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La cuentística de Luis Aguilar Monsalve: posmodernidad, juegos

narrativos y preocupaciones morales

Luis Aguilar Monsalve, intelectual en todo el sentido de la palabra, es un escritor y profesor


ecuatoriano internacionalmente reconocido por su labor docente y creativa. Valorar su obra
cuentística antologada en, por ejemplo, El cuento ecuatoriano 1970-2010, Narrativa de Azuay y
Cañar, Antología básica e historia del cuento ecuatoriano y Cuentos migrantes) no es fácil
porque esta es muy exigente; su narrativa, a menudo, es un trompe l’oeil que podría dejar pensar
que solo se leen buenas anécdotas. Empero, una vez rebasada la lectura inicial superficial, el
lector es atrapado por un lenguaje estetizado y adornado de referencias históricas y culturales
que convierte a la lectura en un acto de compromiso intelectual y literario que no dejará al lector
indemne.

El discurso literario de Luis Aguilar Monsalve es entonces, retomando el concepto del


antropólogo francés Paul Ricoeur (1995), una proyección de mundos porque el escritor, como
sujeto actante, refleja en su obra su concepción de la sociedad y de la vida que resulta de la
comprensión del mundo en el que se desenvuelve, de acuerdo con sus principios filosóficos,
éticos y estéticos. El universo del texto es, en realidad, el de su autor: el escritor. Al respecto,
Daniel Rodgers señala que para LAM “el mundo concreto, la realidad supuestamente objetiva
que nos rodea, es solo el comienzo y no el fin de la exploración artística”.

Como indica el título inicial de la ponencia, este estudio pretendía analizar tres obras del escritor
azuayo (los libros de cuento Dejen pasar al viento, 2004; y La otra cara del tiempo y otros
cuentos, 2006; y los microrrelatos Mínimo mirador, 2010). Sin embargo, por el tiempo del que
dispongo, solo me cenrtré en el análisis de los microrrelatos desde tres postulados: la utilización
de recursos narrativos posmodernos; los juegos narratológicos con el tiempo, el espacio, los
narradores y los personajes, así como el neocosmopolitismo ecuatoriano del siglo XXI.

La primera edición de Mínimo mirador, publicada en 2010 en la editorial madrileña Verbum,


contiene cien microrrelatos construidos alrededor del tema de la vista, de lo que se percibe,
de lo que se observa, se descubre, se avista o se distingue; es decir, los sucesos en los que los
ojos se focalizan o son focalizados. Vistos en su conjunto, los cien microrrelatos se pueden
agrupar temáticamente de la siguiente manera:
- Los que tratan de la muerte en todas sus variantes: por accidente, asesinato, causa
natural: “El adiós nunca llega tarde”, “el último adiós”, “lo único que necesita el hombre
es una taza de café”, “Todo tiene sus consecuencias”.
- Los que tratan de la soledad y la incomunicación: “La ranura final” o “Topa, topa, pum”.
- Los que tratan de la enfermedad: “El precio de la argucia”, “La habitación 277” o “Es la
hora de partir.
- Los metaliterarios: Marcelo Casares, A veces una entrada tiene dos salidas, “Carne es
carne”, “La biblioteca”.
- Los filosóficos, como el microrrelato “Ser” (p. 79), acumulación de 10 sustantivos, que
forman diez oraciones, asimilables a las 10 etapas de la vida según el autor: “Oscurdiad.
Confusión. Nacimiento. Desarrollo. Felicidad. Decepciones. Muerte. Conjetura.
Suposición. Eternidad”.
- Microrrelatos sobre el tiempo, su relatividad y su circularidad: “Bam, bam, bam”, “La
relatividad del tiempo”.

Ahora, antes de pasar al análisis, quiero precisar dos aspectos. El primero referente al subgénero
narrativo microrrelato. No voy a discurrir sobre su teoría (eso ya lo hicieron estupendamente
bien Irene Andrés-Suárez. El microrrelato español. Una estética de la elipsis (2010); David
Lagmanovich (2006).El microrrelato. Teoría e historia y David Roas. Ahora, si bien es cierto el
microrrelato es un fenómeno editorial que también ha convocado muchos concursos literarios
porque la forma breve atrae tanto a lectores como escritores. No obstante, el microrrelato no
es una mera modificación en el plano formal, sino que está en íntima relación con una nueva
configuración de la subjetividad y de la realidad histórico-cultural. Estas entrañan una
sensibilidad también nueva que encontrará su plasmación en ella. Esta condensación del
formato permite, como señaló David Roas, alcanzar objetivos estéticos sobre los cuales
volveremos a continuación. Además, los microrrelatos necesitan a un lector cómplice, pues “La
brevedad supone una alta tensión interna y máxima elisión, lo que supone la participación
activa del lector, pues se le exige que al emprender la lectura contribuya con su
conocimiento y saber, tanto de literatura como de mundo, para desentrañar los sentidos del
texto” (Herrera Álvarez, 2014, p. 15)

