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(Colección Derechos Humanos y Filosofía Del Derecho) Roberto Jiménez Cano-Democracia Sin Motivos-Dykinson (2014) PDF
(Colección Derechos Humanos y Filosofía Del Derecho) Roberto Jiménez Cano-Democracia Sin Motivos-Dykinson (2014) PDF
Roberto M.
Jiménez Cano
con
2010, 600 págs. Álvarez González, Susana
cracia con el positivismo, el relativismo y el liberalismo político, 2007, 536 págs.
FAMILIAS TRANSNACIONALES, SOCIEDADES MULTICULTURALES
E INTEGRACIÓN: ESPAÑA, ITALIA Y PORTUGAL EN PERSPECTIVA ESTADO DE DERECHO, DERECHOS HUMANOS Y DEMOCRACIA
COMPARADA así como con los aportes provenientes de la psicología. Tales Alarcón Requejo, Gílmer
Encarnación La Spina 2007, 577 págs.
2010, 576 págs.
JUECES Y LEYES, ENTRE EL ABSOLUTISMO Y LA CODIFICACIÓN
Alberto Iglesias Garzón
2011, 278 págs.
nexos pueden enmendarse y las razones en favor de esta forma
de gobierno cambiarse. Sin embargo, lo relevante es defender
la democracia con motivos.
motivos NACIONALISMO E IDENTIDADES COLECTIVAS:
LA DISPUTA DE LOS INTELECTUALES (1762-1936)
Del Real Alcalá, J. Alberto
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RECONOCIMIENTO Y PROTECCIÓN DE DERECHOS EMERGENTES LA LEY DESMEDIDA. ESTUDIOS DE LEGISLACIÓN,
EN EL SISTEMA EUROPEO DE DERECHOS HUMANOS SEGURIDAD Y JURISDICCIÓN
Jaume Saura Estapà Martínez Roldán, L. / Fernández Suárez, J. A. / Suárez Llanos, L.
2012, 396 págs. 2007, 342 págs.
RUDOLF VON JHERING Y EL PARADIGMA POSITIVISTA. LA FILOSOFÍA DEL DERECHO DE ERNESTO GARZÓN VALDÉS
FUNDAMENTOS IDEOLÓGICOS Y FILOSÓFICOS Álvarez Ortega, Miguel
DE SU PENSAMIENTO JURÍDICO 2008, 488 págs.
Luis M. Lloredo Alix JOHN STUART MILL Y LA DEMOCRACIA DEL SIGLO XXI
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DEMOCRACIA CON MOTIVOS 2008, 300 págs.
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EN LA VALIDEZ JURÍDICA
ISBN: 978-84-9031-652-8
Preimpresión e Impresión:
SAFEKAT, S.L.
Laguna del Marquesado, 32 – Naves J, K y L – 28021 Madrid
www.safekat.com
Págs.
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1
SQUELLA, A., «The Legal Positivism and Democracy in the 20th Cen-
tury», en VV.AA., Konstitutionalismus versus Legalismus? - Constitutionalism
versus Legalism?, Archiv für Recths- und Sozialphilosophie, Steiner, Stuttgart,
1991, pp. 141-142 y 148; TROPER, M., «Le positivisme et les droits de l’Homme»,
19
20
4
ROSS, A., «El concepto de validez y el conflicto entre el positivismo
jurídico y el derecho natural» [1961], en El concepto de validez y otros ensayos,
2.ª ed., trad. de G.R. Carrió y O. Paschero, Fontamara, México, 1993, pp. 7-32;
y BULYGIN, E., «Sobre el status ontológico de los derechos humanos», en
Doxa, 4, 1987, p. 83; «Entrevista a Eugenio Bulygin», de R. Caracciolo, en
Doxa, 14, 1993, pp. 509-511; y El positivismo jurídico, Fontamara, México,
2006, pp. 117-120. Esta conexión conceptual entre positivismo jurídico y
escepticismo moral ha sido puesta en duda por otros positivistas. Véase en
este sentido CARACCIOLO, R.A., «Realismo moral vs. Positivismojurídico»,
en Analisi e diritto 2000, 2001, pp. 37-44; RAZ, J., «Liberalism, Skepticism, and
Democracy», en Iowa Law Review, 74, 1988-1989, pp. 761-786; The morality of
freedom, Clarendon Press, Oxford, 1986; Engaging Reason, Oxford University
Press, Oxford, 2002, pp. 118-ss; y The practice of value, Clarendon Press,
Oxford, 2003, pp. 15-ss. Gregorio Peces-Barba, por su parte, no aceptaría el
relativismo ético porque éste considera igual de justificada cualquier toma de
posición moral, y además al negar verdades (objetivas) en el ámbito socio-
político lo único que ofrecería a los ciudadanos serían «cauces para expresar
sus puntos de vista y seguir su propio camino, casi siempre aislado, no solida-
rio con los problemas de los otros». Véase PECES-BARBA, G., «Nota sobre la
justicia», en Anuario de Filosofía del Derecho, tomo I (nueva época), 1984, p.
263; y «El desarrollo político como desarrollo humano» [1972], en Libertad,
Poder, Socialismo, Civitas, Madrid, 1978, pp. 89-90. Respecto al concepto de
derechos humanos, por ejemplo, afirmará que pese a ser un concepto históri-
co es un «concepto relativamente objetivo» (PECES-BARBA, G., «Notas sobre
el concepto de derechos fundamentales» [1977], en Libertad, Poder, Socialis-
mo, Civitas, Madrid, 1978, p. 205).
5
Esto supone asumir la posición del realismo moral, es decir, aquella
doctrina que defiende que la moral es objetiva en sentido ontológico, episté-
21
22
College London Press, Oxford, 2004, pp. 270-271; y «El sentido del positivismo
jurídico (II): El positivismo jurídico prescriptivo como un derecho humano»,
trad. de J.A. Pérez Lledó, en Doxa, n.º 27, 2004, p. 28. La consulta de estos
materiales, no obstante, revela que esas diversas denominaciones no guardan
una absoluta similitud de significado.
8
FERRAJOLI, L., Derecho y razón. Teoría del garantismo penal [1989],
trad. de P. Andrés et al., Trotta, Madrid, 1995, p. 864.
9
FERRAJOLI, L., Derechos y garantías. La Ley del más débil [1999], trad.
de P. Andrés y A. Greppi, Trotta, Madrid, 4.ª ed., 2004, p. 23.
23
10
FERRAJOLI, L., Principia iuris. Teoría del derecho y de la democracia,
vol. II, Teoría de la democracia [2007], trad. de P. Andrés et al., Trotta, Madrid,
2011, pp. 9-ss; Democracia y garantismo [2008], ed. de M. Carbonell, Trotta,
Madrid, 2.ª ed., 2010, pp. 77-82; Poderes salvajes. La crisis de la democracia
constitucional, trad. de P. Andrés, Trotta, Madrid, 2011, pp. 27-30 y 35-39.
11
En un sentido similar, Francisco Javier Ansuátegui afirmará «en el
marco de una comprensión no exclusivamente formal de la democracia, los
derechos fundamentales constituyen un elemento de dicho concepto» (ANSUÁ-
TEGUI, F.J., De los derechos y el Estado de Derecho. Aportaciones a una teoría
jurídica de los derechos, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2007, p.
75). Aún más, la relación entre derechos fundamentales, Estado de Derecho y
democracia es una relación conceptual y necesaria. Véase, de nuevo, ANSUÁ-
TEGUI, F.J., De los derechos y el Estado de Derecho, cit., pp. 74 y 147.
12
PECES-BARBA, G., «Reflexiones sobre la democracia en la sociedad»,
en LÓPEZ GARCÍA, J.A., DEL REAL, J.A., y RUIZ RUIZ, R., La democracia a
debate, Dykinson, Madrid, 2002, pp. 44-45 y 50.
24
13
PECES-BARBA, G., «Reflexiones sobre la democracia en la sociedad»,
cit., pp. 50-51.
14
Voluntad popular y regla de la mayoría serán los rasgos más impor-
tantes de la democracia también para Radbruch, quien señalaba en 1934 la
inseparabilidad entre la democracia y la idea de que todas las funciones del
Estado respondan, directa o indirectamente, a la voluntad popular, manifes-
tada por medio de elecciones. «La democracia —continua— quiere confiar el
poder a cualquier convicción que ha ganado la mayoría, sin tener que pregun-
tarse por el contenido y el valor de esa convicción» (RADBRUCH, G., «El
relativismo en la filosofía del Derecho» [1934], en Relativismo y Derecho, trad.
de L. Villar Borda, Temis, Bogotá, 1992, pp. 7-ss.). Y en 1948 seguirá pensan-
do que «es sustancial en la democracia que la autoridad del Estado emane del
pueblo, es decir, que todas las funciones del Estado respondan, directa o indi-
rectamente, a la voluntad popular, manifestada por medio de elecciones»
(RADBRUCH, G., Introducción a la Filosofía del Derecho [1948], trad. de W.
Roces, Fondo de Cultura Económica, México, 2002, p. 166).
25
15
KELSEN, H., «Esencia y valor de la democracia» [2.ª ed., 1929], en
Esencia y valor de la democracia, trad. de R. Luengo y L. Legaz y Lacambra,
Coyoacan, México, 2005, pp. 22-23 y 83-ss.; «El Derecho como técnica social
específica» [1941], en ¿Qué es justicia?, trad. de A. Calsamiglia, Ariel, Barce-
lona, 1991, p. 152; Y «Los fundamentos de la democracia» [1955], trad. de J.
Ruiz Manero, en Escritos sobre la democracia y el socialismo, Debate, Madrid,
1988, p. 212;
16
ROSS, A., ¿Por qué democracia? [1952], trad. de R.J. Vernengo, Centro
de Estudios Constitucionales, Madrid, 1989, pp. 83-84 y 97.
26
17
ROSS, A., ¿Por qué democracia? [1952], cit., p. 100.
18
BOBBIO, N., «El futuro de la democracia», en El futuro de la democra-
cia [1984], trad. de J.F. Fernández Santillán, Fondo de Cultura Económica,
México, 1986, p. 14.
19
BOBBIO, N., «El futuro de la democracia», cit., p. 14. En esta línea de
pensamiento se situará asimismo el concepto de democracia de Jeremy Wal-
dron y de Anna Pintore. De acuerdo con Waldron, la democracia entraña, al
menos, la idea de un procedimiento político que de diferentes maneras englo-
ba la participación del pueblo en condiciones de igualdad en la resolución de
desacuerdos en un asunto sobre el que se necesita tomar una decisión común
(WALDRON, J., Derecho y desacuerdos [1999], trad. de J.L. Martín y A Quiro-
ga, Marcial Pons, Madrid, 2005, p. 338). Pintore, por su parte, elabora un
concepto mínimo según el cual la democracia es, al menos, procedimiento y
sin procedimiento no es. Es un concepto con un núcleo sólido mínimo como
método de elección y decisión colectiva que representa una condición necesa-
ria de cualquiera de sus usos (PINTORE, A., «Democracia sin derechos», cit.,
pp. 133-134 e I diritti della democracia, Laterza, Roma-Bari, 2003, pp. 22-ss.).
27
28
20
El propio Moreso, que ha criticado la conexión conceptual, no sabe
muy bien cómo replicar a esta vinculación de carácter pragmático. Véase, de
nuevo, MORESO, J.J., «Positivismo jurídico, relativismo moral y liberalismo
político», cit., p. 110.
21
Esta conexión pragmática entre el liberalismo y el no cognoscitivismo
ha sido puesta de manifiesto por Guastini. Véase GUASTINI, R., «Dei rappor-
ti tra liberalismo e non-cognitivismo», cit., pp. 140-142. Que la metaética no
puede fundamentar conceptual o empíricamente ética alguna, pero que entre
ellas exista una relación dialéctica se ha puesto de manifiesto en SCARPELLI,
U., «La metaética analítica y su relevancia ética» [1976], en Ética jurídica sin
verdad, trad. de A. Rentería, Fontamara, México, 2007, pp. 50-54.
29
30
31
22
WEBER, M., «La política como vocación» [1919], en El político y el
científico, trad. de F. Rubio Llorente, Alianza, Madrid, 2002, p. 82.
23
KELSEN, H., «Ciencia y Política» [1951], en ¿Qué es justicia? (1971),
trad. de A. Calsamiglia, Ariel, Barcelona, 1991, p. 261.
24
KELSEN, H., «El derecho como técnica social específica», cit., p. 152.
33
25
En concreto, existen desacuerdos tanto sobre qué significa tener un
derecho, qué derechos se tienen y cual es su fundamento como, en el caso de
que se lograra un consenso sobre los anteriores asuntos, respecto de su apli-
cación concreta. En este sentido puede verse WALDRON, J., Derecho y des-
acuerdos, cit., pp. 19-20. Tales «desacuerdos no importarían, si no necesitára-
mos un curso de acción concertado, y la necesidad de este curso común de
acción no daría lugar a la política tal y como la conocemos si no existieran, al
menos potencialmente, desacuerdos sobre cuál debe ser el curso de acción»
(WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., p. 124). En un sentido similar
véase MCMAHON, C., Reasonable disagreement. A Theory of Political Morality,
Cambridge University Press, Cambridge, 2009, p. 98.
