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PRESENTACIÓN
Es así como recordamos las melodías que estuvieron de moda hace muchos años;
asimismo a los amigos y familiares, a los que nos unieron relaciones amicales. Luego
hacemos evaluación de nuestros actos, de nuestras intervenciones juveniles en las
actividades de las instituciones a las que pertenecimos, así como de las reuniones sociales y
actividades de trabajo vinculando todo aquello con lugares donde ocurrieron los hechos.
Es por esta razón, que urge la necesidad de publicar estos trabajos; para que los ciudadanos
tengan un conocimiento claro de las costumbres y tradiciones de la tierra que los vio nacer.
Saber la cultura de tu tierra te engrandece y fortalece la identidad cultural de los pueblos y
eso te permite saber el conocimiento de la cultura popular. Aprendiendo y enseñando a las
futuras generaciones lo bonito que es saber, las costumbres de tu ciudad. Y eso fortalece tu
nacionalismo, que hoy en día en este proceso de globalización la identidad peruana sufre
una crisis, y corre el riesgo de perderse para siempre. Importamos cultura de afuera y no
apreciamos lo que tenemos en nuestro país que son los cuentos las historias y las
tradiciones, que son muy importantes para reconstruir el pasado, analizarlo en el presente y
proyectarte al futuro.
Por estas razones presento esta obra, que estoy seguro que sabrán apreciarla y darle buen
uso.
El Autor
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Carlos Alfredo Laura Mamani
Cuentos, Historias y Tradiciones de mi tierra Arequipa
INDICE
1. EL HIJO DEL FUNDADOR ………………………………………………………….3
2. EL DUENDE DE LA APACHETA……………………………………………….….4
3. LOS CUCOS DE NUESTRA NIÑEZ …………………………………………….….6
4. EL LADO OSCURO DE LA LUZ: UN ENCUENTRO EN LA CATEDRAL …..9
5. AMOR EN UN CEMENTERIO DE AREQUIPA…………………………............11
6. EL CHACO PESCA……………………………………………………………….....12
7. EL DIABLO DE LA CATEDRAL…………………………………………….........13
8. EL PUENTE DEL DIABLO………………………………………………………...14
9. LOS MISTERIOS DE LA CATEDRAL…………………………………………....14
10. DUENDES AREQUIPEÑOS………………………………………………………...15
11. EL HIJO DEL MISTI………………………………………………………………...15
12. VIERON EL DIABLO……………………………………………………………..…17
13. EL TESORO DE CHACHANI……………………………………………………....18
14. LA SIRENA DEL PUENTE DE FIERRO……………………………………….….20
15. LA NOVIA SIN CABEZA…………………………………………………………....21
16. MONICA LA CONDENADA Y LA MANO DEL CEMENTERIO……………....22
17. LA CUEVA COMEGENTE……………………………………………………….....22
18. LAS MONTAÑAS…………………………………………………………………….23
19. EL ORIGEN DEL NOMBRE CHILE, PROVIENE DE AREQUIPA…………...24
20. HISTORIAS INSÓLITAS EN TORNO AL VOLCÁN MISTI ………………….26
21. EL BISABUELO DECÍA QUE LAS BRUJAS AREQUIPEÑAS SE
CONVERTÍAN……………………………………………………………………….28
22. SE DIJO DE AREQUIPA…………………………………………………………... 30
23. LO DESCONOCIDO DE LA CATEDRAL………………………………………..30
24. LA CASA ENCANTADA DE YANAHUARA……………………………………32
25. EL TUTURUTU………………………………………………………………………33
26. SOR ANA DE LOS ÁNGELES……………………………………………………...34
27. EL FRAILE SIN CABEZA…………………………………………………………..34
28. BOLÍVAR Y EL CEMENTERIO DE LA APACHETA………………………….36
29. LA MISA DEL OTRO MUNDO…………………………………………………….36
30. EL OBSERVATORIO DE CARMEN ALTO………………………………………37
31. LA MANO DE LA CONDENADA……………………………………………….…38
32. EL TEATRO FENIX…………………………………………………………………39
33. PEDRO PAULET……………………………………………………………………..39
34. EL HIJO DEL MISTI………………………………………………………………...40
35. LA APARECIDA DE LA CALLE SAN PEDRO………………………………….41
36. LA FANTASMA ATERRADORA………………………………………………….41
37. LA LLORONA………………………………………………………………………..42
38. LA NOVIA SIN CABEZA……………………………………………………………43
39. ENIGMAS EN LA CALLE SAN FRANCISCO……………………………………43
40. EL TUTURUTU: ¿UN ARCÁNGEL OLVIDADO?................................................44
41. LA TERRIBLE PROFECÍA DE UNA BEATA AREQUIPEÑA…………………47
42. EL VIEJO CEMENTERIO DE MIRAFLORES, AREQUIPA...............................49
43. CEMENTERIO DE MIRAFLORES II (Arequipa)………………………………..52
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Cuentos, Historias y Tradiciones de mi tierra Arequipa
Se afirma que Diego de Carbajal, hijo del Fundador de Arequipa, sufría de alteraciones
mentales que llevaron a su padre a designar un curador, para que se encargara de la salud
del muchacho. Para esto puso Don Garcí Manuel de Carbajal, en la tarea a un fiel servidor
suyo, español de origen, a quien entregó las llaves del Palacio de Huasacache -Mansión del
Fundador-, como lugar donde habría de ocuparse de Diego. Fue en dicho lugar que Don
Pedro de Mendoza, el cuidador, dispuso dos habitaciones de la casa donde mantenía,
prácticamente, cautivo al joven. En esas habitaciones el muchacho comía, satisfacía sus
necesidades básicas y dormía.
Se dice que en una de tantas madrugadas, el cuidador, al despertar, notó que el hijo del
fundador yacía en su lecho profundamente dormido, y de forma inexplicable había
amanecido con evidentes rastros de haber salido de la habitación; podía verse rastros de
barro en su cuerpo y en sus prendas, y sangre en las uñas de las manos, como si hubiera
escarbado la tierra con ellas hasta producirse horrendas heridas. Cuando el muchacho fue
interrogado sobre el origen de tan misteriosa condición, éste sólo se limitó a llorar como un
niño desconsolado.
Mientras Don Pedro iba persiguiendo al joven comprendió seguramente, que éste sufría de
lo que hoy conocemos como sonambulismo y decidió no despertarlo, no fuera que el susto
de verse lejos de su habitación, fuera a propiciar una alteración aún mayor de la que ya
sufría. Así es que prosiguió su cercana vigilancia del muchacho, quien finalmente, siempre
en el mismo estado, llegó hasta las criptas del cementerio adyacente, se aproximó a los
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sepulcros y con ayuda de sus manos y de sus largas uñas, empezó a desenterrar con
vehemencia un cuerpo allí depositado. Una vez consiguió su macabro propósito, penetró en
el interior de la tumba y se acostó junto al cadáver, que pensó, era el de su madre.
2. EL DUENDE DE LA APACHETA
Estaba un grupo de amigos reunidos en la esquina del viejo barrio de San Lázaro, contando
historias de brujas, duendes y aparecidos, cuando a uno de ellos se le ocurrió citar al duende
que aparecía todas las noches dentro del misterioso cementerio de la Apacheta.
Esta historia -dijo el narrador-, me la relató alguien muy cercano a mí, y sucedió hace 10
años. Cuenta que tres amigos volvían a muy altas horas de la noche de una celebración, y
estando cercanos a las puertas de la Apacheta, decidieron, por una absurda apuesta de
muchachos, trepar por una de las rejas del lugar santo. Una vez todos en el interior,
empezaron a tomar grandes cantidades de aguardiente, esto para darse valor. El asunto era
que uno de los tres, y según dispusiera la suerte, habría de penetrar al enorme mausoleo de
una familia Lira, donde se decía moraba el menudo ser, que alguien describió como una
criatura de unos 80 centímetros de altura, rostro apergaminado, ataviado con prendas de
colores, enormes barbas blancas y luminosas que arrastraba hasta el suelo.
Una vez la suerte estuvo echada, fue el menor de los tres integrantes del grupo quien tenía
que lograr la difícil misión de arrancar un mechón de pelos de la barba del nombrado
duende. Lo cierto es que una vez llegó la media noche, que era la hora en la que todos
sabían, el menudo ser hacía su aparición, Pablito, el muchacho de la encomienda, se
aventuró, a ingresar al interior del mausoleo, mientras sus amigos le hacían gestos y
señales, con las que parecían querer inspirarle el valor necesario. Una vez que éste bajó las
gradas del mausoleo, se vio rodeado de nichos y tumbas por todas partes, y de pronto
observó cómo detrás de uno de tantos ataúdes, apareció un ser semiluminoso, que era tal y
como lo habían descrito en el barrio. Aterrorizado por la espectral presencia, quiso olvidar
la apuesta, y echar a correr; pero los malvados de sus amigos -si se puede decir que lo eran
en esos momentos-, se habían encargado de trancar, desde fuera, el único acceso de salida
del oscuro mausoleo; el cual se presentaba penosamente alumbrado por una pequeña vela, a
punto de extinguirse. No obstante, una vez se hizo presente el duende, la expresión de
alegría en el rostro de éste pareció tranquilizar en algo a Pablito, quien sin tener otra opción
entabló amena conversación con el enano.
-Ñaño -le respondió el duende, con una enorme sonrisa dibujada en el rostro-, ¿y tú?
-Me llamo Pablo, pero todos me dicen Pablito. ?Respondió.
El duende, progresivamente fue acercándose al muchacho; siempre con las dos manos
detrás de la espalda, como si ocultara algo.
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Cuentos, Historias y Tradiciones de mi tierra Arequipa
-¿Eso dicen de mis barbas? -profirió el ser menudo-. ¡Qué curioso! ¡Me habían pedido
antes muchas cosas: monedas de oro, piedras preciosas y hasta un consejo; pero nunca
antes alguien se había interesado por mis barbas! Está bien, te daré lo que quieres; pero
primero jugaremos algo que empieza con una pregunta.
-Es muy sencillo -respondió el duende-. ¿Con cuál mano quieres que te pegue? ¿Con la
izquierda que es de lana, o la derecha que es de fierro?
El joven quedó confundido, y pensando si le gustaría jugar con el enano; pero al recordar
que se hallaba encerrado dentro del mausoleo, no le quedó, sino elegir:
-¡Con la de lana! Entonces vio como el duende, que se encontraba en esos momentos ya
muy cerca de él, descubrió la mano izquierda y le propinó, sin ninguna compasión, sendos
golpes y cachetadones en la cara, que lo hizo ver las estrellas. El muchacho cayó al piso
desconcertado, y pensando que el pequeñajo lo había engañado. La mano de lana era la
dura, y la otra era la blanda. -¿Y ahora con qué mano quieres que te pegue? -volvió a
preguntar el duende. Pablito no lo pensó dos veces. -¡La de fierro! -dijo riéndose.
Entonces el duende terminó por molerlo a fierrazos y puntapiés. Con lo que el muchacho ya
no quiso saber más nada al respecto y salió corriendo del lugar; tumbó la puerta y con ella a
sus dos amigos que la contenían, yendo todos a parar al piso; mientras el duende iba
ascendiendo raudamente detrás de sus víctimas, para tirarles con toda suerte de huesos y
piedras. Los tres compañeros volaron cual palomas y nunca más volvieron a pisar el
cementerio de noche.
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Cuentos, Historias y Tradiciones de mi tierra Arequipa
Cuando era niño, vivía en una vieja casona de estilo colonial en el centro de Arequipa. Se
trataba de una casa con portón robusto, tres patios enormes, bóvedas altísimas y blancas,
con no menos de 20 habitaciones, muchas de éstas, atiborradas de muebles y cosas
inservibles.
La verdad es que, para una familia de seis integrantes como era la nuestra, el lugar nos
quedaba realmente grande. Cada habitación tenía su nombre característico, ya fuera porque
se la habían puesto los abuelos en el pasado, o simplemente porque se le había ocurrido a
un pariente por aburrimiento: el cuarto de los juguetes, la vieja despensa, el recinto de los
trastes, el salón del piano, el comedor grande, la habitación del tío A.
A los diez años, lo medianamente grande o enteramente horrible, nos parece ilimitado y por
demás hermoso. Para mí, aquella vieja casona era como poseer mi propio castillo, pues
guardaba muchos secretos e historias memorables; y cuando le contaba a algún amigo sobre
la casa, era como si estuviera refiriéndome a una persona viva y real.
Pero toda esta visión de ensueño y fantasía ocurría sólo durante el día; pues de noche, la
casa se convertía en una verdadera visión de espanto, y algunas habitaciones cambiaban,
irremediablemente, de nombre y también de forma; el cuarto de los juguetes, pasaba a
convertirse en el refugio de los gatos, el comedor grande, en la habitación del fantasma, la
vieja despensa, en el suplicio del perdedor...
Recuerdo vívidamente, como si hubiera ocurrido ayer, lo que aconteció una de tantas
noches, cuando nuestros padres y el resto de la familia, habían salido de viaje para no
regresar hasta pasada la medianoche del día siguiente. Me encontraba en una habitación en
compañía de mi hermano dos años mayor, cuando a éste se le ocurrió iniciar un viejo juego
de azar -tan viejo como nuestras cortas edades-, que daba como resultado que el perdedor
padeciera un castigo; el de tener que salir de nuestra segura habitación y cruzar toda la casa,
hasta llegar a la vieja despensa, para hacerse de algunas frutas que degustaríamos después.
A este macabro jueguito lo habíamos bautizado como: ?el suplicio del perdedor?; y digo
macabro, porque realmente había que tener valor -a esas edades-, para cruzar por los largos
pasadizos, y oscuras habitaciones, casi siempre al amparo de una luz agonizante, esto si
había suerte, y si ninguna de las bombillas de los patios estaba quemada.
