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II Encuentro entre Equipos de Investigación en Teoría Política: “Espacio,

Democracia, Lenguaje” (23 y 24 de Septiembre de 2010 – Córdoba)


Eje II: “Política, espacialidad y comunidad: configuraciones identitarias y
subjetivas”
Notas para pensar la comunidad política en el espacio y en el tiempo
(Guillermo Sibilia, UBA-CONICET)

Antes que nada me voy a amparar diciendo que me resultó difícil (aunque no por ello
poco estimulante) intentar pensar con rigor un problema a partir de un eje temático
específico sin apoyarme o responder explícitamente desde un autor o filósofo particular.
También tengo que reconocer que no lo logré del todo y que las líneas que siguen están
en gran medida influenciadas por mi lectura de la filosofía política de Spinoza y por el
problema que investigo para mi doctorado, que es el de la relación entre la temporalidad
y la política en su obra.
Aclarado esto, comencemos. El nombre del eje en el cual se inscribe esta contribución
es “Política, espacialidad y comunidad: configuraciones identitarias y subjetivas”.
Creemos que en la formulación de este eje disparador falta una palabra central, fundante
y fundamental en política: tiempo o temporalidad. En efecto, ninguna configuración
identitaria o subjetiva se da al margen de una determinada relación con el tiempo o al
margen de un determinado modo de comprender el tiempo. Como el título de esta
propuesta sugiere, entonces, quiero plantear la necesidad de pensar toda comunidad
política, su fundamento y su posibilidad, en el espacio ytambién en el tiempo. O mejor,
a partir de la dimensión espacial y temporal que necesariamente supone toda
configuración identitaria. Lo que nos anima a proponer tal modo de aproximación
responde a diversos motivos. Uno de ellos, quizás el más importante, se debe a la
preponderancia que adquiere en muchas teorías la dimensión espacial por sobre la
temporal en la determinación de aquello que sirve para constituir una comunidad
política, de aquello que es esencial para comprender la política misma1. Quizás la
verdadera propuesta de estas líneas en el marco de esta discusión sea, entonces, el
llamado a que pensemos la comunidad no en el espacio -o a partir delespacio que
ocupa- a secas, sino también a partir del tiempo, en la medida en que ambas
dimensiones de la existencia humanaoperan como modos de subjetivación política (o de
producción de modos de ser) que la comunidad implica en su historicidad o constitución
singular y que le permiten reproducirse.2Es decir, de lo que se trata es de que pensemos
el devenir de una comunidad política, sus modalidades temporales (costumbres, hábitos,
repetición o novedad de experiencias) y su “función” política. Después de todo, nadie

1 Pienso por ejemplo en C. Schmitt, pero también en la lectura que hace Carlo Galli tanto de Maquiavelo
como de Hobbes en su texto Espacios políticos. La edad moderna y la edad global. Allí podemos leer:
“Desde el punto de vista externo, la espacialidad política que está implícita en el pensamiento de Hobbes
prevé que el espacio estatal sólo cuantitativamente (por extensión, población y riqueza) se distingue del
de otros Estados […] La esencia del Estado, su principio de orden, es su confín, su límite, su relación con
otros estados.”
2 La subjetivación política es fundamentalmente “la formación de un uno que no es un yo o uno mismo
sino que es la relación de un yo o de uno mismo con otro”, RANCIÈRE, J., Política, identificación,
subjetivación. Nos parece interesante el hecho de que se profundice la relación por encima de las partes
que entran en relación (a partir de una representación temporal que las afecta).

