Está en la página 1de 214

4

manual
PROCEDIMIENTOS
ESPECIALES
Problemas de aplicación
del Código Procesal Penal de 2004

Juan Humberto Sánchez Córdova


Daniel Osarim Huamán Castellares
Raul Ernesto Martinez Huaman
José David Burgos Alfaro
Hamilton Castro Trigoso
Carlos Machuca Fuentes

GACETA

& procesal penal


4

manual
PROCEDIMIENTOS
ESPECIALES
Problemas de aplicación
del Código Procesal Penal de 2004

Juan Humberto Sánchez Córdova


Daniel Osarim Huamán Castellares
Raul Ernesto Martinez Huaman
José David Burgos Alfaro
Hamilton Castro Trigoso
Carlos Machuca Fuentes

AV. ANGAMOS OESTE 526 - MIRAFLORES


(01) 710-8900 / TELEFAX: (01) 241-2323
www.gacetajuridica.com.pe
Presentación
Además del proceso penal común, aplicable a la generalidad de casos,
el Código Procesal Penal de 2004 regula diversos procesos, cuyas
reglas, con algunas particularidades, están igualmente vinculadas al
principio acusatorio y sometidas a las garantías procesales.

Por lo tanto, el punto de partida es que tales procesos no deben signifi-


car la abolición de las referidas garantías, pues estas, con independen-
cia del mecanismo procedimental al que se recurra, están directamen-
te vinculadas con la defensa de los derechos de los sujetos procesales
y con las bases del sistema procesal.

En líneas generales, puede señalarse que el Código Procesal Penal


de 2004 representa una ostensible mejora en la regulación de estos
procesos especiales, pues antes de aquel, estos tenían una previsión
menos acabada en nuestra legislación, como, por ejemplo, el caso del
proceso penal contra altos dignatarios.

De otro lado, la incorporación de algunos procedimientos –como el


proceso inmediato, por ejemplo– incrementa las posibilidades de con-
seguir un proceso penal más eficaz y célere, evidenciado en un trámi-
te más rápido, pero –al mismo tiempo– respetuoso de las garantías
procesales.

Sin embargo, como en el caso de los medios impugnatorios, la regu-


lación de los procesos especiales tampoco está exenta de problemas.
Esto, por cierto, se ha visto reflejado con mayor intensidad en casos
como el de la terminación anticipada, la cual ha generado una aprecia-
ble discusión en la doctrina y en la jurisprudencia.

5
Procedimientos especiales

Pero, si hay que reconocer el valor de la doctrina cuando pretende


solucionar a los problemas que se presentan en la práctica, debe en-
fatizarse al máximo su relevancia cuando anticipa esas dificultades,
advirtiendo críticamente las contradicciones o deficiencias legislativas;
actividad a la que –por cierto– el legislador parece apenas receptivo.

Precisamente en este libro (como en los otros tres que componen esta
obra) los autores pretenden llamar la atención acerca de esos aspec-
tos problemáticos que ya se han presentado en la práctica o que, even-
tualmente, podrían enfrentar los aplicadores del Derecho, sugiriendo
los criterios que podrían tenerse en cuenta para solucionarlos.

No obstante, las propuestas realizadas por los autores no tendrán nin-


gún efecto positivo si se renuncia a criticar sus alcances o a seguir
replanteando el ámbito de discusión, en constante ampliación como
consecuencia del natural enfrentamiento entre norma y realidad.

Gustavo Urquizo Videla


Coordinador de la obra

6
1

artículo
Problemas de aplicación e interpretación
de los procesos especiales

Juan Humberto SÁNCHEZ CÓRDOVA


Problemas de aplicación e interpretación
de los procesos especiales
Juan Humberto SÁNCHEZ CÓRDOVA[*]

Sumario I. Introducción. II. Procesos ordinarios y procesos especiales.


III. Problemas de los procesos especiales en la reforma proce-
sal penal. IV. Conclusiones. V. Bibliografía

I. INTRODUCCIÓN

Una de las mayores novedades que el proceso penal del nuevo Código Pro-
cesal (NCPP) ha incorporado a la normativa nacional es la correcta tipifica-
ción de los procesos especiales. En ese sentido, tenemos un sistema de pro-
cesos especiales regulados de forma sistemática, lo que implica un mejor
entendimiento de estos mecanismos procesales.

Esto es importante en la medida que los procesos especiales se han creado


para aliviar y realizar un mejor conocimiento de la carga procesal en materia
penal. Esto pasa por conocer la diferencia entre proceso ordinario y espe-
cial, así en el proceso de reforma procesal penal hemos variado la forma de
regular el proceso ordinario (en términos doctrinarios), pues en el Código
de Procedimientos Penales de 1940 existía el proceso ordinario para la gran
mayoría de delitos, el cual a partir de la aparición del Decreto Legislativo
Nº 124 va siendo cada vez mas reducido en su ámbito de aplicación, con-
virtiéndose el proceso sumario en el proceso ordinario (doctrinariamente
hablando) por excelencia, al abarcar la mayoría de delitos.

[*] Coordinador del Área de Investigación de Derecho Procesal Penal del Instituto de Investigación de Derecho
Público. Miembro del Área Penal de Gaceta Jurídica.

9
Procedimientos especiales

Existiendo además, en esta situación, una regulación para procesos especia-


les en diversas leyes, no habiendo uniformidad ni claridad en su regulación,
como son los procesos especiales de terminación anticipada, colaboración
eficaz, querellas, procesos para delitos cometidos por medio de la imprenta,
etc.

En cambio, en el nuevo Código Procesal Penal, el proceso ordinario es el


llamado proceso común y junto a él existen diversos procesos especiales
que por su peculiar forma de desenvolvimiento ayudan a conseguir la tutela
judicial efectiva, como son la terminación anticipada, el proceso inmediato,
proceso de seguridad, etc.

Estos procesos se rigen por lógicas propias, buscando llegar a una mejor
justicia penal, pero son derivados del proceso ordinario o común que
instaura el Código Procesal Penal. Por ello el presente trabajo busca, a
diferencia de otros trabajos sobre el mismo tema, primero, conceptuali-
zar lo que es un proceso especial y buscar su justificación en el sistema
procesal. Esto es importante en la medida que nos dará herramientas
para poder afrontar los diversos problemas que se dan en el proceso de
reforma procesal penal. Por ello se analizará los problemas más relevan-
tes que se han podido suscitar, buscando incorporar criterios que pue-
dan ayudar a un mejor entendimiento y aplicación de estos procesos
especiales.

II. PROCESOS ORDINARIOS Y PROCESOS ESPECIALES

Los procesos, vistos desde la teoría general del proceso están clasificados[1]
de diversas maneras. Así se clasifica por la tendencia del Tribunal a actuar
el Derecho Penal o cualquier otra rama del derecho objetivo en procesos
civiles y penales, dando lugar a una diversidad de procesos. Además, en ra-
zón de la generalidad o especialidad, los procesos se dividen en ordinarios
y especiales; mientras que por la función que cumplen, los procesos –y los
procesos penales– se dividen en procesos de declaración, de ejecución y
cautelares.

Los primeros sirven para declara un derecho, en el caso especial del pro-
ceso penal para decidir si una persona ha cometido un delito o una falta, o

[1] MONTERO AROCA, Juan. Derecho jurisdiccional. Parte general. Tomo I, Tirant lo Blanch, Valencia, 2000,
p. 294 y ss.

10
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

no ha realizado tales acciones o queda duda sobre ellos; en el primer caso


se condenará, en los dos restantes se absolverá. Los procesos de ejecución
darán materialidad a lo que la sentencia expedida en el proceso declarativo
ha impuesto.

Los procesos cautelares son procesos instrumentales, están en función al


proceso de declaración, pues buscan su eficacia y que no falte un elemento
esencial del proceso penal como es el de cumplir su propósito de enjuiciar
a una persona para luego reconocer que es inocente o declarar su culpabili-
dad. Los procesos cautelares se basan en el peligro procesal, es decir el peli-
gro (en el proceso civil) de que se pierda o no sirva para su función el objeto
de la pretensión de cada parte, en el proceso penal el peligro procesal tiene
una connotación distinta, pues se evalúa el peligro de fuga y de obstaculi-
zación de la actividad probatoria.

Después de ver el esquema general de los procesos pasaremos a analizar las


diferencias que se dan entre los procesos ordinarios y especiales, al ser este
el tema del presente trabajo.

1. Proceso ordinario

En ese sentido, el proceso de carácter general es el proceso ordinario (o co-


mún) para delitos, del cual, por su generalidad, se derivan los otros proce-
sos. Con referencia al proceso, el calificativo de ordinario se refiere a que por
medio de ese proceso los jueces y tribunales pueden conocer objetos de
toda clase sin limitación alguna, habiéndose establecido con carácter ge-
neral y atendiendo al proceso penal. Por medio del proceso penal ordinario
podría procederse a aplicar la ley en todo tipo de infracciones penales y con
referencia a cualesquiera personas[2].

Todos los procesos que no tienen ese carácter general del proceso ordina-
rio, en caso de la existencia de alguna laguna en su regulación legal, tie-
nen que remontarse a este proceso ordinario[3], pues la estructura de estos

[2] MONTERO AROCA, Juan. “Los privilegios en el proceso penal”. En: Proceso (civil y penal) y garantía: el
proceso como garantía de libertad y responsabilidad. Tirant Lo Blanch, Valencia, 2006, p. 480.
[3] LEONE, Giovanni. Tratado de Derecho Procesal Penal. Tomo II, Ediciones Jurídicas Europa - América,
Buenos Aires, 1963, p. 436. La disposiciones que disciplinan cada procedimiento especial por el hecho de
presentarse en derogación a las disposiciones concernientes al procedimiento ordinario, asumen en relación
a este carácter excepcional y, por lo tanto, no pueden ser objeto de aplicación analógica con respecto a la
disciplina del procedimiento ordinario, mientras que es obvio que las normas concernientes al procedimiento

11
Procedimientos especiales

procesos depende del de aquel. Como se verá, las estructuras de los proce-
sos especiales toman como referencia el proceso ordinario o común, así en
la terminación anticipada se da la etapa de investigación, pero no la etapa
intermedia ni de juicio, aunque sí la sentencia; en el proceso especial para
altos funcionarios se requiere la previa interposición de una denuncia cons-
titucional y se realiza por órganos jurisdiccionales especiales.

a. Regulación en el Código de Procedimientos Penales (CdePP)

El Código de Procedimientos Penales (CdePP) tiene una tendencia inquisiti-


va, es fruto de una serie de reformas que van de la mano de la evolución de
la ciencia procesal y de la política, en el proceso penal.

Así, tenemos que luego de la caída del sistema inquisitivo –en su más pura
expresión– con la revolución francesa se creó el proceso mixto que tomaba
la investigación del inquisitivo y el juicio oral del acusatorio. En el Perú se
dieron varias reformas luego de la República, entre ellas tenemos el código
de 1920 de una tendencia acusatoria aún incomprendida en su tiempo, por
ello se dio una contrarreforma que logró su culminación con la dación del
Código de Procedimientos Penales de 1940 que regresaba a su tendencia
inquisitiva.

Esto lo podemos ver de los procesos ordinarios destinados para conocer de-
litos: el proceso ordinario y el proceso sumario.

En el proceso ordinario las etapas del proceso son tres: la instrucción, la


etapa intermedia y el juicio oral. La etapa de instrucción tiene una etapa
anterior no formalizada, la investigación preliminar. Esta es una etapa
pre-jurisdiccional, pues lo dirige bien la policía o el fiscal (a pesar del
artículo 159 de la Constitución Política del Estado que señala que la in-
vestigación la conduce el Ministerio Público), no siendo raro ver casos en
los cuales, la policía tiene conocimiento de los hechos, realiza actos de
investigación y luego entrega su atestado policial al fiscal, quien realiza
también actos de investigación, repitiendo muchas de las diligencias ya
realizadas.

Sin embargo, la etapa regulada en el CdePP de 1940, destinada a investigar,


es la llamada instrucción; es una etapa formalizada dirigida por el juez penal,

ordinario se aplican al procedimiento especial, a menos que resulte una derogación expresa o preveniente de
la estructura de dicho procedimiento.

12
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

siendo el fiscal un auxiliar más, pues quien tiene la iniciativa de la investiga-


ción es el juez, quien en los procesos ordinarios entregará la investigación
a la Sala Penal Superior para que realice el juicio oral y juzgue al procesado.
Una vez entregada la causa a la Sala Penal Superior, este remitirá la causa al
fiscal superior, quien evaluará lo realizado en la instrucción y decidirá si acu-
sa o pide el sobreseimiento de la causa. En el primer caso, se inicia el juicio
oral, pues hay un mero control formal de la acusación por parte de la Sala. En
el segundo caso, la Sala Penal puede forzar la acusación o en su caso pedir
que se vuelva a investigar. Esta fase es plenamente escrita, la contradicción
es limitada.

Luego se termina con la fase del juicio oral en la cual se debate la respon-
sabilidad del procesado, en esta fase la contradicción es limitada y sujeta
a reglas formales que la impiden. Asimismo, la prueba de oficio es la regla,
así como la intervención oficiosa de los jueces integrantes del Colegiado,
quienes realmente son los actores principales del juicio, cuando deberían
serlo las partes.

Si bien este panorama de cara a los principios del derecho procesal penal es
criticable, es mucho peor el otro procedimiento “ordinario” que, incluso, es
la que tramita la gran mayoría de causas penales.

Este es el proceso sumario, donde la investigación y la instrucción es la mis-


ma que en el ordinario; sin embargo, en esta fase no existe fase intermedia
ni juicio oral. Es decir, la contradicción y la inmediación son prácticamente
nulas.

Lo que es peor aun, el mismo juez que instruye es el mismo que sentencia,
siendo una violación expresa al principio de imparcialidad; sin embargo, en
nuestro país esta regulación fue aprobada (en España una regulación similar
fue declarada inconstitucional por su Tribunal Constitucional). Por ello se
dice que este proceso sumario responde únicamente a un proceso inquisiti-
vo y no a uno acusatorio o mixto con tendencia acusatoria.

Estos problemas causados por el proceso sumario, aunado a las críticas al


proceso ordinario, así como a la realidad de estos procesos, como es que
existe una gran carga de procesos no resueltos, generando impunidad y
descontento en la administración de justicia; fueron tomadas en cuenta al
momento de buscar una nueva regulación que pudiera hacer frente a estas
deficiencias.

13
Procedimientos especiales

b. Regulación en el Nuevo Código Procesal Penal (NCPP)

Tomando estas críticas, y basándose en los principios básicos del sistema acu-
satorio, se tiene que en el nuevo sistema procesal penal, el proceso ordinario
y sumario se fundió en uno solo, a fin de respetar los derechos de defensa,
presunción de inocencia, inmediación, contradicción, imparcialidad, etc.

Así, tenemos que se tramitan bajo el nuevo proceso común, que es el nuevo
proceso ordinario, pues conoce todos los delitos que están ubicados en el
Código Penal. El nuevo proceso penal divide sus etapas en tres muy marca-
das: etapa de investigación preparatoria, etapa intermedia y juicio oral.

En primer término, la etapa de investigación se divide en dos partes: 1. las dili-


gencias preliminares y 2. la etapa de investigación. Se inicia con una sospecha
simple de la existencia del delito y luego, cuando la sospecha es fundada, se
dispone la formalización y continuación de la investigación preparatoria. Esta
etapa tiene por finalidad acumular un conjunto de información que servirá
para determinar si es posible someter a una persona determinada a un juicio
oral, por esto es preparatoria, ya que esta etapa no es un fin en sí mismo, sino
que prepara el juicio oral. El nuevo Código Procesal Penal dice en su artículo
321 que la finalidad de esta etapa es perseguir reunir los elementos de con-
vicción, de cargo y de descargo, que permitan al fiscal decidir si formula o no
acusación y, en su caso, al imputado preparar su defensa. Además nos dice
que tiene por finalidad determinar si la conducta incriminada es delictuosa,
las circunstancias o móviles de la perpetración, la identidad del autor o partí-
cipe y de la víctima, así como la existencia del daño causado.

Luego, tenemos la etapa intermedia que tiene por función primordial diluci-
dar si concurren o no los presupuestos del juicio oral, esto es, si se ha acredita-
do suficientemente, a lo largo de la investigación preparatoria, la existencia de
un hecho punible y si se ha determinado a su presunto autor. Asimismo, tiene
por función criticar las actuaciones que se hubieren realizado a lo largo de la
investigación, es un análisis de la legalidad de las actuaciones.

De no ser el caso, ya sea por que el hecho no reúne la tipicidad necesaria,


faltan determinados presupuestos o concurren determinadas causas de ex-
tinción de la responsabilidad penal, procederá el sobreseimiento o archivo
de las actuaciones[4].

[4] FENECH, Miguel. “Puntos de vista sobre el proceso penal español”. En: Estudios de Derecho Procesal. [S.E.],
Barcelona, 1962, p. 692. Citado por: ORMAZÁBAL SÁNCHEZ, Guillermo. El periodo intermedio del proceso

14
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

Por último, tenemos la fase de juicio oral, que es la fase más importante del
proceso penal acusatorio, pues en él tienen plena vigencia los principios de
oralidad, inmediación, publicidad, contradicción etc., todas las etapas ante-
riores están en función de ella[5], así, constituye el verdadero debate penal,
pues en esta oportunidad procesal debe ponerse a prueba más allá de toda
duda razonable la culpabilidad del acusado[6].

c. Proceso de faltas

El proceso para conocer faltas, en contra de lo que señalan algunos autores,


debemos decir que, es un proceso ordinario y no uno especial. Esto tiene su
razón de ser en su origen histórico, así en el Código Penal de 1910 o Código
Penal napoleónico se regulaba los procesos ordinarios para las tres clases de
infracciones que se regulaban en el Código Penal.

Por ello, señala Gimeno Sendra[7] que dentro de la clasificación tripartita que
inauguró el Código Procesal Penal napoleónico conforme a la cual las in-
fracciones penales habían de clasificarse en “crímenes” (o delitos muy graves
de la competencia del jurado), delitos y contravenciones, el juicio de faltas
está arbitrado para el enjuiciamiento de estos últimos actos antijurídicos,
que nuestro código penal diferencia nítidamente de los delitos, tanto por la
escasa lesión social, como por la mitigada entidad de la pena, la cual suele
ser privativa de libertad.

penal. McGraw-Hill, Madrid, 1997, p. 3. Señala que la etapa intermedia es la fase situada entre la investiga-
ción formalizada (investigación preparatoria o instrucción), que cumple el papel de filtro de lo actuado en la
investigación y que determina si una causa debe pasar o no a la fase del juicio oral; por ello se dice que la
fase intermedia se presenta como un periodo bifronte, pues de una parte, mira a la fase anterior (revisión de
la instrucción) y de otra, al juicio oral (ejercicio de la acusación, reconocimiento de la acción); hecho que la
caracteriza como periodo de transición, en el que se decide si el resultado de la fase concluida justifica el inicio
de la posterior.
[5] En ese sentido: BAYTELMAN, Andrés. “El juicio oral”. En: AAVV. Nuevo Proceso Penal. Lexis Nexos, Santiago
de Chile, 2000, pp. 228 y 229. Refiere que todos Los sistemas acusatorios comparados insisten en instalar al
juicio oral como la etapa central del procedimiento penal, negándole valor probatorio a los antecedentes reco-
gidos por el fiscal durante la investigación y resguardando la audiencia principal con un conjunto de garantías
procesales. En un modelo acusatorio, el proceso penal es el juicio oral. La investigación criminal no pasa de
ser un conjunto de actos administrativos, en ocasiones controlados jurisdiccionalmente, en ocasiones no. (…)
Lo cierto es que el juicio oral determina intensamente lo que ocurre en todo otro momento de la persecución
penal: el trabajo de la policía, las actuaciones del fiscal durante la investigación, la posibilidad de efectuar pro-
cedimientos abreviados (terminación anticipada) o terminar el caso a través de una salida alternativa, todo está
determinado por la sombra del juicio oral que se cierne sobre el resto de etapas, aun en la inmensa mayoría
de casos que jamás llegaran a él
[6] PÉREZ SARMIENTO, Eric Lorenzo. Fundamentos del sistema acusatorio de enjuiciamiento penal. Temis,
Bogotá, 2005, p. 147.
[7] GIMENO SENDRA, Vicente. Derecho Procesal Penal. Editorial Cólex, Madrid, 2007, p. 829.

15
Procedimientos especiales

Entonces, podemos señalar que, por lo general, existen dos procesos or-
dinarios, uno para delitos y otro para faltas; pues ellos son aplicables a la
generalidad de personas y a la generalidad de infracciones. Siguiendo a
Montero Aroca podremos decir que “por medio de ese proceso, los órganos
jurisdiccionales pueden conocer objetos de toda clase sin limitación alguna,
habiéndose establecido con carácter general. Se prevén en principio para
todo tipo de hechos punibles y se determinan atendiendo a su naturaleza:
faltas o delitos[8].

En el NCPP se encuentra regulado en los artículos 482 a 487, siendo el trá-


mite que la persona ofendida por una falta puede denunciar su comisión
ante la policía o dirigirse directamente al juez comunicando el hecho, cons-
tituyéndose en querellante particular. Luego se cita a juicio, el auto de cita-
ción a juicio puede acordar la celebración inmediata de la audiencia, apenas
recibido el informe policial, siempre que estén presentes el imputado y el
agraviado, así como si lo están los demás órganos de prueba pertinentes a
la causa o, por el contrario, no ha de resultar imprescindible su convocatoria.
También podrá celebrarse inmediatamente el juicio si el imputado ha reco-
nocido haber cometido la falta que se le atribuye.

De no ser posible la celebración inmediata de la audiencia, en el auto se fija-


rá la fecha más próxima de instalación del juicio, convocándose al imputado,
al agraviado y a los testigos que corresponda.

La audiencia se instalará con la presencia del imputado y su defensor, y de


ser el caso, con la concurrencia del querellante y su defensor. Si el imputado
no tiene abogado se le nombrará uno de oficio. Las partes, sin perjuicio de lo
dispuesto en el numeral 5) del artículo anterior, podrán asistir acompañados
de los medios probatorios que pretendan hacer valer.

Acto seguido, el juez efectuará una breve relación de los cargos que apa-
recen del informe policial o de la querella. Cuando se encontrare presente
el agraviado, el juez instará una posible conciliación y la celebración de un
acuerdo de reparación de ser el caso. Si se produce, se homologará la conci-
liación o el acuerdo, dando por concluida las actuaciones.

De no ser posible una conciliación o la celebración de un acuerdo, se pregun-


tará al imputado si admite su culpabilidad. Si lo hace, y no fueran necesarios

[8] MONTERO AROCA, Juan, et ál. Derecho jurisdiccional: proceso penal. Tomo III. Tirant lo blanch, Valencia,
2007, pp. 305 y 526.

16
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

otros actos de prueba, el juez dará por concluido el debate y dictará inme-
diatamente la sentencia correspondiente. La sentencia puede pronunciarse
verbalmente y su protocolización por escrito se realizará en el plazo de dos
días.

En el proceso de reforma ha habido la discusión sobre el efecto legal que


tiene la inasistencia de la parte querellante al proceso de faltas, pues unos
señalan que es una clara muestra de un desistimiento tácito, mientras
otras determinan que esto no se puede aplicar, ya que debe ser regulado
por ley.

El Pleno Jurisdiccional Distrital de Jueces Especializados Penales y Jueces de


Paz Letrados de Arequipa de veintitrés de julio de dos mil diez, se adhirió a la
postura que considera que el querellante particular es el titular del derecho
de acción, esto es que se constituye en el titular del derecho subjetivo suge-
rido a quien se ha afectado su bien jurídico. Si nos encontramos frente a un
verdadero proceso penal acusatorio donde no existe la figura del Ministerio
Público, el querellante particular se constituye en el persecutor de la acción
penal y civil del agente, por lo tanto, si este no concurre a la audiencia, esta
inasistencia importaría un desistimiento tácito de la acción, por lo que se
debe tener por desistido y archivar el proceso, a esta posición nos suscribi-
mos más aún cuando Maza Martín señala que este procedimiento es, en lo
posible, reducido de formalismos y con mayor agilidad en su desenvolvi-
miento, en primacía de los principios de celeridad y oralidad[9].

2. Procesos especiales

Existen dos posiciones para determinar lo que son procesos especiales. La


primera es la que cree que para determinar cuáles son procesos especiales,
y cuáles no, lo que se debe hacer es delimitarlo negativamente[10], es decir,
todo lo que no es proceso ordinario es especial, entonces, como el proceso
de terminación anticipada no es un proceso ordinario, es especial.

[9] MAZA MARTÍN, José Manuel. “Breves apuntes para una reforma del juicio de faltas”. En: Revista del Poder
Judicial, España, Número especial XIX de 2006, pp. 375 y 376. Citado por: NEYRA FLORES, José Antonio.
Manual del nuevo proceso penal & litigación oral. IDEMSA, Lima, 2010, p. 480.
[10] LEONE, Giovanni. Ob. cit., p. 435. El concepto de procedimiento especial es negativo, esto es, caracterizado
por la derogación al procedimiento ordinario, pero no puede asumir un contenido positivo, ya que existen tan-
tos procedimientos especiales, configurando cada uno de ellos de acuerdo a un esquema propio, cuantas son
las situaciones particulares que aconsejan derogar el esquema del procedimiento ordinario: lo cual, por otra
parte es natural dada la heterogeneidad de tales situaciones.

17
Procedimientos especiales

Sin embargo, creemos que este no puede ser el criterio de delimitación,


pues incluso los llamados “procesos” regulados fuera de la normativa del
Código Procesal vigente serian procesos especiales (procesos para meno-
res, procesos militares, etc.) y serían especialidades del proceso ordinario
o común, como lo llama el nuevo Código Procesal Penal. Además, incluso
a “procedimientos” distintos a los conocidos como procesos especiales, les
serían aplicables las reglas del proceso ordinario (procedimiento por coope-
ración internacional[11], proceso de ejecución[12], etc.), lo cual no es correcto.

En el otro extremo de la configuración y determinación del concepto de


proceso especial, ya no se recurre a un concepto negativo, sino a uno po-
sitivo (del cual tomamos partido), basado en la peculiaridad de los proce-
sos especiales. Pero existe confusión entre sus diversos autores debido a la
gran variedad de denominaciones sobre lo que es este proceso, diferente al
proceso ordinario, es decir especial, de ello tenemos la diversa terminolo-
gía con la cual se rotula estos procesos privilegiados o especiales. Incluso,
señala Montero Aroca[13], que existe confusión al denominarlos, pues unos
lo llaman procedimientos especiales[14], especialidades procesales[15], otros
procesos especiales o especialidades procedimentales[16].

Por ello, es necesario hacer una diferenciación terminológica, no para deci-


dir qué nomen iuris es el mejor, sino para tener un concepto claro acerca de
lo que estamos estudiando.

Así, lo primero que debemos diferenciar son los conceptos de proceso y de


procedimiento[17]. En primer lugar, debemos preguntarnos ¿qué es el pro-
ceso? Este, no es sino, un instrumento de la jurisdicción para lograr su fines,

[11] Libro Sétimo del NCPP. La Cooperación Judicial Internacional.


[12] Libro Sexto del NCPP. La Ejecución y las Costas.
[13] MONTERO AROCA, Juan, et ál. Derecho jurisdiccional: proceso penal. Tomo III. Ob. cit., p. 307.
[14] FERRAJOLI, Luiggi. Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Editorial Trotta, Madrid, 2005, p. 744.
[15] GIMENO SENDRA, Vicente, et ál. Derecho Procesal Penal. Proceso penal. Tirant lo Blanch, Valencia, 1993,
p. 565.
[16] MONTERO AROCA, Juan, et ál. Derecho jurisdiccional: proceso penal. Tomo III. Ob. cit., p. 526.
[17] Ibídem, p. 290. Nos dice que, aunque proceso y procedimiento tienen una misma raíz etimológica, procedere,
en el segundo destaca la nota de actuación externa, el trabajo que pudiéramos llamar administrativo que se
realiza en cualquier actividad jurídica y por tanto también esta, mientras que en el primero es necesario tomar
en consideración la estructura y los nexos que median entre los actos, los sujetos que lo realizan, la finalidad a
que tienden, los principios a que responden, las condiciones de quienes los producen, las cargas que imponen
y los derechos que otorgan.

18
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

por ese motivo es que Monroy Gálvez[18] lo define como “el conjunto dialéc-
tico, dinámico y temporal de actos que se realizan durante la ejecución de
la función jurisdiccional del Estado, bajo su dirección, regulación y con el
propósito de obtener fines (…) Los que son comunes a todos los partici-
pantes del proceso”, es decir, el proceso es lo que esta detrás de las formas,
de la sucesión de actos, el proceso implica contradicción entre partes que
hacen dinámica esta relación jurídico procesal, es lo que da vida al segundo
concepto que estudiaremos: el procedimiento.

El procedimiento[19] es una serie de actos, o también, se puede decir, que son


el conjunto de reglas y actos mediante los cuales se realiza un proceso. Pro-
cedimiento hace referencia a forma, a sucesión de actos y ello sin precisar
si esta actividad es la de los órganos jurisdiccionales, pues puede ser tam-
bién la de los órganos administrativos[20]. Mientras existe procedimiento en
cualquier actividad jurídica, el proceso es propio y exclusivo de la actuación
jurisdiccional[21].

De esto tenemos que el rótulo exacto para los procesos privilegiados es el


de procesos especiales ya que en todos ellos se desenvuelve la jurisdicción
para lograr sus fines y se ve en ellos un conjunto de normas o reglas de
conducta que regulan la actividad, participación y las facultades y deberes
de los sujetos procesales y también la forma de los actos realizados en un
proceso, pues todo proceso se desarrolla formalmente a través de un pro-
cedimiento[22].

Entonces, es proceso especial, primero, porque a través de esta serie de ac-


tos procesales se desenvuelve la jurisdicción para lograr sus fines en medio
de una relación jurídica procesal, pero aún queda sin respuesta, porque es
especial y no ordinario. El término “especial”, según la Real Academia de la
Lengua Española, hace referencia a un adjetivo referente a lo singular o par-
ticular, es decir, que se diferencia de lo común o general. En su segunda

[18] MONROY GÁLVEZ, Juan. Introducción al proceso civil. Tomo I. Editorial Temis, Santa Fe de Bogotá, 1996,
p. 135. El proceso es el medio jurídico, el instrumento, con el que los órganos jurisdiccionales cumplen las
funciones asignadas constitucionalmente. MONTERO AROCA, Juan, et ál. Derecho jurisdiccional: proceso
penal. T. III. Ob. cit., p. 289.
[19] Procedimiento es el conjunto de normas o reglas de conducta que regulan la actividad, participación y las
facultades y deberes de los sujetos procesales y también la forma de los actos realizados en un proceso o en
partes de este, provistos por el Estado con anticipación a su inicio. MONROY GÁLVEZ, Juan. Ob. cit., p. 135.
[20] MONTERO AROCA, Juan, et ál. Derecho jurisdiccional: proceso penal. Tomo III. Ob. cit., p. 290.
[21] Ibídem, pp. 290 y 291.
[22] Ibídem, p. 291.

19
Procedimientos especiales

acepción hace referencia a que es lo muy adecuado o propio para algún


efecto. Y en su tercera acepción es lo que está destinado a un fin concreto y
esporádico.

En sentido contrario, el término ordinario hace referencia a lo que es común,


regular y que sucede habitualmente. La norma procesal ha diseñado el
proceso común para lo que regular y habitualmente es materia de proceso
penal; sin embargo, como hay situaciones particulares que merecen un tra-
to diferenciado es que la norma procesal ha determinado la existencia de
los procesos especiales. En el proceso penal la razón de esta diferencia está
dada por la especificidad de la situación que regula y al que se aplica este
proceso penal especial, como se verá más adelante.

a. Regulación en el CdePP

El Código de Procedimientos Penales no regula de manera coherente los


procesos especiales, pues si bien tiene un libro determinado “procedimien-
tos especiales”; sin embargo, en este estaban reguladas instituciones (algu-
nas ya derogadas) de la más diversa índole y no se condicen con la razón de
ser de los procesos especiales, podemos señalar, por ejemplo, que el juicio
contra ausentes del título III no debe estar dentro de este título, así como la
fuga del reo entre otros. Era una especie de cajón de sastre[23].

Esta situación es regulada de mejor manera en el nuevo Código Procesal


Penal, pues bajo un mismo libro agrupa a los diversos procesos especiales
que pueden considerarse necesarios a fin de darle sustento al principio de
tutela judicial efectiva.

b. Regulación en el NCPP

En el nuevo código procesal se ha dado un tratamiento mejor a los pro-


cesos especiales, incluyendo en estos a procesos que buscan simplificar el
proceso penal, así como aquellos que buscan otorgar un trato diferenciado
a ciertas materias o personas en razón de su especificidad, como señala
Neyra Flores una de las razones por las que se ha implantado esta regula-
ción de los procesos especiales en el NCPP obedece a la simplificación pro-
cesal como método de descarga de casos, habiendo –de un lado– formas

[23] NEYRA FLORES, José Antonio. Ob. cit., p. 426.

20
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

de simplificación procesal y –del otro– procesos donde prima la legalidad


sobre cualquier otra consideración[24].

Los procesos son los siguientes: proceso inmediato (artículos 446-448), el


proceso por razón de la función pública (artículos 449-455), proceso de se-
guridad (artículos 456-458), proceso por delito de ejercicio privado de la ac-
ción penal (artículos 459-467), terminación anticipada (artículos 468-471),
proceso por colaboración eficaz (artículos 472-481). Cada uno implica una
razón de ser que veremos más abajo.

3. Justificación de los procesos especiales

Conforme lo dicho anteriormente, los procesos especiales son aquellos


que no tienen un carácter general, pero no por eso se rompe el principio
de igualdad, que es esencial en todo tipo de proceso judicial, sea este civil,
constitucional u otro, pues como lo reconoce la sentencia del Tribunal Cons-
titucional recaída en el Expediente N° 1277-2003-HC/TC[25], el principio de
igualdad nos dice que se debe tratar de forma igual a los iguales y de forma
desigual a los desiguales, para que la justicia no solo sea formal, sino que sea
efectiva en términos materiales.

Eso quiere decir que la justificación de la creación de procesos especiales se


debe a diferencias en los supuestos de aplicación[26], que hacen que aplicar

[24] Ibídem, pp. 426-428. Existen dos tipos de procesos especiales: aquellos que recurren a formas simplificadas
de tramitación del proceso penal (como son los casos de la terminación anticipada, el proceso inmediato y
la colaboración eficaz) que desarrollan un trámite reducido en comparación con el proceso común y aquellos
que existen por la mayor idoneidad de su trámite para conocer ciertos casos (como el proceso de seguridad,
el proceso por ejercicio privado de la acción penal, el proceso por razón de la función pública).
[25] STC Exp. N° 1277-2003-HC/TC, caso Orlando Montesinos Torres. La igualdad ante la ley no es sólo un princi-
pio constitucional, sino también un derecho subjetivo que garantiza el trato igual entre los iguales y el desigual
entre los desiguales. En ese sentido, y con objeto de determinar cuándo se está frente a una medida que
implica un trato desigual no válido a la luz de la cláusula de la igualdad, la medida diferenciadora no solo debe
sustentarse en una base objetiva, sino, además, encontrarse conforme con el test de razonabilidad. Mediante
este test se controla, en primer lugar, si el tratamiento diferenciado está provisto de una justificación; en se-
gundo lugar, si entre la medida adoptada y la finalidad perseguida existe relación y, finalmente, se determina si
se trata de una medida adecuada y necesaria, esto es, si respeta el principio de proporcionalidad.
[26] En sentido contrario y desarrollando la tesis que los procesos especiales se definen de modo negativo LEONE
dice que: “No puede valer siquiera para caracterizar el procedimiento especial, el objeto particular de la rela-
ción procesal contemplando en función de la naturaleza de la imputación (…). A nuestro juicio la especialidad
tratándose de materia procesal, solo puede inferirse de la disciplina del procedimiento: cuando un procedi-
miento se regula de manera diferente que el procedimiento ordinario, nos hallamos en presencia de un pro-
cedimiento especial (…). Por consiguiente procedimiento especial es cualquier procedimiento cuya disciplina
presente, en todo o en parte, una derogación al esquema del procedimiento ordinario (…). Cualquier deroga-
ción al tipo de procedimiento así descrito [instrucción, etapa intermedia, juicio], da lugar a un procedimiento

21
Procedimientos especiales

el proceso ordinario a supuestos distintos o especiales a los comunes con-


travenga el principio de igualdad, por ejemplo, casos que, por la voluntad
de las partes, o por la simplicidad de la prueba, se pueden terminar breve-
mente el transcurrir del proceso penal, no deben sufrir las partes todo el via
crucis del proceso ordinario.

Por ello, cada proceso especial está diseñado para una situación especial
(pero siempre teniendo como base el proceso ordinario), así se reconoce
en la doctrina; por ejemplo Montero Aroca[27] dice que “[en estos] no exis-
ten sino simples particularidades en algunos aspectos de aquellos procedi-
mientos [ordinarios] –esencialmente en su fase preliminar- considerándose
la condición de la persona a enjuiciar, el tipo de delito y la forma de su co-
misión. Gimeno Sendra[28] refiere que la existencia de procesos especiales ha
de encontrar su justificación en razones especificas, que en el orden penal
pueden derivarse fundamentalmente de las características del delito o de la
persona a enjuiciar, y la necesidad de lograr una mayor eficacia y celeridad
por razones de política criminal, que pueden aconsejar al legislador la adop-
ción de reglas procesales especiales ante la inadecuación de las comunes
para lograr tales objetivos.

Por ello, San Martín Castro[29] señala que los procesos especiales están pre-
vistos para delitos muy concretos o para circunstancias especificas de es-
pecial relevancia procesal, que obliga a una configuración procedimental
propia, alejada del procedimiento ordinario y que de modo general están
informados por los principios de celeridad, simplificación y consenso, según
el caso.

En este último punto, el criterio de simplificación que asume el nuevo códi-


go por razones de política criminal, se concreta, de un lado, en circunstan-
cias puntuales derivadas de la evidencia probatoria, que genera el proce-
dimiento inmediato y de otro lado en el consentimiento de las partes que
puede dar lugar a los procedimientos de terminación anticipada y por cola-
boración eficaz[30].

especial, que se caracteriza solamente bajo este aspecto (…)” LEONE, Giovanni. Ob. cit., pp. 437 y 438. Como
apuntamos líneas arriba, no somos partidarios de esta teoría.
[27] MONTERO AROCA, Juan, et ál. Derecho jurisdiccional: proceso penal. Tomo III. Ob. cit., p. 526
[28] GIMENO SENDRA, Vicente, et ál. Derecho Procesal Penal. Proceso penal. Ob. cit., p. 563.
[29] SAN MARTÍN CASTRO, César. “Introducción general al estudio del nuevo Código Procesal Penal (apuntes
preliminares)”. En: CUBAS VILLANUEVA, Víctor (coord.) El nuevo Código Procesal Penal. Estudios fundamen-
tales. Palestra, Lima, 2005, p. 15.
[30] Ídem.

22
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

Como vemos, esto se condice con el NCPP ya que los procesos por razón de
la función pública, y el de seguridad, se han dado por razón de la persona
a quien se procesa; el proceso por delito de ejercicio privado de la acción
penal es por razón del delito y la acción privada, el proceso de terminación
anticipada y proceso por colaboración eficaz, se dan por motivos de celeri-
dad procesal y la facultad negocial de las partes. El proceso inmediato se da
por la suficiencia probatoria.

III. PROBLEMAS DE LOS PROCESOS ESPECIALES EN LA REFORMA PROCESAL


PENAL

La regulación de los procesos especiales en el NCPP pareciera no tener re-


lación alguna de cara a la variedad de procesos especiales que existen y la
diversidad de situaciones, requisitos y efectos que producen. Pero, como
se ha dicho, la relación está en la especificidad de cada uno que hace que
el aplicarse a ellos el proceso común sea ominoso y viole el principio de
igualdad. Pasaremos a dar un breve vistazo de cada uno de ellos, viendo sus
problemas en la reforma procesal penal y se buscará explicar e interpretar
de acuerdo a lo que se ha expuesto.

1. Proceso inmediato

El proceso inmediato, proceso especial que en el anterior sistema procesal


no estaba regulado, es de abolengo italiano, específicamente sus fuentes
son dos instituciones, el giudizzio direttissimo y el giudizzio inmediato[31], que
tienen como característica el obviar la etapa de de investigación formaliza-
da (instrucción, investigación preparatoria), además de la etapa intermedia
y llegar al juicio oral, lo que origina un proceso mas célere que respeta por
tanto el plazo razonable del proceso y la presunción de inocencia.

a. Antecedentes

El giudizio direttissimo, regulado en los artículos 449 a 452 del Código de


Procedimientos Penales italiano de 1988, está previsto para los supuestos
de arresto flagrante y posterior convalidación por el juez, o no convalida-
ción siempre y cuando existiere acuerdo entre el Ministerio Público y el

[31] BUTRÓN BALIÑA, Pedro. La conformidad del acusado en el proceso penal. McGraw-Hill Interamericana de
España editores, Madrid, 1998, pp. 35 y 36.

23
Procedimientos especiales

imputado; y para el caso de confesión de este. Lo que se pretende a través


de este procedimiento, cuya iniciativa corresponde al Fiscal, es una celebra-
ción anticipada del juicio oral[32].

Consiste en la directa presencia del imputado ante el juez enjuiciador sin


pasar por el filtro de la audiencia preliminar, esto se justifica en la superflui-
dad de tal fase y examen de la acusación. Sirviendo como base para el enjui-
ciamiento, la instrucción probatoria con los testigos citados o directamente
presentados por las partes.

El fiscal dará a conocer por escrito al imputado la acusación, antes de la vista,


pudiéndose solicitar al inicio del juicio la suspensión para preparar correcta-
mente su defensa por un máximo de diez días. Si el juez rechaza esta vía pro-
cedimental cabe la posibilidad de su transformación en un procedimiento
abbreviato o en un pattegiamento, si ambas partes se ponen de acuerdo[33].

El juicio inmediato se dirige igualmente a eliminar la vista preliminar para


anticipar la del juicio. La utilización del giudizio inmediato regulado en los
artículos 453 a 458 del mismo código. Queda fijada para el supuesto de que
se esté ante una prueba suficientemente evidente.

Este procedimiento al igual que el anterior, pretende obviar la fase interme-


dia, pero la iniciativa puede corresponder al Ministerio Público o al impu-
tado, debiendo de pronunciarse al respecto el órgano jurisdiccional (giudice
per le indagini preliminari), que no podrá oponerse si la petición parte del
imputado. Además, este va a poder solicitar el paso al procedimiento abre-
viado, siendo exigible para que sea viable la necesaria aceptación del fiscal.
El Ministerio Fiscal puede pedir unilateralmente al juez de la investigación
preliminar que tenga lugar el juicio inmediato, siempre que el acusado haya
sido interrogado sobre hechos cuya prueba es evidente después de la inves-
tigación preliminar[34].

Otro antecedente lo tenemos en España con el enjuiciamiento rápido de


delitos, pues como señala su exposición de motivos, su finalidad es lograr la
inmediatez y la aceleración en la respuesta estatal ante la delincuencia, con
la finalidad de evitar fenómenos como que los imputados aprovechen los
retrasos en la sustanciación para ponerse fuera del alcance de la autoridad

[32] Ibídem, p. 35.


[33] Ídem.
[34] Ibídem, p. 36.

24
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

judicial, y sobre todo reiterar conductas delictivas, lo que genera una impre-
sión generalizada de aparente impunidad y de indefensión de la ciudadanía
ante cierto tipo de delitos[35].

Este procedimiento se aplicará a la instrucción y al enjuiciamiento de deli-


tos castigados con pena privativa de libertad que no exceda de cinco años,
o con cualesquiera otras penas, bien sean únicas, conjuntas o alternativas,
cuya duración no exceda de diez años, cualquiera que sea su cuantía. Siem-
pre que el proceso penal se incoe en virtud de un atestado policial y que
la policía judicial haya detenido a una persona y la haya puesto a disposi-
ción del juzgado de guardia o que, aun sin detenerla, la haya citado para
comparecer ante el juzgado de guardia por tener la calidad de denunciado
en el atestado policial y, además, concurra cualquiera de las circunstancias
siguientes:

Que se trate de delitos flagrantes y que se trate de un hecho punible cuya


instrucción sea presumible que será sencilla en los siguientes delitos:

1. Delitos de lesiones, coacciones, amenazas o violencia física o psíquica


habitual.

2. Delitos de hurto.

3. Delitos de robo.

4. Delitos de hurto y robo de uso de vehículos.

5. Delitos contra la seguridad del tráfico.

6. Delitos de daños.

7. Delitos contra la salud pública.

8. Delitos flagrantes relativos a la propiedad intelectual e industrial.

Otra fuente, esta de cuño nacional, es la llamada conclusión anticipada de


la instrucción regulada en el CdePP que también la hallamos en Italia en
los dos procesos especiales ya analizados, así como el proceso español, por
ello solo era pasible de aplicarse en casos de lesiones graves, lesiones leves,

[35] RIFA SOLER, José Maria; GONZÁLES, Manuel Richard y RIAÑO BRUN, Iñaki. Derecho Procesal Penal.
Instituto Navarro de Administración Pública, Pamplona, 2006, p. 496.

25
Procedimientos especiales

hurto simple, hurto agravado, tobo tipo básico, robo agravado, microcomer-
cialización de drogas. Teniendo como presupuesto fundamental el que haya
una actividad probatoria suficiente como para dejar de lado la instrucción lo
que se evidencia en que para instar esta institución debe de existir, flagran-
cia, confesión o evidencia suficiente.

En consonancia con estas apreciaciones el artículo 2 de esta ley señala


cuando no procede la conclusión anticipada de la instrucción, cuando el
proceso fuera complejo, cuando las pruebas faltantes no pudieran com-
pletarse mediante pocas y rápidas medidas o el delito haya sido cometido
por más de cuatro personas a través de una banda u organización delictiva.
Como se ve de lo anterior no procederá la conclusión anticipada de la ins-
trucción en casos de procesos complejos (en sentido lato), pues la dificultad
probatoria hace inviable la obtención del fin de la instrucción y con esto la
incoación de la conclusión anticipada de la instrucción.

Pues como sabemos, la etapa de instrucción del CdePP tiene como objeto
reunir los elementos de convicción, de cargo y de descargo, que permitan
al fiscal decidir si formula o no acusación y, en su caso, al imputado prepa-
rar su defensa siendo su finalidad determinar si la conducta incriminada es
delictuosa, las circunstancias o móviles de la perpetración, la identidad del
autor o partícipe y de la víctima, así como la existencia del daño causado,
por lo que si con lo actuado en la investigación preliminar se tiene elemen-
tos probatorios suficientes para sustentar una acusación, ya no es necesario
realizar la instrucción.

b. Presupuestos

El proceso inmediato del NCPP requiere para poder instarse el contar con
elementos que aboguen por la realidad del delito, el NCPP, a la usanza
italiana, lo ha esbozado en el sentido que el fiscal debe contar con un caso
que tenga: 1. Suficiencia probatoria, 2. Flagrancia o 3. Confesión del impu-
tado.

i) Flagrancia

El delito flagrante, en términos generales, es el que se está come-


tiendo actualmente[36], y que no va más allá de la sorpresa en el acto
mismo de cometerse el delito o de tentarlo, y lo inmediatamente

[36] CAROCCA PÉREZ, Alex. El nuevo sistema procesal penal. Lexis nexos, Santiago de Chile, 2004, p. 163.

26
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

posterior ligado en forma directa a su ejecución, mientras los auto-


res no se hayan apartado del lugar[37].

En el ordenamiento jurídico procesal penal peruano la flagrancia existe


en los siguientes supuestos[38]:

• El agente es descubierto en la realización del hecho punible.

• El agente acaba de cometer el hecho punible y es descubierto.

• El agente ha huido y ha sido identificado durante o inmediatamen-


te después de la perpetración del hecho punible, sea por el agravia-
do o por otra persona que haya presenciado el hecho, o por medio
audiovisual, dispositivos o equipos con cuya tecnología se haya re-
gistrado su imagen, y es encontrado dentro de las veinticuatro (24)
horas de producido el hecho punible.

• El agente es encontrado dentro de las veinticuatro (24) horas


después de la perpetración del delito con efectos o instrumentos
procedentes de aquel o que hubieren sido empleados para co-
meterlo o con señales en sí mismo o en su vestido que indiquen
su probable autoría o participación en el hecho delictuoso.

[37] CLARÍA OLMEDO, Jorge. Derecho Procesal Penal. Tomo II, Rubinzal-Culzoni editores, Buenos Aires, p. 368
[38] La norma original señalaba que la Policía detendrá, sin mandato judicial, a quien sorprenda en flagrante delito.
Existiendo esta cuando: la realización del hecho punible es actual y, en esa circunstancia, el autor es descu-
bierto, o cuando es perseguido y capturado inmediatamente de haber realizado el acto punible o cuando es
sorprendido con objetos o huellas que revelen que acaba de ejecutarlo. Sin embargo, esta fue modificado por
el artículo 3 del Decreto Legislativo Nº 983, publicado el 22 de julio de 2007 que determinaba que la Policía
detendrá, sin mandato judicial, a quien sorprenda en flagrante delito. Existe flagrancia cuando el sujeto agente
es descubierto en la realización del hecho punible, o acaba de cometerlo, o cuando: a) ha huido y ha sido
identificado inmediatamente después de la perpetración del hecho punible, sea por el agraviado, o por otra
persona que haya presenciado el hecho, o por medio audiovisual o análogo que haya registrado imágenes de
este y, es encontrado dentro de las 24 horas de producido el hecho punible; b) Es encontrado dentro de las 24
horas, después de la perpetración del delito con efectos o instrumentos procedentes de aquel o que hubieren
sido empleados para cometerlo o con señales en sí mismo o en su vestido que indiquen su probable autoría o
participación en el hecho delictuoso. Esta misma fue modificada por el artículo 1 de la Ley N° 29372, publicada
el 9 de junio de 2009, y luego por artículo 1 de la Ley Nº 29569, publicada el 25 de agosto de 2010; quedando
la norma solo con los siguientes supuestos: 1. el agente es descubierto en la realización del hecho punible, 2.
El agente acaba de cometer el hecho punible y es descubierto, 3. El agente ha huido y ha sido identificado du-
rante o inmediatamente después de la perpetración del hecho punible, sea por el agraviado o por otra persona
que haya presenciado el hecho, o por medio audiovisual, dispositivos o equipos con cuya tecnología se haya
registrado su imagen, y es encontrado dentro de las veinticuatro (24) horas de producido el hecho punible,
y; 4. El agente es encontrado dentro de las veinticuatro (24) horas después de la perpetración del delito con
efectos o instrumentos procedentes de aquel o que hubieren sido empleados para cometerlo o con señales en
sí mismo o en su vestido que indiquen su probable autoría o participación en el hecho delictuoso.

27
Procedimientos especiales

Volviendo así de cierta forma a la anterior regulación del Decreto


Legislativo Nº 989 de 22 de julio de 2007 que aparte de la flagrancia
estricta reconocía la cuasi flagrancia[39] y la presunción de flagran-
cia[40]. Debemos señalar que esta regulación desconocía uno de los
indispensables requisitos de la flagrancia, la inmediatez, debida-
mente destacada por el TC, organismo que en sentencia emitida
el 14 de marzo de 2007, Expediente Nº 6142-2006-PHC/TC, Caso
Rodríguez, sostiene que el paso de casi 10 horas desde la ocurren-
cia de los hechos hasta la captura del sindicado, no encuadra en
ningún supuesto de inmediatez temporal o personal.

ii) La Confesión

Como señala Cafferata Nores[41] “la confesión es el reconocimiento


del imputado, formulado libre y voluntariamente ante la autoridad
judicial, acerca de su participación en el hecho en que se funda la
pretensión represiva deducida en su contra”, por lo tanto, la con-
fesión es un medio de prueba que debe ser valorado con especial
minuciosidad.

Esta institución tiene como características que se da a partir de


la declaración personal y oral del imputado, es libre y conscien-
te, debe de ser sincera, aportando un relato verosímil, razonable,
no contrario a la ley natural, hecho notorio o leyes lógicas, ade-
más, debe de ser emitida de forma circunstanciada, detallada que
acepte simple o calificadamente la imputación, pues no existe
confesión parcial.

Las condiciones de validez de la confesión son la libertad y normali-


dad psíquica del declarante, la corroboración por otros medios pro-
batorios y quien reciba la confesión sea autoridad competente con
las formalidades pertinentes y legalidad de su actuación.

[39] Donde la intervención policial es posterior al momento que fue descubierto cometiendo el hecho por el mismo
agraviado, parientes o terceros o cuando la misma víctima reduce al agresor, logrando escapar este, circuns-
tancia en la que se incorpora a perseguirlo la policía, logrando capturarlo.
[40] Donde la aparición de datos indiciarios objetivos que constituye para una persona media, de nuestra sociedad,
motivos racionalmente suficientes para concluir que nos hallamos ante un ilícito temporalmente próximo o
material, queda configurada cuando el policía hace el descubrimiento del hecho delictivo, determinando su
intervención.
[41] CAFFERATA NORES, José. La prueba en el proceso penal. De Palma, Buenos Aires, 1998, p. 161.

28
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

iii) Recolección de evidencia suficiente

Se da este supuesto cuando de lo actuado en la investigación se


desprenden elementos incriminantes suficientes para sustentar
una acusación, estamos ante una eventualidad tal que los elemen-
tos que se han logrado recolectar pueden fácilmente hacer llegar la
causa hasta el juicio oral siendo innecesario seguir con las investiga-
ciones[42].

c. Trámite

El proceso inmediato se insta mediante requerimiento del fiscal, regulado


en el artículo 447, así, el fiscal, sin perjuicio de solicitar las medidas de coer-
ción que correspondan, se dirigirá al juez de la investigación preparatoria
formulando el requerimiento de proceso inmediato. Este se presentará lue-
go de culminar las diligencias preliminares o, en su defecto, antes de los
treinta días de formalizada la investigación preparatoria.

En esta regulación se dio una serie de interpretaciones que llevaron a decir


que existía una serie de afectaciones a los derechos de las partes en este
proceso inmediato. Así, se ha dicho que si se insta el proceso inmediato an-
tes de que se formalice la investigación, estaremos ante un acto que cause
indefensión, pues no se sabrá por qué se imputa tal o cuál delito.

Sin embargo, y como señala el Acuerdo Plenario citado, en este caso resulta
necesario que el requerimiento de incoación de este proceso incorpore los
mismos elementos que una disposición de formalización de investigación
preparatoria, para así no causar indefensión. Por ello, este requerimiento
debe contener los requisitos del artículo 336.2 del NCPP[43]. Como se puede
ver, en este problema imperó una solución que se basa en las reglas del pro-
ceso ordinario, esto de conformidad con el derecho de defensa.

Siguiendo con el trámite, tenemos que el artículo 448 señala que el juez
de la investigación preparatoria, previo traslado al imputado y a los demás
sujetos procesales del requerimiento, por el plazo de tres días, decidirá di-
rectamente en igual plazo de tres días, si procede el proceso inmediato o si

[42] NEYRA FLORES, José Antonio. Ob. cit., p. 430


[43] La disposición de formalización contendrá: a) el nombre completo del imputado; b) los hechos y la tipificación
específica correspondiente. el Fiscal podrá, si fuera el caso, consignar tipificaciones alternativas al hecho
objeto de investigación, indicando los motivos de esa calificación; c) El nombre del agraviado, si fuera posible;
y, d) las diligencias que de inmediato deban actuarse.

29
Procedimientos especiales

se rechaza el requerimiento fiscal. La resolución que se emita es apelable


con efecto devolutivo.

Algunos autores han considerado que este trámite es escrito[44], sin embar-
go, el Acuerdo Plenario Nº 6-2010/CJ-116, emitido por la Corte Suprema,
señala que en el marco de los principios de oralidad, inmediación, contra-
dicción y publicidad –así como para evitar la indefensión–, que inspiran el
nuevo Código Procesal Penal, puede ser factible, atento a las circunstancias
de la causa, establecer una audiencia para el proceso inmediato, que se se-
guirá conforme a las pautas establecidas de manera genérica por el artículo
8 del NCPP. Esto es positivo, toda vez que, se pone de relieve la importancia
del sistema de audiencias en un sistema acusatorio, siempre y cuando esto
no entorpezca la celeridad del trámite de proceso inmediato, toda vez que
está previsto para simplificar el proceso penal.

Luego de realizada esta audiencia e incoado el proceso inmediato, se noti-


ficará este auto, luego de lo cual, el fiscal procederá a formular acusación, la
cual será remitida por el juez de la investigación preparatoria al juez penal
competente, para que dicte acumulativamente el auto de enjuiciamiento y
de citación a juicio.

Sin embargo, han surgido una serie de críticas, pues en el trámite de proceso
inmediato no se ha estipulado la existencia de una etapa intermedia, pues la
finalidad de este proceso es evitarla –así como la investigación–; sin embar-
go, esta etapa es importantísima en la medida que posibilita que cualquier
causa no ingrese a juicio oral, es decir, excluye procesos innecesarios.

El Acuerdo Plenario citado ha referido que este control está a cargo del juez
de juicio oral, quien analizará la acusación de acuerdo al artículo 349 del
NCPP, luego dictará auto de enjuiciamiento.

Sin embargo, otro problema derivado de no tener etapa intermedia es que


no hay un momento específico en que el imputado y las demás partes rea-
licen la aportación de medios probatorios, por lo que el acusado ingresaría
en desventaja al juicio.

[44] En ese sentido, señala el Primer Pleno Jurisdiccional Distrital en Materia Procesal penal de la Corte Superior
de Justicia de Moquegua 2009 de 28 de mayo de 2009 que se tiene que privilegiar el Principio de Legalidad,
conforme a lo establecido en los artículos 446 al 448 del Código Procesal Penal, debiéndose dar estricto cum-
plimiento a dichas normas, por lo tanto el Juez de la Investigación Preparatoria no puede realizar una audiencia
preliminar de control de acusación en el proceso inmediato.

30
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

La Corte Suprema ha considerado que como en el proceso común en virtud


del artículo 373 del NCPP cabe la posibilidad que las partes ofrezcan medios
probatorios al inicio del juicio oral (siempre que sea prueba nueva, que haya
sido conocida con posterioridad a la audiencia de control y que no haya sido
admitida en la audiencia de control en la etapa intermedia), en el proceso
inmediato resulta válida la realización de este acto al inicio del juicio oral
bajo la conducción del mismo juez de juzgamiento, quien ha de realizar un
control de los medios de prueba ofrecidos para el juicio oral.

La Corte Suprema se adelanta a la crítica que se le puede hacer de favo-


recer la pérdida de la imparcialidad objetiva del juez de juzgamiento al
estar en contacto con los medios de prueba ofrecidos, por lo que señala
que “estas consideraciones no afectan el principio de imparcialidad, que
garantiza que el juez sea un tercero entre las partes, toda vez que la regla
en base a la cual el ofrecimiento y admisión probatoria debe realzarse en
la etapa intermedia no puede ser entendida como absoluta y menos aún
en el contexto de un proceso especial que, como se tiene expuesto, se rige
por pautas propias”.

