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D L : DC2020000430
ISBN: 978-980-7868-55-6
REAL
S I ,
D
Por
José Víctor Dugand
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Tabla de Contenido
Dedicatoria
Agradecimientos
Sobre el autor
Prólogo
Comentarios
INTRODUCCIÓN
PARTE 1:
PERSPECTIVA
CAPÍTULO I
EL AHORA DE DIOS
CAPÍTULO II
THE GAP, UN ABISMO ENTRE LA IGLESIA Y LA SOCIEDAD
CAPÍTULO III
¿DÓNDE ESTÁN TUS GRIEGOS?
PARTE 2:
ESTRATEGIA
CAPÍTULO IV
SE BUSCA UNA INTERFAZ
CAPÍTULO V
NEXT: UNA GLORIA MAYOR
CAPÍTULO VI
EL IDIOMA DE ESTA GENERACIÓN
Y LOS PILARES DE SU CULTURA
PARTE 3:
MOTIVACIÓN
CAPÍTULO VII
EL PORQUÉ DE DIOS
CAPÍTULO VIII
TICKET: EL BOLETO DE ENTRADA
CAPÍTULO IX
GRACIA VS. VERDAD
¿DÓNDE ESTÁ EL EQUILIBRIO?
CAPÍTULO FINAL
¿Y AHORA QUÉ?
D
Quiero dedicar este libro a las personas más importantes en mi vida.
Primeramente, a Jessica, mi esposa, mi mejor amiga y la
responsable de que todas las locuras que Dios coloca en mi corazón
se conviertan en realidad. Segundo, a mis hijos Lina Marcela,
Alejandra Sofía, Estefanía Grace y Daniel José, los regalos más
preciosos que me ha dado Dios y la razón por la cual me atreví a
dejarlo todo para volver a comenzar. Hijos, escribí este libro con
ustedes en mi corazón. Nunca olviden que son el legado más
valioso que su mami y yo le estamos dejando a la humanidad.
Andrés Spyker
Pastor principal de Más Vida
www.masvida.org
C
Creo que el miedo al cambio es algo que detiene a muchos de
nosotros, incluyendo a los líderes y pastores. Es tiempo de
movernos hacia el futuro, sin miedos y llenos de fe y esperanza.
¡Los métodos pueden cambiar, pero el mensaje siempre será el
mismo! Creo que José Víctor comparte en este libro REAL una
revelación que te ayudará a ser real, genuino, ¡y a motivarte a
alcanzar un mundo que necesita a Jesús!
Alex Sagot
Líder principal de la Iglesia Calvary Kendall
Miami, Estados Unidos
José Víctor Dugand ha sido mi pastor desde hace diez años. Él fue
la respuesta de Dios para mi vida y mi llamado, después de
cuarenta años en búsqueda de ayuda. Yo nunca había tenido una
figura paterna y pastoral en mi vida como lo es él. Lo encontré
milagrosamente a través de unos CD de su libro De Esclavo a Hijo
que me regalaron diez años atrás. Él creyó en mí y vio en mi algo
que yo no veía su respaldo ha sido vital desde ese momento. Él es
un padre, un mentor, un pastor, y es mi predicador favorito.
Alex Cerros
Pastor principal de Ekklesia Honduras
San Pedro Sula, Honduras
Cierto día, Jesús reunió a sus doce discípulos y les dio poder y autoridad
para expulsar a todos los demonios y sanar enfermedades. Luego los
envió para que anunciaran a todos acerca del reino de Dios y sanaran a
los enfermos. Les dio las siguientes instrucciones: «No lleven nada para el
viaje, ni bastón, ni bolso de viaje, ni comida, ni dinero, ni siquiera una
muda de ropa». (Lucas 9:1-3).
Y por la mañana dicen: «Hoy va a ser un día lluvioso porque el cielo está
oscuro y rojo». Ustedes ven el aspecto del cielo y saben lo que significa,
¿pero no son capaces de saber el significado de las señales de los
tiempos en que estamos viviendo?
4. El avance de la tecnología
Anteriormente no era tan fácil acceder a la información como hoy
día; esto le permitía a la Iglesia predicar sus mensajes sin ser
cuestionada, ya que la gente no tenía acceso a la información
necesaria para corroborar si estos eran verdad o no, si tenían
fundamento o no. El avance exponencial de la tecnología ha
causado que hoy le estemos hablando a una generación que, a
través de los dispositivos móviles, tiene más información en su
mano que todas las enciclopedias que sus padres tenían en la
biblioteca de la casa.
