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Teórico 9-Abril-2010

Alejandro Katz

Hoy hay alrededor de doscientas cincuenta personas que quieren introducirse en el mundo de

la actividad editorial. En un momento en el cual la actividad editorial esta seriamente

preocupada por lo que será su futuro. Nosotros comenzamos el curso hace casi veinte años pero

en verdad lo comenzamos hace un siglo y medio. Cuándo empezamos a enseñar lo que

sabíamos de los modos en los que se editan desde los libros trabajábamos con herramientas que

se venían en el siglo XIX para ser objetos que venían desde el siglo XV. Nuestras herramientas

eran el linotipo, un aparato con el que se componía el texto, que si bien cuando yo comencé a

trabajar en este oficio se alimentaba con energía eléctrica, era el mismo que en el siglo XIX se

alimentaba a carbón para fundir el plomo con el cuál se hacía la tipografía.

Usábamos máquinas de impresión, cuyo origen, con algunas adaptaciones técnicas tenía más

de un siglo y conseguían, tras todo eso, cosas que cuando se caían hacían ruido.

Iniciamos el curso este año dos días después de que la principal publicación profesional

dedicada a la edición en EE.UU. informara el resultado de la actividad editorial en EEUU, el

mercado más grande del mundo, en volumen económico, no en cantidad de unidades. Ese

informe decía que las ventas de libros cayeron 1,8 % el año pasado, después de haber caído 2,

8 % el año anterior. Es decir que en dos años el mercado se destruyó casi un 5%. En las

economías maduras, estables, sólidas, los cambios de mercados se miden muchas veces en

décimas de unidades y no en decenas, por lo tanto una caída del 5% en dos años es muy

singular. Cuando uno analiza en detalle lo que ha ocurrido se entera que diferentes segmentos

de la edición, los libros para chicos, los pocket-book literarios tuvieron diferentes variaciones, no

todos los segmentos se consideraron del mismo modo. Hay un segmento que creció el 173%, la

edición de libros digitales. A pesar de haber crecido, la participación de los libros digitales en el

total del mercado de libros es poco relevante, se vendieron trescientos y algo de millones de

dólares de libros digitales contra 20.800 millones de dólares del mercado total de libros en papel.

Esto significa por ejemplo que el mercado digital en EEUU el año pasado fue mayor que todo

el mercado argentino de la edición, eso es importante. Significa que hay: 10, 15, 20 millones de

personas que compraron libros, pero sobre todo 20 millones de personas que no compraban

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antes libros digitales y ahora lo hacen. Mientras muchos millones de personas que compraban

libros en papel están dejando de hacerlo.

Por lo tanto, están ustedes entrando en una zona de riesgo. Y para entrar en una zona de

riesgo lo mejor es pensar haciéndonos algunas preguntas: ¿Qué hacemos?, ¿Cómo lo hacemos?,

¿Para quién lo hacemos? Y ¿Por qué lo hacemos? No es un ejercicio sencillo, no va a ser para

ustedes pero tampoco para nosotros, entender estas preguntas. Hace casi vente años que

comenzamos con esta cátedra, hace casi treinta años que yo comencé a trabajar. Hace veinte

años, al iniciar el curso de Introducción a la actividad editorial no nos formulábamos estas

preguntas, sabíamos lo que hacíamos, sabíamos cómo, sabíamos para quién y había diferentes

por qué.

La actividad editorial como todas las actividades humanas pero no con el mismo ritmo, es una

actividad inscripta en la historia. Es decir en lugares y épocas, no solamente en años

calendarios, de la historia de algunos en algún momento. Y la historia en la cuál se inscribe la

actividad editorial tiene un origen bastante reciente y está muy involucrada con los rasgos, las

características, las necesidades, los deseos, los temores, en las sociedades en las que se ha

desarrollado. Toda actividad humana está inscripta en la historia, pero la necesidad de curar una

enfermedad, es una necesidad posiblemente mucho más primaria en términos más profundos

que la necesidad de distribuir textos impresos. La necesidad de alimentarse es una necesidad

mucho más vinculada con la supervivencia que la necesidad de leer textos impresos. La

necesidad de explotar la naturaleza para proveerse de aquello que es necesario para sobrevivir

es mucho más profunda y permanente. La necesidad de encontrar respuestas a preguntas que a

partir de ciertos niveles de conciencia individual son inevitables, esa necesidad es mucho más

antigua y permanente.

