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commentarios

Andrea D’alfonso, Grazia Zerega, Silvia Orviz


RESUMEN (Andrea)
Xabier Zabaltza nos muestra a través de su texto que la lengua y el dialecto son
sistemas sumamente complejos de definir ya que envuelven aspectos históricos,
políticos y religiosos, siglos de evolución, numerosas regiones (cada una con sus
propias particularidades lingüísticas) y un punto, que destaca Zabaltza, que la
diferencia entre los dos conceptos es arbitraria y en ciertos momentos ambigua.
El hace mención de los conceptos de lengua encontrados en el diccionario de la
Real Academia. Partiendo del hecho de que existen dos definiciones, podemos
encontrar lenguas que entran en una definición y no necesariamente en las dos, por
diferentes razones como por ejemplo lenguas que son propias de un pueblo o
nación pero a la vez no se impusieron a otros sistemas lingüísticos.
Por otro lado, tenemos también las tres definiciones de dialecto, de igual manera,
difíciles de aplicar. Como ejemplo, Zabaltza menciona el castellano como dialecto
nacido del latín pero por otro lado, el asturiano-leonés como dialecto del castellano.
Zabaltza indica que las lenguas a través del tiempo han tenido momentos de
creación, evolución, de transición (en los cuales ha habido fusión entre lenguas de
diferentes lugares), enriquecimiento, o inclusive, desaparición.
Igualmente, señala que la lengua y el dialecto tienen muchas variables, como la
glotogénesis y la glotofagia de la lengua, el sentido diacrónico y sincrónico del
dialecto, y también, la variable de Heinz Kloss, que hace diferencia entre las lenguas
elaboradas y las lenguas de origen del estado natural muy diversas. De la misma
manera, la jerarquización a través del tiempo, la diglosia, los poderes políticos de
esos momentos y la motivación de los propios hablantes, juegan un papel
importante en los dos conceptos.
Hace importante hincapié en las lenguas separatistas; ha de destacar que lo
separatista no fue por la lengua en sí, sino por cuestiones más que nada de
elementos religiosos o políticos. Usa como ejemplos las lenguas de Yugoslavia.
También, el fenómeno contrario, que son las panlenguas, básicamente una única
lengua universal que uniría regiones en vez de separarlas, con ejemplos de las
lenguas paneslavas, pancelticas, panturca, panchina, escandinava, y paniberica.
Como resultado de todo esto, Zabaltza llegó a la conclusión que entre lengua y
dialecto: “no existe ninguna diferencia objetiva […] y que es de los poderes políticos
y de los propios hablantes de quienes depende el estatus lingüístico.” (pág. 51,
Zabaltza). Es decir, cada pueblo es responsable del crecimiento o decadencia de su
lengua.

SÍNTESIS CRÍTICA.
Como ya hemos visto en el texto, el concepto de lengua tiene múltiples dimensiones
que acarrean connotaciones históricas, políticas, sociales y culturales.
La lengua se podría describir como un organismo vivo que sigue el ciclo biológico:
nace, crece, se reproduce (evoluciona) y muere (aunque siga viva en las formas
posteriores y evolucionadas de la misma). La validez y autenticidad de una lengua
no depende de su número de hablantes, su expansión o su situación legal, puesto
que las lenguas tienen una función comunicativa, y la asociación a símbolos
nacionales o de poder social es artificial. Sin embargo, es innegable que, a lo largo
de la historia, las diferentes civilizaciones han utilizado la lengua como un símbolo
de identidad, es decir, el elemento común que une a un grupo de individuos. Los
griegos crearon el término “bárbaro” (en su origen era una transcripción de la
onomatopeya “bar, bar” o “bla, bla”), para referirse a civilizaciones con una lengua
diferente y que resultaba incomprensible para los griegos. Las connotaciones
negativas atribuidas posteriormente a la palabra bárbaro (de inferioridad o incultura)
reflejan ya una inscripción simbólica de poder cultural en la lengua. Otro ejemplo
histórico es el de la romanización, es decir, el proceso de asimilación de la cultura
romana de los territorios conquistados por el Imperio, que suponía la imposición del
latín como lengua común para unificar todos los territorios muy distintos entre sí.
A partir del apogeo de los movimientos nacionalistas en el siglo XIX, se relaciona la
lengua con el sentimiento nacionalista cuando se empieza a reivindicar la creación
de las naciones en torno a rasgos culturales que definen el territorio. Aunque
anteriormente existía una distinción mayormente de carácter social entre las lenguas
oficiales, consideradas cultas, y los distintos dialectos, que se veían como
variedades incorrectas, es a partir del surgimiento de los nacionalismos que las
connotaciones negativas atribuidas a los dialectos por su carácter no oficial se
vuelven un problema, a pesar de que, en realidad, esta jerarquización no es real. La
existencia de los dialectos en un plano secundario dentro de una nación no es el
producto de una inferioridad inherente en la propia lengua, sino que es el resultado
de la necesidad de crear un elemento que proporcione cohesión a una nación. Sin
embargo, es la misma idea de que una lengua representa una nación la que
provoca también los conflictos entre lengua y dialecto, cuando la identidad de los
hablantes de determinado dialecto se ve anulada dentro de la nación.

