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México.
E u s e b i o ©ómes öe la p u e n t e ,
Editor.
FONDO
RICARDO CQVARRtplAS
H mí flbatria,
E n el iprímec Centenario
öe sn Unbepenöencia.
H mis "¡hijos.
BIBLIOTÈCA UNlVERsrTARlK
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PRÓLOGO.
¡Quién desde lo alto contemplar creyera Quiero el himno que viva y q u e perdure,
Que de la cima la ciudad arranca, Que tenga eco sin fin en tus montañas,
Y desciende á la hondísima barranca, Y como brilla el oro en t u s entrañas,
Y trepa por el m o n t e y la ladera. Sobre tu cielo azul siempre f u l g u r e .
ai
s
Xa Cíufcafc E n c a n t a b a .
PRIMERA PARTE.
j£l Sueño.
E r a la noche sombría,
d e esas noches otoñales,
en que recios vendábales
soplan con f u e r z a bravia.
La l u n a a p e n a s lucía
sobre el vasto firmamento,
como u n ojo soñoliento,
y a d o n d e estaba el pastor,
lanzaba el débil f u l g o r
de su disco amarillento.
*
í
Y dicen que el caminante
vió desparecer la fiera,
m u c h o antes de que pudiera
seguir su marcha adelante;
lEl Cerro bel flDeco.
i.
F u é en un tiempo G u a n a j u a t o ,
m u y populosa ciudad,
por sus minas, la más rica
que haya existido quizás;
pues dice el Barón de H u m b o l d t ,
—respetable autoridad—
que fabulosas bonanzas,
como no se han visto ya,
produjeron plata y oro
en tan grande cantidad,
que dos tercios del dinero
que llegara á circular,
por el m u n d o , en ese entonces,
fueron de este Mineral.
L a abundancia era un derroche,
pues sin tasa ni compás,
el «buscón» se daba u n lujo
de'acaudalado Nabab.
E r a de verle en domingo,
una fortuna gastar,
vestido de negro paño,
E n una de ellas, por cierto,
ancho sombrero alemán
u n campo se dedicó
con sus toquillas de plata,
á la milagrosa' V i r g e n
y chapetones sin par;
de San Juan, y en la función,
mascada de I n d i a s al cuello,
se dijo misa cantada,-
en la «víbora» un caudal,
pues para ello se arregló,
y, terciado sobre el hombro,
convirtiéndolo en capilla,
un finísimo gabán,
de la mina el socavón.
primoroso, del Saltillo,
A tal acto concurrieron
que era u n a curiosidad.
personas de rango y pró,
No se diga la «señora,»
los «campistas» y hacendados
cuánto garbo en el anclar,
de más representación;
calzado bajo, de raso,
el Juez de minas y «tandas,»
y de encaje el delantal,
el mismo Alcalde Mayor,
rica franela «masona»
y h u b o g r a n d e regocijo
que mirábase brillar,
y solemne procesión;
salpicada de monedas,
con barra y «pico» de plata
«gargantilla» de coral,
el primer golpe se dió,
«zarcillos» con piedras finas,
los «morrongos» alumbraban
«cintillos» de oro, además,
de la mina el interior,
y rebozo «ametalado»
con grandes «hachas de viento»
de suprema calidad,
y con tanta profusión,
luciente como casulla,
que al derramar en las rocas
ó capa archiepiscopal.
radiante y vivo fulgor,
evocaban el fantástico
II. antro del viejo Plutón.
H u b o músicas y salvas.,
E r a costumbre en las minas,
el «pueble» todo acudió,
por piedad ó devoción,
y arreglóse que en memoria
encomendar á algún santo,
de aquella dedicación,
ya u n «tiro,» «campo,» ó «labor.»
, se regalara á la Virgen, con otros de su gavilla,
patrona de la «labor,» había asaltado el convoy,
un cofre con ricas joyas matando á los conductores
de valiosa estimación, de modo infame y traidor,
todas de oro macizo, y lo que era más, ¡sacrilego!
hechas con arte y primor, clamaba la población,
cuajadas de rosicleres, robándose las alhajas
diamantes, y qué sé yo. de la Virgen, ¡cuánto horror!
P r ó x i m a estaba la feria Vanas fueron las pesquisas
de San J u a n , y se acordó, por capturar al ladrón,
que aquel presente, á la Virgen, la mina, pesar en oró,
llevara u n a comisión. al delincuente ofreció;
Los nombrados aceptaron, se hicieron triduos, novenas,
una acta se levantó, el Cura dijo un sermón,
compráronse al fin las joyas y con frase persuasiva
á m u y subido valor, á los fieles exhortó,
y en cofre dorado á fuego, para que no se burlase
el presente se guardó. la Sagrada Ley de Dios,
Cuando todo estuvo listo, conminando á los culpables
partieron en un convoy, con pena de excomunión;
r u m b o á San Juan de los Lagos, y algunos aseguraban
tal como se concertó, que aquel crimen tan atroz,
las personas encargadas merecía los tormentos
de cumplir la comisión. d e la Santa Inquisición.
Algunos días pasaron;
mas el tiempo no tardó,
III.
sin que luego se supiera
con p r o f u n d a indignación, Muchos años transcurrieron
que un capitán de bandidos, de acaecido el suceso,
temible por lo feroz, y comenzó á susurrarse
entre la gente del pueblo,
que en espantoso aquelarre
q u e por las noches ardía,
rondaban en corvos vuelos,
semejante á un fatuo fuego,
produciendo con las alas
en u n lugar apartado,
ensordecedor estrépito.
d o n d e u n peñón se alza enhiesto, Y como para el espíritu,
en la granítica c u m b r e la helada impresión del miedo
del alto Cerro del Meco, da á las imágenes vida
que con sus crestas de cuarzo y agiganta los objetos,
recorta el azul del cielo, las rocas de la m o n t a ñ a
erguido como un gigante con su caprichoso aspecto,
de los prehistóricos tiempos. semejaban á la vista
E s una vulgar creencia, monstruos informes y fieros,
q u e donde arde, h a y dinero, tallados por las callosas
y así, 110 era de extrañarse, y rudas manos del tiempo.
que atraídos por el cebo
de encontrar algún tesoro
en aquel sitio del Meco, IV.
acudieran mil valientes, Habitaba en las «Peñitas,»
de esos que hablan á los muertos, en una casa modesta,
anhelando descubrir y más que modesta, pobre,
la clave de aquel secreto. una familia m u y buena.
Mas sucedía que nadie Tuvo las comodidades
lograr pudiera su intento, que tiene la clase media,
porque al acercarse alguno, - y trabajador y honrado
desaparecía el fuego; f u é siempre el jefe de ella;
se oían ruidos de cadenas pero es lo cierto, que á veces,
que arrastraban por el suelo, y por fatal coincidencia,
blasfemias contra la Virgen, la honradez, por patrimonio,
gritos de rabia, lamentos, sólo tiene la miseria.
y contemplábase alada i N o m b r e de un b a r r i o d e G u a n a j u a t o .
é inmensa legión de espectros,
Cansado de batallar — Compra con eso una reata
aquel hombre, en r u d a brega, grande, resistente, buena,
vencido estaba e n la lucha y te vienes al momento,
terrible por la existencia. que aquí te aguardo en la acera.
U n día de tantos, salió, Aturdido tomó el hombre
como de costumbre era, en sus manos la moneda,
agobiado por el peso y sin vacilar, al p u n t o ,
enorme de su tristeza; entró de «El Sueño» á la tienda.
mas para sí le decía Compró la reata al instante,
con firme voz su conciencia: y saliendo con violencia,
«no desmayes, adelante, vió al misterioso individuo
lucha, t r a b a j a y espera.» q u e lo esperaba en la puerta,
Y trabajó; mas f u é inútil; y siguiólo por «Alonso,»
recorrió calles y tiendas, por «San Diego,» por «Sopeña,»
talleres, mercados, plazas . . . . «San Pedro,» «Sangre de Cristo,»
cruzó por su alma la negra «Puertecito,» sin que hubiera
sombra del crimen, y en t a n t o , entre ambos, palabra a l g u n a . . . .
la pobre familia aquella, la calle estaba desierta,
muriendo estaba de h a m b r e , y al bifucarse el camino
y él, nutriéndose de pena. de «Pastita» y de «La Presa,»
Inconsciente caminaba, tomaron por el primero,
y al pasar por la Plazuela no sin que ccn impaciencia,
de los Angeles, ya noche, sospechara malamente
vió á un hombre de talla esbelta el héroe.de esta leyenda,
que en su porte, revelaba del extraño personaje
ser sujeto de altas prendas. y de su g r a n d e reserva,
I b a á hablarle, cuando al p u n t o pues que era cómplice, acaso,
dijóle aquél con presteza: de u n a criminal empresa
—¿Quieres trabajar? pues toma; que lo lanzaba al abismo,
y le alargó u n a peseta. y jamás la delincuencia
y ténlo en tu mano listo;
m a n c h a d o había su nombre,
abracemos esta roca
su reputación sin mengua,
con la cuerda á un tiempo mismo,
q u e si obscura, tenía el sello
y arrojémosla con fuerza
de u n a honradez verdadera.
hacia un lado del camino.
Hiciéronlo, y descubrióse
V. una oquedad en el piso.
Luego, sacando unos fósforos,
T r e p a n d o por la m o n t a ñ a ,
continuó aquel individuo;
llegaron por fin á un sitio,
— A m á r r a t e la cintura
donde, en el Cerro del Meco,
con la cuerda, tengo bríos,
se alza un peñón de granito.
y puedo bien sostenerte;
L a noche estaba tranquila,
baja y desciende con tino
el cielo m u y claro y limpio,
hasta el fondo de este pozo
cual diamante de Golconda,
y allí harás cuanto te digo:
brillar se miraba Sirio.
encontrarás u n cadáver,
Sólo t u r b a b a el reposo
y en u n rincón, unos cirios,
augusto de aquel recinto,
enciendes éstos al punto,
ese rumor sordo y vago,
y, en pago de tu servicio,
esos extraños ruidos,
puedes tomar cuanto quieras
q u e por la noche se escuchan
de dinero en tu «patío.»
misteriosos é indecisos,
Pero sobre todo, importa
como el arrullo solemne
que saques de aquél recinto
del sueño del infinito.
un cofre que se halla oculto
Después de breve silencio,.
entre el hueco de unos riscos.
el misterioso individuo,
Bajó el otro con denuedo
dirigiéndose á nuestro hombre,
hasta el fondo del abismo,
y viéndolo de hito en hito,
y cumplió, punto por punto,
con voz cavernosa y grave,
su difícil cometido.
así cuentan que le dijo:
Y saliendo bruscamente,
— T o m a esa reata en su e x t r e m o
54- ROMANCES, TRADICIONES
E s el poder de la música
tan grande, tanto avasalla,
que á los más rudos espíritus
los conmueve y los ablanda.
