Me echo a reír. ¿Eso apesta para él? ¿Cómo piensa que
es para mí? Aunque, es cierto, no me haría mucha falta ya que no hay
nadie a quien quiera llamar y mucho menos alguien que quiera llamarme.
—¿Crees que podrías ser capaz de salir de nuevo este fin de semana?
—No es una gran cosa, ni nada —se apresura a decirme—. Ella tiene esta
gran cena festiva la mayoría de los días de fiesta antes de las vacaciones
reales. Una especie de tradición, pero en cierto modo divertida también,
supongo. Sólo pensé que podría gustarte.
—Sólo mi familia.
Me siento un poco mareada con la idea de estar allí con una familia
funcional, o donde sea en realidad. No he tenido mucha experiencia en
todo lo que tiene que ver con las familias normales.
—Oh. —El miedo disminuye un poco. Eso tiene sentido, supongo. Esa es
probablemente la forma normal de operar de la mayoría de las mamás.
Es por eso que no veo a Eugenia. Mientras paso por el baño chicas, de
repente soy empujada hacia adentro, cayendo a medida que mis libros se
arrastran por el suelo. Miro hacia arriba para ver qué ocurre y veo a
Eugenia con dos de sus seguidoras de pie, bloqueando la salida. Una de
ellas se mantenía mirando el pasillo, custodiando que nadie tratara de
entrar.
Ha pasado mucho tiempo desde que alguien me ha hecho algo, así que en
lugar de acobardarme como lo hago usualmente, me pongo de pie, con la
intención de enfrentarme a ella. Algo en su cara me detiene.
Tomo un paso involuntario hacia atrás, y veo sus ojos ensanchándose con
el placer de eso.
—¿Crees que eres tan genial que mereces a alguien como Peter Lanzani?
—Cuando no le respondo, su ira estalla. Con un medio grito, medio
gruñido me da un puñetazo en la cara, golpeándome de nuevo en el piso.
—¡Eres una perdedora! —me grita —Él es demasiado bueno para ti. ¡Déjalo
en paz! —Ella se aleja, suponiendo que la voy a obedecer. Yo tengo mejor
criterio, sé dejar las cosas como estaban.
—Él es mi amigo. —Mi voz es débil, pero ella la escucha con claridad.
Con otro grito frustrado ella salta sobre mí, a horcajadas, golpeando mi
cabeza contra las frías baldosas. Entonces ella me golpea dos veces más
con una buena medida antes de que pueda recuperarme lo suficiente como
para tratar de detenerla.
Gimo y poso mi cabeza hacia atrás por un minuto. Oigo el timbre y gimo
de nuevo. Poco a poco ruedo hacia un lado y me empujo a mí misma para
estar en una posición sentada. La habitación se balancea y cierro los ojos
en contra de la sensación. Cuando se detiene, agarro el borde del
lavamanos y me levanto.
He visto la forma en que se miran el uno al otro, dijo ella, y las posibilidades
que acompañan a esas palabras traen una sonrisa a mi cara.
Para cuando llega fotografía, mi labio esta hinchado, pero no puedo evitar
conservar la amplia sonrisa en mi cara. Peter me mira con espanto.
—¿Qué pasó? —exige con enojo. Estoy empezando a entender que su ira
no se dirige hacia mí, sino más bien hacia quien sea que me hizo daño, por
lo tanto no estoy tan alarmada por esto.
—No importa —le digo con alegría.
Sacudo la cabeza.
—Sí, tengo que decir que sí, a ti. Para el sábado. Si tú aún quieres que
vaya.
Una sonrisa lucha por acabar con el ceño fruncido de su cara, sus ojos
continúan mostrando su confusión.
El Sr. Hurley se levanta para comenzar con la clase, mientras que Peter
se inclina hacia mí.
E
l sábado, Peter me recoge en nuestro lugar a las seis. Me aseguré
de haber hecho todas mis tareas muy bien y rápidamente. Seguía
tratando de encontrar la manera de escabullirme cuando mis
padres comenzaron a pelear, dándome la oportunidad para escapar. Había
ido por las escaleras como si me dirigiera a mi habitación, como sabía que
esperaban que hiciera, luego me puse la chaqueta de Peter —la cual
seguía insistiendo que conservara por otro día cada vez que trataba de
regresársela— y trepé por la ventana. Corro todo el camino hasta nuestro
lugar de encuentro, manteniéndome en las sombras en caso de que me
vean en el atardecer.
Llego justo cuando él está poniendo el freno. No espero a que salga y abra
mi puerta, sólo la abro y salto dentro.
—Ésta tiene que ser la manera más extraña en que alguna vez he recogido
a alguien.
—Lo siento. —Sé que no suena como que lo lamento, estoy eufórica. ¡Me
he escapado!
Estoy mirando por la ventana del coche con consternación a la gran casa
de ladrillos rojos que se levanta delante de mí. Es enorme. Conozco a
personas que viven en casas como estas, personas como Eugenia. Personas
que visten pantalones que cuestan más de lo que cuesta mi guardarropa
entero. Personas que conducen coches caros y beben vinos costosos y que
escupen en las familias pobres como la mía.
—En realidad no, no lo soy. Mi padre es rico, yo soy pobre y estoy viviendo
de su buena voluntad —bromea, con una sonrisa insegura en su rostro.
Eso es algo que sólo alguien criado con una gran cantidad de dinero puede
decir, me quejo conmigo misma.
Miro hacia abajo y veo mis desgastados zapatos al lado de los suyos
elegantes y limpios.
Él se ríe y me abraza.
—Estos son mis padres, Nico y Emi, y mis hermanas Alai y Luz. Y
ésta de aquí —dice, levantando a la pequeña niña con su brazo—, es
Allegra—. Me sonríe.
—Todo lo que escuchamos es acerca de Lali, Lali, Lali, así que no puedo
comenzar a decirte cuándo me alegra conocerte y ver que eres una chica
real.
Mi boca cae abierta ante esto, y el padre de Peter la aleja con una sonrisa.
—Lamento que todos ellos sean un grupo de tontos —dice ella. No hay
malicia detrás de sus palabras, sin embargo. Pone su brazo alrededor de
mis hombros, empujando a Peter y maniobrando conmigo lejos de la
habitación.
—Lo que sea —dice sarcásticamente, y con el mismo tono dice—: Linda
chaqueta.
—Claro, mamá, lo que sea. —Estoy sorprendida por el tono sarcástico que
usa con su madre, con el que sólo se gana una mirada irónica en lugar de
un golpe o una patada.
—Yo lo hice. Mi mamá me dijo que podía ayudar una vez que fuera
adolescente, y este año tengo trece, oficialmente una adolescente, así que
me dejó hacerlo por mí misma.
—No deberías animarla —me dice Peter—, ella no necesita ninguna ayuda
con su ego. —Esto lo dice con una sonrisa indulgente hacia ella.
—¿Tu mamá está de acuerdo con eso? —le pregunto, pensando en qué
tanto mi propia madre odia cuando mi padre está en casa. Cuando él está
en casa todo lo que hacen es pelear, de todos modos.
—No tienes ninguna idea de cómo me siento por ti, ¿verdad? —me
pregunta.
Levanto la vista hacia él. Está de pie con ambas manos enterradas en sus
bolsillos delanteros, con los hombros ligeramente encorvados hacia
adelante, apoyándose contra el marco de la puerta, del lado opuesto en el
que estoy. No habíamos encendido las luces de la sala de espera, la única
luz proviene de las farolas de la calle brillando a través de las ventanas, y
de una enorme pecera que brilla en un rincón. Las luces del pasillo detrás
de nosotros resplandecen brillantemente, sombreando su rostro en la
oscuridad, así que no puedo leer su expresión.
Sacudo mi cabeza.
Ladea su cabeza.
Me ahogo una carcajada. —Difícilmente. Has visto... bueno, has visto cómo
es en la escuela. No tengo ni siquiera un amigo.
—No sé por qué lo quieres ser, pero eres mi amigo. Mi único amigo. Mi
mejor amigo.
Se ríe suavemente.
—Me alegro por eso. —Su tono es bajo y ronco con una concentración que
no le he oído usar antes. Lentamente, se inclina hacia mí, acercando su
rostro al mío. Se detiene a unos centímetros de mi rostro—. Pero he estado
tratando muy duro para ser algo más.
—¿Alguna vez has sido besada? —me susurra, con una sonrisa.
Me besa entonces, sus labios son cálidos y suaves sobre los míos. Estoy
aturdida, mis ojos abiertos mirando fijamente a los suyos cerrados. Lo
beso de regreso, instintivamente, inocentemente, inundada en la sensación
de sentir. No hay movimiento en la habitación, sin sonidos más que el de
nuestra respiración, mi corazón latiendo en mis oídos. Él no está
tocándome en ninguna parte, sólo con sus labios en los míos.
—Vete —él gruñe, con su boca aún presionada con la mía. Cierra la
puerta, encerrándonos dentro de la oscura sala de espera. Sonrío contra
su boca, y él la encuentra con su propia sonrisa, alejándome suavemente.
Miro hacia abajo, renuente a encontrar su mirada en las intensas
emociones de las consecuencias del beso. Fue más de lo que podría haber
soñado, incluso más maravilloso que cuando toma mi mano. No creo que
nada pudiera ser mejor que eso, el simple contacto humano que no he
experimentado desde que era joven.
—Sí, lo sé.
—No, no he tenido un casillero por hace años. —No voy a decirle sobre lo
pronto que descubrí que los casilleros no son más que un instrumento de
tortura. Ya era bastante malo encontrar todo tipo de basura repugnante
que dejaban allí y que tenía que limpiar, o encontrar un libro de texto
destruido que no podía permitirme el lujo reemplazar sino que también
estaban las visitas acompañadas hacia la oficina del director, donde sólo
mis genuinas lágrimas me libraban de eso. El colmo fue cuando me
empujaron y encerraron en él; decidí que era mi señal para no pasar cerca
de uno de nuevo. Desde entonces cargo todo hacia y desde la escuela.
—Lo dice alguien que viene de la familia que se ríe todo el tiempo.
—Está bien, así que, ellos son irritantemente alegres —dice—. Les has
gustado. Especialmente a Alai. Ella realmente quiere que regreses para
que pueda jugar con tu cabello.
—¿Por qué crees que me lo corte de esta manera? Antes solía ser más
largo.
Sí, pienso, lo usual; fabricando un cartel para la puerta que diga "no hay
dulces", de modo que ya no me echen la culpa los niños llamando a la
puerta, esperando por los dulces que no tenemos. Entonces me levantaré
muy temprano a la mañana siguiente para limpiar los huevos y las
calabazas que van a ser lanzados a la casa debido a la señal, antes de que
ella los vea.
—Porque hay un grupo de chicos que irán al laberinto del maíz, y pensé
que sería divertido —continúa.
—Oh, bueno, sí. —Siento una envidia punzante, ya que él se divertirá sin
mí. Sé que él tiene una vida, que no hiberna en su habitación cuando no
está conmigo, pero no he pensado conscientemente en ello—. Suena
divertido. ¿Con quién iras?
—No, Lali, estoy preguntando porque quiero que nosotros vayamos juntos.
—¿Tienes un disfraz?
—Eso está bien. Tienes casi el mismo tamaño que mi hermana. Piensa en
lo emocionada que estaría si le permites que te de uno. Probablemente la
harías muy feliz si la dejas que te vista.
Me río de eso, con ganas de negarlo, pero sabiendo que probablemente sea
la verdad.
***
Él da un leve gruñido y luego dice: —Si Alai intenta poner algo como eso
en ti, voy a pegarle un tiro.
—Esta noche, cuando vayamos al laberinto del maíz, voy a tomar tu mano,
y probablemente te bese también. —Su mandíbula sobresale tercamente,
retándome a discutir.
—Oh... um, está bien —le digo con una sonrisa, disfrutando la mirada
sorprendida en su rostro—. Nos vemos en el almuerzo.
***
—Así que, ¿te recojo a las seis? —pregunta Peter, riéndose de la mirada
desenfocada de mis ojos.
—¿Qué? Oh, sí, seguro.
—¿Esta... esta es? —Es difícil pensar con claridad cuando él me mira así.
—¿Salva? —La oigo llamar, y me pregunto brevemente por qué iba a llamar
a mi padre con preocupación en su voz.
Silencio, entonces ella me llama para que vaya. Está arrastrando las
palabras, por lo que sé que ha estado tomando muchas de sus pastillas de
nuevo. Entro y me paro junto a ella, esperando.
—Estuvo bien —le respondo, y de repente una idea viene a mí—. Pero
necesito ir a la biblioteca a estudiar esta noche. Odio mentir, incluso a
ella, pero estoy dispuesta a hacerlo para ir a ver a Peter.
—Necesito usar el Internet. No voy a estar fuera por mucho tiempo. Haré
tú cena primero. —Trato de mantener la desesperación fuera de mi voz.
Ella me despide lejos mientras inclina el vaso hasta arriba para tragar su
píldora. Hago mi escape hacia la cocina, sacando los artículos que necesito
para hacer su cena. Por una vez, ni siquiera estoy celosa de su comida, no
trato de robar a hurtadillas nada de eso.
Cuando termino, ella está recostada en el sofá, con los ojos entrecerrados.
Le llevo un plato de comida y lo pongo sobre la mesa a su lado.
—Ahora me voy. —Ella mira hacia arriba, con sus ojos vagando
perezosamente—. Estaré de vuelta tan pronto como pueda —le digo,
corriendo por la puerta antes de que me pueda detener. Es demasiado
pronto para que Peter este esperando por mí, y no tengo ningún deseo de
estar en la calle donde cualquiera podría verme. Decido que caminar a su
casa es un mejor plan.
Alai toma la decisión por mí cuando ella sale por la puerta principal y
me ve allí.
—Peter me dijo que ibas a venir otra vez. ¿Dijo que necesitabas un
disfraz? Tengo de todos los tipos. Además, puedo hacer algo con tu pelo si
tú quieres. Ustedes chicos irán al laberinto del maíz, ¿verdad? Puede ser
que allí este frío. ¿Has traído una chaqueta? No importa, vamos a crear un
traje que te mantendrá caliente—. Este discurso interrumpido no se
detiene hasta que ella engancha sus brazos en los míos y prácticamente
me arrastra hasta la casa.
—Dice que ellos están haciendo esta cosa del tema medieval en el laberinto
del maíz, y se le ocurrió saber si tengo un traje que sirva para eso. No
puedo esperar a ver lo que él está usando, probablemente, unas medias o
algo horrible como eso, cuando yo pude fácilmente haberle hecho algo
genial —refunfuña. Inmediatamente, ella se alegra—. Pero tú lucirás muy
genial, sin embargo. Y puedo poner perlillas en tu cabello.
