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La Paradoja Del Liderazgo Autocratico - LIBRO PDF
La Paradoja Del Liderazgo Autocratico - LIBRO PDF
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Introducción 3
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INTRODUCCIÓN
Escribir sobre liderazgo se nos antoja una tarea compleja y difícil, pues además de
ser un tema con el que podrían llenarse bibliotecas enteras, suena ya trillado en el
mundo de los negocios y otras áreas en las que se requiere de personas que
verdaderamente puedan conducir a la gente hacia el logro de metas y objetivos.
Hemos de confesarles que hace ya unos cuantos años, cuando iniciamos nuestra
labor como capacitadores y formadores de equipos gerenciales lo hicimos con la
plena convicción de que era posible, a través de procesos de concientización y
formación, cambiar el estilo de liderazgo en aquellas personas que se encontraban
al timón de empresas, equipos deportivos, instituciones no lucrativas y otra serie
de organizaciones con las que hemos tenido oportunidad de trabajar.
En esos años, como profesionales neófitos en este tipo de retos, hicimos lo que
cualquiera podría hacer: Buscar información sobre quiénes eran los autores
clásicos y modernos en el tema. Allí encontramos nuestro primer valladar, pues
¿Cómo escoger entre el torrente de libros que sobre el tema de liderazgo se han
escrito? ¿Cómo escoger una doctrina específica entre las diferentes opiniones de
tantos autores? Pero algo teníamos que escoger, y ya elegidos algunos principios
fundamentales de liderazgo, vino el problema del abordaje metodológico en
cuanto a la forma de conducir el entrenamiento. ¿Nos dedicábamos a explicar a
los grupos con los que teníamos que trabajar los elementos de una teoría como la
de Mac Gregor, o la de Herzberg o la Mac Lelland para que encontraran los
elementos básicos de cómo motivar a sus equipos de trabajo? ¿O nos
inclinábamos mejor por “contarles” lo que al respecto habían ya escrito Stephen
Covey, John Maxwell, Edward Demming o Peter Drucker? Sólo por mencionar
algunos de los más conocidos.
Sin embargo, por algo hay que iniciar, y así fue como principiamos a diseñar
nuestros programas y seminarios con algo de las teorías que cada uno de ellos
planteaba, con la esperanza de lograr un cambio en la conducta de las personas a
través de la adquisición de conocimientos. Pasaron los años y, por supuesto, nos
fuimos identificando cada vez más con algunos de los autores mencionados, e
incorporando enfoques de más reciente aparición, como los de Dave Urlich, Jim
Collins o James Hunter, dándole también un viraje metodológico a nuestra forma
de abordar los temas, aprovechando y creando herramientas que más que “ir a la
cabeza” de las personas y grupos con los que trabajábamos, pudiera “llegar a su
corazón”. Esto motivado porque nos principió a suceder lo que le pasa a la
mayoría de quienes trabajamos en los procesos de cambio de las personas: Los
participantes a un programa, trátese de un seminario, un taller o un entrenamiento
intensivo, salen convencidos de la necesidad de realizar cambios en su
comportamiento y altamente agradecidos “por todo lo que han aprendido” y
porque se “han dado cuenta” de sus errores en la conducción de las personas.
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Pero cuando, pasado un tiempo, conversábamos con la gente que les reportaba,
nos encontrábamos con… ¡Vaya sorpresa! ¡NO HABÍAN CAMBIADO EN NADA, y
en algunos casos extremos HABÍAN EMPEORADO!
Lo anterior por supuesto suena sencillo, pero basta un breve análisis para
comprender las dificultades de alcanzarlo. Cuando en nuestros seminarios
planteamos esta lista a Gerentes, Jefes o Supervisores, nos encontramos con
prácticamente las mismas respuestas:
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a la gente que lea determinados manuales antes de iniciar la operación de un
equipo y ¿Ya adivinaron lo que pasa? Si, empiezan la operación basándose en
el método de ensayo y error, para descubrir después de transcurrido un tiempo
que aquellas cosas que les costó más hacer operar estaban claramente
descritas en el manual. Se le requiere a un equipo la preparación de materiales
para alguna actividad importante y, llegada la fecha indicada, los materiales no
están preparados como se esperaba, o están incompletos, o se han hecho
cambios y substituciones que no se adaptan a la actividad. La gente, por lo
general, no hace lo que tiene que hacer, no es eficaz. Entendiendo como
eficacia el hacer lo que se tiene que hacer ¡Aunque sea mal hecho!
Lo que la gente hace ¿Lo hace bien hecho? La respuesta a esta pregunta
es generalmente NO. Pero paradójicamente, muchas de las cosas que hace,
y que no debería de hacer, las hace bien hechas. Es decir, es eficaz, pero no
para lo que tiene que hacer, y eficiente para lo que no tiene que hacer.
Entendiendo acá la eficiencia como el hacer bien lo que se hace. Permítannos
explicarnos: La gente no llega a la hora que debe llegar, pero sí es puntual en
la salida. No lee lo que se le asigna, pero “devora” y asimila con prontitud
aquellas cosas que usualmente no le sirven para su trabajo. No lleva los
materiales que se esperaba llevara a un seminario, pero seguramente no
olvida las gafas para el sol, los antiácidos para la resaca y el traje de baño. No
se comunica con los compañeros de otros departamentos para arreglar
inconsistencias en la relación cliente proveedor interno, pero cuando se trata
de rumores y chismes estos corren a la velocidad de la luz. Luego, por
supuesto, aparecen miles de justificaciones para explicar el porqué de ese
“turismo inter oficinas”. Si usted tiene dudas sobre este problema, que no
afecta sólo a personas sino a organizaciones enteras, le incluimos a
continuación parte de un célebre artículo de Edward F. Kurowski, Jr., Titulado
“Caballo Muerto”, y que en su parte esencial habla sobre la lección de
sabiduría que nos dejaron los indios del estado de Dakota, Estados Unidos,
que reza así: “Si descubre que está cabalgando un caballo muerto, desmonte”.