Esto no es correcto, pues la imparcialidad implica que el juez no esté cerca-


no a ninguna de las partes, así como que tampoco esté cercano a los medios
de prueba, en ese sentido la sentencia emitida por el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos en el caso De Cubber Vs. Bélgica señala que “por la pro-
pia dirección, prácticamente exclusiva, de la instrucción preparatoria de las
acciones penales emprendidas contra el requirente, el citado magistrado se
había formado ya en esta fase del proceso, según toda verosimilitud, una
idea sobre la culpabilidad de aquel. En estas condiciones, es legítimo temer
que, cuando comenzaron los debates, el Magistrado no dispondría de una
entera libertad de juicio y no ofrecería en consecuencia, las garantías de im-
parcialidad necesarias”[45]. Es decir, el juez no puede estar en contacto con los
medios probatorios, pues esto corroe su imparcialidad, se crea un prejuicio,
entonces, quien debe hacer el control debe ser el juez de la investigación
preparatoria que tramita el proceso inmediato y no el juez de juicio oral.

Creemos que la solución correcta, teniendo en cuenta que la etapa interme-


dia es la indicada para poder analizar estas deficiencias, es que en la audien-
cia que prescribe el Acuerdo Plenario se haga un control formal y sustancial
de la futura acusación. Esto es correcto, toda vez que la fase intermedia es

[45] Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos del 26 de octubre de 1986 recaído en el caso De
Cubber vs. Bélgica.

31
Procedimientos especiales

muy importante para que no lleguen juicios innecesarios a la etapa oral, lo


cual no permite que exista la llamada “pena del banquillo”, es decir, que el
procesado esté sujeto al proceso penal cuando se sabe que será exculpa-
do[46].

Si bien se debe de respetar la existencia de la etapa intermedia que cumple


un papel garantista en el proceso común, este cumplimiento se debe de
hacer teniendo en cuenta la especial naturaleza del proceso inmediato, es
decir, este control debe ser corto y sumamente rápido, pues la finalidad del
proceso inmediato es la celeridad procesal, instalar una etapa intermedia
como en el proceso común sería restarle eficacia y razón de ser.

Como reglas adicionales tenemos que el artículo 488.3 señala que de ser
pertinente, antes de la formulación de la acusación, a pedido del imputado
puede instarse la iniciación del proceso de terminación anticipada.

El artículo 488. 4 señala que notificado el auto que rechaza la incoación del
proceso inmediato, el fiscal dictará la disposición que corresponda dispo-
niendo la formalización o la continuación de la investigación preparatoria.

d. Proceso inmediato y acusación directa

Lo que se pretende a través del proceso inmediato, cuya iniciativa corres-


ponde al fiscal, único legitimado para requerirlo, es una celebración antici-
pada del juicio oral que evite las dilaciones de pasar por la etapa de inves-
tigación e intermedia habiendo sendos actos de investigación que abogan
por la realidad del delito.

Es decir, consiste en la directa presencia del imputado ante el juez de juicio


oral sin pasar por el filtro de la audiencia preliminar de etapa intermedia. Sir-
viendo como base para el enjuiciamiento, la investigación con los testigos
citados o directamente presentados por las partes.

Existe una institución similar al proceso inmediato, la acusación directa, por


la cual el fiscal, dentro de un proceso común, en vez de disponer la conti-
nuación de la formalización de la investigación preparatoria (que inicia la

[46] Señala el Primer Pleno Jurisdiccional Distrital en Materia Procesal penal de la Corte Superior de Justicia de
Moquegua, del 28 de mayo de 2009, que de no haber una etapa intermedia en el proceso inmediato se corre
el riesgo de contar con: a) una imputación que no sea precisa, clara y concreta como lo ha venido exigiendo el
Tribunal Constitucional, b) una imputación sin prueba que la respalde o existiendo prueba esta podría ser im-
pertinente, prohibida, sobreabundante o de imposible consecución, y; c) una acusación con defectos formales.

32
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

investigación formalizada), acusa, es decir, se evita la etapa de investigación


preparatoria y se va directamente a la etapa intermedia.

Pero en algunas jurisdicciones se había entendido que la acusación directa


era un artículo que servía como nexo remisor al proceso inmediato, porque
“la acusación directa se confronta con la garantía que dimana del debido
proceso en su manifestación de la exigencia de un proceso predeterminado
por ley. Por otro lado, al prescindirse de la formalización de investigación
preparatoria, se impide que las partes ejerzan su derecho de defensa, al limi-
tarse la posibilidad de cuestionar las diligencias preliminares; asimismo, ge-
nera un perjuicio al agraviado porque no permite, por lo menos legalmente,
su incorporación como actor civil, además de impedir, también por cuestión
de plazos, la incorporación del tercero civil. Asimismo, porque los supuestos
de la acusación directa se encuentran comprendidos íntegramente en los
del proceso inmediato, proceso especial este último con preceptos claros y
definidos[47].

Para otros esto no puede ser así, porque la acusación directa es parte del
proceso común pero simplificado, en cambio, el proceso inmediato es un
proceso especial[48].

En la acusación directa el fiscal con los resultados de las diligencias prelimi-


nares acusa, prescindiendo de formalizar la investigación preparatoria y por
lo tanto prescinde también de esta etapa, pero si esta sujeta a la etapa inter-
media. En el proceso inmediato el fiscal antes de acusar formula un requeri-
miento para que el juez apruebe su pedido de proceso inmediato, luego de
esto recién se dará inicio al juicio oral. Por tanto no es lo mismo acusación
directa que proceso inmediato.

El Acuerdo Plenario Nº 06-2010/CJ-116 señala que la acusación directa forma


parte del proceso común y es un mecanismo de aceleración de proceso que
busca evitar trámites innecesarios, señalándose los artículos pertinentes de

[47] Informe Final Pleno Jurisdiccional Distrital Penal 2010 de la Corte Superior de Justicia de la Libertad
“Dr. Florencio Mixán Mass” in memorian de 22 de julio de 2010.
[48] Ídem, señala que el requerimiento fiscal de acusación directa no debe adecuarse al trámite del proceso in-
mediato porque la acusación directa es una de las opciones simplificadas que el CPP le proporciona al Fiscal
para efectivizar sus prerrogativas constitucionales y legales, específicamente, ante el supuesto de fuerza
conviccional de las Diligencias Preliminares, privilegiándose la celeridad del proceso. Asimismo, a diferencia
del proceso inmediato, la acusación directa no precisa del previo interrogatorio del imputado. Adicionalmente,
los mecanismos de defensa (incluso la nulidad) y pedidos de constitución en actor civil, pueden plantearse una
vez notificado el requerimiento de acusación directa. Por último, la acusación directa es más garantista que el
proceso inmediato; pues contempla la etapa intermedia.

33
Procedimientos especiales

su regulación, luego señala que el proceso inmediato es un proceso penal


especial y, además una forma de simplificación procesal que se fundamenta
en la facultad del Estado de organizar la respuesta del sistema penal con
criterios de racionalidad y eficiencia, luego señala los artículos que regulan
su procedimiento.

En los fundamentos ocho y nueve señala, el citado acuerdo, cada regula-


ción y trata de explicar que son procedimientos distintos y por tanto de-
ben coexistir en la regulación del NCPP. Sin embargo, no consideramos
esto válido, en esencia ambas instituciones regulan los mismos supuestos
(suficiencia probatoria). Es cierto que ambas instituciones son distintas,
pues el trámite diferenciado las hace distintas, pero esto no quiere decir
que sea correcto que convivan dos instituciones que sirven para lo mismo,
uno como una especialidad procedimiental y el otro como un proceso es-
pecial.

Lo correcto sería unificarlas, desapareciendo la regulación de la acusación


directa (que tantas críticas ha causado), y admitiendo las reformas necesa-
rias al proceso inmediato, así este quedaría configurado con una audiencia
y un control rápido en etapa intermedia.

2. El proceso por razón de la función pública

Este proceso legislado con mucha mayor técnica legislativa que el regu-
lado en el Código de Procedimientos Penales de 1940 recoge tres espe-
cialidades procesales, el proceso por delitos de función atribuidos a altos
funcionarios, procesos por delitos comunes atribuidos a congresistas y
altos funcionarios y proceso por delito de función atribuido a otros fun-
cionarios públicos.

La razón de la especialidad en estos procesos radica en la calidad de las per-


sonas, pues por los cargos que ocupan dentro del aparato estatal y de la
posición social que ocupan por razón de su cargo hacen que sean privilegia-
dos en la medida que ello es necesario para la institucionalidad del país y la
viabilidad de la democracia.

Por ello, Montero Aroca señala que estamos ante tutelas judiciales privilegia-
das, pues se han creado para favorecer determinado grupo de poder[49]. Este
tipo de consideraciones se han entendido como gravosas para la igualdad

[49] MONTERO AROCA, Juan. “Los privilegios en el proceso penal”. Ob. cit., p. 481.

34
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

en el trato a los ciudadanos de una sociedad democrática, por ello se plan-


tea la derogatoria de este tipo de procedimientos.

Pero debe de tenerse en cuenta que este tipo de procedimientos no favo-


recen, necesariamente la impunidad, sino que, en ciertos casos, son nece-
sarios para que el funcionario pueda realizar sus funciones sin miedo a que
usen el Poder Judicial como órgano de persecución a la labor de ciertos po-
líticos que puedan estar en contra del régimen de turno. De ahí, de esta es-
pecial consideración, es que nace la necesidad de ciertos privilegios a estas
personas.

Estos privilegios consisten en los llamados vías previas al proceso penal co-
mún, como son el antejuicio constitucional, la inmunidad y la indagación
preliminar a cargo de la fiscalía de la nación. Estos actos, extraños a un pro-
ceso común, constituyen la especial regulación que se hace de estos proce-
sos, además de las reglas de competencia, pues es a nivel de la Corte Supre-
ma y no de otra instancia de menor jerarquía:

1. Antejuicio constitucional: Se inicia con la presentación de una denun-


cia constitucional por uno de los sujetos legitimados (Fiscal de la Na-
ción, agraviado o congresista) para sindicar la comisión de un delito de
función por parte de alguno de los funcionarios el alto nivel. Luego de
realizadas las diligencias que recoge el Reglamento del Congreso[50], los
representantes proceden a votar para decidir si aprueban autorizar el
proceso judicial[51].

2. Inmunidad: de esta gozan los congresistas, el defensor del pueblo y los


magistrados del Tribunal Constitucional, desde que son elegidos hasta
un mes después de haber cesado en sus funciones. Por lo tanto, cuando
se les atribuya la comisión de delitos comunes, el Congreso, y en su caso
el pleno del Tribunal Constitucional, deben evaluar si autorizan o no el
desafuero.

[50] El Congreso no puede atribuir responsabilidad penal; al no ser parte de un proceso penal, busca determinar la
existencia de indicios razonables de delito, en los supuestos del artículo 99 de la Constitución, mientras que
en el supuesto del artículo 93 busca eliminar la presencia de móviles políticos. SÁNCHEZ MERCADO, Miguel
Ángel. “El proceso especial por razón de la función pública. Arts. 449 a 455 del Código Procesal Penal”. En:
AA.VV. Comentarios al nuevo Código Procesal Penal. Ara, Lima, 2009, p. 499.
[51] SALINAS MENDOZA, Diego. “El nuevo proceso penal especial por razón de la función pública”. En: Actualidad
Jurídica, Tomo 188, julio de 2009, p. 151.

35
Procedimientos especiales

3. Indagación preliminar a cargo de la fiscalía de la nación: tratándose del


procesamiento de integrantes del Poder Judicial y del Ministerio Públi-
co pueden observarse tres tipos de opciones, provenientes del derecho
comparado[52]:

• La necesidad de que el congreso autorice su procesamiento previo, por


ejemplo el impeachment norteamericano o el antejuicio argentino.

• Ningún tipo de instancia o procedimiento previo; por lo tanto, el so-


metimiento directo al proceso y jurisdicción comunes. De este modo
no se observan procedimientos especiales para procesar este tipo de
funcionarios como en Italia o Chile.

• Un procedimiento administrativo de investigación previa, a cargo del


fiscal de la nación, como sucede en nuestro caso, desde la creación del
Ministerio Público como órgano autónomo.

Corresponde ahora analizar los procesos que se comprenden bajo el rótulo


de procesos por razón de la función pública.

a. Proceso para altos funcionarios

El primero de las especialidades comprende a los altos funcionarios públi-


cos taxativamente enumerados en el artículo 99 de la Constitución Política
del Perú, por los delitos que cometan en ejercicio de sus funciones y hasta
cinco (5) años después de haber cesado en el cargo[53], estos son:

• Presidente de la República.

• Congresistas.

• Ministros de Estado.

• Miembros del Tribunal Constitucional.

• Miembros del Consejo Nacional de la Magistratura.

• Vocales de la Corte Suprema.

[52] Ídem.
[53] Pues vencido el plazo de cinco años, previsto en el artículo 99 de la Constitución, siempre que no se haya
incoado el proceso penal, el ex alto funcionario público estará sometido a las reglas del proceso penal común.

36
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

• Fiscales supremos.

• Defensor del Pueblo.

• Contralor general.

Para el ejercicio de la acción requiere la interposición de una acusación


constitucional según el reglamento del Congreso y de acuerdo a ley. El fa-
cultado para denunciar en estos casos es el fiscal de la nación, el agraviado
por el delito o los Congresistas.

El fiscal de la nación, en el plazo de cinco días de recibida la resolución


acusatoria de contenido penal y los recaudos correspondientes, emitirá
la correspondiente disposición, mediante la cual formalizará la investiga-
ción preparatoria, se dirigirá a la Sala Penal de la Corte Suprema a fin que
nombre, entre sus miembros, al juez supremo que actuará como juez de la
investigación preparatoria y a los integrantes de la Sala Penal Especial que
se encargará del juzgamiento y del conocimiento del recurso de apelación
contra las decisiones emitidas por el primero, y designará a los fiscales su-
premos que conocerán de las etapas de investigación preparatoria y de
enjuiciamiento.

b. Proceso por delitos comunes atribuidos a congresistas y altos fun-


cionarios

En el caso de procesos por delitos comunes atribuidos a congresistas y altos


funcionarios, es decir: congresistas, Defensor del Pueblo y a Magistrados del
Tribunal Constitucional, no se les podrá iniciar la investigación preparatoria
desde que son elegidos hasta un mes después del cese de sus funciones
directamente. Es decir, no son objeto de investigación preparatoria y en-
juiciamiento, a menos que exista autorización del Congreso o del pleno del
Tribunal Constitucional.

Pero si es detenido en flagrancia debe ser puesto en el plazo de 24 horas a


disposición del Congreso o del Tribunal Constitucional, a fin de que inme-
diatamente autorice o no la privación de su libertad y el enjuiciamiento

Este proceso se regirá bajo reglas del proceso común, el enjuiciamiento será
realizado por un juzgado colegiado, procediendo el recurso de apelación y
casación.

37
Procedimientos especiales

c. Proceso por delito de función atribuido a otros funcionarios pú-


blicos

El último es el proceso por delito de función atribuido a otros funcionarios


públicos y se aplica a:

• Vocales y fiscales superiores.

• Miembros Consejo Supremo Justicia Militar.

• Procurador público.

• Magistrados Poder Judicial y Ministerio Público.

En estos casos se requiere que el fiscal de la nación emita disposición


que decida incoar el ejercicio de acción penal y ordenar al fiscal respec-
tivo formalizar investigación preparatoria, pero esto no es necesario
cuando hay flagrancia, en tal caso en plazo de 24 horas será conducido a
despacho fiscal supremo o superior según corresponda para formalizar
investigación.

Por reglas de competencia, el fiscal supremo y los jueces de la Corte Supre-


ma conocen delitos de función cometidos por miembros Consejo Supremo
Justicia militar, jueces y fiscales superiores y Procurador Público, y otros fun-
cionarios señalados por ley.

3. Proceso de seguridad

El proceso de seguridad es el proceso aplicable a los inimputables (personas


que no tienen la capacidad de comprender lo que la norma establece y no
pueden conducirse por lo que ella establece), siendoles aplicables las medi-
das de seguridad.

a. Proceso de seguridad y Derecho Penal

Debemos de señalar que la teoría del delito se divide en injusto y culpabili-


dad, la primera, destinada a un análisis de atribución de un hecho a una per-
sona, teniendo en cuenta la capacidad de acción, la tipicidad de la conducta
y si esta es contraria a derecho.

Por otro lado, la culpabilidad se encarga, en este sistema, de un análisis


de las circunstancias personales del sujeto activo del delito con respecto

38
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

a si su conducta es reprochable, en tanto se pudo comportar de acuerdo


a la norma[54].

La culpabilidad se compone de tres elementos: 1. la imputabilidad, 2. el co-


nocimiento de la antijuridicidad y 3. la exigibilidad de otra conducta. No
habrá imputabilidad en determinados casos que veremos ahora.

Existirá inimputabilidad (no imputabilidad) cuando el autor del delito no


posee la capacidad psíquica de comprender la antijuridicidad o si al poseer-
lo no está en la capacidad de actuar de modo distinto, en estos casos no
debe ser penado[55], sino que se le aplicará una medida de seguridad.

Entre las causas de inimputabilidad la doctrina reconoce a la minoría de


edad; la anomalía psíquica permanente; trastorno mental transitorio; defi-
ciencia mental, alteración de los sentidos.

La minoría de edad no está fundada en razones biológicas expresadas en


la edad cronológica[56], sino en que el menor de edad, por ser tal, tiene una
experiencia de vida igualmente menor; esta experiencia vital disminuida
afecta la capacidad de aprehender los acontecimientos en su desarrollo dia-
crónico[57], es una presunción de carácter legal.

En el Código Penal de 1991 se regulan tres causas de inimputabilidad apli-


cables a mayores de edad en el artículo 20.1: anomalía psíquica, grave alte-
ración de la conciencia alteraciones en la percepción.

La anomalía psíquica tiene que ser permanente, pues se refiere a trastor-


nos psíquicos que se deben a causas corporales-orgánicas, cuya grave-
dad afecta al sistema nervioso y al comportamiento de quien los pade-
ce; dificulta su sentido de la realidad, su capacidad de ajuste adaptativo
racional al medio ambiente y, en consecuencia, el dominio sobre la o las

[54] Señala MIR PUIG que “pese a las diferentes concepciones que se han sustentado y se siguen sustentando
sobre las condiciones de la imputación personal, existe consenso en entender que, además de la antijuricidad
como juicio despersonalizado de desaprobación sobre el hecho, el delito requiere la posibilidad de impu-
tación de ese hecho desvalorado a su autor”. MIR PUIG, Santiago. Derecho Penal. Parte general. Tecfoto,
Barcelona, 1998, p. 545.
[55] VILLA STEIN, Javier. Derecho Penal. Parte general. Lima, San Marcos, 2001, p. 380
[56] Esta adopción de la edad de 18 años para determinar la imputabilidad de una persona es una elección legisla-
tiva, que convierte, a través de una presunción iure et de iure, en inimputables a los menores de 18 años, pues
se considera que en la evolución de la personalidad del habitante peruano promedio a los 18 años recién sería
maduro como para poder comprender la ilicitud de su conducta.
[57] VILLA STEIN, Javier. Ob. cit., p. 389.

39
Procedimientos especiales

conductas de que es protagonista. En esta causal de inimputabilidad se


halla la psicosis[58].

La grave alteración de la conciencia es lo que se conoce en doctrina como


trastorno mental transitorio; se refiere a la incapacidad cognitiva, afectiva o
conativa, con sintomatología total o parcial, característica de la enfermedad
mental psicótica aunque de duración determinada[59]. En estos casos el tras-
torno debe de ser de tal entidad que se pueda equiparar con la anomalía
psíquica que proviene de un factor biológico psíquico.

La alteración de los sentidos afecta a estos como en los casos de ceguera o


sordomudez[60].

Para los casos en los cuales los procesados son inimputables, la sanción
no puede ser la pena, pues esta se encuentra dirigida a las personas
imputables, quienes entienden el desvalor que significa la imposición de esta.

Para los inimputables se ha establecido que la sanción penal viene a ser la


medida de seguridad, esta es una consecuencia jurídica que consiste en pri-
var temporalmente de ciertos bienes jurídicos a quienes han realizado un
tipo penal, careciendo de culpabilidad, pero revelando con ello al propio
tiempo su peligrosidad social.

Como puede verse, estas consecuencias jurídicas del delito no se funda-


mentan en la culpabilidad del autor por el delito cometido como sucede
con las penas, sino en intereses públicos predominantes, un aspecto que le
corresponde resguardar al Estado

Las medidas de seguridad están reguladas en el artículo 71 de nuestro


Código Penal. Estas son de dos clases: 1) la internación y 2) el tratamiento
ambulatorio

La internación consiste en el ingreso y tratamiento del inimputable o suje-


to peligroso en un centro hospitalario especializado u otro establecimien-
to adecuado con fines terapéuticos o de custodia. Solo podrá imponerse
la internación cuando concurra el peligro de que el agente cometa delitos
considerables graves.

[58] ROXIN, Claus. Derecho Penal. Parte general. Fundamentos. La estructura de la teoría del delito. Tomo I,
Civitas, Madrid, 1997, pp. 828 y 833.
[59] VILLA STEIN, Javier. Ob. cit., p. 405
[60] Ibídem, p. 412

40
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

En el tratamiento ambulatorio, a diferencia de la medida anterior, el sujeto


no está recluido en una institución, sino que es examinado periódicamente.
Se aplicará conjuntamente con la pena del imputable relativo (toxicómano
o alcohólico imputable) que lo requiera con fines terapéuticos o de rehabi-
litación.

Para la imposición de estas medidas se hace necesario establecer primero


la responsabilidad de la persona y luego su grado de peligrosidad, como
veremos a continuación.

b. Regulación procesal

El proceso de seguridad instaurado por el NCPP viene a salvar una gran defi-
ciencia de nuestra anterior regulación procesal, ya que no había una regula-
ción expresa de este tema. En ese sentido la Segunda Sala Penal Transitoria
de la Corte Suprema trató de corregir las deficiente regulación para imponer
medidas de seguridad en la Ejecutoria Suprema recaída en el Recurso de
nulidad N° 104-2005-Ayacucho, donde señaló:

• Que, las medidas de seguridad son sanciones que se aplican judicial-


mente a los inimputables o imputables relativos que han cometido un
hecho punible; que la medida de internación es privativa de liber-
tad y solo puede aplicarse cuando existe el peligro potencial de que
el inimputable pueda cometer en el futuro otros delitos considerable-
mente graves. En este supuesto vemos cómo la Corte Suprema intenta
delimitar los supuestos en los cuales se puede imponer una sentencia
condenatoria cuya pena sea la de internación, pues se había compro-
bado en mucho casos que los jueces imponían una medida de seguri-
dad sin justificar el peligro del sujeto activo.

• Que, en consecuencia, tratándose de una sanción la medida de interna-


ción sólo puede ser impuesta en la sentencia y luego de que en juicio se
haya acreditado la realización del delito por el inimputable y su estado
de peligrosidad. Es decir, estamos ante la aplicación del principio de tu-
tela judicial efectiva.

• Que, la duración de la medida de internación no puede ser indetermi-


nada, por eso el operador judicial debe definir en la sentencia su exten-
sión temporal, la cual, conforme lo establece el artículo setenta y cinco
ab initio, en ningún caso puede exceder los límites cuantitativos de la
pena privativa de libertad concreta, que se hubiera aplicado al procesa-
do si hubiera sido una persona imputable.

41
Procedimientos especiales

• Que, además, la duración de la medida de internación debe ser pro-


porcional a la peligrosidad potencial del agente y coherente con las
recomendaciones que sobre el tratamiento a aplicar haya precisado el
perito psiquiatra.

Sin embargo, en el NCPP se ha tratado de suplir estas deficiencias, así este


proceso especial de seguridad se aplica cuando existen suficientes indicios
para estimar acreditado el estado de imputabilidad del procesado, cuando
al culminar la investigación preparatoria el fiscal considere que solo corres-
ponde imponer al imputado una medida de seguridad.

Por ello, la razón de su especialidad es la calidad del procesado y de la con-


secuencia jurídica a imponerse, pues un proceso ordinario no podría (en
muchos casos) ser el más viable para poder enjuiciar a una persona que
no se puede comportar de acuerdo a derecho o que tiene las facultades
limitadas.

De ahí que el juez de la investigación preparatoria o el juez penal, colegiado


o unipersonal, según el estado de la causa, dispondrá de oficio o ha pedido
de parte, la práctica de un examen por un perito especializado.

Recibido el informe pericial, previa audiencia con intervención de las partes


y del perito, si el juez considera que existen indicios suficientes para estimar
acreditado el estado de inimputabilidad del procesado, dictará la resolución
correspondiente instando la incoación del procedimiento de seguridad se-
gún lo dispuesto en el código proceso penal.

El imputado será representado por su curador o por quien designe el juez


de la investigación preparatoria. Si fuere imposible interrogar al imputado
se prescindirá de dicha diligencia. Así mismo el juicio se realizara con exclu-
sión del público. El perito que emitió el dictamen debe ser interrogado en
juicio. La sentencia versara sobre la absolución o sobre la aplicación de una
medida de seguridad.

Para ver mejor las diferencias adjuntamos un cuadro tomado del libro de
Neyra Flores[61]:

[61] NEYRA FLORES, José Antonio. Ob. cit., p. 435

42
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

Proceso común Proceso de seguridad


El imputado ejerce sus propias Facultades ejercidas por el curador
Ejercicio de facultades
facultades. (excepto las de carácter personal).
El imputado se puede rehusar a de- Se puede prescindir del interrogato-
Interrogatorio
clarar. rio del imputado por su estado.
El juez podrá rechazar el requeri-
El juez puede elevar la causa al miento de imposición de medidas
Facultad del juez Fiscal superior en grado cuando de seguridad, cuando considera que
cree que no hay delito. se debe de imponer una pena (esta
resolución es apelable).
Se pueden acumular los procesos No se puede acumular con el pro-
Acumulación
comunes. ceso común
El juicio se realizará con exclusión
Publicidad El juicio es público.
del público
El juicio se realiza sin la presencia
La presencia del imputado es obli- del imputado si fuere imposible
Presencia del imputado gatoria en ciertos casos, no lo repre- en razón a su estado de salud. En
senta un curador. el juicio será representado por su
curador.
Si no es posible la presencia del
imputado en el acto oral, antes de
El interrogatorio es la audiencia, sin la realización del juicio podrá dispo-
Interrogatorio
la necesidad del perito. nerse el interrogatorio del imputado,
con la intervención y orientación de
un perito.
Se leen las declaraciones anterio- Cuando no pueda contarse con la
Declaraciones anteriores res cuando el imputado no desea presencia del imputado, se podrán
declarar. leer sus declaraciones anteriores.
Es imprescindible que en el acto oral
Rige la libertad probatoria, no es ne- se interrogue al perito que emitió el
Necesidad del perito
cesaria ninguna prueba en particular. dictamen sobre el estado de salud
mental del imputado
La sentencia versará sobre la abso-
La sentencia versa sobre la abso-
Sentencia lución o sobre la aplicación de una
lución o la imposición de una pena.
medida de seguridad.

En el proceso de reforma procesal se dio un caso que derivó en una senten-


cia de casación (Casación N° 16-2009-Huaura de doce de marzo de dos mil
diez), en la cual al acusado se le había instado un proceso de seguridad, pero
luego de iniciado el juicio oral se determinó que no debía procesarse por
esa vía, sino por el proceso común, por lo cual se debía anular el juicio oral
y todas sus actuaciones.

Sin embargo, la Corte Suprema señaló que “la discusión si el proceso co-
mún es diferente al proceso de seguridad no se puede responder en abs-
tracto. Es claro que cambia su objeto jurídico: el proceso de seguridad dis-
cute no sólo los hechos, aspecto en el que es idéntico al proceso común,

43
Procedimientos especiales

sino la presencia del binomio peligrosidad/medida de seguridad; pero esta


diferencia no lo hace necesariamente incompatible con el proceso común
–comparte el cuadro matriz de las garantías de todo enjuiciamiento–, pues
en este último proceso tras el juicio oral el Tribunal puede incluso imponer
una medida de seguridad si se dan los presupuestos para ella y medió una
discusión y debate sobre el particular, es decir, si se cumplió el principio de
contradicción –artículo 393, apartado 3), literal e), del NCPP”–.

Entonces relativiza la diferencia que se hace entre procesos de seguridad y


procesos común, en atención a que las normas del proceso común son de
lógica observancia en casos de vacíos, por ello señala que: “la base común
del rito del juicio oral para ambos procesos, cuando es del caso transfor-
marlos, solo autoriza, de modo general, a repetir aquellas actuaciones espe-
ciales que en el caso del proceso de seguridad se realizaron sin el concurso
del imputado por razones de salud. No debe empezarse de cero –no puede
entenderse que las actuaciones previas son ineficaces procesalmente–, sino
que debe continuar en lo que es compatible y repetir lo que se hizo al mar-
gen del principio de bilateralidad y presencia efectiva del imputado”[62].

4. Proceso por delito de ejercicio privado de la acción penal

Este proceso especial tiene su justificación en la entidad del delito que es


un delito no perseguible por la acción penal pública y por lo tanto de poca
relevancia en términos de alarma social, por ello sus reglas son parecidas al
proceso civil, al ser un proceso más impregnado de la voluntad de las partes.

[62] Sin embargo, la Corte Suprema resolvió este problema aplicando las normas de preclusión, así señala: “Lo
que en verdad inobservó el Tribunal de Apelación al extender la anulación de lo actuado al auto de transfor-
mación del proceso es, precisamente, el principio de preclusión procesal, que integra la garantía del debido
proceso. La decisión anulada no guarda relación con el vicio que detectó y censuró, única posibilidad legal
de hacerlo conforme al artículo 154, apartado 1), del CPP. No hay dependencia entre el vicio que se dice
incurrió el Tribunal de Primera Instancia, centrado en el juicio de culpabilidad, con la declaración previa de
transformación de la causa en común. Es de aplicación, por tanto, el artículo 150, literal d), del NCPP. Cabe
puntualizar que el nuevo juicio oral que realizará el Tribunal Penal de Primera Instancia, en los marcos amplios
de la discusión procesal y de acuerdo a las pretensiones de las partes, podrá dilucidar ampliamente si son de
aplicación los artículos 20.1 y 71 y siguientes del Código Penal. Es de recordar que el auto de transformación
del proceso no causa estado, no genera cosa juzgada, por lo que a la luz del debate oral y de la discusión pe-
ricial –recuérdese que la etapa principal es el enjuiciamiento– el Tribunal podrá muy bien optar por la decisión
que considere arreglada a derecho. Desde luego no será pertinente una discusión incidental tendente a poner
en crisis el juicio para que se suspenda la causa y se reoriente al juicio de seguridad, porque ello vulneraría
el principio de concentración procesal, pero sí una discusión de fondo acerca de la aplicación de normas de
Derecho penal material referentes al juicio de imputabilidad y a la necesidad y proporcionalidad de una posible
medida de seguridad. Limitar esa posibilidad al imputado sería, eso sí, restringir irrazonablemente su derecho
de defensa y producirle efectiva indefensión material”.

44
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

En este proceso el directamente ofendido por el hecho punible formulará


querella con los requisitos establecidos en el artículo 109 del Código Proce-
sal Penal, constituyéndose como querellante particular.

En el Perú los delitos perseguibles mediante ejercicio privado de la acción pe-


nal son: 1) lesiones culposas (artículo 124, primer párrafo del Código Penal);
2) injuria (artículo 130 del CP); 3) calumnia (artículo 131 del CP); 4) difamación
(artículo 132 del CP); y, 5) delitos de violación de la intimidad (artículo 158
del CP). El legislador ha escogido estos delitos por la poca gravosidad social
del acto, siendo que dichos delitos afectan de manera directa al agraviado[63].

De lado del proceso penal, es posible que se realicen diligencias judiciales


previas cuando se ignore el nombre o domicilio de la persona contra quien
se quiere dirigir la querella o cuando fuere imprescindible para describir cla-
ro y preciso el delito. En este caso la investigación es ordenada por el juez
a pedido del querellante particular y se practica por la Policía Nacional en
el plazo que se fije en la resolución judicial. Notificado el querellante con el
informe policial está obligado a completar la querella dentro del quinto día,
si no lo hace caduca su derecho a ejercer la acción penal.

Expedido el auto de admisión de la querella y absuelto el trámite de con-


testación de esta o vencido el plazo para hacerla, se dicta auto de citación
a juicio, cuya audiencia debe celebrarse en un plazo no menor de diez ni
mayor de treinta días.

Uno de los problemas que se ha podido observar en el proceso de refor-


ma procesal penal, es si se le debe proveer al querellado, conducido com-
pulsivamente en virtud del artículo 463, un abogado de oficio, teniendo en
cuenta que es un delito sujeto a ejercicio privado de la acción penal. Algu-
nos señalan que no, pues la acción es privada; otros señalan que sí se debe
proveer de un abogado en todos los casos. Una tercera posición señala que
solo procedería en los casos de insolvencia.

El Pleno Jurisdiccional Penal Distrital de 2009 de Piura del quince de diciem-


bre de dos mil nueve tuvo la oportunidad de pronunciarse sobre este punto,
señalando que cuando el querellado fuera conducido compulsivamente y
no contara con abogado de su elección se le debe otorgar un defensor de

[63] MARTÍNEZ HUAMÁN, Raúl Ernesto. “Ejercicio privado de la acción penal en la aplicación del Código Procesal
Penal de 2004”. En: Procedimientos especiales: problemas de aplicación del Código Procesal Penal de 2004.
Gaceta Jurídica, Lima (en prensa).

45
Procedimientos especiales

oficio a fin de que el imputado no caiga en indefensión, lo cual es correcto,


pues el derecho de defensa debe ser irrestricto cuando hay acciones en las
cuales el imputado no está en condiciones –por lo accidentado y sorpresivo
de la intervención– de contar con un abogado.

La audiencia se realizará en sesión privada en donde se insta a las partes


a que concilien (en cualquier estado del proceso el querellante puede
desistirse o transigir) si ello no es posible se continuará la audiencia bajo
las reglas pertinentes del juicio oral. La inactividad del proceso durante tres
meses produce el abandono del proceso.

5. Terminación anticipada

Otra institución que ha tomado el Código Procesal Penal de 2004 de cuño


extranjero es la terminación anticipada, que es el proceso especial que
consta en un acuerdo entre el procesado y la fiscalía con admisión de culpa-
bilidad de algún o algunos cargos que se formulan, permitiéndole al encau-
sado la obtención de la disminución de la pena en un sexto (fuera de lo que
pueda negociar, de ser el caso).

Es uno de los procesos especiales que más debate ha ocasionado, pues se


señala que su introducción al sistema procesal peruano es clara muestra de
que este es adversarial. Lo cierto es que este proceso especial que se basa
en el principio del consenso y tiene mucho parecido al plea bargaining, pero
en puridad no es lo mismo.

Así el plea bargaining es una modalidad del guilty plea (declaración de cul-
pabilidad), que se estableció hace más de 100 años en Estados Unidos, de
forma consuetudinaria, sin asidero legal ni jurisprudencial hasta los años se-
tenta donde recién se reconoce de forma jurisprudencial. Pero esta práctica
es exportada luego de la Segunda Guerra Mundial a los países de Europa,
quienes lo acogen bajo su propia concepción, así en Alemania se regula el
absprache y en Italia el patteggiamento, para casos de mínima criminalidad.

Al Perú llega con el nombre de terminación anticipada con la regulación


anterior, vigente solo para delitos de tráfico de drogas y delitos tributarios.
Pero con la regulación del Código Procesal Penal se abre la posibilidad de
poder ser aplicada a todo tipo de delitos (como en EE.UU.), pero lo que lo
diferencia de la regulación del país del norte es que el control que se realiza
es de cuño eurocontinental, así el juez no solo va a realizar un control con
respecto a que la voluntad no haya sido viciada al momento de haberse

46
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

realizado la negociación, sino que también implica un juicio de logicidad y


razonabilidad de la pena, no pudiendo las partes variar el objeto del proce-
so como en EE.UU.

Tiene su justificación, como proceso especial, en que su tramitación se basa


en el principio del consenso, distinto al de los procesos ordinarios que se
basan en el principio de oficialidad y contradicción. Pero se ha discutido la
jurisdiccionalidad de este proceso, pues se cree que más que un proceso es
un acto administrativo, es decir, solo un procedimiento.

El trámite se da de la siguiente forma: una de las partes va a solicitar la


aplicación de la terminación anticipada al juez, este le correrá traslado a
la otra parte, de aceptar se instalará una audiencia donde negociarán la
pena y la reparación civil. En este punto se ha dado un tema muy relevante
en atención a la oportunidad en la cual se puede aplicar la terminación
anticipada.

Algunos autores han señalado que solo se puede aplicar esta institución
hasta que finalice la investigación preparatoria, la otra parte de la doctrina
señala que se puede aplicar aun en la etapa intermedia, pues es un criterio
de oportunidad.

Así, la primera postura basada en el Acuerdo Plenario 05-2009/CJ-116, se-


ñala que no hay doctrina mayoritaria ni antecedentes legislativos que nos
permitan concluir que el criterio de oportunidad, regulado en la etapa inter-
media, es una forma de acabar anticipadamente el proceso penal a través
de una negociación entre partes. La confusión se encuentra en el artículo
230 del Código Procesal Penal Modelo para Iberoamérica, que es el ante-
cedente directo del principio de oportunidad regulado en el artículo 2 del
NCPP peruano, y que denomina a este instituto “criterios de oportunidad”,
los cuales como se puede cotejar son los supuestos regulados en el citado
artículo 2 de nuestra legislación y no la terminación anticipada.

En conclusión, si bien, es más “fácil” entender por criterio de oportunidad a


la terminación anticipada, hacerlo sería erróneo[64], pues a diferencia de los
criterios de oportunidad que descansan en causales señaladas en la ley y

[64] “Esta idea encuentra asidero en que este es el único lugar donde se trataría el principio de oportunidad como
criterio de oportunidad, lo que, en apariencia, es un error”. BROUSSET SALAS, Ricardo. Citado por: IBARRA
ESPÍRITU, Carlos Enrique. “La aplicación de la terminación anticipada en la etapa intermedia del nuevo
proceso penal”. Disponible en: <http://www.incipp.org.pe/index.php?mod=documento&com=documento>.

47
Procedimientos especiales

para delitos de mínima gravedad, la terminación anticipada es un proceso


penal especial[65].

Se señala, además, que como el agraviado no está obligado a asistir a la


audiencia preliminar, no se enteraría del acuerdo provisional de terminación
anticipada y, a diferencia del trámite normal de este proceso especial, no se-
ría notificado de tal acuerdo ni tendría cinco días para pronunciarse acerca
de la procedencia del acuerdo de terminación anticipada y, si fuera el caso,
formular su pretensión.

La otra posición señala que mediante esta práctica –aplicar la terminación


anticipada en la etapa intermedia– se realiza un efectivo ejercicio del de-
recho de defensa, pues la etapa intermedia, como etapa de preparación al
juicio, constituye la fase en la que los sujetos procesales toman pleno cono-
cimiento recíproco de las pretensiones que se harán valer en juicio oral y del
material probatorio que lo sustentará[66].

Asimismo, señalan, que se cumple la verdadera función de la etapa interme-


dia, esto es, evitar juicios innecesarios, además que la admisión de cargos
de la terminación anticipada en la etapa intermedia traería como uno de
los beneficios para el imputado que ha aceptado los cargos, la reducción
de la pena en un 1/6 y no en 1/7 como sucede en la figura de la conclusión
anticipada del debate[67]. Aunado a ello, y no menos importante, el acusado
no tendría que esperar el inicio del juicio oral para que se dé culminado el
proceso. Así, como lograr un efectivo instrumento de descarga procesal.

Lo cierto es que ambas posiciones tienen razones plausibles para funda-


mentar por qué usar o no esta institución en la etapa intermedia. Sin embar-
go, la discusión no debería ser cuándo puede ser útil aplicarlo en tal o cual
etapa, sino, si es legítimo y si efectivamente sirve para cumplir los fines del
proceso.

En ese sentido, el proceso de terminación anticipada implica una renuncia a


muchos derechos básicos de todo proceso acusatorio, como el derecho a un
juicio, a la contradicción, a la inmediación, etc.; es claro que lo ideal es que

[65] BENAVENTE CHORRES, Hesbert. “La terminación anticipada del proceso en el Código Procesal Penal de 2004:
aspectos conceptuales y procedimentales”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 2, agosto de 2009, p. 24.
[66] MONCADA CASAFRANCA, Vanessa. “La aplicación de la terminación anticipada en la etapa intermedia en
el nuevo Código Procesal Penal”. En: Revista de Derecho y Ciencia Política. Facultad de Derecho y Ciencia
Política de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Vol. 66, N° 1 - N° 2, 2009, p. 377 y ss.
[67] Vide Acuerdo Plenario Nº 5-2008/CJ-116 del dieciséis de noviembre de 2008.

48
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

todo proceso tuviera que finalizar en un juicio oral, donde se pudiera llegar
a la verdad de los hechos (verdad aproximativa). Sin embargo, el Estado ha
fracasado en este intento, no puede llevar a juicio oral a todos los casos,
frente a su impotencia se crea este medio de juzgar que implica un auxilio
para el Estado, es decir, es un arma que facilita la aplicación de la pena, no
por razones justas, sino por razones de necesidad, ahora lo peligroso es que
la razón sea una razón de Estado.

En ese sentido, en la experiencia comparada y nacional se ha podido ver que


las personas que se acogen a estas instituciones no comprenden realmen-
te lo que significa aceptar la culpabilidad sobre un hecho. Esta institución
al ser una grave afectación debe ser tratada con sumo cuidado y antes de
pensar en aplicarlo a toda costa, por que implica un mayor número de casos
resueltos sin mucho esfuerzo –en comparación con el juicio oral– debe de
buscarse la forma que sea plenamente entendida y buscar cualquier otra
salida antes de usarla.

Así pues, este proceso penal debería ser la excepción y no la regla –a pesar
de la referida y ansiada descarga procesal– para usarla debe de estar reves-
tida de todas las garantías y no aplicarse por mera voluntad. De ahí que, si
se quiere usar en la etapa intermedia debe de garantizarse el derecho de
defensa de todos los intervinientes, así como la absoluta comprensión del
posible condenado.

Siguiendo con el trámite del proceso tenemos que una vez arribado a un
acuerdo provisional, este será revisado por el juez quien de aprobarlo dicta-
rá sentencia en este sentido. Esto no implica que las partes de manera infor-
mal hayan acordado antes los términos del acuerdo por lo que la aplicación
del traslado a la otra parte por parte del juez y la realización de la audiencia
pasen por una mera formalidad[68].

Como señala Taboada el acuerdo (provisional) del fiscal y el imputado, con


la intervención de su defensor, versará sobre las circunstancias del hecho
punible, de la pena, la reparación civil y las consecuencias accesorias a im-
poner, incluso la no imposición de pena privativa de libertad efectiva con-
forme a la ley penal (artículo 468.5 del CPP), no siendo extensivo el consenso
a la fijación de las reglas de conducta, en caso de suspensión de la ejecución

[68] UGAZ ZEGARRA, Ángel Fernando. “Técnicas de negociación de acuerdos en el nuevo Código Procesal Penal
(especial referencia a los acuerdos de terminación anticipada)”. Disponible en: <http://www.cejamericas.org/
doc/documentos/negociacionpenal.pdf>.

49
Procedimientos especiales

de la pena, las cuales en rigor corresponden ser fijadas en forma exclusiva y


discrecional por el juez de la investigación preparatoria (artículo 58 del CP),
pudiendo atender las propuestas por las partes, de ser el caso[69].

Este acuerdo será declarado ante el juez debiéndose consignar expresa-


mente en el acta respectiva. El juez dictará sentencia anticipada dentro de
las cuarenta y ocho horas de realizada la audiencia.

Cuando no se llegue a un acuerdo o este no sea aprobado, la declaración


formulada por el imputado en el cuaderno de proceso especial, se tendrá
como inexistente y no podrá ser utilizada en su contra (artículo 470 del CPP),
por ello, el cuaderno es archivado en el juzgado de investigación prepara-
toria y luego de emitido el auto de enjuiciamiento, no deberá enviarse el
cuaderno de terminación anticipada al juzgado penal unipersonal o cole-
giado, bajo responsabilidad funcional. En el mismo sentido, el fiscal no po-
drá siquiera mencionar la tramitación frustrada del proceso de terminación
anticipada y menos pretender incorporar como elemento de prueba, la in-
formación proporcionada por el imputado en las negociaciones informales
del proceso especial, también bajo responsabilidad funcional[70].

Respecto a los recursos se tiene que, la resolución que aprueba el acuerdo


de terminación anticipada solo puede ser apelada por los demás sujetos
procesales, lo cual implícitamente señala que la defensa y el Ministerio Pú-
blico no pueden apelarla.

Pero también se limita los ámbitos de apelación, pues se señala que es-
tos sujetos procesales legitimados solo pueden cuestionar la legalidad del
acuerdo y, en su caso, el monto de la reparación civil, siendo que en este últi-
mo caso, la Sala Penal Superior puede incrementar la reparación civil dentro
de los límites de la pretensión del actor civil.

Sin embargo, señala Neyra Flores[71] que, en el caso del auto que aprueba el
acuerdo, este es producto de la voluntad de las partes, por lo que a primera
impresión no se podría apelar, pues al ser manifestación de su voluntad no
existiría agravio, ya que nadie puede ir en contra de sus propios actos. Pero
el auto que aprueba la terminación anticipada no solo es un acto dispositivo,

[69] TABOADA PILCO, Giammpol. “El proceso especial de terminación anticipada en el nuevo Código Procesal
Penal. Especial referencia a su aplicación en el Distrito Judicial de La libertad”. En: Gaceta Penal & Procesal
Penal. Tomo 2, agosto de 2009, p. 40.
[70] Ídem.
[71] NEYRA FLORES, José Antonio. Ob. cit., p. 475.

50
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

como los contratos, sino que implica un control por parte del juez, por ello,
cuando un acuerdo original ha sido modificado por el juez, se debe deter-
minar si esto ha perjudicado a alguna de las partes.

Se ha señalado también que no es recurrible el auto que desaprueba el


acuerdo arribado por las partes, sin embargo el Acuerdo Plenario-2009/
CJ-116[72] ha sido claro en este extremo al decir que, el artículo 468.7 del
NCPP no se ha pronunciado acerca de la posibilidad de apelación u otro
recurso contra el auto que desaprueba el acuerdo, pero que, sin embargo,
es de tener en consideración la regla general establecida por el artículo
416.1 del NCPP, que determina como objeto impugnable en apelación
los autos que pongan fin al procedimiento o a la instancia –literal b)– o, en
su caso, los que causen gravamen irreparable –literal e)–, así no cabe duda
de la pertinencia de la aplicación de la regla general del artículo 416.1.
b) y e) del NCPP, pues la desaprobación del acuerdo tiene como efecto la
culminación del proceso de terminación anticipada y, además, causa un
gravamen irreparable porque cancela la vía consensuada y evita la aplica-
ción del beneficio premial.

6. Proceso por colaboración eficaz

El proceso especial de colaboración eficaz es un medio de lucha –no con-


vencional– contra el crimen organizado, como señala Quiróz[73], según
la política adoptada por nuestro país, la colaboración eficaz consiste en
aportar información válida de un evento delictivo donde el informante
haya intervenido como autor, coautor o partícipe. Esta información debe
contribuir a descubrir la estructura organizacional, su forma de actuar, los
planes que tengan o hayan ejecutado y quiénes son los integrantes de la
organización. Además, en qué lugar se encuentran los efectos, ganancias
o bienes obtenidos en la actividad delictiva. Tiene también por finalidad
capturar a quienes integran la organización criminal y desactivarla por
completo.

[72] Acuerdo Plenario Nº 5-2009/CJ-116 del trece del noviembre de 2009, asunto: Terminación anticipada: aspec-
tos esenciales.
[73] QUIRÓZ SALAZAR, William. “La colaboración eficaz como estrategia política procesal contra el crimen en el
Perú”. En: Revista Oficial del Poder Judicial. Corte Suprema de Justicia de la República, Vol. 2, Nº 1, año 2008,
p. 160.

51
Procedimientos especiales

Sánchez Velarde[74] afirma que “en el Perú el procedimiento de otorgamiento


de beneficios por colaboración eficaz surge de la necesidad de desentrañar a
la organización delictiva que se esconde en el anonimato u ocultamien-
to, luego de conocerse los primeros elementos indiciarios de delito de
corrupción de funcionarios, delitos de lesa humanidad y otros conexos a
ellos, acontecidos en el Perú en la década pasada, teniendo como punto de
partida la investigación de las más altas autoridades del gobierno de aquel
régimen: el ex Presidente, la mayoría de sus ministros, los comandantes ge-
nerales de las Fuerzas Armadas y Policiales, y sobre todo el asesor presiden-
cial a cargo del Servicio de Inteligencia Nacional”.

Este proceso especial tiene como antecedentes la Ley N° 27378 del 20 de di-
ciembre de 2000, encuentra su especialidad –así como la terminación antici-
pada– en el principio del consenso y en ser un instrumento no convencional
de lucha contra el crimen organizado. En la actual regulación el fiscal puede
celebrar un acuerdo de beneficios y colaboración con el colaborador quien
se puede encontrar o no sometido a un proceso penal, pero además puede
acordar con quien ha sido sentenciado, siempre y cuando la colaboración
que presten a las autoridades sirva para la eficacia de la justicia penal.

En la doctrina se ha señalado de un lado que este proceso especial es


inconstitucional, en el sentido de que es ilógico que las normas procesales
que están previstas para sancionar y perseguir delitos en aplicación del
principio de legalidad, se dedique a beneficiar a quienes han cometido
crímenes.

El otro sector advierte que la colaboración eficaz es un arma del Estado en la


lucha contra la criminalidad organizada, pues el Estado no puede combatir
de otra forma contra este tipo de criminalidad. En ese sentido, no se pueden
usar medios de investigación y procesamiento tradicionales contra una cri-
minalidad que no es tradicional.

De ahí que se puede entender el uso de este Derecho Penal premial. Pues
no hay otra forma de lograr los fines del proceso penal y la política criminal
en general, es por ello que resulta coherente lo que señala Quiroz, en el sen-
tido de que la regulación del NCPP debe extender el ámbito de aplicación
del colaborador eficaz para toda aquella persona investigada, procesada o

[74] SÁNCHEZ VELARDE, PABLO. “Criminalidad organizada y procedimiento penal. La colaboración eficaz”. En:
HURTADO POZO, José. Anuario de Derecho Penal 2004. La reforma del proceso penal peruano. Fondo edi-
torial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2005, p. 245.

52
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

sentenciada que conozca información significante sobre la planificación


o ejecución de actividades delictivas que pertenezcan al crimen organi-
zado, sin necesidad de que el informante haya participado como autor
o partícipe en los hechos sobre los que brindará información. No deben
aplicarse los beneficios solo a aquellos que informen de su hecho criminal,
sino por el contrario, de cualquier hecho criminal grave que tuvieran un
conocimiento veraz y cierto.

IV. CONCLUSIONES

• Los procesos especiales pueden servir por razones estratégicas a una


teoría del caso como la terminación anticipada, el proceso inmediato, la
colaboración eficaz, pero en otros casos son necesarios para resguardar
la legalidad y por ser el cauce natural de la resolución del proceso como
el proceso para altos funcionarios o el proceso para el ejercicio privado
de la acción penal o el proceso de seguridad.

• Lo realmente inmanente a los procesos especiales, como categoría, es


el ser diferentes del proceso ordinario (proceso común), por razones
únicas que harían inviable un procesamiento de estas características en
el proceso común, pues de hacerlo violarían el principio de igualdad,
así los procesos especiales tienen una entidad única que los hace ser,
no una serie de procesos dispersos sin naturaleza jurídica alguna en
común, procesos especiales en razón de su utilidad para el desenvolvi-
miento de la jurisdicción en el caso concreto que resguardan el princi-
pio de igualdad y la tutela judicial efectiva.

• Hemos podido ver cómo la aplicación de los procesos en la reforma


procesal penal ha traído algunos problemas de interpretación, los cua-
les se deben de resolver atendiendo a las normas del proceso penal
común y las normas que regulan su especial trámite. En ese sentido,
es correcto aplicar las reglas del proceso común cuando no afecte la
esencia misma del proceso especial.

53
Procedimientos especiales

V. BIBLIOGRAFÍA

• BAYTELMAN, Andrés. “El juicio oral”. En: AA.VV. Nuevo Proceso Penal.
Lexis Nexos, Santiago de Chile, 2000.

• BENAVENTE CHORRES, Hesbert. “La terminación anticipada del proceso


en el Código Procesal Penal de 2004: aspectos conceptuales y procedi-
mentales”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 2, agosto de 2009.

• BUTRÓN BALIÑA, Pedro. La conformidad del acusado en el proceso penal.


McGraw-Hill Interamericana de España editores, Madrid, 1998.

• CAFFERATA NORES, José. La prueba en el proceso penal. Depalma,


Buenos Aires, 1998.

• CAROCCA PÉREZ, Álex. El nuevo sistema procesal penal. Lexis nexos,


Santiago de Chile, 2004.

• CLARIÁ OLMEDO, Jorge. Derecho Procesal Penal. Tomo II, Rubinzal-Cul-


zoni, Buenos Aires.

• FERRAJOLI, Luigi. Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Trotta,


Madrid, 2005.

• GIMENO SENDRA, Vicente. Derecho Procesal Penal. Colex, Madrid,


2007.

• GIMENO SENDRA, Vicente et ál. Derecho Procesal Penal. Proceso penal.


Tirant lo Blanch, Valencia, 1993.

• IBARRA ESPÍRITU, Carlos Enrique. “La aplicación de la terminación anti-


cipada en la etapa intermedia del nuevo proceso penal”. Disponible en:
<http://www.incipp.org.pe/index.php?mod=documento&com=docu
mento> .

• LEONE, Giovanni. Tratado de Derecho Procesal Penal. Tomo II, Ediciones


Jurídicas. Europa-América, Buenos Aires, 1963.

• MARTÍNEZ HUAMÁN, Raúl Ernesto. “Ejercicio privado de la acción penal


en la aplicación del Código Procesal Penal de 2004”. En: Procedimientos
especiales: problemas de aplicación del Código Procesal Penal de 2004.
Gaceta Jurídica, Lima (en prensa).

54
Problemas de aplicación e interpretación de los procesos especiales

• MIR PUIG, Santiago. Derecho Penal. Parte general. Tecfoto, Barcelona,


1998.

• MONCADA CASAFRANCA, Vanessa I. “La aplicación de la terminación


anticipada en la etapa intermedia en el nuevo Código Procesal Penal”.
En: Revista de Derecho y Ciencia Política. Facultad de Derecho y Ciencia
Política de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Vol. 66, N° 1 -
N° 2, 2009.

• MONROY GÁLVEZ, Juan. Introducción al proceso civil. Tomo I, Temis,


Santa Fe de Bogotá, 1996.

• MONTERO AROCA, Juan. Derecho jurisdiccional. Parte general. Tomo I,Ti-


rant lo Blanch, Valencia, 2000.

• MONTERO AROCA, Juan, et ál. Derecho jurisdiccional: proceso penal.


Tomo III, Tirant lo Blanch, Valencia, 2007.

• MONTERO AROCA, Juan. “Los privilegios en el Proceso Penal”. En:


Proceso (civil y penal) y garantía: el proceso como garantía de libertad
y responsabilidad. Tirant lo Blanch, Valencia, 2006.

• NEYRA FLORES, José Antonio. Manual del nuevo proceso penal & litiga-
ción oral. Idemsa, Lima, 2010.

• ORMAZÁBAL SÁNCHEZ, Guillermo. El periodo intermedio del proceso pe-


nal. McGraw-Hill, Madrid, 1997.

• PÉREZ SARMIENTO, Eric Lorenzo. Fundamentos del sistema acusatorio de


enjuiciamiento penal. Temis, Bogotá, 2005.

• QUIRÓZ SALAZAR, William. “La colaboración eficaz como estrategia po-


lítica procesal contra el crimen en el Perú”. En: Revista Oficial del Poder
Judicial. Corte Suprema de Justicia de la República, Vol. 2, Nº 1, año 2008.

• RIFÁ SOLER, José María, GONZÁLES, Manuel Richard y RIAÑO BRUN,


Iñaki. Derecho Procesal Penal. Instituto Navarro de Administración Pública,
Pamplona, 2006.

• ROXIN, Claus. Derecho Penal. Parte general. Fundamentos. La estructura


de la teoría del delito. Tomo I, Civitas, Madrid, 1997.

• SALINAS MENDOZA, Diego.“El nuevo proceso penal especial por razón de


la función pública”. En: Actualidad Jurídica, Tomo 188, julio de 2009.

55
Procedimientos especiales

• SAN MARTÍN CASTRO, César. “Introducción general al estudio del


nuevo Código Procesal Penal (apuntes preliminares)”. En: CUBAS
VILLANUEVA,Víctor (coord.) El nuevo Código Procesal Penal. Estudios
fundamentales. Palestra, Lima, 2005.

• SÁNCHEZ MERCADO, Miguel Ángel. “El proceso especial por razón


de la función pública. Arts. 449º a 455º del Código Procesal Penal”. En:
AA.VV. Comentarios al nuevo Código Procesal Penal. Ara, Lima, 2009.

• SÁNCHEZ VELARDE, PABLO. “Criminalidad organizada y procedimien-


to penal. La colaboración eficaz”. En: HURTADO POZO, José. Anuario
de Derecho penal 2004. La reforma del proceso penal peruano. Fondo
editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2005.

• TABOADA PILCO, Giammpol. “El proceso especial de terminación an-


ticipada en el nuevo Código Procesal Penal. Especial referencia a su
aplicación en el Distrito Judicial de La Libertad”. En: Gaceta Penal &
Procesal Penal. Tomo 2, agosto de 2009.

• UGAZ ZEGARRA, Ángel Fernando. “Técnicas de negociación de acuer-


dos en el nuevo Código Procesal Penal (especial referencia a los acuer-
dos de terminación anticipada). Disponible en: <http://www.cejameri-
cas.org/doc/documentos/negociacionpenal.pdf>.

• VILLA STEIN, Javier Derecho Penal. Parte general. Lima, San Marcos,
2001.

56
2

artículo
El procesamiento penal de altos
dignatarios por delitos realizados
sin ejercer la función pública

Daniel Osarim HUAMÁN CASTELLARES


El procesamiento penal de altos dignatarios
por delitos realizados sin ejercer la
función pública
Daniel Osarim Huamán Castellares[*]

Sumario I. Preliminares. II. Fundamentación jurídica del tratamiento


diferenciado del alto dignatario. III. Conclusiones.

I. Preliminares

El ejercicio de la alta magistratura impone al funcionario público una serie


de obligaciones que lo distancian del ciudadano común. Estas obligaciones
no sólo se limitan a la prohibición de organizar defectuosamente la esfe-
ra de libertad, sino imponen el deber de realizar actos destinados a mejo-
rar la institución a la cual el alto dignatario pertenece[1]. La imposición de
obligaciones especiales y fundamentales para el desarrollo de la sociedad
trae consigo el reconocimiento de una serie de derechos que distancian al
funcionario del ciudadano común en distintos ámbitos, especialmente en
el plano de la responsabilidad penal, cuyos fundamentos y contornos son
hasta hoy totalmente discutidos[2].