ANALOGÍA

En suma, la distinción entre lengua y dialecto –y los problemas que ​genera—no es un


producto de las características lingüísticas, sino de las connotaciones políticas y sociales que
se le atribuye. Esta situación se ve muy bien reflejada en España, donde influye en la cultura,
la sociedad y los conflictos actuales.

Por cuestiones históricas, nuestro país recoge en su territorio una gran variedad de
culturas que han ido ligándose y trenzándose a través de los años, dándonos una
riqueza única en cada zona, y unas peculiaridades lingüísticas variadas. Ejemplos
de esto se encuentran en los dialectos baleares como el mallorquín y el ibicenco o
en Andalucía con sus particulares hablas.
Todo esto se puede explicar con un término: la diglosia, por la cual se han
conservado un gran número de lenguas y se ha conseguido su convivencia, siendo
estas usadas por sus hablantes dependiendo de la circunstancia, como puede ser el
ámbito familiar y el escolar, debido a una mayor importancia histórica de una sobre
las otras. Como ejemplo para ilustrar esta idea podemos recurrir al gallego, hablado
e impartido en Galicia pero no fuera de ella.
En cambio encontramos múltiples problemas hoy en día, aparentemente por la
diferencia de culturas conviviendo en España que crean tensiones ideológicas, pero
debemos comprender que estos conflictos no son producidos por los dialectos. La
tensiones actuales se deben a políticas que enfrentan a los ciudadanos apoyándose
en la pluralidad de lenguas de nuestro país y en las connotaciones negativas que
han ganado los dialectos para influir en las ideas y dar fuerza a los nacionalismos.
Esto no es más que un reflejo de las políticas ya producidas en el siglo XIX por las
cuales vascos, gallegos y andaluces, impulsados por Sabino Arana, Castelao o Blas
Infante respectivamente intentaron ganar cierto reconocimiento de la propia cultura y
política usando las lenguas como pretexto.
[párrafo para hacer el closure]

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ESSAY FINAL Andrea D’alfonso, Grazia Zerega, Silvia Orviz