Pero ¿Qué hacemos en las organizaciones?:
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o Traemos gente de afuera para que intente cabalgar el caballo
muerto.
o Juntamos varios caballos muertos, para que corran más rápido.
o Explicamos que “un caballo no puede estar tan muerto que no pueda
ser fustigado.”
o Invertimos para mejorar el desempeño del caballo muerto.
o Formamos un grupo de mejoramiento de la calidad para encontrar un
uso para caballos muertos.
o Creamos una unidad independiente de costos para caballos muertos.
o Matamos al mensajero que viene a decirnos que el caballo se murió.
o Contratamos un estudio para ver si conseguimos consejeros más
baratos.
o Explicamos que nuestro caballo es “mejor, más rápido y más
barato”… ¡Muerto!
¿Hace la gente lo que tiene que hacer, con el mínimo posible de errores?
Ya conocen la respuesta: NO. Si no están de acuerdo con esta afirmación
basta pedirles que recuerden los grandes esfuerzos que en las empresas se
hacen por eliminar el rechazo, desperdicio y reproceso de productos, o las no
muy buenas calificaciones que se otorgan a las empresas de servicios en las
encuestas de satisfacción de clientes. Pero acá también nos enfrentamos con
un problema básico en los estilos de liderazgo. Nos referimos a la forma en
que los gerentes abordan el asunto de los errores, según se trate de errores
propios o ajenos. En nuestros seminarios solemos hacer a los participantes
varias preguntas: ¿Hay alguien en este salón que considere no cometer
errores en el trabajo? Por supuesto ya ustedes imaginarán que la respuesta
invariablemente es no, por lo que llegamos a la conclusión de que TODOS
COMETEMOS ERRORES. Entonces pasamos a preguntarles ¿De cada cien
ejecuciones que realizamos, en cuántas cometemos errores? Aquí las
respuestas varían, desde aquellos que mencionan cinco errores hasta aquellos
que hablan de cuarenta o cincuenta. Pero por lo general concluimos que lo
“normal” es un 20%, que siempre se nos antoja contrastar con el conocido
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principio de Pareto1. Entonces los llevamos a concluir que “errar es de
humanos” y que debemos ser hasta cierto punto tolerantes con los errores.
Pero luego viene la parte interesante, cuando les planteamos: Si estamos
entonces de acuerdo en esto ¿Cuántos errores permitimos en la gente que nos
reporta? Ya ustedes sabrán la respuesta. Algunas personas, con sinceridad
pero no sin sonrojarse afirman NINGUNO. Concluimos entonces con las
recordadas palabras de Jesucristo: “Es más fácil ver la espina en el ojo ajeno,
que la viga que tenemos en el propio”. Una experiencia que acá vale la pena
relatarles es la de uno de nuestros consultores asociados, quien refiere una
anécdota que raya en lo increíble. Trabajaba él como parte de un equipo de
cuatro profesionales que tenían por jefe a una persona de esas particularmente
hábiles en detectar los errores en el trabajo realizado. Cuenta que en una
ocasión, la asistente del departamento llegó muy contenta a mostrarles el
obsequio que un día anterior le habían hecho en la escuela de uno de sus
hijos, con motivo de la celebración del Día de las Madres. Se trataba de uno
de esos pequeños diccionarios de bolsillo, empastados en color verde y con
letras color oro en la portada. El jefe, que además de obsesionado en
encontrar errores era algo entrometido, interrumpió la plática y fue el primero
en tomar el diccionario. Lo hojeó y se lo devolvió a la asistente haciendo una
mueca de desencanto. –No sirve, le dijo. A lo que lógicamente ella preguntó: -
¿Por qué dices que no sirve? -Pues porque tiene errores ortográficos,
contestó, mostrándole la página en la que lo había abierto y la cual, ¿Pueden
creerlo?, de verdad tenía un error ortográfico en una de las palabras.
¿Imaginan ya ustedes el estilo de liderazgo de esta persona, que tenía
increíble habilidad para poner los ojos en lo que no servía o estaba mal hecho?
La gente no trabaja sin errores, pero cuando quien la conduce es un
obsesionado por encontrarlos, o no sabe cómo corregir adecuadamente a su
personal, lo que hace es incrementarlos en número, no reducirlos.
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es un fenómeno multifactorial y multicausal, pero no olvidemos que estamos
hablando del FACTOR PRINCIPAL en la motivación de los trabajadores: La
forma en que el Jefe los trata. Hay incontables trabajos de investigación que
han demostrado que a la gente no la motiva tanto el dinero, ni las prestaciones
y beneficios, ni el ambiente físico, cómo la motiva la forma en que es tratada
por sus superiores jerárquicos. Esto lo ahondaremos cuando les relatemos
más adelante lo que hemos encontrado en los múltiples estudios de clima
organizacional que hemos realizado en la más variada gama de empresas.
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que perderse en relación a quién pone la música de fondo. Queremos citar a
James Hunter, quien es su magnífica obra “La Paradoja”, expresa: “En el
ámbito laboral... los empleados pasan casi la mitad del tiempo en que están
despiertos trabajando y viviendo en el ambiente que vosotros, como líderes,
habéis creado”.2 Hemos diseñado un sencillo ejercicio para comprobar esta
categórica afirmación de Hunter: Pedimos a los participantes en nuestros
programas de entrenamiento que nos indiquen si ellos, al lado de sus
compañeros de trabajo, son capaces de reconocer las variaciones emocionales
de su jefe. En todas las ocasiones que les hacemos esa pregunta nos
responden que sí ¡Salvo cuando sus propios jefes están dentro del grupo!
Encontramos muchas respuestas y anécdotas, pero todas ellas hacen
referencia a lo mismo. Los trabajadores saben exactamente cuándo no pedir
un permiso porque “el jefe está de malas”. Saben cuando esconder un error
porque “hoy no está de buenas el jefe”, y así sucesivamente. Claro que luego
les hacemos reflexionar en el hecho de que si sus colaboradores directos
estuvieran en una actividad similar ¡Responderían exactamente lo mismo!