Pues bien, como decía, aquella noche fui yo el elegido por el destino, y como queriendo
darme su apoyo y el valor necesario, antes de mi temerario trayecto, mi hermano me
entregó a manera de préstamo su nueva adquisición: una fina y reluciente navaja de
bolsillo, como si esta pequeña arma pudiera defenderme del acoso de un espectro o algo
decididamente peor. La verdad, para mí era, que ni un cañón me hubiera dado la confianza
suficiente para cruzar por los dos primeros patios, plagados de antiguos muebles, árboles y
sombras deformes; sin embargo, había algo que parecía darme mayor seguridad; una
argucia que usábamos siempre con éxito mi hermano y yo, según nos hubiera elegido la
suerte; era la de silbar lo más fuertemente posible mientras cruzábamos por alguno de los
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muchos parajes oscuros de la casa. Esta actitud parecía explicarse cuando creíamos
firmemente que sólo podíamos ser víctimas de un gato, un alma en pena u otra cosa
horrible; si estos seres, vivos o no, se veían sorprendidos por nosotros. Mientras que si
anunciábamos nuestra presencia, ellos se apartarían del camino y no sufriríamos ninguna
consecuencia; al menos esto nos habían dicho nuestros hermanos mayores. No obstante esta
vez, ni los silbidos, ni alguna otra argucia me servirían de ayuda, pues cuando terminaba de
cruzar el primer patio y me disponía a pasar junto al comedor grande -en donde alguna vez
mi hermano Javier, viera la horripilante figura de una entidad fantasmal-, algo que escuché
a mi espalda me puso la carne de gallina. Lo que sentí claramente fueron las pisadas de una
presencia, que al volverme para mirarla por sobre mi hombro, se mostró como un ente
demoníaco que, sin embargo, no alcancé a observar en detalle, pues por miedo a ser
alcanzado por aquella entidad sobrenatural, eché a correr como mejor pude hacia el interior
de la casa, ya que me hubiera sido imposible volver por mis propios pasos, sin ser víctima
de aquello que cada vez estaba más cercano a mí. Gritando y pidiendo el auxilio de mi
hermano mayor, que seguramente no podía escucharme desde donde se encontraba, huí
espantado mientras mis rodillas parecían querer traicionarme. Al llegar a la cocina tropecé
con media docena de muebles, antes de buscar refugio en lo más recóndito de la despensa,
la cual clausuré con cerrojo por dentro. Mientras en medio de la oscuridad, aguardaba
temblando y aterrorizado la inevitable llegada de aquella entidad espeluznante, pasaron por
mi cabeza infinidad de ideas descabelladas sobre lo que sería mi suerte más adelante; no
obstante, se sucedieron lentamente los minutos y nada grave aconteció, si bien creí
escuchar que algo se apoyaba del otro lado de la maciza puerta de roble que separaba la
habitación contigua. En los siguientes minutos de larga espera, lo peor que sucedió fue
sentir claramente como una acelerada colección de insectos y quien sabe qué otras
alimañas, me caminaban a su antojo por sobre el rostro, el cuello y mis manos; lo que hasta
cierto punto preferí soportar, como castigo del destino, a tener que enfrentar a aquello
grotesco que había del otro lado. Pero, ¿qué era lo que acontecía afuera? ¿Es qué acaso ya
no había nada amenazante en el exterior? ¿Se había tratado solamente de mi volátil
imaginación? o ¿Era una trampa para que yo saliera de mi refugio, y fuera devorado por
quién sabe que criatura horrenda? A todas estas interrogantes, tuve para bien o para mal,
que intentar responderme; sin embargo, no sería sino hasta una hora después que me
animaría a descorrer el cerrojo de la despensa, y atisbar hacia la oscura cocina para ver si el
peligro había desaparecido. Menos mal no observé nada más que las sombras de los
muebles y otros utensilios que reconocí en su totalidad como familiares. En esos momentos
me asaltaron nuevas preguntas. ¿Qué había sucedido con mi hermano? ¿Por qué después de
una hora no había venido a buscarme? o ¿Acaso él había sido víctima de algo
espeluznante?
La idea de que un miembro de mi familia fuera presa de aquel ente sobrenatural, me dio las
fuerzas necesarias y el valor para salir de mi refugio, coger un trapo, rociarlo de
combustible, amarrarlo a una madera -que obtuve de la cocina-, y prenderle fuego a manera
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de antorcha, o es que acaso vivo o muerto, ¿quién no le teme al fuego? Hasta las almas del
infierno se queman en éste. Aquellos eran mis pensamientos, cuando salí al rescate de mi
hermano. Crucé una vez más el enorme segundo patio, y llegué al pasadizo en donde había
tenido el encuentro anterior. Caminé por el mismo, y llegué al primer patio, donde me di
cuenta que toda la casa estaba a oscuras, y esto incluía la habitación donde había dejado a
Javier. Esta inusitada realidad me hizo detenerme de improviso y tratar de entender qué era
lo que había ocurrido; temí lo peor y seguí adelante al amparo de la luz de mi antorcha.
Cuando me paré bajo la entrada de nuestra habitación e iluminé la escena, pude ver a mi
hermano agazapado detrás de una cómoda y con los ojos desorbitados. Al acercarme a él,
profirió un grito de horror que me dejó totalmente sorprendido. Al parecer, a causa del
resplandor que mantenía por delante, no había podido reconocerme. Una vez me reconoció,
se abalanzó sobre mí y me dijo algunas palabras que por el nerviosismo no alcancé a
entender. Luego, tomó la antorcha con una mano y me agarró con la otra, mientras a
nuestras espaldas un sonido, como el rechinar de dientes, nos amenazaba desde el fondo de
la habitación. Salimos huyendo despavoridos, sin voltear a mirar ni un segundo, y una vez
llegamos a la calle, cerramos con doble llave.
Aquella noche dormimos en la casa de una señora del barrio, buena amiga de nuestros
padres, y aunque no entendió bien cuál era el motivo por el cual no pasábamos la noche en
nuestra propia casa, igual dejó que nos alojáramos en la suya.
Mientras pasaban las horas para la llegada del ansiado amanecer, ni mi hermano ni yo
pudimos pegar los ojos. Entonces él me contó sobre la aparición que lo había ido a buscar a
nuestra habitación. La resumió diciendo, que aquella entidad monstruosa tenía forma
semihumana, con horrible cara de trapo arrugado y dientes negros como el ébano.
Cuando al día siguiente llegó el resto de la familia de viaje y les contamos lo sucedido,
nadie pareció creernos. Nuestros hermanos mayores hasta se burlaron de nuestra absurda
historia; nos dijeron que de seguro habíamos confundido una sábana vieja con el supuesto
personaje monstruoso. No obstante, nadie pudo convencernos, ni a mí ni a mi hermano,
para que entráramos nuevamente a la casa, especialmente de noche.
La casona fue vendida unos meses después por mi padre, y hasta el día de hoy no sé si esto
se debió a cuestiones económicas, o porque realmente descubrió algo que nunca nos dijo.
Hoy que termino de escribir estas líneas, 20 años después de lo sucedido, y recién llegado
de viaje, he pasado por la calle San José y he visto, por fuera, nuevamente la casa. Al
parecer una red de hoteles la compró, y la ha restaurado hasta casi no poderla reconocer. No
obstante, recuerdo bien lo que guardan aquellas altas paredes de sillar en las noches más
oscuras; y aunque la nostalgia me embarga al volver a ver la casa, después de tantos años,
de algo si estoy convencido, y esto es, que si por cuestiones del destino alguien me pidiera
pasar una noche más dentro de ésta, estoy seguro que nada en el mundo me haría aceptar tal
invitación.
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Cuentos, Historias y Tradiciones de mi tierra Arequipa
En ese momento consulté mi reloj. Eran las diez. Tenía aún que aguardar dos largas horas.
¿Qué haría con todo este tiempo por delante? Esa fue la primera pregunta que me hice;
después de todo, antes de la medianoche nada sucedería; y por consiguiente, no había
ningún motivo para seguir oculto. Afortunadamente, hacía unas semanas el descomunal
órgano había sido desmantelado; creo que fue enviado en partes a Europa para ser reparado,
y los pequeños compartimentos -bueno, pequeños para el cuerpo del órgano y no para
nosotros-, habían servido de cómodo escondite.
Decidí que lo más sensato sería utilizar la linterna, la que conservaba como el más querido
recuerdo de mi fallecido padre, y tomar de una mano a Giovanna. Ella no me hablaba. Sin
duda estaba atemorizada. Desde que le conté cuáles eran mis propósitos y le expliqué el
porqué de éstos, se opuso en el acto; sin darme la oportunidad de reflexionarlo siquiera. Me
preguntó si yo había perdido la razón, e incluso, me amenazó con terminar nuestra larga
relación, si no me olvidaba de la idea. Pero ahora que nos encontrábamos dentro del lugar,
ya no decía más nada. Había sido muy difícil convencerla; pero finalmente, después de
tanto argumentar, accedió a acompañarme. Quizá en el fondo imaginaba que antes de que
algo grave nos sucediera, podía disuadirme de abandonar aquella arriesgada espera y salir
huyendo junto a ella; pero en realidad, los dos sabíamos que esa posibilidad de evasión era
muy remota. La decisión ya había sido tomada y ahora, nada ni nadie podía evitar su
desenlace.
Pasada la primera media hora, nos aventuramos a salir de nuestro improvisado refugio y
deambulamos por una de las tres naves que hacen interminable el recinto; mientras pétreas
imágenes de santos y arcángeles nos observaban pasar irreverentes, o quizá realmente no
podían notarnos. La verdad es que esto poco interesa. Lo importante, lo fundamental era
que faltaba algo menos de dos horas para el encuentro, y nosotros dos nos encontrábamos
encerrados deliberadamente en el interior de la Catedral. Distantes, muy distantes de algún
salvador, de amigos, de familiares o simplemente de la gente. En fin, alejados del bullicio
mundano, que de seguro a esas horas y en aquella noche de sábado, empezaría a vivirse en
calles, plazas y centros nocturnos. Nadie en la ciudad sospecharía lo que habíamos venido a
esperar; ni siquiera podían soñarlo.
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Pasaron varios minutos, antes de que posáramos nuestros pies sobre los gastados escalones
que ascienden al púlpito; aquél cuya columna aplasta la figura tallada del demonio.
El estrépito que provocamos al contacto corporal contra la madera reseca por el paso del
tiempo, inundó todo el lugar. Pero no tenía importancia. Nadie nos escucharía. Nadie hasta
la media noche. En ese momento alguien me cuestionó. Era Giovanna, y lo que me dijo
parecía ser el inicio de sus súplicas para que abandonáramos mi propósito. De mi parte, yo
no me atreví a mirarla de frente. Sabía muy bien que ella tenía la razón de su lado; no
obstante, no accedí a dar marcha atrás, y lo único que atiné a hacer, fue abrazarla y ceñirla
contra mi pecho; decirle que la quería. ¡Que la amaba intensamente! Que sabía que no
había sido fácil para ella permanecer a mi lado aquella noche. Pero también le confesé que
su compañía me era necesaria. Que me daba el valor suficiente y que, sobre todo, me hacía
inmensamente feliz. Por un momento pareció comprender. Me regaló una hermosa sonrisa
y pareció también apaciguar sus temores.
Subimos hasta lo más alto que la estructura del púlpito nos permitió, y desde aquel lugar
contemplamos todo lo que pudo alumbrar la linterna de papá. Era una ubicación
inmejorable para esperar y atisbar a la medianoche. Divisábamos casi todo el panorama y,
si bien no podríamos hacernos de la ayuda de ninguna luz a la hora acordada, esto no debía
preocuparnos. ?Ellos? traerían seguramente las suyas...
Transcurrió al menos otra media hora, antes que descendiéramos del púlpito, recorriéramos
los rincones más olvidados del templo -la entrada al coro, la capilla de las plegarias, las
criptas de los clérigos-, y volviéramos a subir a nuestra posición anterior, diez minutos
antes de la medianoche. Durante los pocos minutos que nos quedaban, todo el lugar siguió
en calma; tanta como la de un sepulcro; y ya estaba a punto de llegar la hora. Nos
agazapamos detrás del resguardo tallado del púlpito. Giovanna apretó mi mano con notorio
nerviosismo. Escuchamos que desde el exterior, el reloj de la torre dio las doce
campanadas. Entonces fue cuando aparecieron. Observamos cómo fueron congregándose
uno tras otro, hasta formar una procesión de cientos. Todos desplazándose lentamente,
sosteniendo sus luces, y el interior de la Catedral pareció volverse de día. No hubo lugar
que no fuera invadido por aquella luz intensa.