Además de esto, estamos en una era digital donde todo lo
que hacemos o decimos tiene la capacidad de quedar grabado
eternamente y para siempre en «la nube» y ser expuesto al mundo
entero a través de las redes sociales, lo cual aumenta
exponencialmente el escrutinio público. La Iglesia de hoy no es peor
que la de ayer, lo que sucede es que ahora nos enteramos de todo.
Los líderes de hoy no son peores que los líderes de antes; lo que
pasa es que ahora sus errores y su lado humano están exhibidos en
una vitrina a la cual el mundo entero tiene acceso. ¿Cuál ha sido el
resultado? Una desconfianza generalizada en la iglesia y sus
autoridades, lo cual ha ayudado a alejar a las personas aún más de
nuestras comunidades.
No podemos seguir promoviendo la separación entre la
Iglesia y la sociedad; esta actitud nos está alejando cada vez más
de aquello a lo que Dios nos ha llamado. Dios no nos llamó a ser
instrumentos de separación, sino de reconciliación, y para eso
debemos estar dispuestos a renunciar a todos aquellos sistemas de
pensamiento que nos impiden ir hasta donde se encuentran las
personas y manifestarles el amor incondicional del Padre celestial.
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CAPÍTULO III
¿DÓNDE ESTÁN TUS GRIEGOS?
¿Qué puede llevar a una persona a cambiar tan radicalmente la
forma como ha hecho siempre las cosas y arriesgarse a perder lo
que ha construido en 25 años de trabajo? Esa era la pregunta que
se hacían todos aquellos que me conocían; los pastores de la
ciudad, los líderes de la organización que dirijo, el staff, los
miembros de la iglesia, mis amigos e inclusive algunos miembros de
mi familia.
«Está loco», «debe ser la crisis de la mediana edad»,
«seguro hay pecado oculto», «es un indeciso», «eso no es de
Dios», «se apartó de la sana doctrina»”, en fin, dijeron de todo, pero
nada logró que cambiara mi decisión. Lo que sucede es que
ninguno de ellos estaba viendo lo que yo veía; nadie estaba
observando lo que Dios me había mostrado, y como hemos venido
aprendiendo, solo cuando empezamos a ver como Dios ve es que
comenzamos a valorar lo que Él valora, proteger lo que Él protege y
luchar por lo que Él lucha.
¡Lo que Dios me había mostrado era tan valioso que estuve
dispuesto a cambiar todo con tal de alcanzarlo! Me recuerda la
historia que Jesús contó del hombre que estuvo dispuesto a
venderlo todo con tal de tener un tesoro que había descubierto.
Y hay también muchas otras cosas que Jesús hizo, que, si se escribieran
en detalle, pienso que ni aun el mundo mismo podría contener los libros
que se escribirían. (Juan 21:25).
En primer lugar, te ruego que ores por todos los seres humanos. Pídele a
Dios que los ayude; intercede en su favor, y da gracias por ellos… 3 Esto
es bueno y le agrada a Dios nuestro Salvador, 4 quien quiere que todos se
salven y lleguen a conocer la verdad. (1 Timoteo 2:1;3-4).
Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús. Aunque era Dios, no
consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. En cambio,
renunció a sus privilegios divinos; adoptó la humilde posición de un
esclavo y nació como un ser humano. (Filipenses 2:5-7).
Pues Dios es Espíritu, por eso todos los que lo adoran deben hacerlo en
espíritu y en verdad. (Juan 4:24).
Dios creó al ser humano para tener una relación íntima con
Él. Ese es nuestro propósito eterno. Por esa razón, cuando Dios
hizo al ser humano, además de darle un alma y un cuerpo, le dio un
espíritu, que es la parte de nuestro ser que tiene la esencia de Dios
y nos permite relacionarnos con Él, ya que Él es espíritu.
Cuando el ser humano pecó, murió espiritualmente y eso
generó una incompatibilidad entre Dios y la humanidad. Voy a
contarte una experiencia de mi vida que va a ayudarte a entender un
poco mejor este concepto.
Cuando yo comencé a predicar, preparaba todas mis
enseñanzas con un procesador de palabras llamado Word, el cual
tenía instalado en un computador portátil que usaba el sistema
operativo de Windows. Word fue mi compañero fiel por muchos
años y me sirvió para preparar cientos de prédicas que bendijeron a
miles de personas domingo tras domingo.