—Bueno, hola, Lali. —Su tono es cálido y acogedor; avanza con un abrazo
que abarca a Allegra y a mí, quien todavía está en sus brazos. No estoy
segura de que me acostumbraré a esto alguna vez; cómo ellos se abrazan
unos a otros y mí, una total desconocida, como si fuera la cosa más
natural del mundo.
Alai gira sus ojos hacia mí, entonces agarra mi mano y me arrastra a un
segundo conjunto de escaleras en la sala familiar. Ella está hablando
animadamente todo el tiempo en el que estamos caminando, lo cual es
bueno porque estoy sin palabras. El segundo piso es más hogareño que
formal, pero es grande. Hay varios cuartos en un pasillo con forma de L,
pero la mayoría de las puertas están cerradas, así que no sé qué tipo de
habitaciones son.
—Sí. Esos son mis originales. Algún día serán ropa real, quiero decir, ropa
que otras personas puedan usar.
—No. Voy a ser una diseñadora de moda algún día. Sólo estoy probando
ahora mismo. Yo los dibujo y mi mamá me compra el material y me ayuda
a hacer un patrón y a coser algunos de ellos. A veces los usa en sí misma.
Yo los miro. Tan inconsciente como soy acerca de la moda, puedo decir
que son buenos.
—Estos son realmente geniales. Creo que ya eres una diseñadora de moda.
—De todos modos, me alegro que te gusten, porque este es uno que hice —
dice, sosteniendo la pila de material en lo alto, revelando que es un vestido
elaborado—. Este es el traje del que te hablé. Funcionará bien, creo,
porque luce un poco de aspecto medieval y es pesado por lo que te
mantendrá caliente. Y, ¡oh! —Ella lanza el vestido sobre la cama y corre de
vuelta al armario. Regresa cargando un montón de material negro—. Esta
capa luciría realmente genial con esto, en caso de que sea demasiado frío
sin un abrigo.
Ella sacude la mano. —No hay problema. Puedo arreglarlo. Aquí, ven
siéntate. —Indica una silla frente a un hermoso tocador con un triple
espejo. El borde posterior del tocador está muy bien organizado y tiene
una increíble variedad de maquillaje y productos para el cabello. Tomo
asiento obedientemente y comienza cepillarme el pelo.
—Aquí ¿cómo está esto? —Alai pregunta. Abro los ojos y sólo puedo
mirar. Ella ha envuelto la parte delantera de mi cabello en una especie de
diadema natural, entrelazada con collares de perlas rojas que lucen
llamativas contra mi cabello castaño. La parte trasera cae en suaves rizos. El
miedo se hunde a través de mí, no puedo salir así. Me siento expuesta, con
mi escudo apartado. No puedo decepcionar a Alai, sin embargo. Ella se
ve muy satisfecha de sí misma.
¿Bonita? No lo creo.
—Bueno, vamos a ponerte el vestido y veremos cómo luce todo. —Ella mira
el reloj de la mesita—. Justo a tiempo, también.
Ella sale mientras me desnudo y me pongo el vestido, pero tiene una larga
hilera de ganchos en la espalda a los que no puedo llegar, por lo que tiene
que ayudarme a hacer eso. Estoy consciente cuando ella está haciendo
esto ya que nunca nadie me ha visto en ningún estado de desnudez. Pero
para ella de hecho es tan normal que no puedo sentirme tan avergonzada.
Una vez que están todos enganchados, ajusta los lazos en la parte
delantera con cordones, tirando el terciopelo alrededor de la seda blanca
de debajo, dejando sólo una pequeña muestra, para que se ajuste a la
perfección.
—Te ves muy bien. Ahora, espera aquí. Quiero ver si Peter aún no está en
casa para que puedas hacer una entrada.
—Bueno, él está aquí, pero tenemos que esperar unos minutos, mientras
mamá trae la cámara.
—¿Cámara? —chillo.
—Oh, sí, acostúmbrate a ella. Si vas a ser la novia de Peter, cuenta con
que te tomen una foto para, como, cada evento imaginable. Mi mamá es la
reina de tomar fotografías.
No sé lo que piensa Peter, tal vez que sólo somos amigos, pero tal vez no.
Tal vez él también piensa en mí como su novia. El pensamiento envía un
rayo de luz a través de mí.
Alai me lleva fuera de su habitación, esta vez en la dirección opuesta,
hacia las escaleras en la parte delantera de la casa.
—Oh, querida, te ves como una princesa —suspira Emi. Echo un vistazo
hacia ella y toma una foto. Mis ojos se dirigen de nuevo a Peter. Él está
mirando hacia mí, la expresión de su rostro es intensamente poderosa.
Cuando miro de nuevo hacia él, lentamente sonríe, derritiendo mis rodillas
de nuevo.
Peter sonríe a la foto, luego se inclina para besarme. Antes de que pueda,
Luz habla.
—Sip.
—Vale, vale, de pie uno al lado del otro, así puedo tomar la foto. Ponte la
chaqueta, Peter.
Su chaqueta resulta ser de terciopelo negro y oro con mangas rajadas. No
creo que pueda lucir mejor de lo que está, pero luego se pone la chaqueta.
Él se acerca, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura y tirando de
mí contra su lado, sin quitar aún su mirada fija de mí. Emi toma
algunas fotografías más, seguidas de una ronda de abrazos para mí y
Peter.
Todos ellos nos siguen hasta el auto para despedirnos cuando nos
alejamos. Peter me sonríe desaprobadoramente cuando agita su mano
hacia ellas. Cuando hemos conducido hacia arriba por la calle y da vuelta
a la esquina, de repente se acerca a un lado de la calle, estacionando el
coche. Sin decir una palabra, se inclina sobre mí, acerca mi cara a la suya
y me besa profundamente.
—Hola.
—Te ves muy bien —dice, sus ojos examinándome ligeramente, tocando mí
cabello primero con sus ojos, y luego suavemente con la mano—. Voy a
tener que hacer algo realmente grande para agradecerle a la pequeña
mequetrefe.
E
n el laberinto de maíz, nos encontramos con Ian y Kaden, y otro de
nuestros compañeros de almuerzo, Brock, todos con sus
respectivas citas. Sus citas están vestidas predeciblemente con una
versión de prostituta de diferentes cosas, y todas se están congelando. Los
chicos están vestidos de vampiro, hombre lobo y un doctor de todas las
cosas. Las chicas hacen "ooh" y "ahh" acerca de mi vestido, el cual Peter
les informa que su hermana diseñó. Pero aún mientras admiran mi
vestido, me miran de reojo, y a Peter con deseo.
—Está bien, aquí está el plan —dice Ian—. Todos tenemos que resolver
todas las pistas en el laberinto. Hay treinta pistas numeradas que tienen
que encontrar. Cada mensaje tiene un sello para su papel. —Le da a cada
pareja un pequeño pedazo de papel, numerado del uno al treinta—. Todos
los perdedores tienen que comprar helado para los ganadores. Sin
engaños, conozco al tipo que trabaja en la boletería y confesará si alguien
consigue respuestas de él.
Peter toma la capa que sostiene sobre su brazo, y la coloca sobre mis
hombros mientras nos dirigimos hacia el laberinto. Mantiene su brazo
alrededor de mis hombros una vez que estamos en el lugar. Escucho a la
chica que está caminando con nosotros dar un suspiro, y le doy un vistazo
para verla mirando a Peter con anhelo. Miro a Peter y por primera vez
siento un cosquilleo de miedo en mi garganta.
Por alguna razón él ha escogido ser mi amigo, y a pesar de que le gusta
besarme y tocarme, no ha dicho que seamos nada más que eso. No tengo
derechos sobre él, podría estar besando a otras chicas también. Hielo se
dispara por mi espalda ante la imagen que el pensamiento trae a mi
mente. Por otro lado, podría cansarse de mí y alejarse sin mirar atrás. Mi
estómago se tambalea.
—¿Peter?
—Peter, ¿qu..?
Sacudo mi cabeza.
—No importa.
—Por supuesto que importa, nunca haría algo a propósito que te haga
llorar.
Temerosa de que sus palabras me hagan llorar más, inclino mi cabeza por
otro beso, lo cual lo complace. Estamos protegidos por los tallos de maíz,
pero todavía podemos escuchar a los otros pasando junto a nosotros,
riendo y hablando.
Mis pies se congelan en su lugar. Miro a Peter con pánico y veo para mi
sorpresa, que él está mirándolos con una sonrisa. Justo en ese momento
una persona con una máscara blanca y un traje azul salta a la vista con la
motosierra que había escuchado antes.
—¡Lali!
—Tienes que conseguir a alguien que ayude a esa chica —le susurro
urgentemente.
—No es real —dice con voz baja así nadie más puede oír.
—¿Qué?
—No es real, Lali. Es falso. ¿No has estado alguna vez en una casa
embrujada antes?
Él se ríe suavemente.
—¡Me has dado un susto de muerte! —Yo sólo me escondo más profundo—
. ¿Realmente no has estado alguna vez en una casa embrujada o algo por
el estilo antes?
—No.
—Esperemos.
Pasa algo de tiempo antes de que los demás regresen. Me muevo para
sentarme al lado de Peter en el fardo de heno, y nos sentamos a hablar,
esperando.
Supongo que hay una ventaja en tener una mamá limitada por las drogas.
Capítulo 12
D
esde esa noche, Peter ha tachado mi decisión de no dejar que
nadie nos vea juntos. Siempre me toma de la mano o tiene su
brazo alrededor de mí, caminando conmigo a clases y besándome
cuando me dejo. Y ya no me interesa tratar de conseguir que se detenga,
no importa la amenaza de Eugenia.
La mayoría de los fines de semana soy capaz de salir una noche para ver a
Peter, y algunas veces durante la semana también. En casa, soy más allá
de irreprochable o tanto como sea posible, a pesar de que ella se las
arregla para encontrar errores; pero desde su cita a cenar con mi papá, ha
habido un ligero cambio en ella.
A causa de lo feliz que estoy con Peter en mi vida, y por el ambiente más
calmado en casa, estoy un poco contenta y llena de esperanza,
esperanzada de que podría haber una oportunidad de que nosotros nos
convirtamos en una verdadera familia, tal vez no tan buena como la de los
Lanzani, pero por lo menos en una sombra de ellos.
—¿Me has robado otra vez, o es de la caridad? —Su voz es baja, pero aún
más alarmante que sus gritos. Palidezco. ¿Ella sabe que le he robado? No
puedo responder, congelada en mi terror.
***
Caigo varias veces, cada vez toma más tiempo que el anterior volverme a
levantar. Sé lo que tengo que hacer, tengo que llegar a él.
Su cara me hace seguir adelante, tirándome fuera de la nieve cada vez que
me caigo y mancho de rojo la intachable nieve blanca.
¿Y ahora qué?, me pregunto. Cojeo por encima del paseo, pero en vez de ir
a la puerta de la calle, hago mi camino por alrededor de la casa y colapso
de nuevo cerca de la clínica. Trato de levantarme, pero no soy capaz de
subir. Me doy por vencida. Me quedo allí en la nieve no sé por cuánto
tiempo, entonces ocurre un milagro.
—Los almacenas aquí cada año. No es, como una sorpresa, ni nada.
—¡No! —Se necesita toda mi fuerza de voluntad para utilizar mi voz con la
fuerza suficiente para detenerlo en su carrera. Caigo de nuevo a la nieve—.
Promete... —Hago un ruido áspero, mi respiración se transforma en algo
dolorosamente veloz, pero es importante conseguir su palabra—. Nada de
policías... sin padres... prométemelo.
Él asiente con la cabeza tristemente, con las lágrimas aun corriendo por
sus mejillas.
El Dr. Lanzani se vuelve ante eso, levantando las cejas a Peter quien
sacude la cabeza.
—Está bien, pero por lo menos hay que llamar a sus padres.
—¡No! —Mi protesta es aún más exaltada. ¡Eso es peor! Me esfuerzo por
incorporarme, jalando contra el brazo de Peter para apoyarme—. No...
No... Me voy.... Por favor, no.
—No creo que eso te ayude ahora. Obviamente tienes una muñeca rota y
necesitas puntos de sutura. Y eso es sólo lo que puedo ver. Es posible que
haya daños internos. No te puedo dejar sin tratar.
—No policías... sin padres... o ella me va a matar. —Mi voz está ronca por
la asfixia, pero él entiende lo bastante claro. Si no me viera tan mal, no me
hubiera creído, pero mis heridas hacen a mi demanda absolutamente
legítima.
Muy pronto el Dr. Lanzani vuelve con algunas mantas limpias. Emi les
había dicho a todos que había una emergencia, y ya que eso no es poco
común, no hicieron preguntas. Él saca un kit de sutura y se pone a
trabajar en mi lesión, después de asegurarse de que sé que no es un
doctor, y de que esto probable deje una enorme marca.
Él me dice que tengo tres costillas rotas y dos astilladas. Mi muñeca está
rota, pero es simple, aunque muy doloroso para que él la fije. Lo hace, y
los veo a él y a Peter hacer muecas de dolor. Tan pronto como ha
terminado, mi brazo se siente mejor. Las radiografías otra vez, ahora a las
férulas, y explica que se necesitan un par de días para que la hinchazón
baje antes de moldearlas.
Envía a Peter a la casa para conseguir ayuda de Emi para envolver mis
costillas, ya que se requiere remover mi ropa, y quiere proteger mi pudor.
Cuando ella viene y me ve, jadea y de inmediato comienza a llorar, pero se
pone en marcha de igual manera. Esta es una mujer que llora por las
lesiones que han sido causadas por culpa de mi propia madre. Con ellos
dos, muy pronto estoy vendada y envuelta en una de las colchas.
El Dr. Lanzani dice que estar tendida en la nieve fría probablemente había
ayudado a mis lesiones. Había sido como estar tendida sobre una gran
bolsa de hielo.
—Ella no puede ir a casa. —El Dr. Lanzani le dice a Emi de modo
significativo, y aunque veo la curiosidad en su rostro, ella mantiene a sus
preguntas en su interior, ordenándole a Peter que me cargue a la casa y
me ponga en la habitación de invitados.
—Voy a distraer a los demás por el momento para que puedan ir de forma
privada. Llévala a través de la puerta principal.
—No la voy a abandonar —dice Peter, con sus ojos en los míos.
