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088 Taborda PDF
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Pero afirmar al hombre como histórico y la revelación de Dios al hombre como "historia
de salvación" no son asertos obvios y patentes. La palabra "historicidad" puede usarse
en dos niveles distintos.
Los primeros teólogos que utilizaron el concepto lo hicieron en el sentido recibido del
Iluminismo o primera Aufklärung (Ilustración). Es típico de ésta mantener los
conceptos a nivel teórico incluso cuando los aplica y concreta en la realidad y la historia
de los hombres. Por eso los teólogos europeos, pioneros en el uso de la categoría de
"historia", la entienden como un concepto teórico, abstracto, muy útil para explicar e
interpretar la realidad, pero sin resonancia en la concreta historia contemporánea.
Comprender al hombre como ser histórico o la revelación como "historia de la
salvación" son valiosas informaciones en orden a obtener una síntesis intelectual
coherente, pero se mantienen en el plano de la información o la interpretación. La
segunda Aufklärung radicalizó y ahondó el problema y la teología siguió su estela. No le
satisfacen las síntesis que reconcilian racionalmente los conflictos, sino que los quiere
resolver en el plano de la realización histórica concreta. Parte de las luchas y conflictos
históricos, busca sus raíces y quiere superarlas. No le interesa la interpretación de la
realidad, sino realizarla en la historia. Se trata, obviamente, de una historicidad más
radical porque está pensada a partir de la acción histórica y en vistas a creación de
historia.
La praxis es lo que distingue al hombre del animal. Aunque la acción de este último por
su fuerza, o por su destrucción pueda influir en la historia, no es praxis, porque no lo
hace consciente y reflejamente. La praxis supone siempre una finalidad y el animal tiene
instintos o esquemas prefijados. El ser del animal es dado, en cambio, el del hombre se
hace, crea las formas culturales de relación, es un ser abierto. Por eso se puede decir que
la praxis es "el modo específico del ser del hombre" (Karel Kosic).
Caracterizar al hombre por la praxis parece una concesión al hombre de la calle que no
problematiza, que no busca fundamento para su acción, que usa de las cosas según sus
FRANCISCO TABORDA
En ambos casos se arrebata y se pone fuera del dominio humano la actividad por la que
éste se constituye en su libertad. En el hombre de la calle, suponiéndola casual y no
refleja; en el segundo caso, por hacerse instrumento de dominio del hombre sobre el
hombre.
Pero cuando la praxis se concibe como la forma propia de ser hombre no es lícito
oponerla a la teoría ni conceder el primado de una u otra. Pues cualquier dicotomía
impide entender a la praxis como globalidad que define el ser del hombre.
Hay que concluir, por tanto, que la teoría vive en el corazón mismo de la actividad
humana. Esta, sin teoría, es algo vacío; pero la teoría sin actividad es algo muerto.
Exactamente esta simbiosis de actividad impregnada de conciencia crítica es la "praxis".
En ninguna actividad humana como tal está ausente la conciencia; pero en la praxis del
hombre de la calle no es una conciencia crítica como teoría inmanente de su acción y en
el "especulador" es teoría ajena a la actividad y puesta al servicio de las ventajas
previas.
Por otra parte toda praxis tiene un carácter social. El sujeto es el hombre inserto en un
contexto social; y su efecto, la creación de nuevas relaciones sociales que le transforman
como ser social. Por eso toda praxis verdadera afecta a las estructuras sociales y tiene
alcance político. La mediación científica en la praxis histórica es mediación
socioanalítica.
Pero a la vez que inseparables, estos momentos son irreducibles. Ninguno de ellos es
eco o imagen del otro; se da una auténtica ruptura. No hay teoría que pueda sustituir a la
acción transformadora, ni acción que se autolegitime. Ninguna teoría, por profunda que
sea, engendrará ella sola una acción; ni por radical que sea una acción alumbrará por
generación espontánea una teoría. El hombre media entre ambos momentos y en esa
praxis se constituye como hombre constructor de historia. Recordemos que el momento
productivo es acción conjunta de los hombres y el momento teórico supone libre
comunidad de comunicación. Por tanto, la constitución del hombre en la praxis es
siempre social.
