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EN LA ESCUELA
EN LA ESCUELA
Es democrática doña Amarilis, maestra de una escuela pública situada en
una calle que no voy a nombrar; también el nombre de doña Amarilis es
inventado, pero el hecho aconteció.
— ¿Por qué?
— Claro que debe, señorita. Usted usa pantalones fuera de la escuela. ¿Por
qué no los va a usar aquí dentro?
— ¿Por qué?
— Y... por las caderas, ¿sabe? Como las tiene medio anchas...
— ¿Y vos, Peter?
— A mí me da lo mismo.
— ¿Cómo, en la suya?
— Explícate mejor.
Que hay que respetar, que no hay que respetar, la discusión subía de tono.
Doña Amarilis pedía orden, orden, que así no se puede; pero los grupos
asumían posiciones extremas. Hablaban todos al mismo tiempo, nadie
conseguía hacerse oír, por lo cual, con cuatro votos a favor de los
pantalones, dos en contra y una abstención, y antes de decretarse por
mayoría absoluta la abolición del uniforme escolar, la maestra consideró
prudente dar por terminado el plebiscito, y pasó a la lección de historia de
Brasil.
DRUMMOND DE ANDRADE, Carlos en O poder ultrajoven e mais
79 textos en prosa o verso. Río de Janeiro, Editora José Olympo, 1975.
El relato nos invita a ingresar al interior de una escuela. Podría ser quizá su
clase la que el autor recrea. A partir del enunciado de gestos y detalles el autor
nos convoca a preguntarnos: qué ocurrirá más adelante con nuestros jóvenes?
Hasta que punto el poder de los adolescentes se inserta en las estructuras
escolares modificándolas? Este poder que parece casi ingenuo, se relaciona
con el poder político?. Fue la sociedad la encargada de que se generen estas
cuestiones?
Estas preguntas así como las otras, las que Uds. se estarán haciendo son las
que nos permitirán ir desandando el camino de los contenidos de este curso
permitiéndonos pensar qué supone enseñar hoy.
La escuela y la sociedad
Los últimos 25 años nos encontraron frente a una autonomía relativa para referirnos a la
compleja relación educación-sociedad. Con esta noción, queremos decir que la escuela,
las escuelas y las personas que forman parte de ellas tienen ciertos márgenes de acción
frente a las estructuras, pero se hallan en parte condicionados por las estructuras de las
que forman.
Ahora bien, la escuela no se relaciona con la sociedad en su conjunto, sino que lo hace
con una comunidad de padres, en una localidad particular, con las autoridades locales.
Así, la escuela y la sociedad se relacionan a través de múltiples mediaciones y desde
estas es que tiene que ser examinado el vínculo entre ambas.
Dentro de estos vínculos existe el que tiene que ver con la demanda. Los padres
demandan comedores escolares o becas o ambas cosas para sus hijos, las empresas y
algunas casas de estudio superiores demandan enseñanza de inglés. Los medios
masivos de comunicación piden a la escuela más límites para sus hijos, más o menos
exigencia para sus estudios; por su parte, los jóvenes demandan contenidos más
atractivos o menos exigencias, ser escuchados o no molestados; "la sociedad" demanda
5
El tercer aspecto referido a las demandas sociales sobre la escuela se vincula con la
pregunta: ¿cómo asumimos esta complejidad desde la perspectiva de nuestra tarea
cotidiana? El punto de partida es, a nuestro juicio, procesar las demandas. Procesar no
quiere decir, necesariamente, atender, sino ubicar esas demandas en el contexto de una
escuela, de sus funciones y de sus posibilidades. Para esto es necesario asumir
posiciones personales, como profesionales, como ciudadanos y como integrantes de
instituciones educativas. Considerar, por ejemplo, que la escuela dispone de "autonomía
relativa" puede permitir reconocerle y reconocernos en un lugar activo. Tener en cuenta
que la escuela no debe responder a demandas como si fuera una empresa de servicios,
puede permitirnos seleccionar y definir qué es legítimo responder, qué no, y definir
prioridades. Preguntarse por la identidad de los "demandantes" puede contribuir a
clarificar si se trata de una demanda real, cuál es su legitimidad y a definir
interlocutores. Finalmente, proponemos que este procesamiento no se realice en cada
escuela en soledad sino que sea compartido con otras escuelas y con otras instituciones.