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Hunter, James. La Paradoja. pp. 37
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abordar los problemas de un de un bajo desempeño o de conductas de
indisciplina. Eso, nos dicen, se aprende en la casa, o con los maestros de
escuela, u observando a quienes fueron sus jefes. Pero nunca formó parte de un
aprendizaje sistemático, salvo contadas excepciones.
Y allí empieza lo complejo del asunto, pues hoy asistimos a una época difícil en el
mundo de los negocios, caracterizada por una vertiginosa velocidad en los
cambios que trae consigo. Esta es la época que algunos futurólogos como Alvin
Toffler denominaron en la década del sesenta como "la era del conocimiento". Es
una época que reclama respuestas que, para ser efectivas, deben abarcar el qué
hacer del hombre en forma integral y multidimensional. No se trata ya solamente
de la actualización y la permanente formación en el área cognoscitiva, porque sin
un verdadero cambio en la estructura paradigmática del pensamiento gerencial
contemporáneo, de suyo una dimensión filosófica, que se refleje en el desarrollo
de nuevas habilidades y destrezas en el complicado arte de conducir a otros, es
poco probable que los resultados obtenidos en las organizaciones provoquen las
mejoras substanciales que en materia de calidad y productividad se hacen
indispensables. Necesitamos de líderes, no de capataces. Ya pasó la era de la
producción en serie, en la que los trabajadores se dejaban conducir a
regañadientes. Cada vez tenemos más gente con altos niveles de instrucción en
las empresas. Gente que no está dispuesta a dar lo mejor de sí a cambio de un
trato indigno.
El nuevo orden mundial, que cada vez se hace sentir con más fuerza en el
proceso de globalización, abarca ya todas las esferas de la actividad laboral, aún y
cuando desde una perspectiva reduccionista se sigue hablando de una
"globalización económica". Se esperan -se exigen- respuestas que requieren un
accionar que toca dimensiones del trabajo que van más allá del rediseño y mejora
de los procesos en las empresas, pues para que las modificaciones que se
realicen a los mismos superen la etapa de implantación de nuevos sistemas, en
ocasiones "copiados" de organizaciones exitosas (Benchmarking), es
imprescindible que se produzca un viraje radical en el estilo de administración, en
el liderazgo de las empresas, porque es en este aspecto, más que en cualquier
otro, en el que se encuentra el motor que mueve los procesos: LA GENTE. Cabe
aquí citar a otro de los grandes de la moderna administración, al Dr. Peter
Drucker: “El centro de gravedad del empleo se está desplazando con rapidez de
los trabajadores manuales y oficinistas a los trabajadores con conocimientos, que
se resisten al modelo de mando y control que las empresas tomaron de los
militares hace 100 años.”3 Pero hablar de un cambio en el estilo de
administración de la gente, presupone variaciones radicales en el estilo de
conducción de ésta, y es en este punto en el que se encuentran los verdaderos
escollos, porque es sencillo hablar de la necesidad de un liderazgo democrático y
participativo en las organizaciones, pero no es fácil alcanzarlo. Es sencillo
proponer a quienes dirigen las instituciones delegar, habilitar a los trabajadores
(empowerment), trasladarles poder y confianza, pero no es fácil cambiar los
3
Drucker Peter: Profession of Management
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paradigmas que a aquellos les impiden realizar tal transferencia a éstos en una
forma auténtica y permanente. Como lo afirman Blanchard y Bowles: “... los
gerentes debían entregar las palancas de mando después de trabajar toda una
vida para llegar a controlarlas. Habían sufrido quince años o más para tener una
palanca propia que mover y ahora les estábamos diciendo que había algo mejor:
¡No mover la palanca!”4
Y todo ello no es sencillo por una razón fundamental: Porque cambiar personas no
es lo mismo que cambiar procesos. Un proceso se puede cambiar cuando a la luz
del concienzudo análisis se descubren sus fallas y se ensayan soluciones, o
cuando se implanta uno nuevo como una de las irrefutables "mejores prácticas"
probadas por otras organizaciones. Pero una persona, y no digamos un grupo de
personas, no cambia por el sólo hecho de ser sometida al análisis, ni por la mera
labor de concientización con relación a la necesidad del cambio. Una persona
modifica su conducta únicamente cuando en sus procesos de pensamiento,
partiendo de las características sui generis de la cultura en la que se ha
desarrollado, se producen cambios que encuentran armonía con, y producen
impacto en, su emocionalidad. Por ello anteriormente afirmamos que no basta con
llevar mensajes “a la cabeza” de los gerentes, es necesario “tocar su corazón”.
Cuando su cosmovisión es confrontada con un mapa de la realidad cotidiana que,
en forma convincente, les impulse a reconocer la necesidad de ver las cosas de
manera diferente y, en consecuencia, actuar con arreglo a nuevos patrones de
comportamiento. Mientras no logremos, entonces, una adecuada conexión
“cerebro/corazón”, no habremos logrado cambios significativos en la conducta de
quienes dirigen las organizaciones. Seguiremos perdiendo tiempo y dinero.
4
Blanchard, Ken y Bowles, Sheldon; Gun Ho
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que asisten a nuestros seminarios, seguramente no sabrá responder. Luego de
algún tiempo dando oportunidad a que encuentren y nos digan el significado de
esa palabra, el facilitador se para en el centro del salón, y haciendo uso de la
mayor arrogancia que le sea posible, les dice que es triste estar frente a un grupo
de verdaderos ignorantes. Siempre encontramos las mismas conductas: Risas
nerviosas, murmullos ¡Y más de una mirada que nos reta con deseos de
insultarnos! Es el momento en el que les indicamos que la palabra IXCANIL hace
referencia a la Diosa Maya del Maíz Amarillo, según el Popol Vuh, libro sagrado de
esa portentosa cultura antigua. Volvemos a preguntarles qué significa IXCANIL y
por supuesto que son muchos los que nos dan la respuesta. En el análisis
posterior al ejercicio siempre llegamos a la misma conclusión: No es motivo de
vergüenza ignorar algo, pero el hecho de parecer ignorantes ante otros nos
produce muy desagradables sentimientos, puesto que en nuestra cultura
“ignorante” se toma como sinónimo de tonto. En ello radica la imperiosa necesidad
de los gerentes de ocultar sus falencias e ignorancia ante sus equipos de trabajo.