Lo que arrastra al hombre, como sujeto de la praxis, a asumir los conflictos y riesgos
derivados, es la situación del grupo social en el que está inscrito por nacimiento o por
opción. Y en esta experiencia personal y social de clase que le empujará a aceptar tal
situación se inscribe la dimensión existencial de la praxis histórica.
Por otra parte el momento productivo es el campo fértil para esa sed de justicia de la
dimensión existencial de la praxis. Todo ello pone de relieve la interrelación de los
elementos estructurales del concepto de praxis y la necesidad de no simplificarlos
estáticamente o de atribuirles prioridades absolutas.
La razón de la distinta acción del futuro en uno y otro está en la abertura a los demás. El
señor no lo trasciende efectivamente porque se limita a una egocéntrica búsqueda de sí
mismo. La trascendencia al futuro sólo se efectúa cuando es ;mediada por la
trascendencia hacia el otro. Nadie se libera en solitario porque la libertad dice relación a
otra libertad; y más aquí, donde se trata de una liberación estructural. El esclavo se
libera en comunión de clase con los otros esclavos y sólo lo hace si no se convierte a él
mismo en señor y por tanto libera también al señor al liberarse. Esa dialéctica fraternal
presupone el reconocimiento del otro como otro y no en función del dominio del yo.
Por ello la praxis histórica tiene una dimensión trascendente en cuanto se abre al futuro
abriéndose también al otro o, mejor dicho, cuando en la praxis el hombre es atraído por
el futuro al ser llamado por el otro "... la esperanza en el futuro que hinca sus raíces en
el presente... toma cuerpo en el acontecer diario en que hay alegría que gozar, pero
también injusticias a suprimir y servidumbres a deshacer" (G. Gutiérrez). Así,
dimensión existencial y trascendente son las dos caras del único dinamismo de la praxis
liberadora. La primera acentúa el impulso propulsor de la praxis desde el sujeto; la
segunda indica que la causa del dinamismo reside en el futuro y en el otro. Pero como el
sujeto sólo se constituye en su relación al otro y no se puede olvidar que el fin es
también causa originante, es patente la unidad intrínseca de ambas dimensiones.
Pero ésta no gira en el vacío. Hinca sus raíces en la experiencia del sufrimiento,
esperanzas, alegrías y tristezas de las clases oprimidas (momento productivo). La
confrontación de la alienación del explotado con la experiencia de fe en una praxis
impulsada por esa "espiritualidad" cristiana llevará a un compromiso con la liberación.
Para el cristiano será una experiencia espiritua l auténtica de encuentro con el Señor en
el pobre. El pobre, el otro, es revelador del totalmente Otro.
FRANCISCO TABORDA
El concepto de praxis puede proceder del marxismo, pero es posible leerlo en clave
teológica cristiana.
Para ese "otro" así caracterizado -y para el Otro divino al que media- no hay
trascendencia sino en la acción concreta que toma en serio su despojo y lucha por su
reconocimiento humano con la creación de estructuras que dejen de marginarlos.
Pero como sólo por medio de Id política se puede influir en las estructuras, puede nacer
la sospecha de que, a pesar de tantas precauciones, se introduce mercancía extraña en el
campo teológico o se traslada el cristianismo del terreno religioso al político, con el
riesgo de politización total de la fe cristiana. Se trata, sin embargo, de una sospecha
infundada, porque si bien es cierto que ":la política no es todo" no es menos verdad "que
está en todo". Y si es exacto que la pobreza estructural no es la única pobreza, no es
menos exacto que hace más graves, escandalosas e irremediables todas las demás. Por
eso la forma actual de fe en América latina es la praxis de liberación que expresa en
obras la adhesión a la persona de Cristo, la entrega al Padre y la vida en el Espíritu. La
liberación política pretendida por la praxis histórica es signo de la liberación
escatológica y, por eso mismo, concreción de la fe, en cuanto peregrinamos al encuentro
del Señor. No se trata de poner la fe al servicio de la liberación política, sino de
descubrir en ésta unos valores de expresión actual de aquella fe cristiana. Tampoco es
exacto afirmar que esta perspectiva pone parcialmente la fe al servicio de un sector de la
sociedad, ya que la liberación de todos sólo se consigue desde el pobre y el esclavo.