Es asombroso en el pueblo
era el deleite del pueblo,
la facilidad bien rara,
era el cantor de la fama,
con que retiene y repite
doquiera se le veía,
cualquier cántico ó sonata.
doquiera se le admiraba,
Y por eso de José, Llegó á estar la mina en frutos
las bellas y tristes cántigas, con buenas «leyes» de plata,
silbaban los arrapiezos y m u y buenas cantidades
por las calles y las plazas, obtuvo Carpió en sus rayas.
en d o n d e revolotean
H o y q u e el Progreso, esa fuerza, con bulliciosa algazara,
esa ley, esa palanca, y en apretados enjambres,
á cuyo impulso los pueblos los tordos y las urracas.
y las naciones avanzan,
T i e n e prados que parecen
ha tenido en G u a n a j u a t o
de terciopelo esmeralda,
abiertas, sus blancas alas,
bordados con arabescos
ese jardín es u n parque
de flores de especies varias.
delicioso, q u e engalanan
T i e n e un lago diminuto
sobre cuyas verdes aguas,
cisnes de negro plumaje,
como góndolas resbalan.
Y en el paraje florido,
que á la ciudad engalana,
se cita lo más granado
de caballeros y damas.
II.
II.
IV.
V.
Desde que resonaron los clamores
Desde el tosco remate de granito, del Grito de Dolores,
vuelto al cielo infinito, don J u a n Antonio Riaño, el Intendente,
del Mineral contémplase bordando noble varón, y de saber no escaso,
las agrias peñas de color bermejo, seguía paso á paso
de casas un cortejo la, marcha del ejército insurgente.
q u e va por entre montes desfilando.
Vili. XI.
IX. XII.
XIII.
X.
XV. XVIII.
XVI. . XIX.
XXI. XXIV.
XXII. XXV.
Con los ojos vendados, aquel día, «Las numerosas fuerzas que comando,
con noble bizarría, en mi persona hallando
para cumplir el delicado encargo un protector resuelto y decidido
de su jefe, y en son de parlamento, que á la Nación le sirva de atalaya,
llegaba al aposento al paso por Celaya
de Riaño, un militar: era Camargo. Capitán General m e han elegido.»
XXVI.
XXIX"
«Todos los pueblos por donde he cruzado,
así lo h a n confirmado - Y o no tengo temor; la suerte afronto,
y se han unido á mí; en consecuencia, y mi vida estoy pronto
el benéfico plan que me conduce, á perder defendiendo mis pendones;
es uno: se reduce pero antes quiero oiros, consultaros,
á proclamar la augusta Independencia!» y no sacrificaros
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á mis particulares convicciones.
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tri Í ! XXVII.
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1 XXX.
u. i¡!>í !¡u
!
ufl n i 1 ' «Ennombre, pues, de mi Nación, sostengo
1 I I su libertad; y vengo Todos enmudecieron. Un caudillo,
f lili sólo á intimaros rendición. Conmigo, Bernardo del Castillo,
si os sometéis de grado, buenamente, - ¡ V e n c e r ó sucumbir! con rudo acento
trato hallaréis clemente; a nombre de los suyos manifiesta;
si no, os destruiré como enemigo.» y —¡Viva el Rey!—contesta
la gente de Berzábal al momento.
XXVIII.
XXXI.
—Como lo véis, el Intendente expuso,
(entre airado y confuso), Entonces dió á Camargo, el I n t e n d e n t e ,
m u c h a es la gente que acompaña al Cura, escrita, la siguiente
3' si acaso trajese artillería, contestación: «Que no reconocía
la derrota sería Por Capitán, sino al Virrey nombrado,
para nosotros, mucho más segura. y su honor de soldado
luchar hasta morir se lo exigía.»
XXXII. XXXV.
XXXIII.
XXXVI.
XXXIV.
XXXVII.
XXXIII.
XXXVI.
XXXIV.
XXXVII.
XXXIX.
XL.
XLII. XLV.
XLIII. XLVI.
XXVIII. LI.
XLIX. LII.
i.
i.
*
Y ve con aturdimiento Allá en los antros obscuros,
q u e el fraile, al doblar la esquina, las luces van y se agitan,
como u n a sombra camina y los operarios gritan
sin tocar el pavimento. exhalando mil conjuros.
* *
*
Aquí, de un hombre se mira
Debe estar el hombre inerte;
el cráneo despedazado;
pero vuelven á escucharlo;
se oye el iay! del mutilado
¡Santo Dios! ¿cómo librarlo
y el estertor del que expira.
de las garras de la muerte?
*
De pronto, en ese lugar,
El q u e sepultado está
una débil voz se escucha,
como la de alguien que lucha tiene que morir sin duda,
y hace esfuerzo por gritar. de la manera más ruda:
por el hambre y sed quizá.
¿r-
*
*
IV. '
>1=
-"1 4]¡»ir
JISlM' su salvación refirió
El veintitrés de noviembre
de la m a n e r a siguiente:
del gloriosísimo año
<
de mil ochocientos diez,
¡ C-S al derramar en ocaso
Que por milagro inaudito
I |i¡ la lumbre del sol poniente
n u n c a pudo perecer;
el último de sus rayos,
pues de comer y beber
el toque de generala
le dió el Padre Serenito.
y el tañido acompasado
de la campana mayor
i de la Parroquia, anunciaron
á los habitantes todos
de la heroica G u a n a j u a t o ,
I < I que Calleja el Brigadier,
i de la Parroquia, anunciaron
á los habitantes todos
de la heroica G u a n a j u a t o ,
I < .1 que Calleja el Brigadier,
E s f a m a q u e en G r a n a d i t a s , I.
m o n u m e n t o de la historia,
c u a n d o en las noches, la l u n a E r a E n c a r n a c i ó n Ortiz
b a ñ a el patio d e la A l h ó n d i g a , «El P a c h ó n , » así llamado,
c r u z a por u n pasadizo, un valeroso i n s u r g e n t e ,
con m a r c h a i n q u i e t a , nerviosa, u n guerrillero serrano,
ocultando entrambas manos quizá d e los m á s gloriosos
d e la casaca en las bolsas, y de los m á s d e n o d a d o s
del C o n d e d e la C a d e n a q u e p r o d u j e r a esta tierra
la e s p a n t a b l e y fiera sombra, querida de Guanajuato,
evocando los r e c u e r d o s en cuyos f e c u n d o s senos
d e la h e c a t o m b e m o n s t r u o s a , héroes mil se a m a m a n t a r o n ,
en la q u e v e r á n sin d u d a , vertiendo su noble s a n g r e
las generaciones pósteras, d e la P a t r i a en holocausto.
L o q u e costó á n u e s t r a P a t r i a O r i u n d o d e S a n Felipe,
su libertad r e d e n t o r a . era «El Pachón» de esos brav
q u e primero d a n la vida
que rendírsele al contrario.
Al frente de sus dragones Y sorprenden al Pachón
jinete en brioso caballo, y á sus aguerridos bravos,
ora cruzando en la sierra sin armas, sin municiones,
vericuetos empinados, hambrientos, de fuerza faltos,
atravesando torrentes, y, creyendo bien segura
descenciendo á los barrancos; , su presa, jamás pensaron,
ora en escarpadas cimas, ser testigos de u n a escena
ora por montes y llanos, que recordarla da pasmo.
rendido por la fatiga, Ortiz, al verse cogido,
por el hambre y el cansancio; monta en su brioso caballo,
mas indomable, afanoso, y mientras q u e lo persiguen
fiero, audaz y temerario; cerrándole todo paso,
astuto en las emboscadas, llega al imponente borde
en los movimientos, rápido,
y con terrible p u j a n z a
arrojándose al asalto,
vencedor en cien combates
los realistas le miraron,
luchar por la independencia
de este suelo mexicano.
F u é su centro favorito,
«La Mesa de los Caballos,»
do las tropas virreinales
batirlo nunca lograron;
pero, una vez, la fortuna
fuéle adversa: los contrarios,
la única entrada del monte
que defendió tantos años, de un hondísimo barranco,
consiguen cruzar, y al p u n t o , y más grande y más intrépido
dan un golpe inesperado. que un don Pedro de A l varado,
alza á su corcel la rienda,
y el noble bruto da un salto
al fondo del precipicio. . . II.
y brinca y va rebotando, Desde que vibró en Dolores
y desciende y más desciende la voz augusta de Hidalgo,
por aquel plano inclinado, que le dió sér á la Patria
entre los riscos y zarzas y libertad al esclavo;
pedazos de piel dejando. desde que en pos de sus huellas,
¡Imposible detenerse . . . ! como un cortejo de astros,
á cada instante más raudo, en el azul anchuroso
f'L es como débil arena del A n á h u a c , irradiaron
'* 1¡-- que arrastra torrente rápido, las legendarias figuras
|t V como el curso del destino, de los Morelos y Bravos;
* .g; fatal, incoercible, trágico. i en cuántas sangrientas luchas
La contera de su lanza los insurgentes domaron
«El Pachón" apoya á saltos la siempre altiva cerviz
I en las rocas, porque "pueda del fiero león hispano!
su ímpetu calmar un t a n t o ; Pero también, ¡cuántos mártires,
y llega al fin hasta el fondo, cuánto esfuerzo, cuánto estrago,
I«*! cuántas lágrimas vertidas,
sin hacerse el menor daño, c u á n t o afrentoso cadalso!
cual si de u n a pieza fuesen Once años pasado habían . . .
' •• 3 el jinete y el caballo. once larguísimos años
Mientras, los otros contemplan de aquel batallar constante,
desde arriba, estupefactos, de aquel e m p u j e titánico;
al valiente guerrillero, y aun en su postrer reducto,
fl al Pachón, que es de esos bravos, de fuerza y vigor 110 escaso,
que primero dan la vida el ejército realista
que rendírsele al contrario. i
se conservaba obstinado.
