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[ÍNDICE]
[1]
Introducción:
A. Tarea de la filosofía
B. Método 15
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFíA
666
<INTRODUCCIÓN>
12 Aquí el manuscrito sólo ponía 'T. Pero los títulos y subtítulos y sus res-
pectivas divisiones que seguimos son los quc aparecen en el índice definitivo.
13 Parece referirse a una frase de ImmanueI Kant en la obra Kritik der reinen
Ver11l111ft [Crítica de la razón pura], Riga, 1781.
T
672 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
INTRODUCCIÓN
673
14 Cf.p.175.
1S Cf. p. 218.
674 INTRODUCCiÓN A LA FILOSOFÍA
16* Por principio, no se diferencian de ello ni siquiera las ciencias que, como
las matemáticas, se ocupan de objetos ideales. El demostrarlo sobrepasaría el marco
de las reflexiones propias de una introducción.
T INTRODUCCIÓN
675
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
680
<Método>20
Sobre la meta tenemos ahora ideas claras. Pero esa meta se cierne
para nosotros en una lejanía infinita, y todavía no vemos el camino que
pueda conducir a ella. Hay que buscar ahora el método del filosofar.
Para no ir descaminados, debemos tener presentes con claridad las exi-
gencias que el método filosófico debe satisfacer para llegar a la meta.
Hemos visto en qué relación se halla la filosofía con las ciencias posi-
tivas: sabemos que la filosofía constituye su fundamento efectivo y su
presupuesto, y que investiga lo que puede ser aceptado por ellas como
evidente, sin ulterior examen. [16] De ahí se deduce para el método
filosófico la conclusión de que éste no debe asentarse sobre los resul-
tados de cualquier ciencia positiva?'. Y se muestra como completa-
mente errónea la concepción que asigna a la filosofía la tarea de esta-
blecer, basándose en los resultados de las diversas ciencias, "una ima-
gen armónica del mundo". Claro está que la labor filosófica sirve en
último término para el fin de hacer posible una visión del mundo en el
sentido original del término'". Pero lo conseguirá únicamente cuando
haga que las ciencias particulares queden aclaradas filosóficamente y
cuando las comprenda en su sentido y conexión, y no se limite a reu-
nir conocimientos particulares no investigados.
Por consiguiente, los conocimientos científicos no nos sirven para
nada; han de quedar "desconectados", cuando se trata de fundamen-
tar la filosofía como ciencia "última". / Entonces, ¿será quizás la
experiencia natural y precientífica el instrumento de conocimiento
del que se sirva la filosofía? Quien haya ido siguiendo las anteriores
reflexiones, estará dispuesto sin más a responder a esta pregunta con
un "no". En efecto, la diferencia entre la experiencia natural y la
experiencia científica se basa en que esta última se halla purificada de
los intereses prácticos con que el hombre ingenuo se acerca al mundo,
y en el hecho de que procede sistemáticamente. Esto significa que
evita ciertas fuentes de errores, por los que se halla amenazada siem-
pre la experiencia natural. En cambio, acepta ya de la experiencia los
presupuestos con los cuales trabaja, los presupuestos con los que ella
25 cr. p. 74.
INTRODUCCIÓN
683
*
-I
I
[30}
<l. Los PROBLEMAS DE LA FIU}SOFÍA DE LA NATURALEZA>30
32 Euclides de Alejandría, geómetra griego que vivió hacia 300 a.e.: su obra
principal: Elementos.
T
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
698
nuestra intuición, tal como Kant lo desarrolló en su estética trascen-
dental. Esta cuestión equivalía para él a la de saber si la geometría
tenía un carácter o empírico o apriorístico. Para Kant era naturaleza
empírica o a posteriori todo lo que procede de los sentidos. Pero lo
que no es proporcionado por los sentidos, sino que se da con ante-
rioridad a toda experiencia -es decir, lo que es a priori-, eso lo redu-
cía él a la actividad del sujeto, por la cual se da forma al material
interno. [54] Nosotros no seguimos esa subjetivización del a priori, y
por el momento prescindimos por completo de discutirla, porque per-
tenece a la problemática de la teoría del conocimiento, de la cual no
queremos ocupamos todavía. Entendíamos como a priori lo que
puede enunciarse acerca de la esencia de un objeto. Y puesto que las
proposiciones de la geometría tratan en general de triángulos, CÍrcu-
los, cubos, etc., no acerca de tales o cuales cuerpos que existan de
hecho, entonces hemos considerado a la geometría como una ciencia
apriorística, como una auténtica ontología. Por tanto, admitimos un
conocimiento apriorístico del espacio y de las formas espaciales. Pero
con eso no se excluye el que pueda haber una experiencia de la espa-
cialidad. Toda experiencia de la naturaleza incluye una experiencia
del espacio, en virtud de la cual (como sustrato ejemplar) es posible
el conocimiento de la esencia. Sobre la subjetivización del espacio,
no podemos emitir tampoco aquí ningún juicio decisivo. Pero una
cosa podemos decir ya ahora sobre este tema: hemos conocido las
formaciones espaciales como las formas de la extensión de las cosas
materiales, y el espacio, [55] como el medium en el cual todo ser
natural se extiende. En estas constataciones, que formulábamos en
una descripción puramente ontológica o noemática, no podrá modifi-
carse nada por ninguna dilucidación relativa a la teoría del conoci-
miento. Las cosas no pueden existir de otra manera que no sea en el
espacio y con una determinada forma espacial. El sentido que pueda
tener el "ser-en-sí" de las cosas y del espacio, eso podrá aclararse úni-
camente por medio de investigaciones relativas a la teoría del conoci-
miento. Y esto, por ahora, lo dejamos completamente a un lado. El
análisis episternológico o noético mostrará quizás que a la espaciali-
dad, que en una actitud noemática conocimos como elemento esen-
cial en la estructura del objeto de la naturaleza, le corresponden deter-
minadas funciones de la subjetividad. Pero con ello permanece invio-
lado el hecho de que la espacialidad pertenece a la esencia [56] del
objeto de la naturaleza, y jamás será posible establecer una separa-
ción entre el espacio y el mundo de los objetos. Esto es lo que tenía-
mos que decir de momento sobre esta primera cuestión.
L LOS PROBLEMAS DE LA FILOSOFÍA DE LA NATURALEZA
699
<Geometría no-euclidiana>
Otro problema más se ha planteado a consecuencia del desarrollo
de las matemáticas durante los pasados decenios. El descubrimiento
de las denominadas geometrías no-euclidianas condujo a la cuestión
de si la geometría euclidiana, que era la única conocida anteriormen-
te, no estaba determinada por la naturaleza accidental de "nuestro
espacio", y si no habría que admitir también espacios distintos con
arreglo a geometrías distintas. En el lenguaje de las matemáticas se
ha hecho corriente el hablar acerca del espacio de Riemann=', del
espacio de Lobatschewsky-", etc. Finalmente, se han hecho incluso
investigaciones acerca de si "nuestro espacio" [57] es en realidad
euclidiano, o de si esa antigua suposición no se basa en un engaño
muy difícil de superar. El nacimiento de las geometrías no-euclidia-
nas se produjo en conexión con los esfuerzos por fundamentar la geo-
metría como ciencia axiomática. La investigación acerca de lo que es
una ciencia axiomática y sobre cómo deben considerarse las geome-
trías no-euclidianas, pertenece propiamente a la lógica y a la teoría de
la ciencia. Nos adentraremos únicamente en este terreno en cuanto
sea preciso para eliminar las objeciones que desde este lado pudieran
alzarse contra nuestras reflexiones en materia de filosofía de la natu-
raleza. Se denomina axiomática a una ciencia, cuando sus proposi-
ciones, como habíamos constatado en el caso de la geometría, se pue-
den deducir, todas ellas, de un número finito de axiomas. De los axio-
mas [58] se exige el que no se hallen en contradicción unos con otros,
y el que sean independientes unos de otros, es decir, el que no puedan
deducirse unos de otros. La prueba de la independencia de un axioma
se efectúa poniéndolo entre paréntesis y sacando las consecuencias
que se deducen de los restantes axiomas. Con este procedimiento se
consiguió el que, por medio de la puesta entre paréntesis de un axio-
ma (se trató primeramente del tan discutido axioma de las paralelas,
del cual se había buscado ya siempre una prueba), se estuviera en
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
700
condiciones de construir una geometría completamente nueva, com-
pletamente divergente de la geometría euclidiana.
