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El doble conforme condenatorio

y los recursos extraordinarios

Por Ricardo S. Favarotto

Sumario: I. La decisión y los fundamentos. – II. ¿El recurso


extraordinario de inaplicabilidad ley es el medio idóneo para satisfacer
el derecho a la doble conformidad condenatoria? – III. Y entonces… –
IV. Conclusiones. – V. Citas bibliográficas.

I. La decisión y los fundamentos

En la sentencia comentada, la Corte Suprema de Justicia de la Nación


(CSJN) se expidió en el por demás conocido caso “Carrascosa” aplicando la
doctrina de la arbitrariedad y, en consecuencia, invalidando lo resuelto por la
Suprema Corte de Justicia de la provincia de Buenos Aires (SCBA)1, que había
soslayado el tratamiento de las cuestiones planteadas, argumentando errores en
la técnica recursiva utilizada por la defensa, quien acudió a la máxima instancia
provincial por la equivocada vía del recurso extraordinario de nulidad (CPP, 491),
en vez de hacerlo –como hubiera correspondido– mediante el recurso de
inaplicabilidad de ley (CPP, 494). Por lo tanto, al amparo de un rigor formal
exagerado, el superior tribunal bonaerense arbitrariamente le privó al imputado
Carlos Alberto Carrascosa del derecho a la revisión integral de la condena a la
pena de prisión perpetua, al ser declarado coautor del delito de homicidio
calificado por el vínculo matrimonial (CP, 80 n° 1), que le fuera impuesta por la
Sala Primera del Tribunal de Casación Penal (TCP), luego de revocar el

1
SCBA, “Carrascosa, Carlos Alberto s/ recurso de casación”, P. 108.199, sent. del 7/9/2012.

1
pronunciamiento absolutorio –por esa misma ilicitud– del órgano jurisdiccional ante
el cual se celebraron las audiencias del juicio penal, es decir, el Tribunal en lo
Criminal n° 6 del Departamento Judicial San Isidro.
En sus fundamentos, la CSJN caracterizó al derecho a recurrir el
sentencia condenatoria como una garantía procesal de jerarquía constitucional,
tanto frente a una condena de primera instancia, cuanto frente a una condena
resultante del recurso casatorio contra la absolución originaria, tal el caso “sub
examine”. Enseguida hizo mención de la doctrina “Casal”2, donde se conceptúa
que la garantía instituida en el art. 8.2 h de la Convención Americana de Derechos
Humanos (CADH) exige, como regla general, que el imputado tenga la posibilidad
de someter la totalidad del contenido de la condena al escrutinio del tribunal del
recurso, con la única salvedad de aquellas cuestiones que estén indisolublemente
asociadas al principio de inmediación en el debate oral, las que por su naturaleza
no pueden reeditarse ante el órgano revisor.
Asimismo expuso que la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(CtIDH), en el caso “Mohamed”3, sostuvo que el contenido de la aludida garantía
convencional busca proteger el derecho de defensa y que no podría ser efectivo si
no se asegura respecto de todo aquel que fuese condenado mediante una
sentencia que revoca la primigenia decisión absolutoria. En el propio considerando
(8°), hizo una profusa transcripción de los § 90, 91, 92, 100, 101 y 162 “in fine” del
fallo de la CtIDH.
Por último, se refirió a la necesaria existencia de un pronunciamiento
jurisdiccional válido por parte del superior tribunal provincial, como específico
requisito de admisibilidad del recurso previsto en el art. 14 de la ley 48, con arreglo
a la doctrina “Strada”4 y “Di Mascio”5, concluyendo que el analizado no lo era, por
cuanto la SCBA –incurriendo en un ritualismo excesivo, al invocar error en el
“nomen iuris” de la vía utilizada– omitió arbitrariamente el control sobre la cuestión
federal comprometida en el impugnado decisorio del TCP bonaerense.

