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Fiquepron Cadaveres Epidemias Funerales Buenos Aires1 PDF
Fiquepron Cadaveres Epidemias Funerales Buenos Aires1 PDF
Introducción
recibir cajón, era un trato que recibían los cuerpos encontrados en la costa
del río o los abandonados en la vía pública; todos ellos eran desconocidos,
anónimos: no pertenecían a la comunidad.
De ser posible, una vez vuelta la normalidad, se intentaba conocer
dónde fue inhumado el cuerpo para realizarle las exequias que no se habían
podido otorgar. Los obituarios publicados en la prensa a los pocos meses
de finalizadas ambas epidemias muestran el esfuerzo de las familias por
otorgar funerales a sus deudos, así como también el pedido de novenarios7
durante los períodos más intensos, cuando no existían condiciones mate-
riales para efectuar ningún funeral. Esta situación extraordinaria que pri-
vaba a los deudos de despedirse del ser querido y estimulaba su reinserción
en la comunidad fue a la par de la brutal alteración que el cuerpo sufría
momentos previos a su muerte.
Si bien la ciudad de Buenos Aires tenía una larga convivencia con
las epidemias, la llegada del cólera y la fiebre amarilla traerán novedades
por sus distintos niveles de mortalidad y formas de contagio, planteando
a las autoridades nuevos problemas para combatirla. En primer lugar, no
existía a nivel mundial un criterio unificado sobre cuál método permitía
reducir los casos, ocasionando una disputa entre los que apoyaban la
teoría contagionista, que afirmaba la transmisión entre personas, y el
anti-contagionismo, que encontraba en fenómenos atmosféricos y bio-
químicos (la putrefacción de animales y vegetales) la causa y contagio
de estas enfermedades. Frente a esta incertidumbre médica, se aplicaban
métodos y políticas de salud muchas veces contradictorios. En segundo
lugar, al ser enfermedades nuevas despertaban toda una serie de temores
e inquietudes, que se sumaban a la deshumanización que sufrían los en-
fermos dado que ambas modificaban drásticamente el cuerpo. La fiebre
amarilla, en su fase más avanzada, se caracteriza por atacar el hígado, y al
ser éste el órgano productor de los factores que producen la coagulación
de la sangre, su falla genera hemorragias en la nariz, la boca, el estómago
y el recto. La sangre en el estómago se torna negra por la acción de los
ácidos gástricos, y de allí el particular seudónimo con el que se la co-
nocía: vómito negro. La falla hepática también produce el característico
color amarillo en la piel y pupilas, además de períodos de alta fiebre,
delirios y estertores. El cólera, por su parte, se caracteriza por diarrea y
vómitos agudos, que en su momento más álgido producen una rápida
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Fuente: N. Fernández Saldaña, Juan Manuel Blanes: su vida y sus cuadros. Monte-
video, 1931.
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Consideraciones finales
Las epidemias de fiebre amarilla y cólera pusieron en crisis las prácticas so-
ciales y culturales asociadas a la muerte, desplegadas al momento de morir:
oficios religiosos, posas, velorios, cajones, coches fúnebres, acompañamien-
to de los deudos y allegados al cementerio, entierro en una tumba indivi-
dual, visitas periódicas a ella. El encadenamiento de actos y sus despliegues
fueron trastocados, generando ceremonias alternativas que intentaron con
éxito dispar evitar que los cadáveres fueran enterrados expeditivamente.
Los novenarios, misas en pueblos cercanos y los obituarios una vez finaliza-
das las epidemias, buscaban cerrar el proceso ritual que había sido alterado.
Los deudos desplegaron un repertorio flexible y amplio de ceremonias que
permitieron otorgar mínimos funerales a sus difuntos, horrorizados ante
la idea de que sean enterrados en fosas comunes sin ninguna ceremonia.
Frente a las formas expeditivas de entierro otorgadas por la policía y las
comisiones de vecinos, las clases populares también desplegaron estrategias
para evitar los entierros sin ceremonia: surgieron pedidos de familiares y
allegados para garantizarle a su difunto un cajón y un transporte más dig-
no que el que otorgaban las autoridades, el último –y mínimo– trato de
decencia que se podía dar a los restos del fallecido. Sin embargo, miles de
inmigrantes italianos, franceses y españoles del sur de la ciudad, peo-
nes y jornaleros criollos, y todos los estratos de menores recursos econó-
micos y sociales que no pudieron conservar su red de deudos, terminaron
en las fosas comunes, llevados por los carros de la policía y enterrados sin
ninguna ceremonia.
Ante un período traumático, donde la sociedad se vio sumida en una
crisis demográfica y social, desde el Estado y otras instituciones comenzó
un proceso de recuperación de algunos muertos para reforzar valores mo-
rales. Hemos analizado la recuperación de José Roque Pérez a través de una
serie de homenajes y monumentos que lo volverán un ícono de la epidemia
Maximiliano Ricardo Fiquepron 245
Notas
1
La llegada por primera vez del cólera a Buenos Aires se registra en 1856; y de la
fiebre amarilla en 1857. Ambas se inscriben en grandes pandemias mundiales que se des-
plegaron durante todo el siglo XIX. En el caso del cólera es particularmente importante en
nuestro estudio la cuarta pandemia (ocurrida entre 1865-1875) que además de impactar
en países de Asia, Europa occidental, el norte de África y Estados Unidos, aparece violen-
tamente en Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay, entre el período 1866-1868. En cuan-
to a la fiebre amarilla, estuvo desde un principio mucho más localizada geográficamente.
Incidió con mucha violencia en puertos y ciudades vinculadas con el comercio Atlántico,
principalmente el mar Caribe y las Antillas, desde la conquista española. Para el período
que nos convoca, fue en Brasil donde la enfermedad se hizo endémica entre los años 1849-
1902, con tasas de mortalidad muy elevadas (Childs Kohn, 2008).
2
Posteriormente se sancionará la Ley 252 de Acefalía que establece el orden de jerar-
quía en caso de que ni el presidente ni el vice puedan ejercer el cargo. El poder Ejecutivo
recaerá sobre el Presidente Provisorio del Senado, y a falta de éstos, por el Presidente de la
Cámara de Diputados. En caso de que ambos estén imposibilitados, el Ejecutivo recaerá
en el Presidente de la Corte Suprema de Justicia. Fue sancionada el 19 de septiembre de
1868. Actualmente se la ha reemplazado por la Ley 25.716, promulgada el 7 de enero de
2003, con ligeras modificaciones.
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3
Las cifras de mortalidad de la ciudad fueron extraídas de los registros provinciales.
Buenos Aires (provincia) Ministerio de Gobierno. Dirección de Identificación Civil y Es-
tadística General (1869), Registro Estadístico de Buenos Aires, La Plata, Dirección de Iden-
tificación Civil y Estadística General, Ministerio de Gobierno, 1869. El censo de la Repú-
blica Argentina realizado ese mismo año confirma la tendencia en las tasas de mortalidad.
Censo de la República Argentina, 1: verificado en los días 15, 16 y 17 de setiembre de 1869,
Buenos Aires, Imprenta del Porvenir, 1872.
4
La Nación (en adelante LN), La República (en adelante LR) y LT 09/02/71.
5
LN, LT y LR 18/02/71.
6
Esta información está disponible en casi todos los partes diarios de las distintas
secciones policiales. Se encuentran en Archivo General de la Nación (AGN) Sala X - Le-
gajo 32-6-7.
7
El novenario es una devoción pública o privada que se realiza durante nueve días
cuya intención es obtener gracias especiales ante algún evento como una buena cosecha, o
para pedir que se terminen pestes, sequías y plagas. Siendo una práctica de las más anti-
guas, su elección como ceremonia alternativa es porque no necesita excluyentemente la
asistencia al templo, y de allí el pedido por los familiares de los difuntos para homenajear-
lo desde sus hogares.
8
No hay cifras definitivas sobre la cantidad de emigrados a los pueblos vecinos, pero
se estima que hasta la primera semana de marzo –todavía no el mayor pico de mortalidad–
habían huido de la ciudad 53.425 personas. La población total de la ciudad era de 187.126
habitantes. Hasta fines de marzo continuó esta tendencia, lo que supone una cifra muy
elevada de emigrados. (Scenna, 1974: 223).
9
La Tribuna (en adelante LT), 28/03/71.
10
Ídem.
11
LT, 18/03/71.
12
El proyecto para erigir el monumento se sanciona el 12 de mayo de 1872, ese
mismo año comienzan las obras, que finalizan en 1873. Memoria Municipal de la ciudad
de Buenos Aires correspondiente al año 1873, p. 330.
13
Actas del Concejo Municipal de la Ciudad de Buenos Aires correspondiente al año
1872, Buenos Aires, Talleres “Optimus”, 1910. p.167.
14
Memoria Municipal de la ciudad de Buenos Aires correspondiente al año 1888, p.168-169.
15
Archivo Histórico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (en adelante Archivo
CABA) Legajo 1873-23.
16
Actas del Concejo Municipal de la Ciudad de Buenos Aires correspondiente al año
1876, Buenos Aires, Talleres “Optimus”, 1910, p. 57.
17
Actas del Concejo Municipal de la Ciudad de Buenos Aires correspondiente al año
1868, Buenos Aires, Talleres “Optimus”, 1910, pp. 219-227.
18
El intercambio epistolar entre la Municipalidad, los cónsules y los administradores
del cementerio protestante se encuentra en Archivo CABA, Legajo 1868-20 y en Actas del
Concejo Municipal, año 1868, op. cit., pp. 227, 345, 351, 357, 387. También en Actas del
Concejo Municipal de la Ciudad de Buenos Aires correspondiente al año 1869, Buenos Aires,
Talleres “Optimus”, 1910, pp. 19-20; 25-26; 44, 98-99; 144-145; 167-168; 173.
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19
Esta epidemia fue de mucho menor impacto y extensión que las ocurridas algunos
años antes. Produjo entre diciembre de 1873 y marzo de 1874, 877 defunciones (Penna,
1897: 193).
20
Memoria del Ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. 1871-1872,
Buenos Aires, Imprenta del Siglo, 1872, p. 201.
21
Tan pronto como el 28 de septiembre de 1871, el administrador de la Estación
Bermejo Luis Mazariegos solicitaba a la Municipalidad que se implemente un tren de
pasajeros para llevar los deudos a Chacarita. Hasta entonces sólo se permitían dos
acompañantes para ir con el cuerpo “[...] y generalmente son compuestos de diez,
veinte y treinta [subrayado original], entre las cuales cuatro, ocho o doce son parientes del
fallecido [subrayado original]”. Mazariegos prosigue con su pedido: “[...] Y así Sr.
Presidente, no estaré condenado más tiempo a presenciar los tristes cuadros que, dia-
riamente, se presentan a mi vista por los acompañantes de los cadáveres que se traen
aquí, a quienes se hace más intenso el dolor que los agobia, al negársele ir a acompañar
al padre, al hijo, al hermano, al pariente o amigo, que, menos felices que ellos, llegan
al término de su vida”. Archivo CABA, Legajo 1871-42. Para 1875, el administrador
del cementerio de Chacarita mencionaba que “[...] las personas que componen los
cortejos o comitivas fúnebres, manifiestan disgusto al tener que cruzar la calle pública,
llena de pozos y zanjas, que separa este enterratorio del agotado”. Memoria Municipal
de 1875, op. cit., p. 445. Para 1878 se mencionan 16 retrasos y demoras relativos a
problemas técnicos con la locomotora y descarrilamientos. Memoria Municipal de
1878, op. cit., pp. 602-603.
22
Memoria Municipal de la ciudad de Buenos Aires correspondiente al año 1875. p. 36.
23
Esta epidemia fue más similar a las ocurridas en el período 1866-1871, por su ex-
tensión y mortalidad. Nuevamente entre los meses de diciembre y marzo, se extendió en
todas las provincias del país, y produjo en la ciudad de Buenos Aires 2023 defunciones.
(Penna, 1897: 225).
24
Memoria Municipal de la ciudad de Buenos Aires correspondiente al año 1884,
pp.156-160.
25
Memoria Municipal de la ciudad de Buenos Aires correspondiente al año 1886, p. 549.
26
Memoria Municipal de la ciudad de Buenos Aires correspondiente al año 1888, p. 328.
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