Bustamante, sobre México,
parte veloz como el rayo
al frente de los heroicos cae por las balas realistas
dragones de G u a n a j u a t o con el pecho acribillado;
cuyo jefe era «El Pachón,» mas con la gloriosa f r e n t e
el guerrillero serrano; ceñida de frescos lauros.
y con astucia y con brío, Y cuando el jefe supiera
un movimiento da en falso de «El Pachón,» tan noble rasgo,
y repliega á los realistas al dar su preciosa vida
al pueblo de Atzcapotzalco. de la Patria en holocausto,
A la entrada de la plaza como postumos honores,
manda á Endérica en el acto, que perduran más que el mármol,
con una pieza de á ocho, mandó formar á las tropas
disparar á tiro rápido. y dispuso en aquel acto,
Y en medio de la tormenta que «revista de presente»
que se descarga en el campo, pasara el grande soldado.
y de los nutridos fuegos
con que contesta el contrario,
sucumben los artilleros,
el cañón, hecho pedazos,
sin cureñas y sin muías,
queda revuelto entre el fango.
«El Pachón,» entonces grita
á los suyos: — ¡Presto, vamos;
porque el cañón es primero
que nuestra vida! ¡A salvarlo!
Hacia el cañón se abalanza
con los dragones serranos,
y haciendo en aquel instante
un esfuerzo temerario,
cuando la pesada pieza
pretende sacar «á lazo,»
161 Cocbe be Don fl&dcbor.
{Tradición popular.
Í.
E s la n o c h e m u y obscura;
nubes pesadas y gruesas,
el alto cielo e n t o l d a n d o ,
cual a n c h a s cortinas negras,
el d i á f a n o r e s p l a n d o r
ocultan de las estrellas,
y á la ciudad q u e d o r m i t a
envuelven con s u s tinieblas.
De t e n a z y fina lluvia,
q u e persistente gotea,
se ven los d o r a d o s hilos
c r u z a r en oblicuas hebras,
al través d e los cristales
de u n a v e n t a n a q u e deja
á medio abrir, como un c u a d r o
de luz m o r t e c i n a y t r é m u l a .
Nadie que la vió se explica es que antes de dar las doce '
cómo alumbrar puede aquella de la noche, al sitio llega
luz que á deshora se advierte un elegante c a r r u a j e
en la ventana entreabierta, que se detiene á la puerta .
y que alguien está velando de la entrada de la casa,
sin duda alguna demuestra, y que entonces, con cautela,
y nadie dicho misterio de la ventana se mira
descubrir tampoco acierta. que se cierran las maderas:
De mil diferentes modos mientras que abajo, en la calle,
el suceso se comenta, obscura, sola, desierta,
y trae en el vecindario piafando están impacientes
asustadas á las viejas, dos frisones de piel negra,
y á esa gente timorata que pegados al vehículo,
y supersticiosa, de esa. animosos gorbetean,
que del otro mundo, dice, y con los herrados cascos
que vienen almas en pena: l u m b r e sacan de las piedras.
pues q u e la dicha ventana, E inmóvil, como una estatua,
que iluminada se observa el auriga m u d o espera,
á deshora de la noche, sosteniendo f u e r t e m e n t e
pertenece á una vivienda las bridas que los s u j e t a n .
m u y antigua, abandonada, No bien se oye de las doce
y que tiene á piedra y mezcla, la campanada primera,
v sin inquilino alguno, cuando gira en el cerrojo
cerradas todas sus puertas. de aquella casa en la puerta,
Quién de u n crimen, que se fragua pesada llave, y al punto,
oculto en las sombras, piensa: larga, aguda, lastimera,
quién asegura que allí como el eco pavoroso
se hace «cachuca» moneda: de horrible y p r o f u n d a queja,
pero lo más raro aún rechina en su duro gozne
que del «espanto» se cuenta. una hoja de la puerta;
El tal vehículo alcanza
sale de ahí un embozado
vertiginosa carrera,
violento, tras sí la cierra,
y dejando en el trayecto
y en el lujoso c a r r u a j e
como una infernal estela,
con festinación penetra.
ante la absorta mirada,
El auriga con la fusta
desaparece y se aleja,
recio azote al tiro pega,
volviendo á quedar la calle,
y, veloz como el relámpago,
obscura, sola, desierta . . .
parte el coche con presteza,
El «espanto» da motivo
rebotando por las calles,
á innumerables consejas;
y con tal ruido, que altera
las devotas, á sus santos
de los vecinos el sueño,
favoritos se encomiendan,
y sorprendidos despiertan;
cuélganse al pecho reliquias,
acuden á los balcones,
encienden benditas velas,
á las ventanas y puertas,
y el misterioso suceso
y miran q u e á todo escape
de mil modos se comenta,
por las calles atraviesa,
y las niñas se desmayan
un coche que tira un tronco
y se atolondran las viejas,
de frisones de piel negra,
y para calmar los ánimos,
que van arrojando chispas
y para ahuyentar las penas,
por ojos, fauces y orejas,
se hace entrar en «ejercicios»
y q u e un acre olor de a z u f r e
á varones 3' á doncellas;
á su r a u d o paso dejan.
á los padres de familia
Y miran dentro del coche,
se les exhorta y apremia
entre una fosforescencia,
que vayan al tribunal
embozado personaje,
santo de la penitencia;
que recatándose, muestra
pues el que en gracia de Dios
bajo el ala del sombrero,
suele estar, según se reza,
dos pupilas, rojas, fieras,
los demonios de su cuerpo
que con brillo inusitado
y de su espíritu a h u y e n t a .
y dando terror, llamean.
II. y con fuertes capitales,
en León, una g r a n tienda.
Refieren las tradiciones,
Al morir, u n o de aquéllos,
q u e en una lejana época,
dejando fortuna inmensa,
(sin que fuere necesario
y teniendo á don Melchor
citar el año y la fecha),
como un hombre de conciencia,
en la susodicha casa al hacer su testamento
de que trato en mi leyenda, lo nombró como albacea;
habitó por muchos años y dispuso que á la clase
u n tal don Melchor, que era menesterosa, se dieran,
acaudalado minero, todos los cuantiosos bienes
hombre ya de edad provecta, de que constaba su herencia.
q u e por los muchos negocios El ejecutor, celoso
q u e manejaba, se cuenta, del cargo que se le hiciera,
era persona de alta á los pobres repartía
posición y de influencia; el dinero, á manos llenas;
pues no sólo en G u a n a j u a t o , y por eso á todas horas,
ciudad rica y opulenta, de don Melchor la vivienda,
en la Metrópoli misma, henchida de pordioseros
y otras varias intendencias, los curiosos la contemplan.
gozaba de nombre y fama Pronto, entre el vulgo, esparciéronse
por lo pingüe de su hacienda. las más absurdas consejas,
E n los múltiples asuntos y no faltó quien dijese
y gestiones financieras que era infiel el albacea,
en que intervino, mostraba pues repartido no había
honradez á toda prueba; ni la mitad de la herencia.
y m a n t u v o relaciones Y que como se agolparan
mercantiles, m u y estrechas, de don Melchor á las puertas,
con dos españoles ricos innumerables mendigos,
que giraban por su cuenta, pidiendo con insistencia,
que del cuantioso legado mas, por otra parte, vénse
su justa parte les dieran, todos los semblantes mustios,
para ahuyentarlos, refieren á la vacilante lumbre
las populares consejas, de las ceras, que en profuso,
que don Melchor ordenaba, por la ancha nave esparcidas,
que del balcón les vertieran lanzan sus destellos lúcidos,
jarras con agua caliente, bordando una red de oro
y de su opípara mesa en los vitrales y m u r o s .
que se tirasen los restos Dos bronces del campanario
con la. mayor diligencia, doblan con toques agudos
á fin de q u e ni un m e n d r u g o y plañideros, llamando
percibiese la miseria. al oficio de difuntos
en h o n r a de don Melchor
que ha partido de este mundo.
Llega el oficiante al ara,
III.
y poseído de m u c h o
recogimiento, al hacer
E n el templo parroquial
su oblación por el d i f u n t o
hay escogido concurso
quédase suspenso, tiembla
de caballeros y damas
siente en la g a r g a n t a un nudo,
que visten severo luto.
y levantando las manos
De los altares y bóvedas,
al cielo, exangüe, convulso,
de las columnas y muros,
aquestas palabras 03'e,
penden negros atavíos,
q u e con acento profundo,
y en el centro, vése un túmulo
parecen salir del antro
que g r a d u a l m e n t e se eleva misterioso de un sepulcro:
sobre pedestal seguro, —«Es en vano que roguéis
circundado de blandones por mi alma, si no p u r g o
con gruesos cirios. El l u j o con el eterno tormento,
es la nota que domina los males que hice en el m u n d o .
el imponente conjunto;
de la casa donde a n t a ñ o
Cualquiera prez fuera inútil,
habitaba don Melchor,
cualquiera tormento, nulo,
1111 elegante c a r r u a j e
y en prueba de q u e en ardientes
que i b a tirado por dos
y terribles llamas sufro
negros frisones, que echando
por mis pecados, y n u n c a
chispas de rojo fulgor
en su fuego me consumo,
por las fauces y los ojos,
tendedme la mano, oh padre. . .»
cruzaba la población
y el clérigo siente al p u n t o
conduciendo un alma en pena,
cual si le hubiesen vertido
y la gente dió y tomó,
algún líquido sulfúreo
que era el famoso vehículo
que le quemara la diestra;
El Coche de Don Melchor.
pero advierte con gran susto
que de tan terrible llaga
no conserva rastro alguno.
T a n inaudito suceso
grande confusión produjo,
y la gente comentaba
que obtener perdón 110 pudo,
el que cumplir como bueno
en esta vida 110 supo. §
IV.
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De entonces acá refiere
III 13 f
una vieja tradición:
que en p u n t o de dar las doce
de la noche en el reloj
de la Parroquia, mirábase
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partir rápido y veloz,
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it.
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Río d e L t r m a .
albino (Barcia.
IRomaitce Ibiatórfco.
A m i r e s p e t a b l e y buen a m i g o
el S r . L i c . D. Indalecio O j c d a .
I.
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según los usos feroces,
de aquellos tiempos de lucha, - >
de venganzas y de horrores.
Separada la cabeza
de Albino, el cruel García Conde,
de Celaya en una c a l l e '
ordena que se coloque;
u n a mano en I r a p u a t o
para escarmiento se pone,
y en G u a n a j u a t o la otra
I" T
queda clavada en un poste
de San Miguel eu el cerro. . . . !
Tal era el pavor que el nombre
del gran Albino García
i La ü e San J u a n de Dios.
Xa Ipla3itela be los Carcamanes.
3Lcgen&a histórica.
