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¿Qué es ser hombre y qué es ser mujer?

1
Dan Adaszko

1. Introducción
El presente capítulo tiene como propósito central introducir en la temática de género a
adolescentes y jóvenes que no hayan tenido contacto previo con ella. Así, se pretende aportar a
los lectores –mediante un lenguaje simple y directo- una serie de herramientas teóricas
sumamente valiosas y enriquecedoras para la comprensión de una dimensión de sus vidas, por lo
general poco explorada.
Quienes ya estén familiarizados con el tema no encontrarán en este artículo ninguna idea
original o novedosa pero sí una herramienta pedagógica y un material de divulgación que puede
servir para trabajar teóricamente la temática de género con un público muy diverso, no
familiarizado con la terminología académica de las Ciencias Sociales. Es por ello que nada de lo
que aquí se plantee es idea original del autor, sino que éste funciona como un mero intermediario
entre muchos investigadores que han trabajado arduamente en el tema y el público destinatario
del artículo. 2
Se les adelanta a los lectores que para la mayoría de ellos ésta será la primera y última vez
que lean en el contexto universitario un material que aborda esta temática. Por lo general es poco
frecuente que en los espacios de instrucción formal y en los programas curriculares se le de lugar
a la perspectiva o mirada de género cuando se indagan distintos aspectos de la realidad social.
Los únicos que generalmente reciben una formación teórica sobre este respecto, son los
estudiantes de grado de algunas pocas carreras universitarias, quedando oscurecido o
directamente invisibilizado para la gran mayoría de los jóvenes. Que algo que en verdad existe
permanezca invisible no tiene resultados inocuos.
Así como vivimos respirando aire sin darnos cuenta de ello a cada momento, también lo
hacemos "actuando" nuestros papeles de género, los que son parte íntegra de nuestras
identidades. Entendemos al género, resumidamente, como aquel conjunto de atributos e ideas que
una sociedad tiene acerca de lo que es ser hombre y ser mujer, qué se espera de cada uno de ellos,
qué se considera "normal" y qué "anormal", qué es lo "masculino" y qué lo "femenino", en cada
etapa de sus respectivas vidas y en cada contexto socio cultural.
Distinguimos entre el término sexo -características biológicas con las que se nace- y el
género, que es social y culturalmente construido y que se incorpora en nuestras cabezas durante
todo el proceso de socialización. A partir de estas representaciones sociales acerca de lo que es
ser hombre y qué es ser mujer, la sociedad construye estereotipos, que en muchos casos son la
base de diferentes prácticas discriminatorias y del sostenimiento en el tiempo de relaciones de

1
Este artículo es una versión mejorada del publicado en 2006 bajo el título Género y desigualdad social. Una
introducción a la perspectiva de género, en “El tiempo Mundo Contemporáneo en la teoría social y la filosofía”.
Marcelo Raffín (Compilador), Proyecto Editorial, Buenos Aires.
2
Habiendo asentado que todos los conceptos que se presentan en este trabajo no son propios sino una síntesis de las
ideas de una gran diversidad de autores, investigaciones y textos, y con el propósito de facilitar la lectura a quienes
tengan en sus manos estas hojas, se ha decidido omitir las citas bibliográficas durante la narración -excepto donde se
hagan transcripciones textuales-, y remitir a los lectores a la bibliografía que se presenta en la última parte del
artículo, de donde surge la mayoría de las ideas aquí expuestas.

1
dominación. Bajo una perspectiva de género, la historia pasa a estar atravesada por relaciones de
poder entre hombres y mujeres y ya no sólo entre clases sociales, grupos económicos, naciones,
culturas, entre otros.
En los últimos treinta años los estudios sobre género se han constituido en un verdadero
campo de investigación, y la indagación sobre las inequidades e injusticias que han padecido las
mujeres dejaron de ser privativas de los movimientos feministas. En estas transformaciones
tuvieron un papel importante cientistas sociales de muy diverso origen, movimientos en defensa
de los derechos de las mujeres -que lograron colocar esta nueva mirada en la agenda pública-, y
el cambio en las posturas de los organismos internacionales que terminaron por incorporar la
temática en el diseño de las políticas y de los programas sociales.
En el presente existe una cantidad de líneas de investigación vinculadas a la temática de
género, siendo una de sus últimas manifestaciones los estudios sobre "masculinidad". Esto se
debió al reconocimiento de que las inequidades que sufren las mujeres no pueden ser entendidas
en forma disociada de las modalidades en que las identidades de los varones son socialmente
construidas. A su vez, este viraje se fundamenta en la idea de que las desigualdades e inequidades
no sólo afectan negativamente la calidad de vida de las mujeres sino también la de los propios
varones.
La idea del trabajo es invitar a los jóvenes estudiantes a descubrir otra forma de mirar sus
vidas cotidianas y la de quienes los rodean; otro modo de observar lo que hacen, aquello que
dicen, lo que piensan y la forma en que se vinculan con los demás en cada ámbito de sus vidas.
La temática de género convoca a mirarse a uno mismo, a repensar cómo fue construido y qué
piensa hacer con ello en el futuro. No niega las diferencias entre hombres y mujeres, pero sí
aboga por que aquellas no se constituyan en la base para la reproducción permanente de
inequidades e injusticias. Si al finalizar la lectura de este texto alguna curiosidad se ha despertado
o un nuevo interrogante se ha formulado, creemos que el objetivo se habrá cumplido.

2. Sexo, género, orientación sexual, identidad sexual, sexualidad y genitalidad


Antes de adentrarnos en la temática de género se hace imprescindible detenernos a hacer
una advertencia al lector que no esté familiarizado con estos conceptos.
La primera de ellas remite a que no debe ser confundida la categoría de género con otras
cinco que están relacionadas con aquella pero no son de ningún modo sinónimos, aunque muchas
veces se las utilice indistintamente: sexo, orientación sexual, identidad sexual, sexualidad y
genitalidad. Si bien no desarrollaremos estas categorías en profundidad -ya que no es el propósito
de este trabajo- debe precisarse la diferencia entre ellas para que en el resto del capítulo no se
incurra en confusiones.
Ya hemos indicado que al mencionar el término sexo nos estamos limitando al conjunto
de atributos anatómicos y fisiológicos con los que nacen los hombres y las mujeres, y en el marco
de estas teorías no se refiere en absoluto al acto sexual. Al hacer referencia a la orientación
sexual nos estamos remitiendo a las preferencias o inclinaciones por parte de una persona a
desarrollar actividades afectivas, amorosas y eróticas con alguien de su mismo sexo, del sexo
opuesto, o con ambos. Esta orientación sexual estará fuertemente condicionada por la biografía
personal de cada sujeto y no es estática sino que va variando con el tiempo.

2
La identidad sexual es la manera en que esa persona se posiciona socialmente -y muchas
veces políticamente- a partir de su orientación sexual y se identifica con grupos específicos como
por ejemplo, heterosexuales, bisexuales, gays, lesbianas o transexuales. Muchas veces una
persona puede tener una determinada orientación sexual pero no asumirla públicamente.
Por su parte, cuando hablamos de sexualidad, nos estamos adentrando en una dimensión
mucho más compleja -y difícil de definir-, que es constitutiva de la subjetividad e identidad de
cada persona. Si bien es muy delicado "encerrarla" en palabras, es menester que se nos permita
esta licencia a fin de poder distinguirla de los otros conceptos que aparecerán a lo largo de este
trabajo.
Simplificando, podríamos definirla como aquella parte no racional de nuestra subjetividad
que se va desarrollando desde que nacemos y en cada una de nuestras etapas vitales, y que está
ligada a la búsqueda del placer en relación con otros -seres u objetos-. Esta estaría constituida por
aspectos tales como el deseo, el goce, la libido - exteriorización dinámica de la pulsión sexual- y
las experiencias placenteras que atravesamos, las que son fundamentales en la estructuración del
psiquismo de cada persona, y en las diversas formas que ésta enfrentará las distintas experiencias
de la vida. La sexualidad comienza a construirse desde el primer vínculo con la madre, a partir
del nacimiento y el contacto corporal con ésta y con otras personas, y se manifestará a lo largo de
la vida en aspectos tales como las modalidades que adopten los lazos afectivos con otras
personas, las fantasías, los sueños, el goce o el displacer sexual, las distintas sintomatologías
neuróticas y/o psicóticas, entre otras. 3
Por último, la genitalidad, es decir, el goce a partir del contacto sexual genital –con
objetos o personas-, sería sólo una de las dimensiones o manifestaciones de la sexualidad.
Estos conceptos -sexo, género, orientación sexual, identidad sexual, sexualidad y
genitalidad- están relacionados pero no son en ningún modo idénticos. Si se buscar una síntesis
conceptual que los integre podría decirse que el sexo representa la dimensión biológica, el
género, la socio cultural y la sexualidad, la psíquica. Por su parte, la orientación sexual, la
identidad sexual y la genitalidad serían aspectos o manifestaciones de las tres dimensiones
previamente mencionadas.

3. El género como uno de los estructurantes culturales de la sociedad


Toda sociedad se organiza y estructura a partir de una serie de aspectos que le dan forma
como un todo integrado aunque no exento de contradicciones. Así podemos pensar en su
estructura económica, su forma de organizar o dividir el trabajo, sus instituciones políticas y
jurídicas, su estratificación y división en clases, la estructura familiar más o menos patriarcal, sus
tecnologías, su cultura en general, entre otras. Dependiendo de las particularidades que adopte
cada uno de estos aspectos -que nunca operan aisladamente sino que funcionan como un sistema
complejo- tendremos como resultado distintos tipos de sociedades; algunas semejantes y otras
muy diferentes.
Para hablar de género hay que comenzar por el campo en el que éste opera: la cultura. En
oposición a la forma en que muchas corrientes de pensamiento abordan y piensan lo social, la

3
La extensión de esta explicación da cuenta de la complejidad del concepto de sexualidad, y aún así no estamos
conformes con la definición que hemos dado, aunque la aceptamos por no encontrar mejor forma de expresarla. Nos
contentamos con el hecho de que el lector pueda distinguirla del resto de los conceptos que hemos precisado.

