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Anhedonia:La anhedonia se define por la incapacidad para experimentar placer y es frecuente en la esquizofrenia y la depresión.

Paratimia o inadecuación afectiva: En esta alteración se produce una incongruencia entre la afectividad expresada por la persona y la
situación contextual en la que se manifiesta. Es propia tanto de trastornos esquizofrénicos como en cuadros orgánico-cerebrales.

Distimia: Este estado se define por la manifestación de un ánimo permanente bajo, con escasas fluctuaciones. En el
DSM V, se distingue el trastorno distímico o, lo que es lo mismo, el trastorno depresivo persistente. Tiene carácter
crónico aunque la intensidad de la sintomatología es menor que en el trastorno depresivo.

Disforia:Se entiende como una sensación de malestar emocional general, con un ánimo depresivo y presencia de
ansiedad e inquietud cognitiva, más que fisiológica. Se ha observado una significativa presencia en trastornos de la
identidad sexual.

Aprosodia:Esta patología se define por una alteración en la utilización del lenguaje afectivo, más concretamente en la
prosodia (tono, ritmo, acento, entonación) y modulación emocional. Esta afectación se encuentra en enfermos de
Parkinson o en pacientes que han sufrido una lesión en el hemisferio cerebral derecho.

Alexitimia:En este caso, también se produce una alteración en el lenguaje emocional, aunque referido a los aspectos
proposicionales del lenguaje. Es decir, la persona es incapaz de encontrar una palabra que exprese su estado
afectivo. Es frecuente en los trastorno por dolor crónico.

Rigidez afectiva:En esta afectación se pierde la habilidad para modular y modificar las emociones experimentadas y se
asocia a episodios de manía, depresión o en la esquizofrenia.

Ambivalencia o ambitimia:En esta manifestación se da simultáneamente la expresión de emociones contrarias sobre


un mismo objeto o fenómeno. Se encuentra en diversos trastornos de personalidad co mo también puede ocurrir en
sujetos no clínicos.

Neotimia:Se define como un sentimiento «de nueva aparición», ante el cual el paciente afirma no poder reconocerlo
en sí mismo o haberlo experimentado anteriormente. (estados emocionales robados o impuestos). Se suele asociar
con la psicosis, la epilepsia o el consumo significativo de tóxicos.

Apatía:Falta de motivación, ausencia de «ganas para hacer cualquier cosa» e indiferencia hacia la estimulación
externa recibida que se atribuye a estados depresivos.

Abulia:Se define como la incapacidad para realizar cualquier acción de forma voluntaria, falta de energía para
responder conductualmente. Se relaciona con aquellas patologías de disminución de la motivación en población
clínica infantil.

Frialdad afectiva: es un término más genérico bajo el cual se señala un trastorno de la afectividad en el cual
están presentes el aplanamiento afectivo, la apatía y la anhedonia.
Depresión: es un estado afectivo caracterizado por una disminución cuantitativa del ánimo, que es vivida
por el paciente como un sentimiento de tristeza, que va desde la formulación de "yo estoy triste, molesto,
afligido, desesperado" hasta un sentimiento interno indescriptible y horrible. La expresión de este estado es
variable, algunos lloran, otros se ven visiblemente derrotados o muy conmovidos, hasta los que están como
petrificados en el dolor y el sufrimiento.

Inquietud interna: trastorno de la afectividad vivido por el paciente como un sentimiento de inquietud psíquica
a menudo referido a un estado de ansiedad. El paciente relata que piensa y siente múltiples cosas, pero no
puede detenerse tranquilo frente a ninguna de ellas. Muy similar a éste es el concepto de apremio psíquico,
en que el paciente relata que puede iniciar cualquier actividad para luego vivir una sensación de aburrimiento
y deseo casi imperioso de retirarse e iniciar otra. Coge un libro, luego lo deja, escucha música, enseguida se
levanta para ir a visitar a un amigo; estando allá, de repente se para inesperadamente para ir a la casa a
trabajar en algo, asunto que abandonará también a poco andar.

q) Miedo: estado afectivo vivido como una reacción emocional frente a una situación de la cual hay que huir,
o enfrentar con todas las energías. Se acompaña a cambios psicológicos similares a la angustia, pero en el
miedo se identifica la causa que lo provoca. El grado menor de miedo se denomina temor. El miedo extremo
se llama pavor.