¿Qué influencia podrá tener ese sensacional descubrimiento en
nuestra idea acerca de la esencia del espacio? Considerado en princi-
pio, no tendrá en absoluto ninguna consecuencia. En primer lugar,
debemos aferramos a lo que nos enseña una intuición no influida por
ningunas teorías, [59J y a lo que pertenece ineludiblemente al fenó-
meno del mundo espacial: no existe más que un solo espacio. Sea
euclidiano o de cualquier otra índole: las formaciones espaciales son
muchas, pero el espacio se extiende ilimitadamente hacia todos
lados, abarcándolo todo lo que es de naturaleza espacial, y no dejan-
do espacio para nada fuera de él. ¿Qué repercusión tienen sobre él los
"espacios" de las diversas "geometrías"? Se las clasifica según el
número de sus dimensiones. El espacio euclidiano, "nuestro" espa-
cio, tiene supuestamente tres dimensiones. Los otros espacios tienen
dos, cuatro, etc., en una palabra, n número de dimensiones. Aquí
habrá que reflexionar acerca de cuál sea la significación que haya que
atribuir al número de dimensiones. Desde cada punto el espacio se
extiende en infinitamente muchas dimensiones, y existe [60J la posi-
bilidad de avanzar hacia todos los lados por las más diversas vías
(según su forma geométrica). La designación de determinadas direc-
ciones principales, de un sistema de coordenadas, tiene la finalidad
únicamente de situar en un sistema la totalidad de los puntos espa-
ciales y de todas las formaciones espaciales extensas, y de poder así
determinarlos. Según sea la índole de las formaciones espaciales a las
que se ponga como fundamento del sistema de referencia (líneas rec-
tas, grandísimas esferas, etc.), resultarán diversos sistemas de for-
mas. De hecho, en la formación de las geometrías no-euclidianas, no
se ha partido de determinadas formaciones espaciales, sino única-
mente de relaciones puramente formales. Se ha salido, sí, de la geo-
metría euclidiana, cuyos axiomas y teoremas tratan de formaciones
espaciales: [61] puntos, líneas rectas, etc. Pero ahora todas las pro-
posiciones matemáticas admiten una "formalización", es decir,
siguen siendo verdaderas, aunque uno sustituya por lo indeterminado
los objetos de los que tratan. Por ejemplo, la proposición geornétri-
ea: la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos, una vez
formalizada, dice así: entre dos objetividades P y una objetividad S
existe la relación r, De hecho se ha procedido dc esta manera en la
formulación de las geometrías no-euclidianas. Es verdad que, des-
pués de la eliminación del axioma de las paralelas, se han mantenido
en los demás axiomas los términos punto y recta. Pero no ha existi-
J. LOS PROBLEMAS DE LA FILOSOFÍA DE LA NATURALEZA
701
35* En paralelo con la doctrina del color habría que construir también una doc-
trina del sonido, que investigara la estructura de los sonidos como tales, y que estu-
diara en segundo lugar el papel que los sonidos desempeñan en la constitución de las
cosas sonoras. Análogas investigaciones debieran realizarse en todos los campos de
los sentidos.
'V*-
!
704 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
dad de ser llenados: son media en los que pueden estar formaciones
espaciales y formaciones temporales, las cuales, al llenar el espacio o
el tiempo, poseen naturaleza espacial y temporal, aunque son más que
una porción de espacio o una fracción de tiempo.
Las formaciones que llenan el espacio son cuerpos, líneas, super-
ficies; las formaciones que llenan el tiempo son sucesos, procesos,
etc. Para su constitución necesitan espacio o tiempo, pero no sólo eso.
La espacialidad que un cuerpo requiere para su constitución, la desig-
namos [83] como su extensión; a la temporalidad que pertenece a la
constitución de una formación temporal -por ejemplo, de un proceso
de desarrollo, de un movimiento- la llamamos su duración.
Que el movimiento tenga una duración, significa que ese movi-
miento llena una fracción de tiempo, y con ello delimita a la vez una
parte del continuum tiempo. Hay un momento en que el movimiento
comienza, y que se caracteriza por el hecho de que en cada momento
posterior hay movimiento, y en cada momento anterior hay reposo. Y
hay un momento a partir del cual ya no hay movimiento, de tal mane-
ra que en cada momento posterior hay reposo, y en cada momento
anterior hay movimiento. Entre esos dos últimos momentos se halla
la duración del movimiento. En cada uno de los momentos de esa
duración, incluso [84] ya en el primero, hay movimiento. Y cada
momento, según su actuación, se diferencia de cualquier momento de
reposo. Pero, al igual que todo lo que llena un continuum, el movi-
miento es continuo y no puede componerse a partir de cuanto hay en
cada uno de los momentos. Un "momento del movimiento", tal y
como queremos llamar al momento de una duración llena de movi-
miento, es un "lugar" en el movimiento continuo, de la misma mane-
ra que el punto es un lugar en el continuum de la línea, y habrá que
diferenciarlo, como tal, de cualquier lugar de cualquier otra forma-
ción continua.
Esto será suficiente para caracterizar el movimiento como acon-
tecer continuo. Ahora debemos considerarlo desde otro aspecto, por-
que si tenemos en cuenta las consideraciones hechas hasta ahora [851
(aunque pensemos que las líneas que hemos indicado puedan exami-
narse mucho más ampliamente de cuanto nos fue posible hacerlo en
el margen de que disponíamos), habrá que afirmar que tales conside-
raciones siguen siendo plenamente válidas, si en vez del término
"movimiento" utilizamos el de "cambio". Esto nos hace ver ya que el
fenómeno del movimiento no queda analizado exhaustivamente, si lo
caracterizamos como acontecer continuo.
1. LOS PROBLEMAS DE LA FILOSOFÍA DE LA NATURALEZA 709
éstas, con respecto a un lugar del espacio, son modos de ser específi-
camente diferentes unas de otras y diferentes del estado de reposo. El
recorrido de espacio y el reposo son procesos que requieren una dura-
ción. El abandonar, el alcanzar o el pasar por son [93J procesos
momentáneos, a los que corresponde un proceso momentáneo coor-
dinado con el reposo o con la permanencia, o -más exactamente- a
los que corresponde un estado momentáneo. Tanto el recorrido de
espacio como el reposo son procesos °
estados continuos, y durante
la duración del uno no puede darse ningún proceso momentáneo que
corresponda al otro proceso de duración. Durante el reposo, no puede
pasarse en ningún momento por un lugar; porque el pasar por es posi-
ble únicamente dentro de un recorrido continuo de espacio. Por con-
siguiente, si en un momento de reposo se pasara por un lugar, enton-
ces tendría que insertarse en él un movimiento, por breve que fuera
su duración: por tanto, se quebrantaría el reposo. De manera total-
mente análoga, dentro de la [941 duración de un movimiento no es
posible un momento de reposo o de permanencia en un lugar.
El espacio que se recorre o que se deja atrás durante una duración
puede ser diversamente grande (hablamos adecuadamente de recorri-
do, mientras el movimiento persista y no pueda deslindarse ninguna
porción de espacio, y hablamos de dejar atrás, en cuanto el movi-
miento ha tenido fin y se ha alcanzado una meta). A estas diferencias
en cuanto al recorrido de espacio, corresponden diferencias del movi-
miento en el que ese recorrido se basa en cada caso, diferencias que
caracterizan ya al movimiento en el momento. A aquel momento en
el movimiento, al que hay que reducir las diferencias en cuanto [95]
a recorrido de espacio, las designamos como la velocidad del movi-
miento. Pero, antes de adentramos más detalladamente en este nuevo
aspecto, que nos conduce a otra dimensión de nuestra reflexión,
vamos a estudiar el problema que habíamos pospuesto inicialmente:
la cuestión acerca de la relatividad del movimiento.
te. Este sustrato no tiene que ser necesariamente una cosa material;
puede considerarse también como sustrato la región llena sensorial-
mente, que cambia de aspecto a la manera de un caledoscopio. [117]
Pero se exige absolutamente un conjunto de cualidades. Eso no suce-
de en el caso del movimiento. Cuando en la geometría hablamos del
movimiento de un punto, entonces no tenemos ningún estado cualita-
tivo, porque un punto no tiene ningunas cualidades propias; todo lo
que se puede decir de él, es una de dos: o son negaciones (que es inex-
tenso, que es inmaterial) o son determinaciones que le corresponden
en relación con otros (ser el punto de intersección de dos líneas rec-
tas, ser el límite de una línea, etc.). Precisamente por eso no se puede
hablar de un cambio del punto. Pero, si se considera un movimiento
que se produce en la naturaleza, más exactamente: el movimiento de
una cosa material, entonces hay, sí, un conjunto cualitativo, [118]
pero en él no se modifica nada por medio del movimiento. El cambio
de lugar, que está asociado con el movimiento, no afecta al estado
interno de la cosa; ésta sigue siendo la misma, en cualquier lugar del
espacio en que se encuentre. Pero el movimiento, entendido como
estado de la cosa, es precisamente estado de la cosa y no es cualidad
ni cambio de una cualidad, sino reacción a int1uencias externas, una
reacción que, en su correspondiente condición, depende del estado
cualitativo del sustrato y de sus eventuales cambios.
