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M amentos increíbles con el Salvador lo lleva a

usted en un viaje inspirador que comienza en la fiesta


de bodas de Canaán, donde Jesús hizo el primer
milagro. Ese viaje tennina a la luz de las antorchas en
el huerto de Getsemaní, donde realizó el último.
A lo largo del camino usted avistará aquello que los
santos de antaño anhelaron ver:
la gloria del Mesías prometido.
Usted contemplará esa gloria derramada no sólo
sobre los profetas, sacerdotes o fariseos, sino más bien
sobre los más improbables destinatarios: los preocu-
pados, confundidos y acongojados. Observará a esas
personas cargadas y cansadas caer alos pies de Jesús.
y verá al Señor inclinarse amablemente para
desatarles las pesadas cargas que la vida ha
sujetado. a sus espaldas.
Mientras usted viaja a esos tiernos y compasivos
momentos del pasado, caminará con cuidado,
reverentemente. .. porque esa es tierra santa.
Allí se quitará los zapatos. .. caerá de rodillas ...
verá la gloria de Dios ... y adorará al Salvador
de veras increíble.
MOMENTOS
INCREIBLES
CON EL
SALVADOR
• • •
Ken Gire

o
Villa
ISBN 0-8297-0309-8
Categoría: Inspiración

Este libro fue publicado en inglés con el título


Incredible Moments With The Savior
por Zondervan Publishing House.

© 1990 by Ken Gire

Traducido por M. Cristina Kunsch de Sokoluk

Edición en idioma español


© 1992 EDITORIAL VIDA
Deerfield, Florida 33442-8134

Reservados todos los derechos

Cubierta diseñada por John Coté


mediCadOa
Jack y Hertha Herweg,

por confiarme
a su hija y a sus nietos
cuando me embarqué en una carfera
tan insegura como inestable,
que es la del escritor.

Espero que el día que yo tenga un yerno


pueda mostrarle tanta amabilidad y respeto
como ustedes me han mostrado a mí.
INDICE

Introducción 7
Un momento increíble en una boda 9
Un momento increíble con un
funcionario del rey 19
Un momento increíble con un paralítico 29
Un momento increíble con un leproso 43
Un momento increíble en la ciudad
de Naín 53
Un momento increíble durante
una tormenta 61
Un momento increíble con una multitud 69
Un momento increíble sobre el agua 81
Un momento increíble con un muchacho
endemo!Úado 91
Un momento increíble con una mujer
encorvada 99
Un momento increíble con Lázaro 107
Un momento increíble con un ciego 119
Un momento increíble en un olivar 129
". .. y vimos su gloria,"gloria
como del unigénito del Padre,
lleno de'gracia y de verdad.11
INTRODUCCIÓN

e nla rutina diaria de la oración en privado


yen el ritual semanal del culto público, los increí-
bles momentos en la vida de nuestro Salvador se
tornan a menudo desgastados y pierden mucho de
su fulgor.
Cuando así sucede, esos momentos dejan de ser
suelo santo. Por esa razón, ya no nos quitamos más
el calzado de los pies cayendo sobre nuestro rostro.
¿Por qué? Porque el asombro es el requisito previo
a la adoración y cuando perdemos nuestra capaci-
dad de asombro, perdemos la fuerza dinámica que
nos arroja sobre las rodillas.
La vida terrenal de nuestro Señor estuvo repleta
de momentos increíbles. Adondequiera que El iba,
las personas quedaban pasmadas por lo que El
hacía. Quedaban atónitas, con la boca abierta. Pa-
lidecían de temor. Y de aldea en aldea se comenta-
ba lo mismo: "Nunca antes habíamos visto algo
semejante."
El propósito del presente libro es el de recuperar
en parte el asombro perdido a lo largo de la vida
cristiana para que Jesucristo sea admirado en toda
su esplendidez.
Aprender a ver la gloria de Jesucristo. Ese es el
motivo esencial de este libro. Para lograrlo, he

7
centrado la atención en los momentos precisos en
que se manifestó su gloria, momentos en que se
levantó el velo de su humanidad para permitir que
resplandeciera su deidad. Momentos de misericor-
dia, como al curar a un leproso. Momentos espec-
taculares, como al calmar la tempestad. Momentos
de lágrimas, como al resucitar a Lázaro.
Esos momentos increíbles llenaron de reverente
admiración a quienes los presenciaron, de manera
que la vida de ellos no pudo seguir siendo igual
que antes. Algunas de esas personas fueron ilumi-
nadas por la luz. Otras trataron de extinguirla.
Pero todas llevaron la marca de aquellos fugaces
destellos de gloria.
Este libro es tan sólo un simple intento de en-
marcar unos cuantos de esos destellos de gloria.
Espero que las descripciones colmen el corazón
de usted de admiración hacia nuestro increíble
Salvador. Y espero que ese corazón se llene al
punto de rebosar de compasión por los que sufren,
pues precisamente sobre ellos se derramó con tan-
ta generosidad su gloria.

8
UN MOMENTO
INCREÍBLE
EN UNA BODA
PASAJE BÍBLICO

~I tercer día se hicieron unas bodas en


Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús.
y fueron también invitados a las bodas Jesús y
sus discípulos. Y faltando el vino, la madre de
Jesús le dijo: No tienen vino.
Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer?
Aún no ha venido mi hora.
Su madre dijo a los que servían: Haced todo
lo que os dijere.
y estaban allí seis tinajas de piedra para agua,
conforme al rito de la purificación de los judíos,
en cada una de las cuales cabían dos o tres cán-
taros.
Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y
las llenaron hasta arriba.
Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al
maestresala.
y se lo llevaron. Cuando el maestresala probó
el agua hecha vino, sin saber él de dónde era,
aunque lo sabían los sirvientes que habían saca-
do el agua, llamó al esposo, y le dijo: Todo hom-
bre sirve primero el buen vino, y cuando ya han
bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has
reservado el buen vino hasta ahora.
10
Este principio de señales hizo Jesús en Caná
de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos
creyeron en él.
JUAN 2:1-11

11
MEDITACIÓN

(![: uando el Hijo de Dios descendió por las


gradas de su trono para hacerse hombre, el más
selecto de los vinos del cielo entró en el cántaro de
barro común de un judío palestino.
Durante treinta años esa vendimia del cielo se'
añejó en la bodega de una carpintería de Nazaret.
Pero llega el momento de romper el lacre, de sacar
el corcho y de llenar la tierra con el fragante aroma
de la deidad de manera que, por un momento
fugaz pero alegre, los labios resecos del mundo
puedan gustar'el reino de Dios.
Ese tiempo coincide, oportunamente, con una
boda.
Para los sobrecargados de trabajo, los obreros
explotados y los castigados por los impuestos, la
boda era un respiro muy necesario en el que po-
dían descansar en compañía de viejos amigos com-
partiendo juntos un poco de comida, un poco de
vino y un poco de risa.
Pero la risa comenzaba a desvanecerse. La hu-
milde familia que ofrecía la fiesta esperaba que el
vino aumentara agregándole agua y llenando las
copas sólo hasta la mitad. Pero en ese momento
habían vaciado al máximo las jarras de vino.
12
En el afán de salvar a esa familia de una situa-
ción incómoda y de la vergüenza ante la sociedad,
la madre de Jesús fue a solicitar su ayuda. Frotán-
dose las manos con ansiedad, le dice:
- No tienen vino.
El enunciado implicaba el pedido: "Haz algo".
Desde el nacimiento milagroso de Jesús, María
ha estado meditando acerca de la gloria futura de
su hijo. Ha visto las visiones, ha oído a los ángeles
y ha sido testigo del extraordinario desarrollo de
Jesús. Al implorarle a su hijo, espera que El haga
frente a la situación y derrame algo de su gloria
para suplir la necesidad.
Llega un momento de indecisión después de la
ferviente súplica. Durante ese breve instante, Ma-
ría contempla el rostro de su hijo y ve a un hombre
sin duda diferente del que ha vivido con ella du-
rante los últimos treinta años, y ha cuidado de ella.
El rostro de Jesús ostenta, como cincelados por un
escultor, sus cuarenta días en el desierto. Ahora
está más delgado, se ve más serio y es más vehe-
mente.
Jesús titubea porque sabe que si suple esa nece
sidad por medios sobrenaturales, su vida no segui-
rá siendo igual. Nunca más POdrá volver atrás el
reloj.
No. Después de esa boda quedaría para siempre
en el pasado la reclusión de su vida en un pueble-
cito. Durante los restantes tres años y medio el
único tiempo que podría dedicarse para sí serían
momentos a hurtadillas en un bosquecillo de oli-
vos antes del amanecer o porciones de quietud
13
tomados por la fuerza luego del anochecer sobre
una árida loma. La comunión con su Padre sólo se
lograría entonces a expensas de las horas de sueño,
pues tan grandes eran las necesidades de las per-
sonas que lo apretujarían durante el día en tantas
ciudades, en las laderas de tantas montañas, y
sobre tantas playas.
Dondequiera que fuera, Jesús se convertiría en
el comentario entre las mujeres y en motivo de
debate entre los hombres. Con la precisión de un
escriba, se pondría a prueba sobre la piedra de
toque de la tradición rabínica cada punto y cada
tilde de la enseñanza de Jesús. Dondequiera que
fuera, tras su estela flotarían comunidades enteras
enviando ondas inquietantes por toda Palestina.
Se comprende que, al sopesar esa opción, Jesús
demorara la respuesta al pedido.
- ¿Qué tienes conmigo, mujer? ¿Por qué me
comprometes con este asunto? Aún no ha llegado
mi hora.
En lo oculto del campo de batalla en que su
mente se debate con el pedido, Jesús siente la pre-
sión de una consideración más: es demasiado tem-
prano Para revelar su gloria. No se ha elegido
todavía a todos los discípulos. Muchos de los pla-
nes para su ministerio son apenas bosquejos en su
mente, a la espera de la dimensión y del color que
les dará la mano del Padre.
El Padre. Jesús volverá a titubear en el futuro
ante otro pedido. "Padre, si quieres, pase de mí esta
copa." Iba a ser difícil tomar esa copa fatal. Iba a
ser difícil tragar la ira desbordante. Pero con mano
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temblorosa Jesús sí tomaría esa copa. "Pero no se
haga mi voluntad, sino la tuya."
De la misma manera que se sometería en Getse-
maní al pedido de su Padre, ahora se sometería al
pedido de su madre en Caná.
Se vuelven con rapidez sus pensamientos desde
el futuro hacia la necesidad del momento presente.
A las personas pobres y severamente recargadas.
A los esclavizados a una vida servil, tan necesita-
dos de un poco de alegría. A los padres de la novia
y del novio, tan agotados por todos los preparati-
vos, tan endeudados por suplir lo necesario para
esa boda.
Por último, sus pensamientos se vuelven a la
novia y al novio. La vergüenza no sería una buena
manera de comenzar su luna de miel, ni qué hablar
de su nuevo hogar dentro de la comunidad. La
joven pareja necesitaba ayuda. Y el corazón de
Jesús sintió compasión por ellos.
Sin una palabra de sus labios, sin el contacto de
su mano, Jesús sencillamente ejerce su voluntad de
que el agua se transforme en vino. Yen la presencia
sagrada de ese pensamiento el agua se doblega y
obedece.
Es tan característico del Salvador que haya reve-
lado su gloria en primera instancia aquí, de este
modo, y con este propósito.
No reveló su gloria en el palacio imperial de
Roma. Ni en el templo de Herodes en Jerusalén. Ni
entre las columnas de la Acrópolis de Atenas. En
cambio, lo hizo aquí, en una aldea empobr~idade
Caná, un nido en un oscuro rincón de Galilea.

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y el modo en que reveló su gloria ... fue median-
te un milagro silencioso. Nada de bombo y plati-
llos. Nada de candilejas ni de efectos teatrales.
Solamente la poderosa mano de Dios obró en si-
lencio detrás de bambalinas a la hora de la necesi-
dad.
y el propósito del milagro ... realizado no para
apagar su propia sed, sino para satisfacer las nece-
sidades de los demás. Para aliviar la ansiedad de
una mujer a quien amaba. Para salvar a una pareja
de recién casados, con ojos radiantes, de la incomo-
didad de una situación embarazosa. Ypara ofrecer
un poquito de placer a una comunidad agobiada
por el trabajo.
La gloria al descubierto aumentó la fe de los
discípulos. Y logró algo más. Mediante esa deci-
sión de revelar su gloria, Jesús cruzó un paso sin
retorno.
La suerte estaba echada.
El reloj estaba en marcha. Comenzaría su tictac
hasta la hora final de su destino y pondría en
movimiento los engranajes que finalmente lo lle-
varían a dar su vida misma, porque el vino que El
produjo en Caná aproximaría aquella copa que un
día bebería en la cruz.

16
ORACIÓN

~mado Señor:
En realidad, el cielo reserva el mejor vino hasta
el final. ¡Qué diferente de la manera en que el
mundo prodiga sus placeres! Primero viene el vér-
tigo del alborozo, pero a la mañana llega el dolor
de cabeza y la angustia, y es entonces que comien-
za de nuevo ese vacío que consume.
Señor, una persona allegada a mi corazón ha
atravesado por la vida con ese vacío que consume,
teniendo ansias de algo más.
Te ruego que tomes a y lo
llenes de tu Espíritu. Su corazón, con sus concavi-
dades secas, te anhela; pero él no lo sabe. Su alma
es tan ignorante en cuanto a las cuestiones espiri-
tuales que ni siquiera puede expresar claramente
su dolor.
El ha procurado aliviar ese dolor con todas las
cosas equivocadas, Señor. Pero sigue siendo un
hombre vacío, con un pasado lleno de remordi-
miento, con un presente lleno de confusión y con
un futuro lleno de preocupación.
Despójalo de esas cosas, Señor. Aunque tengas
que trastornar su vida para lograrlo.
Llénalo de una conciencia desbordante de que tú
- que eres el mismo ayer, hoy y por los siglos -
17
perdonas su pasado, de que eres el pan cotidiano
de su alma y de que tienes el futuro en tus manos.
Confío en que harás un milagro, Señor. Toca el
agua de su vida y tiansfórmala en el más delicado
de los vinos ...

18
UN MOMENTO
INCREÍBLE CON
UN FUNCIONARIO
DEL REY
PASAJE BÍBLICO

~ ino, pues, Jesús otra vez a Caná de Gali-


lea, donde había convertido el agua en vino. Y
había en Capemaum un oficial del rey, cuyo hijo
estaba enfermo. Este, cuando oyó que Jesús había
llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que
descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto
de morir.
Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y
prodigios, no creeréis. El oficial del rey le dijo:
Señor, desciende antes que mi hijo muera. Jesús le
dijo: Ve, tu hijo vive.
y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y
se fue. Cuando ya él descendía, sus siervos salie-
ron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo
vive. Entonces él les preguntó a qué hora había
comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las
siete le dejó la fiebre.
El padre entonces entendió que aquella era la
hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y
creyó él con toda su casa:
JUAN 4:46-53