LENGUA Y DIALECTO
Xabier Zabaltza expone a través de este texto la dificultad que supone definir el concepto de
lengua, así como la relación que existe entre lengua y dialecto. Zabaltza afirma que la
diferencia entre los dos conceptos es arbitraria y en ciertos momentos ambigua, pues depende
de diferentes aspectos históricos, políticos y religiosos.
Para ilustrar la complejidad del término “lengua”, Zabaltza presenta las definiciones de
lengua encontradas en el Diccionario de la Real Academia. Partiendo del hecho de que
existen múltiples definiciones, encontramos lenguas que se ajustan a una de las definiciones
(“sistemas de comunicación y expresión verbal propio de un pueblo o nación, o común a
varios”, Diccionario de la Lengua Española, 1992: 878), pero no al resto, puesto que no se
han “impuesto a otros sistemas lingüísticos” (Diccionario de la Lengua Española, 1992: 878),
como ocurre con el asturleonés y el aragonés.
A continuación, da las tres definiciones de dialecto, que, de igual manera, según se entiendan
en sentido diacrónico o sincrónico, pueden indicar que una lengua es dialecto de otra con la
que existe simultáneamente, si no “alcanza la categoría de lengua” (Diccionario de la Lengua
Española, 1992: 878). Da como ejemplo el caso del asturleonés, que, a pesar de ser un
dialecto del latín, al igual que lo es el castellano, es considerado según esta definición como
un dialecto del castellano.
Por otro lado, Zabaltza señala que las lenguas pueden desaparecer (glotofagia) (Calvet,
1981b) o ser creadas (glotogénesis), y según su origen, pueden ser lenguas naturales
(Abstandsprachen) o lenguas artificiales (Ausbausprachen) (Kloss, 1967). Además, en el
estudio de la lengua como fenómeno se debe tomar en cuenta también los factores históricos,
políticos y sociales que influyen en la evolución de la lengua.
Zabaltza expone los problemas que la indefinición de la lengua ha generado, y el carácter
artificial de la diferenciación entre lengua y dialecto. Por un lado, las lenguas separatistas,
que son producto de la búsqueda de una diferenciación nacionalista basándose en la
existencia de lenguas diferentes, como ocurrió en el caso de las lenguas eslavas de la antigua
Yugoslavia. Por otro lado, también se da el fenómeno contrario, las panlenguas, que tratan de
unir regiones con similitudes culturales o proximidad geográfica, creando una lengua común,
como es el caso del turco, el chino simplificado, o la lengua pancéltica de Charles Guelle, que
fue un intento fallido de unificar las naciones celtas.
Como resultado de todo esto, Zabaltza llegó a la conclusión de que entre lengua y dialecto
“no existe ninguna diferencia objetiva entre ambos y que es de los poderes políticos y de los
propios hablantes de quienes depende el estatus lingüístico.” (Zabaltza, 2006: 51).
En el texto queda reflejado que el concepto de lengua tiene múltiples dimensiones que
acarrean connotaciones históricas, políticas, sociales y culturales.
La lengua se podría describir como un organismo vivo que sigue el ciclo biológico: nace,
crece, se reproduce (evoluciona) y muere (aunque siga viva en las formas posteriores y
evolucionadas de la misma). La validez y autenticidad de una lengua no depende de su
número de hablantes, su expansión o su situación legal, puesto que las lenguas tienen una
función comunicativa, y la asociación a símbolos nacionales o de poder social es artificial.
Sin embargo, es innegable que, a lo largo de la historia, las diferentes civilizaciones han
utilizado la lengua como un símbolo de identidad, es decir, el elemento común que une a un
grupo de individuos. Los griegos crearon el término “bárbaro” (en su origen era una
transcripción de la onomatopeya “bar, bar” o “bla, bla”), para referirse a civilizaciones con
una lengua diferente y que resultaba incomprensible para los griegos. Las connotaciones
negativas atribuidas posteriormente a la palabra bárbaro (de inferioridad o incultura) reflejan
ya una inscripción simbólica de poder cultural en la lengua. Otro ejemplo histórico es el de la
romanización, es decir, el proceso de asimilación de la cultura romana de los territorios
conquistados por el Imperio, que suponía la imposición del latín como lengua común para
unificar todos los territorios muy distintos entre sí.
En el siglo XIX, con el apogeo de los movimientos nacionalistas, se empieza a relacionar la
lengua con el Estado, cuando se reivindica la creación de las naciones en torno a rasgos
culturales que definan el territorio. Aunque anteriormente existía una distinción mayormente
de carácter social entre las lenguas oficiales, consideradas cultas, y los distintos dialectos, que
se veían como variedades incorrectas, es a partir del surgimiento de los nacionalismos que las
connotaciones negativas atribuidas a los dialectos por su carácter no oficial se vuelven un
problema, a pesar de que, en realidad, esta jerarquización no es real. La existencia de los
dialectos en un plano secundario dentro de una nación no es el producto de una inferioridad
inherente en la propia lengua, sino que es el resultado de la necesidad de crear un elemento
que proporcione cohesión a una nación. Sin embargo, es la misma idea de que una lengua
representa una nación la que provoca también los conflictos entre lengua y dialecto, cuando la
identidad de los hablantes de determinado dialecto se ve anulada dentro de la nación.
En suma, la distinción entre lengua y dialecto, y los problemas que genera, no es un producto
de la propia lengua, sino de las connotaciones políticas y sociales que se le atribuyen. Esta
situación se ve muy bien reflejada en España, donde influye en la cultura, la sociedad y los
conflictos actuales.
Por cuestiones históricas, en España convergen una gran variedad de culturas que han ido
mezclándose a través de los años, dando como resultado una riqueza cultural única en cada
zona y una amplia variedad de peculiaridades lingüísticas. Ejemplos de esto se pueden
encontrar en los principales dialectos históricos del latín en la península que todavía hoy
existen (el asturleonés, el navarroaragonés, el catalán y el gallego), así como en el vasco; las
distintas variedades del mencionado catalán, como los dialectos baleares (el mallorquín y el
ibicenco); o las hablas particulares de Andalucía.
La existencia de tantos dialectos diferentes en España tiene una explicación: la diglosia. En
España las variedades dialectales y la lengua oficial coexisten en diferentes ámbitos: la
lengua oficial, el castellano, debido a su importancia histórica (la imposición del reino de
Castilla sobre los otros reinos de la península por poderío económico) se utiliza en el ámbito
administrativo y escolar, mientras que los dialectos se dan en el ámbito familiar, y en aquellas
zonas en las que se habla ese dialecto, en el escolar. Como por ejemplo ocurre con el gallego,
que es hablado e impartido en Galicia, pero no fuera de esa zona.
Sin embargo, actualmente, existen tensiones ideológicas entre las diferentes culturas que
conviven en España debido a los intereses políticos. Algunas formaciones políticas pretenden
enfrentar a los ciudadanos apoyándose en la pluralidad de las lenguas de España, y en las
connotaciones negativas que se ha dado a las lenguas en situación de dialecto, con el fin de
impulsar movimientos nacionalistas. Los problemas existentes entre la lengua oficial y los
dialectos de España, no son más que un reflejo de las políticas ya producidas en el siglo XIX
por las cuales vascos, gallegos y andaluces, impulsados por Sabino Arana, Castelao o Blas
Infante respectivamente intentaron ganar cierto reconocimiento de la propia cultura y política
usando las lenguas como pretexto, arraigando estas ideas en las generaciones posteriores.
Como conclusión de todo lo anterior, el fragmento de Zabaltza nos impulsa a reflexionar y a
entender nuestras lenguas como parte de la sociedad múltiple y constantemente cambiante en
la que vivimos.

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