Prescindiendo de esta necesaria distinción entre movimiento y
cambio, existen -como ya hemos destacado- concordancias esencia-
les [119] en su estructura: también el cambio es un proceso continuo
que comienza en un momento, requiere una duración y caracteriza a
cada momento de esa duración como momento del cambio. Así como
en el movimiento se recorre espacio, así también en el cambio se pasa
a través de cualidades. La "cualidad" se entiende aquí en un sentido
amplísimo, no como cualidad de la cosa, sino como todo lo que, deter-
minado en sí mismo, comprende en sí un "quale". Si lo que se cam-
bia es una cosa, entonces lo que trascurre es un continuum de cuali-
dades sensoriales, de formas, de magnitudes, etc. Si lo que cambia es
un elemento en la estructura o en la manifestación externa de algo
substancial, como las cualidades que acaban de mencionarse, [120]
entonces lo que trascurre es un continuum de grados de intensidad o
de diferenciaciones de ese elemento (por ejemplo, del color de la
cosa), y cada una de esas diferenciaciones es a su vez un "quale", una
cualidad en el sentido más amplio. Estas dos clases de cambios no se
yuxtaponen independientemente la una junto a la otra, sino que el
cambio de una cosa -o de algo substancial en general- es siempre
l. LOS PROBLEMAS DE LA FILOSOFÍA DE LA NATURALEZA
719
38 Véase su obra Endliches 1I1ld ewiges Sein [Ser finito y ser eterno], en ESW
Il, pp. 148ss. (Esta obra aparecerá en OC III).
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
720
41 Demócrito, filósofo griego natural de Abdera (Tracia), vivió entre los años
460 y 370 a.Ci; escribió sobre teología, cosmología, ética, fisiología, etc., de lo cual
se conservan fragmentos.
42 Galileo Galilei, matemático (Pisa 1564 - 1642 Arcetri/Florencia), astróno-
mo y filósofo. Con sus descubrimientos astronómicos cuestionó el sistema geocén-
trico del universo y por ello entró en conflicto con el Magisterio Eclesiástico. Entre
sus diversas obras mencionemos: Sidereus nuncius [Mensaje de los astros], (Venecia,
1609); Dialogo sopra i due massimi Sistemi del Mondo {Diálogo sobre los dos sis-
temas máximos del mundo], (Florencia, 1632); Discorsi e dimostrarioni matemati-
che intomo a due nuove scien:e [Discursos y demostraciones matemáticas en torno
a dos nuevas ciencias], (Leiden, 1638); etc.
43 René Descartes (La Haye 1596 - 1650 Estocolmo), filósofo francés, mate-
mático y dedicado también a ciencias naturales; se le llama padre de la filosofía
moderna: Entre sus obras importantes citemos: Discours de la méthode pour bien
conduire la raison et chercher la vérité dans les sciences [Discurso del método para
conducir bien la razón y buscar la verdad en las ciencias), (París, 1637); Meditationes
de prima philosophia, (París, 1641); Principia philosophiae [Principios de la filoso-
fía}, Amsterdam, 1644); etc. Respecto a lo que aquí habla Edith hay que tener en
cuenta la importante división de Descartes hacer entre res cogitans (la cosa pensan-
te, "espíritu") y rex extensa, materia. Esta separación influyó en Kant y así colaboró
de forma considerable a la fundación del idealismo.
44 John Locke (Wrington/Somerset 1632 - 1704 Oates/Essex), filósofo empi-
rista, fundador de la ilustración inglesa; su obra capital: An Essay concerning Human
Understanding [Ensayo sobre el entendimiento humano], Londres, 1690.
45 George BerkeJey (Disert Castle 1685 - 1753 Oxford): representa el idea-
lismo subjetivista en su forma más acentuada. Edith cita la obra A Treatise concer-
ning the principies of Human Knowledge [Tratado sobre los principios del conoci-
miento humano). (Dublín, 1710); véanse también otras obras como: An essav
towards a new theory of vis ion [Ensayo sobre una nueva teoría de la visión], (Dublin,
1709); Three Dialogues between Hylas and Philonous [Tres diálogos entre Hylas y
Filonous], (Londres. 1713): Alciphron, Londres, 1732); Siris, (Londres, 1744); etc.
46* Principles of Human Knowledge, cap. XIX.
726 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
se pueda conocer y, por tanto, por lo que se pueda colegir que una
cosa es gris y no es azul. Pero eso es necesario, cuando se quiere
determinar clara y distintamente la cosa, descartando la intuición, y
cuando se la quiere hacer "calculable", lo cual constituye, además, la
finalidad de las ciencias naturales.
componiendo las dos partes diversas en partes que por ambos lados
sean iguales, en "unidades" cuyo cantidad sea constatable. Qué es la
unidad y la cantidad, eso debe explicarlo la filosofía de las matemá-
ticas. No vamos a adentramos aquí en más detalles sobre esto.
49 Tanto en el índice como en esta misma página Edith puso "Ad 155", esto
es, indica la inserción de esta página en la J 55. En el índice había añadido en el mar-
gen izquierdo: "[Medición! Compulsar especialmente en lo relativo a la p. 155".
50 Max Planck (Kie11858 - 1947 Gotinga); físico, profesor en Kiel y Berlín;
formuló la teoría cuántica: premio Nóbel de física (1918). Además de las obras cita-
das por Edith en estas páginas, mencinemos: Das Prinrip del' Erhaltung del' Energie
[Principio de la conservación de la energía], Leipzig, 1887: Einführung in die theo-
retische Pliysit: [Introducción a la física teórica], 5 t. Leipzig, 1916-1923; Die
Entstehung und Entwicklung der Quantentheorie [Origen y desarrollo de la teoría
cuántíca], 1920; Das Weltbild der neuen. Phvsi]: [La imagen del mundo según la
llueva física], Leipzig, 1929: Die Physik im Kampf l/111die WeltcllIllschmmg [La físi-
ca en lucha por la visión del mundo], Leipzig, 1935; Religion und Nuturwissenscnaft
[Religión y la ciencia natural], Lcipzig, 1938, etc.
51'" Die Stellung der neuercn Physik rur mechanischen Naturansicht, Leipzig,
19 lO.
r
732 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
54 Las ediciones alemanas colocan aquí el título del apartado: "6. Los límites
de la contemplación física de la naturaleia ". Esto se halla escrito en el índice. Sin
embargo Edith misma pone un signo indicando la unión de los apartados 5 y 6.
Nosotros lo pasamos a esta nota, a favor y para mejor inteligencia de las referencias
"l. Para conseguir" ... y "2. Planck reconoce".
r
734 INTRODUCCJÓN A LA FILOSOFÍA
56* En todo ello hay que tener en cuenta que la naturaleza experimentada es la
naturaleza que concebimos como modificada o eliminada. El ser o el no-ser de una
naturaleza, que no fuera concebida en relación alguna con la conciencia, no tendría
tampoco significado alguno para el curso de la conciencia. [Cf. Sobre el problema de
la empatia, pp. 153ss.
744 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
65* Véanse las pp. 633ss. [Resulta interesante la ulterior inserción de estas
líneas en el reverso de la hoja 258 del manuscrito: pues parece que en una posterior
revisión del texto Edith de distancia más claramente de la doctrina dc su maestro
Husserl respecto al planteamiento trascendental-fenomenológico].
766 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
r
designarla, en términos muy generales, como el sentido del juicio. Así
como el significado del nombre con el que designamos un objeto, no
es el objeto mismo, así también el sentido de las palabras en las que
damos expresión a un supuesto estado de cosas -y tal es la proposi-
ción, si no la entendemos en sentido gramatical, sino en sentido lógi-
co- no es el estado mismo de cosas. Pero en sus formas corresponde
exactamente a las formas del estado de cosas, "refleja" la articulación
del mismo. Al "objeto" le corresponde el "significado nominal", el
cual aparece como "sujeto" en la proposición; a la "cualidad" le
corresponde el "significado del predicado", etc.; a todo el estado de
cosas, le corresponde la unidad de la proposición. Y de esta manera
se corresponden también mutuamente la existencia del estado de
cosas y la verdad o validez de la proposición. Así como las categorías
ontológicas son condiciones formales, [262] a las que está ligada la
existencia de un estado de cosas, así también las categorías de signi-
ficado son las condiciones formales de la verdad. La ontología formal
y la doctrina formal del significado (la "apofántica" en la terminolo-
gía aristotélica) son disciplinas relacionadas mutuamente de manera
correlativa. El nombre de "lógica formal" puede emplearse para
ambas.
