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El planteo puede hacerse extensivo al derecho a la alimentación, dado que algunas cláusulas
generales de la Constitución parecen otorgarle protección, junto con algunas referencias
explícitas contenidas en varios de los tratados que gozan de jerarquía constitucional. En tal
sentido, recordamos que el art. 75 en su inc. 23 dispone que corresponde al Congreso
"legislar y promover medidas de acción positiva que garanticen la igualdad real de
oportunidades y de trato, y el pleno goce y ejercicio de los derechos reconocidos por esta
Constitución y por los tratados internacionales vigentes sobre derechos humanos, en
particular respecto de los niños, las mujeres, los ancianos y las personas con discapacidad".
Por su parte, el art. 11 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
(LA 1994-B-1633) establece que los Estados signatarios reconocen "el derecho de toda
persona a un nivel de vida adecuado para sí y su familia, incluso alimentación, vestido y
vivienda adecuados, y a una mejora continua de las condiciones de existencia". Brinda tutela
también al "derecho fundamental de toda persona a estar protegida contra el hambre", para lo
cual los Estados parte se comprometen a adoptar, individualmente y mediante la cooperación
internacional, "las medidas, incluidos programas concretos, que se necesite para: a) Mejorar
los métodos de producción, conservación y distribución de alimentos mediante la plena
utilización de los conocimientos técnicos y científicos, la divulgación de principios sobre
nutrición y el perfeccionamiento o la reforma de los regímenes agrarios de modo que se logre
la explotación y la utilización más eficaces de las riquezas naturales; b) Asegurar una
distribución equitativa de los alimentos mundiales en relación con las necesidades, teniendo
en cuenta los problemas que se plantean tanto a los países que importan productos
alimenticios como a los que los exportan".
Idéntica línea de razonamiento siguió en la causa "M. M. v. M. S. y A. S", que versara sobre
una acción de amparo promovida por el padre de un menor con parálisis y retardo cerebral a
fin de obtener los servicios básicos de rehabilitación dispuestos en la ley 24901 (LA 1997-D-
3798) a favor de las personas discapacitadas carentes de cobertura social y recursos
económicos suficientes. El fallo de primera instancia, confirmado por la C. Fed. Rosario, hizo
lugar al amparo y ordenó al Servicio Nacional de Rehabilitación y Promoción de la Persona
con Discapacidad otorgar la atención integral prevista en la citada ley. Si bien el aludido
servicio adujo en el remedio extraordinario que la Cámara lo había condenado a realizar
acciones que no están a su cargo y para cuya ejecución carece de partida presupuestaria, la
Corte ratificó "la obligación impostergable que tiene la autoridad pública de garantizar ese
derecho con acciones positivas" (caso "Campodónico"), agregando que "los beneficios
establecidos a favor de las personas incapacitadas no incluidas en el régimen de obras
sociales cuentan con el financiamiento de las partidas asignadas en el presupuesto general de
la Nación" (ley 24901), razón por lo cual "resulta fundado el reproche que el a quo formuló a la
conducta de la apelante, habida cuenta de la responsabilidad que debe asumir el Estado
Nacional en la asistencia y atención del niño discapacitado, de la que no cabe sustraerse en
razón de demoras contingentes en la puesta en funcionamiento del respectivo sistema
sanitario en las provincias" (9). Pensamos que en ambos casos la Corte -al considerar
procedente el amparo- hizo efectivo el derecho a la salud, valorando muy especialmente que
se trataba de menores y/o discapacitados cuya protección venía dada por normas de jerarquía
constitucional desarrolladas por disposiciones infraconstitucionales (leyes 23661 y 24901).
Sin embargo, más recientemente debió pronunciarse acerca de los derechos a la salud y a la
alimentación en una pretensión que carecía de sustento en normas infraconstitucionales, en la
causa "Ramos, Marta R. y otros v. Provincia de Buenos Aires y otros s/amparo" (10), fallada el
12/3/2002. Mediante la demanda la actora perseguía que el Ministerio y la provincia hicieran
efectivos los derechos de ella y sus hijos a una alimentación sana, a la salud, a la educación y
a una vivienda digna, suministrándoles de manera concreta, efectiva, continua y mensual una
cuota alimentaria que les permitiera satisfacer sus necesidades básicas y vivir dignamente;
que se otorgara a su hija M. S. R. las prestaciones médicas necesarias de acuerdo con su
estado de salud y se removieran los condicionamientos que impedían la plena y efectiva
concreción de sus derechos, proveyéndose a sus seis hijos en edad escolar de las
condiciones materiales (ropa, calzado, libros y útiles escolares y gastos de transporte)
necesarias para concurrir a un establecimiento educacional.
En esta oportunidad la Corte desestimó el amparo, aunque hubo opiniones diversas que
resulta necesario reseñar a fin de no extraer conclusiones equívocas. En tal pronunciamiento
los Dres. Eduardo Moliné O'Connor, Augusto C. Belluscio y Guillermo López sostuvieron que
el reclamo de cuota alimentaria suficiente para cubrir la totalidad de las necesidades básicas
del grupo familiar de la Sra. Ramos (alimentación, vestido, vivienda, transporte, salud, etc.)
constituye una "pretensión que importa transferir a las autoridades públicas el cumplimiento de
una obligación que tiene su origen en las relaciones de parentesco (arts. 367 y ss. CCiv.)",
cuya exigencia específica a sus responsables se ha descartado a priori, "enderezando por
esta vía un reclamo judicial liminarmente improcedente", y que subsidiariamente "es en el
ámbito de la administración de los planes asistenciales del Estado Nacional y provincial,
donde la demandante debe acudir para tratar de subvenir su afligente situación, canalizando
sus apremiantes reclamos por las vías del sistema de la seguridad social", ya que el dramático
cuadro social que sufre la actora "no puede ser resuelto por la Corte, toda vez que no es de su
competencia valorar o emitir juicios generales de las situaciones cuyo gobierno no le está
encomendado (Fallos 300:1282 y 301:771), ni asignar discrecionalmente los recursos
presupuestarios disponibles, pues no es a ella a la que la Constitución le encomienda la
satisfacción del bienestar general en los términos del art. 75 incs. 18 y 32 (conf. arg. Fallos
251:53)".
