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Los campos antropológicos y el material antropológico no son esferas sustantivas: hay que
contar con un contexto en el cual existe el propio material. Hemos introducido el concepto de
“espacio antropológico” como concepto gnoseológico vinculado, en cuanto contexto
envolvente, a un campo o a un material antropológico. La idea de un espacio antropológico
presupone la tesis de que el hombre sólo existe en el contexto de otras entidades no
antropológicas, la tesis según la cual el hombre no es un absoluto, no está aislado del mundo,
sino que está “rodeado”, envuelto, por otras realidades no antropológicas (plantas, animales,
piedras, astros). Se trata de determinar cuáles puedan ser los ejes necesarios y suficientes
coordinantes de este espacio. A partir de ellos, todos los “materiales antropológicos” habrían de
poder situarse. El espacio antropológico del idealismo hegeliano (pero también el del
materialismo histórico y el del materialismo cultural) es un espacio bidimensional, con dos ejes:
el “Hombre” y la “Naturaleza”. La tradición metafísica aristotélica –y cristiana– había utilizado un
espacio tridimensional (las relaciones del hombre para consigo mismo, las relaciones del
hombre con la naturaleza y las relaciones del hombre para con Dios o los dioses) [72]. Del
hecho de adoptar (contra esta tradición) una perspectiva materialista (que niega a los dioses
como entidades inmateriales) ¿cabe inferir que es preciso reducir el espacio tridimensional a un
espacio plano? No necesariamente: sólo será preciso cambiar los términos del tercer contexto.
No serán los dioses quienes lo constituyan.
- el eje circular
- el eje radial
- el eje angular
EJE CIRCULAR
El hombre una vez constituido se relaciona, en primer lugar, consigo mismo. Cuando, de
entrada, sobreentendemos “hombre” como una denotación de realidades múltiples y
heterogéneas (los individuos egipcios o los celtas, las instituciones chinas o las escitas),
entonces la “relación hombre consigo mismo” no nos remite a una reflexividad pura, sino a
un contexto de relaciones peculiares, a un orden de relaciones relativamente autónomo
cuanto a las figuras que en él puedan dibujarse, que supondremos agrupadas alrededor de
un primer eje antropológico. La autonomía de este orden de relaciones tiene carácter
esencial (estructural, formal), no existencial: ningún orden de relaciones puede existir en
este eje, aislado de los demás [63]. ¿Cómo designar a éste primer orden de relaciones?
¿Por qué llamar relaciones humanas a estas relaciones? ¿Acaso no son, también humanas
las relaciones que reconocemos en otros órdenes? Ni siquiera cabe denominarlas
“relaciones entre los hombres”: esto supone el peligro de reducir este eje a la condición de
concepto sociológico o psicológico subjetivo (también deben figurar las relaciones de índole
política, jurídica, económica, etc.). Para neutralizar la reducción de este concepto
recurriremos a un artificio: tomar la denominación de un diagrama en el que los términos de
la relación (los hombres) se representen por los puntos de una circunferencia y sus
relaciones por los arcos de la circunferencia que unen tales puntos. Así, denominaremos a
este orden de relaciones por medio de la expresión “orden de las relaciones circulares”.
EJE RADIAL
Las relaciones circulares no son las únicas constitutivas del espacio antropológico: éste no
es el espacio unidimensional del idealismo absoluto de Fichte. Las realidades antropológicas
dicen también relaciones constitutivas a otros términos no antropológicos, tales como los
entes de la llamada “naturaleza” (la tierra, el agua, el aire y el fuego), consideradas como
entes físicos o biológicos, es decir, como entes desprovistos de todo género de inteligencia.
Si representamos a estos entes (N1, N2…Nk) por los puntos de otro círculo interior (o
exterior) al que acabamos de asociar al primer contexto [245], las relaciones antropológicas
que ahora estamos designando se representarán por medio de flechas que ligan los puntos
de ambas circunferencias: les llamaremos, por esto, relaciones radiales. El concepto de
“relaciones radiales” no designa meramente a esas relaciones “del hombre con la
naturaleza”, puesto que pretende romper esas relaciones en su estructura dialéctica,
insertándolas en otros contextos pertinentes (φ, π).
EJE ANGULAR