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Universidad Nacional de Colombia

Seminario teórico I
Código: 2020727
Profesor: Mauricio Archila
Estudiante: Mónica Alejandra Álvarez Tello
10 de octubre de 2017
Philipe Joutard, Esas voces que nos llegan del pasado. México, Fondo de Cultura Económica,
1986.
Es asociado de historia en 1958 y apoya en 1974 una tesis de Estado, dedicada a la Guerra de los
Camisards (1702-1704), aprehendida anexando a la tradición oral, que se publica bajo el título
de Leyenda de los camisards : una sensibilidad al pasado 1 . Se convirtió en profesor de historia
moderna en la Universidad de Provenza y enseñó en la Escuela de Hautes Etudes en Sciences
Sociales . Es el Rector de la Academia de Besançon (1989-1992) y de Toulouse (1992-1997).
Presidió una comisión ministerial sobre la enseñanza de la historia y la geografía que aboga por el
fortalecimiento de la historia de las religiones, las ciencias y las artes de 1988 a 1989. Es autor de
un informe sobre Gran Pobreza y Éxito(1993) y preside la Comisión de Programas de la Escuela
Primaria (2001-2002) (Wikipedia).
A lo largo de la lectura del texto, Joutard presenta al lector el reto al que el historiador
contemporáneo se enfrenta en el “nuevo campo”, desarrollo y escritura de la historia oral. Como
otros historiadores, Joutard no se aleja de contextualizar al lector sobre la misma práctica, y se
remonta a los primero vestigios de la “Historia Oral”, o historia basada en testimonios directos a los
que hacen referencia Tucídiddes y Herodoto, testimonios de gran importancia ya que en su
momento no existía, como en nuestros días, suficiente documentación escrita, el testimonio oral
era su más precisa aproximación a la realidad de los hechos. Resalta la importancia que, en el
principio de la historia, representaban los testimonios orales, pero que poco a poco fueron
perdiendo relevancia, siendo reducidos o comparados con una fábula (Joutard 21), debido a la
aparición de nuevas tecnologías de registro escrito, la imprenta, por ejemplo, o la acumulación de
documentos, como los archivos, que despertaron en los historiadores la creencia de que el texto
era suficiente para establecer la verdad de un hecho (20).
A partir de dicha afirmación, de que sólo el texto es una herramienta que aporta verdad y legitimidad
sobre un hecho, el historiador ha creado fondos o archivos dónde la historia de grandes personajes
y acontecimientos ha sido documentada. La historia oral que presenta Joutard en su texto es una
herramienta que le permite al historiador tener una conexión diferente con los acontecimientos,
concentrándose en dar voz a los silenciados, al pueblo, que durante mucho tiempo fue olvidado,
el historiador da protagonismo a esas historias del pasado y, podría decirse, que es otra forma de
hacer historia desde abajo.
La historia oral no oficial, como la llama Joutard, no tiene un solo tipo de interlocutor, se preocupa
por escuchar a la masa conformada por combatientes, campesinos, artesanos, mujeres, gente
común. El gusto del historiador por las culturas populares (57) no deja de lado la problemática del
“poder” que el mismo ejerce sobre aquellos a quienes pregunta por el pasado, su interés en
principio se basó en recolectar información sobre la economía o demografía de un pueblo en
específico, sus historias y costumbres.
En capítulos posteriores el autor hace mención al nacimiento de una Historia oral Moderna. Aunque
hubo historiadores que tuvieron un primer acercamiento al relato oral, a dar importancia al
testimonio de personas comunes y sus experiencias en la construcción de historia y cultura, fue
en Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX, que la historia oral se consolida como
práctica institucional (Alan Nevin 1948, primer trabajo oficial de historia oral). Los proyectos
universitarios de investigación que hacían uso de fuentes orales, durante los primeros años, fueron
costosos, pero lo que realmente enriqueció esta práctica no fue el interés propiamente académico,
sino el uso de nuevas tecnologías que permitieron recopilar, archivar y posteriormente analizar los
testimonios y las grabaciones de los mismos. Se crea el primer Centro de Historia Oral en 1948, y
su objetivo principal fue el de ser un banco de datos y un fabricante de archivos orales (97).
Esta nueva forma de hacer historia, en un primer momento, compartió junto con la historia en
general dar protagonismo a grandes personajes y acontecimientos. Pero el ejercicio de realizar
entrevistas, que no es una actividad propia de la historia sino de otras disciplinas como la
antropología, le permitió al historiador, dedicado a la investigación a partir de la historia oral,
enfocarse más en el análisis de la realidad social, la vida de personas comunes.
La Historia Oral Estadounidense influyo en las formas de hacer historia de otros países, y cada uno
daba a la historia oral un nuevo enfoque, como el interés por la historia local y regional, el pasado
como identidad nacional, y también intereses de reconstrucción de historia militar. De igual forma
el interés por testimonios de historia del pasado cercano no fue puramente de Estado Unidos.
Escandinavia, por ejemplo, se interesó por la historia de los dialectos, y aunque para realizar las
entrevistas era necesario un cuestionario base, lo novedoso de su método fue reemplazar el mismo
por una conversación que daba muchas más cercanía entre el académico y en entrevistado (118).
Los escandinavos daban cuenta con sus entrevistas de la historia de la industrialización, cambios
en la educación, el trabajo de las mujeres y también hábitos alimenticios.
Esta forma de hacer historia oral influyó en la creación y recuperación del pasado Británico, quienes
se interesaron por su parte del redescubrimiento de la opinión pública sobre el pasado industrial,
el movimiento obrero, el interés por el pasado de los sobrevivientes de dichos movimientos (124).
Además la novedad de su trabajo consistía en que la práctica misma no era utilizada sólo por