26
HOBBES, T., Leviatán [1651], trad. de M. Sánchez, Fondo de Cultura
Económica, México, 2000, cap. XVII, pp. 137-138
34
27
ARISTÓTELES, Política [350 a.C.], trad. de. J. Marías y M. Araujo, 2.ª
ed., Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1997, 1252a, p. 1.
28
OLSON, M., The logic of collective action [1965], Harvard University
Press, Cambridge, 1971, pp. 35-36; PARAMIO, L., «Decisión racional y acción
colectiva», en Leviatán. Revista de hechos e ideas, n.º 79, 2000, pp. 63-83.
35
29
BAGHRAMIAN, M., Relativism [2004], Routledge, Abingdon, reimp.,
2005, pp. 270-271; POJMAN, L.P.; y FIESER, J., Ethics. Discovering Right and
Wrong [2006], Wadsworth, Boston, 7.ª ed., 2012, pp. 14-16.
30
En sentido similar puede verse FERRAJOLI, L., «La scelta come fon-
damento ultimo della morale», Teoria Politica, nuova serie, II, 2012, pp.177-
185.
36
31
SCARPELLI, U., ¿Qué es el positivismo jurídico? [1965], cit., pp. 227-
228.
32
STEVENSON, C.L., «Relativism and Nonrelativism in the Theory of
Value» [1962], en Facts and values. Studies in Ethical Analysis, Yale University
Press, New Haven, reimp., 1964, pp. 71-72.
37
33
Se sigue aquí la exposición y respuesta de POJMAN, L.P.; y FIESER,
J., Ethics. Discovering Right and Wrong, cit., pp. 14-16.
38
34
El argumento, concebido originalmente como una crítica al relativis-
mo conceptual, es de Donald Davidson. Véase a este respecto DAVIDSON, D.,
«On the Very Idea of a Conceptual Scheme» [1974], en Inquiries into Truth and
Interpretation, 2.ª ed., Clarendon Press, Oxford, 2001, pp. 183–198; e «I presup-
posti della verità», publicado en Il Dominicale el 9 de enero de 2000, reprodu-
cido en Il Sole 24 Ore: http://lgxserver.uniba.it/lei/rassegna/000109.htm
35
Nótese que si se sostiene que existen individuos disidentes dentro de
una sociedad o cultura no se estaría negando necesariamente la posibilidad de
profundos desacuerdos entre individuos disidentes y no disidentes.
39
36
Véase WALZER, M., Thick and Thin: Moral Argument at Home and
Abroad, University of Notre Dame Press, Notre Dame, 1994; y KÜNG, H.,
Proyecto de una ética mundial [1990], trad. de G. Canal, Trotta, Madrid, 1991,
respectivamente.
40
37
WONG, D.B., Natural Moralities. A defense of Pluralistic Relativism,
Oxford University Press, Oxford, 2006, pp. XV, 5 y 20-ss.
41
38
BAGHRAMIAN, M., Relativism, cit., p. 209.
39
JOYCE, R., «Moral Anti-Realism», en ZALTA, E.N. (ed.), The Stanford
Encyclopedia of Philosophy, Stanford University, 2009 edition, <http://plato.
stanford.edu>.
42
40
BLACKBURN, S., Ethics. A Very Short Introduction, Oxford University
Press, Oxford, 2003, p. 94.
41
Recuérdese la explicación de conocimiento como «creencia verdadera
justificada» basada en el Teeteto platónico. Véase PLATÓN, «Teeteto» [368-367
a.C.], en Diálogos V, trad. de A. Vallejo, Gredos, Madrid, 1988,201b-210c,
pp. 285-316.
42
ROCKMORE, T, On Foundationalism. A Strategy for Metaphysical Real-
ism, Rowman & Littlefield Publishers, Lanham, 2004, p. 47.
43
43
KIM, J., «What is «Naturalized Epistemology?»», en Philosophical Per-
spectives, vol. 2, 1988, p. 384. Puede verse una explicación más profunda del
fundacionalismo en SOSA, E., «The Foundations of Foundationalism», en
Noûs, vol. 14, 1980, pp. 547-565; y FUMERTON, R., «Foundationalist Theories
of Epistemic Justification», en ZALTA, E.N. (ed.), The Stanford Encyclopedia
of Philosophy, Stanford University, 2010 edition, <http://plato.stanford.edu>.
44
DESCARTES, R., Discurso del método. Meditaciones metafísicas
[1637/1645], trad. de M. García Morente, 4.ª ed. Madrid, Espasa-Calpe, 1981,
pp. 62 y 115-122. En las meditaciones tercera y quinta Descartes considerará,
por un lado, que la existencia del yo pensante forma parte de la esencia de
Dios y, por otro, que Dios existe pues esto es una intuición autoevidente. De la
existencia de Dios irá derivando tanto los objetos lógicos como los sensibles.
45
GARCÍA-CARPINTERO, M., Las palabras, las ideas y las cosas. Una
presentación de la filosofía del lenguaje, Ariel, Barcelona, 1996, pp. 429-442.
44
46
Esta asociación entre la autoevidencia y el intuicionismo puede verse
en CRISP, R., «Sidgwick and the Boundaries of Intuitionism», en STRATTON-
LAKE (ed.), P., Ethical Intuitionism: Re-evaluations, Oxford University Press,
Oxford, 2002, pp. 56-75. Una influyente teoría conceptual basada en intuicio-
nes puede verse en JACKSON, F., From Metaphysics to Ethics: A Defence of
Conceptual Analysis [1998], Oxford University Press, Oxford, 2000, pp. 31-38.
47
HINTIKKA, J., «The Emperor’s New Intuitions», en Journal of Phi-
losophy, vol. 96, 1999, p. 143; CUMMINS, R., «Reflection on Reflective Equi-
librium», en DEPAUL, M. y RAMSEY, W. (eds.), Rethinking Intuition, Rowman
& Little-field, Oxford, 1998, p. 125. El recurso a las intuiciones no deja de
recordar al método de la sindéresis de la escolástica iusnaturalista en el ámbi-
to de la filosofía práctica. La sindéresis se ha definido como un hábito del
intelecto, innato a la mente humana, que permite acceder a los primeros prin-
cipios prácticos o a los principios morales más básicos y evidentes. La sindé-
resis sería una especie de conocimiento intuitivo o espontáneo, de cierta
«chispa» de la conciencia o fuerza impresa en las criaturas humanas por la
naturaleza que inclina a hacer el bien y a evitar el mal. Véase a este respecto
AQUINO, T. de, Quaestiones disputatae de veritate [1259], quaestio 16, articu-
lus 1; y Summa Theologiae [1272], prima pars, quaestio 79, articulus 12,
ambas en Corpus Thomisticum, Universidad de Navarra, Pamplona, 2000-
2007, <www.corpusthomisticum.org>. Como estudios actuales de la sindéresis
pueden consultarse GREENE, R.A., «Instinct of Nature: Natual Law, Syndere-
sis, and the Moral Sense», en Journal of the History of Ideas, 58, 1997, pp. 173-
45
198; y SELLÉS, J.F., «La sindéresis o razón natural como la apertura cognos-
citiva de la persona humana a su propia naturaleza», en Revista Española de
Filosofía Medieval, 10, 2003, pp. 321-333.
48
KELSEN, H., Teoría pura del Derecho [2.ª ed., 1960], trad. de R.J. Ver-
nengo, Porrúa, México, 12.ª ed., 2002,p. 232.
49
KELSEN, H., Teoría pura del Derecho [2.ª ed., 1960], cit., nota 1, p. 19.
50
ROSS, A., ¿Por qué democracia?, cit., p. 100.
51
ROSS, A., ¿Por qué democracia?, cit., pp. 98-99. En similar sentido
puede verse KELSEN, H., Teoría general del Derecho y del Estado [1945], trad.
de E. García Máynez, UNAM, México, 1995, p. 8.
46
52
KELSEN, H., «Forma de Estado y Filosofía» [1933], en Esencia y valor
de la democracia, trad. de R. Luengo y L. Legaz y Lacambra, Coyoacan, Méxi-
co, 2005, pp. 157-158.
47
53
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., pp. 7-8;
«Absolutismo y relativismo en filosofía y en política» [1948], en ¿Qué es jus-
ticia? (1971), trad. de A. Calsamiglia, Ariel, Barcelona, 1991, pp. 113-14;
«¿Qué es justicia?» [1952], en ¿Qué es justicia? [1971], trad. de A. Calsamiglia,
Ariel, Barcelona, 1991, p. 59; Teoría pura del Derecho (2.ª ed., 1960), cit.,
pp. 76-79.
54
En muchas ocasiones a este tipo de relativismo se le denomina «rela-
tivismo metaético». Ahora bien, si la metaética puede entenderse como el
intento de entender los presupuestos y los compromisos metafísicos, episte-
mológicos, semánticos y psicológicos del pensamiento, habla y prácticas
morales (SAYRE-MCCORD, G., «Metaethics», en ZALTA, E.N. (ed.), The Stan-
ford Encyclopedia of Philosophy, Stanford University, 2012 edition, <http://
plato.stanford.edu>) aquí se ha preferido la denominación de «epistemológi-
co» porque se adopta no tanto una visión semántica de la cuestión, sino acer-
ca de lo que se conoce y cómo se conoce. En efecto, si la epistemología se
ocupa de qué conocemos y cómo se conoce, la epistemología moral tendría
como tarea determinar qué hechos morales conocemos y cómo se conocen.
Véase, en este sentido, ZIMMERMAN, A., Moral Epistemology, Routledge,
London, 2010, p. 14.
55
Sobre el fundacionalismo y el intuicionismo como estrategias del rea-
lismo véase ROCKMORE, T, On Foundationalism, cit., pp. 1 y 45; On Cons-
tructivist Epistemology, Rowman & Littlefield Publishers, Lanham, 2005, p. 2.
56
En todo caso tanto el relativismo como el escepticismo éticos pueden
verse como formas de anti-fundacionalismo «moral». A este respecto puede
verse ORTIZ-MILLÁN, G., «Las variedades de fundacionismo y antifundacio-
nismo ético: un mapa», en Isegoría. Revista de Filosofía Moral y Política, n.º 41,
2009, pp. 295, 303-307. Por otra parte, se ha señalado que el relativismo y el
48
49
59
Sobre el realismo empírico y el constructivismo de Kant puede verse
ROCKMORE, T, On Constructivist Epistemology, cit., pp. 2-24.
60
BAGHRAMIAN, M., Relativism, cit., pp. 6-8 y 180.
50
única realidad que existe, pues todo lo demás sólo existe dentro
y a través de los estados mentales del individuo 61. Este solipsis-
mo, de acuerdo con Kelsen, sitúa al individuo (el ego) en la
posición de no reconocer ni comprender a otros sujetos (al non-
ego), estableciendo una supremacía del ego o una posición de
desigualdad entre el ego y el non-ego. El realismo empírico, al
reconocer un único mundo exterior con múltiples egos o indivi-
duos, impone una restricción a esa libertad absoluta consisten-
te en suponer que todos los sujetos cognoscentes son iguales, de
manera que los procesos de conocimiento racional (no así las
reacciones emotivas) de los individuos también son iguales y,
por ende, que los objetos de conocimiento resultados de estos
procesos son conformes entre sí 62.
En definitiva, el relativismo, aunque tienda hacia el escep-
ticismo porque niega el conocimiento objetivo, no niega todo
conocimiento, sino que éste es, de alguna manera, construido
por el individuo. De este modo, no es que el conocimiento
moral sea imposible y, por ende, no haya valores morales, sino
que lo único que se puede conocer son los valores de los indivi-
duos (o de las sociedades o de las culturas). Por tanto, los valo-
res relativos a los individuos, son, pues, subjetivos. Esto no
quiere decir que las creencias morales no estén justificadas. Su
justificación o su fundamento es emocional y, en este sentido,
tanto los valores como los juicios morales son auto-justificati-
vos 63. De este modo, se puede hablar de una especie de senti-
61
Es la hipótesis del genio maligno cartesiano o del cerebro en una
cubeta de Jonathan Dancy o Hilary Putnam, entre otros. Véase PUTNAM, H.,
Reason, Truth and History [1981], Cambridge University Press, Cambridge,
1998, pp. 1-21.
62
KELSEN, H., «Absolutismo y relativismo en filosofía y en política»,
cit., pp. 113-116. Véase también KELSEN, H., «Los fundamentos de la demo-
cracia», cit., pp. 225-230; Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 460; y
Teoría pura del Derecho [2.ª ed., 1960], cit. P. 346.
63
PRINZ, J.J., The emotional construction of morals, Oxford University
Press, Oxford, 2007, p. 88.
51
64
PRINZ, J.J., The emotional construction of morals, cit., p. 9.
65
PRINZ, J.J., The emotional construction of morals, cit., p. 29.
52
66
SINNOTT-ARMSTRONG, W., Moral Skepticisms, cit., pp. 16-17.
67
MACKIE, J.L., Ethics. Inventing right and wrong [1977], Harmond-
sworth, Penguin, reim., 1990, p. 15.
68
Como ya se ha señalado, el relativismo epistemológico de Kelsen
implicaría asimismo este tipo de subjetivismo ontológico aunque, como se
verá posteriormente, el autor austriaco también defienda un subjetivismo
semántico.
53
69
MACKIE, J.L., Ethics. Inventing right and wrong, cit., pp. 25-26.