Un día, una persona me habló maravillas de los
computadores Apple y tomé la decisión de cambiar mi computador
personal por uno de esa marca. Al principio todo iba súper bien,
hasta que intenté preparar una enseñanza. Ese día me di cuenta de
que Word no funcionaba en los computadores Apple porque estos
tienen un sistema operativo diferente, llamado IOS, que es
incompatible con Windows, el sistema operativo que usaba mi
computador anterior. ¡Casi me da un ataque al corazón! Una cosa
era cambiar el computador, otra muy distinta era cambiar el
programa que había usado toda mi vida para preparar mis
enseñanzas.
Fueron varios meses de tortura, hasta que encontré algo que
se llama INTERFAZ, y que me permitió instalar la aplicación Word
en mi computador Apple. Repentinamente, el problema de
incompatibilidad entre ambos sistemas cesó y Word empezó a
comunicarse con el nuevo sistema operativo como si fueran de la
misma familia. ¡Creo que fue uno de los momentos más felices de
mi vida!
Tú te preguntarás, ¿qué es una interfaz? Verás, una interfaz
es un dispositivo que permite que dos sistemas incompatibles
se puedan comunicar entre ellos. ¿Cómo lo hace? La interfaz
tiene características y habla el idioma de los dos sistemas
incompatibles que están tratando de comunicarse entre sí, lo cual
permite que se vuelvan compatibles, dándoles la capacidad de
relacionarse e intercambiar información entre ellos.
Cuando el ser humano pecó, murió espiritualmente y se
volvió incompatible con Dios. Debido a eso, se necesitaba una
INTERFAZ que pudiera servir de puente para que Dios y la
humanidad pudieran relacionarse y establecer una comunicación
entre ellos otra vez. Para cumplir su función, la interfaz necesitaba
tener características y hablar el idioma tanto de Dios como el de la
humanidad; necesitaba tener la esencia espiritual de Dios y la
esencia humana del hombre.
¡Jesús fue esa interfaz para la humanidad. Los hombres
se pudieron encontrar con Dios a pesar de la incompatibilidad
que había! Jesús fue el fruto de un esperma divino que fecundó un
óvulo humano. Por eso, en Él cohabitaban la esencia espiritual y la
humana, habilitándolo para ser ese lugar donde el sistema operativo
del espíritu y el sistema operativo humano se pudiesen conectar y
comunicar. El siguiente pasaje nos muestra cómo Dios y la
humanidad se encontraron y reconciliaron por medio de esa) interfaz
que poseía ambas naturalezas: ¡el hombre Cristo Jesús!
¿No se dan cuenta de que todos ustedes juntos son el templo de Dios y
que el Espíritu de Dios vive en ustedes? (1ª Corintios 3:16).
Y todo esto es un regalo de Dios, quien nos trajo de vuelta a sí mismo por
medio de Cristo. Y Dios nos ha dado la tarea de reconciliar a la gente con
Él Pues Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no
tomando más en cuenta el pecado de la gente. Y nos dio a nosotros este
maravilloso mensaje de reconciliación. Así que somos embajadores de
Cristo; Dios hace su llamado por medio de nosotros. Hablamos en nombre
de Cristo cuando les rogamos: «¡Vuelvan a Dios!». (2ª Corintios 5:18-20).
Entendámoslo de una vez por todas, ¡somos los
representantes que Jesús dejó en esta tierra para que las
personas puedan conocer de Dios y anhelen acercarse a Él!
¿Cómo lo hacemos? Solo existe una manera. Debemos usar
la misma estrategia que usó Jesús: la Palabra tiene que hacerse
hombre. ¿Qué quiere decir esto? ¿Cómo podemos hacer que la
palabra se vuelva hombre? La Iglesia debe tomar toda Palabra, esto
quiere decir, tomar todas las canciones que ha cantado y todas las
enseñanzas que ha predicado por años, y convertirlas en actitudes y
acciones concretas que impacten de manera real a aquellos que no
conocen a Dios. En pocas palabras, ¡basta de hablar tanto del amor
de Dios y comencemos a demostrarlo con acciones! Dios mío,
¿cuándo será el día que la Iglesia cristiana será conocida por dar y
no por pedir?
Para que la Iglesia pueda cumplir su rol como una
interfaz entre Dios y la humanidad, tiene que aprender a
funcionar en las dos naturalezas que porta, la espiritual y la
humana. Por un lado, si somos muy espirituales, pero poco
humanos, perdemos la capacidad de relacionarnos y tocar a las
personas con la vida de Dios, y terminaremos como los discípulos
que fueron con Jesús al monte y lo vieron transfigurarse en un
cuerpo de gloria. Estaban tan impactados con lo espiritual, que se
olvidaron de los otros nueve discípulos y de las multitudes que
necesitaban conocer al Maestro.