Uds. estarán pensando que en varias escuelas las demandas a la escuela están referidas a
la alimentación, el abrigo, la salud. Todas estas más que educativas son demandas
referidas a las condiciones de nuestra población y la escuela no puede permanecer
indiferente. Ahora bien la pregunta es: Está enseñando la escuela cuando abriga, da de
comer o se preocupa por el chico consumidor de paco.
No tenemos una respuesta fácil. Porque si bien no son sus responsabilidades específicas,
en el estado actual de nuestras sociedades en las que muchas de las referencias que
hacían de sostén parecen desdibujarse, y en las que las instituciones públicas se ven
fuertemente afectadas por la preeminencia de las lógicas de mercado, la escuela es más
que nunca un lugar en el que la presencia del Estado, en el sentido del representante del
interés colectivo, se hace fuerte. Sostenemos que ese lugar no puede resignarse.
El Monitor de Septiembre del 2005 publicó un Dossier referido al tema que estamos
analizando. Hemos seleccionado el texto que sigue porque creemos que el tema del
cuidado es un problema central en las escuelas de hoy. Cómo estamos cuidando a
nuestros niños y adolescentes? La escuela hace lo que le corresponde, hace de más, hace
de menos?.
Los invito a la lectura...
Inés Dussel
Myriam Southwell En busca de otra forma de cuidado
En la Argentina con altos índices de desnutrición y pobreza infantiles, y también
en la Argentina donde la inacción y la falta de responsabilidad adultas pone
muchas veces en riesgo las condiciones de vida de niñas, niños y jóvenes, la
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cuestión del cuidado de las nuevas generaciones tiene un rol central. ¿Qué tan
bien estamos haciendo la tarea que nos toca a los adultos de cuidar a los niños
y adolescentes? Los medios sensacionalistas se apresuran a calificar nuestro
accionar como pésimo, pero antes de correr a darnos con latigazos en la
espalda, sería bueno propiciar una reflexión más amplia sobre qué significa en
las condiciones actuales cuidar a los otros, cuidarse a sí mismo, cuidar a la
humanidad y al medio ambiente, y qué lugar tiene en ese cuidado la escuela.
la respuesta surgía con un sesgo de retorno a las formas de acción del pasado;
probablemente, la dificultad estaba en el verbo empleado en la pregunta inicial,
ya que "recuperar" remite a volver a tener algo que en algún momento se tuvo.
Pero, ¿es todo deseable en ese pasado? ¿Se trata de recuperar algo que se
tuvo y se perdió, o se trata de conjugar acciones nuevas, incorporando las
novedades del presente y una dimensión de futuro? Creemos que revisar esta
herencia es importante para pensar otras relaciones entre cuidar y enseñar,
que han sido pensadas más bien en términos dicotómicos. Queremos aquí
darle mayor amplitud y desarmar esa construcción dicotómica, conectarla con
otras ideas, otras miradas y otros problemas, entre otras cosas, porque ese
modo de ver la cuestión no nos ofrece muchas alternativas para avanzar hacia
adelante, sino que más bien pone las cosas en términos en los que solo resta
eliminar uno de los elementos de la díada.
Conviene recordar que la educación tuvo que ver, desde sus orígenes, con el
cuidado. La palabra "pedagogo", en su uso en las sociedades griegas antiguas,
señalaba al adulto que acompañaba al niño, que lo guiaba hasta la casa del
didaskalos (el que le enseñaba las letras), a veces con una antorcha que
iluminaba su camino. Era claro que esos niños que se educaban eran de las
clases privilegiadas y tenían adultos a su servicio (y aquí debería reflexionarse
sobre este lugar de sirviente, este lugar subordinado del pedagogo, al niño rico
-el hijo de los ciudadanos acomodados-); pero era también claro que los niños
necesitaban adultos que los acompañaran y los protegieran de los "peligros" de
la calle o de la vida.
