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La Esencia de ser un Verdadero Abogado

Ensayo a Partir de la Obra “El Alma de la Toga” de Ángel Ossorio

La historia evolutiva humana ha concedido especial importancia al saber. Es

comúnmente aceptada la premisa de que quien sabe tiene el poder y todo lo que ello significa;

es quizá por ésta razón que nuestra actual sociedad se rinde ante las pomposas

demostraciones de conocimientos sobre diversas materias y hace gala de estos mismos en

instituciones sociales en las cuales nos aseguramos de perpetuar esta premisa. Ser un

analfabeto es algo que los hombres no se pueden permitir más, ni siquiera en asuntos

tecnológicos.

Vivimos en una sociedad de expertos en el clima, las ciencias aplicadas, la aeronáutica,

la cocina, el cine, el espacio, la informática y el derecho. En un mundo que da espacio a los

alardes de inteligencia, por ser una de las cualidades genéticas humanas más deseadas y

perseguidas como quiera que esta misma es un sinónimo de evolución, quien no se sume a esta

cadena, se encuentra relegado en su profesión a una vida “mediocre” y “estancada”.

Le parecerá inexplicable la pequeña confusión entre la inteligencia y la arrogancia que

se evidencia en las líneas anteriores, pues bien, esto halla explicación en una de las frases que

mencionábamos en nuestros comienzos, el saber otorga un poder, poder sobre las personas

que no tienen esa concepción inmaterial sobre los hechos materiales; el poder cuando no es

bien manejado, sabemos bien, es el origen de la arrogancia y de los comportamientos

despectivos hacia quienes no ostentan los mismos niveles o superiores. Estamos entonces ante
las puertas de profesionales atiborrados de conocimientos sin una gota de humildad, ética y

moral en su ser y emociones, sobretodo en nuestra carrera.

Ossorio Angel en su libro El Alma de la Toga, nos plantea a este tipo de profesionales

aduladores del conocimiento y despreciadores de todo aquello que se encuentra fuera de estas

esferas heterónomas, e incluso nos plantea en su decálogo del abogado, entendiendo este no

como cualquiera que recibe el título de licenciado en Derecho sino como aquel que es capaz de

internar en su sistema de valores y creencias que su presencia como profesional en el mundo,

es necesaria solo para una cosa, ayudar a que el valor de la justicia, intrincado en las más

moralistas y amorales creencias humanas, sea profundamente respetado.

Este libro amplía la mentalidad de quienes estudiamos Derecho y, nos enseña que el

derecho tiene sus serios defectos como carrera, pero que no por esto debemos perder de vista

el horizonte que nos dibuja el ser abogados, que no es otra cosa que velar por aquello que

posean los demás (real o personal) ante la figura del Estado. Ossorio mediante su libro insta a

crear conciencia, a usar la ética profesional, para corregir todos los errores que manchan la

reputación del Abogado. Además, el autor nos habla de una fuerza interior, que envuelve la

capacidad del ser humano para identificar las cualidades, debilidades al afrontar los sucesos de

forma más madura sólo entonces se obtendrán resultado favorable, puesto que es la clave del

triunfo.

Este libro nos habla de lo que está pasando con todos los abogados y de por que los

licenciados en leyes no tienen conciencia de su profesión y que solo se dejan llevar por el mal

camino y que no nos dedicamos a ser realmente abogados solo nos dejamos llevar por la
corrupción. Soportar la amargura de una censura caprichosa e injusta, es carga añeja a los

honores profesionales. Debajo de la toga hay que llevar la coraza. El abogado no debe manchar

su título con cobardía por miedo a las críticas de las personas y sin embargo el abogado no

debe de ser ni frio ni emocionable y que sobre todo debe de actuar con toda su pación

cualquiera que sea su negocio y poner sus conocimientos en práctica para el bien de la

humanidad y aconsejar y proteger a la sociedad.

Y para tener esta profesión el abogado debe de tener libertad de expresión y conciencia

sobre lo que hace desde que se crea para su trabajo el Abogado no depende más que de sí

mismo. “De ahí en el Abogado un orgullo natural, a veces quisquilloso, y un desdén hacia todo

lo que es oficial y jerarquizado”. En cuanto a la manera de trabajar sería osado querer dar

consejos, pues sobre tal materia es tan aventurado escribir como la del gusto. Hay que trabajar

con gusto.

El juez piensa del abogado ¿En qué proporción me estará engañando? y el abogado

piensa del juez. A qué influencia estará sometido para frustrarme la justicia. Nos hallamos tan

habituados a pensar mal y a mal decir, que hemos dado por secas las fuentes puras de los actos

humanos. Hay que poner el corazón en todas las empresas de la vida.