70
KELSEN, H., «Los juicios de valor en la Ciencia del Derecho» [1942],
en ¿Qué es justicia? (1971), trad. de A. Calsamiglia, Ariel, Barcelona, 1991,
pp. 126-127.
71
MACKIE, J.L., Ethics. Inventing right and wrong, cit., pp. 30-34.
54
72
KELSEN, H., «Los juicios de valor en la Ciencia del Derecho», cit.,
pp. 149-150; y Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 57.
73
MACKIE, J.L., Ethics. Inventing right and wrong, cit., p. 35.
74
KELSEN, H., «Los juicios de valor en la Ciencia del Derecho», cit.,
p. 151.
55
75
MACKIE, J.L., Ethics. Inventing right and wrong, cit., pp. 35-38.
76
«Si algo demuestra la historia del pensamiento humano, es que es
falsa la pretensión de establecer, en base a consideraciones racionales, una
norma absolutamente correcta de la conducta humana —lo cual supone que
sólo hay un nivel de conducta humana justo, que excluye la posibilidad de
considerar que el sistema opuesto pueda ser justo también—» (KELSEN, H.,
«¿Qué es justicia?», cit., pp. 58-59).
77
MACKIE, J.L., Ethics. Inventing right and wrong, cit., pp. 17-18.
56
78
OSKAMP, S., SCHULTZ, P.W., Attitudes and opinions, Lawrence Erl-
baum Associates, Mahwah, 3.ª ed., 2005, pp. 13-14.
79
VAN ROOJEN, M., «Moral Cognitivism vs. Non-Cognitivism», en ZAL-
TA, E.N. (ed.), The Stanford Encyclopedia of Philosophy, Stanford University,
2011 edition, <http://plato.stanford.edu>; SVAVARSDÓTTIR, S., «How Do
Moral Judgments Motivate?», en DREIER, J., Contemporary Debates in Moral
Theory, Blackwell, Oxford, 2006, pp. 163-181; ROSETI, C.S., «Moral Motiva-
tion», en ZALTA, E.N. (ed.), The Stanford Encyclopedia of Philosophy, Stanford
University, 2008 edition, <http://plato.stanford.edu>.
57
que hace que me sienta bien e inmoral todo lo que hace que
me sienta mal. Y juzgados con este criterio, que no intento
defender, los toros son absolutamente morales para mí, porque,
durante la corrida, me siento muy bien, tengo el sentimiento de
la vida y la muerte, de lo mortal y de lo inmortal, y una vez
terminado el espectáculo, me siento muy triste, pero muy a
gusto» 80.
En concreto, el expresivismo (o emotivismo, aunque en
cierto sentido también estaría aquí incorporado el prescripti-
vismo) representa una posición no-cognoscitivista que conside-
ra que la función principal de los juicios morales es expresar
emociones. Fíjese bien que lo que se señala es que los enuncia-
dos morales no expresan creencias y, por tanto, su misión no es
informar acerca del mundo, sino que expresan actitudes y
representan un medio para influir en la conducta de las perso-
nas al expresar (no informar o describir) la actitud propia. Por
ejemplo, si yo digo «la pena de muerte es mala» no estaría
diciendo «yo desapruebo la pena de muerte», sino algo como
«¡aj!, la pena de muerte» o «yo recomiendo que se prohíba la
pena de muerte» 81.
Ha de recalcarse que «actitud» es un concepto o un cons-
tructo teórico y no se refiere a nada que pueda ser observado
directamente, sino una estructura hipotética que se infiere a
partir de conductas observables empíricamente. De acuerdo
con Stevenson, son estados relativamente duraderos que
poseen un carácter evaluativo en el sentido de que son tenden-
cias psicológicas que expresan valoraciones particulares a favor
80
HEMINGWAY, E., Muerte en la tarde [1932], trad. de L. Aguado, Pla-
neta, Barcelona, 1977, p. 6.
81
RUSSELL, B., Religion and Science [1935], Oxford University Press,
Oxford, 1997, pp. 230-232; CARNAP, R., Philosophy and Logical Syntax, Kegan
Paul, London, 1935, pp. 22-26; AYER, A.J., Lenguaje, verdad y lógica [1936, 2.ª
ed., 1946], trad. de M. Suárez, Planeta, Barcelona, 1994, pp. 119 y 124-125;
STEVENSON, C.L., «The Emotive Meaning of Ethical Terms» [1937], en Facts
and values. Studies in Ethical Analysis, Yale University Press, New Haven,
reimp., 1964, pp. 10-31.
58
82
STEVENSON, C.L., «The nature of Ethical Disagreement» [1948], en
Facts and values. Studies in Ethical Analysis, Yale University Press, New Hav-
en, reimp., 1964, pp. 1-2.
83
Precisamente la función de la moral es, para Kelsen, guiar la conduc-
ta. La norma moral, señala, se refiere al motivo de la conducta (KELSEN, H.,
Teoría pura del Derecho [2.ª ed., 1960], cit., pp. 71-74).
84
Frente a todos estos constructos, que denotan un estado preparativo
de la conducta, los hábitos y los rasgos de la personalidad conforman patrones
de conducta. Véase al respect OSKAMP, S., SCHULTZ, P.W., Attitudes and
opinions, cit., pp. 7-15.
59
85
BROWN, J.A.C., La psicología social en la industria [1954], trad. de A.
Corona, Fondo de Cultura Económica, México, 3.ª ed., 1998, p. 240.
86
KELSEN, G., Teoría pura del Derecho [2.ª ed., 1960], cit., p. 33. Así, en
palabras de Kelsen, un juicio de valor «es un aserto por el cual se declara que
algo es un fin, un último fin que no puede servir como medio para el logro de
otro fin ulterior» (Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 8).
60
87
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., pp. 7-8;
«Ciencia y Política», cit., p. 260.
61
88
FRANCÉN, R., Metaethical Relativism. Aginst the Single Analysis
Assumption, Göteborg University, Göteborg, 2007, pp. 15-20. El relativismo
moral bien puede hacer referencia a la moral de la persona que juzga una
acción (el hablante) o de la persona juzgada (el agente). Véase LYONS, D.,
«Ethical Relativism and the Problem of Incoherence», en Ethics, vol. 86, n.º 2,
1976, pp. 109-110. En adelante se tomará siempre la perspectiva del hablante
al hacer referencia al relativismo.
89
STEVENSON, C.L., «Relativism and Nonrelativism in the Theory of
Value», cit., pp. 79-80. Por esta razón se ha insistido en que el expresivismo no
es un tipo de relativismo ni implica el relativismo ni es una respuesta al rela-
tivismo. Véase ahora HORGAN, T., y TIMMONS, M., «Expressivism, Yes!
Relativism, No!», en SHAFFER-LANDAU, R. (ed.), Oxford Studies in Metaeth-
ics, vol. I, Oxford University Press, Oxford, 2006, pp. 74-76.
90
OSKAMP, S., SCHULTZ, P.W., Attitudes and opinions, cit., p. 15.
62
91
KÖLBEL, M., ‘‘Indexical Relativism versus Genuine Relativism’’, en
International Journal of Philosophical Studies, vol., 12(3), 2004, pp. 308-310.
92
Véase a este respecto RACHELS, J., «El subjetivismo», trad. de J.
Vigil, en SINGER, P. (ed.), Compendio de Ética [1991], Alianza, Madrid, 2004,
pp. 584-587; ROOJEN, M., «Moral Cognitivism vs. Non-Cognitivism», citado.
93
Véase, STEVENSON, C.L., «The nature of Ethical Disagreement», cit.,
pp. 1-3. No obstante, en la actualidad se sigue discutiendo la viabilidad del
63
64
95
DREIER, J. «Relativism (and expressivism) and the problem of dis-
agreement», en Philosophical Perspectives, vol. 23, 2009, pp. 106-107.
96
PRINZ, J.J., The emotional construction of morals, cit., pp. 182-183.
97
GIBBARD, A., Wise Choices, Apt Feelings, Harvard University Press,
Cambridge, 1990. En su version actual Gibbard se centra más en la aceptación
de planes que de normas. A este respecto puede verse GIBBARD, A., Thinking
How to Live, Harvard University Press, Cambridge, 2003.
65
98
PRINZ, J.J., The emotional construction of morals, cit., 16-19.
66
99
STREET, S., «What is Constructivism in Ethics and Metaethics?», en
Philosophy Compass, vol. 5, 2010, p. 369.
67
100
De algún modo, la forma democrática de gobierno reafirmaría la
posición de Gilbert Harman, quien vendría a sostener que los juicios morales,
o una importante clase de ellos, tienen sentido sólo en relación a un acuerdo.
Véase HARMAN, G., «Moral relativism defended» [1975], en Explaining Value
and Other Essays in Moral Philosophy, Oxford University Press, Oxford, 2000,
pp. 3-19.
101
KELSEN, H., «Absolutismo y relativismo en filosofía y en política»,
cit., pp. 117-120; «Los fundamentos de la democracia», cit., p. 243.
68
102
KELSEN, H., Teoría General del Derecho y del Estado, cit., p. 8.
103
KELSEN, H., «Forma de Estado y Filosofía», cit., pp. 158 y 160-161;
«Los fundamentos de la democracia», cit., pp. 258-259.
104
KELSEN, H., «El problema del parlamentarismo» [1925], trad. de J.
Ruiz Manero, en Escritos sobre la democracia y el socialismo, Debate, Madrid,
1988, pp. 103-104.
69
105
KELSEN, H., «Forma de Estado y Filosofía», cit., pp. 122-124; «Los
fundamentos de la democracia», cit., p. 258.
106
KELSEN, H., «Absolutismo y relativismo en filosofía y en política»,
cit., pp. 122-124.
107
KELSEN, H., «Los fundamentos de la democracia», cit., p. 259.
70
108
WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., p. 253.
71
109
WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., pp. 123-135. «Si creemos
que todas las personas afectadas por un problema tienen derecho a opinar
sobre su solución, entonces no podemos hacer otra cosa que establecer un
procedimiento para contar, y de algún modo evaluar, los millones de opiniones
individuales […] Si el problema afecta a millones de personas, un procedi-
miento de toma de decisiones respetuoso requiere que dichos millones de
personas se escuchen los unos a los otros y acuerden una política común de
forma que se tomen en cuenta las opiniones de todos» (WALDRON, J., Dere-
cho y desacuerdos, cit., pp. 132-133).
110
WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., p. 134, en especial nota 62,
y pp. 211-212.
72
73
75
76
111
KELSEN, H., «Ciencia y Política», pp. 259-260.
112
HUME, D., Tratado de la naturaleza humana [1739-1740], trad. de V.
Viqueira, Servicio de Publicaciones de la Diputación de Albacete, Albacete,
2001, 3,1,1, p. 332; 3,1,2, p. 340; 3,3,1, pp. 406-407, respectivamente.
113
RAWLS, J., Lectures on History of Moral Philosophy, Harvard Univer-
sity Press, Cambridge, 2000, p. 21.
77
114
RUSSELL, B., Religion and Science, cit., p. 232.
115
Sobre las relaciones entre Kelsen y Sigmund Freud puede verse
LOSANO, M.G., «Kelsen y Freud» [1977], trad. de A. Huerta, en CORREAS, O.
(comp.), El otro Kelsen, cit., pp. 99-110.
116
Las conexiones de la teoría política de Kelsen con los trabajos de
Sigmund Freud son claras en algunos trabajos. En este sentido puede verse
KELSEN, H., «El concepto de Estado y la psicología social (Teniendo como
referencia especial la teoría de las masas según Freud)» [1922], trad. de F.
Lucce, en CORREAS, O. (comp.), El otro Kelsen, Universidad Nacional Autó-
noma de México, México, 1989, pp. 333-372; y «Dios y Estado» [1922-1923],
trad. de J. Hennequin, en CORREAS, O. (comp.), El otro Kelsen, cit., pp. 243-
266. Por último, acerca de las conexiones de la teoría de la democracia de
Kelsen con la teoría psicoanalítica de Freud véase VILLACAÑAS, J.L., «Qué
sujeto para qué democracia. Un análisis de las afinidades electivas entre Freud
y Kelsen», en Logos. Anales del Seminario de Metafísica, vol. 35, 2002, pp. 20-54.
117
FREUD, S., «El malestar en la cultura» [1929], en Obras completas de
Sigmund Freud, trad. de J.L. Etcheverry, vol. XXI. El porvenir de una ilusión,
el malestar en la cultura, y otras obras (1927-1931), Amorrortu, Buenos Aires,
1986, p. 140. Véase, también, MALUSCHKE, G., «Validity of Moral Norms:
78
79
123
ROSS, A., ¿Por qué democracia?, cit., p. 112.
124
ROSS, A., ¿Por qué democracia?, cit., pp. 108-109.
125
Personalidad y carácter vienen a ser la misma cosa. El término
«carácter», no obstante, es más fácil de encontrar en los trabajos psicoanalíti-
cos, aunque también es cierto que la óptica psicoanalítica de la personalidad
se ha ido acercando cada vez más a otros enfoques psicológicos, planteándose
incluso algunas demandas de integración. Al respecto puede verse CAPRARA,
J.V., y CERVONE, D., Personality. Determinants, Dynamics, and Potentials,
Cambridge University Press, Cambridge, 2000; y DÍAZ-BENJUMEA, M.D.,
80
81
128
MILGRAM, S., «The Perils of Obedience», en Harper’s Magazine,
December 1973, p. 62.