Si bien los Dres. Petracchi y Bossert adhirieron al rechazo del amparo, en su voto afirmaron
que tal proceder correspondía, toda vez que "la situación de la actora encuadra prima facie en
las previsiones de la ley 23746 (LA 1989-C-2600) (reglamentada por el decreto 2360/1990)
que ha instituido una pensión mensual, inembargable y vitalicia para las madres que tuviesen
siete o más hijos, cualquiera fuese la edad y estado civil", la que no había sido reclamada por
la actora. Por el contrario, en su disidencia, los Dres. Fayt y Boggiano sostuvieron que "la
existencia de ese remedio asistencial no puede ser considerada sin más y en esta etapa
liminar del proceso como suficiente para dar satisfacción a los derechos constitucionales en
que se funda el presente reclamo, cuestión que impone dar curso a la presente demanda de
amparo", toda vez que aunque no es competencia de la Corte valorar o emitir juicios
generales de las situaciones cuyo gobierno no le está encomendado, "una compresión de esta
doctrina que negara la posibilidad de solicitar judicialmente y frente a un caso concreto, el
efectivo reconocimiento de los derechos humanos en cuestión no puede compartirse. Ello por
cuanto no se están requiriendo en el caso medidas de gobierno de alcance general, sino sólo
aquellas que a juicio de los peticionarios, darían satisfacción a sus derechos más primarios.
En estas condiciones, dar curso al presente amparo tiende a posibilitar la efectiva
preservación de los derechos invocados, en el entendimiento de que debe propenderse a la
efectiva operatividad de los derechos humanos constitucionalmente consagrados y no generar
situaciones que sólo conducirían eventualmente, a interpretarlas como extremos fundantes de
responsabilidades patrimoniales del Estado" ("Felicetti, Roberto y otros", Fallos 323:4130,
disidencia del Dr. Fayt).
Apreciamos el criterio de la minoría, toda vez que creemos que ha concretado un valioso
aporte al destacar la "operatividad" de los derechos a la alimentación y a la salud -al menos en
la satisfacción de sus facetas "primarias"-, contribuyendo a determinar de tal modo su
contenido. Es innegable que el individuo necesita de manera imperiosa algunos bienes para
desarrollarse en sociedad (11). Su desconocimiento afecta su personalización y provoca su
marginación (12). Al respecto ha dicho Carlos A. Ghersi que "El principio distributivo de justicia
(equidad) significa que las personas de una comunidad democrática tengan asegurados los
bienes sociales, económicos y jurídicos primarios" y que "El principio de autodefensa frente al
Estado plantea la cooperación y asistencia mutua, para asegurar aquellos bienes primarios y
esto no es renunciable (desde lo legal) ni resignable (desde lo legítimo)" (13).
Merece destacarse en primer lugar el voto del Dr. Lucero, quien si bien se pronuncia por el
rechazo del amparo, se enrola en alguna medida en la línea de pensamiento minoritaria
sostenida por la Corte Suprema de la Nación en el caso "Ramos, Marta R. y otros v. Provincia
de Buenos Aires y otros s/amparo", al reconocer el carácter operativo que ostentan los
derechos fundamentales de la persona, entre ellos los derechos a la salud y a la alimentación;
así expresa que "La actual Constitución Nacional (1994) consagra nuevos derechos, entre
ellos, el derecho fundamental a la preservación de la salud, con valor normativo, e impone al
Estado y a los particulares el deber de tutelar la salud individual y de la comunidad. (...) Estos
nuevos derechos deben articularse con los tratados internacionales incorporados a nuestra
legislación interna con rango supralegal (arts. 75 inc. 22 CN.), los que poseen, por ende, tal
como lo señalara apropiadamente el a quo, plena operatividad". En contraposición, el voto del
Dr. Giménez se sitúa en una orientación más clásica al afirmar que "Los derechos de los
ciudadanos resultan así de nuestra Constitución con el carácter de inmediatamente
operativos, mientras que los derechos sociales, supeditados a programas y asignaciones de
recursos por parte del Estado, informan la legislación positiva, la práctica judicial y la
actuación de los poderes públicos".
En cuanto a los fundamentos para el rechazo del amparo, recordamos que el magistrado
Lucero enfatiza en la falta de probanzas en torno al supuesto incumplimiento de la obligación
de aprovisionamiento de medicamentos y leche en polvo en que habría incurrido la provincia
del Chubut, lo que a su juicio constituye suficiente sustento para desestimar la acción. Así
señala que "El examen judicial sería viable si se denunciare y acreditare alguna exclusión
injustificada o inmotivada de un individuo o grupo de individuos a la prestación de salud
debida, o bien ante la acreditación de una notoria deficiencia en la cobertura de las
necesidades existentes. Ninguno de tales supuestos han sido mínimamente probados en
estos autos. En tal inteligencia, podrá ser materia de conocimiento y decisión del poder
jurisdiccional del Estado controlar que la garantía o estándar mínimo prestacional
reglamentado (determinado o especificado normativamente) se viene cumpliendo en
resguardo del derecho a la salud. Pero no existiendo evidencia alguna de que tales
estándares mínimos se hayan efectivamente afectado, ya sea a través de puntuales
omisiones en la provisión de medicamentos ante un tratamiento que lo reclame, no puede más
que concluirse que no se concreta la indispensable acreditación de la denunciada omisión que
con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta produzca una lesión, alteración o restricción, actual o
inminente al derecho a la salud, que habilite la vía del amparo intentada en este pleito (art. 43
CN.; art. 54 Const. prov.) (LA 1994-C-4034)". La consideración de los argumentos vertidos
autoriza a deducir que la decisión recaída habría sido distinta de haberse formulado de
manera más precisa el planteamiento de la cuestión por los accionantes, como así también de
haberse probado suficientemente afectaciones concretas al derecho a la salud del grupo
social que concurría al centro asistencial.