Por un segundo tuve mis dudas y lo razoné nuevamente: Giovanna, expuesta inútilmente; la
espera, una idea vehemente; mis planes, totalmente inejecutables; ?ellos?... Y me invadió el
terror; un terror como nunca antes lo había experimentado. Sujeté la mano de Giovanna aún
más fuerte de lo que ella lo hacía conmigo, y mientras fue posible, corrimos despavoridos
hacia la puerta posterior del templo. Lo más probable sería que estuviera clausurada; pero
no teníamos otra posibilidad más que intentar. En esos momentos la linterna de papá se me
cayó del bolsillo; Giovanna quiso detenerse y recuperarla; pero yo no se lo permití. Ya no
era posible retroceder. Nos habían visto. Seguimos huyendo y le grité que no mirara hacia
atrás; gracias a Dios no hubo discusiones, y nos pareció ver por delante que la salida lateral
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A María, la nieta de María Nieves y Bustamante (autora de: Jorge o el hijo del pueblo)
Finalmente, después de nueve meses de activa lucha legal para obtener el permiso del juez
que lograra la exhumación del cadáver, estuvo delante de la tumba de su pequeño hijo. No
estaba sola; un enjambre de gente, entre familiares, amigos y reporteros, sumaban el
póstumo cortejo. Uno de los presentes; el magistrado, dio la orden a los sepultureros para
que iniciaran su labor. La lluvia se precipitó aún más impetuosa y era seguro que hasta el
mal tiempo conspiraría para alargar, aún fuera unos minutos más, la espera de aquella
madre, de fisonomía demacrada, en su intención de volver a contemplar el cuerpo de su
hijo. Se sucedieron uno a uno los minutos y mientras tanto la mujer del velo anochecido
tuvo la ocasión de evocar los años idos junto a su pequeño; recordó su feliz nacimiento; la
emoción y la dicha que la llenó al saberse madre y aquella inigualable sensación de sentir a
su primogénito sobre su pecho, acogerlo en sus brazos y mostrarle la vida misma. Se
acordó de la primera celebración de cumpleaños, junto a familiares, amigos y a su
desaparecido esposo. Rememoró aquella mañana primaveral en la cual jugaba alegremente
con su hijo en el jardín de la casa, con el perro, la pelota de trapo, y sobre, todo cuando su
pequeño se acercó a ella, le acarició delicadamente el rostro y le dio un dulce beso mientras
le decía:
Eso había sucedido hacía apenas un año, tres meses antes de que ocurriera el fatal
accidente; que quizás como lo había declarado reiteradamente el abogado de la familia, no
había sido casual, ya que existía una duda razonable para creer que esta muerte fue
premeditada.
Ahora -bajo la lluvia y al amparo de un enorme ciprés, terminada la penosa labor de los
sepultureros, el cajón ubicado sobre el verde pasto, a escasos segundos de que un
profesional competente abriera la tapa de madera del ataúd, que guardaba los restos del
niño, y confirmara la argumentación del abogado-, María, la madre, pareció desfallecer; sus
familiares la sostuvieron para que no se desparramara por el suelo; la tensión acumulada de
largos nueve meses, y en especial la de los últimos minutos, había sido demasiada. La
sentaron en una fría loza de mármol y le pidieron que no se acercara a ver el cadáver de su
hijo; su estado no sería ya el mejor. Ella reaccionó de súbito, se paró y no dejó que nadie la
contuviera. Se aproximó al hueco abierto en la tierra y se detuvo frente al ataúd. La tapa fue
movida y detrás de ésta se dejó ver el cuerpo gelatinoso de un niño de 7 años en avanzado
estado de descomposición. La madre se dejó atrapar por el llanto o ¿quizás estaba llorando
de alegría por el reencuentro? El médico comprobó el argumento del abogado -la caja
estaba arañada por dentro-, y mientras se cubría medio rostro con un pañuelo húmedo,
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ordenó fuera cerrada nuevamente la cubierta. La mujer no lo permitió y pidió que la dejaran
despedirse de su pequeño; quería contemplarlo de cerca por última vez. Un familiar quiso
impedirlo; pero el amor de madre pudo más que cualquier argumento. Se arrodilló delante
de su hijo y descubriéndose el velo se inclinó, lo abrazó y lo llevó a su pecho como cuando
lo tuvo por primera vez al nacer. Un brazo se desprendió del cuerpo del niño; pero el amor
de madre no lo notó.
- ¡Te quiero mucho hijito! ¡Te amaré por siempre! -Le dijo y besó el rostro descarnado de
su pequeño.
6. EL CHACO PESCA
Era motivo para conocer al hijo del gran hacedor del cielo, del agua, el aire y la tierra,
creador de todos los seres que viven en este planeta, conocer al descendiente del hijo del
sol, el gobernante del gran imperio, que estaría presente y dar inicio a la festividad del
“Chaco Pesca”. Vendrían de todas las poblaciones cercanas de los valles vecinos y todo
lugar de donde se podía llegar para vivir este acontecimiento y conocer a su inca. La
expectativa era grande.
El Inca se situaba estratégicamente en el lugar hoy conocido como “Los Pacaysitos” donde
se celebraban algunos ritos religiosos en el “UNOS” lugar también donde se realizaban las
celebraciones principales; recibía el saludo del pueblo, después de recibir el saludo de los
principales jefes de la zona pasaba a recibir a los competidores a quienes les arengaba para
que desempeñaran de manera optima en la competencia , se retiraba a lo alto del cerro
denominado el Castillo, donde apreciaba a la belleza del valle en toda su magnitud.
Cuando los participantes estaban en el agua con sus balsas y atarrayas, esperaban que el
Inca levantara la mano y la bajara para que de inicio a las competencia , a pesar del caudal
que tenia el río, la destreza de los competidores hacían ver que no era ningún obstáculo
desplazándose con facilidad sobre el agua.
La prueba consistía en navegar primeramente desde los Pacaycitos hasta el chiflón a la vez
pescar durante el trayecto lizas, pejerreyes y camarones, llegaban al chiflón y retornaban
corriendo hasta huacapuy, El que llegaba primero y la mayor pesca era el ganador.En las
riveras del río los pobladores se apostaban para ver el espectáculo y dar ánimos
preferenciales a sus admirados, los alentaban durante todo el trayecto haciendo que los
competidores eleven el ánimo para remar y luego correr.
El premio al ganador era la mas bella, hermosa, soltera y joven ñusta de la región que
previamente el inca para esta festividad era entregada por el mismo inca como trofeo y
anunciaba la apertura de la pesca de los camarones.
Recompensa que recibían todos los pobladores que habían respetado la temporada de veda,
ya que aquel que pesco en esa época era castigado con la expulsión del poblado no
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solamente el sino inclusive su familia por cometer este delito contra el respeto a la
naturaleza y el sustento alimenticio de sus semejantes, además de no haber cumplido con el
mandato del Inca. Después de terminada la competencia y la apertura a la pesca, seguía la
fiesta que duraba varios días, presenciando las danzas traídas de la sierra de la selva y por
su puesto las danzas de la costa donde bailaban propios y extraños hasta agotar la ultima de
sus energías, saboreando las sabrosas capiscas de camarones y pescado tanto del mar como
del río.
7. EL DIABLO DE LA CATEDRAL
Si bien la imagen del amo del infierno no recibe veneración pública, cabeza y cuerpo con
alas y cola enroscada de serpiente, esta hermosa’ obra de ebanistería se mandó construir por
disposición testamentaria de la señora Javiera Lizárraga de Álvarez Comparet, de los
talleres de Buisine — Rigot en Lille (Francia) el arequipeño Don Juan Mariano de
Goyeneche y Gamio, quien por los tiempos en que se fabricaba el pulpito era ministro
plenipotenciario del Perú, en Francia, fue el encargado de gestionar la feliz culminación de
la obra que fue terminada después de 15 meses de trabajo y a un costo de 25,000 Francos
(Gracias señora Javiera), lo curioso del caso es que el pulpito estuvo apto para traerse a
Arequipa el Fatídico año de 1879. y cuando ya habían llegado a Francia las noticias de la
guerra que el Perú sostenía contra Chile, no sabemos cómo «cosas del Diablo» decían mi
abuela en medio de la guerra, con los puertos peruanos asediados y bloqueados, con las
rutas marítimas súper vigiladas, etc.
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Carlos Alfredo Laura Mamani
Cuentos, Historias y Tradiciones de mi tierra Arequipa
El puente Juan Pablo II que se encuentra al final de la avenida Ejercito que limita con cerro
colorado, antiguamente se llamaba “El puente del diablo” según las versiones de antiguos
arequipeños lo sabemos porque lo llaman así:
Existía en esa subida para cerro colorado una picantería; que la dueña contrató una bella
jovencita para llamar a la clientela. La propietaria se enteró que la bella jovencita estuvo
embarazada y le propuso en practicarle una extracción o sea un aborto y al realizarse
semejante inhumana acción, botaron el feto debajo del puente que todavía no tenia nombre.
Cuando pasaron los años y la jovencita ya adulta, paseaba por esos lugares cerca del
puente; cuando escucho llantos de una criatura, Conmovido por la acción desnaturalizada
de alguna mamá, bajo a la torrentera para recoger al bebé y lo cubrió con su manta, cuando
caminaba con la criatura en brazos, sintió que los lloriqueos se convirtieron en gruñidos y
estaba siendo arañada y rasgada. Había recogido al mismo demonio, la mujer desesperada
corrió al puente y lo arrojo la criatura infernal. Posteriormente la mujer se volvió loca en
castigo de haber abortado y haber arrojado a la criatura bajo la torrentera y por ello el
puente lo bautizaron “El puente del diablo” hoy puente Juan Pablo II.
EL ÓRGANO
Fue construido en Bélgica en 1852 y es uno de los 10 órganos de gran calidad, en todo el
mundo, fabricado por Francois Loret; 8 de ellos se encuentran en Holanda, uno en Bélgica
y el otro aquí, en Arequipa.
EL DEMONIO,
Está al pie del hermoso pulpito. “Satanás” está representado por una enorme serpiente con
impresionantes cuernos. La obra fue tallada en los talleres de Buísine-Rigot en 1879, en
plena guerra con Chile.
LOS MEDALLONES
Fueron colocados en 1898 bajo la torre del reloj.Una de las imágenes representa al Perú y la
otra a Arequipa.
LA CRUZ DE “LATA”
Sí, y se hallan en las torres de la Catedral, esta parte final, tan susceptible a los
movimientos sísmicos, tuvo que trabajarse en metal para evitar sus constantes caídas. Para
disimular su estructura, fue pintado en un color semejante al sillar.
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Cuentos, Historias y Tradiciones de mi tierra Arequipa
Muchas veces habrá oído hablar de los duendes dice que son pequeños hombrecitos de
menudas proporciones, tienen una barba larga y a veces llevan un sombrero grande.
Se dice del origen de los duendes son de aquellos niños que mueren sin ser bautizados o los
fetos que fueron abortados y echados al río, también dicen que las mujeres que tenían
relaciones fuera del matrimonio orinan duendes, para prevenir que niños fallecidos se
conviertan en duendes es hacer un señal de la cruz con agua bendita y Juego enterrarlo
junto al pequeño, la cruz también bendecida.
Los adultos no pueden ver a los duendes ya que estos son invisibles ante los ojos del adulto
impuro, y visibles para los niños puros.
Son pequeños seres traviesos, se divierten con los humanos, haciéndoles bromas de toda
clase, ellos se esconden bajo las camas y los pesados muebles y en los cuartos oscuros,
viven en los lagos que han sido engendrados en callejones oscuros, en los zaguanes mal
iluminados o en la tibia intimidad de los maizales. Ellos hacen un sin fin de cosas, tocan el
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Carlos Alfredo Laura Mamani
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cuerpo de las personas y se esconden y agarran cualquier objeto y los ponen en cualquier
lugar, anudan las piernas de los pantalones, también ocultan tesoros y saben dónde
encontrar el Oro.
A veces tocan una flauta y atrapan la voluntad de la gente, dejándose llevar por su magia
hasta sus dominios. Algunos duendes son viejos barbaros y pequeños, estos son malignos y
peligrosos causan terror a quienes lo ven, a veces se pegan a las espaldas de los humanos y
como no hay como desprenderse de estos, pueden conllevara la muerte.
También adormecen y reaniman a los hombres soplándoles el rostro, dicen que sus
excrementaron color amarillo y cuando cae el sol se volatizan, muchas veces imitan el
llanto del bebe, confundiéndolos.
Un día la corteza terrestre vio nacer a un cerro llamado hijo del Misti, por estar muy cerca
de su padre. El padre de alegría expulso cenizas, vapor de agua, lava fuego. Al finalizar la
cresta de la tierra se vio mortificada, el padre había perdido en ese alborozado momento, la
parte cónica de su belleza singular. Con el transcurso de los años, la alarma creció el
mistisito estaba creciendo en un lugar mal ubicado, donde provocaría que su padre
erupcione y además el Chachani pelee con el mistisito, su sobrino, para existir y como es
normal su hermano el Misti saldría en defensa de su hijo y se produciría un gran
enfrentamiento y la pelea se expandiría al Pichu Pichu y otros volcanes.
Los primeros en evitar que este siga creciendo fueron los gentiles que vivían en las laderas
del río chili, estos se abrumaron y pensaron que lo mejor sería irse a vivir a otro lugar, pero
del firmamento apareció unos objetos brillantes, con muchas luces azuladas, verdosas, estas
naves silenciosas bajaron y se posaron muy cerca de los gentiles, de esta salieron unos
hombrecitos pequeños del tamaño de los gentiles, ellos hicieron amistad conversaron lo
necesario y ambos se despidieron a cumplir cada con su promesa.
Todos los gentiles bajaron de la superficie de la tierra varios kilómetros y así llegaron al
centro de la tierra. Ellos pronunciaron palabras mágicas con lo que consiguieron atraer
mucho oro en los bolsillos.
Al regresar a sus casas empezaron a fabricar con este mineral eslabones abiertos a su
extremo, tal como era lo convenido con aquellos, Hombrecillos.
Pasaron varios meses hasta que un atardecer todos los gentiles caminaron en dirección al
Mistisito y allí se reunieron llevando sus eslabones y más noche ya habían formado una
larga cadena de oro, con lo que encadenaron al hijo del Misti con varias vueltas.Al finalizar
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esta promesa, las naves silenciosas al ver que los gentiles habían cumplido su promesa
empezaron a lanzar desde sus naves un rayo de fuego a la tierra abriendo grietas profundas
y así fue como cortaron las raíces del Misticito. Terminando con esta promesa ambos se
despidieron y muy satisfechos.
