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Artículo Interculturalidad
Artículo Interculturalidad
En su conferencia con motivo de la aceptación del premio Karl Jaspers del pueblo y la
universidad de Heidelberg, el filósofo alemán Jürgen Habermas desarrolla una reflexión
sobre la necesidad de pensar el “conflicto de las creencias” no solo desde un punto de vista
cultural, sino necesariamente político, donde las doctrinas comprensivas puedan coexistir
dentro de marcos normativos basados en la tolerancia y el respeto. En el presente artículo
examinaremos los conceptos fundamentales de la filosofía de Jaspers, a saber voluntad
comunicativa y trascendencia, como elementos fundamentales para una lectura
fenomenológica del problema de la interculturalidad dentro del marco del liberalismo
político.
Este contacto con el mundo, a partir de dicha voluntad comunicativa, se presenta como la
posibilidad de trascendencia del ser humano, no solo desde su dimensión subjetiva, sino
también comprensiva. Así, Jaspers sostiene la tesis husserliana de la intersubjetividad como
condición de la existencia: “yo solo existo en compañía del prójimo; solo no soy
nada” (Jaspers: 10). Si para el filósofo de Heidelberg la filosofía empieza en los límites del
conocimiento intelectual, si esta no se dirige a únicamente hacia un objeto, “sino que es en
la intimidad de mi esencia el acto en que el pensar y el ser se vuelven la misma cosa”,
entonces esta solo podrá realizarse a través del acto comunicativo, entendido como palabra
o acción. Esta aspiración a la trascendencia, nos dice Arendt, va a ser el signo de la filosofía
existencialista de Jaspers:
Interculturalidad y Derechos Humanos
David Torres Bisetti
“el hombre, en tanto que "Señor de sus pensamientos" no es solamente más que todo lo
que piensa (lo que sería probablemente la condición fundamental de una nueva definición
de la dignidad del hombre); sino que sobre todo desde el comienzo, el hombre se define
como un ser que es más que su sí mismo y aspira más que a su sí-mismo. De esta manera
la filosofía de la existencia supera el período de su egotismo.” (Arendt, 1968: 68)
Jaspers, dirá Habermas, está convencido de que la filosofía puede promover una forma de
pensamiento que aproxime las diferencias culturales y religiosas a partir de la voluntad
comunicativa. Nos va a decir de él que “pone su trabajo filosófico al servicio de una forma
de comunicación que pueda al menos controlar la tensión entre creencias antagónicas y
convertirlas en un conflicto discursivo, aun cuando no las pueda disolver.” (Habermas, 1995:
31) Es como si, gracias a una suerte de clara y veraz comprensión filosófica “la voluntad de
destrucción se puede convertir en voluntad comunicativa.” Efectivamente, como anota
Jaspers en el prólogo de La fe filosófica frente a la revelación:
“Hoy buscamos el suelo sobre el que los hombres procedentes de todos los credos puedan
encontrarse razonablemente dispuestos cada cual a apropiarse de nuevo su propia
tradición histórica, a purificarla, a transformarla, pero sin renunciar a ella. El suelo común
para la pluralidad de creencias será la claridad del modo de pensamiento, la veracidad y un
saber fundamental común. Solo estas condiciones hacen posible la “comunicación"
ilimitada en la que los orígenes de las respectivas creencias se atraen recíprocamente por
razón de su seriedad.”1
No obstante, aún si este entendimiento fuera posible, concluye Habermas, no queda claro
cuál sería el objetivo de dicha empresa. ¿Se trata de algún acuerdo en términos
sustantivos? ¿O simplemente de establecer un respeto mutuo y neutral entre tradiciones
opuestas? Puesto que el espacio es limitado en este artículo, me apresuraré a señalar que
la principal demanda propuesta por Habermas se centra en la necesidad de un criterio
normativo básico que se articule con la idea de voluntad comunicativa.
En la medida en que analiza las condiciones para una comunicación afortunada entre
credos esencialmente opuestos, entonces sus argumentaciones deberían estar dirigidas
hacia un acuerdo sobre las reglas de juego, en otras palabras, deben apuntar más allá de
cuestiones de ética sustantiva, considerando que siempre pueden haber desacuerdos
razonables. (Habermas, 1995: 40)
fuerza de convicción racional pudiera ser interiorizado por cada persona y permitiera así
alcanzar una mayor estabilidad social. (Habermas, 1998: 11)
Bibliografía:
Habermas, J. (1995) he Conflict of Beliefs: Jaspers on the Clash of Cultures. En: The
Liberating Power of Symbols. Cambridge: MIT