Así que el juez debe resolver los casos como lo juzgue mejor y no tal y como lo dicen

Códigos y autos. Esto es para que el abogado mantenga viva la flexibilidad del lenguaje; por

esta razón es que Ossorio explica que el abogado debe ubicar los libros como artículo de

primera necesidad y dedicar a su adquisición un cinco, un cuatro o un tres por ciento de lo que

se gane, aunque para ello sea preciso privarse de otras cosas. Y si el abogado no puede
alcanzar ni aún ese límite mínimo, que no ejerza. Para el abogado no debe haber más que dos

clases de asuntos unos en que hay razón y otros en que no la hay, a partir de esto, el abogado

debe ser libre para defenderse por sí mismo.

Por otra parte, el abogado debe defender a los pobres, esto consiste en establecer una

comunicación tan frecuente y cordial cuanto sea la defensa de los pobres una función de

asistencia pública, como el cuidado de los enfermos menesterosos. Más para llenar esa

atención no hace falta, como algunos escritores sostienen, crear cuerpos especiales, ni siquiera

encomendarla al ministerio especial, sino a través de un trato humano y cordal.

La toga de acuerdo con nuestro citado autor, teniendo en cuenta nuestras aspiraciones

muchas veces pendencieras, freno, porque cohíbe la libertad en lo que pudiera tener de

licenciosa. Es decir, tenerle sí que le tiene y naturalmente, no le está vedado usar de él.

Nos aconseja también sobre la mujer en los despachos, con el sexto sentido que

tiene, se convertirá, aparte de la pareja, en nuestra mejor consejera en nuestros casos.

En el derecho siempre habrá cosas que parecen malas, pero se hacen para bien y

algunas que parecen buenas se hacen para mal, todo depende de nuestro criterio, pero algo

debe quedar claro todo lo que se hace debe ser en pro de la justicia. La sensibilidad en el

abogado como en cualquier ser humano está presente, sin embargo, debe preparase para

afrontar lo que a diario se ve en el ejercicio, en la defensa de un caso vale más la calma y la

cordura que la pasión desenfrenada y la ansiedad, los sentimientos del abogado no pueden ser

vulnerados por ninguna situación, se imaginan un doctor que llora por que se le muere un

paciente, poco a poco se va derrumbando hasta que decide no ejercer más, así es con el
abogado; debemos dar seguridad a nuestros clientes, entender lo que sienten pero nunca dejar

que lo que sucede nos aflija.

El desdoblamiento psíquico no significa que como abogados dejamos de ser nosotros

para transformarnos en nuestros clientes, al contrario, entender y conocer los sentimientos de

ellos renunciando de forma humilde a ciertos aspectos, pero también desde otro punto ser uno

mismo utilizando un conjunto de facultades las cuales son irrenunciables. En cuanto a la

independencia, nosotros como abogados gozamos de ella en casi todo el sentido de la

palabra, pero nunca falta una persona que con sus concejos desmedidos trate de esclavizarnos

y comprometernos, puede ser un familiar, un cliente o cualquier otra persona cercana siempre

presentan propuestas que a su parecer solucionan el problema.

Un abogado depende de sí y obedece solo a la ley y a su criterio, actúa bajo su propia

convicción, pues es dueño de la libertad que le proporciona el ejercicio de su profesión. En

cuanto al estilo forense se puede ser o no ser abogado pues nadie nace por ley natural obligado

a hacerlo, pero si has de hacerlo hazlo bien. Digo que es escritor porque redacta el hecho

acaecido en su escrito con una pulcritud para lograr el entendimiento de los jueces. Es

interesante ver como en una profesión como la abogacía existe esa indiferencia hacia lo

ajeno, y que al finalizar un juicio ambos abogados puedan ir a tomarse un café sin molestia

alguna. Y es que la gente tiene esta idea equívoca de que los abogados deben vivir en

constantes luchas y pleitos con todo el mundo y no es así, a pesar de que hay cierto

desdén, aunque, elegante. Bastante lamentable es que el abogado trabaje junto a tantas

personas y no tenga la mínima idea de lo que ocurre en sus vidas. Esto se da en su mayoría

porque el abogado tiende a ser muy individualista, puesto que el abogado nunca estudia fuera
de sí mismo. Aparte a esto, es de mucha relevancia mencionar que el autor nos dice que al

hablar de clases no quiere decir que existan niveles de superioridad o algo por el estilo, sino que

hay diferenciación a como cada persona realiza sus deberes sociales.