—Por alguna razón sabía que ibas a decir eso. Está bien, pero déjala
dormir. Ella necesita más que nada dormir en este momento.
Quiero asegurárselo, darle las gracias, pero ya mis ojos se están cerrando
a la distancia. Nunca he estado tan cansada en mi vida.
***
Cuando abro los ojos otra vez, la habitación está oscura. Por un momento
no sé dónde estoy, pero cuando trato de mover mi cuerpo lo recuerdo de
inmediato. Los eventos del día vienen corriendo hacia mí, y gruño de dolor.
Sacudo la cabeza, con las lágrimas cayendo por las comisuras de mis ojos.
Tengo que pensar por un minuto a qué se refiere, recordando que fue él
quien había logrado que Frank dejara de intimidarme en el almuerzo.
—Papá, yo no… —El Dr. Lanzani pone la mano sobre el hombro de Peter,
interrumpiéndolo.
—Emi, ¿ella podría necesitar algún paquete de hielo y tal vez un poco de
caldo?
Emi cabecea, con lágrimas en los ojos mientras me mira. Y luego hace
una cosa increíble, ella se inclina y besa mi frente. Es el más fuerte afecto
maternal que he recibido en un largo tiempo y que puedo recordar.
—Soy mejor cuidando a los animales que a las personas pero, por
supuesto, puedo leer una radiografía. —Él mira hacia mí, sosteniendo mi
mirada con aquellos ojos tan parecidos a los de Peter—. Había un montón
de viejas lesiones, sanadas. Esta no es la primera vez que te han hecho
daño.
Yo no contesto.
Se aclara la garganta. —¿Peter lo sabe?
—No.
—Hay gente que puede ayudarle, lugares a los que se pueden ir...
—Dr. Lanzani, tengo diecisiete años, casi dieciocho años. ¿Qué sucede, el
estado me pone en una casa de acogida? ¿Quién toma a una de diecisiete
años? —Mi garganta herida empuja las palabras—. Alguien que está en
busca de dinero, tal vez. O, no lo sé, alguien que quiere sacar de todo eso.
Aquellos que quieren una familia adoptan bebés. ¿Cree que las cosas
serían diferentes para mí en otro lugar? Al menos aquí sé qué esperar.
Pienso en las otras veces he sido golpeada, pero tengo que admitir que esta
ha sido la peor. Sacudo la cabeza.
—Correcto. Y yo le estoy pidiendo dejarlo. Si esto hace que sea difícil para
usted, legalmente, quiero decir, me marcharé. Encontraré otro lugar para
ir por unos días.
—De acuerdo, bien, necesitas descansar durante unos días. Las costillas
rotas pueden ser peligrosas, y si te pinchan un pulmón tendrías que ir al
hospital para vivir.
Camina hacia la puerta, tomando una respiración sin voltearse hacia mí,
gira la perrilla.
—Ella debería estar en prisión por esto.
Capítulo 13
D
ebido a las vacaciones de otoño, no tenemos que regresar a la
escuela hasta el miércoles siguiente a Acción de Gracias. Me paso
esos días recuperándome en la casa de los Lanzani. Les han
permitido a las chicas entrar a donde estoy, y les han dicho que estuve en
un accidente. No me preguntan por qué estoy quedándome en su casa en
lugar de en la mía propia. Ellas sólo están felices de tenerme ahí.
Sobre todo, me deleito en estar cerca de Peter, todo el día, todos los días.
Trato de hacer que se tome un descanso de mí, pero no quiere escuchar
hablar de eso. Excepto cuando va a tomarse una ducha él está conmigo,
incluso cuando es de noche, duerme en la silla junto a mí.
Así que me quedo. Sólo tengo mi ropa rota y ensangrentada que había sido
tomada el primer día, y tirada a la basura, supongo, y sólo he estado
vistiendo un par de pijamas de Alai. Ella me trae un par de pantalones y
un top prestado para vestir mañana en la escuela, ya que es improbable
que seamos de la misma talla. Estas son las mejores ropas que he vestido,
pero de una manera muy femenina y vanidosa, me alegro de que Peter
pueda verme al menos una vez en algo que no es deforme y feo.
Así comienza una nueva discusión, pero encuentro a Peter tan terco como
lo soy yo. Nos comprometemos a que no me dejará enfrente de mi casa,
sino en frente de la casa de al lado, y que él me dejará hacer sola mi
camino a casa. Me ayuda a salir del coche, tirando de mí cerca para un
suave abrazo, dejando besos en mi rostro y ligeramente en mi boca.
Presiona algo en mi mano y miro hacia abajo para ver un teléfono celular
ahí.
—No puedo...
—Peter...
Me rindo.
—Bueno, no podemos permitir eso, ¿verdad?
—Quieres decir, que no sabías si estaba viva o no —le digo, con miedo
girando a través de mi estómago al pensar en lo que podría hacerme por
hablarle de esa manera. Me mira de nuevo y su rostro se retuerce con
culpa. Siento un momento de compasión por ella, pero que desaparece
cuando tomo una respiración profunda y mis costillas se estremecen en
protesta.
—No puedes hacerme esto de nuevo. No puedes hacerme daño nunca más.
—Ella no dice nada, así que me doy la vuelta y subo por las escaleras. En
mi habitación, me acuesto en mi cama, mareada por el esfuerzo que me
tomó enfrentarme a ella.
***
Emi parece feliz con esto, y se asegura de que tengo la cena cada noche
antes de irme. Me recupero rápidamente, probablemente porque mi cuerpo
está recibiendo más alimentación de la que nunca he tenido. Me encuentro
a mí misma encajando en una familia, y me gusta cómo se siente.
A medida que el clima se vuelve más frío, algunas veces bajando por
debajo de cero grados por la noche y lucha por levantar a la mitad de
adolescentes durante el día, Peter comienza a recogerme y dejarme
enfrente de mi casa. Ignora mis protestas de que he estado caminando en
un clima como éste por años, y cuando no parece haber ninguna queja de
mamá, dejo de objetar.
El Dr. Lanzani me dijo que necesitaba llevar el yeso hasta Año Nuevo, así
que sigo sin poder escribir. Aunque no hemos aventajado mucho, ya que
Peter se mantiene distrayéndome por besarme, pues la hinchazón de mi
labio se ha ido ya no duele más. Además de que, prefiero besarlo que a las
matemáticas, así que no estoy realmente protestando mucho.
—Quiero pedirte un favor —me dice entre besos. Está mirando mi boca,
con sus largas y gruesas pestañas ocultando sus ojos, así que lo estoy
teniendo difícil para pensar con claridad.
Sus ojos regresan a los míos, y en voz baja, de manera poco ceremoniosa,
dice: —Quiero que me digas quién te hizo esto.
—Porque pensaba que éramos algo más. —Él baja la cabeza hacia la mía.
Cuando sus ojos están a sólo centímetros de los míos, me pregunta—.
¿Cuántos amigos hacen esto? —Entonces su boca está en la mía.
Más tarde, mientras nos vamos para que Peter me lleve a casa, Emi
camina con nosotros a la puerta.
—¿Te dijo Peter que nos vamos a Florida para las vacaciones? —pregunta
ella.
Mis ojos vuelan hacia Peter. ¿Se irá? Mi horror debe mostrarse en mi
rostro, porque él responde por mí.
—Los padres de Nico viven allí, así que iremos hacia abajo a pasar un
tiempo con ellos.
—No es tanto como que... —comienzo, con cada fibra de mi ser queriendo
gritar que sí—. La Navidad no es una gran celebración en nuestra casa...
—El eufemismo del año—. Es más, um... —Estoy avergonzada al tener que
decirle que no hay forma posible de que me lo pueda permitir. Ella
espera—. No es que no me gustaría, me encantaría, pero... uh...
No tiene idea cuán tortuosas son sus palabras. Daría mi brazo sano
izquierdo para ir, y el brazo roto también, pero ya que no conozco un lugar
donde vender mis brazos, sé que es sólo una fantasía.
—Mamá quería pedirte que vinieras ella misma, y habría sido una tortura
para mi decirte que me iba y no ser capaz de pedirte que vinieras. Si no
puedes ir, voy a organizar un motín y me quedaré en casa.
—¿Y?
—Peter, mira mi ropa. —Él lo hace—. Si pudieran permitirse el lujo de
mandarme a Florida para Navidad, podrían darse el lujo de comprarme al
menos un vestuario que no fuera de segunda mano —le digo, avergonzada
de admitir esto.
—Preguntaré.
—¿Cuándo preguntarás?
***
El siguiente sábado me levanto temprano y me pongo a limpiar la casa en
silencio, pero a fondo. He estado tomando ventaja de la culpa de mamá y
flojeando en mis tareas de sirvienta. Hoy necesito ser agradable porque le
preguntaré sobre lo de Florida.
Entro en la sala de estar, donde está sentada mirando una vieja revista,
probablemente robada de su última visita al doctor en búsqueda de
drogas. Me siento junto a ella, y me mira con una expresión cautelosa.
Estoy segura de que mi boca cae abierta, pero no voy a estar de acuerdo
con ella y alterarla.
Tomo un respiro.
—Tengo un amigo. —Casi sonrío ante la palabra, pensando en el rostro de
Peter cuando le llamé amigo—. Y la familia de mi amigo me invitó a ir a
un viaje con ellos durante las vacaciones escolares.
—Oh.
—Supongo. —Suspira.
El maldecir y tropezar había comenzado dos días antes cuando papá llegó a
casa temprano de trabajar, anunciando que había perdido su trabajo. Olía a
bebido, y arrastraba todas las palabras.
Sé que será lo mismo hoy porque hay un nuevo patrón que se está formando
en nuestra familia.
Mamá está llorando mucho. Tiene una nueva y cansada expresión alrededor
de su boca que no he visto antes. Estoy asustada. No me gusta. Me hace
sentir vulnerable. Así que me quedo en mi cuarto, escondida, sólo saliendo
cuando mamá viene a buscarme para el almuerzo o la cena.
En este, el tercer día, sé que el cemento está seco, y quiero columpiarme. Así
que lo hago, sin pedir permiso primero. Me agarro de las cadenas a ambos
lados a medio balanceo y me impulso con mis pies. Al comenzar a
columpiarme, siento mi mundo enderezándose un poco. A pesar de que soy
una chica joven, puedo reconocer la normalidad de la actividad, un niño
fuera en su columpio, sin gritos procedentes de su casa.
Mientras me empujo más alto, siento una opresión en mi abdomen con cada
gota que cae hacia la tierra. Pronto, estoy bastante alto, casi lo
suficientemente alto para ver el patio del vecino.
El viento silba en mis oídos, empañando el sonido de algo más, así que me
empujo más alto. No me bajo del columpio cuando papá comienza a llamarle
por nombres con los que definitivamente lavarían mi boca por decirlos. No
me bajo cuando ella le grita de regreso. No me bajo cuando escucho el
sonido de algo que suena como alguien siendo golpeado en la mejilla, o
cuando el llanto lastimero comienza, o cuando papá golpea la puerta
principal, y sus neumáticos chillando mientras acelera. Ni siquiera me bajo
cuando vuelve la tranquilidad, y el tiempo pasa y mi estómago gruñe con
hambre.
Me imagino que el balanceo tiene que ser algo bueno, seca las lágrimas que
nadie más hará. Entonces, el sueño familiar, un recuerdo real, cambia. Sigo
balanceándome, pero no estoy sola. Peter está junto a mí, sosteniendo mi
mano. En lugar de los aterradores ruidos viniendo de mi casa, escucho
risas. De repente, el resto de la familia de Peter sale de la puerta de atrás
para unirse a nosotros.
L
lego a casa del colegio un día antes del que tenemos programado
para salir y encuentro una vieja maleta sobre mi cama. La abro y
dentro hay un billete de cien dólares, clavado en una nota que
simplemente dice: ―Feliz Navidad‖. Sé lo que les costó, y siento las lágrimas
comenzando a salir por la bondad detrás de esto.
Debo esperar a que mis padres estén en la cama antes de bajar las
escaleras para fijar el árbol arriba de la mesa, por debajo coloco el regalo
envuelto. Vuelvo a la cama y duermo a ratos hasta que mi alarma suena a
las cinco a.m. Rápidamente me visto, cojo mi maleta y corro por las
escaleras para encontrarme con Peter, quien ya me esperaba en la
oscuridad previa al amanecer.
—No.
—Llévala a que lo vea de cerca, Peter —dice Emi desde otro cuarto.
El agua azul viene corriendo con una ola, lavando por encima de mis pies.
Grito cuando el agua fría me golpea, saltando lejos de Peter corro hasta
encima de la marca de agua. Vuelvo para verlo de pie con el agua hasta los
tobillos. Él sonríe abiertamente de oreja a oreja. El océano crea un amplio
y hermoso telón de fondo, retrocediendo detrás de él.
—Ven aquí —llama él.
—Sí, sólo toma unos minutos para que tu cuerpo se acostumbre a ella. —
Examina mi expresión, entonces, sonríe con picardía.
—¿Ahora?
—Ahora —confirma.
—De acuerdo.
En la primera ola me obligo a respirar cuando el agua fría llega hasta mis
rodillas, y casi caigo cuando comienza a retirarse de nuevo, la arena
retrocede contra mis tobillos y trata de succionar mis pies. ¡Es poderoso!
Peter mantiene su firme agarre, riéndose conmigo.
Seguimos caminando hasta que hemos pasado donde las olas están
rompiendo, Peter ahora sostiene mi mano y me enseña cómo saltar
cuando las olas vienen, por encima de la cresta para que no nos empujen
de nuevo hacia la orilla. Entonces estamos con el agua hasta el pecho,
saltando cuando las olas rompen sobre nosotros. Peter se gira,
envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura y trayéndome cerca. Rodeo
mis brazos alrededor de sus hombros, Peter me levanta como si no pasara
nada en el agua y me sostiene sujeta contra él, manteniendo mi cabeza al
nivel de la suya.
Me besa de nuevo con gusto a sal y frío en sus labios. Rio cuando una
gran ola viene desapercibida y rompe sobre nuestras cabezas, chochando
en nuestros pies y separándonos.
Cuando me había atrevido a soñar con él, había imaginado que toda esta
declaración de amor entre nosotros vendría con... no sé, velas y violines,
supongo… pero no siendo expulsados por casualidad del océano.
—Cuando la próxima gran ola llegue, levanta tus pies y deja que te lleve a
la orilla. —Levanto mis cejas dudando y se ríe de mí—. Va a ser divertido,
te lo prometo. No voy a dejarte ir. —Sus palabras tienen un tono serio, y
ladeo un poco la cabeza. Él se vuelve a mirar hacia las olas, y yo sigo su
mirada.