Pues bien, ¿qué pasa con la absolutividad de la verdad? ¿Puede
afirmarse que la absolutividad existe o tiene vigencia, independiente-
mente de que alguien la intuya, independientemente también de cual-
quier otro ser? Por lo que respecta a la segunda pregunta, habrá que
decir: las ideas "verdad" y "ser" remiten la una a la otra; la verdad no
tiene sentido sino con respecto a un ser66. Esto se aplica también a la
verdad de los principios lógicos. Ésta se halla ligada a la existencia de
estados formal-ontológicos de cosas. Porque, en primer lugar, aque-
llos principios son equivalentes a las proposiciones que dan expresión
al estado ontológico de cosas (es decir, a toda proposición apofántica
le corresponde una proposición ontológica, que es válida, cuando la
proposición misma es válida). Pero, además, los principios apofánti-
cos mismos dan expresión a estados de cosas -estados de cosas que
67 Expresión latina que quiere dar a entender que la cosa hay que entenderla
con ciertas limitaciones, esto es, que no hay que tomar a pie de la letra.
1. LOS PROBLEMAS DE LA FILOSOFÍA DE LA NATURALEZA
769
Además, toda comprensión mediata retrotrae a una comprensión
inmediata; toda fundamentación conduce a una razón última, que no
puede deducirse ya de otras, sino que habla ya sólo en favor de sí
misma; pero esto no significa sino que es inmediatamente evidente.
Esto no se aplica sólo al contenido del conocimiento, sino también a
la forma, porque los principios últimos de la fundamentación misma
no se pueden fundamentar ya formalmente, sino que tienen que estar
fundamentados en sí mismos, tienen que ser inmediatamente eviden-
tes. Claro que la epistemología criticista no concede validez a este
recurso a la evidencia. Dicha epistemología fundamenta las condicio-
nes del conocimiento afirmando que sin ellas no sería posible el cono-
cimiento. Ahora bien, para que [270] pueda establecerse esta afirma-
ción y para que pueda tener fuerza probativa, entonces el hecho del
conocimiento mismo y la conexión afirmada tienen que ser evidentes.
Así, pues, tenemos la posibilidad de determinar de manera pura-
mente inmanente la validez del conocimiento: un conocimiento se
muestra como válido, cuando tiene ante sí intuitivamente lo que él
cree captar en forma lógicamente irreprochable; un supuesto conoci-
miento se muestra como inválido, cuando su llenado intuitivo se reve-
la como imposible.
Vemos que, según todo 10 que hemos expuesto, la teoría del cono-
cimiento (o epistemología) se divide en una teoría general del cono-
cimiento y en campos especiales. En su parte general, expone lo que
es el conocimiento. La lógica formal (ontología y apofántica) deben
incluirse en esa investigación, por lo menos en cuanto a sus princi-
pios, aunque no en cuanto a su elaboración más detallada. Y también
la necesidad de complementarse con una teoría sobre la toma de
conocimientos [281] pertenece conjuntamente a la doctrina general
acerca del conocimiento. La investigación de las tomas mismas de
conocimiento que fundamentan el conocimiento, es tarea de los cam-
pos especiales de la epistemología. Éstas, en asociación con las diver-
sas ontologías materiales que les corresponden, constatan cómo son
posibles determinadas clases de conocimientos y determinadas regio-
nes de objetos. Cada una de tales investigaciones especiales tiene que
analizar las tomas de conocimientos, por medio de las cuales el
correspondiente campo de objetos llega a ser accesible al sujeto cog-
noscente, y debe exponer las formas de "síntesis" incluidas en ellas,
que proceden en paralelo con las categorías de la región de que se
trate. Y, así, para el ámbito de la naturaleza, habría que examinar las
formas de conciencia en las que se hacen accesibles al sujeto el espa-
cio y el tiempo, la substancialidad y la causalidad, la cosa y la cua-
lidad cósica, el movimiento y [282] el cambio, y que desempeñan un
papel en la experiencia de la naturaleza. Aquí tendremos que conten-
tamos con la enumeración de estas tareas, cada una de las cuales
requiere extensas investigaciones para su solución, y concluimos de
este modo nuestras reflexiones sobre la filosofía de la naturaleza,
cuya finalidad era únicamente proporcionar una visión general de la
problemática de ese campo y exponer la forma en que procede la
labor filosófica en general.
T
T
I
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
778
71 Cf. p. 74.
780 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
ciones de su posibilidad
Ahora bien, el conocimiento de la conciencia, entendido como
reflexión que analiza y como subsunción bajo conceptos, presupone
b) De la percepción reflexiva
Si contemplamos ahora la reflexión sobre la base de la conciencia
original o de la retención fresca, entonces vemos que existe una "ade-
cuación" en cuanto la vivencia llega a ser plena y totalmente intuiti-
va y no sólo incide con una parte en la intuición, pero en cuanto al
resto "viene dada conjuntamente" (como los objetos de la intuición
externa). Con ello se suprime la fuente del engaño, que existe en todo
lo que simplemente "viene dado conjuntamente", a saber, porque,
[311] procedentes de las posibles "complernentaciones" que vienen
dadas sobre la base del material dado por la intuición, se inserte en la
aprehensión total unitaria una falsa aprehensión (es decir, una apre-
hensión que no corresponda a la Índole efectiva del objeto, tal como
se ofrece como dato en ulteriores intuiciones). Por el contrario, en
cuanto a lo de ser un dato intuitivo, existen diferencias en cuanto a la
claridad y a la no-claridad (en consonancia con el grado de claridad
del vivenciar original), y por cierto no sólo para la vivencia total sino
también para sus diversas partes. Con el nivel de claridad se hallan
también Íntimamente relacionadas las diferencias en cuanto a la
"inteligibilidad", es decir, en cuanto al realce [312] de algunos rasgos
y a la posibilidad de un análisis'". Ahora bien, la claridad y la inteli-
gibilidad son necesarias para una captación conecta de algo "como",
para un conocimiento universal. En la reflexión no clara son posibles
confusiones, por ejemplo, entre un recuerdo y una fantasía o entre un
d) La ideacion
<a) CORPORALJDAD>82
trarse" en una situación del ser vivo, dan testimonio de una energía
vital, constantemente oscilante, que crece y que vuelve a decrecer, y
que vive en el organismo; de ella dependen las actividades del ser
vivo; esta energía ejercita en ellas -y, con ello, también en el trascur-
so del proceso evolutivo- una int1uencia estimulante o inhibidora.
Expresándonos más precisamente: todas las actividades son un eflu-
vio de la energía vital y dependen, en cuanto a la índole de su fun-
cionamiento, del correspondiente estado de la energía vital. Esta
acción muestra la forma del acontecer causal que encontramos dentro
de la esfera de la vivencia y también dentro del mundo exterior real:
cuando en el "hallarse" del ser vivo se produce un cambio, entonces
el curso de sus actividades muestra un cierto cambio, sin que su
núcleo participe activamente en ello. [338] Prescindiendo de esta cau-
salidad que se da en el interior de los procesos vitales, hallamos otra
relación de dependencia más con respecto al mundo exterior real,
análoga a la que encontramos en la vida de la sensación. El conjunto
de los estados del ser vivo están condicionados por la correspondien-
te índole de su cuerpo material y cambian con los cambios que ese
cuerpo experimenta en conexión con el acontecer causal externo.
(Volvemos a dejar en suspenso la cuestión de si todo cambio del cuer-
po material ha de tener como consecuencia un cambio de los estados
vitales, y de si, por otro lado, tales cambios se producen únicamente
como [339] consecuencia de un acontecer material. Probablemente
habrá que dar una respuesta negativa a ambas cuestiones.
De manera provisional hemos considerado los procesos vitales de
una manera sumamente general, sin tener en cuenta si el ser vivo es a
la vez o no portador de una vida de conciencia. Tenemos, pues, que
considerar ahora qué peculiaridades muestran los procesos vitales,
cuando pertenecen a un sujeto psico-físico y especialmente a una per-
sona. Dentro de la conciencia de la persona habíamos encontrado en
el yo puro un punto de irradiación de todo vivenciar, análogo al
núcleo del ser vivo. Habrá que ret1exionar ahora acerca de si, en la
estructura de la persona, el "yo" asume conjuntamente el papel del
núcleo. [340] En lo que respecta primeramente a los movimientos
libres de la persona, vemos que su primer impulso debe considerarse
como un impulso del "yo'?". Por el contrario, el curso del desarrollo
corpóreo no debe concebirse como una actividad libre, y las activida-
des corpóreas que están a su servicio, son únicamente parciales. Por
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
796
<2. El carácter>
103 El ms. primitivo pone en el margen derecho: "§ 3. El 'yo' personal". Corno
que indicado en el margen izquierdo correspondiente a este título en el índice apare-
ce: "falta una caracterización propia de lo espiritual"; sin embargo no está claro a
qué página o páginas se refiere concretamente esta anotación.