Han pasado miles de años, los gentiles han desaparecido de la faz de la tierra, el Misticito
empezó a hacer fuerza queriendo romper la cadena, y por las noches se veía desde lejos que
el Misticito botaba leguas de fuego por la cintura y además se escuchaba de el” voy a crecer
tan grande como mi Padre”.
Un arriero que fue testigo de esto, se dirigió a la ciudad a decir a todos los arequipeños, que
el Misticito tiene mucho poder y que todos de la ciudad deben evitar su crecimiento
cruzando su cuerpo con fajas de fierro, amarrándolo y así nunca llegue a ser como su padre
el Misti.
Fue un padre Sabuesa quien detuvo el crecimiento del pequeño volcán, mandando a
construir unos enormes zunchos de fierro y con ellos amarró al Misticito de tal manera que
ya no pueda crecer.
Situado en la calle de Santa Rosa, casi cerrando la de Santa Teresa, existe en Arequipa una
caserón, cuya pared del sur es medianera con el monasterio de la santa límense. Por detrás,
formándole fondo, se extienden las chácaras. Tambo de Santiago es el nombre con que se
ha conocido siempre, hasta que, en los últimos tiempos, dejó de ser posada unas veces y
cuartel otras para remozarse con el aspecto de casa habitación por familias. Que quién fue
ese Santiago, me preguntará sin duda la curiosidad insatisfecha. Pues no lo sé, y se la dejo a
los futuros tradicionistas para que se devanen la paciencia en averiguarlo. Puede que fuese
el primitivo propietario del caserón o algún tipo popular En el albergado, en el caso que en
el viejo Tambo había un cuartucho que, por hallarse a algunas varas sobre el nivel del
suelo, tenía una pequeña escala de sillar, y que en ese cuartucho habitaba Doña Mariquita,
la Montufar, señora que era una viejecilla cuyo molde barrunto ya se ha roto en Arequipa.
Pequeña, encorvada por los años, de expresión apacible, pobre, pero decentemente vestida,
doña Mariquita no se preocupaba por la lucha cruel de la existencia. Después de oír muy de
madrugada la primera misa y de encomendar, con masculleos interminables, a justos y
pecadores, pasaba el día prestando servicios aquí y allá, por apego a la casa de personas
conocidas, sin remuneración, sin otro gaje que el resto de comida que unas veces le daban
aquí y otras allá. Resto de comida era ese que la santa señora llévaselo a su cuartucho en la
respectiva ollita de barro, y allí, muy tapadito, preservándolo de perros y gatos, lo guardaba
hasta el siguiente día, y al siguiente día, sin recalentarlo, frío grasiento, ticca, como por acá
dicen, se lo saboreaba con el más grande contentamiento del mundo. Y jamás le causó daño
la empoderada bazofia. Prueba evidente de santidad era ésta para los malandros de mi
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tierra, que, por lo visto, nunca tropezaron en su almanaque con Santa Higiene. Añádase que
para Doña Mariquita era cosa corriente conversar a cualquier hora con los grandísimos
ociosos de la corte celestial, por cuya envidiable preeminencia el demonio le cobró tal
ojeriza que, con más terquedad que impertérrito piquín, la perseguía, apareciéndosele en el
rato menos pensado, a la menor volteada del rostro.
Cierto mataperros, que, a vivir en los modernos tiempos, hubiera sido incomparable jefe de
palomillas, se propuso jugarle una pasada. Y, dicho y hecho, después de desnudarse, se
restregó todo él con cabezas de cerillas, que lo dejaron ígneo, fosforescente, fulgurando
como verdadero condenado. Y así, en la obscuridad de la noche, ovillándose casi, se
agazapó a la puerta del cuartucho y esperó a que los instantes pasaran.
No transcurrieron muchos, cuando doña Mariquita, cargada con el peso de la edad, ítem
más con la consabida ollita, se apareció en el primer peldaño. Ver la bola de fuego y
hacerle cruces e invocar a Jesús, María y José, todo fue uno. Pero, como acostumbrada
estaba a la persecución de! diablo y a ponerlo-en fuga con sólo trazar cuatro garabatos en el
aire y murmujear el principio de un rezo, no se detuvo, y prosiguió la anciana segura de que
el maldito se haría humo. Mas el maldito comenzó a desovillarse y a erguirse y a crecer y a
asumir forma humana. No esperó más doña Mariquita, que, en su idiotez mística, pudo
darse cuenta de que esta vez no era como en las otras, y, lanzando estridente grito, se arrojó
gradas abajo.
Cuando los numerosos vecinos del Tambo acudieron al grito, la encontraron exánime, con
un pie dislocado y con alguna salpicadura de sangre en la cara. Cerca de ella, esparcidos
entre restos de comida, yacían los fragmentos de la ollita. Y por las chácaras, vieron que
huía a todo correr una forma humana, hecha de fuego, fantástica, a la cual, en su espanto,
hasta flameantes cuernos distinguían. No quedó diestra que no le hiciera cruces y cruces y
más cruces, y a cada cruz el fantasma de fuego caía por tierra y en vano se levantaba
porque era otra vez derribado por el signo cabalístico de los dedos, hasta que por fin se
perdió en la lobreguez de la noche.
Volvió en sí doña Mariquita y duda no le cupo de que había visto al diablo en persona, y si
duda hubiera, ahí estaban los numerosos vecinos que juraban y re juraban que el infernal
bicho bicornado a cada tanda de cruces rodaba por el suelo. Mientras tanto el mataperros de
la historia, que oía a los hombres del barrio conversar de la terrible aparición, a las mujeres
deshacerse en ponderaciones y a los chiquillos llamar en su amparo a la mamá, callaba y se
sonreía, recordando susto que se llevó al ver desbarrancarse a la viejita, la carrera
desenfrenada a través de los campos recién segados, los tropezones continuos en los bordes
y rastrojos, y la inquietud con que llegó al recodo en que había dejado oculto el lío de sus
ropas.
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Carlos Alfredo Laura Mamani
Cuentos, Historias y Tradiciones de mi tierra Arequipa
Según la historia el tesoro se encontraba dentro de una gran cueva y en ella había un río
subterráneo, el misterio de esta historia lo resolvió un hombre que ambicionaba con estos
tesoros.
Este hombre empezó a caminar desde el puente Grau en dirección al Misti, siempre por el
lado izquierdo y los ojos bien abiertos tratando de descubrir algún indicio de la
desembocadura del otro río. Terminando el día llego hasta las partes altas del valle del
Misti chiquito y el esfuerzo fue en vano.
De regreso a su casa pudo esclarecer nuevas ideas: los agricultores de Socabaya extraen
agua de algunos pozos distantes que vienen de los deshielos del Pichu Pichu, éste agua
según los agricultores vienen de los ríos subterráneos.
Al día siguiente muy temprano fue a las partes altas de Uchumayo hasta llegar a las viejas
canteras de sillar y así sospecho que las filtraciones de aguas venían de Chachani, entonces
aquellas filtraciones de agua le llevarían hasta el río subterráneo.
Camino siguiendo las húmedas tierras. Mientras avanzaba, las filtraciones desaparecían y
aparecían en lugares diferentes. Camino cientos de metros hasta que la humedad
desapareció en forma definitiva, miro a lo lejos y vio muy distante el Chachani, a cierta
distancia se encontraba algunos arbustos de pie, que le indicaban que bajo sus raíces estaba
aquel río subterráneo.
Entonces cogió tres piedras formando un triangulo, esta era ia señal para saber donde se
había quedado, seguidamente apuro sus pasos para llegar rápidamente al pueblo.Para ver la
dirección exacta del río subterráneo se dirigió donde ei mejor chaman del pueblo y este le
vendió un palito de Hoque en forma de “y” más los conocimientos como debería utilizar
esta herramienta y así resolvió el enigma y con el misterioso palito fue al lugar donde dejó
el triangulo de piedras.
Decidió a lo que vendría, cogió el palito y esta herramienta de rato en rato le indicaba
donde había agua. Luego de avanzar varios kilómetros casi llegando a las faldas del
Chachani el palito dejo de funcionar , ya no daba indicios del río subterráneos, observo que
la última piedra estaba junto a un cactus, nuevamente construyó un triangulo de piedras y
así muy contento y cansado se regresó al pueblo.
Al siguiente día cogió algunas herramientas camino obsesionado por encontrar el gran
cacto, al encontrar empezó a cavar un hueco, el río subterráneo estaba a cinco metros de
profundidad. Ya llevaba varias horas cavando y la profundidad del hoyo crecía junto a la
humedad de la tierra, hasta que descubrió la dureza del suelo y al pegar la oreja escucho el
sonido del río subterráneo y con el pico logro hacer un pequeño orificio y así descubrió el
río. Con el deseo de llegar al río, agrandó aquel orificio y bajo con un pequeño costalillo y
siguió caminando hasta encontrar una cueva y la altura del pozo, pasaba diez veces su
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Cuentos, Historias y Tradiciones de mi tierra Arequipa
cuerpo y miro que la salida se estaba tapando y todo se oscureció. El hombre se lleno de
miedo y al mismo tiempo sacó un mechero de su bolsillo y lo encendió y con esa luz
recobró la calma. Avanzó en dirección contraria a las aguas con el mechero en manos,
avanzó como tres kilómetros y las aguas dejaban de moverse, a medida que el avanzaba
encontró retazos de tela, luego algunos huesos humanos y en una de ellas encontró una
cadena con una cruz de oro.
Al tiempo que avanzaba la tienda se agrandaba y en allí encontró piedras talladas en formas
de asiento y al levantar la mirada en ia pared estaba dibujado el rostro de Cristo. Al salir de
este cuarto, encontró un gran patio y una pequeña catarata. Su último mechero ya se
acababa y con poca luz, corrió desesperado y en una de las paredes encontró un mechero de
oro finamente .trabajado por manos artesanales, sin pérdida de tiempo la encendió y la
cueva se ilumino sin dejar espacio oscuro.
Tomo estos tesoros y los puso en su cuello y los aros en sus dedos, también encontró una
biblia en latín y a su lado un libro donde decía “testamento de los jesuitas” y algunos
pergaminos, cuadros de la ultima cena y la resurrección de Cristo.
Este largo puente con estructura de fierro fue una obra de Eiffel, además nuestro puente es
el más largo de Sur América, cuenta la leyenda que existe una sirena debajo de este puente,
esta la hija de la sirena que vive en el puente Bolognesi, en este puente, pegado al risco hay
una piedra grande donde vive esta sirena.
A esta gran piedra la denominaran Machiruna, esta piedra es la puerta de ingreso al rio
subterráneo que hay detrás del río Chili. Allí empieza la casa de la sirena, la piedra está
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amarrada en la parte de abajo por la fuerza de todos los brazos de los hombres que han
desaparecido.
Este río subterráneo se comunica con la casa de su madre, que une en el puente Bolognesi,
cuando se reúnen hacen grandes fiestas, esta sirena sale a lavar sus vajillas entre las seis y
siete de la tarde, los que iban al río a esas horas desaparecían la sirena los encantaba.
El castigo de estos hombres que desaparecían, era que veían a la sirena sentada sobre una
piedra mostrando coquetamente su cuerpo delgado, su larga cabellera y su cola de pez con
escamas de siete colores, los hombres al mirar se quedaban encantados y caminaban hacia
ella y de pronto escuchaban bellas melodías que salían de las vibraciones del agua y ahí
quedaban atrapados. La sirena cogía la varita mágica y movía la piedra Machiruna y en ese
instante el hombre desaparecía entre las aguas y nunca más se los volvía a ver.
Una vez terminada la conversación, tuve que despedirme de mi buen amigo el párroco y
aventurarme a la soledad de la noche que a veces a estas altas horas de la noche es muy
solitaria y silenciosa. Antes de partir hacia el cercado mi amigo el párroco me deseo suerte
y me advirtió de los peligros y sustos que se pueden dar a la oscuridad de la noche y me dio
un crucifijo.
Gracias le dije y yo no estaba tan preocupado por ninguna de esas viejas leyendas de
vampiros, fantasmas y duendes que existen, yo no creo en ese tipo de historias, en cualquier
caso yo siempre me había caracterizado por mi valentía.Ya había recorrido gran parte del
camino para llegar a la vieja casona donde vivo, cuando atraviese por la callejuela de Santa
Catalina, vi algo inesperado, a escasos metros pude ver la figura de una dama , llevaba un
vestido blanco y manchado de sangre, sosteniendo en una de sus manos una cabeza y a esos
escasos metros escuche que lloraba.
Quede consternado por lo inexplicable y sobrenatural, me detuve por unos minutos y espere
que aquella entidad misteriosa desaparezca, sin embargo recordé el crucifijo que lo tenía en
mi bolsillo, y este me dio valor para seguir mi camino, porque si no me tardaría en llegar a
mi casa a descansar.
Cuando di unos cuantos pasos hacia adelante quede más estremecido al ver que aquella
espantosa dama se acercaba a mí. Su rostro ensangrentado en su mano me lleno de espanto
y terror. No pude seguir caminando mi cuerpo se deslizo al suelo del susto en esos
momentos temí por mi vida y mi corazón latía más rápido, metí mi mano al bolsillo y saque
el crucifijo que me dio mi amigo el párroco.
