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Grupo de Estudios Multidisciplinarios sobre Religión e Incidencia Pública - GEMRIP

Mujeres haciendo teología:


Redescubriendo las teologías feministas en América latina1

Por Loreto Fernández


Investigadora del CEDM

“Sueño con recuperar nuestra memoria…


que como mujeres podamos ofrecer una nueva economía,
una nueva política, una nueva teología…
sueño con hablar de lo nuestro sin tener tanta vergüenza…”
(A.C., entrevistada de Bolivia)

¿Pueden las mujeres pensar?, la pregunta en si misma puede pasar insulsa, ridícula,
obvia, innecesaria, sin embargo, para muchas de nosotras se mantiene la sospecha de
que a pesar de las luchas sociales en que “nuestros derechos” se han equiparado,
parcialmente al menos, al de los varones y que en los discursos políticamente
correctos la exclusión de las mujeres es inaceptable, en la práctica no sólo se
mantienen diferencias inexcusables en todos los ámbitos, incluido el académico, si no
que presenciamos una refinada forma de marginación que opera soterradamente y
sigue suponiendo que la voz de las mujeres (pensamiento, prácticas, proyectos,
visiones, juicios..), es mera alteridad de aquello que realmente tiene consistencia
óntica en si mismo, a saber, la voz de los varones. Como bien dice Margarita Pizano:
“Hoy se ha modernizado una masculinidad neoliberal y globalizada que controla, vigila
y sanciona igual que siempre. Pero esta vez a través de un discurso retorcido, menos
desentrañable y en aparente diálogo con la sociedad en su conjunto, donde va
recuperando, funcionalizando, fraccionando, absorbiendo e invisibilizando a sus
oponentes y que trae consigo una misoginia más profunda, escondida y devastadora
que la del viejo sistema patriarcal. “2

Aún así, y parafraseando a Foucault, hay mujeres que solas o asociadas a colectivos,
desde espacios académicos u otros inventados por ellas mismas, mantienen la
insurrección de los saberes sometidos3, afectando de alguna manera, los disciplinas del
conocimiento humano. En este contexto, el Centro Ecuménico Diego de Medellín4, en
adelante CEDM, desde su programa de “Teología y justicia de género”, se hizo cargo de
una investigación tendiente a pesquisar el estado del quehacer teológico de mujeres
católicas en América Latina, con el fin de generar algunos lineamientos para el
fortalecimiento de la teología feminista en nuestro continente. Dicho estudio se centra
en las posibilidades de las teólogas de pensar críticamente las categorías de lo sagrado
y de la trascendencia, y la incidencia que estos posibles nuevos discursos de lo divino
puedan tener en la creación de nuevos imaginarios religiosos y nuevas prácticas

1
Este artículo corresponde a una investigación encargada al Centro Ecuménico Diego de Medellín sobre
Teología Feminista en América Latina. Es una adaptación de un escrito publicado en la revista Analecta
de la Escuela de Educación de la Universidad de Viña del Mar.
2
Pizano, M. “El triunfo de la masculinidad” en Círculo de estudio de violencia simbólica, CEDM, 2006
3
Cf. Foucault, M., Microfísica del poder, 3° Ed. Madrid , 1992, pp128-129
4
ONG de carácter ecuménica, que se orienta a la formación de ciudadanía, derechos humanos, justicia
y ecología, tiene desde su fundación hace 26 años un programa de Teología desde la Mujer.

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liberadoras y alternativas al modelo patriarcal que se refleja y reproduce en los


modelos teológicos tradicionales.

Este breve artículo, surge dentro del marco de esta investigación iniciada a fines del
2007 y concluida en diciembre de 2009 y en la que colaboraron más de 40 mujeres de
9 países del continente.