2
CSJN, “Casal, Matías Eugenio”, sent. del 20/9/2005 (Fallos: 328:3399).
3
CtIDH, “Mohamed vs. Argentina”, sent. del 23/11/2012.
4
CSJN, “Strada, Juan Luis”, sent. del 8/4/1986 (Fallos: 308:490).
5
CSJN, “Di Mascio, Juan Roque”, sent. del 1/12/1988 (Fallos: 311:2478).

2
Como corolario, en la parte dispositiva, la CSJN no sólo declaró
procedente el recurso extraordinario interpuesto por la defensa de Carrascosa,
dejando sin efecto la sentencia impugnada, sino que además ordenó el reenvío del
caso a la SCBA para que, por quien corresponda (es decir, integrada con jueces
hábiles), dicte un nuevo pronunciamiento con sujeción al presente.

II. ¿El recurso extraordinario de inaplicabilidad ley es el medio


idóneo para satisfacer el derecho a la doble conformidad
condenatoria?

El interrogante central que queda latente después del dictado del fallo
cimero consiste en saber si, una vez producido el reemplazo de los jueces
inhábiles (o sea, de los que refrendaron el decisorio anulado), la SCBA cuenta con
las herramientas eficaces para optimizar la revisión de lo revisable, de acuerdo a
la doctrina “Casal”. Dicho de otro modo, si en el estricto marco de la competencia
que le abre el recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley es factible dar debido
cumplimiento a la garantía del art. 8.2 h de la CADH, asegurando la revisión
amplia (fáctica y jurídica) de la condena impuesta al imputado, incluyendo el
estudio exhaustivo de las cuestiones de hecho y prueba que apuntalan la
sentencia casatoria que –al revocar la absolución primitiva, pronunciada al término
del prolongado juicio penal que se celebró en uno de los tribunales sanisidrenses–
le atribuyera, a título de coautor, el delito de homicidio agravado de su esposa,
María Marta García Belsunce, cometido en horas de la tarde del domingo 27 de
octubre de 2002 en su casa del country “Carmel”, en la localidad de Pilar.
Como punto de partida, es preciso señalar que el derecho al doble
conforme aparece prescripto no sólo por la CADH, donde se establece que: “Toda
persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras
no se establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda persona
tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas: derecho de
recurrir del fallo ante juez o tribunal superior” (art. 8.2 h), sino también por el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCyP), donde se dispone que:

3
“Toda persona declarada culpable de un delito tendrá derecho a que el fallo
condenatorio y la pena que se le haya impuesto sean sometidos a un tribunal
superior, conforme a lo prescripto por la ley” (art. 14.5).
La nitidez de ambas disposiciones, incorporadas al bloque de
constitucionalidad federal (art. 75 nº 22), no deja lugar a dudas: se trata de un
derecho exclusivo de aquél que fue condenado en primera instancia, que sólo se
satisface con un reexamen amplio y exhaustivo que permita la revisión integral del
caso. No importa mediante qué tipo de recurso se efectiviza, siempre que se
asegure la potestad de requerir el contralor de todos los presupuestos (fácticos) y
las consecuencias (jurídicas) de la condena, tarea jurisdiccional a cargo de un
tribunal superior al que dictó esa sentencia.
La CtIDH perfiló el significado y alcance asimétrico del art. 8.2 h de la
CADH al sentenciar el caso “Barreto Leiva”, al afirmar que “la doble conformidad
judicial, expresada mediante la íntegra revisión del fallo condenatorio, confirma el
fundamento y otorga mayor credibilidad al acto jurisdiccional del Estado, y al
mismo tiempo brinda mayor seguridad y tutela a los derechos del condenado” 6.
Por consiguiente, el derecho al doble conforme condenatorio también equivale a
decir que si la operación racional, con la que concluye el juicio penal, dos veces
arroja el mismo resultado, tanto en el procedimiento originario, como en el de
revisión, es porque existe (si no certeza apodíctica, al menos) una certidumbre con
altísima probabilidad de acierto en la solución. Así, por cuanto la condena y la
imposición de una pena restrictiva de derechos constituyen la máxima expresión
del ejercicio del poder punitivo estatal.
Por su parte, la CSJN en el fallo “Casal” –en sintonía con lo resuelto por
la CtIDH en “Herrera Ulloa”7– adscribió a la teoría del agotamiento de la aptitud
revisora, o de la máxima capacidad de producción (“Leistungsfähigkeit”, según la
doctrina y la jurisprudencia alemanas), que supone incrementar el esfuerzo
examinador de todo aquello que sea susceptible de ser examinado, vale decir, por
maximizar la revisión de lo revisable, con la sola excepción de aquellas cuestiones