Por ello les es tan difícil pedir ayuda a su gente y aceptarla.
Eso nos impulsó a elegir el atrevido y sugerente título del presente capítulo: La
Metamorfosis del Jefe. Porque lo que realmente se necesita es eso, una
metamorfosis. No se puede pedir al gusano, por la mañana, volar como la
mariposa por la tarde. Se necesita de paciencia, de un tiempo relativamente largo
y una secuencia para que el fenómeno se produzca. Aunque en el caso del jefe,
es un proceso que tiene aún que ser descubierto. ¿Quién tiene la receta mágica
para hacer líderes y provocar el cambio?
Es por razones como las anteriores, que el problema del cambio, o metamorfosis
si utilizamos la analogía propuesta, trasciende los niveles técnicos de la
administración del cambio, para adentrarse en dimensiones filosóficas y
psicológicas. Estamos hablando ya de un problema que no corresponde
únicamente al campo del conocimiento. Nos referimos a un asunto relacionado
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con problemas de aprendizaje. Un aprendizaje que se ha obtenido a través de
generaciones y que, como tal, ha consolidado una serie de paradigmas, de
maneras preconcebidas de evaluar la realidad, en las que el "ser ahí" es tamizado
por la influencia de la percepción y transformado en el "ser para mí". Y tales
esquemas de pensamiento generan, por su propia dinámica intrínseca, emociones
que finalmente se manifiestan en patrones de conducta. Y esto por no hablar de
patología, cuando nos encontramos con verdaderos sádicos, que gozan de la
ostentación de poder que un puesto les otorga. En esto último, por supuesto,
rebasamos los límites de este libro, pues tendríamos que dedicarnos a buscar
respuestas en el fascinante mundo de la psicopatología y la psiquiatría.
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confiesa en un artículo publicado posteriormente en "The Wall Street Journal", que
su principal pecado ha sido que debido a su formación técnica como ingeniero,
olvidó considerar en su modelo la inclusión del hombre… ¡Vaya inocente pecado!
Ya antes les comentamos que cuando a estas personas les preguntamos dónde
aprendieron a ser jefes, gerentes o supervisores generalmente encontramos
respuestas como las siguientes: “Aprendimos en nuestra casa, observando cómo
nuestros padres dirigían personas y a nosotros mismos”; “observando a otros que
han sido nuestros jefes”; “aprendimos de nuestros maestros” o “como Dios nos ha
ayudado”. Por supuesto, cuando les lanzamos la pregunta ¿Qué les garantiza que
esas son formas correctas de conducir a las personas? optan por encogerse de
hombros. Este tipo de aprendizaje, a lo sumo, podría calificarse de “estilo vicario”,
pero nunca de un entrenamiento especifico. En todos los casos, para ubicarlos en
esos puestos de mando, se asume por las organizaciones que los ascienden o
contratan que la experiencia, “per se”, o la formación académica son suficientes
para que puedan o sepan dirigir personas. Por supuesto que hay quienes nos
responden que sí recibieron formación en este campo, pero al profundizar en el
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tema, observamos que se trata de profesionales de la Administración de
Empresas, Administración de Recursos Humanos, Ingeniería Industrial, Psicología
Industrial o carreras afines, en las que efectivamente dentro de su pensum de
estudios han leído algo de administración, pero de procesos administrativos,
productivos o mercadológicos, no de conducción de personas.
Si, por ejemplo, confrontamos a un grupo de diez jefes y les pedimos nos
respondan sobre la forma de abordar problemas que se dan para mejorar o
corregir el desempeño de los trabajadores, encontramos no menos de ocho o
nueve respuestas distintas, cuando no diez. ¿Qué harían ustedes, les
preguntamos, si un día lunes el mejor de sus trabajadores llega con una resaca
que se nota a la distancia? Responden cual ejercicio de lluvia de ideas: “Lo mando
de regreso a su casa” dice el primero. “Se lo dejo pasar por ésta única vez”, dice
el otro. “Me siento a conversar con él para averiguar qué le está pasando”, dice el
tercero. Y así sucesivamente. Lo mismo ocurre si les preguntamos qué debe
hacerse cuando una persona principia a dar muestras de un rendimiento
insatisfactorio en el desempeño de su puesto, o cuando comete un error que
necesita ser corregido. Aquí la gama de respuestas va desde “conversar con el
trabajador” hasta “darle una buena reprimenda y si no hace caso despedirlo”.
En este punto, amigo lector, queremos pedirle que nos acompañe en la realización
de un ejercicio que usualmente practicamos en nuestros seminarios de desarrollo
gerencial. Imagine una situación en la que usted tiene unos cuantos años de
compartir con otros cuatro compañeros en su lugar de trabajo, teniendo todos los
mismos niveles jerárquicos. Supongamos que todos han sido ese tiempo Jefes de
Sección. Imagine ahora que un día cualquiera uno de los cinco recibe una nota de
la Gerencia General, en la que se le comunica que a partir de la siguiente semana
será el nuevo Gerente de ese Departamento. Responda ahora dos preguntas,
pero por favor respóndalas sin antes continuar leyendo:
Pregunta No. 1: ¿Cambia la conducta de quien recibe la carta para con sus
otros cuatro compañeros?