académicos universitarios, sino por pedagogos que alfabetizaban adultos. La historia oral
pretendía ser un encuentro cercano que difuminara las diferencias entre quienes se creaba el
diálogo y, además de dar voz a los que no dejan huella, su objetivo también apuntaba a
consolidarse como una historia democrática, concentrándose en el protagonismo del mundo
popular (129).
Por otro lado menciona la historia oral al estilo italiano que, a diferencia de la historia oral producida
en Escandinavia o Estados Unidos, se separa del mundo universitario y rechaza la historia científica
(139), y aunque también se presentó cierto interés por las clases populares, la clase obrera y el
proceso de industrialización, se inclinaron por dar voz al mundo campesino, especialmente a los
testimonios populares que relataran qué fue de sus vida después de la guerra, todo a manera de
diálogo (139), ya que el entrevistador sólo orienta la entrevista sin restar protagonismo a quién
tiene conocimiento de los sucedido.
Dedica un capítulo a Francia que, en comparación con los avances en historia oral de los países
previamente mencionados, presenta un leve retraso sobre la puesta en práctica de la historia oral.
A partir de su experiencia, el autor menciona que efectivamente el retraso de esta práctica histórica
se basa también en la desconfianza sobre el relato oral, pero de igual manera, se procura realizar
un contraste de la realidad del texto o la transcripción de la entrevista y la realidad del interlocutor.
Aunque el despegue de la historia oral en Francia es lento, se busca rastrear una tradición oral,
que él mismo llama “interrumpida”, con el objetivo de dar cuenta de una memoria colectiva que
proyectaba una realidad histórica que no se podía rastrear en un documento escrito. La historia
oral francesa descubre otro tipo de historiografía, y se da la oportunidad de abandonar la realidad
que ofrece el archivo para interrogar ala memoria (157). A pesar de que los profesionales de la
historia oral buscaban siempre contrastar la vida contada con la información proveniente de una
fuente escrita, afirman y dan cuenta de que, al ser una práctica novedosa, aún no cuenta con una
teorización o conceptualización (188) sólidas.
Los primeros capítulos permiten que el lector se apropie del contexto sobre el surgimiento y
consolidación de la historia oral, las diferentes tendencias en los diferentes países mencionados
y las preocupaciones en común que se presentaban en cada forma de hacer historia oral, entre
esas dificultades se menciona la fragilidad de la memoria de quién cuenta la historia, la importancia
de contrastar el relato con otras fuentes documentales, y finalmente que no siempre se obtiene la
información deseada, pero esa información novedosa complementa la historia general, siempre se
le da la palabra al pueblo silenciado por grandes personajes y acontecimientos, sin dejar de lado,
claro está, que así como la fuente escrita ha sido manipulada por los historiadores, el archivo oral
también puede contaminarse a partir de los intereses que el investigador tenga sobre la información
que ha recolectado.
Los capítulos finales dan cuenta de cómo puede llevarse a cabo un trabajo investigativo sobre
historia oral. Se deja claro que la fuente oral puede llegar a reemplazar al documento escrito tal y
como lo conocemos, esto no sólo porque se muestra otro punto de vista de la historia, además se
puede conocer al otro, la historia oral aporta y hace viviente la reconstrucción de un
acontecimiento, y sobre todo, apela a dar voz a la memoria colectiva (218). Con la fuente oral se
puede llegar a redescubrir otra parte de la historia a partir de las fuentes escritas y se redescubre
las mismas fuentes escritas. El objetivo del historiador sobre cómo hacer una historia total, desde
mi punto de vista, puede ser posible a partir de la historia oral.
El trabajo del historiador que se dedica a crear historia a partir de fuentes orales es dispendioso ya
que no siempre se va a conseguir la información deseada, pero de igual forma, tal y como dice el
autor, se pueden descubrir otras realidades que aportan a la construcción de historia. A pesar de
ser formas de hacer historia completamente diferentes, siento cierto parecido con la microhistoria,
que se enfoca en un personaje silenciado por los grandes personajes y acontecimientos. Su
relación sobre la lectura de transcripciones de fuentes orales que pueden llegar a compartir
demuestra que un testimonio, tanto del pasado lejano como de un pasado relativamente próximo,
permite realizar nuevas preguntas a los documentos escritos y como dice el autor, no sólo se puede
entender al otro sino que se intenta conocer la otra cara de la moneda que ha sido silenciada al
ejercer el poder intelectual.
De igual forma, el autor autocritica su trabajo llegadas las conclusiones del texto y se tiende a
sentir una especie de desánimo, esto porque durante todo el texto pareciera que presenta a la
historia oral como una práctica revolucionaria, pero pone en entre dicho la comprensión que el
historiador pueda llegar a tener sobre el discurso de la fuente oral. Existe efectivamente una historia
desde abajo, que da protagonismo a aquellos silenciador, pero se llega a esa dificultad sobre lo
racional de la fuente escrita y lo irracional de la fuente oral, claro está que dicha encrucijada debe
manejarla el historiador a partir delo que busca en ese discurso y de cómo llega a él. Puede que
exista una fascinación sobre la encuesta oral, y que se puede llegar a hacer historia con la memoria
de los que aún no mueren, pero en definitiva siempre se va tiende a creer que lo escrito es lo único
válido, la dificultad reside en quitar el velo y abrirse a una nueva historia e interpretación eliminando
preconcepciones y reglas aprendidas en la academia.

Bibliografía
Wikipedia. s.f.
https://translate.google.com.co/translate?hl=es&sl=fr&u=https://fr.wikipedia.org/wiki/Philipp
e_Joutard&prev=search. 2017 de 10 de 08.

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