Al acercarse más la aterradora figura de la mujer pensé que este podía ser el fin de mi
existencia y me daría un ataque de susto. Tenía el crucifijo en mis manos y con mucho
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Cuentos, Historias y Tradiciones de mi tierra Arequipa
esfuerzo con mis manos tembloroso apunte el crucifijo hacia ella. Entonces escuche un
horrible y bestial llanto, la desgarradora figura empezó a alejarse de mi rápidamente,
perdiéndose por el callejón que está detrás de la Catedral. Me levante de la helada pista y
con el crucifijo en mi mano me arme de valor y decidí perseguirla, recorrí una cuadra de la
calle San Francisco y luego al dirigir mi mirada hacia las afueras de la catedral vi que su
cuerpo empezaba a elevarse y así perderse en la oscuridad del infinito cielo.
Al día siguiente desperté muy tarde y al recordar lo que me pasó en la noche no podía
creerlo, me había encontrado cara a cara con la novia sin cabeza, una leyenda de hace
mucho tiempo, dicen que era una dama que un día antes de casarse sufrió un accidente, y
estuvo a punto de perder la cabeza, por eso sale en las noches a deambular por las calles
haciendo asustar a los incrédulos transeúntes que caminan muy de noche. Salí de mi casa a
ver a mi amigo el párroco y agradecerle por haberme proporcionado su crucifijo porque si
no lo hubiera hecho, tal vez no hubiera vivido para contarlo.
Esta es una historia real, pasó en la ciudad de Arequipa, es de una joven hermosa que
siempre maltrataba a su madre.
Ésta un día le brindó una golpiza que hizo que su madre la maldijera. Esta joven falleció
antes que su madre. La enterraron, pero a los tres meses su madre se percató de que la mano
de su hija sobresalía de la tumba. Hizo que la enterraran por encima. A los tres meses de
nuevo se dio cuenta de que la mano de su hija sobresalía. Esta, preocupada, llamó a un
sacerdote para que observara el caso. Este la bendijo y la mano ya no volvió a salir.
Después de años la gente que vivía en las inmediaciones del cementerio comenzó a
observar a una joven toda de blanco vagabundear por el cementerio.
Una noche un dj de la ciudad que siempre pasaba por ahí después de su noche de trabajo se
fijó en una joven, le dijo que subiera a la moto, ella accedió y sólo se inmutó al decir dónde
vivía; él la tomó de la mano y notaba que era demasiada blanca y helada, le prestó su
casaca y la llevó a su casa.
Al día siguiente se dio cuenta de que le había prestado su casaca a la joven, fue a su casa y
al preguntar por ella su madre se enfureció y casi lo maltrata, pero le sorprendió la
insistencia del joven así que le dijo que su hija había muerto. Él no le creyó ya que la noche
anterior la había visto, la madre lo llevó a la tumba de la hija y para sorpresa de los dos
estaba la casaca sobre la tumba. Los dos se volvieron locos: el chico se suicidó en el
manicomio y de la señora no se sabe nada. Hasta ahora se le puede ver a Monica, la
condenada, en las inmediaciones del cementerio de esta ciudad.
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Carlos Alfredo Laura Mamani
Cuentos, Historias y Tradiciones de mi tierra Arequipa
Dentro de los mitos arequipeños se encuentran los de Cayma. Cuentan los antiguos
pobladores de estas tierras altas, cercanas al Chachani, que desde épocas que se pierden en
la memoria de los abuelos, se decía de una cueva -otras versiones hablan de varias- que se
ubicaban a las faldas de la montaña de nieves perpetuas y que atrapaba a la gente en su
interior. Era algo así como la garganta del Chachani, o una de tantas que ayudados por los
extraños cantos que profería la zona -probablemente por acción del viento- atraía la
curiosidad de los arrieros que circulaban por la zona de paso a la sierra interna de Arequipa.
Por supuesto también los había que habiendo escuchado sobre el famoso Tesoro de los
Jesuitas, enterrado según las leyendas en las inmediaciones del ya citado Chachani, se
acercaban a dichos parajes con la intensión de hacerse ricos de la noche a la mañana, siendo
presas, una vez al interior de la montaña, de un estado extraño -diríase cataléptico,
dormido- en el que parecían muertos; pues no se movían, ni respiraban, no obstante su
sangre se mantenía caliente, aunque el corazón no les palpitara más. Era como si la
montaña le hubiera quitado la vida; pero a la vez conservara el cuerpo congelado; pero
como ya lo hemos dicho, inexplicablemente caliente e incorrupto.
Sobre los mitos de las montañas de Arequipa existen variadas versiones, desde la presencia
de seis hermanos o Apus (Ampato, Coropuna, Sabancaya, etc.) que encontrando el mejor
lugar dónde quedarse a vivir, decidieron en cruenta lucha, ganarse el derecho por esta
tierra, hasta la de la montaña o progenitor dormido que dejó su cuerpo sobre el Pichu Pichu
para recuerdo y veneración que le harían sus hijos. No obstante hemos elegido la que nos
pareció más rica en su simbolismo y contexto.
Cuentan los mitos de un pasado ya remoto, que al inicio de los tiempos una montaña (el
Apu Pichu Pichu) se enamoró irremediablemente de su vecina (el volcán Chachani) y que
los dioses no vieron con buenos ojos esta relación; pues sus razas no eran las mismas,
siendo el primero de roca y el segundo de nieve, así que decidieron levantar un guardián en
medio de los amantes y así nació el Misti (*), que hasta hace unos siglos era el Apu que no
tenía un único nombre. Fue así que el Pichu Pichu renegó contra la pacha mama y blasfemó
contra los dioses que alumbran el cielo de día y de noche, por lo que la Pachamama se
vengó y el cielo se abrió en turbias cataratas, de manera que el Apu varón, poseído por el
miedo, cayó de espalda sobre la cumbre más alta y quedó convertido en piedra y dormido
en el lugar hasta el final de los tiempos (El indio dormido).
El nombre Misti no tiene que ver con su nombre original. Más bien, cuentan los mitos que
el Misti tenía otra denominación: el Machu Putina que significa "el viejo volcán", mientras
que Misti, significa "blanco" (como el volcán siempre tuvo nieve le llamaron así). Pero los
nativos de la zona le quitaron el nombre original como castigo, por haber erupcionado.
Otra versión da cuenta de que "Misti" es una denominación que proviene de la palabra
castellana "mixto" (mestizo, mezclado). Así mismo dicen terceros que Misti en quechua
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Cuentos, Historias y Tradiciones de mi tierra Arequipa
sería "Señor", aunque otros afirmen que dicha palabra no es quechua, ni aymara, tampoco
puquina.
La palabra Misti aparece por vez primera en 1787 en Las Relaciones de la Visita de
Arequipa, por el Gobernador -Intendente Antonio Álvarez y Jiménez. Antes de ello le
llamaban solamente "El Volcán".
"Cuando llegaron los primeros españoles a nuestra costa, preguntaban por el nombre del
país a un indio, les contestó éste Berú; luego mirando el río dijo Pelú y señalando después a
los extranjeros al interior del país, Pilú; que entonces los dichos españoles respondieron;
"¡Acabemos! Por aquí todo es Perú". De esta ocurrencia graciosa vino el nombre que en la
actualidad tiene nuestro país. (Paz Soldán, Geografía del Perú.
Si uno tiene la oportunidad de contemplar los primeros mapas del siglo XVI y XVII, de
esta parte de América, se encuentra de lleno con la sorpresa de que nuestra Arequipa ocupa
buena parte de la geografía del norte de Chile. En Dichos mapas se lee textualmente al
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Cuentos, Historias y Tradiciones de mi tierra Arequipa
referirse a nuestro vecino país: "Chili" y no Chile; por tanto es lógico pensar que Chile es
una derivación fonética de Chili, tal y como la escribieron los cartógrafos de aquellas
épocas.
Según algunos autores la palabra Chili deriva del vocablo quechua "Chiri" que en español
significa "frío".
Según Ventura Travada y Córdova, en su libro El suelo de Arequipa convertido en cielo
(1752), dice que el nombre Chili deriva de Chilina, nombre que sería aún más antiguo. A
su vez "Chillona es el nombre de una paja que crece en las regiones frías de los andes, para
los naturales era la chilligua, la utilizaban para tejer sogas..." (Cayma Historia, Tradición y
Cultura, Félix Gallegos).
Por otro lado en el libro: Arequipa, su pasado, presente y futuro, página 23 (Biblioteca Inst.
Nacional de Cultura) se dice textualmente: "Los Chilis se establecieron en los flancos y
taludes por donde se desliza el río de Arequipa, al cual dieron su nombre".Estaría
hablándose de un pueblo que ocupó estas tierras antes de la llegada de los españoles, lo cual
nos parece sumamente interesante para investigar.
Dicen otros textos que Chili en idioma aimará significa "cascabel", por lo ondulante del
paso del río a través de las montañas o por el ruido que hace el río cuando arrastra las
piedras (Historia Sintética de Arequipa, Víctor N. Benavente).
"El Tahuantinsuyo fue dividido por el Rey de España en dos Gobernaciones: La Nueva
Castilla para Pizarro y la Nueva Toledo para Almagro. Arequipa caía dentro de los límites
de la nueva Toledo, que llegaba por el sur hasta el actual Chile (conocida como la
Araucana). (Diario El Pueblo, 15 de agosto del 2004).
Documentos avalan el hecho de que del valle de Arequipa salió la expedición de Pedro de
Valdivia a la conquista de Chile en 1539 (Imagen y Leyenda de Arequipa, página 54).
Carta de Pedro de Valdivia al emperador Carlos V (9 de julio de 1549)
Al emperador Carlos V.
Santiago, 9 de julio de 1549.
Sacratísimo e invictísimo César. Habiendo, a imitación de mis pasados, servido a V. M.
donde me he hallado y en estas partes de Indias y provincias desta Nueva Extremadura,
dicha antes Chili, y últimamente en la restauración de las del Perú a su cesáreo servicio en
la rebelión de Gonzalo Pizarro bajo la comisión del Licenciado de la Gasca, Presidente en
la Real Abdiencia de los Reyes, que por el poder que de V. M. trajo me dio la autoridad de
su Gobernador y Capitán General en este Nuevo Extremo...
En la década de los setenta la forma que tenían los chilenos de despedirse de un peruano
era: ¡hasta Arequipa! Es probable que la memoria colectiva argumentara que nuestra ciudad
les pertenecía de alguna manera, siendo parte de la Nueva Toledo.
El historiador Chileno Ricardo Latcham señala que "el nombre Chile lo trajo -a su país- un
grupo de aborígenes mitimaes transportados por los Incas a estas tierras, pues existía en el
Perú una región que tenía un río de ese nombre". ¿Qué río sino el de Arequipa, además de
su aproximación geográfica?
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En conclusión, lo más probable es que el origen más remoto del nombre Chile, proviene
según las fuentes citadas, del nombre del río que discurre por Arequipa.
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especulación- fueron abordadas, cada una en su momento y contexto- por algún personaje
oscuro o una banda de estos que las ultrajaron y sepultaron para borrar las evidencias. La
otra tesis de que habrían caído por algún precipicio hubiera terminado por dar como
resultado el encuentro de sus cuerpos.
En 1979 el Club de Andinismo halló el cadáver de una joven, todos pensaron se había
hallado el cuerpo de alguna de las teresas; pero las investigaciones y la certificación por
parte de los parientes arrojaron que no se trataba de ninguna de ellas.
Otros casos no menos extraños se han sucedido en el lugar como fue el de un cadáver
momificado de mujer -en la década de los 70- cerca del cono del volcán y que solo llevaba
un tipo de ropa interior de nylon. Según Masías el periodismo se preguntó sino la habrían
lanzado desde un avión...
En abril de 1996 se encontró otros restos humanos en las faldas del Misti, esta vez de un
hombre que según el peritaje criminalístico habría permanecido sin vida más de un año en
dicho lugar.
Por generaciones algunas personas de conocimientos ancestrales han hablado del famoso
pago a la tierra, costumbre que habrían heredado los hombres desde épocas PRE-Incas y
que en algunos casos consistía en el sacrificio de alguna bella jovencita para ofrecérsela al
volcán o Apu (el caso más conocido para nuestra región sería el de la dama del Ampato, o
Momia Juanita) . Pues para bien o para mal algunos opinan que dichas costumbres aún
podrían estar vigentes en las mentes de ciertos pobladores andinos que podrían ser los
responsables del consiguiente secuestro y sacrificio de jóvenes para que la montaña no
vomite su fuego. Esta sería una forma de explicar la desaparición de las dos teresas en la
década de los setenta.
Para terminar agregar que según otras fuentes especulativas que rayan con el estudio de los
monstruos (criptozoología) y otras especies ignoradas, traemos a recuerdo la publicación de
la revista Fantástico del Diario Arequipa Al Día, que en su edición del 29 de octubre del
2003 (coincidentemente octubre) publicó la experiencia sufrida por un joven andinista local
-Carlos Flores- quién relató haber visto (en una de sus ascensiones al Misti) a una criatura
de facciones humanas (pero con excesivo pelo amarillento en todo el cuerpo, pues nos
llevaba ningún tipo de vestimenta), cruzar cercano a su campamento nocturno y cuyas
huellas -no humanas- se hicieron patentes por la madrugada.
Estaríamos hablando de una suerte de Yeti sudamericano o Macón, como se le ha llamado a
una criatura peluda vista en otros lugares de los andes. Ahora bien, ¿por que traemos a
colación esta última historia? Bueno, no es difícil tratar de relacionar al supuesto Yeti
arequipeño con las misteriosas desapariciones de los aventureros ingleses y especialmente
el de las dos teresas; además de otros expedicionarios nunca hallados...
A más de 30 años de los incidentes famosos de las dos teresas, probablemente nunca
encontremos respuesta a sus curiosas desapariciones y esperamos que nunca más se
vuelvan a dar tales sucesos que rayan con lo inexplicable.