Por otra parte, merecen alguna consideración los factores de índole económica esgrimidos por
ambos votos. Así, el voto del Dr. Lucero parece condicionar la vigencia efectiva de la afirmada
operatividad a cuestiones de disponibilidad presupuestarias. En tal sentido, expresa que "No
obstante la exigibilidad de los derechos sociales en general, adelantando somera opinión, ello
no significa sin más, lamentablemente, vigencia. No hay magia; si los recursos para realizarlos
en plenitud no alcanzan -porque son escasos-, es indisputable que no podría forzarse la
realidad que ello impone". El argumento no parece demasiado convincente si se advierte que
no se trataba exclusivamente de un problema presupuestario, ello por cuanto -según se
menciona en los considerandos del fallo- el juez de primera instancia tuvo en cuenta al
sentenciar declaraciones "del propio ministro del área en la emisión periodística adjuntada por
la actora por presentación de fs. 187, en cuanto a lo poco relevante a los fines
presupuestarios que resultaría la regularización del suministro de los insumos al centro de
salud". Luego vuelve sobre la cuestión al afirmar que "Desde que no puede obligar al Estado
provincial a que se haga cargo de brindar una cobertura total, todo dependerá, pues, de la
determinación política que se asuma en este aspecto y, fundamentalmente, de las
disponibilidades económicas (art. 21 Const. prov)". Por su parte, el Dr. Giménez expresa que
"El derecho a la salud aquí en juego -al igual que el derecho a la vivienda y a la educación,
entre otros- requiere la formulación de políticas por parte del Estado -si se quiere, la parte más
simple de la problemática- y de la afectación continua de ingentes recursos para su
prosecusión. Y cuando de la afectación de recursos se trata, todos sabemos que aun en
períodos de cierta normalidad económica existe una gran distancia entre los presupuestos y
programas y la existencia de recursos para su ejecución". Y agrega, a los fines de dar
fundamentos a su postura sobre la no judicialidad de la asignación de recursos dispuesta por
el Estado, que "resulta deseable, diría que ideal, que al discutirse el presupuesto nacional y
provincial se destaque la estructura del sistema axiológico de las constituciones para la debida
asignación de recursos y respeto de las prioridades de los derechos sociales, mas no dudo en
sostener que la jurisdicción carece de atribuciones para decidir sobre primacías y
asignaciones presupuestarias".
V. VALORACION FINAL Aunque no resulta factible ignorar los límites que surgen de la
realidad económica en orden a los recursos disponibles por el Estado para atender el derecho
a la alimentación y el derecho a la salud de los sectores carenciados, no es menos cierto que,
como ya expresáramos, tampoco puede soslayarse que el goce de tales derechos sólo será
posible en la medida en que se garantice un mínimo de prestaciones. Esta línea de
pensamiento, en cierta medida coincidente con lo afirmado por los Dres. Fayt y Boggiano en
su voto en minoría en el fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación pronunciado en
autos "Ramos, Marta R. y otros v. Provincia de Buenos Aires y otros s/amparo", antes
analizado, también es planteada por algún sector de la doctrina nacional (14), y creemos que
encuentra hoy una muy justificada aplicación en la situación de necesidad que vive buena
parte de nuestra población (15).
Siendo así, sólo resta considerar la posible supeditación de la plena efectividad de los
derechos fundamentales a la alimentación y a la salud a los recursos económicos habilitados
presupuestariamente. Al respecto, pensamos que la Ley de Presupuesto, sea nacional o
provincial, constituye una norma más dentro del ordenamiento jurídico y, en cuanto tal, debería
subordinarse a la Constitución Nacional (o provincial, en su caso) y respetar el diseño
económico social contenido en ella, evitando así la adopción de medidas que conduzcan a
generar índices mayores de marginalidad y exclusión social (16). En atención a ello, cabe
interrogarse si no sería posible someter al control de razonabilidad la asignación de recursos
establecida en la propia Ley de Presupuesto, desde que una manifiesta insuficiencia en los
recursos aplicables para el área de salud y alimentación que no garantizare las prestaciones
mínimas en función del sector poblacional a atender podría ser tachada de inconstitucional por
omisión legislativa relativa (17). Recordemos que la Corte ha señalado desde siempre que el
test de "razonabilidad" supone establecer la relación de causalidad y proporcionalidad entre
los medios empleados y los fines perseguidos, estándar que puede resultar de utilidad a la
hora de juzgar la proporcionalidad y la adecuación entre los recursos asignados y los
requeridos a fin de satisfacer los contenidos primarios de los derechos fundamentales a la
salud y a la alimentación (18). Para responder la duda planteada quizás haya que comenzar
reconociendo que "...el Estado ha desertado desde sus poderes políticos" y que "no debe
hacerlo el Poder Judicial" (19), puesto que es la única forma de salvar la severa emergencia
en la que nos encontramos sumidos los argentinos en todos los órdenes, especialmente en lo
concerniente a la alimentación y a la salud.
Notas al pie:
2) Entre ellos podemos citar: "Ramos, Marta R. y otros v. Provincia de Buenos Aires y otros
s/amparo" (JA 2002-IV-466), Corte Sup., 12/3/2002 (http://www.csjn.gov.ar), y "Def. Sup. Trib.
de Justicia v. Estado provincial s/acción de amparo", inédito.
3) Lorenzetti, Ricardo, "Las normas fundamentales de derecho privado", 1995, Ed. Rubinzal-
Culzoni, p. 112 y ss.
4) Hay quienes, sin embargo, ubican al derecho a la salud y a la alimentación como derechos
de primera generación. Al respecto puede verse a Bidart Campos, Germán, "Manual de la
Constitución reformada", t. II, 2000, Ed. Ediar, p. 502 y ss. Por su parte, Humberto Quiroga
Lavié nos dice que en las clases de generaciones de derechos deben incluirse "no solamente
una tercera generación de derechos sociales del trabajador, sino también los derechos de
cuarta generación, que son los que tiene la población a obtener prestaciones del Estado
(obviamente cuando la ley o situaciones de necesidad lo justifiquen)", en "Emergencia
alimentaria: rol del Estado y división de poderes", en Revista de Derecho Público - n. 2002-2,
"La emergencia económica (segunda parte)", 2002, Ed. Rubinzal-Culzoni, p. 45.
5) Sagüés, Néstor P., "Elementos de Derecho Constitucional", t. 2, 2001, Ed. Astrea, p. 330 y
ss.
6) Señala Germán Bidart Campos que, además de los textos ya citados, "Las dos
convenciones sobre discriminación racial y sobre discriminación de la mujer prevén, en
relación con el respectivo objeto de cada una, aspectos varios del derecho a la salud", en
"Manual de la Constitución..." cit., p. 108 y ss.
7) Ha dicho con acierto Ricardo Lorenzetti que "El debate sobre la operatividad de los
derechos fundamentales debe ser replanteado sobre una base distinta: todos los derechos
fundamentales son operativos, en el sentido de que si están consagrados en una norma
jurídica no son una mera declaración", agregando que "la cuestión a analizar es el contenido
del derecho, y específicamente si permite al titular un goce directo o indirecto",
"Responsabilidad del Estado frente a los derechos humanos", en Revista de Daños, n. 9,
"Responsabilidad del Estado", 2000, Ed. Rubinzal-Culzoni, p. 265.