20
MEDITACIÓN

~a palabra traducida u oficial del rey" sig-


nifica literalmente "hombre del rey" . Es uno de los
funcionarios de más confianza de Herodes. Reside
en el pueblo de Capernaum, tal vez en una villa
bien cuidada encima del blanco acantilado que
tiene vista al ondulado brillo azul del mar de Ga-
lilea. Su vida transcurre entre almohadones, con
sirvientes que circulan por toda la finca para res-
ponder a cada una de sus necesidades.
Tiene riquezas, distinción y privilegios. Pero
ninguna de esas cosas pueden servirle ahora de
nada. Ni siquiera Herodes, a pesar de toda su
jurisdicción imperial, puede ayudarle.
Su niño, desbordante de energía, se ha reducido
a la semejanza de un fláccido muñeco de trapo a
merced de una~ alta temperatura, que lo derrite
hasta ser casi absorbido por las sábanas.
El servicio que ese hombre presta a Herodes lo
ha recompensado bien. Una hermosa casa. Escena-
rio de objetos decorativos. Placeres epicúreos para
satisfacer los paladares más exigentes. Ropas apro-
piadas para las fiestas más elegantes del rey. Es un
hombre rico. Es lógico que, al caer enfermo su hijo,
lo primero que haga sea recurrir a su riqueza.
21
Contrató a los mejores médicos que el dinero
podía conseguir. Pero un montón de medicamen-
tos junto a la cama del muchacho son testimonio
mudo de sus diagnósticos inciertos.
El pagre ha agotado todo intento, desde la me-
dicina recetada por profesionales hasta los reme-
dios sugeridos por sus sirvientes. En ese momento
probaría cualquier cosa. Está desesperado. El en-
canto de su vida se escurre ante sus propios ojos.
El y su esposa se quedan despiertos toda la
noche observando al niño, combatiendo con paños
fríos el ardor del cuerpo afiebrado. Los sirvientes
entran y salen para cambiar las sábanas, para traer
toallas secas y recipientes con agua fresca y algu-
nas palabras de consuelo.
Pero ahora ya no hay nada más que hacer, salvo
esperar y mantener la esperanza.
Tristemente el amanecer galileo no cumple su
misión de enviar ni un pálido rayo de esperanza
para ellos. El funcionario se sienta en la terraza, con
la vaga mirada fija en el impasible lago. Tiene los
ojos hinchados a causa de la larga vigilia nocturna;
su cuerpo está entumecido; su corazón siente un
dolor monótono.
y al ritmo de su corazón quedan palpitando
implacables las preguntas: ¿Qué importancia ten-
dría el éxito si perdiera a su hijo? ¿Qué importaría
su cargo? ¿O sus extensas propiedades? ¿O cual-
quier otra cosa?
En un momento de enfrentamiento con la ver-
dad, se da cuenta de que toda su riqueza, toda su
distinción, todo su privilegio no significan nada.
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Con placer lo cambiaría todo por la vida de su hijo.
Pero es lo único que su dinero no puede comprar.
Continúa el doloroso fluir de preguntas.
¿Cómo sería el patio si su hijo no jugara en él
construyendo su pequeño fuerte de fantasía entre
las emamadas de ros~? ¿Cómo sería la casa sin
que él corretee dejando a su paso una estela de
ruidos infantiles? ¿Cómo sería la mesa del almuer-
zo sin sus cubiertos puestos en el lugar habitual?
El padre hunde la cabezaentre las manos y solloza
a causa de su hijo, el niñito que nunca más arropará
en la cama ... las piemecitas cansadas de jugar que
nunca más frotará ... las orejitas atentas a las que
nunca más relatará cuentos a la hora de dormir.
Nunca más. Ese pensamiento cae sobre él con el
fatalismo agudo de la guillotina de un verdugo.
Las palmas de sus manos de funcionario real se
humedecen con las gotas del remordimiento. Por
haber trabajado demasiado. Por haber estado au-
sente demasiado tiempo. Por haberse perdido tan-
tos ratos de incalculable valor en la infancia de su
niño. Momentos que no podría recuperar median-
te un pago, sin importar su fortuna, distinción o
privilegio.
Se encuentra hundido bajo el peso del abati-
miento.
Cuando los sirvientes diurnos comienzan sus
turnos, uno de ellos titubeando se atreve a acercar-
se para contarle sobre Jesús, sobre las cosas increí-
bles que la gente dice acerca de El, sobre el poder
milagroso que El tiene para sanar a los enfermos,
23
y quizá ... , quizá ... , si él pudiera convencer a
Jesús de que vaya a ver al niño ...
Tan pronto se pronuncia esa insinuación, el fun-
cionario se prepara para una caminata de casi cua-
renta kilómetros hasta Caná, donde se encuentra
Jesús.
Llega a la aldea en su frenética búsqueda del
hacedor de milagros, pues Jesús es su última espe-
ranza.
Al encontrarlo, hace algo fuera de lo acostum-
brado para un hombre de su posición: suplica.
Suplica por la vida de su muchachito, el niño a
quien no abrazará más, a quien no verá crecer a
menos que Jesús vaya alIado de su cama.
De manera extraña, Jesús no responde con la
compasión que le es tan característica. En vez de
eso reprende al hombre.
- Si ustedes no ven señales milagrosas y mara-
villas, nunca creerán.
Jesús había estado en las primeras páginas noti-
ciosas de Palestina. Pero las noticias que circulaban
eran sensacionalistas. Y el clima que rodeaba a
Cristo se estaba transformando rápidamente en el
de un circo: "¡Acérquense y vean señales y mara-
villas ejecutadas ante sus propios ojos! ¡Venga us-
ted, vengan todos! ¡Vean al hacedor de milagros en
acción!"
Eso no era lo que Jesús quería. El no deseaba
convertirse en una atracción de segunda clase. No
quería que el reino de Dios llegara a ser una expe-
riencia semejante al algodón de azúcar que se de-
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rritiera dulcemente en la boca para luego desapa-
recer.
Aferrándose con las manos al manto de Jesús, el
oficial del rey cae de rodillas suplicando, rogando,
implorando.
- Señor, ven antes que muera mi hijo.
Su voz se entrecorta mientras las lágrimas sur-
can sus mejillas. Esa emoción desbordante ilumina
un recuerdo en la mente de Jesús. Recuerda los ojos
de su Padre, su preocupación, amor, emoción. El
sabe que volverá a ver esos mismos ojos al llegar
otra vez al cielo, pero de pronto el dolor crónico de
no poder ver a su Padre se le agudiza. Recuerda la
escena dolorosa de su último abrazo. Vuelve los
ojos hacia el hombre postrado.
- Ya puedes irte. Tu hijo vivirá.
Por un instante el padre titubea. Esa respuesta
no es precisamente la que esperaba. El esperaba
que Jesús fuera con él. Pero al levantarse de sus
rodillas, el padre da un paso de fe. Le toma la
palabra a Jesús y dirige su rostro surcado por las
lágrimas hacia su hogar.
Una semilla ha sido sembrada en el terreno
empapado de lágrimas del corazón de ese padre.
Y con la decisión de fiarse de la palabra de Jesús
comienzan a germinar los primeros brotes de fe.
El hombre se levantaría temprano a la mañana
siguiente. Regresaría a su hogar para recibir el
abrazo de sus sirvientes, de su esposa y ... de su
niño.
La fe renacería y echaría raíces en el huerto de
esa finca con vista al lago. Y allí florecería, sus
25
capullos fragantes volcándose como cascadas so-
bre los muros de la terraza, desplegando colores
iridiscentes.
Colores que ese padre nunca antes había visto.
Colores tan vibrantes que toda'Su riqueza, toda su
distinción, todo su privilegio palidecían ante la
comparación. Colores que destacaban ante ese
hombre prominente lo que en la vida es de veras
importante: el hijo que ahora sostenía en sus bra-
zos ... y el Salvador que ahora abrazaba en su
corazón.

26
ORACIÓN

aUeridO Hijo de Dios, amado de tu Pa-


dre:
Gracias por la belleza, la fragancia y-el color que
has otorgado a mi vida. Como la flor se inclina en
dirección al sol, así quiero buscarte cada hora en
que estoy despierto.
Ayúdame a buscarte con el fervor del funciona-
rio del rey; pero ayúdame a buscarte con el mismo
fervor cuando todo anda bien y cuando no anda
todobi~n.
Confieso que las comodidades de esta vida a me-
nudo levantan un muro frente a la realidad de lo
mucho que te necesito. Ayúdame a percatarme de '
que la adversidad es una misericordia dura; no pie-
dras que se me arrojan para lastimarme sino piedras
que sirven como un llamado de atención, como al-
guien que golpeara a la ventana de mi confortable
habitación para recordarme de que esa no es mi casa.
Concédeme la grada necesaria para aceptar esas
misericordias duras, no importa cuán punzantes o
pesadas sean, y para cimentar con ellas el camino
que me lleve hasta ti. Ayúdame a ver que esas
mismas piedras componen la calle ancha por la
cual tus misericordias tiernas pueden llegar hasta
mí.

27
Señor Jesús, arranca las anteojeras que dirigen
mis ojos sólo sobre mi angosto caminito de dolor.
Yergue mi cabeza para que vea los caminos difíci-
les que tienen que transitar otras personas.
Por esas otras personas ruego ahora, oh Señor.
Por las que están sufriendo la pérdida de un ser
querido. Te pido que lleves claridad en medio de
esa circunstancia y des consuelo a los corazones
agotados por la ansiedad. Por las que ya han per-
dido a un ser querido, te ruego que las tomes en
tus brazos y las sostengas.
Sobre todo te pido por y por
- - - - - r - - - " quienes padecen el dolor tan singu-

lar de tener un hijo gravemente enfermo. Esa mi-


sericordia tuya les es dura, Señor. Concédeles la
gracia de emplear esa piedra para allanar el camino
a tu paso. Y te imploro que así les otorgues la
misma tierna misericordia que le concediste a
aquel funcionario del rey: la seguridad de que
vivirá su hijo.

28
UN MOMENTO
INCREÍBLE CON
UN PARALÍTICO
PASAJE BÍBLICO

<lE ntr6 Jesús olra vez en Capernaum des-


pués de algunos días; y se oyó que estaba en casa.
E inmediatamente se juntaron muchos, de mane-
ra que ya no cabían ni aun a la puerta; y les
predicaba la palabra. Entonces vinieron a él unos
trayendo un paralítico, que era cargado por cua-
tro. Y como no podían acercarse a él a causa de
la multitud, descubrieron el techo de donde es-
taba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho
en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de
ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son
perdonados.
Estaban allí sentados algunos de los escribas,
los cuales cavilaban en sus corazones: ¿Por qué
habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede
perdonar pecados, sino sólo Dios?
y conociendo luego Jesús en su espíritu que
cavilaban de esta manera dentro de sí mismos,
les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazo-
nes? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus
pecados te son perdonados, o decirle: Levántate,
toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis que
el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra
para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te
digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
30
Entonces él se levantó en seguida, y tomando
su lecho, salió delante de todos, de manera que
todos se asombraron, y glorificaron a Dios, dicien-
do: Nunca hemos visto tal cosa.
MARcos 2:1-12

31
MEDITACIÓN

~ or ser paralitico, contempla el futuro


desolado que tiene por delante. En
aquel entonces no había neurocirujanos, ni espe-
cialistas, ni clínicas de recuperación, ni terapeutas,
ni descubrimientos científicos en el horizonte ni
remedios milagrosos en el botiquín.
La única receta que podía ofrecer la comunidad
era la lástima, y de eso ya ha recibido más de lo que
desea. No quiere lástima. Desea recuperar su vida.
La vida con la que cuenta al presente es de
posición horizontal, colmada de llagas en la espal-
da y de miradas hacia el cielo raso. Pero ese cielo
no recibe sus confesiones ni acepta su penitencia.
Sus piernas y brazos larguiruchos forman el
enrejado de la celda que lo tiene prisionero aislán-
dolo del resto del mundo. Y ahí yace solo, sobre su
colchoneta de un metro por dos. Día tras día. Se-
mana tras semana. Mes tras mes de monotonía.
Nunca le es factible levantarse con el sol maña-
nero y desperezarse. Nunca puede intercambiar
saludos caminando por la calle. Nunca da un paseo
en procura de una ocasional bocanada de aire fres-
co. Nunca da una caminata para vencer la frustra-
ción. Nunca cambia de panorama sin incomodar a
otras personas.
32
Depende de los demás para todas las cosas. Para
cada trago de agua. Para cada bocado de comida.
Para cada ocasión en que necesita hacer alguna
necesidad fisiológica. Alguien tiene que cambiarlo
de posición, bañarlo y vestirlo.
Dependencia. Humillación. Encierro. Aburri-
miento. Soledad. Frustración. Vergüenza. Deses-
peración. Esos son sólo algunos de los aspectos que
definen la vida sobre la colchoneta.
Podríamos encontrar más sinónimos negativos,
pero hay una palabra positiva que otorga á su vida
una sílaba de significado: amigos. Cuatro fieles
amigos. Yesos amigos han oído algunas cosas
increíbles que los lleva junto a su cama. Llegan con
emocionantes noticias acerca de un hacedor de
milagros.
A partir del momento en que Jesús expulsó un
demonio de un hombre que estaba en la sinagoga,
desde Capernaum salieron las noticias como olea-
das de blanca cresta. Bañaron las ciudades costeras
del mar de Galilea. Ondularon a lo largo de la
región de Decápolis. Y lavaron el territorio hacia el
sur hasta llegar a Jerusalén.
Cuando se difundió una segunda oleada de no-
ticias acerca de la curación de un leproso, aumen-
taron las multitudes. Personas de todas partes fue-
ron hacia Capernaum. Iban a ver ese fenómeno a
quien llamaban el Nazareno.
Componían un conjunto de buscadores, espec-
tadores y espías. Algunos tenían una mirada de
esperanza, pues esperaban ser sanados. Otros iban
con una mirada de curiosidad, pues esperaban ser

33
convencidos. Otros iban con una mirada de nega-
tivismo, para averiguar quién estaba moviendo
peligrosamente el barco de la religión, y para pro-
hibirle hacer más olas.
La casa donde Jesús se encuentra hablando hoy
está colmada. Los que llegan tarde se amontonan
en la entrada, parados en puntas de pie, ahuecán-
dose las orejas para captar algunas de las palabras
del maestro.
Uno de los que han llegado tarde es el paralítico,
transportado por sus cuatro amigos, cada uno sos-
teniendo una punta de la camilla. Pero los muros
de carne resultan impenetrables. Y tras sus repeti-
dos intentos vienen los gestos de que hagan silen-
cio y que se alejen de la impaciente muchedumbre
que se esfuerza por oír.
Decididos a no ser rechazados, los hombres re-
troceden y elaboran otro modo de acercarse. "Las
escaleras. ¿Por qué no las escaleras traseras que .
llevan a la azotea?"
Su entusiasmo sube con cada escalón que as-
cienden. Cuando llegan al tope sienten en la gar-
ganta los latidos del corazón. Apoyando sobre el
piso a su amigo, examinan el techo para determi-
nar con exactitud el punto donde Jesús está ubica-
do. Luego, bombeando adrenalina, quitan las tejas
y comienzan a formar el hueco.
Los desechos que se desprenden crean una nube
ondulante de polvo y hacen retroceder a la muche-
dumbre que tose y cubre con las manos las quejas
que salen de su boca.
34
Sus ojos miran oblicuamente hacia arriba, y lo
primero que ven es un enredo de dedos semejantes
a gusanos que amplían su boquete. Ahora ven un
rayo de sol, un par de ojos que buscan a Jesús, luego
cuatro pares de manos ampliando más el boquete
y, por último, la base de la camilla del paralítico.
Los amigos se esfuerzan por hacer descender al
paralítico mientras otros desde abajo se estiran
para lograr que la camilla descanse sobre el piso.
Desde la abertura del techo, corno por un embu-
do invertido, se desparrama la luz en la cual partí-
culas de polvo hacen las piruetas de un ballet
evanescente y, etéreas, danzan alrededor del flác-
cido hombre que está sobre el piso.
Los ojos de Jesús están fijos sobre las cuatro
cabezas que rodean el agujero en el techo. El texto
de la narración dice que El vio" la fe de ellos. La
ti

fe de ellos. La fe de los amigos del paralítico. Es en


las alas de la fe de ellos que desciende la misericor-
dia del cielo.
No quedaron registradas palabras que ellos ha-
yan dicho. De modo que no fue lo que Jesús escu-
chó lo que cautivó su corazón; fue lo que vio.
¿Y qué vio? Cuatro hombres que sudaban y que,
con placer, ponían su fe en acción ... , manos ras-
guñadas deseosas de cavar un túnel a través de
cualquier obstáculo ... , rostros sucios, sedientos
de un milagro. Jadean en su entusiasmo. Los ojos
están abiertos de par en par debido a la expectati-
va. Corno niños de la calle que aprietan la ,nariz
contra el vidrio de la confitería, ellos estaban muer-
35
tos de hambre necesitando saborear un dulce sabor
celestial.
Esas criaturas se atrevieron a hacer 10 que
ningún adulto con un poco de sentido común y
buena educación haría jamás. Destruyeron la
propiedad ajena, interrumpieron a alguien que
estaba hablando e incomodaron a todos los de-
más que estaban escuchando. Tal como los niños.
Pero aquel que cierta vez dijo: "Dejad a los
niños venir a mí", no consideró a esos hijos de la
fe como una interrupción. Todo 10 contrario.
Pues esos eran niños nacidos en la casa de su
Padre.
La mirada contemplativa de Jesús cae sobre el
hombre que yace lacio a sus pies como un estro-
pajo exprimido. Ve que la parálisis es más grave
de 10 que aparenta. Dentro de ese cuerpo dema-
crado mora un alma inválida, paralizada por el
pecado, atrofiada por la vergüenza.
El hombre alza la vista; sus párpados aletean
para esconderse del sol. Jesús se inclina sobre él
eclipsando la luz. Por un momento los cielos se
abren. El rostro de Dios sonríe. Y una dulce por-
ción de maná cae sobre el hombre en la camilla.
- Hijo, tus pecados quedan perdonados.
¿Cuánto tiempo ha esperado para escuchar
esas palabras? ¿Cuántas lágrimas ha vertido ante
el cielo raso que 10 contemplaba, suplicando una
respuesta al enigma de su vida?
Jesús habló con una sonrisa como diciendo:
"Ten buen ánimo, hijo mío; Dios no está enojado
contigo." Con labios temblorosos, el paralítico
36
responde a su sonrisa. Lucha con sus lágrimas,
pero es en vano., Aprieta los ojos, pero años de
dolor reprimido se derraman de sus ojos para for-
mar arroyos en su rostro.
Pero las tiernas misericordias que acariciaron
las mejillas del paralítico llegan al rostro de los
líderes religiosos como una bofetada. Mientras los ,
cielos se regocijan, ellos están demasiado ocupa-
dos con anotaciones mentales como para entre-
mezclarse en la danza. El enunciado silogístico es:

Jesús declara que tiene poder para perdonar


pecados.
Sólo Dios puede perdonar pecados.
Por lo tanto, Jesús declara que es Dios.
Precisamente ese es el punto. El razonamiento
es correcto.. Los llevó a la conclusión acertada, pero
no los llevó a Cristo. Si algo puede enseñarnos ese
agujero en el techo, es que la fe es lo que lleva a una
persona a Jesucristo, no los razonamientos intelec-
tuales. La curiosidad puede colmar un aula, pero
fue la fe la que cavó a través del techo para llevar
al paralítico a los pies de Jesús.
Jesús lee la mente de sus críticos como para
ofrecerles más pruebas de que El es quien dice ser.
- ¿Por qué piensan ustedes así? ¿Qué es más
fácil, decirle al paralítico: 'Tus pecados quedan
perdonados' o decirle: 'Levántate, toma tu camilla
y anda'? Pues vaya demostrarles que el Hijo del
hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar
pecados.
37
Ambas cosas son igualmente fáciles de decir.
Ambas son asimismo imposibles de hacer. Por
supuesto, salvo que se trate de Dios. En ese caso,
es tan fácil una cosa como la otra, y eso nos da la
explicación de la imperturbabilidad de Jesús. Pero
para que los líderes religiosos no lo cataloguen de
un simple sanador por fe, Jesús hace lo que ningún
mortal tendría la presunción de hacer: perdona al
hombre los pecados que haya cometido contra
Dios.
El Salvador pone punto final al debate volvien-
do su atención de los escépticos hacia el paralítico.
. - Toma tu camilla y vete a tu casa.
Aunque la parálisis haya sido sanada, los múscu-
los atrofiados habrán hecho tambalear al hombre
como si fuera un potrillo recién nacido. Pero el
paralítico recibe gracia sobre gracia. No sólo se le
da perdón y sanidad¡ también se le devuelve su
fuerza.
Levantándose, alza su camilla sobre el hombro,
alabando a. Dios todo el camino hasta la puerta. Y
la muchedumbre que le negó la entrada se hace a
ambos lados respetuosamente para que encuentre
el camino de salida.
Hay una mezcla de reverencia, asombro y te-
mor. "Nunca hemos visto nada asL"
Fue un momento luminoso, esplendoroso para
el reino de Dios, e increíble para las personas que
estaban en aquella habitación, pues a través del
agujero en aquel techo entró la gloria de un reino
lejano, centelleando desde la corona de su rey.
38
Muera danzan en la calle en honor de aquel rey
cinco amigos mientras la gloria del cielo baja como
arroyos por sus mejillas. Cinco amigos que se han
hecho niños ... de nuevo.

39
ORACIÓN

~uerido Hijo del Hombre:


Gracias por el puñado de fieles amigos qu~ cier-
ta vez me llevaron sobre sus hombros y me tré\jeron
hasta ti. Gracias porque, a pesar de que eraI\ ina-
ceptables mis excusas, mis amigos se negaton a
abandonarme resignado en mi camilla.
Gracias por y por __ y
por y por .Gracias por la
fe de ellos. Graciaspor todo el trab~io que se torna-
ron.
Sin importarles la gran multitud, estuvieroh dis-
puestos a buscar la manera de llegar. Sin imp<)rtar-
les la empinada escalera, estuvieron dispue~;tos a
trepar. Sin importarles el espesor del techo, estu-
vieron dispuestos a demoler.
Por todos los obstáculos que vencieron para
llevarme hasta ti, te agradezco, Señor Jesús.
Gracias por lo mucho que ellos amaron, 1c) mu-
cho que se interesaron, lo mucho que orarOIl y lo
mucho que trabajaron. Nunca podré agrade<~erles
lo suficiente a ellos, ni a ti.
Gracias porque me devolviste la vida. GI'acias
por sanarme. Gracias por ser tan comprenSivo y
tan dado a perdonar.

40
Recordando la gracia que me mostraste, ayúdame
ahora a volver mi corazón hacia los que se encuen-
tran sobrecargados o quebrantados o postrados.
Hacia los que están atados a sillas de ruedas o a
camas de hospitales o a habitaciones silenciosas y
solitarias donde pocas veces brilla la luz de la
amistad humana.
Ayúdame a ser el amigo de alguien cuyo cuerpo
sea su prisión, sabiendo que tú me has llamado a
visitar a los presos como si yo estuviera igualmente
preso, y sabiendo que cuando le haya hecho eso al
más pequeño de todos, lo habré hecho a ti mismo.
Ayúdame a ser sensible a otras formas de pará-
lisis que permanecen ocultas. A los imposibilita-
dos por una combinación de circunstancias. A los
inmovilizados por alguna enfermedad crónica del
alma. A los aturdidos por el divorcio. A los entu-
mecidos por la muerte de un ser querido. A los
sepultados bajo la pesada carga de la depresión. A
los que soportan una injuria sobre el corazón. A los
destrozados por una amistad rota. Por la influencia
paralizante, cualquiera sea, que haya devastado su
vida, te ruego Señor Jesús. Ayúdame a poner mi
esfuerzo junto con mi fe para levantarlos en ora-
ción, para sobrellevar sus cargas y para llevarlos a
ti a fin de que encuentren misericordia. Te ruego
especialmente por _

41
UN MOMENTO
INCREÍBLE CON
UN LEPROSO
PASAJE BÍBLICO

~ ino a él un leproso, rogándole; e hincada


la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.
y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la
mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. Y así
que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de
aquél, y quedó limpio.
Entonces le encargó rigurosamente, y le despi-
dió luego, y le dijo: Mira, no digas a nadie nada,
sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu
purificación 10 que Moisés mandó, para testimonio
a ellos. Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y
a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no
podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que
se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían
a él de todas partes.
MARcos 1:40-45

44
MEDITACIÓN

<!era un leproso en las etapas finales de la


descomposición. Lucas lo describe como /1 cubier-
to" de lepra.
Es una enfermedad horrible esa lepra. Comien-
za con manchitas sobre los párpados y en las pal-
mas de las manos. Luego se esparce por todo el
cuerpo. Mancha el cabello de blanco. Arroja una
palidez cadavérica sobre la piel, sobre la cual se
forman costras escamadas que se abren en llagas
supurantes.
Pero eso es únicamente lo que ocurre sobre la
superficie. Penetrando por la piel, como una poli-
lla, la enfermedad cava su camino a través de la red
nerviosa que atraviesa todos los tejidos del cuerpo.
Pronto ese cuerpo se adormece al punto de quedar
desprovisto de sensibilidad, adormecido tanto al
placer como al dolor. Yal no sentir dolor, el leproso
continúa caminando, con lo cual solamente logra
empeorar las heridas y acelerar la infección. Poco
a poco todo el cuerpo del leproso sufre su destino
al rozar las duras aristas de la vida.
y por si el estigma físico no fuera suficiente, los
rabinos añaden a ello un estigma moral. Creen que
se trata de un golpe directo de Dios sobre las
espaldas de los pecadores. Ycon esa creencia viene
45
un rígido catecismo de pláticas acerca de la causa
y del efecto: "No hay muerte si no hay pecado,
luego no hay dolor si no hubo transgresión." Para
ellos la lepra es un símbolo visual de la decadencia
moral. Comienza con una pequeña mancha que,
lenta pero segura, destruye al individuo.
Los decretos levíticos exigen que la ropa externa
del leproso esté rasgada, su cabello en desorden y
el rostro en parte cubierto. Se atavía como los que
van de luto a un sepelio, siendo su propio sepelio.
y debe proclamar a los que cruzan por el camino:
¡Inmundo! ¡Inmundo!" Un anuncio de su muerte
1/

en sentido físico tanto como en sentido moral.


Al transitar, debía mantenerse a una distancia
de casi dos metros. Y al pasar es esquivado. Los
niños pequeños salen corriendo. Los más grandes
lo espantan arrojándole piedras y observaciones
punzantes. Los adultos cruzan al otrp lado de la
calle, oran por él, menean la cabeza con asco, o
sencillamente miran hacia otro lado.
El leproso no sólo vive con el horror de su enfer-
medad, sino también con su sentimiento de ver-
güenza y de culpa.
No hay cura para ese hombre. Está obligado a
vivir fuera de la ciudad, barrido hacia la colonia de
los leprosos. Allí, en el horizonte distante de la
humanidad, está sentenciado a vivir el tiempo que
le quede en la tierra. Otra vez un símbolo. Esta vez
de su separación de Dios.
En la colonia, se hace llegar la comida hasta la
baja entrada de una cueva, una cueva donde se
amontonan los desgraciados y desesperados. Luego
46
los que trajeron los alimentos se van corriendo
como los ratones asustados en un granero.
La vida de un leproso se caracteriza por el aisla-
miento. Como la enfermedad, el aislamiento avan-
za gradual pero totalmente. Primero desaparecen
de la escena los amigos menos íntimos. Luego se
reduce el círculo de amistades más allegadas, en-
cogiéndose más y más hasta que, por último, sólo
le queda el minúsculo núcleo de los familiares más
cercanos. y uno a uno, aun ellos dejan de ir tan a
menudo a verlo. Luego se da cuenta cierto día de
que su madre es la única persona que todavía va a
visitarlo. Las visitas de ella son más breves y me-
nos frecuentes. Yse queda de pie a cierta distancia,
sin mirarle a los ojos como acostumbraba hacerlo.
La caverna hueca en la que vive es también un
símbolo. Símbolo de su soledad. La suya es una
vida dura de grises opacos que se toman más y más
oscuros día a día. El se acurruca en los recovecos
fríos y sombríos de la caverna donde sólo de cuan-
do en cuando entran del mundo exterior débiles
ecos.
Allí vive. Sin amor. Sin esperanza. Sin las senci-
llas alegrías ni las consideraciones de la vida, tales
como recibir sonrisas, ser saludado en la calle,
comprar fruta fresca en el mercado, comentar de
política junto a la fuente de un parque, reírse,
levantarse para ~alir a trabajar, administrar un
negocio, regatear por los precios con el dueño de
una tienda, recibir la invitación a una boda, cantar
himnos en la sinagoga, celebrar la Pascua junto a
la familia.
47
Todas esas cosas le están vedadas. Para siempre.
Me pregunto: ¿Cuánto tiempo hace desde que
alguien ha estrechado su mano, que le ha dado una
palmadita en la espalda, que ha rodeado con un
brazo su cintura, que ha frotado sus hombros, que
lo ha abrazado, acariciado su cabello, tocado su
mejilla, enjugado una lágrima de sus ojos, o le ha
dado un beso?
Esta mañana se despierta temprano por un sue-
ño acerca de aquella época en que la gente lo
quería, lo tocaba. Pero sólo es un sueño. La reali-
dad es una caverna. Y una colonia.
Esta mañana la colonia está zumbando de noti-
cias acerca de la llegada de Jesús al pueblo. Jesús,
el que dice ser el Hijo de Dios. El que sana a los
enfermos, hace andar a los cojos y abre los ojos a
los ciegos.
Esas noticias encienden la llama de su vela que
arde mortecina. Clandestinamente se desplaza ha-
cia allá con su torpe marcha intentando encontrar
a ese Jesús. Cuanto más se aproxima, tanto más
ardientemente brilla en él la esperanza.
Por fin llega hasta allí. Pero el tropel de personas
que se agolpa alrededor de Jesús está demasiado
concentrado como para notar su cercanía. Con
timidez arrastra su paso inseguro alrededor del
borde informe de la multitud, observando, escu-
chando. Con cada persona sanada por Jesús, una
ola de admiración se lanza sobre la muchedumbre,
y su espuma cae a los pies del leproso.
Temblando de emoción, se atreve a algo que nun-
ca osaría hacer con un rabino. Se atreve a acercarse.
48
Al hacer eso, el gentío se divide en dos en forma
espectacular. ¡Hay un leproso en medio de ellos!
Algunos se detienen en silencio y contemplan la
reverencia humilde en su acto de acercarse. Otros
musitan su indignación. Pero ninguno se le inter-
pone en el camino.
Se detiene a una distancia de Jesús como de un
brazo extendido, y cae a sus pies. El hombre eleva
su mirada e implora. Su súplica es vacilante, sin
embargo directa:
- Si quieres, puedes limpiarme.
Jesús ve el destello de fe en los hundidos ojos de
aquel hombre. Mira la piel cenicienta. Ve las llagas.
Ve la vergüenza.
Sin lozanía ni belleza, esa flor pálida y marchita
se inclina ante el Salvador. Tétrica reminiscencia
de cómo los espinos han invadido el paraíso.
La escena llena a Jesús de compasión. Extiende
el brazo para tocar al hombre. Se estira para tocar
a un leproso.
El gesto le dice mucho a esa persona a quien ya
nadie le dirige la palabra. Le dice: "Te amo. Me
interesas. Me apiado de ti. Te comprendo. Deseo
ayudarte."
y con ese contacto, en los pocos poros sensibles
que todavía quedan en su piel palpita la sensación
de escalofrío. Jesús no se demora en poner fin al
sufrimiento del hombre.
- Quiero. ¡Sé limpio!
Otra onda recorre la piel del leproso. Esta vez la
siente hasta la punta misma de los pies. Se mira las
manos. Ha desaparecido el color enfermizo. Desa-
49
parecieron las llagas. Pone a prueba las yemas de
los dedos. Tienen sensibilidad. Cierra la mano para
apretar el puño. Hay fuerza.
Vuelve a alzar la mirada a Jesús. Sus ojos se
convierten en un estanque de emoción al procurar
hablar. Pero tiene la impresión de que toda su triste
vida se ha atravesado en su garganta, y no pueden
abrirse paso las palabras.
Muy pronto saldrán las palabras. Entonces le
contará a cada persona que encuentre. Contará
acerca de su purificación. Yhablará de un Salvador
tan maravillosamente dispuesto que extendió su
mano y tocó a un leproso.

so
ORACIÓN

~UeridO Jesús:
De rodillas vengo a ti intercediendo a favor de
una persona que se ve a sí misma como leprosa. Te
suplico que tengas compasión de . . .;
Es una persona solitaria, Señor. Se sitúa en la
periferia de los círculos sociales, esquivando su
mirada, o agachando la cabeza consciente de su
condición. Tiene temor de las miradas de los que
se sienten más seguros. Temor de que vean sus
manchas, sus llagas, su vergüenza.
Ayúdala a ver la realidad de que todos tenemos
pecados. Algunos están en la superficie y son evi-
dentes a todo el mundo. Otros están ocultos en lo
más profundo. Pecados que nadie ve, salvo tú. Sin
embargo, cuando tú ves los abscesos leprosos de
nuestro corazón, no retrocedes y te retiras; por el
contrario, tú extiendes el brazo para tocar y para
sanar.
Esa persona te necesita, Señor, pero le da ver-
güenza acercarse porque piensa que es demasiado
impura para tu presencia. Ayúdala a recordar que
tú viniste para los que están enfermos. Ayúdala
para que acuda a ti en busca de sanidad. Que
pueda encontrar comprensión en tu mirada, acepta-
ción en tu sonrisa y ternura en el contacto contigo.
51
Si quieres, Señor, puedes limpiarla.
Ella anhela oír de ti las palabras que oyó el
leproso: "Quiero; sé limpia." Ayúdala a compren-
der que tú no sólo puedes limpiarla, sino que
también quieres hacerlo. Extiende el brazo, Señor.
Tócala. Límpiala.
Dame un corazón lleno de compasión por ella;
esa misma compasión que llen6 tu corazón cuando
viste aquel leproso, el que estaba ubicado en las
afueras de la humanidad. Dame brazos que estén
dispuestos a extenderse en su ayuda, Señor. Y
manos que no teman tocar y participar en la vida
de mi prójimo.