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dudaría en sostener que una comunidad “vive” y dura, y que en su transcurrir puede
cambiar y darse diferentes formas en la organización del poder.
Sin duda, el esquema de esta propuesta no es algo inexplorado en teoría política
moderna o contemporánea. Puede pensarse, por ejemplo, que Spinoza o Montesquieu
exploraron ese camino3. Como sea, y tramposamente sin entrar aquí en detalle, una
premisa central sobre la que se apoya esta propuesta es la idea segúnla cual la
modernidad(y la política) se concibió a sí misma en referencia a un pasado que había
que dejar atrás y en proyección hacia un futuro incierto, descubriendo de este modo para
sí, lo que en palabras de K.Löwith podemos llamar el “mundo histórico” y “la
existencia histórica”.Desde este punto de vista, la comprensión y estudio de las
comunidades políticas debe tener en cuenta la historia y su historia singular4. Lo que en
términos generales caracteriza entonces a la comunidad política en la modernidad es la
ruptura con el vector temporal propio de la tradición. Para la teoría política ya no se
trata de fundar la obediencia en el pasado, en la fuerza de la tradición; con el
descubrimiento de la conciencia histórica moderna, la comunidad mira hacia adelante,
haciendo reposar la autoridad y la obediencia en la autoconstitución del mundo humano
que se dirige secularmente hacia el futuro.
Lo primero que habría que aclarar es qué entendemos aquí por “comunidad política”.
Para simplificar y examinar lo que nos interesa aquí, usaremos este concepto en un
sentido amplio, significando con él cualquier colectivo o agregación de singularidades
cuya existencia es producida por la acción común de estas mismas singularidades. En
este sentido, “comunidad política” ya no designará simplemente la asociación artificial
que vincula estructuralmente a los hombres en pos de su conservación bajo la forma
estatal moderna.Desde esta perspectiva pueden, al contrario, en un Estado existir
diferentes y muchas comunidades, es decir diferentes grados y niveles de agregación de
individuos, sin que se deje de comprender al Estado mismo como una comunidad
política de mayor complejidad.
Cuando se piensa en la figura predominante de la fundación política moderna o en los
fundamentos de la comunidad política tal como aparece en Hobbes, generalmente se
destaca la idea del contrato que los individuos efectúan ya partir de cual se constituyen
en una unidad política gracias al poder soberano absoluto que colocan sobre ellos
mismos. De este modo, Hobbes coloca el contrato, y con él la fundación de la única
forma y la única comunidad política,más allá del tiempo; al contrario, es en gran medida
el origen del tiempo. En efecto, el pacto social crea la voluntad de la comunidad y la
dirige hacia una meta común.Con el Estado desaparece la ansiedad característica del
estado de naturaleza y emerge un espacio político previsible y predecible gracias a la
proyección del sujeto político en un tiempo homogéneo y uniforme. Y puesto que el
Estado es sin más igualado a la comunidad política (representación), se torna difícil
pensar la existencia de diferentes temporalidades en su “interior”.
Ahora bien, las comunidades no comienzan a existir, es decir a durar, a partir de un
contrato que “instantáneamente” liga a cada uno de sus miembros en y a un espacio
políticamente instituido. Sin duda un aspecto elemental de toda comunidad política, o

3 “La misma libertad pareció insoportable a pueblos que no estaban acostumbrados a gozar de ella, del
mismo modo que el aire puro perjudica a veces a aquellos que han vivido en regiones pantanosas”,
MONTESQUIEU, Del espíritu de las leyes, LXIX, cap. II, p. 204.
4 Para los griegos la historia era una disciplina inferior a la filosofía: era tarea de esta última, y sin
referencia a la historia, determinar la naturaleza de la comunidad política perfecta.

2
de todo Estado, es su existencia en un espacio determinado, su finitud o limitación
extensiva. Sin embargo, una comunidad, tal como queremos pensarla aquí, no es el
producto acabado y estático de la existencia de un espacio “colmado” de
individualidades monádicas que constituyen desde su interior esa comunidad. La
conservación de la comunidad en el tiempo supone inherentemente el cambio constante.
Es falsa entonces la idea de una comunidad estática y dotada de un tiempo absoluto y
homogéneo, comunidad a la cual el paso del tiempo no la afecta de ningún modo.

Al contrario, en su constitución política y en el proceso de su afirmación singular (como