La segunda consideración inicial indispensable se refiere a la conceptualización de


posmodernidad literaria. Al no haber fenómenos artísticos sin fenómenos sociales es
indispensable precisar que existen dos conceptos de modernidad: el de Jürgen Habermas y
el de Jean François Lyotard, según el análisis de Fredric Jameson, con el que
personalmente coincido (Jameson, 44-46). En efecto, mientras Habermas sostiene la
vigencia de la modernidad más allá de su fracaso emancipatorio, atribuyéndole, además,
al concepto de posmodernidad un tinte conservador y reaccionario (Habermas, 19-36),
Lyotard plantea el fin de la modernidad a partir de la caída de los metarrelatos elaborados
por la filosofía moderna que la sostuvieron: el relato iluminista, el idealista, el marxista,
el cristiano y el liberal (Lyotard, 73-78). Sin duda alguna, los rasgos formales del
postmodemismo ("la transformación de la realidad en imágenes y la fragmentación del
tiempo en una serie de presentes perpetuos") se corresponden, pues, con la emergencia
de un nuevo momento del capitalismo tardío. Linda Hutcheon (1988), refiriéndose ya a
la literatura, acota que la ficción postmodernista intenta crear un espacio democrático en
el que sea posible la participación del lector, el cual asume una identidad compuesta con
el escritor y el crítico. La metaficción posmodernista es altamente experimental, de ahí
que tienda a jugar con las posibilidades del significado y de la forma.

Esto dicho, se entiende que la posmodernidad literaria se caracteriza por la reescritura y


deconstrucción de los géneros literarios. Esta plantea una nueva concepción del sujeto, la
racionalidad, el conocimiento, la sociedad y el arte. Se centra en las manipulaciones de
los géneros que los llevan a una extrema hibridez e indecidibilidad; en el borramiento de
las fronteras entre las esferas de la ficción y la realidad; en la afirmación del mayor valor
de la lectura y la reescritura respecto de la escritura y la creación original; así como lo
marginal frente a lo totalizador y central (Piña, pp 18-19).

Algunos de los recursos de la posmodernidad literaria son la subordinación de la


reproducción mimética de cierto período histórico a la presentación de algunas ideas
filosóficas, esto es, “las ideas que se destacan son la imposibilidad de conocer la verdad
histórica o la realidad; el carácter cíclico de la historia y, paradójicamente, el carácter
imprevisible de esta, o sea que los sucesos más inesperados y más asombrosos pueden
ocurrir”1; la metaficción o los comentarios del narrador sobre el proceso de creación; la
intertextualidad y, por último, los conceptos bajtinianos de lo dialógico (proyectan dos
interpretaciones o más de los sucesos, los personajes y la visión del mundo), lo
carnavalesco, lo paródico y la heteroglosia.

Frente a las narrativas modernistas o realistas, la narrativa posmoderna establece un nuevo


pacto de lectura con el público, que entraña, al margen de reflexionar sobre la propia escritura
y experimentar con los niveles de realidad del texto, como vemos en gran parte de sus novelas

1
Ibid., p. 42.
y relatos, fundamentalmente contar una historia que entretenga al lector y capture su interés.
(Piña, p. 26). La narrativa posmoderna exige un lector cómplice que, muchas veces, se relaciona
con los fINALes ABIERTOs, el pastiche, la intertextualidad, la metalepsis, la inderteminación
espacio temporal y el neocosmopolitismo.

La magia del microrrelato es el final abierto, que deja un abanico de posibilidades para la
imaginación, las conjeturas, la reescritura. Escuchen, por ejemplo, “¡cuidado con lo que
preguntes!” (p. 35). ¿De dónde sacó la oreja?¿ esta oreja es animal o humana? ¿Él la cortó del
cuerpo o la consiguió por ahí? Aparte de ello, este final carente de causa y efecto nos retrotrae
al teatro del absurdo de Ionesco y Beckett. El final abierto es un rasgo distintivo de los
microrrelatos de esta obra. Muchos de ellos plantean el meollo del asunto y dejan al lector
cómplice la responsabilidad de adornar la anécdota como también sucede en “El cuarto de la
diminuta puerta apolillada”.