Para Immanuel Kant (1724-1804), uno de los filósofos más importantes de la
modernidad y autor de unas lecciones de Pedagogía que fueron muy
influyentes en la organización de las escuelas normales y en las obras de los
pedagogos europeos y americanos, la educación incluye dos actividades
centrales: los cuidados y la formación. Los cuidados son, para Kant, la parte
vinculada a domesticar la animalidad de los hombres, y tienen una función
disciplinaria clara: la de someter las pasiones y las debilidades emocionales a
la razón civilizada. 2 En otras palabras, los cuidados son la disciplina, y tienen
más que ver con cuidarse de uno mismo (de los demonios que nos habitan)
que con iluminar, proteger de peligros externos o nutrir. Kant tenía una
profunda sospecha de esta animalidad humana, una desconfianza marcada de
las tendencias naturales del ser humano, y creía que la educación debía
enseñar a los hombres a gobernarse a sí mismos. La instrucción letrada era, en
este contexto, un plus, un extra bienvenido pero menos importante que esta
primera tarea civilizatoria de la educación. Podemos fundar en Kant esta
disociación entre cuidado e instrucción, aunque habría que recordar que el
cuidado es, también, una poderosa forma de educación moral e intelectual.
Ahora bien, cabe preguntarnos: en estas formas del cuidado, ¿no será que la
asimetría entre quien cuida y quien es cuidado borra los marcos de respeto y
de equidad entre ambos sujetos? A veces el cuidado se instala como el lugar
de una desigualdad irremediable: cuidar a los pobres, a los desvalidos, a los
enfermos, es una acción que puede condenar a los otros a permanecer
eternamente en esa situación que se juzga inferior. Habría que cuestionarse,
en este caso, si la compasión no conlleva, en el fondo, desprecio, como en esa
actitud que parece decir "pobrecitos los pobres", y no les otorga ninguna
dignidad, ninguna condición equiparable a la del sujeto que hace la
"deferencia" de cuidar. 7 ¿Puede haber cuidado sin dignidad del que
cuidamos? ¿Qué lugar le damos al otro en la acción de cuidado? Ya que somos
una institución educativa, ¿qué enseñamos con estas formas del cuidado? Son
preguntas que no se responden con facilidad, y está bien mantenerlas abiertas
y presentes en nuestro accionar cotidiano, en el aula, en el comedor y en el
recreo. Cuidar, cuidar-se, cuidar a otros
que tienen los alumnos. Tenemos poder para dictar normas, para poner límites,
para organizar los conocimientos, para estructurar la vida diaria. Y tenemos
otros recursos, aunque estemos en situaciones económicas o sociales más
precarias que las que quisiéramos, porque llegamos a adultos, porque
estudiamos, y porque conocemos más sobre la vida que las niñas, los niños y
los adolescentes. No estamos en igual situación de desamparo, y volver a
poner estos recursos en juego en nuestro vínculo con los alumnos y con las
familias es una tarea necesaria para reconstruir a la escuela como institución
que enseña, y también como institución que cuida y ampara.
Sin lugar a dudas, parte del cuidado que la escuela ofrece -y que ha definido el
sentido de su existencia- consiste en brindar conocimientos a las nuevas
generaciones, conocimientos que se imbrican con experiencias y posiciones
éticas. Parafraseando a Hannah Arendt, la escuela tiene en sus manos la
posibilidad de mostrar "dónde están los tesoros" y por qué ellos nos
pertenecen. 8 El conocimiento, brindado en toda su potencialidad e
incompletud es, indudablemente, un especial modo de cuidado. Volver a
pensar ambos términos juntos, el cuidado y la instrucción, contra lo que
proponía Kant, es necesario para pensar que la transmisión de conocimientos
es una forma de cuidado y protección, y para valorar también las formas de
cuidado menos intelectuales que tienen lugar en la escuela.
Cuidar, entonces, sin tanto temor, y cuidar instalando una asimetría entre las
generaciones que no someta a los otros a humillaciones, desprecios o
desestimación. Cuidar sin que lo que medie sea el temor al otro, sino poder
pensar en la seguridad como una búsqueda de amparo en común. Cuidar
enseñando que la vida -propia y ajena- es valiosa, y que hay que protegerla y
celebrarla; cuidar valorando lo público, lo que, mejor o peor, hemos construido
entre otros y debe ser cuidado entre todos; cuidar, en fin, alimentando
estómagos pero sobre todo nutriendo nuestras capacidades de conocer y de
aventurarnos en la vida, más seguros y confiados porque hay otros
acompañando, sosteniendo, apoyando. Cuidar también incorporando la
hospitalidad como parte de pedagogías más democráticas. Quizás esa sea la
mejor manera de conjurar los miedos, y de ganar protagonismo para formas de
vivir más interesantes y más esperanzadoras.