6
CtIDH, “Barreto Leiva vs. Venezuela”, § 89, sent. del 17/11/2009.
7
CtIDH, “Herrera Ulloa, Mauricio vs. Costa Rica”, sent. del 2/7/2004.

4
que, en razón de estar íntimamente conectadas con la inmediación propia del
juicio oral, resultan de imposible reedición por parte del tribunal revisor superior.
Ahora bien; la pregunta del epígrafe es si podrá hacerlo la SCBA, aun
con su remozada integración.
Para ello, como primera medida, los nuevos jueces bonaerenses
deberán abandonar la inveterada (y restrictiva) doctrina según la cual “en la
instancia extraordinaria no procede efectuar un nuevo balance material del litigio,
pues no constituye una tercera instancia habilitada para revisar el pleito desde sus
cimientos, ni atender disconformidades conceptuales o genéricas de los litigantes,
que plantean un distinto criterio de apreciación o la reproducción de argumentos
ya examinados en la instancia ordinaria, pues esta tarea concluye con la sentencia
de la Cámara, a cuyos resultados debe estarse, en tanto no se demuestre una
valoración absurda”8.
Por lo tanto, acorde a la consolidada jurisprudencia local, la función
asignada al recurso de inaplicabilidad de ley (o doctrina legal, referida a aquella
que emerge de los propios precedentes de la corte bonaerense) no es la de
corregir en tercera instancia fallos equivocados o que se reputen tales, ni sustituir
a los jueces de la causa en cuestiones que por su índole les son privativas, desde
que –como regla– la SCBA debe tener por firmes las conclusiones fácticas que
haya establecido el “a quo”, limitándose a examinar si en el caso la ley ha sido
bien o mal aplicada por los jueces de mérito.
Sin embargo, la misma Suprema Corte provincial admitió una excepción
al principio de la irrevisibilidad de las cuestiones de hecho y prueba, forjando la
pretoriana teoría del absurdo, situación que queda configurada cuando lo resuelto
violenta de manera ostensible las reglas correcto raciocinio o cuando se invierte la
carga probatoria, es decir, cuando el juzgador establece la obligación de probar a
una parte cuando correspondía hacerlo a la contraria. Pero este error debe ser
notorio, pues “el concepto de absurdo hace referencia a la existencia, en la
sentencia atacada, de un desvío notorio, patente o palmario de las leyes de la
lógica o a una grosera desinterpretación material de la prueba producida. Al

