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Los Juicios en Kant
Los Juicios en Kant
Kant clasifica los juicios según dos criterios que resultan sumamente lógicos, y,
además, que se complementan de modo que uno de ellos suple las carencias del otro.
Juicios analíticos. Son aquellos en los que el predicado está contenido en el sujeto, es
decir, aquellos en los cuales el predicado no aporta nueva información con respecto a la
expresada en el sujeto. Por ejemplo: “Todos los solteros son no-casados” o “Todos los
cuerpos son extensos”. Los juicios analíticos son, técnicamente hablando, tautologías,
es decir, enunciados que son verdaderos en todos los casos, por la sencilla razón de que
su verdad viene dada por definición (o por su forma o estructura). Si bien los juicios
analíticos son esenciales en cualquier ciencia en sus momentos iniciales (toda ciencia
comienza por las definiciones de sus términos primitivos; p. ej. en matemáticas
definimos un punto como “lo que no tiene partes”; en lógica partimos de axiomas tales
como “A es igual a A” o “si A es igual a B, entonces B es igual a A”), es cierto que sólo
con juicios analíticos no podemos hacer avanzar nuestro conocimiento de la realidad,
pues el predicado no amplía el campo de la experiencia. Kant dice que en ellos, a lo
sumo, el predicado aclara o explica un poco más al sujeto. Les llama, por tanto, juicios
de explicación. Son juicios necesarios (pues todas las ciencias los contienen) pero en
absoluto suficientes para aumentar el conocimiento científico del mundo.
Juicios sintéticos. Son aquellos en los que el predicado aporta nueva información
respecto a la expresada por el sujeto. En ellos existe una ampliación real del campo de
la experiencia, y por tanto, del conocimiento. Por ejemplo: “Todos los cuerpos son
pesados” o “El agua hierve a 100º”. Juicios sintéticos son los que hacemos los seres
humanos la mayor parte del tiempo, puesto que son relativos a nuestra experiencia
cotidiana del mundo. Los juicios sintéticos hacen posible el avance del conocimiento.
Kant los llama juicios de ampliación.
Sería un ideal de conocimiento aquel que combinara la verdad absoluta de los juicios
analíticos con la ampliación de conocimiento propia de los sintéticos. Pero ambos tipos de
juicios son excluyentes entre sí. Y por tanto, esta clasificación le resulta a Kant insuficiente para
determinar aquellas características que hacen del conocimiento un fenómeno universal y
necesario, pues no supera el callejón sin salida en que, a su parecer, encallan el racionalismo
(incapaz de ampliar a través de la experiencia el contenido de un concepto) y el empirismo
(incapaz de explicar el paso desde la mera generalización empírica derivada de la experiencia
particular, la costumbre o el hábito a la verdad científica). Por ello, Kant propone, para
combinarla con la anterior, una nueva clasificación de los juicios.
Si para clasificar los juicios empleamos como criterio la relación con la experiencia,
obtenemos los dos tipos siguientes: juicios a priori y juicios a posteriori.
Juicios a priori. Son aquellos que no tienen su fundamento en la experiencia, pues son
anteriores e independientes de ella, sino en la razón pura. Son universales y necesarios.
Por ejemplo "El todo es mayor que las partes que lo componen" o “Todo cambio tiene
su causa”. Los juicios analíticos, explicados antes, son todos a priori, puesto que la idea
de un juicio analítico a posteriori es en sí misma una contradicción.
Hay que tener claras las nociones “particularidad” y “contingencia” y sus opuestas,
“universalidad” y “necesidad”.
Que un juicio sea particular y contingente quiere decir que es posible que haya algún “S”
(sujeto) que no posea la propiedad “P” (predicado), o sea, que es pensable que haya excepciones
y que aún en el caso de que los “S” existentes actualmente la posean, es pensable que otros “S”
del futuro no la posean, pues el vínculo entre “S” y “P” ha sido así hasta ahora, pero puede no
ser así siempre (por ejemplo “El mar es azul” o “Todos los cuervos son negros”). El
conocimiento contingente, como se ha dicho, es propio del empirismo de Hume. No expresa una
universalidad estricta, sino sólo una generalización inductiva (o universalidad comparativa,
como la llama Kant).