104 Esencia: Endliches und ewiges Sein [Ser finito y ser eterno], en ESW 1I,
pp. 149s3. (Esta obra aparecerá en OC 1lI).
806 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFíA
les en nuestra existencia, mas que no contiene la forma para ella, sino que tan sólo
se halla en espera de ser extraída plenamente y de ser desarrollada en el material de
nuestra existencia". Según la concepción del siglo XVIII, este núcleo esencial era la
"naturaleza humana universal". Tan sólo con el romanticismo, especialmente con
Schleiermacher, se descubrió su cualitativa individualidad.
T
I
116 Véase su obra: Estructura de la persona humana (Oe IV, pp. 702ss).
818 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
119 Véase su obra: Estructura de la persona humana roe IV. pp. 7065S).
820 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
Así, pues, hemos visto que son posibles sujetos que no tengan
una vida espiritual, que "no salgan de sí" y que no acojan en actos
intencionales el mundo de los objetos. A esta conciencia modificada
le corresponde una psique modificada: sus [425] capacidades son,
sin excepción, "inferiores", carecen de todas las "facultades espiri-
tuales".
120 Vemos conveniente resaltar algunas expresiones que aparecen en estas dos
líneas: Gemüt = la esfera afectiva; Geistvoll = "ingenioso"; Geistlos '" "sin chispa";
Seelenvoll = "lleno vida", "lleno de inspiración": Seelenlos '" "sin alma", "desalma-
do".
121" Cf. H. [Conrad-JM[artius].
11. LOS PROBLEMAS DE LA SUBJETIVIDAD
821
123 V éanse sus obras: Sobre el problema de la empiuia (p. 95), Individuo y
comunidad (pp. 403-483).
INTRODUCCiÓN A LA fJLOSOFÍA
T
824
INTRODUCCIÓN A LA fILOSOFíA
830
131 Parece que hay un error de paginación, pues de 470 pasa a 476.
132 Pone "yo puro", pero posiblemente se le olvidó corregir en "ser un yo",
como lo había hecho pocas líneas antes.
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
834
nes a las que esa persona llega. Pero puede suceder también que [507]
el tránsito del vivenciar representado al pleno viven ciar propio no se
efectúe de manera tan evidente. Una creencia o un sentimiento puede
asentarse en mí firmemente, sin que yo haya reproducido expresa-
mente con empatía los actos ajenos con sus motivaciones, e incluso
eventualmente, cuando yo no me he vuelto en absoluto a considerar
el estado vivencial ajeno, ni haya tratado de captarlo atentamente.
Puedo dejarrne "absorber" completamente por un estado de excita,
ción "procedente del exterior", sin que me dé cuenta claramente de
dónde procede. Por ejemplo, puedo sentirme enteramente [508J lleno
de entusiasmo por una obra de arte, sin darme cuenta de que el grado
de ese entusiasmo no esta justificado en modo alguno por el nivel
artístico de la obra, tal como ésta se presenta originalmente ante mí
como un dato, y que el entusiasmo se ha suscitado en mí por el entu-
siasmo que he visto entre las personas de mi entorno. Más aún, es
posible que ni siquiera haya percibido ni me haya fijado en ese esta-
do de ánimo que reinaba a mi alrededor. En tales casos puede suce-
der que yo, en mi propio vivenciar, me interiorice el vivenciar ajeno,
porque tal entusiasmo, por su carencia de motivos, [508bis] remite
más allá de sí mismo hacia un origen que queda fuera de mí.
(Partiendo de aquí, habría que considerar la posibilidad de que, sin la
mediación del cuerpo ajeno, tan sólo sobre el fundamento del propio
estado de vivencia, pudiera llegarse a tener como un dato la espiri-
tualidad ajena).
Cualquiera que sea el modo en que se realice la transición al
vivenciar pleno, ya sea de modo evidente o no evidente, ya sea a la
luz de la atención o desde el "trasfondo" de la conciencia, vemos que
en cualquier caso mi vida experimenta una afluencia procedente del
exterior, al entrar en contacto con la vida ajena, y precisamente esa
[509] intensificación o enriquecimiento de la vida hace que la vida
ajena aparezca con igual vitalidad y me permite atribuirIe la misma
originalidad que a mi vida, aunque yo no sea capaz de convertirla de
la misma manera en un dato.
[510] Un enriquecimiento de la propia vida interior se presenta
también en una forma que difiere de esa aceptación de actitudes aje-
nas: en actos espccíficamente sociales, que van más allá del ámbito
de cuanto es posible en la vida solitaria del alma. Actos como una
súplica, una orden, una obediencia o determinados sentimientos
(amor, confianza, gratitud, etc.) encierran en sí, por su contenido de
sentido, el camino para llegar a la subjetividad ajena (y eventualmen-
T
,
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
842
sana con todo lo que a ellas pertenece -los datos de la sensación, las
manifestaciones del [516] objeto, etc.-, pero no según su estado
pleno. Tan sólo lo que ellas tienen en común en un modo legítima-
mente esencial con las mías, lo que a ellas se refiere necesariamente
como percepciones o en general como intuiciones -y más concreta-
mente como intuiciones precisamente de este objeto-, eso puedo afir-
marlo de ellas con certeza e independientemente del hecho de que su
posición misma sea legítima o no.
Cuando yo, empatizando, me sitúo en el punto de vista del otro,
entonces éste se convierte para mí en el [517] "punto cero de la orien-
tación", mientras que a partir de aquí mi punto cero aparece como un
punto en el espacio, lo mismo que otros, y mi cuerpo físico aparece
como una cosa espacial al igual que otras, perceptible por doquier y
sin vinculación con el sujeto que lo percibe, y su posición con res-
pecto a él puede variar a discreción. En tal representación empatizan-
te del propio cuerpo se efectúa un cambio de valores, que le sustrae
la singularidad que parece corresponderle en la simple experiencia
propia, y lo sitúa al mismo nivel que las otras cosas. [518] Al mismo
tiempo se efectúa la desvinculación del espacio con respecto a su
referencia a un punto cero y la equiparación de todos sus puntos. Por
tanto, volvemos a tener aquí un ejemplo del modo en que la expe-
riencia propia y la experiencia ajena se entrecruzan en la aprehensión
de la persona y, además de eso, se entre cruzan en la percepción del
mundo exterior.
Con la aprehensión de las actividades perceptivas de un sujeto
ajeno, se le atribuyen a la vez determinadas "facultades" anímicas, la
índole sensorial de la que ya hemos hablado, [S 19] la capacidad de
aprehensión, etc. Se trata de una aprehensión que no se diferencia en
sí absolutamente de la percepción interna -tal como la habíamos
encontrado en la reflexión acerca de la experiencia propia- sino úni-
camente a través de los modos en que esas manifestaciones constitu-
yen un dato, manifestaciones por las cuales esa aprehensión se dirige
a su objeto, al alma y a sus cualidades permanentes: los estados del
alma que son vivenciados originalmente en este último caso, y que
son representados en el otro caso por medio de la empatía.
El sector de las cualidades que se iluminan en los estados actua-
les [520] abarca todos los géneros de vivencias. Pero las vivencias de
diverso género llegan a ser un dato de manera diferente.
Lo que propiamente se ha expresado hasta ahora acerca de los
actos contemplados -las percepciones-, lo de "estar dirigidos hacia",
844 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
(por ejemplo, [533] las profundidades en las que tienen sus raíces el
amor o el odio, la confianza, etc., pero también los que revelan un
valor objetivo, hasta los cuales yo solo no podría penetrar). Me sien-
do, además, "superior" al otro o "inferior" a él o "en pie de igualdad"
con él (actos en los que se constituyen las formas sociales). Es posi-
ble que yo experimente todas esas trasformaciones internas como
motivadas evidentemente por la peculiaridad ajena captada por mí,
pero es también posible que tan sólo a través de esas tras formaciones
llegue hasta esa peculiaridad; es posible que yo, al contemplar los
procesos que se producen en mi interior, llegue a conocer a la perso-
na, a cuya influencia deban atribuirse tales procesos: mi confianza
[534] me asegura de su rectitud o de su discreción; mi admiración me
asegura de su destacada importancia; mi amor (con su colorido indi-
vidual) me asegura de su peculiaridad especial junto con el valor que
es propio de ella. (Todo el conocimiento de la personalidad tiene a la
vez el carácter de una estimación de valores, y esto se comprende en
parte por el hecho de que a los niveles del alma corresponden diver-
sos grados de valor, y de que la apertura para los valores es ya, en sí
misma, un valor; pero, además, la individualidad misma debe consi-
derarse como un valor o como portadora de un valor). La ampliación
de mi propia vida interior me hace conocer la riqueza interior de esa
persona.