Nota Aclaratoria

¿Qué decimos cuándo decimos? Con la certeza de que el lenguaje no es ni unívoco ni


neutral, y que en cuanto dador de sentido y mediador de las experiencias, supone
siempre un margen de distancia entre la comprensión de quien le usa y la generación
de resignificados de quien o quienes lo recepcionan, es que nos permitimos explicitar
los márgenes de definición de algunos conceptos que usaremos en esta presentación y
que se establecieron como parámetros para la investigación desde la que
compartimos. De este modo, cuando hablamos de Teología/as feminista/as
Latinoamérica/as la entendemos como teología múltifacética y pluralista, realizadas
desde la óptica de las mujeres, sus búsquedas de sentido, sus luchas y su contribución
a generar espacios de justicia y reciprocidad en todos los ámbitos, superando la lógica
patriarcal imperante. Como aproximación general, se pueden reconocer al menos 2
grupos: Radicales, Post-Patriarcales, post-cristianas o teálagas, que tienen una actitud
completamente rupturista con sus tradiciones de origen y que apuntan a recuperar la
experiencia de Jesús más allá de la cultura que lo encierra, y Reformistas, en una
actitud crítica y de sospecha frente al sexismo que descubren en las prácticas y
sustentos teóricos de sus tradiciones, pero con algún grado de vinculación a sus
respectivas Iglesias, confiando en que es posible transformarlas.5

Hemos optado por hablar de “quehacer teológico” más que a teología, puesto que en
cuanto disciplina y en un sentido tradicional, esta se asocia casi exclusivamente a los
ámbitos académicos, desarrollados por profesionales que acreditan su experticia con
determinados grados. Sin embargo, los condicionamientos que excluyen a las mujeres
de dichos espacios son de tal magnitud en la teología, que nos parece importante
validar las nuevas geografías que las mujeres han buscado para sí y sus discursos de lo
sagrado y por lo tanto entenderemos en esta categoría el proceso de empoderamiento
que han hecho mujeres, de diversos contextos, al significar o resignificar sus propias
experiencias y prácticas de fe, ya sea que las hayan sistematizado discursivamente o
no, en los centros tradicionales de estudio o fuera de ellos,6 incluyendo como lugares
teológicos los espacios pastorales, es decir, aquellos lugares al interior de la iglesia
católica, como grupos diocesanos, parroquiales, de comunidades religiosas, y donde
las mujeres teniendo posturas más o menos criticas, siguen adhiriendo a la
confesionalidad desde la pertenencia estructural a la iglesia católico romana y grupos
independientes, donde mujeres en solitario o en colectivos, reconociéndose
originalmente de tradición católica, hoy hacen sus búsquedas de manera autónoma y
sin ninguna regulación eclesial.
5
Ress y otras, Del cielo a la tierra, una antología de teología feminista, Ed. Sello Azul, 1997
6
Como ejemplo, la PUC, única entidad que otorga el grado de doctorado en teología en Chile, no lo ha
entregado a ninguna chilena aún.

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Antecedentes de la Teología Feminista en América Latina

La diversidad y riqueza del quehacer teológico de mujeres en nuestro continente y su


correlato en determinadas prácticas en pro de un estilo de vida que supere los marcos
impuestos por el actual sistema patriarcal imperante, tiene algunos antecedentes
fundamentales que se han ido entretejiendo hasta dar luz a lo que se conoce como
Teologías Feministas Latinoamericanas, en adelante, TFLA. Entre sus antecedentes,
puesta la mirada en los procesos sociales a nivel mundial, el movimiento de liberación
de las mujeres con sus reivindicaciones en todos los ámbitos, relacionales, derechos
civiles y reproductivos, similar status, etc., es considerado como uno de los hitos del s.
XX. Su fuerte desarrollo en Europa y EE.UU. a partir de la década de los 60, se irá
expandiendo lentamente al resto del planeta, y con mayor intensidad en América
Latina desde los 80’, con matices particulares como el desafío de la superación de la
feminización de la pobreza, en un continente marcado por la opresión y la desigualdad
social.