9) Corte Sup., 16/10/2001, LL 2001-F-509 y ss. Una perspectiva constitucional de este fallo
puede verse en Atta, Gustavo A., "Argentina. Subdesarrollo y derechos económicos, sociales y
culturales", en LL 2002-E-298 y ss.
11) Lorenzetti, Ricardo, en "Responsabilidad del Estado frente...", considera que los términos
"igualdad real" y "pleno goce" contenidos en el art. 75 inc. 23 CN. (LA 1995-A-26) "debieran
ser interpretados en el sentido de la existencia de un contenido mínimo esencial, porque de
los contrario no habría un derecho real ni el goce sería pleno", agregando que "Éste es el
fundamento por el cual el juez puede ordenar al Estado la provisión de vacunas, o el goce
pleno del derecho de una persona con capacidades diferentes, o la aplicación real de
condiciones de seguridad para detenidos"; "Responsabilidad del Estado frente..." cit., p. 269.
13) Ghersi, Carlos A., "Derecho siglo XXI", Ed. Gowa, p. 104.
14) Lorenzetti, Ricardo, "Responsabilidad del Estado frente..." cit., p. 267 y ss., quien se hace
eco también del pensamiento de John Rawls; en igual sentido se pronuncia Gialdino, Rolando
E., "La pobreza extrema como violación del derecho de toda persona a la vida y a no ser
sometida a tortura o tratos crueles, inhumanos o degradantes, entre otros derechos humanos",
JA 2003-I, fasc. 9, p. 3. La cuestión referida en el texto aparece implícita en los considerandos
del fallo recaído en la causa "Def. Sup. Trib. de Justicia v. Estado provincial s/acción de
amparo", expte. 1832, sentenciada por un tribunal de la ciudad de Paraná, donde se
demandaba al Estado provincial a los fines de que proceda a suministrar la alimentación digna
y necesaria para la subsistencia de los menores y su grupo familiar, hasta tanto se los inserte
en algún "programa social de apoyo" o se cumpla con el mandato legal por el que "los Estados
parte prestarán la asistencia apropiada a los padres y a los representantes legales para el
desempeño de sus funciones en lo que respecta a la crianza del niño". En este caso el juez
hizo lugar al amparo, condenando al Estado a cumplir con lo solicitado, y mantuvo hasta tanto
ello ocurriera la medida cautelar dispuesta por la cual obligaba a un supermercado a proveer
la cantidad de alimentos que se indicaban en la sentencia a costa del Estado. Aquí el juez
afirmó que "tanto el derecho a la vida, como a la preservación de la salud, reconocidos por los
arts. 14, 14 bis, 18, 19 y 33 Ley Fundamental y los tratados internacionales de jerarquía
Constitucional, conllevan deberes correlativos que el Estado debe asumir en la organización
del servicio sanitario. (...) El goce de grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de
los derechos fundamentales de todo ser humano sin distinción de raza, religión, ideología
política o condición económica o social". "El Estado no atendió la salud de las menores O.,
violentando las normas constitucionales citadas", inédito. Sobre este precedente ha dicho el
prestigioso constitucionalista Humberto Quiroga Lavié que "no podemos sino celebrar, como
una saludable corriente de aire nuevo, el sorprendentemente discutido fallo de un juez
provincial de la ciudad de Paraná", que hizo "eficiente el derecho a la vida y a la salud de una
familia que se encontraba en estado de necesidad constitucional", en "Emergencia
alimentaria..." cit., p. 43.
16) En tal sentido ver Atta, Gustavo A., "Argentina. Subdesarrollo y derechos económicos..."
cit., p. 307 y ss. También el profesor Miguel Á. Ciuro Caldani ha señalado agudamente que
"...uno de los problemas actuales más importantes de los derechos humanos entendidos en
sentido pleno es el de la condición de los marginales del sistema económico que, a diferencia
de los proletarios, en cuanto son extrasistemáticos tienen menos medios de defensa", en
"Notas trialistas para la sistematización y la ubicación histórica de los fundamentos de los
derechos humanos", en "Boletín del Centro de Investigaciones de Filosofía Jurídica y Filosofía
Social", n. 23, 1998, FIJ, p. 53.
17) Sobre el tema puede consultarse Fernández Segado, Francisco, "Los nuevos retos del
Estado social para la protección jurisdiccional de los derechos fundamentales", en ED 158-989
y ss.
18) Destaca Jorge R. Vanossi que para la apreciación de la razonabilidad, entendida como
proporcionalidad entre medios y fines, "...los tribunales no se evaden de los datos de la
realidad social y económica ni se refugian en meras abstracciones desprendidas del espacio",
en "Un caso concreto de control constitucional de la razonabilidad en relación con la igualdad
ante la ley: el inc. 8 del art. 11 ley 19551" (t.o. 1984, LA 1984-A-901), LL 1979-B-274 y ss.
(19) Quiroga Lavié, Humberto, "Emergencia alimentaria..." cit. p. 49; Gialdino, Rolando E., "La
pobreza extrema como violación del derecho de toda persona a la vida y a no ser sometida a
tortura o tratos crueles, inhumanos o degradantes, entre otros derechos humanos" cit., p. 22.
"Una crítica del accionar de los poderes estatales", en Atta, Gustavo A., "Argentina.
Subdesarrollo y derechos económicos..." cit., p. 309.
FALLO COMPLETO:
1ª.- ¿Es ajustada a derecho la sentencia apelada? 2ª.- ¿Qué pronunciamento corresponde
dictar? 1ª cuestión.- El Dr. Lucero dijo:
Vienen estos actuados a conocimiento de la alzada con motivo del recurso de apelación
interpuesto por la provincia del Chubut (fs.) en contra de la sentencia definitiva dictada en
autos (fs. 218/227 y vta.) por la cual se hace lugar parcialmente a la acción de amparo
promovida por la "Comisión de Defensa del Centro de Salud Dignidad" y la "Asociación
Vecinal del Barrio Los Aromos", condenándola a que por intermedio de las autoridades del
Ministerio de Salud y del Hospital Zonal de Trelew, en el plazo que indica, provea de manera
constante los medicamentos que se individualizan en las respuestas 12 de fs. 134 vta. y 8 de
fs. 138, y de leche en polvo, en las cantidades necesarias para atender la demanda de la
población usuaria del centro, imponiendo las costas al Estado provincial demandado por las
razones expresadas en su consid. 5.