52
UN MOMENTO
INCREÍBLE EN
LA CIUDAD
DE NAÍN
PASAJE BÍBLICO

~conleci6 después, que él iba a la ciudad


que se llama Naín, e iban con él muchos de sus
discípulos, y una gran multitud. Cuando llegó cer-
ca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban
a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la
cual era viuda; y había con ella mucha gente de la
ciudad. Ycuando el Señor la vio, se compadeció de
ella, y le dijo: No llores.
y acercándose, tocó el féretro; y los que lo lleva-
ban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo,leván-
tate. Entonces se incorporó el que había muerto, y
comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios,
diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre
nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo. Y se
extendió la fama de él por toda Judea, y por toda
la región de alrededor.
LUCAS 7:11-17

54
MEDITACIÓN

~ ain es una ciudad confortable labrada


en la falda rocosa que contempla a sus pies el valle
de Jezreel. Es primavera y el valle es un mar de
hierba mecida por el viento, con flores silvestres
que parecen espuma. El aire se perfuma con los
capullos de los árboles frutales.
Pero en el valle del corazón de esa viuda, trans-
curre la época más mortalmente fría del invierno.
Dos veces la muerte ha alcanzado a su familia
con sus dedos helados, y le ha arrancado a sus seres
queridos. Primero a su esposo. Ahora a su hijo. Su
único hijo.
Durante años ha venido vislumbrando un futu-
ro incierto. Ahora lo enfrenta sola. No hay nadie
que le sostenga la mano. Nadie que dé estabilidad
a sus pasos.
No hay nadie que la consuele cuando de noche
llora hasta quedar dormida. No hay nadie que la
anime a levantarse por la mañana. Nadie a quien
prepararle el desayuno. Nadie con quien compar-
tir los días santos, ni los días comunes, ni día
alguno, si vamos a ver la realidad. Nadie con quien
ir envejeciendo. Y nadie que la cuide en el otoño
de su vida.
Nadie.
55
Ya no queda nada más que el cascarón vacío de
un hogar. Una casa que años atrás abandonó su
espera del esposo que debía volver de su trabajo.
Y ahora, tampoco espera al hijo de ese esposo.
La casa vencida bajo tanto peso se empantana en
su propio dolor, retrayéndose sobre sí misma, si-
lenciosa y quieta. No hay ruidos de animadas con-
versaciones que resumen la crónica del día. No hay
cascadas de risas. No hay charlas de trasnochados.
Solamente los silenciosos concomitantes del dolor
recorren una habitación tras otra.
El corazón de ella abarca un montoncito dema-
siado pequeño de recuerdos. No es suficiente para
abrigarla del frío de su soledad actual, ni qué ha-
blar de que pueda arroparla en su vejez.
Un ataúd abierto encabeza la marcha hacia el
cementerio en las afueras de la ciudad. Formando
una estelaen pos de él, van la madre sollozante,los
parientes y amigos y vecinos que muestran su luto.
Entremezclados en la procesión, como arrullos de
palomas, están los tonos melancólicos de las flau-
tas y el tintineo plañidero de los címbalos. Las
mujeres canturrean a coro sus lamentos, mientras
que los hombres repiten oraciones al caminar pe-
sadamente en silenciosa vigilia.
Pero al mismo tiempo que ese grupo de perso-
nas sale de Naín, otra muchedumbre entra. Los
primeros van detrás de un ataúd; los segundos
siguen en pos de Cristo. Los primeros están llenos
de dolor y desesperación; los segundos, de emo-
ción y esperanza.
56
Por respeto al muerto, la multitud que sigue a
Jesús se echa a un lado para permitir que la proce-
sión fúnebre siga su marcha por el pórtico.
Allí se apostan la vida y la muerte sobre dos islas
diferentes. El puente entre ambas es la congoja de'
una madre que cruza por sobre un torrente de
lágrimas.
Cuando Jesús ve esas lágrimas exprimidas del
corazón de una madre, huye todo pensamiento
que le había ocupado durante el viaje. La totalidad
de su atención se centra sobre esa mujer destroza-
da.
Lo único que en ese momento reconoce es su
desesperación. Sólo siente su dolor. Todo lo que ve
son sus lágrimas.
y esas lágrimas son las llamas que derriten su
corazón.
Jesús extiende la mano para tocar el ataúd, y la
procesión se demora hasta quedar detenida. No le
importa ni el protocolo, ni las normas de las buenas
costumbres, ni tampoco el hecho de que el roce con
el ataúd de un cadáver lo tomaría inmundo a los
ojos de la ley rabínica. Su única preocupación es
esa madre abatida.
- No llores.
Las palabras no proceden de un libro de texto
acerca del cuidado pastoral. Se escurren por las
grietas de un corazón que estalla de compasión.
Jesús se vuelve hacia el hijo de la mujer.
- Joven, a ti te digo: levántate.
Dos palabras dedicadas a la mujer despojada de
su ser querido; algunas más para el difunto. Pero
57
sonsuficientes para arrebatar a ese hijo de la ladrona
mano de la muerte y para devolverlo a los brazos
de su madre.
El joven se incorpora y habla. No se nos informa
lo que dijo, pero seguramente una de las primeras
palabras que tropezó con sus labios fue "madre".
Ese milagro es un increíble despliegue del poder
del Salvador. Pero hay algo aun más increíble acer-
ca de ese encuentro afortunado en el pórtico del
pueblo.
Esa madre no había pedido un milagro. No se
había arrojado a los pies de Jesús implorando por
la vida de su hijo. No había mostrado gran fe. En
realidad, no había mostrado nada de fe. No pode-
mos asegurar que ella supiera quién era Jesús.
Eso es lo que parece tan increíble.
Es un milagro que no fue llevado a cabo a ins-
tancias humanas. Sin haber premeditado lecciones
que enseñar a los discípulos. Sin intención de de-
mostrar su deidad a los escépticos.
Es un milagro extraído exclusivamente de la
fuente de la compasión divina. Tan gratuita como
el agua. Tan pura como el corazón de donde mana
esa agua. Tan tierna como la mano que la contiene
y la alcanza hasta los labios de una madre despo-
jada de su hijo por la muerte.

58
ORACIÓN

adOSeñor:
Gracias por la profundidad del pozo de tu com-
pasión ... y por su pureza ... y por su dulzura.
Gracias por el modo gratuito y espontáneo con que
nos alcanzas esa agua.
Gracias porque no se debe a un gran saber, ni a
una gran riqueza ni a un gran poder que tú decides
sacar agua de ese pozo, sino a algo tan pequeño y
débil como son las lágrimas.
Gracias, oh Salvador tan misericordioso, por
aquel día primaveral en que tú devolviste ese hijo
a su madre. ¡Qué escena tan hermosa de compa-
sión! Y qué cuadro tan alentador de esa primavera
aún por venir, cuando tú enjugues toda lágrima de
nuestros ojos y cuando no haya más enfermedad
ni muerte.
Dame el corazón que tuviste tú por esa madre
enlutada, para sentir lo mismo por aquellos cuyos
hombros están encorvados bajo el peso de una
pérdida demasiado grande como para poder so-
portarla.
Ruego por los que han perdido a un ser querido,
sea por un accidente repentino o por una enferme-
dad lenta y agonizante.
59
Concédeles gracia para soportar la dolo:rosa
realidad de las peticiones no otorgadas.
Concédeles gracia para saber que, a pesar de que
sus oraciones no sean respondidas, sus lágrimas no
pasarán inadvertidas.
Concédeles gracia para saber que aquel que :nota
cuando cae a tierra un gorrión, también tomó :nota
'de su pérdida con sus propias lágrimas.
Especialmente te ruego por , cuyo
corazón está traspasado de dolor.

60
UN MOMENTO
INCREÍBLE DURANTE
UNA TORMENTA
PASAJE BÍBLICO

~qUel dia, cuando negó la noche, les dijo:


Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud,
le tomaron como estaba, en la barca; y había tam-
bién con él otras barcas. Pero se levantó una gran
tempestad de viento, y echaba las olas en la barca,
de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la
popa, durmiendo sobre un cabezal; y le desperta-
ron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que
perecemos?
y levantándose, reprendió al viento, y dijo al
mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo
grande bonanza.
y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados?
¿Cómo no tenéis fe?
Entonces temieron con gran temor, y se decían
el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y
el mar le obedecen?
MARcos 4:35-41

62
MEDITACIÓN

(!J; n el caso de Jesús, los días parecían ha-


berse unificado como una única prenda larga, on-
deante, sin costuras, cuyos pliegues comenzaban a
ahogarlo rápidamente.
Durante el día ha estado revelando los misterios
del reino de Dios a las multitudes apiñadas. A la
luz parpadeante de las fogatas vespertinas le ha
explicado esos misterios al círculo más íntimo de
sus confidentes. Desde los primeros tonos pastel
del amanecer, hasta las mortecinas brasas de la
media noche, Jesús ha estado ocupado incansable-
mente en los asuntos de su Padre. Enseñando.
Sanando a los enfermos. Expulsando demonios.
Ejecutando milagros.
Pero ahora se encuentra cansado.
El constante apretujamiento de las multitudes
no le ha dejado margen para descansar ni para
refrescarse. Así es que, cuando llega el atardecer al
cabo de otra jornada agotadora de enseñanza,
Jesús está preparado para un alejamiento sabático
después de la larga semana en que ha invertido su
cuerpo y su alma.
- Vamos al otro lado del lago.
Cuando los grupos de personas se empequeñe-
cen como puntos que demarcan la orilla que ha
63
quedado atrás, Jesús encuentra donde apoyar la
cabeza y se acurruca entre las manos de madera
unidas que forman la popa. Allí, mecido por el
ritmo perezoso de las olas que lamen la nave y
abanicado por la suave mano del viento modera-
do, Jesús queda dormido.
Las constelaciones de estrellas, perforando el
negro terciopelo del cielo, sirven de guía mientras
la proa corta al sesgo la gruesa tela del mar. Los
discípulos también están cansados, pero de alguna
manera la brisa del mar y la vela vanidosa llenan
sus espíritus tanto como para aliviar el peso de sus
. párpados.
De repente, como una violenta ofensa a la calma
de la idílica noche, una ráfaga de viento frío abo-
fetea la vela. Los discípulos son embestidos hacia
el interior de la nave donde se encuentran atrapa-
dos por la furia arrolladora de una tempestad.
Mientras se estabilizan en la posición inclinada de
la embarcación, la centelleante espada del relám-
pago rasga el cielo.
El viento lanza alaridos a la vela, y ésta en su
nerviosa respuesta se hincha y luego cede. El vien-
to en su furia levanta como con una horquilla
porciones de mar y se las arroja a los discípulos
encogidos de miedo.
Olas que se agigantan empujan a la embarcación
de aquí para allá sobre las espumantes crestas. Ola
tras ola revienta contra los costados de la nave,
cada cual volcando más agua al interior. Algunos
discípulos descargan el agua hacia afuera desespe-
radaplente, mientras otros forcejean con los remos
64
y aún otros luchan por someter a la vela capri-
chosa.
Mientras tanto, en medio de esa tempestad, hay
un ojo que está en calma. Jesús duerme profunda-
mente. Qué sueño profundo debe de haber caído
sobre el fatigado Mesías. Y qué fe profunda debe
de haber tenido.en el cuidado de su Padre. Porque
no son las paredes de madera de la popa las que lo
protegen de la tormenta, sino las poderosas manos
de su Padre celestial.
Sin embargo, dentro del barco Jesús es el único
que sabe eso. Los demás están frenéticos. Cuando
el mar amenaza con tragarlos, despiertan a Jesús
sacudiéndolo, gritándole para hacerse oír sobre los
ensordecedores aullidos del viento.
- Maestro, ¿no te importa que nos estemos
hundiendo?
Jesús se despierta y ve doce pares de ojos sin fe,
inyectados de sangre por el terror. El vuelve la
mirada penetrante a la tormenta. Se levanta y habla
primero al viento y luego a las olas, casi como si
hablara con niños indisciplinados que al jugar ha-
cen demasiado ruido en la casa.
- ¡Silencio! ¡Quédense quietos!
De inmediato cesa el desorden en la casa, sin
siquiera una palabra 9.e respuesta ni un lloriqueo
ni un lamento.
La vela cae lánguida. El barco se equilibra. La
tormenta ha pasado.
ElSeñor se vuelve parareprender a sus otros hijos.
- ¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Todavía no
tienen fe?

65
Ya han visto los discípulos a Jesús dar fuerza a
piernas inválidas, vista a ojos invidentes, salud al
sirviente de un centurión. Pero nunca le han visto
hacer algo como esto. Es el mayor despliegue de
poder espontáneo que han presenciado.
Pero si la tormenta se ha calmado y el peligro de
morir ahogados ha quedado atrás, ¿por qué siguen
temiendo?
¿Por qué? Porque en su mente se hallan frente a
una tormenta más aterradora ... una tormenta que
les ha sobrevenido tan súbita y turbulentamente
como aquella de la que salieron con vida. El torbe-
llino de esta tormenta gira en torno a la identidad
de su maestro. "¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y
las olas le obedecen!"
Entonces sus ojos pueden ver.
El que está de pie ante ellos no es un maestro
cualquiera o un profeta o un sanador espiritual. El
que está delante de ellos sostiene en el puño firme
de su mano la crin salvaje de la natural~za. A El se
someten las fuerzas desenfrenadas de la creación,
sin oponer una coz ni un relincho de resistencia.
Ante la presencia fresca y tiritante de tal poder,
los discípulos quedan aterrorizados, sabiendo que
el hombre que dormía en la popa se levantó de su
siesta para hacer lo que sólo Dios mismo puede
hacer.

66
ORACIÓN

~UeridO Amo del viento y de las olas:


Ayúdame cuando las tormentas repentinas de
la vida vienen sobre mí aplastándome con sus
vientos feroces y sus olas espumosas. He visto
tantas tormentas, Señor, que sé que las circunstan-
cias más pacíficas pueden tornarse rápidamente en
una catástrofe.
He visto debilitarse a los fuertes a causa de una
enfermedad. He visto a los más libres de espíritu
convertirse en esclavos de un vicio. He visto a las
más brillantes de las estrellas caer como aerolitos,
dejando la estela de una fama mortecina.
He visto a predicadores y polí~cos anteriormen-:
te respetados caer en la deshoma y llegar a ser
motivo de burla para toda la tierra.
He visto bancos en bancarrota al disolverse sus
tesoros en las corrientes producidas por mercados
que se desploman. He visto perderse fortunas de
oro, plata y piedras preciosas. He visto dinastías
de petróleo, hacienda y valores bursátiles tiradas
por la borda y echadas al fondo del mar.
He visto a los fieles perder su fe. He visto matri-
monios felices que comenzaron llenos de esperan-
za y acabaron estrellándose contra la infidelidad.
67
y he visto a hijos pródigos que fueron desviados
de la senda hundirse en un mar de pecado.
Sí, Señor, he visto muchas tormentas. Demasia-
das tormentas ajenas como para sentirme invulne-
rable. Demasiadas propias como para criticar o ser
altivo o carecer de comprensión hacia los demás.
Algunas personas que aprecio están pasando
- momentos tormentosos en estos mismos días, Se-
ñor. Te ruego que estés junto a y
_____ y . Ayúdales a verte a ti en
medio de sus tempestades. .. a ti, el que gobierna
el viento y las olas con una sola palabra.
y ayúdales a ver que a ti sí te importa impedir
que ellos se ahoguen, dejando de lado lo devasta-
dora que pueda ser la tormenta que los azota.
Ayúdales a no apresurarse a juzgar erróneamente
tu preocupación por ellos durante el tiempo en que
su vida parece hundirse y tú pareces dormido en
la popa.
Ayúdales a ver que tú permites que vengan
tormentas a su vida para fortalecerlos, no para
hacerlos naufragar. Ayúdales a ver que eres tú el
que señalas el rumbo que debiera tomar su vida y
el que viajas con ellos para apresurar su buen
arribo.
Gracias, Señor Jesús, por estar presente en sus
tormentas personales. Ycuando la inseguridad de
los mares haga tambalear su fe, guía la atención de
ellos hacia ti para que la tempestad de sus almas
pueda recibir calma y quietud ...