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(*) Además se han encontrado restos de tales sacrificios en las cumbres del Hualca Hualca,
el Mismi, y altares ceremoniales en el mismo Misti, así como otras construcciones bastante
antiguas cercanas al cono. /
El origen hispano de Arequipa siempre le ha conferido un folclore ajeno -si se puede decir
esto hoy en un mundo globalizado que los medios de comunicación han reducido a su
máxima expresión- que nos recuerda las leyendas europeas plagadas de fantasmas,
demonios, duendes y brujas. Vamos a referirnos a estas últimas -las bruxas o brujas- que las
hubo en nuestra ciudad y otras localidades del departamento como son Huancarqui en
Castilla, o aquí nomás cerquita en Huaranguillo, o porque no la tradicional Tiabaya, antaño
tierra de árboles deformados y perales, o como lo dicen las crónicas de los viajeros del siglo
XIX, en Sachaca, dónde siempre hubo manifestaciones mágicas y leyendas en torno a estas.
El bisabuelo contaba que no había casa en Huancarqui en dónde al menos una de las
mujeres no fuera una bruja (*); muchas veces la única forma de sospechar de estos
personajes, tan desapercibido como cualquier otro parroquiano, era cuando se deshacían en
amabilidades y atenciones con los visitantes, especialmente a la hora de ofrecernos un
sabroso plato tradicional, en cuyo contenido ya habían vaciado el mejunje mágico, ya fuera
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para enamorarnos sin remedio o para hacernos víctimas de la enfermedad como aquella que
torna nuestra piel bronceada en pálida y casi albina (kara o ccara, le dicen). A algunas se les
podía identificar por alguna verruga en el rostro o en otras partes más íntimas del cuerpo.
En Tiabaya por ejemplo se contaba hasta hace muy poco una curiosa y nauseabunda
historia -cúbranse la nariz- de un marido cornudo cuya esposa le era infiel cada viernes con
el demonio, y a quién le andaba besando el culo apestoso y oliéndole los pedos junto a otras
brujas. Así mismo se dice que las brujas, cuando eran perseguidas, se convertían en viejos
árboles en dónde podía motarse sus rostros deformes y atumorados, cuyos ejemplos más
cercanos solo se conservan hoy en algunos árboles del parque a "La mujer" -o a las brujas
dirían otros- de la Urb. San Jerónimo del Cercado, a unas 3 cuadras del actual colegio
Médico.
Huaranguillo siempre fue el lugar idóneo para contratar los servicios de una bruja y
procurarle un maleficio al enemigo ya fuera por la disputa de una herencia, el amor de la
gatita del barrio, o simplemente porque nos caía gordo nuestro vecino. Había daños que
atraían la mala suerte y otras que eliminaban de tajo al adversario causándoles una muerte
fulminante, bueno al menos no había sadismo en estos menesteres, pudiendo alargarle la
agonía al susodicho con una lenta y dolorosa enfermedad.
El bisabuelo decía que las brujas de Sachaca se convertían en gallinas, lechuzas, cuyes,
perros negros y hasta chanchos y algo de cierto debe haber; pues esta mala sangre del hoy
distrito parece refrendarse en documentos como los del viajero francés Paul Marcoy ,que en
uno de sus libros de viajes por Sudamérica nos dice a la letra: "Sachaca es un lugar de mala
fama, pues la tradición local lo ha convertido en punto de reunión nocturna de brujas y
duendes... ".
Sucedió por ejemplo que unos jóvenes palomillas atraparon a una bruja, ya convertida en
gallina, la maltrataron, la desplumaron sin reparo y la ataron a un molle (un árbol). A la
mañana siguiente todos esperaban a que Doña Lucita, la dueña de la picantería, abriera el
negocio; pero nada, no venía. Luego alguien avisó que una señora desnuda y ensangrentada
había aparecido amarrada al centenario árbol de la Plaza; por supuesto se trataba de la
Lucita.
Que las brujas de la arequipa de antaño volaban; pues al menos una vez así lo vio el
compadre del bisabuelo quién decía que se montaban, no precisamente sobre escobas, sino
sobre animales que les servían de improvisado vehículo, cosa extraña salvo que a tales
fueran aves o les saliera alas. Con respecto a las lechuzas -con las cuales las brujas están
empentadas, si es que no son ellas mismas- había la creencia que si alguna de estas aves de
mal agüero volaba y cantaba subida al techo o entrada de nuestra casa, la muerte de alguno
de los que habitaban el lugar era inminente.
Usualmente ser bruja en la Arequipa de antaño era casi una profesión; pues aparte de los
muchos maleficios y daños mortales que se les encargaba, se dedicaban también a hacer
mejunjes que curaban los males de estómago, las diarreas, el susto y otros padecimientos
cotidianos.
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Entre sus templos, el de mayor número de cosas a destacar, es sin duda su catedral.
"La iglesia mayor de Arequipa no está sujeta a orden arquitectónico riguroso; sino que es
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respecto, se afirma también que una de las entradas a dicho subterráneo, estaría debajo del
altar mayor, según Mariano A. Cateriano, que dice: "La bóveda subterránea de figura
circular, donde reposaban las cenizas de los obispos que morían, hallábase también debajo
del presbiterio y tenía su entrada por el costado derecho" (El cielo de Arequipa convertido
en suelo).
"Con respecto al púlpito, vale acotar que dicha obra fue mandada a construir en los talleres
de Buisine-Rigot, en Lille (Francia). La obra fue concluida en algo más de un año. Lo
curioso del caso es que el púlpito estuvo listo para traerse a nuestra ciudad el año de 1879,
cuando ya habían llegado a Francia las noticias de la guerra con Chile. No se entiende
cómo -cosas del diablo decían los antiguos-, en medio de una violenta guerra, y con los
puertos peruanos bloqueados, a finales de dicho año llegó el magnífico mueble: ¿No sería
que el demonio del púlpito se dio maña para librar todas las trabas que levantaba el infierno
de la guerra? ¿Quién sabe? Lo cierto es que el 16 de diciembre de ese año, una docena de
artesanos arequipeños ensamblaron las doce partes con las que fue construido el hermoso
mueble".
Otras obras tan valiosas y artísticas como el mismo diablo del púlpito, son los doce
apóstoles que hacen fila a lo largo de la nave central del templo y, una cosa curiosa, es que
dichos apóstoles que dan a pensar ser de piedra, están tallados en madera y pintados
asemejando el mármol. Estas estatuas fueron adquiridas en Génova, y dado que se ha
perdido la técnica de su fabricación (puesto que se trata de tallas en madera hueca) su valor,
como obra de arte, es incalculable.
Quién no ha oído alguna vez la famosa expresión: "¿Quién hizo la maravilla? ¡La hizo
Moratilla!" Pues esto se debe a que Don Juan Sebastián de Goyeneche, dotó a nuestra
Catedral de una bellísima y aún más valiosa Custodia, que fue mandada a hacer en España;
en los talleres de Francisco de Moratilla, en 1850. Esta reliquia fue trabajada en filigrana de
oro, adornada con enorme cantidad de piedras preciosas. En la base ostenta la figura de los
cuatro evangelistas. Esta obra mereció muchos elogios, pero especialmente los de la reina
Isabel II, y de allí el estribillo: ¿Quién hizo la maravilla?.
Con respecto al órgano, éste fue traído de Bélgica en 1854, y era tan grande que, para que
pudiera entrar en su lugar, fue necesario doblegarle la coronación a pesar de la gran altura
del templo. De dicho órgano se dice, que fue en su momento el segundo más grande de
Sudamérica. Fue construido por Francois Bernard Loret, quien hizo dos idénticos; su
gemelo se encuentra en la ciudad de Hamburgo, en Alemania.
Cuenta una leyenda, que mientras un sacerdote oficiaba una misa dentro de la iglesia
mayor, y quizás desmotivado por los años que tenía en el oficio, en el momento de la
conversión del vino en la sangre de Cristo, y no teniendo la fe necesaria de que esto
realmente pudiera suceder, de pronto del cáliz que tenía en sus manos empezó a emanar
gran cantidad de sangre que manchó las telas que cubrían el altar. Se dice que las mismas
son guardadas dentro de la iglesia
.
24. LA CASA ENCANTADA DE YANAHUARA
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Corría el año de 1666, y hasta la villa de Yanahuara llegó para establecerse un noble
español a ejercer la función de encomendador. Este se casó con una dama que rebosaba de
atributos por su extraordinaria belleza. Transcurrido el tiempo surgió una relación amorosa
entre un criado de la casa y la bellísima mujer. Tras uno de sus viajes el español logró
descubrir esta infidelidad, y sometió a ambos a una serie de torturas
que culminó en la muerte cruel de los amantes. Cuenta la historia que tal era el odio y el
desconsuelo del español, que los enterró, aún con vida, tapiando una de las paredes de la
casona donde vivían. Es a raíz de este acontecimiento que la casona ubicada a corta
distancia de la iglesia de Yanahuara, cobra fama por sucesos extraños, tales como: estrépito
de cadenas, campanas que sonaban solas, ladridos angustiantes de perros y siluetas
fantasmales, que noche a noche se dejaban sentir. "La casa encantada", como fue llamada
luego, cambió de dueños constantemente, debido a que nadie soportaba mucho tiempo de
permanencia dentro de la misma.
25. EL TUTURUTU
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¿Qué enigmática figura representa el Tuturutu? "El obispo Don Juan Cavero y Toledo,
pensando en el ornato de la naciente ciudad, mandó a construir una pila ornamental en la
Plaza de Armas (1735); y el fundidor, a quien se encomendó esta labor, no pudiendo
soportar las constantes molestias que sobre su descendencia hacían los duendes, cogió en
cierta ocasión de la oreja a uno de ellos; tomó su molde en yeso, y luego, según la matriz
obtenida, vació en bronce al Tuturutu" (5). Por supuesto que esto sólo es parte de las
leyendas de la ciudad; lo cierto es que según Ventura Travada y Córdova, en su detallada
descripción que de la pila de la plaza mayor hace referencia, dice: "corónala un ángel por
fama por cuyo buque se eleva el agua en un altísimo penacho". La pregunta sería hoy: ¿un
ángel sin alas y vestido de armadura? Al parecer el Tuturutu sería el mismo tipo de ángel o
arcángel que se hallan pintados en muchos lienzos de la escuela cuzqueña, como los hay en
el convento de Santa Catalina o en la iglesia de La Compañía, y en donde muchas veces se
les ve ataviados con casco o sombrero y armadura de plata o de oro. ¿Y las alas, a dónde
fueron a parar?
"El terremoto de mayo de 1784 dejó destruida la ciudad y también dañó al enigmático
Tuturutu, el que fue guardado en la cárcel, que en aquellos tiempos se dice quedaba en el
fundo El Fierro; donde al parecer perdió sus alas de ángel; presumiéndose que éstas fueron
utilizadas en alguna actividad manual. Posteriormente fue llevado a las casas del cabildo y
finalmente devuelto a su ubicación primera, en la Plaza de Armas".
El monasterio de Santa Catalina fue fundado en 1575. En dicho lugar, muchas mujeres,
jóvenes y viudas, hicieron sus votos perpetuos. Ana de Monteagudo fue hija de Sebastián
Monteagudo y Francisca Ponce de León; estos últimos, para asegurar la educación cristiana
de su pequeña hija, la internaron en el monasterio cuando contaba con tres años. A su edad
núbil -los catorce-, Ana fue reintegrada al hogar, pues su padre la había comprometido con
un joven. Ella obedeció, pero desesperada en un mundo que no conocía, decidió huir de su
casa y regresar al convento, en donde permanecería hasta su muerte. Ana castigaba su
cuerpo con azotes y se sometía a largos ayunos de pan y agua. Se dice que, entre sus
milagros, con sólo aplicar parte de la tela de su hábito, desaparecían tumores e infecciones.
Fueron innumerables los vaticinios sobre muertes, enfermedades, recompensas y otros.
Murió el 10 de enero de 1686, tras largos 10 años de penosa enfermedad y fue enterrada en
el cementerio del monasterio. Ese mismo año, el obispo Don Antonio de León inició el
proceso de su beatificación. En 1731, al trasladar su cuerpo a una nueva tumba en el coro
de la iglesia, lo encontraron incorrupto, intacto y con olor a flores.
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Una leyenda de Arequipa del siglo XIX, nos cuenta sobre el diabólico andar del "Fraile sin
cabeza". Un alma en pena, a veces gravitante, que se sabía, por toda la ciudad, recorría de
lado a lado el callejón de la Catedral y siempre al amparo de las doce campanadas que
dejaba oír el reloj de la torre. El espectro, decían quienes habían tenido el valor o la mala
fortuna de encontrárselo, se mostraba ataviado con un viejo hábito franciscano y en cuyo
interior del alargado capuchón que debía cubrirle la cabeza, sólo se podía entrever una
profunda oquedad, una sombra provocada por el vacío. La leyenda -o por lo menos una de
las dos versiones de la misma-, cuenta que el espectral personaje había sido decapitado por
el hijo de un noble español, quien por un desacuerdo intrascendente, había reñido con el
fraile y en medio del calor de la desigual contienda, la cabeza de éste último había sido
cortada de tajo; a causa del fuerte golpe que le propinó el hijo del noble con la espada. El
lamentable acontecimiento había ocurrido en el callejón de la Catedral, del lado que
antiguamente daba a la "Casa Forga". Se cuenta además que el religioso había sido
enterrado sin su respectiva cabeza, pues al momento de la decapitación, un perro la había
mordido y llevado a esconder en algún recoveco de los alrededores. Era por esto, refieren
los abuelos, que el fraile andaba vagando en busca eterna de su cabeza. Tal vez la
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A su paso por Arequipa, el Libertador Simón Bolívar dispuso que se construyera un nuevo
cementerio, por encontrarse el antiguo de Miraflores muy cercano a la ciudad; lo que
constituía un serio peligro para la salud de sus habitantes. "Y fue trayendo los restos del
patriota Mariano Melgar, que se inauguró el nuevo cementerio de La Apacheta -que
significa montículo de piedras-, un 16 de septiembre de 1833. Lo anecdótico de esto último,
es que al día de hoy se desconoce en qué parte del cementerio mencionado, están enterrados
los restos de Melgar. El propio Mostajo, en su calidad de investigador de la historia de
Arequipa, por más que intentó, no pudo localizar los restos del poeta" (7).