[*] Adjunto de docencia en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Investigador invitado del Centro de
Investigación en Filosofía y Derecho Penal de la Universidad Externado de Colombia. El autor desea expre-
sar su profundo agradecimiento al Instituto de Estudios Constitucionales “Carlos Restrepo Piedrahita” de la
Universidad Externado de Colombia, pues sin el acceso a su prolija biblioteca, no hubiese sido posible contar
con el soporte bibliográfico necesario para realizar la presente investigación.
[1] Cfr. Sánchez - Vera GÓmez - Trelles, Javier. Delitos de infracción de deber y participación delictiva,
Marcial Pons, Madrid 2002, pássim; Jakobs, Günther. Acción y omisión en Derecho penal. Trad. Luis Rey y
Javier Sánchez-Vera, Universidad Externado de Colombia, Bogotá 2000, p. 7 y ss.
[2] Vide Portero García, Luis. Inviolabilidad e inmunidad parlamentaria. Universidad de Málaga, Málaga
1979, pp. 7-19.

59
Procedimientos especiales

En la configuración de nuestro sistema constitucional se ha optado por brin-


darle al alto dignatario prerrogativas de carácter sustantivo (inviolabilidad[3])
y procesal (el antejuicio político[4], la inmunidad[5], etc.), de modo que el ma-
yor nivel de protección que ostenta está en relación directa con la mayor
envergadura de la función pública desempeñada por su condición de alto
dignatario[6]. Desde esta óptica, puede hacerse una clasificación de tres ni-
veles, en función al grado de protección del que goza el alto funcionario.
En primer lugar, una protección casi absoluta que impide el procesamiento
penal del funcionario público durante todo el ejercicio de su cargo por casi
todo hecho, salvo los previstos en el artículo 117 de la Constitución Políti-
ca, garantía de la que goza únicamente el Presidente de la República[7]. En
segundo lugar, se brinda una protección intermedia que impide el procesa-
miento penal por toda clase de delitos, si es que no se cuenta con la previa
autorización del órgano competente y bajo los procedimientos fijados por
nuestra Constitución Política, de la cual gozan congresistas, miembros del
Tribunal Constitucional y el Defensor del Pueblo. En tercer lugar, existe una
protección menor, aunque no menos importante, que impide el enjuicia-
miento criminal del alto dignatario, cuando el hecho que le es imputado
fue realizado en el ejercicio de su función, la cual corresponde a todos los
funcionarios previstos en el artículo 99 de la Constitución Política del Perú.

[3] La inviolabilidad es una prerrogativa de carácter sustantivo, cuyo objeto es eximir de responsabilidad al alto
dignatario, por las opiniones vertidas en el ejercicio de su función. Para una mayor referencia en el ámbito
internacional de la institución puede consultarse: Portero García. Inviolabilidad e inmunidad parlamen-
taria. Ob. cit., pp. 21-77. En el ámbito nacional la institución ha sido desarrollada por: Eguiguren Praeli,
Francisco. “La infracción constitucional como límite a la inviolabilidad por votos u opiniones de los parla-
mentarios”. En: Revista del Taller de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú. N° 1, Lima,
2002, pp. 151-159.
[4] Desde una perspectiva estrictamente constitucional: García Chavarri, Abraham. “Acusación constitucio-
nal, juicio político, antejuicio. Desarrollo teórico y tratamiento jurisprudencial”. En: Cuadernos de trabajo del
Departamento de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú, N° 9, Lima 2008, pássim. Asimismo,
con un enfoque más procesal penal: San MartÍn Castro, César. Derecho Procesal Penal. Tomo II, segunda
edición, Grijley, Lima, 2003, p. 1273 y ss. Puede encontrarse un estudio detallado, del mismo autor en: San
Martín CAstro, César. “La persecución de la corrupción política en el Perú”. En: Jus - Doctrina & Práctica,
Nº 7, Lima 2007, p. 111 y ss.
[5] Vide Latorre Boza, Derick. “Inmunidad parlamentaria”. En: Revista Derecho y sociedad. N° 31, Lima,
2008, pp. 166-173; GarcÍa Chavarri, Abraham. “Cuando las prerrogativas parlamentarias favorecen la
impunidad. Algunas anotaciones críticas a la labor del Congreso”. En: Revista Derecho y sociedad. N° 31,
Lima, 2008, pp. 117-124.
[6] Cfr. Caro john, José Antonio y Huamán castellares, Daniel Osarim. “¿”Delito de función” o “delito en
ejercicio de la función” de alto dignatario? Precisiones sobre el ámbito objetivo del antejuicio político. En: Jus
Constitucional. N° 1, Lima, 2008, pp. 159-160.
[7] Para un mayor detalle sobre el tema en particular: Vide Eguiguren Praeli, Francisco. La responsabilidad
penal del Presidente de la República: razones para una reforma constitucional. Fondo editorial de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima, 2007, pássim.

60
El procesamiento penal de altos dignatarios por delitos realizados sin ejercer la función pública

A diferencia del Código de Procedimientos Penales de 1940, el Código Pro-


cesal Penal de 2004 sí recoge los preceptos establecidos en la Constitución
Política para el procesamiento de altos dignatarios. De forma innovado-
ra, el Código Procesal Penal de 2004 regula los aspectos procedimentales
surgidos del trámite de un expediente en el que se encuentran incursos
funcionarios públicos de especial protección, sobre el cual la anterior le-
gislación procesal penal decía muy poco o nada en la mayoría de casos,
trasladando el problema de la resolución de los conflictos al libre arbitrio
judicial.

El presente artículo tiene como objeto la determinación de un solo tipo de


prerrogativas procesales de los altos dignatarios: la inmunidad, desde una
perspectiva crítica de su regulación en la Constitución Política y, su trata-
miento dentro del Código Procesal Penal de 2004. Para ello, se ha decidido
estructurar la investigación en cuatro grandes partes. En la primera, se ha
optado por realizar una breve fundamentación de la legitimidad de la exis-
tencia de las prerrogativas de los altos dignatarios.

En la segunda parte, una vez fundamentada la existencia de las prerrogati-


vas funcionales se pasará a realizar un estudio de la inmunidad en si misma,
exactamente su noción. Como paso previo se ha de realizar una revisión
de los orígenes históricos, tanto ingleses como franceses de la institución,
análisis que servirá para determinar si en la actualidad la inmunidad cumple
o no la finalidad con la cual fue creada, o, como es la tendencia en la legisla-
ción comparada, la misma tiende a redefinirse.

Posteriormente, en el tercer capítulo, nos hemos de avocar al análisis de


los contornos propios de la inmunidad dentro del ordenamiento jurídico
peruano, para lo cual nos hemos de centrar en sus tres ámbitos: el ámbito
subjetivo, temporal y el objetivo. Este punto será de especial relevancia el
aporte realizado por la jurisprudencia de la Corte Suprema y del Tribunal
Constitucional, dado que ambas instituciones han ayudado mucho a la de-
limitación de la institución.

La última parte se ha de dedicar exclusivamente al aspecto estrictamente


procedimental, en el cual se detallará el tratamiento que el Código Procesal
Penal de 2004 ha dado a la inmunidad, y, el procedimiento previsto para el
desaforamiento de los altos dignatarios en sede no judicial.

61
Procedimientos especiales

II. Fundamentación jurídica del tratamiento diferenciado del


alto dignatario

1. Posición de especial vulnerabilidad del alto dignatario

El ejercicio de la función pública siempre ha conllevado al surgimiento


de grupos de presión en contra del alto dignatario. La explicación de esta
presión tiene su origen en el rol especial que este funcionario desempeña al
interior de la sociedad. Dado que el Estado es la persona jurídica que tie-
ne como función la dirección de la sociedad, es quien ha monopolizado
para sí el ejercicio de muchas actividades que van desde la ejecución de
un determinado proyecto, pasando por la elaboración de una norma, o,
desembocando la decisión final sobre un conflicto entre partes. Por ende,
son aquellas personas situadas en lo más alto de la dirección estatal, las que
–por lo general– tienen la posibilidad de tomar decisiones que indudable-
mente afectarán el desarrollo de la sociedad y de los diversos grupos al in-
terior de esta.

La premisa antes descrita comienza a cobrar vigencia solamente con el sur-


gimiento del moderno ejercicio de la democracia, específicamente desde el
momento en el cual se da la separación de poderes. En un Estado de corte
absolutista donde el poder residía exclusivamente en el soberano no era ne-
cesaria la protección jurídica dada a su persona, ya que al ser él quien toma-
ba la decisión final sobre gran parte, sino todos, los aspectos del Estado, no
tenía ningún tipo de conflicto con otras instituciones ni con un poder supe-
rior a él que lo pudiese presionar al interior del Estado. No obstante, con la
paulatina desconcentración del poder del soberano hacia órganos indepen-
dientes de su voluntad, surgieron los primeros conflictos entre altos digna-
tarios que detentaban el máximo poder. En este inicial periodo era claro que
el nuevo órgano surgido se encontraba en una posición de desventaja, pues
finalmente el gobernante tenía un poder mucho mayor. Asimismo, en este
periodo también puede evidenciarse el surgimiento de grupos de presión
que se veían desfavorecidos en alguna manera con las medidas tomadas
por los nuevos órganos, los que también podían promover la generación de
causas penales contra los nuevos altos dignatarios, entorpeciendo de esta
manera el normal desarrollo de su función[8].

[8] De esta opinión: Prieto Figueroa, Luis Beltrán. Inmunidades parlamentarias. Dirección Nacional de
Información, Caracas, 1960, p. 8.

62
El procesamiento penal de altos dignatarios por delitos realizados sin ejercer la función pública

Una muestra histórica de la situación comentada la podemos hallar en la


Asamblea Nacional de la Francia de fines del siglo XVIII[9]. El asambleísta
francés sufría un riesgo muy grande, toda vez que el desempeño adecuado
de sus funciones podía implicar afectar los intereses del Rey, lo cual podría
generar un enfrentamiento contra su persona, que finalmente podría deri-
var en una incriminación penal destinada a sustraerlo de su función. El Rey,
dado el inmenso poder que tenía sobre el gobierno en general y su gran
influencia sobre el sistema judicial, perseguía al asambleísta que le era in-
cómodo[10]. Para evitar esta persecución, la Asamblea Nacional se vio en la
necesidad de hacer suyos los mecanismos de defensa previstos en el Parla-
mento inglés para la defensa de sus miembros. De esta forma fueron intro-
ducidas las garantías de freedom of speach y freedom from arrest[11].

Las instituciones jurídicas no son más que el fruto del espíritu de su tiem-
po. Cuando este varía, las instituciones precisan ser redefinidas[12]. El caso de
las prerrogativas funcionales no es la excepción, toda vez que las mismas
surgen en un contexto histórico determinado, y, con una finalidad determi-
nada. Si bien en la actualidad ya no nos encontramos en el mismo contex-
to histórico, toda vez que el Estado democrático se encuentra consolidado
como la opción más fuerte en la mayoría de Estados, y, la separación de po-
deres es una realidad innegable; ello no necesariamente conlleva la desapa-
rición de las prerrogativas funcionales. Mientras subsista el riesgo de que
el funcionario público sufra el riesgo de ser perseguido por desempeñar
adecuadamente su función, y, sea necesaria su protección para el correcto
desempeño de su cargo, entonces se precisará de la existencia de las prerro-
gativas tanto materiales como sustantivas[13].

Desde nuestra óptica, la necesidad de mantener la protección al alto digna-


tario está en la existencia de grupos de intereses que pueden actuar contra

[9] Un estudio detallado sobre este periodo y sus consecuencias puede encontrarse en: Zagrebelsky,
Gustavo. Le immunitá parlamentari. Natura e limiti di una garanzia constituzionale, Giulio Eiunadi, Torino
1979, pp. 1-20.
[10] Cfr. Zagrebelsky, Le immunitá parlamentari… Ob. cit., p. 7; Jaeger, Michael, “Inmunität”. En: Handbuch
des deutschen Parlamentarismus. Piper, München 1970, p. 198.
[11] Cfr. García, Eloy. Inmunidad parlamentaria y estado de partidos. Tecnos, Madrid 1989, pp. 28-37.
[12] Cfr. Hegel George Friedrich Wilhelm. Filosofía del derecho. Claridad, Buenos Aires, 1968, § 3, § 211.
[13] En la actualidad existen algunos paises en los cuales ya no se considera necesaria la protección al alto dig-
natario, toda vez que se da un respeto absoluto de la función pública. Por ello, en países como el Reino Unido
si bien subsisten las prerrogativas funcionales, las mismas han caído en desuso o han sido atenuadas. Cfr.
May, Thomas Erskine, Erskine May’s Treatise on the law, privilegies, proceedings and usage of Parliement,
21a edición, Buterworths, London, 1989, p. 83; Abellán, Ángel Manuel. El estatuto de los parlamentarios y
los derechos fundamentales, Tecnos, Madrid, 1992, p. 16.

63
Procedimientos especiales

el funcionario público. Debido a que una decisión, en las esferas más altas
del poder puede implicar que un determinado sector se vea perjudicado,
este sector puede buscar que la decisión no se tome o se revoque, siendo la
manera de lograrlo el tratar de separar al alto dignatario del ejercicio de la
función pública. Por ello, es necesario dar una serie de prerrogativas al alto
dignatario, para protegerlo de estos posibles ataques, ya que la decisión
que ha de adoptar tiene una importancia fundamental para la sociedad.

a. Las prerrogativas funcionales como afectaciones válidas al dere-


cho a la igualdad

Una prerrogativa funcional, como indica la doctrina española[14], no es más


que un privilegio otorgado a un determinado funcionario público que lo
ubica en un estatus preferente sobre el grupo general de personas.

En principio, todo privilegio se encuentra proscrito, pues implica expresa-


mente una afectación directa al derecho a la igualdad. No obstante, no exis-
te ordenamiento jurídico alguno en el cual no se produzcan estas afectacio-
nes. Al respecto, es abundante la doctrina y la jurisprudencia nacional[15] y
extranjera[16], que abordan el tema directamente bajo lo que se ha denomi-
nado tratamiento diferenciado.

El principio de igualdad no es un principio de carácter absoluto, pues este


puede sufrir afectaciones, sobre todo cuando existen situaciones en la rea-
lidad que ameriten el otorgar una posición preferente a un grupo de per-
sonas sobre toda la colectividad[17]. No obstante, no cualquier situación de
la realidad justifica la limitación del principio de igualdad mediante una
norma que otorgue un privilegio o desventaja. Para que la limitación sea

[14] Vide Portero García, Luis. Inviolabilidad e inmunidad parlamentaria. Ob. cit., pp. 13-19. De opinión contra-
ria, al no considerarlas como privilegios: Duque Villanueva, Juan Carlos y Díaz-Maroto Villarejo,
Julio. “La vigencia de la ley penal y la inmunidad parlamentaria”. En: <http://portal.uam.es/portal/page/portal/
UAM_ORGANIZATIVO/Departamentos/AreasDerecho/AreaDerechoPenal/docenciapenal/Materiales/inmuni-
dad_parlamentaria.pdf>, p. 49, última fecha de consulta: 11 de marzo de 2010.
[15] STC Exp. N° 048-2004-PI, caso “Ley de Regalías Mineras”, fundamentos jurídicos 62 y 63; STC Exp. N° 0001-
2004-PI, caso “Ley que crea el fondo y contribución solidaria para la asistencia provisional”, fundamento jurídico 4.
[16] Vide, en el caso español, STC N° 084/1992, fundamento jurídico 2, STC Exp. N° 253/2004, fundamento jurídi-
co 5; en el caso colombiano, puede observarse las Sentencias T- 553 de 1994, T. 207 de 1997, T- 011 de 1999,
T- 1103 de 2000, C-1112 de 2000, C-101 de 2003, de la Corte Constitucional.
[17] Un claro ejemplo de este concepto lo constituyen las denominadas acciones afirmativas, como la cuota electo-
ral femenina y juvenil. En estos casos se reconoce que el grupo beneficiado tiene una posición de desventaja
en la realidad con respecto a la colectividad. Por ello, se trata de compensar esta desventaja mediante normas
que puedan suplirla y coloquen en un estatus igual al grupo desfavorecido. Cfr. Juárez, Mario. Igualdad y
acciones afirmativas. Universidad Autónoma de México, México, 2007, pássim.

64
El procesamiento penal de altos dignatarios por delitos realizados sin ejercer la función pública

válida tendrá que ampararse en una causa objetiva y razonable[18]. Ahora


bien, la determinación de la razonabilidad o no de la medida diferenciadora
se va a realizar luego de que esta sea analizada en el test de proporcionali-
dad[19].

El primer punto de análisis en el test de proporcionalidad es el de la idonei-


dad, según la cual tiene que verificarse si es que la intervención que ha de
realizar el Estado es adecuada para lograr un objetivo que goza de validez
en un plano constitucional. A su vez, dentro de este análisis, tienen que su-
perarse dos exigencias claras[20]. En primer lugar, tenemos a la identificación
de un fin constitucionalmente legítimo, es decir, que la razón por la cual ha
de realizarse la restricción del derecho fundamental no se encuentre prohi-
bida expresa o implícitamente por la Constitución[21]. En segundo lugar, tie-
ne que verificarse que la intervención estatal es adecuada para llevar a cabo
el fin legítimo propuesto, es decir, que la medida a aplicar debe contribuir a
la realización del fin[22].

El segundo punto a analizar, única y exclusivamente si se ha llegado a supe-


rar el primer punto, es la determinación de la necesidad de la medida. Por
necesidad ha de entenderse que la medida por la cual el Estado se encuen-
tra interviniendo, será la más benigna entre todas aquellas que son idóneas
para alcanzar el fin propuesto.

Finalmente, una vez que se ha determinado que la conducta es idónea y


necesaria para la realización del fin constitucionalmente legítimo, ha de
verificarse que exista una ponderación entre la medida de intervención es-
tatal y el fin legítimo, cuyo resultado debe necesariamente implicar que los

[18] En este sentido, nuestro Tribunal Constitucional se ha pronunciado señalando que: “La diferenciación está
constitucionalmente admitida pues no todo trato desigual es discriminatorio. Se estará frente a una diferen-
ciación cuando el trato desigual se funde en causas objetivas y razonables.” (STC Exp. N° 048-2004-PI,
caso “Ley de Regalías Mineras”, fundamento jurídico 62. En la misma línea de pensamiento se encuentra el
Tribunal Constitucional español al señalar que “no toda desigualdad de trato en la Ley supone una infracción
del artículo 14 de la Constitución, sino que dicha infracción la produce sólo aquella desigualdad que introduce
una diferencia entre situaciones que pueden considerarse iguales y que carece de una justificación objetiva y
razonable” (STC Exp. N° 253/2004, fundamento jurídico 5).
[19] Dicha interpretación es la acogida por nuestro Tribunal Constitucional (STC Exp. N° 048-2004-PI, caso “Ley
de Regalías Mineras”, fundamento jurídico 64), la misma que haya pleno respaldo en la doctrina, que considera
al principio de proporcionalidad como el criterio válido para la determinación de la legitimidad de la medida
que afectará un derecho fundamental. Cfr. Bernal Pulido, Carlos. El principio de proporcionalidad y los
derechos fundamentales, tercera edición, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 2007, pássim.
[20] Cfr. Bernal Pulido. El principio de proporcionalidad y los derechos fundamentales. Ob. cit., p. 693.
[21] Ibídem, p. 696.
[22] Ibídem, p. 724.

65
Procedimientos especiales

beneficios generados por la medida a aplicar deben superar a las pérdidas


causadas por la intervención[23]. La referida ponderación implica un análisis
costo - beneficio, cuyo resultado finalmente determina si la importancia del
fin deseado justifica la restricción del derecho fundamental.

A nuestro entender, las prerrogativas funcionales de los altos dignatarios


deben ser entendidas como afectaciones válidas al principio de igualdad, al
tener tras de sí una finalidad razonable: asegurar que el funcionario público
pueda ejercer su labor sin sufrir el riesgo de una persecución penal irrazona-
ble y no basada en criterios jurídicos, sino políticos[24]. Asimismo, considera-
mos que estos privilegios superan el test de proporcionalidad, toda vez que
los mismos son idóneos, necesarios y proporcionales en sentido estricto,
como pasamos a demostrar a continuación.

Con respecto a la idoneidad de las prerrogativas funcionales, la finalidad


que poseen es la de permitir al alto dignatario el normal ejercicio de sus
funciones, sin que sea obstruido a través de una persecución de índole
penal. Ahora bien, el hecho de impedir el procesamiento directo de todas
las causas penales seguidas contra altos dignatarios, y, en algunos casos la
exención de responsabilidad penal, ayuda precisamente a lograr la finalidad
constitucional antes mencionada. La evitación del procesamiento directo,
toda vez que posibilitará que al Poder Judicial no llegue un extenso número
de causas penales contra el alto dignatario, sino un número reducido en
aquellas que no obedezcan a criterios de orden político, sino estrictamente
jurídico. La exención de responsabilidad penal, para casos de ejercicio de
opinión, permitirá a los funcionarios públicos ejercer una opinión sin tener
la presión de sufrir riesgo por razón de esta.

Superado este primer test pasamos a determinar si la creación de prerroga-


tivas funcionales es o no necesaria para realizar la finalidad constitucional.
Consideramos que no existen medidas que sean funcionalmente de idénti-
ca idoneidad para lograr la protección del alto dignatario. Por el contrario,
existen medidas que son idóneas para la realización del fin constitucional,

[23] Cfr. Bernal Pulido, Carlos. “Consideraciones acerca de la fórmula de ponderación de Robert Alexy”. En:
La ponderación en Derecho, Eduardo Montealegre (Coord.), Universidad Externado de Colombia, Bogotá,
2008, pp. 115-132.
[24] De igual opinión la jurisprudencia española, STC 206/1992, fundamento jurídico 3. Asimismo, la jurispruden-
cia constitucional colombiana se encuentra acorde a esta interpretación al considerar que las prerrogativas
funcionales no afectan al derecho a la igualdad, pues “se busca evitar que mediante el abuso del derecho de
acceso a la justicia se pretenda paralizar ilegítimamente el discurrir normal de las funciones estatales y el ejer-
cicio del poder por parte de quienes han sido elegidos democráticamente para regir los destinos de la nación”
(Sentencia C - 222/96).

66
El procesamiento penal de altos dignatarios por delitos realizados sin ejercer la función pública

pero vienen a ser intervenciones más gravosas como la protección total de


los altos dignatarios, no extensibles solo al ámbito penal. Es importante se-
ñalar que, como veremos en los siguientes capítulos, si bien las prerrogati-
vas funcionales son –en líneas generales– las medidas menos gravosas para
la protección de los altos dignatarios, ello no implica que la configuración
de cada institución sea perfecta. Por el contrario, existen ciertos problemas
de orden jurídico que harían menos gravosas a las garantías, las cuales en su
momento señalaremos.

Finalmente, se ha de determinar si el establecimiento de prerrogativas fun-


cionales para alcanzar la protección de funcionarios públicos es proporcio-
nal en sentido estricto con relación a la afectación al derecho a la igualdad.
Sobre este punto en específico existe unanimidad tanto en la doctrina[25]
como la jurisprudencia[26], para afirmar que efectivamente se trata de una
afectación válida, toda vez que esta es beneficiosa para el normal desarrollo
de la actividad política en las más altas esferas del poder.

Somos de la opinión de considerar que, efectivamente, la protección del


alto dignatario justifica la existencia de garantías constitucionales, siendo
mayor el beneficio obtenido que la pérdida. Para esto hacemos un breve
análisis económico del impacto del establecimiento de las garantías consti-
tucionales, valiéndonos de algunos conceptos proporcionadas por el aná-
lisis económico del derecho[27]. En primer lugar, analizando cuáles son los
costos, encontramos claramente la afectación al principio de igualdad, pues
existirá dentro de la sociedad un grupo de personas que, con ocasión de
la función pública que desempeñan, no serán procesadas o no tendrán el
mismo tipo de responsabilidad penal que el resto de personas. Asimismo,

[25] Vide Fernández segado, Francisco. El sistema constitucional español. Dykinson, Madrid, 2005, p. 598;
Santaolalla, Fernando. “La inmunidad parlamentaria en el Derecho comparado”. En: Derecho parlamen-
tario Iberoamericano. Instituto de Investigaciones Legislativas, pp. 157-158.
[26] Sentencias C - 222/96, C - 386/96, ambas de la Corte Constitucional de Colombia.
[27] La utilización de esta metodología dentro del Derecho ha sido siempre muy polémica, sobre todo en lo referen-
te al juicio de proporcionalidad en sentido estricto. Sobre este punto en particular tenemos la opinión contraria
de: Vide García Cavero. “Comentario al Artículo VIII del Título Preliminar del Código Penal peruano”.
En: Código Penal comentado. Gaceta Jurídica, Lima, 2004, pp. 218-220, quien rechaza de plano toda idea
utilitarista. De distinto parecer: Mir Puig, Santiago. “Límites al normativismo en Derecho Penal”. En: <http://
criminet.ugr.es/recpc/07/recpc07-18.pdf>, fecha de consulta 22 de enero de 2010, p. 14, quien considera que
precisamente el análisis costo beneficio precisa de ser realizada en el análisis de la proporcionalidad en sen-
tido estricto. Como puede apreciarse el debate sobre el punto no ha sido zanjado. No obstante, somos de la
idea de que en el estado actual de la teoría del derecho, no existe método más racional para argumentar las
razones por las cuales se debe o no tomar una determinada opción. (Cfr. Roemer, Andrés. Introducción al
análisis económico del derecho. Fondo de Cultura Económica, México, 1994, pássim).

67
Procedimientos especiales

un efecto negativo claro es la generación de un incentivo perverso[28], el cual


es el incentivo a un grupo de personas que busquen acceder a ejercer una
de las más altas magistraturas nacionales, con el objeto de evitar el procesa-
miento penal en su contra, los cuales no tendrían como intención el adecua-
do ejercicio de la función pública. La realidad nos demuestra que esta última
situación es más que frecuente en sistemas como el nuestro, presentándose
esta situación, fundamentalmente, en personas que desean acceder al car-
go de congresistas de la República. En segundo lugar, pasando a analizar los
beneficios generados por las prerrogativas, podemos observar que gracias
a ellas el alto dignatario puede desenvolverse tranquilamente dentro de la
función pública, sin el riesgo de ser amedrentado. Con ello, la producción
que el mismo hará dentro del subsector del poder que le toca administrar
será más eficiente, toda vez que se le permitirá estar concentrado en dicha
labor. Haciendo un balance entre los costos y los beneficios de las prerroga-
tivas funcionales, podemos señalar que, finalmente, son los beneficios los
que superan ampliamente a los costos. Queda claro que la afectación del
principio de igualdad y la generación de incentivos perversos, son elemen-
tos a tener a consideración para las prerrogativas funcionales. No obstante,
la importancia que tiene para una sociedad que sus altos dignatarios lleven
a buen puerto las tareas que se han propuesto realizar, justifica plenamen-
te la existencia de las prerrogativas. Podemos graficar el concepto con una
pregunta: ¿De qué serviría a la colectividad elegir a un congresista o al pre-
sidente de la República, si es que dichos funcionarios no podrían llevar a la
práctica las políticas públicas para las cuales fueron electos? Para nada. De
esta manera se afectaría al desarrollo mismo de la sociedad.

2. La inmunidad

a. Noción

La inmunidad es, en la actualidad, quizá una de las figuras más controverti-


das dentro del ordenamiento jurídico nacional, pues siempre se encuentra
directamente asociada con la protección a los congresistas de la Repúbli-
ca por hechos que aparentemente irían en contra de la razón de ser de la
garantía. No obstante, como demostraremos a continuación, esta tiene un

[28] Un incentivo perverso es aquel que opera en sentido contrario de los efectos deseados al momento de crear
la norma. Vide Kornhauser, Lewis. “El nuevo análisis económico del derecho: las normas jurídicas como
incentivos”. En: Derecho y Economía: Una revisión de la literatura, Fondo de Cultura Económica, México, 2000,
pp. 19-50.

68
El procesamiento penal de altos dignatarios por delitos realizados sin ejercer la función pública

sentido dentro del ordenamiento jurídico nacional: la protección del alto


dignatario para posibilitar que ejerza sin presiones la función pública para
la cual ha sido elegido.

Por inmunidad se ha de entender al conjunto de garantías tanto procesales


como sustantivas que tienen como función la protección del funcionario
público[29]. El concepto de inmunidad puede escindirse en dos, en función al
tipo de protección que se desee brindar al alto dignatario. Por un lado, si la
protección brindada busca la evitación de un procesamiento penal directo,
o, la inmediata privación de libertad, por toda clase de hechos que no hayan
sido cometidos con ocasión del ejercicio de la función pública desde la elec-
ción y hasta el cese del cargo[30], estaremos ante la inmunidad en sentido es-
tricto. Por otro lado, cuando nos encontramos frente a una protección a las
expresiones realizadas por el funcionario, cuya característica es la exención
de responsabilidad penal por estos hechos, nos encontramos en el caso de
la inviolabilidad.

Por razones de orden metodológico se realizará el estudio de la inmunidad


en sentido estricto y de la inviolabilidad, pues nos servirá para hacer la di-
ferenciación entre ambas instituciones; sin embargo, en los apartados si-
guientes solo haremos mención a la inmunidad en sentido estricto, dado
que al referirse la inviolabilidad a un ámbito sustantivo, solo la inmunidad
en sentido estricto se encuentra en estricta relación con el tema materia de
investigación.

b. Origen histórico

La inmunidad es la prerrogativa funcional más antigua dentro de los siste-


mas jurídicos comparados. Su surgimiento se halla en la Edad Media, espe-
cíficamente en la Inglaterra del Siglo XIII con el surgimiento de la Cámara de
los Comunes[31]. Es en esta época que surgen los primeros enfrentamientos
entre la Corona y la Cámara de los Comunes, como sucede en el caso de

[29] En la doctrina comparada se suele utilizar bajo el nombre de inmunidad diversos términos. De este modo,
en Francia se habla de inviolabilite e irresponsabilite, mientras que en Italia la institución se conoce como
inviolabilita e insindicabilita. Ahora bien, la equivalencia correcta de los términos en español sería la inmunidad
en sentido estricto para los primeros, y, la inviolabilidad para los segundos, ambos agrupados bajo el nombre
genérico de inmunidades. Cfr. Pizzoruso, Alessandro. “Le immunita’ parlamentari, rassegna comparada”.
En: I Jornadas de Derecho parlamentario. Tomo I, Congreso de los diputados, Madrid, 1884, pp. 61-62.
[30] Como más adelante fundamentaremos, la garantía de la inmunidad, para que tenga una vigencia real, su
ámbito temporal durará desde el momento de la elección del funcionario hasta el cese en sus funciones.
[31] Cfr. García. Inmunidad parlamentaria y estado de partidos. Ob. cit., p. 23.

69
Procedimientos especiales

la Bill de 1397[32] y el inmediatamente derivado Haxey’s case[33], los cuales


hicieron evidente la necesidad de dotar al joven Parlamento de prerro-
gativas que le permitiesen desempeñar adecuadamente sus funciones
de representación[34]. Los dos casos surgidos mencionados y los sucesivos
contra miembros de la Cámara de los Comunes[35], generaron una ardua
lucha entre ambos que culminó por el establecimiento consuetudinario
de la denominada freedoom of speach como garantía a la expresión del
Parlamento[36]. Aunque, en este periodo esta garantía tenía un significado
totalmente distinto al que tuvo posteriormente. Según ella ningún miem-
bro de la Cámara de los Comunes podría ser juzgado ante un tribunal por
los hechos realizados al interior del Parlamento, fundamentalmente por
opinar o expresarse. No obstante, ello no implicaba su irresponsabilidad
penal, sino que el juzgamiento era realizado por el mismo Parlamento[37].

Es en 1689, como producto directo de la denominada Revolución Gloriosa,


se emite el Bill of Rights del mencionado año, por el cual el mismo Rey reco-
noció la prerrogativa del fredoom of speach. En el artículo 9 del documento
se estableció que “la libertad de expresión y de procedimientos en el Parla-
mento no podrá ser incriminada ni cuestionada en ningún parlamento fuera
de este Parlamento”.

De igual manera, aunque en menor importancia que la primera pre-


rrogativa, se encuentra el freedom of arrest, que intentaba asegurar la
presencia del parlamentario en su respectiva Cámara. Dicha presencia
podría ser bloqueada a través de su arresto, por consideraciones de tipo
civil fundamentalmente (prisión por deudas)[38]. Por ello, surge la decisión
de la Cámara de los Comunes de que sus integrantes no pudieran ser arres-
tados o molestados, antes, durante y después, de las sesiones que realizaría

[32] El primer enfrentamiento entre el Rey y la Cámara de los Comunes se dio con ocasión de la emisión de un Bill
por parte de esta última institución, en la cual se criticaba duramente la administración ejercida por el gobierno
de Ricardo II. Vid. Zagrebelsky, Le immunitá parlamentari…, Ob. cit., p. 2.
[33] Vide Mc Hardy, A.K. “Haxey’s case, 1387: The petition and its presenter reconsidered”. En: The age of
Richard II, Sutto Publisching Limited, London, 1997, pp. 93-114.
[34] Tal como señala Abellán, en el sentido estricto de la palabra no podría considerarse una representación,
porque en este inicial periodo los parlamentarios tenían una función de mandatarios, es decir, que expresa-
ban en la Cámara la opinión y el deseo explícito de los Burgos que los habían enviado a tal institución. (Vide
Abellán. El estatuto de los parlamentarios…, Ob. cit., p. 16).
[35] Vide Strode’s Case en 1513.
[36] Cfr. May, Erskine May’s Treatise on the law…, Ob. cit., pp. 71-74.
[37] Cfr. Abellán. El estatuto de los parlamentarios…, Ob. cit., p. 14.
[38] La protección inicial no impedía la protección por hechos derivados de causas penales, sino civiles estricta-
mente. Cfr. May, Erskine May’s Treatise on the law…, Ob. cit., p. 74.

70
El procesamiento penal de altos dignatarios por delitos realizados sin ejercer la función pública

la Cámara. Dicha práctica puede rastrearse en dos privilegios concretos: la


libertad que se tenía para estar presente en las asambleas populares, o, en
los privilegios de los sirvientes del Rey que realizaban labores para él en una
Corte superior, que impedía procesarlos por un Tribunal menor[39].

Si bien tanto el freedom of speach como el freedom of arrest son el origen di-
recto de la inmunidad en sentido estricto y la inviolabilidad parlamentarias,
sus contornos son absolutamente distintos a lo que actualmente podemos
considerar como contenido material de tales garantías. La actual configura-
ción de ambas instituciones se debe en gran medida a la Asamblea Nacio-
nal francesa, que necesitaba dotar de garantías sus miembros, para lo cual
adaptó a su realidad nacional las mencionadas garantías inglesas.

La necesidad de dotar de garantías que protegiesen al alto dignatario era


mucho más patente en el caso de los integrantes de la Asamblea Nacional
francesa, toda vez que el aparato estatal entero estaba a voluntad del Rey,
quien en sucesivas ocasiones ya había reaccionado contra la Asamblea en
general y sus integrantes[40]. Por ello, en la reunión producida el 20 de junio
de 1789, la Asamblea decreta la inviolabilidad de los asambleístas, siendo el
texto emitido el siguiente: “La Asamblea proclama que la persona de cada
diputado es inviolable. Cualquier individuo, organización, tribunal, magis-
tratura o comisión que durante o después de las sesiones parlamentarias
osara perseguir, investigar, arrestar o hacer arrestar, detener o hacer detener
a causa de una propuesta, parecer o discurso, manifestado o pronunciado
en los Estados Generales, e igualmente quienes prestaran su colaboración
a los anteriores atentados, fuere quien fuere la autoridad que los hubiere
ordenado, serán considerados infames y traidores a la Nación y culpables
de crimen capital. La Asamblea Nacional establece que en los casos pre-
cedentes tomará todas las medidas necesarias para investigar, perseguir y
castigar a los responsables, investigadores y ejecutores”[41]. Dicha proclama
tenía como inspiración indudable a la freedom of speach inglesa, pues reser-
va al Parlamento la facultad de procesar y determinar la sanción a aplicar al
alto dignatario. No obstante, posteriormente, dicha proclama variará para
adquirir sus contornos actuales.

[39] Cfr. May, Erskine May’s Treatise on the law…, Ob. cit., p. 74.
[40] Para graficar este punto basta mencionar el caso de la clausura de la Asamblea del 20 de junio de 1780, el cual
derivó en la necesidad de que el Parlamento sesionara en una sede distinta a la inicial. Un mayor desarrollo sobre
estas tensiones entre el Rey y la Asamblea Nacional: Vide Zagrebelsky. Le immunitá parlamentari…, Ob. cit.,
pp. 7-19.
[41] Vid. García. Inmunidad parlamentaria y estado de partidos. Ob. cit., pp. 28-29.

71
Procedimientos especiales

El 26 de junio de 1790, la Asamblea emite el siguiente decreto: “La Asam-


blea, reservándose establecer en un futuro la regulación detallada de los
instrumentos constitucionales necesarios para asegurar la independencia
y la libertad de los miembros del Parlamento, afirma que, hasta el esta-
blecimiento de los tribunales penales y de una nueva Corte Nacional, los
miembros de la Asamblea Nacional pueden, en caso de flagrante delito,
ser arrestados conforme a las ordenanzas que, igualmente pueden –salvo
en el supuesto anteriormente indicado– ser demandados e investiga-
dos judicialmente, pero no detenidos, antes que el Cuerpo Legislativo, a
la vista de las informaciones de las piezas de convicción, decida que hay
lugar a la actuación”[42]. Con este decreto la Asamblea da a la inmunidad
parlamentaria sus actuales características, toda vez que prohíbe la inves-
tigación penal directa del alto dignatario, por cualquier clase de hecho
penal sin el previo consentimiento del Parlamento, reservándose el proce-
samiento al Poder Judicial.

Ahora bien, en el caso de la inviolabilidad, su origen moderno y distancia-


miento de la freedom of speach inglesa se halla en el artículo sétimo de la
sección V, del capítulo I de la Constitución francesa de 1791, cuyo tenor
literal fue: “Los representantes de la Nación son inviolables: No podrán ser
investigados, acusados ni juzgados en ningún momento por lo que hubie-
ran dicho, escrito o hecho en el ejercicio de sus funciones de representan-
tes”. En dicha norma, podemos reconocer que el Asambleísta se encuentra
eximido de responsabilidad penal por la opinión y hechos realizados en el
ejercicio de sus funciones. Posteriormente, con la Constitución Francesa de
1793, dicha irresponsabilidad sería limitada exclusivamente al caso de las
opiniones emitidas, dando así su actual configuración a la inviolabilidad.

c. Finalidad y perspectivas a futuro

Como puede evidenciarse luego de la revisión histórica de la inmunidad en


sentido estricto, su razón de ser –sobretodo con los matices generados en
la Asamblea Nacional Francesa de fines del siglo XVIII– era servir de protec-
ción al Parlamento contra los posibles excesos que pudiese cometer el Rey.
Dicha lógica era absolutamente clara en la gestación del nuevo modelo es-
tatal, pues efectivamente el Rey se valía de sus influencias en el Sistema ju-
dicial para atacar directamente a los parlamentarios. De igual manera, podía
valerse de las fuerzas del orden interno y externo, que se hallaban bajo su

[42] Ídem.

72
El procesamiento penal de altos dignatarios por delitos realizados sin ejercer la función pública

dirección, para procurar evitar que ciertos parlamentarios que se opusiesen


ejercer sus funciones.

Si bien dicha protección de la influencia del monarca era la razón de ser de


esta prerrogativa funcional, su existencia tiene un sentido claro en Europa,
donde finalmente existían monarquías. No obstante, dentro de Latinoamé-
rica su razón de ser habría de vincularse más a la posible influencia del Jefe
de Gobierno de las recién surgidas repúblicas (el Presidente), sobre el siste-
ma judicial y el aparato ejecutivo. Ahora bien, un aspecto fundamental de
la necesidad de esta garantía institucional podía evidenciarse en tiempos
de dictaduras que intentaban legitimarse con la existencia de un Congreso,
o gobiernos sumamente autoritarios, los cuales podían utilizar el sistema
penal con finalidades de persecución política contra funcionarios del siste-
ma[43]. En este contexto, tiene sentido la existencia de la prerrogativa como
mecanismo para asegurar la independencia del parlamentario, amparándo-
se en sus colegas parlamentarios, siempre y cuando a su vez los integrantes
del parlamento sean en su mayoría independientes del Ejecutivo.

En la actualidad no puede afirmarse la vigencia de ese inicial sentido


histórico, toda vez que la separación de poderes imposibilita al Jefe de
Gobierno utilizar el aparato estatal para la persecución política, especial-
mente de parlamentarios, sobre todo con la reciente consolidación de
la democracia en nuestro ámbito. Por ello, se precisa de una nueva fun-
damentación de la inmunidad, toda vez que la misma ya no obedecería
a las razones iniciales de su surgimiento. Al respecto, la doctrina no es
unánime al opinar sobre la vigencia de esta institución, ya que algunos
optan por darle una nueva fundamentación[44], mientras que otros han
sugerido su desaparición[45]. Como antes lo hemos expresado, consideramos
que el fundamento de esta prerrogativa es permitir al funcionario público
el libre ejercicio de sus funciones públicas, sin que presiones externas mo-
tivadas en fundamentos no jurídicos le impidan el normal ejercicio de su
función.

[43] Un caso claro de esta persecución, dentro de nuestra realidad nacional, podía verse en el caso del intento de
procesamiento de la exintegrante del Tribunal Constitucional Delia Revoredo Mur, por la supuesta comisión del
delito de contrabando.
[44] Proponiendo una nueva fundamentación: García Morillo, Joaquín. “Contenido, finalidad constitucional y
control de la inmunidad parlamentaria”. En: Inmunidad parlamentaria y jurisprudencia constitucional”. Centro
de Estudios Constitucionales, Madrid, 1993, pp. 78-80, 86-89.
[45] En este sentido: Garcia Chavarri. “Cuando las prerrogativas parlamentarias favorecen la impunidad...”,
Ob. cit., p. 124.

73
Procedimientos especiales

Hacer reposar la fundamentación de la existencia de la inmunidad en la


razón señalada tiene a su vez un presupuesto: la desconfianza en la inde-
pendencia del Poder Judicial y del Ministerio Público. Por un momento
imaginemos que no exista inmunidad; entonces el procesamiento de los
altos dignatarios seguiría el cauce normal de una investigación, es decir, en
la lógica del nuevo modelo procesal, el procesamiento penal comenzaría
con la formalización de la investigación preparatoria[46], y, luego se deter-
minaría si hay o no razón para ir a juicio oral. De presentarse una causa que
no tenga asidero en razones jurídicas sino estrictamente políticas, entonces
cualquiera de las dos instituciones evitará la continuación de esta mediante
los mecanismos correspondientes. Sin embargo, lo que hace la inmunidad
no es otra cosa que sustraer esta función de manos de ambas instituciones,
para que el control de la apariencia de juridicidad penal sea realizado por
la institución por un órgano distinto de quien normalmente ejercería esta
función, la cual puede ser el Congreso de la República o el pleno del Tribunal
Constitucional[47].

Ahora bien, nuestro ordenamiento jurídico admite dicha posibilidad,


desde que es la misma Constitución Política la que prevé la inmunidad y
determina sus contornos, constituyendo este caso una intromisión cons-
titucionalmente legítima. Sobre este punto no ha habido un pronuncia-
miento expreso del Tribunal Constitucional acerca de la legitimidad o no
de la institución, sino que los pronunciamientos existentes se han limitado
a su contenido y su finalidad, y no a la fundamentación de esta última[48].
Al respecto, es de destacar la existencia de otras prerrogativas procesales
que también fueron objeto de revisión, específicamente nos referimos al
antejuicio político, siendo que el Tribunal Constitucional en ellas si se pro-
nunció sobre la afectación que producían directamente a otras institucio-
nes al señalar que “no existen criterios razonables que permitan concluir
que la prerrogativa del antejuicio deba dar lugar a algún grado de interfe-
rencia con la independencia y autonomía de los poderes públicos encar-
gados, por antonomasia, de la persecución e investigación del delito”[49].
En este pronunciamiento, el Máximo Intérprete de la Constitución señala

[46] De acorde a los postulados que rigen la teoría general del procesal, el mismo se inicia cuando la acción es
ejercida. A entender de nuestro modelo procesal, la misma se daría con la focalización de la investigación
preparatoria, pues contra la misma pueden ejercerse los medios de defensa técnicos (ellos se ejercen contra
la acción por naturaleza), de conformidad a lo dispuesto con el artículo 7 del Código procesal penal de 2004.
[47] En ese sentido: STC N° 006-2003/AI, fundamento jurídico 6.
[48] Vide SSTC Exps. N° 006-2003-AI/TC; N° 026-06-AI; N° 013-2009-AI, fundamentos jurídicos 22-29, 33-39.
[49] STC Exp. N° 006-2003-AI/TC, fundamento jurídico 17.

74
El procesamiento penal de altos dignatarios por delitos realizados sin ejercer la función pública

específicamente que esa prerrogativa constitucional, en la manera que


estaba dada, significaba una interferencia clara en la independencia de
las instituciones, razón por la cual debía ser modificada a través de una
reforma constitucional.

Como podemos observar, se hace necesaria la pronta revisión de la inmu-


nidad en sentido estricto, para determinar si goza o no de vigencia en la
actualidad, o si precisa una reforma en su contenido. Ahora bien, a su vez
esta revisión deberá tener en cuenta el contexto actual y el posible con-
texto futuro de modo que permitan tener un mayor grado de confianza
en el desempeño del Poder Judicial y del Ministerio Público, que creemos
ahora suficientemente fuertes para garantizar la independencia en el ejer-
cicio de sus funciones. Mientras dicha reforma no sea realizada, entonces
la inmunidad tendrá vigencia absoluta dentro de nuestro ordenamiento
jurídico.

Podemos afirmar que, en un futuro muy próximo, los fundamentos que ac-
tualmente sustentan la inmunidad en sentido estricto han de variar. Por ello,
los contornos de la institución sufrirán una sustantiva modificación, en la
cual la principal característica será la devolución del control de la juridicidad
o no de la causa penal al Poder Judicial y al Ministerio Público. Si bien la ins-
titución sufrirá modificaciones, no desaparecerá como sucedió en el sistema
jurídico inglés[50], sino que quizá nos decantemos por un modelo atenuado
que sería el previsto en Colombia donde la inmunidad fue reducida sólo a
un fuero privilegiado.

3. Ámbito de procedencia

a. Ámbito subjetivo

La inmunidad debería aplicarse en estricto solo para los miembros del Con-
greso de la República, si es que nos acogemos estrictamente a la razón his-
tórica de su surgimiento[51]. No obstante, al igual que lo sucedido en otros
ordenamientos jurídicos, nuestra Constitución Política se ha decantado por
incluir dentro del sistema de inmunidades a dos funcionarios públicos: el

[50] Actualmente en el Reino Unido podría hablarse de una desaparición de la inmunidad, la cual se habría dado
desde el momento en el que se eliminó la prisión por deudas, que era el ámbito central de protección de esta
institución. Cfr. Abellán. El estatuto de los parlamentarios…, Ob. cit., pp. 15-16.
[51] Cfr. Pizzoruso. “Le immunita’ parlamentari, rassegna comparada”. Ob. cit., pp. 63-65.

75
Procedimientos especiales

Defensor del Pueblo (artículo 161, tercer párrafo) y los miembros del Tribu-
nal Constitucional (artículo 102, segundo párrafo).

Dicha expansión del ámbito personal no es reciente en nuestro ordena-


miento jurídico, ya ella data de la Constitución Política de 1979, cuando
blindó con esta prerrogativa al recientemente creado Tribunal de Garantías
Constitucionales[52]. Con posterioridad la ampliación fue confirmada por la
Constitución Política de 1993, y, siguiendo la tendencia internacional fue
extendida al Defensor del Pueblo. Cabe resaltar que la protección de altos
dignatarios distintos a los parlamentarios no es una creación propia, ni ex-
clusiva del ordenamiento jurídico peruano, sino que ya se encontraba pre-
sente en otros sistemas jurídicos como el español[53].

No se hace necesaria una fundamentación de la razón por la cual los congre-


sistas de la República gozan de inmunidad, basta con revisar el desarrollo
histórico de esta institución (vide infra III.B), para entender la necesidad de
blindar al Parlamento. Distinto son los casos del Tribunal Constitucional y
del Defensor del Pueblo. A nuestro entender, en ambos casos, la razón por la
cual se ha optado por brindar dichas garantías a ambos grupos de altos dig-
natarios, no es otra que reconocer la sensibilidad de su labor y su especial
importancia para el desarrollo de la sociedad, la que podría ser perturbada
de no ser protegida con la inmunidad. Un argumento que debilitaría la afir-
mación es señalar que existen otros altos dignatarios cuya labor también es
igual de valiosa y también estaría sometida a presiones o correr el riesgo
de sufrirlas, como es el caso de los integrantes de la Corte Suprema, el Fiscal
de la Nación, o, los miembros del Consejo Nacional de la Magistratura, para
citar algunos. Entonces, solo considerando que la presión sufrida por los dos
tipos de altos dignatarios, con ocasión del desempeño en sus funciones, es
más alta que la recaída en los antes descritos funcionarios y similares, es
que podemos reafirmar la necesidad de que estos sean protegidos por la
inmunidad.

[52] Constitución Política del Perú de 1979, artículo 279: “(…) No responden por los votos u opiniones emitidos
en el ejercicio de su cargo. No pueden ser denunciados ni detenidos durante su mandato, salvo los casos de
flagrante delito y de acusación constitucional”.
[53] Al respecto, es interesante el caso español, pues en él la ampliación de las prerrogativas, en el caso del
Tribunal Constitucional, no es realizada por la Constitución Política, sino que es prevista dentro de la Ley
Orgánica de la mencionada institución. Sobre este tema en particular puede verse: Punset Blanco,
Ramón. “Sobre la extensión del ámbito personal de las prerrogativas parlamentarias”. En: Revista española de
Derecho Constitucional, N° 3, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid 1981, pp. 93-119.

76
El procesamiento penal de altos dignatarios por delitos realizados sin ejercer la función pública

b. Ámbito temporal

La regla general sobre el ámbito temporal de esta garantía es recogida en


el artículo 93, primer párrafo, de nuestra Constitución Política, que señala:
“No pueden ser procesados ni presos sin previa autorización del Congreso
o de la Comisión Permanente, desde que son elegidos hasta un mes des-
pués de haber cesado en sus funciones”. De dicho artículo se puede inferir
que la prerrogativa comienza a operar desde el momento que se produce
la elección en el cargo, y culmina un mes después de que el alto dignatario
ha cesado en él.

Aparentemente la delimitación del ámbito temporal no causaría mayor pro-


blema. No obstante, dada la extensión de la garantía a personas distintas a los
congresistas, y a la posible existencia de causas penales previas a la elección,
es que surgen diversas dudas, las cuales podemos ubicar en dos bloques.

El primer aspecto a dilucidar es el momento en el cual se produce la elec-


ción, pues desde este momento es que comienza a regir la garantía. En el
caso de los Congresistas de la República, este sería desde el momento que
el Jurado Nacional proclama la elección del congresista[54]. En el caso de los
miembros del Tribunal Constitucional, gozarían de la prerrogativa desde el
momento en el cual fueron elegidos por el Congreso de la República. De la
misma manera, también el Defensor del Pueblo tiene la prerrogativa desde
que el pleno del Congreso lo elige para el ejercicio de dicha función.

El segundo aspecto es determinar cuáles son los procesos penales que caen
dentro del ámbito de esta garantía. Si solo los iniciados por hechos ocurri-
dos a partir de la proclamación de la elección del alto dignatario, o si po-
drían caber también los procesos penales iniciados o por iniciarse sobre la
base de hechos anteriores a la proclamación. Sobre este punto nada dice
nuestra Constitución Política. Sin embargo, dicho vacío ha pretendido ser
llenado por el Reglamento del Congreso de la República y la jurisprudencia
del Tribunal Constitucional.

La duda antes señalada fue zanjada en el artículo 16 del Reglamento


del Congreso de la República, modificado por la Resolución Legislativa
N° 015-CR, que señala lo siguiente: “La inmunidad parlamentaria no protege
a los Congresistas (…) respecto de los procesos penales iniciados ante la
autoridad judicial competente, con anterioridad a su elección, los que no se

[54] De igual opinión, STC Exp. N° 026-06-AI, fundamento jurídico 29.

77
Procedimientos especiales

paralizan ni suspenden”. Dicha modificación intentó ser declarada inconsti-


tucional por una minoría parlamentaria del Congreso de la República, enca-
bezada por Javier Valle Riestra, la que derivó en una Sentencia del Tribunal
Constitucional que confirmaba la constitucionalidad de la mencionada nor-
ma[55]. A entender del Máximo Intérprete de la Constitución, sobre la base
de considerar que este era un interna corporis acta[56], la decisión sobre si
podía o no extenderse la prerrogativa a procesos anteriores a la elección
del congresista –con lo cual se obligaría a solicitar el levantamiento de la
inmunidad para poder proseguir con el procesamiento– dependía exclusi-
vamente del Congreso.

c. Ámbito objetivo o material

El ámbito objetivo de la inmunidad se encuentra delimitado en el artículo


93 de la Constitución. De él se desprenden dos tipos de prerrogativas, las
cuales son la inmunidad de procesamiento penal, sin la autorización previa
del órgano de pertenencia del alto dignatario; y, la imposibilidad de privar
de la libertad personal al alto dignatario, salvo caso de delito flagrante y
siguiendo el procedimiento para ello establecido.

El primer punto es delimitar el ámbito jurídico al que se refiere la inmunidad.


En un principio, esta, sobre la base de la freedom of arrest inglesa, protegía
al Parlamentario de arrestos de corte civil (prisión por deudas)[57]. No obs-
tante, con la abolición de la prisión por deudas, es que se centra el ámbito
de protección en causas de tipo estrictamente penal. La razón por la cual
solo se abarca este ámbito es la consecuencia jurídica que puede acarrear
este tipo de ámbito. La defraudación de una norma penal implica el que-
brantamiento de una expectativa contenida en ella, la cual solo puede ser
reestablecida a través de una pena[58]. La consecuencia jurídica de una causa
civil (obligación de dar, hacer o no hacer), puede significar una incomodi-
dad en el desempeño de la función del alto dignatario, pero no puede ser
considerada una obstrucción mayor. En el caso de la pena, ella imposibilita
totalmente que el alto dignatario pueda ejercer su función, pues limita su

[55] Nos referimos a la STC Exp. N° 026-06-AI.


[56] La doctrina considera que los Reglamentos internos del Poder Legislativo, son interna corporis acta, es decir,
son actos autónomos internos que no son, en principio, posibles de fiscalizar por otro órgano distinto a él. Cfr.
Pérez-Serrano, Nicolás. “Naturaleza jurídica del Reglamento Parlamentario”. En: Revista de Estudios
Políticos, N° 105, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1959, pp. 99 -169.
[57] May, Erskine May’s Treatise on the law…, Ob. cit., p. 74.
[58] Cfr. Lesch, Heiko. La función de la pena, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 1999, pássim.

78
El procesamiento penal de altos dignatarios por delitos realizados sin ejercer la función pública

derecho fundamental a la libertad personal, lo que le impediría asistir física-


mente al espacio donde realiza su labor.

Resulta particularmente relevante señalar el caso español, en el cual el Par-


lamento intentó extender los límites de la inmunidad a causas de tipo civil,
como fue establecido en la Ley Orgánica 3/1985, de 29 de mayo[59]. En la
mencionada norma se establecía que el procesamiento civil contra el alto
dignatario (específicamente senadores y diputados), precisaba de la previa
autorización del órgano correspondiente. Fue el Tribunal Constitucional es-
pañol[60], quien posteriormente se decantó por expulsar del ordenamiento
jurídico dicha ampliación, pues la consideró ilegítima. Afortunadamente
este debate no se presentó en el ámbito nacional, toda vez que nuestro
Congreso de la República limitó el ámbito material de la inmunidad a causas
estrictamente penales, conforme lo señala el artículo 16 del Reglamento del
Congreso de la República.

Limitado el procesamiento del alto dignatario solo a causas penales, es pre-


ciso determinar cuáles son las causas penales que pueden ser parte de la
inmunidad parlamentaria. En principio, de una lectura del artículo 93 de
nuestra Constitución Política se entendería que la protección de la inmuni-
dad abarca a toda clase de delitos. No obstante, dicha apreciación inicial es
incompleta, pues ha de tenerse en cuenta lo establecido en el artículo 99 del
mencionado cuerpo normativo. La norma señalada contiene dentro de sí lo
que la doctrina ha venido a denominar como acusación constitucional[61], la
cual puede derivar en un juicio constitucional y/o un antejuicio político. El
último procedimiento tiene como ámbito objetivo a los delitos cometidos
en el ejercicio de la función pública, que son todos aquellos cometidos por
el alto dignatario valiéndose de la función pública que ejerce[62]. ¿Qué tipo
de delitos abarca entonces la inmunidad? Desde nuestra óptica, partiendo
de una lectura sistemática de los artículos 93 y 99 de nuestra Constitución
Política, comprendería solo a los denominados delitos que no hayan sido
cometidos en el ejercicio de la función pública, cuya semántica no puede
ser equiparada a la categoría de delitos comunes[63].

[59] Un tratamiento a profundidad de la mencionada norma, puede verse en: Abellán. El estatuto de los parla-
mentarios…, Ob. cit., pp. 80-87.
[60] STC 009/1990.
[61] Vid. García ChÁvarri, Abraham. “Acusación constitucional, juicio político y antejuicio …”, Ob. cit., pássim.
[62] Cfr. Caro John, y Huamán Castellares. “¿”Delito de función” o “delito en ejercicio de la función” de alto
dignatario?...”, Ob. cit., pp. 165-167.
[63] Ídem.

79
Procedimientos especiales

La no equiparación entre delito sin ejercer la función pública y delito común,


no es solo meramente formal, sino que tiene una especial importancia prác-
tica. La diferencia entre delitos comunes y delitos especiales, parte de una
separación que distingue entre la no existencia (primer caso) y existencia
(segundo caso) de condiciones especiales en el autor, tales como una posi-
ción de garante distinta a la del común ciudadano, como la paterno-filial, o
las condiciones profesionales (médicos, administradores, etc.)[64]. Dentro de
los delitos especiales se encuentran los denominados delitos de función,
los que sirven de parámetro, según la referencia a ellos realizada por la
Corte Suprema de la República[65], para distinguir entre el fuero civil y el fue-
ro militar-policial, siendo que estos tienen tres requisitos: a) que se trate de
conductas que afecten bienes jurídicos de las Fuerzas Armadas o Policiales,
b) que el sujeto activo sea un militar o policía en servicio, y, c) que la acción
típica deba tener relación con el servicio.

Distinta es la categoría adoptada por nuestra Constitución Política a efectos


de determinar el ámbito objetivo de la prerrogativa que protege al alto dig-
natario, la cual contrapone los delitos en ejercicio de la función con los de-
litos sin ejercer la función. En ella no se hace un distingo entre la existencia
o no de condiciones especiales en el autor, sino que el criterio diferenciador
reside en determinar si el alto dignatario se valió de la función pública que
desempeñaba o no para la comisión del hecho punible.

Para determinar claramente la importancia práctica de la distinción antes


mencionada, nos valdremos del caso del ex Ministro del Interior, Fernando
Rospigliosi Capurro. Al mencionado ex alto dignatario se le imputó la comi-
sión del delito de homicidio, por una supuesta orden que dio cuando fue
Ministro, la cual consistió en el autorizar el uso de la fuerza para reprimir a
unos manifestantes en la ciudad de Arequipa. De considerarse que la clasi-
ficación prevista en la Constitución Política para realizar la determinación
del tipo de prerrogativa a aplicar, es delito común en contraposición a delito
de función o delito en ejercicio de la función pública, entonces el efecto ne-
cesario es que el ex Ministro Rospigliosi debió ser procesado por la justicia
común, sin ningún tipo de prerrogativa[66]. La razón es simple, pues el hecho

[64] Cfr. Bacigalupo Zapater, Enrique. Derecho Penal. Parte General, ARA, Lima 2004, pp. 229-233.
[65] “Sentencia Penal de la Corte Suprema: Contienda de Competencia N° 18-2004”. En: Revista Peruana de
Doctrina y Jurisprudencia Penales, Nº 5, Lima, 2004, p. 380.
[66] Los Ministros de Estado solo tienen la prerrogativa funcional del antejuicio político, cuyo ámbito de protección solo
comprende a “delitos en el ejercicio de la función”, conforme lo establece el artículo 99 de nuestra Constitución
Política.