68
UN MOMENTO
INCREÍBLE CON UNA
MULTITUD
PASAJE BÍBLICO

1lB espués de esto, Jesús fue al otro lado del


mar de Galilea, el de Tiberias. Y le seguía gran
multitud, porque veían las señales que hacía en los
enfermos. Entonces subió Jesús a un monte, y se
sentó allí con sus discípulos. Y estaba cerca la
pascua, la fiesta de los judíos.
,Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había
venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde
compraremos pan para que coman éstos? Pero esto
decía para probarle; porque él sabía lo que había
de hacer.
Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan
no bastarían para que cada uno de ellos tomase un
poco.
Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Si-
món Pedro, le dijo: Aquí está un muchacho, que
tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas
¿qué es esto para tantos?
Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y
había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron
como en número de cinco mil varones. Y tomó
Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los
repartió entre los discípulos, y los discípulos entre
los que estaban recostados; asimismo de los peces,
cuanto querían.
70
y cuando se hubieron saciado, dijo a sus disCÍ-
pulos: Recoged los pedazos que sobraron, para
que no se pierda nada.
Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pe-
dazos, que de los cinco panes de cebada sobraron
a los que habían comido.
Aquellos hombres entonces, viendo la señal que
Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es
el profeta que había de venir al mundo. Pero en-
tendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse
de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él
solo.
y hallándole al otro lado del mar, le dijeron:
Rabí, ¿cuándo llegaste acá?
Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os
digo que me buscáis, no porque habéis visto las
señales, sino porque comisteis el pan y os sacias-
teis. Trabajad, no por la comida que perece, sino
por la comida que a vida eterna permanece, la cual
el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló
Dios el Padre.
Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para
poner en práctica las obras de Dios?
Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de
Dios, que creáis en el que él ha enviado.
Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú,
para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto,
como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.
y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No
os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da
el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios
71
es aquel que descendió del cielo y da vida al mun-
do.
Le ,dijeron: Señor, danos siempre este pan.
Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí
viene, nunca tendrá hambre...
JUAN 6:1-15, 25-35a

72
MEDITACIÓN

¡'OS milagros son la moneda corriente del


cielo. La alimentación de los cinco mil hombres
sólo constituyen unas poquitas monedas que se
escaparon por un agujero del bolsillo del cielo.
Es el único milagro registrado en los cuatro
evangelios. El de Juan es el único de los cuatro que
añade su interpretación.
Durante todo el día Jesús ha estado entregándo-
se a la multitud, descargando los pesos de cada
una de las espaldas cansadas. En este momento es
tarde, y el Salvador siente hambre y dolor de hue-
sos por la incesante presión del gentío. Intenta
obtener algo de descanso escurriéndose con sus
discípulos más arriba del monte, pero la muche-
dumbre no le concede tregua.
No obstante, Marcos nos informa que Jesús sin-
tió compasión de las personas. A Jesús le parecían
ovejas que no tenían pastor. Porque no tenían a
nadie que los condujera a un panorama sereno de
fe con sus verdes pastos y sus remansos de aguas.
Porque no tenían a nadie que confortara sus almas.
Porque no tenían a nadie que los guiara por los
senderos rectos y que caminara con ellos a través
de los valles oscuros de la vida.
73
Los discípulos le sugieren a Jesús que despida a
la gente para que pueda ir a las aldeas en busca de
comida. Pero Jesús es un pastor demasiado bueno
como para hacer eso.
Cuando Jesús ve al rebaño subiendo la montaña
hasta El, rebuscando algunas tiernas misericor-
dias, aprovecha la oportunidad para poner a prue-
ba la fe de Felipe.
- ¿Dónde se puede comprar pan para que co-
ma toda esta gente?
El discípulo se pone a tantear y es rápido para
calcular el costo. Ese gasto va más allá de su pre-
supuesto. Deja de tantear y suelta la siguiente con-
clusión:
- Imposible. ¡No se puede lograr!
Todos tenemos nuestras listas de imposibles:
que no se puede cambiar la mona vistiéndola de
seda ... queno sepuede Pedir peras al olmo que
no se puede quitar las manchas al leopardo .
¿Imposible? No para el Verbo que estaba en el
principio con Dios, haciendo girar las galaxias en
sus órbitas. No para el Verbo, quien era Dios y vino
desde el cielo para hacerse carne y morar entre
nosotros.
Jesús tejió el gobierno de su iglesia con las toscas
hebras de pescadores y recaudadores de impues-
tos. .. obtuvo vino a partir del agua común ... y
transformó a un hombre cubierto de manchas de
lepra en un hombre sano y limpio.
Andrés se toma un poquito más de trabajo al
buscar una solución. El no mira lo que no puede
hacerse, sino lo poco que sí puede hacerse. Al
74
intentarlo, encuentra a un pobre muchacho con
cinco aplastados panecillos de cebada toscamente
molida y un par de pescaditos en una cesta de
mimbre.
- Pero ¿cuánto puede rendir eso entre tantas
personas?
Lo que Felipe y Andrés no ven es que las situa-
ciones imposibles no se resuelven con la cantidad
que tenemos en nuestras carteras o en nuestras
cestas. No por la suficiencia de nuestra cuenta
bancaria ni por la abundancia de nuestras posesio-
nes.
Los imposibles se solucionan mediante mila-
gros; moneditas caídas del cielo. Y Jesús tenía los
bolsillos llenos. Era allí adonde debían ir los discí-
pulos para conseguir pan.
Jesús se dirige al muchacho. No posee mucho. Y
lo que tiene no es de lo mejor. Es la comida de los
pobres: pan de cebada, no de trigo; sardinas con-
servadas en sal, no chuletas de'cordero.
Pero lo que tiene es suficiente, pues para este
milagro lo único que hace falta es la entrega de un
niño y la compasión de un Salvador.
Es un momento increíble. Planes de hacer rey a
Jesús se difunden entre la muchedumbre. Pero
como el Salvador rechazó la corona ofrecida por
Satanás en el desierto, así también rechaza la que
le ofrecen ahora.
Porque Jesús sabe que el camino a la corona no
va sobre la roja alfombra de su tentador, ni sobre
los hombros de los que lo apoyan. El camino a la

75
corona es la ruta trazada en la cartografía de su
Padre, el sendero pedregoso que sube al Calvario.
Sería allá donde el pan de vida se partiría ... de
modo que un mundo hambriento de perdón pu-
diera tomar y comer.

76
ORACIÓN

~madO Pan de Vida:


Confieso que a veces me siento incompetente
para hacer frente a la muchedumbre de necesida-
des que me rodean. Como ese niñito con la canasta
de su almuerzo, siento que los panes que tengo son
muy pequeños y los pescados muy escasos. ¿Para
cuántos alcanzarán, entre tanta gente?
Sin embargo, sé que tú manifiestas tu poder a
través de las cosas débiles de este mundo.
Tú te valiste de un matrimonio estéril, más allá
de la edad de procrear, para crear una nación tan
numerosa como la arena en las playas del mar. Tú
te valiste de un joven pastor de ovejas y de su
honda para dar muerte a un gigante. Tú te valiste
de un niñito pobre con cinco panecillos de cebada
y un par de pescaditos para dar de comer a miles
de personas.
Ayúdame a percatarme, Señor, de que esa es la
manera característica en que tú trabajas.
Ayúdame a ver que no necesito la cuenta banca-
ria apropiada que calculó Felipe, ni la abundancia
de bienes que insinuó Andrés. Lo único que nece-
sito es poner en tus manos lo que tengo, como lo
hizo aquel niñito.
77
Dame la fe necesaria para comprender que tú
bendecirás 10 que yo dé, sin importar el tamaiio de
los panes ni la cantidad de los peces. No im'porta
la pequeñez del tiempo, o de los talentos o (le las
posesiones que yo ponga en tus manos; tú lo mul-
tiplicarás todo.
No es mucho lo que tengo, Señor, pero te doy
todo lo que tengo. Toma esta vida mía torpeI1lente
pulida y las insignificantes destrezas que la a,com-
pañan. Tómalas en tus manos, Señor. Bendícelas.
Multiplícalas. Usalas para tu gloria y para ei bien
de los demás.
Ayúdame a captar el hecho de que tú efes el
verdadero pan de vida.
En cualquier momento que mi alma sientil que
se retuerce de dolor, ayúdame a darme cuen.ta de
q,ue el pan de otras vitrinas, no importa cu.m se-
ductor parezca al ojo ni cuán dulce al paladar, no
es lo que yo debo comer. Cultiva mi paladar espi-
ritual para tener hambre de ti. Y enséñame que tú
eres mi pan cotidiano y el único pan que necesitaré
en toda mi vida.
Señor Jesús, tengo una amiga que nunca ha
saboreado un pan de esta clase. Su nombre es
_ _ _ _o Ella ha probado la variedad de pla-
tillos que el mundo presenta como muestta, ha
saboreado todo lo que la vida puede ofrecer.
Pero está muriendo de inanición. Muere de ham-
bre de amor, de aceptación, de significado y de
propósito.
Ayúdame a conducirla a ti, Señor. Prepara su
corazón. Y prepara el mío. Dame una medida es-
78
pedal de humildad para que yo pueda ser, como
alguien dijera alguna vez, tan sólo un mendigo con-
tándole a otro mendigo dónde encontrar pan ...

79
UN MOMENTO
INCREÍBLE SOBRE
EL AGUA
PASAJE BÍBLICO

<le n seguida Jesús hizo a sus discipulos en-


trar en la barca e ir delante de él a la otra ribera,
entre tanto que él despedía a la multitud. Despedi-
da la multitud, subió al monte a orar aparte; y
cuando llegó la noche, estaba allí solo. Yya la barca
estaba en medio del mar, azotada por las olas;
porque el viento era contrario.
Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a
ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, vién-
dole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un
fantasma! Y dieron voces de miedo.
Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Te-
ned ánimo; yo soy, no temáis!
Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si
eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.
y él dijo: Ven.
y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre
las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento,
tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces,
diciendo: ¡Señor, sálvame!
Al momento Jesús/extendiendo la mano, asió de
él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el
viento.
MATEO 14:22-32
82
MEDITACIÓN

~ arecerla que, luego de ese mar de ham-


brientos que fueron alimentados milagrosa-
mente, el clima de popularidad creado sería sufi-
ciente como para calmar toda ola de oposición a
Jesús.
Pero Jesús siente un cambio en las condiciones
del tiempo. Mirando hacia atrás, un frío pasmoso
le recuerda que su predecesor fue decapitado. Mi-
rando hacia adelante, ve en el horizonte un cúmulo
de mala perspectiva compuesto de fariseos y sadu-
ceos. Más allá esos grupos dispares se aglutinarán
en ondas de antagonismo para oponerse a Jesús,
poniéndolo a prueba para que demuestre alguna
auténtica señal del cielo.
Sobre la solitaria montaña, Jesús tomó fuerzas
para hacer frente a la tormenta. Por esa razón envió
a los discípulos al otro lado del lago. Necesita
tiempo para estar a solas. Para su aflicción. Para su
oración. Para pedir fortaleza y para enfrentar el
torrencial huracán que va cobrando ímpetu contra
El.
Mientras ora sobre aquella loma azotada por el
viento, los discípulos abren camino a remo a través
del bronce ondulante del lago sobre el cual cae la
tarde.
83
A medida que el sol desaparece en el oeste sobre
una raya color de azafrán, las ráfagas se hacen más
frías y más recias. Y los remos se tornan más y más
pesados: Arriba, adelante, abajo, atráááás ... Arri-
ba, adelante, abajo, atráááás ... Así reman durante
diez inútiles horas, todo ese tiempo para avanzar
descorazonados sólo unos cinco o seis kilómetros.
A pesar de sentir sus espaldas punzadas como
por cuchillos, a pesar de los brazos acalambrados
y de la sangre en las manos, sólo reman en un
punto, apenas se mantienen en posición.
Ahora resta un par de horas para que amanezca.
Sobre las montañas forman un enrejado las lanzas
de los relámpagos, iluminando la silueta de sus
cumbres sobre el cielo nocturno. Y el retumbo del
trueno se redobla espectacularmente en la oscuri-
dad que vuelve a reinar.
Cuerpos acuáticos elevan en sus contorsiones
masas que se abaten sobre el casco de la embarca-
ción. Olas informes se deshilachan en la noche y
azotan todo su desprecio sobre las espaldas de la
acosada tripulación. El ardor de los perdigones de
agua enturbia su visión, pero durante los fulgores
intermitentes de los relámpagos ven una forma
acercándose a ellos sobre el convulsionado mar.
¿Será que la fatiga comienza a producirles alu-
cinaciones? Desembarazan un poco las manos de
los remos y se frotan los ojos. ¿Será un fantasma,
algún espíritu enviado a anunciarles su muerte?
¿O a apresurada, quizá?
Todas las supersticiones que conocen acerca del
mar se les presentan en tropel, y ellos gritan de
84
terror. Sus alaridos se entremezclan con el lamento
del viento, cuando de pronto el fantasma habla.
- Tengan valor. Soy yo. No tengan miedo.
Nuevamente se frotan los ojos y miran de reojo
la caprichosa oscuridad. No pueden creer lo que
ven.
Jesús.
y camina hacia ellos. Cuanto más se acerca,
tanto más rápidamente palpita el corazón de Pe-
dro. De repente la marea de emoción cambia de
temor a anhelo.
- Señor, si eres tú, ordena que yo vaya hasta ti
sobre el agua.
Jesús le extiende la invitación a la fe desplegada
por Pedro:
-Ven.
Pedro, con los ojos clavados en los del Salvador,
apoya la mano sobre la borda y salta hacia babor.
y ante el asombro sin resuello de los demás, el agua
10 sostiene, 10 sostiene sobre un mar que todavía
está en pleno alboroto de furor.
Increíble.
Ya han visto a Jesús hacer muchas cosas increí-
bles; pero ahora ven a un hombre común haciendo
algo milagroso, reproduciendo como en un espejo
lo que creían que sólo Jesús podía hacer.
Pero el mar celoso envía en alas del viento una
bofetada que tuerce la cabeza de Pedro y lo arroja
de rodillas. Desesperado, grita:
- ¡Sálvame, Señor!
Y en ese momento de fe, a pesar de estar hun-
diéndose, su pedido es atendido. Jesús agarra fuer-
85
temente el brazo de Pedro y lo levanta poniéndolo
a salvo.
Una vez que Jesús aborda la nave, se aquieta la
tormenta. La lección ha llegado a su fin.
¿Qué aprendieron, pues, los discípulos?
Por medio de Pedro adquirieron una definición
visual de la fe, pues ¿qué otra cosa es la fe que dar
unpaso de obediencia en pos deJesucristo y acudir
a El para que sostenga nuestros pasos, aun cuando
la senda de la obediencia nos conduzca sobre
aguas inseguras e indómitas.
Por medio de Pedro también aprendieron la
diferencia entre caminar por fe y caminar por vista.
Cuando el discípulo fijó los ojos en el Salvador,
caminó sobre el agua. Cuando volvió su vista hacia
el viento, se hundió.
Sin duda, esa tormenta en el mar de Galilea
permanecería vívida en la mente de los discípulos
al tener que enfrentar la tormenta espiritual de la
creciente oposición. Como la tormenta marítima
en sí, su encuentro con los fariseos y saduceos fue
igualmente repentino, igualmente amenazante,
igualmente necesitado de fe para poder mantener
la cabeza sobre el nivel del agua.
Como los vientos cambiaron de repente en el
mar, así de rápido las multitudes se volvieron sin
clemencia contra Jesús: un día querían coronarlo
rey, al otro día querían crucificarlo. Pero gracias a
las lecciones aprendidas aquella noche, los discí-
pulos estarían preparados para esa súbita ráfaga
de resistencia.
86
Cuando la controversia arreciaba con r~lacióna
la identidad de Jesús, El mismo le preguntó a
Pedro:
- Yen tu caso, ¿quién dices tú que soy yo?
Entonces Pedro pudo desviar su mirac1a de los
vaivenes de la multitud, mirar a Jesús dirE!C=tamen-
te a los ojos y decirle con inconmovible fe:
- Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
¡Ah, sí! Otra cosa aprendieron los discípulos.
Puede haber sido años más tarde, des¡,ués que
Jesús los hubo dejado para ascender al Pa<ire. Pue-
de haber sido en un momento de recogirrriento en
el aposento alto, mientras lo recordabat\. Puede
haber sido en un momento de meditació¡l alrede-
dor de una hoguera sobre aquella playa de Galilea,
al contemplar detenidamente el cielo n~turno y
B~nfu una Búni'taTm.aga u~"Vien'to h~BCO. ~JCú"c&v
de lado cuándo fue, he aquí lo que aprendieron.
Los discípulos experimentaron dos tormentas
de orden físico durante su período de perfecciona-
miento de tres años y medio con el Salvador. En la
primera tormenta Jesús estaba presente, pero dor-
mido. En la siguiente, El se apartó a una ~ontaña
alejada. A pesar de que El podía verlos, fa noche,
como una venda sobre los ojos, impedía que ellos
10 vieran a El.
Pero ¿por qué ese alejamiento? Para hacer ma-
durar a los discípulos, de tener vista a tener fe. Para
forzarlos a depender menos de sus ojos físicos y
más de sus ojos espirituales.
Para que alguna vez llegaran a aprender a cami-
nar por fe, Jesús debía apartarse de su vi~ta.