Don D o m i n g o Montero d e E s p i n o s a ,
Prepósito q u e f u é del g r a n convento
De S a n Felipe N e r i , ' la espantosa
Historia refirió que á mi vez c u e n t o .
1 H o y t e m p l o d e la C o m p a ñ í a .
*
* *
* *
*
Del suicida f u é t i l la desventura,
Después, torvo el mirar, agrio el semblante, Que conforme á los cánones y al uso,
Sale A r t u r o de allí, ciego, convulso, E n sagrado, negarle sepultura,
Requiere con f u r o r daga p u n z a n t e La justicia eclesiástica dispuso.
Que airado empuña con nervioso pulso.
*
Firme, como avanzado centinela,
E n c u e n t r a á Luisa, trémula, angustiada, Evocando el recuerdo de aquel drama,
Que lívida de horror, puesta de hinojos, Aun mírase la casa en la Plazuela
Perdón implora en lágrimas bañada, Que de v.Los Carcamanes» se le llama.
Y casi exhaustos de llorar sus ojos.
X a s Iborcas be Calleja.
"Romance fbístórico.
I.
A i r a d o , fiero, i m p o n e n t e ,
presá d e i n d ó m i t a ira,
está el Brigadier Calleja
en su m o r a d a s o m b r í a .
De u n e x t r e m o al o t r o e x t r e m o
c r u z a con m a r c h a i n t r a n q u i l a ,
y en la actitud y en el gesto
q u e en su s e m b l a n t e se m i r a ,
en los b r u s c o s a d e m a n e s
con q u e sin cesar se agita,
alborotado el cabello,
con la faz descolorida,
Plazuela d e " L o s C a r c a m a n e s . '
y s i n i e s t r a m e n t e torva
la m i r a d a en las pupilas,
d e n o t a q u e á su alma i n n o b l e
odio terrible d o m i n a ,
y q u e su cerebro asaltan
espesas s o m b r a s fatídicas;
que siendo m u c h a la g e n t e
porque á f u e g o y sangre quiere
que mi castigo reciba,
que G u a n a j u a t o sea víctima
y no bastando la horca
de la feroz hecatombe
que para ello se d e s t i n a ;
consumada en Granaditas.
y que en la Plaza Mayor
E n ancho sitial de cuero,
constantemente se mira,
f r e n t e á una mesa maciza,
se haga venir carpinteros
en donde está un crucifijo
cuantos se hallen, y que aprisa,
en medio de dos bujías,
se levanten tantas horcas
el Notario de Cabildo
cuantas plazuelas registra
recibe y traza de prisa,
la ciudad: en el Ropero,
las órdenes draconianas
Mexiamora, Compañía,
que su amo y señor le dicta.
San Diego, San J u a n 1 San Roque,
— P a r a escarmiento de todos,
Baratillo, Granaditas,
es mi voluntad—escriba—
San F e r n a n d o , y además,
que si en la calle el cadáver
otras tantas queden listas
de algún europeo, víctima
en cada una de las plazas
de cobarde asesinato
de las principales m i n a s .
se encuentra, al punto, precisa
— E s t á n , Señor, vuestras órdenes
que se aprehendan en el acto
prestas para ser cumplidas.
cuantos en aquella habitan,
—¿Concluísteis?—Si tal . — E n t o n c e s
todos los cuales serán
volvéos á Granaditas;
diezmados, y á los que elija
decidle á Flón, que á la gente
la suerte, sin remisión
que allí tuviere aprehendida,
han de pagar con su vida.
tras breve declaración
Y para que sea notorio
que asistiendo vos, reciba,
el .escarmiento, y permita
proceda inmediatamente
que la m u l t i t u d contemple
á diezmarla, pues precisa
cómo el crimen se castiga,
m a n d o y ordeno también,
en nombre de la justicia, H o y P l a z u e l a ile S a n F r a n c i s c o .
en las partes más recónditas,
que en esta noche, en la horca,
se recatan y se ocultan
vaya á expiar su felonía.
con el favor de las sombras;
Así Calleja el infame,
porque saben de Calleja
de una manera inaudita,
el proceder, y medrosas,
con la maldad más perversa,
tratan de ponerse á salvo;
q u e da pavor, q u e horroriza,
mas conseguirlo 110 logran,
en el nombre de la ley,
pues la brutal soldadesca
de la a u t o r i d n d realista,
rompiendo puertas, se arroja
da rienda suelta á los odios
como famélica turba,
q u e en su alma de hiena anidan,
y en sus garras aprisiona
y á gritos le están pidiendo
á cuantos puede, y por eso,
venganza, que no justicia.
los vecinos se alborotan,
y por todas partes crece
II. el espanto y la zozobra.
Con los niños en los brazos
Reina un p r o f u n d o silencio, van y vienen las esposas,
una calma aterradora; las u n a s , con tristes ayes,
están desiertas las calles, ¡piedad! ¡compasión! imploran,
está la noche m u y lóbrega; y en los hogares maltrechos
van en todas direcciones yacen en silencio otras,
los alguaciles y rondas; desoladas, abatidas
aquí, al instante capturan, por el llanto y la congoja.
adentro de la Parroquia, Y mientras á cada instante
á José Francisco Gómez á Granaditas, las tropas,
á quien intendente nombra en los cuerpos de patrulla
Hidalgo; y también á Ordóñez llevan cientos de personas,
del cuerpo de los patriotas. hasta repletar con ellas
Acullá en un barrio prenden las estancias de la Alhóndiga,
á multitud de personas, en las plazuelas, los g r u p o s
que encerradas de sus casas
de carpinteros, redoblan que con tan siniestra pompa,
sus esfuerzos, y los golpes ascendieron al cadalso
de los martillos denotan en esa noche espantosa,
que aquella gente se encuentra cuyo recuerdo en la mente
en su labor empeñosa, del pueblo, nunca se borra,
levantando los patíbulos, porque con rasgos de sangre
porque urgido y sin demora, quedó grabado en la historia.
quiere saciarse Calleja
con su sanguinaria obra.
•Como la Plaza Mayor III.
está situada en la h o n d a A u n después de los estragos
depresión de u n a barranca, de aquella tremenda noche,
y en torno suyo se agolpan en todo el siguiente día
á manera de anfiteatro se ven más ejecuciones.
y dominándola, todas N o hay un vecino siquiera
las casas que se levantan que á s u ventana se asome;
en los declives y lomas; como u n hálito de m u e r t e
recortando de la noche se esparce en los altos montes,,
las densas y obscuras sombras, y las aves de rapiña
á la luz amarillenta en corvos vuelos recorren
de las lúgubres antorchas, por el espacio, en acecho
se miran pasar las víctimas de los cadalsos, en d o n d e
custodiadas por las tropas; suspendidos los cadáveres,
y en medio de tal escena rígidos, yertos, deformes,
de perdurable memoria, presentan un cuadro tétrico
se oyen los tristes lamentos, de maldades y de horrores.
las voces desgarradoras, Mas no saciado Calleja
con q u e aquellos infelices con sus venganzas, dispone
impetran misericordia. q u e traigan del campamento-
T r e i n t a y dos f u e r o n las víctimas á tres distinguidos jóvenes,
q u e h a l l á n d o s e prisioneros,
h a n pasado aquella n o c h e
de la ciudad á e x t r a m u r o s ,
y m a n d a se les a h o r q u e
en el cadalso, q u e e n f r e n t e
de G r a n a d i t a s se p o n e .
l£l (Bíro.
Resueltos, bravos, altivos,
con firme y sereno porte,
a v a n z a n los prisioneros IRomance histórico.
en m e d i o de los sayones.
Erais, vosotros, oh, Fabie, I.
t ú t a m b i é n , A v a l a noble,
y t ú el preciado tesoro ¿Quién i g n o r a las h a z a ñ a s
d e los e s t u d i a n t e s jóvenes, c u l m i n a n t e s d e aquel indio,
tú, el g ü a n a j u a t e n s e ilustre, del terrible A n d r é s Delgado
el preclarísimo Chowell, al q u e llamaban «El Girod?
predilecto de las ciencias, ¿Quién al evocar los hechos
en q u i e n t o d o s reconocen, de aquel i n s u r g e n t e invicto,
del saber y del t a l e n t o no se halla d e noble orgullo
las m á s relevantes dotes. y admiración poseído,
El q u e dejó en V a l e n c i a n a al ver en ese su e s p í r i t u
s u s vetas y sus labores, todo vigor, f u e r z a y brío,
y al f r e n t e de todo u n pueblo la e n c a r n a c i ó n p u r a y s a n t a
d e mineros, g r a n d e , noble, del m á s g r a n d e patriotismo,
al servicio de la Patria p a r a caer en la l u c h a ,
su acero y su s a n g r e pone, m u e r t o ; pero no vencido?
y m u e s t r a del heroísmo Y el bravo A n d r é s , era d e esos,
en los sublimes t r a n s p o r t e s , r u d o ; m a s de i n g e n i o vivo,
cómo se q u e b r a n t a n grillos d e carácter indomable
y c ó m o y u g o s se r o m p e n ! y perspicaz por instinto;
so pretexto que el contrario
apenas contaba el joven
no hallase en ellas auxilio.
sus floridos veinticinco,
P é n j a m o , el Valle, que fueron
y ya como veterano
víctimas de tal desvío,
e n la campaña aguerrido,
el nombre odioso de T o r r e s
de otras tantas cicatrices
nunca h a n echado en olvido.
mostraba su cuerpo el brillo.
T a n f u n e s t o llegó á ser
E n la guerra de guerrillas,
aquel hombre, y tan malquisto,
diestro, y como pocos, listo,
que sus propios oficiales,
desconcertaba al contrario
entre ellos, el audáz «Giro,»
con ímpetu decisivo.
resolvieron deponerlo
Y tales eran su arrojo
del m a n d o de que era indigno,
y actividad al batirlo,
eligiendo en lugar suyo
q u e daba terror y espanto
para tan noble servicio,
á los cuerpos enemigos.
al coronel J u a n de Arago,
Siendo á la vez, generoso,
valiente, experto y activo.
y como soldado, digno,
La J u n t a de los patriotas,
rechazaba de su jefe
en presencia del conflicto,
los procederes inicuos,
á Arago, de comandante
pues dicho jefe era aquel
general, expidió el título,
«Padre Torres,» del Bajío,
y al crüel y odiado Torres
famoso por sus crueldades,
hubo de darle el retiro.
por su necio despotismo,
q u e hasta de los mismos suyos
convirtióse en asesino,
y que más que un contendiente, II.
llegó á ser 1111 foragido,
que recorriendo el país, No bien de su nombramiento
sin concierto ni plan fijo, tuvo noticias Arago,
incendiaba poblaciones á Torres, sin más demora,
de modo infame, inaudito, hubo que notificarlo;
pero éste, q u e era altanero, expertos como jinetes,
suponiéndose humillado, por su arrojo, temerarios.
colérico respondióle Y del caudaloso L e r m a
que era ilegal dicho acto, pasa «El Giro» al otro lado',
y en consecuencia, negábase á los rebeldes ataca
á obedecerlo. E n t r e t a n t o violento como el relámpago
para evitar la efusión y m u y en breve consigne
de sangre, el prudente Arago, sin esfuerzo, derrotarlos.
a u n q u e de sobra sabiendo Torres se mira perdido,
del «Padre» y sus partidarios huye, dejándole el campo,
las pérfidas intenciones, y apenas puede salvarse
después de bien meditarlo, de caér entre sus manos,
resolvió conferenciar debido á la ligereza
con T o r r e s en S u r u m u a t o . de su fogoso caballo.