80
El procesamiento penal de altos dignatarios por delitos realizados sin ejercer la función pública

realizado por él sería un delito común. No obstante, esta primera conclusión


es errada, pues parte del equivoco de considerar que la mencionada con-
traposición es la adoptada por nuestra Constitución Política. Ahora bien, si
nos basamos en la distinción propuesta en el párrafo anterior, entonces a
Rospigliosi sí le hubiese correspondido la prerrogativa de antejuicio políti-
co, dado que lo que interesa no es el tipo de delito (si es o no común), sino
que para poder cometerlo el alto dignatario se haya valido de la función
pública que ejerce[67].

Determinado que el ámbito material de la inmunidad es una causa penal


originada por la comisión de delitos sin ejercer la función pública, pasamos
a analizar el tipo de protección brindado. En primero lugar, se tiene que el
objeto principal de la prerrogativa es evitar el procesamiento del alto digna-
tario, cuya base sea una causa penal. Sobre este punto es relevante determi-
nar el momento desde el cual se inicia la protección de la inmunidad, dentro
del sistema previsto en el Código Procesal Penal, toda vez que la Constitu-
ción política sólo hace referencia al impedimento de procesamiento, mas no
al momento en que este empieza. Al respecto, es relevante una interpreta-
ción del artículo 452 del mencionado Código, donde se especifica las fases
procesales en las que rige la inmunidad.

El nuevo sistema penal tiene tres etapas claramente delimitadas: la inves-


tigación preparatoria, la etapa intermedia y el juicio oral. A ellas se hace
referencia en el artículo 452 del Código Procesal Penal, al vedar la posibi-
lidad de iniciar una investigación preparatoria y enjuiciar al alto dignatario.
Aparentemente, de una lectura literal del mencionado artículo se seguiría
la imposibilidad de iniciar siquiera la investigación sin contar con la autori-
zación previa del fuero pertinente. No obstante, basándonos en una lectura
sistemática del nuevo Código podemos reducir la interpretación antes men-
cionada, optando por considerar que es posible la investigación penal, más
no el procesamiento del alto dignatario.

La etapa denominada investigación preparatoria tiene a su vez dos etapas:


las diligencias preliminares y la investigación preparatoria en sentido estric-
to. La primera es equivalente a la aún vigente investigación preliminar. Am-
bas se caracterizan por el dominio del Ministerio Público en esta etapa, cuya
función es indagar sobre la posible (no probable) existencia de una causa
penal contra una persona. La segunda etapa comienza desde el momento

[67] El caso puede verse en: STC Exp. N° 4747-2007/PHC, caso Rospigliosi Capurro.

81
Procedimientos especiales

que el fiscal califica los resultados de la etapa preliminar, y decide la forma-


lización de la investigación preparatoria. Es solo en esta etapa que se inicia
un proceso penal en sentido estricto, toda vez que en la anterior fase no se
ejercitaba la acción penal como antes explicamos.

De la anterior diferenciación podemos señalar que, al iniciarse el proceso


penal con la formalización de la investigación preparatoria, la garantía de
la inmunidad no cubre a las diligencias preliminares, con lo que es per-
fectamente posible investigar preliminarmente al alto dignatario. Nuestra
interpretación haya respaldo en el artículo 453 del Código Procesal Penal,
pues el numeral 2 de la citada norma señala que “si al calificar la denuncia,
el informe preliminar o las indagaciones preliminares (…), el Juez”. La re-
dacción da a entender que es el juez quien, producida la formalización de
la denuncia, solicitará el levantamiento de la inmunidad por intermedio
del Presidente de la Corte Superior. El silencio sobre la realización de las
diligencias preliminares, de exclusiva actuación fiscal sin control judicial,
salvo excepciones, nos lleva a concluir que la mencionada norma admite
la posibilidad de realizarlas, pues de no ser así hubiese existido una prohi-
bición expresa en esta.

Sobre este punto no es necesario mayor detalle, pues lo necesario ha sido


expresado previamente. Solo es pertinente señalar, como se desarrollará
a continuación, que el procesamiento penal contra el alto dignatario se-
guirá el cauce previsto cualquier proceso común, salvo lo dispuesto en el
artículo 453.

La segunda gran protección brindada por esta prerrogativa funcional es el


impedimento de arresto del alto dignatario. En nuestro ordenamiento jurí-
dico, conforme a lo señalado por el artículo 2, numeral 2, literal f de la Cons-
titución Política, el arresto solo puede ser realizado sobre la base de dos cau-
sas: la existencia de un mandato escrito y motivado emitido por la autoridad
judicial competente y cuando exista flagrancia. Por la privación de libertad
personal mediante mandato judicial, deben entenderse dos supuestos pre-
vistos en el Código Procesal Penal de 2004: la detención preliminar judicial
(artículo 261), y la prisión preventiva (artículos 268 - 270), ambas originadas
exclusivamente dentro del proceso penal.

Desde nuestra óptica, el ámbito material de la inmunidad en sentido estricto


debería variar. Como hemos señalado anteriormente, dado el actual forta-
lecimiento de la Justicia nacional, sobre todo en la más alta esfera del Poder
Judicial (la Corte Suprema de la República), en la actualidad no se encuentra

82
El procesamiento penal de altos dignatarios por delitos realizados sin ejercer la función pública

justificado un blindaje tan fuerte al Congreso de la República. Ahora bien,


ello no significa que el blindaje deba desaparecer, pues es necesaria la pro-
tección al alto dignatario, solo que su contenido podría ser atenuado, sin
que signifique necesariamente una afectación a su finalidad.

En ese sentido, la Constitución Política de Colombia nos ofrece un modelo


atenuado de especial relevancia[68]. La principal característica de este es la
eliminación de la solicitud de la autorización previa para el procesamiento o
arresto de los congresistas, para sustituirlo por lo que la doctrina ha venido
a denominar como fuero privilegiado[69]. Fundamentalmente este sistema
sustrae al alto dignatario del cauce común del proceso penal, para darle un
procesamiento por la máxima esfera del Poder Judicial. La razón que sus-
tenta esta opción atenuada es reconocer la importancia que tiene la pro-
tección del alto dignatario y que esta no debe ser excesiva, generando una
sensación de impunidad. Por ello, para garantizar un proceso sin visos de
persecución política, se opta por crear un proceso especial dirigido por las
máximas autoridades, en lo referente al procesamiento penal, de la nación:
la Corte Suprema de la República y la Fiscalía General de la nación.

4. Tratamiento procedimental

a. En el Poder Judicial

Las reglas para la tramitación del procesamiento contra un alto dignatario


que goce de inmunidad se encuentran previstas en los artículos 452 y 453
del Código Procesal Penal de 2004. Como hemos señalado en la parte ante-
rior (infra III. C), la garantía de la inmunidad comienza a regir desde el mo-
mento que se produce la calificación de la denuncia, el informe policial o las
indagaciones preliminares (formalización de la investigación preparatoria),
admitiéndose la posibilidad de que las diligencias preliminares puedan ser
realizadas.

[68] Artículo 186: “De los delitos que cometan los congresistas conocerán como investigador y acusador la Fiscalía
General de la Nación previa petición de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia de conformidad con la
ley, a través del señor Fiscal General o su delegado ante la Corte, y como juzgador en primera instancia la Sala
Penal de la Corte Suprema de Justicia y en segunda instancia la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia”.
[69] Por fuero privilegiado se entiende a la creación de un proceso especial para el juzgamiento de un alto dig-
natario, que se encuentra –por lo general– bajo competencia de la Corte Suprema. Sobre este punto, si
bien Colombia no es el único país que preve un sistema de fuero privilegiado en el ámbito iberoamericano
(España tiene uno), si es el único que elimina la solicitud previa de autorización para el procesamiento. Cfr.
Figueruelo, Ángela. En torno a las garantías del sistema parlamentario español, Universidad Externado de
Colombia, Bogotá 1992, pp. 52-56.

83
Procedimientos especiales

El artículo 453 del Código Procesal Penal hace mención expresa de que
cuando se determine que el imputado tenga la condición de alto dignata-
rio, que goce de inmunidad, entonces el juez deberá suspender la investiga-
ción. Lo primero que aquel hará, sea de oficio o a pedido de una parte, es lla-
mar a una audiencia. En ella lo que se habrá de discutir es si la persona tiene
o no la prerrogativa de la inmunidad. La discusión deberá tener en cuenta
si la persona tiene o no la prerrogativa de la inmunidad parlamentaria, para
lo cual se habrán de discutir los tres ámbitos antes señalados. De decidirse
que no concurre, entonces dentro del proceso penal no cabrá otra opción
que continuar con su curso normal, lo que no obsta que el alto dignatario
pueda plantear una demanda de hábeas corpus, amparado en el artículo 25,
numeral 15, del Código Procesal Constitucional.

Si se opta por considerar que concurren los tres ámbitos, entonces todos
los actuados serán elevados a la Corte Superior del distrito judicial del juez,
cuyo Presidente los elevará al Congreso de la República o al Tribunal Cons-
titucional, para que estos fueros decidan o no el levantamiento de la inmu-
nidad del alto dignatario cuyo procesamiento es deseado. Esta interpreta-
ción puede contradecir a lo previsto en el tercer párrafo del artículo 16 del
Reglamento del Congreso de la República, pues dispone que quien solicite
el levantamiento de la inmunidad es una comisión conformada por Vocales
titulares de la Corte Suprema de la República (entiéndase Jueces Supremos).
Ahora bien, estamos frente a un caso de conflicto de normas, cuya solución
da preferencia a la norma del Código Procesal Penal de 2004, pues al ser la
disposición del Código vigente posterior, habría derogado tácitamente a la
disposición contenida en el Reglamento del Congreso.

Decidido el levantamiento de la inmunidad del alto dignatario puede ini-


ciarse su procesamiento, siguiendo su cauce normal hasta el momento del
juzgamiento, en caso de existir mérito para pasar a juicio oral. En la etapa de
juzgamiento el proceso contra un alto dignatario se distancia de las reglas
de competencia del proceso común, pues en todos los casos será realizado
por un juzgado colegiado sin importar la gravedad de la pena.

b. Fuero del alto dignatario

Una observación inicial se da respecto al procesamiento de altos dignatarios


que no son congresistas. Si bien la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional
(artículo 14), y, el Reglamento de la mencionada institución (artículo 18),
señalan que este órgano será quien decida si se levanta o no la prerrogativa
a sus integrantes. Sin embargo, no se establece el procedimiento a seguir

84
El procesamiento penal de altos dignatarios por delitos realizados sin ejercer la función pública

en estos casos. Un similar problema sucede en el caso del Defensor del Pue-
blo, cuyo procedimiento para el levantamiento de inmunidad tampoco se
encuentra previsto expresamente, aunque en su caso es el Congreso de la
República quien decidirá si se le debe o no de levantar su inmunidad. Ahora
bien, el desarrollo a tratar a continuación, ante la ausencia de un procedi-
miento específico, y, la derivación en el caso del Defensor del Pueblo, nos
hemos de centrar en el procedimiento previsto en el Reglamento del Con-
greso de la República, que solo abarca a los congresistas de la República y al
Defensor del Pueblo.

La norma básica sobre el tema es el artículo 16 del citado Reglamento, pues


ella regula el procedimiento a seguir desde el momento de la recepción de
los actuados, hasta el resultado de la votación en el Pleno del Congreso. El
procedimiento se inicia con la recepción de la solicitud de levantamiento de
inmunidad que, como hemos anteriormente señalado (infra III. C), es entre-
gada por intermedio del Presidente de la Corte Superior del distrito judicial
donde se originó. El contenido necesariamente ha de tener todo lo actuado
hasta el momento.

Recepcionada la solicitud, es derivada hacia la Comisión de Levantamiento


de inmunidad del Congreso de la República. Ella, en un plazo máximo de
cuatro días, analiza los requisitos formales del caso, tales como la realización
de la audiencia, o, el estadio de la investigación, entre otros. Asimismo, esta
Comisión sirve de un primer filtro, a efectos de determinar la juridicidad o
la no juridicidad de la causa, para lo cual descartará la existencia de móviles
políticos. De existir algún vicio formal, se devolverá la solicitud para que sea
subsanada; en caso contrario, esta se admitirá a trámite.

Una vez admitida la solicitud, el Presidente de la Comisión, citará al alto


dignatario para que pueda ejercer su defensa en una audiencia con los
miembros de la comisión. Es necesario resaltar que entre el momento de
la admisión de la demanda y su tramitación deben existir 3 días hábiles.
La inasistencia del alto dignatario, válidamente convocado, no afecta la
tramitación del procedimiento. El funcionario público, de desearlo, puede
allanarse a la solicitud de levantamiento de inmunidad, lo cual puede ser
aceptado, o no, por la Comisión.

La Comisión deberá emitir un dictamen sobre la solicitud en un plazo de 15


días desde que se citó al alto dignatario a ejercer su defensa. El dictamen
es presentado al Consejo Directivo del Congreso, el que lo agendará para
la siguiente sesión del pleno, o como máximo para la subsiguiente, según

85
Procedimientos especiales

lo haya determinado el Presidente. Es en el pleno, donde se decidirá si se


ha de levantar o no la inmunidad del funcionario público. El quórum ne-
cesario para el levantamiento de la inmunidad es de la mitad más uno del
número legal de congresistas, es decir, 61 votos. Finalmente, la decisión
adoptada es comunicada al Presidente de la Corte Superior que solicitó el
procesamiento.

III. Conclusiones

1. Las prerrogativas funcionales de los altos dignatarios implican la afec-


tación de ciertos derechos fundamentales, especialmente el Derecho a
la igualdad. No obstante, su existencia es legítima toda vez que supera
el test de proporcionalidad, pues se trata de una medida idónea (sirven
para posibilitar que el alto dignatario pueda ejercer su función normal-
mente), necesaria (no existen otras medidas funcionalmente idénticas
y menos lesivas para las garantías en general, pero sí para algunas en
particular), y proporcional en sentido estricto (los beneficios que con-
lleva para el desarrollo de la sociedad superan a los costes de la afecta-
ción del derecho fundamental a la igualdad).

2. Bajo el rótulo de “inmunidades” se agrupan dos tipos de prerrogativas


funcionales. La inviolabilidad, que exime de responsabilidad penal a los
altos dignatarios por las opiniones emitidas en el ejercicio de su fun-
ción, siendo su antecedente histórico la freedom of speach inglesa. La
otra gran prerrogativa es la inmunidad en sentido estricto, que prohíbe
el procesamiento directo del alto dignatario o su arresto, sin la previa
autorización de parlamento, siendo su origen la freedom of arrest.

La actual finalidad de la inmunidad en sentido estricto es permitir al


alto dignatario el normal ejercicio de sus funciones, evitando que sea
procesado por causas políticas. El presupuesto de esta finalidad sería
que el Poder Judicial es un órgano que tiene una fuerte influencia po-
lítica, lo cual significaría un riesgo para el dignatario, hecho que se tra-
duce en que sea su fuero quien decida si debe o no ser procesado. Al
respecto discrepamos, toda vez que el Poder Judicial ha demostrado
una independencia y gran profesionalismo, por lo que consideramos
se hace precisa una reforma del contenido de la institución, que la haga
tendiente a un sistema de fuero privilegiado, en lugar de la actual
solicitud de levantamiento de la inmunidad.

86
El procesamiento penal de altos dignatarios por delitos realizados sin ejercer la función pública

3. La inmunidad en sentido estricto tiene tres ámbitos, que deben de


cumplirse para afirmarse la existencia de la garantía. Uno personal, que
delimita sus beneficiarios: el Defensor del Pueblo, los miembros del Tri-
bunal Constitucional y los congresistas de la República. Uno temporal,
que hace que la garantía rija desde el momento de la elección, hasta
un mes después del cese en el cargo; se excluye de este ámbito los
procesos iniciados con anterioridad a la elección. Uno objetivo o mate-
rial, que determina el espectro de delitos que abarca la garantía (delitos
sin ejercicio de la función pública), así como su extensión (impedimento
de procesamiento y de arresto).

87
3

artículo
El proceso por delito de ejercicio
privado de la acción
penal

Raul Ernesto MARTINEZ HUAMAN


El proceso por delito de ejercicio
privado de la acción penal
Raul Ernesto MartInez HuamAn[*]

Sumario I. Introducción. II. La querella. III. Admisibilidad de la querella.


IV. Investigación preliminar. V. Juzgamiento. VI. Abandono y
desistimiento. VII. Bibliografía.

I. INTRODUCCIÓN

Son casi cinco años desde que el nuevo modelo procesal penal, de corte
acusatorio, viene aplicándose en el Perú, dando resultados satisfactorios[1].
Dicho modelo se estructura, básicamente, sobre el triangulo juez, fiscal e
imputado, los cuales cumplen un rol específico y excluyente: El fiscal se en-
carga de la investigación y, en base al resultado de esta, de acusar o no; el
imputado, a través de su defensa técnica, y bajo una serie de derechos y
garantías, se defiende de la imputación penal; y, finalmente, el juez tiene el
deber de resolver el conflicto penal de manera imparcial, en base a la infor-
mación brindada por los sujetos procesales.

Sin embargo, esta tricotomía no se plasma en el proceso penal especial


de ejercicio privado de la acción penal (privatklageverfahren)[2]. Donde la

[*] Abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Integrante de la Secretaría Técnica de la Comisión
Especial de Implementación del Código Procesal Penal en el Perú. Miembro del Instituto de Ciencias Penales
“Cesare Beccaria”.
[1] Vide el informe realizado por la Secretaría Técnica de la Comisión Especial de Implementación del Código
Procesal Penal: MINISTERIO DE JUSTICIA. La reforma procesal penal peruana (2006-2010). Hacia una jus-
ticia rápida y transparente. Lima, mayo de 2011. Asimismo, el informe CORTE SUPERIOR DE JUSTICIA DE
LA LIBERTAD. La reforma procesal penal en cifras. Una nueva visión de justicia (2007-2009). Trujillo, 2010.
[2] Considero que ello se debe principalmente al cambio del papel de la víctima en el proceso penal tras el ingreso
del fiscal, pues antes de ello la víctima se encargaba de la acusación de todos los delitos. Tal como señala
Joachim Herrmann, la posición de las víctimas en el proceso penal ha evolucionado a lo largo de los siglos de

91
Procedimientos especiales

persecución penal de determinados delitos se encuentra reservada a


víctima[3]. A dichos delitos se les denomina delitos privados al depender
su persecución penal de la víctima (privatklagedelikten), y no ya del fiscal,
excluyendo así su intervención en este tipo de delitos[4].

No hay que olvidar, conforme señala Horvitz Lennon, que “de todo delito
nace una acción penal para su persecución procesal[5]”. En el Perú, tradicio-
nalmente, para iniciar y tramitar la persecución penal la víctima debe inter-
poner la querella respectiva, ya que a través de dicho acto la víctima –de
forma exclusiva– concretiza su interés de perseguir y sancionar el delito[6]. Es
decir, que el Ministerio Público se encuentra privado de toda intervención
en este tipo de proceso[7].

En el Perú, los delitos perseguibles mediante ejercicio privado de la acción


penal son: i) Lesiones culposas (artículo 124, primer párrafo del Código
Penal - CP); ii) Injuria (artículo 130 del CP); iii) Calumnia (artículo 131 del
CP); iv) Difamación (artículo 132 del CP); y, v) Delitos de violación de la
intimidad (artículo 158 del CP)[8]. El legislador ha escogido estos delitos

forma crucial. Así, pues, en un inicio la víctima contaba con más derechos en el proceso penal, los que con
la entrada al proceso penal inquisitivo perdió en forma considerable, limitándose su papel –en la mayoría de
casos– al de simple denunciante. HERRMANN, Joachim. Die Entwicklung des Opferschutzes im deutschen
Strafrecht und Strafprozessrecht. Eine unendliche Geschichte. ZIS 3/2010. En: <www.zis-online.com>, p. 1.
[3] TALAVERA ELGUERA, Pablo. Los procesos especiales en el nuevo Código Procesal Penal. Selección de
lecturas del Instituto de Ciencia Procesal Penal - Incipp, p. 525. También CLARIÁ OLMEDO, Jorge A. Derecho
Procesal Penal. Tomo III, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 1998, p. 351.
[4] Vide TALAVERA ELGUERA, Pablo. Ob. cit., p. 525.
[5] HORVITZ LENNON, María Inés y LÓPEZ MASLE, Julián. Derecho Procesal Penal chileno. Tomo II, Editorial
Jurídica de Chile, 2004, p. 333.
[6] CAROCCA PÉREZ, Alex. Manual del nuevo sistema procesal penal. 3ª edición, Lexis Nexis, Santiago de Chile,
2005, p. 265. Cfr. HORVITZ LENNON, María Inés y LÓPEZ MASLE, Julián. Ob. cit., p. 336.
[7] Ello a diferencia de lo que ocurre en Alemania, donde el fiscal sí puede intervenir en el proceso y apropiarse
de la persecución penal. Así, por ejemplo, el Ministerio Público puede ejercer una acción penal, en principio
privada, cuando exista un interés público comprometido o la paz jurídica general es alterada (§376 y el §377
de la Strafprozeßordnung - StPO). Tal situación podría ocurrir, por ejemplo, en las injurias dirigidas a un círculo
de personas o por motivos racistas. En estos casos, el Ministerio Público puede no solo iniciar el correspon-
diente procedimiento penal, sino también tomar en sus manos un procedimiento de acción privada ya inicia-
do; sin embargo, el ofendido no se encuentra completamente desplazado, sino que puede intervenir como
querellante adhesivo (§395). Vide a ESER, Albin. “Acerca del renacimiento de la víctima en el procedimiento
penal. Tendencias nacionales e internacionales”. En: De los delitos y las víctimas. J. Maier (compilador). Ad
Hoc, Buenos Aires, 1992, pp. 21-22. En Chile sucede algo similar, pues la víctima tiene la posibilidad –como
querellante– de forzar la continuación del proceso penal en determinados casos; vide HORVITZ LENNON,
María Inés y LÓPEZ MASLE, Julián. Ob. cit., p. 538.
[8] En la legislación comparada los delitos privados se diferencian a los tipificados en nuestro país. Así en Chile
son la calumnia, la injuria, la falta, la provocación a duelo, el denuesto o descrédito público por no haberlo
aceptado, y el matrimonio del menor llevado a efecto sin el consentimiento de la persona designada por ley
y celebrado de acuerdo con el funcionario llamado a autorizarlo. En México los delitos privados son ciertas

92
El proceso por delito de ejercicio privado de la acción penal

por la poca gravosidad social del acto[9], y porque afectan de manera directa
al agraviado.

Asimismo, existen también los delitos semipúblicos o dependientes de de-


nuncia penal de la víctima; y, por otro lado, los delitos de ejercicio público
de la acción penal, donde el delito genera una desestabilización de las ex-
pectativas normativas –básicas– de la sociedad[10], en el que el Ministerio
Público impulsa el procedimiento afirmando un interés público en su per-
secución[11].

Lo que el legislador ha querido con el proceso especial analizado es confe-


rir atribuciones a la víctima a fin de determinar la persecución penal o no
del hecho delictuoso, lo que determina una cierta “privatización” de estos
procesos, pese a su naturaleza penal[12]. Cabe señalar que el Código de 1940
posibilitaba la intervención del Fiscal para los delitos de injuria, calumnia y
difamación siempre que estos se hubieran realizado a través de medios de
comunicación; sin embargo, su actuación se limitaba, a nivel de la Fiscalía
Suprema, a un auxiliar ilustrativo[13].

hipótesis de lesiones, abuso de confianza, daño en propiedad ajena, amenazas, robo de uso, despojo, re-
velación de secretos industriales y aquellos contra la propiedad industrial. En Bolivia, el giro de cheque en
descubierto, el giro defectuoso de cheque, el desvío de clientela, la corrupción de dependientes, la apropiación
indebida, el abuso de confianza, los delitos contra el honor, la destrucción de cosas propias para defraudar,
la defraudación de servicios o alimentos, y el daño simple. En Paraguay, el maltrato físico, la lesión culposa,
la amenaza, el tratamiento médico sin consentimiento, la violación de domicilio, la lesión a la intimidad, la
violación del secreto de comunicación, la calumnia, la difamación, la injuria, el daño, y la violación del derecho
de autor o inventor. En Ecuador, el estupro perpetrado en una mujer mayor de dieciséis años y menor de die-
ciocho, la injuria calumniosa y la no calumniosa grave, los daños, la usurpación, y el atentado al pudor de un
mayor de edad. En Alemania los delitos perseguibles mediante acusación privada son la violación de domicilio,
las injurias, la violación del secreto postal, las lesiones corporales, las amenazas, el daño, los delitos relativos
a la competencia empresarial, así como infracciones al derecho de patentes, de autor, de registros de marcas
y de registro de diseños gráficos para el consumo o la moda.
[9] Vide a MIXÁN MASS, Florencio. Manual de Derecho Procesal Penal. Ediciones Jurídicas, Lima, 2006,
p. 101: “Solo pueden encontrarse razones para su fundamentación en aquellos delitos en los cuales el interés
público lesionado es de poca importancia, prevaleciendo en cambio el interés del damnificado”. Cfr. ESER.
Albin. Ob. cit., p. 19, quien señala a estos delitos como comparativamente “inofensivos”. Cfr. NORIEGA
HURTADO, Eduardo. “¿Qué hacer con la acción penal privada?”. En: Iter Criminis. Revista de Ciencias
Penales. Inacipe. Nº 6, 4ª Época, México D.F., noviembre - diciembre de 2008, p. 95: “(…) Los delitos a los que
se aplique tendrán que ser aquellos en que sea menor el reproche social”.
[10] Vide MARTINEZ HUAMAN, Raul Ernesto. “El delito de uso indebido del patrimonio de la persona jurídica”.
En: RAE jurisprudencia. Tomo 18, Lima, diciembre de 2009, p. 333 y ss.
[11] Vide ESER, Albin. Ob. cit., p. 20.
[12] Vide GIMENO SENDRA, Vicente et ál. Los procesos penales. Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento crimi-
nal. Tomo 6, Bosch, Barcelona, 2000, p. 663.
[13] Vide SAN MARTÍN CASTRO, César. Derecho Procesal Penal. Volumen 2, 2ª edición, Grijley, 2006, p. 1373.

93
Procedimientos especiales

Las características del proceso especial por delito de ejercicio privado de la


acción penal son:

• Exclusión total de la intervención del Ministerio Público, y la potestad


absoluta del querellante para la persecución penal[14];

• Posibilidad de extinción de la responsabilidad penal mediante perdón


del ofendido o de su representante legal[15];

• Admisión de la renuncia –abandono o desistimiento tácito– al ejercicio


de la acción penal como modo de extinción de la misma[16]; y

• El acusador privado no tiene el deber de perseguir el delito[17], ni el de-


ber de imparcialidad.

Si bien este proceso especial contiene una serie de características, no quiere


decir que esté enmarcado, de forma genérica, en principios distintos al de
un proceso común, pues no cabe duda que uno de los pilares del proceso
penal moderno es observar las garantías fundamentales del imputado reco-
gidas en nuestra Carta Magna, así como en los distintos tratados internacio-
nales firmados por el Perú.

Por ello, en caso de que este proceso especial no cuente con un dispositivo
normativo específico para la regulación de un determinado acto procesal, se
tendrá que recurrir a la normativa procesal general[18]. En ese sentido, resulta
errada la concepción de un sector de la doctrina que considera a este proceso
especial como un proceso de partes –un adversarial puro–. Propiamente no
es un proceso de partes[19], ya que está en juego, como todo delito, un interés

[14] CÁRDENAS RUIZ, Marco A. Apuntes jurídicos sobre la querella. En: <www.derechoycambiosocial.com>, p. 3.
[15] Vide GIMENO SENDRA, Vicente et ál. Ob. cit., p. 663.
[16] Vide SAN MARTÍN CASTRO, César. Ob. cit. p. 1737.
[17] Vide ROXIN, Claus. Derecho Procesal Penal. Editores del Puerto, Buenos Aires, 2003, p. 526.
[18] En este sentido, TALAVERA ELGUERA, Pablo. Ob. cit. p. 514. Asimismo, SÁNCHEZ CÓRDOVA, Juan
Humberto. “Los procesos especiales en el Código Procesal Penal del 2004”. En: Dialogo con la Jurisprudencia.
Nº 130, Año 15, Gaceta Jurídica, Lima, julio de 2009, p. 253, quien señala: “Todos los procesos que no tienen
ese carácter general del proceso ordinario, en caso de la existencia de alguna laguna en su regulación legal
tienen que remontarse a este proceso ordinario, pues la estructura de estos procesos especiales depende del
de aquel. Como se verá, las estructuras de los procesos especiales toman como referencia el proceso ordina-
rio o común, así en la terminación anticipada se da la etapa de investigación pero no la etapa intermedia, ni de
juicio aunque sí la sentencia”.
[19] Vide ROXIN, Claus. Ob. cit., p. 526, al señalar que “no es un verdadero procedimiento de partes [el acusador
privado] debe reunir, con responsabilidad propia, el material fáctico que contribuye a fundar su sentencia.

94
El proceso por delito de ejercicio privado de la acción penal

relevante socialmente[20]. Este proceso especial es un proceso enmarcado en


el modelo acusatorio mixto, solo que el Estado ha limitado su pretensión pu-
nitiva al interés de la víctima[21], quedando en su potestad establecer dentro
del marco de un proceso con todas las garantías la sanción penal sobre la base
del grado de responsabilidad penal derivado de la actuación probatoria que
permita, en grado de certeza, establecer la verdad procesal de los hechos.

Como señala Schünemann: el “principio central y fundamental de un proce-


dimiento penal continental europeo [es]: la verdad material y el deber judi-
cial de esclarecimiento de los hechos[22]”. En ese sentido, el juez penal, en su
posición de garante de los derechos del imputado, puede sobreseer la cau-
sa penal de oficio –a través de una excepción– si considera que los hechos
imputados no son configurativos de un ilícito penal[23].

II. LA QUERELLA

La querella es el mecanismo procesal[24] por medio del cual la víctima de


un delito privado expone ante el juez penal competente su pretensión de
perseguir judicialmente un hecho presuntamente ilícito imputable a una
determinada persona, accionando así la maquinaria judicial[25], a fin de que
se lo sancione penal y civilmente[26].

A diferencia de lo que sucede en el proceso común, este proceso especial


se apertura con la formulación de la querella, y no con la denuncia[27]. Sin

[20] Vide MARTINEZ HUAMAN, Raul Ernesto. “La etapa intermedia dentro de la lógica del sistema acusatorio del
nuevo Código Procesal Penal”. En: Manual del Código Procesal Penal. Gaceta Jurídica, Lima, 2011, p. 143.
[21] Así, CLARIÁ OLMEDO, Jorge A. Ob. cit., p. 353.
[22] SCHÜNEMANN, Bernd. “Cuestiones básicas de la estructura y reforma del procedimiento penal bajo una
perspectiva global”. En: Revista del Instituto de Ciencias Penales y Criminológicas.  Volumen 25, Nº 76,
Universidad del Externado, Bogotá, 2004. En: <http://foros.uexternado.edu.co/ecoinstitucional/index.php/der-
pen/article/view/1034>.
[23] Vide ROXIN, Claus. Al citar el §383 StPO, p. 527. Asimismo, MARTÍNEZ HUAMÁN, Raul Ernesto. Ob. cit. p. 144.
[24] Vide SAN MARTÍN CASTRO, César. Ob. cit., p. 258, señala que se le llamaba [en el Código de 1940] impropia-
mente procedimiento de querella, cuando la querella propiamente es el mecanismo, mas no el procedimiento.
[25] Vide SAN MARTÍN CASTRO, César. Ob. cit., p. 312: “El sujeto pasivo de la acción penal es siempre el Estado”.
Cfr. CÁRDENAS RUIZ, Marco A. Ob. cit., p. 2.
[26] En este sentido, SAN MARTÍN CASTRO, César. Ob. cit., p. 259: “La querella de la víctima significa no solo
poner en conocimiento de la autoridad judicial la comisión de un hecho delictivo en su agravio sino la voluntad
de perseguirlo y lograr la sanción del presunto responsable”.
[27] GACETA PENAL & PROCESAL PENAL. Procedimientos especiales. Lo nuevo del Código Procesal Penal de
2004. Guía práctica. Gaceta Jurídica, Lima, 2010, p. 107: “(…) En el ejercicio privado de la acción penal ya no
se habla de denuncia sino de querella”.

95
Procedimientos especiales

embargo, esta querella tiene una connotación muy distinta a la de la simple


denuncia, siendo, más bien, semejante a la acusación.

Como señala Clariá Olmedo: “La querella del particular inicia directamente
la persecución en sede jurisdiccional y contiene la acusación formulada
contra el perseguido [querellado]. Ab initio se tiene ya la base del juicio[28]”.

En ese sentido, con la querella la víctima, o su representante legal, comunica


al juez penal su decisión de perseguir el delito, en la mayoría de casos, sobre
la base del material obtenido por ella misma y de su pretensión de lograr la
emisión de una sentencia condenatoria en contra del querellado.

Como señala San Martín Castro, la querella es un presupuesto de perse-


guibilidad procesal para los delitos privados[29]. Cabe señalar que lo central
de la querella, como en la acusación, es la pretensión punitiva; sin embargo,
el legislador ha considerado que también debe configurar la pretensión re-
sarcitoria, conforme el artículo 107 del Código Procesal Penal de 2004: “(…)
el ofendido podrá instar ante el órgano jurisdiccional, siempre conjunta-
mente, la sanción penal y pago de la reparación civil”. Por lo tanto, el
querellado queda imposibilitado de recurrir vía civil para la obtención de la
respectiva reparación civil[30].

III. ADMISIBILIDAD DE LA QUERELLA

De acuerdo a lo señalado, la querella solo podrá ser interpuesta por quien


está habilitado[31] (la víctima o su representante legal). En caso fuese su re-
presentante legal o apoderado, conforme lo establece el artículo 109.2 del
Código Procesal Penal de 2004, este deberá ser designado especialmente
para tal efecto, es decir, debe estar legitimado por un poder especial, el que

[28] Cfr. CLARIÁ OLMEDO, Jorge A. Ob. cit., p. 352, quien señala que el querellante puede solicitar en otra vía el
pago de la reparación civil, lo cual consideramos correcto. Pues, como en todo proceso penal, lo más relevante
es la pretensión punitiva, ya que está en juego la vigencia de las expectativas de conductas institucionalizadas,
y no la reparación del daño causado; sin embargo, como se señalará más adelante, el Código Procesal Penal
de 2004 en su artículo 107 establece que la pretensión punitiva irá siempre acompañada de la pretensión
resarcitoria.
[29] Vide SAN MARTÍN CASTRO, César. Ob. cit., p. 1374.
[30] En un sentido similar, la legislación argentina. Vide CLARIÁ OLMEDO, Jorge A. Ob. cit., p. 353.
[31] Vide HORVITZ LENNON, María Inés y LÓPEZ MASLE, Julián. Ob. cit., p. 543. Conforme al artículo 400 del
Código Procesal Penal chileno, el procedimiento solo podrá comenzar con la interposición de la querella por
quien estuviere habilitado para promover la acción penal, esto es, por la víctima, su representante legal o su
heredero testamentario (artículos 55 y 111 inciso 1 del referido código). Cfr. CAROCCA PÉREZ, Alex. Ob. cit.,
p. 266.

96
El proceso por delito de ejercicio privado de la acción penal

deberá ser consignado en la querella a fin de que el querellado pueda reali-


zar un control sobre la legitimidad del poder[32].

La querella deberá cumplir con los requisitos establecidos en el artículo 108


del Código Procesal Penal de 2004, bajo sanción de inadmisibilidad[33]. Di-
chos requisitos son los siguientes:

a) La identificación del querellante y, en su caso, de su representante, con


indicación en ambos casos de su domicilio real y procesal, y de los do-
cumentos de identidad o de registro;

b) El relato circunstanciado del hecho punible y exposición de las razones


fácticas y jurídicas que justifican su pretensión, con indicación expresa
de la persona o personas contra la que se dirige;

c) La precisión de la pretensión penal y civil que se formula, con la justifi-


cación correspondiente; y,

d) El ofrecimiento de los medios de prueba correspondientes.

No es posible que la querella sea declarada inadmisible si se encuentra en


concurso con otro delito de acción pública (v. gr. el delito de calumnia en
concurso con el delito de falsa denuncia o denuncia calumniosa). Debido a
la distinta naturaleza de los delitos, y a los presupuestos procesales exigidos
para cada cual[34], cada uno tendrá que ser perseguido por distinta vía pro-
cedimental penal.

Como se señalara líneas antes, consideramos que al ser la querella un meca-


nismo similar al de la acusación, debe cumplir –de forma genérica–, además
de los requisitos nombrados, con los establecidos para la acusación[35]. Por
ejemplo, debe establecer el grado de participación de los querellados, entre
otros establecidos en el artículo 349 del Código Procesal Penal de 2004. Asi-
mismo, conforme al artículo 459, la querella deberá estar acompañada de
tantas copias como querellados existieran.

[32] En este sentido, CÁRDENAS RUIZ, Marco A. Ob. cit., p. 4.


[33] Señala MIXÁN MASS, Florencio. Ob. cit., p. 101, que “estos requisitos de procedibilidad no son presupuestos
de punibilidad, pues no condicionan la pena sino verificación del proceso”.
[34] Vide TALAVERA ELGUERA, Pablo. Ob. cit., p. 525.
[35] En un sentido similar, vide HORVITZ LENNON, María Inés y LÓPEZ MASLE, Julián. Ob. cit., p. 544: “La que-
rella es similar a una acusación y por ende más elaborada que una simple denuncia”.

97
Procedimientos especiales

Ahora bien, una vez recepcionada la querella por el juez unipersonal, este se
encargará de realizar un control de admisibilidad, a fin de establecer si cum-
ple con los requisitos establecidos por el Código Procesal Penal de 2004,
conforme a lo señalado en el artículo 460[36].

Al respecto, cabe señalar que el Código establece que este control de ad-
misibilidad será realizada por el juez penal en su despacho, sin intervención
del querellado, pues hasta ese momento el querellado no se tiene por noti-
ficado y, por ende, informado de la posible persecución penal en su contra.

Sin embargo, consideramos que desde el momento mismo en que a una


persona se le imputa la comisión de un ilícito penal tiene el derecho de
intervenir a fin de defenderse de dicha imputación. Por ello, consideramos
que debería realizarse un control por parte del querellado ante tal preten-
sión de la víctima, para lo cual debería realizarse una audiencia[37]. Más aún si
el artículo 460 en su inciso 3 establece que el juez unipersonal puede recha-
zar de plano la querella, en su rol de garante, cuando sea manifiesto que el
hecho no constituye delito, o la acción esté evidentemente prescrita, o verse
sobre hechos punibles de acción pública, pudiendo el querellado brindar
información sobre cualquiera de estos supuestos. Consideramos que si bien
el juez podría realizar este control, se estaría limitando al querellado su de-
fensa en este nivel, a fin de poder establecer que la querella es inadmisible
de plano.

Por otro lado, el artículo 460 señala que si el juez considera que la quere-
lla no es clara o está incompleta, dispondrá que el querellante particular,
dentro del tercer día, aclare o subsane la omisión respecto a los puntos que
señale. Si el querellante no lo hiciere, se expedirá resolución dando por no
presentada la querella y ordenando su archivo definitivo. Asimismo, una vez
consentida o ejecutoriada esta resolución, se prohíbe renovar la querella
sobre el mismo hecho punible.

Al respecto, se ha generado un debate en cuanto a la interpretación de este


último párrafo, pues se considera que el archivo definitivo resultante de la

[36] CAMPOS BARRANZUELA, Edhín. Buenas prácticas procesales en los delitos contra el honor. En: <www.
lozavalos.com.pe>, p. 9.
[37] Consideramos que la audiencia permite concretar los principios de oralidad, inmediación y contradicción, que
permiten al juez tomar una decisión más elaborada. La audiencia es una de las características más represen-
tativas del nuevo diseño del sistema de justicia penal peruano traída por la reforma procesal penal. Cfr. ORÉ
GUARDIA, Arsenio. Las garantías constitucionales del debido proceso en el nuevo Código Procesal Penal. En:
<www.oreguardia.com.pe>, p. 8.

98
El proceso por delito de ejercicio privado de la acción penal

no subsanación de la omisión en el plazo establecido, es una decisión firme


que goza de los efectos de la cosa juzgada[38].

Consideramos que este archivo no obtiene la calidad de cosa juzgada[39]. Así


ya lo ha señalado la Sala de Apelación de la Corte Superior de Ica, en reso-
lución del 3 de febrero de 2010 (Exp. N° 2010-003-01401-JR-PE-01, proceso
por los delitos de injuria y difamación).

En dicho expediente, el a quo ordenó, al no haber subsanado el querellante


los requisitos establecidos por ley, el archivo definitivo de la causa, seña-
lando sus efectos de la cosa juzgada. Sin embargo, la Sala de Apelaciones,
haciendo un símil con el auto apertorio de instrucción del Código de 1940,
siguió lo establecido por el Tribunal Constitucional en la sentencia recaída
en el Exp. Nº 3789-2005-PHC/TC:

“(…) la pretensión del actor radica en que este Tribunal le asigne al auto
de no ha lugar a la apertura de instrucción, carácter de cosa juzgada, ca-
lidad de la que no goza la resolución judicial mencionada, toda vez que
las situaciones jurídicas allí declaradas carecen de la firmeza e intangi-
bilidad que caracteriza al principio de inmutabilidad, el cual es atributo
esencial de la cosa juzgada”.

Pues solo adquiere el requisito de la cosa juzgada, y como tal oponible a


una nueva pretensión de proceso, aquel auto que deniega la apertura de
instrucción amparado en un pronunciamiento de fondo y sujeto a contra-
dictorio en segunda instancia.

Así, la Sala de Apelaciones de Ica consideró “que esta afirmación [la de pri-
mera instancia] constituye un error, pues (…) la norma [el artículo 460.2 del
Código Procesal Penal de 2004] no asume que el rechazo de la demanda
liminarmente es cosa juzgada. (…) consideramos que este órgano jurisdic-
cional no puede renunciar a la facultad de administración [de] justicia que le
asigna el artículo 138 de la Constitución, sobre la base de una interpretación
literal y restrictiva del artículo 460.2 del Código Procesal Penal, por lo que se
hace necesario declarar la nulidad de la resolución recurrida y disponer que
el a quo proceda a emitir nueva resolución, calificando la demanda en el
sentido que corresponda”.

[38] Primer Juzgado Unipersonal de Ica, Exp. N° 2542-2009, Resolución N° 1, de fecha 8 de enero de 2010.
[39] Vide SERWE, Bochum. Aufsätze Privatklageverfahren. En: <www.schiedsamt.de>, quien señala que si se
rechaza la acusación privada, el querellante puede solicitarla nuevamente, siempre condicionado al aporte de
nuevas pruebas.

99
Procedimientos especiales

Otro problema que se ha encontrado en esta fase del proceso especial es el


referido al caso en el que la Sala de Apelaciones revoca el auto del juzgado
unipersonal que resolvió la inadmisibilidad de la querella, planteándose si
el a quo debe encargarse del proceso. Sobre el particular, la Sala de Apela-
ciones de la Corte Superior de Piura[40] estableció que: “(…) otro juez uniper-
sonal conozca la causa, porque él, primero, ya había adelantado opinión”.

Al respecto, no consideramos del todo acertado el criterio asumido por el


ad quem, pues, bajo esa misma lógica, el mismo a quo, al realizar el control
de admisibilidad y al admitirla, también conoce del proceso, por lo que tam-
bién se habría “contaminado”. Es la propia estructura especial de este pro-
cedimiento lo que genera dicha problemática, en tanto implica que el juez
unipersonal sea, a la vez, el encargado de realizar el control sobre la querella
y de llevar a cabo el juicio.

Ya Roxin señaló, para el caso alemán –donde el juez que realiza el control
de la acusación es el mismo que se encarga del juicio–, dichos cuestiona-
mientos: “(…) el valor del procedimiento intermedio ha sido siempre cues-
tionado. El argumento principal de sus enemigos reside en que, en caso de
una decisión positiva, el tribunal (por lo menos exteriormente) concurre con
prejuicios al juicio oral, pues ya con el auto de apertura ha declarado al acu-
sado suficientemente sospechoso de la comisión del hecho punible[41]”.

Empero, no hay que olvidar que uno de los desarrollos más importantes del
nuevo modelo procesal penal es la etapa intermedia[42], la que permite que
el juez que realiza el control sobre la acusación (en este caso, de la querella)
no sea el mismo que el juez del juicio. Por ello, lo más conveniente hubiese
sido que sea otro juez el encargado de realizar el control de admisibilidad
de la querella, a fin de que el juez de juzgamiento no se encuentre –objeti-
vamente– parcializado[43].

Por otro lado, en la querella también se tendrá que establecer, en caso sea
necesario para el desarrollo del proceso, la solicitud de alguna medida
de coerción personal contra el querellado. Así, el artículo 463 del Código

[40] Conforme lo señala CAMPOS BARRANZUELA, Edhín. Ob. cit., p. 11.


[41] Vide ROXIN, Claus. Ob. cit., pp. 347-348.
[42] Vide MARTINEZ HUAMAN, Raul Ernesto. Ob. cit., p. 135.
[43] Para el caso concreto de la querella, Vide HORVITZ LENNON, María Inés y LÓPEZ MASLE, Julián. Ob. cit.,
p. 541: “(…) este tribunal carece de imparcialidad en el juzgamiento del delito si ha debido intervenir en etapas
previas del mismo [fase de investigación preliminar]”.

100
El proceso por delito de ejercicio privado de la acción penal

Procesal Penal de 2004 establece que el juez podrá dictar la medida de com-
parecencia simple o restrictiva, mas no una medida de prisión preventiva.

Ello en vista de lo estipulado en el artículo 268, que señala que la medida de


prisión preventiva solo será aplicable a aquellos delitos en los cuales la san-
ción a imponerse sea superior a cuatro años, lo que no ocurre con los delitos
privados, que no llegan a superar en su extremo máximo los cuatro años de
pena privativa de la libertad.

Además, porque la prisión preventiva solo resulta acertada para delitos


de un alto grado de desestabilización de las expectativas sociales y, por
supuesto, bajo determinados requisitos[44], resultando así exagerada su apli-
cación para los delitos de persecución privada[45].

IV. INVESTIGACIÓN PRELIMINAR

Una característica distintiva del proceso especial de ejercicio privado de


la acción penal es la ausencia, como regla, de la etapa de investigación
preparatoria[46]. Lo normal es que el querellado, al interponer la querella,
haya anexado sus elementos de pruebas a fin de que sean admitidos para
el juicio.

Sin embargo, el artículo 461 del Código Procesal Penal de 2004 concede la
posibilidad de una etapa preliminar de investigación en el proceso de ejer-
cicio privado de la acción penal, a fin de que se obtenga el nombre o domi-
cilio de la persona querellada, o cuando dicha investigación fuese necesaria
para describir clara, precisa y circunstanciadamente el delito, siempre que el
querellante lo solicitara en su querella[47].

[44] Sobre las medidas cautelares personales, y específicamente la prisión preventiva, vide ORÉ GUARDIA,
Arsenio. Las medidas cautelares personales en el proceso penal peruano. En: <www.incipp.com>.
[45] Cabe señalar que en determinados Estados de Argentina sí se puede aplicar la prisión preventiva para los
casos de delitos de ejercicio privado de la acción penal; vide CLARIÁ OLMEDO, Jorge A. Ob. cit., p. 358.
[46] Vide CLARIÁ OLMEDO, Jorge A. Ob. cit., p. 352: “la ausencia total de un periodo preparatorio es, pues, la nota
característica de este procedimiento”. Cfr. ROXIN, Claus. Ob. cit., p. 530.
[47] Similar a lo que sucede en la legislación chilena. Así señalan Horvitz Lennon y López Masle que el querellante
tiene la posibilidad de solicitar su práctica [de elementos de prueba] al juez de garantía quien, a su vez, deberá
disponer la realización de las diligencias solicitadas a la Policía, HORVITZ LENNON, María Inés y LÓPEZ
MASLE, Julián. Ob. cit., p. 546. Crítico con dicha actividad: CAROCCA PÉREZ, Alex. Ob. cit., p. 266: “Debería
ser el mismo querellante quien debe procurarse sus elementos de prueba.

101
Procedimientos especiales

Horvitz Lennon[48] es crítica con respecto a la posibilidad de investigación


por otro sujeto que no sea el Ministerio Público, pues señala que la norma
constitucional atribuye la exclusividad de la investigación del delito al Mi-
nisterio Público, sin efectuar distinciones (situación similar a lo que sucede
con el artículo 159.4 de nuestra Constitución Política). Resulta controvertido
que el juez unipersonal tenga la posibilidad de vincularse con la investiga-
ción, pues será él el encargado de emitir, en caso sea admisible y procedente
la querella, la sentencia sobre la acusación privada.

El Código Procesal Penal de 2004 establece que dicho acto investigativo


será realizado por la Policía Nacional en los términos que el querellado lo
haya solicitado, fijándose un plazo respectivo. Asimismo, el artículo 461 se-
ñala que dicho acto investigativo será puesto en conocimiento al Ministerio
Público.

Para Gimeno Sendra[49], los actos investigativos solo podrán ser practicados
para diligencias de carácter urgente, a fin de comprobar los hechos, sin em-
bargo, el Código Procesal Penal de 2004 no establece tal especificación.

Por otro lado, al ser el querellante el que a través de la querella hace que en-
tre en funcionamiento el sistema de justicia penal, y al cumplir una función
similar a la del fiscal, tendrá que realizar actividades de investigación –sin
necesidad de solicitarlas al juez–, a fin de obtener los elementos probato-
rios suficientes para poder acreditar la realización del hecho delictivo y la
responsabilidad penal del querellado. Sin embargo, esta carga, conforme lo
señala Herrmann, es un arma de doble filo para el acusador privado, debido
a los costos –recolección de los medios de prueba– y tiempo considerables
que toma una acusación privada[50].

Una vez realizado el acto investigativo por la Policía, esta elevará un infor-
me al juez unipersonal señalando los resultados de la investigación. El juez
notificará de este resultado al querellante a fin de que complete su querella,
lo que deberá hacer a más tardar al quinto día de la notificación. Si no lo
hiciere, caducará el derecho a ejercer la acción penal, conforme al artículo
144.1 del Código Procesal Penal de 2004, pudiendo hacer valer su preten-
sión resarcitoria en la vía civil.

[48] Vide HORVITZ LENNON, María Inés y LÓPEZ MASLE, Julián. Ob. cit., p. 546.
[49] Vide GIMENO SENDRA, Vicente et ál. Ob. cit., p. 670.
[50] Vide HERRMANN, Joachim. Ob. cit., p. 240. En sentido similar, ESER, Albin. Ob. cit., p. 21.

102
El proceso por delito de ejercicio privado de la acción penal

Ahora bien, el artículo 461 del Código Procesal Penal de 2004 no señala la
situación del futuro querellado en dicha investigación. Sin embargo, con-
forme a las garantías que le son inherentes en su calidad de imputado, tie-
ne derecho de defenderse desde el primer momento que se le imputa un
hecho delictivo, conforme ya lo ha señalado el Tribunal Constitucional en
reiteradas oportunidades[51].

Asimismo, consideramos que así como el querellante tiene un tiempo para


preparar su querella, y la posibilidad de solicitar al juez unipersonal la reali-
zación de determinados actos investigativos, el querellado (imputado) tam-
bién debe disponer de un tiempo suficiente para realizar los actos investiga-
tivos necesarios para estructurar su defensa[52].

En el Codice di Procedura Penale son posibles las investigaciones defensi-


vas[53], conforme a las cuales el defensor del imputado cuenta con la facultad
de realizar investigaciones tendientes a encontrar e identificar elementos
probatorios a favor de su defendido (v. gr. adquirir documentos, acceder a
sitios, examinar cosas, etc.) y pueden recibir declaraciones de personas que
puedan referir circunstancias útiles para la investigación.

Al respecto, consideramos que si bien el Código Procesal Penal de 2004 no fa-


culta al imputado a realizar actos investigativos, sí debería concederle al que-
rellado la posibilidad de realizar determinados actos de investigación, pero
por intermedio del juez penal. En general, brindarle la posibilidad de contra-
decir en la fase investigativa las imputaciones realizadas en su contra[54].

[51] STC Exp. N° 04799-2007-PHC/TC, caso Manuel Jesús Áybar Marca; STC Exp. N° 01425-2008-PHC/TC, caso
Luis Grover González Gallardo.
[52] Vide ORÉ GUARDIA, Arsenio. Las garantías constitucionales del debido proceso en el nuevo Código Procesal
Penal. En: <www.oreguardia.com.pe>, p. 13.
[53] Dadas a partir de la Ley N° 397/2000, del 7 de diciembre de 2000. Vide PEPINO, Livio. Breve aproximación al
sistema procesal italiano. En: <dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=758345>, p. 98. Por su lado, señala
Giovanni Caso que “junto a la investigación llevada a cabo por el Ministerio Público y la Policía Judicial para la
verificación de los hechos y recoger las pruebas en contra de la persona investigada, se introdujo en el código
la ‘investigación defensiva’. Con tal ley se pretendió garantizar equidad entre el acusador y la defensa”; Caso,
Giovanni. El sistema procesal penal italiano (ventajas y desventajas), 2003. En: <http://redalyc.uaemex.mx/src/
inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=72001203>, p. 4. Cfr. Mirjan Damaska, quien señala que este tipo de normas, que a
su entender tienen un origen angloamericano, generaría a sistemas de corte eurocontinental transformaciones
sustanciales, pues deja de un lado el monopolio investigativo de los funcionarios estatales y autoriza a los abo-
gados defensores llevar a cabo sus propias investigaciones, generando así un estilo genuino de contienda en
etapas previas al juicio; DAMASKA, Mirjan. “Aspectos globales de la reforma del proceso penal”. En: Sistema
acusatorio y juicio oral. Editorial Jurídica de Colombia, Bogotá, 2009, p. 22.
[54] Conforme lo señalado por Perfecto Andrés Ibáñez “(…) la posibilidad de contradecir es una exigencia que,
aunque en general ha estado solo asociada al momento del juicio verdadero y propio, es también necesaria
–como garantía de calidad– en fase de investigación; ANDRÉS IBÁÑEZ, Perfecto. Las garantías del imputado
en el proceso penal. En: <http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/refjud/cont/6/pjn/pjn2.pdf>, p. 12.

103
Procedimientos especiales

Así, Schünemann señala: “(…) Para que el defensor pueda verificar los repa-
ros que tenga, debe disponer de posibilidades propias de investigación. Sin
embargo, cuando se lee actualmente en la bibliografía procesal penal, que
el defensor debe tener derecho a realizar investigaciones por sí mismo, se
desconoce por completo que la mera posibilidad de interrogar por sí mismo
a los testigos no aporta nada, pues el testigo no está obligado a responder.
Por consiguiente, siguiendo el modelo de la declaración subpoena norte-
americana (es decir, bajo amenaza de pena), debe ser creada la posibilidad
de que el defensor, con autorización judicial, pueda tomar declaración por sí
mismo a testigos importantes que a su juicio hayan sido interrogados insu-
ficientemente, y, a raíz de esas declaraciones, pueda apreciar con seguridad
la fiabilidad del resultado de las investigaciones[55]”.

Asimismo, el Código Procesal Penal de 2004 no establece un plazo para la


realización de la investigación preliminar, sin embargo, consideramos que
este no debe exceder de los 120 días que se establecen para el caso de la
investigación preparatoria, conforme al artículo 320.

Sin embargo, sería preferible que al momento de que el juez penal ordene
la investigación a la Policía establezca un plazo, a fin de que este pueda ser
controlado por el querellado cuando se le informe sobre la investigación
realizada en su contra. En caso de que la Policía no remita el informe en el
plazo establecido, el querellado tendrá el derecho de solicitar al juez que
ordene a la Policía que cumpla con remitir dicho informe. Volvemos a rei-
terar, si bien el ejercicio privado de la acción penal es un proceso especial,
no puede limitar por ningún motivo las garantías que le son innatas a toda
persona investigada, pues la posición de imputado de un delito no varía por
el tipo de procedimiento en que se encuentre.

Estimamos que se debería acceder a la solicitud del querellado cuando sea


oportuno realizar un procedimiento preliminar a fin de poder realizar las di-
ligencias que considere importantes para el correcto desarrollo de su defen-
sa, pues, al igual que el querellante, tiene el derecho de contar con un tiem-
po suficiente para estructurar su defensa y realizar actos de investigación[56].

[55] Vide SCHÜNEMANN, Bernd. Ob. cit., pp. 194-195.


[56] Un critica similar podríamos plantear al desarrollo de la acusación directa hecha por nuestra Corte Suprema
en el Acuerdo Plenario N° 06-2010/CJ-116, pues considera que esta puede realizarse sin que el fiscal forma-
lice la investigación preparatoria. Al respecto, consideramos que es requisito necesario para pasar inmediata-
mente a la etapa intermedia que el imputado conozca, a través de la formalización, que el fiscal va a activar la
maquinaria penal para perseguirlo por la supuesta comisión de un hecho delictivo, pues ello le permite realizar
su defensa en un tiempo razonable. Ir directamente a la etapa intermedia significa no contar con la posibilidad
de un tiempo justo para sus actos de defensa.

104
El proceso por delito de ejercicio privado de la acción penal

Conforme se señaló, una vez realizada la investigación policial y completada


la querella del acusador privado, el juez determina la admisibilidad de la
querella[57]. Si es admitida recién correrá traslado de ella al imputado y este
contará con cinco días para contestarla y presentar los medios de prueba
que considere pertinentes.

Consideramos este acto totalmente contrario a las garantías de todo impu-


tado, toda vez que recién en esta fase el querellado se enterará –formalmen-
te– de que se le está persiguiendo por un delito y, además, que solo cuenta
con cinco días para preparar su defensa, cuando el querellante ha contado
con un tiempo mucho mayor para realizar su querella.

En tal sentido, se produce una limitación en la “igualdad de armas procesa-


les” entre el imputado y ofendido, lo que podría conducir fácilmente a que
los derechos del ofendido sean ampliados a costa de las garantías procesa-
les del imputado.

Finalmente, una vez vencido el plazo de contestación de la querella, produ-


cida o no, el juez unipersonal emitirá auto de citación a juicio, el que deberá
celebrase en un plazo no menor de diez ni mayor de treinta días [58]. Cabe
señalar que la citación a juicio debe realizarse directamente a las partes, sin
perjuicio de notificar también a sus abogados, pues esto les permitirá dar un
poder especial expreso a terceros para ir a conciliar[59]. Asimismo, la citación
debe comprender el apercibimiento correspondiente al querellante y al
querellado; y en caso de que no concurra el querellado en segunda citación,
deberá consignar el apercibimiento de detención[60].

V. JUZGAMIENTO

La audiencia de juicio consta de dos partes. La primera es una sesión privada


en la cual el juez penal insta a las partes a conciliar y llegar a un acuerdo[61].