—Esta —dice. Me mira y veo a una ola más grande que todas las otras
avanzando hacia nosotros. Lo miro de nuevo y él debe ver el pánico en mi
cara, porque se inclina un poco para acercarse, y deja un beso salado en
mis labios.
—Hace un poco de frío cuando estás fuera del agua, ¿eh? —pregunta.
Eso no es exactamente por lo que me estremecí, pienso, pero entonces mi
cuerpo se fragmenta en una piel de gallina, desmintiendo cualquier tipo de
protesta que pudiera inventar.
—Vamos a tener mucho tiempo para surf corporal2 —me dice—. De todos
modos es menos restrictivo y no tan frío cuando sales, si estás con un traje
de baño.
Abro la puerta con timidez, sintiéndome expuesta otra vez, a pesar de que
la bata me cubre desde el cuello hasta media pantorrilla, y a mis dedos.
Peter se vuelve hacia mí, con los ojos ampliándose sobre mí; una
intensidad enciende sus ojos cuando ellos regresan a los míos.
Qué cosa tan rara para decir, pienso, mientras sigo a Emi al interior de
la casa.
—Compartirás la habitación con Alai y Luz, si eso está bien —me dice
Emi.
—Eso está muy bien. Y gracias, Emi, por haberme traído. —Ella se da
vuelta y me abraza. Esta vez no es tan sorprendente o inesperado, y me las
arreglo para abrazar su espalda antes de que me suelte.
—De nada, cariño. Estoy muy contenta de que fueras capaz de venir. —
Ella me libera—. ¿Te gustó el mar?
Me río.
—Sí, fue increíble. Peter me enseñó a surfear con el cuerpo. Espero que
esté bien que volviéramos con nuestra ropa mojada.
A
l día siguiente, vamos a visitar al famoso abuelo Peter. Él y su
esposa, la abuela June viven en un bosque, lo que me sorprende,
porque no creí que hubiera ningún bosque en Florida. Viven en una
pequeña cabaña a la orilla de un río. El abuelo Peter no se parece mucho
a Peter y a su padre, excepto por los ojos, que son casi exactamente los
mismos que los de Peter.
—No me importa —le digo a mi Peter, quien está observando con clara
intención de intervenir si quiero que lo haga.
—June, cariño ¿por qué no les consigues algo que comer a los chicos
mientras Lali y yo hablamos?
No espera por una respuesta, sólo me lleva por la puerta trasera,
cerrándola firmemente detrás de él, una clara indicación para que no
seamos seguidos. Me conduce hacia abajo a un camino que corre a lo largo
del río.
—Así que tú eres la novia de Peter, ¿eh? —me pregunta, sonriendo con
picardía.
—¿Qué es extraño?
—Hablo con Peter varias veces por semana —me dice, algo que no sabía—
. Y todo lo que ese chico habla es sobre ti. Creo que puedo decir con
certeza que ese niño está patas arriba por ti.
Asiento con la cabeza. —Puedo ver por qué. Me gustaría morir aquí,
también.
—Lo que quise decir, sí fuera a morir, éste sería el lugar ideal para hacerlo.
—Bueno, esperemos que no tengas que preocuparte por eso durante algún
tiempo. —Observa mi muñeca entablillada—. ¿Qué te pasó aquí?
—Mi madre lo hizo. —Tan pronto como las palabras están fuera, quiero
retirarlas, pero en lugar de jadear con sorpresa o mirarme con censura, él
simplemente asiente con la cabeza, manteniendo sus ojos en el río.
—Me han dicho que soy un muy buen oyente. —Ahora se gira hacia mí—.
También soy muy bueno guardando secretos.
—Cuando era joven, mi vida era bastante normal, creo. No tengo ningún
recuerdo malo o traumático de todos modos. Entonces, cuando tenía
nueve años, mi papá perdió su trabajo. No sé por qué eso debió haber sido
un gran problema, ya que él ahora tiene un año en su trabajo. Pero cambió
todo.
Le cuento cómo mi madre había cambiado después de perder el bebé, toda
la historia hasta la última paliza, dejando fuera los peores detalles o la
frecuencia, y la severidad de los golpes, pero creo que él llena los espacios
en blanco de todos modos. Observa el río, sin comentarlo o interrumpirme.
En algún punto de mi historia, se acerca y gentilmente sostiene mi mano.
—Él sabe algo. Fue quien me curó después de la última… vez. Vio algunas
viejas heridas en mis radiografías y me preguntó.
—Mi hijo hizo bien al escoger a Emi como su esposa. Ella me recuerda
mucho a mi June.
—Parece que Peter tiene la misma tendencia para escoger una buena
chica para amar.
—Ahí están ustedes dos —dice Peter, mirando a su abuelo con una
cariñosa sonrisa, y luego volviendo su mirada hacia a mí, con
preocupación en su expresión. Le sonrío y se relaja visiblemente.
—Sólo estamos aquí sentados, admirando el río —le dice el abuelo Peter—
. Quería asegurarme que esta chica era lo suficientemente buena para ti.
—Su tono es ligero y con burla, pero tengo la sensación de que es un poco
serio acerca de eso.
***
Peter me lleva a las montañas rusas que hacen caer mi estómago con
emocionante miedo, y los paseos me sorprenden con la creatividad de cada
uno. Lo mejor de todo, me lleva a un enorme columpio que nos levanta
hacia el cielo y, cuando Peter tira de una cuerda, nos deja caer a 150 pies
hacia la tierra a una velocidad que me tiene riendo y llorando al mismo
tiempo. Me lleva tan alto como he tratado de ir en mi propio columpio, lo
que no he sido capaz de hacer, ya que no tiene la altura de éste.
Es estimulante.
Pasamos muchos días con el abuelo Peter y la abuela June, algunas veces
en su casa, algunas en la casa de la playa. Esos son mis momentos
favoritos, rodeada por ésta amorosa familia donde siempre hay risas.
Comemos filetes de barbacoa y hamburguesas, lo que nunca he hecho
antes. El Dr. Lanzani se ríe ante mi insistencia de verlo hacerlas para
ahora poder aprender.
—¿Y cómo te sientes acerca de mí, Lali? Además de ser tú mejor amigo. —
rectifica rápidamente.
Trago con fuerza, mirando hacia abajo, con miedo a pronunciar las
palabras ahora. Entonces me decido a decirle de todos modos, y espero
que no piense que soy una chica tonta. Lo miro directamente a los ojos y
respiro.
—Lali, te he amado durante años. Quiero decir, sé que a los doce años no
sabes lo que es el amor, así que supongo que debería decir, que realmente
me has gustado por años. Pero cuando te vi este año, lo supe. Supe que
deberíamos estar juntos. Sólo no sabía lo difícil que iba a ser el conseguir
incluso que yo te gustara. Así que, sí, por supuesto, quiero que me ames.
Sonrío.
—Bueno, te amo. Más de lo que pensé que podría, más de lo que debería.
Pero no me importa. No me importa si molesta a otras personas, o si no te
merezco y no me importa si no te gusta porque te amo y te amaré por
siempre, no importa qué.
—Está bien, dame mi regalo ahora —le demando en tono de broma cuando
recupero el aliento.
Más tarde, Emi nos pide a Peter y a mi ayudar a Santa y arreglar los
regalos de las chicas. No he tenido una mañana de Navidad desde que era
niña. Había olvidado lo divertido que puede ser, toda la emoción y la
anticipación.
Después de que ellas terminan, Alai excava bajo el árbol, sacando los
regalos de la familia y ahí, estoy sorprendida y un poco autoconsciente
cuando me entregan regalos de cada miembro de la familia, incluyendo al
abuelo Peter y a la abuela June.
***
Aprieto a Peter, quien se vuelve para sonreírme antes de volver a ver a sus
hermanas. Él me ha dado a estas personas que he llegado a amar con
tanta fuerza. Siento una paz y una alegría que no creo ser capaz de volver
a sentir, pero sé que siempre tendré éste recuerdo.
Capítulo 16
V
olamos a casa el sábado por la noche, así que vamos a tener un día
para relajarnos antes de regresar a la escuela el lunes por la
mañana. Estoy reacia a regresar a mi casa, sintiendo la familiar
sensación de ansiedad en mi vientre cuando el avión aterriza.
—No tienes que usarlo. Pero me sentiría mucho mejor si supiera que lo
tienes, de modo que si necesitas un escape, rápido, tienes una opción —
me dijo.
—¿Cómo voy soportar no verte todo el día, todos los días? —pregunta,
abrazándome.
Mi corazón se hunde como una piedra. Conozco ese tono demasiado bien.
Toda una vida de entrenamiento para obedecer me torna hacia ella,
dejando a mi segunda bolsa sobre el porche. Veo de inmediato que sus
ojos están entreabiertos y vidriosos, tiene las pupilas dilatadas. Quiero
caminar y alejarme, pero mis pies me acercan a ella, aparentemente por
voluntad propia. Ella se sienta en el sofá iluminado por la débil luz de la
lámpara.
Veo un destello de recuerdo en sus ojos, pero ella lo aparata lejos, absorta
en su ira.
Tú, pienso, pero no me atrevo a decirlo en voz alta, bien entrenada en mis
respuestas. Es entonces cuando me doy cuenta que la casa es un
desastre.
Ella sigue el recorrido de mis ojos, y sus ojos destellan con la respuesta.
—¿Ves este desastre? —Su voz ahora es cada vez más alta, sus palabras
vienen más rápido—. Haz hecho todo este lío, luego nos dejas para ir a
unas vacaciones —escupe la palabra—, ¡dejándome esto aquí para que yo
lo limpie!
Peter.
—Hey, Lali, sé que dijiste que no llamara todavía, pero no podía esperar.
Quería hablar contigo ahora. —Escucho su voz por el altavoz. Tomo una
respiración entrecortada.
—¿Hola? ¿Lali?
—Peter —jadeo de nuevo. Esta vez me oye, y por las irregulares palabras
se entera de que hay algo mal.
H
ay blanco por todo alrededor mientras parpadeo lentamente
abriendo mis ojos. Bueno, pienso confusamente, todos hablan
sobre una luz blanca. También hay un sonido constante, y un
silbido rítmico de aire con un sonido de clic. Algo está tirando
pesadamente de un lado de mi boca, y me siento aprisionada, como si no
me pudiera mover si lo intentara.
Lágrimas se forman y corren por las esquinas de mis ojos ante la vista de
él ahí. Miro de nuevo a la enfermera, quien luce preocupada de que tenga
tanto dolor, pero ve algo más en mi rostro y sonríe.
—No se ha movido en todo el tiempo que has estado aquí. Ha sido todo lo
que pudimos hacer para conseguir que saliera de la habitación mientras
hacíamos lo que necesitábamos hacer. Incluso entonces, él sólo fue hasta
afuera de la puerta. Un chico muy devoto el que tienes ahí.
—Lali —él respira, con alivio evidente en su voz. Cierra sus ojos y traga
con fuerza—. Por favor, recupérate —susurra, abriendo sus ojos para
mirar dentro de los míos, y ahí veo amor mezclado con alivio, y algo más,
también. ¿Culpa?
—No pensé… pensé que nunca podrías despertar, Lali. —Él traga,
parpadeando mientras alcanza a ciegas mi mano con su mano libre,
envolviéndola en la suya, suavemente—. Me hubiera muerto.
—Lo vamos a sacar, pero has estado dependiendo de el por un tiempo, así
que podría ser difícil para tu cuerpo respirar por sí mismo. Tal vez
tengamos que ponerlo de nuevo —me advierte.
Las tres personas del personal médico sonríen con alegría, luciendo como
padres orgullosos. Una cánula es colocada en mi nariz y el oxígeno
comienza a fluir.
***
Mi cuerpo está débil por falta de uso, por lo que la terapia física es más
difícil, especialmente porque aún tengo muchos huesos rotos.
Han sido dos semanas desde el ataque hasta cuando desperté del coma.
Hay tomografías y pruebas realizadas por un terapista ocupacional que
determinan que no hay daños cerebrales obvios.
Sus hermanas, Alai y Luz han venido a visitarme, Emi y Alai lloran
cuando me ven. Alai promete hacerme un traje especial para vestir
cuando salga del hospital, y Luz silenciosamente desliza un trébol de
cuatro hojas en mi mano. Emi me dice después, que ella lo había
encontrado hace un año y lo había estado manteniendo para la suerte.
Estoy conmovida de que quiera que yo lo tenga; necesito toda la suerte que
pueda conseguir. Veo la manera en que Emi mira a Peter, con
preocupación grabada en su rostro.
***
Se queda inmóvil donde está sentado, mirando hacia abajo a sus pies.
Finalmente exhala una fuerte respiración y me mira.
Él me mira, confundido.
—Tal vez un poco, porque pude haber ayudado, tal vez. Porque esperaba
que confiaras en mí lo suficiente para saber que podrías decirme todo.
—Confío en ti, Peter, más que en nadie más. No era eso en absoluto.
Le sonrío. —Es un poco difícil de entender, porque si hay una cosa que sé,
es que no te merezco.
—No digas eso. —Él luce dolido por mis palabras—. Yo no te merezco,
especialmente ahora. —Las dos últimas palabras las murmura en voz baja.
—Peter, mírame —le digo, esperando hasta que sus ojos encuentren los
míos—. Si no hubiera sido entonces, hubiera sido después, después de
que te hubieses ido. O al día siguiente. O la semana próxima. No es culpa
tuya, y por primera vez en mi vida, sé que tampoco fue mía. No te dejaré
culparte a ti mismo. Además de eso, se acabó. No la dejaré tocarme de
nuevo.
—Sí.
—¿Y todas las otras veces, cuando tenías un ojo negro, u otras marcas?
—Sí.
—Si ella no está en la cárcel donde debería de estar, si ella sigue en casa,
tengo que encontrar otro lugar donde ir. No puedo volver allí.
—¿Peter?
—Lali, hay algo que necesitas saber. Acerca de tu madre. —Da un respiro
resignado—. Lali, ella está muerta.
Capítulo 18
Traducido por Javy
Corregido por Curitiba
E
se día me convertí en una asesina. Ella murió como consecuencia
de golpearse la cabeza contra las baldosas del suelo, una rara pero
frecuente lesión mortal en la que el cerebro se separa de su tronco
cerebral. Ella había muerto de inmediato, no habría habido ninguna
posibilidad de salvarla aún si alguien hubiera estado allí para intentarlo.