una comunidad política distinta de otra, con una historia y una cultura singulares), la
comunidad se muestra como algo muy concreto: como un cuerpo o agregación de
individualidades siempre en proceso de individuación (o subjetivación),y por eso
constituido por diferentes “ritmos” y duraciones. Es el resultado (nunca acabado y
siempre en proceso de reproducción) del complejo dinámico de costumbres, hábitos y
significados compartidos que cumplen la función (política) de integrar a los individuos,
siendo ellos a su vez individuados por ese mismo proceso que “marca” la duración o
temporalidadde la comunidad, y que en parte a partir de eso “encarna”su singularidad.
Así, inspirados por la crítica spinoziana de la teoría del contrato de Hobbes, la
aproximación a la temporalidad de la comunidad que nos interesa pensar aquí se aleja
del enfoque propuesto por ella ya que no admite la pluralidad de la temporalidad. En
este sentido, asumir la no trascendencia de la fuente de autoridad es asumir la pluralidad
de tiempos en toda comunidad política.
Una consecuencia importante de la aproximación que proponemos, de esta manera, es
que una comunidad política determinada no se distingue de otra solamente por su
dimensión espacial, es decir por el espacio que ocupa. También lo hace a partir de la
temporalidad propia que “desarrolla”, por los “ritmos” que abarca y que la atraviesan5,
por las costumbres adquiridas en el tiempo que a cada momento determinan todo lo que
es “estructuralmente” posible para los individuos y para la permanencia y estabilidad de
esa comunidad. Como diría Spinoza entonces, las comunidades (como cualquier
individuo) se diferencian fundamentalmente por su ingenium. Y este ingenium,o como
quizás expresaría Montesquieu, el “espíritu de una nación” es esencialmente dinámico,
nunca estático, en la medida en que a cada momento expresa el “nivel” y “calidad” de la
autoorganización, en el espacio y en el tiempo, de los individuos.
Ahora bien, ¿qué estamos preguntando cuando preguntamos por la temporalidad propia
de una comunidad? No simplemente la medición de su duración, puesto que esto es
imposible de saber a priori. El tiempo no es simplemente el tik-tak que suena en el reloj,
menos aún la aguja recorriendo sin parar la circunferencia del mismo. Tampoco refleja
la verdadera naturaleza del tiempo el día y la noche. Tiene una importancia
esencialmente política, en la medida en que, la temporalidad de la comunidad, su
duración específica o singular, es el resultado (sin una causa fuera de la propia
comunidad) del entrecruzamiento de todas las duraciones individuales, de todos los
deseos singulares, cada uno referido a un tiempo medible distinto pero pasibles,sin
embargo,de cierta homogeneización afectiva, ya sea por las mismas prácticas de esa
comunidad como por parte de quien detenta el poder.La temporalidad de una comunidad
se expresa entonces en su pluralidad de costumbres y hábitos, siendo estos la repetición
del esfuerzo de la propia comunidad por permanecer en la existencia. Esto último no

5 Por ejemplo, la experiencia del paso del tiempo, o mejor, la experiencia de la duración no es la misma
en todas las sociedades, ni es compartida por todos los miembros de ella. Tampoco todas las costumbres
tardan lo mismo en asentarse en todas las sociedades.

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significa que una comunidad política, una vez que alcanza un grado alto de complejidad
y organización, cese de cambiar y de transformarse.6 En este sentido, la permanencia “en
el tiempo” de una comunidad es la estabilidad (no estática) de su propio devenir, en una
línea imaginaria de tiempo que une su pasado y a partir de la cual proyecta un futuro.
El devenir de una comunidad política, entonces, su estabilidad o permanencia, así como
sus discontinuidades y rupturas, se da a partir de un presente: las relaciones
intersubjetivas, o mejor transindividuales, se desarrollan en un “aquí” y un “ahora” que
da “forma” a la experiencia política y social que, a su vez, las dota de sentido e
inteligibilidad. Pero a los individuos se le proponen (y se proponen a sí mismos) fines,
roles, funciones que cumplir.7La comunidad, como sostiene G. Simondon, “presenta
frente al ser individual una red de estados y de roles a través de los cuales debe pasar la
conducta individual”8. Esto muestra que ninguna comunidad existe en la inmediatez de
su puro presente. La vida colectiva, en efecto, se construye a través del lenguaje, de los
símbolos, o en una palabra, a través de la imaginación de un pueblo, la cual constituye
esa vida común -organiza el poder- en función de un pasado y en proyección hacia un
futuro, ambos construidos a partir de la potencia del presente.

La comunidad política, de esta manera, esuna pluralidad de duraciones individuales que


en el proceso de su autoafirmación y persistencia en la existencia se dan
imaginariamente un modo determinado de organizar el tiempo. La imaginación dibuja
al interior de la comunidad -o “para ella”- un horizonte temporal que dota de sentido y
determina el contenido propio de las leyes e instituciones que esa comunidad se da. La
imaginación opera como catalizadora de los deseos de compromiso de los miembros de
la comunidad -hacia ella misma y hacia sus reglas- y como factor de inducción a la
obediencia. De este modo, en el transcurrir o durar de la comunidad están siempre
presentes las pasiones y la imaginación (del tiempo). Y en su presencia dibujan un
horizonte temporalplural que puede desprender a la comunidad de la presencia que tiene
consigo misma, así como articular un futuro y su propio presente de modo que eso
favorezca la existencia o duración de la comunidad política. Desde este punto de vista,
aquello que pertenece a la dimensión de lo temporal, es decir, a la existencia de la
comunidad en sus costumbres y hábitos, se constituye en el encuentro “problemático” y
dinámico entre la vivencia o modo de afección de un individuo determinado y la
“estructura” social que produce reproduciéndose y reproduciéndola al mismo momento.
En ambas dimensiones, la temporal y la espacial, se juega la “vida” de una comunidad y
su “continuidad”, en los diferentes grados de agregación que puede asumir.