[535] Es obvio decir entonces que la peculiaridad de la persona
ajena, cuyos efectos experimentamos nosotros, no es, desde luego
objetiva con anterioridad a la experiencia de esos efectos, y más con-
cretamente: desarrollando este tema, no necesita ser concebida como
objetiva; pero es obvio que cierta dación es el presupuesto para que
tales efectos puedan tener lugar en general. Esto aparece muy claro y
está recomendado por el trascurso de nuestra experiencia acerca de
otras personas. ¿No es necesaria la mediación del cuerpo para que nos
aseguremos de la existencia de otra persona? ¿Sería concebible que
[536] únicamente supiéramos acerca de esa persona en virtud de los
efectos experimentados?
esas influencias aparecen [544] como efectos originados por una per-
sona, y eventualmente puedo descubrir la índole de la persona influ-
yente por la Índole del cambio de mentalidad que se produce. Si me
doy cuenta, por ejemplo, de que he perdido el afecto de una persona,
sin que esto parezca haber estado motivado por mi conducta o por un
cambio de mi carácter o del suyo, entonces supondré que alguien que
me quiere mal, ha alejado de mí a aquella persona. Por consiguiente,
la existencia de ese otro alguien y de su malquerencia hacia mí, yo los
capto a través de tales efectos, sin que sean datos de los que yo haya
tenido noticia directamente. Si en un círculo en el que antes no se sen-
tía ningún interés por el arte, observo que de repente [545] se des-
pierta un interés artístico, entonces supondré que ese interés ha naci-
do por inf1uencia de una persona que posee tales intereses. Y así suce-
de en todos los campos de la vida espiritual.
Pues bien, a las influencias de una persona sobre otra, que se
manifiestan en el ser y en el ser de tal o cual manera de esta última,
se añaden las "obras" de esa persona como ulteriores testimonios de
su ser. Por ejemplo, cuando contemplo una obra artística, entonces
observo en ella vestigios de la actividad creativa de la que ha surgido,
y puedo representarse dicha actividad por medio de la empatía. Hay
que considerar en primer lugar la acción externa. Puedo intuir por
medio de la empatía los movimientos que son apropiados para pro-
ducir las formas correspondientes, [5461 la fuerza de los golpes de
cincel, etc. Además, la apariencia exterior de la obra artística nos
delata una determinada manera de ver, y su contenido de significado
nos revela qué es lo que llenaba el alma del artista, cuál era la actitud
de su pensamiento y de sus sentimientos ante el mundo -porque toda
labor creativa, todo hacer en general, brota de un sentimiento, como
una "expresión" en sentido amplio- , en lo cual se descarga la vida
afectiva de la persona, desencadenada por su mundo circundante. Así
que las obras se convierten en la manifestación de la personalidad de
su creador.
Esto se aplica también a productos reales como son también, por
ejemplo, las estructuras del lenguaje. [5471 El contenido semántico
que captamos, nos muestra lo que el poeta tenía ante sus ojos y cuál
fue el sentimiento que le movió a su labor creativa. La elección de las
palabras (esto se aplica principalmente a la creación lingüística origi-
nal) permite conocer lo que le impresionaba especialmente en sus
objetos para que él los designara de esa manera, bajo el "aspecto" de
qué cualidad él los contemplaba. A esto se añaden los elementos
II. LOS PROBLEMAS DE LA SUBJETIVIDAD
851
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
854
144 V éanse sus obras: Causalidad psíquica (pp. 246ss). Estructura de la per-
sona humana (Ot.' IV. 682 Y 735), Endliches und ewiges Sein [Ser finito y ser eter-
no], en ESW Il, pp. 337s. (esta obra aparecerá en oe 1Il).
R62 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
[588]146
<6. Experiencia del propio cuerpo vivo>
[616]147
<7. Conexiones psicofisicas; el entrelazamiento de la percepción
interna y de la percepción del cuerpo vivo>
149* La hipótesis de un paralelismo universal entre los procesos del cuerpo físi-
co y los del cuerpo vivo y. además, entre los del cuerpo vivo y los procesos psíqui-
cos. que se basa en la estructura de los casos estudiados anteriormente, puede servir
como motivo para la investigación y eventualmente para la constitución de procesos
paralelos que no vienen dados por sí mismos. No se trata, en todo ello, de un dato
procedente de la percepción.
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
874
[624]
e) La" expresión" como fenómeno corpóreo-anímico.
Entre los fenómenos en los que se revela la unidad entre el alma
y el cuerpo vivo se cuenta también la expresión de la vida interior. El
fluir hacia el exterior de la "descarga" corpórea, procedente del inte-
rior, es vivenciada originalmente y captada eventualmente por medio
de la reflexión o es percibida internamente. Además, la expresión (es
decir, la modificación expresiva del cuerpo vivo) puede ser captada en
una percepción del cuerpo vivo y en una percepción exterior y puede
hacerse coincidir con lo originalmente consciente (por ejemplo, el
cerrar el puño como expresión de cólera). [625] De estas diversas
posibilidades de aprehensión de la expresión corpórea, no todas nece-
sitan darse actualmente al mismo tiempo. Cuando vivo encolerizado,
entonces soy, sí, consciente de ello de la misma manera que lo soy de
su expresión, pero no tengo como objeto ni lo uno ni lo otro; tengo
únicamente la posibilidad de pasar a la actitud de reflexión, en la cual
los convierto en datos y observo a la vez la expresión como cambio
corpóreo. Esta percepción corpórea es posible de nuevo, sin [626] que
la expresión sea percibida a la vez externamente. Pero esta percepción
corporal, lo mismo que cualquier otra, encierra en sí componentes
vacíos, que encuentran su llenado en el paso a una percepción exter-
na. Y, viceversa, una expresión que al comienzo se había captado
actualmente en una percepción externa, puede hacerse coincidir con
una expresión originalmente consciente (obtenida eventualmente por
retención), que al principio no había sido percibida de modo actual-
mente interno y corporal. Pero todos los diversos modos de concien-
cia concuerdan como conciencia de lo mismo, [627] Y lo que en cada
caso existe actualmente sirve como motivación para el tránsito a los
demás modos posibles de aprehensión o de componentes de aprehen-
sión.
Los procesos de expresión son conscientes como cambios corpo-
ral que pueden ser dirigidos por la voluntad, aunque en el vivir "inge-
nuo" se deriven de modo inmediato e involuntario del vivenciar. Yo
puedo producir alguna vez aquellos cambios corpóreos que "coinci-
den" con ciertas formas de expresión; pero entonces -cuando falta el
brotar consciente de una vivencia correspondiente- [628J no son ya
11. LOS PROBLEMAS DE LA SUBJETIVIDAD
875
tiene de otros, y que los otros tienen de ella, vemos que la imagen de
la persona presenta todavía ciertos vacíos en cuanto a las posibilida-
des de llenado intuitivo.
En primer lugar, el cuerpo físico de la persona, mientras existe
únicamente la experiencia propia, aparece [632] como una cosa sin-
gularísima y no como algo análogo a todas las demás cosas.
En lo que respecta al cuerpo vivo y a su unidad con el "alma",
vemos que ambos vienen dados, sí, en la experiencia propia, pero
falta aquella peculiar inclusión del alma en el cuerpo vivo, que perte-
nece a nuestra imagen del hombre y del ser animal. El cuerpo vivo
aparece como un anexo de la vida interior, hacia el cual ésta irradia y
se derrama en su interior, pero no como envoltura que lo encierra y
que lo vincula espacialmente. Dijimos de la psique de la persona (y
puede decirse también de su "yo" y [633] de la conciencia) que ésta
se halla dondequiera que se encuentra el cuerpo vivo. En la experien-
cia propia se aplica lo contrario. Dondequiera que yo estoy, allí está
también mi cuerpo vivo. En este último caso el "allí" es el punto cero;
en aquel otro caso, es cualquier lugar en el espacio objetivo.