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esquemas mentales, o paradigmas para decirlo en el lenguaje moderno, que se
arraigaron en ella desde su infancia. Es en ese momento en el que lo que
aprendió de sus padres, maestros, jefes anteriores o cualquier figura de autoridad
con quien se haya identificado en el pasado, toma control del comportamiento,
“diciéndole” al ahora Jefe cómo es que debe de comportarse y cuál debe ser su
estilo de relacionarse con quienes le reportan.
Ha notado usted que hay personas a quienes cuando se les señala un error
ofrecen respuestas tan inútiles o ridículas como las de aquel célebre personaje de
los programas de televisión mexicana que, cuando se caía, se levantaba rápido
diciendo “lo hice intencionalmente para calcular la resistencia del piso”. No es
acaso el mismo fenómeno del profesor o jefe al que uno de los asistentes a la
reunión le hace una pregunta sobre algo que no sabe o planteó en forma errónea
y, como no conoce la respuesta o se da cuenta de su error, se pasea con la mano
en la barbilla y con el más adusto gesto repite varias veces “magnífica pregunta
López, magnífica pregunta”, mientras su mente funciona a supersónicas
velocidades tratando de encontrar una respuesta que no evidencie su falta de
conocimiento o para luego comentar “sólo quería verificar que ustedes sabían la
respuesta correcta”. Estamos acá viendo en acción a un paradigma que bien
podríamos enunciar como “No te puedes equivocar” o “Tienes que saberlo
todo”.
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personas cuando son ascendidas o nombradas en un puesto de superior
jerarquía. Solemos preguntar a los grupos de gerentes en entrenamiento lo
siguiente (y le invitamos a que usted también lo responda antes de leer la
respuesta): Suponga que usted tiene diez personas a cargo y las trata con la
misma confianza con la que las trataría si fueran compañeros de trabajo a su
mismo nivel. Díganos entonces: ¿Cuántos de esos diez abusarán de la confianza
que usted les otorga?: ¿Todos, cinco, tres, dos… ninguno? Si usted respondió
TODOS, no se sorprenda, hemos encontrado grupos en los que algunas personas
abiertamente dan esa respuesta. Es más, hemos encontrado personas que
inmediatamente responden ¡ONCE! Pero inmediatamente le queremos revertir la
pregunta: ¿Sí usted fuera uno de esos diez… abusaría de la confianza que se le
está dando? Paradójicamente, aquí la respuesta es totalmente al contrario, casi
todo mundo responde: ¡YO NO! Entonces ¿Dónde están los diez, cinco, tres o dos
que abusan?
¿Ha escuchado alguna vez decir que “la gente es llevada por mal”? Seguro que
sí, pues es uno de los paradigmas más generalizados. Es más, quizás usted se
vea arrastrado por él. ¿Cómo puede delegar y confiar alguien que piensa esto de
las personas? La gente no es llevada por mal, pero sí es cierto que algunas
personas se comportan de esta manera.
Por supuesto que hay muchos paradigmas que podríamos agregar a la lista: “Si te
portas amable creerán que eres tibio”; “los hombres (mujeres, chinos, negros,
indígenas, sureños, etc.) son los mejores (o los peores) trabajadores”; “la gente se
porta bien cuando uno está presente”; “sólo te ausentas y los trabajadores
holgazanean”; “cuando el gato no está, los ratones están de fiesta”; etc.
Préstele mucha atención a sus diálogos internos, pues jamás podrá usted
experimentar la metamorfosis de Jefe a Líder, si no tiene perfectamente bien
identificados los conceptos que tiene sobre sí mismo y sobre los demás. Esa es, a
nuestro juicio, la esencia del liderazgo democrático y efectivo. Sólo una persona
que está consciente que no vale más que ninguna otra; que tiene virtudes pero
también defectos, como todos los demás; que es muy hábil para algunas cosas
pero exageradamente inútil para otras, como lo son todas las personas; podrá
tratar a los demás como personas y no como objetos a su servicio.
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Queremos relatarle una experiencia que ilustra perfectamente lo que estamos
tratando de comunicarle.
Hace ya algunos años, uno de los autores de este libro, siendo Gerente
Corporativo de Recursos Humanos de una organización que estaba compuesta
por más de treinta empresas, participó en la puesta en marcha de un Programa de
Calidad Total y, como parte del proceso de implementación, tuvo que dirigir la
capacitación de todo el personal, incluidos los doce Gerentes Corporativos de las
diferentes áreas. Cuando el proceso había ya avanzado a una de sus etapas más
importantes, fue invitado a la oficina de uno de esos doce poderosos de la
organización. Estando allí, fue invitado a sentarse y, en forma muy amigable, pero
amenazante, fue sentenciado con algo más o menos asi:
Luego de sentenciado, fue invitado a interpretar una gráfica que contenía datos de
la producción de varias semanas.
-Pues entiendo que se trata de una gráfica que muestra datos interesantes. La
producción ha ido constantemente incrementándose durante los últimos meses.
-Si, respondió uno de quienes esto escribe. –Noto que hay dos semanas en las
que la producción bajó significativamente
-Pues bien, explicó el anfitrión. –Lo que estás viendo es correcto. En la primera
semana que muestra resultados a la baja yo estaba de viaje por Miami por
asuntos propios de la Compañía. En la segunda estaba enfermo. Más
propiamente dicho, me hice el enfermo, pues me interesa que los accionistas se
den cuenta lo que ocurre cuando yo no estoy.
-Pero necesito explicarte, continuó, para que te quede bien claro lo que ocurre. Yo
aplicó la filosofía de administración de Sum Tzu, autor de “El Arte de la Guerra”.
Este autor afirma principios como el siguiente: “Cuando quieras mejorar la
disciplina de tus tropas, por cualquier cosa que haya ocurrido, toma a uno de los
soldados y acúsalo en público, llévalo al centro de la Plaza y córtale la cabeza.
Mejor si escoges a un inocente”.