87
Jesús no podía permitir que los discípulos con
los frágiles brotes de su fe se aferraran a El como a
un enrejado de sostén. Las raíces de ellos debían
ser más profundas. Debían engrosar sus troncos.
Debían llegar a ser más sólidas sus ramas.
De no ser así, no llegarían a ser lo bastante
fuertes como para mantenerse de pie solos, lo que
algún día debieran hacer. De no ser así, no serían
capaces de soportar los frutos que cargarían en sus
ramas, los cuales El estaba preparando para que
llevaran en abundancia.
Era un capítulo difícil en el libro de texto de la
fe. En unas horas su ropa estaría seca, dejarían de
temblar. En unos días olvidarían su dolor de espal-
das, 'olvidarían sus manos lastimadas. Pero los
discípulos no olvidarían jamás la lección que
aprendieron esa noche.

88
ORACIÓN

<!aUeridO Señor Jesús:


Ayúdame a aprender las lecciones de la fe cuan-
do mi vida está en calma, de modo que yo esté
preparado cuando los vientos de la adversidad se
levanten contra mí.
Ayúdame a comprender, al aferrarme a la segu-
ridad de la tierra firme, que las lecciones difíciles
de la fe sólo se aprenden en el mar abierto. Donde
las olas son turbulentas. Donde el viento es impla-
cable. Donde los riesgos son reales.
Ahí, cuando sienta el aguijón del viento en mi
rostro y la furia de las olas en mi alma, haz que
aprenda a poner mi confianza en ti, no en la fuerza
de mis manos ni en la serenidad de las.circunstan-
cias que me rodean.
Amadísimo Señor, aunque tú estés fuera del
alcance de mi vista durante una tormenta, te agra-
dezco que yo nunca estoy fuera de tu vista.
Ahora te ruego que tengas a bien volver tus ojos
siempre alertas, siempre amantes, sobre una pareja
por la cual estoy profundamente preocupado. Es-
tán pasando un período de tormentas y, a menos
que tú intervengas, su matrimonio acabará con
seguridad estrellado contra los escollos.

89
Oro por y por . Ellos ne-
cesitan desesperadamente que tú te acerques, Se-
ñor. Se están esforzando con sus propios remos,
luchando por mantenerse fielmente en la ruta que
tú has trazado para sus vidas.
El espíritu de ellos desfallece. Les arde la espal-
da por tantas responsabilidades que tienen en la
vida. Sus pensamientos se estremecen con el temor
de no poder atravesar victoriosos la tormenta esta
vez.
Ten misericordia de ellos, Señor. Están desgas-
tados y extenuados y desean encontrar un puerto
apacible donde halle reposo su corazón agotado.
Acércate a ellos. Permíteles verte en medio de su
tormenta. Déjales oír tu voz por encima del rugido
de las circunstancias que los acosan. Concédeles la
gracia de fijar sus ojos en ti, Señor, y no en el ardor
de las situaciones que los azotaÍl a su alrededor.
Ayúdales a darse cuenta de que aun en los mo-
mentos en que se están hundiendo, cuando la vida
se torna pesada y la fe pierde su fuerza de empuje,
tú estás allí con una mano extendida para evitar
que se hundan bajo la superficie. Calma sus cora-
zones agitados, Señor, y aquieta la tormenta que
tanto amenaza su matrimonio ...

90
UN MOMENTO
INCREÍBLE CON
UN MUCHACHO
ENDEMONIADO
PASAJE BÍBLICO

§¡ día siguiente, cuando descendieron del


monte, una gran multitud les salió al encuentro. Y
he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo:
Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el
único que tengo; y sucede que un espíritu le toma,
y de repente da voces, y le sacude con violencia, y
le hace echar espuma, y estropeándole, a duras
penas se aparta de él. Y rogué a tus discípulos que
le echasen fuera, y no pudieron.
RespondiendoJesús, dijo: ¡Oh generación incré-
dula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con
vosotros, y os he de soportar? Trae acá a tu hijo.
y mientras se acercaba el muchacho, el demonio
le derribó y le sacudió con violencia; pero Jesús
reprendió al espíritu inmundo, y sanó al mucha-
cho, y se 10 devolvió a su padre. Y todos se admi-
raban de la grandeza de Dios.
LUCAS 9:37-43a

92
MEDITACIÓN

<le 1muchacho yace donnido, enrollado en


sus frazadas y bronceado por la mortecina luz de
una pequeña lámpara de aceite. El padre pasa la
mano sobre la cabeza del niño, acariciando suave-
mente el cabello como para acomodarlo.
Mientras hace eso, una lágrima solitaria resbala
por su mejilla.
Es una lágrima de dolor por el oficio que el
muchacho nunca llegará a aprender, por la esposa
que nunca amará, porloshijos que nunca contem-
plará dormidos en sus camitas.
Satanás le ha robado todas esas cosas a su hijo.
Como padre, su misión paternal se ha reducido
a la de un tutor. El también fue víctima de un robo.
Le han robado las alegrías simples de la pater-
nidad. Le han robado todas las esperanzaG y aspi-
raciones que un padre abriga para su hijo. Le han
robado todos los ruidos producidos por la presen-
cia de un niñito, todas las preguntas infantiles,
todas las risas juguetonas, todas las conversacio-
nes de padre a hijo.
Preguntas angustiadas restañan aquella lágrima
solitaria y muda: ¿ Qué sucederá cuando muramos su
madre y yo? ¿ Quién cuidará de él en ese caso? ¿ Quién
le dará la comida y se ocupará de él?
93
Se le encoge el corazón porque sabe las respues-
tas a todas esas preguntas: Nadie. Nadie desea. a un
sordomudo propenso a ataques violentos.
El niño parece tan apacible ahora, bien acomo-
dado en su cama. Pero su vida es todo lo contrario
de esa apariencia.
Los ataques que le acometen son esporádicos e
inesperados. Y cuando vienen, lo lanzan a un ac-
ceso de espumarajos, de rechinar de dientes y de
espumajear por la boca como un animal hidrófobo.
Cuando termina el ataque, el muchacho se en-
cuentra rodeado de miradas de preocupa.ción.
Cuando se levanta, la gente retrocede y le recrimi-
na que ande por las calles.
Es comprensible, pues, que sea una criatura so-
litaria, una isla apartada para la introspección, ro-
deada de silencio y de las miradas curiosas ele los
que contemplan desde tierra firme sin intentar un
acercamiento.
A los niños del vecindario se les advierte que
permanezcan a cierta distancia. Otro robo más. Se
le ha privado de compañeros de juegojunto con su
infancia.
Su vida ha sido descarnada hasta los huesos de
todo lo que sea de valor, y su aspecto es semejante
al de un edificio en ruinas: vacío, saqueado y mar-
cado para la demolición.
A la vuelta de cada esquina se esconde la posible
destrucción. El espíritu cruel lo espera como un
pandillero que acecha para saltar sobre un niño de
regreso de la escuela. Se desliza por detrás, salta
sobre el muchacho y le machaca el rostro contra el
94
barro, disfrutando todo el tiempo de ese acto tirá-
nico.
Así es nuestro adversario, el diablo. Ahí está en
toda su cobardía y crueldad. Esa es su modalidad:
empujar, acorralar y ser brutal.
Como un león voraz, el diablo mer9<fea, procu-
rando devorar a alguien. Buscando sobr~ quién
puede posar sus garras y hundir sus dientes. Hace
presa de los débiles, los inocentes, los indefensos.
Salvaje. SaÍlguinario. Y como un león acecha con
astucia a un grupo de antílopes, selecciona al más
joven, más vulnerable y lo abate sin compasión.
Cuando el padre se entera de que Jesús está en
la ciudad, acude a El con la esperanza de que el
Redentor pueda, de alguna manera, rescatar a su
hijo de la prisión entre los puños de Satanás. Cae
de rodillas y junta las manos en una súplica deses-
perada. Ruega como sólo puede hacerlo un padre
acongojado.
Jesús ve su desesperación y le pregunta:
- ¿Cuánto hace que le sucede esto?
- Desde pequeño. A m~nudo lo ha echado al
fuego o al agua para destruirlo. Pero si tú puedes,
ten compasión y ayúdanos.
Jesús responde:
- ¿Cómo que si puedo? Todo es posible para el
que cree.
Con lágrimas que surcan su descuidado rostro,
el padre mira a Jesús a los ojos y le pide un favor:
- Yo sí creo, pero ayúdame a superar mi defi-
cientefe.
95
Jesús se vuelve hacia el muchacho y dirigE! sus
palabras al demonio:
- Espíritu sordo y mudo, a ti te ordeno, seU de
él y nupca más vuelvas a entrar.
El espíritu grita, sacudiendo al muchacho' con
violencia en un acto final y obstinado ante~ de
abandonarlo. El niño yace en el suelo, fláccido y
yerto. La concurrencia murmura:
- Está muerto.
Pero Jesús toma al niño con firmeza de la nl.ano
y tira de ella hasta ponerlo de pie.
El gentío exhala un suspiro colectivo de alivio al
notar un acto increíble de desprendimiento del mal
que se había enrollado con tanta tenacidad alrede-
dor de la vida del niño.
Jesús entrega el hijo al abrazo emocionado de su
'Slame., De. e.sa manexa e.l Re.de.n.tol: de.vue.lv~ los
bienes robados a los legítimos propietarios. A un
padre bañado en lágrimas le devuelve su hijO. Al
hijo, le devuelve su juventud.

96
ORACIÓN

~madO Señor:
Al ver cuán pérfido es el enemigo, cuán impla-
cable, cuán inescrupuloso, cuán cobarde, 10 des-
precio más que nunca.
Cuando oigo hablar de violación o de maltrato
de menores, o de su secuestro o asesinato, mis
emociones oscilan entre un oscuro sentimiento de
culpa a una súbita indignación. Es entonces cuan-
do se amontonan las preguntas en mi mente: ¿Có-
mo pudiste dejar el cordel del diablo tan largo
como para que devorara desenfrenadamente a ni-
ños indefensos? ¿Dónde están los ángeles que
creíamos que debían cuidar de ellos? ¿Dónde esta-
bas tú cuando ellos clamaban pidiendo auxilio?
Discúlpame, pero esas son las preguntas que se
me plantean cuando cotejo las promesas de la Bi-
blia con los titulares de los periódicos.
Ayúdame a entender. Ycuando no pueda enten-
der, ayúdame a confiar. Y cuando no pueda con-
fiar, ayúdame a superar mi fe deficiente.
Oh Buen Pastor, ocúpate de todos los niños
pequeñitos. Son tan indefensos, y la noche es tan
oscura y está tan llena de peligros.
Especialmente te pido por los niños que han
sido despojados de bendiciones físicas:
97
Por los diabéticos y epilépticos, que viven a la
merced de ataques que los ponen en graves
aprietos, aveces con peligro de muerte . ..
Por los sordos, los que viven tan solos en un
mundo de silencio . ..
Por los mudos, quienes sufren por no poder
expresarse claramente.
Ten piedad de ellos, Señor. Tienen necesidades
particulares. Y ten piedad de los padres. Ellos tie-
nen necesidades especiales también ...
Dales una medida mayor de gracia para hacer
frente a las demandas extraordinarias de cuidar
de sus hijos . ..
Dales fuerzas para subir la cuesta que les toca
transitar . ..
Dales tolerancia con los insensibles, los que miran
pasivamente y murmuran . ..
Dales paz respecto a esa sospecha de que padecen
un castigo por algo que han hecho en el pasado . ..
Dales descanso del sentimiento de culpa al creer
que no hacen lo suficiente por su hijo.
_Dales reposo, tanto espiritual como físico. Tú
sabes bien cuánto lo necesitan.
Gracias porque tú viniste al mundo con el pro-
pósito expreso de destruir las obras del diablo,
para restituir el daño que él ha hecho, para devol-
ver lo que él ha robado.
En forma especial te ruego que acudas en ayuda
de un niño llamado , a quien el diablo
está privando de su infancia ...
98
UN MOMENTO
INCREÍBLE CON UNA
MUJER ENCORVADA
PASAJE BÍBLICO

<le nseñaha Jesús en una sinagoga en el dfa


de reposo; y había allí una mujer que desde hacía
dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y an-
daba encorvada, y en ninguna manera se podía en-
derezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo:
Mujer, eres libre de tu enfermedad. Y puso las
manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glori-
ficaba a Dios.
Pero el principal de la sinagoga, enojado de que
Jesús hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la
gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos,
pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo.
Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita,
cada uno de vosotros'¿no desata en el día de reposo
su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? Y
a esta hija de Abraham, que Satanás había atado
dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta
ligadura en el día de reposo?
Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos
sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba
por todas las cosas gloriosas hechas por él.
LUCAS 13:10-17

100
MEDITACIÓN

~ u espina dorsal quedó fijada en la posi-


ción de un ángulo recto, como una bisagra ahe-
rrumbrada. Los músculos de su espalda se anuda-
ron para ayudar a soportar el peso de tan severa
curvatura y los nervios dorsales quedaron aprisio-
nados entre las vértebras mal alineadas.
Durante casi dos décadas ella se ha ido deterio-
rando hasta ese punto en su deformidad, y está
ceñida fuertemente por un emisario de Satanás. Un
espíritu diabólico ha ejecutado una danza macabra
sobre esa espalda, dejándole las crueles huellas de
los talones que pisotearon hasta doblegar la co-
lumnaque algunavez había sido alta y majestuosa.
Por encima de la mujer encorvada un cielo se
expande como un arco en el que desfilan las nubes
en formación dispareja. Pero el movimiento de ella
no es tan dúctil ni tan libre. Ella se encoge de dolor
al arrastrar su paso hasta la sinagoga.
No alcanza a ver el celeste del cielo ni el blanco
brillante de las nubes que forman olitas sobre su
cabeza. Sólo ve los pardos caminos de tierra y los
desechos de cada día.
Al tomar asiento en la sinagoga, Jesús desplaza
su atención del texto bíblico y la pone sobre las
páginas descoloridas y ajadas de la vida de ella.
101
Repasa velozmente la historia de los últimos die-
ciocho años, releyendo cada frase de dolor y dete-
niéndose en cada signo de interrogación que de-
marca su sufrimiento. Pero donde fija su atención
es en al borde dorado de las páginas: la fe de ella.
Ella es una verdadera hija de Abraham. Y ha
llegado para adorar al Dios de Abraham, como lo
hace sábado tras sábado. A pesar del dolor. A pesar
de las miradas de lástima de los adultos. A pesar
de los susurros risueños de los niños que juegan en
la calle.
Jesús cierra el rollo de las Escrituras que ha
estado enseñando y pide que ella pase al frente de
la sinagoga. Para la mujer es una situación incómo-
da. Todos los ojos se dirigen a su cuerpo anguloso
mientras ella con dificultad avanza por el pasillo.
Se detiene delante de El, retorciendo el torso en
un esforzado intento por verle el rostro, y se en-
cuentran sus miradas.
- Mujer, eres libre de tu enfermedad.
Jesús apoya las manos sobre los hombros encor-
vados. De inmediato se aflojan los músculos que
estaban apretados como un puño, las vértebras
toman su debido lugar y los nervios antes aprisio-
nados quedan en libertad.
Como un gato que despierta después de una
siesta prolongada, ella se estira hasta alcanzar una
postura erecta. En esos instantes se desploman a
los pies del Salvador dieciocho años de desdicha
acumulados en su espalda.
Ella alza sus manos y vuelve los ojos al cielo
(algo que no había podido hacer por largo tiempo)
102
y alaba al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.
Lo alaba por ser también el Dios de las mujercitas
solitarias y encorvadas.
Pero aquello que glorifica a Dios sólo enfurece
al jefe de la sinagoga. Desde su punto de vista, se
ha interrumpido el culto, se ha deshonrado el sá-
bado. Se levanta indignado para restaurar el orden
y para asegurar que ese desvío del protocolo no
siente un precedente. Sus palabras son cortantes y
caen sobre la congregación duramente.
- Hay seis días para trabajar. En esos días ven-
gan para ser sanados, no el sábado.
Un momentito, señores. ¿No debiera ese hom-
bre frotarse los ojos en lugar de alzar la voz? ¿Será
posible que, de algún modo, no haya visto el mila-
gro?
No; lo vio. Pero sus ojos estaban tan fijos en el
formalismo y las reglas y aquellas tradiciones que
se habían venerado durante siglos que perdió de
vista el increíble despliegue de poder que tuvo
lugar ante sus propios ojos.
Jesús se vuelve al que oficia en el culto, y a quien
rodean algunos de los más piadosos.
- ¡Hipócritas! ¿Acaso todos ustedes en el sába-
do no desatan a su buey o a su burro para sacarlo
del establo y llevarlo a donde le dan agua? Pues
entonces en este sábado, ¿no debía desatarse lo que
ataba a esta mujer, una hija de Abraham, a quien
Satanás retuvo enlazada durante dieciocho largos
años?
Esa lógica resulta irrefutable. Todos los ojos se
vuelven hacia El. Todos los oídos aguardan su
103
respuesta. Pero lentamente el jefe de la sinagoga
toma asiento sintiendo el peso de un silencio hu-
millante.
¡Qué cuadro tan irónico! La repentina flexibili-
dad en la postura física de la mujer en yuxtaposi-
ción con la rigidez de la postura espiritual del líder
religioso.
¿Por qué será que tan a menudo las personas
más religiosas son las que más se oponen al poder
de Dios? ¿Será que su teología está tan prolijamen-
te envasada que no queda lugar para milagros?
¿Estará tan estructurado el orden en sus cultos que
no queda lugar para las sorpresas de la espontanei-
dad de un Dios sobrenatural?
No queda lugar.
Tal vez ése sea el problema. Puede ser ésa la
razón por la cual cierran la puerta a lo sobrenatu-
ral: no hay lugar en la posada de su corazón para
el nacimiento de algo inesperado del cielo.