r) Pánico: estado afectivo episódico, en que el paciente vive una extrema, aguda e intensa ansiedad, con
sentimientos de terror, síntomas autonómicos y deseos imperiosos de huir, acompañada de desorganización
de la personalidad con gran menoscabo de la esfera cognitiva y total comando afectivo de la conducta. Es un
estado afectivo contagioso que es elicitado por situaciones de gran riesgo vital.

s) Perplejidad: reacción afectiva de angustia, turbación, extrañeza y asombro, frente a la percepción de


eventos que el paciente los vive como desconocidos, nuevos y a veces curiosos y extraños. Es una reacción
de desfamiliarización frente a lo conocido y trivial junto a la necesidad de familiarizar lo que es nuevo, con el
consiguiente desconcierto.

Ejemplo: Un paciente en fase de trema al observar su rostro en el espejo dice "sé que es mí cara de siempre,
pero la siento rara, con cosas desconocidas". Miraba el delantal blanco colgado en la oficina y decía "yo sé
que es el delantal que usan los médicos, mi abuelo usaba uno siempre, pero encuentro que parece que
significan algo que desconozco, ¿tendré que saber de los cuerpos que lo han usado?". Estando involucrado
en lo descrito, fenómenos de desrealización y despersonalización, son entregados con extrema perplejidad.

t) Tenacidad afectiva: trastorno de la afectividad que consiste en la persistencia durante un tiempo


extremadamente prolongado de una emoción determinada, condicionando así por un período demasiado largo
el estado afectivo del sujeto. Ejemplo: Una oficinista al llegar a su trabajo recibe el siguiente comentario de
una compañera "¿qué te sucede que andas de negra hoy día?", a propósito de un cambio de peinado. La
paciente estuvo semanas arrastrando la emoción de vergüenza por dicho episodio, diagnosticándosele una
reacción vivencial anormal.

u) Rigidez afectiva: trastorno de la afectividad que consiste en la incapacidad que presenta el paciente para
adoptar un determinado sentimiento afectivo, y modificarlo según las circunstancias y la situación ambiental.
Ejemplo: Una paciente se queja que su marido no vibra con nada. No se alegra con hechos favorables ni
parecen importarles los problemas ni eventos desfavorables. Tampoco responde a los acercamientos
cariñosos de ella ni de sus hijos.

v) Labilidad afectiva: trastorno de la afectividad en la cual el paciente presenta cambios bruscos y repentinos
del tono afectivo, sin que exista un motivo comprensible que lo justifique. Son intensos y de escasa duración.
Ejemplo: Una paciente en el segundo día de puerperio se muestra muy alegre, jubilosa frente al obsequio que
le llega para su bebé, y al ponérselo sobre la cama se pone a llorar.

w) Incontinencia afectiva: trastorno de la afectividad caracterizado por una falta de control en la


exteriorización de los estados afectivos. Hay una manifiesta incapacidad para contener especialmente los
estados emocionales, los que además aparecen desencadenados por cualquier estímulo, aun los de pequeña
magnitud.

Ejemplo: Un paciente en proceso de demenciación estalla en llanto cada vez que en su discurso menciona
relaciones interpersonales.

x) Pensamientos suicidas: trastorno de la afectividad caracterizado por el deseo de no seguir viviendo a raíz
de la pérdida de la capacidad de motivarse o entusiasmarse con la vida. Puede ir desde un estar hastiado de
la vida, desear estar muerto y tener fantasías de inexistencia, hasta ideas autodestructivas, terminando en
tentativas de suicidio.
Percepción del entorno

Respecto al entorno, el intento de valorar su implicación en la organización se ha realizado bajo dos principales

corrientes :
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 el entorno como una entidad objetiva mediante datos externos e independientes del sujeto (ej. Dess y Beard, 1984;