[57] Vide Serwe, al señalar que si el magistrado encuentra sospecha suficiente, abrirá procedimiento; SERWE,
Bochum. Aufsätze Privatklageverfahren. En: <www.schiedsamt.de>.
[58] En Alemania, conforme al §383.II.1., el juez tiene la posibilidad de sobreseer la causa si la culpabilidad del
autor es leve; vide ROXIN, Claus. Ob. cit., p. 531.
[59] Vide CLARIÁ OLMEDO, Jorge A. Ob. cit., p. 354. CAROCCA PÉREZ, Alex. Ob. cit., p. 266.
[60] Vide SAN MARTÍN CASTRO, César. Ob. cit., p. 1376. Asimismo, la STC Exp. Nº 1643-2002-HC/TC.
[61] Vide GIMENO SENDRA, Vicente. Ob. cit., p. 669, señala que “[En la] conciliación (…) se trata de posibilitar
la avenencia para evitar las cargas negativas del proceso penal en una materia en la que no existe un interés
público predominante en la persecución del hecho delictivo (…) antes de poner en marcha el aparato coercitivo
más contundente de que dispone el ordenamiento jurídico”.

105
Procedimientos especiales

Cabe la posibilidad de que las partes lleguen a un acuerdo de forma prelimi-


nar al juicio, y que este conste en un acta certificada notarialmente[62]. Si los
sujetos llegan a un acuerdo, el juez da por concluido el proceso, archivando
lo actuado. Conforme al artículo 497.5 del Código Procesal Penal de 2004, el
juez no impondrá las costas que del proceso se deriven.

Si las partes no llegasen a un acuerdo, ello constará en el acta, señalándose


las razones de su fracaso. En caso de que no compareciera el querellante,
este incurrirá en desistimiento (tácito), sobreseyéndose la causa y estable-
ciéndose las costas respectivas. Cabe señalar que la audiencia de concilia-
ción no puede ser considerada como condición de procedibilidad del pro-
ceso, pues este ya está abierto, y la conciliación misma ya es un acto del
proceso, frente a una querella que fue admitida en su momento[63]. Por otro
lado, en caso de que se omita la fase de conciliación, consideramos que
todos los actos realizados posteriormente deberían declararse nulos[64].

Por otro lado, si el querellante llegara a morir o se encontrara incapacitado


antes de que concluya el juicio, sus herederos podrán asumir el carácter de
querellante particular, siempre que comparezcan antes de los treinta días
de la muerte o incapacidad de la víctima (artículo 465 del Código Procesal
Penal de 2004).    

Después de la fase de conciliación continúa la audiencia de juicio[65], la


cual, conforme a los principios que le son inherentes, es pública[66] y con-
tradictora, debiendo respetar en puridad todas las garantías establecidas
en el juicio de un proceso común[67]. En la audiencia de juicio se harán
presentes los testigos y los peritos citados, señalados en la querella y en
su contestación.

[62] En Alemania existe una autoridad arbitral designada por la administración de justicia para la realización de la
conciliación extrajudicialmente (§380 StOP); vide ROXIN, Claus. Ob. cit., p. 530.
[63] Vide SCHMIDT, citado por ROXIN, Claus. Ob. cit., p. 530, señala que el acto de conciliación no es un presu-
puesto del proceso, sino un requisito de procedibilidad, pero para el juicio.
[64] Vide GIMENO SENDRA, Vicente. Ob. cit., p. 671.
[65] Conocido en el Código de Procedimientos Penal de 1040 como comparendo, el que no se limitaba al acto de
conciliación, sino que también incluía la actuación de los medios de prueba. Vide SAN MARTÍN CASTRO,
César. Ob. cit., p. 1375.
[66] Vide SAN MARTÍN CASTRO, César. Ob. cit., p. 1380, quien señala que tanto el comparendo –audiencia del
juicio– y la lectura de sentencia deben ser públicos, por tratarse de una garantía a nivel constitucional, y que
una infracción del mismo generaría una nulidad del procedimiento o del fallo.
[67] Vide ROXIN, Claus. Ob. cit., p. 531: “El juicio oral se corresponde, en general, con el procedimiento penal
ordinario” (§384 StOP).

106
El proceso por delito de ejercicio privado de la acción penal

Respecto a este tema, cabe señalar que existen distritos judiciales en donde
no se cita judicialmente a los testigos y peritos, sino que cada una de las
partes debe llevarlos a juicio, alegándose que ello se debe al carácter adver-
sativo del proceso.

Sin embargo, consideramos necesaria la citación judicial a juicio de los ór-


ganos de prueba, toda vez que las partes si bien pueden hacerlo, dicho acto
no reviste de la formalidad necesaria, pues se trata de la citación a un juicio,
donde se va a discutir públicamente la información que el testigo o perito
pueda dar sobre el caso.

Además, al no estar citado el testigo o perito por un juez penal, sino median-
te el aviso que pudiesen hacer el querellante o el querellado, los referidos
órganos de prueba no se encuentran formalmente obligados a comparecer
a juicio. Por ejemplo, el testigo o perito no podrían faltar a su trabajo seña-
lando que el imputado le ha comunicado que debe asistir a juicio, sino solo
con una citación judicial que otorgue la formalidad y seguridad respectiva
de que se les necesita en un juicio[68].

Ello no quiere decir, como algunos autores señalan, que el testigo o perito
se vuelvan reacios a sus pretensiones, sino, todo lo contrario, que ante un
juicio tienen el deber de decir toda la verdad. Al respecto, señala San Martín
Castro que “dicha norma [el artículo 305 del Código de Procedimientos Pe-
nales] incluye la citación judicial de los órganos de prueba ofrecidos por el
querellante”[69].

Una vez aperturado propiamente el juicio, el querellado tendrá que contar


con un defensor, en caso de no contar con él, consideramos que se le de-
berá brindar uno de oficio (actualmente, defensor público). Conforme ya lo
estableció el Pleno Jurisdiccional Penal del Distrito Judicial de Piura de 2009
(del 15 de diciembre): “en los casos de querella en donde el querellado fuera
conducido compulsivamente y no contara con un abogado de su elección,
se le otorgará un defensor de oficio a fin de que el imputado no caiga en
indefensión”. Y que en tales supuestos: “corresponde otorgar un tiempo pru-
dencial para cada caso en concreto a fin de que el abogado del querellado
se informe del proceso; sin embargo, no procede la suspensión de la audien-
cia, sino solo un receso”.

[68] En el mismo sentido, HORVITZ LENNON, María Inés y LÓPEZ MASLE, Julián. Ob. cit., p. 548, al hablar de
notificación al imputado y citación a los intervinientes al juicio.
[69] Vide SAN MARTÍN CASTRO, César. Ob. cit., p. 1376.

107
Procedimientos especiales

Consideramos que ambos criterios son correctos, pues al querellado, como


a todo procesado, se le está imputando un hecho delictivo, que en este caso
le es atribuido por el acusador privado.

No podemos confundir el hecho de que en este proceso especial se tenga


que pagar las tasas respectivas para el trámite del procedimiento, con que
se convierta en un proceso de connotación civil. Lo que sucede es que el
funcionamiento del sistema de justicia penal para este caso específico que-
da condicionado a que un particular pague una tasa judicial.

Al querellado, al igual que al imputado de un proceso común, se le atribuye


un hecho delictivo, por ende, tiene la garantía de la defensa, y en caso de no
contar con recursos para contratar un abogado privado, se le concederá un
defensor público. No podemos llegar al absurdo de que el proceso es uno
de naturaleza privada, por lo que el imputado debe contar con un abogado
particular y cancelar las tasas respectivas para defenderse.

Esto haría de este proceso especial uno de ciudadanos con recursos eco-
nómicos o donde el ganador sea quien cuente con ellos. Reiteramos, todo
imputado de un delito tiene el derecho irrestricto de contar con un aboga-
do defensor público cuando no cuente con los recursos para contratar uno
particular.

De otro lado, el artículo 462.5 del Código Procesal Penal de 2004 señala que
si el querellante no concurre injustificadamente o se ausenta durante el
desarrollo del juicio, se sobreseerá la causa[70]. Ahora bien, si el querellante
otorga un poder especial para que una persona en su representación asista
al juicio, este se realizará de forma normal, así no asista la víctima; sin embar-
go, el representante sí debe estar presente en el juicio, de lo contrario, se le
tendrá por desistido tácitamente de la querella.

Continuando con el desarrollo del juicio, lo primero, por regla general, que
hará el juez es preguntar al querellado si admite los cargos atribuidos por el
querellante. Si los admite, se podrá realizar una audiencia privada entre el
querellado y el querellante para que lleguen a un acuerdo sobre la pena y la
reparación civil[71]. Sin embargo, consideramos muy difícil que ello suceda,
debido a que en la audiencia previa de conciliación ya se ha tratado de arri-
bar –sin éxito– a un acuerdo para llegar a una solución pacífica del conflicto.

[70] Vide HORVITZ LENNON, María Inés y LÓPEZ MASLE, Julián. Ob. cit., p. 549.
[71] Ibídem, p. 550.

108
El proceso por delito de ejercicio privado de la acción penal

En segundo lugar, se desarrollan los alegatos iniciales o de apertura de las


partes[72]. Vale aclarar que no se resuelven preliminarmente las excepciones
o cuestiones previas que hubiese interpuesto el querellado en su contesta-
ción de la querella –o en el juicio–, sino que ellas se resolverán junto con la
sentencia, conforme a lo señalado en el artículo 462.4 del Código Procesal
Penal de 2004[73].

Esto, sin duda, abre la posibilidad de realizar un juicio inútil, al desgastar


el sistema judicial, que podría evitarse si se resuelve oportunamente una
excepción de prescripción o de improcedencia de acción[74], que terminaría
con el conflicto penal de manera más rápida y eficaz.

Además, resulta un contrasentido resolver estas cuestiones junto con la sen-


tencia. Ello contraviene la lógica del nuevo modelo procesal, que para ello
ha incorporado una etapa intermedia, a fin de que al juicio solo lleguen los
casos donde no entrañan un defecto sustancial. Así, apunta Pepino[75] que la
celebración de una audiencia preliminar –la de la etapa intermedia– tiene
carácter de filtro, para evitar juicios inútiles, como los que se producirían en
las situaciones antes señaladas.

Después del alegato de apertura, comienza la actuación de los órganos de


prueba, existiendo la posibilidad de que el querellante pueda ser interroga-
do, conforme el artículo 462.3 del Código Procesal Penal de 2004. Asimismo,
de acuerdo al artículo antes señalado, el querellante posee las mismas facul-
tades[76] y obligaciones del Ministerio Público dentro del juicio oral, es decir,
podrá actuar parcializadamente pero de forma objetiva. Así, en caso de que
la actuación probatoria indicara que el imputado no cometió el hecho de-
lictivo o este no se le puede atribuir, deberá retirar su querella a través de la
figura del desistimiento.

Dentro de las facultades del querellante está la de realizar el contraexamen


del testigo o perito (cross examination), el que permitirá formar la prueba en

[72] En el Código de Procedimientos Penales no existía propiamente dicho un verdadero juicio oral, pues las partes
solo se limitaban a realizar su informe oral, sin que comenzaran con los alegatos de apertura ni terminaran con
los alegatos finales. Cfr. SAN MARTÍN CASTRO, César. Ob. cit., p. 1377.
[73] Vide SAN MARTÍN CASTRO, César. Ob. cit., p. 1378, quien justifica esta situación señalando que: “Por la na-
turaleza oral y breve del procedimiento, las excepciones y demás medios de defensa técnicos se deducen en
el acto del comparendo y se resuelven en la sentencia. No se tramitan como incidentes en cuaderno aparte”.
[74] Vide CLARIÁ OLMEDO, Jorge A. Ob. cit., p. 359.
[75] Vide PEPINO, Livio. Ob. cit., p. 99.
[76] Vide CLARIÁ OLMEDO, Jorge A. Ob. cit., p. 360.

109
Procedimientos especiales

el juicio y conocer la verdad de los hechos[77]. Asimismo, consideramos que


existe la posibilidad de realizar prueba de oficio, a fin de aclarar alguno de
los elementos presentados por las partes[78], pues, como ya lo hemos seña-
lado, el juez tiene el deber de encontrar la verdad, por más que el proceso
sea uno de acción privada. Como señala Roxin: “El deber de esclarecimiento
judicial (§ 244. II StPO) rige también en el procedimiento de acción privada
(§ 384. III StPO)[79]”.

Cabe reiterar que el desistimiento de la querella puede realizarse en cual-


quier estado del proceso o fase del juicio, hasta antes de la emisión de la
sentencia (artículo 464 del Código Procesal Penal de 2004), sin que se
requiera el consentimiento del acusado[80]. Igualmente, el artículo 464 esta-
blece que, en caso de que se produzca el desistimiento, no se podrá intentar
de nuevo una querella con respecto a los mismo hechos[81].

Una vez culminada la actuación probatoria, se realiza los alegatos finales.


Después de ellos, el juez emitirá sentencia en el mismo acto o señalando
fecha para la audiencia de su lectura, la que deberá ser programada dentro
de las cuarenta y ocho horas siguientes. Si se emite sentencia absolutoria, el
acusador privado deberá pagar, además de las costas del procedimiento, los
costos originados al querellado por el desarrollo del proceso[82].

Asimismo, conforme lo establece el artículo 467 del Código Procesal Penal


de 2004, cabe la posibilidad, en el caso de los delitos de acción privada rea-
lizados a través de medios de comunicación social, que, a solicitud del que-
rellante, el juez penal ordene al sentenciado la publicación o la lectura de la
sentencia condenatoria[83].

Contra la sentencia emitida por el juez, cabe recurso de apelación, y con-


tra la resolución de la Sala de Apelaciones no cabe recurso alguno (artículo
466).

[77] Vide CASO, Giovanni. Ob. cit., p. 2.


[78] Sobre la situación de la prueba de oficio en el sistema penal italiano, vide CASO, Giovanni. Ob. cit., p. 3 y ss.
[79] Vide ROXIN, Claus. Ob. cit., p. 531.
[80] En Alemania y Chile el desistimiento del querellante, una vez realizada la audiencia de juicio, requiere previa-
mente del consentimiento del querellado, vide, al respecto, ROXIN, Claus. Ob. cit., p. 531.
[81] Algo similar a lo regulado en el §384 StPO, vide ROXIN, Claus. Ob. cit., p., 532.
[82] De forma similar en Alemania (§471.II StPO), vide ROXIN, Claus. Ob. cit., p. 527.
[83] Vide CLARIÁ OLMEDO, Jorge A. Ob. cit., p. 360. Asimismo, señala este autor que: “Si fuera absolutoria, el
beneficiado puede también pedir su publicación a costa del querellante”; situación que no regula el Código
Procesal Penal peruano de 2004, pero que consideramos correcto.

110
El proceso por delito de ejercicio privado de la acción penal

Sin embargo, en concordancia con el artículo 427.4, consideramos que cuan-


do de la sustanciación de la querella emerja un problema cuyo tratamiento
sea necesario para el desarrollo de la doctrina jurisprudencial, es admisible
el recurso de casación, no existiendo límites en razón del delito analizado. A
nivel casatorio, la Sala Penal de la Corte Suprema notificará y emplazará a las
partes para que comparezcan a la audiencia de casación, es decir, al quere-
llante y al querellado; sin que sea pertinente notificar al Ministerio Público,
pues en este tipo de procesos (de ejercicio privado de la acción penal) no
interviene la Fiscalía[84].

Cuando la sentencia de primera instancia tenga la calidad de cosa juzgada,


será el juez de la investigación preparatoria el encargado de ejecutarla, con-
forme a lo señalado por el artículo 489 del Código Procesal Penal de 2004.

De forma similar, el Pleno Jurisdiccional Penal Distrital de Piura de 2010, de


fecha 30 de setiembre de 2010, estableció que: “Los juzgados de investiga-
ción preparatoria deben ser los competentes para ejecutar las sentencias en
los delitos de ejercicio de la acción privada, conforme lo establece el artículo
29 inciso 4 del Código Procesal Penal”.

VI. ABANDONO Y DESISTIMIENTO

El artículo 464 regula la figura del desistimiento, estableciendo que se pue-


de realizar en cualquier estado del proceso. El desistimiento despojará al
juez de la potestad de juzgar en el caso concreto, generando los efectos del
ne bis in idem[85].

La doctrina establece dos tipos de desistimiento: el expreso y el tácito. Por el


primero, el querellante de forma expresa hace de conocimiento al juez penal
de su decisión de no continuar con el proceso, renunciando así a su preten-
sión penal y civil, estando el juez unipersonal en la obligación de sobreseer
la causa penal. Señala Mixán Mass que dicha renuncia debe realizarse por la
inequívoca voluntad expresada por el particular ofendido del delito[86].

[84] Algo similar ocurría con el recurso de nulidad para los delitos cometidos mediante imprenta y otros medios de
publicidad, regulado en el Código de Procedimientos Penales, donde era el Fiscal Supremo quien sustentaba
los fundamentos realizados por el querellante, lo cual sin duda resultaba incoherente, pues se trataba de un
delito privado.
[85] Vide CLARIÁ OLMEDO, Jorge A. Ob. cit., p. 352.
[86] Vide MIXÁN MASS, Florencio. Ob. cit., p. 104.

111
Procedimientos especiales

En tanto que el desistimiento tácito es una consecuencia de la negativa del


querellante a concurrir al juicio para su desarrollo[87]. Es decir, en este su-
puesto el querellante no realiza actos pertinentes al desenvolvimiento del
proceso, colocándolo en un estado de inactividad. El Código Procesal Penal
de 2004 expresa que esta inactividad, para el caso del abandono, debe tener
una duración de tres meses, facultando al juez para que, de oficio, sobresea
la causa.

Ahora bien, cabe la posibilidad de que esta inactividad sea imputable al tri-
bunal. Así, si este tarda en disponer la realización de las diligencias solici-
tadas por el querellante, o si la Policía demora en cumplir la investigación
ordenada por el juez[88], no será responsabilidad del querellante dicha in-
acción o pasividad, debiendo continuar el proceso de forma normal. Para
la configuración del desistimiento tácito, la inactividad debe ser necesaria-
mente atribuible al querellado.

VII. BIBLIOGRAFÍA

• ANDRÉS IBÁÑEZ, Perfecto. Las garantías del imputado en el proceso


penal. En: <http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/refjud/
cont/6/pjn/pjn2.pdf>.

• CAMPOS BARRANZUELA, Edhín. Buenas prácticas procesales en los deli-


tos contra el honor. En: <www.lozavalos.com.pe>.

• CÁRDENAS RUIZ, Marco A. Apuntes jurídicos sobre la querella. En: <www.


derechoycambiosocial.com>.

• CAROCCA PÉREZ, Alex. Manual del nuevo sistema procesal penal. 3ª edi-
ción, Lexis Nexis, Santiago de Chile, 2005.

• CASO, Giovanni. El sistema procesal penal italiano (ventajas y desven-


tajas), 2003. En: <http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.
jsp?iCve=72001203>.

• CLARIÁ OLMEDO, Jorge A. Derecho Procesal Penal. Tomo III, Rubinzal-


Culzoni, Buenos Aires, 1998.

[87] Vide CLARIÁ OLMEDO, Jorge A. Ob. cit., p. 355.


[88] Vide HORVITZ LENNON, María Inés y LÓPEZ MASLE, Julián. Ob. cit., p. 547.

112
El proceso por delito de ejercicio privado de la acción penal

• CORTE SUPERIOR DE JUSTICIA DE LA LIBERTAD. La reforma procesal pe-


nal en cifras. Una nueva visión de justicia (2007-2009). Trujillo, 2010.

• DAMASKA, Mirjan. “Aspectos globales de la reforma del proceso penal”.


En: Sistema acusatorio y juicio oral. Editorial Jurídica de Colombia, Bogo-
tá, 2009.

• ESER, Albin. “Acerca del renacimiento de la víctima en el procedimiento


penal. Tendencias nacionales e internacionales”. En: De los delitos y las
víctimas. J. Maier (compilador). Ad Hoc, Buenos Aires, 1992.

• GACETA PENAL & PROCESAL PENAL. Procedimientos especiales. Lo nuevo


del Código Procesal Penal de 2004. Guía práctica. Gaceta Jurídica, Lima,
2010.

• GIMENO SENDRA, Vicente et ál. Los procesos penales. Comentarios a la


Ley de Enjuiciamiento criminal. Tomo 6, Bosch, Barcelona, 2000.

• HERRMANN, Joachim. Die Entwicklung des Opferschutzes im deutschen


Strafrecht und Strafprozessrecht. Eine unendliche Geschichte. ZIS 3/2010.
En: <www.zis-online.com>.

• HORVITZ LENNON, María Inés y LÓPEZ MASLE, Julián. Derecho Procesal


Penal chileno. Tomo II, Editorial Jurídica de Chile, 2004.

• MARTINEZ HUAMAN, Raul Ernesto. “El delito de uso indebido del


patrimonio de la persona jurídica”. En: RAE jurisprudencia. Tomo 18,
Lima, diciembre de 2009.

• MARTINEZ HUAMAN, Raul Ernesto. “La etapa intermedia dentro de la


lógica del sistema acusatorio del nuevo Código Procesal Penal”. En:
Manual del Código Procesal Penal. Gaceta Jurídica, Lima, 2011.

• MINISTERIO DE JUSTICIA. La reforma procesal penal peruana (2006-2010).


Hacia una justicia rápida y transparente. Lima, mayo de 2011.

• MIXÁN MASS, Florencio. Manual de Derecho Procesal Penal. Ediciones Ju-


rídicas, Lima, 2006.

• NORIEGA HURTADO, Eduardo. “¿Qué hacer con la acción penal privada?”.


En: Iter Criminis. Revista de Ciencias Penales. Inacipe. Nº 6, 4ª época, México
D.F., noviembre-diciembre de 2008.

113
Procedimientos especiales

• ORÉ GUARDIA, Arsenio. Las garantías constitucionales del debido proceso


en el nuevo Código Procesal Penal. En: <www.oreguardia.com.pe>.

• ORÉ GUARDIA, Arsenio. Las medidas cautelares personales en el proceso


penal peruano. En: <www.incipp.com>.

• PEPINO, Livio. Breve aproximación al sistema procesal italiano. En: <dial-


net.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=758345>.

• ROXIN, Claus. Derecho Procesal Penal. Editores del Puerto, Buenos Aires,
2003.

• SÁNCHEZ CÓRDOVA, Juan Humberto. “Los procesos especiales en


el Código Procesal Penal del 2004”. En: Dialogo con la Jurisprudencia.
Nº 130, Año 15, Gaceta Jurídica, Lima, julio de 2009.

• SAN MARTÍN CASTRO, César. Derecho Procesal Penal. Volumen 2,


2ª edición, Grijley, 2006.

• SCHÜNEMANN, Bernd. “Cuestiones básicas de la estructura y reforma


del procedimiento penal bajo una perspectiva global”. En: Revista del
Instituto de Ciencias Penales y Criminológicas. Volumen 25, Nº 76, Univer-
sidad del Externado, Bogotá, 2004. En: <http://foros.uexternado.edu.co/
ecoinstitucional/index.php/derpen/article/view/1034>.

• SERWE, Bochum. Aufsätze Privatklageverfahren. En: <www.schiedsamt.


de>.

114
4

artículo
La terminación anticipada y sus
conflictos internos

José David BURGOS ALFARO


La terminación anticipada y
sus conflictos internos
José David Burgos Alfaro[*]

Sumario I. Introducción. II. Surgimiento de la institución. III. El plazo


razonable y el derecho a un juicio rápido. IV. Evolución.
V. Concepto. VI. La negociación procesal. VII. Problemas cons-
titucionales. VIII. Función jurisdiccional. IX. Renuncia a la de-
fensa. X. La publicidad de la audiencia. XI. La terminación
anticipada en la etapa intermedia. XII. Terminación antici-
pada en la acusación directa. XIII. La imparcialidad del juez y
su posible exclusión. XIV. La inclusión de la víctima. XV. Con-
sideraciones finales. XVI. Bibliografía.

I. INTRODUCCIÓN

La oportunidad de escribir sobre la terminación anticipada del proceso me


ha llevado a analizar las investigaciones realizadas hasta la fecha por mu-
chos autores nacionales, las cuales han ayudado mucho a conocer esta ins-
titución. A pesar de ello, considero que existe poca información de lo que se
ha visto en cinco años de reforma procesal, si es que contamos solamente
esta experiencia a partir de la vigencia del Código Procesal Penal de 2004
iniciada el 1 de julio de 2006, en Huaura.

Incluso, considero que ahora la preocupación de los aplicadores y doctri-


narios es desarrollar otras instituciones como la tutela de derechos, la sus-
pensión de la prescripción de la acción penal o las medidas de incautación;

[*] Asistente Jurisdiccional de los Juzgados de la Investigación Preparatoria de Huaura. Docente invitado en la
cátedra de Derecho Procesal Penal por la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional
José Faustino Sánchez Carrión.

117
Procedimientos especiales

dejando con poca información sobre este proceso especial a los estudio-
sos[1]. Por ello, me parece que se generan muchos problemas si se deja de
abordar este tema que pareciera zanjado con el Acuerdo Plenario Nº 5-2008/
CJ-116. Sin embargo, creo que es necesaria su continua discusión, pues so-
lamente con la unificación de la doctrina y la información que proporcionan
sus aplicadores podremos reforzar esta institución procesal que cambia ra-
dicalmente la forma de administrar justicia a la que por décadas estuvimos
acostumbrados.

Esta administración, por cierto, es deficiente debido, entre otras cosas, a


las barreras burocráticas cada vez más altas y costosas, pero que, luego de
mucho tiempo han sido enfrentadas por una reforma penal con el objetivo
de proveer salidas alternativas para solucionar dos tipos de conflictos: el
externo, que proviene de las propias partes procesales (y para el que algu-
nos autores incluso plantean una posible privatización de la justicia[2] para
permitir el uso de mecanismos de solución de conflictos mediante acuerdos
consensuados); y, el interno, generado por el incremento de la carga pro-
cesal que causa un desprestigio de las entidades públicas encargadas de
investigar o de resolver, lo que además se ve agravado con los numerosos
casos de corrupción.

Quisiera destacar aquí el hecho de que nuestra legislación no inventa insti-


tuciones, sino más bien las adapta, buscando con ello mejorarlas para tener,
como ya referimos, esa proyección a su perfección. Con esto, quiero decir
que me resulta conveniente obviar la supuesta originalidad de la termina-
ción anticipada para centrarme más bien en sus problemas aplicativos, pues
el legislador al importar una institución tiene que estar atento a la realidad.
De igual modo opera la reforma progresiva, pues demanda de nosotros una
adecuación.

La doctrina no puede ser indiferente de la realidad y, por eso, no puede dejar


de adaptar las instituciones procesales a la realidad del país. Tampoco, dejar
desatendidos a los magistrados que las aplican, más aún si fueron parte del

[1] Hacia dicho sector proyecto este trabajo, pues creo que ellos constituyen el refuerzo que muchos estamos
esperando.
[2] Al respecto: VELÁSQUEZ VELÁSQUEZ, Fernando. “La justicia negociada: un ejemplo del peligro de la privatiza-
ción del proceso penal con el nuevo sistema”. Ponencia inaugural presentada el día cinco de octubre 2009, en el
Congreso de Estudiantes de Derecho Penal sobre “Evaluación y retos del sistema procesal penal acusatorio: un
debate sobre sus debilidades y perspectivas”, Bogotá, Colombia, disponible en: <http://www.sergioarboleda.edu.
co/santamarta/institucional/escuelas/derecho/eventos/1er_congreso_penal/ponencias/2009_velasquez_justi-
cia_negociada.pdf>.

118
La terminación anticipada y sus conflictos internos

sistema anterior. Lo que no se desea es justamente lo que Binder señalaba,


esto es, creer que se trata de establecer nuevas instituciones y nuevas nor-
mas de actuación en una tábula rasa, dicho de otro modo, un espacio social
vacío.

La debilidad del conocimiento empírico sobre los viejos sistemas y la


necesidad de insistir en ideas tan elementales llevaron a descuidar el
conocimiento de las prácticas del sistema anterior, consolidadas a veces
por su repetición[3]. Por ello, es necesario continuar con las capacitacio-
nes, empujar al cambio de pensamiento, buscar nuevas costumbres que
puedan romper con el formalismo y prácticas burocráticas que olvidan
la verdadera esencia del proceso (que no es otra cosa que la solución de
un conflicto o llegar a conclusiones como en la Alemania[4] de los años
sesenta, donde se advirtió que la gran afluencia de procesos y su dura-
ción era causada por la limitada capacidad de resolución que impone
un sistema judicial altamente formal, en el que se exige la veracidad por
encima de la efectividad.

Pero nuestra legislación tampoco es un producto netamente académico,


debido a lo cual puede ser ambigua o poco clara y se vuelve dificultoso de-
finir las nuevas prácticas[5]. Por eso se apuesta a seguir discutiendo y, de ese
modo, construir un mejor sistema, objetivo del Código Procesal Penal de
2004. No escuchar a los fiscales ni a los jueces sería un error, más aún si son
ellos los que aplicarán la ley.

II. SURGIMIENTO DE LA INSTITUCIÓN

La doctrina nacional y las investigaciones acerca de la carga procesal exis-


tente han culpado directamente al sistema judicial por su excesiva for-
malidad, que ha logrado el mantenimiento perfecto de la formación del
expediente, con el papel como único registro del proceso, sin importar si en
verdad ayuda a sus fines. Por el contrario, esto generó un descontento en la
sociedad que expresaba su rechazo a los órganos públicos encargados de
administrar justicia.

[3] BINDER, Alberto. “¿Qué significa implementar un nuevo sistema de justicia penal?”. Disponible en: <www.ceja-
mericas.org>.
[4] BARONA VILAR, Silvia. La conformidad en el proceso penal. Tirant lo Blanch, Valencia, 1994, p. 31.
[5] BINDER, Alberto, Ob. cit.

119
Procedimientos especiales

El sistema judicial ha tenido que llegar al colapso extremo y ser interveni-


do por emergencia para salvarnos de esta lenta agonía. Pero, toda curación
también es dolorosa. Por eso, pese a que el legislador ha impulsado formas
de solución de conflictos no convencionales en nuestro sistema penal, su
aplicación es dificultosa, por lo que es necesario reforzarla a través de la
práctica judicial.

La reforma judicial[6] (en lo que respecta a la justicia penal) ha sido intensa-


mente discutida, pero no ha alcanzado soluciones claras que nos permitan
optar por otras vías posibles, debido a lo cual pareciera que jueces y fiscales
hablan un idioma distinto al de los legisladores.

En consecuencia, debe optarse por realizar investigaciones que nos acer-


quen a la realidad a pesar de que muchas veces aquellas son escasas. Sin
embargo, existen estadísticas alarmantes que señalan que los procesos pe-
nales pendientes de resolver se han ido incrementando tanto como órga-
nos jurisdiccionales transitorios o de emergencias se han creado para des-
congestionar la carga procesal[7]. De esa forma, se entendió que en realidad
el sistema judicial era el problema y el incremento de juzgados no era la
mejor solución. Pero, tampoco se realizó estudios sobre las actuaciones que
generaban tal congestionamiento.

La carga procesal supone una continua vulneración de derechos, eleva los


costos de litigar, hace lento el tratamiento administrativo de los procesos,
disminuye la productividad del juez y de su personal, provoca un desgaste
psicológico en todos los actores vinculados (partes, abogados, jueces, auxi-
liares jurisdiccionales, etcétera), incrementa las quejas y sanciones contra
jueces y auxiliares, entre otras cosas[8]. Se han publicado cifras que alarma-
ron toda la administración de justicia al observarse que una gran cantidad
de causas no eran resueltas y que más bien aumentaban con el tiempo lle-
gándose a convertir en una barrera para el acceso a la justicia[9].

[6] Alguna doctrina refiere que es mejor hablar de reestructuración o refundición de la justicia que de reforma judicial,
a consecuencia de la época de los noventa que se vivió con el Gobierno de Alberto Fujimori y su injerencia y ma-
nipulación política de la justicia. Al respecto: JUSTICIA VIVA. “¿Se puede reformar el Poder Judicial?”. Disponible
en: <www.justiciaviva.org.pe>.
[7] Sobre dichas cifras de sobrecarga procesal, véase: REYNA ALFARO, Luis Miguel. La terminación anticipada en
el Código Procesal Penal. Jurista editores, Lima, 2009, pp. 111-114.
[8] HERNÁNDEZ BREÑA, Wilson. La carga procesal bajo la lupa: por materia y tipo de órgano jurisdiccional. Justicia
Viva, Lima, 2008, p. 8.
[9] Conforme a la carga procesal del año 2006, existían 2’186, 321, de un total de 1’083, 460 expedientes ingresa-
dos en ese periodo y 1’102, 861 pendientes, habiéndose solo resuelto 935, 131. Ver cuadro en: Hernández
Breña. Ob. cit., p. 19.

120
La terminación anticipada y sus conflictos internos

Por ello, surge la posibilidad de buscar salidas alternativas como una res-
puesta a la gran crítica que se hace a la administración de justicia por su
retardo en la reparación de daños (puesto que perjudica la certeza del De-
recho y la seguridad jurídica que todo proceso penal debe siempre cum-
plir[10]) y en resolver la situación jurídica de los procesados (por cuanto son
privados de su libertad y olvidados en aquellas cárceles sobrepobladas, con
pocas posibilidades de rehabilitación y resocialización).

Como antecedentes se tiene la Resolución Administrativa N° 111-2003-CE-


PJ, de 16/09/2003, y la Ley N° 28117, de 10/12/2003, de “Celeridad y Eficacia
Procesal”, con los que el Estado pensó que dicho refuerzo normativo alivia-
ría la sobrecarga procesal, pero no obtuvo mayores resultados, pues estas
normas apuntaban al reforzamiento de las actuaciones de los sujetos pro-
cesales y su función en el proceso, pero no se atacaba la estructura orgánica
de los órganos jurisdiccionales ni de los persecutores del delito, ni mucho
menos se apostaba por usar mecanismos procedimentales que ayudaran a
las procesales.

En buena cuenta, lo que se espera de un proceso penal es que sea el mejor


camino para la solución de un conflicto. Pero tal solución debe ir acompa-
ñada de eficacia, o de lo que la doctrina anglosajona ha establecido como
derecho a un juicio rápido (speedy trial) que surge como alternativa al pro-
blema de congestionamiento de causas en la administración de justicia, con
el objeto de proteger tres valores inherentes al sistema angloamericano de
justicia criminal: i) evitar la indebida y opresiva encarcelación antes del jui-
cio; ii) minimizar la ansiedad y preocupación que genera una acusación pú-
blica; y, iii) limitar las posibilidades de que una dilación extensa menoscabe
la capacidad del acusado para defenderse[11].

Justo aquí, en explicación de Barona[12], es donde entra a tallar el papel de-


cisivo de los acuerdos informales en el proceso penal, pues se proyectan a
reducir el alto número de causas, los problemas de la práctica de la prueba
en los procesos muy voluminosos y el cuello de botella de la acumulación
de la vista pública.

[10] En ese sentido: SAN MARTÍN CASTRO, César, Derecho Procesal Penal. Vol. I, Grijley, Lima, 2003, p. 99.
[11] HORVITZ LENNON, María Inés y LÓPEZ MASLE, Julián. Derecho Procesal Penal. Tomo I. Editorial jurídica de
Chile, Santiago de Chile, 2002, pp. 72 y 73.
[12] BARONA VILAR, Silvia. Ob. cit., p. 31.

121
Procedimientos especiales

III. EL PLAZO RAZONABLE Y EL DERECHO A UN JUICIO RÁPIDO

No podríamos dejar de mencionar que esta solución sobre el conflicto


eterno e interno que padecíamos tiene una estrecha vinculación con el
plazo razonable previsto en el Título Preliminar del Código Procesal Penal
de 2004.

Muchas veces pensamos que en un proceso lo más importante es la ave-


riguación de la verdad y justificamos la prolongación de las investigacio-
nes. Al respecto, César Landa señala que en nuestra cultura judicial es difícil
aceptar y aplicar los principios y disposiciones constitucionales, los cuales
deben ser aplicados en todo nuestro ordenamiento jurídico por ser de al-
cance general, pues la Constitución –por el principio de supremacía cons-
titucional– sienta las bases constitucionales sobre las cuales se edifican las
diversas instituciones del Estado. A la vez, dicho principio exige que todas
las disposiciones que integran el ordenamiento jurídico sean acordes con
lo que la Constitución Política señala. Lamentablemente nuestro proceso
penal ha sido analizado desde la perspectiva estrictamente procesal, sosla-
yando, de esta manera, sus bases constitucionales[13].

Pastor advierte que el tema del plazo razonable proviene del artículo 6.1 del
Convenio Europeo sobre Salvaguarda de los Derechos del Hombre y de las
Libertades Fundamentales (CEDH), suscrito en Roma en 1950, el que es re-
producido literalmente por el artículo 8.1 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos (CADH), firmada en San José de Costa Rica en 1969[14]. Y
si bien otras legislaciones no hacen específica referencia al plazo razonable,
sí recurren al derecho del imputado a ser juzgado sin dilaciones indebidas o
injustificadas, establecido en el artículo XXV de la Declaración Americana de
los Derechos y Deberes del Hombre (DADDH) de Bogotá, 1948, en el artículo
14.3 lit. c del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) de
1966 y el artículo 24.2 de la Constitución Española de 1978. Asimismo, en la
Sexta Enmienda de la Constitución de los EE.UU. donde se prevé el derecho
a un juicio rápido[15]. Como vemos, el sistema americano tiene ese respal-
do constitucional para la aplicación de sistemas alternativos de solución

[13] LANDA ARROYO, César. “Bases constitucionales del nuevo Código Procesal Penal peruano”. En: Aportes al
Derecho Penal peruano desde la perspectiva constitucional. Revista Institucional, Academia de la Magistratura,
N° 7, 2006, p. 143.
[14] PASTOR, Daniel R. El plazo razonable en el proceso del Estado de Derecho. Ad-Hoc, Bueno Aires, 2002, p. 47.
[15] Ibídem, p. 47.

122
La terminación anticipada y sus conflictos internos

de conflictos, lo que conlleva su imposible declaración de inconstitucio-


nalidad.

Ahora, si bien este derecho de ser juzgado dentro de un plazo razonable no


se encuentra expresamente contemplado en nuestra Constitución, nuestro
Tribunal Constitucional ha señalado que tal derecho está implícito en los
derechos al debido proceso y a la tutela jurisdiccional y, por lo tanto, guarda
relación con el pleno respeto de los principios de proporcionalidad, razona-
bilidad, subsidiariedad, necesidad, provisionalidad y excepcionalidad que
deben ser observados durante y al interior de un proceso constitucional[16].
Por lo que en tal medida, se funda en el respeto a la dignidad de la persona
humana[17], máxime aún, si se le concuerda con su cuarta disposición final
y transitoria, donde se establece que las normas relativas a los derechos y
las libertades que reconocen deben interpretarse de conformidad con los
tratados sobre derechos humanos ratificados por el Perú[18], lo que hace que
el derecho al plazo razonable sea obligatorio.

El derecho a un juicio rápido no es lo mismo que el derecho a un plazo ra-


zonable, pues este último hace referencia a la protección constitucional de
un proceso penal para que este no pueda exceder los plazos rígidamente
establecidos, como una protección a los demás principios y derechos como
el derecho a la defensa, la presunción de inocencia que pueden resultar
vulnerados si los plazos son desbordados. En cambio el derecho a un jui-
cio rápido, si bien nace para otorgar una pronta solución al conflicto, surge
como una alternativa al problema de congestionamientos de causas en la
administración de justicia. Constituyen una respuesta a la gran crítica que
se les hace por su retardo en resolver la situación jurídica de los procesados
(privados de su libertad y olvidados en cárceles sobrepobladas) y reparar el
daño, perjudicando la certeza del Derecho y la seguridad jurídica que todo
proceso penal siempre debe tener[19]. Aunque debemos aclarar, que tanto
el derecho al plazo razonable como el derecho al juicio rápido fueron pen-
sados exclusivamente para el imputado. La práctica ha llevado a que para
legitimar esta práctica de salidas alternativas necesariamente se incluya al
agente pasivo de la acción delictiva. Paso importante, lento, dificultoso tal

[16] STC recaída en el Exp. N 0618-2005-HC.


[17] STC recaída en el Exp. N° 549-2004-HC/TC.
[18] STC recaída en el Exp. N° 0618-2005-HC/TC.
[19] En ese sentido: SAN MARTÍN CASTRO, César. Ob. cit., p. 99.

123
Procedimientos especiales

vez, pero necesario para entender que la sociedad no debe estar ajena a
estos cambios legislativos, pues no necesariamente es importante su legali-
zación, sino también su legitimación.

IV. EVOLUCIÓN

Cubas[20] refiere que en la reforma latinoamericana se ha utilizado tradicio-


nalmente la expresión “salidas alternativas” de modo diverso, para designar
prácticamente cualquier otra forma de término que no sea la persecución
tradicional, distinguiendo tres tipos de instituciones: i) las facultades discre-
cionales de desestimación de casos reconocidas a los fiscales para archivar
denuncias y aplicar criterios de oportunidad; y, ii) los mecanismos de simpli-
ficación procesal, es decir, la búsqueda de ritos de juzgamiento alternativos
para alcanzar una pena, pero con la sentencia tradicional como respuesta
del sistema; y, iii) la diversificación de soluciones al conflicto de fondo o sali-
das alternativas en sentido estricto que tienden a la búsqueda de soluciones
penales alternativas a la persecución, juicio y pena tradicional. Pero también
refiere que tales salidas se parecen a las facultades discrecionales. Sin em-
bargo, ambos ámbitos no deben ser confundidos. En aquellas, el hecho de
que representen un ahorro de recursos es solo una externalidad positiva, un
efecto adicional deseable, pero no su principal objetivo que es contar con
respuestas diversas y apropiadas para la solución de conflictos y de acuerdo
con esto, ser concebido su diseño y evaluada su aplicación[21].

Acudir a soluciones negociadas para poner fin a las actuaciones penales no


es algo nuevo. Velásquez[22] señala que tales institutos ya se apreciaban en
los tiempos más antiguos de la civilización humana, cuando –previa con-
fusión entre lo civil y lo penal– el proceso se concebía como de partes y no
existía organización estatal. Así sucedió con las Leyes de Manú en la India,
las Doce Tablas en Roma y en el sistema composicional que, en su momento,
significó un marcado avance en relación con la venganza de la sangre, en
plena época primitiva y que resurgió en la Edad Media entre los germanos.
Es así que las partes podían ponerse de acuerdo para señalar el monto de

[20] CUBAS VILLANUEVA, Víctor. El nuevo proceso penal peruano. Teoría y práctica de su implementación. Palestra,
Lima, 2009, pp. 539 y 540.
[21] CUBAS VILLANUEVA, Víctor. Ob. cit., p. 541.
[22] VELÁSQUEZ VELÁSQUEZ, Fernando. Ob. cit., pp. 7 y 8.

124
La terminación anticipada y sus conflictos internos

la compensación económica (Sühnevertrag) mediante el pago de una multa


(Busse) cuando no a través del llamado precio de la paz (Friedensgeld); por
eso se ha dicho que este era un sistema de enjuiciamiento de “tipo acusato-
rio privado”.

También, en el Derecho inglés antiguo, con anterioridad a la invasión nor-


manda de 1066, existía un sistema de persecución privada que, basado ori-
ginalmente en la guerra privada, evolucionó hacia un modelo reparatorio
en virtud del cual el infractor tenía que pagar la reparación a la víctima y que
se mantuvo casi intacto hasta mediados del siglo XIX cuando entró a regir
un sistema que, en parte, dependía de la persecución penal pública y que
todavía se mantiene aunque cada vez es menor la iniciativa privada.

Naturalmente, el diseño inglés imperó en las colonias, en las que la persecu-


ción privada también fue la regla general. Por ello, en los Estados Unidos el
papel protagónico de la víctima en relación con la persecución penal duró,
por lo menos, hasta fines del siglo XVII.

Es nuestro país, recién a partir del año 1995, donde se introduce


el procedimiento de la terminación anticipada, gracias a las Leyes
N° 26320 –específicamente para determinados delitos de tráfico ilícito de
drogas– y N° 26461 para la totalidad de delitos aduaneros[23] aunque care-
ciendo de exposición de motivos, debido a lo cual resultaba difícil, en pala-
bras de Sánchez Velarde, conocer cuáles fueron los fundamentos del legis-
lador[24], o en palabras de Reyes Alvarado, que el proceso especial carezca
de desarrollo jurisprudencial, ya que si bien antes de la vigencia del Código
Procesal Penal era aplicable solamente para tales delitos, no se conocen los
resultados de su aplicación ni sus implicancias en la reducción de la carga
procesal[25].

[23] Cfr. CUBAS VILLANUEVA, Víctor. Ob. cit., pp. 577 y 579. Asimismo: REYNA ALFARO, Luis Miguel. Ob. cit.,
p. 131, el mismo: El proceso penal aplicado. Grijley, Lima, 2011, pp. 137 y 138. SÁNCHEZ VELARDE, Pablo.
Manual de Derecho Procesal Penal. Idemsa, Lima, 2004, p. 922. SÁNCHEZ VELARDE, Pablo. Introducción al
nuevo proceso penal. Idemsa, Lima, 2005, p. 183. TABOADA PILCO, Giammpol. “El proceso especial de ter-
minación anticipada en el nuevo Código Procesal Penal”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 2, Gaceta
Jurídica, Lima, agosto de 2009, p. 33.
[24] De ahí, la discusión de muchos autores en la que se opina que nuestro ordenamiento tiene influencia de la
legislación colombiana, italiana o americana. En ese sentido, ver: SÁNCHEZ VELARDE, Pablo. Manual de
Derecho Procesal Penal. Ob. cit., p. 922-923; REYES ALVARADO, Víctor Raúl. “El proceso especial de termina-
ción anticipada y su aplicación en el Distrito Judicial de Huaura a partir de la vigencia del Código Procesal Penal
del 2004”, febrero, 2007, disponible en: <www.justiciaviva.org.pe>, p. 2; SAN MARTÍN CASTRO, César. Derecho
Procesal Penal. Tomo II, Grijley, Lima, 2003, p. 1384.
[25] REYES ALVARADO, Víctor Raúl. “El proceso especial de terminación anticipada y su aplicación en el Distrito
Judicial de Huaura a partir de la vigencia del Código Procesal Penal del 2004”. Ob. cit., p. 2.

125
Procedimientos especiales

Si hablamos específicamente de la reducción de la carga procesal sobre los


nuevos mecanismos procesales que ahora ofrece el Código Procesal Penal
de 2004, vemos que tenemos todo un abanico de posibilidades que ayudan
directamente al fiscal para que exista un mejor flujo en sus investigaciones
en cada caso concreto, así como para el juez, puesto que supone un desaho-
go de su carga.

V. CONCEPTO

Taboada advierte que en el nuevo modelo acusatorio asumido en el Códi-


go Procesal Penal de 2004, se prevén diversos mecanismos procesales con
el objetivo de obtener una solución rápida y efectiva del conflicto jurídico
penal derivado de la comisión de un hecho delictivo, pudiendo aceptarse la
siguiente clasificación: i) Por la decisión del fiscal: proceso inmediato y acu-
sación directa; ii) Por acuerdo del imputado y la víctima: principio de opor-
tunidad y acuerdos reparatorios; iii) Por acuerdo del fiscal y el imputado:
terminación anticipada, colaboración eficaz y conclusión anticipada[26].

También es necesario añadir el control del plazo de la etapa preliminar,


cuando exista un excesivo plazo de investigación o cuando el fiscal ha fija-
do uno irrazonable, o el control del plazo de la investigación preparatoria
propiamente dicha cuyo objetivo es paralizar las investigaciones del fiscal
cuando el plazo fijado por ley ha vencido. Dichos mecanismos también
ayudan a que el flujo de los procesos marche dentro de los plazos esta-
blecidos.

Pero, doctrinariamente, todos coinciden que la terminación anticipada se


sitúa en la necesidad, muy sentida, de conseguir una justicia más rápida y
eficaz, aunque respetando el principio de legalidad procesal; siendo que su
finalidad funcional es reducir los tiempos de la causa[27]. Así, el doctor
Neyra Flores, señala que el proceso de terminación anticipada es un proceso
especial y una forma de simplificación procesal que se sustenta en el prin-
cipio del consenso[28]. Sánchez Velarde reconoce que esta aparece como un

[26] TABOADA PILCO, Giammpol. “El proceso especial de terminación anticipada en el nuevo Código Procesal
Penal”. Ob. cit., p. 31.
[27] SAN MARTÍN CASTRO, César. Derecho Procesal Penal. Tomo II. Ob. cit., p. 1385.
[28] NEYRA FLORES, José Antonio. Manual del Nuevo Proceso Penal & de Litigación Oral. Idemsa, Lima, 2010,
p. 464.

126
La terminación anticipada y sus conflictos internos

mecanismo de simplificación del procedimiento, y se sustenta en el llamado


Derecho Procesal Penal transaccional, que busca evitar un procedimiento
penal innecesario obteniendo el procesado un beneficio de reducción de
la pena mediante una fórmula de acuerdo o de consenso realizado entre el
imputado y el fiscal, con la aprobación necesaria del juez[29].

Al respecto, Taboada refiere que el proceso especial de terminación anti-


cipada es una institución consensual que permite la solución del conflicto
jurídico-penal, en forma alternativa, y hasta preferente, por su rapidez y efi-
cacia a la conclusión tradicional en un juicio público y contradictorio. Es una
suerte de transacción previa a la etapa final de juzgamiento que evidente-
mente contiene concesiones recíprocas, el imputado negocia la admisión
de culpabilidad y el fiscal negocia una reducción de la pena[30].

Fairén señala que es un “contrato” concertado entre el representante del


acusado y el Ministerio Público[31]. Nuestro Tribunal Constitucional también
se ha referido a este proceso especial de terminación anticipada, señalando
que es un acuerdo entre el procesado y la fiscalía con admisión de culpabi-
lidad de alguno o algunos de los cargos que se formulan, permitiéndole al
encausado la obtención de la disminución punitiva[32].

Castro Trigoso señaló que la terminación anticipada se ha convertido en la


herramienta más utilizada en el campo de la simplificación procesal, dotan-
do al nuevo proceso de los rasgos de eficacia y eficiencia en la medida en
que se estimula el consenso entre el titular de la persecución penal pública
y el imputado, atendiendo razonablemente las expectativas del agraviado y
sin permitir la impunidad[33].

Lamentablemente, dentro del acuerdo entre fiscal, imputado y abogado


defensor –como bien lo señaló el último autor–, solo se “atiende razona-
blemente las expectativas del agraviado”, mas no la soluciona. Peor aún,

[29] SÁNCHEZ VELARDE, Pablo. Manual de Derecho Procesal Penal. Ob. cit., p. 922.
[30] TABOADA PILCO, Giammpol. “El proceso especial de terminación anticipada en el nuevo Código Procesal
Penal”. Ob. cit., p. 33.
[31] FAIRÉN GUILLÉN, Víctor. “Examen crítico de los principios rectores del proceso penal”. En: XV Congreso Mexi-
cano de Derecho Procesal. UNAM, Ciudad de México, 1998, p. 432.
[32] En: <http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2004/00855-2003-HC.html>.
[33] CASTRO TRIGOSO, Hamilton. “La terminación anticipada en la etapa intermedia del nuevo proceso penal. A pro-
pósito del Acuerdo Plenario N° 05-2009/CJ-116”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 6, Gaceta Jurídica,
Lima, diciembre de 2009, p. 17.

127
Procedimientos especiales

su “razonabilidad” no juega a favor de la víctima, sino de las apreciaciones


subjetivas del fiscal de la causa, de su tiempo y de su carga procesal. Por
ello, es que no se podría hablar de justicia restaurativa, que tiene finalidades
distintas, pues esta tiene como centro a la conciliación de las partes basadas
en la compensación por el daño ocasionado y las disculpas por parte del
imputado, evitando el encierro carcelario[34].

Si tenemos en consideración lo expuesto, que este proceso especial está


pensado para que los procesos culminen satisfactoriamente dentro de un
plazo razonable, este no puede de ninguna manera perjudicar a alguna de
las partes; esto es, por un lado, que al imputado no se le prive de libertad o
mantenga una medida coercitiva personal extensamente sin sentencia; y,
por otro lado, que el agraviado pueda obtener una pronta reparación del
daño causado por el hecho delictivo, sin contribuir a que esa justicia rápida
sea sinónimo de una justicia injusta[35].

Sin embargo, la práctica procesal nos ha mostrado casos de terminación o


conclusión anticipada con reparaciones civiles ínfimas, cuando el agraviado
no ha podido apersonarse al proceso, no porque no ha tenido interés sobre
él, sino porque no ha sabido cómo hacerlo, o sobre audiencias de prisio-
nes preventivas que concluyeron en terminaciones anticipadas, sin darle la
oportunidad al agraviado en, al menos, luchar por una reparación acorde a
su valoración objetiva y subjetiva del daño causado.

Es verdad que la norma procesal prevé que los sujetos procesales puedan
renunciar, total o parcialmente, a los plazos establecidos en su favor, me-
diante manifestación expresa, y si el plazo fuese común, la abreviación o la
renuncia requerirán el consentimiento de todas las partes con la aprobación
previa del juez de la causa[36]; pero esto no implica que se deba apartar del
proceso al agraviado si este aún no ha tenido la oportunidad –dentro de los
plazos comunes que la norma procesal establece– de poderse constituir en
parte como actor civil.

[34] BRENES QUESADA, Carlos. “JUSTICIA RESTAURATIVA. Una herramienta para la solución al fenómeno de la
criminalidad costarricense” (Tesis), Costa Rica, 2009, disponible en: <www.justiciarestaurativa.org/>. De distinta
opinión: ROSAS YATACO, Jorge. Manual de Derecho Procesal Penal. Jurista, Lima, 2009, p. 895.
[35] En un trabajo anterior proponíamos reducir actos procesales en las secretarías con la finalidad de no seguir con
los mismos pasos procedimentales de la norma procesal anterior y continuar con el ritualismo de mantener orde-
nado el expediente o cuadernos. Lamentamos que a pesar del esfuerzo de algunos magistrados, la gran mayoría
de estos aún prefiere un proceso con dilaciones, pero ordenado y formal. BURGOS ALFARO, José David. El
nuevo proceso penal. Su aplicación en la práctica, con jurisprudencia y comentarios críticos. Grijley, Lima, 2009.
[36] Vide artículo 147 del Código Procesal Penal de 2004.

128
La terminación anticipada y sus conflictos internos

Aun así, su inicio se miró positivamente, por cuanto, al parecer, se tenían


magistrados capaces de poder dirigir este proceso especial, llevarlas a un
buen puerto tratando de que las partes puedan coincidir en sus pretensio-
nes, para así evitar ese juicio oral, del cual, según lo señala la propia norma
procesal, es la etapa principal del proceso[37]; incluso, se publicaron cifras
donde estadísticamente estos acuerdos habían concluido con la aproba-
ción del juez de la investigación preparatoria, dictando sentencia[38]; y estas
cifras han continuado aunque en forma descendiente[39].

VI. LA NEGOCIACIÓN PROCESAL

Reyna Alfaro reconoce que no solo las partes obtienen algo a cambio, tras
la concretización de un acuerdo negociado de terminación anticipada, tam-
bién el sistema de administración de justicia resultaría beneficiado: el pro-
ceso judicial termina rápidamente, descongestionándose el sistema, con los
efectos económicos de reducción de costes que ello genera[40].

Barona[41] narra que en EE.UU. la mayor parte de los procesos penales vie-
nen a resolverse mediante la solución negociada a la que se denomina
plea bargaining, que consiste en el acuerdo que, previo al juicio, negocian
el Ministerio y el abogado de la defensa. Mediante este acuerdo el Ministerio
promete hacer una recomendación al tribunal que será beneficiosa para el
acuerdo, bien por retirar algún cargo o acusación, bien por imposición de
una sentencia menor, a cambio, el acusado se compromete a manifestar su
culpabilidad. Cuando un imputado decide declararse culpable, esta es co-
municada por su defensor al prosecutor, el cual establece la pena que, en re-
lación con la gravedad del hecho, le reclama al juez: de este modo se realiza
el plea bargaining.

[37] Vide el artículo 356.1 del Código Procesal Penal de 2004.


[38] Sobre lo dicho, entre julio a diciembre de 2006, dentro de las causas presentadas, el 95% concluyeron con acuer-
dos aprobados, al respecto, ver: <http://www.pj.gob.pe/administrador/imagesnoticia/INFORME_FINAL_AVANCES_
NCPP_HUAURA_160207.pdf>.
[39] Según datos publicados en el Distrito Judicial de Huaura, ahora solo el 33% de los casos han culminado usando
este proceso especial. Al respecto: VILLAVICENCIO RÍOS, Frezia Sissi. “La terminación anticipada del proceso
en las audiencias de prisión preventiva y de control de la acusación fiscal”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal.
Tomo 3, Gaceta, setiembre 2009, p. 262.
[40] REYNA ALFARO, Luis Miguel. El Proceso Penal Aplicado. Ob. cit., p. 141.
[41] BARONA VILAR, Silvia. La conformidad en el proceso penal. Ob. cit., pp. 51-52.

129
Procedimientos especiales

La terminación anticipada es una negociación, pero no cualquier tipo de


negociación, es una negociación técnica que requiere de ciertos conoci-
mientos especiales[42]. Pero veamos por qué se le denomina un negocio, por
cuanto existen familiaridades con el hecho, acto o negocio jurídico.

Monroy Gálvez nos aclara que, el hecho jurídico es todo acontecimiento


–natural, humano o legal– al que la norma jurídica le otorga efectos o con-
secuencias jurídicas[43]; pero, cuando el hecho jurídico tiene como origen la
conducta humana, realizada y dirigida conscientemente a producir efectos
jurídicos estamos ante la presencia del acto jurídico[44]. Mejor dicho, en pala-
bras de Bigliazzi Geri, para la existencia de un acto jurídico en sentido estric-
to es necesario que se haya querido el acto en cuanto tal, pero no es necesa-
rio que se haya querido también el efecto. Para la existencia de un negocio
se requiere, no solamente que sea querido el negocio como tal, sino que
también sea querido el efecto consiguiente[45]. Es por ello que Monroy seña-
la que el negocio procesal es aquel hecho procesal al que se le adiciona el
deseo o finalidad de producir efectos jurídicos queridos por el sujeto de la
relación procesal que lo realiza[46]. Por ello, aclara que la diferencia entre el
negocio jurídico con el negocio procesal es que este último se trata de actos
netamente públicos, dado que están ligados al fin del proceso que, como
bien sabemos, es la paz social en justicia, ergo, un fin público[47].

VII. PROBLEMAS CONSTITUCIONALES

Existen severas críticas sobre la aplicación de este proceso especial, las que
no podemos ignorar. Por ello, es que es necesario que se continúe con in-
vestigaciones y discusiones sobre el tema, pues si bien podríamos conside-
rarla como necesaria dentro de sus aspectos positivos, no podemos dejar
de lado ese aspecto negativo, observado en otras legislaciones en cuanto
a su aplicación práctica de la misma. Ello implica mejorar dicha institución,
adecuándola a nuestra realidad, para que no exista ninguna vulneración de
derechos por las partes involucradas.

[42] REYNA ALFARO, Luis Miguel. “Los actos previos al inicio del proceso de terminación anticipada”. En: Gaceta
Penal & Procesal Penal. Tomo 2, agosto, 2009, p. 15.
[43] MONROY GÁLVEZ, Juan F. Teoría General del Proceso. Tercera edición, Comunitas, Lima, 2009, p. 338.
[44] Ibídem, p. 340.
[45] Ídem.
[46] Ídem.
[47] Ídem.