129
KAMTEKAR, R., «Situationism and Virtue Ethics on the Content of
Our Character,» Ethics, vol. 114, 2004, pp. 458–491; y MILLER, C., «Character
Traits, Social Psychology, and Impediments to Helping Behaviour», en Journal
of Ethics and Social Philosophy, vol. 5, n.º 1, 2010, pp. 1-36.
82
130
CAPRARA, G.V., y VECCHIONE, M., «Personality and politics», en
CORR, P.J. y MATTHEWS, G. (eds.), The Cambridge Handbook of Personality
Psychology, Cambridge, Cambridge University Press, 2009, p. 589.
131
En cierto sentido podría pensarse que Kelsen sustituye la respuesta
normativa por la justificación de los valores por una respuesta explicativa
basada en la psicología. Si esto es así, se podría aplicar a Kelsen, aunque con
mucha cautela, cierto remplazo de la epistemología por la psicología empíri-
ca, es decir, una naturalización de la epistemología. Véase QUINE, W.V.O.,
«Naturalización de la epistemología» [1969], en La relatividad ontológica y
otros ensayos, trad. de M. Garrido y J.L. Blasco, Tecnos, Madrid, 1974,
83
84
137
KELSEN, H., «Forma de Estado y Filosofía», cit., p. 141.
138
KELSEN, H., «Forma de Estado y Filosofía», cit., pp. 142-146; «Los
fundamentos de la democracia», cit., pp. 240-241.
139
Las pulsiones o instintos, si bien tienen alguna diferencia, serían las
nociones históricas para referirse a la conducta motivada. Véase ARNAU
GRAS, J., «Importancia de la perspectiva cognitiva en la actual conceptualiza-
ción de la motivación», en Anuario de Psicología, n.º 13, 1975, p. 49.
85
140
CLONINGER, S.C., Teorías de la personalidad [3.ª ed., 2000], trad. de
A. S. Fernández y M. E. Ortiz, Pearson, México, 2003, pp. 3-5.
141
Respecto a los tipos es especialmente conocida la clasificación reali-
zada por Carl Gustav Jung de los seres humanos en extravertidos e introverti-
dos, dependiendo de la actitud que mostraran respecto al mundo exterior e
interior. Jung entiende por «actitud» algo muy similar a lo ya apuntado aquí:
la disposición a priori de la psique para obrar en una cierta dirección. Véase
JUNG, C.G., Tipos psicológicos [9.ª ed. revisada, 1960], trad. de A. Sánchez,
Edhasa, Barcelona, 1994, pp. 397-480, 486-487 y 579-636.
86
142
Los rasgos constituyen las características permanentes de la persona
que resumen tendencias o estilos típicos de respuesta al ambiente a lo largo
de distintas situaciones (OLVER, J.M., MOORADIAN, T.A., «Personality traits,
and personal values: a conceptual and empirical integration», en Personality
and Individual Differences, vol. 35, 2003, p. 110).
143
MCCRAE, R.R., COSTA, P.T., Personality in adulthood, Guilford, New
York, 1990, p. 23.
144
CLONINGER, S.C., Teorías de la personalidad, cit., pp. 232-ss.
87
88
89
145
En lo sucesivo se seguirá a SCHWARTZ, S.H., y BILSKY, W, «Toward
a psychological structure of human values», en Journal of Personality and
Social Psychology, vol. 53, 1987, pp. 550-562; y SCHWARTZ, S.H., «Universals
in the content and structure of values: theoretical advances and empirical tests
in 20 countries», en Advances in Experimental Social Psychology, vol. 25, 1992,
pp. 1-65.
90
91
92
146
ROCCAS, S., SAGIV, L., SCHWARTZ, S.H., y KNAFO, A., «The Big
Five Personality Factors and Personal Values», en Personality and Social Psy-
chology Bulletin, vol. 28, n.º 6, 2002, p. 790.
147
ROCCAS, S., SAGIV, L., SCHWARTZ, S.H., y KNAFO, A., «The Big
Five Personality Factors and Personal Values», cit., pp. 791-792. Puede verse
también WIJNEN, K., VERMEIR, I., VAN KENHOVE, P., «The Relationships
between traits, personal values, topic involvement, and topic sensitivity in a
mail survey context», en Personality and Individual Differences, vol. 42, 2007,
pp. 61-73.
93
148
Aquí se ha seguido ROCCAS, S., SAGIV, L., SCHWARTZ, S.H., y
KNAFO, A., «The Big Five Personality Factors and Personal Values», cit.,
pp. 792-800.
94
95
149
PEFflEY, M., y ROHRSCHNEIDER, R., «Democratization and politi-
cal tolerance in seventeen countries: A multi-level model of democratic learn-
ing», en Political Research Quarterly, vol. 56(3), 2003, pp. 243–257.
150
KELSEN, H., «Forma de Estado y Filosofía», cit., p. 141.
96
151
KELSEN, H., «El problema del parlamentarismo», cit., p. 98; y «For-
ma de Estado y visión del mundo», cit., p. 227.
152
De hecho, de la idea de igualdad, para Kelsen, se deriva que nadie
puede dominar sobre nadie. Véase ahora KELSEN, H., «Esencia y valor de la
democracia» [2.ª ed., 1929], cit., p. 15; y «Los fundamentos de la democracia»,
cit., p. 220].
153
KELSEN, H., «Los fundamentos de la democracia», cit., p. 230.
154
KELSEN, H., «Los fundamentos de la democracia», cit., p. 231; y
«Esencia y valor de la democracia» [2.ª ed., 1929], cit., pp. 17-18. La idea de
autogobierno como fundamental en la democracia está presente en otros
muchos autores. Por ejemplo, a juicio de Scarpellí la democracia asegura un
grado de autogobierno y de correspondencia del derecho con los valores de la
sociedad bastante más elevado que en cualquier otro sistema jurídico-político.
Véase, ahora, SCARPELLI, U., ¿Qué es el positivismo jurídico?, cit., p. 231.
97
155
ROSS, A., ¿Por qué democracia?, cit., pp. 134-135.
156
WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., p. 281.
98
157
ROSS, A., ¿Por qué democracia?, cit., pp. 139-141.
158
ROSS, A., ¿Por qué democracia?, cit., p. 117.
99
159
ROSS, A., ¿Por qué democracia?, cit., pp. 101-104. Parece claro que
afirmaciones como las anteriores justifican una pregunta como la siguiente:
¿un régimen democrático ha de ser tolerante hasta el punto de permitir una
decisión mayoritaria que aboliera la propia democracia? Kelsen formuló esta
pregunta en los siguientes términos: «¿puede la democracia ser tolerante en
su defensa frente a las tendencias antidemocráticas?» Y responderá: «Sí. Pue-
de en la medida en que no debe suprimir la expresión práctica de las ideas
antidemocráticas […] La democracia no puede defenderse a sí misma si se
rinde» KELSEN, «¿Qué es justicia?», cit., p. 62. Cosa distinta es que un gobier-
no tenga el derecho de prevenir y eliminar cualquier intento de derrocarlo por
la fuerza, aunque Kelsen insiste que ese derecho no tiene nada que ver con la
democracia ni la tolerancia (IBIDEM).
100
160
La idea de tolerancia positiva de Eusebio Fernández no necesaria-
mente implicaría esta tolerancia como compromiso, pero se acercaría a ella,
pues, al implicar mayor conocimiento de una cultura diferente posibilitaría
un diálogo. Sobre la tolerancia positiva véase FERNÁNDEZ, E., Filosofía polí-
tica y Derecho, Marcial Pons, Madrid, 1995, p. 98.
161
En efecto, la democracia tiene como primer objetivo, a juicio de Bob-
bio, posibilitar la solución de los conflictos sociales a través de la «contrata-
ción» entre las partes y, si ésta no tuviera éxito, por medio del voto de la
mayoría, excluyendo así el recurso a la violencia. A este respecto puede verse,
BOBBIO, N., De senectute [1996], trad. de E. Benítez, Taurus, Madrid, 1997,
pp. 195-196.
162
BOOBIO, N., «Las razones de la tolerancia» [1985], en El tiempo de
los derechos, trad. de R. de Asís, Sistema, Madrid, 1991, pp. 247-249. La tole-
rancia como principio moral podría ser el sentido que Eusebio Fernández
atribuye a la tolerancia negativa. Véase FERNÁNDEZ, E., Filosofía política y
Derecho, cit., pp. 97-98.
163
KELSEN, H., «El problema del parlamentarismo», cit., p. 100.
101
164
KELSEN, H., «Los fundamentos de la democracia», cit., p. 243.
165
KELSEN, H., «¿Qué es justicia?», cit., p. 59.
166
KELSEN, H., «Los fundamentos de la democracia», cit., p. 243.
167
KELSEN, «¿Qué es justicia?», cit., pp. 58-62.
102
168
KELSEN, H., «¿Qué es justicia?», cit., pp. 61-63.
103
104
mos en contra del otro, pero entonces los dos iremos mucho
tiempo a prisión. Si los dos callamos iremos igualmente a pri-
sión, aunque sea menos tiempo… lo mejor es que, haga lo que
haga mi compañero, yo testifique 169.
Este dilema intenta mostrar que cada prisionero actuaría
en su propio interés en vez de cooperar, entendiendo por coo-
perar realizar una acción conjunta que conduce a un resultado
óptimo, como sería el haberse negado a hablar y haber sido
acusados por un delito que lleva aparejada la pena de seis
meses. En vez de eso, cada prisionero miró hacer lo que consi-
deraba mejor para sí mismo y, de este modo, cada uno de ellos
terminó acusado por un delito respaldado por un año de pri-
sión.
La inquietud que nace del dilema del prisionero se concreta
en la pregunta de si los seres humanos tendemos al egoísmo o
al altruismo. Jeremy Bentham, John Stuart Mill y Friedrich
Nietzsche, por ejemplo, avalaban el egoísmo o, mejor, la posi-
ción descriptiva en psicología moral que afirma que en el cam-
po de la motivación humana cada individuo tiene como deseo
último su interés propio o su propio bienestar. David Hume,
Jean-Jacques Rousseau o Adam Smith, por su parte, defendie-
ron que las personas están finalmente motivadas por el deseo
de bienestar de otras personas 170.
Ciertamente, si el egoísmo psicológico fuera cierto este
hecho pondría en serias dificultades la aceptación de la demo-
cracia, pero, aún más, impondría serios obstáculos al compor-
tamiento moral. Si el comportamiento moral está motivado no
sólo por el interés propio, sino también por el bienestar de los
169
Sobre el dilema del prisionero puede verse POUNDSTONE, W., El
dilema del prisionero [1992], trad. de D. Manzanares, Alianza, 2005, pp. 175-ss.
170
DORIS, J. y STICH, S., «Moral Psychology: Empirical Approach-
es», citado. Se ha de recalcar que aquí se está hacienda referencia a posiciones
descriptivas o psicológicas de egoísmo y altruismo y no a las posiciones nor-
mativas acerca del egoísmo ético o el altruismo ético. A este respecto puede
verse SHAVER, R., «Egoism», en ZALTA, E.N. (ed.), The Stanford Encyclopedia
of Philosophy, Stanford University, 2010 edition, <http://plato.stanford.edu>.
105
171
En este sentido pueden verse las colaboraciones de LAFOLLETTE,
H., «Introduction» (p. 5); RACHELS, J., «Naturalism» (p. 81); y SCHROED-
ER, W., «Continental Ethics» (p. 396), todas ellas en LAFOLLETTE, H.
(ed.), The Blackwell Guide to Ethical Theory, Blackwell, Oxford, 2000.
172
Véase ZAHAVI, A. y ZAHAVI, A., The handicap principle: a missing
piece of Darwin’s puzzle, Oxford University Press, Oxford, 1997. Aunque hay
posiciones discrepantes. En este sentido puede verse SOBER, E. y WILSON,
D.S., Unto Others: The Evolution and Psychology of Unselfish Behavior, Har-
vard University Press, Cambridge, 1998, pp. 296-327.
173
HAMILTON, W.D., «The Evolution of Altruistic Behavior», en Ameri-
can Naturalist, vol. 97, 1963, pp. 354–356.
174
TRIVERS, R., «The Evolution of Reciprocal Altruism», en Quarterly
Review of Biology, vol. 46, 1971, pp. 35–57.
106
175
SLOTE, M.A., «An Empirical Basis for Psychological Egoism»,
en Journal of Philosophy, vol. 61, n.º 18, 1964, pp. 530–537.
176
MORILLO, C., «The Reward Event and Motivation», en The Journal
of Philosophy, vol. 87, n.º 4, 1990, pp. 169–186.
177
SCHROEDER, T., ROSKIES, A. y NICHOLS, S., «Moral Motivation»,
en DORIS, J. y The Moral Psychology Research Group (eds.), The Moral Psy-
chology Handbook, Oxford University Press, Oxford, 2010, pp. 72-110.
178
BATSON, C.D., The Altruism Question: Toward a Social-Psychological
Answer, Lawrence Erlbaum Associates, Hillsdale, 1991; y Altruism in Humans,
Oxford University Press, Oxford, 2011.
179
RUSSELL, B., Religion and Science, cit., pp. 234-235.
107
180
WONG, D.B., Natural Moralities, cit., pp. 44-45.
108
181
WONG, D.B., Natural Moralities, cit., pp. 47-62.