Rasheed y Prescott, 1992) ;

 el entorno como una realidad subjetiva, dependiente de cada decisor. Esta caracterización del entorno se llevará a

cabo mediante percepciones (ej. Duncan, 1972; McCabe y Dutton, 1993), ya que es a través de las percepciones la vía

por la que la toma de decisiones recibe la influencia del entorno (Prescott, 1986). Es la que seguimos en este trabajo.
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Bajo esa segunda perspectiva, el entorno se convierte en una representación mental expresada en una estructura

cognoscitiva formada a través de experiencias (Lenz y Engledow, 1986) y no en una entidad objetiva esperando a ser

descubierta (Weick, 1979). Teniendo en cuenta que los directivos desempeñan sus tareas a través de representaciones

mentales del mundo (Kiesler y Sproull, 1982), serán las percepciones del entorno la información externa a utilizar

como un factor en el proceso estratégico.


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De entre el conjunto de trabajos sobre el entorno, la incertidumbre sobresale como el problema fundamental de las

organizaciones y hacerle frente se convierte entonces en la esencia del proceso administrativo (Thompson, 1967).

Siguiendo las pautas comunes a las definiciones de incertidumbre del entorno (Lawrence y Lorsch, 1967, Duncan,

1972; Miles y Snow, 1978; Milliken, 1987) y bajo la aproximación subjetiva al mismo, podemos decir que la

incertidumbre percibida es la carencia de información sobre eventos externos a la organización que experimenta el

sujeto decisor en función de sus esquemas mentales sobre la situación.


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En cuanto a su obtención, en este artículo y siguiendo la aproximación al entorno como una fuente de

información [2][2] Según la clasificación de autores como Aldrich (1979)...la incertidumbre estará ligada a las

dimensiones ambientales de dinamismo y complejidad, mientras la hostilidad está más unida a la perspectiva de los

recursos (Tan y Litschert, 1994).


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Referido al dinamismo, numerosos trabajos lo han estudiado, dando lugar a una multiplicidad de aproximaciones y

diferentes concepciones de esta dimensión del entorno. Entre las definiciones más completas destaca la de Duncan

(1972), para el cual consistirá en el grado en que sus factores se mantienen iguales a lo largo del tiempo o están en un

proceso continuo de cambio.


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Sin embargo, varios autores como Jurkovich (1974), Minztberg (1979) o Huber y Daft (1987), hacen hincapié en la

necesidad e importancia de diferenciar entre el ratio de cambio de los elementos del entorno y la incapacidad para su

predicción.
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Por su parte, la exclusión de la complejidad en estudios empíricos sobre la influencia del entorno en las organizaciones

supone una de las grandes lagunas en la literatura de las últimas décadas (Rajagolopan, Rasheed y Datta, 1993). Quizás
fue eclipsada por un dinamismo al que se ha otorgado un papel crítico, determinante y definitorio en la caracterización

del entorno. Sin embargo, su condición de variable influyente en las características del proceso estratégico, como

inducidora de los procesos de simplificación cognoscitiva (Schwenk, 1988) o como desmotivante de la actividad de

análisis y diagnóstico del entorno (Boyd y Fulk, 1996), justifican su inclusión en cualquier análisis riguroso del entorno.
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Esta dimensión del entorno fue definida por Child (1972) como la heterogeneidad y amplitud de los eventos externos

relevantes para la organización. Definición comúnmente aceptada y similar a la de otros investigadores como

Thompson (1967) o Duncan (1972).


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Otra consideración a tener presente al estudiar el entorno deriva de tratarlo como un objeto y descomponerlo en

segmentos. Así, la mayoría de los autores como Thompson (1967), Bourgeois (1980), Fahey y Narayanan (1986), Daft,

Sormunen y Parks (1988) o Sawyerr (1993) hace una clasificación que les lleva a hablar de un tipo de entorno general y

uno más específico y próximo a la organización. Cada uno supondrá diferentes grados de condicionamiento en los

niveles estratégicos (Bourgeois, 1980) o en el nivel de incertidumbre percibida (Daft, Sormunen y Parks, 1988; Sawyerr,

1993).
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Concretamente, el entorno específico es la fuente de intensidad competitiva de un sector y se define en base a las

fuerzas competitivas identificadas por Porter (1982): clientes, competidores actuales, competidores potenciales,

proveedores y productos sustitutivos. Esa descripción nos lleva a considerar la contribución de cada uno de los

elementos anteriormente citados como la forma de incluirlo en nuestro análisis. Ello se concreta por medio de la

influencia percibida de cada una de dichas fuentes, siguiendo la aproximación cognoscitiva.