130
La terminación anticipada y sus conflictos internos

Conforme a la opinión de Velázquez Velázquez, se dice que este sistema


quebranta los derechos y garantías del imputado y ello por varios motivos:
las negociaciones tienen lugar en un momento en el cual el conocimiento
sobre el caso es fragmentario; existe notoria desigualdad, injusticia y falta
de seguridad; es preferible, entonces, declararse culpable que verse someti-
do al escarnio público o a una condena más dura[48].

Langbein indica que este diseño opera por intimidación, de tal manera que,
si el sujeto pretende hacer valer sus derechos –para el caso en un juicio con
jurados como lo dispone la Sexta Enmienda a la Constitución de los Estados
Unidos– el Estado lo amenaza con una sanción severa. Además, que el Mi-
nisterio Fiscal se vuelve el sujeto central de la actuación, pues sus poderes
son tan grandes que es él –dice Lynch– el llamado a ejercitar no solo su tra-
dicional discrecionalidad para imputar cargos, sino que también, de hecho,
determina la culpabilidad y fija la pena[49].

Asimismo, asevera que esta práctica conduce a una negación sustancial de


la exigencia de tutela de la colectividad, pues sacrifica el interés social en
que se castigue a cada delincuente con la pena justa en aras de la decla-
ratoria de culpabilidad. Es más, que este sistema conduce a una verdadera
denegación de justicia penal, con la consiguiente pérdida de credibilidad
del sistema judicial a los ojos del ciudadano.

En fin, se advierte que con este esquema de juzgamiento hay un gran per-
dedor: el interés público, que no puede mantener un sistema de justicia cri-
minal basado en la verdad material y en la corrección de las condenas en
relación con la exactitud de los hechos y que, de contera, tampoco puede
desarrollar un programa de tratamiento correccional en atención a la par-
ticular problemática del condenado.

Es por ello, que dentro de la doctrina más crítica, se entiende que el plea
bargaining no es sino, una forma de degradación de la justicia penal
norteamericana en cuanto obliga a jueces, representantes de la acusación
y a los defensores; afectando su papel en el proceso penal, sin que pese a
todo, se llegue realmente a tutelar los intereses de la sociedad, ni tampoco
los derechos de los imputados.

[48] VELÁSQUEZ VELÁSQUEZ, Fernando. La justicia negociada: un ejemplo del peligro de la privatización del pro-
ceso penal con el nuevo sistema. Ob. cit., p. 10.
[49] Ibídem, p. 11.

131
Procedimientos especiales

Aun entendiendo que efectivamente el plea bargaining conlleva elemen-


tos de injusticia y de desestabilización social, y en consecuencia, debería
desaparecer, mantienen que es un componente del proceso penal america-
no y ven difícil que se suprima de la práctica judicial americana, porque se
produciría un stock en el desarrollo de los procesos penales[50].

Pero de igual forma como se le ataca constitucionalmente, también se le ha


protegido con los mismos fundamentos jurídicos con rango constitucional.
Es así, donde San Martín relata[51] que este procedimiento fue impugnado
en sede constitucional en Italia porque se consideró que se reducía irrazo-
nablemente la función jurisdiccional, que el imputado renunciaba a dere-
chos indisponibles, como a la libertad y a la defensa, que se quebrantaba
el principio de presunción de inocencia, que se vulneraba el principio de
motivación de las sentencias, que se reducía indebidamente la publicidad
del proceso y que se dejaba de tutelar debidamente a la víctima.

Los cuestionamientos no están fuera de nuestra propia realidad, princi-


palmente en cuanto a la dudosa participación del juez de la investigación
preparatoria en la audiencia de terminación anticipada o, hasta qué punto
podría intervenir; a la afectación a la publicidad del proceso, por cuanto la
norma procesal establece que esta debe celebrarse en audiencia privada;
y a la afectación de la víctima que es excluida de este acuerdo consensual.

Esto tiene relación sobre los mecanismos de negociación que emplea la


Fiscalía, pues se les responsabiliza de acudir a prácticas tan cuestionables
como las siguientes[52]:

a) Se alegan hechos inexistentes o se recortan los demostrados;

b) Se hacen calificaciones jurídicas incorrectas y este fenómeno se em-


pieza a presentar desde los estadios más primigenios: los fiscales de-
legados no son los más preparados y formulan imputaciones impro-
cedentes, con lo cual –desde sus inicios– se torpedea el sistema de las
negociaciones;

c) Se inflan las imputaciones como si se tratase de hacer un nuevo milagro


de la multiplicación de los panes y de los peces;

[50] BARONA VILAR, Silvia. La conformidad en el proceso penal. Ob. cit., p. 55.
[51] SAN MARTÍN CASTRO, César. Derecho Procesal Penal. Tomo II. Ob. cit., pp. 1385-1387.
[52] VELÁSQUEZ VELÁSQUEZ, Fernando. La justicia negociada: un ejemplo del peligro de la privatización del pro-
ceso penal con el nuevo sistema. Ob. cit., pp. 28-29.

132
La terminación anticipada y sus conflictos internos

d) Se hacen modificaciones incorrectas de la calificación jurídica dada en


la acusación, sin llevar a cabo ningún ajuste a los hechos;

e) Se teje la manipulación del hecho punible o de alguna circunstancia


fáctica, con el fin de dar lugar a una calificación jurídica menos grave; o,

f ) Se alegan hechos atenuantes (inexistentes) o se abandonan hechos


agravantes (existentes).

Aunado a ello, el punto de vista crítico de la doctrina sobre este negocio


procesal es con base en los siguientes aspectos[53]:

1. Se produce la desvirtuación del papel de las partes en el proceso penal.


Expropia a las partes de su especial papel y las reduce, en el mejor de
los casos, al nivel de mercaderes, en el peor, a intrigantes. Jueces y abo-
gados olvidarán su deber de contribuir a la consecución de la verdad,
mientras que los fiscales y defensores ya no se dedican a la preparación
del proceso con el necesario interés.

2. Restricción de las garantías procesales privando al imputado del ejer-


cicio de los derechos constitucionales fundamentales, sobre todo del
derecho a ser juzgado en público juicio oral.

3. El prosecutor, a cambio de una declaración de culpabilidad, se compro-


meterá a solicitar una determinada reducción de la pena, por móviles
que en unos casos van encaminando a la defensa social, la prevención
general o especial y la tutela de las víctimas del hecho, y en otro, actuará
tan solo por el deseo de reducir su trabajo, ahorrar tiempo y dedicarse a
otros procesos.

4. Por su parte, los jueces, en el consenso, tienden a dar más importancia


al volumen de asuntos judiciales que le competen que a las propias exi-
gencias de justicia, llegando incluso a inducir el mismo.

En ese sentido, San Martín comenta que se desarrolló la no inconstitu-


cionalidad de los mismos por la Corte Costituzionale, mediante senten-
cias N°s 313 de 2 de julio de 1990, 251 de 6 de junio de 1991 y 443 de 12
de octubre de 1990, y haciendo una estrecha comparación y desarrollo con

[53] BARONA VILAR, Silvia. La conformidad en el proceso penal. Ob. cit., pp. 55-61.

133
Procedimientos especiales

nuestra legislación para poder aclarar nuestro panorama actual, podemos


decir lo siguiente[54]:

1. No se reduce la función jurisdiccional: el juez tiene el poder-deber de


controlar la certeza de la existencia de las circunstancias que las partes
han alegado, así como de otras –atenuantes o agravantes– que apare-
cen de autos, desarrollando un control de legitimidad sobre el acuerdo
mismo, valorando si la calificación jurídica de los hechos y las circuns-
tancias propuestas por las partes son las correctas.

2. El imputado no renuncia a la libertad ni a la defensa: la solicitud de pena


implica una renuncia a ejercer la defensa en un juicio contradictorio en
el ámbito de formación de la prueba, pero ello no importa que el dere-
cho de defensa desaparezca, puesto que la afectación solo se limita a
ese aspecto, no a los demás[55].

3. La presunción de inocencia subsiste: para que el juez condene necesa-


riamente debe probarse la responsabilidad del imputado sobre la base
de un mínimo de prueba con relación a su responsabilidad, la cual
–como ya se apuntó– se sustenta en los elementos de convicción aco-
piados por la policía y la fiscalía.

4. El principio de motivación de la sentencia subsiste: el juez tiene que


evaluar la congruencia de la pena solicitada en orden al principio de
legalidad de las mismas y a su orientación básica en orden a la preven-
ción especial, bajo los límites determinados por el principio de propor-
cionalidad.

5. La publicidad del proceso: a pesar de ser la publicidad un derecho dis-


ponible por parte del imputado, se le permite que pueda consentir la
celebración de un proceso en el cual la ausencia de publicidad repre-
senta uno de los elementos incentivantes o premiales a favor de esa
elección del acusado.

6. La exclusión de la víctima: las limitaciones a la actuación de la parte civil


no son inconstitucionales, por cuanto no se le niega la posibilidad de
presentar alegaciones acerca de su interés resarcitorio.

[54] SAN MARTÍN CASTRO, César. Derecho Procesal Penal. Tomo II. Ob. cit., pp. 1386-1387.
[55] Como lo expresa Carulli, quien inteligentemente refiere que paradójicamente el acusado se defiende declarando
que no quiere defenderse. CARULLI, citado por PEÑA CABRERA, Raúl. “La terminación anticipada en el proceso
penal peruano”. En: Revista Peruana de Ciencias Penales. Año II, Número 3, Grijley, enero-junio, Lima, 1994,
p. 156.

134
La terminación anticipada y sus conflictos internos

Sobre este desarrollo, también consideramos necesario reforzarla conforme


a su aplicación normativa en nuestra legislación y proponer algunas cues-
tiones legales que consideramos pertinentes para mejorar su tratamiento
como la función jurisdiccional y su trámite procesal, la renuncia a la defensa,
la publicidad de la audiencia, la terminación anticipada en la etapa inter-
media o en la acusación directa, la imparcialidad del juez y la inclusión de
la víctima.

VIII. FUNCIÓN JURISDICCIONAL

Uno de los problemas que se suscita en nuestra normativa es sobre la fun-


ción jurisdiccional y ese control de legalidad que debe pasar todo acuerdo
de manera rigurosa a cargo del juez de la investigación preparatoria, lo que
nos conduce a que no sea una simple aprobación del acuerdo presentado
por el fiscal y el imputado con su abogado defensor. Quizás, la crítica se incli-
na a que, siendo un acuerdo entre partes, dentro de una audiencia privada,
es posible que ese control judicial no se realice debidamente, más aún, que
estando todos de acuerdo con su contenido no existirá forma de que este
pase por un control superior vía recurso de impugnación.

Por ello, la capacidad jurídica que debe tener el juez para realizar ese control
de legalidad sobre el acuerdo sustentado oralmente, y constatadas mate-
rialmente en la carpeta fiscal, hará que no existan sentencias que lleven al
proceso penal a una simple pantomima, proclive a su deslegitimación. El
juez, debe saber que cumple un rol muy importante dentro de este proceso
especial, pues recaerá en él, el pronunciamiento final sobre dicho acuerdo
de las partes para que esta se convierta en una sentencia legal.

Pero también la doctrina ha criticado su excesiva intervención, lo que


podría interpretarse como una vulneración al principio de imparcialidad.
Consideramos que dicha crítica tendría como motivo indirecto la forma
de celebrar el acuerdo, sin ningún tipo de control social. Es por ello que
se debe analizar hasta dónde interviene, cuándo y cómo cumple dicha
función jurisdiccional.

1. Trámite procesal

Primero, debe existir el trámite previo para la citación a la audiencia. En ese


caso, si el imputado o el fiscal presentasen una solicitud de terminación an-
ticipada de manera unilateral, esta se pondrá a conocimiento del abogado

135
Procedimientos especiales

defensor del imputado para que, en un plazo de cinco días, se pronuncie al


respecto. Dicho trámite es el menos usado en la práctica judicial, por cuanto
la misma norma procesal le da las posibilidades a las partes para que pue-
dan realizar citaciones informales para llegar a un consenso sin necesidad
de intervención judicial previo. El procedimiento más usado es el acuerdo
conjunto, lo que lleva al juez a citar a audiencia directamente sin traslado
previo[56]. Dicha postura ha sido legitimada por los propios aplicadores de la
reforma procesal en la actualidad[57].

2. ¿Intervención o intromisión jurisdiccional?

El artículo 468.4 del NCPP establece que el juez instará a las partes a que
lleguen a un acuerdo, pudiendo suspender la audiencia por breve término.

Cuando el legislador utilizó el término instar, quizás no sabía las críticas y


posiciones distintas en cuanto a la correcta interpretación de la misma. Para
Reyes Alvarado el término instar, –como el de repetir– viene de las palabras
“súplica” o “petición”, según la Real Academia de la Lengua Española, así, se
podría afectar el principio de imparcialidad del juez; sin embargo, el autor
demuestra que en la práctica, esta es necesaria, para que el juez se involucre
y emita opiniones en la audiencia, según lo que escuche y perciba como
la voluntad de las partes, porque es él quien finalmente aprobará o no el
acuerdo[58].

Es probable que el legislador no haya encontrado otro término más adecua-


do para que se explique la intervención del juez en la audiencia de termina-
ción anticipada, pero debe entenderse que esta –instar– solo se encuentra
sujeta hacia algún vacío u omisión formal de la misma. No podríamos ser
tan formalistas dentro de un proceso especial que busca la desformalización
del proceso común. Lo que hay que aclarar es que su intervención no puede

[56] BURGOS ALFARO, José. “La función del asistente jurisdiccional y la formación de cuadernos en el nuevo Código
Procesal Penal”. En: Actualidad Jurídica. Tomo Nº 177, Gaceta Jurídica, agosto, 2008, p. 173.
[57] A favor: TABOADA PILCO, Giammpol. “El proceso especial de terminación anticipada en el nuevo Código Pro-
cesal Penal”. Ob. cit., p. 37; en contra: REYNA ALFARO, Luis Miguel. La terminación anticipada en el Código
Procesal Penal. Ob. cit., p. 192.
[58] REYES ALVARADO, Víctor Raúl. “El proceso especial de Terminación Anticipada y su aplicación en el Distrito Ju-
dicial de Huaura a partir de la vigencia del Código Procesal Penal del 2004”. Ob. cit.; de distinta opinión REYNA
ALFARO, Luis. La terminación anticipada en el Código Procesal Penal. Ob. cit., p. 165.

136
La terminación anticipada y sus conflictos internos

sobrepasar los principios procesales, aunque sea un proceso especial. De


ahí que la propia norma advierte su vinculación, en todo trámite procesal, a
los principios[59].

El juez, a nuestro juicio, no le va a suplicar a las partes para que lleguen a un


acuerdo, para posteriormente aprobarlo, o que proponga su fórmula para
emitir sentencia; sino, que si percibe en la audiencia la voluntad explícita
de las partes en llegar a un acuerdo dentro de los parámetros legales, pero
nota una omisión subsanable, no podría dejar de intervenir y desaprobarlo,
porque justamente la voluntad del acuerdo ha sido manifiesta[60]. Distinta
es la posición de una intervención judicial en el acuerdo donde se modifica
totalmente la pena acordada, sea porque la calificación jurídica ha sido va-
riada para beneficiar o perjudicar al imputado; mejor dicho, para reducir o
aumentar la pena final a imponerse, denotando en ella un oscuro negocio
mercantil o, parafraseando a Langbein, la creación de un glorioso mercado
persa en lugar de lo que diseñaron los constituyentes[61].

3. La intervención jurisdiccional formal

Taboada[62] enseña que el juez de la investigación preparatoria, antes de


preguntarle al imputado sobre la aceptación o rechazo a la propuesta de
terminación anticipada, debe explicarle de manera comprensible (lenguaje
claro y simple), los alcances y consecuencias del acuerdo, así como las limi-
taciones –más bien efectos– que representa la posibilidad de controvertir
su responsabilidad (artículo 468.4 del CPP), concretamente puede significar:

a) La posibilidad de ser beneficiado por una sola oportunidad de una re-


ducción imperativa y automática: la reducción de la pena en propor-
ción a un sexto.

b) La posibilidad de concluir el proceso con sentencia anticipada sin tran-


sitar a un juicio público.

[59] Artículo X del Código Procesal Penal.


[60] En contra: REYNA ALFARO, Luis Miguel. La terminación anticipada en el Código Procesal Penal, Ob. cit., p. 165.
[61] VELÁSQUEZ V., Fernando. “La justicia negociada: un ejemplo del peligro de la privatización del proceso penal
con el nuevo sistema”. Ob. cit., p. 10.
[62] TABOADA PILCO, Giammpol. “El proceso especial de terminación anticipada en el nuevo Código Procesal Pe-
nal”. Ob. cit., p. 38.

137
Procedimientos especiales

Debe el juez comprobar que el acuerdo no encubre ningún tipo de promesa


indebida, amenazas u otro medio de coacción, lo importante es advertir la
espontaneidad de aceptar o no la propuesta[63].

El juzgador debe extremar los cuidados azuzando la inteligencia para de-


tectar algún fraude o colusión impropia entre las partes, del mismo modo,
cualquier articulación destinada a dilatar censurablemente el proceso; de
ahí que el control probatorio y jurídico que despliega el juez sobre el conve-
nio podría llevarlo a rechazarlo[64].

El Acuerdo Plenario, refiere el control de legalidad del acuerdo, se expresa


en tres planos diferentes:

A. El ámbito de la tipicidad o calificación jurídica penal, en relación a los


hechos objeto de la causa y a las circunstancias que rodean al hecho
punible.

B. El ámbito de la legalidad de la pena y, en su caso, a su correspondencia


con los parámetros, mínimo y máximo, que fluyen del tipo legal apli-
cado y de las circunstancias modificativas de la responsabilidad –esto
es lo que se denomina “pena básica”. También el juicio de legalidad al-
canza al respeto de los ámbitos legalmente definidos de la reparación
civil –siendo del caso resaltar que en este extremo prima por completo
la disposición sobre el objeto civil– y de las consecuencias accesorias.

C. La exigencia de una suficiente actividad indiciaria. Ello implica que las


actuaciones o diligencias de la investigación permitan concluir que
existe base suficiente –probabilidad delictiva– (i) de la comisión de los
hechos imputados y de su vinculación con el imputado, y (ii) que están
presentes todos los presupuestos de la punibilidad y de la perseguibili-
dad[65].

El juez, al explicar al procesado los alcances y consecuencias del acuerdo,


deberá formular las preguntas siguientes:

[63] Ídem.
[64] PEÑA CABRERA, Raúl. La terminación anticipada en el proceso penal peruano. Ob. cit., p. 162.
[65] Acuerdo Plenario Nº 5-2008/CJ-116, fundamento 10.

138
La terminación anticipada y sus conflictos internos

a) ¿Entiende usted que tiene derecho a no declararse culpable?

b) ¿Entiende usted que si no se declara culpable, tiene garantías constitu-


cionales como el derecho a un debido proceso, juicio oral entre otras?

c) ¿Alguien le hizo promesas o lo amenazó para inducirlo a declararse cul-


pable?

d) ¿Entiende que si se admite su declaratoria de responsabilidad no habrá


juicio y usted será encontrado culpable?

e) ¿Sostiene usted que es culpable de los cargos que se formulan en su


contra?

La contestación de estas interrogantes va a servir al juzgador para tener un


panorama de cuánto conoce el procesado del procedimiento a que se está
sometiendo y, más aún, es una forma de indagar, de apreciar los hechos,
que finalmente aprobará o desaprobará, mediante una sentencia o un auto,
respectivamente[66].

Asimismo, el Acuerdo Plenario, establece que el juez ha de revisar si el impu-


tado tiene debido conocimiento de los alcances y consecuencia del acuerdo
al que puede llegar –es, precisamente, el segundo paso de la audiencia, in-
mediatamente después de la presentación de los cargos por la Fiscalía–. El
consentimiento del imputado, visto el carácter dispositivo de la pretensión
o los efectos que entraña, ha de ser libre, voluntario –sin presiones o ame-
nazas–, informado, prestado con el auxilio de un abogado defensor, y con
pleno conocimiento de lo que hace o deja de hacer y a lo que se somete una
vez que acepta el acuerdo[67].

4. Duración del trámite

El legislador no estableció para este proceso especial un espacio propio


que no afecte el proceso común ya instaurado por el fiscal, mediante su
formalización ante el juez de la investigación preparatoria. Si bien fijó que

[66] PEÑA CABRERA, Raúl. La terminación anticipada en el proceso penal peruano. Ob. cit., p. 164.
[67] Cit., fundamento 8.

139
Procedimientos especiales

su celebración no suspendería la continuación del proceso, no estableció


el tiempo de su trámite o duración de esta. Por ello, es que algunos autores
han considerado que esta debe regirse dentro el plazo de la audiencia de
control de acusación, que como bien dice la norma, no podrá ser menos de
cinco ni superar los veinte días[68].

Aunque los autores no sustentan dicha interpretación de aplicar el plazo


de la audiencia de la fase intermedia para celebrar la terminación anticipa-
da –donde la audiencia de control de acusación es la más importante del
proceso por existir el filtro judicial donde se debatirá si dicha acusación fiscal
pasa a la etapa de juicio oral–, no vemos otra excusa que el temor a que su
trámite pueda prolongarse en el tiempo y sea usado por la defensa como
un mecanismo de dilación procesal de la investigación propiamente dicha,
y así favorecerse sobre ella por su obligatoria continuidad fijada en la ley, a
pesar que se sabe que estando a un trámite de un acuerdo negociado, el fis-
cal suspenderá su investigación a resultas de lo que se arribe en la audiencia
de terminación anticipada. Ante estas circunstancias, es bueno rescatar que,
en otras legislaciones, es posible la suspensión de toda actuación procesal
por un término prudente, para que dicho trámite no perjudique los plazos
de investigación rígidamente establecidos[69].

En la práctica, observamos que se recurre a innumerables reprogramacio-


nes por interpretarse que su posibilidad única de celebración se materializa
cuando todos se encuentran presenten en la audiencia, lo que conlleva al
control judicial respectivo por parte del juez. Así, Reyna Alfaro, señala que
el juez no puede archivar dicha petición como consecuencia de la inconcu-
rrencia de las partes y más bien propone su reprogramación[70]. ¿Pero acaso
dicha reprogramación no es instar –propiamente dicho– a las partes a una
celebración del acuerdo, donde han expresado tácitamente su negativa de
continuar con dicho trámite?

El juez, como lo mencionamos, se tiene que centrar en su intervención míni-


ma, en aspectos formales, subsanables del acuerdo, mas no tiene funciones

[68] REYNA ALFARO, Luis Miguel. La terminación anticipada en el Código Procesal Penal. Ob. cit., p. 195; TABOADA
PILCO, Giammpol. “El proceso especial de terminación anticipada en el nuevo Código Procesal Penal”. Ob. cit.,
pp. 36-37.
[69] LUNA CONDE, Álvaro. Terminación anticipada del proceso. Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez, Colombia,
1995, p. 51.
[70] REYNA ALFARO, Luis Miguel. La terminación anticipada en el Código Procesal Penal. Ob. cit., p. 195

140
La terminación anticipada y sus conflictos internos

paternalistas de instar a las partes las veces que sean necesarias hasta que
le manifiesten expresamente su renuncia al trámite. He allí, la necesaria re-
forma para que este proceso especial tenga la posibilidad de suspender el
proceso en sí para que su trámite no perjudique las investigaciones que, si
esta lo desaprueba, deberán continuarse conforme a su estado.

Es cierto que el legislador no dio la opción de archivar el trámite sin pronun-


ciamiento de fondo, pero tampoco es posible que el juez, al no tener una
normativa explícita de archivamiento por ausencia de las partes, tenga que
reprogramar tantas veces sea necesario para su asistencia. Ya se ha visto en
la práctica, que hasta las audiencias de segunda instancia son declaradas
inadmisibles si el apelante no va a la audiencia programada por el superior
jerárquico, se debe tener claro que todo pedido debe ser sustentado bajo los
principios de oralidad –que es desarrollado en nuestro título preliminar[71]–.

Entonces, como vemos, los órganos jurisdiccionales deben emanar autori-


dad y hacer respetar todo mandato judicial. La citación a audiencia que em-
plaza a las partes a su asistencia no es una mera comunicación pasible de ser
ignorada, sino que su incumplimiento genera una consecuencia negativa
que es el archivamiento de dicho trámite. No solo ello, sino que como ya es-
tablecimos, esta también reproduce la voluntad implícita sobre su negada
participación, ya sea para buscar una dilación procesal, o simplemente por
retractarse del acuerdo, por lo que conllevaría a un rechazo por parte del
juez y su consecuente archivamiento.

Quizás la duda más latente es si las partes, luego de dicho archivamiento,


podrían, nuevamente, presentar otro acuerdo provisional, aperturando otro
incidente para que el juez nuevamente los emplace para una citación a la
audiencia. Es claro que aquí el juez jamás se pronunció respecto al fondo
del acuerdo. Pero creemos que esto jamás ocurrirá, más aún, teniendo como
experiencia que en el Distrito Judicial de Huaura esto jamás ha sucedido.

También es bueno incidir en que la solución alternativa del conflicto demar-


ca la pauta en la norma procesal como un único acto posible en el proceso,
de igual manera dentro del desarrollo del principio de oportunidad, pues
en ninguna legislación refiere a “oportunidades”, sino a la “oportunidad” del
imputado de poder conciliarse con el Estado y la víctima. Es por ello que no

[71] BURGOS ALFARO, José. El nuevo proceso penal. Ob. cit., p. 253.

141
Procedimientos especiales

se concibe que la terminación anticipada pueda realizarse más de una vez,


pues si fuese así, el Estado se convertiría como un ente al servicio delictivo
y no hacia la sociedad que lucha contra toda persona que trasgreda normas
y bienes jurídicos tutelados, excusa para la monopolización de administrar
justicia.

IX. RENUNCIA A LA DEFENSA

También es cuestionable la posible renuncia a la defensa técnica. Dicha


crítica se acrecienta cuando en nuestra legislación –a diferencia de otras–
las negociaciones procesales no llegan a tener un límite en cuanto a delitos
cometidos, pues estos pueden realizarse para todos los que se encuentren
en la ley penal. Por ello es que se llega a generar un miedo, que se expande
cuando parte de la doctrina observa que estas negociaciones llegan a con-
vertirse en, –como ocurre en EE.UU.–, la regla general para solucionar un
conflicto, mas no la excepción; lo que conllevaría a su uso indiscriminado al
respecto.

Téngase en cuenta que su nacimiento surge principalmente para que el


Ministerio Público descongestione su carga procesal, evitando realizar in-
vestigaciones sobre delitos que pueden calificarse como delitos menores
o de poca transcendencia que no afecte gravemente el interés público y
más bien se concentre en aquellos casos donde es necesaria su fijación to-
tal, acompañado de todo su equipo de investigación, para investigar aque-
llos delitos graves y complejos. Aquí, en cambio, pareciera que el legislador
no tuvo reparos en señalar que la terminación anticipada pueda celebrarse
para todos los delitos, por lo que pareciera que el motivo de descarga proce-
sal para centrarse en resolver casos complejos no fue su finalidad.

Más aún, observamos que en esta audiencia existe presión psicológica por
parte del fiscal si es que el imputado se encuentre sufriendo una medida
coercitiva como la prisión preventiva, pues esta implica la restricción a su
libertad. Es justamente en esta ocasión donde el fiscal aprovecha la situa-
ción jurídica incierta del imputado para poder obtener una negociación que
posiblemente logre ayudarlo en salir de ese encierro declarándose respon-
sable del hecho que se le atribuye por la promesa de una sentencia suspen-
dida en su ejecución.

Si bien no se puede comparar entre una sentencia donde se desarrolla el


grado de responsabilidad del investigado, con la medida coercitiva de pri-
sión preventiva por ser esta cautelar, se prefiere la condena por la promesa

142
La terminación anticipada y sus conflictos internos

del fiscal que su cumplimiento lo va a realizar en libertad (pena suspendida).


Aquí, el abogado defensor también cumple un rol muy importante; pues
siendo su representante legal no puede dejar que el fiscal manipule emo-
cionalmente al imputado para obtener una sentencia anticipada.

Acierta Barona Vilar[72] al señalar que es evidente que también el defensor


va a tener un papel importante en el plea bargaining, dado que va a tener
que valorar todos los posibles argumentos defensivos para instruir la causa,
de tal forma que se obtenga el mejor beneficio para su cliente. Abogado y
cliente deben discutir los contenidos del posible acuerdo con el Ministe-
rio Público, teniendo en cuenta que la no aceptación del bargaining puede
siempre suponer la posibilidad de conseguir un veredicto de inocencia en
el juicio oral.

Es así, que a pesar de que la norma procesal no establezca, taxativamente,


que estos acuerdos informales puedan llevarse a cabo con la presencia del
defensor, también debemos interpretar sistemáticamente que teniendo el
investigado su derecho a ser asistido desde los actos iniciales de investiga-
ción por un abogado, no pueda excluirse al defensor en los acuerdos pre-
vios y convalidarse con su presencia en la audiencia por más informal que
haya sido la reunión.

Si bien, existe el trámite procedimiental de llevar ante el juez de la investi-


gación preparatoria dicho acuerdo para controlar la legalidad de la misma
en una audiencia con la presencia obligada de su abogado defensor, esta no
significa que desaparezca la nulidad de la misma, por existir una contami-
nación psicológica previa por parte del fiscal, donde no se sabe cómo llegó
el imputado a aceptar los cargos que en audiencia confirmará ante el juez
para que se le imponga esa sentencia anticipada, que si bien el abogado se
encuentra a su lado en ese momento, no existe una manifestación suficiente
de haber tenido acceso a un derecho a la defensa plena y legal[73].

Véase que conforme lo declara Barona Vilar[74], en algunas ocasiones se va


a producir una situación del todo propicia para que personas inocentes
resulten convictas, dado que existe una tendencia entre los ciudadanos
pobres y con menores recursos a realizar una alegación de culpabilidad,

[72] BARONA VILAR, Silvia. La conformidad en el proceso penal. Ob. cit., p. 71.
[73] De distinta opinión: REYNA ALFARO, Luis Miguel. “Los actos previos al inicio del proceso de terminación antici-
pada”. Ob. cit., p. 16.
[74] BARONA VILAR, Silvia. La conformidad en el proceso penal. Ob. cit., pp. 58-59.

143
Procedimientos especiales

independientemente de su inocencia o culpabilidad, siempre y cuando ello


sirva para salir de la cárcel inmediatamente por el tiempo ya cumplido en
situación preventiva o las más pronto posible. La ventaja ofrecida por el he-
cho de verse condenado a una pena más leve que podría llegar a esperar-
se por el hecho cometido, parece, a primera vista, evidente. Se le otorga al
imputado un papel decisivo y realmente participativo en el proceso penal.

No está demás afirmar que la aceptación de los cargos atribuidos, por parte
del imputado, llegan a estar encerrados por una contaminación subjetiva
que lo presionan a llegar a un acuerdo con el fiscal, ya sea por el destino
incierto que podría sufrir si el proceso continúa hasta el juicio oral, ya sea
por índole familiar, laboral, o de simple reputación social. Por ello, es que el
legislador da la salvedad que llevado el acuerdo a manos del juez y, pasado
el control, este lo desaprueba, dicha aceptación de cargos o de responsabi-
lidad penal no será tomada en cuenta, dejándola como inexistente.

Obsérvese que el legislador se ha percatado que dicha coerción es posible,


pero es una coerción no explícita del fiscal, sino más bien un conflicto inter-
no del imputado entre su “Ello” y su “Yo”[75], lo que va a aseverar que su ad-
misión de responsabilidad se sujeta a una aceptación de cargos con presión
psicológica. Es por ello que se le da la salvedad que si el juez desaprueba el
acuerdo, dicha declaración no se debería tomar en cuenta ni usarla en su
contra durante el proceso. Aquí, lo que implícitamente el legislador advier-
te, es que justamente la legalidad de esa confesión nace de una ilegalidad
no palpable, pero que es aprobada si pasa por todos los filtros legales que
se le ha impuesto, como el control de legalidad del juez, como el asesora-
miento previo y continuo del defensor y como la función objetiva del fiscal.
Cada uno cumple con una función especial otorgada por la ley, y esta se
manifestará con el resultado judicial, bien aprobando el acuerdo y conse-
cuentemente emitiéndose sentencia; o, desaprobándola mediante un auto
judicial.

Sobre ello, el Acuerdo Plenario profundiza, al señalar que si es que las par-
tes arriban a un acuerdo –que tiene como presupuesto la afirmación de la
responsabilidad penal del imputado y, como condición, la precisión de las
consecuencias jurídico penales y civiles correspondientes, en perfecta ar-
monía con el principio de legalidad–, corresponde al juez, en ejercicio de su

[75] Algunos expertos sobre la teoría de Freud, señalan que el yo, el ello y el super yo, nacen a través de sus obras:
“La interpretación de los sueños”; “Introducción al Psicoanálisis”; y “Los tres ensayos sobre la teoría de la sexua-
lidad”.

144
La terminación anticipada y sus conflictos internos

potestad jurisdiccional llevar a cabo los pertinentes controles acerca de la


legalidad del acuerdo y de la razonabilidad de la pena[76].

Por ello, Barona Vilar[77] asegura que no es que el plea bargaining sea un ins-
tituto positivo o negativo, sino que, de alguna forma, su valoración depen-
derá exclusivamente del modo en que se desarrolla en la práctica judicial. Si
se utiliza correctamente este instituto puede contribuir a definir el proceso
de manera satisfactoria, tanto para los intereses de la colectividad, represen-
tados por el órgano de la acusación, como para los intereses de la defensa.
Con este consenso se consigue una justicia penal mucho más rápida y efi-
ciente, creando las condiciones para que el juicio quede reservado exclusi-
vamente a aquellos casos en los que la culpabilidad del imputado deba ser
determinada en los jueces.

X. LA PUBLICIDAD DE LA AUDIENCIA

La publicidad es un instrumento de “educación popular”, es un elemento


necesario para aproximar la justicia al pueblo; un medio de conseguir
la desaparición de la desconfianza del pueblo en su administración de la
justicia; será un medio de controlar la falibilidad de los jueces; un medio de
excitar la atención al pueblo sobre la justicia que se imparte; es emanación
de la soberanía popular y consecuencia del principio político de la separa-
ción de poderes y de la correspondiente independencia judicial[78].

La audiencia privada de terminación anticipada, responde más bien a una


especie de recompensa, pues el imputado no desea estar sentado en el
banco de los acusados. Al respecto, el Acuerdo Plenario considera que es
claro que dicha audiencia es privada; y que su justificación estriba en que es
consecuencia del carácter de publicidad relativa de la investigación prepa-
ratoria y constituye, desde la perspectiva del imputado, uno de los efectos
benéficos de este proceso especial, quien apunta a que su caso no se ventile
públicamente[79].

[76] Cit., fundamento 9.


[77] BARONA VILAR, Silvia. La conformidad en el proceso penal. Ob. cit., p. 60.
[78] FAIRÉN GUILLÉN, Víctor. “Examen crítico de los principios rectores del proceso penal”. Ob. cit., pp. 445-446.
[79] Cit., fundamento 8.

145
Procedimientos especiales

Si bien la publicidad que ahora se pregona como principio, no puede com-


pararse con la publicidad de los procesos en los tiempos de antaño, tal como
lo describe Fairén, donde las reuniones de los heliastas atenienses eran en
plaza pública; esta larga tradición de juicios al aire libre debió de ser casi
norma general en la Edad Media, con los jueces itinerantes; pero ahora el
hombre moderno prefiere el aire acondicionado y los sillones cómodos[80],
por lo que dicha publicidad más bien es restringida, si bien las salas de
audiencias tienen sus puertas abiertas, no toda la sociedad tiene conoci-
miento de los procesos penales que se ventilan a diario en ellas.

Sobre lo expuesto, consideramos que existen dos diferencias concretas so-


bre la publicidad de la audiencia del juicio oral a la audiencia de terminación
anticipada; primero, que en la etapa de juicio oral no es un simple imputado,
se ha convertido en un acusado con fuertes pruebas que han sido admiti-
das por el juez de la investigación preparatoria en la etapa intermedia, lue-
go de haber realizado un debido control de la acusación, por lo que existe
más merito de culpabilidad que de inocencia, a diferencia de la terminación
anticipada, que es un acuerdo en la investigación preparatoria donde aún
no existe acusación y la presunción de inocencia es incólume; y, segundo,
el acusado desea evitar en el juicio oral cualquier afectación a su imagen
de manera pública, pues en ella soportará declaraciones, documentaciones
orales e informes técnicos sobre su responsabilidad del hecho delictuoso, a
diferencia de la terminación anticipada que sin estar en situación de acusa-
do ni soportar pruebas en contra, acepta su responsabilidad penal.

La excusa de llevar a cabo una audiencia privada para la celebración, apro-


bación y posterior emisión de una sentencia por parte del juez de la investi-
gación preparatoria no tiene sentido, al no tener el imputado –la publicidad
de la audiencia– igual situación jurídica. Aquí, el imputado solo se arriesga
–por una posible reducción de pena que obtendría si es que no decide con-
tinuar con un proceso al que le es incierto– a declarar sobre su responsabili-
dad de los hechos investigados.

Nota curiosa en cuanto a la conclusión anticipada que estando ya en la


etapa de juicio oral nadie ha discutido su desarrollo público a pesar que
el imputado –convertido en acusado– también se declara culpable públi-
camente por los cargos atribuidos, donde incluso tienen más rigor jurídico

[80] FAIRÉN GUILLÉN, Víctor. “Examen crítico de los principios rectores del proceso penal”. Ob. cit., p. 444.

146
La terminación anticipada y sus conflictos internos

por haber pasado por el filtro de la etapa intermedia. Por ello, no creemos
que dicha publicidad solo deba ser considerada para los procesos donde se
tiene como afectados al Estado, a la sociedad y a la humanidad[81], sino para
todo tipo de delitos, sin considerar a la parte agraviada o sujeto pasivo de
dicha acción.

Hasta nos podríamos centrar en el error literal del legislador, al utilizar el tér-
mino “juicio” y no “proceso” en el artículo I.2 del Título Preliminar[82], para así
entender que no solamente la publicidad de los actos procesales se realiza
en las audiencias de los juicios orales[83], sino en todas las audiencias que se-
ñala el Código Procesal Penal, pues en las demás también existe el derecho
a la oralidad y la contradicción que esta pregona. Es por ello que concor-
damos con los propios aplicadores de la norma procesal, que el 99% de los
casos donde se instaló una audiencia especial de terminación anticipada
se haya realizado públicamente y sin restricciones en el Distrito Judicial de
Huaura.

XI. LA TERMINACIÓN ANTICIPADA EN LA ETAPA INTERMEDIA

La práctica del bargaining, su desarrollo y su aceptación va a ser distinto


y variable según los Estados, según los jueces y fiscales, y evidentemente
según los acusados y sus defensores, puede afirmarse, como principio ge-
neral, que la negociación a menudo comienza desde el momento en que se
conocen los cargos contra una determinada persona[84].

Por ello, es que nuestra legislación ha enmarcado que la negociación tiene


que hacerse luego de que el fiscal emita la primera imputación formal en
contra del imputado y esté debidamente comunicada, para que así, tenga
la información que le permita conocer la decisión fiscal de continuar con la
investigación judicializando el proceso mediante su disposición de formali-
zación de la investigación preparatoria. Sobre aquella base es que recién las
partes podrán empezar a realizar los acuerdos informales necesarios para
una aprobación judicial futura.

[81] Sobre dicha opinión, véase: HURTADO POMA, Juan. “La audiencia privada del proceso de terminación anticipa-
da y su constitucionalidad”, disponible en: <www.lozavalos.com.pe>.
[82] Artículo I.2.- “Toda persona tiene derecho a un juicio previo, oral, público y contradictorio, desarrollado conforme
a las normas de este Código”.
[83] Artículo 357.- “El juicio oral será público (…)”.
[84] BARONA VILAR, Silvia. La conformidad en el proceso penal. Ob. cit., p. 81.

147
Procedimientos especiales

Ahora, es bueno, en este momento, realizar un análisis sobre lo dicho por el


legislador en cuanto al artículo 468.1 al establecer que los procesos podrán
terminar anticipadamente a iniciativa del fiscal o del imputado, donde el
juez de la investigación preparatoria tiene dicha facultad para disponer su
trámite, una vez expedida la disposición fiscal de formalización y hasta antes
de formularse acusación fiscal.

El Acuerdo Plenario se ha manifestado al respecto, al concluir que el proceso


de terminación anticipada no guarda correspondencia con el proceso co-
mún. Es un proceso especial sujeto a sus propias reglas de iniciación y con
una estructura singular –etapas propias y actuaciones singulares no equipa-
rables con el proceso común, basado en el principio estructural de contra-
dicción y no en el de consenso que informa al primero–. Además, el proceso
de terminación anticipada se insta después de expedida la disposición de
formalización y continuación de la investigación preparatoria y hasta antes
de formularse la acusación fiscal (artículo 468.1 del NCPP) y la audiencia es-
pecial y privada está sometida a determinadas pautas y ritos, muy distintos
a los que rigen la audiencia de control de la acusación, acto de postulación
que, a mayor abundamiento, no existe en la terminación anticipada[85].

Asimismo, establece que la incorporación del proceso de terminación anti-


cipada en la etapa intermedia del proceso común no solo desnaturaliza su
regulación propia y naturaleza jurídica, sino que tergiversa otro eje de su
reconocimiento en el proceso penal nacional: la función de acortar los tiem-
pos procesales y evitar las etapas procesales comunes intermedia y de enjui-
ciamiento, precisamente uno de los fundamentos que permite el beneficio
premial de reducción de la pena de una sexta parte. Si se incoa en sede de
etapa intermedia no podría aplicarse, en sus propios términos, el artículo
471 del NCPP por no cumplir su finalidad político criminal[86].

Es así que la Corte Suprema, considera que la audiencia preliminar de con-


trol de la acusación no está diseñada para concretar la terminación antici-
pada del proceso, pues en la primera solo es obligatoria la asistencia del
fiscal y el defensor del acusado, mientras que la audiencia de terminación
anticipada se instalará con la asistencia obligatoria del fiscal y del imputado
y su abogado defensor. En caso de que no concurra el acusado concernido,

[85] Cit., fundamento 17.


[86] Cit., fundamento 19.

148
La terminación anticipada y sus conflictos internos

o los otros, si fueran causas complejas o seguidas contra varios encausados,


sería imposible desarrollar la audiencia de terminación anticipada. Su acep-
tación obligaría a fijar otra audiencia, con serio desmedro del principio de
aceleramiento procesal.

Desde la perspectiva de los demás sujetos procesales también se producen


inconvenientes. Al no ser obligatoria la presencia de ellos no podrían opo-
nerse a la realización de esta audiencia, pues como señala el artículo 468.3
del NCPP el requerimiento fiscal o la solicitud del imputado será puesta en
conocimiento de todas las partes por el plazo de cinco días, quienes se pro-
nunciarán acerca de la procedencia del proceso de terminación anticipada
y, en su caso, formular sus pretensiones. Empero, al aplicar la terminación
anticipada en la etapa intermedia, tal trámite –indispensable–, no será
posible[87].

Si bien la discusión es sobre que el proceso especial de terminación antici-


pada no puede realizarse en la etapa intermedia, esto se ha dado por inter-
pretar tácitamente que la formulación de la acusación fiscal da el inicio de la
etapa intermedia, lo que es erróneo.

La etapa intermedia se inicia al día siguiente de emitida la disposición fiscal


de conclusión de la investigación preparatoria, por lo que al día siguiente de
la conclusión fiscal, la etapa de la investigación preparatoria ya precluyó, y
no existe otra etapa ni subetapa que otorgue la ley para considerar que aún
la etapa intermedia no se haya iniciado.

Es así que los quince días que se le otorga al fiscal para que presente su
requerimiento, ya sea para acusar o para solicitar el sobreseimiento, tiene y
deben ser considerados como parte de la etapa intermedia.

Este requerimiento fiscal de acusación, es parte de un trámite formal ne-


cesario para que el órgano jurisdiccional pueda poner en conocimiento
sobre su contenido a los demás sujetos procesales. Este trámite tiene una
secuencia formal para que estos puedan manifestarse, si lo desean, sobre
el contenido de dicho requerimiento fiscal que encierra en sí dos manifes-
taciones de voluntades por parte del Ministerio Público: el primero, que son
las conclusiones a las que arriba el referido Ministerio, luego de haber rea-
lizado todas las diligencias que propiamente se había encomendado para

[87] Cit., fundamento 20.

149
Procedimientos especiales

el esclarecimiento de los hechos[88]; y, segundo, que sobre dicha conclusión


se externaliza el pedido fiscal hacia el órgano jurisdiccional que puede ser
la presentación de la acusación formal contra el imputado, ofreciendo esos
medios probatorios necesarios que lo sustenten, así como la pena a impo-
nerse, reparación civil y demás consecuencias accesorias; o, considere que
no ha encontrado suficientes medios probatorios que lo vinculen con el he-
cho investigado solicitando el sobreseimiento del proceso.

Entonces, se tiene en cuenta que tanto la presentación del requerimiento


fiscal de acusación, el traslado de esta a los demás sujetos procesales, y la
presentación de sus pretensiones dentro de los diez días que establece la
norma procesal como plazo para su presentación, es en sí un trámite pura-
mente formal que se va a materializar recién en la audiencia preliminar que
será fijada por el órgano jurisdiccional. Mejor dicho, que estas voluntades de
las partes que han sido satisfechas por la norma procesal dentro de un pará-
metro formal de plazos, recién se manifestará oralmente en la audiencia de
la etapa intermedia.

Es por ello que el vínculo obligatorio del fiscal al estar presente en dicha
audiencia es para sustentar oralmente su acusación formal, de igual forma
que se le obliga a los demás sujetos procesales su presencia para tomar en
cuenta las observaciones planteadas dentro de los diez días que menciona
la ley.

Es aquí, en la audiencia preliminar de la etapa intermedia, donde recién


se pone de manifiesto la pretensión fiscal, pues la sustentación oral de la
acusación es en sí su verdadera formulación. Más fácil y claro hubiese sido
que el legislador haya señalado que la terminación anticipada del proceso
solo podrá realizarse dentro de la etapa de la investigación preparatoria, y
no establecer que esta puede hacerse una vez expedida la disposición de
formalización de la investigación preparatoria y hasta antes de formularse
acusación fiscal.

Lo que se debe negar es la reprogramación de la audiencia de la etapa in-


termedia a excusas de arribar a un acuerdo de terminación anticipada. Si
bien en dicho estadio el juez solo le vincula en ese momento la acusación

[88] Esto tiene sentido por cuanto la disposición de conclusión de la investigación preparatoria no llega a explicar
cuáles son las verdaderas conclusiones a las que arribó el fiscal luego de su investigación, sino más que todo,
es la comunicación oficial a los sujetos procesales que la etapa de la investigación preparatoria ha culminado, lo
que conlleva a la imposibilidad de continuar con la investigación.

150
La terminación anticipada y sus conflictos internos

fiscal presentada por el Ministerio Público, la variación de la audiencia para


debatir un acuerdo previo de terminación anticipada debe y tiene que ser
de sola responsabilidad de las partes. La presencia obligatoria del imputado
a la audiencia para poder variar la audiencia no dependerá del juez, ni se en-
cuentra obligado a notificar al imputado a su domicilio real o reprogramar
la audiencia para posibilitar un acuerdo. Si las propias partes no se preocu-
paron en acudir a la audiencia y allanar cualquier obstáculo que implique
algún tipo de disconformidad, la audiencia de control de la acusación será
innegable.

XII. TERMINACIÓN ANTICIPADA EN LA ACUSACIÓN DIRECTA

En la acusación directa, el fiscal, al considerar que ya no tiene más diligen-


cias que realizar, obvia la etapa de la investigación preparatoria formal,
conforme al artículo 336.4 del Código Procesal Penal y en vez de emitir su
disposición fiscal de formalización de la investigación preparatoria, presen-
ta directamente su acusación; sustentada con los elementos de convicción
acopiados en la etapa preliminar, siendo ofrecidas como medios probato-
rios para el respectivo control judicial y preparación para el futuro juicio oral.

En ella, al no existir etapa formal de la investigación, no se podría, jamás,


aplicarse la terminación anticipada del proceso, considerando que esta se
puede aplicar solamente dentro de la etapa de la investigación preparatoria
y no hasta antes de que el fiscal formule oralmente su acusación, esto es,
hasta la instalación de la audiencia preliminar de la etapa intermedia.

Es necesario entender que no se le puede favorecer más al imputado, que


tener la oportunidad de llegar a un acuerdo con el persecutor penal en un
determinado momento del proceso, como ya lo hemos explicado. Lo que
rechazamos es el uso abusivo y desproporcionado de esta institución pro-
cesal, cuando se le dio esa oportunidad de culminar el proceso anticipada-
mente y dejó pasar dicha circunstancia.

Si bien la tramitación de la terminación anticipada no suspende la investi-


gación, en la práctica esto sí sucede pues, como bien ya lo hemos estudia-
do, dicha celebración ante el juez de la investigación preparatoria conlleva
a una sentencia anticipada, donde el proceso culmina anticipadamente a
las reglas, etapas y plazos previstos ritualmente en la ley procesal. Por ello,
todos los involucrados con la esperanza de que el juez, luego del control
respectivo, lo apruebe, suspenden la investigación.

151
Procedimientos especiales

Pero adviértase que dicha suspensión no genera morosidad si su trámite


concluye en tres actos: 1. El fiscal con el imputado y su abogado defensor
presentan su acuerdo provisional de terminación anticipada; 2.- El juez cita
a las partes para llevar a cabo la audiencia respectiva para su control ju-
dicial; 3. El juez en audiencia emite su decisión, aprobando el acuerdo y
sentenciando al imputado o emitiendo un auto de desaprobación. Si esto
ocurriese así, no afectaría la investigación, pues en la práctica se conoce que
desde la presentación de dicho acuerdo por las partes hasta la fecha de la
audiencia no conlleva para el juzgado una programación lejana en su agen-
da judicial. El error ocurre, cuando el juez reprograma una y otra vez dicha
audiencia ante la ausencia, o bien del imputado o del abogado defensor la
que no puede llegar a realizar el control respectivo ante la ausencia de una
de las partes.

Es posible que en la etapa preliminar haya existido un acuerdo conciliatorio


de principio de oportunidad, pero que esta, en el transcurso de su cumpli-
miento, no se efectivizó en su totalidad, permitiendo de esta manera al fiscal
reactivar la acción penal acusándolo directamente. El abuso practicado so-
bre estas instituciones se advertiría si el fiscal en la etapa intermedia de dicha
acusación directa y hasta antes de formular oralmente su acusación, haga lo
contrario y la retire para aplicar un criterio de oportunidad que, como lo es-
tablece el Acuerdo Plenario son todos los que se encuentran contemplados
en el artículo 2 donde se desarrolla el principio de oportunidad[89].

En sí, lo que se rechaza, es que si al imputado se le dio la oportunidad de


realizar una conciliación en la etapa preliminar, pero esta no se concretó por
entera responsabilidad del propio imputado, no puede el fiscal nuevamente
darle otra oportunidad para que el proceso no continúe en juicio, solo por-
que ya conoce que el fiscal ha acusado directamente. Aceptar dicha actitud
del ahora acusado, es colaborar con el irrespeto a la justicia y hacia los órga-
nos que la administran, y, principalmente, hacia la víctima.

XIII. LA IMPARCIALIDAD DEL JUEZ Y SU POSIBLE EXCLUSIÓN

Este acuerdo negociado, ya sea en la etapa de la investigación preparato-


ria o en la etapa intermedia del proceso, implica que el juez cumpla con la

[89] Cit., fundamento 18.

152
La terminación anticipada y sus conflictos internos

función de sentenciar a un imputado en una etapa distinta y anticipada al


juicio oral –exceptuándose la labor del juez de juzgamiento quien es el en-
cargado de emitir sentencia– además controla la legalidad de este acuerdo,
pudiendo incluso desaprobarlo.

La desaprobación del acuerdo previo de terminación anticipada, celebrada


entre el fiscal y el acusado, implica la disconformidad del juez sobre la pro-
puesta de la pena a imponérsele al imputado, así como la reparación civil y
demás consecuencias accesorias.

Esta aceptación abierta y voluntaria en la audiencia de terminación antici-


pada, conlleva a retroalimentar al juez de la investigación preparatoria sobre
la culpabilidad del imputado, entonces, cuando se lleve a cabo la audiencia
preliminar de la acusación fiscal, si es que decide el juez que desaprobó el
acuerdo presentado por aquellas partes; dicha actuación, va a contaminar al
juez de la investigación preparatoria que tiene que decidir sobre el control
de la acusación, al quebrar la inamovilidad del principio de presunción de
inocencia que debe perdurar durante todo el proceso penal.

Si bien es cierto, el juez de la investigación preparatoria no es el encargado


de llevar a cabo el juicio oral, pero sí lleva a cabo la audiencia de control de
la acusación. Entonces nos preguntamos: ¿podría el juez controlar debida-
mente la acusación fiscal cuando ya se tiene el concepto de que el imputa-
do anteriormente aceptó su responsabilidad penal?

No obstante, la norma procesal establece que cuando el juez no apruebe un


acuerdo de terminación anticipada, la declaración formulada por el imputa-
do debe tenerse como inexistente. ¿Podríamos asegurar a ciencia cierta si
dentro de la mente del juzgador, esta declaración de culpabilidad, lo tendrá
como inexistente, para poder realizar justamente ese control de acusación y
debatir otras cuestiones planteadas que puedan sobreseer la causa?

Pese a que la norma procesal señala que no está permitida la actuación de


pruebas en la audiencia de terminación anticipada, el juez antes de apro-
bar este acuerdo debe evaluar si obran suficientes elementos de convicción;
elementos que pueden luego convertirse en medios probatorios en la etapa
intermedia, asimismo analiza la calificación jurídica del hecho punible más
la pena a imponerse, ¿podríamos considerar que este juez, luego de haber
evaluado esta propuesta por las partes, y las rechace por algún determinado
motivo, pueda llevar a cabo una audiencia de control de la acusación sin
prejuicio alguno?, al menos creemos que la función de la etapa intermedia
como filtro para los casos penales, en cuanto calificación jurídica y medios

153
Procedimientos especiales

probatorios suficientes para llevar a cabo un juicio oral, estaría viciado o no


cumpliría estrictamente su papel garantizador, por haberse contaminado
de documentos, de aceptación de cargos y posibles penas.

Es claro que mantener la imparcialidad del juzgador conlleva a no inclinar la


balanza a ninguna parte procesal, aun así se excuse que esta se hace a favor
de encontrar la verdad y estar más cercano a la justicia. Mantener durante
todo el proceso la misma neutralidad respecto de la hipótesis acusatoria
que respecto de la hipótesis defensiva hasta el momento de elaborar la sen-
tencia[90], es lo que se pretende ahora con la división de funciones entre el
fiscal y el juzgador. Es por ello que con el principio acusatorio, ese triángulo
que menciona Cafferata Nores y que es conformado entre el fiscal, acusado
y juez, siempre debe ser equilátero, por lo que no es casual que la justicia se
simbolice con una balanza, cuyos dos platillos están a la misma distancia[91].

Debemos separar las funciones del juez en cada etapa procesal; pues man-
tener a un juez de garantías en la etapa donde el fiscal dirige sus investiga-
ciones y que luego actúa en filtrar las acusaciones fiscales, envenena todo
principio de contradicción e inmediación de partes. Por ello, el tratamiento
que se da en la terminación anticipada, debería buscar que mantener incó-
lume el principio de imparcialidad del juzgador, aun así, esta sea tan dimi-
nuta que ni las propias partes la hayan podido palpar.

XIV. LA INCLUSIÓN DE LA VÍCTIMA

El artículo IX.3 del Título Preliminar del NCPP, asegura que el proceso pe-
nal garantiza el ejercicio de los derechos de información y de participación
procesal a la persona agraviada o perjudicada por el delito, lo que ha hecho
parecer un pronóstico positivo para la víctima[92].

En las aulas universitarias, Congresos o eventos sobre temas de reforma pro-


cesal penal, se apunta a desarrollar a la víctima con un papel importante en
este nuevo sistema, que no lo tenía el Código de Procedimientos Penales; y
esta apreciación se basa teóricamente en que el Código Procesal Penal ha

[90 CAFFERATA NORES, José I. Proceso penal y Derechos Humanos. Editores del Puerto, Buenos Aires, 2000,
p. 33.
[91] Ídem.
[92] REYNA ALFARO, Luis Miguel. “Los actos previos al inicio del proceso de terminación anticipada”. Ob. cit., p. 14.

154
La terminación anticipada y sus conflictos internos

realizado un desarrollo completo sobre sus derechos, e independientemen-


te, sobre sus facultades por si desea ser incorporado como parte en el pro-
ceso, apartándose del antiguo termino parte civil, al ahora actor civil, como
consecuencia de su participación y actuación, distinguiéndose los derechos
que se le otorga como agraviado[93] con las facultades que se le incorpora a
su constitución[94].

Pero nuestra norma procesal penal solo ha llegado a legislar la inclusión de


la pretensión civil en el proceso penal. Véase que el Ministerio Público, por
ser representante de la sociedad, ejercita la acción penal, y siendo el agra-
viado parte de la sociedad, se concluye que el Ministerio Público también lo
representa. Si bien es cierto, los fundamentos de esta inclusión se basaron
que en un país como el nuestro, con asignación de exiguos recursos a la
administración de justicia, no puede darse el lujo de realizar dos procesos
paralelos para resolver un mismo conflicto cuando esta puede resolverse
en uno solo[95], dicha inclusión no basta, si es que se observa en la práctica
procesal que el Ministerio Público no reacciona con base en las pretensio-
nes civiles del particular, sino sobre sus pretensiones penales, aunque estas
arrastren las civiles de la víctima.

Reyna Alfaro ha señalado que la intervención de la víctima del delito en la


etapa preparatoria de la terminación anticipada reduce los índices de vic-
timización secundaria, que el propio sistema penal genera sobre el perju-
dicado por el hecho punible[96]; pero no solamente necesitamos a la vícti-
ma como simple veedor de este acuerdo, sino que a su vez, manifieste su

[93] Artículo 95.- Derechos del agraviado.- 1. El agraviado tendrá los siguientes derechos: a) A ser informado de los
resultados de la actuación en que haya intervenido, así como del resultado del procedimiento, aun cuando no
haya intervenido en él, siempre que lo solicite; b) A ser escuchado antes de cada decisión que implique la extin-
ción o suspensión de la acción penal, siempre que lo solicite; c) A recibir un trato digno y respetuoso por parte
de las autoridades competentes, y a la protección de su integridad, incluyendo la de su familia. En los procesos
por delitos contra la libertad sexual se preservará su identidad, bajo responsabilidad de quien conduzca la inves-
tigación o el proceso. d) A impugnar el sobreseimiento y la sentencia absolutoria. 2. El agraviado será informado
sobre sus derechos cuando interponga la denuncia, al declarar preventivamente o en su primera intervención
en la causa. 3. Si el agraviado fuera menor o incapaz tendrá derecho a que durante las actuaciones en las que
intervenga, sea acompañado por persona de su confianza.
[94] Artículo 104.- Facultades del actor civil.- El actor civil, sin perjuicio de los derechos que se le reconocen al agra-
viado, está facultado para deducir nulidad de actuados, ofrecer medios de investigación y de prueba, participar
en los actos de investigación y de prueba, intervenir en el juicio oral, interponer los recursos impugnatorios que
la Ley prevé, intervenir –cuando corresponda– en el procedimiento para la imposición de medidas limitativas de
derechos, y formular solicitudes en salvaguarda de su derecho.
[95] GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás Aladino. La reparación civil en el proceso penal. Idemsa, 2ª edición, Lima, 2005,
p. 109.
[96] REYNA ALFARO, Luis Miguel. “Los actos previos al inicio del proceso de terminación anticipada”. Ob. cit., p. 18.