También el cuerpo vivo expresivo se presenta en la apariencia
exterior en un modo diverso del modo en que lo habíamos descrito
anteriormente. Es verdad que tenemos un consciente actuar de la vida
interior en el cuerpo vivo y tenemos también una percepción de los
cambios del cuerpo vivo que constituyen un todo precisamente con
aquellos efectos de la vida interior. Pero, para la experiencia propia,
lo interior no "habla" propiamente desde lo exterior. [634] Todos esos
factores que pertenecen al esquema "persona" y que, por principio,
no llegan nunca a ser en la experiencia propia un dato que llene, lle-
gan a ser intuitivos para nosotros en la experiencia de la persona
ajena, más aún, constituyen precisamente el fundamento intuitivo de
la experiencia ajena. El cuerpo vivo de la persona ajena aparece,
según su corporeidad espacial, como una cosa cual todas las demás
cosas; su "interior" (en los diversos significados posibles) está ence-
rrado en su cuerpo vivo; la expresión corporal es el "espejo" de su ser
y de su vivir espiritual-anímico y la puerta por la cual tenemos acce-
so a él. Tan sólo cuando aprehendemos la propia persona como aná-
loga a la persona ajena, podremos hacer que esos factores que perte-
necen a ella sean para nosotros, en una [635] representación, un dato
intuitivo.
A la necesidad que existe, por principio, de complementación de
la experiencia propia por la experiencia ajena se añade otra necesidad
11. LOS PROBLEMAS DE LA SUBJETIVIDAD
877
lugares en el continuum, tienen algo que les es común con todos los
lugares del mismo continuum, y ellos mismos pueden determinarse
en su individualidad por medio de una ley universal, a saber, numéri-
camente. Por consiguiente, la determinación [645] científico-natural
de la individualidad es una determinación universal, y capta a la cosa
desde fuera, no por medio de su propia estructura interna.
Pues bien, en contraste con ésta, hay otra determinación de la
individualidad, de índole completamente distinta. Se puede establecer
claramente una personalidad como individualidad espiritual, inde-
pendientemente de su lugar en el espacio y en el tiempo, y, por otro
lado, no es posible establecerla mediante los lugares del espacio y del
tiempo. Si hemos captado la individualidad de una persona, volvere-
mos a encontrarla en cualquier otro lugar y en cualquier otro tiempo.
Por medio de una serie de proclamaciones, la individualidad de César
puede revelarse a las legiones al mismo tiempo y en diversas partes
de la tierra, y puede así tener efecto a la vez en los más diversos luga-
res del espacio. [646] Es la misma personalidad, la misma individua-
lidad, la que en sus efectos hace que se encuentre de nuevo en los
tiempos más diversos y en los lugares más diversos. Pues bien, se dirá
que probablemente los efectos que remiten a una misma y única per-
sonalidad, pueden estar en los más diversos lugares del espacio; pero
que la personalidad misma sólo puede estar en un único lugar. Esto es
cierto, por cuanto la persona tiene un cuerpo vivo, y este cuerpo vivo,
como cuerpo espacial, está sometido a las leyes de la corporeidad
espacial. Por tanto, el cuerpo vivo, por ser una cosa, se puede deter-
minar claramente con ayuda de las determinaciones de espacio y de
tiempo. Pero la personalidad no se limita al cuerpo vivo, y tampoco
está vinculada a él de tal manera, que en todo lo que el cuerpo vivo
participa, [647] tenga que participar también la personalidad.
Consideremos el fenómeno de la "posesión": si un monje comienza a
enfurecerse en la iglesia y a echar maldiciones contra las cosas san-
tas, entonces los fieles no le atribuirán a él esas manifestaciones
externas, sino al diablo que ha tomado posesión de él. Que se trate del
mismo cuerpo vivo, eso no significa todavía que la personalidad
actuante sea la misma. Por consiguiente, a esa personalidad no se la
puede captar con ayuda del lugar en el espacio y del lugar en el tiem-
po, que determinan al cuerpo vivo. A aquel que no encuentre convin-
cente el ejemplo, porque no cree en el diablo, le recordaremos los
casos en que se habla de "enajenación mental". Ya sea que las accio-
nes de un borracho o de un enfermo mental se atribuyan a un espíri-
tu maligno o a [648] un estado anormal, se supone de todos modos
11. LOS PROBLEMAS DE LA SUBJETIVIDAD
881
151 Christiaan Huygens (La Haya 1629 - 1695 La Haya) expuso la teoría
ondulatoria de la luz como movimiento de un medio o éter. Este matemático. físico
y astrónomo holandés escribió varias obras en latín; pero su obra más conocida es la
1I. LOS PROBLEMAS DE LA SUBJETIVIDAD
883
que escribió en francés: Traité de la lumiére oú sont expliquées les causes de ce que
lui arrive dans la réfuxion el dans la réfraction e particulierement dans l'étrange
réfraction du cristal d'Islande. avec un discours de la cause de la pesánteur, Leiden,
1690.
884 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
2. Psicofisica y psicología
152 Como quedó anotado en el índice de este escrito, Edith puso este título
tachando el que tenía puesto: "Estructura y conocimiento del ser espiritual". Véase
su obra Estructura de la persona humana (OC IV, pp. 5818).
153 Véase su obra Sobre el problema de la empatia (cf. pp. 179ss).
154 Véase su obra Causalidad psíquica (cf. pp, 292ss).
155 Véase su obra Causalidad psíquica (cf. pp. 288ss).
II. LOS PROBLEMAS DE LA SUBJETIVIDAD
889
[676]
<~) Ciencias del espíritu aprioristicas y empíricas>
156 Véase su obra Estructura de la persona humana (ef. OC IV, pp. 713ss).
157 Véase su obra Individuo y comunidad (cf. pp. 519-520).
158 Podría referirse a OJiver Cromwell (Huntingdon 1599 - 1658 Londres),
militar inglés y hombre de Estado.
11. LOS PROBLEMAS DE LA SUBJETIVIDAD 891
<Testimonio y relato>
Como fuentes deben considerarse: 1) Los testimonios O produc-
tos de la actividad espiritual que se han conservado hasta el presente:
obras, instituciones, expresiones manuscritas de toda índole. Todas
ellas son formas expresivas inmediatas que se entienden en el doble
sentido del término, en actos simples de entender o de interpretación.
2) Los relatos sobre la vida espiritual pasada y sobre sus [696] pro-
ductos: son relatos inmediatos proporcionados por testigos oculares,
o relatos mediatos que se basan en relatos inmediatos. Los relatos, al
igual que los testimonios, se hallan presentes ante nosotros y son tes-
tigos, ellos mismos, de una vida espiritual: pero no de la vida que es
la que interesa precisamente al historiador, y acerca de la cual los
relatos quieren narrar. Son expresión de la personalidad del informa-
dor y descripción de las personalidades, de los sucesos, etc., que son
el objeto de la investigación. El informador es un observador actual
de la vida pasada y llega de nuevo hasta ella por el camino de la
expresión. En este sentido, todas las fuentes se basan en último tér-
mino en manifestaciones expresivas, y así es como debía entenderse
nuestra equiparación.
<Determinación e interpretacián>
Ante los testimonios, la tarea del historiador consiste en la deter-
minación y en la interpretación. Por [697] determinación entendemos
la constatación de la conexión espacial, de la conexión temporal y de
la conexión de sentido, en las cuales se encuentra el testimonio. Para
esta constatación hay primeramente puntos de apoyo exteriores: el
grado de erosión de una piedra puede ayudar a determinar su anti-
güedad, su índole mineralógica juntamente con los conocimientos
históricos ya existentes pueden conducir al lugar en que fue utilizada;
del mismo modo los signos de que se sirven las inscripciones talladas
en la piedra pueden delimitar dentro de ciertos límites el tiempo y el
lugar, e igualmente pueden hacerlo las formas de lenguaje empleadas;
además, éstas pueden proporcionar eventualmente información sobre
la ocasión en que se compuso la inscripción (fórmulas típicas emple-
adas en inscripciones sepulcrales, en contratos, etc.), es decir, pueden
informar sobre la Índole de la conexión de sentido [698] ala que per-
tenecen. Como complemento se añade el contenido de la inscripción,
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
898
<Critica>
Si pasamos ahora del testimonio al informe, entonces vemos que
a las tareas de la determinación y de la interpretación, que entran en
juego de varias maneras, se les añade una nueva tarea: la de la críti-
ca. Es necesario siempre investigar la credibilidad del informador. En
esto hay que tener en cuenta diversos puntos de vista: en primer lugar
hay que examinar la veracidad de la correspondiente personalidad,
porque existe la posibilidad de que el informe [703] represente un
intento intencionado de engañar. Para comprobar esto, -en el caso de
que la personalidad y la intención de engañar no sean conocidas sufi-
cientemente por otras fuentes- habrá que considerar el informe
mismo como un testimonio que puede proporcionamos luz sobre su
autor. Naturalmente, no habrá que esperar que se obtenga siempre
una respuesta clara a esta cuestión. Mientras exista duda sobre la cre-
dibilidad, entonces hay que acoger con reservas el contenido del
informe. Si está probaba la intención de engañar, entonces habrá que
indagar primeramente cuáles son sus motivos, a fin de averiguar posi-
blemente la dirección en la que el informe se aparta de la verdad, y
salvar así algo del informe, en el caso de que no demuestre que es una
completa invención. No podemos exponer [704] aquí detalladamente
la técnica de este procedimiento. Hay que acentuar únicamente que
en toda ella -junto a otros testimonios e informes- el informe que ha
de examinarse representa de nuevo, él mismo, un papel en su calidad
de testimonio.