Como ven, los textos de ficción proyectan mundos, pero tb objetos puramente intencionales.
De ahí que aparezcan recurrentemente en los microrrelatos los espejos, las escaleras , etc.). Por
ejemplo, en “El disfraz” el espejo le permite al protagonista reflexionar sobre su vida a partir de
un sueño frustrado: asistir a una fiesta de disfraces. El espejo es la verdad; no es lo que pienso
o digo de mí, o lo que los demás piensan de mí; soy yo ante mis silencios y vergüenzas sin
confesar. El verse reflejado es verse definido en esencia, al desnudo.

Según propone Lagmanovich, hay microrrelatos que utilizan la reescritura y la parodia, lo cual
vuelve más destacado el papel de la intertextualidad en el estudio del microrrelato. La parodia
supone añadir el elemento del humor bajo las formas de ironía, sátira o sarcasmo. Sin embargo
en “Mirror, mirror in the Wall, who is the fearest of them all?” no hay parodia, sino pastiche. Es
parodia sin sentido del humor, sin impulso satírico, sín risa, o "blank parody". Escuchen el
diálogo que se entabla entre la protagonista y el espejo (p. 22). Además, este microrrelato
mantiene una evidente relación intertextual con Blanca Nieves de los Hermanos Grimm.

Con respecto al neocosmopolitismo de LAM, debo recordar que el término neocosmopolita fue
acuñado por Daniel Rodgers. El cosmopolitismo tb se evidencia en la indeterminación espacial
o temporal: es casi imposible, en la mayoría de los microrrelatos, determinar la adscripción
espacio temporal. Esta irresolución acentúa la soledad y revela la ausencia de anclajes, raíces,
objetivos y sueños de los personajes. En “El adiós nunca llega tarde”, la indeterminación y el
anonimato (p. 32) son abrumadores. La sucesión de acciones empieza por deshumanizar al
protagonista hasta que este pase de una muerte en vida a una muerte definitiva.
La universalidad de los microrrelatos por la ruptura o indeterminación así como por la
inmanencia, constituida por los lenguajes, que reconstituyen el universo en signos de su propia
creación, transformando la naturaleza y la cultura en un sistema semiótico inmanente (unido de
un modo inseparable a su esencia, aunque racionalmente pueda distinguirse de ella). La
indeterminación es la ambigüedad, la heterodoxia, la discontinuidad y el pluralismo se
manifestarian en una inclinación manifiestamente deconstruccionista: desintegración,
descentramiento, diferencia, desplazamiento, discontinuidad, desmistificación, destotalización

Tanto el tiempo como el espacio son incompletos en los micorrelatos de LAM porque, según su
autor, todo lo que se ve y siente es apenas una realidad trizada, deudora de nuestras
percepciones subjetivas. En consecuencia, la ficción es otra vía para expresar o completar
nuestra percepción mundana en todas sus variantes, cronotopos y escenarios. A modo de
ejemplo, “Desde los hemisferios”, micrrorelato en el que no sabemos ni dónde estamos, ni en
qué momento y, por si fuera poco, no sabemos hasta el final quien empujó a quien. En otro
microrrelato

LAM tb emprende otros juegos con el tiempo y el espacio. Por ejemplo con el microrrelato “De
pronto, el otoño” podríamos, a primera vista leer el encuentro casual de un señor mayor con u
niño. Sin embargo, si reparamos en la oración “La brisa y el frío se adueñan del temporal”, lo
que realmente sucede, y lo confirman las relecturas, es un encuentro de tiempos. Lo que rompe
este reencuentro cronológico es el encendido de los faroles por la disminución de la claridad.
Este acontecimiento externo rompe el paradigma espacio temporal de los personajes.

