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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO

FACULTAD DE HUMANDIADES Y ARTES

MAESTRÍA EN EDUCACIÓN ARTÍSTICA

Docente: Lic. Mónica Caballero

Estudiante: Valeria Lepra

Cassirer, Ernst, “Una clave de la naturaleza del hombre: el símbolo” en Antropología Filosófica.
Introducción a una filosofía de la cultura., FCE, México, s/f.

El autor comienza su planteo haciendo referencia a las investigaciones biológicas de Von


Uexküll y preguntándose acerca de la pertinencia del uso del esquema propuesto por este para
poder abordar una caracterización del mundo humano. El esquema propuesto por Von Uexküll
para describir la vida animal se reduce a “los hechos de la anatomía comparada” y propone
que esa estructura anatómica supone un sistema receptor y uno efector. El primero sería a
través del que se recibirían los estímulos externos y el segundo a partir del que se produciría
una reacción ante los mismos. La diferencia por la que se caracterizaría al hombre de las
demás especies estaría vinculada a la existencia de un sistema simbólico a través del cual éste
construye su relación con la realidad.

“El lenguaje, el mito, el arte y la religión constituyen partes de este universo, forman los
diversos hilos que tejen la red simbólica la urdimbre complicada de la experiencia humana”
(p.47)

La relación con la realidad está entonces mediada por esta red, no hay un vínculo inmediato
con la misma, el hombre:

“Se ha envuelto en formas lingüísticas, en imágenes artísticas, en símbolos míticos o en ritos


religiosos, en tal forma que no puede ver o conocer nada sino a través de la interposición de
este medio artificial.” (p.48)

En lo que respecta a la caracterización del hombre como animal racional, esta parece adolecer
de un problema y es que supone el asumir la parte por el todo, si bien la racionalidad emerge
como rasgo inherente a todas las actividades humanas no todas ellas son exclusivamente
racionales. Esta definición del hombre es inadecuada en tanto deja afuera aspectos que
conforman la experiencia cultural de la humanidad, siendo estos aspectos “formas simbólicas”
como expresa Cassirer, y allí radicaría la diferencia específica por la cual definir al hombre
como “animal simbólico”.
Cassirer, Ernst “Resumen y conclusión” en Antropología Filosófica. Introducción a una filosofía
de la cultura., FCE, México, s/f.

Como propone el autor ya no se trata de encontrar la unidad sustancial del hombre, sino de
reconocer una unidad funcional que no se reduce a una homogeneidad constitutiva sino más
bien a una unidad dialéctica de coexistencia de contrarios.

Continuando la reflexión en torno a la búsqueda de lo característico en el hombre la definición


aristotélica del hombre como “animal social” también es parcial, al ofrecer un concepto
genérico pero no la diferencia constitutiva, ya que los animales muestran tener también
organizaciones sociales complejas. El ser social del hombre implica además de su participación
en la vida social la posibilidad de asumir un rol activo a partir de su capacidad
transformadora. Las actividades humanas radican entonces en dos predisposiciones: una
vinculada a la “estabilización” y otra a la “evolución”.

“El hombre gira entre estas dos tendencias, una de las cuales trata de preservar las viejas
formas mientras que la otra intenta producir nuevas. Se da una incesante lucha entre la
tradición e innovación, entre fuerzas reproductoras y fuerzas creadoras. Este dualismo lo
encontramos en todos los dominios de la vida cultural.” (p. 328)

El ejemplo modélico de la tendencia a la estabilización se vería representado en el mito y la


religión primitiva y también el lenguaje, cuyos modos de comprender la actividad humana
están ligados a la regularidad, al mantenimiento de los vínculos o a posibilitar la comunicación,
en definitiva a suspender el tiempo. Pero las transformaciones son inherentes a los mismos en
los primeros casos a partir de cambios en los vínculos que se tienen con los “relatos” que
constituyen el mito o la religión. En cuanto al lenguaje los cambios emergen en la propia
transmisión de la lengua que no se realiza como mera reproducción y que supone un rol activo
en su adquisición.

En lo que respecta al arte emerge el mismo problema, si bien se ponen en valor aspectos como
originalidad, creatividad, individualidad; la tradición juega un lugar importante en la
transmisión del “oficio” del artista, así como también en las reglas que constituyen el lenguaje
que el artista usará como medio de expresión. Las teorías estéticas son también expresión de
este modelo y se ubican como teorías ya de la imitación, ya de la inspiración según respondan
a un modo u otro (tradición o innovación).

Sin embargo estos modos opuestos no son irreconciliables, sino más bien interdependientes y
configuran los modos en que se hace posible la experiencia humana, si bien se trata de una
unidad esta no supone simplicidad sino la existencia de relaciones complejas de contrarios.

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