Ya en el plano eclesial-estructural, el Concilio Vaticano II fue un momento de fuerte


impacto en la Iglesia católica, que permitió, entre otras cosas, una revisión de las
prácticas pastorales, una relación dialogante con el mundo, la historia, otras Iglesias y
confesiones religiosas, el fortalecimiento de las Iglesias locales y una eclesiología
entendida en categoría de pueblo de Dios, que impulsó una mayor participación de las
y los laicos al interior de la comunidad eclesial.7 En Latinoamérica a partir de la 2ª
Conferencia Episcopal de Medellín (1967), cuyo objetivo era precisamente la aplicación
del Concilio en nuestro continente, se ahondó en un compromiso por la justicia social
y en una opción clara y decidida por los pobres, sustentada por la emergente Teología
de la Liberación, cuya reflexión se articulaba a partir de las praxis de compromiso
social y político de las y los cristianos en un continente marcado por la pobreza, la
exclusión y la desigualdad. Sin embargo, las resistencias de los sectores más
conservadores siempre mantuvieron una tención que se fue acrecentando durante el
largo pontificado de Juan Pablo II, quien mantuvo en entredicho, cuando no
descalificó, el camino de las comunidades católicas y particularmente de las teólogas y
teólogos de la liberación.

En un escenario social, marcado mayoritariamente por la mantención de sistemas


políticos opresivos y eclesialmente por el fortalecimiento de posturas contrarias a los
derroteros abiertos por el Concilio, la teología de la liberación no sólo se mantuvo, si
no que se fue diversificando contextualmente; de este modo, en algunas teólogas fue
creciendo la conciencia de que en América Latina hacer teología desde el lugar del
pobre, era asumir el rostro de las mujeres campesinas, indígenas, afrodecendientes,
pobladoras, que eran doblemente marginadas en su situación de pobres y de mujeres.
Este será otro elemento que va a singularizar la producción teológica en nuestro
7
La importancia que otorga este Concilio al protagonismo del laicado no es menor para el trabajo
teológico de las mujeres , puesto que privadas de ser parte de la jerarquía eclesial, para aquellas que
quieren permanecer en la iglesia católico romana, tienen que buscar su validación desde las categorías
eclesiológicas que otorga Vaticano II, “misterio de salvación” y “pueblo de Dios” , que las facultan como
bautizadas a ejercer el “sacerdocio común de los fieles” y por lo mismo, poder potenciar todas sus
capacidades, incluido el ejercicio intelectivo de “pensar la fe” . Se pueden revisar al respecto la
constitución Lumen Gentium Nº 30 – 33 y el decreto “Apostolicam Actuositatem” Nº 1-3

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continente, y es la interpelación permanente que se hace a los discursos, desde las


experiencias de las mujeres concretas, mujeres pobres que en su cotidiano interpelan
todas nuestras representaciones, especialmente nuestro imaginario de Dios: ¿Qué
Dios es este que ha permitido su exclusión, su explotación, su mantención de no
personas? ¿Dónde está el Dios que escucha el clamor de su pueblo? ¿Cómo es?
¿Dónde está? ¿Qué puede aportar a la liberación de las mujeres?

Otro elemento que articula la TFLA es su acento ecuménico. Las mujeres del
continente, nos hemos hermanado en nuestras búsquedas y en nuestros sueños, al ir
descubriendo que independientemente de la tradición religiosa de la que somos
herederas, tenemos una historia común de sometimiento y una serie de aprendizajes
hechos en nuestras iglesias que nos cuestionan, nos inquietan y nos llaman a buscar
nuevas respuestas desde espacios diferentes surgidos de nosotras mismas y nuestras
experiencias.

Surgen entonces las Teologías feministas en nuestro continente, que también sufrirán
procesos de diversificación marcados, ya sea por el contexto desde dónde se hace,
como de las subjetividades de quienes la van gestando.