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Se paró entonces y, muy cordialmente, sentenció. –Yo no creo en esas pamplinas
de la administración moderna. Lo que los accionistas quieren son resultados y yo
les doy resultados. ¿Tienes algo qué decir?...
No hemos encontrado más claro ejemplo de liderazgo autocrático que lo que les
acabamos de relatar. Y, por favor, no se olvide que el miedo es un poderoso
motivador. Es claro que a través del miedo se puede hacer que la gente trabaje.
Sin embargo, no puede tampoco dejarse de mencionar que los resultados
logrados en esa forma acarrean infinidad de costos ocultos, tales como rotación de
personal, sabotaje, demandas ante los tribunales de justicia y, el peor de todos es
que, cuando el tirano se va, se lleva consigo TODOS LOS CONOCIMIENTOS. No
hay facultación, no hay transferencia de conocimiento. O está el Jefe o las cosas
no caminan. Este es el tipo de jefes a quienes no puede negárseles el hecho de
alcanzar resultados y cumplir con las cifras esperadas. Siempre que no se tome
en cuenta para el cálculo de estas cifras el Hospital de Campaña que hay que
proveerles para el camino.
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tonto ante otros, sólo porque a un “brillante” jefe no le gustan las ideas planteadas
por sus “torpes” subalternos y las ridiculiza y rechaza en forma tajante.
Por supuesto, que hay estilos de liderazgo diferentes, y mucha gente que ejerce
posiciones de poder lo sabe. Sin embargo no logran ejercitar una manera
diferente de conducir a la gente a lograr resultados si no es con el “látigo en la
mano”. ¿Por qué? A nuestro juicio es un asunto de concepción de la vida y de lo
que hacemos en ella. Del concepto que tenemos de nosotros mismos y de los
demás. Es un asunto de paradigmas, como ya se apuntó en el capítulo anterior.
Es un problema de esquemas mentales, la mayor de las veces inconscientes que
nos dictan cómo tratar a “esos otros”. Si una persona se “siente” superior a los
demás, “cree” que es más inteligente, cree ser infalible, ¿Cómo entonces puede
aceptar ideas ajenas y errores propios? ¿Cómo podemos pedirle que confíe en la
sabiduría del grupo? ¿Cómo podemos pedirle que considere las ideas de otros en
forma equivalente a como considera las suyas?
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estar “encima” de la gente para que cumpla, aunque hay uno que otro caso. El
serio problema es que muchos líderes asumen que por estos pocos malos
trabajadores (estudiantes, miembros del equipo, compañeros, etc.) todo mundo
necesita la aplicación de la fuerza para cumplir y tratan a todos por igual, con lo
que desmotivan al grupo completo, pues la mayoría de gente no necesita estar
siendo supervisada si cuenta con los conocimientos, destrezas, habilidades y
condiciones adecuadas para desarrollar sus tareas.
Al tratar a todos por igual, se logra que los pocos que son llevados por mal, en
medio de su mediocridad y atizados por el miedo, lleguen a su “máximo nivel de
desempeño”, es difícil que puedan pasar de allí, precisamente por su incapacidad.
Pero en una acción paradójica, al mismo tiempo se provoca que los buenos
trabajadores, al ser tratados igual que los otros, se desmotiven y pierdan el interés
en esforzarse. Entonces lo que se logra es un desempeño “parejo”: Los malos
dando el máximo y los buenos dando el mínimo. ESO ES LO QUE LLAMAMOS
LA PARADOJA DEL LIDERAZGO AUTOCRÁTICO.
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HERRAMIENTAS PARA EL DESARROLLO DE UN NUEVO
ESTILO DE LIDERAZGO
En este capítulo vamos a presentarle algunas ideas y ejercicios que nos han
funcionado bastante bien en nuestro trabajo de desarrollo de equipos gerenciales.
Esperamos sinceramente que a usted también le sean de utilidad. Si usted
considera no ser el tipo de Jefe que acá hemos perfilado con bastante detalle,
probablemente encontrará que hay algunas áreas en las que, por muy buen líder
que sea, necesita mejorar. ¿Hay acaso alguna persona con relativo grado de
salud mental que no considere conveniente mejorar? Por otro lado, si usted es de
las personas que se ven reflejadas en los conceptos descritos en las páginas
anteriores, razón mayor para buscar formas de modificar su comportamiento y
lograr resultados sin tanto sufrimiento, suyo y de los demás.
22
Herramienta No. 1: Identifique sus conductas impulsivas o automáticas
Principio:
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¿Cuál fue el número que anotó? ¿10, 11, 18, 19, 20? Cuando realizamos este
simple ejercicio con grupos de gerentes en entrenamiento esas son las respuestas
que recibimos. Por supuesto que existe una respuesta única: 20. Pero ¿Qué es
lo que provoca que se produzcan respuestas tan variadas? La operación mental
que seguramente usted realizó es la siguiente: 9, 19, 29, 39, 49, 59, 69, 79, 89… y
aquí viene el escollo para la mayoría de las personas, directamente pasan al 99,
sin considerar que luego del 89 viene el 90, que también contiene un nueve.
Luego 91, 92, 93 y así sucesivamente, hasta llegar al 99, que es el lugar donde
también algunas personas cuentan sólo uno de los dos nueves. ¿Recuerda el
principio que fundamenta esta herramienta? Lo que usted está viendo aquí en
plena operación es una analogía de la Ley de la Inercia, pero a nivel mental. Así
de poderosa es también la fuerza de la costumbre. Estamos tan habituados a
ciertas prácticas y comportamientos que prácticamente no nos damos cuenta de
las consecuencias que estos provocan, y aún cuando a nivel consciente decidimos
que vamos a cambiar algo, inesperadamente actuamos en la forma no deseada y
seguimos en las mismas.
Realice ahora este otro ejercicio, el cual tomamos también de esa aleccionadora
película de Joel Barker que mencionamos en los capítulos anteriores. 6 A
continuación le presentaremos una secuencia de números, que queremos pedirle
sume mentalmente y luego anote su respuesta. Los números son: 1,000 + 40 +
1,000 + 30 + 1,000 + 20 + 1,000 + 10 = ¿Cuál es su respuesta?