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5 De paso, nótese que el "riesgo" también se asocia a esta cultura del miedo
extendido, a los discursos sobre la inseguridad en la que vivimos.
6 Hay otras formas del cuidado, sobre las que no vamos a detenernos en este
artículo, pero que son importantes en las escuelas de hoy. Nos referimos al
cuidado que viene "impuesto" por los nuevos marcos legales que
responsabilizan a directivos y docentes de los daños y perjuicios de lo que
sucede en la escuela, y lamentablemente quedó subsumido a la lógica de la
"responsabilidad penal" que generó conductas muy variadas en los actores,
desde mayores medidas de protección a una parálisis absoluta por temor a ser
penalizados. También vale preguntarse si esta responsabilización legal es la
única manera de inducir conductas más responsables ética y políticamente en
los adultos, y si no debería acompañarse de otras medidas y discusiones.
- "la escuela es parte de la sociedad y va hacia donde ésta le diga que vaya";
- "cada escuela tiene que hacer lo que le pide la comunidad en la que está
inserta".
Por otro lado, la escuela se complementa con otras tareas y funciones a cargo
del resto de la sociedad:
- "la escuela y la familia tienen que ir en el mismo sentido";
- "la escuela continúa la tarea que han iniciado los padres en las casas";
Por el contrario, el conflicto es no sólo inevitable, sino necesario para que las
construcciones culturales (y la escuela es una de ellas) avancen, se muevan:
"Necesitamos el conflicto. Necesitamos permitir el desacuerdo y la
diversidad de opiniones para hacer posible la parte constructiva del proceso
de debate. El conflicto no significa siempre un quebrantamiento. No es bueno
ni malo. Conflicto constituye una señal. Son las acciones surgidas de un
conflicto irresuelto las que pueden originar consecuencias no deseables"
Burnley, Jen (1993). "Conflicto", en Hicks, David (1993). Educación para la
paz. Cuestiones, principios y práctica en el aula. Madrid, MEC-Morata,
(pág. 76).
Hemos descripto la coherencia absoluta (cuya ausencia es denunciada en
numerosos lamentos cotidianos de las escuela) como un ideal imposible e
indeseable. ¿Eso significa que no tendría que haber acuerdo entre la escuela y
las familias? ¿Qué clase de acuerdos pueden garantizar que fluyan y se
expresen los conflictos?
de las mismas.
Martín Barbero (2000) señala que el lugar de la cultura en la sociedad cambia cuando la
mediación tecnológica de la comunicación deja de ser meramente instrumental para
convertirse en estructural. La tecnología remite hoy no a aparatos sino a nuevos modos
de percepción y de lenguaje, a nuevas
sensibilidades y escrituras. Radicalizando la experiencia de desanclaje producida por la
modernidad, la tecnología deslocaliza los saberes modificando tanto el estatuto
cognitivo como institucional de las condiciones del saber y las figuras de la razón, lo
que está conduciendo a un fuerte borronamiento de las
fronteras entre razón e imaginación.
De acuerdo con Felipe Gómez Isa, (2000) un aspecto que ha recabado el interés de
quienes se dedican al análisis del actual proceso de globalización y masmediatización de
la cultura es su posible impacto en las identidades culturales de las personas y de los
pueblos y en la satisfacción de sus derechos culturales. La revolución tecnológica y de
los medios de comunicación ha posibilitado la extensión de la globalización hasta
límites insospechados. Ello ha permitido que se haya aumentado enormemente la
capacidad de transmitir información, conocimientos, formas de vida y de pensar, pautas
de consumo... en definitiva, ideología. De acuerdo con Gómez Isa, la tecnología y la
comunicación apuntan en las siguientes
direcciones: en primer lugar, existe una tendencia a la concentración de las empresas
dedicadas a la cultura y a la información, dando lugar a los denominados Grupos
Multimedia, con sede, fundamentalmente, en los
países desarrollados. La consecuencia más directa de ello es que van a ser esos países
los que tendrán mayor control en el mercado cultural e informativo mundial.
En segundo lugar, los flujos de información normalmente tienen una dirección única, es
decir, fluyen del Norte al Sur. En este sentido, es significativo el dato de que tres
agencias de noticias mundiales, todas ellas radicadas en países industrializados, copan el
80% de las noticias que circulan diariamente en el
mundo. Esto puede llegar a producir una verdadera “tiranía de la comunicación”.
