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¿QUÉ EFECTO TIENEN LOS AGUJEROS NEGROS

SÚPERMASIVOS SOBRE LAS GALAXIAS?


enero 14, 2018
En una de las últimas entradas que publiqué comentaba que casi todas las
galaxias tienen un agujero negro súpermasivo en su núcleo, así que he
pensado que hoy sería buena idea hablar el efecto que tienen estos
monstruos gravitatorios sobre las galaxias que habitan.
Pero, para variar, vas a andarte por las ramas y empezar explicando cómo
llegaron al centro de las galaxias esos agujeros negros.
Nada me haría más feliz, voz cursiva, pero, por desgracia, aún no se sabe
con seguridad cómo se forman los agujeros negros súpermasivos del
centro de las galaxias. Aunque eso no quita que existan varias hipótesis al
respecto, claro.
Por un lado, se sabe que las estrellas muy masivas producen agujeros negros
cuando su combustible se agota y estallan en forma de supernovas. Estos
agujeros negros estelares son “pequeños”, con una masa hasta algo más de
una decena de veces superior a la del sol, pero podrían se haber convertido
en agujeros negros súpermasivos si consiguieron absorber suficiente
material de su entorno mientras su galaxia tomaba forma, llegando a
convertirse en las bestias que tienen una masa millones de veces superior a
la del sol y que observamos hoy en día.
Otra hipótesis más exótica sugiere que, en vez de ser producidos por las
estrellas, estas “semillas” de los agujeros negros súpermasivos podrían
haber sido los restos del colapso de gigantescas nubes de gas tan masivas
que ni siquiera habrían pasado por la fase de estrellas. En este caso, unas
bolas de gas tremendamente masivas llamadas quasi-estrellas habrían
sucumbido a su propia gravedad, saltándose todos los pasos de la evolución
estelar y formando directamente agujeros negros sin siquiera reventar
primero en forma de supernovas.
De momento, las quasi-estrellas son cuerpos celestes hipotéticos pero, para
hacernos una idea del tamaño colosal que hubieran tenido, en la siguiente
imagen podéis ver uno de estos objetos comparado con UY Scuti, la estrella
más grande conocida, que tiene un diámetro mil veces superior al del sol.
(Fuente)
Pero esta idea de que los agujeros negros de masa estelar pueden crecer
hasta convertirse en agujeros negros súpermasivos tiene algunos
problemas.

Como he comentado otras veces, el campo gravitatorio de un agujero negro


no tiene nada de especial, en el sentido de que se comporta de la misma
manera que el de cualquier objeto ordinario: sólo te arrastrará hasta el punto
de no retorno si te acercas demasiado a él (y te mueves demasiado despacio).
Por tanto, para que un agujero negro devore la materia necesaria para
alcanzar una masa millones de veces superior a la del sol, esa misma
cantidad de material tendrá que estar concentrada muy cerca de él durante su
formación… Y eso no es tan fácil como parece por culpa de la inmensidad
del espacio. Además, el agujero negro necesitará absorber la mayor cantidad
de masa posible en un espacio muy corto de tiempo porque, de lo contrario,
el sistema alcanzará el equilibrio gravitatorio antes de que pueda convertirse
en un agujero negro súpermasivo.
Para rematar el asunto y como comenté en la entrada que mencionaba al
principio, si una gran cantidad de materia cae en un agujero negro, la
energía que se libera durante el proceso puede empujar y alejar el resto
del material que lo rodea, dejando al monstruo sin alimento con el que
seguir creciendo.
Aun así, aunque las astrónomos aún no saben el mecanismo exacto que da
lugar a estos agujeros negros tan masivos, sí que sabemos que existen desde
hace mucho tiempo.
En los años 50 se empezaron a descubrir unos objetos que más tarde
terminarían llamándose cuásares, que son galaxias extremadamente
lejanas que brillan con una intensidad tremenda. Estas galaxias están tan
lejos de nosotros que hoy en día nos llega la luz que emitieron unos 1.000
millones de años después de que tuviera lugar el Big Bang y, como
resultado, las vemos tal y como eran cuando aún se estaban formando.
Se cree que el brillo extremo de estas galaxias tan jóvenes viene de sus
agujeros negros súpermasivos centrales: el material que cae en su interior
alcanza velocidades cercanas a las de la luz mientras se precipita hacia el
punto de no retorno, rozando y calentándose hasta temperaturas de cientos
de millones de grados y, por supuesto, emitiendo una gran cantidad de
radiación durante el proceso.
Una foto del cuásar PG 0052+251 y una ilustración de lo que probablemente
está pasando en el centro de la galaxia. (Fuente)
O sea que, aunque no se conozca el origen exacto de estos agujeros
negros tan masivos, al menos sabemos que ya existían cuando el
universo era muy joven.
Pf, menuda ayuda. En cualquier caso, ¿qué pasa con esas pocas galaxias
que no tienen un agujero negro central? ¿Sus estrellas se disipan por el
espacio porque no hay un objeto súpermasivo que las mantenga unidas con
su campo gravitatorio?
Para nada, voz cursiva. Aunque la masa de los agujeros negros súpermasivos
sea impresionante, la influencia de su gravedad sobre el resto de la
galaxia es mucho menor de lo que podría parecer.
Hay que tener en cuenta que, por mucha masa que posean, los agujeros
negros súpermasivos representan una fracción muy pequeña de la masa total
de la región central de las galaxias (alrededor del 0,1%, para ser más e
xactos). Por tanto, aunque estos agujeros negros sean la fuente de gravedad
dominante en un radio de unos pocos años luz a su alrededor, su gravedad
no tiene un efecto significativo a grandes distancias.
Por ejemplo, aunque el agujero negro central de la Vía Láctea (Sgr A*)
tenga una masa de equivalente a la de 4 millones de soles, el bulbo galáctico
que lo rodea contiene alrededor de 10.000 millones de masas solares en
forma de estrellas individuales. Por tanto, el efecto de la gravedad de los
agujeros negros súpermasivos sobre las estrellas del resto de la galaxia es
muy pequeño en comparación con la gravedad combinada de los miles de
millones de estrellas que contiene la galaxia en sí.