La mantención por casi 30 años (Pontificado de Juan Pablo II y el actual Benedicto XVI)
de políticas eclesiales centralistas, comprometidas en el resurgimiento de un modelo
de cristiandad que impone fuertes sanciones a los sectores de mayor criticidad,
(cuestionamiento, censura, prohibiciones, reprobación pública, etc.) y que ha
mantenido un discurso anquilosado y cerrado a las reivindicaciones de género 8,
sumado a los nuevos escenarios culturales donde lo religioso es puesto en entredicho
y se ha cuestionado su lugar en la sociedad, ha tenido también un impacto en la
teología en general y particularmente en aquella que se circunscribe a posturas
feministas, o cuyas prácticas pastorales se suman a las reivindicaciones de las mujeres,
como por ejemplo, la búsqueda de igualdad de género y de reciprocidad en el conjunto
de relaciones.

Categorización del quehacer teológico

Si bien es cierto que destacadas teólogas latinoamericanas han dado cuenta del
desarrollo de la teología desarrollada en el continente por mujeres9, Ivonne Guevara
ha sido una de las de mayor influencia en las corrientes feministas latinoamericanas y
nos parece que su explicación del quehacer teológico en 3 fases diferentes de los 60 a
la fecha, sigue teniendo plena vigencia10. Al menos así lo constata nuestra
investigación, donde es citada espontáneamente por más de la mitad de las mujeres
entrevistadas y ante la evidencia de que su propuesta da cuenta muy acertadamente
del lugar de las teólogas, ya que se descubre con relativa facilidad en los relatos de las

8
Recuérdese al respecto el Nº 40 de la V Conferencia del CELAM (Aparecida, mayo 2007) que al referirse
a la categoría de género, lo hace situándola como “ideología” y alertando sobre sus peligros.
9
Tamez, E., Hermenéutica feminista latinoamericana, una mirada en retrospectiva, 1998 ; Seibert, U.
Espacios abiertos, una introducción a la teología feminista en Chile, CEDM, 2003
10
Guevara, I, “Fases de la TF en America Latina” en Tópicos, Rehue, 2003

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participantes, su permanencia en alguna de las fases o las evoluciones experimentadas


de una a otra a lo largo de sus trayectorias.

Como la misma autora señala, dichas fases no tienen un orden cronológico, pueden
darse de manera sucesiva o convivir de manera simultánea de acuerdo a los procesos y
los contextos en que se efectúen. La Primera Fase es “El descubrimiento de la mujer
como sujeto histórico oprimido”, que es el asumir a las mujeres desde su singularidad y
especificidad como sujeto oprimido por una parte, pero también de liberación y
reflexión teológica. Hay que recordar que muchas de las mujeres que hoy adscriben a
la teología feminista, a fines de los 60 e inicios de los 70, tuvieron un fuerte
compromiso social, estuvieron presente en las luchas reivindicativas del continente y
militaron en la teología de la liberación. En este proceso muchas de ellas descubrieron
que el rostro de los pobres no era abstracto y en el caso de las mujeres revestía una
doble marginalidad. La Segunda Fase es “La feminización de los conceptos teológicos”,
que da paso a búsquedas de imágenes de Dios, prácticas celebrativas y espacios de
vivencia de la fe, que integren lo femenino. Se cuestiona fuertemente el patriarcado y
se empieza a descubrir sus expresiones en las prácticas religiosas eclesiales
tradicionales, aunque este sigue presente y reproduciéndose, en los discursos
teológicos. Por último, la Tercera Fase es la “Teología ecofeminista holística”, donde
se replantean todos los paradigmas tradicionales de la teología y se invita a generar
nuevos referentes en todos los ámbitos, buscando mayor libertad y creatividad,
nuevas temáticas vedadas en la teología tradicional como el cuerpo, el placer, los
derechos reproductivos, etc. y otras formas de relaciones integradoras que abarquen
toda la realidad.