Arequipa ofreció a Bolívar un recibimiento fastuoso; obsequios y festejos se realizaron por
todas partes. Uno de los homenajes que más conmovió al Libertador, fue el de las
educandas de Arequipa que, en gesto de gratitud por la independencia, entregaron la
donación de joyas y piedras preciosas que habían reunido para su ejército; la respuesta de
Bolívar y de sus soldados, no fue otra sino, la de desprenderse de sus haberes para donarlos
a su vez a las educandas y los huérfanos. Asimismo, los comerciantes de la ciudad
ofrecieron un suntuoso baile en su honor" (8). Quizá por todo esto, una carta de Bolívar
dirigida al general Francisco de Paula Santander, dice: "El país es bastante hermoso y
Arequipa espléndida".
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Una leyenda cuenta la penosa historia de un joven que, habiendo quedado dormido sobre
una banca dentro de la fría iglesia de Santo Domingo, de pronto al despertar se vio
prisionero de la oscuridad del lugar, siendo testigo, sin quererlo, de la fantasmagórica
aparición del famoso fraile sin cabeza, quien después de encender unas velas, le pidió al
muchacho que se acercara hacia el altar; que su única intención era la de celebrar una misa
y que para esto requería de alguien que fuera su oyente. Aún con todo el espanto que sentía
el muchacho, no le quedó sino presenciar tan insólita ceremonia y atenerse a las
circunstancias. Por fin, una vez celebrada la misa, se apagaron inesperadamente las velas y
el joven en su desesperación trató de huir cual entidad etérea se tratase, consiguiendo por su
imprudencia romperse la cabeza contra una dura puerta, para caer finalmente sin sentido en
las frías lozas del templo.
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Una leyenda nos cuenta sobre una muchacha condenada, que después de tres días de haber
sido sepultada en el cementerio, inició su espantosa labor de mostrar, de vez en vez, una de
sus pálidas manos por sobre la tierra; como si quisiera agarrar o asirse de algo o de alguien.
Fue en este afán que el sepulturero del lugar se percató, no sin llevarse menudo susto
primero, del inusual acontecimiento, y fue a dar aviso al cura del pueblo, para que éste
pusiera fin o santo remedio a tal género de situaciones de ultratumba. Cuando el curita, al ir
al cementerio, confirmó el suceso, sin quererlo fue víctima de la mano que cogió
fuertemente uno de sus pies; lo que lo llevó, desesperadamente, a defenderse de los terribles
jalones y arañazos de la condenada; esto gracias a la ayuda de un látigo que había tenido a
bien llevar. Una vez resuelto el impasse, no tuvo mejor idea que acercarse a la casa de la
madre de la muchacha, y preguntarle cómo había sido la susodicha en vida. Al saber el cura
sobre los acostumbrados maltratos que durante dieciocho años tuvo por costumbre recibir la
madre, resolvió con el consiguiente permiso de los familiares desenterrar el cuerpo de la
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condenada -esto con ayuda del sepulturero-, y volverlo a meter en la fosa; pero esta vez
boca abajo, para que molestara sólo a las almas del infierno.
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combustible líquido, y fue también inventor del avión sin hélice. El ingeniero Paulet se
adelantó a investigadores como Tslolkovsky (ruso), Goddard (norteamericano), Oberth
(húngaro), considerados como los más antiguos investigadores de la era espacial. Este gran
arequipeño reveló sus diseños en 1895, motor Paulet; 1900, motor industrial con tres
cohetes; y en 1902, esquema del avión torpedo para vuelo vertical y horizontal. Solía salir
al campo para experimentar con cohetes de arranque, a los cuales les agregaba una carga
constituida por pequeños animales vivos, a fin de observar el efecto que en éstos producía
la velocidad o la extensión de vuelo. Resolvió los problemas fundamentales de la
propulsión; lamentablemente tuvo que abandonar sus audaces experimentos, para atender a
las exigencias prácticas e inmediatas de sus funciones públicas.
Cuando era niño, siempre escuché hablar a mi padre del hijo del Misti -un pequeño
volcancito, remedo del Misti, que veíamos claramente cuando recorríamos la ciudad
camino al aeropuerto-, el cual había sido encadenado, para que no pudiera crecer y hacer
daño. Por supuesto años más tarde -ya adulto-, pensé que esta historia era sólo parte de las
leyendas de la ciudad; no obstante y al parecer todo esto, tenía mucho de cierto, pues según
se desprende de un artículo periodístico del diario El Pueblo (1997), se refiere la historia de
un tal padre Sanhuesa, de quien la tradición dice que hizo también una ascensión al Misti, y
enderezó la cruz que encontró caída. Se cuenta que por temor a que el hijo fuera, en unos
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años, peor que el padre, los arequipeños le pidieron al personaje mencionado, que hiciera
algo por detener el crecimiento del pequeño volcán. Nadie lo creería; pero así lo hizo el
sacerdote, quien mandó a construir unos enormes "zunchos" de fierro y con ellos ciñó y
apretó al enano volcán, de tal suerte que ya no pudo crecer y se quedó sin fuerza para
erupcionar. Dicen que así permanece hasta hoy y que si alguien lo duda, haga un viaje de
doce leguas al lugar, y lo encontrará más aprisionado que bebé de madre india.
Estas son algunas leyendas, rarezas, anécdotas y otras, poco conocidas de la historia de
Arequipa.Nuestro reconocimiento a los siguientes autores e historiadores, sin cuya ayuda
nos hubiera sido imposible hacerles llegar esta pequeño reseña en homenaje a nuestra
querida ciudad.
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Desde 1830, los habitantes de la ciudad estaban espantados por la presencia de una
fantasma que, desde las ocho de la noche -en una época en la que el alumbrado público
consistía en algunas velas, colocadas en las entradas de las viviendas-, recorría las calles
haciendo sonar sus cadenas. Se trataba de un alma descomunal, vestida con una túnica
negra y enorme cucurucho, que la hacía ver aún más aterradora.
Sucedió que se trataba de una dama distinguida que se había hecho pasar por fantasma,
pues había sido burlada por un fulano, a quien esperaba por las calles por donde éste último
transitaba todas las noches, con el propósito de matarlo; y lograr así su venganza. Para que
nadie supiera su identidad, se le había ocurrido lo de hacerse pasar por fantasma.
37. LA LLORONA
Se cuenta que la "Llorona" fue una mujer que perdió a sus hijos y, en su terrible
sufrimiento, le echó la culpa de esta desgracia a Dios; suicidándose luego. La tradición
cuenta que por las noches salía a recorrer las calles y los caminos en busca de sus hijos, y se
le escuchaba gritar mientras lloraba: ¡Ay, mis hijoooooos! Los que le han visto cuentan que
está vestida con túnica blanca, a veces raída y sucia, y su rostro es el de una mujer hermosa
y otras tantas, el de un cadáver. Se afirma que el escuchar su llanto es presagio de
enfermedades, desgracias y de muerte. Sólo la cruz la intimida o la hace retroceder. Muchas
veces se presenta en los bordes de las carreteras, donde espera que algún auto se detenga
para llevarla. Hay conductores que se han negado a recogerla e incluso han traspasado con
su vehículo su brumosa imagen; pero quienes, sin sospechar nada malo, han tenido la
desdicha de recogerla, han escuchado palabras de ella como: ¡En esta curva me estrellé!
¡Aquí encontré la muerte! Y repentinamente la mujer desaparece.
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Dice la leyenda que una dama distinguida que se iba a casar, cruzó la calle con destino a la
iglesia de Cayma, cuando de pronto una carreta la arrolló y su cabeza, decapitada en el
acto, salió rodando hacia la entrada del lugar santo. De ella, que tuvo la desdicha de morir
antes de haber llegado al altar, se dice que vaga por las noches en los alrededores de la
plaza de Cayma y siempre se la ve con su vestido blanco y manchado de sangre,
sosteniendo su cabeza con una mano y llorando su desdicha. Afirman que los perros
enloquecen cuando la oyen gemir. En estos últimos aspectos, su historia, tiene cierta
similitud con la leyenda de la llorona.
Así que si usted, regresa a su casa por una calle solitaria, a altas horas de la noche, y por el
camino observa la silueta de una extraña mujer de vestimentas antiguas, que se le acerca
misteriosamente, mejor convendría cambiar de rumbo y alejarse lo más aprisa posible del
lugar, y no recurrir a sus dones de Don Juan; no vaya a ser que las almas del más allá le
quieran jugar una mala pasada.
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En la última cuadra de la calle San Francisco, la que da a la plaza del mismo nombre,
muchas personas que trabajan en locales comerciales, restaurantes y otros, afirman que el
sector es sumamente pesado; es decir, que hay una suerte de fenómenos extraños como
"poltergeist" (desplazamiento de objetos por sí solos) y apariciones (materialización de
entidades fantasmales). Entre algunas historias raras se cuentan la de haber encontrado
dentro de uno de los conocidos restaurantes, un círculo de cuchillos clavados sobre una
meza. Puertas que se cierran por sí solas y que propician tremendos sustos a trabajadores
que muchas veces quedan encerrados en reducidos habitáculos. Hay quienes también dicen
haber visto la figura de un niño con vestiduras antiguas que se pasea por algún local de
baile plagado de cientos de jóvenes, que apenas si se cuestionan de quién se trata. De dicho
niño se cuenta que murió accidentalmente dentro de aquella casa y que se le ve ascender
por escaleras que hoy ya no existen, o traspasar paredes sin que nadie pueda detenerlo.
Cuando estuvimos indagando un poco sobre las múltiples historias que en dicha cuadra se
cuentan, hubo más de uno que nos miró con recelo y no quiso confiarnos lo que había visto
o vivido al respecto; sin embargo, creemos que tales manifestaciones sobrenaturales le dan
la nota de romanticismo a la cuadra franciscana y, quién sabe, hasta en un futuro próximo
podría convertirse en una atracción turística y en una de las tantas leyendas que sobre
Arequipa se cuentan.
40. EL TUTURUTU: ¿UN ARCÁNGEL OLVIDADO?
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Ventura Travada y Córdova, en su libro: "El suelo de Arequipa convertido en cielo" (1752),
detalla de forma pormenorizada como está dispuesta la pileta que se halla en la Plaza
Mayor de Arequipa, y entre otros detalles describe: "Corónala un ángel por fama por cuyo
buque se eleva el agua en un altísimo penacho...". Supuestamente el autor está hablando del
famoso Tuturutu, pero nuestro personaje de la Plaza de Armas no posee alas, para ser
considerado un ángel o un arcángel. Se sabe también que la pila fue desmontada en 1907 y
el Tuturutu guardado por mucho años (hasta 1920) en un patio al interior de lo que en ese
entonces era la cárcel y que hoy se conoce como el Fundo El Fierro; por lo que se afirma,
graciosamente, que el Tuturutu estuvo preso.
Cabrían dos hipótesis para tratar de explicar el asunto. La primera que el ángel del cual
habla Ventura Travada y Córdova no es el mismo que la estatuilla de bronce que hoy
corona la pila de nuestra Plaza de Armas. La segunda sería que en algún momento el
Tuturutu perdió las alas y esto no pudo suceder cuando fue desmontado, pues se conservan
hoy fotos de 1850 donde se le ve en el mismo estado que hoy.
Si observamos detenidamente el Tuturutu, podemos ver que éste lleva puesto un yelmo, con
un corto penacho; una mediana cabellera sobresale por la espalda y una armadura sobre el
cuerpo que posee una figura circular a la altura del pecho, luego una especie de calzón o
falda corta y plegada al estilo de los conquistadores españoles, y por último, un par de
botas, una de éstas algo deformada: la de la pierna izquierda. Si observamos los arcángeles
dibujados en los cuadros de la escuela Cuzqueña, podremos identificar algunos que tienen
un alto parecido a nuestro Tuturutu, incluso algunos tocan sus trompetas; igualmente, en la
parte superior del órgano que está al interior de La Catedral, puede observarse dos ángeles
que portan sendas trompetas. El posible arcángel que nos ocupa era conocido antiguamente
como Raguel y fue destituido de su categoría por un Papa en el 745 d.C, por considerársele
un demonio vestido de arcángel. De dicho personaje se lee en un manuscrito apócrifo
(Revelación de Juan) lo siguiente: "Entonces Él enviará al Ángel Raguel diciendo: haz
sonar la trompeta por los Ángeles del frío, la nieve y el hielo, y calma toda clase de ira en
quienes se alzan a la izquierda". Como sabemos el personaje que nos ocupa está ubicado
mirando hacia la Municipalidad de Arequipa y, por tanto, su izquierda son los Portales de
Flores, donde siempre hubo comerciantes. Esto al parecer no nos dice mucho, pero se me
ocurrió que quizás el Tuturutu no había estado ubicado siempre mirando hacia la misma
dirección. Fue así que revisando algunos dibujos antiguos de la Catedral de Arequipa y su
entorno, descubrí uno realizado por E. Riou, un francés que estuvo en Arequipa a mediados
del siglo XIX, y que estaba acompañado por otro extranjero, algo más conocido, llamado
Paul Marcoy, Conde de San Cricq, quien nos dejó relatadas sus experiencias cuando estuvo
en Arequipa. En dicho dibujo se observa claramente que sobre la pila se halla un personaje
que aparenta ser un ángel sin alas; lo interesante de este grabado es que se ve que el
supuesto Tuturutú está mirando hacia la Catedral, por tanto, su izquierda es hacia los
Portales de San Agustín, o mejor interpretado, a los terrenos pertenecientes a la orden
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Agustina. Como sabemos fue el obispo Don Juan Cavero y Toledo, hijo de Don Alvaro C y
T (jesuita), quien donó e hizo colocar en el año 1735 el Tuturutu o supuesto arcángel
Raguel en el centro de la Plaza, autoridad eclesiástica que al parecer debió tener ciertas
desavenencias con la Orden agustina. Si lo anterior es cierto, es claro entonces el porqué y
el significado de que dicho arcángel fuera ubicado, inicialmente, en ese lugar y en tal
posición.