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La otra base teórica relevante para nuestro trabajo es la relacionada con el riesgo estratégico. Parte de la problemática

asociada a él deriva de su definición para el ámbito de la Administración y Dirección de Empresas al depender en

exceso de los modelos financieros (Collins y Ruefli, 1992). A lo anterior hay que unir la comprobación de March y

Shapira (1987) y Shapira (1994) respecto a que las definiciones teóricas no coinciden con la de los propios decisores.
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Una posible solución a este mar de definiciones está en considerar el concepto de riesgo en su vertiente empresarial

partiendo de los planteamientos de Cyert y March (1963). Estos autores destacaron los conceptos de resultados y

aspiraciones vinculados a la teoría del comportamiento de la empresa como básicos para evaluar el riesgo de los

directivos, ya que en el campo empresarial la percepción de riesgo se asocia más con la no obtención de los objetivos

perseguidos, que con la variabilidad (Grifell-Tatjé y Marqués, 2000).


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En esta idea está inmersa la noción de riesgo de pérdida o downside risk, entendido entonces como función de la

magnitud de la desviación de los resultados obtenidos respecto a las aspiraciones deseadas (Miller y Leiblein, 1996).

Esta concepción downside, ha sido demostrada por los estudios empíricos de Baird y Thomas (1990) y Shapira (1994)

ya que de entre las siete posibles definiciones de riesgo que presentan a los individuos las más valoradas son el tamaño

de la pérdida y su posibilidad.
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Para terminar con el marco teórico de este trabajo hacemos mención a los condicionantes del riesgo aportados por los

diferentes modelos existentes ya que es a lo que pretende contribuir este trabajo (Tabla 1).
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De los modelos se puede deducir que si bien el entorno ha sido considerado en algunos de ellos, ha existido una

preponderancia de las características de la organización o del propio individuo.


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A estas dos problemáticas de la delimitación de los conceptos de incertidumbre y riesgo se une la identificación de las

fronteras entre ambos, siendo una tarea que muy pocos autores se atreven a abordar. Desde el campo de la Economía,

Knight (1921) establece un conjunto de distinciones que giran en torno a probabilidades y distribuciones de eventos: la

incertidumbre es una probabilidad subjetiva y una situación en que la distribución de los eventos es desconocida,

mientras el riesgo es una probabilidad objetiva y una situación con distribución conocida de los casos.
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Sin embargo, él tampoco deja clara la delimitación entre ambos conceptos ya que incluso llega a utilizar los mismos

para definirlos. Un artículo más reciente, Runde (1998), localiza la fuente de la confusión y propone una reformulación

basada en una revisión de la clasificación de las situaciones posibles atendiendo a la probabilidad. De esta forma,

define el riesgo como la situación en la que el decisor es guiado por el conocimiento de una probabilidad a priori o

estadística, mientras en el caso de la incertidumbre estaría ante una situación en la que no es posible determinar ni la

probabilidad a priori ni la estadística.


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En cualquier caso en nuestro artículo e independientemente de su fundamentación teórica, lo que utilizamos son las

percepciones de la incertidumbre y del riesgo asumido que tienen los decisores, no los conceptos en sí.
PERCEPCIÓN

La noción de percepción deriva del término latino perceptio y describe tanto a la acción como a la

consecuencia de percibir (es decir, de tener la capacidad para recibir mediante los sentidos las imágenes,

impresiones o sensaciones externas, o comprender y conocer algo).

Antes de definir este concepto diremos que para conocer el mundo interior o exterior necesitamos realizar

un proceso de decodificación de los mensajes que se reciben a través de todo el cuerpo. Se define como

percepción al proceso cognoscitivo a través del cual las personas son capaces de comprender su entorno y
actuar en consecuencia a los impulsos que reciben; se trata de entender y organización los estímulos

generados por el ambiente y darles un sentido. De este modo lo siguiente que hará el individuo será enviar

una respuesta en consecuencia.

La percepción puede hacer mención también a un determinado conocimiento, a una idea o a la sensación

interior que surge a raíz de una impresión material derivada de nuestros sentidos.