Los dos jefes se aproximan
al sitio ya prefijado,
y á una y otra ribera
III.
del río Lerma quedan ambos
el resultado final
La segur de los virreyes
de la entrevista esperando.
aun no embotaba su filo,
P o n e T o r r e s moratorias,
doquier t r o n c h a n d o cabezas
y valiéndose de engaños,
de patriotas y caudillos,
sólo intenta ganar tiempo
doquier destruyendo pueblos,
en espera de soldados.
ciudades, villas, cortijos,
Mas ante tal actitud
y aquí y acullá sembrando
irreconciliable, A r a g o
desolación y exterminio.
decide batirlo, ordena
Pero aun no estaban exhaustas
al «Giro» lo haga en el acto
las f u e n t e s del patriotismo,
con sus valientes dragones
do la Libertad bebiera
los del Valle de Santiago,
en sus cristales purísimos,
de la redención de un pueblo más éste, rompiendo el cerco
ese bálsamo divino. que se le opone, m u y listo,
Y así como cuando sopla y m u y audaz, h u y e á escape
en un hogar casi extinto, por horribles precipicios.
alguna violenta racha, Logran al fin alcanzarlo
el f u e g o se hace más vivo, las fuerzas del enemigo
así en otros renacía y con ellas traba indómito
con más ardimiento y brío, un combate m u y reñido;
el noble a f á n de inmolarse pues luchando cuerpo á cuerpo
en aras del heroísmo, con el alférez Castillo,
por conservar el honor s u f r e terrible lanzada,
de la Patria, salvo y limpio. el heroico y bravo «Giro,»
Y á pesar de los desastres saca el arma d e su herida,
sin interrupción sufridos, y con el acero mismo,
de t a n t a s persecuciones se arroja sobre el contrario
y de incontables suplicios, hiriendo á tres enemigos.
los osados guerrilleros —Ríndete, infame, le gritan;
del ya célebre Bajío, y aquél les contesta altivo:
entre los q u e descollaba —«¡Por la Patria, hecho pedazos,
el m u y valeroso «Giro,» muero; pero no me rindo!»
con denuedo combatían
quedando en la liza invictos.
E m p é ñ a s e Bustamante
en echarle garra al «Giro»
que se oculta en la barranca
de «Laborcilla,» en un sitio,
do las águilas bravias
cavan en la roca el nido,
v allí las tropas realistas '
encuentran al fugitivo;
Ie —- • '
il
it:
|L»
IÜÍ
M; ;
Ivj | |
^•i . . . . . .
ffiueetra S e ñ o r a be (ruanajuato.
Gra&icfón histórica.
(1557.)
L A MKMORIA DE MI E J E M P L A R M A D R E , LA S E Ñ O R A
DOÑA FRANCISCA R O M E R O DE LANUZA.
I.
Julio de 1902.
A mi e s l i m a d o y fino a m i g o ,
el S r . D r . D . Cornelio L a r i o s .
• i
Y esas vuestras reliquias, que debieron Sabrán que son la adversidad, la lucha,
en urnas de oro y de marfil guardarlas, la fe, el valor, la prueba, la constancia,
los y u n q u e s en que al golpe del destino,
allí las azotaron las tormentas
y fueron por los soles calcinadas; toda la vida universal se f r a g u a .
¡Ah! ¿Cómo no he d e amar mi patrio nido? Y refieren los criollos de esta tierra,
' ¿cómo 110 he de querer estas montañas que en las tranquilas noches consteladas,
donde nací, si el sacrosanto polvo • envuelto en blanca y vaporosa veste,
de nuestros padres en su seno guardan? 1111 ángel cariñoso se acercaba
á do pendieron en aciagos días,
de tosco hierro las infames jaulas,
dejando en cada cráneo de los héroes
frescas coronas de laurel y palmas,
*
y mil cuentos espantables,
á propósito del nombre
de una plaza ó de una calle,
de un callejón ó de 1111 cerro,
ó cualquier otro paraje,
d o n d e á media noche, dicen,
que algún alma en pena sale.
á do pendieron en aciagos días,
de tosco hierro las infames jaulas,
dejando en cada cráneo de los héroes
frescas coronas de laurel y palmas,
*
y mil cuentos espantables,
á propósito del n o m b r e
de una plaza ó de una calle,
de un callejón ó de 1111 cerro,
ó cualquier otro paraje,
d o n d e á media noche, dicen,
que algún alma en pena sale.
para hacer revelaciones
II.
de fabulosos caudales,
que sepultados se encuentran En la m u y antigua hacienda
desde remotas edades. de beneficiar metales,
O bien se t r a t a de b r u j a s , que f u é «Santiago de Rocha,»
viejas horribles é infames, y después de «Rocha Grande;»
que secuestran á los niños donde el «lavadero» nuevo
y que les c h u p a n la sangre. construvérase más tarde,
O de algún «zorro» hechicero, hubo antaño una Capilla
que con inmundos brevajes, en que culto llegó á darse
logra el amor de una joven á un vetusto crucifijo
para el desdeñado amante. que en la «Casa Rui» guardábase,
Nos hablan de encantamientos como preciosa reliquia
de palacios y ciudades, de otras eras venerables.
á cuya entrada hay cavernas, A ese Cristo, le llamaban
dédalos inextricables, de «La Caridad» enantes,
resguardados por dragones, y fué, s e g ú n lo refieren
por endriagos y gigantes. las consejas populares,
De esos pueriles relatos, m u y milagroso, entre muchas
por sencillos, agradables, de aquellas toscas imágenes,
con q u e el sueño de la infancia que el Rey Felipe S e g u n d o
arrullaron nuestros padres; á la Nueva España enviase.
de esas hermosas leyendas
de esos cuentos populares,
De la iglesia de mi cuento,
que surgen en la memoria
era capellán 1111 Padre
como borroso paisaje,
cuyo nombre 110 conserva
he tomado el episodio,
la tradición; mas se sabe,
que sin brillo ni realce,
<iue una pavorosa noche,
en desaliñados versos
de esas noches estivales,
p e r m i t i d m e q u e os lo narre.
en que estaba la tormenta
muy p r ó x i m a á desatarse; tan largo y penoso el viaje!
en que del viento las rachas El camino, con la lluvia
casi descuajan los árboles, se encontrará intransitable.
y en los cielos se vislumbra
E s t á bien; si me despacha
con lívidas claridades
y muere sin confesarse
la viva luz del relámpago,
el enfermo, me descargo
y el t r u e n o asorda los aires,
en usted, y usted lo sabe,
al capellán presentóse
q u e yo no quiero que venga
un hombre de h u m i l d e clase,
después el d i f u n t o á hablarme,
pidiendo con m u c h a urgencia,
ni atrapar con Dios ó el diablo
para un enfermo muy grave
más responsabilidades.
que se encontraba en S a n t a Ana,
—Ave, María; blasfemas.
auxilios espirituales.
— N o blasfemo; pero . . . el Padre
E n t e r a d o del asunto,
quedó un instante suspenso,
mas con desconfianza, el Padre,
penetró sin replicarle,
— n o puedo, di jóle al otro—
m a n d ó ensillar su caballo,
ir, cual queréis, al instante.
y m u r m u r a n d o una «Salve,»
E n Santa A n a hay confesor;
tomó los sagrados óleos
id por é l . — E s que ayer tarde
y en ancha capa embozándose,
salió para G u a n a j u a t o
—vamos—le dijo.—Salieron,
y a u n 110 regresa.—Buscadle.
y p u d o entonces mirarse
Quizá haya v u e l t o . — N o tal;
que al fulgurar 1111 relámpago
a u n q u e lo busque, es en balde;
con lívidas claridades,
dicen q u e se f u é á «retiro»
en las sombras se perdieron
y es fácil que se dilate
el i m p o r t u n o y el fraile.
lo menos u n a semana.
Con que ya veis — E s muy tarde,
y á mi pesar, imposible
III.
ir por esos andurriales.
E s tan obscura la noche, Pasan aullando los vientos
cual si fuesen tristes ayes;
tasca el freno y se despeña
del cielo las cataratas
por el voladero Caen
los fieros vórtices abren,
y rugiendo estrepitosa, jinete y cabalgadura
la tempestad se deshace. en las rocas destrozándose,
El caudaloso torrente mientras el bravo torrente,
rueda bramando en su cauce, cruza rugiendo en su cauce,
v se retuerce y encorva y se retuerce v encorva
sus escamas ondulantes; sus escamas ondulantes.
aquí socava montañas,
acullá, troncos abate,
inunda fértiles campos,
H u b o muchos comentarios
miserables chozas barre,
del suceso, sin que nadie
y avanza, avanza:sin t r e g u a ,
pudiera saber qué suerte
como corcel, que salvaje,
cupo al desdichado Padre,
sintiera constantemente
pues se perdió en el misterio
el punzador acicate.
Iban con r u m b o á Santa Ana con su nombre, su cadáver;
los nocturnos caminantes, pero como cierto tienen
por una difícil senda las consejas populares,
que cruza entre peñascales, q u e en el lugar en que el clérigo
do faldeando «Cerro Gordo.» se despeñó, al derramarse
hay un barranco espantable; los óleos sobre la roca,
cuando u n g r u p o de bandidos dejaron como señales,
q u e allí en acecho ocultábanse, dos blancas huellas, que el vulgo,
de concierto con el otro toma por cirios q u e arden,
que en busca salió del P a d r e , y por eso dicen todos
asáltanlo de improviso, q u e son Las I e/as de! Padre.
y sin defensa ni escape,
intenta volver la grupa,
y el caballo, encabritándose.