Sin embargo, no sólo el documento escrito por Ventura Travada y Córdova es el único que
nos da ciertas luces sobre lo que representaba el Tuturutu realmente. Pasamos a reproducir
parte de un artículo publicado en la revista Caretas de Lima y que dice:
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a nuestro personaje dentro del Monasterio de Santa Catalina- y que al Santo Padre de turno
no se le antoje canonizarla. De lo contrario, dicen, reventará el Misti y no quedará piedra
sobre piedra en la ciudad". Eso nos dice la tradición.
De niño recuerdo haber escuchado la más terrible profecía de la beata que más o menos
decía algo como: Cuando el naranjo florezca Arequipa se hundirá y el Cuzco renacerá...
"La estrecha relación de Sor Ana de los Ángeles de Monteagudo con las almas del
Purgatorio, fue determinante para sus predicciones, las mismas que generalmente fueron de
carácter necrológico". Al menos eso dice la página Web del monasterio arequipeño, aunque
no termina de dar detalles de la forma de comunicación -¿trance?- de Sor Ana con las
citadas almas. En esta parte conviene hacer notar que si este fuera el caso de tales
comunicaciones, según los católicos Sor Ana habría incurrido en espiritismo voluntario o
no, y lo contradictorio es que para la iglesia Católica las almas de personas en general, sean
estas del purgatorio, el cielo o infierno no pueden comunicarse con los vivos, al menos así
lo dice el Antiguo Testamento. Entonces ¿de que tipo de fenómeno paranormal se trata?
Por supuesto muchos creyentes afirman no creer en espíritus y fantasmas, cuando se trata
de la parapsicología, pero cuando esto se da en el seno de la religión, las creencias parecen
cambiar de envoltura como por milagro.
"En varias oportunidades predijo enfermedades de algunos de sus allegados; para algunos
anticipó la cura, en el caso de otros, la inevitable muerte. Estos anuncios muchas veces
fueron tomados con rechazo, desconfianza e incredulidad por las personas que de una u otra
manera eran afectadas". Así mismo se le relaciona con el fenómeno de la bilocación, es
decir, estar a la vez en dos lugares geográficos distintos.
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Antes de ser sepultada, un pintor captó sus facciones en un retrato, que es el único y
verdadero testimonio gráfico que de su rostro ha quedado para la posteridad. El pintor había
concurrido al Monasterio pese a que en esos días el hombre estaba afectado por fuertes
dolores e incluso de una hinchazón generalizada de su cuerpo. Apenas concluyó de pintar el
retrato de la venerable monja, en un pequeño lienzo y mientras salía por la portería, sanó
completamente y de inmediato la enfermedad que lo había afectado en los últimos días,
desapareció", (una suerte de retrato de Dorian Gray, donde la enfermedad quizás la sufre el
retrato y no la persona).
"Sor Ana de los Ángeles falleció un 10 de Enero de 1686 y no fue necesario embalsamar
su cuerpo, por el buen olor que despedía. Fue enterrada en el piso de tierra del Coro del
templo del Monasterio.
Diez meses después, el cadáver de Sor Ana fue exhumado y encontraron el cuerpo fresco,
sin mal olor y con flexibilidad comprobada de los músculos y articulaciones. Luego de su
muerte los milagros continuaron; numerosos casos de personas que padecían alguna
enfermedad y al encomendarse a Sor Ana o tocar alguna prenda que le perteneció,
desaparecían los males que les aquejaban. Todos estos hechos motivaron a las monjas
catalinas a unir testimonios y presentar una petición el 19 de julio de 1686, es decir a seis
meses de su muerte, para que la venerable monja pase a ser la primera Santa de Arequipa,
proceso que todavía no ha llegado a su fin". Menos mal, expresarán muchos.
Solo queda imaginar a una monja de clausura presurosa, una mañana cualquiera,
desplazándose por los corredores del monasterio yendo a avisar a la Superiora que el
naranjo ha florecido, mientras los humos -quizás naranjas-del Misti anticipen en final de
esta tierra volcánica.
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quitaba la lisura a la hora de confesarle al oído tus pecados y palomilladas; además esa
parte de Arequipa había crecido tanto que había rodeado el camposanto y desde la ventana
de las casas se pintaba el macabro lienzo de la ciudad de los muertos a tan solo unos
metros. Pero sin apartarnos del camino y de la historia del bisabuelo, él le contaba así
mismo a sus hijos y nietos que cuando alguien del juego se ocultaba en una fosa recién
excavada, o movía algún nicho con el cajón rajado y se acostaba junto a un montón de
huesos centenarios, entonces es que la cosa se ponía realmente fea para el que buscaba;
pues de pronto, en medio de la penumbra de la Luna, oía la voz cavernosa de un alma en
pena -en realidad se trataba de alguien del grupo que intentaba asustar al buscador y
alejarlo del lugar apelando al miedo- y había que saber diferenciar entre los verdaderos
muertos y los que se hacían pasar por estos. Pero había ocasiones en dónde el juego se
convertía en algo serio y uno palidecía ante lo que veía delante suyo; muy junto a una
escultura rajada o una cruz torcida. Recuerda el bisabuelo haber recorrido la mitad del
cementerio, haber oído el llamado -las campanas de la iglesia- a misa de difuntos y de
pronto haberse percatado de la presencia de algunas luces ondulantes y danzarinas; sin duda
ánimas en pena, no más altas que un duende de los más pequeños, que parecían hacer
procesión a lo largo del corto sendero, esparcidas por delante y detrás, y algunas más
lejanas; pero igual de atemorizantes, a los lados. No sabiendo por dónde huir, pues a
cualquier lado la distancia era igual de lejana, echó la desesperada carrera por cualquier
parte, gritando a todo pulmón por auxilio y hundiendo los agujerados zapatos de vez en vez
en la fría tierra de muerto; mientras a trancadas quebraba infinidad de huesos que sonaban
como ramas secas hechas añicos. Por supuesto con sus gritos motivó la huida de una
veintena de muchachos igual de asustados que corrían despavoridos cada uno a su casa -con
alguno que otro pacpaco -ave de mal agüero nocturna- volando por sobre sus cabezas, a
contar una historia igual de macabra; aunque no hubieran sido testigos capitales de ésta.
Durante muchas semanas nadie del barrio se aventuró a repetir la aventura del juego dentro
del viejo cementerio. Sólo algo más que acotar, siendo el antiguo camposanto de Miraflores
un lugar dónde se enterraba a la gente a la usanza antigua, es decir bajo tierra y no en
nichos como lo es hoy en La Apacheta, es dable encontrar una explicación a aquellas luces
danzantes que el bisabuelo siempre juró eran producto del más allá , y que le trajo más de
una noche de intranquilidad a nuestros parientes.
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Los cementerios siempre han ejercido, en infinidad de personas, una inexplicable atracción,
una combinación de belleza arquitectónica en contraste con el retiro y la muerte enmarcada
en el romanticismo más puro.
He de confesar que muchas veces he pasado por los cementerios, no siempre con el
propósito de visitar la lápida del pariente fallecido o rezar al pie de la tumba del amigo, los
he visitado más por contemplar la belleza de sus mausoleos y esculturas, por experimentar
la tranquilidad de sus avenidas y porque dentro de la aparente soledad, nunca me he sentido
realmente solo, muy por el contrario, un visitante vivo en una ciudad de recuerdos y
calaveras.
No es de extrañar entonces mis pretensiones de indagar en la historia y la tradición oral;
buscado las fuentes que me dirigieran al antiguo cementerio de Miraflores, en Arequipa,
hoy visualmente inexistente.
Las referencias bibliográficas son escasas y eso me animó aún más a investigar y conversar
con los tataranietos de la gente que fue enterrada allí. Junto con el cementerio de Cayma, se
trata de los camposantos más antiguos de la ciudad, exceptuando aquellos cementerios
adyacentes a las iglesias arequipeñas o conventos, en los que se enterraba antigua y
tradicionalmente.
De hecho fue Simón Bolívar, a su paso por Arequipa en 1825, quién pensando en la salud
de los habitantes de estas tierras, manifestó su oposición a que dicho camposanto siguiera
usándose, pues su ubicación estaba muy cercano al centro de la ciudad, además de que sus
linderos se ensanchaban cada vez más producto de las epidemias de aquellos años.
De los libros que consulté, los documentos más relevantes fueron los que a la letra dicen:
1- "(...) Comenzando el proyecto en 1793, el mismo no se había concluido aún en 1796 (...)
El nuevo intendente Bartolomé María Salamanca dice que cuando se hizo cargo de su
gobierno encontró el cementerio (de Miraflores) en cimientos y que por su impulso lo
concluyó con dos osarios enlucidos y blanqueados y que lo inauguró el 3 de mayo de
1798". (Evolución Histórica Urbana de Arequipa. Página 92. Ramón Gutiérrez).
2- "El antiguo cementerio de Miraflores fue formalmente cerrado y su entrada fue tapiada y
se prohibió la exhumación de cadáveres en el mismo, así como en los Monasterios de la
ciudad por temor a las epidemias; las monjas catalinas acudieron en solicitud a Orbegoso,
que se hallaba en Arequipa, pidiendo que les permitieran inhumar a sus muertas en el
convento; el Presidente atendiendo a que el número de monjas era corto, aceptó que la de
los tres monasterios arequipeños fueran enterradas en los claustros, en un lugar que no
fuera la Iglesia". (Historia General de Arequipa, Fundación M.J. Bustamante de la Fuente.
Página 459 (Eusebio Quiroz Paz Soldán).
3- "Como el de Miraflores era inconveniente, se pensó en construir el actual cementerio
General (...) Su inauguración (Cem. Gen.), con la inhumación de los restos de Melgar, se
efectuó el 17 de septiembre de 1833. Pese a que se declaró al mismo tiempo, clausurado el
de Miraflores y prohibidos los entierros en las casa religiosas, se siguió abusando de la
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tolerancia de las autoridades, que permitieron usar aquél (el de Miraflores) y éstas
(conventos) por varios años más". (Arequipa, en el paso de la colonia a la república..
Actualmente, 2010 el lugar que antes ocupaba el cementerio de Miraflores (o mejor debiera
decirse camposanto, pues no estaba construido con nichos ni cemento), hasta mediados del
siglo XIX, está ocupado por el mercado La Chavela (a un costado de la calle Calvario) y un
centro deportivo aledaño, no obstante en otra buena parte de la ubicación original de este
camposanto, se levantan diferentes propiedades particulares en cuyos cimientos aún
descansan las tumbas de los arequipeños de antaño. Empezando apenas el siglo XXI,
algunos obreros que realizaban obras de alcantarillado junto a la calle Calvario, hallaron
cantidad de restos óseos enterrados y según afirman los vecinos esto ha venido sucediendo
de vez en vez, incluso algunos dueños de viviendas, al realizar alguna obra en sus
propiedades, se han encontrado con tal género de sorpresas. Algunos de estos vecinos (Sr:
Molina) refiere que cuando era niño atestiguó como algunos hombres hallaron, enterrado,
un féretro con hábitos religiosos dentro, además escuchó decir que se había encontrado un
cáliz junto a los restos. Lo cierto es que los pobladores y vecinos, desde antaño, y cuando se
cerró definitivamente el camposanto, trataron de recuperar a sus muertos y a veces dichos
restos fueron llevados a enterrar en zonas más altas, llegando a lo que hoy es la iglesia de
Chapi chico. Otros por el contrario, con algo más de posibilidades económicas e
influencias, lograban llevarse a sus muertos algo más abajo, junto a la iglesia de San
Antonio, lo que no fue masivo. Cuando se han encontrado restos óseos (sin identidad) a
veces en mediano número, se ha reunido dichos huesos en un solo conjunto y se les ha dado
nueva y cristiana sepultura.
Pero si bien la idea de que muchos vecinos de Miraflores vivan y realicen sus actividades
diarias a tan solo un par de metros de los antiguos moradores del camposanto, enterrados
bajos su casas, la verdad es que esto no debe extrañar, pues hace dos siglos, un poco menos,
no era del todo dable trasladar, ya fuera por el Ayuntamiento, o por los parientes de la gente
exhumada, a todo un cementerio, labor que hubiera generado demasiado trabajo y el
consiguiente detrimento de las arcas municipales y de los bolsillos de los deudos. Fue
mucho más fácil olvidarse un poco de los tatarabuelos e ir cediendo terreno en beneficio de
construcciones más rentables o incluso, como afirmó algún vecino al autor de este artículo,
lograr de forma fraudulenta hacerse del beneficio y una escritura de lotes y terrenos, que a
la postre, logró desaparecer (visualmente) el cementerio con todo y sus muertos.
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BIBLIOGRAFÍA
6. http://linda-arequipa.com/leyendas-arequipenas/
7. http://arequipa.metroblog.com/
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