8
SCBA, Ac. 59.600, sent. del 21/11/1995.

5
recurrente no le alcanza con argumentar que los hechos, la valoración de la
prueba, la interpretación de las conductas involucradas, etc., pudieron ocurrir o
hacerse de otra forma, tanto o más aceptable. Es indispensable demostrar que de
la manera sostenida en la sentencia no pudo ser”9. Palabras más, palabras
menos, “el vicio invalidante del absurdo no queda configurado aun cuando el
criterio del sentenciante pueda ser calificado de objetable, discutible o poco
convincente, ya que se requiere algo más: el error grave, grosero y manifiesto que
conduzca a conclusiones claramente insostenibles o inconciliables con las
constancias de la causa”10.
De tal manera, con el deliberado propósito de evitar que la vía
extraordinaria sea convertida en una tercera instancia sobre el mérito de los
hechos y las pruebas, la corte provincial sostuvo que “los jueces de grado son
soberanos, y por ende el relato histórico y la elección de los medios probatorios
para la solución del pleito, resulta inconmovible a través de los carriles
extraordinarios”11, o sea, que “los jueces de grado son soberanos en la fijación de
los hechos litigiosos y en la valoración de la prueba, por lo que el control casatorio
queda excluido en este terreno, salvo los supuestos en que los magistrados
incurran en absurdo”12.
Hitters (1984: 287-91) lo dijo en forma tajantemente clara: “el déficit
sentencial en el sector de los hechos, solamente perjudica a los intervinientes en
el pleito, mientras que el jurídico trasciende”.
Siempre en la búsqueda de la correcta intelección jurídica de la garantía
convencional del doble conforme condenatorio, no puede dejar de mencionarse
que –con relación al recurso extraordinario federal y a la doctrina de la
arbitrariedad, situación parangonable a la del recurso de inaplicabilidad de ley y la
doctrina del absurdo– la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
(ComIDH), en el caso “Abella” (a raíz del asalto al cuartel de La Tablada)13,

9
SCBA, C. 112.225, sent. del 14/12/2011.
10
SCBA, C. 93.080, sent. del 11/9/2013.
11
SCBA, Ac. 75.904, sent. del 1/11/2000; Ac. 89.776, sent. del 11/7/2007; C. 93.011, sent. del
27/2/2008; e/o.
12
SCBA, A. 71.318, sent. del 28/8/2013.
13
ComIDH Informe nº 55/97, “Juan Carlos Abella vs. Argentina” (Caso 11.137), del 18/11/1997.

6
enfatizó que “el recurso extraordinario no tiene por objeto remediar decisiones
supuestamente erróneas, sino sólo omisiones o desaciertos de gravedad extrema.
Teniendo en cuenta que la jurisprudencia de la Corte Suprema sostiene que el
recurso extraordinario no abarca la revisión del procedimiento, y que la doctrina de
la arbitrariedad impone un criterio particularmente restrictivo para analizar su
procedencia, en la práctica, el recurso extraordinario no permite la revisión legal
por un tribunal superior del fallo y de todos los autos procesales importantes,
incluso de la idoneidad y legalidad de la prueba, ni permite examinar la validez de
la sentencia recurrida con relativa sencillez. Es un recurso de extensión, limitado y
extraordinario, de restringida procedencia, por lo que no satisface la garantía del
inculpado a impugnar la sentencia”.
En resumen, si sólo en forma excepcional –esto es, en los supuestos de
absurda valoración de la prueba– queda habilitado el conocimiento de la SCBA en
la reconstrucción fáctica y en el contenido del plexo acreditativo, a través del
recurso de inaplicabilidad de ley, bien puede concluirse que esa doctrina resulta
palmariamente incompatible con las exigencias del doble conforme al que se alude
en el art. 8.2 h de la CADH, con el alcance emergente de “Herrera Ulloa” (CtIDH) y
“Casal” (CSJN). Con otras palabras, en la materia, tan impropio es el recurso
extraordinario federal14 (con la doctrina de la arbitrariedad), como el recurso
extraordinario de inaplicabilidad de ley (con la doctrina del absurdo), precisamente
por el carácter de tales: extra-ordinarios15.
Por todo cuanto hemos dicho, entendemos que frente al interrogante
que encabeza este acápite se impone la respuesta negativa.

14
CSJN, “Giroldi, Horacio David”, sent. del 7/4/1995 (Fallos: 318:514). No hace tanto, al expedirse
en la causa “Duarte, Felicia s/ recurso de casación”, sent. del 5/8/2014, la CSJN resolvió que
cuando la Cámara Federal de Casación Penal revoca la absolución de un Tribunal Oral y condena,
para asegurar la garantía judicial del doble conforme, deberá ser otra sala de la Casación la que
revise ampliamente la condena (y no la Corte, por la vía del recurso federal). Solución objetable
desde que “otra sala” del mismo tribunal, no es el “tribunal superior” al que se refiere la CADH.
15
Según Herbel (2013: 301), “la necesidad de dotar al sistema penal de una tercera instancia,
contra el recurso exitoso del acusador, tiene por obstáculo el carácter extraordinario de las
instancias ulteriores a la casación (Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires o Corte
Suprema de Justicia de la Nación), cuando ella debería tener carácter ordinario –amplio y sencillo–
, para satisfacer el derecho del imputado a recurrir su condena”.