La policía quiere hablar conmigo tan pronto como los médicos sienten que
sea capaz de hacerlo; la única cosa que los mantiene lejos de hacerlo hasta
ahora, es el hecho de que he estado inconsciente de su muerte.
—Hola Peter —responde mi padre. Los miro a los dos, aturdida. ¿Cuándo
se conocieron?
—He estado despierta durante casi dos semanas. —Él mira hacia otro
lado, con aire de culpabilidad.
—La cosa es que... te he fallado, Lali. —Yo le miro, asombrada por sus
palabras. ¿Él me ha fallado? Sacude la cabeza, dando un paso más cerca y
puedo ver que está luchando con sus propias emociones.
—Yo podría pararme aquí y decir que no lo sabía, pero... —Libera una
respiración pesada, e incluso desde donde yo estoy puedo oler el alcohol;
no fuerte, pero allí sin embargo—. Creo que lo hacía. Supongo que sé que
lo hice. Pero no sabía que era tan malo.
—Lo sé. Fue en defensa propia, ¿verdad? Creo que ella no se habría
detenido. Si te hubieras visto a ti misma. —Él se aleja del recuerdo y
arruga la cara. Me aparto, no estoy segura de cómo hacerle frente a este
extraño que de repente está dando algunos indicios mezclados con señales
paternales.
—Me dijeron que podría haber un juicio —le digo. Él asiente con la cabeza,
moviéndose un paso más para quedar a sólo unos pocos metros de mi
cama.
Pienso en la casa de Peter, en la vida, las risas y la luz que están ahí, el
amor, el cuidado y la comodidad que sé que voy a obtener si voy allí.
Pienso en mi propia casa, oscura, triste y sin vida en comparación.
—¿Quieres venir a recogerme, o ...? —Él mira hacia otro lado, culpable de
nuevo.
—Yo he venido en esta noche para firmar los papeles. Me dijeron que
podías marcharte a casa con Peter.
—Por supuesto. Me quedaré con ella hasta que llegues a casa. Creo que mi
mamá tiene la intención de llevar algo de comer, otra vez.
—Claro que sí, Sr. Esposito —dice Peter, nunca dejando de ser caballeroso
y cortés, pero yo lo conozco muy bien como para escuchar la tensión bajo
la superficie.
—Bueno, adiós entonces —le dice a Peter, mira hacia mí con un gesto y
se marcha. Déjanos a los dos mirando cómo se va.
Jadeo.
—¿Tú pensabas que él también estaba abusando de mí, pero aun así me
dejas a solas con él?
—No, no pienso eso, ya no. Pero para ser honesto, estuve fuera de tu
habitación todo el tiempo, observando. —Él sonríe con encantadora
culpa—. Pregunté por una máquina de dulces, y agarre una bebida.
—No.
—Pero tampoco evitaba que sucediera, ¿verdad? —Su voz es baja, con
furia controlada.
—No —le digo fríamente—. No hagas esto. No hagas de esto algo que te
haga ser el culpable. No es lo que es.
Mira hacia de vuelta hacia mí, con tormento en cada línea de su cara.
—Sí y gracias por hacer eso —le digo sinceramente. Sus ojos se abren poco
a poco por palabras—. Yo no sabía que una familia podía ser así. Me
llevaste y me mostraste la forma en que se supone que son. Y toda tu
familia... me mostraron el amor y la bondad, sin importar si lo merecía o
no. Los amo, Peter.
Lo abrazo con más fuerza, sin querer que él vea la mentira en mi cara.
—Está bien, pero el plan va a ser que yo esté allí todo el tiempo, hasta que
te hartes de mí.
P
eter me lleva a casa por la mañana. Me alegro de que no haya
nadie allí más que él y yo. Esperaba que hubiera cambiado de
alguna manera, a un aspecto diferente. Pero es la misma casa de
siempre, con el sofá y una pequeña televisión en el mismo lugar, el piso de
madera continua desgastado y estropeado, la cocina sigue siendo pequeña
y sencilla. La única diferencia física es que falta la lámpara.
Pronto vendrá Emi con Allegra para ayudarme a instalarme. Las otras
chicas están en la escuela pero ella me prometió traerlas a verme más
tarde. Quiero verlas, pero me da vergüenza hacerlas ver mi casa; esto es
un lugar tan deprimente en comparación con su hermosa casa, brillante.
Pero pienso que tal vez está bien; tal vez deberían verme en mi mundo real
para que puedan entender lo mucho que no pertenezco a ellos. Me siento
en el sofá —en el extremo opuesto del lugar de ella — volteada hacia
Peter, quién se sienta a mi lado. Esto me ha agotado, viajar a casa, y
pronto estoy dormida.
Cuando despierto, estoy tumbada en el sofá con una almohada bajo mi
cabeza y una manta cubriéndome. Puedo oír a Peter en la cocina,
hablando con Emi, y a los sonidos de la preparación de comida.
Entonces oigo la voz de mi padre, y me tenso.
—Sí, pero ya tengo en fila algunas becas para ayudar con eso —dice
Peter.
—Puede ser que espere un tiempo, y que vaya a una universidad de aquí.
—Era Nico —les dice—, él y las niñas acaban de salir de casa por lo que
estarán aquí muy pronto. Espero que no te importe que nos encarguemos
de tu casa, Salva.
¿Salva?
Peter me ayuda a levantarme para que pueda abrazar a las chicas. Y solo
con eso, mi propia casa se llena con el amor y las risas que había creído
sólo eran posibles tener en la de Peter. No hay suficiente espacio para que
todos se sientan alrededor de nuestra pequeña mesa de la cocina con tres
sillas —la cuarta se había estrellado contra mí en Acción de Gracias y
nunca fue repuesta— así que Emi decide que todos deben sentarse en la
sala de estar, equilibrando las bandejas cargadas con comida en las
rodillas. Peter lleva las tres sillas a la sala, apenas en el perímetro, luego
estaca su lugar en el suelo junto a mis rodillas, sabiendo que si lo deja va
a ser tomado por una de sus hermanas.
—No estoy diciendo que faltaré a la escuela. Estoy diciendo… —Pongo mis
dedos en su boca.
***
Los oficiales son un tanto amables conmigo, teniendo cuidado con mis
lesiones cuando toman mis huellas dactilares y me fotografían. Tengo que
llenar unos papeles, tratando de no notar las miradas que recibo de
muchos de los demás funcionarios, miradas llenas de piedad. Cuando
termino, me llevan a una sala de espera donde Emi aguarda por mí.
Puedo ver que ha estado llorando y el remordimiento se apodera de mí,
estoy exponiendo a ella y a su familia a todo esto, sólo porque ellos me han
demostrado bondad.
—Voy a salir por un rato. —Sé lo que eso significa, pero puedo decir que
Peter no tiene ni idea, sólo que parece irritado porque se vaya cuando he
pasado por algo tan horrible durante el día.
***
—Muy bien, así que fue como se esperaba —dice el abogado, haciendo una
pausa. Incluso en su inmovilidad relativa, él emite la sensación de estar en
movimiento—. Eres libre de irte, sin ninguna fianza. La fecha del juicio
será fijada. Tan pronto como pueda conocerla, te la haré saber. —Cava en
el bolsillo de su chaqueta y saca una tarjeta de presentación ligeramente
arrugada—. Aquí está mi tarjeta en caso de tener preguntas. Voy a hablar
contigo pronto.
Y entonces se ha ido.
La cara de Peter se tensa con rigidez y sus ojos siguen al hombre que
prácticamente está corriendo por el pasillo. Sus ojos vuelven a los míos y
puedo ver la mirada agonizante allí. No me gusta ser la causa de esa
expresión natural en su rostro.
—Todo irá bien —me dice, pero suena más como si estuviera tratando de
convencerse a sí mismo.
Una semana más tarde otro hombre viene a mi puerta. Es alto, de cabello
oscuro y peinado, usando un aparentemente costoso traje de rayas.
—¿Sí?
—No siempre. No. Pero a veces sí. Sabía que tú has sido herida por lo que
no quise que fueras a mi oficina.
Peter regresa por la calle justo en este momento. No puedo verlo, pero he
aprendido a escuchar el sonido de su motor tan bien que ahora puedo
diferenciarlo sobre todos los demás. Rufus Caín se voltea al sonido del
coche que se detiene en frente de mi casa. Mira junto conmigo cómo Peter
sale de su coche; estoy agradecida por los anchos hombros de Peter y la
altura que pueden llegar a ser intimidantes.
—Sí.
—¿Te molesta hablar delante de él o hago una cita para regresar cuando él
no esté aquí?
Peter llega hasta el porche, mirando con recelo al abogado. Pero Rufus se
presenta y puedo ver a Peter relajarse. Tengo que admitir que, este
hombre le inspira más confianza que el abogado anterior. Él entra y nos
sentamos a la mesa de la cocina, Rufus saca una libreta y un lápiz, así
como una grabadora.
—Esto es para estar seguro de que mis notas sean correctas después —
dice, indicando la grabadora.
—¿Supongo que se te dio permiso para ir? —pregunta Rufus sin mirarme,
escribiendo en su bloc de notas amarillo.
—Por supuesto. Realmente no creí que ella diría que sí, en realidad ni
siquiera planeaba preguntarlo. —Disparo una mirada de disculpa a Peter,
pero él no está mirando hacia mí.
—Ella de hecho, estaba siendo agradable y eso era algo raro. Creo que se
sentía culpable por lo duro que me había golpeado en acción de gracias —
Rufus hecha in vistazo, pero no me interrumpe, volviendo a su toma de
notas—. Hasta aquella última noche. —Me estanco, aclaro mi garganta y
continúo—: Bueno, hasta entonces, la peor vez en que ella me había
herido, había sido en acción de gracias. Creo que sabía que había ido
demasiado lejos.
—Larga historia resumida, dijo que sí. Tal vez porque se sentía culpable.
Así que me fui. Creo que mientras yo no estaba, tomó las suficientes
píldoras como para olvidar dónde yo estaba.
—Así que eso fue raro, diferente, supongo. No recuerdo muchos detalles,
sólo que ella venía a mí una y otra vez con el bate. Honestamente pensé
que estaba tratando de matarme.
—Agarré el bate una vez cuando ella se me acercó con él, y la empujé. Se
cayó. La oí golpearse la cabeza. —Trago fuerte, consciente de que ese debe
haber sido el momento de su muerte. Recuerdo el miedo enfermizo que me
había ahogado, tratando de alejarme antes de que ella pudiera levantarse y
terminar lo que había empezado. Tomo una respiración profunda—.
Estaba en el suelo, llamando a Peter, y eso es todo lo que recuerdo —
Libero un solo aliento—: Eso y el rastro de sangre, que dejaba al escapar.
—Está bien, Lali, eso está bien. —Rufus se extiende, como si fuera a
tomar mi mano, pero se aleja y se aclara la garganta—. Sé que esto no es
fácil, pero tenemos que hablar de los abusos del pasado. ¿Recuerdas
cuando comenzó?
—Seguro, unas pocas. Pero nunca tantas para que se causaran sospechas,
y ninguna en absoluto en los últimos años. Creo que la única razón por la
que alguna vez me llevó antes fue porque sabía que yo iba a obtener una
receta de pastillas contra el dolor. Por supuesto, nunca me permitió tomar
las píldoras.
—Necesito hacerte una pregunta que merece una respuesta honesta, Lali
—Asiento—. ¿Estás absolutamente segura de que nunca ha habido un
abuso de parte de tu padre?
—Está bien, sólo una cosa más. ¿Tú, con alguna premeditación o
intención, planificaste matar a tu madre esa noche?
—¡Por supuesto que no! —Exploto, molesta, que incluso preguntara una
cosa así.
—Muy bien, esto es todo entonces. Te dejaré saber para cuándo se espera
tu juicio. —Desliza una tarjeta sobre la mesa para mí—. Mi oficina y
números de teléfonos celulares están allí. Llámame en cualquier momento
si tienes preguntas, inquietudes, o simplemente tienes algo más que decir.
Tan pronto como él se ha ido, hay un rígido silencio entre Peter y yo.
Sacudo mi cabeza.
L
a fecha de mi juicio ha sido fijada para finales de Mayo, justo antes
de la graduación, lo que significa que tengo más tiempo para
recuperarme, pero significa también que tengo que pretender vivir de
nuevo, actuar como si tuviera una vida que continuará más allá de Mayo.
En la caja yace un vestido blanco hecho del material más sedoso que
jamás he sentido. Lo saco y veo que es un vestido, una toga realmente. El
corpiño es sin mangas, con un intrincado patrón tejido del material,
cubierto con una capa de plata pura que cae por la parte posterior del
vestido, formando una capa. La falda flamea desde la cintura, de nuevo
cubierta con un material puro.
—Es para que lo lleves al baile de graduación —dice con una amplia
sonrisa.
Emi trae un pastel que ella misma hizo, y que las tres niñas ayudaron a
decorar. Es de tres niveles de altura y dejo a cada chica decorar una capa.
La capa inferior es claramente de Alai, es muy brillante y cubierta con
remolinos intrincados y flores rosas y púrpuras.
Ellos cantan para mí, también por primera vez durante tanto tiempo como
puedo recordar, entonces comemos el pastel y helado hecho en casa. Mi
padre se marcha poco después de eso. Tan pronto como el desorden es
limpiado, Emi se asegura que todos tengan una misión o tarea que les
lleve a otra parte de la casa, dejándonos a Peter y a mí, solos. Hay un
fuego ardiendo en la chimenea, y Peter saca su enorme saco de frijol y lo
pone en frente para que nos sentemos juntos.
Peter cava en su bolsillo y saca una pequeña caja. La última caja pequeña
que él me dio había sido mi collar en Navidad, el que tengo puesto
siempre. Así que estoy emocionada por abrirlo y ver que me da ahora.
—Sé eso, Lali. Sé lo que la gente pensará que nos casemos justo después
de graduarnos, pero no me importa. Nunca voy a querer a nadie más, sólo
a ti.
—Peter, no puedo. No podemos. Hay tantas cosas…
—No digas que no —susurra contra mi boca—. Di tal vez. Por favor.
Toco su rostro.
—Peter, yo…
—Tal vez —me interrumpe—. Todo lo que estoy pidiendo es un tal vez.
Dime que pensarás sobre ello, dame una oportunidad para convencerte.
Yo sé que lo justo, lo correcto es decir que no, terminar con esto aquí antes
de que pueda lastimarlo aún más. No hay ni siquiera una remota
posibilidad de un futuro entre nosotros. También estoy consciente de que
Peter es un protector, y esto es nada más que su manera de tratar de
protegerme.