Hopenhayn indica en este sentido que el número de aparatos de televisión por cada mil
habitantes ha aumentado exponencialmente
durante las últimas cuatro décadas, y crece la redificación de la TV por cable a una
velocidad aún mayor.
Con ello se agiganta la brecha entre quienes poseen el dinero y quienes consumen las
imágenes. Tanto más inquietante resulta esto cuando consideramos que las imágenes se
distribuyen gracias al dinero de las
empresas que publicitan sus productos y servicios en la pantalla, con lo cual promueven
expectativas de consumo y de uso cada vez más distantes de la disponibilidad real de
ingresos de la gran masa de
televidentes. Con ello la globalización impacta sobre las sociedades nacionales
exacerbando simultáneamente sus brechas sociales y su desarrollo comunicacional
(Hopenhayn, 1999).
En tercer lugar, este auténtico monopolio del mercado cultural e informativo puede
llegar a convertirse en el vehículo privilegiado para la homogeneización cultural y la
estandarización de patrones y hábitos de consumo.
Por último, este monopolio cultural e informativo puede acabar poniendo en serio
peligro el pluralismo político, social e ideológico. La concentración en muy pocas
manos de los mensajes culturales e informativos que llegan hasta el último rincón del
planeta gracias a los modernos medios de comunicación
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Actividad
Bibliografía básica
TORRES, Rosa María (2001), “Participación ciudadana y educación: Una mirada
amplia y 20 experiencias en América Latina". Documento encargado por la Unidad de
Desarrollo Social y Educación (UDSE) de la OEA para su presentación en la II Reunión
de Ministros de Educación de las Américas (Punta del Este, Uruguay, 24-25 Septiembre,
2001).
De este extenso trabajo de Rosa María Torres proponemos la lectura del punto III) de la
Parte I) que aborda la participación de distintos actores de la comunidad educativa: los
alumnos, los docente, los padres de familia y otras organizaciones de la sociedad civil y
la parte II) que presenta 20 experiencias de participación ciudadana en educación
correspondientes a diferentes países latinoamericanos, promoviendo particularmente la
participación de diferentes actores de la comunidad educativa.
La década de 1990, con las grandes transformaciones que trajo consigo a nivel mundial,
en todos los órdenes, trajo muchas y variadas propuestas de reforma para la educación,
desde versiones tibias de “mejoramiento de la calidad de la educación (escolar)” hasta
propuestas radicales de cambios de paradigma, algunas de las cuales, confiando en el
superpoder de las modernas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs),
avizoran incluso la desaparición del sistema escolar como lo conocemos. La versión de
reforma que se impuso a lo largo de la década en esta región y en las otras regiones del
Sur, vía financiamiento y asesoría internacionales, particularmente del Banco Mundial,
incluyó como componentes fundamentales la descentralización, la autonomía escolar, la
participación y la co-gestión comunitaria y la consulta social. (Recuadro 1). Dichas
políticas y medidas tuvieron modos y grados distintos de interpretación, ejecución,
desarrollo y éxito en los distintos países, programas y regiones. En muchos casos, como
se reconoce, dichas medidas fueron apresuradas y parciales; en la mayoría de casos
generaron desajustes y resistencias, no sólo por parte de los docentes sino de la
comunidad escolar, de un amplio espectro de organizaciones sociales y de la opinión
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pública.
diferencia de la política, casi siempre más oportunista, que juega con la coyuntura. En el
medio queda la cultura como la zona quizá donde las inercias son mayores, donde los
estilos de vida, las costumbres y los hábitos lingüísticos son más perseverantes.
Volvemos al viejo tema de la sociología de las vanguardias: cómo se articulan
innovación y continuidad social. Me parece que las disrupciones de las culturas
juveniles nos ayudan a pensar esta tensión que no desaparece.
–¿Cambiaron las formas de intervención juvenil en la esfera pública durante los ’90?
–Una socióloga mexicana, Rossana Reguillo, estudió la Encuesta Nacional de Juventud
que se hizo en México hace 4 años y observó que los jóvenes adhieren más a causas que
a organizaciones. Pareciera una característica internacional sospechar de los partidos, de
las burocracias y estar dispuestos, por lo menos un sector, a adherir a causas ecológicas,
indígenas o movimientos urbanos, pero son causas que interesan como gesto o
presencia, aunque sean transitorias. Cuando se burocratizan, cuando adquieren formas
más institucionales, se vuelven desconfiables.