7
III. Y entonces…

Y entonces no podemos menos que coincidir con Herbel (2013: 285) en


cuanto afirmó que en la base del problema se halla la utilización “contra reo” de
una doctrina concebida para garantizar la operatividad del derecho al doble
conforme, pues “en ‘Carrascosa’, el Tribunal de Casación de la Provincia de
Buenos Aires acudió al caso ‘Casal’ para revocar una absolución y condenar al
imputado. Tal uso del precedente resulta inapropiado y contrario a la Convención
que le dio origen”.
En efecto, toda vez que resulta inadmisible el uso perverso de las
garantías, es decir, la utilización del sistema de garantías en detrimento de los
garantizados, no se comprende y “no se ha explicado por qué una doctrina
elaborada para dotar al recurso de casación de una amplitud revisora tal que
satisfaga el derecho del imputado al control amplio de su condena (arts. 8.2.h,
CADH y 14.5, PIDCyP), pueda ser alegada en su perjuicio y como instrumento
para revocar su absolución”16.
Sin embargo, para ser exactos, la primera condición para llegar a este
engorroso trance de la causa seguida a Carlos Alberto Carrascosa la puso el
legislador bonaerense al dotar a las partes acusadoras –arts. 452 y 453, CPP– de
un derecho que, en el plano convencional y constitucional, sólo le corresponde al
condenado. Con toda justeza lo expuso José María Ruda, representante argentino
en las extendidas discusiones que precedieron a la aprobación del PIDCyP,
cuando afirmó que “la ley debe conceder idénticas garantías a todos los que se
encuentran en la misma situación ante los tribunales en materia criminal. Los
derechos del Procurador General no son iguales que los del acusado”17.
La Corte Suprema de Justicia en el caso “Arce” sostuvo que “las
garantías emanadas de los tratados sobre derechos humanos deben entenderse
en función de la protección de los derechos esenciales del ser humano y no para
beneficio de los estados contratantes… La garantía del derecho de recurrir ha sido

16
Herbel, 2013: 273.
17
Así lo dijo en la sesión del 24/11/1959 y fue transcripto por la CSJN en el caso “Arce”.

8
consagrada sólo en beneficio del inculpado. El Ministerio Público es un órgano del
Estado y no es el sujeto destinatario del beneficio (…), sin que ello obste a que el
legislador, si lo considera, le conceda igual derecho”18.
Ese criterio de la CSJN fue repetido en la causa “Gorriarán Merlo”19,
siendo actualizado y extendido a los acusadores privados en “Juri”, cuando la
Corte precisó que “el derecho a recurrir de la víctima del delito o de su
representante a partir de las normas internacionales sobre garantías y protección
judicial previstas en los arts. 8.1 y 25, CADH –más allá de que el recurrente haya
pretendido fundar la inconstitucionalidad de los límites aludidos en la disposición
del art. 8.2.h de la CADH–, lo cual por cierto, este tribunal no comparte en razón
de los fundamentos expuestos en el caso ‘Arce’ (CSJN - Fallos, 320:2145)”20.
Aun antes del caso “Juri”, la misma directriz había sido receptada por la
Cámara Nacional de Casación Penal, cuando expuso que “el alcance del art. 8,
nº 2, inc. h, fue consagrado sólo en beneficio del inculpado, en consecuencia, en
tanto la querellante no es el sujeto destinatario del beneficio, no se encuentra
amparada por la norma de rango constitucional”21.
Martín (2010) argumentó que en el supuesto de establecerse por ley el
derecho a recurrir la absolución, por el acusador privado, “ante una sentencia
absolutoria dispuesta por un tribunal de mérito y, recurso de la víctima mediante,
una imposición de condena decidida por la instancia revisora, el imputado debería
poseer un recurso adicional –amplio según la doctrina de la CSJN in re ‘Casal’–
para hacer valer aquel derecho… Ello es así por cuanto los arts. 8.2.h de la CADH
y, en especial, el art. 14.5 del PIDCyP garantizan al imputado de un delito no la
denominada ‘doble instancia’, sino el derecho a un recurso de su condena y de la
pena la que podría sobrevenir en una segunda instancia judicial, si también se le
garantiza el recurso en el derecho interno al fiscal o al acusador particular”.