182
WONG, D.B., Natural Moralities, cit., pp. 64-65, 222, 236 y 246.
109
183
SULLIVAN, J.L., PIERESON, J., y MARCUS, G.E., Political tolerance
and American Democracy, The University of Chicago Press, Chicago, 1982,
p. 2.
184
GRAY, J., «Pluralismo de valores y tolerancia liberal», trad. de M.
Bruggendieck, en Estudios Públicos, n.º 80, 2000, pp. 78-81; Las dos caras del
liberalismo. Una nueva interpretación de la tolerancia liberal [2000], trad. de M.
Salomón, Paidós, Barcelona, 2001, p. 11.
185
GRAY, J., Las dos caras del liberalismo, cit., p. 136.
110
186
Algo sobre lo que discreparía Thomas Nagel. Véase, en este sentido,
NAGEL, T., La posibilidad del altruismo [1970], trad. de A. Dilon, Fondo de
Cultura Económica, México, 2004, pp. 37-86.
187
SULLIVAN, J.L., PIERESON, J., y MARCUS, G.E., Political tolerance
and American Democracy, cit., pp. 232-234.
111
113
114
demostrar que los valores de una cultura son mejores que los
de otra 188.
En todo caso, una cosa es que no se pueda decir cuál de
entre las posiciones morales mutuamente excluyentes de dos
sociedades o de dos individuos sea la correcta y otra muy dife-
rente afirmar que como «lo correcto» significa «lo correcto
para una sociedad dada» o «para un individuo determinado»,
entonces es incorrecto para los miembros de otra sociedad o
para otro individuo condenar o interferir en los valores de la
primera sociedad o persona. Esta perspectiva que no permite
censurar a otros, y a la que Bernard Williams ha denominado
«relativismo vulgar», estaría haciendo un uso no-relativista de
«lo incorrecto», en cuanto que vendría a afirmar que, con
carácter absoluto, sería incorrecto que una persona o sociedad
juzgaran moralmente a otra o que una persona o una sociedad
interfirieran en las opiniones morales de otras. Sostener preci-
samente esto último conduciría a una moralidad no relativista
de la tolerancia universal 189.
Una posición filosóficamente más consistente tendría que
permitir realizar juicios de valor sobre otras personas, socieda-
des o culturas con valores morales diferentes. Como ha señala-
do David Wong, «incluso si estos valores diferentes están tan
justificados como los nuestros desde una perspectiva neutral,
aún tenemos derecho a llamar malo o monstruoso a lo que va
en contra de nuestros valores más importantes» 190. Ahora bien,
188
VV.AA., «Statement on human rights», American Anthropologist,
vol. 49, n.º 4, 1947, pp. 542-543.
189
WILLIAMS, B., Morality. An introduction to ethics [1972], Cambridge
University Press, Cambridge, 7.ª reimp., 2004, pp. 20-23; Ethics and the limits
of Philosophy [1985], Routledge, Abingdon, 2006, p. 158; y BENN, P., Ethics,
University College London Press, London, 1998, pp. 18-19. Este relativismo
vulgar queda mostrado en frases como «creo firmemente en mi verdad pero
creo que debo obedecer a un principio moral absoluto: el respeto a los demás»
(BOBBIO, N., «Las razones de la tolerancia», cit., p. 248).
190
WONG, D.B., «El relativismo» [1991], en SINGER, P. (ed.), Compen-
dio de Ética, trad. de J. Vigil, Alianza, Madrid, 2004, p. 600.
115
191
WONG, D.B., Moral Relativity, University of California Press, Berke-
ley-Los Angeles, 1984, p. 177.
116
tendría una razón para ser tolerante de acuerdo con sus pro-
pios juicios morales 192.
Desde luego, la estrategia de Wong es más compleja que la
del relativismo moral vulgar, pero su defensa de la conexión
entre relativismo y tolerancia no es puramente relativista, sino
mixta, ya que combina asunciones relativistas con asunciones
tan poco relativistas como una especie de principio moral kan-
tiano.
El relativismo moral normativo puede entenderse de otra
manera distinta. Lisa y llanamente cabe concebirlo como la
tesis que sostiene que lo moralmente correcto (o incorrecto) y
su autoridad dependen de las normas éticas de los individuos o
debe ser decidido por los miembros de una sociedad 193. En este
sentido, si somos relativistas, y la pregunta es por lo moralmen-
te correcto dentro de una sociedad dada la respuesta sólo se
puede obtener acudiendo a cada individuo. La respuesta políti-
ca con autoridad sobre qué es lo correcto en una sociedad
determinada, si queremos ser coherentes con el relativismo,
sólo la ofrece una forma de gobierno: la democracia. Esta cone-
xión ya se expuso durante el primer capítulo. Lo que se quiere
recalcar ahora, entonces, es que el procedimiento de elucida-
ción de la moral de la sociedad ha de respetar las conciencias,
las opiniones, los pensamientos o las creencias de los indivi-
duos. En otras palabras, saber qué opinan sobre lo justo los
miembros de un grupo implica respetar o reconocer una serie
de libertades de los individuos. Este requerimiento, incluso
antes que moral o político, es epistémico.
Tal idea aparece expuesta paradigmáticamente por Bobbio.
Recuérdese que, a juicio del autor italiano, se necesitan dos
condiciones para hablar de la democracia como forma de
gobierno. De acuerdo con la primera, los miembros del grupo
en un número muy elevado han de ser los que directa o indirec-
tamente participen en la toma de decisiones colectivas. La
192
WONG, D.B., Moral Relativity, cit., pp. 180-182.
193
En cierto sentido véase BAGHRAMIAN, M., Relativism, cit., p. 208.
117
194
BOBBIO, N., «El futuro de la democracia», cit., p. 15.
195
BOBBIO, N., «La regla de mayoría: límites y aporías» [1981], trad. de
J. Fernández, en Teoría general de la política, Trotta, Madrid, 2003, p. 468.
196
BOBBIO, N., «El futuro de la democracia», cit., p. 15.
118
197
ROSS, A., ¿Por qué democracia?, cit., pp. 112-113, 128 y 132.
119
198
ROSS, A., ¿Por qué democracia?, cit., pp. 115-118.
199
ROSS, A., ¿Por qué democracia?, cit., pp. 128-131.
120
200
RADBRUCH, G., «El relativismo en la filosofía del Derecho», cit.,
pp. 4-ss.; Introducción a la Filosofía del Derecho, cit., p. 166.
201
Y digo «en este punto» porque otras muchas de sus ideas se separan
del liberalismo. Puede verse en este sentido, HERRERA, C.M., «Schmitt, Kel-
sen y el liberalismo», trad. de F. Sabsay, en Doxa, n.º 21-II, 1998, pp. 206-217.
121
202
No obstante, los derechos —como componente básico del liberalis-
mo— constituyen un límite relativo o un «limitado límite», ya que en todo
caso necesitan el reconocimiento por parte del poder para ser realmente efi-
caces (paradoja de la positivación). En este sentido puede verse ASÍS, R. de,
Las paradojas de los derechos fundamentales como límite al poder, 3.ª ed.,
Dykinson, Madrid, 2000, pp. 51-68.
122
203
KELSEN, H., «Los fundamentos de la democracia», cit., pp. 210 y
243-244; «Forma de Estado y filosofía», cit., pp. 145-146; «Esencia y valor de
la democracia» [2.ª ed., 1929], cit., p. 83.
204
WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., p. 337.
205
WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., p. 277.
206
PINTORE, A., I diritti della democracia, cit., pp. 80-81.
123
207
WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., pp. 337-341.
208
PINTORE, A., I diritti della democracia, cit., pp. 81-83.
209
ROSS, A., ¿Por qué democracia?, cit., pp. 136-137. Si, en efecto, todos
los individuos han de participar en la democracia, ésta exige cierta igualdad
material. De lo contrario, «el ignorante no tiene cabida para actuar en política,
el hambriento no tiene ni tiempo ni fuerzas para ello, el pueblo que no haya
alcanzado cierto nivel de vida, una educación general adecuada y una forma-
124
ción moral, no está maduro para la democracia» (ROSS, A., ¿Por qué demo-
cracia?, cit., p. 111). En similar sentido, se encuentra el pensamiento de Bob-
bio, pues a juicio de Michelangelo Bovero las garantías liberales presuponen
en Bobbio, a su vez, la garantía de los derechos sociales como condiciones
para ser libre (BOVERO, M., «La democracia y sus condiciones», Revista de la
Facultad de Derecho de México, n.º 253, 2010, p. 15). Sin embargo, para Wal-
dron o Pintore los derechos sociales serían accesorios o, como señala la auto-
ra italiana, no tendrían ninguna vinculación lógica con la democracia. Véase
PINTORE, A., I diritti della democracia, cit., p. 83.
210
WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., pp. 253-262.
125
211
CRUZ VILLALÓN, P., «Formación y evolución de los derechos funda-
mentales», Revista Española de Derecho Constitucional, n.º 25, 1989, pp. 43-53.
Sobre las garantías constitucionales durante el siglo XIX puede verse PECES-
BARBA, G. y DORADO, J., «Derecho, sociedad y cultura en el siglo XIX: el
contenido de los derechos fundamentales», en PECES-BARBA, G. et al.
(coords.), Historia de los derechos fundamentales, Tomo III, Vol. I, Libro I,
Dykinson, Madrid, 2007, pp. 279-292.
212
HAURIOU, M., Précis élementaire de Droit Constitutionnel, 3.ª ed.
Paris, 1933, p. 244.
213
Incluso el artículo 11 de la Ley de 16-24 de agosto de 1790 prohibirá
el control judicial de constitucionalidad de las leyes, al señalar que los tribu-
nales no podrán formar parte en el ejercicio del poder legislativo ni impedir o
suspender la ejecución de las leyes so pena de incurrir en el delito de prevari-
cación. También el art. 3, cap. V., del Título III de la Constitución francesa de
1791 promulgaba que los tribunales no podían inmiscuirse en el ejercicio del
poder legislativo ni suspender la ejecución de las leyes, algo que tipificará
como delito de prevaricación el art. 127 del Código Penal francés de 1808.
126
214
De esta manera, «los individuos sólo tienen derechos fundamentales
cuando en un Ordenamiento jurídico, al que ellos están sometidos, existen
‘normas de derechos fundamentales’; esto es, normas pertenecientes a un
Ordenamiento jurídico que atribuyen determinadas capacidades, prerrogati-
vas o facultades, en forma de derecho subjetivo propiamente dicho, libertad,
potestad o inmunidad» (ANSUÁTEGUI, F.J., Poder, Ordenamiento jurídico,
derechos, Dykinson, Madrid, 2000, pp. 2-3).
127
215
Puede verse, respectivamente, BULYGIN, E., «Sobre el status ontoló-
gico de los derechos humanos», cit., p. 82, BOBBIO, N., «Derechos del hom-
bre y sociedad» [1988], en El tiempo de los derechos, trad. R. de Asís, Sistema,
Madrid, 1991, p. 124, y GUASTINI, R., «Derechos: una contribución analítica»
[1994], trad. de A. Greppi, en Estudios de teoría constitucional, Fontamara,
México, 2001, pp. 214-216.
216
KELSEN, H., La Teoría Pura del Derecho. Introducción a la problemá-
tica del Derecho [1.ª ed., 1934], trad. de J.G. Tejerina, Editora Nacional, Méxi-
co, 1979, p. 70; Teoría pura del Derecho [2.ª ed., 1960], cit., p. 142; BULYGIN,
E., «Sobre el status ontológico de los derechos humanos», cit., p. 81; GUASTI-
NI, R., «Derechos: una contribución analítica», cit., p. 225. Para algunos auto-
res iuspositivistas, no existen derechos absolutos (los no fundamentados en
sistemas normativos), ya que todos ellos son relativos a un sistema de normas.
Cfr. GUASTINI, R., «Derechos: una contribución analítica», cit., pp. 215-216.
Esta dependencia de los derechos respecto de los sistemas normativos permi-
tirá diferenciar a algunos autores, como al mismo Guastini, entre derechos
jurídicos, relativos a un sistema normativo jurídico, y derechos morales, rela-
tivos a un sistema normativo moral.
217
BOBBIO, N., «Sobre el fundamento de los derechos del hombre»
[1965], en El tiempo de los derechos, trad. de R. de Asís, Fundación Sistema,
Madrid, 1991, pp. 53 y 54.
218
Esta perspectiva, en la cual se reduce la noción de derechos fundamen-
tales a aspectos técnicos, de fuentes o de garantías y se abandonan las cuestio-
nes sobre el fundamento moral de los mismos, bien por una falta de interés por
abordar el tema, bien por un escepticismo ante tal tipo de fundamento, es cali-
ficada por Peces-Barba como «reduccionismo práctico o impropio». Véase
PECES-BARBA, G. et al., Curso de derechos fundamentales. Teoría general, Uni-
versidad Carlos III de Madrid-Boletín Oficial del Estado, Madrid, 1995, p. 53.
128
219
KELSEN, H., Problemas capitales de la teoría jurídica del Estado
[1911], trad. de W. Roces, Porrúa, México, 1987, pp. 539-543.
220
KELSEN, H., Teoría general del Derecho y del Estado, cit., pp. 87-ss. y
Teoría pura del Derecho [2.ª ed., 1960], cit., pp. 138-157.
129
221
KELSEN, H., Problemas capitales de la teoría jurídica del Estado, cit.,
p. 516.