Supongamos ahora que la veracidad del autor ha de considerarse
probada, y que él ha redactado de buena fe su informe. Pero con ello
no queda asegurada, ni mucho menos, su fiabilidad, sino que han de
tenerse en cuenta las numerosas fuentes de engaño que, en contra de
la voluntad del informador, pueden conducir a desfigurar los verda-
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
900
deros hechos: la deficiente comprensión de la individualidad ajena y
de sus motivaciones, y el deslizamiento, condicionado por ello, de
motivos falsos en virtud de conclusiones erróneas sacadas [705] por
uno mismo y aplicadas a otros, o deducidas también de "experiencias
generales"; la dependencia de opiniones preconcebidas (por ejemplo,
un punto de partida partidista); luego los engaños que se pueden pro-
ducir en la percepción y el recuerdo. Los medios para descubrir tales
fuentes de engaños son los mismos que indicábamos antes: la com-
paración con otros testimonios e informes y la valoración del informe
en cuestión como testimonio. Tan sólo un punto vamos a considerar-
lo aquí más detalladamente: cuando por algún testimonio o informe
-en este caso se trata principalmente de testimonios- nos sale al paso
una individualidad espiritual, por ejemplo, la de una personalidad,
entonces retendremos ese descubrimiento y lo utilizaremos como pie-
dra de toque para la valoración de otras fuentes que digan algo [706]
sobre el mismo objeto. Desde luego, el historiador no tiene derecho a
desechar otras fuentes -como se recalcó ya anteriormente. Pero cuan-
do la fuente de la que él obtuvo su impresión, está bien acreditada,
entonces él puede aducir conjuntamente otras fuentes que estén
menos bien acreditadas, en la medida en que se hallen de acuerdo o
sean incompatibles con aquella impresión, o puede rechazarlas como
inútiles. Es especialmente valioso el contacto inmediato con la indi-
vidualidad, tal como los testimonios la trasmiten frecuentemente,
para utilizarlo como criterio para juzgar acerca de la credibilidad de
los informes. Por consiguiente, el arte de la interpretación es un pilar
básico de la crítica, la cual, por su parte, es de nuevo únicamente un
punto de transición hacia una ulterior labor interpretativa. Porque, en
cuanto han terminado las [707] investigaciones previas de la crítica,
entonces el contenido de los informes, liberado de sus escorias, se
encuentra ya ante nuestros ojos como un material histórico que quie-
re que lo entendamos, ya sea que nos limitemos a reproducir los actos
de comprensión efectuados por el informador, o bien que, basándo-
nos en las formas expresivas que él describe, tratemos de abrimos el
camino hacia la vida espiritual que habla a partir de ellas, una vida
espiritual hasta la cual informador quizás no había penetrado aún por
sí mismo.
El concepto de la crítica se entiende muchas veces en un sentido
más amplio que aquel en que lo entendimos nosotros, cuando lo res-
tringíamos al terreno de los informes. También en los testimonios
existe el peligro de la falsificación (obras de arte y antigüedades imi-
tadas, documentos falsificados, etc.), y hay que demostrar su auten-
1
11. LOS PROBLEMAS DE LA SUBJETIVIDAD
901
nos rasgos y capta esa realidad por medio de tales rasgos particulares.
Pero el captar por medio de rasgos particulares tiene aquí un sentido
diferente que en el caso de la naturaleza, porque se trata de un cono-
cimiento espiritual que es captado; se trata de una individualidad que
habla desde cada rasgo particular, sin que se deje recomponer desde
la totalidad [728] de los rasgos particulares, y que se capta plena-
mente en cada uno de ellos. Aquel que conoce la situación de una
época, conoce el "espíritu" de esa época, y el mismo espíritu es el que
habla desde sus artes plásticas, desde sus formas sociales, desde su
política, etc. Gracias a esa peculiaridad de la vida espiritual, el histo-
riador permanece más cercano a la "realidad plena" que el experto en
ciencias naturales -claro que sólo en cuanto se trata de una realidad
espiritual y no de un acontecer de la naturaleza, con el cual la vida
espiritual se halla entrelazada dentro de la plenitud de la realidad. Si
sucediera lo que Simmel pensaba, a saber, que las distintas "elabora-
ciones" históricas del acontecer real trasformaban ese acontecer, cada
[729] una de ellas, a su manera, entonces no se comprendería el que
a cada observador y desde cada representación (en cuanto merece lla-
marse histórica) hable la misma vida espiritual.
Por tanto, podemos admitir como cierto el hecho de que el histo-
riador, por principio, llega hasta la realidad histórica, y de que a él se
le revela el sentido de ésta por medio de las fuentes. Claro que con
esto no se dice que esa posibilidad que existe por principio, se reali-
ce dondequiera que se pretenda haber alcanzado la verdad histórica.
En este caso, como en todo conocimiento, existen posibilidades de
engaño. Y lo que Simmel considera como el caso normal del conoci-
miento histórico, eso es efectivamente tal posibilidad de [730] enga-
ño. Existe siempre el peligro de que el historiador no se atenga estric-
tamente y no se limite a lo que las fuentes dicen, sino que construya
e introduzca un sentido. Dondequiera que una fuente admite diversas
posibilidades de interpretación, habrá que suponer con bastante segu-
ridad que el investigador no vaya a limitarse a proponer una alterna-
tiva, sino que se decida por una posibilidad y siga edificando sobre
ella. Y si esto se efectúa con las debidas reservas, entonces la cosa no
está mal. Puede contarse con la posibilidad de que el "curso de la
experiencia" descubra qué interpretación era la correcta, y hay que
estar siempre dispuesto a efectuar [731] correcciones en las afirma-
ciones formuladas. Todo lo que se ha interpretado ya, puede experi-
mentar una reinterpretación; nada permanece como definitivo. Tan
sólo si fuéramos capaces de contemplar globalmente la conexión total
de la historia, entonces cada hecho particular estaría también deter-
INTRODUCCiÓN A LA FILOSOFíA
908
<Filología>
El objeto de la filología son las conexiones completas en sí, que
se constituyen tomando como punto de partida palabras. Esto tiene
todavía múltiple sentido. La primera totalidad completa en sí, en la
que se pensará seguramente, cuando se [734] hable de la filología, es
la unidad de un lenguaje. Se trata de una formación muy curiosa.
Cada palabra latina en particular está tomada del contexto de la len-
gua latina; ésta es la totalidad a la que la palabra pertenece como ele-
IL LOS PROBLElvIAS DE LA SUBJETIVIDAD
909
[738] Y tal puede suceder de un modo que trate al lenguaje como una
formación rígida y analice lo que existe en él, sin tener en cuenta que
se trata del producto de una evolución. Esta contemplación estática
no se quebranta cuando se observan diversos niveles lingüístico s, una
secuencia de estratos de formas fonéticas y semánticas. Esto es en
primer lugar una simple ordenación efectuada dentro del material
existente. Una transición a la reflexión histórica se efectuará sola-
mente cuando trate de entenderse cómo un nivel se ha ido desarro-
llando a partir de otro nivel, cuáles son los motivos que han origina-
do un cambio. En efecto, con ello se dirige la mirada hacia el fluir de
la vida [739] espiritual, en el cual el lenguaje se forma y se trasfor-
ma, y queda suprimido el aislamiento en el que se efectúa la reflexión
puramente filológica.
Sucede algo análogo con las formaciones espirituales que se
crean a partir del material del lenguaje. En primer lugar, toda poesía
se entiende puramente en sí como obra artística completa; debe inser-
tarse además en el contexto literario al que pertenece; esta misma
conexión literaria debe entenderse y analizarse como una unidad
espiritual en una contemplación puramente estática, y es posible que
en tales reflexiones haya que distinguir estratos puramente morfoló-
gicos como en el caso del lenguaje. Y [740] de nuevo, con respecto al
mismo material, puede realizarse la transición a la perspectiva histó-
rica, en la cual el "espíritu" de la literatura se considere como algo
que se va formando y trasformando en el proceso histórico, y se com-
prenda el progreso de un nivel a otro.
[745)
<r¡) Necesidad de complementación del procedimiento de las
. ciencias del espíritu>