En un orbe que da espacio a las ostentaciones de agudeza, por ser una de las

condiciones biológicas humanas más deseadas y perseguidas como quiera que esta misma es

un equivalente de perfeccionamiento de la genética y como ya habíamos expuesto en

precedencia, quien no se sume a esta cadena, se encuentra relegado en su profesión a una vida

corriente y estacionaria. bastante sugestivo es el título, ensanchando la comprensión de

quienes aprendemos Derecho y, nos enseña que lo legal tiene sus serios desperfectos como

carrera, pero que no por esto sucumbimos a perder de vista el horizonte que nos bosqueja el

ser abogados, que no es otra cosa que custodiar por aquello que posean los demás ante la

figura del Estado. Ossorio mediante su libro insta a crear sabiduría, a usar la ética

profesional, para cauterizar todos los resbalones que mancillan la nombradía del Abogado.

Además, el autor nos habla de una pujanza interior, que envuelve la capacidad del ser

humano para hermanar las cualidades e impotencias al afrontar las efemérides de forma más

fructifica, sólo entonces, se conseguirán resultados favorables puesto que en esto radica la

clave del triunfo. Este libro nos habla de lo que está atajando a todos los abogados en su

carrera para convertirse ciertamente en ello, afirmando que muchos licenciados no han

interpuestos su moral por encima de la ley y que por eso los abogados no tienen conciencia de

su profesión y que solo se dejan llevar por el mal camino, no nos dedicamos entonces a ser

realmente abogados solo nos dejamos llevar por la corrupción. Soportar la amargura de una
censura caprichosa e injusta, es carga añeja a los honores profesionales. Debajo de la toga hay

que llevar coraza.

El abogado no debe deshonrar su laurea con pavura por aprensión a las sátiras de los

hombres y sin embargo el abogado no debe de ser ni frio ni impresionable y que sobre todo

debe de actuar con toda su pasión cualquiera que sea su negocio y poner sus conocimientos en

práctica para el bien de la humanidad y aconsejar y proteger a la sociedad. Para tener esta

profesión el abogado debe de tener libertad de expresión y conciencia sobre lo que hace desde

que se crea para su trabajo el Abogado no depende más que de sí mismo.

El desdoblamiento psíquico no significa que como abogados dejamos de ser nosotros

para transformarnos en nuestros clientes, al contrario, entender y conocer los sentimientos de

ellos renunciando de forma humilde a ciertos aspectos, pero también desde otro punto ser uno

mismo utilizando un conjunto de facultades las cuales son irrenunciables. En cuanto a la

independencia, nosotros como abogados gozamos de ella en casi todo el sentido de la

palabra, pero nunca falta una persona que con sus concejos desmedidos trate de esclavizarnos

y comprometernos, puede ser un familiar, un cliente o cualquier otra persona cercana siempre

presentan propuestas que a su parecer solucionan el problema.

Ángel creo este libro para establecer un norte para futuros abogados. Osorio menciona

claramente como ser un buen abogado (aunque yerre en algunas concepciones básicas), que se

necesita para ello y algunos temas más para reflexionar al abogado. Debemos ser firmes

constantes, tener dedicación, realizar esfuerzos y sobre todo tener amor y respeto por la labor

realizamos, o que empezamos a realizar desde el momento que comenzamos a estudiar para
esta profesión. Respetuosos de la labor que desempeñan otros abogados o compañeros, en

este caso debe haber un grado de ética y profesionalismo. Pienso que esto se adquiere desde la

universidad al respetar la opinión de nuestros compañeros sin menospreciar a nadie.

La palabra es fundamental para realizar nuestra labor, la capacidad oratoria que se

tenga es importante para la formación de un buen abogado el saber argumentar, dar a conocer

algunos hechos. Por lo cual es fundamental pero encuadrada dentro de un campo de

responsabilidad y autonomía, es decir no utilizar falacias ni argumentos equívocos para tratar

de hacer incurrir en engaño a alguien. Debemos explicar en pocas palabras lo mucho que

pretendemos, haciendo saber porque tenemos la razón y por qué habría de sernos dada.

Respecto a la especialización, difiero del autor puesto que, si el abogado debe conocer

de todas las ramas del derecho, pero abarcarlas todas con plenitud y diligencia ya sería en mi

concepto una situación bastante compleja y privilegiada para el que la consiga. Además, las

especializaciones lo que hacen es mejorar las capacidades respecto a un tema determinado y

hacer abogados más capacitados y diligentes en la tarea específica que se le encomiende.

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