La Circularidad del tiempo es otro postulado filosófico visible en los cuentos de LAM. En “La
circularidad del tiempo” el narrador insiste en que, de niño, no importa el tiempo pero hoy es
un adulto y el tiempo se materializa en la inquietud que el paso del tiempo provoca, hasta se ve
esta preocupación en un círculo perfecto de humo cuando fuma. Carácter cíclico de “A veces
una entrada tiene dos salidas”, ya que empieza por el final, de tal manera que siempre que se
lea el microrrelato se ha de volver al inicio siguiendo la causalidad temporal. Ahora bien, los
conocimientos adquiridos durante la lectura engalanan lo que, a primera vista, fue un estímulo;
nada más que un estímulo. Estos laberintos circulares de lectura se corresponden con los
vericuetos ontológicos de la evolución humana en la historia, los que NIetzche, en La gaya
ciencia y luego en Así habló Zaratustra (), llamó “eterno reterno”, no solo una repetición de los
acontecimientos, sino también de los pensamientos, sentimientos e ideas, vez tras vez, en una
reiteración infinita e incansable, que permite vivir sin temor ni miedo. Es entonces un
mecanismo de desdramatización de la vida y sus acontecimientos más traumáticos o perversos.
Luego de los juegos temporales, LAM tb acude a los juegos con los personajes. Por ejemplo, en
“El misterioso mundo del señor Petiablo” 3 personajes Pablo, Pedro y Santiago Se conocen pero
no confían el uno en el otro. Esta grieta entre ellos radica en el crimen que tuvo lugar hacía más
de sesenta años. Realmente el narrador es quien nos permite desentrañar lo que a primera vista
parece una simple anécdota de crimen pasional: yo los conocí en su vejez. En una de esas
coincidencias que nos depara el destino, los vi caminar por separado, pero en la lejanía de la
senda, los hombres de cabello cano se fundieron en una sola persona, apoyados en un unico
baston. LAM juega con la tripartición de la conciencia: el yo, el super yo y el ello del protagonista.
El yo (pedro) se rige por el principio de realidad y actúa como si no hubiese pasado nada. El super
yo tiene en cuenta el aprendizaje inconsciente de las normas sociales y culturales. Es por eso
que Santiago avisa a Pedro y a todo el pueblo. El ello (zona donde residen los procesos psíquicos
más primarios y los impulsos instintivos: deseo, venganza, etc.). el ello es Pablo, “la esposa de
pedro, dorotea, fue asesinada mientras dormia con Pablo”. Finalmente, el título del cuento
termina por validar esta opción: el señor petiablo resulta ser la combinación de los tres nombres:
La sílaba “pe” de pedro; tia de Santiago y blo de Pablo. 1 nombre que refleja los tres sistemas
funcionales de la personalidad humana.

El neocospomolitismo se evidencia tb en la transtextualidad de sus microrrelatos, retomando el


término de Gerard Genette para referirse a todo lo que pone al texto en relación, manifiesta o
secreta, con otros textos, en este caso “Carne es carne” de LAM dialoga con “Ajuar funerario”
de Fernando Iwasaki, dado que un problema de herencia se resuelve por el canibalismo; el
microrrelato “La biblioteca” nos retrotrae al cuento de Borges “El jardín de senderos que se
bifurcan”, de Borges en (p. 100). El protagonista del microrrelato es Yu Tsun, el espía que
trabajaba para los alemanes. (De pronto, el otoño) a través de su epígrafe “La culpa, querido
Bruto, no está en las estrellas, sino en nosotros mismos, del drama Julius Caesar, Act 1, scene 2,
135–141 dialoga con Shakespeare. Como en el cuento de Borges “El otro” donde Borges el viejo
de Cambridge encuentra al joven Borges de Ginebra, en nuestro caso el hombre mayor se
reencuentra con él mismo y vuelve a jugar como hace tantos años. Es ahí donde cobra todo su
sentido la cita de Shakespeare: los hombres son dueños de su destino. Solo un detalle nos es
dado para intuir este reencuentro y sospechar que el hombre y el niño podrían ser la misma
persona: “¿Cómo se llama?. Me llamo Jaime. Yo tb, dice el pequeño con entusiasmo. Cuando el
niño se pierde en la distancia, el señor le contesta, la voz como una mueca: “lo sé”.
Este cuento mantiene una relación intratextual con un relato de Luis titulado “Al otro lado de mi
voz” de Dejen pasar al viento.; el Don guido de Antonio Machado en (Don Aurelio, p. 82).