Es cierto que la praxis histórica, como transformación del mundo en mundo humano, es
obra del hombre y es lo que le define como tal. Pero tal como nos expresa la mediación
hermenéutica cristiana, si bien es obra del hombre no viene del hombre; es don de Dios,
respuesta del hombre.
Y no podría ser de otro modo, dado que el hombre transforma el mundo porque es libre,
y en la medida de su libertad. Ahora bien la libertad no es la arbitrariedad sino un
fenómeno intersubjetivo. Para ser libre es preciso ser llamado a la libertad por la
presencia del otro, el "rostro del otro" que es siempre el pobre. Y quien reconoce en este
rostro el rostro de Dios se sabe llamado por el totalmente Otro.
Por eso mismo la praxis animada por la fe cristiana exige oración, como simple
consecuencia del carácter dialógico de la praxis. El momento teórico puede ser
expresado en términos de diálogo: con la realidad circundante (mediación socio-
analítica) y con la tradición y la historia (mediación hermenéutica). También es
dialógica la praxis en sus dimensiones existencial y trascendente. Despertamos a la
praxis por el diálogo solidario con el oprimido con miras a un futuro de liberación. El
diálogo es el vehículo a través del cual nos es dado asumir la praxis como tarea nuestra.
Siendo la praxis una gracia será necesariamente alimentada por el diálogo con el
totalment e Otro en la oración. En ella confesamos que Dios es el motor de
transformación de la sociedad como utopía plenificadora de los más profundos deseos
humanos. Una praxis animada por la espiritualidad cristiana hallará en la plegaria el
modo privilegiado de expresar su trascendencia. Y esta dimensión es el móvil y el
origen de la praxis. La oración se sitúa, por tanto, para el cristiano en el corazón mismo
de la praxis histórica.
que ésta pasa a ser la mediación humana de la acción salvífica de Dios. Ahora bien, la
salvación es participación en la vida trinitaria. Si la praxis es forma epocal de la fe y de
la gracia ha de estar íntimamente relacio nada con la Trinidad, cosa que efectivamente
ocurre si se atiende a la estructura del concepto, que antes establecimos.
El camino del Padre al Padre se efectúa por el Hijo en el Espíritu de forma semejante a
como la "espiritualidad" de la praxis se manifiesta en dos momentos irreductibles e
inseparables: la teoría y la acción. El momento teórico es el momento de la verdad,
como el productivo es el del amor. La verdad no es amor pero sólo en él se verifica; el
amor no es la verdad, pero sólo se construye sobre ella. La verdad del Padre la muestra
el Hijo que es su "logos" (cf. Jn 1, 18). El amor del Padre y del Hijo es el Espíritu. Pero
la verdad sólo se muestra en él amor y por eso el Evangelio presenta la Encarnación
como obra del Espíritu, el comienzo de la vida pública como misión del Espíritu que
guía a Jesús (Lc 4, 18). Pero a su vez el Espíritu sólo nos viene por Cristo para que
podamos seguir su camino. Esta pericóresis, en su mutua distinción, corresponde
perfectamente a la relación entre los dos momentos de la praxis.
Más aún. Dijimos que !los dos momentos formales de la estructura de la praxis iban
adquiriendo contenido por la "espiritualidad" que la animaba. También en la Trinidad el
Hijo es la verdad del Padre y el Espíritu, el amor del Padre (y del Hijo o por el Hijo). El
Padre es el contenido último que se autocomunica por el Hijo en el Espíritu. O, en
términos de Trinidad inmanente, el Padre comunica al Hijo su naturaleza divina y por el
Hijo la comunica al Espíritu.
Antes de verificar estas coincidencias, afirmamos ya que la praxis era como la manera
de ser de la fe y que era gracia. Si ambas son expresiones de la autocomunicación de
Dios, entonces la huella trinitaria que hemos descrito es la impronta trinitaria de la
salvación que se realiza en la praxis histórica y no únicamente una consideración
piadosa.
FRANCISCO TABORDA
La estructura del concepto de praxis autoriza una mayor osadía: decir que Dios es praxis
liberadora. A nadie puede extrañar esta identificación si la praxis histórica es la
mediación de la presencia de Dios en el hombre. Si 1 Jn puede afirmar que Dios es amor
(1 Jn 4, 8ss) y en el libro del Exodo Dios se presenta como el que siempre actúa
liberando y así toda acción liberadora del pueblo puede ser identificada como propia de
Yahvé, no existe dificultad en definir a Dios como praxis histórica, como amor
liberador que se manifiesta en las acciones humanas de liberación. Creemos que la
categoría "praxis" tiene una ventaja sobre la de "amor": expresar más precisa y
distintamente las relaciones trinitarias y ser por eso más adecuada para explicitar el
misterio inefable de Dios en nuestra situación presente.
La respuesta afirmativa sobre la idoneidad del uso del término en teología, deja sin
embargo, todavía abierta una última cuestión: la especificidad cristiana de la praxis
histórica. Es decir, si la praxis histórica del cristiano se distingue de la del no cristiano.
También en este campo hay ya un alto grado de concordancia teológica. Por el estudio
del NT se verifica que con frecuencia integra principios éticos tomados del mundo
ambiente, en concreto, .listas de virtudes y defectos, o instrucciones sobre el orden
doméstico, recibidas de la filosofía helenística, especialmente del estoicismo. El
cristianismo las asume y transforma en normas cristianas recomendando que se vivan
"en el Señor" (Fil 4, 8; Col 3, 17; 1Cor 7, 39). No existe, pues, una moral
específicamente cristiana. Lo que cambia es el espíritu con que la moral común es
vivida en el seguimiento de Cristo Jesús. Desde luego el nuevo espíritu afectará a la
concreción de los ideales éticos, pues no es extrínseco a la no rma recibida de la ética
común. No puede existir un cambio en uno de los polos en relación que no afecte al
otro.
Aplicado esto a nuestro tema, se puede afirmar que la calificación "en el Señor"
modifica, motiva, abre nuevos horizontes y limita a la praxis histórica; y ésta concretiza
a su vez la fe del cristiano o el ser "en el Señor". Se trata, pues, de una concreción
histórica, es decir, de una adaptación a la racionalidad histórica. Por eso en la cuestión
de la esclavitud, en tiempos de Pablo, la actuación del cristiano se orienta primero a la
conservación del statu quo (1 Cor 7, 20-24) ya que la racionalidad histórica no había
descubierto todavía la inmoralidad de la esclavitud. Señores y esclavos debían vivirla,
FRANCISCO TABORDA
entre tanto, "en el Señor". Hoy por esta exigencia "en el Señor" la fe se concreta en la
transformación de la realidad por la praxis histórica.
Por tanto la praxis es el concepto adecuado para definir la actuación del cristiano desde
su fe ya que implica una reflexión crítica constante sobre su actuación concreta y desde
su actuación concreta. Como esta reflexión se hace "en el Señor" exigirá la denuncia de
todo sistema idolátrico con sus falsos absolutos y, con no menor fuerza, asumirá hasta
las últimas consecuencias las formas limitadas y relativas que pueda revestir el amor
estructural en una coyuntura dada.