De la necesidad de curar, surge el médico, de la necesidad de dar respuesta surgen los

filósofos, los políticos, de la necesidad de alimentarse surgen las diferentes técnicas de

explotación de la naturaleza y las ciencia que derivan de ella. La necesidad de distribuir textos

impresos es una invención reciente, por tanto nuestra tarea es una tare que es muy dependiente

de los modos en los que las sociedades se imaginan a sí mismas y se instituyen como tales.

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No todas las sociedades se han dado a la tarea de producir, distribuir y compartir la palabra

escrita. Tener claro que esta actividad es una actividad de reciente historia en un vínculo muy

estrecho con formas casi contemporáneas de algunas sociedades, nos tiene que ayudar a

entender que es una actividad de rápida mutación, por su naturaleza misma, no por las técnicas

con las que esa actividad se puede realizar.

Si vuelvo a tomar el ejemplo de la salud y la medicina, sin duda es muy diferente la práctica

médica hoy que la práctica médica de hace cien años. ¿Qué hacen los médicos? Tratan de

restablecer la salud ¿Cómo lo hacen? A través de un corpus de técnica y de saberes muy

definidos que en parte son instrumentales y en parte se apoyan en conocimientos científicos. Lo

hacen para las personas y para las comunidades. Pero nada de esto ha cambiado, se hace lo

mismo, con las técnicas disponibles en cada momento. En ingeniería las técnicas de construcción

han evolucionado potentemente y ahora se construyen edificios de doscientos pisos pero la idea

de construir espacios en los que el hombre desarrolla su actividad es común al que desarrolló un

iglú y al que desarrolló un edificio de doscientos pisos.

Nuestra actividad es una actividad en constante mutación y hoy en una crisis profunda, y

cuando hablo de crisis no quiero decir dramáticamente que se acerca el fin sino que las

coordenadas que le daban sentido se están resignificando.

Ustedes van a ver más adelante en un texto de Roger Chartier, uno de los principales

historiadores de la lectura y el libro que existen hoy en día y que habla de las revoluciones de

ambos, y constata que ha habido diferentes revoluciones. Revoluciones del modo de producir,

del modo de escribir, del modo de leer, pero que hoy nos enfrentamos a una transformación que

afecta a todos esos modos. Nosotros nos vamos a concentrar a lo largo de este cuatrimestre en

las prácticas tradicionales de la edición, vamos a hablar básicamente de cómo podemos hacer

cosas que produzcan ruido al caer. ¿Cómo podemos hacer para que esas cosas lleguen a

quiénes las necesitan o las esperan? Para que lo hagamos de modos racionales que nos

permitan seguir haciéndolo.

En los últimos cinco o seis años la primera clase de este curso ha ido siendo cada vez mas

compleja porque hemos tenido que ir incorporando lentamente la dimensión de una serie de

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prácticas que no encuentran en un objeto material ninguna satisfacción ni se estructuran para

que eso exista.

No se que va a ocurrir el año próximo, cuando empecemos el curso, pero si se que este año

no podemos hablar de la edición digital como una posibilidad que trae el futuro sino como lo que

será seguramente el campo de acción mas importante para cualquiera que se dedique a la

gestión, en el sentido mas completo, de la cultura escrita.

Yo digo que nos vamos a concentrar en la edición en papel, y digo que la mayor parte de

ustedes que ingresen en el mundo editorial y permanezcan en él veinte años, van a dedicarse

básicamente a lo que no es un libro. Lo haremos así por varias razones. La primera por una

razón de confort nuestro pero sobre todo de ustedes. Es muy difícil entender que hace un editor

si no entiende que es un editor en la historia de sus prácticas y en su situación presente. De

algún modo, les vamos a enseñar la arqueología de una profesión que sin embargo, y esto es

otra razón, en nuestro contexto sigue siendo y seguirá siendo por algunos años la práctica en

forma dominante de la actividad. Si bien de aquí a vente años es probable que la mayor parte de

la edición esté centrada en los medios digitales es cierto que hoy en la Argentina, no hay edición

digital y ustedes están en una carrera que tiene en una medida importante la obligación de

proveerles de los instrumentos que les haga mas fácil entrar en un mundo profesional.