3
cultura no es una dimensión menor, ni tampoco un campo subordinado o reflejo de lo que suceda
en la estructura económica. No hay sociedad sin cultura, entendida ésta -en líneas generales-
como un sistema simbólico, de significantes y significados compartidos por una colectividad en
un momento dado y que se manifiesta de muy diversas formas. La cultura se expresa en un
lenguaje compartido, en formas de pensar y sentir colectivas, en rituales cotidianos, creencias,
producciones artísticas, formas de vestir, de comer, entre otras. Sin cultura no podríamos
comunicarnos ni organizarnos como sociedad. Parte de nuestra "humanidad" se debe, justamente,
a la cultura. 4 Pensar una sociedad sin cultura es un sin sentido.
Desde que nacemos no solamente "mamamos" leche sino también cultura. Ésta pone
límites a nuestros deseos, nos encuadra y ayuda a organizar nuestra estructura psíquica; nos ubica
en la realidad en la que vivimos dando sentido a lo que nos rodea; da a las cosas un nombre para
ser llamadas; nos "encierra" en el lenguaje, nos da costumbres, prejuicios, estereotipos, formas de
mirar al otro; nos imprime una moral y nos permite vincularnos con los demás. No es lo único
que moldea nuestra identidad pero, sin lugar a dudas, su peso no es menor en la constitución de la
misma. Parte de muchos padecimientos psíquicos, angustias y culpas que sentimos son el
producto del conflicto entre nuestros deseos y los límites que nos impone la cultura.
Ésta media entre nosotros: nuestros vínculos interpersonales no se dan en forma directa
sino por intermedio de la cultura en todos los aspectos y manifestaciones previamente
mencionadas. Cuando miramos a alguien a quien no conocemos desde lejos, alguna idea nos
formamos instantáneamente sobre él: su forma de vestir, su manera de caminar, su mirada; su
color de piel, de dónde viene, con quién va; todo nos dice algo, aun cuando no lo conocemos.
Asimismo, la cultura no está por fuera de nosotros sino que opera en nuestras cabezas y
cuerpos. Somos culturizados y, a la vez, reproducimos y actuamos la cultura. Ésta va siendo
incorporada durante todo nuestro proceso de socialización a través de los diferentes agentes y
mecanismos que participan de él. Si existe algo por fuera de ella no lo sabemos, porque todo lo
miramos y conocemos a través de la misma.
Uno de los componentes de la cultura es la forma en que hombres y mujeres nos
pensamos y representamos a unos y a otras en sociedad. Esto no es otra cosa que el género.
Definimos a éste como el conjunto de atributos y características que una sociedad, a través de su
cultura, instituciones y prácticas -individuales y colectivas-, le asigna a hombres y a mujeres por
el sólo hecho de haber nacido biológicamente diferentes; lo que se esperará de ellos a cada edad y
en cada contexto, así como los parámetros de "normalidad" con los que serán evaluados y a partir
de los que serán tratados.
El hecho de haber sido paridos con un cuerpo de hombre o de mujer no conlleva en
términos biológicos nada de lo que esa sociedad entenderá por lo masculino y lo femenino. La
biología nada dice acerca de que una tenga que usar pollera y el otro pantalones, que a uno se le
coloque de niño una pelota de fútbol en sus manos y a otra una muñeca. No hay cromosomas que
lleven a alguien a ser maternal y protector y al otro a mostrarse socialmente como rudo y
valiente.
En el presente es indiscutible ubicar a éste como uno de los estructurantes que
históricamente han dado forma a nuestras sociedades, al modo en que vivimos, nuestros vínculos
interpersonales, nuestra forma de pensar y percibir la realidad, así como las relaciones de poder
que han caracterizado a nuestros pueblos. La importancia del género no fue ni es menor al de

4
Debe tenerse precaución en no confundir el término "cultura" con lo que muchas veces se llama "alta cultura" o
"cultura de la elite".

4
otros estructurantes tales como la división social del trabajo, la lucha entre clases, la puja
distributiva entre estratos socioeconómicos, o el papel que han tenido la religión y la ciencia.
Lo curioso ha sido que a lo largo de los siglos esta dimensión ha pasado simplemente
desapercibida, lo que se debió a lo que posteriormente desarrollaremos como "naturalización de
las relaciones sociales".

4. El lugar de la mujer en la historia


Se hace indispensable, pues, distinguir entre el fenómeno biológico de nacer como
hombre o mujer con características cromosómicas, orgánicas y fisiológicas que distinguen a unos
de otras, de todo el conjunto de atributos e ideas que la sociedad les imprime por el sólo hecho de
haber sido engendrados de ese modo. Que una persona nazca biológicamente como hombre no
tiene de por sí una connotación superior, igual o inferior a alguien que lo haga como mujer;
simplemente es diferente. Sin embargo, nuestras sociedades han simbolizado y vivido ese hecho
de otro modo: le han dado a unos y a otras un carácter de superioridad e inferioridad social a
partir de la diferencia biológica de origen.
Esto puede entenderse más claramente cuando se constata que a lo largo de los siglos, los
cuerpos biológicos de hombres y mujeres prácticamente no han variado, algo que sí ha sucedido
con el lugar que cada uno de ellos ha ocupado en la sociedad. 5 No hace falta remontarse a la
antigüedad para observar el monumental avance que han logrado las mujeres en lo que hace a la
conquista de derechos y espacios que antes les estaban vedados. Durante siglos, aquellas no
podían ocupar cargos públicos, ni estar a la cabeza de organizaciones económicas, o acceder a la
enseñanza, dirigir congregaciones religiosas, y en muchos casos hasta mostrarse en público, entre
otros tantos ejemplos. En este respecto se hace necesario ser claros: la ciudadanía de la
Revolución Francesa era sólo para los hombres, así como las universidades de la modernidad
hasta principios del siglo XX.
Expongamos algunos ejemplos adicionales. Hasta el presente, en muchas culturas las
mujeres han tenido y tienen una posición de objeto y/o de propiedad de los hombres. Cuando los
pueblos antiguos conquistaban otros territorios, uno de los botines de guerra eran las mujeres
nativas. Los señores feudales tenían el derecho de acostarse con cualquier mujer en la primera
noche en que ésta fuera desposada. Distintos pueblos han tenido la costumbre de exhibir en
público la sábana manchada con sangre de la mujer recién desvirgada. Cuando estaban
generalizadas las prácticas poligámicas, era el varón quien tenía varias mujeres y no a la inversa.
Durante la segunda guerra mundial los soldados alemanes de las SS tenían el derecho de tener
sexo indiscriminadamente con cualquier mujer considerada "aria" con el propósito de reproducir
lo que el nazismo consideraba una "raza superior". Hoy en día, los ginecólogos y ginecólogas
tienen por costumbre exhibir a sus pacientes semidesnudas adelante de estudiantes y practicantes
sin previo aviso o consentimiento, exponiéndolas a situaciones humillantes. En el presente, es
muy común que en las discos los hombres tomen del brazo a cualquier mujer que les guste e

5
Las únicas diferencias biológicas-orgánicas que se produjeron, han sido consecuencia de la prolongación en la
esperanza de vida, que no se dio por razones biológicas sino a partir de transformaciones sociales que permitieron la
mejora en las condiciones de vida de la población. En el caso de la mujer, el aumento de años en la vida fértil -
descendiendo la menarca de los 15 a los 11 años en promedio y retrasándose la menopaucia- se debió básicamente a
la mejora en la nutrición, siendo también esta una manifestación de cambios sociales.

5
intenten darle un beso muchas veces forzándola-, cual objeto sin derecho a decidir. Dentro del
campo del lenguaje, la frase "la mujer de" es otra manifestación en la que las relaciones
desiguales de género permean los vínculos interpersonales.
En nuestro país miles de mujeres son golpeadas cotidianamente por sus novios y esposos,
los que en público muestran una cara amable y cordial. En la actualidad, en la Argentina se
estima que se asesinan alrededor de 250 mujeres por año por problemáticas vinculadas con el
género, y la mayoría de los victimarios son sus parejas, novios o maridos. El asesinato de mujeres
por motivos de género se denomina "feminicidio". Paralelamente, entre 2008 y 2010 en nuestro
país desaparecieron 600 mujeres –fundamentalmente adolescentes y jóvenes- que se supone está
siendo esclavizadas sexualmente.
Estos y tantos otros ejemplos de cómo las mujeres fueron y son tomadas como objetos -
sexuales o no- de los hombres, por lo general han sido percibidos por la cultura en que se
producen como "normales" y aceptables (excepto el asesinato en el presente).
Por su parte, no caben dudas de que en Occidente, instituciones como la Iglesia
cumplieron un rol fundamental en sostener una estructura de poder que ubicaba a la mujer en un
lugar no sólo secundario sino también subordinado al del varón. El hecho de que el sacerdote sea
hombre y la monja sea mujer no es casual, ni tampoco lo es el fenómeno del celibato como
mecanismo institucional para garantizar la perpetuación de las riquezas heredadas por la Iglesia,
así como tampoco lo fue el hecho de que la mayoría absoluta de las 500.000 personas acusadas y
quemadas por brujería en manos de la Inquisición fueran mujeres. 6
Nada de lo mencionado en las líneas precedentes ha venido determinado biológicamente
en el nacimiento, sino que ha sido construido socio culturalmente. Pero las inequidades de género
no son cosa del pasado. Basta con comparar el lugar que en el presente ocupa la mujer en
distintos países para sacar dos conclusiones: en primer lugar, el mismo grupo biológico tiene
posiciones muy heterogéneas dependiendo la cultura en la que se ubique. En segundo lugar, la
ganancia en espacios y derechos por parte de las mujeres no ha sido homogénea a nivel global,
aun entre sociedades con similar desarrollo económico, tecnológico y cultural. Un ejemplo de
ello se ilustra en el Gráfico 1, el que muy difícilmente puede ser explicado por motivaciones
biológicas.

6
De todos modos, esta posición de inferioridad no fue inventada ni privativa del cristianismo sino que ha constituido
una parte íntegra de la historia humana, también característica de otras religiones y manifestaciones culturales; entre
ellas, el judaísmo y el islamismo, con formas más sutiles el primero y más extremas el segundo.

6
Gráfico 1. Puestos ocupados por mujeres en parlamentos nacionales
Países seleccionados. 1997 – 2005. (en porcentaje)
40

35

30

25

20
%

15

10

0
1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005

A rgentina B rasil Estado s Unido s Francia A lemania

FUENTE: Elaboración propia en base a datos de Naciones Unidas

Por momentos es difícil comprender que se está hablando del mismo subgrupo
demográfico, cuando se compara el lugar que ocupan las mujeres en países como los
escandinavos, con aquel que se les asigna en otras latitudes con una fuerte impronta islámica,
donde aún hoy se discute si pueden estudiar, salir a la calle con las caras descubiertas o en pocos
casos extremos, si se les extirpa el clítoris para evitar que experimenten placer sexual, o se las
lapida cuando se las encuentra culpables de haber cometido adulterio.
El género se manifiesta de maneras muy diversas, algunas brutales y otras casi
imperceptibles y sutiles. En estos últimos años, las culturas de las sociedades occidentales vienen
cambiando de un modo vertiginoso. Hasta la revolución sexual de la década del 60', a las mujeres
se les enseñaba a ser buenas amas de casa, acompañar a sus maridos y criar bien a sus hijos. Las
chicas debían ser buenas "señoritas" y las mujeres casadas, "señoras de la casa". Los hombres
circulaban por el espacio público; en la pubertad se iniciaban sexualmente con una profesional
del sexo y podían darse ciertas libertades de infidelidad marital -las que hasta cierto punto eran
toleradas-, infidelidades que a sus esposas no les eran permitidas.
Cuando se produjo el gran auge de la línea blanca de electrodomésticos en la década de
1950, las empresas publicitaban a los lavarropas afirmando que éstos habían llegado para
"liberar" a las mujeres de su trabajo doméstico. Este tipo de representaciones que, en verdad,
provenían de la clase media y alta, eran proyectadas a todos los estratos sociales y aparecían muy
bien reflejadas en las películas, programas de televisión, dibujos animados y carteles publicitarios
de aquella época. Irónicamente podríamos plantear la siguiente pregunta: ¿cuánto habrán
cambiado las cosas que, mientras que en un principio se las representaba fregando ropa contra
una tabla de lavar, unas décadas más tarde se las ilustraba cargando un lavarropas, y en el
presente comprando jabones en polvo para dejarle más limpias las camisas a sus maridos y las
remeras a sus hijos?
Por su parte, la revolución contraceptiva de la década de 1960 fue clave en el imaginario
colectivo ya que, si antes era el varón el que tenía un control total sobre el proceso reproductivo -
decidiendo si usar o no preservativo y guiando a la mujer en el acto sexual, entre otras cosas-, la