Por el otro lado, si somos muy humanos, pero poco
espirituales, tendremos excelentes relaciones con las personas,
pero estaremos incapacitados para transformar sus vidas.
Terminaremos convertidos en una obra social más, que satisface
necesidades humanas, pero no sirve para conectar a las personas
con Dios.
2. Vino a vivir entre nosotros
Cristo no vino a hacernos una visita formal, Él vivió entre nosotros.
La palabra usada en el original para Vivir significa ‘acampar, residir’,
y es un símbolo de comunión, cercanía y protección. Esta palabra
denota una posición, dando a entender que no se refiere a una
simple visita, sino que Cristo está constantemente en medio de
nuestras circunstancias, involucrado en nuestra vida cotidiana.
¡Esto es increíble! Pudiendo haber nacido y vivido en un
palacio, y haber conducido todos sus asuntos ministeriales desde la
sinagoga o desde un trono, Jesús decidió nacer y vivir en medio de
la gente común y corriente e involucrarse en su cotidianeidad. Jesús
estaba festejando con ellos en sus fiestas y llorando con ellos en
sus funerales; compartiendo con ellos en la plaza del mercado y a
veces caminando por la orilla del mar mientras pescaban.
Una reunión de domingo en la iglesia o un grupo pequeño en
una casa no es Jesús viviendo entre la gente, eso es únicamente un
momento de interacción. Cristo viviendo entre nosotros es Él
involucrado en todo. Él en nuestra vida diaria, en nuestras
situaciones, en nuestras decisiones, en nuestros momentos felices y
en nuestras tragedias.
No hay estrategia humana que pueda sustituir el
involucrarse en la vida diaria de las personas. ¡Eso fue lo que
hizo Jesús! Él estuvo presente en su día a día, sin máscaras, sin
lenguajes teológicos, sin parafernalia, hablando normal, entre gente
normal, transformando sus vidas.
La Biblia dice que fue precisamente ese ser parte de la vida
de la gente lo que permitió que ellos lo pudieran ver de cerca y que
fueran tocados por su poder sobrenatural, ese poder que transforma
el corazón del ser humano para siempre.
Un encuentro con Jesús y la mujer del pozo jamás fue la
misma:
Una mujer de la multitud hacía doce años que sufría una hemorragia
continua y no encontraba ninguna cura. Acercándose a Jesús por detrás,
le tocó el fleco de la túnica. Al instante, la hemorragia se detuvo.
—¿Quién me tocó? —preguntó Jesús.
Todos negaron, y Pedro dijo:
—Maestro, la multitud entera se apretuja contra ti.
Pero Jesús dijo:
—Alguien me tocó a propósito, porque yo sentí que salió poder sanador de
mí.
Cuando la mujer se dio cuenta de que no podía permanecer oculta,
comenzó a temblar y cayó de rodillas frente a Jesús. A oídos de toda la
multitud, ella le explicó por qué lo había tocado y cómo había sido sanada
al instante. (Lucas 8:43-47).
Iglesia, ya es hora de que dejemos a un lado la
religiosidad y entendamos que hemos sido llamados a IR y
RELACIONARNOS con las personas, especialmente con
aquellos que se encuentran más lejos de Dios.
Así como Cristo vino a la tierra y tomó la forma de los seres
humanos, la misión de la Iglesia requiere que esta también vaya y
tome la forma del mundo. Quisiera ser muy claro en esto, no me
refiero a adoptar prácticas pecaminosas, estoy hablando de una
Iglesia que se involucra en la dinámica diaria de las personas y
permite que ese Cristo que ya no está en la tierra, siga
encarnándose en medio de su realidad humana.
El objetivo principal de Jesús no era mostrarse grande e
inalcanzable, todo lo contrario, era ser parte de la vida del pescador,
del carpintero, de la prostituta y del leproso, para manifestarles el
amor incondicional del Padre. Por esta razón casi todo su ministerio
transcurrió fuera de la sinagoga, donde se encontraba la gente.
¿Sabías que lo más importante que Jesús hizo mientras estuvo en
la tierra no fueron sus enseñanzas y milagros? Dentro de todo lo
que el Maestro realizó, nada fue más significativo que las vidas
transformadas de las personas con las cuales caminó y se
relacionó. Es debido a eso que el evangelio ha permanecido hasta
el día de hoy.