—Está bien, tal vez —digo, aplastando la culpa que me consume ante la
mirada de felicidad en su rostro, sabiendo que mi verdadera respuesta sólo
puede ser no. Empujo la caja de nuevo a su mano—. Pero tienes que
guardar esto.
—¿No quieres usar mi anillo? —me pregunta mientras mira hacia abajo a
la caja, con dolor en su voz.
—Peter, hay tantas cosas pasando en estos momentos. Es sólo que parece
como una complicación más, explicar el anillo. ¿No puede ser simplemente
nuestro secreto?
—De alguna manera quería que lo usaras, así todos sabrían que eres mía.
Sonrío débilmente.
—Puedo pensar en algo —le digo, en voz baja, tirando de su rostro al mío,
escondiendo el dolor detrás de mi amor por Peter.
Capítulo 22
El baile iba bastante bien, con un montón de chicos bailando. Yo, por
supuesto, estaba sentada sola en las gradas en el sobre climatizado,
gimnasio lleno de sudor. Quería bailar pero no tenía las agallas para
preguntarle a alguien, ni para bailar por mí misma como muchas de las
chicas hacían. Entonces Brad se acercó a mí.
—Cariño, odio decirte esto, pero parece ser que tu periodo ha comenzado.
Cuando llegué ahí, era obvio que la sangre estaba sólo en el exterior de mis
pantalones, y de ninguna manera provenía de mí.
Lo primero que pensé fue que alguien estaba herido y se había desangrado
en mí. Extendí la mano para abrir la puerta para informar a la Sra.
Cowan, pero entonces mi mente tardíamente comenzó a procesar
información, la cantidad de sangre en mí tenía que haber venido de
alguien gravemente herido. Incluso si hubiera sido de mi periodo, no
podría haber sangrado tan profusamente con tanta rapidez.
Entonces recordé las sonrisas de Brad por encima de mi hombro, todos los
chicos chocando contra mí, una sensación de humedad en mi espalda que
pensé que era tal vez sólo el sudor por el calor. Sobretodo recordé la
sonrisa de Eugenia. Fue entonces cuando supe que ella había hecho esto.
No estaba segura si la sangre era real o algo que había preparado, pero
realmente no importaba.
***
—Sí, lo estoy —le digo. Peter me mira dudosamente, pero luego acepta lo
que digo como la verdad.
—Puedo hacerlo.
—Lo sé. —Tomo una profunda respiración y lo miro—. Pero prometo que
está bien. Él no me lastima. Sólo no vuelve mucho a casa, y a veces
cuando lo hace, está así —digo, mirando hacia las escaleras.
—No me gusta dejarte aquí de esta manera. —Su voz es urgente con
preocupación. Lo abrazo.
—Todo estará bien —le prometo, sin estar segura en absoluto de que nada
estará bien nunca más.
Capítulo 23
E
l día del baile de graduación inexorablemente llega. Hace tiempo
que me han quitado mi yeso y la mayor parte de mi cojera, y estoy
luciendo unas cuantas cicatrices nuevas, pero nada tan extremo
que indique lo que ocurrió cuatro meses atrás que cambió mi vida tan
drásticamente.
La dejo arreglar mi cabello en largos rizos, un proceso que lleva casi dos
horas porque ella insiste que cada rizo debe ser simplemente perfecto.
Habla todo el tiempo, contándome los últimos chismes de ella y sus
amigos. No puedo evitar comparar su increíblemente emocionante
experiencia en la escuela secundaria, con la que había sido mi propia
horrible experiencia aterradora.
Incluso le dejo poner un poco de rímel y brillo de labios en mí, ella insiste
en que los necesito para las fotos. Me promete hacer las fotos tan pronto
como lleguemos antes de que Peter pueda ―besar y quitar el brillo de
labios‖, mientras lo dice con un tono de disgusto, y mi rostro arde con
vergüenza. Previamente ha hecho una promesa con Peter que él no me
besará hasta después de las fotos. Mi culpa se amontona cuando me
pregunto cómo le explicaré por qué no hay ninguna foto.
No veo las reacciones de todos, porque una vez que llego a la parte
superior de las escaleras, mis ojos van infaliblemente a Peter, y no creo
que pudiera mirar a otro lado aún si mi vida dependiera de ello.
Él está al pie de las escaleras, luciendo más alto, más ancho y más
hermoso de lo que lo he visto en su esmoquin negro. Ha peinado su cabello
hacia abajo, pero no pasará mucho tiempo antes de que
inconscientemente pase sus dedos por él y esté de punta de nuevo. Sonrío
y casi rio cuando lo hace en ese momento, mi corazón derritiéndose ante la
familiar vista.
Peter levanta sus manos en señal de rendición, con sus ojos aún pegados
a los míos.
—Está bien, está bien, lo prometo esta vez de verdad. Sólo lo olvidé por un
minuto.
Se encoge de hombros.
—Tal vez.
Lo miro aprehensivamente.
—Está bien, quédate aquí. —Él abre su puerta, sale y la cierra de golpe.
Unos segundos después mi puerta se abre y me ayuda a salir.
—¿Qué es lo que ibas a hacer? ¿Tomar una foto de nosotros en los árboles
y decirle que el tema era del bosque? —bromeo.
—Aún mejor —dice, llevándome al escenario medio escondido entre los
árboles que no había visto antes. Acciona un interruptor y una luz
brillante de fotógrafo se enciende, iluminando como si estuviéramos dentro
de una casa.
—¿Cómo en el mundo…?
—Amber, la novia de Corey pintó el telón de fondo para el baile, así que le
pedí que hiciera otro para mí
—Inteligente —murmuro.
—Oh, no. —Río, colocando mis dedos sobre mis labios sin brillo. Peter
sonríe, metiendo su mano en su bolsillo y sacando un tubo de brillo de
labios.
—Ella nos conoce muy bien —dice—. Así que lo puso en mi bolsillo antes
de salir.
—Entonces tomemos la foto para no tener que preocuparnos por eso —me
río—. ¿Pero quién va a tomar nuestra foto?
—Ahí están —dice. Emi y el Dr. Lanzani llegan al claro, vestidos con
pantalones vaqueros y camisas blancas y un delantal. Me río ante la vista.
Emi toma nuestra foto, y luego limpio mi brillo, agradecida de tener mis
labios libres de nuevo. Emi y Peter habían pasado el día haciéndonos
una comida, que estaba guardada en la camioneta del Dr. Lanzani y que
ahora nos sirven a la luz de las velas de la mesa.
—¿Estás segura que no te importa esto? ¿No salir en público cuando estás
vestida así? La mayoría de las chicas les gustaría ser vistas.
—Tal vez no te hayas dado cuenta, no soy como la mayoría de las chicas.
—¿Sí?
—No —Se ríe—. Por favor, no. Te amo de la manera en que eres.
—Hey, Peter, no nos dijiste que aquí era donde estaba la fiesta —llama
una voz, y siento mi alegría hacerse añicos.
Me doy la vuelta y veo a Corey, Brock y Kaden con sus citas viniendo de
entre los árboles. Me relajo de nuevo, esos chicos están bien, aunque
hubiera preferido estar a solas con Peter.
Y entonces veo a Eugenia. Ella está con Ian, quien acaba de salir de la
oscuridad. Me congelo con horror, mis entrañas convirtiéndose en miedo
líquido ante la vista, con los pensamientos de mi último baile con ella,
precipitándose de regreso. Este es casi un duplicado de mi último baile, de
mí estando con el más lindo y popular chico de la escuela, con el hecho de
que he usado descaradamente maquillaje, rizado mi cabello, y estoy
vestida de blanco.
—No, está bien —le digo. Trato de sonreír, pero sé que no parezco sincera
cuando la expresión de su rostro se oscurece.
—No, déjales quedarse. —Evitando que se aleje de nuevo—. Por favor, por
mí.
Huh.
—Prometo que no voy a hacer nada. —Da unos pasos hacia atrás, lejos de
mí—. Mira, estaré de pie aquí. Sólo quiero decirte algo, entonces me iré. No
debería siquiera haber venido, pero Ian quería parar, y no sabía que aquí
era donde Peter y tú estarían.
—He sido tan horrible contigo. Fuimos amigas una vez ¿recuerdas? —Me
mira de nuevo, ahora queriendo una respuesta—. Fui tan estúpida,
mezquina, celosa y cruel, y no tengo ninguna excusa. Escuché acerca de ti,
tú sabes —mira hacia otro lado, luciendo avergonzada—, de tu mamá y
todo, y todo lo que pude pensar es que necesitabas un amigo. Y cuando lo
necesitaste yo me aseguraba que no tuvieras uno, que no tuvieras a nadie
con el que pudieras contar. Y realmente, realmente lo siento, más de lo que
alguna vez sabrás. Me gustaría poder hacer las paces contigo. Me siento
muy mal, pero supongo que probablemente no tan mal como te he hecho
sentir en todos estos años.
—Sólo quería que supieras que lo siento. —Me mira de nuevo—. Dile a Ian
que me fui a casa, ¿está bien? —Se da la vuelta para irse. Miro de regreso
a Peter y decido tomar la oportunidad.
—Eugenia —la llamo. Se detiene y se vuelve hacia mí—. No te vayas —le
digo.
—¿Qué?
—Quédate. —Me encojo de hombros y hago una vaga seña hacia el fuego—
. Vamos a hacer s’mores.
—¿Estás segura?
L
a fecha de mi juicio es una semana antes de la graduación. Pido
prestado uno de los vestidos de Alai, de un modesto, humilde,
color azul cielo. Es más lindo que cualquiera de los que tengo —a
pesar de que la poca ropa que tengo en mi armario parece estar
multiplicándose— de alguna manera produciendo ropas más bonitas que
mis ropas de segunda mano. Alai dice que estaba a punto de tirarlas de
todos modos.
Soy una masa de nervios, esperando no tener que ir a prisión por algo que
ha sido completamente sin intención, y al mismo tiempo creyendo
absolutamente que merezco ser castigada por causar la muerte de mi
madre.
—Su señoría, en luz a la evidencia, y los testimonios que nos han sido
proporcionados por la defensa, y los informes presentados por los oficiales
de la policía en la escena, así como el reporte del forense, la gente pide
desechar el caso contra Mariana Esposito en este momento.
—Bien. —Se quita sus lentes y vuelve su mirada hacia mí—. Señorita
Esposito, he revisado su caso, y no veo ninguna culpa de su parte aquí. Lo
lamento por el trauma que ha sufrido. El sistema le falló; debería haber
estado mejor protegida. Creo que el Estado le debe una disculpa por eso.
—Creo que se podría decir que ganamos. Los cargos han sido retirados.
—¿Retirados? ¿Para siempre?
—Es todo. Puedes salir de aquí libre y limpia. Ni tienes siquiera que pensar
acerca de esto de nuevo. —Cambia de postura incómodamente cuando se
da cuenta de cómo suenan sus palabras; ¿cómo le dices a alguien que
olvide que su madre está muerta por su propia mano, ya sea intencional o
no?—. Quiero decir, legalmente ya no tienes que preocuparte por esto.
—Gracias, papá, por estar aquí. —Quiero que sepa que aprecio su
esfuerzo.
Asiente con la cabeza, luego se da la vuelta para irse, asumiendo,
supongo, que llegaré a casa con los Lanzani. Nico, Emi y Rufus lo
siguen, Emi enroscando su brazo alrededor del de mi padre. Lo veo
alejarse y mis ojos se posan en Eugenia, aún sentada en el fondo de la sala.
Mira hacia abajo, y después a más allá de mí, buscando las palabras.
Finalmente sus ojos vuelven a los míos.
Se estremece al recordar.
—Cualquier cosa. —La frase es una ráfaga de aire—. Haré cualquier cosa
para que puedas saber cuánto lo siento.
Se encoge de hombros.
Siento algo del flujo de enfermedad fluyendo a través de mí; los lobos están
de nuevo a la espera para escuchar acerca de la humillación de la oveja.
Mis sentimientos deben haberse mostrado en mi rostro, porque se
apresura a corregirme.
—¿Está todo bien? —pregunta, y puedo oír en su tono de voz que sabe al
menos un poco de la historia de Eugenia con respecto a mí.
—Supongo que debería irme ahora —dice. Miro de nuevo hacia ella,
deslizando mis manos a lo largo de los brazos de Peter ausentemente,
pero con absoluta consciencia.
—Gracias, Eugenia.
Salimos por el pasillo donde sus padres están hablando con Rufus y algo
acerca de eso me parece extraño, aunque no puedo entender bien qué es.
Peter les saluda, y se acercan a nosotros, seguidos por Rufus.
—Gracias, Emi. Hablaré con él, para ver si está disponible. —La
respuesta es automática, distraída mientras observo a mi abogado salir de
la habitación, y luego me vuelvo hacia los Lanzani.
—Sí, él trae a sus perros conmigo. —Pero incluso cuando lo dice, cambia
de posición nerviosamente.
—¿Lo sabías?
Asiente con cautela, esperando por la explosión que parece temer que
aparezca, entonces se prepara, levantando sus manos hacia mí.
—No lo sabía al principio. Sólo después de que fuera a tu casa ese día, y
fui a casa para decirle a mis padres.
Quiero discutir, pero sé que tiene razón. Así que miro al Dr. Lanzani en su
lugar.
—No. —Su mirada es franca y honesta—. Los abogados tienen que hacer
ciertas cantidades de trabajo gratuito cada año. Así que lo llamé. —Mira a
Peter—. Peter me contó acerca de tu primer abogado. Lali, sólo
queríamos ayudar.
Suspiro. Supongo que puedo vivir con su ayuda, siempre y cuando no les
haya costado nada.
***
—¿A dónde quieres ir? —me pregunta Peter, después de llevarme a mi
casa a cambiarme a unos vaqueros y una camiseta, que pertenecían a
Alai. Es un día hermoso, con un cielo azul y un sol brillante.
—Apuesto a que puedo ir más alto que tú —lo desafío en broma, liberando
su mano y empujándome hacia atrás con mis pies, riendo mientras me
impulso más y más alto, con Peter a mi lado, con su inexperiencia
haciéndolo balancearse lentamente a pesar de sus largas piernas.
—Tal vez —le concedo—. Pero tal vez no. No le di la oportunidad de verlo
venir. —Tomo una inhalación, entonces le digo una cosa que no le he
dicho nunca a nadie más—. Lo deseé, Peter. Más veces de las que puedo
contar. Incluso rogaba porque sucediera. ¿Qué clase de persona reza por
la muerte de su madre? ¿Y si no fue un accidente… y qué si
inconscientemente sabía lo que estaba haciendo?