6
Barker, Joel. Op. Cit.
24
Por supuesto que difícil no significa imposible, y podemos asegurarle que hemos
visto cambios significativos en algunas personas que, con auténtico deseo de
mejorar su estilo de liderazgo, perseveran e intentan actuar en formas diferentes
una y otra vez. No olvide la célebre frase de Benjamin Franklin: “Es locura intentar
obtener resultados diferentes si seguimos haciendo más de lo mismo”, y por bien
que usted esté realizando su labor como jefe, supervisor o gerente, o aún como
líder, estamos seguros que hay aspectos en los que tiene que mejorar para lograr
elevar el nivel de resultados que está obteniendo de la gente.
Principio:
25
un fenómeno aparentemente tan sencillo: La súbita aparición de una serpiente.
Puesto que los “depende” son muchos.
De la misma forma, cuando usted se enfrenta a las mil y una situaciones que trae
consigo la relación entre el Jefe y su equipo de trabajo, cada una de sus
reacciones será matizada por la percepción que de estas tenga. Hay miles de
variantes en la percepción de quien ostenta la situación de poder y la de aquellos
que están bajo su dirección.
¿Puede usted ver las dos caras? Es probable que usted ya haya visto
anteriormente esta lámina. Pero si no es así, intente ver las dos caras: La de una
joven que está prácticamente dándole la espalda y la de una anciana de perfil, con
muchas arrugas en su rostro y una nariz bastante grande con una verruga. Para
darle más pistas, la oreja de la joven es, al mismo tiempo, el ojo de la anciana. La
verruga de la anciana es, al mismo tiempo, la nariz de la joven.
26
que ven es también un águila, un león o un gato (hasta la fecha no lo hemos
logrado ver, a menos que pongamos a jugar mucho de nuestra imaginación). Nos
ocurre también en algunos casos que hay personas que, por más que lo intenten,
no logran ver ambas figuras. O ven a la joven o ven a la anciana. Así que si ese
es su caso, no se preocupe, no es el único pero siga intentándolo. Al final del
ejercicio, concluimos que lo que realmente puede verse es la figura de una
anciana y de una joven.
Piense usted ahora en la forma en que este fenómeno opera en las relaciones
entre seres humanos, independientemente del tipo que estas sean: De pareja,
padres e hijos, jefes y subalternos, etc.
Analice las palabras que utilizan las personas cuando discuten sobre algo en lo
que no están de acuerdo. Resulta que el marido llega tarde un viernes a casa y
con un olor que lo delata si quiere esconder ante la esposa el haber tomado unas
copas. Ella, molesta y enojada, generalmente le increpa: “-Ya vienes tarde otra
vez, siempre es lo mismo. Nunca tienes tiempo para mí y para los niños, pero
cuando se trata de tus amigos tienes todo el tiempo del mundo. La verdad es
que tu no nos quieres”. Aquí queremos pedirle que reflexione sobre lo siguiente:
¿La verdad de quién? ¡Por supuesto que la de ella! ¿Y cómo cree usted que
responde él? Podría ser con algo así: “-La verdad es que tu eres una inconforme.
Siempre estoy sacrificándome en el trabajo, para darles un mejor nivel de vida.
Pero a ti nada te parece”. Nuevamente cabe aquí la pregunta: ¿La verdad de
quien? ¡Por supuesto que la de él! Volvemos a recordarle el principio que
fundamenta esta herramienta: En cualquier situación hay por lo menos tres puntos
de vista, el tuyo, el mío y el correcto.
7
Frankl, Viktor. Psicoanálisis y Existencialismo. pp 13
27
O cuando el trabajador le dice al jefe: “Nunca te parece lo que uno hace, la
verdad es que con nada se puede quedar bien contigo”.
Concluyamos entonces. Nadie en este mundo de los mortales puede ser dueño
de la verdad absoluta. Ni usted, ni yo, ni nadie. A menos que usted aprenda a
desarrollar la tolerancia y la aceptación de los puntos de vista ajenos, será
imposible que pueda aplicar una de las mayores virtudes en las relaciones
humanas: La empatía. Por supuesto que eso no quiere decir que usted tenga que
renunciar a sus convicciones y principios, pero tiene que tener la flexibilidad
suficiente para al menos tratar de comprender el punto de vista de otros. El mundo
no es como nosotros lo vemos, el mundo es como es. Todos somos parte de ese
mundo, no creadores del mismo. Todos tenemos nuestras propias percepciones
del mundo, incluida la de nosotros mismos, que seguramente no es la misma que
la que otros tienen de nosotros.
Un líder, para serlo, tiene que tomar en cuenta a los otros, comprenderlos,
apoyarlos y conducirlos hacia los resultados deseados, ¿Pero cómo puede lograr
esto si cree ser el poseedor de la verdad absoluta? Desarrolle las virtudes de la
tolerancia, la comprensión y la empatía, si es que quiere dejar de ser un jefe
tradicional, para convertirse en un verdadero líder.
Principio:
Usted tiene derecho a expresar sus opiniones y a ser tratado con respeto.
Pero los demás también.