I. (Omissis...).
II. En el marco delimitado por los agravios vertidos, por razones de orden y método, pasaré a
su análisis tratando en primer lugar el cuestionamiento que mereció la condena de la que
fuera pasible la provincia demandada, para luego ingresar a la cuestión relativa a la
imposición de costas.
El fallo en crisis desestima lo pretendido con relación a lo que denomina actos de comisión
(acto vinculado al "memo" de fs. 208 de la actual refoliatura, por el cual se asignan funciones
al personal del centro en el edificio del Hospital Zonal de Trelew, a partir de su fecha
17/5/2002), previa discriminación de las conductas cuestionadas por los amparistas en actos
de comisión y actos de omisión. A su respecto concluye el a quo que el mismo no es ilegal (ver
consid. 3, fs. 223, ap. 1 in fine). Igualmente, arriba a la conclusión de que tampoco es
arbitrario, sino, por el contrario, aseveró que la medida adoptada a la luz de la prueba
producida fue prudente y razonable a fin de que el servicio de salud pudiera desarrollarse en
condiciones normales de bioseguridad y privacidad (mismo considerando fs. 225, párr. final).
Tal aspecto de la cuestión devino en firme, toda vez que no fue materia de recurso alguno de
parte de las partes intervinientes en estos actuados.
A) En primer lugar, a mi ver, el fallo apelado, cuanto menos parcialmente, habría incurrido en
una incongruencia por expedirse ya sea ultrapetita (más de lo pedido), o bien de manera
extrapetita (fuera de lo pedido o, lo que es similar, proveyendo algo distinto de lo pedido) en
cuanto se dirige a declarar que -en el plazo que indica- el Estado provincial deberá proveer de
manera constante los medicamentos que individualizaran, a su turno, dos testigos deponentes
en el proceso (ver testimonios de fs. 134 y 138). Es que la regla de la congruencia contenida
en los arts. 34 inc. 4 y 163 inc. 6 Código de rito, como manifestación del sistema
predominantemente dispositivo de nuestro régimen procesal vigente, impone una estricta
adecuación de la decisión judicial a las cuestiones articuladas en la pretensión de los actores
y en la oposición de la demandada, hallando límite en las cuestiones debatidas por las partes
de modo que exista plena conformidad entre lo pretendido y lo resistido por un lado y lo
sentenciado por el otro. Es la llamada "litiscontestación", la que constituye la columna del
proceso y la base subyacente del juicio a emitir por la jurisdicción. Ello así, habida cuenta de
que la relación procesal se integra con los actos fundamentales de la demanda y su
contestación. El primero de ellos -la demanda- determina la naturaleza de la pretensión puesta
en movimiento y los hechos en que ella se funda, y el segundo -la contestación- delimita el
thema decidendum y concreta los hechos sobre los que deberá versar la prueba, quedando de
tal modo precisada la esfera en que ha de moverse -expedirse- la sentencia. En resumen,
pues, la contestación de la demanda precisa cuáles son los hechos controvertidos y cuáles
son las defensas que se invocan como obstáculo al progreso de la pretensión de la
contraparte y, como consecuencia, establece el aspecto que deberá ser la materia de prueba y
las cuestiones que deberá el juzgador considerar en el fallo.
En tal dirección, insisto, sólo basta con comparar el contenido de la pretensión deducida en la
demanda, y cuyos párrafos pertinentes fueran transcriptos supra, con lo finalmente decidido
en el fallo atacado. Lo dicho, sin dejar de señalar lo inapropiado que resulta "delegar" el
contenido de la condena a los dichos vertidos por dos testigos, que, allende de su profesión
de médicos que prestan servicios en dicho centro de salud, no cuentan necesariamente con la
facultad ni la competencia para discriminar cuáles serían los criterios de política sanitaria a
adoptar para el supuesto planteado en la especie, toda vez que tales evaluaciones desorbitan
sus incumbencias profesionales, en tanto se hallan vinculadas, quizás, más a la especialidad
sanitarista o en la de administración hospitalaria, y dado que ambos indicaron ser
especialistas en pediatría (ver resp. 2 de fs. 133 y resp. 3 de fs. 137).
De otro lado, indudablemente resulta cuanto menos difícil dilucidar con un grado de
convicción, siquiera de mera probabilidad, a partir de los elementos aportados a este proceso
de amparo, cuál era la conducta debida, o bien, desde la óptica contraria, cuál es la concreta
omisión de hacer o entregar lo debido. Es que evidentemente la exigencia de un derecho en
sede judicial supone la determinación de un incumplimiento, extremo que se torna imposible si
la conducta debida no resulta inteligible. No omito advertir que cuando una Constitución o un
tratado internacional de derechos humanos hablan de derechos sociales, como lo son: el
derecho a la salud, derecho a la educación, derecho al trabajo, o derecho a la vivienda, resulta
en extremo dificultoso saber cuál es la medida exacta de tales prestaciones o bien
abstenciones exigibles al Poder Administrador. Ahora bien, tengo para mí que la tarea de
definición del alcance de tales derechos corresponde primariamente al legislador y -por vía
reglamentaria- a la propia Administración. Y de tal modo pues, en materia de salud, el
desarrollo de una tendencia a la especificación de las prestaciones mínimas debidas por las
distintas instancias que forman parte del Sistema Nacional del Seguro de Salud -por mayor
reparo que pueda generar su regulación concreta- es un buen ejemplo (ver: leyes 23660 [2] y
23661 [3] y decretos reglamentarios -ADLA LVII-A-141-).
La actual Constitución Nacional (4) (1994) consagra "nuevos derechos", entre ellos el derecho
fundamental a la preservación de la salud, con valor normativo, e impone al Estado y a los
particulares el deber de tutelar la salud individual y de la comunidad. Los objetivos del
constituyente se encaminan a promover el bienestar psicofísico de los habitantes, prolongar y
mejorar su calidad de vida en todos nuestros sectores sociales, con especial atención a los
grupos más débiles, y fomentar la solidaridad y responsabilidad de la población para la
preservación de la salud. Estos nuevos derechos deben articularse con los tratados
internacionales incorporados a nuestra legislación interna con rango supralegal (arts. 75 inc 22
CN.), los que poseen, por ende, tal como lo señalara apropiadamente el a quo, plena
operatividad. Ya la Corte Suprema de Justicia Nacional se expresó en tal sentido en el
recordado caso "Siri", en cuanto señaló: "...las garantías individuales existen y protegen a los
individuos por el solo hecho de estar consagradas en la Constitución, independientemente de
las leyes reglamentarias" (LL 1958-II-476). No obstante la exigibilidad de los derechos sociales
en general, adelantando somera opinión, ello no significa, sin más, lamentablemente, vigencia.