7
píldora anticonceptiva aparecía como una posibilidad para que las mujeres comenzaran a tomar
las riendas y a tener un mayor poder de decisión. 7
En el presente, en las clases medias y altas de la sociedad occidental, la mujer ha podido
salirse del lugar tradicional pero esto no ha implicado que las relaciones de subordinación hayan
desaparecido por completo. En muchos casos se desarrollan nuevas modalidades más sutiles de
relaciones jerárquicas, sin contar el hecho de que estamos hablando de un cambio que se produce
principalmente en determinados estratos y segmentos de la sociedad y no en todos.
A comienzos del tercer milenio gran parte de las publicidades televisivas siguen siendo
dirigidas a las mujeres, o en calidad de abnegadas amas de casa -limpiadores, desengrasantes,
electrodomésticos, comidas-, o como buenas madres -pañales descartables, leches enriquecidas
para el buen crecimiento de los niños, antifebriles, servicios de emergencias médicas-, o como
consumidoras de productos de belleza -shampoo, jabones, delineadores y lápices labiales, tinturas
para el cabello, cremas, ropa, aparatos ligados a la gimnasia corporal, dietas y productos para
adelgazar-, o como compradoras de artículos vinculados a la salud -analgésicos para dolores
menstruales, productos de higiene íntima, medicinas pre pagas para la familia, antigripales en
polvo para esperar a sus maridos con un té caliente cuando estos vuelven de trabajar, etc.-.
Por su parte, a pesar de que las décadas han pasado, las publicidades de automóviles
siguen estando dirigidas casi siempre al público masculino, siendo la mujer, a lo sumo, una
acompañante. Lo novedoso sería, tal vez, las publicidades de celulares donde sí se muestra a
mujeres. Sin embargo, proponemos a los lectores que presten atención a los contenidos de los
diálogos que aquellas realizan por celular, para verificar si realmente su lugar en la sociedad ha
variado tanto como aparenta. 8
En esta línea, un ejercicio sumamente interesante es detenerse durante las tandas
publicitarias de televisión a cuantificar qué proporción de éstas se encuentra dirigida a cada
grupo, así como los rasgos con los que se caracteriza a cada uno de ellos.
Todo este conjunto de imágenes y representaciones del lugar de hombres y mujeres en la
sociedad no son reductibles a los aspectos biológicos, sino que en cada contexto el género -esos
atributos que se les asigna a cada uno- puede ir variando dentro de los límites y de los
mecanismos de reproducción y cambio cultural propios, así como a partir de las fuerzas sociales
que operen en ese tiempo y espacio.

7
Este fenómeno no es generalizado ni lineal ya que, por ejemplo, aún hoy en los estratos bajos donde la tasa de
fecundidad es más elevada y donde las mujeres siguen con un control muy reducido sobre las decisiones sexuales y
reproductivas, muchas de ellas utilizan anticonceptivos inyectables para que sus parejas no se enteren.
8
Al respecto, durante el año 2005 una publicidad de una cadena de hipermercados incitaba a las mujeres a volver a
"comprar como les gusta" y a "disfrutar de un chango lleno". Más allá de que volvía a reflejar la imagen de la mujer
con la apariencia física de hace varias décadas, para la agencia de publicidad encargada de producir el comercial,
parecía que la mujer encuentra placer al comprar y cargar changos de productos de supermercado.

8
Figura 1. Imágenes de publicidades antiguas 9

5. La naturalización de las relaciones sociales


No obstante haber sido construidas socialmente, las representaciones de género son
percibidas por los miembros de una comunidad como "naturales". Por ejemplo, si bien algunas
cosas han cambiado -tal como se mostró con el ejemplo de las publicidades- se sigue pensando
con "naturalidad" que la mujer es quien deba criar a los hijos; que el hombre debe ocupar su rol
de principal sostén económico del hogar; que ella sea afectuosa y demostrativa mientras que él
tenga que evidenciar fortaleza y evitar las manifestaciones de debilidad; que quien deba tomar la
iniciativa en la conquista amorosa sea el varón, entre tantos otros ejemplos. 10

9
Las imágenes fueron bajadas de http://www.vespistas.bravepages.com/publicidade_nuno_mesquita.htm y de
http://www.juntapuchos.com/6211C_rec_publicid.htm y del archivo de imágenes publicitarias de Google.
10
Estas afirmaciones resonarán un tanto alejadas de quellas lectoras mujeres que se encuentren estudiando en la
universidad o que trabajen de forma independiente. Sin embargo, al nivel del conjunto de la población los roles antes

9
Tan naturalizado está el género -es decir, olvidado su carácter social- que si a un conjunto
de lectores de la misma sociedad se les pregunta cómo es una mujer "femenina" y cómo es un
hombre "masculino", quedan pocas dudas que la mayoría coincidirá en las primeras imágenes
que se les vengan a la mente. Y es que de ese modo funciona la cultura: normalizando y
homogeneizando, definiendo y delimitando aquello que se concebirá como normal o como
anormal. La familia, la escuela, los medios de comunicación, la arquitectura de una ciudad, todos
actúan normalizando.
¿Cómo es, entonces, que fenómenos que son construidos socialmente se nos representan
como "naturales" o "normales"? A través de mecanismos que producen exactamente eso: una
naturalización, o sensación de que algo es "natural", cuando en verdad no lo es. Cuando un
fenómeno que en algún momento puede haber sido novedoso o extraordinario se hace cotidiano,
pierde ese carácter original y pasa a ser percibido como parte de "lo dado". Cuando sucede esto,
es más fácil que pase desapercibido, que se mezcle con el "paisaje" o que simplemente se acepte
como un dato más de la realidad. Como ejemplo, si uno vive en un contexto donde los derechos
son sistemáticamente violados y no tiene contacto con otras realidades posibles o alternativas, es
difícil que a la larga no termine percibiendo esos abusos como algo cotidiano y natural. Lo
mismo sucede con la discriminación y la violencia. 11 Por propios mecanismos adaptativos se
termina negando el carácter social de aquello que podría llegar a ser realmente intolerable para el
psiquismo o para la convivencia.
Si esto sucede con fenómenos de corta duración pero persistentes y continuos,
imaginémonos que efecto tendrán aquellos elementos que son básicamente estructurantes de la
sociedad, como pueden ser la división del trabajo o las diferencias de género. En este último caso,
la naturalización se legitima a través de un discurso que asimila el género y lo biológico. Así, se
hace aparecer las diferencias de género como fundadas en las diferencias biológicas entre
hombres y mujeres. No olvidemos que en a lo largo de la Modernidad, los sistemas sociales y sus
estructuras de poder han basado sus argumentos legitimadores en la naturaleza. 12

descritos siguen vigentes y son más estáticos y conservadores cuanto más se descienda en el nivel socioeconómico
de la población.
11
De hecho, al finalizar la primera década del siglo, a ningún sociólogo se le escapa que la sociedad argentina es
profundamente violenta en los vínculos interpersonales cotidianos y ha retrocedido a formas relacionales primarias,
con bajos niveles de autocontrol y donde la palabra como herramienta de resolución de conflictos ha sido
profundamente devaluada.
12
Esto se evidencia desde el concepto contractualista de Estado de Naturaleza, pasando por la idea de derecho
natural, los conceptos asociados al darwinismo social, la primera sociología positivista del siglo XIX, la
naturalización de las relaciones de mercado, entre otros tantos ejemplos. Destronado Dios, la naturaleza se erigió
como categoría legitimadora de la sociedad moderna, con una forma de conocimiento y una institución a la cabeza:
la ciencia y la universidad.

10
6. ¿Qué es un estereotipo de género?
Entendemos por estereotipo a una representación o concepto estático, socialmente
compartido acerca de algo, de alguien o de algún grupo, a partir de ideas que no se fundan
estrictamente en la realidad sino en preconceptos culturalmente arraigados y que son muy
difíciles de modificar.
Sus dos características principales son su poca permeabilidad al cambio y su reproducción
colectiva. A su vez, cuando lo que se estereotipa es un grupo específico, a éste se le asigna todo
un conjunto de ideas e imágenes que lo colocan en una situación de alta vulnerabilidad en los
momentos en que las sociedades buscan chivos expiatorios. Cuando ese conjunto de estereotipos
es sumamente negativo y perjudicial para quien lo está encarnando, hablamos de estigmatización.
En base a estereotipos se edifican muy habitualmente todo tipo de discriminaciones y
mecanismos segregacionistas, ya sean raciales, étnicas, religiosas, políticas, de grupos
minoritarios, de clase, sexistas, etc. Así, el miedo al "otro desconocido" se llena de sentido y
significado "aliviador", no con bases en la realidad concreta sino con estereotipos, que por lo
general quien los reproduce no participó en crearlos pero sí en re-crearlos y sostenerlos en el
tiempo. Todos tenemos entre nuestras ideas acerca de la sociedad y los grupos que la integran
algunos estereotipos. Es muy difícil escapar a ello.
Ejemplos de estereotipos sobre grupos no han faltado en la historia así como de los
papeles que aquellos han jugado a la hora de construir verdaderos sistemas de discriminación y
segregación. Aquí van algunos ejemplos:
• La idea de que el delito y el desempleo se agravan por la inmigración limítrofe está basada en
estereotipos asentados sobre los grupos provenientes de esas latitudes.
• Cuando Shakespeare escribió El mercader de Venecia, obra en la que los judíos aparecían
fuertemente estigmatizados, ya hacía mucho tiempo que este grupo no habitaba en la tierra
natal del autor ni éste había tenido contacto alguno con ellos.
• La idea de que los gitanos roban niños ha sido otro clásico construido en base a estereotipos y
con el que se ha enfrentado el miedo a una cultura diferente.
• Cuando se viaja en un transporte público y a éste sube una persona de tez oscura y rasgos
indígenas, mucha gente reacciona aferrando con fuerza sus pertenencias, actitud –racional o
no- que se basa en el fuerte racismo que impera en nuestra cultura hacia los pueblos
originarios.
• La idea de que la mujer es más adecuada que los hombres para trabajos como enfermera o
maestra, debido a su supuesta naturaleza protectora y afectiva, está basado en estereotipos de
género que nada tienen que ver con la naturaleza.
Hace más de una década, en medio de un conflicto mediático por la tenencia de una hija
entre dos padres recién separados que vivían en países diferentes, un formador de opinión
conservador justificó su posición a favor de la madre mostrando en su programa televisivo un
video de una leona cuidando de sus cachorros y afirmó que tal como sucede en el reino animal, la
“naturaleza” a provisto a las mujeres de mejores condiciones para cuidar a sus “crías” que a los
varones. Poco tiempo después el poder judicial canadiense -lugar donde residía el padre-
sentenciaba que para ese país los hombres tienen los mismos derechos y capacidades que las
mujeres para criar a sus hijos, algo que no es equivalente en la Argentina. 13

13
En los últimos años, esta problemática se ha modificado sustancialmente a partir del debate en torno a la capacidad
de criar hijos por parte de las parejas del mismo sexo.

