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LA SALUD-ENFERMEDAD COMO OBJETO MULTIDIMENSIONAL Y LA IMPORTANCIA DE UN ABORDAJE

INTERDISCIPLINARIO PARA SU COMPRENSIÓN


Mario A. Chavero. Docente invitado, Facultad de Humanidades y Artes, UNR. Julio de 2022 i.

PRESENTACIÓN: EL ¿“SÍNDROME DE CHINA”?

La impactante aparición en Diciembre de 2019 de una epidemia en Wuhan (China), causada por un nuevo virus,
el SARS-CoV-2, propagada rápidamente a otras regiones de China y a otros países del mundo ii, significó
un golpe contundente a la “normalidad” en la que transcurría la historia mundial. Normalidad caracterizada
por cuestiones tan “naturales” como una inequidad pasmosa en todas las dimensiones sociales: sanitarias,
laborales, ejercicio de derechos humanos básicos, creciente e imparable apropiación privada y destrucción
de los recursos y ecosistemas naturales con la consecuente pérdida de la biodiversidad, cambio climático y
calentamiento global, y otras bondades por el estilo. A la fecha —17/6/2022— se contabilizan en el mundo
más de 567.000.000 millones de casos informados y más de 6.387.000 muertes; ambas cifras con un
importante subregistro de hasta 3 o 4 veces mayor que el oficial (Adam, 2022). En nuestro país las cifras
superan los 9.426.000 casos informados y las 129.000 muertes (worldometers).

La reflexión sobre esta pandemia y su impacto en el momento actual es una buena ocasión para revisar
algunos supuestos que están en juego, supuestos que a primera vista muestran su faz política e ideológica pero
que guardan una estrecha relación con determinados fundamentos epistemológicos —con este término nos
referimos en realidad a tres dimensiones que consideramos fuertemente imbricadas: la ontológica, la
epistemológica y la metodológica—. Estos, condicionados en general —aunque no determinados
mecánicamente— por nuestro “ser o existencia social”, por usar la fórmula de Marx, son fundamentales a la
hora de intentar comprender cómo “vemos el mundo” y porqué, en ocasiones, existen explicaciones tan
disímiles sobre determinados hechos y problemas comunes. Asimismo, y basados en distintas teorías,
conceptos y categorías con los cuales tratamos de “diseccionar” y comprender la realidad, se distinguen
también las diferentes acciones emprendidas ante tales hechos.
Pero debemos preguntar: ¿es esta pandemia un evento inesperado y extemporáneo en el panorama
epidemiológico-sanitario mundial? ¿O por el contrario forma parte de una dinámica, de una tendencia con
antecedentes en el pasado reciente y que se afianzará y manifestará de manera cada vez más frecuente e
intensa?
Por otro lado, ¿cómo dar cuenta y explicar un hecho tan complejo como una enfermedad, y más aún, una
pandemia? Es claro que una tarea como esta no puede ser patrimonio exclusivo de un solo campo del saber, de
una sola disciplina. Se hace necesario aquí un abordaje interdisciplinario ya que el objeto mismo de
investigación así lo demanda.
Es en este abordaje donde la Historia en tanto disciplina científica puede aportar a la comprensión del objeto en
cuestión. Pero ¿de qué manera la historia interviene en relación a este objeto? ¿Tiene un solo modo de hacerlo
o existen varias maneras de realizar la investigación histórica de acuerdo a distintos enfoques, métodos o aún
“paradigmas” dentro de esta disciplina?
Diego Armus (Armus, 2000), por ejemplo, analizando la historiografía de las últimas décadas en nuestra región,
postula la existencia de tres formas de encarar los estudios históricos, de acuerdo a diferentes “agendas de
trabajo”. Por un lado destaca la historia tradicional de la medicina y los intentos de renovación de este enfoque;
luego la historia de la salud pública, con un fuerte peso de lo institucional, de la profesión médica, y del Estado;
por último, lo que llama la “historia sociocultural de la enfermedad”, a la que adscribe.
Pero la magnitud y el impacto de la pandemia que aún estamos atravesando, con las gravosas consecuencias
en todos los ámbitos de la vida para el común de la población, autoriza a preguntarnos de qué manera la
enfermedad, fenómeno biológico y social, puede determinar a su vez el devenir histórico de la humanidad. Es
decir, preguntarnos por su rol en la historia.

ORIGEN DE LAS ENFERMEDADES Y SU ROL EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD

1- INTRODUCCIÓN
Las enfermedades, sobre todo las que representaron fenómenos en términos pandémicos y llegaron a producir
una alta mortalidad humana, siempre han llamado la atención de los investigadores en general, y de los
historiadores en particular.
En este breve texto se abordará un tipo de enfermedades, las llamadas “transmisibles” o infecciosas. Quedan
fuera del estudio, entonces, las enfermedades “no transmisibles”. No porque estas últimas no tengan un lugar
destacadoiii, sino porque en toda investigación y exposición de la misma se hace necesaria un recorte del objeto
total.
Tal vez sea el historiador William McNeil (1917-2016) quien haya señalado con mayor contundencia la
importancia de investigar y comprender las enfermedades —puntualmente las infecciosas, las “plagas”—
enfatizando el rol que han tenido en el devenir de la historia. En la introducción de su libro “ Plagas y Pueblos”
(McNeill, 1976) confiesa que la idea central, el eje de ese libro se comenzó a gestar, quizá, 20 años antes,
mientras se hallaba en plena investigación para la publicación de otro trabajo:
Hace cerca de 20 años, investigando para lo que después sería “El ascenso de Occidente”iv (…) leía
sobre la conquista española de México. Como todos saben, Hernán Cortés, comenzando con menos
de 600 hombres, conquistó el Imperio Azteca (…) constituido por millones de habitantes (McNeill,
1976: 1)
Explica que no lo conformaban las hipótesis habituales que pretendían explicar el dominio final de los
españoles, muy inferiores numéricamente, sobre los aztecas. También concedía que, si bien los caballos y
pólvora podían resultar impactantes, en el primer momento, pronto revelaban sus limitaciones. Asimismo,
pensaba que la habilidad de Cortés para aliarse con grupos enemistados con los aztecas fue importante, pero
solo se produjo cuando aquellos avizoraron que la balanza se inclinaría hacia los recién llegados. Hasta que se
topó con una anotación casual —“a casual remark”—, en uno de los relatos de la conquista de Cortés, que
sugería una respuesta a estas cuestiones e interrogantes, permitiendo que comenzara a delinear una hipótesis
que de a poco fue ganando plausibilidad. En la noche en que los aztecas derrotaron al ejercitó de Cortés, en las
afueras de Tenochtitlán, el 30 de junio de 1520 —episodio bautizado luego por los españoles como la “noche
triste”—, una epidemia de viruela se abatía sobre la ciudad-estado, habiendo producido para ese momento gran
cantidad de muertes de mexicas, entre los que se encontraba el propio líder de estos. Esto fue lo que explicaría
que los estos no persiguieran a los españoles, desmoralizados y en retirada, dándoles tiempo para descansar y
reagruparse, reorganizar su fuerza con la ayuda de alianzas con indígenas enemistados con aquellos, y
alcanzar así la victoria definitiva. McNeill destaca las implicaciones psicológicas que debió tener una
enfermedad que mataba solamente indígenas, dejando indemnes a los españoles. Eso podía ser únicamente
explicado en términos sobrenaturales: por el poder superior del Dios de los invasores que no dejaba dudas
acerca de qué “bando” recibía sus favores. Y cada nuevo brote de una enfermedad infecciosa, produciendo el
mismo efecto dantesco una y otra vez, no hacía más que renovar tal convicción. El autor se pregunta por qué
los amerindios no tenían enfermedades propias que afectaran de la misma forma a los conquistadores, y
sostiene que las respuestas tentativas a este tipo de preguntas comenzaron a iluminar una dimensión del
campo de estudio que los historiadores no habían reconocido hasta ese entonces: la historia de los encuentros
de la humanidad con las enfermedades y las consecuencias de largo alcance que sobrevinieron, toda vez que
estos encuentros a través de las “fronteras de la enfermedad” —“disease boundaries”— permitían a una nueva
infección invadir una población que no contaba con inmunidad adquirida hasta ese momento. La historia de la
conquista en México sería seguida pronto por Pizarro y la conquista del Imperio incaico v. “Vista de esta
manera”, explica el autor, “la historia del mundo brinda situaciones paralelas con la de Cortés y México”
(McNeill, 1976: 3). Critica a los historiadores por no haber estado atentos a importantes cambios en los patrones
de enfermedad: “La historia de las epidemias se tornó una provincia de los anticuarios” (McNeill, 1976: 3). El
autor se propone entonces situar “la historia de las enfermedades infecciosas en el campo de la explicación
histórica mostrando como ciertos patrones variables de circulación de la enfermedad han afectado los asuntos
humanos, tanto en tiempos antiguos como modernos (McNeill, 1976: 4).
McNeill propone dos grandes conceptos para el análisis de la historia: microparasitismo y macroparasitismo. El
primero alude obviamente a los gérmenes en general y su acción a través de las enfermedades; el segundo se
refiere a la acción de grandes predadores sobre los nuestra especie, incluidos los propios seres humanos. Y
entre estas ocupa un lugar preponderante las acciones militares de conquista, las invasiones, las guerras.
Describe a su vez de qué manera ambos conceptos se entrelazan. Un ejemplo de ello es su descripción de las
invasiones mongolas a través de Asia, en el S. XIII, por medio de las cuales se diseminó la peste bubónica
hacia China y luego Europa. En China, la combinación de la guerra y la peste produciría durante el S. XIV una
disminución en la población de casi el 50%: de 123 millones a 65, entre principios del S. XIII y finales del S. XIV
(McNeill, 1976: 144). En Europa, la ya conocida epidemia de “Muerte Negra” entre 1346-1350, que produjo una
altísima mortalidad (McNeill, 1976: 148-153).
La idea de “fronteras de la enfermedad” que juega un rol importante en la argumentación del autor, estaría dada
por razones geográfico-climáticas aunque también por las “condiciones de vida civilizada”. En cuanto a la
primera razón, pone como ejemplo la situación de China en donde la región más austral del país (al sur del Río
Yangste), más húmeda y calurosa que la región norte, demoró la ocupación masiva de ese territorio por 5 o 6
siglos a partir del comienzo del dominio de la dinastía Han, a finales del S. III a.c. Según su opinión esto se
debió fundamentalmente a la mayor variedad de gérmenes y parásitos en la región meridional, como por
ejemplo paludismo y esquistosomiasis (Mcneill, 1976: 73-80). Con “condiciones de vida civilizada” el autor hace
referencia a la organización y estructura social requerida para posibilitar una densidad poblacional suficiente
para la transmisión de una enfermedad directamente entre personas, sin necesidad de huésped intermediario; y
que habilita que determinadas enfermedades infecciosas no desaparezcan de la comunidad, permitiendo que
las mismas se transformen paulatinamente en “enfermedades de la infancia” —sarampión, parotiditis, varicela,
etc.— al generar inmunidad en quienes las hubieran padecido. Esto se alcanzó primeramente en comunidades
urbanas y con el tiempo también en las poblaciones agrícolas. Así, estas condiciones generarían un “gradiente
epidemiológico” y una “ventaja epidemiológica” frente a las poblaciones con una menor densidad poblacional, o
con menor o nula exposición previa a estas enfermedades (McNeill, 1976: 43-68).
Es necesario aclarar que, si bien nos valemos aquí del enfoque de este autor por considerarlo útil en términos
heurísticos para el abordaje del tema tratado, no podemos suscribir varias de sus opiniones o puntos de vista.
Si bien escapa a los límites de este texto realizar una crítica pormenorizada de su profunda y sumamente
documentada investigación, es necesario mencionar al menos ciertos aspectos, si se nos permite,
cuestionables, de su enfoque. El autor carece a nuestro entender de un marco de análisis materialista y de un
enfoque de clase social, como por ejemplo al analizar la sociedad griega antigua (McNeill, 1976: 87-88).
Además, son recurrentes algunos planteos de tinte eurocentrista, como cuando se refiere al “descubrimiento del
Nuevo Mundo por Europa” (p. 175); o cuando compara la supuesta supremacía de la medicina europea con
respecto a la asiática entre los siglos XIII y XIII (p. 210); o cuando sostiene que el hecho de que en China y
otras regiones de Asia la práctica de la inoculación con viruela, predecesora en siglos al desarrollo de la
vacunación antivariólica que se atribuye al inglés Edward Jenner hacia fines del S. XIX, fue “cuestión de
prácticas populares y reglas de higiene que los seres humanos han sostenido en todas partes y que han
justificado por medio de una variedad de ingenuos e ingeniosos mitos” (p. 225); asimismo es criticable cierta
visión reduccionista que aparecen en varios momentos del texto, como al hablar de los motivos por los que
África permaneció en la retaguardia en el desarrollo de la civilización con respecto a otras regiones (p. 43), por
citar al menos un ejemplo.

2- EL ORIGEN DE LAS ENFERMEDADES: TIEMPO, LUGAR GEOGRÁFICO, TAXA


Sobre las diversas preguntas acerca de los orígenes, hay dos que atañen al tema que hemos abordado y que
han sido debatidas por largo tiempo, no habiéndose llegado, como era de esperar, a un consenso definitivo.
Están relacionadas entre sí. Una es sobre el origen de la “raza” humana vi o, para decirlo en términos más
precisos y no sesgados ideológicamente, la especie humana. Podría formularse en los términos ya consabidos:
¿cuál fue la “cuna” de la humanidad? La otra cuestión trata sobre el origen de las enfermedades humanas:
¿dónde se originaron las enfermedades? Aquí el término dónde apunta a inquirir tanto por el lugar geográfico
como por el lugar en tanto taxón/taxones en los seres vivos.
Con respecto a la primera, por ejemplo, W.E.B. Du Bois (Du Bois 2008: 11) vii sostenía que fue en el sur de Asia
donde un grupo de “humanos primitivos” comenzaron a diferenciarse en dos direcciones: por un lado surgió el
“Negro primitivo”, que se dispersó por el sur de ese continente y pasó hacia África, donde sobrevivió hasta hoy
en los “reddish dwarfs” —pigmeos— del Centro de África; y por los “Bushmen” —Hombres del Bosque, o
Bosquimanos— del sur de África. Por otro lado, hacia el norte y hacia el este, los hombres primitivos se
diseminaron por el este de Asia, formando el “tipo Mongoloide”. Por último, ya sea por la mezcla de estas dos
primeras variedades o como una prolongación directa del grupo de “humanos primitivos” originario, apareció un
tercer grupo con características intermedias (tamaño del cráneo, tipo de pelo) entre el Negro —primitivo— y el
Mongoloide. Y, agrega Du Bois, todos estos “tipos” entremezclaron su sangre libremente y desarrollaron
variaciones de acuerdo al clima y ambienteviii.
Otros autores han planteado que el lugar originario donde apareció el H. sapiens ha sido África —la hipótesis
“out of África I y II” —, siendo quizá la hipótesis más aceptada en la actualidad. Aquí se encolumnan
historiadores, biólogos (Darwin, 1871)ix, paleontólogos, paleopatólogos, genetistas (Cavalli Sforza 1991, Cavalli
Sforza et al. 1996), entre otros.
Jared Diamond (1999: 36-37) sostiene que nuestras especies animales más cercanas son tres tipos de grandes
primates: el gorila, el chimpancé común, y el chimpancé pigmeo (también conocido como bonobo). El proceso
evolutivo de diferenciación hacia el género homo que defiende este autor es de varios millones de años: hace 7
millones de años, aproximadamente, en África, una población de primates habría comenzado a diferenciarse en
tres grupos. Uno de ellos evolucionó dando lugar a los gorilas de la actualidad, otro a los chimpancés actuales,
y otro a los homínidos hasta llegar a los humanos (Homo Sapiens). La postura erecta se habría logrado hace
aproximadamente 4 millones de años, luego de lo cual habrían comenzado a lograr un incremento del tamaño
del cuerpo y de la caja craneal y del cerebro, hace aproximadamente 2.5 millones de años. En esos
protohumanos pueden ubicarse el Australopitecus Áfricanus, el Homo habilis, y el Homo erectus, este último
con tamaño corporal similar al de los humanos de la actualidad, pero con un tamaño del cerebro de
aproximadamente la mitad. El autor sostiene que de esos 7 millones de años, entre 5 y 6 millones transcurrieron
exclusivamente en África y que el primer antecesor de los humanos en salir de ese continente fueron
representantes del tipo Homo erectus —por ejemplo los fósiles del “Hombre de Java” hallados en la isla de ese
nombre pertenecen a ese grupo—. Hace 1 millón de años, siempre según este autor, los primeros grupos de
homínidos habrían salido de África y se diseminaron primero por el sur y sudeste asiático y luego hacia Europa
—500.000 años atrás—. Las técnicas de datación científica de los restos humanos han logrado identificar
fósiles de Homo Sapiens de cerca de 200.000 años.
Clive Gamble (2019: 16-17) describe 4 métodos o “rutas” para la identificación humana en la “historia profunda”.
La primera de estas rutas es la anatómica: forma y tamaño de los cráneos, que permitió identificar restos del
“Omo Valley”, del norte de Kenia —de 195.000 años—. La segunda es la genética, con tres subtipos: genomas,
por la estimación de edad de último ancestro común entre H. sapiens y H. neanderthalis —de 440.000 años—;
ADN mitocondrial, que identifica el linaje y descendencia de las mujeres —de 200.000 años—; Cromosoma Y,
que identifica la descendencia de los varones —de 156.000 años—. La tercera es la geográfica: restos hallados
fuera de África —>100.000 años—. La cuarta es a partir de artefactos y utensilios: con datación por uranio/torio,
o potasio/argón, o Carbono-14, o luminiscencia ópticamente simulada-LOS —de 400.000 años—.
Preguntarse por la “cuna” de la humanidad tiene sentido aquí pues estamos indagando acerca del rol de las
enfermedades en la historia. Y en esto tiene importancia, obviamente, el momento y forma de surgimiento y
evolución de las mismas en nuestra especie.
Existen dos procesos que han tenido incidencia en el surgimiento de las enfermedades infecciosas Por un lado
la conformación de agrupamientos humanos o comunidades con un número y densidad suficiente de personas
como para que los microorganismos causales sean capaces de subsistir en el tiempo, propagándose e
infectando nuevos huéspedes que no tuvieran inmunidad ante la enfermedad. La mayoría de las enfermedades
infecciosas son zoonosis, es decir que se originaron en otras especies animales —fueran estos salvajes o
domesticados— y en algún momento pasaron, “saltaron”, a la especie humana, siendo también este un terreno
en pleno debate —tanto la especie animal originaria como el momento en que se habría dado tal pasaje—. Así,
por ejemplo, para algunos la viruela podría haberse originado en el ganado bovino, a partir del virus de la Fiebre
Bovina (McNeil, 1976) o en camellos y gerbilinos; aproximadamente hace 3000 o 4000 años (Green, 2017:
496); el sarampión a partir del moquillo que afecta a los perros, y otro tanto para enfermedades originadas en
animales no domesticados.
A continuación resumimos algunos elementos de este proceso, con variables seleccionadas para algunas
enfermedades infecciosas.
Cuadro 1. Lugar de origen de algunas enfermedades seleccionadas y momento posible de su impacto
en humanos
Enfermedad Organismo causal Origen geográfico Origen Primer impacto
zoonótico en humanos
Lepra -Mycobacterium -África* Desconocido 4-5000 años A.P.
leprae
-África*
-Mycobacterium
lepromatosis
Malaria -Plasmodium vivax -África/Asia -Varios Pleistoceno
primates no tardío
-Plasmodium
humanos Holoceno
falciparum -África
temprano
-Gorilas
TBC -Mycobacterium -África* Desconocido 6000 años A.P.
tuberculosis – 4-5000 años A.P.
-Mycobacterium -África
Áfricanus
Viruela -Variola major y Cuerno de África Camellos y 3-4000 años A.P.
minor gerbilinos
Peste -Yersinia pestis -Meseta de Quingai- Transferencia 5000 años A.P.
Bubónica Tibet/Eurasia Central intermitente
desde múltiples
especies.
¿Ratas y otros
roedores?
Sífilis (1) -Treponema pallidum ¿Evolución de otras Desconocido *
treponematosis?
(Pinta y Pian) *
Cólera -Vibrio cholerae Delta del Ganges Ninguno La primer
pandemia
comenzó en
1817
VIH/SIDA (2) -VIH-1 -África Centro -Chimpanzé -1920’s
Occidental occidental
-VIH-2
-África Occidental -Mangabey gris
-1940’s
Notas: *En debate; A.P.: antes del presente.
Fuente: elaboración propia a partir de Green, 2017. Además, en (1): Hackett, 1963, en (2): Pépin, 2013.

3- LA “REVOLUCIÓN NEOLÍTICA” Y SU IMPORTANCIA EN LOS ORÍGENES Y DESARROLLO DE LAS


ENFERMEDADES.

Si África fue la región en donde los primeros homínidos evolucionaron a partir de los primates, dando lugar a su
vez a las distintas variantes del género Homo, eso explicaría el mayor tiempo de contacto e interacción humana
con determinados microorganismos y la mayor adaptación en la coexistencia con estos. Es decir, se habría
llegado a un balance o equilibrio ecológico entre microorganismos, animales, homínidos y humanos. Este sería
el caso, por ejemplo, de enfermedades milenarias como la Fiebre Amarilla: las dos variedades principales de
microorganismos causales son el Plasmodium Vivax y el Plasmodiun Falciparum, que habrían comenzado a
establecerse de manera endémica en poblaciones humanas durante la llamada Revolución Neolítica, hace
aproximadamente 10.000 u 11.000 años, en el momento en que ciertas poblaciones comienzan a producir
alimentos mediante la cría de animales y la domesticación y cultivo de vegetales (Mc Neill 1976; Armelagos &
Harper 2010). Hay que tener presente, de todas formas, que, a medida que se producen avances en nuevos
modelos, diseños y técnicas de investigación las fechas de determinados eventos o hechos que acaso han
encontrado consenso durante algún tiempo, vuelven a ponerse en cuestión y, eventualmente, se modifican.
Algunos autores desafían la idea más o menos extendida de que fue recién durante la llamada Revolución
Neolítica cuando los asentamientos más grandes y densos de poblaciones en un mismo lugar, habilitado por la
agricultura y la cría de animales, generaron las condiciones posibles para que se produjera la transmisión de
ciertas enfermedades, como por ejemplo el Paludismo y otras “enfermedades de masas” —“crowd diseases”—.
Sostienen que el impacto del paludismo en poblaciones humanas en África, comenzó bastante tiempo antes de
lo habitualmente reconocido y aceptado, basándose en información aportada por estudios genéticos sobre
características biológicas de poblaciones que habitaron regiones de África x. Otros autores, si bien reconocen a
África como lugar de evolución de los homínidos hasta el H. Sapiens, subrayan la importancia de Eurasia como
el lugar donde se habría dado por primera vez la domesticación y cultivo de plantas y animales (Diamond, 1999:
Cap. 5)xi.
De todas maneras, parece haber acuerdo acerca del hecho de que en el período antedicho se dieron cambios
en el nivel de la salud humana y que muchas de las enfermedades que posteriormente se transformaron en
endémicas o que han producido grandes epidemias y mortalidad, aparecieron o impactaron en nuestra especie
recién en ese momento.

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477-493). Cambridge: Cambridge University Press.
Woodburn, J. (1982). “Egalitarian societies”. Man, 17(3): 431–451. Disponible en:
http://web.mnstate.edu/robertsb/380/egalitarian%20societies.pdf
Wolf, E. (2006). Europa y la gente sin Historia. México: Fondo de Cultura Económica.
Wolfe, N., Panosian, C. & Diamond, J. (2007). “Origins of major human infectious disease”. Nature , 447: 279–
283. Disponible en: https://www.nature.com/articles/nature05775
Worldometers. https://www.worldometers.info/coronavirus/
i

Notas

Como parte de las actividades de extensión del año 2020 organizadas por la Cátedra de Historia de Asia y África II —Escuela de Historia
de la UNR, a cargo del Prof. Ramiro de Altube—, el 5 de noviembre se llevó a cabo un encuentro de trabajo con la materia electiva Salud
Pública: aspectos históricos, epistemológicos, metodológicos. Perspectivas y debates actuales, de la Fac. de Cs. Médicas, UNR (dictada
entre los años 2012 y 2019). Mi intervención consistió en una exposición cuyo tema fue “El impacto de las enfermedades en la historia de la
humanidad. La importancia de un abordaje interdisciplinario", la cual fue seguida de un rico debate. Y a la sazón fue el incentivo para
escribir este texto.
ii
El 30/1/2020 la Organización Mundial de la Salud [OMS] define a la enfermedad causada por el SARS-CoV-19 (COVID-19) como una
“emergencia de salud pública de preocupación internacional”. El 11/3/20 la caracteriza como una pandemia (OMS, 2020).
iii
De hecho, las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) representan, según las estadísticas e información oficial (OMS), una
proporción mayoritaria y creciente de las causas de mortalidad a nivel mundial. Aunque este crecimiento es diferente según el grado de
“desarrollo” de cada país, siendo incluso diferencial según sector poblacional o clase social —esta “variable”, imprescindible si se quiere
comprender el verdadero estado sanitario de una población suele ser desestimada en las investigaciones epidemiológicas y los sistemas de
información—, al interior de cada país. En algunos países este cambio comienza a darse en el S. XIX —y aún ya en el S. XVIII—, mientras
que en otros en el S. XX. La cuestión acerca de la predominancia del tipo de enfermedades en una población es un tema sumamente
importante, pero escapa a los límites de este trabajo.
iv
“The Rise of the West: A History of the Human Community”, publicado por primera vez en 1963.
v
Es probable que la observación casual a la que aludía McNeill haya sido aprovechada por Jared Diamond (véase más adelante) quien le
dedicó el capítulo 3 de su libro “Gérmenes, armas y acero”, a la conquista del imperio incaico por los españoles, describiendo el
“enfrentamiento en Cajamarca” (Diamond, 1999: 67-81). Pero mientras McNeill explica el triunfo español principalmente a partir del rol
jugado por la enfermedad, Diamond lo hace a partir de la superioridad tecnológica (armas, barcos) y la posesión del idioma escrito, que les
permitía contar con mejor información sobre la situación del imperio que pretendían domeñar.
vi
Ver Blumembach, 1865: 264-276. Sobre el “riguroso” basamento que ofrecía Blumembach para fundamentar porqué la variedad
“caucásica” era la mejor de las cinco —las otras eran: americanos, malayos, mongólicos y etíopes—, véase especialmente p. 269, nota al
pie. A partir de dicha fundamentación, el término raza se convierte en un categoría científica (Krieger, 2011: 86-88).
vii
La primera edición de esta obra es de 1915.
viii
Du Bois fue tal vez el primero de una serie de autores en señalar que los egipcios habían sido una población negra. O tal vez sería más
conveniente decir “mulata”. En efecto, Du Bois afirmaba que “desde los tiempos prehistóricos hasta la actualidad África es (…), ante todo, la
tierra de los mulatos [al igual que lo fue] la temprana Europa y Asia” (2008: 12). Y que en esta dos últimas regiones este tipo mulato luego
se “blanqueó” debido al clima, mientras que en África se oscureció (2008: 12). Lo seguirían luego en esta tesis varios autores: Cheik Anta
Diop, Martin G. Bernal, entre otros. Diop (1974) defendía tajantemente, además, la tesis monogenista: la idea de un origen único y un
descenso común para todos los humanos, confrontando el poligenismo que propugnaba un origen multicéntrico. Este debate tiene un claro
sustento ideológico y consecuencias políticas: las tesis del poligenismo han servido no pocas veces para defender las diferencias entre
“razas”, diferencias no necesaria y únicamente fenotípicas sino incluso biológico-genéticas —estado de salud, resistencia a la enfermedad,
índice intelectual, etc.—.
ix
En un apartado titulado “Cuna y antigüedad del hombre” (Darwin 1971: 109-111) sostiene que “es probable que nuestros ancestros
primitivos hayan vivido primitivamente en el continente africano.” Y defendiendo la idea de que el hombre “desciende de una forma inferior”
de la contra-argumentación, dado el “notable vacío que separa al hombre de sus más inmediatos vecinos” —es decir, acerca de la ausencia
de especie/s intermediaria/s entre el humano y los primates vivientes—, afirma que en el futuro “(E)l vacío que se encuentra hoy entre el
hombre y los monos entonces habrá aumentado [y] se extenderá desde la raza humana (…) a alguna de mono inferior (…) en lugar de
estar comprendido, como en la actualidad, entre el negro o el australiano y el gorila.” (pp. 109-111. Énfasis agregado).
x
Véase Webb (2017), quien sostiene que la “presión malárica” ya era importante en el período medio de la Edad de Piedra, entre 20.000 a
40.000 años a.c., mucho ante s de producirse los asentamientos de poblaciones agricultoras en África, según evidencia genética de
mutaciones producidas por la presencia de P. vivax —antiantígeno de Duffy— y P. Falciparum —células falciformes—.
xi
Fundamentalmente la región sudoccidental de Asia, lo que se denomina “el creciente fértil”, así como algunas regiones de China. Lo
mismo que con McNeill, los argumentos de Diamond no están exentos de crítica, si bien no podemos extendernos aquí en la misma. Solo
apuntaremos que en el fondo su argumento se basa en una especie de determinismo geográfico que deja poco espacio para que entren en
juego los cambios producidos por la acción humana mediados inevitablemente a través de la lucha de clases con intereses opuestos, y los
efectos ecológicos particulares de cada modo de producción a lo largo de la historia.

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