No hay magia; si los recursos para realizarlos en plenitud no alcanzan -porque son escasos-,
es indisputable que no podría forzarse la realidad que ello impone.
Y en ese ideario se encuadra perfectamente el decreto 1771/1977, que al crear los centros
sanitarios periféricos propicia efectivizar en los hechos la prestación oportuna, y con carácter
principalmente preventivo, de la salud de la población de nuestra provincia. De hecho, surge
de estos actuados que tales centros fueron creados en distintos lugares o barrios de nuestra
ciudad de Trelew (ver informativa de fs. 200/210), enmarcándose esta norma en el
cumplimiento de una conducta positiva tendiente a la protección de tal derecho. Claro es que
no se agota su obligación en la sola creación de tales centros periféricos, sino que se deberá
acompañar dicha decisión con la necesaria conducta positiva creadora del condicionamiento
favorable a la adecuada prestación del servicio de prevención, tratamiento y recuperación, con
la provisión de los recursos y los servicios indispensables para optimizar el acceso real,
efectivo, material de los miembros de la comunidad a tal servicio de promoción y resguardo
del derecho a la salud. No obstante, reitero, la cuestión se torna difusa cuando se trata de
exigir al Estado la adopción de políticas de salud, la asignación de partidas para el sector o la
redistribución de recursos (conf. Kraut, "Los derechos de los pacientes" cit., con cita de Bidart
Campos, nota 89, p. 222/223).
Esto último, sólo si se pudieran verificar en la especie cuanto menos dos presupuestos
mínimos, cuales son: si existió efectivamente una falta de aprovisionamiento que implique
incumplimiento de tal obligación de suministro de medicamentos y, en su caso, cuáles fueron
los supuestos faltantes. Y, claro está, a mi juicio, tal como lo señalara ab initio, ninguno de
tales presupuesto fueron siquiera alegados al momento de iniciar la acción, limitándose los
pretensos amparistas a pedir genéricamente el cumplimiento de lo que el Estado provincial ya
se hallaba obligado a cumplir por imperio de la normativa constitucional nacional y provincial
ya aludida.
Desde que no puede obligar al Estado provincial a que se haga cargo de brindar una
cobertura total, todo dependerá, pues, de la determinación política que se asuma en este
aspecto y, fundamentalmente, de las disponibilidades económicas (art. 21 Const. prov.). Así se
ha dicho que "el derecho a la salud está sujeto a las reglamentaciones legislativas y
administrativas pertinentes y en todos los casos, además, limitado por las posibilidades
efectivas con las que cuente el Estado" (conf. Corte Sup., 27/1/1987, en ED 122-581, del
dictamen del procurador general de la Nación).
Entiéndase, el Poder Judicial puede examinar la idoneidad de las medidas elegidas para
lograr tal satisfacción bajo el parámetro de razonabilidad, pero no puede interferir en el diseño
de la política de salud, o en la decisión que defina el plan de salud provincial a desarrollar en
un período o en la política sanitaria que se decida ejecutar, en tanto que tales aspectos son
materia de conocimientos técnicos o científicos ajenos a la idoneidad del órgano jurisdiccional.
Resulta claro para mí, en este punto, que la gestión de un sistema que pueda dar cuenta de,
al menos, algún nivel de requerimientos de salud de toda la población de la ciudad (ni siquiera
de la provincia) implica una complejísima tarea de planificación y la previsión de recursos
presupuestarios necesarios para llevar a cabo ese fin. Y dentro de tal planificación se
encuentra la definición del nivel de cobertura, la que queda librada necesariamente, en
principio, a la determinación política bajo el criterio de oportunidad o conveniencia en el marco
de las facultades discrecionales de cada Estado.
No incumbe a los jueces, en el ejercicio regular de sus atribuciones, sustituir a los otros
poderes del Estado en las funciones que le son propias, sobre todo cuando las misión más
delicada de la justicia es la de saberse mantener dentro de la órbita de su jurisdicción, sin
menoscabar las funciones que les corresponden a otros poderes.
En tal inteligencia, podrá ser materia de conocimiento y decisión del poder jurisdiccional del
Estado controlar que la garantía o estándar mínimo prestacional reglamentado (determinado o
especificado normativamente) se viene cumpliendo en resguardo del derecho a la salud. Pero
no existiendo evidencia alguna de que tales estándares mínimos se hayan efectivamente
afectado, ya sea a través de puntuales omisiones en la provisión de medicamentos ante un
tratamiento que lo reclame, no puede más que concluirse que no se concreta la indispensable
acreditación de la denunciada omisión que con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta produzca
una lesión, alteración o restricción, actual o inminente, al derecho a la salud que habilite la vía
del amparo intentada en este pleito (art. 43 CN.; art. 54 Const. prov.).
De otro lado, el plan provincial de salud materno infantil prevé en el programa de asistencia
alimentaria objetivos, estrategias, delimita la población a cubrir, proyecta la cantidad de
beneficiarios y establece los fondos asignados, pero no predetermina cantidades como las
requeridas en dicha nota a la cual alude la parte resolutiva del fallo atacado. Nótese, además,
que la aludida nota omite referencia alguna a las nodrizas cuando éstas se encuentran
comprendidas en el plan de asistencia alimentaria para la ciudad.
Costas: Atento a lo que viene a concluirse del análisis del primer agravio tratado
precedentemente, corresponderá readecuar la imposición de costas de primera instancia,
ajustando su imposición al nuevo resultado que se perfila.
Y ello así, no ya por los argumentos expuesto en sustento de la impugnación que mereciera
su atribución a la demandada apelante, sino por imperio de lo dispuesto por el art. 279 CPCC.
y del principio objetivo del vencimiento que sigue el art. 17 ley 4572, de los que no hallo razón
para apartarme en la presente litis.
II. Conclusión:
En consonancia con lo expuesto, propondré que se revoque la sentencia apelada en cuanto
hace lugar parcialmente a la acción de amparo interpuesta en estos actuados.