—Lali, mírame. —Toma mi rostro con una mano hacia el de él, su otra
mano aun sosteniéndome con fuerza—. No te hagas esto a ti misma. Yo te
vi. ¡Casi mueres! Un golpe más y ella te habría… —Su rostro es terrible al
recordar, devastado con el pensamiento de eso. Sus desolados ojos
sostienen los míos, oscuros con sentimiento.
—Lali, cariño, sólo la empujaste. Fue un maldito accidente. ¿Me oyes? ¡Un
accidente! Pudo simplemente haber quedado inconsciente. O incluso no
haberse lastimado en absoluto, e ir por ti de nuevo. No fue la culpa de
nadie que se golpeara la cabeza en la manera en que lo hizo, especialmente
no fue tu culpa. Fue la de ella por ponerte en posición de tener que
defenderte en primer lugar. —Su tono es urgente, pidiéndome que
entienda.
—Era mi madre.
—Lo sé, Lali. —Nos mecemos en silencio durante unos minutos, lágrimas
aun corriendo silenciosamente por mi rostro, con mi garganta adolorida
con la tensión residual.
—Tienes que dejarla ir —dice en voz baja. Sé que tiene razón, pero no
tengo idea de cómo alguna vez haré eso.
Capítulo 25
E
l día de la graduación llega, y ya que he pasado todas las pruebas
—y no estoy en la cárcel— tengo permitido graduarme con todos
los demás. Estoy preocupada por aparecer en público, ya que los
periódicos locales se han apoderado de mi historia y la han hecho circular
de forma sensacionalista no completamente precisa pero que sí se acerca
bastante a la verdad. No estoy muy segura de la reacción que espero de
mis compañeros, la mayoría de los cuales con los que he asistido a la
escuela durante los últimos doce años.
Mi padre realmente se las arregla para mantenerse sobrio una vez más, y
nos lleva a la escuela en su coche, el que tengo que admitir estoy
sorprendida que todavía funcione. Supongo que tiene mucho que ver con
el hecho de que siempre ha trabajado como mecánico —aunque para
muchas empresas con el paso de los años— y se las arregla para que siga
funcionando. El interior del coche está sucio, como si no hubiese sido
limpiado en años, y está lleno de botellas vacías. Me pregunto cómo ha
vivido todos estos años sin tener que abrazarse a un árbol en una
confusión mental por el alcohol, o evitar hacerle daño a nadie más.
Los amigos de Peter vienen a saludarme, al igual que sus novias, quienes
lucen más incómodas a mí alrededor de lo habitual. Entonces Eugenia
viene a mi lado, sentándose en la fila junto a mí, con una sonrisa. Tengo
que admitir que me sigue poniendo nerviosa tenerla tan cerca, pero ella
sigue siendo la que tiene la más agradable presencia de todas las chicas.
Nos alineamos, nos sentamos en los asientos y escuchamos los largos y
aburridos discursos que acompañan a la graduación. Entonces, fila por
fila nos ponemos de pie y caminamos hacia el podio a recibir nuestros
diplomas. Nos fueron dadas instrucciones por adelantado, subir desde
lados opuestos, tomar nuestro diploma, estrechar la mano a los
administradores mientras caminamos hacia el centro del escenario, y
después salir del podio.
Eugenia está de pie detrás de mí, y me acerco a ciegas a ella, por cualquier
cosa real y sólida en este extraño mundo. Ve mi necesidad y da un paso
adelante para tomar mi mano, dándome apoyo en cara a este abrumador
suceso. Continúo subiendo al podio, liberando la mano de Eugenia
mientras encuentro la línea de recepción, recibiendo abrazos en lugar del
tradicional apretón de manos, incluso de aquellos que no se supone deben
estar de este lado del escenario se acercan. Peter ha llegado a mi lado, y
se reúne conmigo en el centro, tomando mi mano y besándome en la sien,
encaminándome a bajar por las escaleras.
Más tarde me dicen que es respeto por mi valor, y por sobrevivir ante tales
posibilidades. Esto no suena del todo bien para mí, ¿qué opción tenía sino
sobrevivir? No me considero valiente en absoluto. El valor me parece una
palabra honorable, y matar a tu propia madre es cualquier cosa menos
honorable.
Vamos a cenar con los Lanzani para celebrar el dudoso honor de lograr
graduarse de la secundaria. Incluso mi padre, quien está muy inquieto
tratando muy duro en ser como un padre, viene. Es una noche de emoción
y risas en su mayoría, pero por dentro siento un profundo temor, porque
sé que cada día me llevará más cerca al momento en que tendré que estar
sin Peter.
—¿Quieres volver a mi casa por un rato? —me pregunta Peter más tarde,
mientras nos detenemos frente a mi casa, mi padre saltando fuera de la
camioneta. Lo veo salir y sacudo mi cabeza.
—Creo que necesito hablar con mi padre. Las cosas han estado extrañas
entre nosotros, y es tiempo de hablar de eso. —Eso se trata de la muerte
de mi madre, su esposa, por mi culpa. Peter no discute, entendiendo
instintivamente lo que más necesito, como siempre hace.
—Está bien —me concede, pero no está contento acerca de esto. Entramos
a la cocina y se sienta en la mesa. Lleno un vaso con agua para mí y uno
con refresco para él, descartando la cerveza. Lo necesito sobrio por un
poco más.
—Lo hice. Está muerta por mí causa. Era tu esposa y ahora se ha ido por
mí culpa.
—Lali, sabes cómo estaban las cosas. Eres una chica inteligente, viste lo
que pasó entre nosotros. Ella no había sido realmente mi… esposa por un
largo tiempo. —Mira hacia un lado culpablemente—. No es que la culpe
por eso, tampoco. Hay mucha culpa de mi parte. Pienso en eso a veces, me
pregunto cómo es que las cosas se volvieron tan mal. —Me mira, sus ojos
plagados de remordimiento—. Es en mayor parte mi culpa, por la manera
en que las cosas fueron entre ella y yo. No estuve ahí cuando me necesitó,
y vi cómo se convertía, cuán importantes se volvieron las drogas. Lo sabía,
y lo ignoré. —Me mira—. Vi cómo era contigo.
—¿Por qué? —pregunto, torturada—. ¿Por qué era así conmigo? ¿Era yo
tan horrible, no era digna de ser amada? ¿Por qué me odiaba?
—Hay algo que deberías saber, Lali. Algo que probablemente merecías
saber hace mucho tiempo. —Se pone de pie—. Espera aquí, tengo algo que
deberías ver.
Sube por las escaleras con una mirada de añoranza hacia la puerta
principal. Puedo escucharlo hurgar, y finalmente regresa, trayendo una
hoja de papel con él. Se sienta frente a mí, mirando hacia abajo al papel
como si estuviera decidiendo si era bueno o malo enseñármelo, pero luego
la deja en la mesa y la empuja hacia mí, sin encontrarse con mi mirada.
Miro hacia abajo. Certificado de Adopción está garabateado en la parte
superior de la hoja. Mis cejas se fruncen en confusión. ¿Mi madre era
adoptada? ¿Qué tiene esto que ver conmigo? Entonces continúo leyendo,
viendo la fecha del nacimiento del bebé, y el nombre de los padres
adoptivos, y mi corazón se detiene. Miro a mi padre, quien me está
mirando dolorosamente.
—Sí.
Él asiente tristemente.
—Me lastimó. Gravemente. Me fui por casi una semana mientras los
Lanzani cuidaron de mí hasta que sanara. ¿Incluso estuviste al tanto de
eso, papá? —escupo su nombre sarcásticamente.
—Elegiste adoptarme —le acuso, con la voz llena de veneno—. Tenías una
responsabilidad conmigo. Ambos la tenían. ¿Y tú excusa es que no querías
lidiar con eso? —Me pongo de pie furiosamente, y él mira al suelo, con
miseria en cada línea de su cuerpo. Alejo cualquier sentimiento de
compasión en mí al verlo.
Saco el teléfono que aún tengo del Dr. Lanzani, y llamo por información.
Marco un nuevo número para llamar por el favor que esperaba que fuera
algo totalmente diferente cuando se lo pedí. Me siento aliviada cuando
Eugenia contesta.
L
e pregunto a Eugenia si puedo quedarme con ella durante unos días,
en lo que ella y sus padres de buena gana estuvieron de acuerdo. Al
igual que yo, Eugenia es hija única, y les contó a sus padres acerca
de mí y cómo me trato durante estos últimos años en un ataque de
arrepentimiento. Estuvieron horrorizados y entristecidos por su
comportamiento, y se alegraron de que hubiera tratado de hacer las paces
conmigo, así que estaban más que dispuestos a dejar quedarme. Tienen
una habitación libre, que comparte un baño con Eugenia, que me dejan
usar.
—¿Por qué? —le pregunto una noche mientras nos sentamos en el suelo
de su habitación, mirando antiguas fotos de su familia, algo que nunca he
tenido, excepto la foto del día en que entregaron mi columpio—. ¿Por qué
me odiabas tanto?
—Supongo que ahora entiendo por qué. Pero no lo hice en ese entonces. —
Me mira de nuevo, toma un respiro y me dice.
—A pesar de que te volviste extraña, y realmente callada, eras tan bonita.
Estaba celosa porque quería ser la más bonita. Supongo que eso es
bastante egoísta, pero… —Se encoge de hombros de nuevo.
—De todos modos, siempre había pensado que Peter era el chico más
lindo en la escuela, y en algún momento decidí que si él era el más lindo, y
yo la más bonita, deberíamos estar juntos. Como una súper pareja. Una
vez que decidí eso, comencé a notar la manera en que te miraba. Él
siempre se desviaba de su camino para ser amable contigo. Entonces vi el
regalo de San Valentín que te dio.
—Algo así —aclara—. Eso era sólo una parte de eso. Después de eso,
ustedes dos siempre estaban juntos, tomados de la mano. Pero ya que
había decidido que él debería estar conmigo, volví mi ira contra ti. Como
dije, fue egoísta… y mezquino.
—Para ese entonces, creo que odiarte era casi una costumbre. Regresaste
a la escuela ese año más bonita que nunca… —Hago un sonido ahogado y
ella se detiene, mirándome con dolor culpable en sus ojos. Ladea su
cabeza.
—Euge, ningún chico me miraba. Era delgada y estaba vestida con ropa de
segunda mano. Ellos no podían quitar sus ojos de ti.
Me sonríe, tristemente.
—Te notaron, Lali. Así que me aseguré que la atención que estabas
recibiendo rápidamente se convirtiera en negativa. Nunca te opusiste, no
contra mí, ni contra cualquier persona. Era tan fácil… —Su voz se
desvanece, escuchando sus propias palabras. Cuando me mira de nuevo,
tiene lágrimas en sus ojos.
—No tenía idea por lo que estabas pasando, Lali. Esa no es excusa, pero
hace lo que hice cien mil veces peor. Ya era bastante malo, que sea capaz
de tanta crueldad, que pude hacer la vida de alguien tan miserable.
Entonces al saber lo que estabas sufriendo… —De repente se acerca,
tomando mis manos.
Aprieto sus manos mientras las lágrimas se deslizan por sus mejillas,
aquellas perfectas e impecables mejillas por las que me pasé tantos años
estando celosa.
—No lo sientas.
—Me alegro, Lali. Me alegro de que lo tengas, que él pueda ver lo que el
resto de nosotros estábamos demasiado ciegos para ver.
***
La casa de Eugenia está más lejos a la casa de Peter, pero con el clima
volviéndose más cálido comienzo a caminar la distancia, y luego Peter me
lleva de regreso en el coche por la noche. Puedo decir que realmente no
entiende por qué estoy tan enojada con mi padre, aunque creo que Emi
y el Dr. Lanzani son un poco más comprensivos.
—No creo que vaya a suceder, pero lo he visto pasar un montón de veces.
Has tenido trazada tu carrera universitaria por tanto tiempo como puedo
recordar. No puedes simplemente renunciar.
—Hijo, has trabajado muy duro durante un largo tiempo para llegar a este
punto. ¿Cómo siquiera puedes pensar en eso?
Una asesina.
Y sé que el Dr. Lanzani tiene razón, que me odiará por eso al final. Trato
de imaginar a Peter mirándome con odio y repugnancia, y me pone
físicamente enferma el ver esa imagen.
Corro hacia el bosque, el bosque que había sido una vez el lugar de su
baile de graduación para mí, una dura prueba de cuán lejos llegaría para
tratar de complacerme, al igual como lo había hecho cuando renunció a su
baile para darme el mío propio.
Me siento en el suelo sobre las hojas húmedas. Sé lo que tengo que hacer.
Tengo que destruirme para salvarlo. Mi inclino, vomitando sobre el suelo
húmedo la enfermedad que se apodera de mi estómago de sólo pensarlo.
Peter está ahora sentado solo en el patio trasero, encorvado sobre una
silla del jardín, sumido en sus pensamientos. Abro el cerrojo de la puerta,
y se sienta derecho ante el sonido.
—Está bien. —Toma mi mano y me lleva a las sillas del jardín. Me siento
frente a él, sin saber por dónde comenzar, no queriendo hacer esto.
—No, no hay ningún problema con Eugenia o con mí… papá. Eugenia y sus
padres han sido geniales, realmente geniales.
—Peter, la cosa es… que ya no puedo verte más. —Me pongo de pie,
dándome la vuelta, no queriendo que vea lo que me cuesta decir las
palabras, temerosa de que si lo miro, las retiraré.
—¿De qué estás hablando? —Se pone de pie, y uso todos mis años de
práctica de aprender a poner mi rostro en blanco frente a la furia de mi
madre cuando lo enfrento.
—¿Me estás diciendo que no podemos estar juntos porque no soy pobre?
—Suena enojado ahora, con dolor debajo de sus palabras—. Puedo vivir
de esa manera, siempre y cuando sea contigo. Lo haré, si eso es lo que
quieres. —Pero sus palabras no son ciertas, él lo sabe y yo lo sé.
Los ojos de Peter están oscuros con negación, su rostro devastado. Está
negando con la cabeza, y necesito todo lo que tengo para no poner mis
brazos a su alrededor y tratar de aliviar el dolor de sus ojos.
—La, por favor, por favor no hagas esto. Quiero estar contigo. Quiero
casarme contigo. —Da un paso adelante y me gira hacia él, con sus manos
apretadas alrededor de mis antebrazos. Cierro mis ojos ante la intensidad
de su mirada, contra de mi abrumador deseo de ceder ante él, de ser
egoísta y tomar lo que me ofrece. Pero detrás de mis ojos cerrados, veo de
nuevo la imagen de él mirándome con odio y mi decisión se vuelve más
fuerte.