11
7. De la producción a la reproducción del género
Los estereotipos de género se juegan tanto a nivel individual, grupal e institucional, y se
reproducen de generación en generación, aunque no de modo estanco -si no, no podrían
comprenderse los cambios y avances conquistados por las mujeres en las últimas décadas-. A su
vez, son reproducidos por hombres y mujeres sin detrimento de que esos estereotipos operen en
contra de su propio grupo.
¿Pero cómo es que logran reproducirse a lo largo del tiempo? ¿Por qué una vez que
llegamos a cierta edad no nos es fácil desprendernos de ellos? Los mecanismos por los que esto
se produce no son otros que aquellos que habitualmente utilizamos para introyectar y hacer
propia la cultura: a ellos los llamamos, en forma genérica mecanismos de socialización. Las
instituciones que participan en estos procesos son los principales agentes encargados de que
cuando lleguemos a determinada edad, "el trabajo ya esté hecho".
La familia, la escuela, los medios de comunicación, los cuentos que nos leen de niños, los
programas de televisión que miramos, la forma en que nos visten, los regalos que nos hacen, los
límites y exigencias que nos colocan, las miradas aprobadoras o sancionadoras, entre otros; todo
nos va introduciendo en la cultura y, como los estereotipos de género son fenómenos culturales,
claro está que también ellos serán incorporados.
Desde la temprana infancia vamos asimilando y haciendo propio todo aquello que se
espera de un niño y de una niña, a punto tal que también se van definiendo las sanciones sociales
con las que los individuos, los grupos y las instituciones condenarán en el futuro a aquellos que
se desvíen de la norma.
No es inocuo el hecho de que a un bebé se lo vista de celeste, o al menos se evite hacerlo
de rosa. ¿Tiene algo de malo,, en sí, vestir a un bebé o a un niño de ese color? ¡Es simplemente
un color! ¿O es que culturalmente cargamos a éste de todo tipo de connotaciones? Asimismo, a
una niña también se la tiende a vestir de acuerdo a determinada estética.
Que al varón se le regale una pelota o soldaditos y a la niña una muñeca; que a uno se le
diga que los niños no lloran y a ellas sí se les permita hacerlo; que durante generaciones se haya
llamado a las mujeres "el sexo débil" en contraposición con la exigencia que se les hizo a los
varones de ser "fuertes y valientes"; todas estas acciones tienen consecuencias. Tampoco tiene
efectos neutros que a una niña se le regale una muñeca y se le enseñe a peinarla, cuidarla,
protegerla y llevarla en un cochecito de juguete. Y es que hay que enseñarles a ser mamás desde
pequeñas. ¿Por qué a los varones no se les enseña a ser papás desde una edad temprana? ¿Cómo
sería visto que a un niño se le regale una muñeca y se le enseñe a peinarla, cuidarla, protegerla y
llevarla en un carrito? El hecho de que casi todos los lectores de este artículo coincidan en la
imagen y en la valoración acerca de lo que esta última representa, significa que tienen "bien"
incorporados y solidificados ciertos estereotipos de género.
Sin embargo, muchos de los hombres que en este momento están leyendo estas líneas, en
algún futuro -si es que todavía no han pasado por esa etapa- serán padres y tendrán que aprender
todo aquello que les fue vedado desde niños, so pretexto de evitar que aparezcan ante los ojos de
los demás como "niños raros". La conocida frase que dice "los niños no lloran" podría ser re-
interrogada con un ¿"y por qué no, si tienen ganas de hacerlo?". El llanto funciona a modo de
descarga emocional ¿por qué no usarlo? Así, los estereotipos de género no sólo funcionan en
contra de las mujeres sino de los propios varones.
Cuando a los niños se les leen relatos infantiles donde las niñas son representadas en
lugares y funciones tradicionales –haciéndose cargo de la casa, cocinando, cuidando niños, etc.-;

12
cuando en un programa televisivo se ve a la mujer también haciendo esas tareas mientras que el
hombre es quien sale a trabajar, provee el ingreso y se muestra públicamente; estos hechos
tampoco tienen un efecto inocuo para la educación de quien está recibiendo esos mensajes y
significados. A la larga y de algún modo, terminará reproduciendo esos estereotipos o al menos
parte de ellos. Varones y mujeres somos atravesados por ellos y participamos en su perpetuación.
Las excepciones a esto se dan principalmente en series televisivas y dibujos animados
provenientes de países donde las mujeres han conseguido grados de autonomía
considerablemente mayores que en los nuestros. Dibujos animados japoneses donde las niñas
pelean a la par de los varones, o series norteamericanas donde aquellas trabajan
profesionalmente, son autónomas y no desean formar una familia, son algunos de los ejemplos
que pueden darse al respecto.

8. Género y socialización
Así como afirmamos que nada escapa a la cultura porque es constitutiva de lo social,
tampoco es posible escapar a los procesos de socialización, ya que es a través de ellos que
entramos en sociedad. El interrogante es, en todo caso: ¿qué tipo de socialización recibimos y qué
representaciones de género intervienen en ella?
Recordemos por un momento cómo en nuestra cultura occidental hemos aprendido a
diferenciar desde niños a un varón y a una mujer en un dibujo. A este respecto, un jardín de
infantes es un ámbito propicio para responder este interrogante, así como para observar cómo los
niños van incorporando las representaciones de género. Miremos con detenimiento los dibujos
pertenecientes a niños y niñas de cuatro y cinco años que se presentan a continuación. 14

DIBUJO 1: Matías, 4 años

14
Agradecemos a las maestras jardineras Mariana Staluski y Mariela Pérez, quienes facilitaron los dibujos de sus
alumnos de sala de 4 y 5 del Jardín de Infantes N° 3, Distrito Escolar N° 12 de la Ciudad de Buenos Aires.

13
DIBUJO 2: Gonzalo, 4 años DIBUJO 3: Guadalupe, 5 años

DIBUJO 4: Lucas, 5 años DIBUJO 5: Guadalupe, 5 años

Si nos fijamos en el primer dibujo, hecho por un niño de 4 años -quien ya empieza a
controlar el garabato y a dibujar figuras-, en principio ambos cuerpos son representados casi de la
misma manera. A su vez, sobre el de la derecha Matías dibujó un círculo que él dijo ser una
pollera. Sin embargo, este círculo fue hecho después y por sobre el cuerpo que en principio había
sido dibujado con iguales características que el otro. Por su parte, como puede apreciarse no hay
diferencias en el cabello de ambas figuras.
En el caso de Gonzalo, segundo dibujo, el cuerpo de la derecha ya tiene un vestido que lo
distingue del resto, a la vez que comienzan a marcarse las diferencias en el cabello. No estamos
hablando aquí de habilidades motrices, desarrollo cognitivo, manejo del espacio, ni tampoco de
capacidades para dibujar. Simplemente nos estamos remitiendo al modo en que un niño va
incorporando algunos elementos del género a sus representaciones gráficas. Esto es, como desde
temprana edad los niños introyectan rasgos culturales y los hacen propios.
Por último, si pasamos a los tres dibujos de los niños de cinco años, Guadalupe y Lucas
nos muestran a varones y mujeres con rasgos diferenciados. En un caso polleras, pelo largo y
colitas, mientras que en otro, pantalones y cabello corto. Lo que se pretende remarcar con este
ejercicio es la manera en que con tan sólo un año de diferencia -que a esa edad es mucho- el
género aparece rápidamente representado en estos cinco dibujos. Así, aquel también condiciona
la forma de vestirse y en la que los chicos visten a sus dibujos y muñecos.

14
Suponiendo que una niña o niño de cinco años sepa que los varones tienen pene y las
mujeres vagina (una diferencia biológica), ¿qué relación existe entre ese dato y el hecho de que el
varón sea dibujado con pantalones y la mujer con pollera? ¿Por qué no dibujar a ambos la misma
vestimenta? ¿Los varones siempre tuvieron cabello corto? Por supuesto que si nos alejamos de
este contexto social o de nuestro tiempo, encontraremos que esto no siempre fue así.
Otro aspecto interesante para pensar es que las representaciones sobre el género y los
estereotipos no encuentran un correlato lineal y exacto en las personas que los portan. Esto es, las
niñas que empiezan a ponerle pollera a las figuras femeninas de sus dibujos, por lo general no
van al jardín con pollera sino con pantalones. Asimismo, a pesar de que se le empiezan a atribuir
colores distintos a cada género, en el presente varones y nenas llevan guardapolvos o uniformes
del mismo color. Esto muestra que ni las maestras ni la escuela son los únicos agentes de
transmisión de las representaciones y estereotipos de género. Si queremos identificar el primer
lugar en donde aquellos se transmiten, lo hallaremos sin duda en el propio núcleo familiar.
Cuando un niño o niña juega, aprende roles sociales y entre ellos los de género; los actúa,
los corporiza, los hace propios. Cada palabra, cada mirada lo va constituyendo como persona. Las
nenas aprenden a caminar y a hablar en forma "femenina", a la vez que los varones lo hacen de
modo "masculino". Pronto comienzan a aprender que ciertas cosas se hacen y otras no: "los niños
no lloran", "las niñas son dulces y delicadas". Desde temprana edad, vamos haciendo propio un
mundo simbólico que en principio no necesariamente debería haber sido de ese modo. Ni la
vestimenta, ni el corte de cabello, ni los colores que se atribuyen a unos y a otras son naturales,
sino que son construidos socialmente.
Es por ello que cuando se busca el modo en que hombres y mujeres adquirimos e
incorporamos representaciones de género que luego se transforman en estereotipos, no hay que
buscar en ningún lugar extraño a nuestra vida cotidiana. Por el contrario, el género y sus
estereotipos lo atraviesan todo, hasta el lenguaje, y van siendo reforzados por las distintas
instituciones por las que circulamos en nuestras trayectorias vitales.
La persistencia de algunos rasgos de lo que se considera un hombre y una mujer se puede
evidenciar pidiéndole a cualquier adulto que los ilustre sobre una hoja en blanco. Los siguientes
dibujos fueron hechos por dos adolescentes de 18 años, estudiantes del Ciclo Básico Común de la
Universidad de Buenos Aires en el año 2005. En ambos casos se les solicitó simplemente que
dibujaran a un hombre y a una mujer. Nótese como, a pesar de que ambos adolescentes
pertenecían a una nueva generación y eran parte de una clase media educada que asiste a la
universidad, de todos modos dibujaron a sus personajes de manera tradicional. Este tipo de dibujo
con rasgos bien estereotipados no es privativo de estos dos adolescentes y, muy probablemente,
ellos en sus vidas cotidianas no se vistan de ese modo.

15
DIBUJO 6: Lorena, 18 años DIBUJO 7: Federico, 18 años

No sólo la forma de vestir y la apariencia física conforman esos estereotipos de género.


También las profesiones que deben seguir hombres y mujeres, los vínculos entre unos y otros, el
modo en que deben comportarse en público y en los lugares recreativos, los roles reproductivos y
tantos otros atributos que se espera que unos y otros cumplan. Todos estos aspectos se incorporan
y hacen propios durante el proceso de socialización. A modo de ejemplo, aquí se presenta una
serie de ideas colectivas que provienen de estas representaciones y estereotipos:
• Los varones son los que deben seducir a la mujer y tomar la iniciativa.
• La mujer tiene que mostrarse pasiva y, aunque le guste un varón, debe esperar a que éste tome
la iniciativa.
• Los varones que andan con muchas chicas son "ganadores".
• Las mujeres que andan con muchos chicos son "putas".
• Los varones no deben mostrar sus emociones cuando están tristes o dolidos; siempre tienen
que verse fuertes.
• A las mujeres les es permitido llorar.
• El varón que se muestra más agresivo y seguro es más atractivo.
• El varón debe estar siempre dispuesto a pelear para mostrarle a los demás y a sí mismo que es
suficientemente hombre.
• Ciertas profesiones y actividades laborales son propias de los varones y otras de las mujeres.
• Un hombre nunca podría criar a un hijo como lo hace una mujer.
• Las mujeres se inician sexualmente por amor.
• Los hombres lo hacen por placer.

¿Alguna vez el lector de estas líneas se preguntó acerca de los costos que tiene para
varones y mujeres cargar y reproducir estos lugares e ideas?
¿Que consecuencias psicológicas puede tener para un varón y para una mujer el tener que
aparentar cosas que tal vez no sientan? ¿Por qué una mujer a quien le gusta un hombre tiene que
guardárselo en silencio, esperando que el otro le de una señal? ¿Tiene el mismo efecto para un
varón el recibir el apodo de "mujeriego" que para una mujer el de "puta"? ¿Cómo afecta a un

16
adolescente varón que sus congéneres lo presionen para iniciarse sexualmente, aun cuando él no
se sienta preparado?