Hoy es todo lo contrario, el haber limitado la vida cristiana
a una liturgia que sucede una o dos veces a la semana en un
edificio, ha llevado al evangelio a su punto más crítico en la
historia. Ya es hora de que entendamos que ese tiempo semanal,
aunque importante, no es suficiente para la obra que Dios quiere
hacer en las personas. Voy a decir algo que va a sacudir uno de los
paradigmas más venerados de la iglesia cristiana: ¡las prédicas no
tienen el poder de cambiar vidas! Lo máximo que una buena
enseñanza puede lograr es quitar el velo de nuestros ojos para que
podamos ver la verdad, pero si lo que anhelamos es que las vidas
sean transformadas, necesitamos involucrar a Cristo en la
cotidianeidad de las personas. Eso solo sucede cuando Jesús
habita en su contexto.
Estamos llenos de iglesias con mucha revelación y poca
transformación porque en vez de compartir con la gente, invertimos
todo nuestro enfoque y recursos en la reunión del domingo, como si
ella fuera el fundamento de la vida espiritual. ¡Es hora de invertir la
estrategia! Solo existe una forma de hacerlo correctamente y es la
que Cristo nos modeló. No se trata de que ellos vengan
esporádicamente a un edificio para escuchar lo que tenemos
que decir; se trata de nosotros ir a ellos para ser esa interfaz
que los conecte con Dios. Seguramente va a demandar más
energía, y probablemente será más lento el proceso, porque se trata
de caminar con la gente mientras el Espíritu Santo va haciendo la
obra, pero te aseguro que será mucho más efectivo que lo que
hemos estado haciendo hasta hoy.
CAPÍTULO V
NEXT: UNA GLORIA MAYOR
La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, dice el Señor de los
ejércitos, y en este lugar daré paz, declara el Señor de los ejércitos.
Hageo 2:9
Una vez escuché a un amigo decir que una definición incorrecta nos
puede llevar al destino equivocado. Personalmente, creo que esto le
ha sucedido a la Iglesia. No entender cuál es la gloria postrera a la
que hace mención este versículo de Hageo ha limitado grandemente
su capacidad para desarrollar una estrategia que vaya de acuerdo
con los propósitos de Dios para este tiempo.
Debido a que el tema central de este pasaje es la
reconstrucción del templo en la época del Rey Darío, usualmente,
se suele relacionar con la manifestación sobrenatural de Dios en el
contexto de las reuniones que suceden en el edificio de la iglesia.
Esto ha ayudado a reforzar la idea equivocada de que la misión de
la Iglesia ocurre en el templo, durante los servicios. Por esta razón,
la mayoría de los ministerios han convertido a la reunión del fin de
semana en la estrategia central de su visión y misión, dedicándole
gran parte de su esfuerzo y recursos con el fin de que el mayor
número de personas pueda tener un encuentro con la gloria de Dios
y sus vidas sean transformadas.
Pero, cuando la Iglesia coloca todo su enfoque en lo que
sucede en el templo, surge un problema, y es que esto no
permite que se cumpla el propósito de Dios de que el evangelio
llegue hasta el último rincón de la ciudad y toque el corazón de
aquellos que están lejos de Él.
Quiero invitarte a leer un par de relatos bíblicos donde
podemos ver algunas características de esa manifestación a la que
Dios se refiere como «la gloria primera», y su relación con la manera
como se hace Iglesia hoy. El primer relato es sobre Moisés, en el
momento en que sube al monte Sinaí a recibir las tablas de la ley y
le pide a Dios que le muestre su gloria.
Cuando Moisés descendió del monte Sinaí con las dos tablas de piedra
grabadas con las condiciones del pacto, no se daba cuenta de que su
rostro resplandecía porque había hablado con el Señor. Así que, cuando
Aarón y el pueblo de Israel vieron el resplandor del rostro de Moisés,
tuvieron miedo de acercarse a él… Cuando Moisés acabó de hablar con
ellos, puso un velo sobre su rostro. Pero siempre que Moisés entraba a la
presencia del Señor para hablar con Él, se quitaba el velo hasta que salía.
Siempre que él salía, decía a los israelitas lo que el Señor le
había ordenado. Los israelitas veían que la piel del rostro de Moisés
resplandecía, y Moisés volvía a ponerse el velo sobre su rostro hasta que
entraba a hablar con Dios. (Éxodo 34:29-30, 33-35).
¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios
habita en ustedes? (1ª Corintios 3:16)
No te pido solo por estos discípulos, sino también por todos los que
creerán en mí por el mensaje de ellos. Te pido que todos sean uno, así
como tú y yo somos uno, es decir, como tú estás en mí, Padre, y yo estoy
en ti. Y que ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me
enviaste. Les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como
nosotros somos uno. (Juan 17:20-22).
En pocas palabras, cuando la iglesia está dividida, promueve
que se levante un espíritu de incredulidad que impide que la gente
crea en la obra de Jesús, lo cual dificulta enormemente nuestra
labor de compartir las buenas noticias del evangelio.
La única manera de lograr la unidad que la iglesia tanto
necesita es a través de la gloria del Hijo de Dios, ya que en la
medida en que cada creyente vaya permitiendo que la vida de
Jesús se manifieste en él o ella, llegará el momento en que en
todos se vea uno solo, Jesús. Esto le da validez al mensaje de la
iglesia, porque demuestra un nivel de amor y propósito que va por
encima de las diferencias denominacionales, ministeriales y
teológicas. Un milagro como este no puede ser producido por
ninguna religión o creencia espiritual, solo lo puede hacer la
manifestación de la gloria del Hijo de Dios.
Hasta ahora, hemos aprendido dos puntos muy importantes
acerca de la estrategia que la iglesia debe usar para cumplir con su
misión. Primero, debemos ser la interfaz que permita que la
humanidad se conecte con Dios, y segundo, tenemos que procurar
la gloria mayor, la cual es la manifestación de la vida de Cristo a
través de los creyentes, de tal manera que la podamos llevar a
todas las personas, en todos los lugares.
Prepárate porque en el próximo capítulo vamos a tocar un
tema muy interesante y práctico: La estrategia que usó Jesús para
relacionarse con personas que no eran religiosas, hasta el punto de
lograr que ellos se identificaran con su mensaje. ¡Nos vemos en el
próximo capítulo!
CAPÍTULO VI
EL IDIOMA DE ESTA GENERACIÓN
Y LOS PILARES DE SU CULTURA
Jesús no llegó a este mundo congraciando con la Iglesia del
momento, como muchos judíos esperaban, todo lo contrario; Jesús
llegó, hasta cierto punto, desafiándola y acercándose al pueblo que,
en muchas ocasiones, había sido menospreciado por el clero
eclesiástico del momento.
En otras palabras, Cristo no utilizó la religión ni la institución
que la representaba para difundir su mensaje. Él fue intencional en
utilizar la cultura de su época para identificarse con las personas y
poder influenciar sus vidas. Jesús lo hizo de esta manera porque no
existe un vehículo más poderoso para conectar con el corazón
de las personas de una comunidad que su cultura.
¿Dónde realizó Jesús su primer milagro? No fue en la
sinagoga, como muchos pensaban; fue en las bodas de Caná, una
fiesta popular, donde había vino, baile y amigos. ¡Qué increíble que
Jesús escogió manifestar por primera vez su poder sobrenatural en
medio de una de las prácticas culturales más importantes, una boda!
Y no solo tuvo esa osadía, sino que además se le ocurrió usar las
vasijas sagradas del ritual de purificación para convertir el agua en
vino. ¿¡Se imaginan la cara de los religiosos del momento!?
Seguramente Jesús no lo hizo con el fin de molestar a la élite
sacerdotal, sino porque quería que vieran lo que Él sería capaz de
hacer para llegar al corazón de las personas. Aun si eso incluía
ofender a la religión. El Maestro sabía que venía a quebrantar los
paradigmas religiosos de los «maestros de la ley». Jesús usaría la
cultura para traer su vida a la gente.
Según los sociólogos, la cultura representa el conjunto de
conocimientos, ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a
un grupo. La cultura no solo determina la forma en que la gente de
una comunidad piensa, habla y actúa, sino que además define cómo
interactúan entre ellos. Por eso era la manera más eficaz en la que
Jesús podía identificarse con las personas e impactar sus vidas con
su mensaje transformador.
En palabras simples, si queremos escapar de la
irrelevancia e ineficacia que ha caracterizado a la Iglesia en las
últimas décadas, necesitamos conocer los diferentes aspectos
de la cultura de nuestras comunidades, especialmente aquellos
que componen la cultura de la nueva generación. Tenemos que
volvernos «antropólogos culturales»; esto quiere decir, convertirnos
en estudiosos de los diferentes componentes de la cultura, ya que
esto nos va a permitir desarrollar relaciones auténticas con aquellos
que no conocen a Dios, donde se generen intercambios de ideas,
libres de prejuicios y sin mecanismos de defensa, basados en el
amor genuino y en un servicio no prostituido, que no espera nada a
cambio.