£ 1 ¿Diablo en los Ejercicios.
»-••'•».i":
XegenDa Del d i n e r a l De IRagas.
I. i l
Piense el lector lo q u e g u s t e
sobre este caso e s t u p e n d o ,
:; I
iír'íH
q u e en el Mineral d e R a y a s r!
:• . i
ocurrió en l e j a n o t i e m p o , ti,i:
. y q u e voy á referirle
sin hacer n i n g ú n comento,
en m a l f o r j a d o r o m a n c e
de h u m i l d e s y r u d o s versos.
X o le q u i t o ni le p o n g o
al relato, nada nuevo,
q u e si bien las tradiciones
d e a l g ú n curioso suceso, r"
se desfiguran y m e n g u a n
en boca del vulgo, creo
q u e no acontece lo m i s m o
si el q u e relata los hechos,
es p e r s o n a d e conciencia,
de ilustración y criterio. al cabo de algunos años,
Y tal sucede en el caso regresó al hogar paterno.
con este acontecimiento, Y f u é tanto el entusiasmo
que refirió un literato y tan ardiente su celo,
y sacerdote de mérito, que con otros minoristas,
en llano y fácil estilo, sus antiguos compañeros,
y dándole un tono serio, levantó, según refieren,
sin q u e yo afirme ni niegue de San Miguel en el cerro,
si es leyenda, historia ó cuento. pequeña iglesia, en que había
como en los mejores templos,
cálices, palios bordados,
Desde que pisó las aulas,
y blandones y ornamentos.
F u é Lucio un niño modelo,
No faltaba allí la misa,
de precoz inteligencia,
ni el «Corpus» ni el «Jubileo,»
de tan claro talento,
la «tercia» y los. «maitines,»
tan constante en el estudio
y en el púlpito severo,
y á las letras tan afecto,
el sermón q u e predicaba
que sobresalió bien pronto
aquel Bossuet en pequeño,
de todos sus compañeros,
el seminarista Lucio,
y la estimación captóse
orador de g r a n d e s vuelos.
de los más doctos maestros.
Un día, prestes y diáconos,
H i j o de rica familia,
al Seminario volvieron,
de prosapia y abolengo,
menos Lucio, quien quedóse
enviósele al Seminario
sin auditorio y sin templo.
de Yalladolid, por cierto,
Entonces caminó de rumbo
m u y reputado entre todos
en pos de horizontes nuevos,
los planteles de aquel tiempo.
y al plantel de la P u r í s i m a '
La carrera de eclesiástico
entró á estudiar el Derecho.
abrazó con m u c h o empeño,
y al recibir la tonsura,
i E l Colegio del E s t a d o , q u e s e l l a m ó d e la P u r í s i m a , e n
según el ritual severo, aquella é p o c a .
De vuelta de vacaciones,
con gran sorpresa supieron
II.
todos los seminaristas,
q u e era Lucio otro sujeto:
¡Cuán obscuro es el destino
porque en vez de usar sotana
del hombre, de este Proteo,
y acanalado sombrero,
q u e como el hijo de Tetis
con chistera y con levita
se transforma, y con el tiempo.
lo miraban de paseo,
lanza audaz la inteligencia
hablando de las «Partidas,»
en pos de ideales nuevos,
«Las Pandectas» y «El Digesto.
sin que substraerse pueda
á la corriente del medio,
— ¡Colgó los hábitos Lucio! pobre guijarro impelido
todas las gentes dijeron; á mares hondos, sin término . . . !
mas de la verdad del caso Pero vamos al relato,
á fe que 110 andaban lejos; y ya 110 filosofemos:
porque Lucio, dedicóse Lucio, al cabo, arrepentido,
al Foro con noble empeño, hubo de tornar al templo;
y el título de abogado y á una «tanda de ejercicios,»
obtuvo con lucimiento.
ingresó, por fin, resuelto.
De la Cátedra Sagrada
Mas antes de que prosiga,
ya no j u s t ó en el torneo
0I1, caro lector, mi cuento,
y olvidó los Santos Padres,
es preciso que recuerde
la S u m m a y el Evangelio.
el lugar de los sucesos,
E11 la tribuna política
y que desborde la lira
desató el potente verbo,
sus más vibrantes arpegios,
cual otro Dantón hablóle
evocando la grandeza
de libertades al pueblo,
del Mineral opulento,
de los Derechos del hombre,
que en mil quinientos cincuenta
de la Patria, del Progreso . . .
descubrió un humilde arriero.
F u é «Rayas:» su nombre debe La sola Mina de Rayas
á J u a n de Raya, que u n tiempo, produjo de España al Reino,
explotó la «Yeta Madre» un tesoro: ¡diez y siete
millones de duros pesos/
(1565.)
I.
V.
1 El P . A l e g r e d i c e q u e f o n la f u n d a c i ó n d e los h o s p i t a l e s
o r d e n a d a p o r D . V a s c o d e Q u i r o g a , se h i c i e r o n s e n t i r m e n o s en
G u a n a j u a t o los e s t r a g o s d e la p e s t e . — N . DEL A.
Mineral de " C a t a . '
ti:
j£l S e ñ o r be IDíllaseca.
Gra&íción Ibístóríca.
(1545).
I.
m•
¡Sil" '
Ilic
I III.
IRelato b í s t ó r í c o s o b r e su origen.
C1732 3.
R e s p e t u o s o h o m e n a j e al s a b i o
h i s t o r i a d o r , señor D o c t o r Don
Agustín Rivera.
I.
¡Oh, mi q u e r i d o Colegio,
c u n a intelectual de t a n t a s
celebridades q u e han dado
h o n o r y gloria á la P a t r i a !
interpuso el misionero
su saber y su palabra, conserva de esos anales
sus ejemplares virtudes la h u m a n i d a d . . . . F u e r a insana
y su abnegación sin tacha. la intención del que quisiera
rehacer obra tan rara.
G u a n a j u a t o era u n a Villa,
E m p r e n d i ó por todas partes
q u e disfrutando de fama,
u n a activa propaganda,
por los inmensos tesoros
y por doquiera colegios
que sus minas derramaban,
y conventos levantaba.
C u a n d o el R e y Felipe Quinto
Sus leyes, fueron las lej'és
nuevas nupcias concertaba
q u e el Consejo de Indias d a b a t
con Isabel de Farnesio,
y sus usos y costumbres
él Virrey, D u q u e de Arias,
los de las huestes hispanas.
Y como f u e r a costumbre
aparecióse en el pulpito,
de los iberos monarcas,
vistiendo negra sotana,
con rangos y preeminencias
la figura de u n jesuíta
corresponder esas dádivas,
que elocuente predicaba,
Y consta en u n manuscrito,
que por precioso se g u a r d a ,
que el año de veinticuatro
de la centuria pasada,
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A MI ESTIMADO
Y F I N O A M I G O , KL C O N C I E N Z U D O Y E R U D I T O H I S T O R I A D O R ,
SR. LIC. D . G E N A R O GARCÍA,
DIRECTOR DEL M U S E O NACIONAL.
I.
QUANASHUATO.
E n v u e l t o s e n t r e las s o m b r a s
d e las edades lejanas,
en c u a n t o al obscuro f o n d o
del pasado, el h o m b r e abarca,
surgen los vivos recuerdos
de u n a legendaria raza,
q u e en la noche de los siglos,
h u n d e sus r o b u s t a s plantas.
F u é la raza chichimeca,
la m á s indómita y brava
de todas las que poblaron virgen, hermosa, inhollada,
el vasto imperio de A n á h u a c . cuyo p r o f u n d o silencio
Antes que doblar la.frente sólo á intervalos turbaba,
y que vivir humillada, el fiero rugir del «puma,»
bajo el ominoso y u g o y del huracán las rachas
de Acolhuatzin el monarca, y los cantos de las aves
prefirió vagar errante y el rumor de las cascadas.
por selvas y por montañas,
teniendo por sólo abrigo Y aquí f u é donde los hijos
las cavernas escarpadas,
de la chichimeca raza,
d o n d e las salvajes fieras
en P a x t í t l a n encontraron
albergue á su prole daban.
u n lugar para su estancia;
porque según lo refieren
Entonces ¿qué era esta tierra antiguos sabios, es fama,
en cuyas h o n d a s entrañas, que vagando los indígenas
mil recónditos tesoros de «El Meco» por la montaña,
oculta en sus venas áureas? advirtieron un peñasco
¿Qué era este suelo prolífico que afecta en formas m u y claras,
circundado de montañas, la simbólica figura
q u e como ingentes colosos de u n a gigantesca «Rana.»
en formidable batalla,
Y el Agorero, explicando
crispando los recios músculos,
la maravilla encontrada,
los anchos torsos enarcan?
dijo:—«Es la diosa, es el n u m e n ,
E r a u n a fragosa sierra
émulo del gran Itzáquatl,
de altos pinos coronada
que Mitl, el re}' poderoso,
y de p e r f u m a d o s robles
ordenó que se adorara,
y de encinas centenarias;
y forjó en oro macizo
ostentando esa grandeza, <
y recamó de esmeraldas.»
imponente, soberana,
de la N a t u r a salvaje, Y dicen los que lo saben,
que la aldea que formaran
en torno de aquel peñasco Tzintzuntzan, Texcoco, Pátzcuaro
los chichimecas, es fama, y Yuriria, lo proclaman;
que se llamó Quanashuato, pues si en los bosques tenían
voz de la lengua tarasca, hermosas piezas de caza,
que significa en romance: rica y abundante pesca
«lugar montuoso de ranas.» 1 en los lagos encontraban.
Buscaron los chichimecas
otras regiones más amplias,
del anchuroso «Bajío»
II. en las fértiles comarcas;
y encaminando sus pasos
YURIRIAPUNDARO.
á la cadena volcánica,
que desde el Valle de Yuriria
Todas las tribus indígenas, sus conos-truncados alza,
pobladoras del Anáhuac, á orillas del cráter-lago
siguiendo las tradiciones que ahora «La Alberca» le llaman, 1
d e sus jefes y monarcas, fundaron Yuririhapihida.ro,
á orillas de las lagunas capital de la comarca,
risueños pueblos fundaban:
8
I¡¡n Corren los fecundos ríos
y las fuentes y las aguas,
d e s a n g r e el a g u a : » q u e si a y s a n g r e e n la t i e r r a q u e p i d a a l Cie-
lo j u s t i c i a c o n t r a v n a c r u e l d a d , en las a g u a s h a d e h a v e r sangre-
11
:id
IS i y allá en la m a r desaparecen
tambien, que clame y pida venganza.»