9. El género como elemento constitutivo de la forma en que los jóvenes se


piensan a sí mismos
¿Cómo aparecen normalizadas y qué manifestaciones concretas tienen las
representaciones de género? Un ejemplo lo constituyen las formas de pensar compartidas con las
que los y las adolescentes se conciben a unos y a otras; lo que consideran normal y anormal, así
como lo que se espera de cada uno.
Lo interesante y característico de la adolescencia, es que aquella representa la etapa donde
se pone en juego públicamente -fuera del marco familiar- lo aprehendido previamente y todo el
proceso de socialización-. Aparecen aquí los roles sociales -incluidos los de género- fuertemente
estereotipados, manifestándose esto en aspectos tales como: una gran presión grupal sobre cada
adolescente, dificultades para expresar y contarle al resto algunos sentimientos, altas tasas de
homofobia, una gran intolerancia hacia aquellos que sean diferentes, y una necesidad imperiosa
por parte de los varones de mostrarle a los demás su "masculinidad" y "virilidad" y por parte de
las mujeres su "feminidad" y su "poder de seducción". Ya no se trata sólo de demostrarle al sexo
opuesto que cada uno representa bien el papel que se espera que encarne, sino también de
exhibirlo ante sus propios congéneres: el varón quiere mostrarle a sus amigos que es bien
"macho" y ellas a sus amigas que tienen un gran "poder de seducción".
En este sentido, las encuestas son una excelente herramienta para corroborar que más allá
de que cada persona tenga su individualidad y subjetividad, en términos durkheimianos, existe
una generalidad de formas de pensar compartidas de las que es muy difícil escapar. Una gran
cantidad de investigaciones sobre salud sexual y reproductiva de adolescentes indagan en su
forma de vivir la sexualidad, los vínculos interpersonales, los prejuicios y estereotipos de género,
entre otros tantos aspectos. Examinemos como ejemplo algunos resultados de este tipo de
estudios empíricos. 15
Aunque las mujeres comiencen la pubertad un poco antes que los varones, podemos decir
que, en líneas generales, sus cuerpos -no necesariamente sus psiquismos- empiezan a estar
preparados para mantener relaciones sexuales más o menos a la misma edad. Sin embargo, sabido
es que la edad de inicio así como las motivaciones que llevan a unos y a otras a sostener una
primera relación sexual no son los mismos. En esto se juegan presiones y sanciones sociales,
miedos, deseos, fantasías eróticas, información, curiosidad, etc. Empero, más allá de la diversidad
de biografías individuales, no es fortuito que exista cierta homogeneidad en la edad promedio de
inicio dentro de cada uno de los grupos y que se mantenga alrededor de un año de diferencia
entre ambos. 16

15
Las tablas y gráficos en cuya fuente (que figura al pié) se anota un asterisco (*) son resultados de investigaciones
en las que el autor del presente artículo participó. Se presentarán datos de dos investigaciones (*) y (**), cuyos
detalles se exponen al final del trabajo.
16
Este fenómeno se ha venido reduciendo significativamente en la última década y está vinculado al adelantamiento
de la edad de inicio de relaciones sexuales por parte de las mujeres, aunque varía bastante según el nivel socio
económico y el de instrucción.

17
De los datos de un estudio reciente sobre salud adolescente a nivel nacional se desprende
que el promedio de edad de inicio para cada grupo es el que se ilustra en la Tabla 1.

Tabla 1. Edad a la primera relación sexual. Adolescentes de 15 a 19 años. Total país. Año
2005. Estadísticos de resumen
Media Desvío Estándar
Mujeres 15,4 1,3
Varones 14,7 1,5
FUENTE: Elaboración propia en base a resultados de investigación **

Lo interesante es que, tratándose de un estudio de casi 7000 adolescentes dispersos en


todas las provincias del país, enmarcados en distintos contextos socioeconómicos y culturales, las
edades de inicio dentro de cada sexo son muy similares.
Así, más allá de la diversidad y singularidad de cada persona, los pares, grupos e
instituciones forman corrientes de opinión acerca de aspectos vinculados a la sexualidad de cada
quien, que también están atravesadas por el género. Veamos la respuesta a una pregunta en donde
a adolescentes escolarizados de la Ciudad de Buenos Aires se les interrogó acerca del mejor
momento para que unos y otras comiencen a mantener relaciones sexuales (Tablas 2 y 3).

Tabla 2. Opinión acerca de cuál es el mejor momento para que un varón comience a tener
relaciones sexuales. Según sexo. Adolescentes escolarizados de 14 a 16 años
Ciudad de Buenos Aires, año 2004. (en porcentaje)
Sexo
Mujeres Varones Total
A cualquier edad mientras se sienta seguro 46,8 17,3 33,3
A cualquier edad cuando se tiene pareja estable 8,1 5,8 7,0
Antes de los 15 años 1,6 21,2 10,5
Después de casarse 3,2 5,8 4,4
Después de los 18 años 17,7 13,5 15,8
Entre los 15 y los 18 años 21,0 36,5 28,1
A cualquier edad 1,6 0,0 0,9
% 100,0 100,0 100,0
Total
Casos 62 52 114
FUENTE: Elaboración propia en base a resultados de investigación *

Obsérvese que tanto los adolescentes varones como las mujeres no piensan lo mismo
acerca del mejor momento para que unos y otras comiencen a mantener relaciones sexuales. A
partir de estas tablas pueden formularse diversas hipótesis, aunque aquí mencionaremos, a modo
de ejemplo, sólo dos, dejándole al lector el resto de la tarea.
Las mujeres refieren aspectos como la seguridad para ambos sexos con mucha mayor
frecuencia que los varones. ¿Es que éstos no toman en cuenta aspectos de ese tipo, o tal vez se
deba a que en la adolescencia ellos tengan que mostrarse siempre seguros y dispuestos, y por ello

18
no marcaron esa opción en la encuesta? 17 No obstante esto, nótese como los varones sí lo
mencionaron para las chicas, acordando con la opinión de éstas (Tabla 3).

Tabla 3. Opinión acerca de cuál es el mejor momento para que una mujer comience a tener
relaciones sexuales. Según sexo. Adolescentes escolarizados de 14 a 16 años
Ciudad de Buenos Aires, año 2004. (en porcentaje)
Sexo
Mujeres Varones Total
A cualquier edad mientras se sienta seguro 37,1 19,2 28,9
A cualquier edad cuando se tiene pareja estable 1,6 5,8 3,5
Antes de los 15 años 1,6 15,4 7,9
Después de casarse 1,6 5,8 3,5
Después de los 18 años 29,0 15,4 22,8
Entre los 15 y los 18 años 25,8 34,6 29,8
No sabe 3,2 3,8 1,8
% 100,0 100,0 100,0
Total
Casos 62 52 114
FUENTE: Elaboración propia en base a resultados de investigación *

A su vez, los varones consideran sobre sí mismos que tienen que iniciar relaciones
sexuales a edades más tempranas que las mujeres. Podría creerse que esta opinión es privativa de
ellos -es decir, que de alguna forma sólo los hombres se presionan a sí mismos o tienen que
aparentar iniciarse sexualmente antes-, pero no es así. También las mujeres consideran que son
ellos quienes deben comenzar su vida sexual antes que ellas. Nuevamente, no hay nada biológico
o genético que diga que esto deba ser así.
La hipótesis que se sugiere -una entre tantas otras- es que en la reproducción de las ideas
de género acerca de lo que es esperable en la performance sexual de cada uno de ellos, participan
ambos grupos y no sólo uno. No son únicamente los varones los que colocan a las chicas en
determinados lugares, sino que muchas veces son ellas mismas las que también ayudan a sostener
esas representaciones. En una disco no sólo hay varones mirando a chicas como si fueran objetos
sexuales sino que, en no pocas oportunidades, también se ve a aquellas actuando exactamente ese
papel: exhibiéndose como objetos.
El condicionamiento del género en la performance sexual también se ve reflejado, como
se muestra en las Tablas 4 y 5, en el motivo que los adolescentes creen que lleva a unos y a otras
a mantener relaciones sexuales.

17
En los análisis de las encuestas de opinión no importa únicamente lo que una persona marca sino también por qué
lo hace y por qué deja de elegir otras opciones, no descartando nunca la posibilidad de que su respuesta no refleje lo
que realmente sienta, sino que sea lo que se espera que esta persona responda o lo que quiera que el lector de la
encuesta piense.

19
Tabla 4. Opinión acerca de cuáles son los principales motivos que llevan a un varón a
mantener relaciones sexuales. Según sexo. Adolescentes escolarizados de 14 a 16 años
Ciudad de Buenos Aires, año 2004. (en porcentaje)
Sexo
Mujeres Varones Total
Porque pueden perder a la novia 0,0 0,0 0,0
Sienten más necesidad que las mujeres 54,8 28,8 43,0
Porque sus amigos los cargan si no tienen sexo 32,3 7,7 21,1
Por amor 30,6 69,2 48,2
Por placer 45,2 65,4 54,4
Por curiosidad 27,4 13,5 21,1
Para sentirse más grandes 48,4 19,2 35,1
Porque sus parejas los presionan 3,2 7,7 5,3
No sabe 6,5 0,0 3,5
Respondentes 62 52 114
Tabla de respuestas múltiples. Los porcentajes no suman 100%.
FUENTE: Elaboración propia en base a resultados de investigación *

Tabla 5. Opinión acerca de cuáles son los principales motivos que llevan a una mujer a
mantener relaciones sexuales. Según sexo. Adolescentes escolarizados de 14 a 16 años
Ciudad de Buenos Aires, año 2004. (en porcentaje)
Sexo
Mujeres Varones Total
Porque pueden perder al novio 42,6 23,5 33,9
Sienten más necesidad que los varones 0,0 0,0 0,0
Porque sus amigas las cargan si no tienen sexo 1,6 7,8 4,5
Por amor 75,4 82,4 78,6
Por placer 32,8 60,8 45,5
Por curiosidad 29,5 23,5 26,8
Para sentirse más grandes 26,2 17,6 22,3
Porque sus parejas las presionan 31,1 23,5 27,7
No sabe 4,9 5,9 5,4
Respondentes 61 51 112
Tabla de respuestas múltiples. Los porcentajes no suman 100%.
FUENTE: Elaboración propia en base a resultados de investigación *

Los resultados de estas dos tablas son aún más categóricos en la corroboración de la
hipótesis presentada. Ni varones ni mujeres mencionaron para los hombres el hecho de que si no
tienen relaciones sexuales, sus novias los pueden abandonar. Sin embargo, el 42% de las chicas sí
lo dijo para su propio grupo, a la vez que lo hizo un cuarto de los varones. ¿Siempre el miedo a
ser abandonado está del lado de las chicas, o será que a los varones les queda mal aceptar que
ellos también pueden sentir temor? ¿O es que, tal vez, al ponerse en pareja el involucramiento
afectivo con el otro es menor en los varones que en las mujeres? Son todos interrogantes abiertos
que esperan ser discutidos.