18
CSJN, “Arce, Jorge Daniel”, sent. del 14/10/1997 (Fallos: 320:2145).
19
CSJN, “Gorriarán Merlo, Enrique Haroldo y Sívori, Ana María”, sent. del 19/10/1999 (Fallos:
322:2488).
20
CSJN, “Juri, Carlos A.”, sent. del 27/12/2006 (Fallos: 329:5994), con comentario aprobatorio de
Chiappe (2007).
21
CNCP, “Martinioni, Pablo Gabriel”, sent. del 16/6/2005.

9
En ese orden de ideas, Madina (2005: 618) apuntó, con razón, que “en
el plano normativo se traslada al caso concreto cuando advertimos que, de
aceptar el recurso de la víctima (querellante o particular damnificado en los delitos
de acción pública) contra la sentencia absolutoria, en caso de revocación y
condena habría que asegurarle al imputado un nuevo recurso contra dicha
decisión, a fin de resguardar el derecho a la doble instancia o doble conforme
(artículo 8.2 h de la CADH), teniendo en cuenta que éste sólo se satisface
asegurando un recurso amplio y no la posibilidad de interponer un recurso
extraordinario, lo que generaría un espiral recursivo sin solución”. En la misma
línea, aunque en referencia al PIDCyP, Ferrajoli (1996: 447-8) expuso que
prescribe “el derecho del imputado a tener no solamente un doble juicio
concordante en caso de condena: en hipótesis, esto debería querer decir también
un tercer juicio, cuando el primero fuera de absolución y el segundo de condena”.
De tal modo, cuando el legislador prevé recursos para que las partes
acusadoras puedan impugnar las sentencias absolutorias, algo que sucede como
regla en la codificación bonaerense22, esas atribuciones sólo podrían serles
acordadas en la medida en que de mediar condenación ulterior se garantice una
posibilidad más para el imputado, lo que resulta asaz dificultoso –si no imposible–
de viabilizar, como lo demuestra el empantanado proceso a Carrascosa.
Por consiguiente, ante los alcances del fallo comentado y luego de
doce años de sinuosa tramitación procesal, no hay motivos que permitan avizorar
–a corto plazo– que en la causa mentada se pueda llegar a una razonable salida
del laberinto jurídico en el que se halla inmersa, a raíz de la indebida concesión de
derechos recursivos a las partes acusadoras –en paridad de condiciones con el
imputado– que hizo el legislador provincial (CPP, 452 y 453) y, además, por la
desacertada resolución del recurso casatorio, que hizo valer en contra del
enjuiciado una doctrina concebida para optimizar los rendimientos de su derecho
a la doble conformidad condenatoria.

22
La excepción es –paradójicamente– en el juzgamiento de los delitos más graves, para los que la
ley 14.543 instituyó el sistema de juicio por jurados (CPP, 22 bis), donde se dispuso que si el
veredicto fuera absolutorio, será irrecurrible para las partes acusadoras (CPP, 371 quarter nº 7 “in
fine”). Así también en el art. 452 “in fine”, al establecer que “en el procedimiento de juicio por
jurados, el Ministerio Público Fiscal carece de legitimación para recurrir”.

