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Cristian Abdallah Elías Delgado

Critón

Sócrates y Critón

Sócrates, estando en prisión, espera la ejecución de su sentencia, cuando recibe


la visita de Critón, quien le comenta que pronto morirá pero lo invita a no aceptar
tal condena. Critón, le pide a Sócrates que le haga caso ahora y se salve, porque
a más de perder un amigo, muchos que no lo conocen bien, ni a Critón ni a Platón,
creerán que habiendo podido salvarlo, no quiso desenvolver dinero, no quiso
ayudarlo. Critón teme de la opinión general, en lo qué dirán, si no intenta salvar a
Sócrates.

Sócrates le responde que no debe temer a la gente, pues quienes obran al azar,
no pueden obra la prudencia o la imprudencia. Solo hay que atender las opiniones
del entendido. No obedecerlas implica perjuicios.

Critón le dice a Sócrates, que no esté preocupado por él ni por los otros amigos,
temiendo que si huye de prisión, los sicofantes los acosen por haberlo sacado en
secreto, y por esa causa, tener que entregar toda su fortuna, o sufrir todavía
alguna otra pena. Critón insiste con que debe escapar de la prisión y así salvar su
vida. Porque argumenta Criptón que al morir se traicionaría a sí mismo y al mismo
tiempo a sus hijos ya que cuando le es posible criarlos y educarlos los
abandonaría.

Sócrates le contesta que su buena intención le falta un poco de rectitud y continua


diciendo que no lo iba a asustar igual que a un niño con pérdidas o con suplicios y
las buenas opiniones las tenían los hombres de buen sentido y le puso el ejemplo
de un gimnasta y de lo que pasaría si no hiciera caso a la alimentación que su
entrenador le diera porque la gente lo criticaría y Critón le contestó que poco a
poco se dañaría el cuerpo. Sócrates siguió diciendo que por eso no hacía caso a
lo que la multitud dijera sino a la persona capaz de juzgar. Sócrates le demuestra
que prefiere morir que cometer injusticia
No es justo, pues, que por las circunstancias actuales se deba incumplir la ley. El
hombre de bien nunca debe obrar voluntariamente el mal, ni burlar lo convenido
justamente. Para Sócrates, lo que más importa no es vivir, sino vivir bien. Si las
leyes se acomodaran a las necesidades de los particulares, no servirían, dejarían
de ser justas. Si no son cumplidas por todos, pierden su fuerza, dejan de ser ley,
por lo tanto el Estado, que se apoya en ellas, deja de existir.

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