155
Procedimientos especiales

posición y que esta sea tomada en cuenta para la negociación entre el fiscal
y el imputado. No se busca un agraviado cobijado entre los brazos pater-
nales del fiscal, sino uno que revele sus propias pretensiones dentro de los
extremos que la ley le confiere.

Por ello, reiteramos nuestra posición que si hacemos que participe la vícti-
ma en la audiencia, donde se ha negociado la pena y reparación civil entre
el fiscal, imputado y abogado defensor, y no le damos facultades o derechos
para poderse pronunciar sobre ella, solamente estamos utilizando a esta
como objeto mas no como sujeto del proceso.

La idea más bien se orienta hacia la obligación del fiscal de darle a conocer
todos sus derechos, apenas reciba la denuncia por parte de la víctima, o
cuando esta es citada a declarar. Posteriormente, debe tener acceso a un
defensor público si es que no cuenta con los recursos económicos necesa-
rios para obtener uno. Por ello, podremos incluirla en el proceso como actor
civil, disfrutando de las facultades que la ley le otorga como tal. Recién ahí,
podríamos hablar sobre la reducción de victimización secundaria.

XV. CONSIDERACIONES FINALES

Advertimos que esta institución procesal tiene mucho por ofrecer, si lo lleva-
mos adecuadamente y sin vulnerar algún derecho de rango constitucional.

Tenemos un gran capacidad de poder mejorar nuestra administración de


justicia, y esto se advierte en la preocupación de la reforma con una nue-
va ley procesal, en el constante empeño de los magistrados por obtener
mejores soluciones y satisfacciones de parte de nuestra sociedad; y, con-
siderablemente de nuestra Corte Suprema al preocuparse por establecer
lineamientos que son emanados por la práctica procesal en virtud de la pro-
gresiva vigencia del Código Procesal Penal.

Como vemos, la preocupación existe y es latente. La doctrina también varía


y propone nuevas soluciones. Estamos todos yendo hacia un camino nuevo
y esperanzador, en aras de obtener ese debido proceso justo y necesario
para nuestro país que se encuentra renaciendo económica y políticamente.

No todo estará dicho, y siempre consideraremos las investigaciones como


trabajos preliminares, en busca del perfeccionismo. La tarea de todos es
evaluar, aplicar y reevaluar. Una constante crítica interna y perenne que vigi-
le nuestros propios actos. La forma de intervención del juez, legal, necesaria;

156
La terminación anticipada y sus conflictos internos

pero sin entrometerse en otros aspectos internos de propio acuerdo


adecuan su función dentro de los parámetros de control que establece
la norma.

La suspensión del proceso, para tramitar la terminación anticipada, también


la consideramos necesaria para obtener un mejor resultado sin que esta sea
utilizada para fines negativos de dilación procesal. La necesaria interven-
ción del abogado defensor en los acuerdos informales libera todo tipo de
presión ilegal que pueda realizar el persecutor.

La necesaria publicidad de la audiencia de terminación anticipada opta por


una mejor administración de justicia transparente. El uso de esta institución
procesal en la etapa intermedia es oportuna, a pesar de sus detractores y
lineamientos otorgados por la Corte Suprema, siempre y cuando sean las
propias partes quienes quieran instar a ella, sin que esta perjudique la au-
diencia preliminar con su posible reprogramación. Solo existe una “oportu-
nidad” para la realización de su celebración en sede judicial para evitar su
abuso, y teniendo presente los antecedentes del imputado para observar
su conducta.

Continuamos con la propuesta de remitir el proceso a otro juez de la inves-


tigación preparatoria, si desaprueba el acuerdo con la finalidad de que se
realice el control de la acusación.

Por último, el Ministerio Público tiene que darle a conocer al agraviado que
puede y debe participar en el proceso en todas las etapas procesales, in-
formándole sobre sus derechos que adquiere como tal y las facultades que
podría tener si desea constituirse en actor civil; otorgándole un defensor de
oficio para que pueda participar en el proceso, si no desea que el Ministerio
Público lo represente.

Esperamos que lo reflexionado en esta oportunidad pueda seguir siendo es-


tudiado debido a que esta institución procesal importante. Aún la vigencia
de la ley procesal penal no se encuentra en su totalidad, por lo que asegura-
mos que existirán más debates y consensos de aplicación, lo que es impor-
tante para enriquecer nuestras teorías y fortalecer sus prácticas. Así, se daría
una verdadera solución a los conflictos sociales[97].

[97] BURGOS ALFARO, José. “Terminación anticipada: ¿Solución de conflictos o de carga procesal?”. En: Gaceta
Penal & Procesal Penal. Tomo 6, diciembre, 2009, p. 308.

157
Procedimientos especiales

XVI. BIBLIOGRAFÍA

• BARONA VILAR, Silvia. La conformidad en el proceso penal. Tirant lo


Blanch, Valencia, 1994.

• BINDER, Alberto. ¿Qué significa implementar un nuevo sistema de jus-


ticia penal? Ensayo escrito como introducción al libro “Evaluación de la
justicia penal en El Ecuador, publicado por la Fundación Esquel, Quito,
2004. Disponible en: <www.cejamericas.org>.

• BRENES QUESADA, Carlos. Justicia Restaurativa: Una herramienta para la


solución al fenómeno de la criminalidad costarricense (tesis), Costa Rica,
2009. Disponible en: <www.justiciarestaurativa.org>.

• BURGOS ALFARO, José David. El nuevo proceso penal. Su aplicación en la


práctica, con jurisprudencia y comentarios críticos. Grijley, Lima, 2009.

• BURGOS ALFARO, José. “La función del asistente jurisdiccional y la for-


mación de cuadernos en el nuevo Código Procesal Penal”. Actualidad
Jurídica. Tomo Nº 177, Gaceta Jurídica, agosto, 2008.

• BURGOS ALFARO, José. “Terminación anticipada: ¿solución de conflic-


tos o de carga procesal?”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 6, di-
ciembre, 2009.

• CAFFERATA NORES, José I. Proceso penal y Derechos Humanos. Editores


del Puerto, Buenos Aires, 2000.

• CASTRO TRIGOSO, Hamilton. “La terminación anticipada en la etapa


intermedia del nuevo proceso penal. A propósito del Acuerdo Plenario
N° 05-2009/CJ-116”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 6, Gaceta
Jurídica, Lima, diciembre, 2009.

• CUBAS VILLANUEVA, Víctor. El Nuevo Proceso Penal Peruano. Teoría y


práctica de su implementación. Palestra, Lima, 2009.

• FAIRÉN GUILLÉN, Víctor. “Examen crítico de los principios rectores del


proceso penal”. En: XV Congreso Mexicano de Derecho Procesal, UNAM,
México, 1998.

• GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás Aladino. La reparación civil en el proceso penal.


Idemsa, 2ª edición, Lima, 2005.

158
La terminación anticipada y sus conflictos internos

• HERNÁNDEZ BREÑA, Wilson. La carga procesal bajo la lupa: por materia y


tipo de órgano jurisdiccional, Justicia Viva, Lima, 2008.

• HORVITZ LENNON/ LÓPEZ MASLE. Derecho Procesal Penal Chileno.


Tomo I, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 2002.

• HURTADO POMA, Juan. “La audiencia privada del proceso de termina-


ción anticipada y su constitucionalidad”. Disponible en: <www.lozava-
los.com.pe>.

• JUSTICIA VIVA. “¿Se puede reformar el Poder Judicial?”. Justicia Viva,


Lima. Disponible en: <www.justiciaviva.org.pe>.

• LANDA ARROYO, César. “Bases constitucionales del nuevo Código


Procesal Penal peruano”. En: Aportes al Derecho Penal peruano desde la
perspectiva constitucional, Revista Institucional. N° 7, AMAG, 2006.

• LUNA CONDE, Álvaro. Terminación anticipada del proceso. Ediciones


Jurídicas Gustavo Ibáñez, Colombia, 1995.

• MONROY GÁLVEZ, Juan F. Teoría General del Proceso. Comunitas, 3ª


edición, Lima, 2009.

• NEYRA FLORES, José Antonio. Manual del Nuevo Proceso Penal & de Liti-
gación Oral. Idemsa, Lima, 2010.

• PASTOR, Daniel R. El plazo razonable en el proceso del estado de derecho.


Ad Hoc, Bueno Aires, 2002.

• PEÑA CABRERA, Raúl. “La terminación anticipada en el proceso penal


peruano”. En: Revista Peruana de Ciencias Penales. Año II, Número 3,
Enero-Junio, Grijley, Lima, 1994.

• REYES ALVARADO, Víctor Raúl. “El proceso especial de terminación an-


ticipada y su aplicación en el Distrito Judicial de Huaura a partir de la
vigencia del Código procesal penal del 2004”, febrero, 2007. Disponible
en: <www.justiciaviva.org.pe>.

• REYNA ALFARO, Luis Miguel. La Terminación anticipada en el Código


Procesal Penal. Jurista, Lima, 2009.

• REYNA ALFARO, Luis Miguel. El Proceso Penal Aplicado. 2ª edición,


Grijley, Lima, 2011.

159
Procedimientos especiales

• REYNA ALFARO, Luis Miguel. “Los actos previos al inicio del proceso
de terminación anticipada”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 2,
agosto, 2009.

• ROSAS YACTACO, Jorge. Manual de Derecho Procesal Penal. Jurista, Lima,


2009, p. 895.

• SÁNCHEZ VELARDE, Pablo. Manual de Derecho Procesal Penal. Idemsa,


Lima, 2004.

• SÁNCHEZ VELARDE, Pablo. Introducción al nuevo proceso penal. Idemsa,


Lima, 2005.

• SAN MARTÍN CASTRO, César. Derecho Procesal Penal. Tomo I, Grijley,


Lima, 2003.

• SAN MARTÍN CASTRO, César. Derecho Procesal Penal. Tomo II, Grijley,
Lima, 2003, p. 1384.

• TABOADA PILCO, Giammpol. “El proceso especial de terminación anti-


cipada en el nuevo Código Procesal Penal”. En: Gaceta Penal & Procesal
Penal. Tomo 2, agosto, 2009.

• VELÁSQUEZ VELÁSQUEZ, Fernando. “La justicia negociada: un


ejemplo del peligro de la privatización del proceso penal con el nuevo
sistema”. Ponencia inaugural presentada el día cinco de octu-
bre de 2009, en el Congreso de Estudiantes de Derecho Penal so-
bre “Evaluación y retos del sistema procesal penal acusatorio: un
debate sobre sus debilidades y perspectivas”, Bogotá, Colom-
bia. Disponible en: <http://www.usergioarboleda.edu.co/santa-
marta/institucional/escuelas/derecho/eventos/1er_congreso_
penal/ponencias/2009_velasquez_justicia_negociada.pdf>.

• VILLAVICENCIO RÍOS, Frezia Sissi. “La terminación anticipada del pro-


ceso en las audiencias de prisión preventiva y de control de la acusa-
ción fiscal”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 3, Gaceta Jurídica,
setiembre, 2009.

160
5

artículo
El principio acusatorio y el proceso penal
por faltas en el Código Procesal
Penal de 2004
¿Es el proceso penal por faltas un verdadero proceso?

Hamilton CASTRO TRIGOSO


El principio acusatorio y el proceso penal por
faltas en el Código Procesal Penal de 2004
¿Es el proceso penal por faltas un verdadero proceso?

Hamilton Castro Trigoso[*]

Sumario I. Introducción II. El proceso penal por faltas en el Perú


III. ¿Cómo debe ser el proceso penal peruano según la Cons-
titución? IV. El principio acusatorio y el Proceso Penal por
faltas. V. ¿Qué significa la ausencia del fiscal en los procesos
por faltas?

I. INTRODUCCIÓN
El modo en que una sociedad diseña su proceso penal revela su grado de
civilización. Las legítimas exigencias de celeridad y eficiencia no justifican
en modo alguno el sacrificio de garantías y principios que configuran ac-
tualmente al mecanismo o herramienta de redefinición del conflicto penal
subyacente a la comisión de un delito o una falta que es el proceso. En estos
tiempos hay quienes pretenden privilegiar por encima de todo una drástica
reacción punitiva y la eficacia de la persecución penal. Sin embargo, es bue-
no recordar que la eficacia, la eficiencia, la drasticidad y la celeridad no son
los únicos valores a los que el Estado y la sociedad deben aspirar cuando se
trata de la persecución y la reacción punitivas. Importa también, principal-
mente, el cómo se llega al estado de aplicar una sanción penal.

En esta línea de pensamiento, es válido que nos preguntemos si el actual


proceso penal por faltas responde o no a las exigencias de un verdadero

[*] Magíster en Derecho con mención en Ciencias Penales por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Ex docente de Derecho Procesal Penal en la maestría en Derecho Procesal de la misma casa de estudios y
en el pregrado de la Universidad César Vallejo. Fiscal penal en el Distrito Judicial de Lima. Docente del curso.
Restricción de derechos en la obtención de prueba en la maestría de Derecho Penal de la Universidad Privada
Antenor Orrego (Trujillo).

163
Procedimientos especiales

proceso. Examino, por ello, el concepto y los alcances del llamado principio
acusatorio con la finalidad de conocer si se respeta o no en el proceso penal
por faltas diseñado por el legislador de 2004. Este examen es necesario si
queremos responder a la pregunta antes mencionada, en tanto y en cuanto
es el principio acusatorio fundamental en la exigencia de un proceso penal
respetuoso de la distinción de las funciones de quien acusa y de quien sen-
tencia y, por lo tanto, garantizador de la imparcialidad con la que se debe
resolver el conflicto penal.

Antes de abordar el meollo del asunto he considerado pertinente hacer un


pequeño estudio de la regulación del proceso penal por faltas en el Código
de Procedimientos Penales de 1940, la Ley Nº 27939 y el Código Procesal
Penal de 2004. Ello nos permitirá ver no solo cómo ha evolucionado hasta
ahora la regulación de la materia, sino también cuál es nuestra tradición.

Asimismo, me ocupo previamente de lo que me parece es el diseño de


proceso penal a partir de los preceptos de la Constitución Política. En otras
palabras, de cómo debe ser el Proceso Penal peruano y qué principios y ca-
racterísticas debe respetar obligatoriamente desde las exigencias de la Ley
Fundamental. Allí veremos cómo el principio acusatorio es de capital impor-
tancia en la configuración del proceso penal.

En la parte final de este trabajo, el lector encontrará argumentos y razones


sobre el principio acusatorio en el proceso penal por faltas regulado en el
Código Procesal Penal de 2004. Al concluir, estaremos en condiciones de
aportar una opinión sobre si esta regulación es o no respetuosa del princi-
pio acusatorio y si el Fiscal puede o debe tener cabida en el proceso penal
por faltas.

II. EL PROCESO PENAL POR FALTAS EN EL PERÚ

1. El proceso penal por faltas en el Código de Procedimientos Penales de


1940

El viejo Código de Procedimientos Penales de 1940, en el Título V del


Libro IV, artículos 324 al 328, estatuyó el juicio por faltas como un pro-
cedimiento especial, junto al procedimiento para delitos de calumnia,
difamación, injuria y contra el honor sexual, juicio por delitos de imprenta y
otros medios de publicidad y el juicio contra reos ausentes.

164
El principio acusatorio y el proceso penal por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

Inicialmente los procesos por faltas instruidos por los Jueces de Paz Letrados
eran sentenciados por los Jueces Penales y podían ser apelados ante el Tri-
bunal Correccional, mientras que los procesos instruidos por los Jueces de
Paz No Letrados eran sentenciados por los Jueces de Paz Letrados y el fallo
podía ser impugnado ante el Juez Penal. Posteriormente, mediante modifi-
cación introducida por ley N° 24965, publicada en el diario oficial El Peruano
el 22 de diciembre de 1988, se estableció que los procesos sentenciados
por los Jueces de Paz Letrados debían ser apelados ante el Juez Instructor,
mientras que los fallos de los Jueces de Paz No Letrados eran impugnables
ante el Juez de Paz Letrado.

El proceso por faltas ante el Juez de Paz Letrado se sujetaba, en lo pertinen-


te, a las reglas establecidas para el proceso penal sumario, no pudiendo ex-
ceder de treinta días el término de la instrucción, salvo prórroga excepcional
de quince días adicionales. En tanto, el proceso por faltas ante el Juez de Paz
No Letrado se sustanciaba en una sola audiencia en la que debían ofrecerse
y actuarse todas las pruebas.

Dada la naturaleza de la infracción penal sometida a juzgamiento, se facul-


taba al agraviado o denunciante a desistirse de la acción en cualquier esta-
do de la causa, hasta antes de la sentencia.

El procedimiento esquemáticamente resumido líneas antes pervivió hasta


la dación de la Ley N° 27939, publicada el 12 de febrero de 2003, que esta-
bleció un nuevo proceso por faltas que es el que actualmente rige en gran
parte del territorio nacional, excepto en los lugares en los que ya se encuen-
tra en vigencia el Código Procesal Penal de 2004.

2. El proceso penal por faltas en la Ley N° 27939

La Ley N° 27939, de 28 de enero de 2003, publicada en el diario oficial


El Peruano, el 12 de febrero del citado año, en sus artículos 1 al 7, introdujo
un nuevo proceso para el juzgamiento de las faltas que es el que actualmen-
te se encuentra vigente en la mayor parte del territorio nacional, excepto en
aquellos lugares donde ya rige el Código Procesal Penal de 2004.

De entrada se ha establecido que los Jueces de Paz Letrado “investigarán y


juzgarán” en los procesos por faltas. Es la misma idea rectora que aún man-
tiene vigencia en el proceso penal sumario regulado por el Decreto Legis-
lativo N° 124 para la mayor parte de los delitos del catálogo del Código Pe-
nal, dentro del esquema mixto con rasgos predominantemente inquisitivos

165
Procedimientos especiales

todavía imperante en la mayor parte del territorio nacional, excepto en


aquellos distritos judiciales donde ya rige plenamente el Código Procesal
Penal de 2004. En tal medida, los mismos reparos que se han formulado
en torno a la inconstitucionalidad del proceso penal sumario desde cierto
sector importante de la doctrina nacional resultan pertinentes en lo que se
refiere a la concentración de las facultades de investigación y juzgamiento
de las faltas en la persona del Juez de Paz Letrado que genera, a su vez, la
violación del debido proceso vía la inobservancia de las garantías procesa-
les de juicio previo, imparcialidad, defensa, publicidad y contradicción[1]. Por
lo demás, el que sea el juez quien investigue y juzgue al mismo tiempo viola
claramente el principio acusatorio[2].

La introducción de un nuevo procedimiento para el procesamiento de las


faltas responde en la intención del legislador, sin duda alguna, al fracaso del
modelo del viejo Código de Procedimientos Penales de 1940. La burocrati-
zación propia del modelo escritural del inquisitivo no fue ajeno al proceso
por faltas en el que los operadores privilegiaban el culto al expediente y la
acumulación irreflexiva de papeles que al final, en un gran porcentaje de
casos, terminaban en la prescripción de la acción penal debido a la breve-
dad de los plazos, generándose de este modo una honda frustración por la
impunidad de las conductas investigadas así como la deslegitimación del
sistema de impartición de justicia de paz.

El nuevo modelo de proceso por faltas pretende superar la lenidad del trá-
mite y la burocratización del esquema escritural a través de la introducción
en el procedimiento de una audiencia a realizarse en un solo acto y sin in-
terrupción de ninguna clase, excepto causas de fuerza mayor, en la que se
escuchará al agraviado y al procesado, se actuarán las pruebas de actuación
inmediata, se recibirán los alegatos y se dictará sentencia. Sin embargo, si
fuere necesaria la realización de otras diligencias, la instrucción podrá ser de
hasta veinte días, con una prórroga excepcional de hasta diez días, a cuyo
vencimiento se citará a audiencia de lectura de sentencia.

[1] Véase al respecto, CUBAS VILLANUEVA, Víctor, El proceso penal. Teoría y práctica, Palestra Editores, Lima,
2003, quinta edición, pp. 90-91. En el mismo sentido, SAN MARTÍN CASTRO, César, Derecho procesal penal,
Grijley, Lima, 2001, 3ª reimpresión de la primera edición, pp. 926-937, quien sostiene que “la nota diferencial
más saltante del procedimiento sumario o abreviado es, sin duda alguna, la eliminación del juicio oral como
etapa principal y necesaria del proceso penal. Este modelo, inequívocamente atípico, pues ni siquiera respetó
la fuente española, que no se atrevió a eliminar el plenario, ni el modelo del Código de 1863, en que el mismo
Juez del Crimen realizaba el Plenario, como es obvio, no tiene el menor sustento constitucional”.
[2] Esta situación también ha sido advertida en el Informe de la Defensoría del Pueblo N° 119 sobre la justicia de
paz, por lo que se ha recomendado modificar la Ley Nº 27939 en el sentido que la Policía Nacional investigue
las faltas y el Juzgado de Paz Letrado se limite a al juzgamiento, dentro del marco de un modelo acusatorio y
no inquisitivo.

166
El principio acusatorio y el proceso penal por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

Es posible diferenciar dos variantes en el procedimiento a partir de lo dis-


puesto por el artículo 3 de la Ley Nº 27939: A) En los casos de flagrancia
que hayan dado lugar a la detención del agente, la autoridad policial de-
berá comunicar inmediatamente al Juez de Paz Letrado quien, a su vez, se
constituirá a la dependencia policial donde el detenido le será puesto a su
disposición con el parte de remisión correspondiente[3]. En sede policial el
Juez examinará el hecho y sus circunstancias y, en caso que no concurran
los elementos configurativos de falta, dictará el auto de no ha lugar corres-
pondiente; o si el hecho denunciado constituye delito remitirá lo actuado
y al detenido a la Fiscalía Provincial Penal que corresponda. En cambio, si
el hecho es una falta tipificada en el Código Penal, abrirá instrucción y de
inmediato recibirá la declaración del imputado con presencia obligatoria de
su abogado defensor. Si el procesado admite su responsabilidad y el juez
considera no necesaria la actuación de otras diligencias, se dictará senten-
cia de inmediato, señalando la pena y la reparación civil que correspondan.
Si el imputado no reconoce su responsabilidad o fuesen necesarias otras
diligencias, el juez actuará de inmediato las pruebas ofrecidas, escuchará
los alegatos y dictará la sentencia correspondiente en forma inmediata.
B) Cuando el imputado no se encuentre detenido, sea al haber recibido los
actuados policiales o ante denuncia directa escrita o verbal recibida por la
autoridad judicial, el juez deberá examinar los actuados policiales o la de-
nuncia de parte presentada por el agraviado o su representante y, si el he-
cho denunciado constituye falta prevista en el Código Penal, la acción penal
no ha prescrito y el presunto autor ha sido debidamente individualizado,
abrirá proceso y recibirá la declaración del imputado dentro del tercer día
de notificado. Se entiende que dicha declaración se actuará, conjuntamente
con la declaración del agraviado o su representante y las demás pruebas
ofrecidas en el marco de la audiencia correspondiente, bajo los parámetros
precedentemente enunciados.

Sobre las facultades de la Policía Nacional en la investigación de las faltas


en las que no se ha producido flagrancia se ha generado una confusión,
al punto que dicha entidad dictó la Directiva DPNP N° 03-28-2003 que ha
establecido que “cuando los agraviados o sus representantes se dirijan a las
dependencias policiales para presentar la respectiva denuncia, se les orien-
tará para que lo hagan en el Juzgado de Paz Letrado respectivo”. Se trata de

[3] El modelo de funcionamiento de Juzgados de Paz Letrado en diversas comisarías que, como plan piloto, fue
instaurado por la parte final de la Ley Nº 27939, ha sido calificado por la Defensoría del Pueblo como un modelo
auspicioso y expresión de una estrategia positiva para enfrentar la inseguridad ciudadana (Informe Defensorial
N° 119 Justicia de Paz Letrada en comisarías: una propuesta para enfrentar la inseguridad ciudadana”.

167
Procedimientos especiales

una errónea interpretación de la Ley Nº 27939 que derogó el inciso 6


del artículo 440 del Código Penal que estipulaba que “la investigación está
a cargo de la autoridad policial y el juzgamiento corresponde a los Jueces
de Paz Letrados y no Letrados”. No obstante la derogación indicada, es de
señalar que la facultad de la Policía Nacional en la investigación de las fal-
tas deriva directamente de un precepto constitucional, específicamente del
artículo 166 que asigna a la autoridad policial en líneas generales la pre-
vención, investigación y combate de la delincuencia, facultad que ha sido
recogida por la Ley Orgánica de la PNP –Ley Nº 27238–, que en su artículo
7, numeral 2, precisa que es competencia policial la prevención, combate,
investigación y denuncia de los delitos y faltas previstos en el Código Penal
y leyes especiales. Queda claro, pues, que la Policía Nacional está facultada
para intervenir en la investigación de las faltas, tanto en flagrancia o por el
mérito de la denuncia de parte de los agraviados o sus representantes.

Las cuestiones previas, cuestiones prejudiciales, excepciones y cuestiones


de competencia podrán ser deducidas hasta antes de la sentencia, debien-
do proponerse en el mismo escrito en que se deducen los medios de prueba
pertinentes, siempre que sean de actuación inmediata, los mismos que se
actuarán en la audiencia, mientras que los medios técnicos de defensa refe-
ridos serán resueltos en la sentencia.

El fallo del Juez de Paz Letrado podrá ser apelado dentro del plazo de un día
ante el Juez especializado en lo penal a cuyo despacho los autos deberán
ser elevados en el día. El trámite ante el Juzgado Penal es sencillo: la vista de
la causa deberá ser fijada dentro de los cinco días de recibidos los autos. Los
abogados podrán alegar por escrito y oralmente en el escenario de la vista
de la causa. La apelación deberá ser resuelta en el plazo improrrogable de
tres días después de realizada la vista.

Debido a la naturaleza del hecho constitutivo de la falta, se ha prescrito ex-


presamente que el agraviado puede desistirse o transigir en cualquier esta-
do de la causa, inclusive hasta antes de dictarse la resolución de segunda
instancia, con lo que se dará por concluido el proceso.

3. El proceso penal por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

El CPP de 2004 ha regulado el proceso penal por faltas desde el artículo 482
al 487. Seis artículos que se ocupan de la competencia, iniciación, audiencia,
medidas de coerción, recurso de apelación y desistimiento o transacción.

168
El principio acusatorio y el proceso penal por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

La competencia en el conocimiento del proceso por faltas es del Juez de Paz


Letrado y, donde estos no existan, corresponderá al Juez de Paz. La apela-
ción de las sentencias es competencia del juez penal.

El ejercicio de la acción penal le corresponde a la persona ofendida por la


falta. Ella puede recurrir tanto a la Policía como directamente al Juez para
denunciar el hecho, lo que, según el Código, lo constituye en querellante
particular.

Se entiende que si la denuncia es presentada ante la autoridad policial, esta


deberá practicar la investigación correspondiente, dando cuenta al Juez de
Paz Letrado. Al finalizar la investigación deberá remitir al juez el informe
policial respectivo.

Si el agraviado recurre directamente al juez para formular denuncia, este


evaluará si el hecho denunciado constituye falta prevista en el ordenamien-
to penal y si la acción penal no ha prescrito. De concurrir ambos requisi-
tos, el juez remitirá la denuncia y sus recaudos a la Policía, en el caso haya
necesidad de una indagación previa al enjuiciamiento. La salvedad que la
norma del artículo 483.3 del Código hace respecto de la posibilidad de una
indagación previa antes del enjuiciamiento, indica claramente que, de no
ser necesaria dicha indagación, el juez deberá dictar el auto de citación a
juicio sin trámite previo. En este último caso, a las exigencias de adecuación
del hecho denunciado al tipo de faltas y la vigencia de la acción penal, se
sumará concurrentemente la de la existencia de suficientes elementos de
convicción de la perpetración de la falta y de la vinculación del imputado
con su comisión. Si en el caso concreto no concurriesen tales presupuestos,
es decir, si el hecho denunciado fuese atípico, o hubiese prescrito la acción
penal, o no existiere suficiente evidencia de la perpetración de la falta o de
la vinculación del imputado con su comisión, entonces el Juez archivará lo
actuado mediante auto que podrá ser apelado ante el juez penal.

El juez dictará auto de citación a juicio sea que reciba el informe policial
con los actos de investigación que se hayan realizado o la denuncia que
no amerite indagación policial previa, siempre y cuando, dicho está, concu-
rran los presupuestos precedentemente señalados. El auto en mención abre
la etapa de juzgamiento en el proceso por faltas. Según el artículo 483.4
del Código, en dos casos el Juez podrá ordenar la celebración inmediata de
la audiencia, a saber: a) Cuando, al tiempo de recibido el informe policial,
estén presentes el imputado, el agraviado y los demás órganos de prueba
cuya presencia sea imprescindible; o b) Cuando el imputado haya reconoci-
do responsabilidad en la comisión de la falta que se le atribuye.

169
Procedimientos especiales

La audiencia se instalará con la presencia del imputado y su abogado defen-


sor, del agraviado y los testigos que hayan sido citados. La audiencia cons-
tará de una sola sesión, en cuyo marco el juez hará una “breve relación” de
los cargos que resultan contra el imputado, sea del informe policial o de la
denuncia de parte. Independientemente de lo fijado en el auto de citación
a juicio en cuanto a la convocatoria del imputado, agraviado y testigos, el
artículo 484.1 contempla la posibilidad que las partes alleguen a la audien-
cia las pruebas que pretendan hacer valer, de tal modo que, por ejemplo,
podrán asistir acompañadas de testigos distintos a los citados. Tras la breve
relación de los cargos el Juez invitará a las partes a conciliar y a arribar a
un acuerdo reparatorio que, de producirse, dará lugar a la finalización del
proceso.

De no prosperar la conciliación o el acuerdo de reparación entre las partes,


la audiencia continuará y, en tal caso, se pueden presentar dos escenarios:
A) Si el imputado admite su culpabilidad, se dará por concluido el debate
y el Juez dictará la sentencia en forma inmediata e inclusive verbalmente,
para luego ser protocolizada por escrito en el plazo de dos días. B) Si el
imputado no admite responsabilidad, se abrirá el debate empezando por
su interrogatorio, el de la parte agraviada, si está presente, y enseguida se
actuarán las demás pruebas ordenadas en el auto de citación y las que ha-
yan presentado las partes. Todo ello con observancia de las reglas ordinarias
del proceso común relativas a la actuación probatoria, pero adecuadas a la
brevedad y sencillez del proceso por faltas.

Cerrada la actuación probatoria, serán escuchados los alegatos orales y, se-


guidamente, el juez dictará sentencia en el acto o en el plazo máximo de
tres días de concluida la audiencia.

La sentencia dictada podrá ser apelada por las partes para su examen por
el juez penal quien resolverá en el plazo improrrogable de diez días. En la
impugnación no habrá actuación probatoria si es que el recurrente no lo re-
quiere, por lo que, en este caso, se resolverá por el solo mérito de lo actuado.
La vista de la causa se señalará dentro de los veinte días de recibidos los au-
tos, en cuyo marco los abogados podrán informar oralmente, sin perjuicio
de presentar los alegatos por escrito.

En la medida que se trata de un proceso especial, caracterizado por su bre-


vedad y sencillez, como regla el juez solo podrá dictar mandato de com-
parecencia sin restricciones contra el imputado. Sin embargo, excepcional-
mente se podrá ordenar la prisión preventiva contra el imputado que no se
presente voluntariamente hasta que la audiencia se realice y culmine. Esta

170
El principio acusatorio y el proceso penal por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

facultad del juez, prevista en el artículo 485.2 del Código, colisiona directa-
mente con lo establecido por el artículo 268.1, literal b) en tanto esta última
norma establece taxativamente que uno de los presupuestos materiales de
la prisión preventiva es que la sanción a imponerse sea superior a cuatro
años de pena privativa de libertad. Que nosotros sepamos, ninguna de las
faltas reguladas en el Código Penal tiene pena superior a los cuatro años.

Finalmente, fiel a la tradición del legislador histórico, el del año 2004 ha


mantenido el desistimiento o transacción como mecanismos posibles de
composición del conflicto en el marco del proceso por faltas, en cualquier
estado de la causa.

III. ¿CÓMO DEBE SER EL PROCESO PENAL PERUANO SEGÚN LA CONS-


TITUCIÓN?

La relación entre Constitución y proceso penal en la actualidad es algo indis-


cutible[4]. Como bien enseña Rodríguez Hurtado[5] el proceso penal no solo
se organiza de una determinada manera, según las pautas de la Constitu-
ción, sino también es constatable que la Carta Fundamental contiene
un programa procesal penal que proyecta un determinado modelo de
proceso[6]. En resumidas cuentas, a un modelo de Estado Democrático de-
bería corresponder un proceso penal de la misma índole, respetuoso de una
serie de garantías derivadas de la dignidad del ser humano que no deja de
ser el imputado. En cambio, a un Estado autoritario corresponderá inevitable-
mente un proceso penal arbitrario y transgresor de los derechos humanos.

La llamada constitucionalización del proceso penal es un fenómeno re-


conocido ampliamente que ha consistido en la incorporación a los textos
constitucionales, dándoles la categoría de fundamentales, de determinados

[4] En la doctrina nacional dos de los autores más connotados de Derecho Procesal penal dedican en sus ma-
nuales sendos capítulos al estudio de la relación entre Constitución y proceso penal. Vide SAN MARTÍN
CASTRO, César. Derecho procesal penal. Grijley, Lima, 2001, 2ª reimpresión de la primera edición, Vol.
I, Cap. III, pp. 49-83; y CUBAS VILLANUEVA, Víctor. El proceso penal. Teoría y práctica. Palestra, Lima,
2003, quinta edición, Cap. I, pp. 23-38.
[5] RODRÍGUEZ HURTADO, Mario Pablo. “La constitucionalización del proceso penal. Principios y modelo del
Código Procesal Penal 2004 (NCPP)”. En: AA.VV. Modernas tendencias de dogmática penal y política criminal.
Libro Homenaje al Dr. Juan Bustos Ramírez, Idemsa, Lima, 2007, p. 857.
[6] De similar criterio: ORÉ GUARDIA, Arsenio. Estudios de Derecho Procesal Penal. Editorial Alternativas, Lima,
1993, p. 3. Este autor precisa que “con razón se ha sostenido que la primera declaración de voluntad del Estado
en materia penal está en la Constitución y no en los códigos. En todo caso, lo que hace el Código Procesal
Penal es desarrollar los principios rectores que contienen la Carta Magna y los Convenios Internacionales
sobre Derechos Humanos”.

171
Procedimientos especiales

derechos y garantías procesales que precisamente han ido configurando


y delineando un determinado modelo de proceso. No se crea, sin embar-
go, que el fenómeno es de data reciente[7]. Como han precisado Gómez
Colomer[8] y Tiedemann[9], en el marco de la tradición eurocontinental de la
que formamos parte, el fenómeno puede ser rastreado desde la Revolución
Francesa que consagró límites concretos al poder punitivo al establecer la
proporcionalidad de las penas y el nullum crimen, nulla poena sine lege en el
artículo 8 de la Declaración de 1789. En la misma línea, en España, la Consti-
tución de Cádiz de 1812 contenía preceptos procesales penales[10].

Conforme resulta de lo hasta aquí expuesto, es posible encontrar en la Cons-


titución un programa procesal penal y el diseño general de un determina-
do tipo de proceso que el constituyente ha pergeñado para nuestro país. El
conocimiento de cómo debe ser el proceso penal a partir de los preceptos
de la Ley Fundamental, puede ser logrado considerando los derechos fun-
damentales jurisdiccionales y el conjunto de la Constitución, especialmente
el modelo de Estado Constitucional de Derecho, la dignidad de la persona
humana y la igualdad[11]. Cuando hablamos de programa procesal penal y
de un diseño general de un determinado tipo de proceso, en realidad nos
queremos referir a aquellas pautas o principios plasmados en la Constitu-
ción que no pueden dejar de ser observados en el proceso penal y de cómo
este debe ser configurado y desarrollado en la práctica, con arreglo a dichas
pautas y principios.

Sobre el modelo de proceso penal que emerge de las disposiciones de la


Constitución, es necesario tener en cuenta, fundamentalmente, la separa-
ción entre juez y acusación que puede ser deducida de los artículos 138,
143, 158 y 159. Las dos primeras disposiciones consagran la potestad de

[7] Vide AMELUNG, Knut. “Constitución y proceso penal en Alemania”. En: AMBOS, Kai y MONTEALEGRE
LYNETT, Eduardo (Comp.). Constitución y sistema acusatorio. Universidad Externado de Colombia, Lima,
2005, p. 22. El autor puntualiza que “Inglaterra ha establecido disposiciones liberales de derecho constitucio-
nal en materia de proceso penal desde el siglo XVII, mientras que Estados Unidos y Francia le siguieron en el
siglo XVIII”.
[8] GÓMEZ COLOMER, Juan Luis. El proceso penal en el estado de derecho. Diez estudios doctrinales. Palestra
Editores, Lima, 1999, p. 17. (El trabajo concretamente es: “La constitucionalización del proceso penal español”
y está contenido en el libro citado).
[9] TIEDEMANN, Klaus. Constitución y derecho penal, Palestra Editores, Lima, 2003, p. 16. (El trabajo concreta-
mente es “Constitución y derecho penal” y forma parte del libro citado. También ha sido publicado en la Revista
Española de Derecho Constitucional, Madrid, 1991, N° 33, p. 145 y ss., traducción de Luis Arroyo Zapatero).
[10] GÓMEZ COLOMER, Juan Luis. Ob. cit.
[11] Cfr. RIEB, Peter. “Derecho constitucional y proceso penal”. En: AMBOS, Kai y MONTEALEGRE LYNETT,
Eduardo (Comp.). Ob. cit., p. 130.

172
El principio acusatorio y el proceso penal por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

administrar justicia y su ejercicio por el Poder Judicial a través de la Corte


Suprema de Justicia y las demás cortes y juzgados que establezca su Ley
Orgánica. Los dos últimos artículos, en cambio, consagran como un órgano
autónomo al Ministerio Público, asignándole la tarea de conducir, desde su
inicio, la investigación del delito y la de ejercitar la acción penal de oficio
o a petición de parte, así como la de participar activamente en el proceso
judicial. Como es de apreciarse, resulta claro que nuestro constituyente ha
optado por un proceso penal en el que las funciones de investigación del
delito y de postulación, por un lado, y de juzgamiento, por otro, son ejerci-
das por dos sujetos diferenciados. Se trata, pues, de un rasgo fundamental
que, prácticamente y en gran medida, define el tipo de proceso penal dise-
ñado por la Constitución. Puede sostenerse que esta diferenciación de roles
o funciones es una expresión de la división de poderes propugnada por la
Ilustración. La doctrina más autorizada enseña que esta separación entre
jurisdicción y acusación es esencial en la configuración del modelo acusato-
rio[12], de tal suerte que si ambos roles fuesen ejercidos por un solo sujeto
simplemente estaríamos frente a un modelo procesal diferente.

El artículo 139.14 constitucional prevé el principio de no ser privado del de-


recho de defensa en ningún estado del proceso. El proceso penal es inima-
ginable sin la vigencia del derecho de defensa. Lo contrario sería una panto-
mima de proceso. La idea de un fiscal que acusa y de un juez que falla debe
ser completada con un tercer elemento de la misma importancia: la defen-
sa. Tiene razón Ferrajoli cuando enseña que “la defensa, que tendencialmente
no tiene espacio en el proceso inquisitivo, es el más importante instrumento
de impulso y de control del método de prueba acusatorio, consistente pre-
cisamente en el contradictorio entre hipótesis de acusación y de defensa y
las pruebas y contrapruebas correspondientes”[13]. En el proceso penal este
derecho fundamental encuentra su más cabal expresión en la obligatorie-
dad de la defensa técnica, es decir, aquella que es ejercida por abogado de-
fensor, lo que se complementa con la defensa gratuita para las personas de
escasos recursos que ordena el artículo 139.16 de la Carta Fundamental.

[12] Cfr. al respecto MONTERO AROCA, Juan. Principios del proceso penal. Una explicación basada en la razón,
Tirant lo Blanch, Valencia, 1997, p. 29, quien señala que “no todos los caracteres que suelen incluirse como
propios del sistema acusatorio son necesarios para que exista verdadero proceso… pero si afecta a la esencia
del proceso el que el juez sea al mismo tiempo el acusador o el que el acusado no sea sujeto sino objeto del
proceso”. Por su parte, FERRAJOLI precisa que “la separación de juez y acusación es el más importante de
todos los elementos constitutivos del modelo teórico acusatorio, como presupuesto estructural y lógico de
todos los demás”. (FERRAJOLI, Luigi. Derecho y razón. Teoría del garantismo penal, Editorial Trotta, Madrid,
1998, p. 567.
[13] FERRAJOLI, Luigi. Ob. cit., p. 613.

173
Procedimientos especiales

El artículo 139.4 regula el principio de publicidad de los procesos, mientras


que el 139.10 se ocupa del principio de no ser penado sin proceso judicial.
La imposición de la pena debe ser consecuencia de un juicio de culpabilidad
desarrollado dentro del marco de un debido proceso. En cuanto a la publi-
cidad del proceso penal, no cabe duda que es de suma importancia debido
a que su observancia permite eliminar el secreto que es un rasgo distinti-
vo del modelo inquisitivo, así como también que la sociedad pueda ejercer
control sobre los actos del proceso. El secreto de las actuaciones del proceso
es propio del proceso escrito del inquisitivo[14]. Es por ello que la oralidad es
un elemento fundamental y característico del modelo acusatorio. Aun cuan-
do hay quienes en la doctrina postulan que, siendo la oralidad y la escritu-
ra únicamente reglas configuradoras del procedimiento, sería compatible
un procedimiento escrito con el modelo acusatorio[15]; sin embargo, no se
entendería cómo sería posible un proceso acusatorio en el que las partes
contendientes se expresaran bajo el manto del secreto y dejando de lado la
oralidad bajo cuya cobertura se materializa el contradictorio. De allí que Fe-
rrajoli haya precisado que la publicidad y la oralidad son en realidad rasgos
“estructurales y constitutivos” del modelo acusatorio[16].

El constitucionalismo liberal impuso, pues, como rasgos o máximas del pro-


ceso penal, el principio acusatorio, la publicidad, la inmediación y la orali-
dad[17]. Nuestra Ley Fundamental, tal como fluye de la exposición preceden-
te, sigue, en líneas generales, dicha tradición.

Estricta división entre acusación y decisión, roles ejercidos por personas di-
ferentes: el fiscal y el juez; irrestricto derecho de defensa, publicidad y orali-
dad, elementos todos ellos que parecen constituir la estructura fundamen-
tal del proceso penal a partir de las prescripciones constitucionales.

[14] Vide VÉSCOVI, Enrique. Teoría general del proceso. Editorial Temis, Santa Fe de Bogotá, 1999, p. 59, quien
sostiene que el secreto “se consustancia con el proceso escrito”.
[15] Cfr. MONTERO AROCA, Juan. Principios del proceso penal. Una explicación basada en la razón. Tirant lo
Blanch, Valencia, 1997, p. 28.
[16] FERRAJOLI, Luigi. Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Editorial Trotta, Madrid, 1998, p. 616.
Entre nosotros, del mismo parecer: BURGOS MARIÑOS, Víctor. “Principios rectores del nuevo Código
Procesal Penal Peruano”. En: CUBAS VILLANUEVA, Víctor, et ál (Coords.). El nuevo proceso penal. Estudios
Fundamentales. Palestra Editores, Lima, 2005, p. 52.
[17] Cfr. ESER, Albin. “Un cambio en la función de las máximas del proceso penal: ¿hacia la reprivatización del
proceso penal?”. En: AMBOS, Kai y MONTEALEGRE LYNETT, Eduardo (Comp.). Ob. cit., p. 56. El profesor
alemán citado sostiene al respecto que “(...) el pensamiento liberal de la Ilustración ha conducido finalmente a
la consagración de las siguientes máximas del proceso: el principio acusatorio, para garantizar la imparciali-
dad del juez; la publicidad, para evitar el secreto del proceso y con ello garantizar la corrección formal de las
sentencias, así como las máximas de inmediación y oralidad, para evitar los inconvenientes que pudieran
resultar de tramitarse el proceso por escrito, como podría ocurrir especialmente a la hora de la expedición de
las actuaciones”.

174
El principio acusatorio y el proceso penal por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

IV. EL PRINCIPIO ACUSATORIO Y EL PROCESO PENAL POR FALTAS

El principio acusatorio fluye claramente de la separación funcional estable-


cida por la Constitución Política del Estado en los artículos 138, 143, 158 y
159. En los dos primeros el Constituyente consagró para el Poder Judicial la
potestad de administrar justicia, a través de la Corte Suprema y las demás
Cortes y Juzgados previstas en la Ley Orgánica correspondiente. En cam-
bio, los dos últimos encargan expresamente al Ministerio Público la tarea
de conducir, desde su inicio, la investigación del delito, el ejercicio de la ac-
ción penal y una participación activa en los procesos judiciales, en su con-
dición de órgano constitucionalmente autónomo. Es, pues, clara la opción
del Constituyente por un proceso penal en el que las funciones de juzgar y
acusar correspondan a dos órganos distintos.

Algún avisado intérprete podría sostener, sin embargo, que la diferencia-


ción de roles funcionales así descrita corresponde únicamente al trata-
miento de los delitos, quedando exenta de ella las infracciones penales
menores llamadas faltas. Una interpretación semejante, no obstante, des-
conocería, por un lado, la diferencia únicamente cuantitativa entre delitos
y faltas; y, por otro, la constatación, fundamental ahora, de que las garan-
tías del llamado debido proceso –y la estricta asignación de las funciones
de juzgar y acusar a órganos distintos lo es– atañen a todo tipo de proceso
y no únicamente al que tiene que ver con el encausamiento de los delitos.
Pero, dejemos de lado por un momento esta argumentación para reto-
marla después. Antes procuraré establecer qué es lo que debe entenderse
por principio acusatorio.

El profesor español Juan Montero Aroca tiene escrito un interesante traba-


jo en el que ha esgrimido un conjunto de ideas particularmente importan-
tes para entender lo que realmente es el principio acusatorio[18]. Para este
autor, con el que coincido plenamente, el llamado proceso inquisitivo no
es, ni fue, un verdadero proceso[19]. Esto es así desde que entendemos por
proceso una herramienta o mecanismo civilizado de redefinición de un
conflicto que, en el ámbito penal, es generado por la comisión del delito,
redefinición que está a cargo de un tercero imparcial que es el juez, ante
quien comparecen las partes en pie de igualdad. En esta línea, no se ajusta

[18] MONTERO AROCA, Juan. “Principio acusatorio y prueba en el proceso penal. La inutilidad jurídica de un eslo-
gan político”. En: GÓMEZ COLOMER, Juan Luis (Coord.). Prueba y proceso penal. Tirant lo Blanch, Valencia,
2008, pp. 17-66.
[19] Ibídem, p. 22.

175
Procedimientos especiales

al concepto de proceso el llamado inquisitivo en el que una misma persona


(el juez) investiga y falla. No es tercero imparcial el juez que instruye, indaga,
se compromete con el ofrecimiento y la actuación probatorios y, al mismo
tiempo, resuelve o redefine el conflicto penal. En palabras de Montero Aroca
“evidentemente no hay proceso si el acusador es al mismo tiempo el juez,
pero tampoco hay realmente proceso si el juez asume todos los poderes
materiales en la dirección de la actividad pudiendo, por ejemplo, no ya ale-
gar hechos, sino incluso acordar prueba de oficio, independientemente de
a quien acabe beneficiando esta”[20].

Nótese que el propósito de lo afirmado en el párrafo anterior es resaltar la


importancia del principio acusatorio, de cuyo contenido forma parte el que
no pueda existir proceso sin acusación formulada por persona distinta al
juzgador[21]. En otras palabras: el principio acusatorio garantiza la imparcia-
lidad del juzgador.

A estas alturas podríamos preguntarnos si el proceso penal por faltas debe


regirse, al igual que el proceso penal reservado a la comisión de delitos,
por el principio acusatorio o si, por el contrario, está exceptuado de su
observancia. Para responder a estas interrogantes es preciso, previamen-
te, abordar en forma breve algunas cuestiones atinentes a la importancia
político-criminal de la regulación de las faltas como expresión del control
social. Digo esto, por si alguien pretenda aducir, como ya en otras latitudes
ha ocurrido, que el tratamiento de los delitos es cosa de cirujanos y el de las
faltas tarea de quienes solo aplican inyecciones.

Existe en nuestro país, como en otros, una suerte de desdén por el estudio
de las faltas, tanto desde el campo del Derecho penal sustantivo como des-
de el Derecho procesal penal. Casi no existen trabajos sobre el tema que
nos ocupa y la verdad es que son muy pocos los que están dispuestos a
abordar la cuestión referida a las faltas. No es la mencionada una carencia
únicamente peruana. En España, según Carmona Ruano, muchos jueces de
instrucción solicitaron su traslado a órganos colegiados cuando se decretó
que las faltas debían ser de conocimiento de los juzgados de instrucción.

[20] Ídem. Según este autor, los otros dos elementos que dan contenido al principio acusatorio son: a) No se puede
condenar por hechos distintos de los reflejados en la acusación, ni a persona distinta de la acusada, y b) El
juez no debe tener facultades de dirección material del proceso y, en tal medida, no podrá aportar hechos ni
prueba de oficio.
[21] Cfr. al respecto GÓMEZ COLOMER, Juan Luis. “Adversarial System, proceso acusatorio y principio acusato-
rio: Una reflexión sobre el modelo de enjuiciamiento criminal aplicado en los Estados Unidos de Norteamérica”.
En: Revista española del Poder Judicial. Número especial XIX, Madrid, 2006, pp. 25-77.

176
El principio acusatorio y el proceso penal por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

Los jueces consideraron que a los cirujanos se les mandaba a que pusieran
inyecciones[22].

El descuido no es solo de la doctrina sino también de la judicatura y del


propio sistema de regulación. Es posible que el origen de esta percepción
tenga que ver con la tradicional consideración de las faltas como “delitos en
miniatura”, expresión esta última que, como se sabe, pertenece a Jiménez de
Asúa[23]. Al establecerse que las faltas son infracciones menores en relación
con los delitos, se tiende a pensar que también merecen una menor aten-
ción tanto en el plano doctrinario como legislativo y jurisprudencial.

Esta tendencia, que nosotros hemos llamado minimizante[24], tiene que ver
con una errada apreciación del funcionamiento del control social. Se olvida
que la regulación y punición de las faltas son la expresión del control social
que el Estado ejerce sobre las grandes mayorías. No es extraña a la doctrina
la consideración de la importancia político-criminal de la regulación penal de
las faltas, por encima, inclusive, que el control ejercido a través de la tipifica-
ción de los delitos[25]. La real importancia de las faltas se ha visto reflejada úl-
timamente en nuestro país en la discusión parlamentaria y posterior reforma
penal a través de la dación de la Ley N° 29407. Es necesario tener en cuenta
que hay faltas, especialmente las que vulneran el bien jurídico patrimonio,
que tienen una enorme incidencia en nuestra sociedad. Según la Defensoría
del Pueblo (Resolución Defensorial N° 015-2007-DP-Informe Defensorial N° 119
“Justicia de Paz Letrada en comisarías: una propuesta para enfrentar la inse-
guridad ciudadana”), en 1997 se registraron 150 532 faltas a nivel nacional,
mientras que en el año 2004 la cifra ascendió a 174 632, siendo las de más alta
incidencia las faltas contra el patrimonio (hurtos y daños materiales), seguido
de las faltas contra la persona (lesiones o maltratos). Ello sin contar la cifra
negra que, intuyo, debe ser aún mayor. De igual modo, según estadísticas de
la Universidad Católica citadas en el debate parlamentario para la dación de
la Ley Nº 29407, durante el año 2007 se registraron en el Perú 210 241 faltas y
144 205 delitos. Adviértase que, en relación con las cifras del año 2004, hay un

[22] CARMONA RUANO, Miguel. “El principio acusatorio y el derecho de defensa en el juicio de faltas”. En:
SAAVEDRA RUIZ, Juan (dir.). Cuestiones de Derecho Procesal Penal. Consejo General del Poder Judicial,
Madrid, 1994, p. 285.
[23] JIMÉNEZ DE ASÚA, Luis. Tratado de derecho penal. Tomo III, Editorial Losada, Buenos Aires, quinta edición
actualizada, 1992, p. 157.
[24] Vide CASTRO TRIGOSO, Hamilton. Las faltas en el ordenamiento penal peruano. Un estudio sustantivo y
procesal. Lima, Grijley, 2008, p. 21.
[25] ZAFFARONI, Eugenio Raúl, et ál. Manual de derecho penal. Ediar, Buenos Aires, 1ª reimpresión de la segunda
edición, 2007, p. 138.

177
Procedimientos especiales

notable incremento de la incidencia de las faltas. Además, es revelador el dato


del significativo mayor número registrado de faltas que de delitos.

Armenta Deu, refiriéndose a las denominadas infracciones de bagatela,


sostiene que, a pesar de los argumentos sobre la carencia de su impor-
tancia, consideradas individualmente, resulta claro que, de forma masifi-
cada, el fenómeno “acaba convirtiéndose en cualquier cosa menos “una
bagatela”[26]. La misma autora se refiere al denominado “delito de bagate-
la”, definiéndolo como “hechos contemplados en las leyes penales, cuya
reprochabilidad es escasa y cuyo bien jurídico protegido se considera de
menor relevancia”, poniendo de relieve las millonarias pérdidas sufridas
por los grandes almacenes en la República Federal de Alemania debido
a la acción de los delincuentes de bagatela, efecto económico negati-
vo al que se suma la sensación de inseguridad que puede provocar en
la población la no persecución de estas infracciones leves y que, mutatis
mutandis, puede resultar también aplicable a la situación de las faltas[27].
Piénsese, por ejemplo, en la gran cantidad de faltas de hurto simple que
se perpetran en los grandes centros comerciales de nuestro país. Por su
parte, Zaffaroni/Alagia/Slokar señalan que “no es frecuente que alguien
sea privado de libertad por sospechoso de terrorismo o de parricidio, pero
la mayoría de la población de la ciudad de Buenos Aires ha vivenciado una
privación arbitraria de libertad por sospecha de contravención o por sim-
ple decisión de la autoridad policial de seguridad”[28].

Es, pues, en el ámbito de la justicia de paz, en general, y en el del juzga-


miento de las faltas, en particular, que se produce un mayor acercamiento
y contacto de la población con el sistema judicial. Por tal razón, Zaffaroni/
Alagia/Slokar plantean que el control y vigilancia que el sistema ejerce sobre
las grandes mayorías se materializa precisamente a través del derecho con-
travencional que, implicando una absurda minimización de las garantías,
“oculta, en el fondo, la facilitación del ejercicio del poder punitivo arbitrario
sobre los sectores más amplios de la población”[29].

Es por ello que la postura que pretende restarle importancia y trascenden-


cia político-criminal a las faltas, parte de una premisa falsa: considerar que

[26] ARMENTA DEU, Teresa. Criminalidad de bagatela y principio de oportunidad: Alemania y España, Promociones
y Publicaciones Universitarias, Barcelona, 1991, p. 24.
[27] Ibídem, p. 23.
[28] ZAFFARONI/ALAGIA/SLOKAR. Ob. cit., p. 138.
[29] Ídem.

178
El principio acusatorio y el proceso penal por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

la relevancia político-criminal de una determinada regulación está necesa-


riamente en función de la drasticidad de las penas con las que el sistema
conmina las conductas dañosas reguladas. Quienes miran con desdén el fe-
nómeno de las faltas no reparan en que, desde el punto de vista criminoló-
gico y político-criminal, la relevancia de una determinada forma de control
social no se mide únicamente por la gravedad de la conducta, simbolizada
por el quantum de pena, sino también por la amplitud del universo de des-
tinatarios de la regulación normativa y la función desempeñada por ella en
el espectro de las formas de control.

El control social, o conjunto de mecanismos o procesos organizados por la


sociedad para responder a los comportamientos considerados problemáti-
cos o desviados y someter a los individuos a las pautas y modelos del gru-
po a través de la cohesión, disciplina, acatamiento e integración, puede ser
clasificado, como se sabe, en control social informal y control social formal.
El control social informal despliega su actividad a través de la acción prima-
ria de la familia, el vecindario, etc., así como de la acción secundaria de la
iglesia, la escuela, el centro de trabajo, el partido político, etc. En cambio,
el control social formal está representado por la acción de los tribunales de
justicia, la policía, el sistema penitenciario, etc., agencias que han sido dise-
ñadas exprofeso para cumplir dicha función[30]. A través del derecho penal
las agencias del Estado ejercen el control social formal una vez que determi-
nados individuos han incurrido en conductas consideradas desviadas, léase
tipificadas como delitos o faltas. La regulación de las faltas se inscribe pre-
cisamente en el marco del control formal. Pero, contrariamente a lo que se
suele pensar, tal regulación reviste una singular importancia en el abanico
de mecanismos del control formal, por las razones precedentemente expli-
cadas, a tal punto que puede afirmarse que no existe justificación alguna
para el histórico abandono del estudio y tratamiento de las faltas.

Con todo lo dicho, pienso que no existe razón valedera alguna para me-
diatizar o inaplicar el principio acusatorio en el proceso por faltas[31]. Como

[30] Véase al respecto, GARCÍA-PABLOS DE MOLINA, Antonio. Tratado de Criminología, Tirant lo Blanch,
Valencia, 1999, segunda edición, pp. 76-80.
[31] Esta tendencia a relativizar las garantías del debido proceso en el juicio por faltas, que no es privativa de la
legislación nacional, parece responder al histórico desdén que le ha dispensado a la materia tanto la jurispru-
dencia como la doctrina y las esferas encargadas del diseño de la Política Criminal del Estado, fenómeno al
que nos hemos referido con mayor detalle en la primera parte de este trabajo. En consonancia con esta idea
y para el caso costarricense, SÁENZ ELIZONDO, María Antonieta afirma que “es evidente que la razón más
fuerte para que se sacrifiquen las reglas del debido proceso, en el procedimiento contravencional es ni más
ni menos, que la “poca monta” del hecho perseguido a la luz de la óptica legislativa”. (“Aporte al estudio del

179
Procedimientos especiales

bien se sostiene en la doctrina procesal, la condena requiere la necesaria y


expresa formulación de la acusación, sin que sea posible válidamente admi-
tir la acusación implícita[32]. En el proceso especial por ejercicio privado de la
acción, como ya lo hemos apuntado en otro lugar[33], la asunción del papel
de acusador privado por parte del directamente ofendido por el delito se
justifica en el predominio del interés privado sobre el público debido a la
naturaleza eminentemente particular de los bienes jurídicos protegidos en
los delitos que allí se ventilan, de tal manera que ellos constituyen un ám-
bito que el ordenamiento jurídico penal reserva a la autonomía de la volun-
tad, en cuya virtud el acusador privado desplaza al acusador y órganos de
persecución estatales. Esto no ocurre en el caso de las faltas en las que no
existe ese predominio del interés privado, al punto que en muchos casos los
bienes jurídicos protegidos son eminentemente públicos, tales como la se-
guridad pública, la tranquilidad pública o las llamadas “buenas costumbres”.