García Canclini también analiza las relaciones entre los diferentes mercados
cinematográficos. “Estados Unidos acentuó su intento de dominio absoluto de los
mercados cinematográficos, buscando legitimarse con una legislación de libre comercio
para que los bienes culturales circulen sin ninguna restricción y para que no haya
diferencia entre la producción nacional y la importada”, señala.
–¿Qué estrategias pueden adoptar los países latinoamericanos para contrarrestar la
fuerza oligopólica del cine norteamericano?
–El financiamiento estatal, como hacen los franceses, pero no es suficiente. Los
estadounidenses tienen muy claro el papel decisivo de la distribución y la exhibición,
por eso han comprado salas de cine y presionan para que pasen sus películas en
paquetes, no sólo los grandes éxitos sino películas asociadas de pésima calidad. Hay
varias posiciones en debate: si proteger a través de cuotas de pantalla en las salas o si
tener circuitos de distribuidores y exhibidores nacionales que reciban exenciones
fiscales, como de hecho ocurre en Estados Unidos, que exige que el cine en los países
del Hemisferio Sur sea totalmente libre para sus películas y que no haya ningún tipo de
protección. Uno de los puntos clave es la relación del cine con la educación. En
muchísimas escuelas los medios están ausentes y crean un abismo entre la vida
cotidiana de los estudiantes y su tarea escolar. Debiera ser tan importante que una
escuela tenga una buena biblioteca como que tenga una buena videoteca. No existen una
o dos recetas. Con este conjunto de acciones podríamos mejorar bastante la situación,
pero hay que usar estrategias múltiples.
–¿En qué momento América latina tomó conciencia de la importancia de sus
producciones locales?
–A partir de mediados de los años 90 comienza a desvanecerse la hegemonía excluyente
del pensamiento único y nos damos cuenta de que el neoliberalismo no es la solución,
que la apertura irrestricta del mercado de bienes materiales y simbólicos no es la forma
en que los países se desarrollan, que las asimetrías y desigualdades se acentúan.
Entonces, comienza a pensarse en la necesidad de proteger la producción endógena, en
crear espacios locales y nacionales. En México, la Argentina y Brasil existen
discrepancias entre el Ministerio de Economía, que sigue propiciando la apertura
indiscriminada para todos los bienes, y los sectores culturales y educativos que
defienden una diferenciación de los bienes culturales, la mal llamada “excepción
cultural”, que en realidad debe ser vista como una defensa de la diversidad.
–¿La industria del cine fue la que demostró que este problema no sólo es cultural sino
político?
–No sólo el cine sino todas las industrias culturales, incluso la industria editorial. Nos
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falta todavía un buen análisis multifactorial de por qué la Argentina y México perdieron
el papel hegemónico que tuvieron entre los años 40 a los 70 en el mundo editorial.
Conocemos algunas causas como la desestabilización, en el caso argentino; la pérdida
de iniciativa económica, en otros países, y la expansión de la economía española, con
bastante habilidad para apropiarse de otros mercados. Ahora, por el abaratamiento de los
costos de producción, hay editoriales extranjeras que vienen a producir a la Argentina,
pero esto puede expandirse mucho más con una buena política de promoción, una
política económica y propiamente editorial, que a partir de investigaciones de los
mercados literarios supiera dónde invertir. En general, los editores se mueven por
intuiciones, pero las cámaras del Libro, los organismos corporativos y los ministerios de
Cultura debieran tener estudios consistentes, como lo tiene el Ministerio de Cultura
español, para poder desarrollar otro tipo de acciones respecto del mercado, pero también
respecto de la legislación.
Bibliografía ampliatoria:
1) Si su interés es profundizar en el tratamiento de la violencia y los medios de
comunicación, le recomendamos:
"Infancia y Adolescencia" es un programa de trabajo e investigación de un grupo de
periodistas que conforman una asociación civil sin fines de lucro que se denomina
"Periodismo Social". Se trata de un profundo análisis de las noticias gráficas de
periódicos argentinos a lo largo del año 2004,en referencia al tema, el que además de
proveer información relevante asume un enfoque crítico de derechos de las noticias
involucrando los derechos de los niños, las niñas y adolescentes, en un claro
compromiso social.
Dicho programa está digitalizado y puede leerse en la web ingresando a
http://www.periodismosocial.org.ar/area_infancia.cfm