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¿Kakistocracia u oclocracia?

LA OPINIÓN DECorina Yoris-Villasana@yorisvillasana

25 DE ABRIL DE 2017 12:07 AM

De acuerdo a la definición aristotélica, por oclocracia se entiende una de las tres formas en
las que degenera una democracia. ¿Cómo se llega a esta degradación? Una vez que el
concepto de pueblo, manoseado hasta la saciedad, cambia su significado y pasa a significar
e identificarse con la plebe, y esta se caracteriza por tener una suerte de voluntad llena de
vicios, incoherente, a veces hasta irracional, que se hermana con las supercherías, en ese
mismo instante la democracia deja de serlo para convertirse en oclocracia.

Quienes asumen la representación de esa plebe dicen actuar en nombre del pueblo, cuando
en realidad es plebe, y para convencer a esa masa confusa e irracional usan todo tipo de
mecanismos demagógicos; apelan cotidianamente a los sentimientos más primarios del ser
humano, atacan la razón como su peor enemiga, manejan el miedo como arma de sujeción y
prometen todo aquello que a esa plebe le falta.

En esa táctica para ejercer un fuerte dominio, el lenguaje se convierte en un arma


poderosísima. Es probable que muchas veces no se tenga plena conciencia del poder de las
palabras. Ellas no son ingenuas; al contrario, detrás de ellas hay una forma de entender el
mundo y al ser humano, hay una cosmovisión.

Se comienza a usar las palabras de manera distinta a la que poseen originariamente. Y ello
va creando una manera de ver la realidad. Por ejemplo, ¿creen inocente el cambio de la
palabra “profesor”, “docente” u otro equivalente por “trabajador universitario”? Demonizan
la “derecha” a tal punto que muchos se sienten insultados si son catalogados como
derechistas. Hablan de invasiones o de magnicidios en sus arengas y con eso consiguen
levantar los sentimientos nacionalistas. De manera que el lenguaje debe ser conocido para
evitar caer en las trampas y falacias de los discursos demagógicos.

Hay otra degeneración de la democracia llamada kakistocracia. Este vocablo es un


neologismo acuñado en los años cuarenta por el profesor Michelangelo Bovero, quien le dio
como significado “el gobierno de los peores”, atendiendo a su etimología. Al buscar la
explicación de esta denominación de una forma de gobierno, se puede acudir al Dictionary
of Sociology y allí se dice expresamente que es: “Gobierno de los peores; estado de
degeneración de las relaciones humanas en que la organización gubernativa está controlada
y dirigida por gobernantes que ofrecen toda la gama, desde ignorantes y matones electoreros
hasta bandas y camarillas sagaces, pero sin escrúpulos”.

De tal manera, que la aparición del neolenguaje revolucionario no es de extrañar. Su peor


característica es el uso y abuso de los vocablos soeces. El uso coprológico del lenguaje que
ellos creen que es la mejor manera de llegarle al corazón de la masa.
Muchos de estos ignaros creen que están actuando como lo hicieron los revolucionarios
franceses cuando introdujeron nuevos vocablos. Para los revolucionarios franceses era
indispensable que el pueblo francés hablase la lengua nacional, pues de lo contrario no
comprendería la democracia en toda su importancia. La política lingüística francesa duró
siglos y su objetivo primordial fue sustituir el latín y, con ello, ir disminuyendo el impacto
de la Iglesia Católica dentro de los poderes gubernamentales. Sin embargo, era la gente culta
la que usaba el francés, mientras que la población rural continuaba ignorando la lengua
nacional.

Así que, cuando en la los días de la revolución se cambian los nombres de los meses, por
ejemplo, obedece a una política pensada y articulada. Veamos algunos
ejemplos. Brumario (Brumaire), segundo mes del calendario revolucionario, es un vocablo
con una gran poesía encerrada en sus caracteres; se refiere a “las neblinas y las brumas bajas
que son la trasudación de la naturaleza de octubre en noviembre”. Igual pasa
con Floreal ( Floréal) que se refiere a “la apertura de las flores de abril en mayo”. Los días
se asocian con una planta o mineral, un animal, o una herramienta. Así el primero
de Brumario es Pomme (manzana); el segundo día de Floréal es Chêne (roble) y podría dar
más ejemplos de unos vocablos llenos de sentido y lirismo.

