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Según Heráclito el mundo sufre creaciones y destrucciones perpetuas, pues todo fluye,
todo cambia. Tal como lo dice un documento antiguo, “Heráclito eliminaba del universo
el reposo y la inmovilidad. Pues eso era una propiedad de muerte. Atribuía movimiento
a todas las cosas: movimiento perpetuo a las cosas eternas, y movimiento temporal a
las cosas perecederas”. Heráclito estima que el mundo se compone de contrarios en
lucha que se convierten recíprocamente: “frío-caliente; caliente-frío; húmedo-seco;
seco-húmedo”. Así, la presencia de un contrario determina la de otro: “La enfermedad
hace agradable la salud”. Heráclito señala que los contrarios se hallan vinculados y que
su lucha constituye la fuente del desarrollo, del cambio. Todos los cambios se hallan
sometidos a leyes rigurosas, y la vida del mundo no depende de los dioses. “Todo se
produce por medio de lucha y necesariamente”. Esta necesidad inherente a la
substancia material es llamada “logos” por Heráclito.