20
Otro resultado contundente es que más de la mitad de las chicas cree que los varones
mantienen relaciones sexuales por tener más "necesidad" que ellas. Esto no debe ser mal
interpretado: cuando afirman que "tienen necesidad", están diciendo que hay algo natural que
hace que los hombres sientan necesidad de tener sexo y que ese rasgo es más fuerte en ellos que
en ellas. Distintos estudios, tanto cuantitativos como cualitativos, dan cuenta de que esta imagen
es compartida por ambos grupos. A su vez, esto se corrobora a la luz de que ninguna de las chicas
mencionó ese factor para sus congéneres (0% de respuesta). ¿Qué piensan los lectores de estas
líneas? ¿Existe una necesidad biológica de tener sexo? ¿Ésta sería más fuerte en los varones que
en las mujeres?
Lo paradójico es que esa representación sobre una supuesta "tendencia natural por parte
de los varones para tener sexo" parecería ser más fuerte en las propias mujeres que en los
hombres que encarnan esos papeles. Muchos menos encuestados refirieron acerca de su mismo
grupo mantener relaciones sexuales por sentir más necesidad que ellas. Asimismo, tampoco las
adolescentes encuestadas mencionaron este factor como motivo para tener sexo por parte de sus
congéneres.
Por el contrario, en el imaginario colectivo, ellas se regirían más por aspectos románticos
y amorosos. Sobre esto se sustentaría la idea tan difundida de que el varón que sale con muchas
chicas es un "ganador", mientras que si una chica hace lo mismo sería una "puta". Si el
presupuesto es que ellas mantienen sexo por amor, estando seguras de su pareja y dándole a ese
acto un carácter afectivo, entonces, si se salieran de esa regla, efectivamente serían "putas".
El fenómeno de la naturalización de las relaciones sociales se traduciría en este punto en
que la gente tendería a creer que "por naturaleza" los hombres tienen la necesidad permanente de
tener sexo mientras que, fundado en el mismo origen, las mujeres serían románticas. Desde una
mirada de género se sostendría que ambas actitudes no son innatas sino que se construirían e
incorporarían durante la socialización de las personas. De hecho, lo que en una época se
considera como una actitud romántica no permanece invariante en el tiempo. Basta con
preguntarle a nuestros abuelos para corroborar esta afirmación.
Otro ejemplo de estas tablas -el resto de las hipótesis y conclusiones quedarán a cargo de
los lectores-, es que el "placer" como motivo para mantener relaciones sexuales por parte de las
mujeres, es mucho más mencionado por los varones que por ellas mismas. ¿Es que ellas no
pueden o quieren mantener sexo por placer? 18

10. Género y salud


El saber acerca de las prácticas sexuales y el reconocimiento del propio cuerpo y el del
otro también están mediados por el género. Veamos qué responden los adolescentes cuando se les
pregunta en una encuesta por el momento del mes en que es más probable que una mujer quede
embarazada.
Como se evidencia de los datos del Gráfico 2, el conocimiento no es homogéneo entre
ambos grupos. Distintos estudios muestran que por lo general, en la adolescencia las mujeres
tienen mejor información que los varones sobre cuestiones anatómicas y fisiológicas.
"Una de las diferencias [en la salud] más significativas es atribuible a la cuestión de
género. Las jóvenes perciben que su estado de salud no es tan bueno como lo perciben los

18
Recuérdese que en estas últimas dos tablas no se preguntaba por la primera relación sexual, algo que tal vez sí
hubiera justificado ciertos temores a sentir dolor.

21
varones y están más preocupadas que ellos por cuestiones de salud, tanto en términos generales
como personalmente. Podría decirse que están más atentas a las sensaciones corporales; la
salud es para ellas un valor y se preocupan por mantenerla. Los hombres, en cambio, se resisten
a percibir padecimientos corporales y mentales, ya que lo viril se identifica con la fortaleza
física y anímica". 19

Gráfico 2. Opinión acerca del momento del mes en que es más probable que una mujer
quede embarazada. Según sexo. Adolescentes escolarizados de 14 a 16 años.
Ciudad de Buenos Aires. Año 2004. (en porcentaje)
60%
51,8%
50%
38,5%
40%

30% 24,2% 25,0%

20% 17,3%
11,5% 11,3%
8,1% 9,6%
10% 4,8%

0%
D urante lo s dí as q ue En cualq ui er mo mento Lo s d ías pr evio s a la Dur ante l a N s/Nc
ro dean a l a o vul aci ó n menstruaci ó n menstruaci ó n

M ujeres Varones

FUENTE: Elaboración propia en base a resultados de investigación *

El hecho de que alrededor del 64% de los varones y casi la mitad de las chicas no sepan
que los días más probables para que se produzca un embarazo son aquellos que rodean a la
ovulación es sumamente preocupante. Complementariamente, más de la mitad de los varones
creen erróneamente que es más probable que una mujer quede embarazada durante la
menstruación, los días previos a ésta o directamente refieren desconocer cuándo son las fechas
fértiles. 20 .
Estos datos deben ser evaluados a la luz de dos fenómenos. En primer lugar, a esa edad
los varones tienen mayor poder que las mujeres a la hora de decidir si usar o no preservativo en
una relación sexual. En segundo lugar, el efecto de un embarazo no planificado durante la
adolescencia en la mayoría de los casos es altamente perturbador para la trayectoria vital y los
proyectos futuros de las chicas. La mayoría de las adolescentes que quedan embarazadas y
deciden no interrumpir ese proceso, terminan abandonando los estudios y comienzan un camino
arduo para el que no estaban preparadas y sobre el que no tienen una real dimensión. Por su parte,
las adolescentes que recurren al aborto corren riesgos considerables por cuanto, al estar
penalizado en la Argentina, las condiciones en las que generalmente se realiza dicho acto no son

19
Kornblit A., Méndez Diz A, Di Leo P., Camaroti, A., Adaszko D., (2005), Salud y enfermedad desde la
perspectiva de los jóvenes, Cuaderno de Trabajo N 45, Instituto Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales,
Universidad de Buenos Aires.
20
Todos estos encuestados habían recibido contenidos sobre anatomía y fisiología de los órganos reproductores en la
materia Biología.

22
propicias y llevan a miles de chicas a ser posteriormente hospitalizadas y a una porción de ellas, a
la muerte. El deceso a causa de abortos mal realizados es la primera causa de mortalidad de las
mujeres adolescentes de nuestro país.
En 2010, el Ministerio de Salud de la Nación informaba que el 15,4% de los nacimientos
eran de madres adolescentes (115 mil). El mismo organismo alertaba acerca de que las
adolescentes tienen, en comparación con otros grupos etáreos, una mayor tasa de mortalidad
materna, mayores probabilidades de atravesar un parto prematuro y de tener niños con bajo peso
al nacer, además de todas las perturbaciones emocionales, familiares y en su trayectoria vital.
El Estudio Nacional sobre Salud Adolescente del año 2005 del Instituto Gino Germani de
la Universidad de Buenos Aires reveló que del total de adolescentes mujeres encuestadas que ya
habían comenzado a mantener relaciones sexuales (1693 chicas), el 12% (202 encuestadas) ya
había tenido al menos un embarazo. De ellas, la mitad tuvo al bebé y la otra mitad recurrió al
aborto. 21 En el Conurbano Bonaerense este último trepaba al 75% de quienes habían atravesado
al menos un embarazo. 22

Gráfico 3. ¿Estuvo alguna vez embarazada? Adolescentes escolarizadas que ya han iniciado
relaciones sexuales. Total país. Año 2005. (en porcentaje)

4%
84%

12%

Tuvo al bebé: 50 %
No lo tuvo: 50 %

Si No Ns / Nc

FUENTE: Elaboración propia en base a resultados de investigación **

Los efectos y las características de un aborto realizado en forma clandestina no son los
mismos para las adolescentes que pueden pagar más dinero que para aquellas que no. Lo propio
sucede con las posteriores condiciones de salud -físicas y psicológicas- de las chicas que tuvieron
que pasar por semejante situación traumática.
Un excelente ejercicio que se le propone al lector para indagar en la compleja relación
entre el género y la salud es intentar explicar la tabla 6 desde una mirada de género. Sobre la
utilización de un método anticonceptivo actúa una diversidad de factores que aquí no se están
mencionando -tales como el contexto en el que viven estos adolescentes, la clase social, la
religión, la biografía personal-, pero es indudable que las diferencias por género existen y tienen
consecuencias en la vida de unos y otras.

21
Este dato no debe malinterpretarse, ya que el 12% está referido no al total de 3926 encuestadas, sino al 43% de
aquellas (1693 chicas) que al momento del estudio ya habían iniciado relaciones sexuales.
22
Distintas estimaciones calculaban que en la Argentina alrededor del 40% de los embarazos que se producen por
año (en el total de mujeres) son interrumpidos, lo que equivale a casi medio millón de abortos anuales.

23
Tabla 6. Método anticonceptivo que utiliza más frecuentemente con sus parejas sexuales
según sexo. Adolescentes escolarizados de 15 a 19 años.
Total país. Año 2005. (en porcentaje).
SEXO
Mujer Varón Total
Preservativo masculino 48,7 69,1 58,2
Píldora anticonceptiva 25,3 9,8 18,1
Interrupción del coito (acabar afuera) 15,6 9,0 12,5
Ninguno 7,1 11,1 9,0
No mantener relaciones los días fértiles 2,6 0,8 1,7
DIU 0,7 0,2 0,5
Diafragma 0,0 0,2 0,1
100,0 100,0 100,0
Total 704 614 1318
FUENTE: Elaboración propia en base a resultados de investigación **

Sabido es que durante los primeros años de la adolescencia tanto las instituciones
educativas, las empresas privadas que producen distintos elementos para el cuidado íntimo de la
mujer, así como los laboratorios que fabrican píldoras anticonceptivas, dirigen toda su "artillería"
propagandística y de divulgación de información hacia las mujeres. Los varones quedan
generalmente afuera de las primeras charlas sobre sexualidad. Las chicas hacen sus primeras
consultas ginecológicas mientras que ningún varón acude a un urólogo o andrólogo para que le
explique cómo funcionan sus órganos reproductores, en qué consiste concretamente la
eyaculación, cómo se compone el semen, qué son las infecciones de transmisión sexual, etc. Se
las tienen que arreglar solos -recurriendo muchas veces a fuentes de información inadecuadas- o
esperar a que dentro de alguna materia de biología se estudie este tema.
En este sentido, los varones adolescentes han sido sistemáticamente desprotegidos y este
hecho se ha visto reforzado una y otra vez por las instituciones educativas y las de salud. A las
mujeres se las va preparando y confinando al mundo de la reproducción, mientras que a los
varones se los deja liberados al mundo del placer. Es por ello que subrayamos que las propias
instituciones reproducen y refuerzan las representaciones y los roles de género atribuidos a
hombres y mujeres.
Desde niñas las mujeres van siendo socializadas de modo tal que por un lado tengan una
mejor percepción de sus condiciones de salud, a la vez que mejores conocimientos que los
varones y, por otro -como se mencionó antes-, desde la adolescencia se les "machaca" su función
reproductora: el cuidado del embarazo, la higiene, las visitas al ginecólogo, etc.
Todo eso no aparece simplemente en la adolescencia sino que desde el primer momento
en que a una niña se le coloca en sus manos una muñeca y juega a ser mamá, su mentalidad va
preparándose para cargar con el estigma social de que una "buena mujer" debe ser madre y que la
maternidad es la forma fundamental de realización de la mujer. A ella se le asigna la "función de
reproducción": ser una buena madre, educar, criar, contener, acompañar, dar amor.
En cuanto a la maternidad, imaginemos el peso psicológico que esta socialización puede
tener para aquellas mujeres que no desean tener hijos porque su realización como personas pasa
por otros proyectos, o en aquellas que, por motivos de infertilidad o por otras causas, se vean
impedidas de concebir. Es tan fuerte este lugar y función que se le atribuye a la mujer, que si a

24
cierta edad ésta no ha sido madre, nuestra cultura comienza a pensarla como una mujer
incompleta, a la que "le falta algo".
Aquí surge una pregunta, a nuestro juicio, muy interesante. Si en teoría podría pensarse
que la reproducción y la decisión de tener o no un hijo es de a dos ¿por qué a la consulta
ginecológica para preguntar o adquirir métodos anticonceptivos van casi exclusivamente
mujeres? ¿Cuál es la parte que le compete a quien coloca el espermatozoide? Los lectores
varones pueden hacer el ejercicio de recordar cuántas veces acompañaron a su pareja a la
consulta ginecológica, inclusive cuando ésta estaba sólo destinada a preguntar e informarse sobre
anticoncepción? Asimismo, para los varones no hay un profesional equivalente al ginecólogo de
las mujeres.
El género participa en cada aspecto de nuestra cotidianidad. No se produce el mismo
consumo de alcohol o tabaco entre varones y chicas, tampoco el mismo tipo de uso de drogas
ilegales, ni es igual la accesibilidad a anticonceptivos o a los servicios de salud, entre muchos
otros ejemplos.
Los procesos de salud y enfermedad están fuertemente condicionados por el género, algo
que en pocas oportunidades no tiene mayores efectos, pero que en otras situaciones puede ser
muy preocupante como lo muestra el gráfico 4. Éste refleja que de 3916 mujeres adolescentes
encuestadas, el 36,4% pensó al menos una vez en quitarse la vida durante el último año, 13,5
puntos porcentuales más que los varones. ¿Cómo explicar estas diferencias? A su vez, si bien no
se muestra en el gráfico, el mismo estudio arrojó que el 7% de las encuestadas (268 chicas)
efectivamente intentó suicidarse durante el mismo período.