130
222
KELSEN, H., La garantía jurisdiccional de la Constitución (La justicia
constitucional) [1928], trad. de R. Tamayo, UNAM, México, 2001, p. 23.
223
KELSEN, H., La garantía jurisdiccional de la Constitución (La justicia
constitucional), cit., pp. 24 y 26; Teoría pura del Derecho [2.ª ed., 1960], cit.,
pp. 156 y 157.
224
KELSEN, H., Teoría pura del Derecho, 2.ª ed., cit., p. 154.
131
225
KELSEN, H., La Teoría Pura del Derecho. Introducción a la problemá-
tica del Derecho, cit., pp. 80-82; Teoría general del Derecho y del Estado, cit.,
pp. 102-103 y 315; Teoría pura del Derecho, 2.ª ed., cit., pp. 150-157.
226
KELSEN, H., La garantía jurisdiccional de la Constitución (La justicia
constitucional), cit., p. 49.
227
KELSEN, H., La garantía jurisdiccional de la Constitución (La justicia
constitucional), cit., p. 52. Como la anulación de una ley es, para Kelsen, una
función legislativa o un acto de legislación negativa un tribunal facultado para
anular leyes actúa, por consiguiente como un legislador negativo. Véase, en este
punto, KELSEN, H., Teoría general del Derecho y del Estado, cit., pp. 317-318.
132
228
KELSEN, H., La garantía jurisdiccional de la Constitución (La justicia
constitucional), cit., pp. 73 y 82.
133
229
KELSEN, H., La garantía jurisdiccional de la Constitución (La justicia
constitucional), cit., pp. 77-80.
230
La idea de que determinados conceptos han de ser precisados por el
legislador y que mientras no lo sean no pueden ser conceptos justiciables
quedaría recogida en una sentencia del Tribunal Constitucional Austriaco de
1928 (tiempo en el que Kelsen era miembro del mismo) al sentar el Tribunal
la doctrina de que si bien las restricciones legales a la propiedad sólo pueden
basarse en el interés público, lo que sea «interés público» lo tiene que enjui-
ciar exclusivamente el legislador parlamentario. Véase, ahora, ÖHLINGER, T.,
«Hans Kelsen y el Derecho constitucional federal austriaco. Una retrospectiva
crítica», trad. de J. Brage, en Revista Iberoamericana de Derecho procesal cons-
titucional, n.º 5, 2006, p. 221.
231
PRIETO, L., «Tribunal constitucional y positivismo jurídico», en
Doxa, 23, 2000, pp. 172 y 170 respectivamente.
134
232
KELSEN, H., La garantía jurisdiccional de la Constitución (La justicia
constitucional), cit., pp. 79, 81 y 82.
233
HART, H.L.A., «Definición y teoría en la ciencia jurídica» [1953], en
Derecho y moral. Contribuciones a su análisis, trad. de G.R. Carrió, Depalma,
Buenos Aires, 1962, pp. 117-118. Resulta esencial recalcar que sin normas
jurídicas no hay derechos y que estos únicamente pueden ser conferidos por
normas o reglas jurídicas. En concreto, los derechos sólo existen gracias a
reglas secundarias que confieren potestades jurídicas. En este sentido puede
verse, ahora, HART, H.L.A., El concepto de Derecho [1961], trad. de G.R.
Carrió, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1998, pp. 68, 69, 75, 99-101.
135
234
HART, H.L.A., «Legal Rights» [1973], en Essays on Bentham. Studies
in Jurisprudence and Political Theory, Oxford University Press, Oxford, 1982,
reimp. 2001, p. 188.
235
HART, H.L.A., Post Scriptum al concepto de Derecho, cit., p. 50.
236
Pese al esfuerzo de Kelsen por desprenderse de elementos materiales
en la configuración del derecho subjetivo, tales como intereses o voluntades,
resulta incuestionable su inclinación por la teoría de la voluntad. El derecho
subjetivo no es, en efecto, la voluntad del individuo, pero la aplicación de la
sanción (la consecuencia de la norma jurídica) depende de una manifestación
de voluntad de aquél a través de la interposición de una demanda o acción
procesal. De hecho, Kelsen afirmará que la teoría de la voluntad se encuentra
próxima a su tesis (más próxima que la del interés). Véase, en este punto,
KELSEN, H., Teoría general del Derecho y del Estado, cit., pp. 95-97.
136
237
Para este autor A tiene una inmunidad (no ve alterado su estatus
jurídico) respecto de los efectos jurídicos del posible acto jurídico x que reali-
ce B, B es incompetente para alterar el estatus jurídico de A. Para el análisis
de Hohfeld referido al uso del término derecho en contextos jurídicos puede
verse HOHFELD, W.N. Conceptos jurídicos fundamentales [1919], trad. de G.R.
Carrió, Fontamara, México, 1995, pp. 45-87.
238
HART, H.L.A., «Legal Rights», cit., pp. 190-193.
239
HART, H.L.A., «Legal Rights», cit., p. 191.
137
240
BOBBIO, N., «Sobre el fundamento de los derechos del hombre», cit.,
p. 61 y «Presente y porvenir de los derechos humanos» [1968], en El tiempo de
los derechos, trad. de R. de Asís, Sistema, Madrid, 1991, pp. 63 y 64.
241
BOBBIO, N., Teoría general del Derecho [1958/1960], 3.ª ed., trad. de
E. Rozo, Themis, Bogotá, 2007, p. 168.
242
BOBBIO, N., «Presente y porvenir de los derechos humanos», cit.,
p. 75.
243
BOBBIO, N., «Derechos del hombre y sociedad», cit., pp. 123-125.
«Esta argumentación —apunta el autor italiano— adquiere un particular inte-
138
rés a propósito de los derechos del hombre, por los cuales se ha producido
históricamente el paso de un sistema de derechos en sentido débil, en cuanto
estaban insertados en códigos de normas naturales o morales, a un sistema de
derechos en sentido fuerte, como son los sistemas jurídicos de los Estados
nacionales. Y hoy, a través de las distintas cartas de derechos en la comunidad
internacional, se ha producido el paso inverso de un sistema más fuerte, como
es el nacional no despótico, a un sistema más débil, como es el internacional,
donde los derechos proclamados son sostenidos casi exclusivamente por la
presión social, como sucede habitualmente en relación con los códigos mora-
les, y son violados repetidamente sin que las violaciones sean, la mayoría de
las veces, castigadas, y no tengamos más respuestas que una condena moral.
En el actual sistema internacional faltan algunas condiciones necesarias para
que pueda producirse la transformación de los derechos en sentido débil en
derechos en sentido fuerte: a) que el reconocimiento y la protección de las
pretensiones o exigencias contenidas en las declaraciones provenientes de
órganos u organismos del sistema internacional sean considerados condicio-
nes necesarias para la pertenencia de un Estado a la comunidad internacional;
b) la falta, en el sistema internacional, de un poder común suficientemente
fuerte como para prevenir o reprimir las violaciones de los derechos declara-
dos» (BOBBIO, N., «Derechos del hombre y sociedad», cit., pp. 126 y 127).
244
BOBBIO, N., «Presente y porvenir de los derechos humanos», cit.,
pp. 67-68.
139
245
FERRAJOLI, L., «Derechos fundamentales» [1998], en CABO, A. de y
PISARELLO G., Los fundamentos de los derechos fundamentales: Luigi Ferra-
joli, Trotta, Madrid, 2001, p. 19.
246
FERRAJOLI, L., «Los derechos fundamentales en la teoría del dere-
cho» [1999], en CABO, A. de y PISARELLO G., Los fundamentos de los dere-
chos fundamentales: Luigi Ferrajoli, cit., pp. 192-193.
247
FERRAJOLI, L., «Derechos fundamentales», cit., p. 26.
140
248
JORI, M., «Ferrajoli sobre los derechos» [1999], en CABO, A. de y
PISARELLO G., Los fundamentos de los derechos fundamentales: Luigi Ferra-
joli, cit., pp. 107-109.
249
GUASTINI, R., «Derechos: una contribución analítica», cit., pp. 220-
221.
250
JORI, M., «Ferrajoli sobre los derechos», cit., nota 4, p. 107. De acuer-
do con este autor, si el derecho subjetivo no quedara respaldado por garantías
se produciría un problema de determinación del contenido del derecho subje-
tivo, una indeterminación semántica de la formulación general del derecho,
algo por otra parte común a todas las normas de principio (cit., p. 112).
141
251
PECES-BARBA, G. et al., Curso de derechos fundamentales, cit.,
pp. 109-112.
142
143
252
WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., pp. 120-122 y 131.
253
BOBBIO, N., El positivismo jurídico [1961], trad. de R. de Asís y A.
Greppi, Debate, Madrid, 1993, pp. 234-235 y 240; «Del poder al Derecho y
viceversa» [1981], trad. de. A. Ruiz Miguel, en Teoría general de la política,
Trotta, Madrid, 2003, pp. 269-270; «El buen gobierno» [1982], trad. de A. de
Cabo y G. Pisarello, en Teoría general de la política, cit., pp. 226-233; «¿Gobier-
no de los hombres o gobierno de las leyes» [1983], en El futuro de la democra-
cia, cit., pp. 123-129; «La democracia de los modernos comparada con la e los
antiguos (y con la de los postreros)» [1987], trad. de J. Fernández, en Teoría
general de la política, cit., pp. 409-412; De senectute [1996], trad. de E. Benítez,
Taurus, Madrid, 1997, p. 200.
144
254
BOBBIO, N., «Del poder al Derecho y viceversa», cit., pp. 269-270;
«El buen gobierno», cit., pp. 226-233; «Contrato y contractualismo en el deba-
te actual» [1982], en El futuro de la democracia, cit., p. 110; «La democracia
de los modernos comparada con la e los antiguos (y con la de los postreros)»,
cit., pp. 409-412; De senectute, cit., p. 200.
255
ROSS, A., ¿Por qué democracia?, cit., pp. 131-132.
256
KELSEN, H., «Los fundamentos de la democracia», cit., p. 310.
145
257
KELSEN, H., «Los fundamentos de la democracia», cit., pp. 310-312.
258
KELSEN, H., «Forma de Estado y Filosofía», cit., pp. 147-148; «For-
ma de Estado y visión del mundo», cit., p. 231.
259
KELSEN, H., «Forma de Estado y Filosofía», cit., p. 148. También en
«Forma de Estado y visión del mundo», cit., p. 231. Véase en este mismo sen-
tido RADBRUCH, G., Introducción a la Filosofía del Derecho, cit., p. 43.
146
260
Pueden verse estas exigencias formales de la ley en SCARPELLI, U.,
¿Qué es el positivismo jurídico?, cit., pp. 166,188-194. Véase también CAMP-
BELL, T.D., «El sentido del positivismo jurídico» [1998], trad. de A. Ródenas,
Doxa, 25, 2002, pp. 319, 324 y 328; «El sentido del positivismo jurídico (II): El
positivismo jurídico prescriptivo como un derecho humano», cit., pp. 32-35;
WALDRON, J., «The Rule of Law in Contemporary Liberal Theory», Ratio
Juris, n.º 2, 1989, p. 79; Derecho y desacuerdos, cit., pp. 265-266. No habría que
olvidar, por otra parte, que si a la idea de imperio de la ley como principio de
seguridad o certeza se le suma el respeto por los derechos el resultado no es
más que el concepto de Estado de Derecho en sentido fuerte. Véase, en este
sentido, WALDRON, J., The Dignity of Legislation, Cambridge University Press,
Cambridge, 1999, p. 7.
261
CAMPBELL, T.D., «El sentido del positivismo jurídico», cit., pp. 319,
324 y 328; «El sentido del positivismo jurídico [II]: El positivismo jurídico
prescriptivo como un derecho humano», cit., pp. 30-35; WALDRON, J., «The
Rule of Law in Contemporary Liberal Theory», cit., p. 79; Derecho y desacuer-
dos, cit., pp. 265-266; The Dignity of Legislation, cit., p. 37.
147
262
CAMPBELL, T.D., «El sentido del positivismo jurídico», cit., p. 329 y
«Legislative intent and democratic decisión-making» [2001], en Prescriptive
legal positivism: Law, rights and democracy, University College London Press,
Oxford, 2004, p. 88; WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., pp 95-105 y
147-ss.
263
A juicio de Peces-Barba, la autonomía y la dignidad están vinculados
en dos momentos: «en uno, autonomía significa capacidad de elección, liber-
tad psicológica, el poder de decidir libremente, pese a los condicionamientos
y limitaciones de nuestra condición. No está garantizado que elijamos bien,
también podemos equivocarnos, pero ese es un riesgo que debemos correr si
queremos ser seres humanos dignos que escogen el camino a seguir. En el
segundo momento, autonomía significa libertad o independencia moral, y
resultado, del deber ser, la situación del hombre que ha elegido bien, es decir,
que sigue las reglas que él mismo se ha dado como consecuencia del ejercicio
de la libertad de elección» (PECES-BARBA, G., La dignidad de la persona des-
de la Filosofía del Derecho, Dykinson, Madrid, 2002, pp. 65-66).
148
264
En un sentido parecido puede verse LAPORTA, F., «Imperio de la ley.
Reflexiones sobre un punto de partida de Elías Díaz», Doxa, n.º 15-16, vol. 1,
1994, pp. 136 y 137.