E l P a d r e B a s a l e n q u e , e n s u « H i s t o r i a d e la P r o v i n c i a de-
al vaivén de las borrascas. N i c o l á s T o l e n t i n o de M i c h o a c a n , » T o m o 1, C a p í t u l o X I I , p á -
iii iff g i n a 253, h a b l a n d o d e la f u n d a c i ó n del C o n v e n t o d e Y u r i r i a , se
f e x p r e s a así: « S i g u i e n d o el o r d e n , q u e l l e v a m o s , de r e f e r i r p r i -
m e r o el P u e b l o y sitio d o n d e se f u n d ó el C o n v e n t o , d i g o , q u e
¡Ay! El poder, la f o r t u n a , e s t e P u e b l o se l l a m a « Y u r i r i a p ú n d a r o , » q u e q u i e r e d e z i r « L a -
g u n a d e s a n g r e , » p o r q u e s e f u n d ó en s u s p r i n c i p i o s a l r e d e d o r
la dicha, la gloria, pasan d e v n a L a g u n a c u y a r e d o n d e z d e b e s e r v n a l e g u a c o r t a , y su
como el fuego, como el h u m o a g u a n o e s s a n g r e , s i n o a g u a , q u e t i e n e v n c o l o r t u r b a d o , y 110
c l a r o e s t a n d o en la L a g u n a , q u e s a c a d a f u e r a , m a s c l a r a es d e
que el Popocatépetl lanza. . . . ! lo q u e ella p a r e c e . T i e n e v n a cosa a d m i r a b l e e s t a L a g u n a q u e
110 s e le h a l l a f o n d o e n m e d i o , y su a g u a n u n c a m e n g u a ni c r e c e
n i d e f u e r a se c e b a d e o t r a s a g u a s q u e le e n t r e n s i n o e s la del
Y se apagaron los cánticos, cielo. A h a v í d o a ñ o , q u e la L a g u n a g r a n d e (la q u e hizo F r . Die-
g o d e C b á v e z ) , se h a s e c a d o t o t a l m e n t e , y e s t a 110 m e n g u a c o s a .
11111
Bfcifra
y la sangre derramada,
corrió, corrió sin medida,
Su a g u a n o e s d e p r o v e c h o p a r a c o s a v i v i e n t e d e d e n t r o ni d e
f u e r a . Al r e d e d o r s e p l a n t a c a ñ a y se d a b i e n . D i z e n a l g u n o s ,
q u e allí h e c h a b a n l o s c u e r p o s q u e s e s a c r i f i c a b a n á s u s Dioses,,
y su profusión f u é tanta, d e s t o n o ay e s c r i t o , sola t r a d i c i ó n . » — N . DEL A .
(SIGLO XVII).
I.
II.
E s el p a r a j e a m e n o y solitario;
Del t e m p l o en el vetusto c a m p a n a r i o
T i e n e n s u s nidos Cándidas palomas;
S o m b r a le d a n a l m e n d r o s seculares,
E l h u e r t o vides y d o r a d a s p o m a s
Y p e r f u m a d o a m b i e n t e los p i n a r e s .
III. VI.
IV. VII.
V. VIII.
X.
XIII.
XI.
XIV.
XVI. XIX.
XVII. XX.
XXV.
XXII.
E n aquellas espléndidas regiones
Las copas de las palmas arrogantes, Mi palabra exaltó los corazones;
Cual bellos abanicos de diamantes Y, con la magia de mi verbo osado,
Do prendiera la luna niveos ampos, H u b e de s u b y u g a r á un pueblo entero;
Se agitaban mecidas por el viento. Más prosélitos hice que un cruzado,
Reinaba inmensa paz sobre los campos, Más victorias obtuve que un guerrero.
P r o f u n d a soledad en el convento.
XXVI.
XXIII.
Porque es irresistible, sin disputa,
U n intenso pesar al religioso Más que el imperio de la fuerza bruta,
Debía conmover; pues silencioso Para domar los pueblos y las almas,
Largo tiempo quedó; mas, reanimado, El poder de la h u m a n a inteligencia,
Como si de un letargo resurgiera, Y valen más que las sangrientas palmas
Dijo:—¡Venid, fantasmas del pasado,
Del guerrero, los triunfos de la ciencia.
F r a y Antonio Linaz aquí os espera! 15
XXVII. XXX.
XXVIII. XXXI.
XXIX. XXXII.
XXXVII.
XXXIV.
XXXVIII.
XXXV.
XL. XLIII.
Mas, icuán caro pagué m i atroz delito! Sin poder reprimir el sobresalto,
¡Maldito aquel instante, sí, maldito, E n el lecho caí de vigor falto;
E n que torpe caí ! porque a ú n ahora Cerré los ojos; pero, de repente,
Que mis pupilas la vejez empaña, Pavoroso, con grave resonancia,
De cruel remordimiento, aterradora, El rumor de unos pasos, claramente,
La fatídica sombra me acompaña. P u d e escuchar adentro de m i estancia.
XLI. XLIV.
XLVI.
XLVIII.
Y con la voz confusa y alterada
Por la emoción, le interrogué; mas nada H a n corrido los años, F r a y Antonio;
M e contestó. Y como audaz quisiera Y así como en la cueva de Trifonio,
La clave descubrir de su secreto, Si algún osado joven pretendía
Vi que la faz del m o n j e sólo era Penetrar sus misterios, con espanto,
La de un horrible y mísero esqueleto. 1 Descarnadas imágenes veía,
x C o m o el i n c r é d u l o lector p u d i e r a s u p o n e r q u e e s t o e s pu- Símbolos del dolor y el desencanto;
ra f a n t a s í a del a u t o r , c o p i a r é t e x t u a l m e n t e lo q u e dice el mis-
m o c r o n i s t a F r a y I s i d r o Félix de E s p i n o s a . « E s t a n d o u n a 110-
. che ( F r a y A n t o n i o ) en fu C e l d a d e l C o n v e n t o ele la P. Concep-
ción de C e l a y a , al ir c o n c i l l a n d o el s u e ñ o , oyó u n o s p a v o r o f o s ble, en s u s « M e x i c a n o s D i s t i n g u i d o s , » p á g i n a 153, dice: «Con li-
pafos, q u e hicieron eco en los r e t r e t e s d e l c o r a z o n ; y 110 bien g e r e z a i m p e r d o n a b l e , hija d e la i g n o r a n c i a m á s v u l g a r , h a n ca-
d e f p i e r t o , al q u e r e r h a c e r c a p a z d e l s u c e s o , s i n t i ó q u e con vio- •ificado a l g u n o s d e ridículos c r o n i c o n e s Henos d e c o n s e j a s y á r i -
lencia le c o r r í a n la c o r t i n a q u e t e n í a en el c a n c e l de la c a m a : y d a s y m o n ó t o n a s v i d a s d e frailes, e s a s c r ó n i c a s sin las q u e s e r í a
a b r i e n d o m a s los ojos p a r a a p u i a r t o d o el d e f e n g a ñ o , vió, a u n - imposible p e n e t r a r en el i n t r i n c a d o l a b e r i n t o d e n u e s t r a a n
q u e p o s e í d o d e h o r r o r e s , á la efeasa luz q u e m i n i s t i a b a v n a can- t i g u a historia. E11 cambio, h o m b r e s v e r d a d e r a m e n t e d o c t o s ,
d e l a , e n la m a n o d e v n a t r i f t e figura de la m u e r t e , á vn esque- q u e h a n e m p l e a d o los m e j o r e s a ñ o s d e su v i d a e n el e s t u d i o y q u e
leto en f o r m a d e d i f u n t o . R e p a r ó e f p e l u z n a d o el cabello, q u e el n o se d e j a n llevar ni del espíritu d e secta ni d e las preocupacio-
rostro e r a u n a d e s n u d a c a l a v e r a , el h á b i t o q u e t r a í a p o r m o r t a - n e s d e los d e m á s , h a n h a l l a d o en e s a s c r ó n i c a s los t e s o r o s q u e
j a , d e la m i s m a t e l a c e n i c i e n t a d e q u e se v i s t e n los religiosos d e b u s c a b a n y h a n u t i l i z a d o t a n t a s y tan i m p o r t a n t e s n o t i c i a s
la S a n t a P r o v i n c i a d e M a l l o r c a , con v n a s e c a m a n o t e n i e n d o la q u e 110 h a n t e n i d o e m b a r a z o en p r o c l a m a r q u e sin ellas, 110 les
l u z e n c e n d i d a y c o n la o t r a s u s p e n s a la c o r t i n a . » — N . DEL A. h a b r í a s i d o d a d o t r a z a r con sólidos f u n d a m e n t o s u n a sola p á g i -
E l S r . F r a n c i s c o Sosa, r e p u t a d o l i t e r a t o é h i s t o r i a d o r nota- n a » - N . D E L A.
XLIX.
Y al salir, en su rostro se p i n t a b a
L a escena q u e a t e r r a d o presenciaba,
Y q u e a p a g a n d o en su a l m a el a r d i m i e n t o
De la edad juvenil y el e x t r a v í o ,
T a n sólo le d e j a b a por t o r m e n t o ,
T e d i o , desolación, vejez, hastío;
L.
Xa 3 u r a fcel IRe^.
Y al salir, en su rostro se p i n t a b a
L a escena q u e a t e r r a d o presenciaba,
Y q u e a p a g a n d o en su a l m a el a r d i m i e n t o
De la edad juvenil y el e x t r a v í o ,
T a n sólo le d e j a b a por t o r m e n t o ,
T e d i o , desolación, vejez, hastío;
L.
Xa 3 u r a fcel IRe^.
M o n u m e n t o que engalana
A nuestra Ciudad natal,
Que á T r e s G u e r r a s inmortal,
Como dijo un vate, hiciera,
L o mismo q u e á J u a n de Herrera
el espléndido Escorial.
Xa Calle bel ttruco.
i.
F u é de Diego el protector,
Don Pedro de Carbajal,
E n minas emprendedor,
Y con asidua labor
Adquirió grande caudal.
* *
* *
* *
T a n tenaz presentimiento
A Isabel, amando ciego,
L e agobiaba por su mal. Dijo al p u n t o de morir:
¿Recluirla en u n convento? — Q u e no intentes, te lo ruego,
¿Mandarla á España? ¡oh tormento! Casarte tú. . . ; pero luego
F u e r a su golpe mortal. Y a no pudo concluir.