Triunfante finalmente la demandada provincia del Chubut, las costas de ambas instancias
deberán imponerse a los actores vencidos (arts. 17 ley 4572 y 279 CPCC.).
Por aplicación de la última norma citada, corresponderá asimismo adecuar a esta nueva
decisión los honorarios regulados en el anterior grado. Atendiendo a la extensión, mérito,
eficacia y resultado arrojado por las labores profesionales de primera instancia, opino deben
fijarse los emolumentos de los Dres. Eduardo R. Hualpa, María C. Pagasartundúa y Amorina
Ú. Testino, apoderados de los actores, en conjunto, en la suma de $ ...; y a los letrados de las
partes demandada, Dres. Jorge E. Fernández, César J. Ayala y Hugo Kovalski, y su letrada
patrocinante, Dra. Sonia A. Donati, en conjunto, en la suma de $ ... (arts. 6, 7, 9, 10, 36, 47 y
conc. ley 2200).
Por aplicación de idénticas pautas apreciativas y de lo preceptuado por el art. 14 Ley del
Arancel, entiendo que los honorarios de los Dres. Jorge E. Fernández y Sonia H. Donati,
apoderado y patrocinante respectivamente de la parte demandada provincia del Chubut, en
conjunto, por sus tareas desempeñadas por ante esta alzada, deberán fijarse en la suma de
$ ..., y a los Dres. Amorina Testino, María C. Pagasartundúa y Eduardo R. Hualpa, en
conjunto, en la suma de $ ...
Todos los honorarios antedichos deberán incrementarse con el IVA. pertinente (leyes 23349 y
23871).
Llegan los presentes autos hasta esta instancia jurisdiccional de conocimiento en virtud del
recurso de apelación que la parte demandada interpusiera respecto de la sentencia definitiva
obrante a fs. 218/227 vta., que prestara acogimiento a una acción de amparo direccionada a
lograr garantías del derecho a la salud por parte de una pluralidad de individuos.
El recurso fue interpuesto y mantenido mediante la presentación que obra glosada a fs.
230/237 vta.
Efectuaré dicho cometido tratando los puntos y en el orden que a continuación indico: I. Los
principios constitucionales y enfoques doctrinarios generales. II. La cuestión de las vías de
hecho y la legitimidad de las peticiones. III. Decisión propiciada.
El art. 42 CN. prescribe que "Los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen
derecho, en la relación de consumo, a la protección de su salud", determinando el 43 de la
misma que "Toda persona puede interponer acción expedita y rápida de amparo, siempre que
no exista otro medio judicial más idóneo, contra todo acto u omisión de autoridades públicas o
de particulares, que en forma actual o inminente lesione, restrinja, altere o amenace, con
arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, derechos y garantías reconocidos por esta Constitución,
un tratado o una ley".
En el orden provincial, regula la materia que nos ocupa en el art. 18 incs. 1 y 2, estableciendo
el art. 21 de la misma Constitución de la provincia del Chubut la naturaleza de los derechos
otorgados y requisitos a satisfacerse para su operatividad.
La norma citada en primer término se encuentra así concebida: "Todos los habitantes de la
provincia gozan de los derechos y garantías reconocidos por la Constitución Nacional y la
presente, con arreglo a las leyes que reglamenten su ejercicio. En especial gozan de los
siguientes derechos: 1. A la vida desde su concepción y a la dignidad e integridad psicofísica y
moral, las que son inviolables. Su respeto y protección es deber de los poderes públicos y la
comunidad. 2. A la protección de la salud".
Por su parte, el art. 21 del mismo cuerpo normativo dispone: "Los derechos personales y
garantías reconocidos y establecidos por esta Constitución se consideran operativos salvo
cuando resulte imprescindible reglamentación legal a los efectos de su aplicación, la que en
todos los casos debe respetar sus contenidos esenciales, debiendo los jueces arbitrar en cada
caso los medios para hacerlos efectivos mediante procedimientos de trámite sumario. Los
derechos sociales y principios de políticas del Estado reconocidos y establecidos por esta
Constitución informarán la legislación positiva, la práctica judicial y la actuación de los poderes
públicos. Sólo pueden ser alegados ante la jurisdicción conforme las leyes que reglamenten
su ejercicio y teniendo en cuenta prioridades del Estado y sus disponibilidades económicas".
Los derechos de los ciudadanos resultan así de nuestra Constitución con el carácter de
inmediatamente operativos, mientras que los derechos sociales, supeditados a programas y
asignaciones de recursos por parte del Estado, informan la legislación positiva, la práctica
judicial y la actuación de los poderes públicos.
No puede ser de otra manera, por cuanto el derecho es una ciencia de realidades, y de nada
sirven las declaraciones pomposas efectuadas en las leyes cuando siempre, y en todo caso,
se sabe que estos derechos, denominados sociales, están supeditados en su concreción a la
efectiva materialización de políticas conducentes y a la asignación de recursos suficientes.
Para que sobre esta cuestión no pueda abrigarse duda alguna, la norma bajo consideración
remata en su última frase el punto, prescribiendo: "Sólo pueden ser alegados ante la
jurisdicción conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio y teniendo en cuenta
prioridades del Estado y sus disponibilidades económicas". El derecho a la salud, aquí en
juego -al igual que el derecho a la vivienda y a la educación, entre otros- requieren la
formulación de políticas por parte del Estado -si se quiere, la parte más simple de la
problemática- y de la afectación continua de ingentes recursos para su prosecusión. Y cuando
de la afectación de recursos se trata, todos sabemos que aun en períodos de cierta
normalidad económica existe una gran distancia entre los presupuestos y programas y la
existencia de recursos para su ejecución.
Fácil resulta percibir, ya a esta altura del análisis, que no acompañaré en mi voto la decisión
en crisis y prestaré acogimiento a los agravios de la recurrente. Ello así, en orden al
encuadramiento de la cuestión que vengo perfilando y de los fundamentos que seguidamente
iré virtiendo. La existencia de programas de salud materno infantil en la provincia del Chubut
no es materia discutida en esta litis, y ello ha quedado debidamente acreditado en la causa,
como asimismo no es materia litigiosa la asignación de recursos por parte del Estado
provincial y Nacional para la atención de dichos programas, traducidos en las partidas de
medicamentos, leche y atención profesional. Resulta claro así, para mí, que lo que se trae en
cuestión ante la jurisdicción no son los dos tópicos puntualizados, sino la falta de continuidad
de los suministros, su insuficiencia y la eventual extensión horaria de atención de los
profesionales de la salud en los centros periféricos.