Otro foco de análisis de la obra de LAM puede ser lOS TITULOS que exploran todas las
posibilidades enunciativas: preguntas (¿Cuáles son las lecciones más efectivas?, ¿Me llamará
hoy?) , exclamaciones (¡Cuidado con lo que preguntes!), enumeraciones con sustantivos (“unas
púpilas, un flash, una mercancía”, “camera, lights, action”) que nos remiten a escenas casi
cinematográficas; frases monopalábricas (Vigilante, ser, metempsiscosis), un artículo + un
sustantivo, onomatopeyas (Topa, topa, pum; bam, bam, bam), refranero (Cuando Dios quiere
dar, por la puerta ha de entrar; haz el bien y no mires a quién), oraciones completas (“el
transporte que no cumplió su destino” y “la noticia que sirvió de bálsamo”, por ejemplo). Estos
títulos, aparte de despertar y estimular el deseo narrativo (teoría aplicada a la narrativa de LAM
por Manuel Medina) invitan tanto a las inferencias como a la curiosidad de conocer todos los
detalles de una situación cotidiana convocada por el título: “Cuando ella me dijo que sí”, “Lo que
está más allá de una puerta cerrada en un ático” o “las escaleras tb hablan”.

La figura del narrador

En los microrrelatos de Mínimo mirador el narrador es un guía que sirve para poner al lector en
la ubicación en la que él desea que el lector esté; busca el control; puede ser, sin embargo, una
voz totalmente engañosa, cuyo propósito es dirigir mal, confundir, con el único fin de dar un
«jaque mate» y obtener del lector la sorpresa requerida al final. De hecho en, “Un adelanto” el
narrador irrumpe en el ámbito de los personajes; es lo que se llama Metalepsis. Sin transición
aludo a “Continuidad de los parques”, de Julio Cortazar, cuento en el que el personaje contaba
su propia muerte. Así sucede en “Las escaleras tb hablan”. Aguilar lleva a cabo un reescritura de
un género, hasta hace poco, considerado menor, el policial. El asesinado cuenta sus sensaciones,
el dolor, y sus últimos segundos de vida. Se trata de un microrelato que le devuelve el
protagonismo al muerto. En lugar de los relatos tradicionales en los que lo que importa es
encontrar al criminal, Aguilar se centra en la víctima presentando así una deconstrucción del
relato policial. Es verdaderamente un microrrelato refrescante.

Lenguaje estetizado
Como señaló Manuel Medina en su artículo “El deseo narrativo en la ficción de la LAM”: “lo que
primero atrapa es la manera de utilizar el lenguaje empleando la técnica del aletargamiento
(slowing down), de los formalistas rusos, que permiten que las voces narrativas conviertan
escenas cotidianas en experiencias estéticas notables” (p. 115). Así ocurre en “El último adiós”,
microrrelato en el que se presenta la escena cotidiana de unos jóvenes colegiales con espíritu
revolucionario. Al final resulta que el joven revolucionario protagonista es asesinado por amigos
del colegio. P. 272. En “Desde los hemisferios” se retrata la típica escena de la envidia laboral (p.
64).

Conclusiones

Me atrevería a concluir estas incipientes reflexiones señalando que la mayoría de los


microrrelatos de Mínimo mirador se entroncan en la categoría de lo Real Maravilloso, cuyo rasgo
principal es la creencia de que lo extraordinario es lo novedoso o lo insólito, esa cualidad de
dejar atónito a las personas al salirse del molde de las normas preestablecidas. Esta salida de las
convenciones sociales o reformulación de los códigos y reglas es también, indudablemente, otro
rasgo de la posmodernidad de estos microrrelatos, tanto por su carácter híbrido como por sus
experimentaciones literarias. El postmodernismo, particularmente en Mínimo mirador, conlleva
una "doble visión" en la que se conjugan impulsos apolíneos y dionisiacos: la igualdad y la
diferencia, la unidad y la ruptura, la filiación y la revuelta. Son textos intensamente
autorreflexivos que reivindican abiertamente su condición de artefactos lingüísticos. LAM se
destaca porque tiene el donde de dar a la ficción tonos de tangibilidad y matices ficcionales a lo
real.

Esta obra es un mínimo mirador del mundo postmoderno desde donde avizoramos sus penas y
alegrías, sus desvaríos y sorpresas, sus injusticias y desigualdades, pero también furtivas alegrías
y recompensas. Al ser la temática de este vigésimo congreso de la asociación de ecuatorianistas
“Reubicando al ser ecuatoriano”, me pregunté inicialmente, después de varias lecturas, ¿dónde
se puede reubicar al ser ecuatoriano con estos relatos? Llegué a la conclusión de que la mejor
manera de ubicarle no es que querer encasillarlo o etiquetarlo sino escucharle, darle voz y
concebirlo en su cotidianeidad. Este es el mensaje que se desprende de los 100 microrrelatos.
Muchas gracias.

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