Para la psicología, la percepción consiste en una función que le posibilita al organismo recibir, procesar e

interpretar la información que llega desde el exterior valiéndose de los sentidos.

El término comenzó a captar la atención de los estudiosos durante el siglo XIX. Los primeros modelos que

vinculaban la magnitud de un estímulo físico con la del episodio percibido posibilitaron la aparición de la

denominada psicofísica.

Los especialistas aseguran que la percepción es el primer procedimiento cognoscitivo, que permite al sujeto

capturar la información del medio que lo rodea a través de la energía que llega a los sistemas sensoriales.

Este procedimiento posee carácter inferencial y constructivo. En este contexto, la representación interior

de lo que ocurre afuera surge a modo de hipótesis. Los datos que captan los receptores se analizan de modo

paulatino, junto a la información que recoge la memoria y que contribuye al procesamiento y a la creación

de dicha representación.

Mediante la percepción, la información es interpretada y se logra establecer la idea de un único objeto. Esto

significa que es factible experimentar diversas cualidades de una misma cosa y fusionarlas a través de la

percepción, para comprender que se trata de un único objeto.

Diferencias entre sensación y percepción

Es importante declarar que percepción no es sinónimo de sensación, y dado que ambos conceptos suelen

utilizarse como sinónimos, explicaremos cuáles son sus diferencias.

Proceso cognitivo: Un proceso cognitivo puede iniciarse con la percepción (el acceso a información a través

de los sentidos). La persona presta atención a aquello que percibe y, a través de distintos tipos de

pensamientos y mecanismos de inteligencia, logra generar conocimientos que interioriza y almacena en la

memoria. Dichos conocimientos, ya asimilados, pueden ser expresados y comunicados mediante el lenguaje.
Una sensación es una experiencia que se vive a partir de

un estímulo; es la respuesta clara a un hecho captado a través de los sentidos.

Una percepción, por su parte, es la interpretación de una sensación. Aquello que es captado por los sentidos

adquiere un significado y es clasificado en el cerebro. Suele decirse que la sensación es lo que precede a la

percepción.

Para ejemplificar esta diferencia decimos que el volumen y la tonalidad de una canción ejecutada por un

músico son captadas por el oyente como una sensación, mientras que si somos capaces de reconocer de qué

canción se trata o hilvanar similitudes entre esos sonidos y otros escuchados con anterioridad, estamos

frente a una percepción. El primero es un proceso intuitivo y automático, mientras que el segundo es más

elaborado y racional.

Teoría de Gestalt

Según lo define la teoría de la Gestalt, las personas percibimos el mundo como un todo y no de forma

fragmentada; podemos comprobar esto si pensamos que al despertarnos y abrir los ojos podemos ver toda

la habitación donde nos encontramos y no simplemente objetos sueltos. A través de nuestra percepción

somos capaces de entender de qué está formado ese todo y aislar aquello que nos interesa más en cada

momento.

De acuerdo a los estudios realizados en torno a este concepto podemos decir que existen

factores biológicos de la percepción, con los cuales nacemos, y otros aprendidos; esto significa que la forma

en la que percibimos nuestro entorno se modifica a lo largo de nuestra vida a través de las experiencias. Por

ejemplo, cuando éramos niños admirábamos a nuestro padre, pero pasada cierta edad puede que ya no lo

hagamos, e incluso que le aborrezcamos, esto significa que de acuerdo a las situaciones por las que hayamos

pasado hemos reinterpretado a esa persona y la hemos ubicado en lugares diferentes a lo largo del tiempo.
Es importante aclarar que existe otro tipo de percepción, la extrasensorial, la misma se encuentra

relacionada con la forma en la percibimos las cosas donde los sentidos ordinarios no participan. Los

especialistas, explican que se tratan de fenómenos de transferencia de energía que no pueden entenderse a

través de conceptos biológicos o físicos. Estos fenómenos son: la telepatía(capacidad para leer la

mente), precognición (predicción de un hecho que tendrá lugar en el futuro), clarividencia (capacidad para

ver cosas que no se encuentran en el espacio) y psicoquinesis (capacidad para modificar la materia a través

de la mente).

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