—Te amo también. —Me esfuerzo por mantener mi voz clara, para
suprimir la emoción que exige ser liberada con las palabras—. Siempre te
amaré. Has sido mi mejor amigo. Nunca olvidaré todo lo que has hecho por
mí. No tienes idea de lo mucho que significa. Pero ahora es tiempo para mí
de seguir adelante.
T
ermino quedándome con Eugenia durante todo el verano. Cada vez
que trato de irme, Eugenia o sus padres me convencen de quedarme
sólo un poco más, hasta que eventualmente dejo de sacar el tema.
Simplemente parece más sencillo quedarme.
—Entonces vayamos por una taza de cianuro. Escuché que sirven el mejor
cianuro al oeste de las Montañas Rocosas en Joe’s.
También me dice que soy una idiota, que si ella hubiera tenido a alguien
que la amara de la manera en que Peter me ama, haría cualquier cosa
para conservarlo, no para alejarlo.
Voy al banco con el dinero del abuelo de Peter y lo convierto en una orden
de dinero, que luego le envío por correo. Me es devuelto una semana
después. Lo mando por correo de nuevo, con una carta esta vez, diciéndole
que ya no estoy con Peter y ya no necesito un ―fondo de emergencia‖. Es
devuelto otra vez, esta vez con un giro nuevo de dos mil dólares, con su
propia carta.
Querida Lali,
La carta me hace reír y llorar. Echo de menos al abuelo Peter, más aun
sabiendo que nunca lo volveré a ver. Pero sé que habla en serio, así que
me quedo con el dinero, esta vez enviándole una carta de agradecimiento
por su donación a la Fondo de la Nueva Vida de Lali Esposito.
—Así que, escuché que no conduces —el papá de Eugenia, Tom, me dice
durante la cena una noche.
Miro a Eugenia, quien me ignora intencionadamente mientras sirve patatas
en su plato. Me vuelvo hacia Tom.
—¿Pero?
***
Estoy tejida en el tapiz de su familia hasta tal punto que incluso me dan
algunas tareas para hacer junto con Eugenia. Cuando el verano está
llegando a su fin y comienzo a hablar acerca de mudarme de nuevo, me
ignoran, sin hacer un gran alboroto y me encuentro a mí misma
quedándome, de nuevo.
El dolor de perder a Peter nunca se alivia; sólo aprendo a vivir con él.
Evito los lugares en la ciudad en los que sé que él podría estar. Eugenia
trata de decirme las cosas que oye hablar acerca de él, pero tapo mis oídos
infantilmente, su nombre es demasiado doloroso para siquiera escucharlo.
No quiero saber lo que está haciendo, aun cuando añoro la visión de su
rostro, el tacto de su mano, el beso de sus labios, tanto que lloro cada
noche al dormir.
Es Emi.
M
i psiquiatra me anima a hacer las paces con mi padre. Descubrí
que mis padres biológicos son unos desconocidos, ya que dejaron
en las escaleras de un hospital… en realidad, no es tan
romántico como suena. Así que decido tratar de verlo.
—Hola —le digo, cuando llego al otro lado del coche en el que está.
—Problemas con el coche, ¿eh? —le digo. Él mira hacia abajo al motor
como si pudiera haber algo ahí para explicar mi presencia.
—Sí, sigo pensando que voy a mantener esto por unos cuantos años más,
pero esto tiene sus propias ideas. —Yo asiento y él mira más allá de mí,
hacia donde mi coche se encuentra—. ¿Es tuyo? —pregunta.
—Sí, lo tengo hace un mes.
—Eso parece.
—Si alguna vez necesitas que lo miren, yo puedo... —Su voz se desvanece,
me mira indeciso.
—Seguro. —Una vez más, levanta las cejas en estado de shock por mi
respuesta.
Sus ojos están claros. Su rostro está ansioso porque yo estoy aquí, pero en
el fondo está relajado, sin nervios o espasmos nerviosos. Su nariz está
rayada de cicatrices producidas por vasos rotos, que indican el
alcoholismo, pero no son de color rojo.
—Un montón de mis recuerdos están relacionados en esta mesa —le digo,
recorriendo con mis manos a través de la superficie limpia y desgastado.
—Aunque no todos ellos buenos, ¿eh?
Lo miro, recuerdo mi última vez aquí, cuando me enteré de que había sido
adoptada, el momento de la cena de Acción de Gracias, todas las comidas
que se sirvieron, pero que fueron no comidas por mí. Entonces pienso en
las veces que me senté aquí con Peter o con Emi. E incluso algunos de
esos momentos con mi padre allí.
—No todos ellos malos, tampoco —le digo. Se aclara la garganta, cruzando
sus manos alrededor de su lata de refresco.
—Lali, hay algo que quiero decirte, si está bien. —Sus ojos están sobre la
mesa.
—Claro. —Me pregunto qué otra revelación que puede darme, y si esta va a
explotar mi mundo de nuevo.
—Debería haberlo hecho hace años, sin embargo. Antes de que nacieras,
antes de que tu mamá y yo nos casáramos, estaba teniendo problemas con
la bebida y había recibido ayuda entonces, aunque no duró mucho. Me iba
bien hasta que me quedé sin trabajo. Lo que no debería haber sido tan
malo, pero tenía miedo, ella estaba embarazada del bebé que no
deberíamos haber tenido, ya que teníamos que ser responsable de esta
casa y de su hipoteca, facturas de otras cosas. Y en lugar de tratar con
todo, me dirigí a alcohol para calmar el estrés.
—Tú. —responde, como si debiera haber sido obvio—. La última vez que
estuviste aquí. Estabas tan enojada. Y me di cuenta que eso era culpa mía.
—Sonríe con tristeza—. Cuando llegué a casa y no estabas aquí, y no
regresaste, supe que había destruido mi vida y alejado de mí la única cosa
buena que tenía.
—¿En serio?
***
Desde ese día he hablado con él por teléfono casi a diario. Voy a su casa
un par de veces a la semana para cenar con él. Sobrio es un hombre
nuevo, está muy lejos de la extraña embriaguez que había conocido antes.
Él me preguntó una vez por Peter porque el papá de Eugenia le había
dicho que había roto con él, pero lo interrumpí, negándome a hablar de
ello, y a diferencia de Eugenia él no vuelve a preguntar. A veces, sin
embargo, veo que me observaba con una mirada triste, con confusión en
sus ojos y sé que quiere preguntar, quiere saber lo que nos podría haber
conducido a terminar, pero él no lo pregunta.
Pretendo que no soy muy consciente de que ya se ha ido, a donde sea que
su destino lo haya llevado. Justo antes de Navidad regreso a casa con mi
padre. Estoy decidida a mantener una cara feliz por él, para ayudarle a
mantenerse sobrio y a no hundirlo con mi dolor. Por la noche todavía lloro
y sueño con Peter; le echo de menos con una dolorosa soledad que
amenaza con abrumar a todo lo demás en mi vida.
Capítulo 29
L
a primavera llega temprano. La nieve y el hielo se derriten con
rapidez, las flores de primavera florecen cuando no deberían hacerlo.
Sigo avanzando tanto como me sea posible, así que estoy contenta
por las flores, sobre todo cuando estoy en el campus, porque son tan
hermosas. Se sienten como una nueva vida, nuevos comienzos. Me gusta
caminar de edificio en edificio para ir a clases, con el cálido sol en mi
espalda. Me pongo la chaqueta de Peter, que me quedé, decidiendo que
este pequeño trozo de auto-tortura vale la pena con tal de sentirme más
cerca de él.
Cuando escucho mi nombre ser llamado una tarde de primavera por una
voz más familiar que la mía, decido que es el poder de la ilusión, ya que
estoy vistiendo su chaqueta. Doy vuelta de todos modos, instruyendo a mi
sonrisa para no mostrar lo mucho que deseo que esa voz pertenezca
realmente a él, esperando ver a uno de mis compañeros de clase allí.
Mi sonrisa se cae, mis brazos flojean con mis libros, los cuales se
dispersan por el suelo cuando mis ojos se aterrizan sobre él. Él está aquí,
realmente aquí, de pie a tres metros de mí. Él se acerca más, con una
sonrisa irónica cruzando su rostro cuando toma los libros esparcidos. Mi
corazón se retuerce dolorosamente por la expresión familiar, mis manos se
encrespan en puños, enterrándome las uñas para impedirme gritar de
dolor.
—¿Por qué estás aquí? —Tengo la intención de suene como algo que me
tiene sin cuidado, remoto. En cambio las palabras suenan casi sin aliento,
con un dolor que subyace en cada sílaba.
—Creo que es hora de que dejes de ser una mártir. —Sus palabras salen
duramente, con tensión en su mandíbula. Pasa sus dedos por su pelo; el
gesto es tan encantadoramente familiar que me duele. Da un paso más
cerca—. ¿Cuánto tiempo más tenemos que sufrir, aparte de hasta el
momento en que tú sentido de justicia se cumpla?
—Si no, entonces ¿qué? —Su voz se eleva, y algunos estudiantes cercanos
miran en nuestra dirección.
—Tú estabas conmigo sólo porque me compadeciste. Yo sólo era una pobre
criatura que rescataste.
—Esto es una estupidez, Lali. Te amo. Quiero estar contigo. Hoy, mañana
y siempre. Y sé que me amas. Dime que estoy equivocado acerca de ti,
acerca del por qué me has dejado. Dime que no me amas.
Sé que debería abrir la boca y decir las palabras, decir una mentira, y
entonces él podrá seguir adelante. Abro la boca. No sale nada, así que me
obligo a cerrarla.
—Peter. —Su nombre sale antes de que pueda detenerme, antes de que
sepa qué intento decirle. Él se detiene, se congela, y luego lentamente se
vuelve hacia mí. Su rostro está plagado de miseria, el dolor brilla en sus
ojos, cada línea de su cuerpo refleja desesperación. Y me doy cuenta de
que todo eso se debe a mí. Lo amo más de lo que se pensaba que fuera
posible amar a alguien, y aquí estoy, causándole tanto dolor, cuando todo
lo que quería era que él fuera feliz. Con eso, mi decisión está tomada. Me
seco las lágrimas, cuadrando mis hombros.
—Quiero contarte una historia —le digo—. Se trata de una chica, que se
enamoró de un chico. Pero ella no creía que fuera digna del amor de ese
chico, o del amor de nadie. Ella pensó que tenía que alejarlo para él
pudiera ser feliz. —Veo que la comprensión lentamente cruza su rostro,
aunque todavía atenuada por la idea de que podría no estar diciendo lo
que él quiere. Empiezo a caminar lentamente hacia él—. Ella era una
niña tonta, miserable y solitaria, lloraba hasta dormirse todas las noches
porque lo extrañaba mucho. Pero eso no importaba, lo importante era que
él estaba mejor sin ella. —Sacude su cabeza, abriendo la boca para
protestar, pero estoy delante de él, y coloco mi dedo ligeramente sobre sus
labios para detenerlo. Calor, y un sentimiento de exactitud, fluye a través
de mí por el contacto, estando casi a punto de descarrilar mi tren
de pensamiento—. Pero un día él vino a ella, y ella pudo ver que él estaba
herido y que ella había provocado con eso —mi mano acuna su mejilla—
que le había hecho daño aun cuando ella preferiría morir mil veces
lentamente, con agonizantes muertes, antes que causarle a él un sólo
segundo de dolor. Y se dio cuenta de que quizá se había equivocado. —Su
mano se acerca, capturando la mía, presionando la palma de mi mano
contra sus labios—. Ella entendió que tal vez ella sí podría hacerlo feliz y
se cuestionó, si ella le preguntara de forma realmente agradable, si él
podría perdonarla y darle otra oportunidad. Que tal vez él podría permitirle
pasar el resto de su vida demostrándole cuanto lo lamenta y lo mucho que
lo ama. —Su mano libre se acerca a mi mejilla, ahuecando mi mandíbula.
—¿Ah, sí? —le pregunto, perdiéndome en sus ojos verdes que ahora
están brillando con alegría—. ¿Cómo termina?
Cuando su boca baja hacia la mía, mi corazón palpita libre con la carga y
se eleva. Estoy de vuelta a donde pertenezco.
Epílogo
Peter
D
eslizo mi mano debajo de la mesa, pasando mis dedos
suavemente, lentamente por su brazo hasta que nuestras manos
se encuentran. Inmediatamente ella voltea su mano, enredando
sus dedos con los míos. Es realmente conveniente que yo sea zurdo y ella
diestra, porque así puedo tomar su mano cuando quiero y sin interrumpir
su meticulosa toma de notas.
Siempre supe que Lali era terca; pero no me había dado cuenta de cuánto
podía llegar a serlo hasta que decidí cómo nuestras vidas deberían
continuar.
Lali vive con su padre, al cual se ha apegado mucho. Salva ha hecho que
su vida gire completamente alrededor de Lali… un sentimiento con el que
empatizo totalmente. Finalmente está siendo el padre que le negó durante
tantos años.
Dice que no se casara conmigo hasta que termine sus estudios y pueda
apoyarme mientras voy a la escuela de medicina. Está a menos de un
semestre de conseguir su título de enseñanza.
Quiere enseñar al cuarto grado, dice, porque para ella, ese fue el momento
en que ella necesitó que alguien viera que su vida en casa se estaba
deteriorando. Ella quiere estar en la posición de hacer eso por alguien más
si es necesario.
Lali nunca ha sido capaz de verse a sí misma como realmente es. Una
llamarada de ira me atraviesa cuando pienso en lo que le hicieron, en por
qué tiene una visión tan pobre de ella misma. La aplaco; ella me enseñó
sobre el perdón, sobre dejar ir, así que estoy trabajando en eso.
La miro una vez más, veo la curva de su boca mientras empuja su hombro
contra el mío.
―Deja de mirarme‖ dice el gesto. Lo bueno sobre los gestos es lo fácil que es
pasarlos por alto. Ella me mira y lo veo, ese destello de orgullo y confianza
que aparece cuando ella no está luchando por ocultarlo.
—¿Por qué fue eso? —pregunta sin aliento cuando la dejo tomar un poco
de aire.
—¿Importa? —bromeo.
Sip, definitivamente voy a tener que presionar para realizar esa boda… y
pronto. No puedo imaginar nada mejor, nada que quiera más, o nada que
alguna vez llegue a desear más que tenerla en mis brazos.
Para siempre.
Fin