Imagen de la zona central de la Vía Láctea, con la región que rodea Sgr* A
brillando en rayos X (el borrón azul de la derecha). (Fuente)
Así que no, voz cursiva, un agujero negro central no es necesario para
mantener la cohesión de una galaxia. Ahora bien, los agujeros negros
súpermasivos pueden modificar la estructura de sus galaxias sin la
ayuda de la gravedad.
Por ejemplo, la radiación emitida por la materia mientras cae hacia el
agujero negro súpermasivo puede limitar la formación de estrellas de
una galaxia. Esto ocurre porque las estrellas se forman a partir del colapso
gravitatorio de grandes nubes de gas de frío pero, si el agujero negro central
está especialmente activo (que, a juzgar por los cuásares, suele ser el caso
cuando las galaxias son muy jóvenes), la radiación emitida puede calentar
esas nubes de gas, impidiendo que se condensen y formen estrellas. Una
prueba de esta influencia es que la fase de formación de estrellas dura más
tiempo en las galaxias que tienen agujeros negros menos masivos en su
centro.
Siguiendo la misma línea, la región extremadamente caliente que rodea un
agujero negro activo produce un “viento” que se esparce por toda la
galaxia, una corriente constante de partículas que se extiende en todas
las direcciones y que es capaz de dispersar las nubes de gas
interestelar, impidiendo que se condensen más estrellas en su interior.
El agujero negro de este cuásar (abajo, en rojo) está produciendo un viento
(en azul) que se extiende por la galaxia. (Fuente)
Un ejemplo más extremo de este efecto es el agujero negro central de la
galaxia M106, que emite dos intensos chorros de energía que atraviesan la
galaxia, calentando el material con el que entran en contacto y produciendo
dos “brazos” de gas muy caliente visible en las imágenes de rayos X. Este
fenómeno está empujando el gas del centro de la galaxia hacia la periferia y,
como resultado, los astrónomos estiman que en la región central de M106 se
están formando estrellas a un ritmo 10 veces menor que en la de la Vía
Láctea.
La galaxia M106, vista en varias longitudes de onda. (Fuente)
Otra correlación interesante que se ha encontrado es el hecho de que las
galaxias que contienen agujeros negros más pequeños en su centro
también tienen bulbos centrales (la región central de la galaxia donde
las estrellas están más apiñadas) menos extensos. De hecho, las galaxias
que no tienen un agujero negro súpermasivo en su centro, como parece ser el
caso de la galaxia del Triángulo, no tienen bulbo central en absoluto.
La galaxia M81 (arriba), con un agujero negro súpermasivo de 70 millones
de masas solares y la galaxia del Triángulo (abajo), sin agujero negro
central. (Fuentes: 1, 2)
¿Y qué efecto tiene sobre una galaxia eso de no tener bulbo central, además
de que no están tan bonitas sin él?
Pues que los bulbos centrales de las galaxias contienen una gran cantidad de
estrellas viejas que expelen material al espacio con frecuencia,
enriqueciendo el medio interestelar con elementos pesados, como los que
terminan dando lugar a los planetas rocosos. Además, las estrellas del bulbo
central tienen una mayor dispersión de velocidades en las galaxias con
agujeros negros más masivos, lo que significa que, cuanto mayor es el
agujero negro, más dispares son las velocidades de las estrellas individuales
respecto a la media.
En cualquier caso, aunque se han observado correlaciones entre el tamaño de
los agujeros negros súpermasivos y algunas propiedades de las galaxias, lo
cierto es que aún no se conocen las causas de algunas de ellas. Por ejemplo,
no se sabe con seguridad si el agujero negro central determina el tamaño del
bulbo central de la galaxia o si, por el contrario, es el mecanismo de
formación de un bulbo grande el que permite que exista un agujero negro
más masivo en su centro. O si los dos parámetros son el resultado de un
tercer mecanismo distinto, vaya.
En definitiva, el estudio de la relación entre las galaxias y los agujeros
negros súpermasivos es una tarea especialmente complicada porque requiere
estudiar galaxias tan lejanas que la luz que llega a nuestros telescopios fue
emitida cuando aún se estaban formando, un momento en el que sería más
fácil observar esas relaciones. El problema es que esa luz es muy débil
cuando por fin alcanza la Tierra y sus longitudes de onda han sido
alteradas por la expansión del espacio, así que es difícil estudiarla.
Por tanto, de momento no nos queda más remedio que vivir con el castigo de
no saber cómo se forman exactamente los agujeros negros súpermasivos ni
hasta qué punto influyen en la estructura de las galaxias.
Vaya, no sé si podré dormir esta noche…
Lo sé, voz cursiva, lo sé. Pero, si te consuela, aquí dejo algunas sugerencias
con las que podrás distraerte para no pensar en ello (guiño, guiño).

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