* *
%
Y exhalando horrible grito,
Viejo, enfermo y abatido,
Del dolor en los excesos,
Sin ver alivio en su suerte,
Cubrió aquel rostro marchito
Pesimista convencido.
Con u n raudal infinito
Sólo anhelaba el olvido
De lágrimas y de besos.
E n las sombras de la muerte.
* II.
De don Pedro la dolencia
E x p i r a n t e en su reinado
E n breve se exacerbó,
Estaba Carlos Segundo,
Y con tal recrudescencia,
Dan débil cuan desgraciado,
Que el fulgor de su existencia
A quien llamó el «hechizado,.»
P r o n t a m e n t e se extinguió.
Por su fanatismo, el mundo.
*
L a E s p a ñ a se debatía
Miró cundir su impotencia,
S i n paz, gobierno ni norte,
De América al coloniaje.
• E n espantosa anarquía;
Donde con gran insolencia,
Del R e y un j u g u e t e hacía
Llegaba hasta la demencia
Con sus intrigas, la Corte.
El más atroz bandidaje.
*
Y aquel poder soberano,
De piratas chusma e x t r a ñ a
Y aquellas g r a n d e s conquistas
Pudo hallar el campo abierto
Del imperio castellano,
E n costas de Nueva España,
Rodaban bajo la mano
Y de Veracruz, con saña,
D e «austriacos» y «nithardistas.»
Penetró á saco en el puerto.
*
Y la que en lejano ayer,
Y llegó á miseria tal,
E n los mares y en la tierra
Invencible llegó á ser, Madrid, en esos momentos,
A l humillar el poder Que hasta la guardia real
De las naves de Inglaterra, Se alimentaba m u y mal
Con sobras de los conventos.
E r a la «tanda,» brillante
Mas, como el Rey pretendiera
Feria, de m u c h a importancia
Nuevas nupcias concertar
P a r a todo comerciante,
Con Doña Ana de Baviera,
E n que el oro deslumbrante
Y el tesoro no pudiera
Corría con abundancia.
Tales gastos erogar,
*
I *
Como en una comerciara
E n tanto, en el Mineral,
Gran cantidad de «fuereños,»
Todo el m u n d o está de fiesta;
De los de Guadalajara,
Y , derrochando 1111 caudal,
De ahí que se le llamara
U n a «tanda,» sin igual,
La de los «gualajareños.»
A solemnizar se apresta.
*
*
Y cuenta la tradición,
T r a b a j a d o r , diligente,
Que en esa calle sombría,
Diego á la sombra vivió
E x c i t a n d o la ambición, De don Diego su pariente,
E n vetusto caserón Quien, no como dependiente,
Un juego de «truco» había.
Sí como hijo, lo trató.
*
*
Y a u n q u e el tiempo todo arrasa,
El pueblo q u e todo ve Y de su dicha se u f a n a
Y escudriña lo que pasa, Diego en el hogar aquél,
Refiere que aquella casa Donde, desde edad t e m p r a n a ,
Testigo de un drama fué. E l cariño de una hermana,
Hallar pudo, en Isabel.
III. *
* *
Los dardos del niño ciego ¡Qué inmensa paz! ¡Qué alegría
Blanco hicieron á la par E n ese hogar sosegado!
E n esas almas de fuego, ¡Quién á suponer vendría,
Y á Isabel llevó don Diego Que en breve se tornaría
A las gradas del altar. E n espantoso nublado!
*
*
¡Triste condición h u m a n a
Y tan bien se comprendieran Que no se sacia jamás. . . !
E n ese su a m a n t e nido Si la dicha está cercana,
E n que dichosos vivieran, ¿A qué en lucha estéril, vana,
Cual dos tórtolas que hubieran Ir buscando más y más. . . ?
E n el mismo árbol nacido.
* IV.
* *
*
*
—¿Vamos?—Vamos: le responde
E n tanto, en el caserón,
El que la apuesta ganó;
Donde aquel «truco» existía,
La faz en su embozo esconde,
Cegado por la ambición,
Y ambos se dirigen donde
Los ducados á montón
La triste Isabel quedó.
Derrocha Diego en la orgía.
*
*
*
*
' *
* *
Y c u a n d o éstej audaz p r o c u r a
Asirla y g a n a r la p u e r t a ,
B u r l a n d o su d e s v e n t u r a ,
N o logra acción tan i m p u r a , j£l Clarín be ©rbenes.
P o r q u e Isabel está m u e r t a .
* "Romance histórico.
Y á la calle do en vil t r a m a ,
E n s u e r t e i n f a m e se echó
E l h o n o r de aquella d a m a , I.
S e g ú n nos c u e n t a la f a m a ,
E s u n a olvidada historia
De El Truco se le llamó.
la q u e á referiros voy,
la d e u n a h u m i l d e heroína,
la de u n bravo c a m p e ó n ,
raro ejemplo de entereza,
d e arrojo, audacia y valor,
*
q u e á combatir por la P a t r i a
con d e n u e d o se lanzó,
sin q u e obstáculos p u s i e r a n
á su noble inclinación,
ni lo corto d e sus años,
ni de su sexo el p u d o r .
Heroína infortunada
q u e a u n obscura vives hoy,
o c u l t a n d o t u s tristezas
con santa resignación.
*
Y c u a n d o éstej audaz p r o c u r a
Asirla y g a n a r la p u e r t a ,
B u r l a n d o su d e s v e n t u r a ,
N o logra acción tan i m p u r a , j£l Clarín be ©rbenes.
P o r q u e Isabel está m u e r t a .
* "Romance histórico.
Y á la calle do en vil t r a m a ,
E n s u e r t e i n f a m e se echó
E l h o n o r de aquella d a m a , I.
S e g ú n nos c u e n t a la f a m a ,
E s u n a olvidada historia
De El Truco se le llamó.
la q u e á referiros voy,
la d e u n a h u m i l d e heroína,
la de u n bravo c a m p e ó n ,
raro ejemplo de entereza,
d e arrojo, audacia y valor,
*
q u e á combatir por la P a t r i a
con d e n u e d o se lanzó,
sin q u e obstáculos p u s i e r a n
á su noble inclinación,
ni lo corto d e sus años,
ni de su sexo el p u d o r .
Heroína infortunada
q u e a u n obscura vives hoy,
o c u l t a n d o t u s tristezas
con santa resignación.
Y LEYENDAS GUANAJUATENSES 321
II.
E n la Perla de Occidente,
en esa linda región,
emporio de la hermosura,
del talento y del valor,
de u n oficial que era listo
en manejar el cañón,
y u n a bella tapatía
con quien aquél se casó,
f u é Patricia Villalobos
el f r u t o de tal unión.
Y estaba la pobre chica
de la infancia aun en la flor,
cuando, h u é r f a n a de madre,
Patricia Villalobos.
abandonada quedó.
P a r a ganar el sustento al ver en su compañero
con sacrificio y honor, á un honrado luchador,
á una fábrica de fósforos condolido de su suerte
á trabajar ingresó; hospitalidad le dió-
mas para ocultar su sexo, Allí, «Patricio» entregaba
vistióse como varón, á su noble protector,
Mas,—no te apures—le dijo
el jornal que consiguiera el buen Coronel, desde hoy,
p a r a su manutención; tú serás un hijo mío;
pero el P a d r e del chicuelo ánimo, pues, y valor!
q u e en su casa le albergó, No f u m e s la m a r i h u a n a ,
era u n hombre de muy d u r a no juegues, no bebas, yo
y terrible condición. te he de dar en todas partes
Una m a ñ a n a , q u e estaba mi apoj-o y mi protección.
violento y de mal h u m o r , A poco tiempo, á la guerra,
así dicen que á «Patricio» para Colima salió
con aspereza le habló: tocando el clarín «Patricio»
—Mira, muchacho, en mi casa, en el valiente escuadrón.
no puedo tenerte, 110, ¡Cuántos trabajos pasaba
de los huérfanos el padre por conservar su pudor,
es el Gobierno, y no yo. aquel flamante corneta
A que te enseñen á hombre, que por la Patria luchó!
en este momento voy, Pronto los marciales toques
y tomando de l'a m a n o de la Ordenanza aprendió,
á «Patricio,» le llevó y, como clarín de órdenes
á un Coronel que mandaba . del General Comonfort,
el aguerrido escuadrón contra de I i a r o y Tamariz
«Lanceros de G u a n a j u a t o , » frente á Puebla se batió.
d o n d e luego lo afilió.
¡Pobre «Patricio»! ¡Qué sustos Y luchando cuerpo á cuerpo,
cuando por cajas pasó! con temerario valor,
gruesas y a b u n d a n t e s lágrimas envuelto quedó «Patricio»
derramaba con dolor; de balas en un turbión.
y fueron tales sus quejas Y dicen que al ver su arrojo
y su congojada voz, el General Comonfort,.
que de aquel jefe excitaron — ¡No te creí tan valiente!
la más viva compasión. con entusiasmo exclamó.
Y L E Y E N D A S G U ANAJ UA TENSES 32")
al f r e n t e de T a c u b a y a
—Como un héroe te has batido
sirviendo de guarnición,
y eres «cabo» desde hoy.
y al q u e la gente de entonces
E l t r i u n f o con sus laureles
«Eos Matutinos,» llamó.
al General coronó;
U n a mañana, un chiquillo
pero el infeliz «Patricio,»
presentósele al Mayor
que luchando cual león,
pidiéndole que una plaza
los fieros botes ele lanza
le diera en el escuadrón:
I
con su sable se quitó,
en vez de obtener su ascenso, era el osado «Patricio,»
como justo galardón, el corneta desertor.
graves y horribles martirios Y 110 bien entre las filas
le llenaban de temor, del regimiento se halló,
pues los soldados querían t u v o que poner á prueba
con u n a insistencia atroz, nuevamente su pudor.
probar q u e el bravo corneta ¡Qué d é afanes! ¡Qué de luchas!
era mujer, no varón. ¡Qué de tormentos sufrió!
«Patricio,» al verse acosado, para burlar de los suyos
exclamaba con f u r o r : la curiosa indiscreción!
—¡Pasan sobre mi cadáver; —«Patricio» es mujer—decían
pero no me rindo, no! los soldados al Mayor;
Y sin encontrar remedio mírele usted las orejas
á su triste situación, agujereadas. Quedó
en aquella misma noche el pobre chico, azorado
del cuartel se desertó. y temblando de pavor,
;; y como Se le observara
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