En función de esto, puede pensarse que la temporalidad (o existencia) de una


comunidad (que busca siempre estabilizarse o permanecer “en el tiempo”) es la singular
autoorganización que realiza de su poder y su existencia(y de su conflictividad
inherente) por medio de una institución política, simbólica y representativa constante.La
creación de instituciones políticas que dan estabilidad y continuidad a la

6 De hecho en Spinoza sucede lo contrario, a saber, a mayor nivel de complejidad mayor capacidad de
transformación, mayor capacidad de afectar y ser afectado.
7 “La redistribución, la reorganización se hace por sí sola, al menos en un período histórico largo. Pues la
relación consigo mismo no seguirá siendo la zona reservada y replegada del hombre libre, independiente
de todo sistema institucional y social. La relación consigo mismo será incluida en las relaciones de poder,
en las relaciones de saber. Se reintegrará en esos sistemas de los que inicialmente había derivado. El
individuo interior es codificado, recodificado en un saber moral, y sobre todo deviene lo que está en juego
en el poder, es diagramatizado”, DELEUZE, G., Foucault, p. 135.
8 SIMONDON, G., La individuación, p. 436.

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comunidadresponde así al imaginario del pueblo o de la multitud9, es decir, a sus
hábitos y costumbres adquiridas a fuerza de repetición en el tiempo. La imaginación de
un pueblo o de una multitud, a partir de la cual éste “produce-presentifica” las
instituciones que sirven a su seguridad, resulta por eso mismo constituyente y
determinante de la continuidad/estabilidad de la comunidad o cuerpo político que
forma.En efecto, un pueblo o multitud acostumbrado a determinadas instituciones que
responden justamente a ese hábito no puede crear(se) otras que tiendan a romper esa
“continuidad” señalada o expresada en sus costumbres10.

Este modo de comprender la temporalidad de la comunidad se aleja del de Hobbes, para


quien, como mencionamos antes, existe una discontinuidad que da forma a un tiempo
uniforme y homogéneo. En la comunidad política hobbesiana hay individuos, nunca
comunidades al interior del espacio político determinado por el soberano. Toda
comunidad es facción y por eso debe ser “eliminada”. Del mismo modo, toda
representación del tiempo que no “convenga” con la soberana es excluida del espacio
político, convirtiendo al mismo en un espacio cerrado.La temporalidad plural, al
contrario, permite pensar la coexistencia (sin dudas problemática) de diferentes
perspectivas del tiempo en toda comunidad, abriéndola así a la historia y a la
contingencia. En un Estado, por ejemplo, puede existir una comunidad determinada que
se caracteriza por una comprensión del tiempo y de la historia diferente.

Para terminar quiero referirme muy brevemente a un ejemplo. Philip Zimbardo, un


psicólogo social, en su texto “Los poderes secretos del tiempo” muestra como Italia
podría dividirse en dos, norte y sur, a partir de sus diversas experiencias o perspectivas
del tiempo. La gente del norte, dice el autor, está más orientada al futuroy comparte una
serie de costumbres que la diferencia profundamente de la gente del sur, quienes se
orientan al pasado y para quienes los que viven al norte de la Toscana no son italianos
sino alemanes disfrazados de italianos, con costumbres distintas. Los del norte viven
más rápido, mientras que los del sur lo hacen en modo más lento. Como ejemplo
gracioso de esto último, Zimbardo menciona que a diferencia de la gente del norte, los
del sur se toman tres horas, todos los días, para comer. Esto refuerza entonces la idea
según la cual es posible “identificar” una comunidad, esto es un agregado de
singularidades, por sus diferentes modos de imaginar el tiempo o por sus diferentes
ritmos de vida.

9 Quizás sería mejor hablar simplemente de “multitud”, tal como hace V. Morfino para caracterizar y
diferenciar la temporalidad típica del “sujeto” político spinoziano frente a otras variantes modernas. Sin
embargo, no queremos entrar en esa discusión aquí. Como sea, mucho de lo que decimos aquí se apoya
en dicha interpretación.
10 En este contexto, el mejor “régimen” del que dispone una comunidad política para reducir la
representación de la contingencia es la producción artificial y común de la contingencia. Y este es un
aspecto central puesto que esta última no es la misma representación del futuro que se hacen los
ciudadanos: la producción del tiempo por parte de la comunidad política ya no es un futuro posible
indeterminado que se cree o “espera”, sino que es producido por la acción del cuerpo colectivo.

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