Antes de intentar dar respuestas a estas preguntas, quiero hacer un muy breve repaso de

algunos segmentos que han hecho a la actividad editorial.

La actividad editorial, la profesión editorial, las unidades organizacionales, es decir, los grupos

de personas que tienen una forma jurídica o institucional definida y cuya tarea principal consiste

en la edición de libros, son muy recientes. No llegan a tener dos siglos de existencia, con suerte

un siglo y medio. Lo cual, en la historia de las actividades, la edición como práctica profesional

es el producto de la especialización de dos grupos de profesiones: la librería y al imprenta.

Hasta fines del siglo XVIII no existía el editor, nadie se consideraba a si mismo editor, nadie se

organizaba bajo la forma de editorial. No había una realidad jurídica de la actividad editorial

independiente de la librería o la imprenta. Editar a fines del siglo XVIII era aprovechar

habilidades que se desplegaban en otros sectores, era aprovechar las capacidades sobrantes. Un

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impresor que fabricaba libros para terceros y tenía eventualmente, la máquina desocupada

algunas días por semana o por mes y se le ocurría que en vez de tener la maquina parada podía

imprimir lo que él decidía imprimir, era una actividad subsidiaria de su actividad principal. O era

un librero que tenía la relación con los consumidores, sabía lo que al público al que vendía le

pedía y sabía lo que no estaba disponible en el mercado y decidía fabricarlo.

Si se imaginan la sociedad en el siglo XVIII tienen que pensar en una sociedad preindustrial,

feudal, rural y analfabeta. Es decir que no había lectores, y si no hay lectores no hay mercado

por tanto no había una necesidad social de proveer a sectores importantes de la población con

una cantidad suficiente de contenido.

Es decir que nuestra profesión, es una profesión que nace para promover y como resultado de

los cambios profundos que se viven a fines del siglo XVIII. Esta profesión nace a la luz del curso

que le da la Ilustración, que alimenta las ideas de la Ilustración. Es una profesión que nace al

amparo de los cambios técnicos que la Revolución Industrial necesita. Esta profesión impulsa

transformaciones de las revoluciones de fines del siglo XVIII cuando pone en circulación

masivamente, ideas que son necesarias para reproducir esas revoluciones. Pero a la vez es una

profesión que puede desarrollarse en sociedades que son sociedades democráticas.

La profesión nace de los cambios técnicos que la RI impulsa, pero a la vez distribuye el

conocimiento necesario para que esos cambios técnicos puedan extenderse, por lo tanto es

causa y efecto.

El antropólogo francés Claude Levi- Strauss dijo alguna vez que hay una razón única que

explica la alfabetización universal que se proponen las sociedades occidentales modernas, que es

para que nadie pueda refutarse como ignorante de la ley. Esta es la única razón que Levi-

Strauss atribuye a la voluntad de educación masiva.

Si esto es cierto, la edición es un instrumento fundamental para instituir el imperio de la ley,

aunque es el modo privilegiado de construir alfabetización. Peor hay otras razones que no

necesariamente son antagónicas con esta.

La Revolución Industrial produjo una serie de transformaciones sociales, culturales y

demográficas radicales como pocas veces se ha visto en la historia de la humanidad. Entre ella la

migración del campo a la ciudad, es decir los grandes movimientos de masas campesinas que

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abandonaron los campos feudales para comenzar a trabajar en las fábricas de las grandes

ciudades europeas. Hay una inmensa tarea a realizar en muy poco tiempo que es la de

reculturizar a toda esta gente convirtiéndola de trabajadores campesinos, rurales, analfabetos en

operadores eficaces de máquinas industriales, burócratas de las oficinas de administración de las

empresas, empleados de los estados nacionales. Esa tarea se hace en buena medida a través

del desarrollo de la lectura de productos editoriales, cuyo objeto primero es educar, en principio

a las mujeres, para que sean las que lleven a la vida familiar la cultura capitalista, urbana a la

que han llegado en lo que tarda el movimiento físico para ir del campo a la ciudad.