Nada que ver con las obscenidades escuchadas en boca de los nuevos revolucionarios
nacionales, cuya neolengua es una desfiguración de nuestro idioma y una expresión de mal
gusto y procacidad.

¿Kakistocracia u oclocracia?
La kakistocracia: El gobierno de
los peores
10 agosto, 2013

Cuando un gobierno dura mucho tiempo se descompone poco a poco y sin


notarlo. Montesquieu
El filósofo político Michelangelo Bovero utilizó el término para describir el
régimen político italiano de finales del milenio: “Un tipo de gobierno
plutocrático-demagógico-autoritario. Basado principalmente en la
idiotización mediática de grandes masas electorales”.
Cualquiera que estudie el proceso político venezolano constatará que el país
ha transitado hacia una kakistocracia, especialmente en las últimas dos
décadas.
Haciendo un evalúo de escenarios concisos: el Presidente de la república
con baja preparación académica y experiencia gerencial, el diputado
Diosdado Cabello es un golpista arrogante que coarta el derecho de
palabras de otros parlamentarios. Incertidumbre en los resultados
electorales, la inscripción y hasta votación de muertos, irregularidades en
los procesos de contrataciones públicas. Campañas electorales e
institucionales que carecen de sustancia. No hay un plan económico
integral, ni un plan de salud, ni un plan para la educación y menos un plan
anti-crimen que arroje resultados positivos y minimice el temor social sobre
la integridad física.
Hay parches y frases demagógicas como “tenemos patria, un fallecido vive
y la lucha sigue…” escuelas del siglo veintiuno recién construidas pero poco
funcionales y cifras “maquilladas” de empleo y crecimiento económico que
desafían la credibilidad. La idiotización mediática culmina con anuncios de
resentimiento y traición.
Venezuela se encuentra en un estado de degeneración de las relaciones
humanas en que la organización estatal está controlada y dirigida por
actores políticos que ofrecen toda una gama: desde ignorantes, corruptos y
electoreros, hasta bandas y camarillas sagaces sin escrúpulos. Valga
resaltar que no se trata sólo de los miembros en el alto gobierno nacional,
pues también existen diputados y candidatos que no representan algo más
allá de poca capacidad gerencial de la cosa pública.
La democracia ha tenido tantas definiciones y ha sufrido muchas
tergiversaciones, su significado ha quedado en tal magnitud confusa que
permite prácticamente a cualquiera emplearla para casi cualquier uso y con
disímiles objetivos, sean lícitos o ilícitos. Una kakistocracia cuenta con todo
el poder, el dinero y los recursos, pero poca voluntad política existe para
mejorar y al contrario, todo empeora.
En Venezuela, a pesar de acciones inspiradas en muy buenas intenciones,
quienes siempre lucharon contra las perversidades del sistema, terminaron
erigiéndose en los más dignos (¿o indignos?) representantes de aquello
contra lo que siempre lucharon, y es que no hay nada como luchar contra
el gran poder, hasta tenerlo para acabarlo, y terminar haciéndose (y
asiéndose) de él y aplicando medidas peores de las sufridas con tal de
asegurarlo.
Vaya un llamado de conciencia ciudadana, la panacea venezolana recae en
asumir corresponsabilidad con las transformaciones sociopolíticas de
manera activa.
Se trata fundamentalmente de un espíritu, de una inspiración, de una
exigencia profunda de la conciencia individual y de la conciencia colectiva.
Se trata de tender hacia abajo –mera gravitación- o de tender hacia arriba
–afán de perfección-. Se trata de exigir y de exigirse menos o de exigir y
de exigirse más. Se trata, en fin, de ser rebaño o de sentirse y actuar como
persona humana. Porque la kakistocracia no sólo es un atentado contra la
ética –ya de suyo infinitamente grave- sino también contra la estética, una
falta de buen gusto, un atentado contra el desarrollo integral y la óptima
convivencia.

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