Es verdad que el diseño de proceso penal por faltas del Código de 2004 no es
el mismo que el de la Ley N° 27939 de 2003, vigente aún en buena parte de
la República, y menos que el impuesto por el viejo Código de Procedimientos
Penales de 1940. Es por ello que es válida la pregunta acerca de si también el
nuevo proceso por faltas irrespeta el principio acusatorio y no sigue las pautas
de la Constitución relativas al proceso penal. En el nuevo proceso penal por
faltas el juez ya no instruye sino que se encarga, únicamente, del juzgamiento
en el marco de la audiencia regulada en el artículo 484 del Código. Y cuando
sea necesaria una investigación se la encargará a la Policía que, al concluirla,
la plasmará en un Informe que deberá remitir al Juzgado. Hasta aquí podría
parecer que ha quedado incólume el principio acusatorio, pues no ha sufrido
mella la asignación de las funciones de investigación y juzgamiento a órganos
distintos. Pero veamos si es posible sostener este discurso hasta el final.

Suficientemente prevenidos estamos acerca de que es manifestación esen-


cial del principio acusatorio el que no pueda existir proceso sin acusación, la
que deberá ser formulada por persona distinta del Juzgador. Dicho de otro
modo: no hay juicio sin acusación. Por lo tanto, es necesario –previamente–
examinar si el juzgamiento, cuyo escenario es la audiencia diseñada por el

régimen procesal de las contravenciones en Costa Rica”. En: <http://www.cienciaspenales.org/REVISTA%20


05/saenz05.htm> [Consulta: 28/12/2007].
[32] GIMENO SENDRA, Vicente. Lecciones de derecho procesal penal, Editorial Colex, Madrid, 2001, p. 529.
[33] Vide GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás Aladino, RABANAL PALACIOS, William y CASTRO TRIGOSO, Hamilton.
El Código Procesal Penal. Comentarios descriptivos, explicativos y críticos. Jurista Editores, Lima, 2008,
pp. 879-882.

180
El principio acusatorio y el proceso penal por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

legislador de 2004 para el proceso por faltas, tiene como antecedente una
acusación. Como sabemos, la acusación es un acto procesal realizado por
persona distinta del juez que contiene una pretensión procesal penal con-
creta y fundada, dirigida al órgano jurisdiccional y consistente en un pedido
de pena y reparación civil para una persona de quien se afirma ha incurrido
en la comisión de un hecho punible. No es difícil advertir que en el proceso
penal por faltas regulado en el Código de 2004 no existe algo como lo que
se acaba de describir. Eso sí, en la instalación de la audiencia, según pres-
cribe el numeral 2) del artículo 484 del Código, el juez efectuará una breve
relación de los cargos que aparecen del informe policial o de la querella. Así,
lo que existe antes de la instalación de la audiencia es o un informe policial o
una denuncia de parte; no una pretensión penal acusatoria concreta, previa
y expresa. Cuando se habla de acusación previa al juicio, la exigencia es de
una acusación real, expresa y no implícita, que ha de quedar definitivamen-
te perfilada con miras a posibilitar el ejercicio del derecho a la defensa por el
imputado y la emisión de la sentencia.

Teniendo en cuenta lo expuesto, la acusación no puede ser deducida por el


juzgador de alguna simple afirmación suelta hecha por el agraviado, de un
informe policial o de una mera denuncia[34]. De allí que la breve relación de
los cargos que el juez hace en función del informe policial o de la denuncia
de parte en modo alguno suple la carencia de acusación. De esta suerte, es
posible afirmar que en el proceso penal por faltas regulado por el Código de
2004 el juzgamiento se produce sin acusación previa, cierta y expresa. Dicho
de otro modo: se condena sin acusación.

En esta línea de pensamiento, me parece que la fórmula utilizada por el le-


gislador peruano al posibilitar un juicio y una condena por faltas con inob-
servancia del principio acusatorio, transgrede la garantía de un verdadero
proceso, en tanto el modelo constitucional de proceso penal exige la clara
separación de las funciones del acusador y del juzgador, independiente-
mente de si se trata de delitos o faltas y, por lo tanto, la exigencia de una
acusación previa a la condena en ambos casos. El imputado por la presunta
comisión de una falta no es un procesado de segunda categoría al que se le
puedan recortar las garantías propias del modelo acusatorio que sí se respe-
tan tratándose del imputado al que se le atribuye la comisión de un delito.
Al respecto, resulta ejemplarmente ilustrativa la sentencia D-2832 de 24 de

[34] Cfr. CARMONA RUANO, Miguel. “El principio acusatorio y el derecho de defensa en el juicio de faltas”. En:
Cuestiones de derecho procesal penal. Juan Saavedra Ruiz (Dir.), Consejo General del Poder Judicial, Madrid,
1994, p. 317.

181
Procedimientos especiales

agosto de 2000 dictada por la Corte Constitucional colombiana en la que se


estableció lo siguiente:

“La atribución que se le reconoce a la rama legislativa para señalar el


tipo de conductas que constituyen una infracción de bienes jurídicos
que se estiman valiosos, bien a título de contravención o delito, y la po-
sibilidad de establecer un régimen procesal diferenciado precisamente
en atención del mayor o menor peligro, daño o riesgo que comporta
uno y otro comportamiento, no pueden traducirse en el desconoci-
miento de los derechos y garantías que animan la actuación judicial y
que además del debido proceso guardan estrecha relación con la liber-
tad, la igualdad y la dignidad”[35].

No es ajeno a nuestra doctrina procesalista el cuestionamiento al proceso


penal por faltas. Un autor de la talla de San Martín Castro ha planteado la
inconstitucionalidad del ordenamiento procesal penal por faltas del Código
de Procedimientos Penales de 1940 por vulneración de la garantía genérica
del debido proceso[36]. Entiendo que, tratándose del modelo de proceso pe-
nal por faltas del Código Procesal de 2004, el cuestionamiento debe subsis-
tir, por las razones precedentemente anotadas.

V. ¿QUÉ SIGNIFICA LA AUSENCIA DEL FISCAL EN LOS PROCESOS POR


FALTAS?

Hasta aquí hemos constatado que el proceso penal por faltas regulado por
el Código Procesal Penal de 2004 no satisface la exigencia de acusación pre-
via. No es acusación la breve relación de los cargos que el juez hará inme-
diatamente después de instalada la audiencia. Es más, la inconcurrencia del
agraviado constituido en querellante particular no frustraría la audiencia, a
juzgar por lo estipulado por el artículo 484.1 en el sentido que “la audiencia
se instalará con la presencia del imputado y su defensor, y de ser el caso, con
la concurrencia del querellante y su defensor”. No se advierte la obligatorie-
dad de la concurrencia del querellante que, se supone, es quien sostendrá
la acusación. Esta situación se torna aún más grave tratándose de aquellas

[35] En el caso colombiano fue planteada una demanda de inconstitucionalidad contra el artículo 37 de la Ley
Nº 228 de 21 de diciembre de 1995 que prohibió la acumulación de rebajas de pena en materia contraven-
cional, no obstante que dicha posibilidad estaba perfectamente permitida para los agentes de la comisión de
delitos. La Corte Constitucional, como era de esperarse, declaró inexequible el mencionado artículo 37.
[36] SAN MARTÍN CASTRO, César. Derecho procesal penal. Grijley, Lima, 2001, 3ª reimpresión de la primera
edición, p. 939.

182
El principio acusatorio y el proceso penal por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

faltas contra las buenas costumbres, contra la seguridad pública y contra la


tranquilidad pública, en los que el sujeto pasivo es la sociedad o el Estado y
no hay posibilidad de querellante particular. En estos casos, ¿quién sosten-
dría la acusación? Y esto nos lleva a la discusión sobre si se impone o no la
participación del Fiscal en el proceso penal por faltas, en el entendido que
es rasgo fundamental del diseño constitucional de nuestro proceso penal
la acusación previa a la condena por persona distinta del juez, sea que ha-
blemos de delitos o de faltas, como ya lo hemos sostenido en líneas prece-
dentes. Resulta interesante mencionar que hace algunos años se presentó
en nuestro país una iniciativa legislativa que proponía que los Fiscales Pro-
vinciales Adjuntos se constituyan en titulares de la acción penal en las faltas
ante los Juzgados de Paz Letrados[37].

En el derecho comparado existen ejemplos de los que cabe mencionar el


caso español en el que, según documenta Gimeno Sendra[38], el represen-
tante del Ministerio Fiscal debe realizar en el juicio oral una sucinta expo-
sición oral de la acusación y participar activamente en el proceso. Es necesa-
rio precisar que tanto el Tribunal Supremo como el Tribunal Constitucional
españoles han recalcado la importancia del principio acusatorio en el juicio
por faltas, remarcándose que un proceso con todas las garantías requiere la
necesaria existencia de una acusación y que ésta sea puesta en conocimien-
to del imputado, no siendo posible condena sin acusación[39]. En las senten-
cias de 24 de febrero y 14 de abril de 1994 (RTC 1994/56 y RTC 1994/115),
el TC ibérico, sin embargo, ha establecido que en el juicio por faltas, el
principio acusatorio debe matizarse y relativizarse debido a la naturaleza
y peculiaridades de dicho proceso, flexibilizando el formalismo de los pro-
cesos ordinarios con miras a lograr compatibilidad con los principios de ora-
lidad, concentración y rapidez, de tal suerte que la acusación podría “mani-
festarse de varias formas, ya sea en la denuncia inicial ya en el acto del juicio
oral, debiendo, eso si, en todo caso, llegar a conocimiento del inculpado”[40].
No obstante, un sector de la doctrina ha visto con preocupación esta ten-
dencia a la relativización de las garantías en aras de un pretendido antifor-
malismo[41]. Es interesante anotar que en la experiencia española se dictó la

[37] La propuesta no prosperó y fue presentada por la congresista Mercedes Cabanillas.


[38] GIMENO SENDRA, Vicente. Lecciones de derecho procesal penal. Editorial Colex, Madrid, 2001, pp. 529-530.
[39] Puede consultarse al respecto, CABALLERO GEA, José Alfredo. Las responsabilidades penal y civil dimanan-
tes del accidente de circulación, Dikinson, Madrid, 1997, p. 69.
[40] Ibídem, pp. 69-70.
[41] Véase CARMONA RUANO, Miguel. “El principio acusatorio y el derecho de defensa en el juicio de faltas”. En:
Cuestiones de derecho procesal penal. Juan Saavedra Ruiz (Dir.), Consejo General del Poder Judicial, Madrid,

183
Procedimientos especiales

Ley 10/92 de medidas urgentes de reforma procesal que estableció que


en determinados casos el Ministerio Fiscal no intervenga en los juicios de
faltas. Según la exposición de motivos de dicha norma ello se fundamen-
ta en el “objetivo de lograr un mejor aprovechamiento de los recursos de
esta institución, mediante su presencia en la persecución de infraccio-
nes penales de mayor relevancia.” En el artículo 962 de la indicada norma
el legislador ibérico prescribió que el juez competente convocará a jui-
cio verbal al Fiscal y a las demás partes, mientras que en el artículo 969
–segundo párrafo– ordenó: “El Fiscal asistirá a los Juicios de Faltas siempre
que a ello sean citados con arreglo al artículo 962”. Sin embargo, también
precisó que “el Fiscal General del Estado impartirá instrucciones sobre los
supuestos en los que, en atención al interés público, los Fiscales podrán
dejar de asistir al juicio cuando la persecución de la falta exija la denuncia
del ofendido o perjudicado”. Siendo ello así, es de concluirse que el Fiscal
deberá ser citado a todos los juicios y él decidirá si se apersona o no. En
este orden de ideas, Caballero Gea apunta que “la reforma del proceso
penal operada por la Ley 10/1992 de 20 de abril ha vuelto a recurrir a
la defensa del interés público como pauta interpretativa del cometido
funcional del Ministerio Fiscal”[42]. Posteriormente, por Ley 38/2002, se es-
tableció que ante la ausencia de acusación pública se considerará como
tal a la declaración afirmativa del denunciante en juicio sobre los hechos
denunciados, aun cuando no los haya calificado ni tampoco solicitado
pena[43].

El Código contravencional de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, institu-


ye un fiscal contravencional y encarga el enjuiciamiento al Tribunal[44].

Asimismo, el Código Procesal Penal chileno, en el Título I del Libro IV, re-
servado al procedimiento simplificado, prevé la intervención del fiscal en
el juzgamiento de las faltas que se tramitan por la vía del procedimiento
monitorio, así como, de ser el caso, en el juicio.

1994, p. 297, quien ha señalado que es “especialmente preocupante la senda de trivialización de las garantías
constitucionales en aras del antiformalismo y con excusa en la levedad de la sanción que parece haber em-
prendido en el Tribunal Constitucional (…)”.
[42] CABALLERO GEA, José Alfredo. Ob. cit., p. 115.
[43] MARTÍN Y MARTÍN, José Antonio. La instrucción penal. Marcial Pons, Madrid, 2004, p. 362.
[44] MILICIC, María de los Angeles. “El procedimiento por faltas en la provincia de Santa Fe”, consultado en:
<http://www.buenastareas,com/impresion/Proceso-Por-Faltas-En-Santa-Fe/1721981> [12/5/2011].

184
El principio acusatorio y el proceso penal por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

Lo propio sucede con el procedimiento especial de faltas en el Código Or-


gánico Procesal Penal venezolano, en el que se atribuye el ejercicio de la
persecución penal al Ministerio Público[45].

Sin embargo, en el diseño de proceso por faltas del Código Procesal Penal de
2004 está ausente el Fiscal. Así fue también en el Código de Procedimientos
Penales de 1940 y en la Ley Nº 27939 del año 2003. Es entendible que para los
llamados “delitos en miniatura” se desee un juicio rápido y ausente de ras-
gos burocráticos. Pero ¿ello justifica la vulneración del principio acusatorio
que es fundamental en el diseño constitucional de nuestro proceso penal?
Lo que advertimos en el proceso por faltas es no solo la ausencia del fiscal
sino la inexistencia de una persona distinta del juez que asuma y sustente
una verdadera acusación previa a la condena, habida cuenta que la partici-
pación del querellante particular ha sido resaltada por el legislador única-
mente para denunciar la falta ante la policía o el juez directamente, según
prescribe el artículo 483.1, sin que su concurrencia a la audiencia sea obli-
gatoria según parece indicar el artículo 484.1. La base y presupuesto de un
proceso y del debate contradictorio es la existencia de una acusación válida
defendida por persona diferente del tercero imparcial que es el juzgador. Ya
hemos señalado que ni la denuncia ni la relación sucinta de los cargos que
emergen del informe policial sustituyen válidamente a la acusación.

Una vez constatado que el proceso por faltas actualmente regulado en el


Código Procesal Penal de 2004 contraviene claramente el principio acu-
satorio, puesto que en él se enjuicia y se condena sin acusación previa, re-
sulta imperativo que sea el Ministerio Público el que sostenga la acusación.
Desde luego esto supone una propuesta de lege ferenda para la introduc-
ción expresa de esta modificación en el articulado del Código. El ejercicio
de la acción penal es potestad del Ministerio Público y no tiene sustento
el que dicho precepto funcione únicamente para el procesamiento de los
autores y partícipes de delitos, pues es indiscutible la identidad ontológica
entre delitos y faltas, solo diferenciada en un plano cuantitativo. Nada justi-
fica que el autor de una falta sea enjuiciado y ulteriormente condenado sin
acusación previa, formulada por persona distinta al Juez. La garantía de un
verdadero proceso no solo debe funcionar para los autores de delitos, sino
también para quienes incurren en la comisión de faltas. No solo para exa-
cerbar los rigores de la persecución y sanción penales se debe recurrir a las

[45] BUSTILLOS, Lorenzo y RIONERO, Giovanni. “El régimen de faltas en el proceso penal venezolano”, consulta-
do en: <http://es.scribid.com/doc/51578415> (13-06-2011).

185
Procedimientos especiales

modificaciones legislativas, tan del gusto de la clase política, sino también


para garantizar que miles de personas, a las que se les atribuya la comisión
de una falta, sean sometidas a un verdadero proceso penal, conquista de
la civilización.

186
6

artículo
La problemática de los procesos
por faltas en el Código Procesal
Penal de 2004

Carlos MACHUCA FUENTES


La problemática de los procesos por faltas
en el Código Procesal Penal de 2004
Carlos Machuca Fuentes[*]

Sumario I. Introducción. II. Abordando la problemática. III. Hacia una opti-


mización del proceso por faltas. IV. Colofón.

I. INTRODUCCIÓN

El Código Procesal Penal de 2004 (en adelante, NCPP) ha introducido una se-
rie de modificaciones a la tradición jurídica procesal en nuestro país. Destie-
rra, en primer lugar, la famosa “instrucción”, mecanismo reservado y secreto
característico de los sistemas inquisitivos.

Sin embargo, la formación universitaria de nuestros abogados y una visión


aún conservadora de las instituciones relacionadas con el sistema de justi-
cia, hacen que ciertos conceptos del sistema procesal penal moderno, toda-
vía no sean asimilados en su cabal dimensión.

Aun cuando no es objeto del presente trabajo, es obvio que el tránsito de


un sistema mixto como el nuestro hacia un modelo acusatorio garantista
requiere de muchas voluntades y de un cabal entendimiento de que en el
siglo XXI el hombre es el centro de atención del Derecho y su procesamien-
to, en caso de infracciones contra el orden social, debe encontrarse rodeado
de las garantías necesarias, al igual que el de los derechos de la víctima de la
agresión (sea el Estado o los particulares).

[*] Juez Penal Unipersonal Provisional de Ica. Integrante de la Comisión de Implementación del Código Procesal
Penal en el Distrito Judicial de Ica.

189
Procedimientos especiales

La entrada en vigencia del NCPP, para lo que nos ocupa, nos lleva a con-
siderar nuevamente el tema del descuido legislativo en el tratamiento de
los procesos por faltas. Sin equivocarnos, podemos decir que existe un “uso
despreciativo[1]” de los juicios por faltas, traducido en legislación inexacta,
ausencia del cumplimiento de requisitos procesales básicos, ausencia de ju-
risprudencia uniforme, poca atención por parte del Estado al proceso como
imagen del sistema de justicia, entre otros, lo que según algunos autores
constituye un “injustificado olvido[2]”.

Quizás esto se refleja en la poca aflictividad de las penas en los procesos por
faltas, lo que ocasiona que se haya descuidado su tratamiento legislativo e,
inclusive, no se haya implementado adecuadamente su aspecto procesal
bajo las reglas del NCPP, siendo la mejor muestra de ello que en muchos
distritos judiciales donde está vigente dicho texto legal, aún continúa utili-
zándose el acta escrita como medio de acopio de información en juicio.

El juicio por faltas es el contacto más frecuente del ciudadano con el sistema
de justicia y, como señala Mario Alberto Juliano: “(…) existen sobrados mo-
tivos para sostener que el Derecho contravencional o de faltas, no obstante
su menor intensidad aflictiva en términos relativos, tenga apreciable inci-
dencia en la vida de las personas (…)”[3] . Por lo tanto, no asignarle importan-
cia debida es contraproducente y hace que el ciudadano pierda confianza
en su sistema de justicia.

II. ABORDANDO LA PROBLEMÁTICA

1. De los órganos competentes para conocer el proceso por faltas

Un primer problema se presenta en cuanto a la competencia de los juzga-


dos que conocen las faltas. A la fecha, hay 576 Juzgados de Paz Letrados a
nivel nacional[4], según el siguiente detalle:

[1] Así lo califica CARMONA RUANO, Miguel. “El principio acusatorio y el derecho de defensa en el juicio de
faltas”. En: Cuadernos de Derecho Judicial. 10/1994, Consejo General del Poder Judicial del Reino de España,
pp. 283-336.
[2] Así lo conceptualiza también CASTRO TRIGOSO, Hamilton. Las faltas en el ordenamiento penal peruano.
Grijley, Lima, 2008, p. 17.
[3] JULIANO, Mario Alberto. Justicia de faltas o falta de justicia. Editores del Puerto, Buenos Aires, 2007, p. 7.
[4] Fuente: <http://historico.pj.gob.pe/CorteSuprema/documentos/mapas_dependencias_al_311210_pj.pdf>.

190
La problemática de los procesos por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

CORTE Nº JUZGADOS Nº JUZGADOS


SUPERIOR PERMANENTES TRANSITORIOS
Amazonas 12 01
Ancash 13 00
Apurímac 17 01
Arequipa 25 00
Ayacucho 18 00
Cajamarca 20 01
Callao 09 05
Cañete 08 00
Cusco 35 01
Huancavelica 10 00
Huánuco 17 02
Huaura 12 00
Ica 22 00
Junín 30 00
La Libertad 23 03
Lambayeque 28 00
Lima 74 04
Lima Norte 23 01
Lima Sur 14 01
Loreto 17 01
Madre De Dios 08 01
Moquegua 07 00
Pasco 06 00
Piura 25 00
Puno 26 00
San Martín 17 00
Santa 12 00
Tacna 06 01
Tumbes 07 00
Ucayali 12 00
Total 553 23

De este número, de acuerdo con la Ley Nº 27939, que diseñó el Plan Piloto
los Juzgados de Paz Letrados en Comisaría, se han implementado en estos
29 juzgados de la siguiente manera: Amazonas: 1, Arequipa: 1, Ayacucho: 2,
Cajamarca: 1, Callao: 1, Cusco: 1, La Libertad: 1, Lambayeque: 3, Lima: 5, Lima
Norte: 2, Lima Sur: 2, Loreto: 2, Madre de Dios: 1, Piura: 2, Puno: 1, Tumbes: 2,

191
Procedimientos especiales

y Ucayali: 1. Todos estos juzgados conocen de los procesos por faltas, empe-
ro, no en todos estos distritos judiciales se viene aplicando el NCPP, el que se
encuentra vigente solo en 16[5]:

DISTRITO FECHA DE ENTRADA RESOLUCIÓN


JUDICIAL EN VIGENCIA ADMINISTRATIVA
Huaura 01/07/2006 078-2006-CE-PJ del 01/06/2006
La Libertad 01/04/2007 030-2007-CE-PJ del 13/02/2007
Moquegua 01/04/2008 013-2008-CE-PJ del 26/01/2008
Tacna 01/04/2008 013-2008-CE-PJ del 26/01/2008
Arequipa 01/10/2008 208-2008-CE-PJ del 02/08/2008
Lambayeque 01/04/2009 344-2008-CE-PJ del 20/02/2009
Piura 01/04/2009 341-2008-CE-PJ del 17/02/2009
Tumbes 01/04/2009 340-2008-CE-PJ del 24/02/2009
Cusco 01/10/2009 188-2009-CE-PJ del 31/07/2009
Madre de Dios 01/10/2009 190-2009-CE-PJ del 25/07/2009
Puno 01/10/2009 189-2009-CE-PJ del 25/07/2009
Cañete 01/12/2009 379-2009-CE-PJ del 25/11/2009
Ica 01/12/2009 380-2009-CE-PJ del 25/11/2009
Amazonas 01/04/2010 407-2009-CE-PJ del 17/01/2010
Cajamarca 01/04/2010 408-2009-CE-PJ del 17/01/2010
San Martín 01/04/2010 405-2009-CE-PJ del 13/01/2010

Un examen rápido de la implementación del NCPP nos permite establecer


que si bien en la mayoría de los distritos judiciales donde se ha efectivizado
son de la región de la Costa y de la Sierra, donde existe un suficiente número
de Juzgados de Paz Letrados, distinto es el panorama de las zonas alejadas,
especialmente donde no predomina el ambiente urbano.

En efecto, la problemática de la zona rural es el reducido número de Juzga-


dos de Paz Letrados, y si bien en muchos casos se ha gestionado su crea-
ción[6], un gran sector de la población rural es atendido por los Juzgados de

[5] Fuente: Gerencia de Planificación, Sub Gerencia de Estadística (al 31 de diciembre de 2010).
[6] Solo como referencia, al implementarse el NCPP en el Distrito Judicial de Ica se tuvo que crear juzgados en
las zonas altoandinas de Santiago de Chocorvos y Córdova (Huancavelica) y Pauza y Coracora (Ayacucho),

192
La problemática de los procesos por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

Paz, los que, como lo indica la Constitución Política, emanan de la elección


popular y son órganos esencialmente de conciliación.

Los Juzgados de Paz conocen, de acuerdo al artículo 482.2 del NCPP, subsi-
diariamente de los procesos por faltas. Pues si bien la norma indica que pue-
den intervenir en los lugares donde no exista Juez de Paz Letrado, también
señala que las Cortes Superiores fijarán anualmente a los juzgados que
puedan conocer de las faltas. Quizá el texto debió ser más general y con-
ceder dicha competencia a los Jueces de Paz. Esto ha motivado que en los
lugares donde la Corte Superior no ha señalado expresamente qué Jueces
de Paz conocen de las faltas, algunos se hayan negado a tramitarlas. Feliz-
mente el problema se ha venido superando, adoptándose el criterio general
de que, aun sin autorización, en los lugares donde no hay Juzgado de Paz
Letrado, los Jueces de Paz conocen los procesos por faltas.

Otra problemática está relacionada a qué órgano conoce de la impugnación


en los casos de sentencias dictadas por el Juez de Paz. Si la norma permite
a un órgano no letrado efectuar el juzgamiento y sentenciar en las faltas –
pues el artículo 482.2 del NCPP les permite por excepción conocer estos
procesos–, es evidente que la impugnación no puede ser resuelta por otro
órgano que tiene la misma potestad (la de juzgar), es decir, por un Juzgado
de Paz Letrado; tanto más si el artículo 486.2 de la citada norma señala que
es el “Juez Penal” quien resuelve las impugnaciones formuladas por las par-
tes contra la sentencia.

Ello es concordante con el artículo 57.1 (segundo párrafo) de la Ley Orgáni-


ca del Poder Judicial, según el cual los fallos en los procesos por faltas son
apelables ante el Juez Penal, lo que no es contradictorio con lo preceptuado
en el mencionado artículo 482, puesto que los Jueces de Paz conocen ex-
cepcionalmente los procesos por faltas.

2. Respecto a la operatividad del proceso bajo las reglas del NCPP

a) Respecto a la capacitación

Uno de los problemas fundamentales de la implementación del NCPP es el


relacionado a la capacitación de los actores. Se ha incidido en la capacitación

ello basado sobre todo en la situación geográfica de dichos lugares que impedían a sus habitantes el acceso
a la justicia, circunstancia que las estadísticas no permiten apreciar.

193
Procedimientos especiales

a los Jueces Penales, de la Investigación Preparatoria y Unipersonales, pero


muy poca capacitación y recursos se ha destinado a los Jueces de Paz Le-
trados, los que, de una u otra manera, han tratado de aplicar las reglas del
Código a los procesos, deficiencia esta que debe subsanarse.

En cuanto a los Jueces de Paz, es evidente que se requiere efectuar una ca-
pacitación más sostenida, pues, siendo legos en Derecho, necesitan instruir-
se sobre los principios básicos del proceso.

b) Respecto a la logística

Resulta necesario dotar a los órganos jurisdiccionales de adecuados ele-


mentos para la realización del juicio por faltas. Tratándose de un proceso
breve y simplificado, la implementación del registro en audio de los juzga-
mientos por faltas es urgente. Evidentemente, ello pasa por una dotación
presupuestal que considere locales, así como sistemas de registro y equipos
apropiados.

A la fecha, el proceso se viene registrando en actas, de modo que cuando


una decisión es elevada vía impugnación, el Tribunal no tiene de primera
mano las incidencias del juicio, sino solo lo narrado en las actas, que en mu-
chos casos no refleja una adecuada secuencia del proceso, ni mucho menos
el debate realizado, amén a los defectos de redacción. Creemos que esto
debe ser superado a la brevedad posible.

3. Problemática en lo jurisdiccional

a) Ausencia del Ministerio Público como parte acusadora

Uno de los grandes problemas de los procesos por faltas es la ausencia de


una parte acusadora estatal en los delitos menores que deban ser perse-
guidas de oficio. Si consideramos a las faltas como “delitos en pequeño” o
“delitos veniales”, como lo señalaba Jiménez de Asúa[7], es obvio que la inter-
vención del ente estatal se justifica sobre todo si cuando estas infracciones
son, en su mayor extensión, perseguibles de oficio (v. gr. los hurtos o las
agresiones a la salud). No existe, por lo tanto, en nuestro sistema un acusa-
dor oficial.

[7] JIMÉNEZ DE ASÚA, Luis. “Las contravenciones o faltas”. En: La Ley. Buenos Aires, 1949, pp. 968-969.

194
La problemática de los procesos por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

Ello lo diferencia de otras legislaciones, por ejemplo, la española. Así, el ar-


tículo 962 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal establece que cuando el juez
tenga noticia de la comisión de una falta “mandará convocar a juicio verbal,
al fiscal, al querellante o denunciante, si lo hubiere, al presunto culpable y a
los testigos (…)”[8].

La ausencia del fiscal en la práctica es perjudicial para el proceso, puesto que


en los casos donde la parte denunciante concurre sin letrado, la audiencia
es dirigida por el juez del interrogatorio, lo que evidentemente contradice el
principio de igualdad de las partes en el proceso.

Debe entenderse que fueron razones presupuestarias las que hicieron que
nuestro legislador se inclinara por no considerar al proceso por faltas como de
acción privada, si bien algunas de ellas necesariamente precisan la interven-
ción de una agente del Estado, como las faltas contra la tranquilidad pública.

No puede considerarse tampoco a la Policía como acusador en el proce-


so por faltas, pues en este proceso le corresponde a la investigación de la
infracción. Creemos, por ello, que se debe pensar seriamente en incluir al
Ministerio Público como actor esencial en este tipo de procesos[9].

b) No concurrencia de acusado a juicio

No debe perderse de vista que la audiencia de faltas en sí es una audiencia


de juzgamiento sometida a las reglas de simpleza del procedimiento. Por lo
tanto, en lo pertinente, son aplicables los artículos 367.1 y 369.1 del NCPP,
es decir, que para la instalación de la audiencia es necesaria la presencia del
acusado y de su defensor, así como de quien haga las veces de acusador (en
este caso, del acusador privado querellante).

Sobre la base de la simpleza del procedimiento, se precisa en el artículo


485.2 que cuando el imputado no se presente a la audiencia, se le podrá ha-
cer comparecer por medio de la fuerza pública, lo que para algunos significa
que en los procesos por faltas no existe contumacia, lo que resulta inexacto
como precisaremos más adelante.

[8] En igual sentido, el artículo 311 del Código de Proceso Penal de Uruguay, con la variante de que puede asistir
“el funcionario letrado de su oficina que designare a estos efectos”.
[9] El Código Procesal Penal Modelo para Iberoamérica contempla en su Apéndice III el procedimiento por faltas
y contravenciones, señalando claramente: “1. Requerimiento. El funcionario que comprobó la falta o aquel
que la ley designe para ello, solicitará el juicio (…)”, vide: <www.pravri.hr/hr/zavodi/zkzm/documents/Iberijski-
Zakonik.pdf>.

195
Procedimientos especiales

c) Inconcurrencia de la parte agraviada a la audiencia de juicio: ¿De-


sistimiento tácito?

Concordante con lo anterior, uno de los primeros problemas que ocasiona la


ausencia de acusador oficial sucede en caso de la no concurrencia del afec-
tado a la audiencia. Ello cobra mayor significación en los procesos por faltas
derivados de violencia familiar, donde la presión a las víctimas ocasiona que
estas no concurran al juicio, lo que obliga a aplicar el artículo 462.2 del NCPP.

No existe legalmente otro mecanismo para efectuar el juicio si el agraviado


no se encuentra presente en audiencia, puesto que –acorde con la norma–
el querellante particular es quien sostiene la acusación. Por ende, no hay
juzgamiento de oficio, aun cuando, como sucede en el caso de las lesiones,
exista un certificado médico que acredite la agresión, lo que en muchos ca-
sos fomenta la impunidad de estos delitos menores.

Pero, en todo caso, al citar a juicio, el juez debe indicar los apercibimientos
precisos: uno para el acusado de ser conducido por la fuerza pública, y otro
para la parte agraviada de tenérsela por desistida de la denuncia.

d) Ausencia de abogados en audiencia

Otro problema en los procesos por faltas es la ausencia del abogado defen-
sor, especialmente del acusado por una falta. En el caso del agraviado no
existe mayor problema, pues la norma no exige la presencia obligatoria de
su defensor y, además, porque, como se ha reseñado, en muchos casos el
juez se encarga del interrogatorio y la dirección del juicio.

Distinto panorama se presenta cuando el denunciado concurre sin un abo-


gado defensor. Generalmente en la zona urbana hay suficientes letrados y
mayormente no existe mayor problema, salvo cuando el acusado señala no
tener abogado defensor ni medios económicos para contratarlo.

En estos casos han existido muchos inconvenientes puesto que la Defensa


Penal Pública (ex Defensoría de Oficio) no se da abasto o no cuenta con defen-
sores para los juicios por faltas, aun cuando el Reglamento de la Ley Nº 29360
indique en su artículo 7 que el servicio de defensa penal pública garantiza el
derecho a la defensa de personas de escasos recursos en delitos o faltas.

Por ello, ante la ausencia de letrados, en muchos casos, los Jueces de Paz
Letrados se han visto obligados a solicitar el apoyo de letrados particula-
res ad honórem, a fin de cautelar el derecho a la defensa, lo que solo es un

196
La problemática de los procesos por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

paliativo, pues lo idóneo es que se dote a los Juzgados de Paz Letrados de


defensores de oficio que puedan atender estas contingencias.

¿Qué sucede si aun así no se consigue un defensor, si en un lugar determina-


do no hay abogados o su traslado es oneroso? En estos casos, consideramos
que el juez debe efectuar el juzgamiento dejando en claro esta circunstan-
cia y preservando en lo posible el derecho a la defensa de las partes. Pues
frustrar el juzgamiento sería fomentar la impunidad.

Demás esta señalar lo difícil que resulta la intervención de abogados defen-


sores para los juzgamientos a cargo de los Jueces de Paz (especialmente en
zonas altoandinas), de modo que a estos solo les queda aplicar su leal saber
y entender concordante con las normas del Código para el juzgamiento, tra-
tando de preservar el derecho de defensa del acusado por faltas.

e) Contumacia

Uno de los problemas prácticos de la aplicación de la norma es el relativo


a la contumacia. Así, conforme a las reglas del proceso (artículo 485.2 del
NCPP), cuando el imputado no se presente a la audiencia podrá hacérsele
comparecer por la fuerza pública, lo que no importaría declaración alguna
de contumacia (que, en forma general, es la desobediencia reiterada a los
requerimientos de la autoridad jurisdiccional, importando una voluntad de
alejarse del proceso).

En tal sentido, algunos sostienen que en los procesos por faltas no existe
declaratoria de contumacia. Empero, no debe perderse de vista que el ar-
tículo 79 del NCPP, al contemplar los derechos y deberes del imputado, pre-
vé a la contumacia como una situación especialísima del proceso y no hace
distinción ni restricción alguna respecto a las faltas. Solo requiere pedido de
parte, en este caso, del agraviado. Por lo tanto, estimamos que, fracasada la
conducción compulsiva del imputado, las partes pueden pedir la declarato-
ria de contumacia, cuyo efecto más importante es el archivo provisional del
proceso hasta que aquel sea habido.

f) La audiencia cuando el acusado es conducido al local del juzgado y


no se encuentra presente la parte agraviada

Circunstancia particular del proceso constituye el hecho de que, una vez


conducido el imputado de grado o fuerza, no pueda instalarse la audiencia
por ausencia del agraviado, quien evidentemente desconoce de tal situa-
ción.

197
Procedimientos especiales

En estos casos viene en auxilio la parte in fine del artículo 485.2 del NCPP,
según la cual puede ordenarse la prisión preventiva del imputado hasta que
se realice y culmine la audiencia, la que debe efectuarse de inmediato, te-
niendo en cuenta que a priori no hay prisión por la comisión de una falta.

Por ello, consideramos que la prisión no debe durar más allá de un día, de-
biendo agotarse las gestiones para la concurrencia del agraviado a la au-
diencia. Si este no concurre, deberá sobreseerse la causa, disponiéndose la
libertad inmediata del imputado.

g) La actuación policial y la facultad de investigación del juez

Otro de los problemas comunes es la actuación de la Policía en la faltas. Se


asume como realidad que existe –sobre todo en el interior del país– un nú-
mero insuficiente de efectivos policiales y no adecuadamente capacitados
para los retos del NCPP.

Ahora bien, cuando se presenta la circunstancia señalada en el artículo


483.2, el juez remite lo actuado a la Policía Nacional a efectos de que esta
efectúe una sumaria investigación que no sobrepasará los veinte días, plazo
que debe entenderse igual que el de las diligencias preliminares.

Evidentemente, no existe un plazo específico en la norma, pero, si tenemos


en cuenta que las diligencias preliminares son realizadas por la Policía
(artículo 330.1) y su plazo (artículo 334.2) no debe exceder los 20 días, es
razonable considerar que este es un plazo prudencial para las indagacio-
nes policiales. Empero, evacuado el informe policial, el juez, con vista de las
actuaciones, debe resolver si procede o no a llevarse adelante el juicio por
faltas.

h) Alcances de la conciliación y la transacción

Hasta hace pocos años era muy difícil concebir la conciliación como una
forma de concluir el proceso por faltas. El Código de Procedimientos Pena-
les no tenía espacio alguno para este mecanismo de solución de conflictos
penales intra proceso.

Recientes modificaciones permitieron visualizar una tendencia en ese sen-


tido, incluso, la Ley Nº 28117 posibilitaba que en los delitos menores –hur-
to simple y apropiación ilícita, por ejemplo– las partes puedan llegar a un
acuerdo reparatorio, aunque no existía el instituto de la conciliación, menos
aún en las faltas.

198
La problemática de los procesos por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

Sin embargo, los Juzgados de Paz han venido solucionando conflictos esen-
cialmente bajo la óptica de que son Jueces de Conciliación, conforme lo
precisa el artículo 64 de la Ley Orgánica del Poder Judicial. La introducción
de la conciliación como etapa en el proceso evidentemente representa una
forma más ágil de resolver los conflictos. En igual sentido opera la transac-
ción y el desistimiento.

Respecto al último, debemos manifestar nuestros reparos, especialmente


en los casos de lesiones producto de violencia familiar, ámbito en el que la
víctima a veces es obligada a desistirse, lo que fomenta una perjudicial cul-
tura de impunidad respecto a las agresiones domésticas. Nuevamente nos
encontramos ante la falta de un persecutor oficial que de oficio cautele los
derechos de las víctimas.

i) Emplazamiento adecuado al imputado. Notificaciones

Otro de los problemas habituales de los procesos por faltas es el del empla-
zamiento a los procesados, pues, al tratarse de procesos “poco trascenden-
tes”, hay mucha renuencia, por ejemplo, a señalar domicilio procesal; inclusi-
ve, alguna zonas donde debe realizarse la notificación son “zonas de riesgo”
o muy lejanas para el acto de la notificación.

Ello en muchas ocasiones origina la dilación innecesaria del proceso. Por ello,
es muy importante que el acto de notificación se realice en observancia del Re-
glamento de Notificaciones[10], y en concordancia con el artículo 127 del NCPP.

Asimismo, es pertinente señalar que, en materia de notificaciones, debe


aplicarse en forma supletoria el artículo 161 del Código Procesal Civil, que
establece una formalidad para la entrega de la notificación en caso de no
encontrarse al interesado.

j) La conclusión anticipada del juicio

Otro de los mecanismos de solución rápida de los conflictos penales es la


conclusión anticipada del juicio. La secuencia del juicio por faltas esencial-
mente radica en la “simpleza del proceso”[11].

[10] Resolución del Consejo Ejecutivo del Poder Judicial N° 096-206-CE-PJ.


[11] En el Exp. Nº 745-2010-Ica, al resolver una impugnación a las formalidades del proceso, señalamos el trámite
en audiencia del juicio por faltas: “(…) Sexto: En el caso de autos si bien es objeto de impugnación el auto
que resuelve una tacha formulada por la defensa del procesado así como la sentencia dictada en autos, en
atención a lo señalado en el considerando anterior, en el sentido de que la nulidad puede ser declarada aun
de oficio, al ser la primera ocasión en que este juzgado conoce de la impugnación de sentencia en faltas y

199
Procedimientos especiales

La conclusión anticipada de juicio a priori es distinta a la conciliación. Existe


la tendencia a considerar que, fracasada la negociación, es irrelevante una
conclusión anticipada del juicio. Precisamente la búsqueda de la brevedad
permite al juez del proceso que, tras hacer conocer los cargos al imputado,
le pregunte si los acepta (no se debe olvidar que el juez solo enumera los
hechos, no señala una pena ni una reparación civil).
La praxis judicial evidencia que muchas veces la conciliación fracasa por el
tema económico. Por ello, la conclusión anticipada permite al juez asumir
sin mayor debate (artículo 484.3 del NCPP) la responsabilidad de decidir so-
bre el asunto. Solo se permite una excepción: la necesidad de otros actos de
prueba relacionados al hecho o a la reparación civil, lo que importa actua-
ción probatoria, luego de la cual se dictará la sentencia que corresponda.

k) Cuestiones probatorias

El déficit de difusión respecto a las bondades de la oralidad y de la audien-


cia en los procesos por faltas, ocasiona que no se le otorgue la importancia

advertirse de lo actuado serias deficiencias en la tramitación de este tipo de procesos, corresponde estable-
cer algunos parámetros a observarse en el desarrollo de la audiencia de faltas, las que fluyen de la norma
procesal, no debiendo perderse de vista que en el caso del juicio de faltas –el que resulta similar al juicio
por ejercicio privado de la acción penal– aun cuando la norma establece como regla general la ‘brevedad y
simpleza’, ello no importa dejar de observar reglas elementales de la audiencia y los principios de inmediación
y oralidad que inspiran un modelo procesal penal acusatorio, los que deben observarse para la resolución de
los conflictos penales, aun cuando estos sean de mínima intensidad –como en el caso de las faltas–, todo ello
en resguardo del debido proceso. Sétimo: Dentro de este orden de ideas, cabe precisar que el legislador al
regular el proceso por faltas, lo efectúa dentro del Libro Tercero del Código Procesal Penal, específicamente
en los artículos cuatrocientos ochenta y dos y siguientes, indicando esencialmente lo siguiente: A) el proceso
se inicia por denuncia de parte ante la policía o el juez, B) de considerar atendible la denuncia, el juez dictará
el auto de citación a juicio –siempre que los hechos constituyan falta–, señalando día y hora para la realización
del juicio, resaltándose que la norma (dada la primacía de la audiencia y la oralidad sobre lo escrito) no confiere
el denominado “traslado” de los cargos al encausado, por lo que no existe obligación alguna de absolver el mis-
mo, toda vez que –reiteramos– el proceso por faltas tiene el rasgo de la “simplicidad”, C) iniciada la audiencia,
verificada la concurrencia de los sujetos procesales, y hecho conocer al procesado de sus derechos, el juez
realizará una breve enumeración de los cargos e invitará a las partes a una conciliación, las que, de ser acep-
tada, permite la conclusión del proceso con acuerdo de partes; D) si esta fracasase, procederá con arreglo a
las reglas ordinarias del juicio (artículos 371 a 374 de la norma), lo que importa: Uno: interrogación al acusado
sobre si acepta responsabilidad en la falta imputada y si se encuentra dispuesto al pago de una reparación
civil (artículo 372.1 concordante con el artículo 484.4), lo que en el presente caso no se ha efectuado; en caso
de ser afirmativa la respuesta se declarará la conclusión del juicio y se dictará sentencia de manera inmediata.
Dos: Caso contrario se procederá a la actuación de los medios probatorios que las partes llevaron a juicio,
lo que importa que en este acto –por ser la única ocasión en que puede realizarse– las partes indicarán los
medios probatorios a actuarse en juicio, resultando que dada su inmediatez estos serán actuados en el acto,
siguiendo el orden del artículo 375, esto es, declaración de la parte acusada o denunciada, de la parte agra-
viada, la prueba testimonial y pericial, y finalmente la oralización de los documentos, pudiendo variarse este
orden según discreción del juez. Tres: Culminada la actuación probatoria se escucharán los alegatos de las
partes y la autodefensa del acusado de la falta e inmediatamente se dictará sentencia, la que será efectuada
en el mismo día o dentro del tercero día de su culminación sin más dilación (artículo 484.6) (…)”.

200
La problemática de los procesos por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

debida al sistema de valoración probatoria a que hace referencia el artículo


393.2 del NCPP.

Por ello, es frecuente que previo a juicio se presenten tachas u oposiciones


por escrito a medios probatorios o que aquellas se deduzcan en audiencia,
lo que no toma en cuenta que la norma procesal solo reconoce los denomi-
nados “impedimentos”.

Precisamente, en virtud al principio de contradicción, las pruebas introduci-


das en juicio pueden ser cuestionadas en audiencia, exponiendo las partes
su particular valoración, y quedando a cargo del juzgador decidir su peso
probatorio en conjunto. Esta regla también incluye a los testigos y peritos,
razón por la cual una actuación de prueba pericial fuera de audiencia (por
ejemplo, las denominadas “ratificaciones” de un examen médico-legal en un
proceso penal por delito de lesiones) contradice los principios del juicio.

La simpleza del proceso por faltas no significa vulnerar ciertos principios


elementales del proceso penal. Por lo tanto, la actuación de la prueba peri-
cial debe efectuarse en audiencia a efectos de que las partes expongan su
punto de vista respecto a aquella y aprecien directamente el sustento que
otorga el especialista a su dictamen pericial.

l) Apelación. Inadmisibilidad del recurso o vista de la causa

La impugnación de los procesos por faltas tiene un trámite particular, el cual


ha encontrado algunos cuestionamientos respecto al trámite de la impug-
nación del proceso ordinario, que esencialmente requiere de la sustentación
de la impugnación bajo apercibimiento de declararse inadmisible (rechazo)
el recurso (artículo 423.3 del NCPP) en caso de inconcurrencia del impug-
nante. Asimismo, en el proceso por ejercicio privado de la acción penal tam-
bién se requiere la concurrencia de la parte impugnante.

Este trámite se encuentra dentro de la denominada audiencia de apelación.


Nótese que la norma no contempla en tales casos la denominada “vista de la
causa” a que hace referencia la Ley Orgánica del Poder Judicial.

Por ello consideramos que en los procesos por faltas no operan las reglas
de la denominada audiencia de apelación, esencialmente la de declararse
inadmisible el recurso en caso de inconcurrencia del impugnante, pues el
artículo 486.2 indica que el juez resolverá en un plazo improrrogable de diez
días “por el solo mérito de lo actuado” si es que no se expresa la necesidad
de una concreta actuación probatoria.

201
Procedimientos especiales

A contrario sensu, si no hay actuación probatoria no hay audiencia (puesto


que solo en audiencia las partes pueden debatir los aspectos de la prueba),
y el juez debe resolver solo sobre la base de lo actuado. Además, se permite
a la defensa presentar alegaciones por escrito, sin perjuicio del informe oral
en la vista de la causa.

Por consiguiente, lo que se produce en la impugnación por faltas es la deno-


minada vista de la causa, que no es otra cosa que la forma mediante la cual
los miembros de un tribunal toman conocimiento personal de un determi-
nado asunto sometido a su decisión. Este mecanismo se halla contemplado
en los artículos 130 y 132 de la Ley Orgánica del Poder Judicial (aplicable en
lo que fuere pertinente), y permite la procedencia del informe oral por los
defensores en la fecha que el órgano jurisdiccional conoce de la causa.

En los casos en que no exista informe oral –sea por inconcurrencia de quien
lo solicitó o porque sencillamente no existió solicitud en dicho sentido– el
tribunal vota la decisión en la vista de la causa o la deja al voto, conforme a
lo señalado en el artículo 140 de la norma aludida.

Esto nos permite concluir que la inconcurrencia del impugnante a la vista


de la causa no ocasiona la inadmisibilidad del recurso, antes bien, entende-
mos que luego de la vista de la causa corre el plazo para que el juez emita
pronunciamiento.

III. HACIA UNA OPTIMIZACIÓN DEL PROCESO POR FALTAS

1. Propuesta de digitalización

La presente propuesta constituye una nueva manera de contemplar el pro-


ceso por faltas, a fin de dejar de lado el apego al uso del papel y buscar
otras alternativas, no solo para el almacenamiento, sino también para la tra-
mitación del proceso, fomentando una nueva cultura entre todos los entes
inmiscuidos en los servicios de justicia.

En esencia, lo que se busca con la presente propuesta es crear el denomi-


nado “expediente judicial digital” para los procesos penales por faltas. Este
instrumento judicial deberá sustituir al expediente físico y comenzar a utili-
zarse en el mediano plazo (por lo menos en tres a cinco años), con la expec-
tativa de que progresivamente amplíe su radio de acción a otros procesos
judiciales como, por ejemplo, al de asistencia familiar (alimentos).

202
La problemática de los procesos por faltas en el Código Procesal Penal de 2004

2. La posibilidad de crear el expediente virtual

Es necesario replantear el proceso por faltas en lo que respecta al concepto


tradicional de “expediente físico” o “expediente judicial”. En un proceso tan
breve como este ya no se justifica la prevalencia del papel, puesto que toda
la información se puede almacenar digitalmente sin ocasionar mayor costo
al Poder Judicial.

El expediente físico presenta múltiples problemas de almacenamiento, es


perecible, requiere de mayores medidas de seguridad (v. gr. contra el de-
terioro o siniestros) y resulta altamente contaminante para quienes se en-
cuentran a su cuidado y manejo (v. gr. personal de archivo).

Todo ello aconseja implementar la alternativa de la litigación sin papeles y la


posibilidad de utilizar un soporte electromagnético para el archivo de estos
documentos.

3. Formación del expediente virtual

Para un equipamiento tecnológico básico, se requiere mínimamente: i) una com-


putadora personal; ii) un scanner multifuncional; y iii) Una cámara filmadora.

Los programas informáticos con los que debe contar el equipo de cómputo
serían el Netscape Communicator 4.03 o superior, e Internet Explorer 9.0 o
superior u Opera 5.0x o superior, teniendo habilitados también las opciones
de Java Script (que es la más utilizada).

Además, se requiere un enlace vía Red Privada Virtual - RPV (con servidores
exclusivos) con la Gerencia General para la validación y certificación de fir-
mas digitales. Asimismo, un sistema para el Almacenamiento Tecnológico
de Documentos (ATD) que en este caso sería compartido por la Gerencia Ge-
neral y la Corte Suprema de Justicia de la República para el almacenamiento
de los expedientes virtuales, mediante discos ópticos no regrabables.

Ahora bien, en caso de no implementarse la firma digital, podrían digitali-


zarse las actuaciones judiciales, evitando así la existencia de un expediente
físico y reduciendo el volumen de la carga que se remite a los archivos de
las Cortes Superiores y que ocasiona considerables gastos al Poder Judicial.

En suma, se busca no solo la eliminación del “expediente físico”, sino tam-


bién la posibilidad de que las actuaciones judiciales estén concentradas en
sistemas informáticos y de fácil acceso al público.

203
Procedimientos especiales

IV. COLOFÓN

Durante la implementación del NCPP en general y del proceso por faltas en


particular, los órganos judiciales se han enfrentado a diversos problemas de
aplicación. Estos, sin embargo, se han ido resolviendo con una interpreta-
ción adecuada de las normas, la práctica judicial y la voluntad de adminis-
trar justicia, pese a las deficiencias legislativas y, sobre todo, logísticas.

Sin embargo, ello no nos debe llevar a un “conformismo”, sino que, de acuer-
do con las tendencias de este siglo, primero, debe replantearse si es adecua-
do el mecanismo punitivo para las faltas y, segundo, debe buscarse la opti-
mización de las normas que regulan las faltas, tarea que compete a todos los
entes relacionados con el tema (Poder Judicial, Policía Nacional, Ministerio
de Justicia e, incluso, Ministerio Público).

Solo así encontraremos un mecanismo adecuado para que, en la solución


de los conflictos que generan las infracciones de menor intensidad, se evi-
dencie la eficacia del Estado en su conjunto y no se fomente la impunidad o
el irrespeto por el sistema de justicia.

ESQUEMA DEL JUICIO ORAL DEL PROCESO POR FALTAS

JUEZ

Peritos Asistente de audio

Testigos Asistente de causas

Actor civil Abogado defensor Abogado Tercero


Acusado civil
o agraviado del actor civil defensor

Público

204
Índice General
Índice General

Presentación..................................................................................................................................... 5

Problemas de aplicación e interpretación


de los procesos especiales en
la reforma procesal penal
Juan Humberto SÁNCHEZ CÓRDOVA

I. Introducción............................................................................................................................ 9

II. Procesos ordinarios y procesos especiales................................................................... 10

1. Proceso ordinario........................................................................................................... 11

a. Regulación en el Código de Procedimientos Penales (CdePP)............. 12

b. Regulación en el Nuevo Código Procesal Penal (NCPP).......................... 14

c. Proceso de faltas.................................................................................................... 15

2. Procesos especiales....................................................................................................... 17

a. Regulación en el CdePP....................................................................................... 20

b. Regulación en el NCPP......................................................................................... 20

3. Justificación de los procesos especiales................................................................ 21

207
Procedimientos especiales

III. Problemas de los procesos especiales en la reforma procesal penal................. 23

1. Proceso inmediato......................................................................................................... 23

a. Antecedentes.......................................................................................................... 23

b. Presupuestos........................................................................................................... 26

c. Trámite....................................................................................................................... 29

d. Proceso inmediato y acusación directa......................................................... 32

2. El proceso por razón de la función pública.......................................................... 34

a. Proceso para altos funcionarios....................................................................... 36

b. Proceso por delitos comunes atribuidos a congresistas y altos fun-


cionarios.................................................................................................................... 37

c. Proceso por delito de función atribuido a otros funcionarios públicos 38

3. Proceso de seguridad................................................................................................... 38

a. Proceso de seguridad y Derecho Penal......................................................... 38

b. Regulación procesal.............................................................................................. 41

4. Proceso por delito de ejercicio privado de la acción penal . ......................... 44

5. Terminación anticipada............................................................................................... 46

6. Proceso por colaboración eficaz.............................................................................. 51

IV. Conclusiones........................................................................................................................... 53

V. Bibliografía............................................................................................................................... 54

208
Índice general

El procesamiento penal de altos dignatarios


por delitos realizados sin ejercer
la función pública
Daniel Osarim Huamán Castellares

I. Preliminares............................................................................................................................. 59

II. Fundamentación jurídica del tratamiento diferenciado del alto dignatario...... 62

1. Posición de especial vulnerabilidad del alto dignatario.................................. 62

a. Las prerrogativas funcionales como afectaciones


válidas al derecho a la igualdad....................................................................... 64

2. La inmunidad.................................................................................................................. 68

a. Noción........................................................................................................................ 68

b. Origen histórico...................................................................................................... 69

c. Finalidad y perspectivas a futuro..................................................................... 72

3. Ámbito de procedencia............................................................................................... 75

a. Ámbito subjetivo................................................................................................... 75

b. Ámbito temporal................................................................................................... 77

c. Ámbito objetivo o material................................................................................ 78

4. Tratamiento procedimental....................................................................................... 83

a. En el Poder Judicial............................................................................................... 83

b. Fuero del alto dignatario.................................................................................... 84

III. Conclusiones........................................................................................................................... 86

209
Procedimientos especiales

El PROCESO POR DELITO DE ejercicio


privado de la acción penal
Raul Ernesto MartInez HuamAn

I. Introducción............................................................................................................................ 91

II. La querella................................................................................................................................ 95

III. Admisibilidad de la querella.............................................................................................. 96

IV. Investigación preliminar..................................................................................................... 101

V. Juzgamiento............................................................................................................................ 105

VI. Abandono y desistimiento................................................................................................. 111

VII. Bibliografía............................................................................................................................... 112

La terminación anticipada y sus


conflictos internos
José David Burgos Alfaro

I. Introducción............................................................................................................................ 117

II. Surgimiento de la institución............................................................................................ 119

III. El plazo razonable y el derecho a un juicio rápido.................................................... 122

IV. Evolución.................................................................................................................................. 124

V. Concepto.................................................................................................................................. 126

VI. La negociación procesal...................................................................................................... 129

210
Índice general

VII. Problemas constitucionales............................................................................................... 130

VIII. Función jurisdiccional.......................................................................................................... 135

1. Trámite procesal . .......................................................................................................... 135

2. ¿Intervención o intromisión jurisdiccional?......................................................... 136

3. La intervención jurisdiccional formal..................................................................... 137

4. Duración del trámite..................................................................................................... 139

IX. Renuncia a la defensa.......................................................................................................... 142

X. La publicidad de la audiencia........................................................................................... 145

XI. La terminación anticipada en la etapa intermedia................................................... 147

XII. Terminación anticipada en la acusación directa........................................................ 151

XIII. La imparcialidad del juez y su posible exclusión....................................................... 152

XIV. La inclusión de la víctima.................................................................................................... 154

XV. Consideraciones finales....................................................................................................... 156

XVI. Bibliografía............................................................................................................................... 158

El principio acusatorio y el proceso penal por


faltas en el Código Procesal Penal de 2004
¿Es el proceso penal por faltas un verdadero proceso?
Hamilton Castro Trigoso

I. Introducción............................................................................................................................ 163

II. El proceso penal por faltas en el Perú............................................................................ 164

211
Procedimientos especiales

1. El proceso penal por faltas en el Código de Procedimientos Penales de


1940................................................................................................................................... 164

2. El proceso penal por faltas en la Ley N° 27939.................................................... 165

3. El proceso penal por faltas en el Código Procesal Penal de 2004................ 168

III. ¿Cómo debe ser el proceso penal peruano según la Constitución?................... 171

IV. El principio acusatorio y el proceso penal por faltas................................................ 175

V. ¿Qué significa la ausencia del fiscal en los procesos por faltas?........................... 182

La problemática de los procesos por faltas bajo


las reglas del Código Procesal Penal DE 2004
Carlos Machuca Fuentes

I. Introducción............................................................................................................................ 189

II. Abordando la problemática.............................................................................................. 190

1. De los órganos competentes para conocer el proceso por faltas................ 190

2. Respecto a la operatividad del proceso bajo las reglas del NCPP................ 193

a. Respecto a la capacitación................................................................................. 193

b. Respecto a la logística.......................................................................................... 194

3. Problemática en lo jurisdiccional............................................................................. 194

a. Ausencia del Ministerio Público como parte acusadora......................... 194

b. No concurrencia de acusado a juicio.............................................................. 195

c. Inconcurrencia de la parte agraviada a la audiencia


de juicio: ¿Desistimiento tácito?....................................................................... 196

d. Ausencia de abogados en audiencia.............................................................. 196

212
Índice general

e. Contumacia.............................................................................................................. 197

f. La audiencia cuando el acusado es conducido al local del juzgado y

no se encuentra presente la parte agraviada.............................................. 197

g. La actuación policial y la facultad de investigación del juez................. 198

h. Alcances de la conciliación y la transacción................................................. 198

i. Emplazamiento adecuado al imputado. Notificaciones.......................... 199

j. La conclusión anticipada del juicio................................................................. 199

k. Cuestiones probatorias........................................................................................ 200

l. Apelación. Inadmisibilidad del recurso o vista de la causa.................... 201

III. Hacia una optimización del proceso por faltas.......................................................... 202

1. Propuesta de digitalización........................................................................................ 202

2. La posibilidad de crear el expediente virtual....................................................... 203

3. Formación del expediente virtual............................................................................ 203

IV. Colofón...................................................................................................................................... 204

213

También podría gustarte