Es necesario formar e informar, cambiar prácticas de cultura, actos de comportamiento,

normas de conducta, ideas del tiempo, del tiempo cotidiano que ya no está regulado por los

ciclos de luz y oscuridad, y del tiempo anual y del tiempo de consumo, que no tiene que estar

asociado con el excedente sino con el ahorro de valores abstractos y no de bienes concretos.

Hay entonces en este período de medio siglo unos procesos de transformación enormes que

afectan a millones de personas y que exigen la aparición de actores profesionales al servicio de

la transmisión del libro. Ya no podemos contar con los servicios marginales del comerciante de

libros o del impresor. Tenemos que contar con el servicio de tiempo completo de una comunidad

de personas que se especialicen y construyan un conocimiento cada vez más sutil, más firme,

más resistente que permita la transmisión de la palabra escrita ya no a las elites feudales,

monárquicas sino a millones de personas.

Diría que lo que hemos hecho desde entonces hasta ayer a la mañana es más o menos lo

mismo. En sociedades mucho mas complejas, con tipos de públicos mucho más diversos, con

volúmenes de contenidos que han crecido exponencialmente, pero hacíamos básicamente lo

mismo. Esto me permite decir que yo llegué a la edición hace treinta años, pero si hubiera

llegado hace ciento veinte no habría tenido mucho más que aprender. Cuando yo hablo de

linotipo, estoy hablando de una máquina que se usaba en el siglo XIX y que yo usé a fines del

siglo XX. Mi primera oficina tenía una máquina de escribir manual y cuándo comencé a necesitar

profesionalmente vincularme con países lejanos tenía que ir a la oficina de ENTEL para enviar un

telex porque no existía el fax, para hablar por teléfono al extranjero uno tenía que prever horas

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y horas de espera hasta conseguir la comunicación. Ese era el mundo en que yo comencé a

trabajar.

Habían cambiado cosas desde principios del XIX hasta el tercer tercio del siglo XX, pero había

algo básico que no había cambiado, nos importaba transformar textos para convertirlos en libros

y ponerlos a disposición de los lectores a través de canales físicos, para abastecerlos eran

necesarias cajas, camionetas, empleados que las cargaran, lugares físicos en los que esos libros

se exhibieran, para que alguien caminando pudiera ingresar allí, tocarlos, verlos, hacer el gesto

fetichista, insolente y soberbio de olerlos y decidir con suerte comprarlos. Digo fetichista y

soberbio porque desde principios del siglo XX el papel es una pasta celulósica prácticamente

química que tiene olor a aluminio y amoníaco, no tiene olor a papel, el gesto tenía sentido

cuándo el papel se fabricaba con lienzos y tenía un aroma que permitía distinguir la calidad de

los lienzos que se habían utilizado en su fabricación.

Subyace a esto que digo algo que me parece interesante, los cambios de eje que ha habido

durante ese proceso, los cambios de acento, no los cambios de naturaleza, no los cambios de

objetivos. Cuando nosotros partíamos de imaginar al librero como editor, partíamos del

pensamiento de aquel que venía del mundo del copista. Había copias manuscritas o copias

impresas e ilustradas a mano, o había en la fabricación una relación entre el productor del

objeto comercializable y el objeto comercializable era casi un libro dibujado. Un copista hizo un

libro, ese libro está hecho por él o se lo imprimió pero fue iluminado. La historia de lo escrito

surge claramente de alguien que escribe y que distribuye lo escrito. Aquí tenemos un centro, un

eje, un acento en la idea del autor.

Pero si consideramos la proliferación de kioscos de ventas de libros en las estaciones de los

trenes británicos a partir del siglo XIX para atender un mercado de masas que no iba a librerías,

los que volvían de las fábricas a los suburbios dónde vivían, el libro en la estación de tren es el

primer indicio que tenemos de la masa, es decir de la industria.

Pasamos del autor a la industria, al énfasis puesto en la producción al menor costo posible de

la mayor cantidad posible de unidades idénticas. Ya la aspiración no es el libro iluminado

medieval sino que es: ninguna marca personal en innumerable cantidad de partes iguales.

Entonces aquí hay un corrimiento de a dónde va la industria.