Gráfico 4. ¿Pensó alguna vez en quitarse la vida durante el último año?


Según sexo. Adolescentes de 15 a 19 años Total país (en porcentaje)
Mujeres Varones
2,4%
2,2%
61,2%

22,9%
74,9%
36,4%

Sí No Ns/Nc

FUENTE: Elaboración propia en base a resultados de investigación **

11. Para ser hombre hay que mostrarse fuerte y no llorar


Los varones incorporan el mandato social de ser –o al menos aparentar ser- valientes,
fuertes y a no mostrar debilidad. La idea de que el varón "se la banca" es otro estigma social que
aquellos deberán cargar durante sus vidas, y no siempre es fácil representar bien ese papel. Esto
contrasta con las estadísticas que muestran que en todas las edades a partir del año de vida, la tasa
de mortalidad es siempre y constantemente más elevada para ellos que para ellas. Inclusive,
durante la adolescencia la tasa de mortalidad masculina se dispara mientras que la femenina no

25
tiene similar comportamiento -excepto por las complicaciones derivadas de abortos realizados en
condiciones inapropiadas-. Así, desde la adolescencia los varones van quedando al margen de
ciertos mecanismos y redes de cuidado, algo que los deja en una situación de mayor
vulnerabilidad cuando, paradójicamente, la mayoría de ellos se piensa invulnerable.
Si se trata de mostrar fortaleza, acudir a un médico o a un psicólogo sería vivenciado por
muchos varones como un signo de debilidad física y psicológica. Además, ellos no perciben que
existiría alguna especialidad médica equivalente a lo que implica la ginecología para las mujeres.
Sea esto verdad o no, la idea es que ellos se la tienen que "bancar", lo que demostraría su
hombría. Ésta debe ser expuesta y puesta a prueba a cada paso y en todos los contextos. Con los
amigos y familiares y, principalmente, con los desconocidos.
No debe extrañarnos que la principal causa de morbilidad y mortalidad en adolescentes
varones sea la violencia y los accidentes de tránsito. Justamente ellos, que tienen que mostrarle a
la sociedad, a sus pares y a las mujeres que son fuertes y valientes. ¿Vale la pena perder la vida o
quedar lisiado por reproducir un estereotipo de género? Las peleas entre varones por una chica en
una disco, en la escuela, en la calle u otros lugares no sólo colocan a la mujer en el lugar de
objeto o cosa a ser tomada, conquistada o robada, sino que expone a los varones a situaciones que
en muchos casos ellos desearían evitar. Lo paradójico es que, en no pocas oportunidades, también
las propias mujeres alientan esos enfrentamientos.

12. Género, poder y división social del trabajo


Hemos mostrado que históricamente las sociedades han confinado a las mujeres al campo
de la reproducción y al varón le han colocado la impronta del placer. Son ellas quienes deben
cuidarse de no quedar embarazadas de forma no planificada y quienes se encargan de la
reproducción. Sobre sus genitales se ha remarcado la función reproductora y se ha minimizado la
capacidad de experimentar placer. Lo inverso se ha hecho con los hombres.
Desde la conformación de los estados modernos y centralmente desde el siglo XIX,
aquellos han tomado a las mujeres como objetivo privilegiado de sus políticas y programas. No
ahondaremos en esta línea, pero mencionaremos simplemente que muchos autores sostienen que
éste ha sido un mecanismo de control social sumamente eficaz. El hombre provee el sustento
económico y la mujer reproduce, cuida del hogar y de la familia. 23
Como ejercicio, y partiendo del supuesto de que se produce más o menos la misma
proporción de nacimientos de hombres y mujeres, los lectores pueden hacer el intento de pensar
si existen razones biológicas o naturales que expliquen los siguientes datos:
• En los sistemas de salud hay más hombres médicos y más mujeres enfermeras.
• En los sistemas e instituciones políticos hay mayor proporción de hombres que de mujeres.
Esto se produce tanto a nivel partidario, como de bancas en parlamentos o en la proporción de
presidentes de cada sexo.
• En las universidades hay muchas más titularidades de cátedras en manos de hombres que de
mujeres.

23
Ver Donzelot, J. (1979), La policía de las familias, Pre-textos, España.

26
• En el mundo laboral, los grandes puestos gerenciales están ocupados básicamente por
hombres. A su vez, en las empresas, para el mismo puesto, antigüedad laboral y capacitación,
el promedio de sueldos de los hombres supera al de las mujeres.
• Las carreras universitarias de Psicología y Trabajo Social tienen un alumnado eminentemente
femenino, mientras que en las de Derecho y Economía hay mayoría de hombres.
• A pesar de que hoy en día hay muchas mujeres médicas, los jefes de servicio siguen siendo en
su mayor parte hombres.
• En 2005 fue la primera vez en la historia argentina que una mujer accedió a la Corte Suprema
de Justicia.
• En 2007 fue la primera vez que en nuestro país asumió por el voto popular una mujer como
presidenta de la Nación.
• En Suiza -país del primer mundo- las mujeres pudieron votar por primera vez hace algo más
de treinta años.
• Si a un grupo grande de alumnos universitarios se les pide que dibujen cómo se imaginan
"sociólogos", la gran mayoría los dibuja con cuerpo de hombres.
• Gran parte de las tandas publicitarias en la televisión van dirigidas exclusivamente a mujeres.
• Prácticamente no existen publicidades de jabón en polvo, detergentes, quitamanchas,
limpiadores de piso, etc., en donde aparezcan hombres. ¿Es que ellos no limpian, o es que toda
la sociedad está organizada -y los medios de comunicación lo reproducen- para que las que
realicen esas tareas sean ellas?
• ¿Por qué es tan raro encontrar maestros jardineros?
• En las publicidades de pañales para bebés, la que siempre aparece cambiando al niño es ella y
cuando se muestra a su pareja, es en una simple posición de acompañante. 24

Las características referidas a roles y funciones, que conforman lo que se entenderá como
masculino y femenino en una cultura dada, constituyen un conjunto de representaciones y de
juicios valorativos sobre los que se asientan jerarquizaciones sociales y relaciones de poder que
se juegan en todos los ámbitos: la familia, la escuela, la división social del trabajo, las
instituciones de salud, los medios de comunicación, los ámbitos recreativos, la política, entre
otros.
En este sentido, una idea fundamental de la mirada de género es la de conceptualizar los
vínculos entre hombres y mujeres como relaciones de poder y dominación y no sólo de
cooperación como tradicionalmente se ha sostenido. En otros términos, la supuesta cooperación
no ha sido otra cosa que una "fachada" para encubrir una relación de dominación. La secretaria
cooperando con el empresario, la enfermera con el médico, la maestra jardinera con los padres, la
azafata con los pilotos; la trabajadora social con la comunidad; la mamá con cualquier problema
que suceda en el hogar; siempre dispuestas a ayudar y brindarse a los otros.
A esto debe agregarse que una relación de dominación es tanto más efectiva cuanto más
naturalizada esté y cuanto más invisible sea para aquel que está en posición de inferioridad. Si
una relación de dominación deja de ser vista como tal -ya sea porque adquiera legitimidad, o
porque simplemente pasa desapercibida- más probable será que perdure en el tiempo. Por el

24
Este es un desafío para que todas las mujeres que estudien márketing, publicidad y comunicación se interroguen
acerca de su propio rol en la reproducción de las representaciones y estereotipos de género.

27
contrario, si comienza a ser visualizada, más difícil será sostenerla sin que se generen tensiones y
conflictos a partir de haber comenzado a percibirla como injusta.
En este punto se hace necesario una advertencia al lector. La mirada de género no consiste
en victimizar a la mujer. Si bien es cierto que existe infinidad de casos en los que claramente la
mujer es y ha sido víctima -como en las distintas formas de violencia física y psicológica que se
ejerció sobre ella-, en lo que hace a la reproducción de las representaciones, los prejuicios y los
estereotipos de género, las mujeres han tenido tanta participación como los varones y, no en
pocas oportunidades, han reproducido lugares que terminaron jugando en contra de sí mismas.
Un ejemplo de esto puede observarse cuando ellas se sancionan o presionan las unas a las
otras para tener hijos, esgrimiendo el argumento de la realización personal a través de la
maternidad. Por su parte, ciertas líneas extremas dentro del feminismo han llegado a sostener que
la principal relación de dominación entre personas a lo largo de la historia no ha sido la de clases
sino la de género.

13. Género y trabajo


Dentro de los estudios de género se ha indagado suficientemente acerca del lugar que
dicho aspecto ha tomado en la división social del trabajo a lo largo de la historia. Esto es: ¿de qué
tipo de tareas quedaron a cargo cada uno de los dos grupos y qué consecuencias sociales tuvo este
fenómeno para ellos?
Para comprender esto es necesario partir de la base de que el trabajo humano no es
únicamente productivo sino también reproductivo. No sólo trabajamos y utilizamos energía
transformadora cuando producimos un objeto mercantilizable, sino que también lo hacemos
cuando realizamos todo tipo de tareas que son indispensables para la reproducción de la vida.
Cocinar para comer, lavar ropa con el fin de vestirnos, limpiar para habitar en un lugar aceptable,
criar a los hijos (quizá el trabajo más difícil del mundo). Todas ellas son actividades que precisan
de un gran desgaste de energía mental y física y modifican sustancialmente la realidad. A estas
tareas las denominamos "trabajos reproductivos" ya que son indispensables para que nos
reproduzcamos como sociedad y son previas al mismo trabajo productivo. Sin ellas, este último
no tendría posibilidades de existir.
En el mundo pre moderno las actividades productivas y reproductivas se confundían y se
realizaban centralmente en el hogar, lo que en parte se debía a que la economía era
fundamentalmente de subsistencia y de auto consumo y no estaba orientada hacia el mercado. Es
por ello que ambas eran parte de la vida cotidiana y se concebían como trabajo. En otros
términos, si bien existía la división de tareas entre hombres y mujeres –ellos salían a cazar, arar,
ganar el sustento o a hacer la guerra, mientras que ellas criaban a los niños, se encargaban de la
casa, reemplazaban a los hombres cuando éstos iban a la guerra, etc.-, el trabajo giraba en torno al
espacio doméstico y ambos tipos de tareas eran concebidas como esenciales.
A partir del siglo XVII en adelante, cuando los procesos productivos se mercantilizaron y
separaron del ámbito doméstico, este último mantuvo sus funciones reproductivas, aunque éstas
dejaron de ser percibidas como trabajo. En otros términos, la producción pasó a realizarse
centralmente por fuera del ámbito doméstico y se empezó a concebir sólo como trabajo a aquello
por lo que se obtiene una remuneración monetaria a cambio. Aquel fue el período en donde
comenzó a conformarse lo que hoy llamaríamos "mercado de trabajo" o "mercado laboral". De
esto se deriva que durante los últimos tres o cuatro siglos, la sociedad ha venido aceptando que