104
ORACIÓN

~UeridO Señor Jesús:


Ruego por todos los que de alguna manera están
encorvados, sea por una deficiencia genética o por
algún accidente o por un emisario de Satanás.
Ruego por los que ven el suelo en lugar del cielo.
Por los que tienen los ojos llenos de suciedad y
basura y del gris monótono del cemento en lugar
de nubes y pájaros y arcos iris.
Oro por aquellos cuyos cuerpos se doblegan por
la osteoporosis o la artritis o la escoliosis. Por los
que se encuentran presos tras las rejas de las camas
de hospital. Por los que se ven limitados a sillas de
ruedas. Por los que no pueden desplazarse sin
soportes, muletas o andadores.
Acuérdate de los que están físicamente impedi-
dos pero se apoyan en ti, Señor, caminando con
torpeza hasta la iglesia cada fin de semana, a pesar
de que no reciban la sanidad que piden tan insis-
tentemente.
Acuérdate de los confinados a la cama, que
durante todo el día fijan la mirada en el cielo raso,
y se esfuerzan por verte a ti en medio de todo su
sufrimiento.
Acuérdate de aquellos jóvenes cuyos cuerpos
les han hurtado su infancia, y de aquellos ancianos
105
cuyos cuerpos se han negado a permitirles enveje-
cer con elegancia.
Ten compasión de todos ellos, querido Señor.
Tócalos. Alza el peso de las enfermedades de sus
hombros. Y si fuera tu voluntad de que las condi-
ciones continuaran como están, dales una fe más
fuerte para que puedan soportar sus cargas, y ami-
gos más fuertes que puedan sobrellevar lo que
ellos por sí mismos no pueden soportar.
A aquellos cuyas almas se doblegan hasta el
suelo bajo el peso del remordimiento, alívialos de
la culpa que les impide caminar erguidos.
Desátalos de las cargas del pasado que están tan
estrechamente amarradas a sus espaldas: por deci-
siones tomadas apasionadamente que aún los per-
siguen. .. por palabras dichas en arrebatos de ira
cuyo eco permanece en su memoria. .. por cosas
de las que se apropiaron en su egoísmo, de lo cual
se lamentan hasta este día.
Tócalos a ellos también, Señor. Alza las cargas
del pasado de esas almas empantanadas.
Especialmente te ruego por _
quien se encuentra doblegado físicamente, y por
_ _ _ _ _ quien se encuentra doblegado espi-
ritualmente. Están trabajados y cargados, Señor.
Invíta10s a que vayan a ti. Que allí puedan deposi-
tar sus cargas. Y que allí puedan encontrar reposo
para sus almas.
En ambos casos concede la tierna misericordia
de tu toque sanador. Yconcédeles que puedan una
vez más estar de pie erguidos mirando el cielo ...
106
UN MOMENTO
INCREÍBLE
CON LÁZARO
PASAJE BÍBLICO

(!f; staba entonces enfermo uno llamado Lá-


zaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su
hermana. (María, cuyo hermano Lázaro estaba en-
fermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le.
enjugó los pies con sus cabellos.) Enviaron, pues,
las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el
que amas está enfermo.
Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es
para muerte, sino para la gloria de Dios, para que
el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Y amaba
Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando
oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días
más en el lugar donde estaba.
Luego, después de esto, dijo a los discípulos:
Vamos a Judea otra vez.
Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procura-
ban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?
Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El
que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de
este mundo; pero el que anda de noche, tropieza,
porque no hay luz en él.
Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lá-
zaro duerme; mas voy para despertarle. '
Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duer-
me, sanará. Pero Jesús decía esto de la muerte de
108
Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar
del sueño.
Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha
muerto; y me alegro por vosotros, de no haber
estado allí, para que creáis; mas vamos a él.
Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus
condiscípulos: Vamos también nosotros, para que
muramos con él.
Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro
días que Lázaro estaba en el sepulcro. Betania
estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios;
y muchos de los judíos habían venido a Marta y a
María, para consolarlas por su hermano. Entonces
Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encon-
trarle; pero María se quedó en casa.
y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado
aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también
sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo
dará.
Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrec-
ción, en el día postrero.
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el
que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo
aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamen-
te. ¿Crees esto?
Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.
Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su
hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está
aquí y te llama. Ella, cuando lo oyó, se levantó de
prisa y vino a él. Jesús todavía no había entrado en
109
la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta
le había encontrado. Entonces los judíos que esta-
ban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron
que María se había levantado de prisa y habí~
salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a
llorar allí.
María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al
verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si
hubíeses estado aqui, no habría muerto mí herma-
no.
Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos
que la acompañaban, también llorando, se estre-
meció en espíritu y se conmovió, y dijo: ¿Dónde le
pusisteis?
, Le dijeron: Señor, ven y ve.
Jesús lloró.
Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le ama-
ba.
y algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que
abrió los ojos al ciego, haber hecho también que
Lázaro no muriera?
Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino
al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra
puesta encima. Dijo Jesús: Quitad la piedra.
Marta, la hermané! del que había muerto, le dijo:
Señor, hiede ya, porque es de cuatro (Has.
Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás
la gloria de Dios?
Entonces quitaron la piedra de donde había sido
puesto el muerto. YJesús, alzando los ojos a lo alto,
dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo
sabía que siempre me oyes; pero lo ~ije por causa
110
de la multitud que está alrededor, para que crean
que tú me has enviado.
y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Láza-
ro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas
las manos y los pies con vendas, y el rostro envuel-
to en un sudario.
Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.
JUAN 11:144

111
MEDITACIÓN

' l . . a muerte es el camino por el que sigue


toda carne: hay tiempo de reverdecer y florecer y
hay tiempo de marchitarse y caer a tierra.
Pero si las estaciones nos enseñan algo, si com-
ponen un dicho grande y elocuente, es la sentencia
de que la muerte no tiene la última palabra. Verdad
es que los pétalos de las flores caen a tierra. Pero lo
mismo hacen las semillas. Y aunque las semillas
duerman durante cierto lapso bajo el lienzo de la
nieve, despiertan en primavera.
Al producirse eso, alzan fragante la cabeza, dan-
do a entender que está por llegar la primavera.
Aquella en que las flores nunca mueren. Aquella
que nunca recibe el rocío de las lágrimas.
Pero los campos elíseos del paraíso se encuen-
tran lejos de los confines de Betania. Allí una escar-
cha anticipada se ha depositado sobre un amigo.
Lázaro decae rápidamente. Las noticias llegan por
intermedio de un mensajero.
- Señor, la persona que tú amas está enferma.
Curiosamente, Jesús no corre para estar junto a
su cama. No es porque esté demasiado ocupado.
Ni porque no le importe. Más bien es porque el
Padre está componiendo la orquestación de un
momento increíble y necesita tiempo para preparar
112
el escenario. Y siendo que un cadáver debe estar
en el centro del escenario antes que pueda comén-
zar la acción, Jesús debe esperar hasta que Lázaro
muera antes de hacer su aparición.
Pero María y Marta no pueden ver detrás de las
bambalinas en los cielos. Lo único que pueden ver
es un telón negro y amplio que se cierra ante sus
vidas. Están en su casa, sentadas, sin ánimo, como
en un teatro vacío, acompañando con lágrimas sus
oraciones que parecen volver sobre ellas como ecos
cavernosos al chocar contra las indiferentes pare-
des.
Ya hace cuatro días que su hermano Lázaro está
muerto, pero una montaña de congoja permanece
ante ellas. Escalarla significa una escarpada subida
para las dos hermanas, y ellas sienten la imposibi-
lidad de lograrlo jamás. Al aproximarse Jesús a las
afueras de la ciudad, una Marta desilusionada
corre a su encuentro.
- Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano
no habría muerto.
Jesús la halla sobre' el borde que se desmorona
de tanto dolor. Restaura el equilibrio de ella ofre-
ciéndole la seguridad de que El domina la situa-
ción.
- Yo soy la resurrección y la vida. El que cree
en mí, aunque muera vivirá.
Esas palabras sirven de punto de apoyo para
que ella escale. A pedido de Jesús, Marta va a
llamar a su hermana. Va María con ojos hinchados
e inyectados de sangre. Las emociones que la inun-
dan todavía fluyen turbulentas. Ella se arroja a los
113
pies del Señor como un cántaro de barro que cae al
pisó; su corazón se quiebra; sus lágrimas salpican
los pies de El.
- Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano
no habría muerto.
Las dos hermanas se acercaron a Jesús con idén-
ticas palabras. Pero mientras que Marta se las dijo
cara a cara, María las derramó en llanto a sus pies.
Quizá sea por eso que la una sólo provoca el enun-
ciado de una verdad teológica, mientras que la otra
provoca lágrimas en El.
Dos veces las Escrituras se marcan con las lágri-
mas de nuestro Señor. En una colina con vista a
Jerusalén cuando solloza por toda la nación. Y
camino al sepulcro de un amigo cuando llora con
los afligidos.
¡Qué increíble parece el Salvador! No sólo llora
por nosotros cuando pecamos, sino también con
nosotros cuando sufrimos. Desciende a nuestra
altura para compartir nuestro yugo de modo que
el peso del dolor sea más ligero.
Pero ¿cómo concuerdan las lágrimas que com-
partió con María con la verdad teológica que le
dijo a Marta? ¿Quién puede reconciliar las pala-
bras "Jesús lloró" con "Yo soy la resurrección y
la vida"?
Parece extraño que alguien que posee un poder
tan absoluto pueda rendirse tan pronto ante un
ejército tan pequeño como son las lágrimas.
Pero fue lo que le sucedió.
y por un instante maravillosamente tierno se
nos concede el privilegio de atisbar uno de los
114
abrazos más conmovedores en toda la Biblia entre
la deidad y la humanidad.
Marchando hacia el sepulcro de Lázaro tropeza-
mos con otra pregunta más. Jesús se acerca al
cementerio con la plena seguridad de que El levan-
tará a su amigo de la muerte. ¿Por qué, entonces,
la vista de la cueva lo conmueve?
Tal vez la tumba en ese huerto fuera un recuerdo
por demás evidente del Edén abandonado. Del
paraíso perdido. Y de la tumba fría y oscura que El
mismo debe penetrar para poder reconquistar lo
destruido.
De cualquier manera, es notable que nuestra
desdichada condición pueda conmover su espíri-
tu, que nuestra aflicción pueda hacer brotar sus
lágrimas.
La resurrección de Lázaro es la más audaz y la
más espectacular de todas las curaciones del Sal-
vador. Intrépidamente penetró en la guarida don-
de la hostilidad se embravecía contra El para arre-
batar a un amigo de las garras de la muerte.
Era un momento increíble.
Puso de manifiesto que Jesús era quien decía
que era, es decir, la resurrección y la vida. Pero
también puso de manifiesto otra cosa.
Las lágrimas de Dios.
y ¿quién puede decir qué es más increíble? ¿un
hombre que resucita a los muertos ... o un Dios
que llora?

115
ORACIÓN

adO Señor e5ÚS:


Gracias por esa breve pero dulcísima frase de la
Biblia: "Jesús lloró." Gracias por esas lágrimas que
vertiste sin ocultarlas. Le otorgan dignidad a mi
congoja así como libertad a mi emoción.
Gracias por el hermoso tributo que constituyen
las lágrimas por los muertos, las cuales expresan
que fueron seres amados y que se los echará de
menos.
Ayúdame a percatarme de que si la muerte de
un ser amado fue difícil para ti - siendo tú la
Resurrección y la Vida -, no debo avergonzarme
jamás de que sea difícil para mí.
Gracias porque tú conoces cómo es perder a
alguien a quien uno ama. Y gracias por la certeza
de que cuando yo acudo a ti en mi angustia, tú
sabes cómo me siento.
Gracias porque mis lágrimas pueden provocar
las tuyas.
Ayúdame a seguir el reguero de lágrimas que tú
dejaste en tu camino hacia la tumba de Lázaro para
que yo pueda aprender a llorar con los que lloran.
Ayúdame a sentir el dolor que sienten ellos ...
la incertidumbre. . . el miedo. .. el pesar. .. el
remordimiento ... el desaliento.

116
Ruego por todos los que sufren por la pérdida
de un ser querido:
por el que ha perdido a uno de sus padres . ..
por el que ha perdido a un hijo •.•
por el que ha perdido a un abuelo . •.
por el que ha perdido a una hennana .••
por el que ha perdido a un hennano .
por el que ha perdido a un amigo .
Ruego por los que claman como Marta y María:
IlSeñor, si hubieras estado aquí .. .11 En medio de
la confusión emocional producida por su pérdida,
ayúdales a ver que tú sí estabas allí, llorando junto
a ellos.
Oro de manera especial por _

117
UN MOMENTO
INCREÍBLE
CON UN CIEGO
PASAJE BÍBLICO

~conteció que acercándose Jesús a Jericó,


un ciego estaba sentado junto al camino mendigan-
do; y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué
era aquello. Y le dijeron que pasaba Jesús nazare-
no.
Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de
David, ten misericordia de mí!
y los que iban delante le reprendían para que
callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de Da-
vid, ten misericordia de mí!
Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a
su presencia; y cuando llegó, le preguntó, dicien-
do: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que
reciba la vista.
Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado. Yluego
vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el
pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.
LUCAS 18:35-43

120
MEDITACIÓN

~ u nombre, según nos dice Marcos, es


Bartimeo. Es un mendigo ciego. El pequeño espa-
cio junto al camino es su hogar. La tierra pisoteada
es su cama; una piedra, su almohada.
Como los desperdicios que se juntan en la zanja,
allí está sentado él, día tras día. Un hombre enco-
gido a un lado del camino. Sus amigos son los
desechados que la vida, en su prisa, ha dejado
atrás. Gente desgastada y descartada. Viviendo su
vida apartados. Viviendo su dolor apartados.
Cada uno tiene una historia que contar. Pero es
una historia que ninguno quiere escuchar.
Claman por una mano que los toque, una pala-
bra amable, un momento de conversación. Ellos
claman, pero el mundo pasa de largo camino quién
sabe adónde.
Palpando en la oscuridad que lo rodea, Barti-
meo acosa a un transeúnte buscando algo con las
manos. "Limosna. Limosna para un pobre. Com-
pasión por un ciego." Y de esa forma tantea por
encontrar el pan cotidiano.
Una bendición entre dientes. Una moneda de-
positada de mala gana en el jarro por un benefac-
tor. Una cortante verdad teológica arrojada por
121
uno de los más religiosos. Un brusco empujón
hacia el borde del camino.
Así es la vida para Bartimeo.
Para él la calle es un oscuro río por el que pasan
a su lado corrientes de voces ininterrumpidamen-
te. Oye pedacitos de conversaciones calle abajo.
Pero al aproximarse las personas, serpentean en su
rumbo, esquivándolo, y desaparecen. El palpa en
la oscura corriente con la esperanza de atrapar una
de esas voces como a un pez de las agallas para
obtener de esa manera alguna cosita que comer.
Pero es como perseguir renacuajos; la mayoría se
le desliza entre los dedos.
Por vivir así a la vera del camino, recibe lo que
cae en su poder: una moneda en el jarro, una
palmada en la mano, una bendición, una maldi-
ción. Lo que pasa por su lado hoyes un parloteo
de voces:
- Jesús ... el nazareno ... Jesús va pasando.
, Ya conoce ese nombre. Ha oído hablar de ese tal
Jesús. Muchos dicen que es el futuro rey y heredero
al trono de David. Dicen que es el siervo del cual
Isaías profetizó:

Luz para los gentiles,


para abrir los ojos de los ciegos
y libertar a los encarcelados,
a los que están en tinieblas . .•
Oh, qué cárcel la que ha aprisionado a Bartimeo
por tanto tiempo, puesto bajo cerrojo y olvido. Oh,
qué oscuridad, qué soledad, qué irritación de los
grilletes ...
122
Allí permanece en la vereda, solo con sus pen-
samientos, como si fuera una roca en medio de un
torrente de personas que fluye a su alrededor.
Piensa: Debo encontrarlo. Debo hablarcon ese Jesús.
y grita desde un borde del camino:
- Hijo de David, ¡ten misericordia de mí!
La muchedumbre le grita al oído algunas entre-
cortadas palabras de reprensión para que no se
salga de su lugar. Pero Bartimeo sólo redobla sus
esfuerzos. Las venas le saltan del cuello cuando
grita:
- HIJo DE DAVID, ¡TEN MISERICORDIA DE MI!
Jesús se detiene y envía por el hombre. Bartimeo
echa a un lado su manto y se pone de pie de un
salto. Susurros condescendientes se silencian al
acercarse el ciego. Este se enfrenta ahora no sólo
con el heredero al trono de David sino con el
heredero al trono de los cielos. Y por un instante
en el tiempo este mendigo ciego cuenta con la
atención concentrada de la deidad.
- ¿Qué quieres que haga por ti? '
¿Puede dar crédito a sus oídos? ¡Increíble! Un
ciego de pie ante el magistrado del cielo, el que le
dio luz al sol, a la luna y a las estrellas. Y la oferta
no es la de un rey excelso sino la de un humilde
servidor.
- ¿Qué quieres que haga por ti?
Sin vacilación, Bartimeo responde:
- Señor, quiero recobrar la vista.
"Quiero salir de la celda, salir de la oscuridad ...
Quiero soltarme de los grilletes de estos ojos
123
ciegos ... Quiero salir de la prisión ... Quiero ser
libre. ¡Quiero ver!.
"Quiero abandonar la vereda. Quiero caminar
por las calles de Jericó sin golpearme con las pare-
des. Quiero mirar las tiendas. Quiero enconttar el
camino hasta la sinagoga. ¡Quiero ver!.
"Quiero usar mis manos para algo que nO sea
tantear mi camino en la oscuridad. Quiero fabricar
cosas. Quiero prepararme yo mismo la comida.
Quiero leer. ¡Quiero ver!.
"Quiero ver los ojos de un amigo. Quiero salu-
dar con la mano a alguno que pase por la vereda
de enfrente. Quiero sonreír a los niños, acariciarles
la cabecita y desearles todo 10 bueno. Quiero amar.
Quiero reír. Quiero vivir. ¡Quiero ver!.
En un instante Jesús comprende todo 10 que esa
breve frase encierra para este hombre. 'J. el rey le
muestra su favor:
- Recibe la vista.
En un abrir y cerrar de ojos Bartimeo pasa de las
tinieblas a la luz.
El brillo del sol le inunda los ojos. Ve el cielo
de zafiro. .. la flota de nubes navegando a toda
vela. .. el par de tórtolas que bate las alas casi
rozando los techos. Ve los edificios ... el rostro
asombrado de la muchedumbre. .. y luego, vol-
viendo la mirada, ve a Jesús. Ve su ternura. Ve su
amor. Ve los ojos de un rey.
Su fe 10 ha sanado. La fe que 10 sostuvo cuando
hacía el papel ridículo de gritar y detener una
multitud en marcha. La fe que lo impulsó para
acudir a Jesús. La fe necesaria para pedir algo que
124
nadie salvo Dios mismo podía otorgar. Mucho
que ver, para un hombre ciego.
y sin mirar atrás, este nuevo ciudadano del
reino se suma al séquito real que va por el camino
de Jericó. Para ir en pos de un rey en cuyos ojos
halló benevolencia. Y para abandonar para siem-
pre su puesto de mendigo en aquella vereda.

125
ORACIÓN

~mado Hijo de David:


Te pido que me des un corazón capaz de sufrir
por los que están a un lado del camino. Por los que,
por el motivo que fuere, no están dentro de la gran
corriente de la vida. Por los que viven encogidos y
echados a un lado. Por los que permanecen olvida-
dos o ignorados. Por los que de un modo u otro
están enceguecidos y no ven la plenitud de la vida.
Ayúdame a no taparme los oí<ios cuando cla-
man. Ayúdame a detenerme, sin tomar en cuenta
lo que pueda decir la multitud. Ayúdame a con-
centrar la atención en ellos. Ayúdame a entregar-
me a ellos como lo hiciste tú, mostrándoles miseri-
cordia, haciendo lo que esté a mi alcance.
y aunque yo no tenga la capacidad de desatar
sus cadenas ni de libertarlos de sus celdas,
ayúdame a serfiel en mi propósito de visitarlos
para que sepan que son importantes
para alguien;
ayúdame a llevarles alimento para que puedan
nutrirse;
ayúdame a decirles una palabra amable para que
puedan recibir aliento;
ayúdame a tocarlos suavemente para que puedan
recibir consuelo;
126
ayúdame a proporcionarles una frazada para que
se sientan abrigados;
ayúdame a regalarles una almohada para que su
cabeza pueda apoyarse sobre algo suave;
ayúdame a prestarles atención para que sus
palabras sean escuchadas.
Ayúdame en cualquier momento, en cualquier
lugar y de cualquier manera que pueda realizarlo
para llevar luz a alguien que se encuentre a oscu-
ras. Y aunque no pueda hacer ver a un ciego,
capacítame para espantar algunas de las sombras
de la vida de los demás para que sean más lumi-
nosas.
Especialmente te ruego por _

127
UN MOMENTO
INCREÍBLE
EN UN OLIVAR
PASAJE BÍBLICO

~ abiendo dicho Jesús estas cosas, salió


con sus disípulos al otro lado del torrente
de Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró
con sus discípulos.
y también Judas, el que le entregaba, conocía
aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había
reunido allí con sus discípulos. Judas, pues, to-
mando una compañía de soldados, y alguaciles de
los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí
con linternas y antorchas, y con armas.
Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le ha-
bían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién
buscáis?
Le respondieron: A Jesús nazareno.
Jesús les dijo: Yo soy. Yestaba también con ellos
Judas, el que le entregaba. Cuando les dijo: Yo soy,
retrocedieron, y cayeron a tierra.
Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis?
y ellos dijeron: A Jesús nazareno.
Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; pues
si me buscáis a mí, dejad ir a éstos; para que se
cumpliese aquello que había dicho: De los que me
diste, no perdí ninguno.
Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la
desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y
130
le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba
Maleo.
Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en
la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la
he de beber?
y tocando su oreja, le sanó.
JUAN 18:1-11; LUCAS22:51b

131
MEDITACIÓN

~~ús~edclhuertode~¡deSPU~
de pasar en oración su prueba, sudoroso a
causa de la lucha. Pero el corazón que estalló de
tanta fuerza emocional está ahora lleno de la reso-
lución de beber la copa que está servida delante de
El. y no importa cuán amarga sea. No importa
cuán difícil de tragar.
Jesús y sus soñolientos discípulos descendieron
el valle de Cedrón. Del otro ládo espera al Salvador
un destino imponente como la torre que arroja una
sombra larga y oscura sobre el valle. Dejando ese
valle atrás, Jesús penetra en el bosquecillo de oli-
vos. Ha estado allí con sus discípulos frecuente-
mente.
Esta sería la última vez.
En ese bosquecillo las formas reumáticas de las
plantas de olivo dan la impresión de que han bro-
tado de algún oculto dolor muy dentro de la tierra.
Son árboles viejos y han visto muchas injusticias
en la vida. Esa noche han de presenciar la peor de
todas.
Al hacer una pausa en ese lóbrego sitio de des-
canso, Jesús sabe ya todo lo que ha de suceder. Sabe
dónde va a ser arrestado, cuándo y por quién. Sin
132
embargo, nada hace por retrasar esa cita con su
destino.
Ha llegado su hora.
A través de la arboleda se percibe el sordo albo-
roto de algo que suena como una multitud de
personas. Ondulan las antorchas por encima de las
cabezas del gentío, enviando hacia la oscuridad de
la noche un humo negro que parece un plumaje
ondulante. Cuando los discípulos atisban por en-
tre las siluetas retorcidas de los olivos, descubren
que la turba la integran militares.
Son una comitiva de soldados del destacamento
que, con el fin de mantener la paz, está acuartelado
en la torre de Antonia que mira hacia el templo. La
tropa cuenta con unos seiscientos hombres; es una
ronda obligada para asegurar el arresto y para
reprimir cualquier reacción de resistencia.
¡Qué irónico! Una tropa de soldados para buscar
a Aquel que podría, con una oración susurrada,
desplegar legiones de ángeles en su defensa. ¡Qué
irónico, realmente! Buscar a la Luz del mundo con
antorchas y lámparas. Ir con palos y espadas forja-
das por manos humanas a tomar prisionero a
Aquel que fraguó las estrellas.
Estratégicamente vienen de noche, para dismi-
nuir la resistencia. Jerusalén está desbordante de
peregrinos que han llegado para celebrar la Pas-
cua, de modo que no hay posibilidad de averiguar
cuántos son los fieles seguidores de este atrevido
joven predicador. Si el arresto se llevara a cabo de
día, daría lugar a una desagradable escena, o aun
podría brindar un impulso inicial a una revuelta.
133
Los discípulos espían por sobre los árboles para
ver si vienen más soldados y también para estudiar
una vía de escape. Pero antes de tomar cuenta de
ello, los soldados les caen encima.
La mano de Pedro se cierra sobre la empuñadu-
ra de la espada recién comprada, pero no se mueve
para desenvainarla. ¡Un momento! ¿Una espada?
¿En manos de un pescador? ¿Qué se le metió en la
cabeza a Pedro? ¿No se ha dado cuenta de que el
reino de Jesús no es de este mundo? ¿No sabe que
sus manos debieran estar plegadas en oración, no
sobre la empuñadura de una espada?
La luz de las antorchas oscila marcando con
manchones la muchedumbre y arrojando una
sombra circular que tiembla sobre la tierra.
Jesús da un paso al frente. Con valor. Resuelta-
mente. Un hombre desarmado en posición firme
frente a un pequeño ejército. Y El es el primero en
hablar.
- ¿A quién están buscando?
La respuesta es tan escalofriante como el aire de
la noche.
- A Jesús nazareno.
Sin vacilación ni táctica alguna para encubrir su
identidad, Jesús responde.
- Ese soy yo.
Literalmente, las palabras con que Jesús se da a
conocer son l/Yo soy", las mismas que pronunció
Dios para identificarse al hablar con Moisés desde
la zarza ardiente.
y dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los
hijos de Israel y les digo: El Dios de vuestros padres
134
me ha enviado avosotros. Si ellos me preguntaren:
¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?
y respondió Dios aMoisés: Yo SOY EL QUE SOY.
Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: Yo SOY me
envió a vosotros.
Anteriormente en su ministerio Jesús había de-
clarado su igualdad con el Padre diciendo: "Antes
que Abraham fuese, yo soy." ¡Yo SOy! Al oír esas
palabras, los líderes religiosos tornaron piedras
para matarlo a pedradas, pues comprendieron lo
que significaba esa declaración y la condenaron
como blasfema. '
Ahora los soldados se desploman ante las pala-
bras "Yo soy". En un momentáneo pero increíble
despliegue de deidad, Jesús supera en fuerzas a la
oposición.
Caen al suelo como embestidos, como cuando
un luchador clava al piso a su contrincante. Pero
esta fuerza se pone en acción sólo por un instante.
La demostración no tiene por objetivo derrotar a
su enemigo sino sólo dar peso a su declaración de
quién era El.
Pues también es importante que Jesús vaya de
modo sumiso, como un cordero llevado al mata-
dero, no como un animal cercado que pelea por su
vida.
Una vez más Jesús pregunta a quién buscan.
Una vez más responden. Una vez más se identifica.
Pero esta vez incluye un pedido a favor de sus
discípulos:
- Si es a mí a quien buscan, dejen en libertad a
estos hombres.
135
Judas emerge de las sombras para destacar a
Jesús ante la comitiva de captura. Hace esto me-
diante la falsedad de un beso.
"Amigo -le había dicho Jesús -, lo que vas a
hacer, hazlo más pronto."
No hay odio en sus palabras; sólo tristeza por un
amigo que va camino a su propia destrucción.
El hombre de confianza del sumo sacerdote se
adelanta para tomar a Jesús bajo su custodia. Al ver
eso, Pedro saca de repente la espada y lanza una
estocada al hombre. Este esquiva la cabeza, pero la
espada logra separar un trozo de la oreja.
Jesús se interpone entre los hombres mantenien-
do a Pedro fuera de alcance.
- Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los
que toman espada, a espada perecerán. ¿Acaso
piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que
él no me daría más de doce legiones de ángeles? ...
Si el Padre me da a beber este trago amargo, ¿acaso
no habré de beberlo?
Jesús vuelve su atención hacia el emisario del
sumo sacerdote, quien se tapa el oído con la mano.
Le toca la herida. Queda sana en el acto.
Jesús no invertirá en defensa propia ni siquiera
la pérdida de una oreja. Insiste en su propósito: la
única sangre que se vertirá será la suya.
El médico Lucas describe el alcance de la herida.
Al usar en su escrito el diminutivo en la palabra
original empleada como"oreja" da a entender que
sólo una pequeña porción fue la que se le cortó,
posiblemente el lóbulo o algo de ese tamaño.
136
sólo una pequeña porción fue la que se le cortó,
posiblemente el lóbulo o algo de ese tamaño.
Asimismo Lucas es el único de los escritores de
los evangelios que registra la curación. Para los
otros tres el milagro puede haber parecido minúscu-
lo en comparación con la tragedia que se desarrolla
a su alrededor. A fin de cuentas, ¿qué trascenden-
cia tiene el lóbulo de la oreja de un criado mientras
está en juego la vida del Salvador del mundo?
Fue el último milagro realizado por Jesús antes
de morir.
y el más pequeño.
Por cierto que el criado del sacerdote podría
haber vivido toda la vida sin una parte de una de
sus orejas. No iba a disminuir su sentido del oído.
En el peor de los casos, el daño sería sólo de carác-
ter estético.
Pero aquel que había predicado amor para los
enemigos practicaba lo que predicaba ... y lo prac-
ticó hasta el fin. Pues el último de los milagros del
Salvador fue un gesto de bondad, que nadie soli-
citó, hacia un enemigo.
Después de todo, tal vez no sea un milagro tan
pequeño.
Considerando las legiones de ángeles que esta-
ban a su disposición y las maneras en que el Salva-
dor podría haber empleado su poder, hay la posi-
bilidad, sólo la posibilidad, de considerarlo el
mayor milagro de su vida.

137
ORACIÓN

§.madlsimO Señor Jesús:


¡Con cuánto valor enfrentaste la hora en que
fuiste traicionado! ¡Cuánto diste, aunque te quita-
ban la libertad para llevarte a la muerte!

A tu Padre le diste obediencia.


A tus discípulos les diste la intercesión en favor
de su impunidad.
A quien te entregó le diste una palabra afectuosa.
A tu enemigo le diste sanidad.
A quienes te arrestaron les diste tu propia vida.

Concédeme la gracia de enfrentar la vida de la


manera que lo hiciste tú en ese olivar la noche que
te traicionaron.

Cuando alguien me traicione, concédeme un


corazón tan perdonador que sea capaz de ofrecer
una palabra bondadosa a cambio de un beso
engañoso.
Cuando el peligro me rodee, concédeme tal
fidelidad hacia mis amigos que me haga pensar
en su bienestar antes que en el mío.
Cuando un ejército de oposición se levante contra
mí, concédeme el valor de permanecerfirme
aunque esté solo.
138
Te doy gracias, Señor, porque no pasaste por
alto algo tan pequeño como la oreja de un siervo
en tu camino hacia la redención de la humanidad.
Gracias por todas las lecciones que enseña ese
pequeño acto bondadoso.
Ruego por los que, como Maleo, se han alistado·
en las filas de los que me hacen frente. Ruego
especialmente por cualquiera que haya sido ofen-
dido por una palabra cortante o un hecho llevado
a cabo por algún amigo mío en un intento por
defenderme.
Ayúdame a mostrar benignidad hacia ese Maleo
de mi vida, aunque sea mediante un acto muy
pequeño. Y oro en tu poderoso nombre que te
valgas de mi pequeño acto de bondad para la
sanidad de esa persona.
Te agradezco, Señor Jesús, por todo lo que me
has mostrado de tu gloria, desde la gloria que
revelaste en una boda en Caná hasta la gloria que
revelaste en el huerto de Getsemaní. Abre mis ojos
para que pueda ver más. Y abre mi corazón para
que lo que veo. me impulse a arrodillarme para
adorar a un Salvador de veras increíble ...

139
"Bienaventurados los ojos
que ven lo que vosotros veis;
porque os digo
que muchos profetas y reyes
desearon ver
lo que vosotros veis
y no lo vieron . . ."

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