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Una masificación que se vuelve exponencial en el siglo XX pero que es parte de la misma

lógica. En el siglo XX vamos a ver decisiones industriales muy shockeantes para el mundo del

libro, por ejemplo, que se puedan hacer libros de tapa blanda. Pensar que era posible vender

libros encuadernados solo con papel fue un cambio muy importante y esto permitió la aparición

del paperback. Estas son decisiones a favor de la masificación, los cambios que mencionaba

antes consisten en pasar del papel a la pasta celulósica. Como fue una decisión a favor de la

masificación pasar de la encuadernación con hilo a la encuadernación pegada. Como veremos

estas decisiones implican cambios conceptuales importantes.

Antes el énfasis estaba en el autor, en la intervención artesanal sobre el libro, luego pasa a la

industrialización y a los procesos que permiten extender la cultura escrita a través del libro del

modo más universal y amplio posible Luego pasamos a una etapa en la que se agudiza la

identificación de públicos particulares y se llega a la época de las grandes líneas de

especialización de la act. editorial. Aparecen y se consolidan la edición jurídica, las ediciones

técnicas, las médicas, la edición científica, la edición literaria, la edición educativa.

Vemos el tercer gran acento del gran ciclo del libro tradicional, el énfasis en la copia al énfasis

en la industria al énfasis puesto en el mercado o en la demanda. En todos los casos estamos

hablando de énfasis, estamos hablando del modo en que la actividad.

En alguna medida la transmisión y conservación del saber ha sido una preocupación

permanente en las culturas. Tenemos evidencia suficiente de que por distintas razones las

culturas se han dado a una escritura con el objeto de preservar y compartir determinado tipo de

contenidos, de conocimientos, de experiencia.

El acento en el objeto, el acento en el modo de producción, el acento en la comprensión de los

universos de lectores, tres acentos distintos para una misma práctica. Hoy un editor tiene que

estar atento a los modos de producción industrial para alcanzar la calidad que pretende con el

costo de fabricación más adecuado posible y tiene que estar atento a las características de los

lectores a los que se dirige porque la segmentación de las comunidades de lectura es tan brutal

que si uno no sabe para quién actúa, no actúa para nadie.

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La evolución de este último acento en la calidad del conocimiento que tenemos de nuestros

lectores y sus necesidades nos hizo repensar por primera vez que tipo de profesión somos, no lo

hizo repensar muy tarde y quizás a la luz de cambios ocurridos. La edición ha sido caracterizada

desde principios de su existencia como actividad económica autónoma como una industria, es la

industria editorial porque su lógica es la lógica de quienes fabrican grandes cantidades de

objetos idénticos a partir de una matriz de producción industrial por medios mecánicos. La

actividad del libro tiene implicancias que no son solo sentirse parte de la industria o no sentirse

parte. Tiene implicancias jurídicas, tiene implicancias en las relaciones internacionales del

comercio, en los códigos aduaneros, en los contratos, en infinidad de cosas la edición ha sido

una industria.

Sin embargo hace algunos años se comenzó a discutir que la edición no pertenece a la

categoría de industria sino al sector de los Servicios. La edición es la capacidad de ofrecer

servicios. El énfasis puesto en el vínculo con mercados específicos introduce en el editor la idea

de tener que ofrecer servicios de contenido a usuarios que necesitan de ese contenido.

La edición nace como una profesión diferenciada cuado se autonomiza de los oficios bajo los

cuales funcionaba. Diferentes actores de la actividad editorial ganan autonomía, los editores

educativos se convierten en algo que tiene sus normas, reglas, sus saberes, sus lectores, sus

modos de transmisión de lo que hace, sus modos de comercialización. La edición científica se

autonomiza, la edición jurídica se autonomiza, la edición literaria se autonomiza. Se convierten

en segmentos específicos cargados de saberes muy particulares, de prácticas muy

especializadas, de actores que no siempre son trasladables de un sector a otro.

En este tercer momento lo que tenemos es dentro de un sector de la actividad económica muy

concreto es una inmensa cantidad de actores, cada uno de los cuales tiene saberes, prácticas, a

esta altura incluso tradiciones, muchas veces regulaciones, que son muy diferentes entre sí.

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