149
151
152
265
Véase esta tesis en RAZ, J., La autoridad del Derecho. Ensayos sobre
Derecho y moral [1979], trad. de R. Tamayo, UNAM, México, 2.ª ed.,1985,
pp. 58-62; y en BULYGIN, E., El positivismo jurídico, cit., p. 110.
266
COLEMAN, J., «Incorporationism, Conventionality, and the Practical
Difference Thesis» [1998], en COLEMAN, J. (ed.), Hart´s Postscript. Essays on
the Postscript to the Concept of Law, Oxford University Press, Oxford, 2001, p.
126; Practice of Principle. In Defence of a Pragmatist Approach to Legal Theory,
Oxford University Press, Oxford, 2001, pp. 75 y 107. Véase también una defi-
nición de esta versión débil, aunque sin compartirla, en RAZ, J., La autoridad
del Derecho, cit., p. 66.
267
PECES-BARBA, G., Los valores superiores, Tecnos, Madrid, 1984,
p. 97.
153
268
PECES-BARBA, G., «Ética pública-ética privada», en Anuario de Filo-
sofía del Derecho, XIV, 1997, p. 533.
269
Sobre estos dos tipos de positivismo puede verse JIMÉNEZ CANO,
R.M., Una metateoría del positivismo jurídico, cit., pp. 173-284.
270
Como señala Waluchow, la cantidad de alusiones y el ingente número
de trabajos de teoría del Derecho que aluden a los debates actuales en torno
al Derecho y a la moral contrastan, sin embargo, con la ausencia casi genera-
lizada de respuestas a la siguiente pregunta: ¿a qué clase de patrones se refie-
ren las palabras morales que aparecen en las constituciones? Véase WALU-
CHOW, W.J., Una teoría del control judicial de constitucionalidad basado en el
Common Law, un árbol vivo [2007], trad. de P. de Lora, Marcial Pons, Madrid,
2009, p. 313.
154
relación a la idea que cada uno tiene del bien y del mal, de la
justicia o del bien común. En segundo lugar, de la moral social
(positiva o convencional) como el conjunto de principios sobre
el comportamiento humano en relación a la idea que un deter-
minado grupo tiene del bien y del mal, de la justicia o del bien
común. En tercer y último lugar, de la moral objetiva (univer-
sal, racional, ideal, crítica o correcta) bien como conjunto de
principios verdaderos sobre la conducta humana que son justos
en sí mismos, sin que su corrección o mérito (moral) tenga
relación alguna con lo que los seres humanos consideren bue-
no o malo, bien como norma objetivamente racional —produc-
to de una teoría moral— aceptable por un auditorio racional 271.
Ahora bien, este último tipo de moral objetiva racional final-
mente se puede reconducir al tipo subjetivo, ya que habría que
elegir qué teoría racional seguir de entre las múltiples existen-
tes. Las opciones interpretativas se detienen, en un primer
momento, ahí. Las referencias a la moralidad que se encuen-
tran en las normas jurídicas bien pueden ser referencias a una
moral personal, a una moral social o a una moral objetiva.
Llegado este punto se podría afirmar que el compromiso
con un criterio particular de interpretación haría al positivismo
jurídico caer en una autocontradicción metodológica. ¿Cómo
seguir sosteniendo que el positivismo jurídico tiene como
misión explicar de qué manera se determina el Derecho si, ab
iniiio, toma partido por una cuestión que exige comenzar la
investigación preguntando de qué modo se debe determinar el
Derecho? De este compromiso puede salirse fácilmente siguien-
do una estrategia puramente epistemológica o metodológica, es
decir, asumiendo que las proposiciones de Derecho positivo
hacen siempre referencia a hechos «puestos» por una voluntad
271
POZZOLO, S., Neocostituzionalismo e positivismo giuridico, Torino:
Giappichelli, Torino, 2001, p. 153; y COMANDUCCI, P., Hacia una teoría ana-
lítica del Derecho. Ensayos escogidos, Madrid: Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, 2010, pp. 67-71.
155
272
Esto es, por otra parte, lo que ha definido tradicionalmente tanto al
Derecho positivo como al positivismo jurídico. En cuanto al primero, Kelsen ha
señalado que «sólo puede afirmarse la existencia de una norma jurídica si ha
tenido lugar el acto cuyo significado es una norma jurídica (KELSEN, H., «Los
juicios de valor en la Ciencia del Derecho», cit., p. 132). En esto consiste la
«positividad» de la ley. La expresión Derecho «positivo» significa que el Dere-
cho es un complejo de normas «dispuestas» o creadas por unos actos determi-
nados. La «positividad de la moral y del derecho descansan en este estableci-
miento por medio de actos humanos y en la eficacia caracterizada
anteriormente como condición de la vigencia» (KELSEN, H., Teoría general
de las normas [1979], trad. de H.C. Delory, Trillas, México, 1994, p. 146).
Por lo que respecta al segundo, Joseph Raz considera que el nombre «positivis-
mo» «indica la idea de que el derecho es puesto, de que es hecho derecho por
la actividad de seres humanos» (RAZ, J., La autoridad del Derecho, cit., p. 56).
273
Kramer estima que algunas proposiciones morales son correctas y
que su corrección o incorrección es independiente de lo que los individuos
crean acerca de tales proposiciones. Véase KRAMER, M., Where Law and
Morality Meet, Oxford University Press, Oxford, 2004, nota 18, p. 73. Jules
Coleman ha abogado por un objetivismo (moral y jurídico) moderado. Véase,
ahora, COLEMAN, J., «Second Thoughts and Other First Impressions», en
BIX, B. (ed.), Analyzing Law: New Essays in Legal Theory, Clarendon Press,
Oxford, 1998, p. 253. Y, finalmente, José Juan Moreso y Josep Maria Vilajosa-
na abiertamente han declarado que si el objetivismo moral es una doctrina
falsa, entonces el positivismo jurídico excluyente es una concepción del Dere-
cho adecuada (MORESO, J.J. y VILAJOSANA, J.M., Introducción a la teoría
del Derecho, cit., p. 197).
156
274
KELSEN, H., «Justicia y derecho natural» [1959], trad. de E Díaz, en
VV.AA., Critica del derecho natural, Taurus, Madrid, 1966, p. 101; BULYIGIN,
E., El positivismo jurídico, cit., p. 109; ESCUDERO, R., «Arguments against
Inclusive Legal Positivism», en MORESO, J.J. (ed.), Legal Theory. Proceedings
of the 22nd IVR World Congress, Granada, 2005, vol. I, Archiv für Rechts- und
Sozialphilosophie, Beihefte n.º 106, 2007, p. 47; JIMÉNEZ CANO, R.M., Una
metateoría del positivismo jurídico, cit., p. 198. Incluso si las referencias son a
un objeto de la realidad como un libro sagrado no existiría inconveniente
alguno. Véase a este respecto CAMPBELL, T., «El sentido del positivismo jurí-
dico», cit., p. 311.
157
275
Respecto de la interpretación de las referencias morales de las nor-
mas jurídicas puede verse JIMÉNEZ CANO, R.M., «La interpretación de las
cláusulas morales del Derecho», en NARVÁEZ, J.R. y ESPINOZA DE LOS
MONTEROS, J. (coords.), Interpretación jurídica: modelos históricos y realida-
des, México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2011, pp. 215-239.
276
RAZ, J., «La incorporación por el Derecho» [2004], trad. de R. Ruiz
Ruiz y R.M. Jiménez Cano, en Derechos y Libertades, n.º 16, enero 2007,
pp. 30-36. A juicio de este autor, los sistemas jurídicos conceden efecto jurídi-
co a normas tales como los estatutos de una asociación, de una universidad,
los contratos entre particulares y a muchas otras normas —por ejemplo, las
que hay que aplicar a resultas de las normas de conflicto de leyes del Derecho
internacional privado— sin que éstas sean parte del propio Derecho interno.
158
277
De esta opinión son también Andrei Marmor y Eugenio Bulygin, si
bien el primero diferencia entre normas válidas y normas pertenecientes a un
sistema jurídico (MARMOR, A., Positive Law and Objective Values, Oxford Uni-
versity Press, Oxford, 2001, pp. 50-51) y el segundo distingue, como se verá a
continuación, entre normas pertenecientes a un sistema y normas meramente
aplicables (BULYGIN, E., EL positivismo jurídico, cit., p. 103). De manera
similar véase ESCUDERO, R., «Arguments against Inclusive Legal Positi-
vism», cit., p. 52.
278
En este sentido, Raz ha afirmado lo siguiente: «Creo que las referen-
cias llamadas ‘incorporativas’ a la moral pertenecen, junto con la doctrina de
los conflictos de leyes, a una forma no incorporativa de dar a diferentes están-
dares normativos efecto jurídico sin integrarlos en el Derecho interno» (RAZ,
J., «La incorporación por el Derecho», cit., p. 33).
279
Estos dos conceptos de validez son descriptivos pues declaran que
una norma jurídica pertenece a un sistema o que una norma es jurídicamente
obligatoria. Esto último es muy diferente al concepto normativo de validez
según el cual una norma es moralmente obligatoria. Sobre los conceptos nor-
mativos y descriptivos de validez puede verse BULYGIN, E., El positivismo
jurídico, cit., pp. 98-103.
159
280
COLEMAN J.L., «Beyond Inclusive Legal Positivism», en Ratio Juris,
vol. 22, n.º 3, 2009, p. 367.
281
Sobre el concepto de autoridad final puede verse DWORKIN, R., Los
derechos en serio [1977], 2.ª ed., trad de M. Gustavino, Ariel, Barcelona, 1989,
160
161
282
Véase esta explicación en HIMMA, K.E., «Final Authority to Bind
with Moral Mistakes: on the Explanatory Potential of Inclusive Legal Positi-
vism», cit., pp. 15-16.
162
283
A este respecto señala Quine que los significados de las palabras han
de descansar en la evidencia sensible. Véase QUINE, W.V.O., «Naturalización
de la epistemología», cit., p. 100.
163
284
ESCUDERO, R., «Ronald Dworkin y el positivismo incluyente: dos
posiciones muy cercanas», en RAMOS PASCUA, J.A. y RODILLA, M.A. (eds.),
El positivismo jurídico a examen. Estudios en homenaje a José Delgado Pinto,
Salamanca: Universidad de Salamanca, 2006, p. 317. Es cierto que los crite-
rios formales pueden incumplirse, pero siempre habrá una autoridad o un
procedimiento, aunque sea de facto («hechos»), que figure como criterio.
164
285
Fundamento Jurídico 8º de la Sentencia del Tribunal Constitucional
11/1981, de 8 de abril de 1981.
286
Joseph Raz considera que acudir a la moral subjetiva sería «una
auténtica locura». Es cierto que los jueces actúan basándose en sus ideas
personales, pero lo que no pueden ni deben olvidar es que no son dictado-
res que puedan dar forma al mundo de acuerdo con su propia imagen de
la sociedad ideal. De esta manera, «deben tener en cuenta que sus senten-
cias tienen vigencia en la sociedad tal como es, y que las razones morales
y económicas a las que recurren no deben establecer cuál sería la decisión
justa o la mejor en un mundo ideal, sino cuál es ésta dadas las circunstan-
cias reales». Véase RAZ, J., «Autoridad, derecho y moral» [1985], en La
ética en el ámbito público, trad. de M.L. Melon, Gedisa, Barcelona, 2001,
p. 254.
165
287
En la Sentencia del Tribunal Supremo n.º 371/1993 (Sala de lo Civil),
de 19 abril de 1993, puede leerse en su fundamento jurídico segundo que
«para establecer la ilicitud de la causa ha de atenderse no sólo que sea contra-
ria a la Ley, sino también a la moral social y buena fe necesarias en las rela-
ciones humanas (art. 1255 del Código Civil)». Recuérdese que el artículo 1255
del Código civil propugna que «los contratantes pueden establecer los pactos,
cláusulas y condiciones que tengan por conveniente, siempre que no sean
contrarios a las leyes, a la moral, ni al orden públicos». La literalidad de dicho
artículo habla de «moral» y no de «moral social». Pese a ello el Tribunal da
por sentado que la moral a la que hace referencia dicho artículo es la moral
social.
288
Criterios de interpretación constitucional que van más allá de la lite-
ralidad y de la lógica parecen rechazables cuando las constituciones no se han
reformado para adaptarse a los tiempos, pero no es menos objetable la adop-
ción de la interpretación evolutiva o de una concepción como la del «árbol
vivo», como se ha hecho en la reciente Sentencia del Tribunal Constitucional
Español de 6 de noviembre de 2012 acerca de la constitucionalidad del matri-
monio entre personas del mismo sexo. Más allá de mi acuerdo con el fallo, que
podía haber sido el mismo desde otra perspectiva, la entrada en escena de esa
concepción hace (o puede hacer) del Tribunal Constitucional un «poder cons-
tituyente permanente» dueño de la Constitución, como ha señalado el Magis-
trado Manuel Aragón en su voto particular concurrente a dicha sentencia.