Si nos adentramos un poco más en lo que es la cultura,
podremos ver que tiene cuatro características importantes que nos
permiten identificar la cultura propia de cada grupo de personas,
llámese, comunidad, ciudad, nación o generación.
En primer lugar, la cultura es Aprendida, es decir, no es algo
biológico que viene en el ADN de la persona. La cultura se enseña a
través de la familia, las instituciones, el entorno y los medios de
comunicación. Por ejemplo, un niño venezolano, no nace con un
amor intrínseco por las arepas; este niño es enseñado a comerlas
desde muy pequeño, y se vuelve algo tan cotidiano que se asume
como parte de su forma de vida. Él lo aprendió, no nació con eso.
La gran mayoría de los aspectos de una cultura no son
«diabólicos», como lamentablemente enseña parte de la Iglesia. No
cometamos el error de obligar a las personas que llegan a
nuestras congregaciones a «desaprender» su cultura, porque lo
único que estamos haciendo con eso es robarles la capacidad
de identificarse y relacionarse con aquellos que no conocen a
Dios. Enseñémosle a distinguir entre los diferentes aspectos de la
cultura, cuáles convienen y cuáles no, para que puedan tomar
decisiones acertadas y a la vez seguir siendo instrumentos para
comunicar el amor del Padre.
En segundo lugar, la cultura es Compartida entre los
miembros del grupo familiar o social al que se pertenece. Esto es lo
que permite que los miembros interactúen de manera fluida, ya que
tienen comportamientos similares y predecibles. Por ejemplo, si vivo
en un país donde quitarse los zapatos al llegar a una casa es parte
de la cultura, cada vez que visite a alguien y me quite los zapatos al
entrar a su casa, además de mostrar respeto, estoy compartiendo la
cultura del lugar, lo cual afecta positivamente mi relación con esas
personas y nos permite interactuar de mejor manera.
Tristemente, debido a su comprensión sesgada y religiosa de
la cultura, la Iglesia se ha proyectado orgullosa e irrespetuosa en su
trato con aquellos que no comparten sus mismas creencias o
pensamientos. No entiendo cómo llegamos a la conclusión de que
entre más irrespetemos las creencias y tradiciones de los pueblos,
más van a creer en nosotros y en nuestro mensaje de «amor
incondicional».
Debemos seguir el ejemplo del Apóstol Pablo cuando lo
invitaron a hablar en el Areópago en Atenas, el lugar donde estaban
las estatuas de los dioses que adoraban los griegos. Ya me imagino
lo que hubieran hecho algunos líderes espirituales de hoy si les
hubieran dado la oportunidad de entrar a ese lugar a hablar.
Seguramente hubieran citado con vehemencia todos los versos
bíblicos que hablan en contra de la idolatría, y si les hubieran dado
la oportunidad, a lo mejor hasta hubieran tratado de destruir algunas
de las estatuas. ¡Qué sabio fue Pablo! Él sabía que para ser
escuchado, tenía que compartir algo de la cultura del lugar, y por
esa razón, comenzó hablando, de manera respetuosa, de las
tradiciones religiosas de los atenienses, para luego, proceder a
compartir el mensaje del evangelio.
Entonces Pablo, de pie ante el Concilio, les dirigió las siguientes palabras:
«Hombres de Atenas, veo que ustedes son muy religiosos en todo sentido,
porque mientras caminaba observé la gran cantidad de lugares sagrados.
Y uno de sus altares tenía la siguiente inscripción: “A un Dios
Desconocido”. Este Dios, a quien ustedes rinden culto sin conocer, es de
quien yo les hablo». (Hechos 17:22-23).
Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el
que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. (Juan 3:16).
Y todo esto es un regalo de Dios, quien nos trajo de vuelta a sí mismo por
medio de Cristo. Y Dios nos ha dado la tarea de reconciliar a la gente con
Él. Pues Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no
tomando más en cuenta el pecado de la gente. Y nos dio a nosotros este
maravilloso mensaje de reconciliación. (2 Corintios 5:18-20).
Hasta ahora solo había oído de ti, pero ahora te he visto con mis propios
ojos. (Job 42:5).
Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que
nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida
juntamente con Cristo. (Efesios 2:4-5).
Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad fueron
hechas realidad por medio de Jesucristo (Jesús el Mesías). (Juan 1:17).
Me atrevo a decir, sin temor a equivocarme, que haber
invertido el orden en que se aplican estos dos componentes es
una de las causas principales por las cuales el Cuerpo de
Cristo está tan enfermo y alejado de los propósitos eternos de
Dios. Necesitamos regresar al orden correcto: Gracia y Verdad.
Este orden no es un capricho de Dios; hay una razón muy
poderosa detrás del hecho de que la Gracia vaya primero que la
Verdad, y es que esta es la única forma en que los pecadores se
acerquen a Dios confiadamente. Piénsalo; ¿quién se va a atrever a
acercarse a un Dios Santo y Justo si cree que va a ser expuesto,
avergonzado, juzgado y condenado? Solo se va a atrever a hacerlo
si se siente amado incondicionalmente, si está seguro de que es
aceptado a pesar de su condición. ¡Lo único que puede producir
esto en el corazón de un pecador es la gracia de Dios! Con razón la
Biblia enseña que el único trono al que un pecador se puede acercar
con confianza es al trono de la gracia de Dios.
El Señor Dios hizo vestiduras de piel para Adán y su mujer, y los vistió.
(Génesis 3:21).
Adán y Eva no tuvieron que seguir cubriendo su desnudez
con las hojas de higuera que habían cosido, porque Dios les
proveyó otra cobertura que los hizo sentirse seguros de la
vergüenza, el juicio y el rechazo. De la misma manera, la gente de
nuestras comunidades espirituales va a sentir la confianza de
quitarse todo lo que han estado usando para taparse cuando les
proveamos algo que les permita sentirse cubiertos, totalmente
seguros de que no van a ser avergonzados o rechazados. Solo hay
una cosa que puede lograr que un pecador se sienta cubierto, a
pesar de todos sus errores e imperfecciones, al punto que se atreva
a mostrar su realidad: el amor.
Han pasado diez años desde la primera vez que Dios me habló de
la transición generacional que venía para la Iglesia Iberoamericana y
la necesidad que había de hacer cambios. Desde entonces, fui
intencional en anunciar este mensaje en todos los lugares a los
cuales iba. No importaba el tema que estuviera predicando, siempre
aprovechaba para hacer un llamado de atención acerca de lo que
estaba por venir. ¡Dios va a hacer algo nuevo! ¡Viene una transición
generacional! ¡Hay que hacer cambios cuanto antes!
Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que este ha sido el
tema donde he encontrado más resistencia en todos mis años de
predicación. La tensión constante que ha existido entre las dos
generaciones de líderes de la Iglesia no nos ha permitido entender
que estamos ante un problema de fondo y no de forma. Mientras
discutíamos acerca de los jeans rotos, el humo y las luces de neón,
pasó el tiempo y la transición tocó nuestra puerta.
Nos distrajimos tanto en modelos de crecimiento,
entretenimientos para que la gente no se nos fuera y parafernalia
que se nos olvidó reformar lo que realmente importaba, la esencia
de lo que ser Iglesia significa.
Escribí este libro con un gran sentido de urgencia porque la
transición generacional ya está sucediendo y no podemos correr el
riesgo de quedarnos otra vez por fuera del «ahora» de Dios.
No quiero que sientas que estas solo en esto, el llamado que
Dios está haciendo es global y muchos de tus compañeros de
ministerio tendrán que pasar por el mismo proceso de cambio si
quieren entrar en el «ahora» de Dios. Este paso traerá consigo
temor, miedo a lo desconocido, a perder lo que se tiene e incluso a
fallarle a Dios. Pero, déjame decirte que es necesario pasar por allí.
En mi caso, el temor ha sido un gigante contra el cual he tenido que
luchar toda mi vida, te imaginarás cómo fue enfrentarlo durante este
proceso.
Este gigante se ha empeñado en paralizarme por años para
que no se cumplan los sueños que Dios me ha dado. A menudo lo
escucho en mi mente diciéndome que no sirvo, que no soy un buen
líder y que voy a fracasar, pero yo no he permitido que su voz
determine mis pasos, porque sé que el temor no tiene la capacidad
de producir la voluntad de Dios. Mi convicción es que lo único que
produce la voluntad de Dios es la fe, por eso cada vez que enfrento
un nuevo desafío, intencionalmente medito en la palabra que Dios
me dio cuando me llamó a pastorear por primera vez: