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“Año del diálogo y la reconciliación nacional”

TEMA: MEDICINA HOMERICA


PRE-TÉCNICA DE LA CULTURA GRIEGA

LIMA - PERÚ
UNFV - FMHU GRUPO PARACAS

ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN .............................................................................................................................2
2. LA CIENCIA DEL MUNDO GRECORROMANO: ......................................................................2
2.1. EPOCA HELENA HELENISTICA-ROMANA ......................................................................2
2.2. PENSAMIENTO PRESOCRATCO MEDICINA: PHYSIS COSMOS, DOXOGRAFIA
MEDICA.................................................................................................................................................6
2.3. MEDICINA HIPOCRATICA CORPUS HIPOCRATICO .....................................................9
2.4. MEDICINA PHYSIOLOGIA, ANTROPOLOGIA .............................................................. 11
2.5. DIAGNOSTICO, TRATAMIENTO, MEDICINA SOCIAL ................................................ 19
2.5.1. Diagnostico....................................................................................................................... 19
2.5.2. Tratamiento....................................................................................................................... 19
2.5.3. Medicina Social ............................................................................................................... 19
3. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS: ........................................................................................ 26

HISTORIA Y TENDENCIAS DE LA MEDICINA 1


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1. INTRODUCCIÓN
2. LA CIENCIA DEL MUNDO GRECORROMANO:
2.1. EPOCA HELENA HELENISTICA-ROMANA

En el mundo helenístico consecutivo al Imperio de Alejandro Magno, el


escenario central de la medicina racional se trasladó de las ciudades griegas
de la metrópoli, Asia Menor y el sur de Italia a las cortes de los nuevos reinos y
muy especialmente a Alejandría, capital del Egipto ptolemaico.

Las nuevas circunstancias políticas,


sociales y económicas permitieron
que la medicina y sus saberes
básicos se cultivaran en un
ambiente y con unos medios
inéditos. El cambio puede
simbolizarse en la fundación en
Alejandría hacia el año 280 a.C. por
Ptolomeo I Soter del Museum, gran
institución docente e investigadora
que llegó a albergar un centenar de
científicos de todas las materias,
espléndidamente mantenidos por
los monarcas lágidas. Creado para
contrarrestar el influjo de las escuelas atenienses de ideología antimonárquica,
su inspirador fue Demetrio de Fáleron, miembro del Liceo, lo que explica que
su orientación dominante fuera aristotélica.

Cercana al Museum estaba la biblioteca de Alejandría, asimismo fundada por


Ptolomeo II Filadelfo. Llegó a tener varios centenares de miles de volúmenes y
se convirtió en el gran centro bibliográfico del mundo helenístico, pesando
decisivamente sus copistas en las formas de producción de libros. De las
instituciones culturales existentes en las demás capitales helenísticas
recordaremos únicamente la biblioteca de Pérgamo, fundada durante la
primera mitad del siglo II a.C. por Eumenes II y principal rival de la alejandrina.

La filología, la erudición y áreas científicas como las matemáticas, la


astronomía, la geografía y la mecánica alcanzaron entonces un brillante
desarrollo que, en el terreno del saber médico, se manifestó basado en
disecciones de cadáveres humanos. Por otra parte, conviene destacar que en
Alejandría, tal como afirma F. Kuldlien, la medicina griega se convirtió en la
medicina del mundo conocido de forma paralela a lo que ocurrió con la lengua
griega, que llegó a transformarse en idioma cosmopolita.

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La primera fase de la medicina alejandrina, correspondiente al siglo III a.C, es


la que mejor se adapta por su orientación revolucionaria a lo que L. Edelstein
ha llamado progresismo helenístico.

Estuvo encabezada por dos grandes figuras: Herófilo de Calcedonia y


Erasístrato de Ceos. Como hemos adelantado, Herófilo era el principal
discípulo de Praxágoras de Cos. Asumió la tradición de esta escuela y las
ideas de su maestro desde la perspectiva de la filosofía escéptica de su
contemporáneo Pirrón de Elis, lo que explica muchas de sus posturas
antihipocráticas y antiaristotélicas. Su obra anatómica significó, junto a la de
Erasístrato, una auténtica revolución.

Mediante observaciones en cadáveres humanos describió las meninges, los


plexos coroideos, la confluencia de los senos venosos que hoy seguimos
llamando prensa de Herófilo y el cuarto ventrículo. También distinguió las tres
membranas oculares, anotó la diferencia entre la pared arterial y la venosa y
precisó el conocimiento de los aparatos digestivo y genital del sistema
vascular. Términos actuales como calamis scriptorius, retina y duodeno fueron
acuñados por él.

Como patólogo y clínico, su adscripción al escepticismo le hizo rechazar la


interpretación especulativa y finalista de la physis y destacar la importancia de
la observación de los síntomas y de las causas próximas de las enfermedades.
Esta actitud puede ejemplificarse en el hecho de que intentaba contar la
frecuencia del pulso con un reloj de agua.

Erasístrato era discípulo de Crisipo, una de las más destacadas personalidades


de la escuela de Cnido a finales del siglo IV a.C. Le influyeron algunos
planteamientos cnidios, como la tendencia a interpretar las enfermedades de
modo localicista, pero su mentalidad fue más la de un científico que la de un
médico práctico. Del ambiente del Cnido tardío procedía asimismo su interés

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por el atomismo de Demócrito, que asoció con las ideas de Estratón, sucesor
de Teofrasto en la dirección del
Liceo y autor de importancia
central en la física antigua.
Como hemos dicho, su obra
anatómica fue tan
revolucionaria como la de
Herófilo.
Entre sus contribuciones
figuran la descripción de las
circunvoluciones cerebrales y
del cerebelo, la distinción de
los nervios sensitivos y
motores, el conocimiento de las
arterias bronquiales y de las
válvulas cardíacas, así como
de los vasos quilíferos, que no
serían redescubiertos hasta el
siglo XVII. También perfeccionó
la descripción de la epiglotis,
acabando con la idea de que los líquidos ingeridos llegan a los pulmones para
ser refrigerados, y formuló conceptos morfológicos tan importantes como el de
parénquima y el de un sistema vascular intermedio entre arterias y venas. Por
otro lado, aplicó las ideas físicas de Estratón a la interpretación mecánica de
las enfermedades, aunque sin romper como Herófilo con la visión finalista de la
physis. Por ejemplo, concibió la digestión como un proceso mecánico y afirmó
que el exceso de alimentación conducía a la plétora venosa; esta última tenía
como posible consecuencia la inflamación, que redujo a un trastorno mecánico
vascular y que consideró base a su vez de la fiebre y de la aceleración del
pulso.

La mentalidad atomista y localicista de Erasístrato le condujo a realizar


indagaciones anatomopatológicas que tuvieron hallazgos como la
comprobación del endurecimiento del hígado en las ascitis. Las posturas
profundamente renovadoras del Herófilo y Erasístrato no tuvieron continuidad.
Sus obras sirvieron de base a escuelas que perduraron durante varios siglos,
pero de inequívoca orientación escolástica. Esta trayectoria ha de situarse en
las condiciones sociopolíticas y culturales que determinaron lo que E. R. Dodds
ha llamado miedo a la libertad intelectual, que frustró lo que hubiera podido ser
una evolución progresiva de la ciencia y la medicina helenísticas. Contrapunto
del escolasticismo fue el movimiento empírico, cuya principal característica fue
la reacción contra la fundamentación cientificonatural de la medicina propuesta
por Herófilo y Erasístrato. Uno de sus principales fundadores fue Filino de Cos,
discípulo de Herófilo, que rompió frontalmente con las ideas de su maestro,
utilizando como arma negativa el mismo pensamiento escéptico de Pirrón, que
a éste le había servido de presupuesto. Otra destacada figura inicial fue

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Serapión de Alejandría, al parecer una generación más joven que Filino y que,
como dice Kudlien, representa el ambiente de la gran urbe helenística en la
constitución de la nueva escuela. La reacción de los empíricos se dirigió
primordialmente, como es lógico, contra la indagación anatómica en cadáveres
humanos o en animales.

Presentaron la disección de cadávares humanos como algo repugnante y


envilecedor, al mismo tiempo que pretendían invalidarla como método,
afirmando que las condiciones en ellos eran totalmente distintas a la de los
cuerpos vivos, argumento que se reiteraría después como un tópico hasta los
primeros tiempos modernos. Por otro lado, rechazaron asimismo toda
explicación casual. Glaucias de Tarento, un miembro de la escuela del siglo II
a.C, cifró los únicos recursos válidos en el trípode integrado por la empiria
(observaciones propias), la historia (lectura de observaciones ajenas) y la
analogía (inferencia a partir de la semejanza). Bajo la influencia de los
postulados empíricos, en ocasiones combinados con las ideas de los herofíleos
o de los erasistráticos, durante los siglos II y I a.C. se cultivó especialmente la
farmacología y la toxicología, la cirugía y el comentario filológico de los textos
hipocráticos de contenido clínico y quirúrgico. El método analógico se aplicó de
modo especialmente claro en el estudio
de los fármacos y los venenos. En este
campo, la principal figura fue Crateuas,
médico de Mitrídates III, rey del Ponto.

Su tratado de materia médica y su


compendio sobre plantas medicinales
ilustrado con figuras influyeron
poderosamente en las monografías
posteriores acerca del tema, entre ellas,
la de Dioscórides. Como toxicólogo
destacó asimismo Nicandro de Colofón,
autor de una obra sobre los síntomas y
el tratamiento de las mordeduras de
serpientes y de diversos animales
venenosos (Theriaca) y de otra acerca
de los principales venenos y sus antídotos (Alexipharmaca). A diferencia de la
inmensa mayoría de los textos médicos alejandrinos, de los que sólo nos han
llegado fragmentos, ambas se han conservado completas, habiendo sido
editadas, traducidas y comentadas en numerosas ocasiones durante el
Renacimiento. La cirugía hubiera podido ser la principal beneficiaría de la
fundamentación de la medicina en el saber anatómico, especialmente si se
asociaba a las ideas localicistas y solidistas de Erasístrato. De hecho, este
autor formuló una auténtica utopía quirúrgica, llegando a intentar el tratamiento
del hígado endurecido de los ascíticos con medicamentos emolientes aplicados
sobre la superficie hepática tras practicar una laparotomía, operación que
naturalmente fracasó. Sin embargo, la cirugía helenística se desarrolló

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fundamentalmente de acuerdo con los planteamientos empíricos. Filóxeno de


Alejandría, autor en la transición de los siglos II a I a.C. del primer tratado de
cirugía operativa conocido, era un ecléctico que combinaba el empirismo y
algunas concepciones de Erasístrato, pero todos los demás cirujanos de estas
centurias de los que tenemos noticia parecen ser empíricos ortodoxos. Aunque
sus textos se han perdido, a través de Celso y otros testimonios conocemos el
importante avance que consiguieron en el tratamiento de las fracturas,
luxaciones y hernias, en la aplicación de vendajes y en procedimientos
operatorios como la extracción de cálculos urinarios o el batimiento de las
cataratas.

Por otro lado, hay que situar también entonces el punto de partida de la
separación de las ocupaciones de médico y de cirujano. Junto a los cirujanos
trabajaron en Alejandría y otras ciudades helenísticas los artesanos llamados
organikoí, que fabricaban los complejos y muchas veces lujosos instrumentos
quirúrgicos de esta época que la investigación arqueológica ha dado a conocer.
Los empíricos acabaron de mitificar la figura de Hipócrates, a quien llamaban
habitualmente el más divino de los médicos. Las observaciones ajenas de las
que hablaba el trípode de Glaucias de Tarento fueron en la práctica
principalmente las contenidas en los textos clínicos y quirúrgicos del Corpus
Hippocraticum. No resulta extraño que se escribieran numerosos comentarios
sobre los mismos que nada tenían que ver con la lectura crítica de Herófilo y
Erasístrato, ya que se limitaban a la mera aclaración de los términos. Este
género, que tuvo una larga pervivencia hasta los primeros siglos modernos,
puede ejemplificarse en el comentario de Apolonio de Citio, empírico del siglo I
a.C., al tratado hipocrático Sobre las articulaciones. Aparte de parafrasear el
contenido del texto, Apolonio lo ilustró con figuras, razón por la cual fue
copiado este comentario por un médico bizantino del siglo IX, llegando a ser
otra de las escasas obras médicas alejandrinas que se conservan completas.

2.2. PENSAMIENTO PRESOCRATCO MEDICINA: PHYSIS COSMOS,


DOXOGRAFIA MEDICA
2.2.1. PHISIS COSMOS

INTRODUCCIÓN
La mayor parte de las reelecciones de los filosos presocráticos
versan sobre la physis, que era el término griego de naturaleza. Es
así que ellos tratan de entender la realidad a través de un principio
(arché) o en el caso de los pluralistas, de unos pocos principios. Este
principio puede ser agua, aire, fuego, varios elementos, números o
átomos. Pero en todo caso principios naturales, producto de la
observación o la reflexión, pero ajeno ya a cualquier elemento
sobrenatural, mágico o religioso. Los milesios, los eleatas, Pitágoras,
Empédocles o los atomistas, influyeron notablemente en los

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primeros médicos, siendo algunos, como en el caso de Empédocles,


ambas cosas. Los médicos griegos heredan ciertas actitudes
filosóficas de los presocráticos, que mediante el razonamiento
pretenden alcanzar un conocimiento riguroso como un saber
aplicado a la naturaleza. Lo que les lleva a una idea fundamental:
que la enfermedad es un fenómeno natural
IDEA DE LOS CUATRO ELEMENTOS
La idea de los cuatro elementos básicos (agua, aire, fuego y tierra)
influyó en el desarrollo de la teoría de los humores. Los cuatro
humores orgánicos sirven de base para interpretar las
enfermedades. Cada uno de los cuatro elementos está caracterizado
por una cualidad especifica (humedad, sequedad, calor, frío) y
además que los elementos opuestos deben conservar un equilibrio
para mantener la salud. Todos los fluidos orgánicos están
compuestos, en proporción variable, por sangre (caliente y húmeda),
flema (fría y húmeda), bilis amarilla (caliente y seca) y bilis negra
(fría y seca).Cuando estos humores están en equilibrio el cuerpo
tiene salud, pero hay exceso o defecto de alguno de ellos, entonces
se produce la enfermedad. El cambio en las proporciones de los
humores puede estar causado por factores externos o internos.
Cuando hay un cambio el organismo reacciona y, o bien, acaba con
el desequilibrio del humor que provoca la alteración o el organismo
muere. La eliminación de los humores puede observarse durante la
enfermedad (sangre, flema o moco de la nariz, vómitos, materias
fecales, orina, sudor), y la afección normalmente desaparece con la
expulsión del sobrante. Otra aportación fue la clasificación de los
individuos en función de la proporción propia de los cuatro humores
en: flemáticos, melancólicos, coléricos o sanguíneos. Las escuelas
médicas de esta época destacan por su cantidad y por su variedad,
entre las más conocidas están las de Mileto, Efeso, Crotona, Cnido y
Cos.
PITÁGORAS
Pitágoras fue un matemático y filósofo del siglo -VI a. que fundó una
escuela en Crotona, en el sur de Italia, que se conoce como escuela
pitagórica, de gran influencia posterior. La terapia pitagórica estaba
basada en la higiene, los ejercicios corporales y el empleo de la
música como remedio que servia para purificar sus facultades
psíquicas uniendo el cosmos y el hombre. La dieta que tiene como
objeto mantener la armonía de cuerpo y alma. La salud se encuentra
en el justo medio, en la medida equilibrada de las cosas. Concebía
la salud, tanto psíquica como física, como una armonía de los
componentes del cuerpo anticipándose en cierta manera a algunos
de los pensamientos de Hipócrates. El cosmos era para él una vasta

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relación armónica hecha de pequeñas relaciones sucesivas que,


cuando se juntaban, formaban la armonía cósmica audible sólo para
iniciados como él. La música no era considerada diversión, ya que
era el centro del culto de los dioses. En la educación era usada
como enseñanza moral, puesto que actuaba como freno de las
partes físicas y agresivas del alma.El hombre era un microcosmos
en el que el alma aparecía como la armonía del cuerpo. En este
sentido, entendían que la medicina tenía la función de restablecer la
armonía del individuo cuando ésta se viera perturbada, y, siendo la
música instrumento por excelencia para la purificación del alma, la
consideraban, por lo mismo, como una medicina para el cuerpo.La
salud para Pitágoras implicaba toda una serie de normas higiénicas
algunas basadas en tabúes como la prohibición de consumir
animales. Al lado de estas prescripciones dietéticas estaban los
misteriosos preceptos sobre las comidas.

EMPÉDOCLES
Empédocles nació en Agrigento, Sicilia, alrededor del año -495 ;
Escribió dos poemas filosóficos “Sobre la naturaleza” y “Las
Purificaciones”, de los que se conservan algunos fragmentos,
también escribió un tratado de medicina del que no se conserva
nada.Los filósofos milesios habían explicado los procesos de
generación y corrupción recurriendo a cambios cualitativos de una
sola sustancia, Empédocles, en cambio recurre a diferentes
elementos. Expone una pluralidad de principios o raíces como los
llama él, tomando el agua de Tales, el fuego de Heráclito, el aire de
Anaxímenes y añadiendo la tierra. Empédocles plantea además otra
cuestión fundamental: que estos principios o raíces están sometidos
a dos causas eficientes, mediante las cuales pretenden explicar el
movimiento (generación y corrupción) en el mundo, el Amor que las
une, y el Odio que las separa. Todo va bien cuando hay equilibrio.
Este planteamiento se encuentra en el poema “Sobre la Naturaleza”.
Esta teoría es importante también porque hace una distinción entre
materia y fuerza, lo que marca el origen de un dualismo. Para
Empédocles la realidad es el resultado de la combinación de esos
cuatro elementos originarios, la realidad que captamos es el
resultado de la mezcla de dichos elementos. La generación es
agregación o mezcla de elementos y la corrupción es su separación.
Empédocles planteó el concepto de enfermedad de acuerdo con
su teoría, es decir, como expresión de un desequilibrio en la
armonía de los cuatro elementos: agua, fuego, aire y tierra,
provocada por el exceso o defecto de alguno de estos elementos.

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Freud, en su obra “Análisis terminable e interminable” considera a


Empédocles como un antecedente de su pensamiento dualista: eros
y tánatos: "La teoría de Empédocles que merece especialmente
nuestro interés es la que se aproxima a la teoría psicoanalítica de los
instintos, tanto que nos veríamos tentados de mantener que las dos
son idénticas si no fuera por la diferencia de que la del filósofo griego
es una fantasía cósmica, mientras que la nuestra reclama además
una validez biológica...".
DEMÓCRITO
El siguiente paso lo dan los atomistas Demócrito, Leucipo y mas
tarde Epicuro y Lucrecio, aportando la idea de que todo está
compuesto de átomos y vacío, ahondando en la eliminación de
cualquier explicación sobrenatural. Demócrito relativiza la validez del
conocimiento y afirma que las cualidades sensibles, como los
colores, olores, sabores, etc., carecen de auténtica objetividad,
manteniendo la distinción entre cualidades primarias (objetivas) y
cualidades secundarias (subjetivas).
En el aspecto epistemológico, Demócrito manteniendo un cierto
escepticismo, apreciable en frases como: “no es posible llegar a
saber qué es en realidad cada cosa”, o “no conocemos nada en
realidad, ya que la verdad yace en el fondo de un profundo abismo”.
Consideró que el conocimiento sensorial era un “conocimiento
oscuro” y que las cualidades sensibles de los cuerpos son
reacciones de nuestra sensibilidad a las propiedades de los átomos:
“En nuestra creencia existe lo dulce y lo amargo, lo caliente y lo frío,
y así también existe el color, pero la realidad es que sólo hay átomos
y vacío”.
Átomos y vacío son lo único real. Todo lo demás es convención u
objeto de opinión. Las diferencias que existen entre los átomos son
las que permiten explicar las diferencias que existen entre las cosas,
y son tres: figura, orden y posición. Estos elementos básicos del
mundo físico son infinitamente numerosos y presentan una variedad
infinita de figuras y tamaños, están el movimiento constante.

2.3. MEDICINA HIPOCRATICA CORPUS HIPOCRATICO

Es la medicina de la Antigua Grecia, recogida en el Corpus


Hippocraticum, que es un conjunto de escritos donde se recopila la

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experiencia de los seguidores de Hipócrates, que fue el médico más


famoso de esa época.

Hipócrates de Cos, nacido en 460 a C, médico por tradición familiar,


alcanzó gran fama por su actuación como médico. Valiéndose de los
conocimientos de las escuelas médicas de la época, supo diferenciar lo
que era atribuido a las “divinidades” de lo observacional, destacando en
numerosos aspectos de la medicina que, en la actualidad siguen siendo
la base de esta. Los conocimientos de Hipócrates fueron recopilados por
diversos autores en el Corpus Hippocraticum, que desde su primera
traducción al latín fue luego traducido a otras lenguas, siendo estudiado
por numerosos autores.
La escuela hipocrática sostuvo que la enfermedad era el resultado de un
desequilibrio en el cuerpo de cuatro humores (sangre, bilis negra, bilis
amarilla y flema). Según los médicos hipocráticos, estos fluidos se
encontraban en las personas sanas en una proporción semejante.
Cuando los humores se desequilibraban el individuo enfermaba y
permanecía en este estado hasta que se recuperaba el equilibrio.
Clasificó las enfermedades en agudas, crónicas, endémicas y
epidémicas.
La Medicina hipocrática destacaba por su profesionalidad, con una
disciplina y práctica rigurosa. Daban mucha importancia a la
observación e inspección clínica y hacían registros documentados de
sus pacientes.
El enfoque terapéutico se basaba en el poder curativo de la naturaleza
Según este enfoque el cuerpo tendría el poder de sanarse (physis) y
cuidarse. Así, la terapia hipocrática se centraba en muchas ocasiones en
facilitar este proceso natural. A este respecto, daban gran importancia al
reposo e inmovilidad, la higiene del paciente, etc., y eran bastante
reacios a administrar drogas o a prescribir tratamientos especializados.
Esta terapéutica pasiva solía tener éxito en trastornos leves, fracturas,
etc., pero no tanto en otros más graves.

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La Medicina hipocrática desarrolló aspectos clínicos de relevancia como


las causas de las enfermedades, el diagnóstico clínico y el pronóstico.
Dentro de la clínica son suyos los conceptos de crisis, fiebre (pyrexia),
discrasia (mala mezcla), acropaquia (dedos hipocráticos), facies
hipocrática, risa sardónica o hipocrática, exacerbación, recaída,
resolución, paroxismo, convalecencia, etc.
Dieron importancia a la alimentación, que debía de adaptarse según el
clima y la estación del año, de modo preventivo y curativo.
A nivel de ética y deontología profesional son pioneros. El Juramento
hipocrático se recoge una serie de recomendaciones morales que los
médicos debían de acatar antes de ejercer la profesión.

Laín Entralgo, P. La medicina hipocrática

2.4. MEDICINA PHYSIOLOGIA, ANTROPOLOGIA


2.4.1. MEDICINA PHYSIOLOGIA
Tanto por su forma como por su contenido, nada más dispar que los
escritos del C. H. Difieren entre sí por su fecha, por la orientación de
su pensamiento «fisiológico», por la escuela médica de que
proceden, por el tema que preferentemente estudian -etiología,
pronóstico, cirugía, anatomía, dietética, medicina interna,
ginecología, deontología, etc.-, por la especie literaria a que por su
intención y su estilo corresponden, por su lenguaje. Pero no parece
imposible trazar el cuadro de lo que enlaza y solidariza a todos ellos,
bajo tantas diferencias particulares.
Tengamos en cuenta, en primer término, los dos más genéricos
rasgos comunes de sus autores: son, por una parte, griegos
antiguos; son a la vez, por otra parte, médicos posteriores a la
creación de la physiología presocrática. En cuanto griegos de los
siglos V y IV, tienen la conciencia de que su medicina es diferente de
las demás y esencialmente superior a ellas; todos hubieran hecho
suya la complacencia con que Heródoto relata el triunfo que obtuvo
Democedes sobre los médicos egipcios de la corte de Darío,

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precisamente por haber usado «remedios helénicos». Dando


expresión médica al peculiar modo de ser hombre de que nació la
cultura helénica y helenizando los préstamos tomados de sus
vecinos, la medicina hipocrática constituye el verdadero punto de
partida de toda la medicina occidental, y por tanto de la nuestra.
Varias son las notas con que los médicos hipocráticos manifestaron
la condición griega de su mente. Ante todo, su común actitud frente
a la realidad del mundo: la curiosidad constante de los sentidos y de
la inteligencia, el espíritu de observación, la tendencia a la
explicación racional de lo visto y observado. Por otra parte, la gran
libertad con que cada autor expresa sus opiniones personales y la
posible discrepancia entre ellas y las restantes. En tercer lugar, el
gusto de todos ellos por la expresión verbal, aunque el estilo literario
con que escriben no sea siempre elegante; finalmente, la visible sed
de prestigio social que en todo momento opera en sus almas
(Edelstein). Si se la quiere entender con alguna precisión histórica, lo
primero que debe decirse de la medicina hipocrática es que fue
radicalmente griega.
Pero bajo esos diversos caracteres, otro más importante y
fundamental da su unidad profunda a los escritos del C. H.: todos, en
efecto, fueron compuestos por médicos que de un modo o de otro
habían recibido en su mente el impacto de
la physiología presocrática. La medicina del C. H. es
«hipocrática lato sensu» en cuanto que es «fisiológica»; es decir, en
cuanto que próxima o remotamente reposa sobre la idea de
la physis que durante los siglos VI y V habían elaborado los
pensadores de Jonia y la Magna Grecia. Vamos a verlo examinando
los rasgos principales de la idea hipocrática de la physis y mostrando
luego cómo los autores del C. H. entendieron el conocimiento y el
gobierno de ella.

 IDEA HIPOCRÁTICA DE LA «physis»

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El primero y más importante de los conceptos de la medicina


hipocrática es el de physis o naturaleza. Los pensadores
presocráticos, desde Tales de Mileto hasta Demócrito, han
enseñado que la physis es el fondo universal de donde nace cuanto
hay. La physis es el principio radical, la sustancia primigenia,
originante y fundamental de la realidad visible e invisible, la fuente
inagotable de todas las cosas; por tanto, «lo divino» (tò theion),
porque «para las antiguas religiones politeístas, ser divino significa
ser inmortal, con una inmortalidad que se deriva de un inagotable
caudal de vitalidad» (Zubiri).
No es difícil advertir cómo en todos los escritos del C. H. opera,
dándoles su fundamento intelectual, esta idea presocrática de
la physis. Metódicamente expuestas, he aquí las cinco notas
principales de la visión hipocrática de la Naturaleza:
1. Universalidad e individualidad. Todas las cosas tienen
su physis propia: los astros, las partes del mundo, los vientos, las
aguas, los alimentos, los medicamentos, el hombre en cuanto tal -
la physis humana-, el cuerpo, el alma, las distintas partes del cuerpo,
cada uno de los individuos humanos, los diversos modos típicos de
ser hombre, las enfermedades, los animales. Todas las cosas, por
otra parte, componen, juntándose entre sí, la physis universal, la
Naturaleza. Por eso el autor del libro I de las Epidemias distingue
entre «la común physis de todas las cosas» y «la physis propia de
cada cosa»
2. Principialidad. La physis es el «principio» (arkhē), no sólo de
todo lo que hay, sino de cada una de las cosas que existen. «No es
posible conocer la naturaleza de las enfermedades, objeto de los
descubrimientos del arte, si no se conoce la Naturaleza en su
indivisión, según el principio desde el cual ella se diferencia», se lee
en Sobre las vírgenes - Principio de la realidad y, como
consecuencia, principio del conocimiento: «[...] la physisdel cuerpo
es el principio de la razón en medicina», se afirma en Sobre los
lugares en el hombre. Esta principialidad de la physis no tiene sólo

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carácter fundamentante, posee también carácter


originante: physis es un sustantivo procedente del verbo phyein, que
significa nacer, brotar o crecer. Así se explica que Sobre la
naturaleza del niño sea ante todo un tratadito de embriología.
3. Armonía. En su apariencia y en su dinámica, la physis es
armoniosa: tiene armonía y la produce. Es, por tanto, táxis (orden) y
se realiza como kósmos (aderezo, orden bello). «Los dioses han
dispuesto en buen orden (en kósmos) la naturaleza de todas las
cosas», dice Sobre la dieta. Un útero sano es un útero en kósmō
Heredando un profundo pensamiento de Anaximandro, los médicos
hipocráticos darán un sentido cósmico a la idea ética y política de la
justicia (díkē), llamarán «justa» o «justísima» a la physis y usarán
como sinónimos los términos «justo» y «natural». Sobre este
fundamento debe entenderse la matizada actitud de aquéllos frente
a uno de los temas centrales del pensamiento griego del siglo V, la
relación entre lo que en el mundo es naturaleza (physis) y lo que en
él es convención humana o ley (nómos). El nómos coopera a la
perfección de la physis cuando es adecuado a la «justicia» de ésta, y
tal sería en su fundamento la razón de la superioridad de los
europeos sobre los asiáticos (Aires, aguas y lugares); pero hay
casos en que las convenciones de los hombres pueden oponerse al
buen orden de la physis.
La Naturaleza, en suma, es armoniosa y produce armonía; por esto
es sanadora («las naturalezas -la physis de cada enfermo- son los
médicos de las enfermedades», dice una famosa sentencia
de Epidemias VI) y, «bien instruida por sí misma, hace sin
aprendizaje lo que debe hacer»; aunque esto que la
naturaleza «debe hacer» sea en ocasiones, misteriosa y
terriblemente, la muerte del enfermo. De ahí la gran frecuencia con
que las expresiones katà physin (conforme a la naturaleza, natural)
y parà physin (contra la naturaleza, fuera de lo natural) se repiten en
el C. H.

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4. Racionalidad. La Naturaleza es en sí misma «razonable», posee


en su seno un secreto lógos. Por esto puede haber una physiología,
una ciencia en la cual el lógos del hombre, la razón humana, dice
rectamente el lógos de la Naturaleza y descubre lo que hace a ésta
«racional», Esta genial enseñanza de Heráclito es fundamental en
los escritos hipocráticos. Así se entiende que la expresión katà
lógon, «conforme a razón», signifique en ellos tanto «lo que es
racional» como «lo que está de acuerdo con la Naturaleza».
5. Divinidad.
La physis es en sí misma «lo divino» (tò theion). Cuando el autor
de Aires, aguas y lugares niega, contra la opinión popular, que sea
«divina» la impotencia de los escitas, y afirma que ninguna
enfermedad es más divina o más humana que las demás, porque
todas son semejantes entre sí y todas son divinas, lo que quiere
decir es que todas las enfermedades son igualmente theia (divinas),
porque la realidad de todas ellas consiste en un desorden de
la physis. El mismo sentido posee la polémica del escrito Sobre la
enfermedad sagrada contra la atribución de un especial carácter
divino a la epilepsia. La causa de la epilepsia no es divina, sino
humana; todas las enfermedades son divinas y todas son humanas.
¿Por qué? Porque todas tienen su fundamento real en la physis. La
naturaleza y la causa de la epilepsia, ellas son «lo divino»; y como
para remachar su pensamiento, el autor acaba diciendo que los
«meteoros» en que se nos hace patente la actividad de la physis -el
frío, el Sol, los vientos- son precisamente «las cosas divinas», tà
theia. A la luz de esta profunda convicción religiosa e intelectual
deben ser interpretados los varios pasajes de los escritos
hipocráticos en que aparece la palabra theion (divino). Ante las
curaciones espontáneas -por tanto, «naturales», obra exclusiva de la
Naturaleza- el buen médico, dirá el tardío tratadito Sobre la
decencia, se siente movido a reverenciar a los dioses.

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Este carácter divino de la physis se manifiesta principalmente en lo


que en ella -en sus movimientos- es necesidad
inexorable, fatumsuperior a todas las posibilidades del hombre
(anánkē): esa «divina forzosidad» de la Naturaleza por la cual
acaece tanto lo que se quiere como lo que no se quiere, según la
vigorosa expresión de Sobre la dieta. Multitud de fenómenos
naturales, desde los meteoros hasta la génesis o el carácter mortal
de tantas enfermedades, acontecen «por necesidad forzosa», kat'
anánkēn, y frente a ellos nada podría el arte del hombre. Sin tener
en cuenta esta idea hipocrática -a la postre, griega antigua: contra
la anánkē no pueden luchar ni los mismos dioses, dirá Platón en
las Leyes, recogiendo un dicho popular-, no podría entenderse la
actitud de nuestros autores ante problemas tan fundamentalmente
médicos como el diagnóstico y el tratamiento. Pronto lo veremos.
Pero la physis no es solamente divina cuando actúa movida por una
forzosidad inexorable, kat'anánkēn; también lo es cuando sus
movimientos, unas veces favorables y otras funestos, acaecen en
virtud de otro modo de la necesidad más laxo y dominable, el que los
griegos llamaron tékhnē, los latinos fortuna y nosotros solemos
llamar «azar»: lo que es pudiendo no haber sido, el campo de lo que
resulta accesible al arte y al gobierno de los hombres. Mediante su
inteligencia y su arte (tékhnē), los hombres logran ser dueños del
azar, y por esto puede haber buenos y malos médicos. La medicina,
en suma, es el arte de dominar lo que en la Naturaleza es azar,
cuando éste se manifiesta bajo forma de enfermedad. Por eso el
autor de Sobre el arte puede decir que para el buen médico el azar
no existe.
En suma, la Naturaleza puede moverse por sí misma o por obra del
hombre. El movimiento espontáneo de la physis (lo autómaton)
puede ser debido a la necesidad absoluta o forzosa (anaánkē) o a la
necesidad contingente o azarosa (tykhē), y tanto en uno como en
otro caso la alteración puede ser favorable o nociva. Alterada por
una intervención del hombre -que puede ser deliberada o fortuita y

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mesurada o violenta-, la physis responde con un movimiento o un


estado en cuya configuración tiene unas veces como causa lo que
en ella es anánkē y otras lo que en ella es tykhē, y tal es la razón por
la cual el médico puede establecer una oposición formal entre las
curaciones espontáneas (apò ton automátou) y las curaciones
medicamentosas (hypò pharmákou). He aquí, como resumen, un
cuadro que presenta todas estas posibilidades:

 CONOCIMIENTO Y GOBIERNO DE LA «physis»

El médico hipocrático debe conocer técnicamente la alteración de


la physis de sus enfermos y ayudar, también técnicamente, a que
aquélla recobre su primitivo estado de salud. Un arte (tékhnē)
basado en el conocimiento científico (epistēmē) y un conocimiento
científico ordenado al arte; tal es la esencia de la actitud del médico
hipocrático frente a la physis. Lo cual quiere decir que ese arte
requiere a la vez el empleo de los sentidos (aísthēsis), de la
inteligencia (nóos, diánoia, gnōmē, synesis, phrónēsis) y de la mano
(kheír). Estudiemos sucesivamente el resultado de esta triple
actividad.
1. En el apartado consagrado al diagnóstico estudiaremos cómo los
sentidos del médico se aplicaron a la exploración técnica del cuerpo
humano; por el momento, limitémonos a contemplar cómo su mente
concibió la razón de ser y el resultado de esa exploración sensorial.
El autor de Sobre la medicina antigua proclama la necesidad que el
médico tiene, si quiere que su saber sea exacto, de un métron, de un
«canon» o «criterio de certeza», y afirma que ese métron no puede

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ser un peso o un número, sino «la sensación del cuerpo». Varios


filólogos (Deichgräber, Müri, Jones, Festugière, Diller, Kühn) han
discutido en los últimos años el sentido de tal expresión; pero la
entera realidad de la medicina hipocrática obliga a interpretarla
como «la sensación que el médico obtiene examinando con sus
sentidos el cuerpo del enfermo». Hasta la tecnificación instrumental
y mensurativa de la exploración clínica, ya en el siglo XIX, tal ha sido
la regla de oro de la medicina occidental.
Aplicados a la realidad de la physis -sea ésta la del individuo
enfermo o la de todo el cosmos-, los sentidos del médico perciben y
distinguen los «signos» (sēmeia) por los que tal realidad se les hace
patente y ordenan tales signos según tres conceptos fundamentales:
el «aspecto ocasional» (kalástasis), el «modo» o «aspecto típico»
(trópos) y el «aspecto específico» (eidos, idéē) de la cosa en
cuestión.
2.Los cuatro conceptos antes mencionados
sēmeion, katástasis, trópos, eidos- suponen, naturalmente, cierta
elaboración intelectiva de la experiencia sensorial; pero cuando la
inteligencia del médico (nóos, diánoia, gnōmē, synesis, phrónēsis)
quiere pasar resueltamente de la mera ordenación descriptiva a la
verdadera intelección de la realidad y hacerse verdadera «razón»
(lógos), entonces tiene que hacerse genuina actividad razonadora
(«razonamiento», logismós), y operar con los conceptos que
ineludiblemente exige la explicación racional de la physis, la
verdadera physiología. Cinco son los principales, entre los que, en
tanto que «fisiólogos», manejan los autores hipocráticos: tres de
ellos expresa y frecuentemente nombrados, el de «virtud»,
«potencia» o «propiedad» (dynamis), el de «causa»
(aitía, próphasis) y el de «movimiento» (kinēsis); otros dos
meramente aludidos, el de «elemento» (stoikheion) y el de
«contraposición dual» (enantiōsis).
3. El médico no puede contentarse con el conocimiento racional
(lógos) de la realidad; para él, el término del lógos es la obra (érgon),

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y la conveniente relación entre uno y otra es el «arte» (tékhnē). En


su caso, la tékhnē iatrikē, ars medica o «arte de curar». Páginas
atrás vimos cómo durante el siglo V -recuérdese el famoso coro de
la Antígona de Sófocles- va adquiriendo relieve en la mente griega el
problema de la tékhnē. Con su reflexión filosófica acerca de ésta,
Platón y Aristóteles serán la culminación intelectual de este proceso.
Pero tanto la visión platónica como la visión aristotélica de
la tékhnē tienen su precedente inmediato en dos importantes
sucesos de la vida griega durante la segunda mitad del siglo V: el
rápido desarrollo de la medicina como «técnica» y el auge de la
sofística.

Apoyado en la filosofía del siglo V -en la physiología-, el médico


hipocrático hace de la medicina una ciencia aplicada, una tékhnē, y
con su saber técnico da algún material al pensamiento de los
filósofos del siglo IV, con Platón y Aristóteles a su cabeza. Tal es,
vista en su conjunto, la línea de la tan discutida relación entre la
medicina hipocrática y la filosofía.

2.4.2. ANTROPOLOGIA

2.5. DIAGNOSTICO, TRATAMIENTO, MEDICINA SOCIAL


2.5.1. Diagnostico
2.5.2. Tratamiento
2.5.3. Medicina Social
Existentes siempre, las relaciones entre la medicina y la sociedad
han cobrado su figura según lo que en cada época hayan sido los
dos términos de esa relación. Durante la Antigüedad clásica, la
medicina fue una libre profesión técnica, salvo entre quienes
administraban y recibían las curas teúrgicas de Asclepio u otras

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semejantes, y la sociedad una realidad que va cambiando desde la


polis griega a la ciudad romana, con su soberano arquetipo en la
propia Roma.
A. Desde los tiempos homéricos el sanador, uno de los pocos
demioergoí u operarios del bien del pueblo (Od., XVII, 374), tuvo la
medicina gran consideración entre los griegos; pero, naturalmente, el
prestigio del saber médico alcanzó perfiles nuevos y mucho más
acusados cuando Alcmeón y los hipocráticos hicieron de él un «arte»
y una «ciencia»; la primera de las «artes» (tekhnai) formalmente
desgajadas de la originaria y general «sabiduría» de los
presocráticos. De ahí la gran frecuencia del tema médico en la obra
de los grandes filósofos: el «paradigma médico» en El sofista y en
otros diálogos de Platón; la consideración del método hipocrático en
el Fedro como ejemplar para el conocimiento racional de cualquier
realidad; la segura influencia de la medicina sobre la idea aristotélica
del «justo medio»; el abierto elogio de Hipócrates por parte de Platón
y Aristóteles; la concepción de la filosofía como una «medicina del
alma», ya explícita en Platón y tan desarrollada luego por los
estoicos. De ahí también la incorporación de la medicina a la
educación del ciudadano culto, con la consiguiente redacción de
escritos médicos dirigidos al gran público, y tantos hechos más. Que
tan áurea moneda tuviese su reverso en las bromas de los autores
cómicos (Aristófanes, Platón el Cómico, Menandro), no es sino un
argumento a sensu contrario de su incuestionable existencia. Esta
elevada consideración del médico dio fundamento a la amplia
concesión de exenciones tributarias (immunitas) que desde César y
Augusto gozaron los médicos en Roma. Acaso nunca hayan sido
tratados tan liberalmente los profesionales de la medicina, por parte
de los poderes públicos, como durante los primeros siglos de la
Roma imperial.
B. Sobre tal estimación social del saber médico descansaba,
naturalmente, la de quienes profesionalmente lo realizaban. No debe
olvidarse, por supuesto, que entre estos hubo niveles intelectuales y

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sociales muy distantes entre, sí: a un lado, como un artesano


distinguido, el médico que ejercía su profesión trasladándose de un
burgo a otro, anunciaba en el agora su presencia, montaba donde
podía, acaso en un simple tenderete, su modesto iatreion y en él o a
domicilio atendía a los enfermos que requerían su asistencia; al otro,
los autores de tratados de la más elevada pretensión intelectual o de
bien cuidados poemas, a la manera de Nicias, Arato y otros poetae
docti del período helenístico, y los que, permanentemente instalados
en una ciudad, frecuentaban sus círculos más refinados, como el
Erixímaco que Platón pinta en su Banquete y los que en dos de los
escritos hipocráticos más tardíos, Sobre el médico y Sobre la
decencia, tan complacida y lisonjeramente diseñan el retrato de lo
que el «buen médico» profesional y socialmente debe ser.
Recordemos también, por lo que a este segundo grupo concierne, la
situación de Erasístrato en la corte de los seléucidas, la de su
discípulo Crisipo en la de Ptolomeo II, la ulterior de Galeno cerca de
varios emperadores romanos. Muchas veces amigo de sus egregios
pacientes, el «médico real» o «de cámara regia» (iatrós basilikós) fue
ya una figura bien perfilada en la sociedad helenística. Pero en aquel
nivel o en este otro, el médico antiguo tuvo una alta conciencia de sí:
se llamó a sí mismo y fue por los demás llamado «asclepíada», esto
es, varón de la estirpe del divino Asclepio; se consideraba miembro
del inventivo y esforzado grupo de hombres que con arte salvó a la
primitiva humanidad de su extinción (Sobre la medicina antigua) y
era técnicamente capaz de mejorar la naturaleza de sus semejantes
(Sobre la dieta); tuvo la íntima conciencia de haber superado en su
práctica la distinción entre el hombre libre y el esclavo, y estimó, en
fin, que con sólo ejercer bien su profesión adquiría la condición del
aristas, del «noble». Ahora bien: ¿cómo se formaba en tanto que tal
médico?; ¿cómo fue tipificándose su situación profesional en la
sociedad a que pertenecía? Tanto en Grecia como en Roma, el
ejercicio de la medicina fue una actividad social enteramente libre.
No era necesario para acceder a ella «título» ni «diploma» alguno;

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sólo la acogida del público a quien a sí mismo se presentaba como


iatrós decidía acerca de la profesión médica, y esto junto al conocido
espíritu agonal de los griegos determinó entre sus titulares esa viva
preocupación por el prestigio social que tan agudamente supo poner
de manifiesto Edelstein. Pero el hecho de que la práctica profesional
fuese tan libre no impidió que en el mundo clásico hubiese, desde la
época post-homérica de su historia, una enseñanza médica
organizada. Es seguro que ya en el siglo vi a.C. existieron en el área
colonial de la cultura helénica varias «escuelas médicas»: las de
Cirene, Crotona, Rodas, Cnido y Cos, entre las más antiguas e
importantes. En ellas eran educados sus pupilos, probablemente
desde muchachos, mediante la lección teorética y el ejercicio clínico
al lado del maestro. Más aún, se les adiestraba en la discusión
(antilogía), para que luego supieran defender ante el enfermo sus
personales juicios clínicos. El alumno pagaba por su aprendizaje
cierto estipendio, salvo —según el texto del Juramento «hipocrático»
que perteneciese a la familia de sus maestros. «Asclepíadas» eran
honrosamente llamados los que a través de tal enseñanza accedían
a la práctica médica. Varias cuestiones se presentan ahora:
¿constituían esos «asclepíadas» un gremio o cofradía de carácter
profesional?; el mencionado Juramento «hipocrático», ¿era la
fórmula con que el alumno de esas escuelas entraba a formar parte
de tal cofradía y éticamente se obligaba a ella y ante ella?; cuando la
escuela en cuestión se hallaba, como la de Cos, junto a un
asklepieion o templo de Asclepio, ¿existiría alguna vinculación entre
la una y el otro? Por aceptable que parezca ser la respuesta
afirmativa a la primera de estas tres interrogaciones aun cuando,
hecho notable, el término «asclepíada» no aparezca en el Corpus
Hippocraticum, el problema que plantea la significación del
Juramento, pronto lo veremos, no puede ser tan cómodamente
resuelto; y en cuanto a la tercera de tales cuestiones, parece cosa
cierta la total independencia inicial entre la escuela médica y el
asklepieion, y la tardía existencia de alguna relación «profesional», si

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vale decirlo así, entre ambas instituciones: bastantes enfermos


fueron simultánea o sucesivamente tratados en las dos. En la época
helenística destacó sobre todos los centros de formación médica el
famoso Museum de Alejandría, donde las akroáseis o lecciones
públicas tanto prestigio adquirieron. Otras ciudades, como Pérgamo,
tuvieron asimismo excelentes escuelas médicas. Más tarde, y
probablemente según el modelo griego, en no pocas provincias del
Imperio Romano fueron creados centros análogos. Pero todo esto no
fue óbice para que desde los tiempos más remotos hubiese y
siguiese habiendo médicos formados mediante su experiencia
personal o —sin concurrir por modo asiduo a escuela alguna— al
lado de quien privadamente Pudiera enseñarles el oficio; recuérdese
lo dicho acerca ae la demagógica enseñanza romana de Tésalo.
Médicos técnicamente educados, simples empíricos y sanadores
teúrgicos y mágicos —catarías o «purificadores», sacerdotes de
Asclepio o, entre los romanos, de Esculapio, iatrománticos, etc.— se
mezclaron en el seno de la sociedad antigua. En cualquier caso, sin
confundirse los unos con los otros. Bastará mencionar, en lo que
toca a la Grecia clásica, los muchos pasajes del Corpus
Hippocraticum en que el médico «técnico» afirma la dignidad de su
condición; y en lo que a la vida romana corresponde, la agrupación
de los verdaderos «médicos» en collegia u organizaciones
profesionales.
C. Esto nos conduce a la tercera de las cuestiones médicos sociales
antes enumerados: la situación del médico en la sociedad de la
Antigüedad clásica; como diría un sociólogo actual, el discernimiento
de los distintos «status» que el «rol» del sanador fue mostrando en
ella. Con el inevitable riesgo de recortar y simplificar que toda
descripción esquemática lleva consigo, y dejando de lado los
oficiantes de prácticas teúrgicas o mágicas, he aquí una concisa
enumeración de esos varios tipos de la instalación social del sanador
antiguo:

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1. El médico técnicamente formado en alguna escuela y libre en la


práctica de su profesión. En un pasaje de su Política, Aristóteles
distingue entre el médico empíricamente formado, el maestro del arte
de curar y el que de éste ha aprendido tal arte. Hay que pensar que
el «maestro» residiría establemente en él lugar de su magisterio y su
práctica, y que de ese tercer grupo de médicos saldrían los que de
ciudad en ciudad («periodeutas», les llamarán luego) iban ejerciendo
su oficio. Por lo que sabemos, Hipócrates fue uno de ellos.
2. Los «médicos públicos» (demioseúontes) contratados por la
ciudad para el cumplimiento de funciones asistenciales (enfermos
pobres, extranjeros) o forenses. No debe ser confundido con tal
contrato profesional el «certificado» de haber practicado junto a un
maestro que en algunas ciudades (Atenas, según un texto de
Jenofonte) se exigía para ejercer en ellas la medicina. Por otra parte,
no son equiparables a estos «médicos públicos» griegos los
«médicos públicos» del Egipto romano, cuya misión era sólo forense
y administrativa. Frente a la opinión de CohnHaft, parece ineludible
admitir que los demioseúontes de la antigua Grecia practicaron una
suerte de «medicina social» (L. Gil).
3. Los especialistas de todo tipo, que en oposición al «médico
general» de la antigua-Grecia, aparecieron en Egipto y tanto
pulularon luego cirujanos, ocularii, dentarii...en la Roma imperial.
Sobre la distinción entre «internistas» y «cirujanos», recuérdese lo ya
dicho.
4. Los «esclavos médicos» (servi medid) que en Roma, desde los
tiempos más antiguos hasta el fin del Imperio, bajo la dirección de un
superpositus medicorum practicaban la medicina en las formas más
rudas y atendían a las gentes socialmente más humildes. Bastante
mejor, naturalmente, era la situación de los medid liberti. No parece
que en la Grecia antigua hubiese esclavos médicos; lo cual no
excluye que en las grandes ciudades, como Atenas, tuviesen alguna
actividad asistencial los servidores o ayudantes de los verdaderos
iatroí.

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5. Los «arquiatras» (archiatri, arkhiatroí) de la Roma imperial.


Andrómaco, médico de Nerón, parece haber sido el primero en
recibir ese título, cuyo carácter fue probablemente más bien
honorífico que profesional. Ulteriormente hubo archiatri palatini y
archiatri populares. Acaso fuese el emperador Alejandro Severo
(siglo m d.C.) quien por vez primera nombró un medicus palatinus
oficialmente remunerado.
6. Los médicos contratados en Roma para cometidos especiales:
médicos de gladiadores, del circo, de los teatros, médicos militares,
etc. Estos últimos también habían existido en la Grecia antigua.
7. No será necesario subrayar, después de lo expuesto, la
inexistencia de una tajante solución de continuidad social quede
aparte la intelectual entre las dos clases de prácticos de la medicina
que Platón llama «los letrados» y «los sin letras»; o, desde un punto
de vista más profesional, entre el «artesano» y el «docto» (Temkin).
Siglos y siglos sucederá así; incluso bastante después de que la
titulación técnica y profesional del médico sea una regla firmemente
establecida.
D. En estrecha relación con todo lo expuesto se halló la
configuración de la asistencia al enfermo en el mundo antiguo.
Parece seguro que en la Grecia clásica no hubo una diferencia
esencial entre el cuidado médico del esclavo y el del hombre libre.
Mucho antes de que en el idioma griego apareciese la palabra
philanthropia, el médico hipocrático fue de hecho un verdadero
«filántropo». Pero incluso teniendo en cuenta la velada intención
irónica de los textos de la República y de Las leyes en que Platón
habla del tema (Kudlien), no parece ilícito concluir que en Atenas, y
acaso también en todas las ciudades griegas de cierta importancia,
hubiese tres niveles técnicos y sociales en la asistencia médica: el de
los esclavos, cuyas enfermedades muchas veces se hallaban a
cargo de los servidores de los médicos; el de los ciudadanos libres y
pobres, para los cuales un tratamiento médico resolutivo y enérgico
parecía ser el más adecuado, y el de los ciudadanos libres y ricos,

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sensibles a las más ligeras dolencias y cuyo ideal era tener un buen
médico a su constante servicio. Mutatis mutandis, todo el mundo
occidental repetirá hasta el siglo xx esta ternaria e injusta ordenación
social de la atención del enfermo. Muchos mayores fueron las
diferencias de nivel de la asistencia en la menos democrática Roma,
pese a la existencia en ella de ciertas instituciones «sociales», como
los valetudinaria para soldados ancianos e inválidos. Imagínese la
diferencia entre el cuidado que recibiría un paciente como el pretor
Manilio Cornuto, que pagó 200.000 sextercios por la cura de una
afección herpetica (Plinio), y el que pudieran prestar los «médicos»
ultraproletarios que se veían obligados a cambiar su profesión por la
de sepulturero (Marcial).

3. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS:
1. Laín Entralgo, Pedro (Dir.), Historia universal de la medicina. La medicina
Hipocrática. Tomo II. Antigüedad clásica, Barcelona, Salvat, Editores, 1972,
pp. 73-116
2. Tratados médicos / Hipócrates; estudio introductorio, traducción y notas de
Josep Alsina. Edición Bilingüe. Barcelona: Anthropos Editorial, 2001
3. Laín Entralgo, Pedro (Dir.), Historia universal de la medicina. La medicina
Hipocrática. Tomo II. Antigüedad clásica, Barcelona, Salvat, Editores, 1972,
pp. 126 – 132.
4. ROMERO R. R. Erasistratus de Ceos (310-250 a.c.). Pionero de los
estudios anatómicos. Int. J. Morphol., 26(4):823-824, 2008.
5. Puigbo, J. J. La Fragua de la Medicina Clínica y de la Cardiología.
Universidad Central de Venezuela. Caracas, Consejo de Desarrollo
Científico y Humanístico, 2002. pp.93-4.
6.

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