Al precisar los actores el objeto de su pretensión, señalan que "la condena incluirá la
obligación de dotar al Centro de Salud Dignidad de los recursos presupuestarios y de
organización, necesarios para desarrollar la prestación de salud, de acuerdo a las normas
indicadas y que en suma implican garantizar en cuanto a la salud una razonable efectividad de
las medidas sanitarias, de acuerdo a los recursos disponibles". Hemos destacado en la
transcripción efectuada la asunción por parte del amparista de la central cuestión de la
asignación de recursos por parte del Estado, siempre limitados y centro de los consabidos
"tironeos" presupuestarios. Ante tal condicionamiento del "derecho a la salud", asume también
el amparista la necesidad de alguna mayor precisión como enmarcamiento de su pretensión,
remitiéndonos para ello a las transcripciones que efectúa en el punto IX de su demanda.
Por su indiscutida autoridad, centraré aquí mi análisis en la opinión del Dr. Bidart Campos,
referenciada por el amparista, en el intento de interpretar su pensamiento en esta materia, y
establecer si el mismo posee el alcance que el peticionante sostiene: "Cuando los tratados de
derechos humanos que revisten jerarquía constitucional dan la pauta de que la progresividad
en materia de derechos sociales requiere la promoción hasta el máximo de los recursos
disponibles es imposible interpretar que ese tope viene dado por la cantidad que arbitraria y
discrecionalmente, se le ocurra fijar al Estado en la ley presupuestaria. Todo lo contrario: tal
máximo disponible es el que razonablemente surge de una evaluación objetiva que, al
distribuir los ingresos y los gastos de la hacienda pública, prefiere y prioriza todo cuanto el
sistema axiológico de la Constitución hace exigible y posible año por año. No es osado, por
ende hablar de un orden axiológico de los gastos públicos y encabezarlo con las necesidades
básicas relacionadas con los derechos sociales, de forma de buscar el mayor rendimiento y el
mejor resultado que sea susceptible de alcanzar para satisfacer y favorecer esos derechos".
Suscribo todas y cada una de las expresiones del insigne constitucionalista, mas las vías de
canalización de su pensamiento, contrariamente a la dirección que le asigna el amparista en
esta litis, no resultan distintas de las que sabiamente han detallado nuestros constituyentes al
remarcar en el art. 21 Const. prov., ya analizado, que los derechos sociales deben informar la
labor legislativa; estatal y jurisdiccional.
Por cierto que, por los canales políticos que se consideren conducentes, resulta deseable,
diría que ideal, que al discutirse el presupuesto nacional y provincial se destaque la estructura
del "sistema axiológico" de las Constituciones para la debida asignación de recursos y respeto
de las prioridades de los derechos sociales, mas no dudo en sostener que la jurisdicción
carece de atribuciones para decidir sobre primacías y asignaciones presupuestarias.
El jurista chubutense Ricardo T. Gerosa Lewis, en obra reciente, señala: "De esta forma, debe
quedar en claro que los derechos sociales y las políticas del Estado sólo son principios
orientadores para los detentadores del poder que de ninguna manera autoriza a exigir su
directa concesión. En todos los casos, pues, estas prerrogativas quedan sujetas a lo que por
vía legislativa o administrativa se determine, en la medida de los recursos disponibles. Por lo
tanto -y esto es lo más importante- no puede utilizarse un medio jurídico o, más precisamente
jurisdiccional, para compeler a la efectividad de esos derechos" (Gerosa Lewis, Ricardo T.,
"Análisis de la Constitución de la provincia del Chubut", 2002, p. 99).
No haré, ni corresponde hacerlo, análisis de las motivaciones que llevaron a los amparista a
tomar la decisión de ocupar "pacíficamente" el Centro Periférico de Atención Sanitaria del
Barrio Constitución, sino que habré de referirme a la trascendencia jurídica que la ocupación
efectuada conlleva, desde el sentido que a tal conducta asigna el ordenamiento jurídico.
Tampoco corresponde indagar las razones que llevaron a la frustración de las denuncias que
por usurpación fueron efectuadas y que surgen de los expedientes agregados por cuerda.
Simplemente destacaré aquí dos aspectos: la repulsa que el derecho asigna a toda forma de
reclamo o de reivindicación, quebrantadoras de garantías constitucionales, que se expresen a
través de vías de hecho; y la irracionalidad del medio empleado por los amparistas para
regularizar u optimizar el funcionamiento del centro de salud, partiendo de su ocupación.
Y es a partir de esta ilícita plataforma fáctica que los amparistas pretenden cuestionar las
decisiones administrativas adoptadas por la Dirección del Hospital de Trelew y el mismo
Ministerio de Salud de la provincia ante tal vía de hecho. La inconsecuencia que ello encierra
ha llevado a la paradojal situación en la cual los amparistas, protagonistas de la vía de hecho
de la ocupación del centro de salud, acusan a la administración de salud provincial de acudir a
vías de hecho al decidir el traslado del personal afectado a dicho centro al hospital de Trelew,
en razón de la ocupación que ellos efectuaran. En resumen, "vías de hecho versus vías de
hecho" presenta el escenario litigioso, en el para mí curioso enfoque que efectúan los
amparistas.
En todo caso, las vías de hecho son vías de hecho y ninguna de ellas aquilata mejores títulos
que las demás; y quien genera un cuadro de ilicitud carece de legitimación para impugnar los
actos que resulten consecuencia de él.
Los principios generales, analógicamente aplicables aquí, son los establecidos por los arts.
1047 CCiv. y 171, 172 y 173 CPCC. Chubut.
III. Cierro de esta manera mi análisis acerca de la primera cuestión sometida a decisión,
votándola negativamente.
(Omissis...).
Así lo voto.
El pronunciamiento que corresponde efectuar es el propuesto por el Dr. Lucero, reflejo del
acuerdo a que se ha arribado en la causa. Así lo voto.
Con lo que se dio por terminado el acuerdo, dejándose constancia de que la presente se dicta
por dos miembros, por licencia del Dr. Raúl A. Vergara (art. 8 ley 1130, textos de la ley 4550),
pasándose a dictar:
NOTAS:
(1) LA 1983-B-2450 - (2) LA 1989-A-51 - (3) LA 1989-A-58 - (4) LA 1999-A-26 - (5) LA 1994-C-
4034.
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