Acerca de la constitución «viviente» véase WALUCHOW, W.J., Una teoría del
control judicial de constitucionalidad basado en el Common Law, un árbol vivo,
cit., p. 111. Sobre la interpretación evolutiva puede verse, próximamente,
O’MAHONY, C., «Evolutive Interpretation of Rights Provisions: A Comparison
of the European Court of Human Rights and the US Supreme Court», en
Columbia Human Rights Law Review, vol. 43, 2013. Como conclusión, el moti-
vo de la preferencia por un criterio de interpretación que busque el significado
público de las palabras de la ley a través de un método literal basado en el
texto de la misma reside en la dignidad y el respeto que los jueces deben mos-
trar a las palabras que han sido debatidas y votadas de acuerdo con los proce-
dimientos democráticamente establecidos. A este respecto puede verse CAM-
PBELL, T.D., «El sentido del positivismo jurídico», cit., p. 329 y «Legislative
166
167
291
WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., pp. 263-265.
168
292
ELSTER, J., «Ulises revisitado. Compromisos previos y constitucio-
nalismo», trad. de J.C. Rodríguez y M. García, en Análisis político, n.º 35,
1998, p. 62. Esta idea de autolimitación apareció en Kelsen, quien considera
que ciertas cuestiones deben decidirse por mayoría cualificada, de manera
que determinadas materias no queden resueltas sin el acuerdo con la minoría.
Estas mayorías reforzadas, junto a la posibilidad de recursos ante los tribuna-
les constitucionales, constituirían medios eficaces de protección de la minoría
contra los abusos de la mayoría. Véase KELSEN, H., La garantía jurisdiccional
de la Constitución (La justicia constitucional), cit., pp. 99-100; y «Esencia y
valor de la democracia» [2.ª ed., 1929], cit., pp. 19-22 y 83-85. Acerca del pre-
compromiso puede verse HOLMES, S., «El precompromiso y la paradoja de
la democracia» [1988], en ELSTER, J. y SLAGSTAD, R. (comps.), Constituci-
nalismo y democracia, trad. de M. Utrilla, Fondo de Cultura Económica, Méxi-
co, 1999, pp. 217-262.
293
Esta es la actual posición, por ejemplo, de Jon Elster. A este respecto
puede verse ELSTER, J., «Ulises revisitado. Compromisos previos y constitu-
cionalismo», cit., pp. 62-85. También WALDRON, J., Derecho y desacuerdos,
cit., pp. 253.
169
294
DWORKIN, R., Law’s Empire [1986], Hart Publishing, Oxford, 1998,
p. 356.
295
WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., pp. 308-335.
170
296
DWORKIN, R., Freedom’s Law. The Moral Reading of the American
Constitution, Oxford University Press, Oxford, 1999, p. 7; y HIMMA, K.E.;
«Making Sense of Constitutional Disagreement, Legal Positivism, the Bill of
Rights, and the Conventional Rule of Recognition in the United States», en
Journal of Law in Society, vol. 4, n.º 2, 2003, p. 184.
297
WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., p. 365.
298
BOBBIO, N., «Quale giustizia, quale legge, quale giudice», Qualegi-
ustizia, 8, 1971, pp. 271-272; CAMPBELL, T., «Democracy, human rights and
positive law» [1994], en Prescriptive legal positivism: Law, rights and democ-
racy, University College London Press, Oxford, 2004, p. 184.
171
299
WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., p. 140; CAMPBELL, T.,
«Democracy, human rights and positive law», cit., pp. 171 y 175.
172
300
KELSEN, H., La garantía jurisdiccional de la Constitución (La justicia
constitucional), cit., pp. 80-82.
301
KELSEN, H., La garantía jurisdiccional de la Constitución [La justicia
constitucional], cit., pp. 24-26, 49, 52.
173
302
KELSEN, H., La garantía jurisdiccional de la Constitución [La justicia
constitucional], cit., pp. 73 y 82.
303
PINTORE, A., «Democracia sin derechos», cit., pp. 138-142.
174
304
En cierto sentido creo que las mismas perplejidades y opciones per-
sonales se dan en Norberto Bobbio. Lo que señala Anna Pintore aplicado a
Kelsen asimismo podría extenderse al autor italiano: desde la óptica y las
preocupaciones de Bobbio le resultarían extrañas las tensiones entre demo-
cracia y derechos (PINTORE, A., «Democracia sin derechos», cit., p. 137).
305
«El poder concedido a los tribunales norteamericanos de pronunciar
fallos contra la anticonstitucionalidad de las leyes, forma aún una de las más
poderosas barreras que se hayan levantado nunca contra la tiranía de las
asambleas políticas» (TOCQUEVILLE, A. de, La democracia en América
[1835], trad. de L.R. Cuéllar, Fondo de Cultura Económica, México, 2005,
p. 110).
306
CAMPBELL, T., «Democracy, human rights and positive law», cit.,
pp. 176-181.
175
307
WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., p. 220.
308
WALDRON, J., «The Core of the Case Against Judicial Review», en
The Yale Law Journal, vol. 115, 2006, pp. 1345-1346. Puede verse también
WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., pp. 21-22.
176
309
ROSS, A., ¿Por qué democracia?, cit., p. 110.
310
WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., pp. 264-265; CAMPBELL,
T., «Democracy, human rights and positive law», cit., pp. 180-183; PINTORE,
A., I diritti della democracia, cit., p. 104.
311
CAMPBELL, T., «Democracy, human rights and positive law», cit.,
p. 188.
312
CAMPBELL, T., «Legislating human rights» [2004], en Prescriptive
legal positivism: Law, rights and democracy, University College London Press,
Oxford, 2004, p. 299.
177
313
CAMPBELL, T., «Democracy, human rights and positive law», cit.,
pp. 186-188; «El sentido del positivismo jurídico (II): El positivismo jurídico
prescriptivo como un derecho humano», cit., p. 36. Sobre las diferentes alter-
nativas posibles, pero también acerca de toda la tensión entre democracia y
constitucionalismo puede verse BAYÓN, J.C., «Derechos, democracia y consti-
tución», Discusiones, n.º 1, 2000, pp. 65-94 y «Democracia y Derechos: proble-
mas de fundamentación del constitucionalismo», en VV.AA., Constitución y
derechos fundamentales, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,
Madrid, 2004, pp. 67-138.
314
CAMPBELL, T.D., «El sentido del positivismo jurídico», cit., p. 311;
WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., pp.19-20. El positivismo prescrip-
tivo puede ser caracterizado, así, como la visión de que estamos mejor gober-
nados a través de un sistema de normas explícitas, precisas y completas que
se puede aplicar sin recurrir a los puntos de vista políticos y morales de los
aplicadores jurídicos (CAMPBELL, T., «Democracy, human rights and positive
law», cit., p. 185).
315
CAMPBELL, T.D., «El sentido del positivismo jurídico», cit., p. 329;
«Incorporation through interpretation» [2002], en Prescriptive legal positivism:
Law, rights and democracy, University College London Press, Oxford, 2004,
pp. 220-221 y 226; WALDRON, J., Derecho y desacuerdos, cit., pp 95-105 y 147-ss.
178
316
Al respecto puede verse BOBBIO, N., «Positivismo jurídico» [1961],
en El problema del positivismo jurídico, trad. E. Grazón Valdés, Fontamara,
México, 2004, pp. 37-66; y El positivismo jurídico, cit., pp. 237-241.
317
BOBBIO, N., «Positivismo jurídico» [1961], cit., p. 40; El positivismo
jurídico [1961], cit., p. 233.
318
BOBBIO, N., «Positivismo jurídico», cit., pp. 46-48; El positivismo
jurídico, cit., p. 230.
179
319
BOBBIO, N., «Formalismo jurídico» [1958], en El problema del posi-
tivismo jurídico, trad. E. Grazón Valdés, Fontamara, México, 2004, pp. 13-14.
320
BOBBIO, N., «Formalismo jurídico y formalismo ético» [1954], en
Contribución a la Teoría del Derecho, trad. de A. Ruiz Miguel, Fernando Torres,
Valencia, 1980, p. 105; El positivismo jurídico, cit., p. 230; «Jusnaturalismo y
positivismo jurídico» [1962], en El problema del positivismo jurídico, cit., p. 75.
321
BOBBIO, N., «Positivismo jurídico», cit., p. 52 y, en cierto sentido, El
positivismo jurídico, cit., p. 239. Véase, también, HOERSTER, N., «En defensa
del positivismo jurídico» [1989], en En defensa del positivismo jurídico, trad.
de J. Malem, Gedisa, Barcelona, 1992, p. 10.
322
RUIZ MIGUEL, A., «Positivismo ideológico e ideología positivista»,
en RAMOS PASCUA, J. A., y RODILLA, M. A. (eds.), El positivismo jurídico a
examen. Estudios en homenaje a José Delgado Pinto, Universidad de Salaman-
ca, Salamanca, 2006, p. 459.
323
Cosa diferente es que pueda trazarse una conexión histórica, contin-
gente, entre las diversas formas de positivismo, pero dicha conexión no es
180
181
327
Elaborados por la doctrina liberal desde Monstesquieu a Kant, como
apunta el propio BOBBIO en «Positivismo jurídico», cit., p. 54.
328
BOBBIO, N., «Positivismo jurídico», cit., pp. 53-54 y 63.
329
RUIZ MIGUEL, A., «Positivismo ideológico e ideología positivista»,
cit., pp. 462-463.
182
183
330
RADBRUCH, G., «El relativismo en la filosofía del Derecho», cit.,
pp. 2-7.
184
331
Tras la guerra el jurista alemán escribiría que el positivismo, compen-
diado en la lapidaria fórmula de «la ley es la ley», «enervó toda capacidad de
defensa contra el abuso de la legislación nacionalsocialista» y dejó a la juris-
prudencia y a la judicatura alemanas inermes contra todas aquellas cruelda-
des y arbitrariedades. Puede verse a este respecto RADBRUCH, G., Arbitrarie-
dad legal y Derecho supralegal [1946], trad. de M.I. Azareto, Abeledo Perrot,
Buenos Aires, 1962, p. 41; y RADBRUCH, G., Introducción a la Filosofía del
Derecho, cit., p. 178.
332
GARCÍA AMADO, J.A., «Nazismo, Derecho y Filosofía del Derecho»,
Anuario de Filosofía del Derecho, tomo VIII, 1991, p. 346.
333
Véase GARCÍA AMADO, J.A., «Nazismo, Derecho y Filosofía del Dere-
cho», cit., pp. 347-352. El asociacionismo entre positivismo jurídico y nazismo
regresó, ahora en Francia, a fines de la década de los ochenta del siglo pasado
a propósito de la actitud de la doctrina jurídica respecto al régimen de Vichy.
Ahora el argumento radicaba en que la actitud meramente descriptiva del
185
186
337
RADBRUCH, G., «El relativismo en la filosofía del Derecho», cit.,
pp. 6-8.
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A B
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D
E
Democracia (concepto), 25-27
— constitucional, 24 Egoísmo, 34, 35, 54, 85, 56, 103-111
— formal (procedimental), 23-28 Emocionismo moral, 66-75
— material (sustancial), 23-24 Emotivismo moral. Véase expresivis-
— valores de la, 89-103 mo.
Declaraciones de derechos, 126, 139, Empirismo anti-metafísico. Véase
151, 177 relativismo filosófico.
Derecho a la educación, 137, 138 Epistemología naturalizada, 52, 66,
Derecho a la felicidad, 141 83, 84, 108
Derecho a la vida, 137 Escepticismo moral, 21, 42, 47-67,
Derecho de participación, 24-27, 30, 128, 152, 163
55, 68, 97-101, 118, 122-124, 130, Estado de Derecho, 22-24, 118, 147,
131, 145, 176 184, 185
Derecho de petición, 123 Ética de la virtud, 80-82
Derecho natural, 21, 37, 45, 46, 54, Experimento Milgram, 81, 82
133, 134, 146, 183, 185 Expresivismo moral, 53, 58-66, 75
Derechos morales, 125, 128, 168 — moral normativo, 65, 66
Derechos subjetivos, 114, 127-143,
165, 173
— y libertades. Véase derechos F
fundamentales
— constitucionales. Véase dere- Five-factor Model. Véase modelo de
chos fundamentales los cinco factores de personalidad
— de libertad, 101, 118 Free-rider, 35, 104
— económicos, sociales y cultura- Fundacionalismo, 43-49, 75
les, 124, 125
— fundamentales, 19-24, 113, 121,
126-142, 152, 160, 164, 168, G
173-178
— humanos, 21, 114, 137-139, Garantías de los derechos, 23, 113-
177, 178 143, 152, 170-174
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210
T V
Teoría del error, 53-56 Validez jurídica, 20, 128, 131, 132,
Tipo altruista de personalidad. Véase 137, 140, 151-167, 170, 185
personalidad altruísta Valores de la democracia, 89-103
Tipo democrático de personalidad. — morales objetivos. Véase juicios
Véase personalidad altruísta de valor, moral objetiva, objeti-
Tipo egoísta de personalidad,. Véase vismo moral
personalidad egoísta — morales subjetivos. Véase jui-
Tiranía de la mayoría, 175-177 cios de valor, moral subjetiva,
Tolerancia, 28, 31, 28, 85, 86, 99-122, subjetivismo moral
174, 182-187 — personales 89
Tribunal constitucional, 132-134, Voto. Véase derecho de participa-
161, 164-166, 172-178 ción.
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A C
213
E J
214
MILLARD, Eric, 20 Q
MILLER, Christian, 82
MOORADIAN, Todd A., 87 QUINE, Willard V.O., 83, 163
MORESO, José Juan, 20-22, 29, 156,
157
MORILLO, Carolyn, 107 R
P S
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