Temáticas recurrentes

¿Cómo se articula el discurso de lo sagrado en las teólogas feministas? ¿Hay tópicos


recurrentes en el continente a pesar de la diversidad cultural y que las mujeres que
hacen teología pueden estar en diversas fases y por lo tanto, tener preocupaciones
muy distintas en su quehacer teológico? Nuestra investigación arrojó que si bien
algunas temáticas tienen mayor o menor interés y relevancia dependiendo de si las
mujeres se ubican en los ámbitos académicos, donde claramente se sigue trabajando
temas más tradicionales como la Biblia o los sacramentos, ambientes pastorales donde
el acento está puesto más en lecturas populares de la Biblia y emergen como
preocupación la violencia o la autoestima y los espacios independientes donde al no
haber control jerárquico se da una mayor creatividad y libertad para incorporar con
fuerza el tema del cuerpo, la sexualidad, derechos reproductivos, ecología, hay
también preocupaciones transversales como la espiritualidad o los estudios de
género, cuya diferenciación está dada por el tratamiento, lenguaje o códigos en que se
presenta, pero cuya presencia reiterada demuestra que son de importancia para la
teología latina hecha por mujeres hoy.

Desafíos

Nos gustaría finalizar dejando hablar a las mujeres que generosamente colaboraron
para nuestro trabajo, a ellas les preguntamos que desafíos tenían en su quehacer

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teológico, que esperaban, con que soñaban. Claramente hay un sin número de
factores que dificultan la concreción de estos planteamientos, pero mostrarlos puede
ser una manera de empezar a buscar caminos o pistas que ayuden a facilitarlos.

El primer desafío que surge con nitidez es la necesidad de incrementar la producción


escrita de las teólogas del continente y salir de la máxima de que “son pocas y escriben
poco”. Otra búsqueda tiene que ver con la necesidad de generar mayor articulación y
trabajo en redes. Es interesante que como método, muchas mujeres crean colectivos
donde los procesos de reflexión y síntesis surgen de manera cooperativa, donde la
circularidad de las relaciones, va permitiendo la autoafirmación de ellas mismas,
animándolas a sacar adelante sus proyectos y aportar creativamente a la teología
desde miradas renovadas. Para algunas, vinculadas a los espacios confecciónales, se
hace imprescindible una mayor –cuando no real- presencia de mujeres en la academia
y junto a eso agregaríamos, la posibilidad de hacer verdaderamente teología feminista
y no mera reproducción de los ya conocidos relatos masculinos sobre Dios, la religión y
lo sagrado. Otros desafíos tienen que ver con el rol sociopolítico de los discursos
teológicos; al respecto es muy elocuente lo que planteaba una de nuestras
entrevistadas: “Quiero una igualdad total, económica, política, una democracia radical,
que quiere decir que yo puedo hacer muchas luchas, porque la igualdad es una cosa
muy grande…También la igualdad religiosa, es muy importante, hinduismo, budismo,
cristianismo… Yo espero que las mujeres de América Latina, las mujeres pobres,
negras, marginalizadas puedan reunirse con mujeres de otros continentes para que
puedan ver que no estamos en una competencia, estamos juntas también con los
hombres marginalizados…Yo quiero luchar con las mujeres que quieren resistir,
analizar su situación, reflexionar sobre sus experiencias, su posición local, su posición
social y así hacer una historia de transformación.”11

Para concluir, creemos que entre nuestras tareas pendientes está reconocer –como lo
hemos hecho tantas veces- que la palabra de Dios para nosotras es una palabra
masculina, que “aunque se quiera hablar de Dios sin imagen precisa, en las culturas
cristianas latinoamericanas…persisten rastros de imágenes que identifican a Dios con
lo masculino”12; pero este reconocimiento tiene que alentarnos a seguir caminando y
buscando, para que nuestros balbuceos de la trascendencia alguna vez ayuden a
romper con este modelo patriarcal imperante y nuestros discursos de lo sagrado
tengan el gusto inigualable del primer beso, una copa de buen vino o un paseo de
playa por la tarde.

11
Doctora en teología, trabaja en Brasil dictando una cátedra de teología feminista para maestría y
doctorado y además colabora con mujeres feministas negras en Brasil. La identidad de nuestras
entrevistadas es confidencial.
12
Guevara, I, Las aguas de mi pozo, Montevideo, 2005, p.179

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