28
todas las actividades que las mujeres han realizado en sus hogares no pueden ser catalogadas de
trabajo. Como diría la mayoría de los hombres y no pocas mujeres: "eso no es trabajar".
¿Sería posible trabajar en el mercado sin que alguien cocine para comer, haga las
compras, críe a los niños, limpie la casa, etc.? La propia existencia de la fuerza de trabajo,
entendida en términos de la economía inglesa clásica y marxista como capacidad de trabajar
generadora de valor, sería imposible sin el trabajo reproductivo. Sin éste, no hay posibilidad de
crear fuerza de trabajo. 25
De la Garza señala al respecto que " ...la producción es también reproducción social, pero
hay una parte de la reproducción que se considera fuera de la producción capitalista. Se trata en
parte del trabajo de reproducción en la familia para satisfacer necesidades de alojamiento,
alimentación, esparcimiento, cuidado de los niños que no adquieran un carácter mercantil [...];
las teorías feministas reivindican el reconocimiento del trabajo doméstico no mercantil como
trabajo, relacionado por ejemplo, con el concepto de doble jornada. Hay actividades en las que
no es posible separar tajantemente producción de reproducción externa [...]. De cualquier
manera la presión sigue intensa para reconocer solo como trabajo el que produce mercancías,
aunque no siempre se utilice trabajo asalariado. Estos límites entre trabajo y no trabajo no son
naturales, se definen socialmente y socialmente pueden cambiar en una relación de fuerzas
económicas y sociales diferente a la actual". 26
Como corolario de esto, para la cultura moderna en general y para la ciencia económica
en particular, una de las mitades adultas de la humanidad no ha trabajado durante siglos y recién
hace algunas décadas comenzó a hacerlo, cuando salió de su casa a vender su fuerza de trabajo en
el mercado.
Lo paradójico de estas afirmaciones -y así se demuestra lo falaz del argumento- es que si
se contrata a alguien para que realice cada una de esas tareas -es decir, se mercantilizan las
actividades reproductivas-, allí sí comienzan a ser percibidas como trabajo y se hace necesario
pagar una compensación monetaria a cambio. Ó se cría a un niño ó hay que pagarle un sueldo a
una niñera 27 ; ó se hacen las tareas domésticas ó se contrata personal también pago; ó se ayuda al
niño en las tareas escolares ó se paga a un profesor particular. Si estas tareas las realiza la mujer
de la casa, el trabajo es gratuito. Si por el contrario se contrata a alguien, el valor del trabajo se
retribuye en moneda corriente.
De esto se derivan dos conclusiones fundamentales: por un lado, en nuestras sociedades
modernas, trabajo es todo aquello por lo que se perciba en forma directa algún tipo de retribución

25
En esta "ïnvisibilización" de las tareas domésticas y reproductivas como trabajo, no fue ingenuo el papel que
cumplió la Ciencia Económica. Ella, entre otras ciencias modernas, se encargó de sepultar este concepto y hacer
aparecer como trabajo únicamente a aquellas actividades que producen bienes y servicios en el mercado. En esta
línea, uno de los errores centrales al que han conducido varias ciencias sociales -y centralmente la Economía- es
confundir trabajo con empleo mercantil. Este último es una forma específica e histórica de trabajo, pero no la única.
Uno ejemplo claro de los modos en que la economía ha invisibilizado varias relaciones sociales que existen detrás de
los fenómenos mercantiles puede encontrarse en el propio sistema de Cuentas Nacionales. En éste los trabajos
reproductivos no figuran ni son parte de la creación de valor ni de los flujos a partir de los que se computa el PIB, el
cual es confinado únicamente al ámbito del mercado. Más aun, en algunos casos extraordinarios en que unos pocos
autores reconocen tibiamente la existencia de tal forma de trabajo, sostienen que como su valor a precios de mercado
es prácticamente incalculable, no tiene sentido computarlo como parte de la producción de riqueza de una nación.
26
De la Garza Toledo, (2000), Problemas clásicos y actuales de la crisis del trabajo, CLACSO, disponible en
http://168.96.200.17/ar/libros/neffa/1garza.pdf.
27
¿Por qué no "niñero"?

29
económica, centralmente dinero. 28 En segundo lugar, si a alguien que se contrata se le retribuye
monetariamente y se reconoce que las actividades que realiza son trabajo, entonces todas las
personas que habitualmente lo hacen en su hogar -principalmente las mujeres- están trabajando
gratis. No sólo eso, sino que a diferencia del mercado laboral, el trabajo reproductivo no tiene
horario; se realiza las veinticuatro horas del día.
¿A qué ingreso monetario consideran los lectores de este capítulo que es equivalente el
trabajo reproductivo? Esto es muy difícil de estimar y lo que se hace es tratar de computar a
precios corrientes de mercado algunas de las tareas domésticas y suponer que el trabajo
reproductivo no se realiza durante las veinticuatro horas, sino en una jornada laboral de alrededor
de ocho horas.
Existen muchas investigaciones al respecto y algunas de ellas sostienen que para el año
2005, el sueldo mensual que debería haber cobrado una mujer por las tareas domésticas superaba
los $ 1.200 a precios corrientes de ese año. Si se indexara ese valor por la tasa de incremento
salarial en el mercado formal entre 2005 y 2010, en este último año el sueldo por realizar las
mismas tareas debería haber rondado los $ 2.300 mensuales.
Si se multiplica ese monto por la cantidad de personas que realizan tareas reproductivas
en forma gratuita, nos podemos imaginar cuánto dinero no está retribuyendo la economía a una
parte de la humanidad. Nada de eso se menciona en los manuales de Economía o Administración.
Simplemente la temática les resulta invisible. Por ello, los movimientos feministas y la literatura
de género ha llamado a ese rasgo de nuestra sociedad "invisibilización del trabajo femenino".
Agreguemos un dato más de la realidad. ¿Qué sucede si la mujer sale a trabajar al
mercado laboral pero además, al volver a su hogar, debe encargarse de realizar las tareas
domésticas? Por el primer tipo de tareas se le paga, mientras que por el segundo, no. En otros
términos, cuando el hombre llega a su casa después del trabajo se presupone que se retira a
descansar y a disfrutar del ocio. A la mujer no le espera la misma suerte. Eso es lo que en la
literatura especializada se denomina "doble jornada laboral de la mujer".
Parte del desaliento de muchas mujeres para salir al mercado laboral se debe a que son
concientes de que como mínimo deberán ganar el equivalente al dinero a aquel que ellas tendrían
que pagar a otra persona para que realice todas las tareas que dejarían de hacer al no encontrarse
por horas en sus hogares. Sobre ese mínimo ingreso deberían obtener otro suficientemente
atractivo como para que valga la pena realizar el esfuerzo. La opción alternativa sería que las
tareas domésticas se repartan equitativamente entre ambos sexos, pero esto no es lo habitual
cuando la mujer sale a trabajar.
No es tan sencilla la decisión cuando se sabe que para un mismo puesto, capacitación y
antigüedad, el ingreso femenino promedio en el mercado laboral es inferior al de los hombres.
Muchos investigadores en el tema sostienen que las mujeres hicieron un "pésimo negocio" al salir
al mercado laboral a partir de la mitad del siglo pasado, ya que el trabajo reproductivo al interior
del hogar no fue redistribuido equitativamente con sus parejas varones. Si bien éstos comenzaron
a intervenir en un mayor grado al que lo hacían previamente, las tareas domésticas siguieron
fundamentalmente a cargo de la mujer.
Un fenómeno adicional en lo que hace a la vinculación entre el género y el trabajo –y esto
muestra la fuerza que tienen las representaciones de género sobre los varones-, es el impacto
psicológico que para éstos conlleva el hecho de perder un empleo. No es casual que se depriman
mucho más que las mujeres cuando se ven en esta problemática, algo que para ellos es parte

28
Equivale a lo que en Macroeconomía es la distribución primaria de la renta.

30
fundamental de la integración y el estatus social. La idea de que el hombre es el sostén
económico del hogar está tan incorporado en las subjetividades de aquellos, que les es muy difícil
soportar la idea de estar en el hogar "sin trabajar". Aquellos varones que habían estado integrados
en el mercado laboral se sienten "inútiles" cuando pierden su empleo.
¿Qué otra perspectiva que la del género puede explicar con mayor claridad por qué a
tantos hombres les molesta o se sienten incómodos cuando sus parejas mujeres ganan más dinero
que ellos?

14. Algunas consideraciones finales


Ser diferente o distinto no tiene por qué tener una connotación o valoración negativa. Las
diferencias existen y son saludables en tanto nos permiten crecer a partir de conocer e integrar
aquello que es distinto. El problema surge cuando esas diferencias se transforman en
justificativos o legitimadoras de injusticias e inequidades sociales.
Lo propio sucede con las representaciones sobre el género. No hay duda de que existen
diferencias entre hombres y mujeres y que nuestra cultura representa a cada uno de estos grupos
con ideas y concepciones diversas. El problema está cuando esas representaciones se "estancan"
y se transforman en estereotipos y éstos se constituyen en una base para la legitimación de
relaciones de dominación entre unos y otras.
La humanidad ha avanzado mucho en la igualación de derechos y en el intento por
superar las injusticias y los abusos de poder basados en el género. A su vez, este último no es el
único elemento sobre el que se construyen y reproducen estereotipos culturales y relaciones de
poder. Las religiones, las minorías étnicas, los inmigrantes, los gays y lesbianas, las clases
sociales, las sub culturas urbanas; todos ellos son algunos de los tantos ejemplos que podemos
encontrar y sobre los que permanentemente existen prejuicios y estigmatizaciones.
Lo llamativo es lo persistente que han sido ciertos estereotipos de género a lo largo de los
siglos y cómo, a pesar de que ya sabemos que están entre nosotros, sea tan arduo deshacernos de
ellos..
Cuando alguien discrimina a un grupo minoritario o religioso, puede discutirse con él,
debatir con sus ideas, ayudarlo a deconstruir y modificar -al menos parcialmente- sus prejuicios.
Sin embargo, los estereotipos de género están tan arraigados en nuestras identidades, que por más
que exista desde hace un par de décadas una prolífera producción de material sobre el tema,
todavía nos es sumamente difícil ubicarnos en otro lugar. Peor aún cuando esa dimensión
permanece invisible a la luz de la gran mayoría de la población.
Según la perspectiva del autor de este capítulo, durante las últimas dos décadas a
excepción de grupos particulares, la Argentina ha atravesado una involución en algunos aspectos
vinculados con el género. Por un lado las mujeres han salido masivamente al mercado laboral, se
han incorporado con mayor ímpetu a la vida política del país, se ha producido una fuerte
feminización de la matrícula universitaria y se ha legislado una importante cantidad de leyes
tendientes a compensar las inequidades e injusticias de género. Pero, en paralelo, la involución
cultural y educativa generalizada que experimenta nuestro país ha conducido al reforzamiento del
machismo y de ciertos estereotipos acerca de las mujeres. Un claro ejemplo de ello es la imagen
que de aquellas se presenta en los programas de televisión con mayor audiencia.
Este trabajo ha tenido el propósito de llamar la atención de los jóvenes que no hayan
tenido contacto previo con la mirada de género sobre la realidad, a fin de que comiencen a

31
interrogarse acerca de sus propias prácticas y sobre las formas en que el género opera en cada uno
de ellos y de los grupos sociales por los que circulan. Esperamos haber contribuido con algunas
nuevas herramientas de análisis, con el único propósito que debieran tener las Ciencias Sociales:
ayudar a la gente a mejorar su calidad de vida e intentar construir una sociedad mejor.

Investigaciones citadas
(*) ADASZKO D., BILDER P., ORTIZ A., CASAS. L., CARRIEGO M. J., ORGE P., Estudio
sobre conocimiento y prácticas sexuales en adolescentes, RIEPS, Hospital Tornú. 2004.
(**) KORNBLIT A. L., MENDES DIZ A. M., ADASZKO, D.(2006) Salud y enfermedad desde
la perspectiva de los jóvenes. Un estudio en jóvenes escolarizados en el nivel medio de todo el
país, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de
Buenos Aires.

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