10
IV. Conclusiones

1. El derecho del condenado a la doble conformidad, en tanto garantía


procesal instituida exclusivamente en su favor (CN, 75 nº 22: CADH, 8.2 h y
PIDCyP, 14.5), produce una inevitable divergencia entre los principios acusatorios
de bilateralidad e igualdad de armas. Lo propio ocurre con el axioma sobre la duda
en materia probatoria y con el recurso (o acción) de revisión de la cosa juzgada,
que sólo operan a favor del imputado y del condenado, en ese orden.
2. El derecho al doble conforme condenatorio también equivale a decir
que si la operación racional, con la que concluye el juicio penal, dos veces arroja
el mismo resultado, tanto en el procedimiento originario, como en el de revisión, es
porque existe (si no certeza apodíctica, al menos) una certidumbre con altísima
probabilidad de acierto en la solución. Así, por cuanto la condena y la imposición
de una pena restrictiva de derechos constituyen la máxima expresión del ejercicio
del poder punitivo estatal.
3. En el nivel convencional-constitucional, las partes acusadoras
carecen de un simétrico y específico derecho a la revisión de la sentencia
definitiva, dictada al término del juicio penal. Si el legislador ordinario decide
dotarlas del mismo, como sucede en el Código Procesal Penal de la provincia de
Buenos Aires (arts. 452 nº 1 y 2 y 453), en las hipótesis de que la impugnación del
fallo absolutorio prosperara, como sucedió en el caso “Carrascosa”, impone la
necesidad de establecer una nueva instancia ordinaria, que implicará siempre una
chance más para el condenado que le asegure la intangibilidad de su derecho.
4. El derecho a la revisión de la condena conlleva un reexamen amplio
–maximizando la revisión de lo revisable, hasta donde lo permita la inmediación–
que se extienda desde la reconstrucción de los hechos, la selección y valoración
probatoria y los errores verificables en la interpretación y aplicación del derecho,
hasta la magnitud de la reacción punitiva. Este conjunto de operaciones
jurisdiccionales, a cargo de un tribunal superior al que impuso la condena, requiere

11
de un recurso ordinario, accesible y eficaz para el imputado23. En consecuencia, la
garantía convencional del art. 8.2 h de la CADH resulta manifiestamente
incompatible con la acotada extensión de los recursos extraordinarios, tanto en el
orden federal, como en el provincial.

5. Citas bibliográficas

CHIAPPE, J. P. (2007), Consideraciones sobre el derecho al recurso de


la querella a partir del fallo “Juri” de la CSJN. Revista Pensamiento Penal
(http://new.pensamientopenal.com.ar/sites/default/files/2012/02/contravencional01
_0.pdf).
FERRAJOLI, L. (1996), Los valores de la doble instancia y de la
nomofilaquia. Nueva Doctrina Penal, NDP 1996/B. Buenos Aires: Editores del
Puerto.
HERBEL, G. A. (2013), Derecho del imputado a revisar su condena.
Motivación del fallo y derecho al recurso a través de las garantías constitucionales.
Buenos Aires: Hammurabi.
HITTERS, J. C. (1984), Técnica de los recursos extraordinarios y de la
casación. La Plata: Librería Editora Platense.
MADINA, M. A. (2005), Los derechos del imputado y la víctima en los
tratados internacionales de derechos humanos y su conflicto en el seno del
proceso penal. Anuario de Derecho Constitucional Latinoamericano, disponible en
la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
(http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/dconstla/cont/2005.2/pr/pr10.pdf).
MARTÍN, A. N. (2010), ¿Posee la víctima de un delito un derecho
constitucional al recurso contra la sentencia penal absolutoria? Revista
Pensamiento Penal (http://www.pensamientopenal.com.ar/01072010/revista01.pdf)

23
CtIDH, “Mohamed vs. Argentina”, § 99, sent. del 23/11/2012. CSJN, “Duarte, Felicia s/ recurso de
casación”, consid. 10, sent. del 5/8/2014.

12

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