8
Gavilán, Francisco. Claves para la Buena Vida, Revista Año Cero. No. 3-176
28
Como ya apuntamos anteriormente, no es posible trabajar en armonía con otros, si
no se tiene la capacidad de “ponerse en sus zapatos”. Esto último es lo que, en
forma muy simple, sirve para definir la empatía. Y, consecuentemente, no es
posible experimentar la empatía si no se desarrolla la flexibilidad necesaria para
poder ver el mundo desde distintas perspectivas. Es por ello que uno de los signos
que explora un psicoterapeuta en sus sesiones iniciales con un paciente, es su
capacidad para darse cuenta de sus conflictos y la habilidad que tiene para
adaptarse a las cambiantes circunstancias de su entorno. Dicho en otras palabras,
a mayor flexibilidad y facilidad de adaptación, mayor grado de madurez y de salud
emocional y mental. Reflexione por unos momentos en la típica conducta de un
niño de tres años, a quien usted trata de convencer que devuelva el juguete que
tomó de la estantería de un almacén. No hay argumentos que valgan. Usted
puede tratar de convencerlo diciéndole que se lo comprará cuando reciba su pago
de fin de mes. Podrá ofrecerle que si lo deja después le comprará uno más
grande, o cualquier argumento que se le ocurra. Lo más seguro es que si no lo
compra en ese momento, tendrá que salir del almacén con el niño en brazos y
dando de gritos. Ahora piense en las veces que un adulto se obsesiona por forzar
a otros a aceptar su obstinada opinión. Estamos ante el mismo fenómeno:
Inmadurez emocional e incapacidad de poder comprender el punto de vista ajeno.
Por supuesto que como nos sucede en muchos grupos, hay personas que pueden
ver que va y que viene. Mientras que a otros les es prácticamente imposible ver
una de las dos perspectivas. En primer lugar es conveniente comentar que se
trata de una foto real, no trucada. Es más, creemos que vale la pena relatarle lo
que nos ha sucedido con la aplicación de este ejercicio. En uno de los grupos en
que la mostramos, luego de la discusión inicial, escuchamos la opinión de un piloto
aviador, quien con una explicación muy técnica nos indicó que el avión va. Pero la
misma semana, en otro grupo en el que participaba la ex jefe de sobrecargos de la
29
principal línea aérea centroamericana, también nos dio una explicación muy
técnica de porqué ¡el avión viene! Por lo que hemos llegado a la conclusión que es
prácticamente imposible determinar la orientación del avión. Sin embargo, se
puede ver de las dos perspectivas. Si aún no ha logrado ver ambas le daremos
algunas pistas. Si quiere ver que el avión va, imagine que las llantas traseras del
avión están más cerca de usted que la llanta delantera (la más pequeña), al igual
que las aletas de la parte trasera de la cabina, imagine que éstas están más cerca
de usted que la parte que aloja a los pilotos. Por el contrario, si quiere ver que
viene, tanto las aletas traseras, como las llantas, debe imaginar que están más
lejos de usted que la llanta delantera y la parte que aloja a los pilotos. Si no logra
ver ambas direcciones, no se preocupe, sucede con varias personas. Así que le
sugerimos muestre la foto a otras personas y comprobará lo que estamos
comentándole.
Ser jefe no cuesta mucho, ser líder sí. Hasta las populares historias cómicas lo
han identificado perfectamente. Probablemente usted ya escuchó aquella del
turista que entra a una tienda de venta de animales y le llaman la atención tres
loros que hacían relajo en la sección de pájaros. Cuando pregunta por el precio
de los animalitos la dependiente le indica que el precio depende de cuál de ellos
quiere. El turista le pregunta entonces por el más hablador. A lo que ella le
responde que ese tiene un valor de US$ 300, pues habla español, inglés y canta
imitando a Shakira. El turista le pregunta por el segundo, y ella le hace ver que ese
cuesta US$ 600, pues habla español, inglés, francés e imita a Bocceli. Entonces
el turista le pregunta por el precio de loro más pequeño y descolorido, que además
permanece callado, creyendo que por ello será más barato. Su sorpresa es
mayúscula cuando ella le comenta que cuesta US$ 1,500. Al preguntarle él por
qué es mas caro si es el más feo y callado, ella le contesta que ese es feo, no
hace nada, ni habla, ni canta ¡pero lo otros dos le dicen jefe!
30
Recuerde el principio que fundamenta esta herramienta: Usted tiene derecho a
expresar sus opiniones y a ser tratado con respeto. Pero los demás también. Ser
jefe no tiene realmente ningún mérito como para andar presumiendo. Ser líder sí
que tiene mérito. Pero aquí se da también una situación hasta cierto punto de
vista irónica. Aquellos que ejercen adecuadamente la autoridad por ser líderes,
rara vez son escuchados vanagloriándose de su posición. Mientras que a quienes
se quedan en la categoría de jefes y disfrutan utilizando el poder, sí que les gusta
hacer alarde de su posición. Para ilustrar este punto solemos preguntar en
nuestros seminarios: ¿Qué se necesita para ser jefe? Y luego de analizar el
asunto, muy rápidamente los participantes llegan a la conclusión que lo único que
se necesita para ser jefe es un nombramiento. Basta con que a alguien le asignen
unas cuantas personas a quienes dirigir para la consecución de una meta o la
realización de un trabajo. Eso no es difícil de conseguir y las vías de lograrlo son
varias: Una es la antigüedad en la empresa, aún en situación de mediocridad. Otra
es el servilismo, pues como afirma un colega nuestro: “Más vale un chaquetazo a
tiempo, que cien años de servicio”. Otra no menos común es el arribismo. Pero
un líder no llega por esos indignos caminos a una situación de poder y autoridad.
Nunca olvide que a la cima se puede llegar de dos formas: Remontando el vuelo
como las águilas o reptando como las serpientes. En el primero de los casos se
llega cubierto de gloria, mientras que en el segundo se llega embarrado de
estiércol.
Principio:
La negación es uno de los mecanismos de defensa que tiene más poder para
impedir que las personas puedan ver aquellas situaciones que les están causando
daño a ellas o a los demás. Si usted se ha identificado con algunos de los
comportamientos criticados en este libro, algunos de ellos señalados como
verdaderamente dañinos para el buen desempeño de los equipos de trabajo,
también es probable que no sea la primera vez que usted los ha escuchado o
leído... O quizás alguna persona que le tiene la suficiente confianza le ha hecho
ver que ciertas prácticas por usted utilizadas no son lo más adecuado cuando
dirige a su personal. Sin embargo, si usted no los ha erradicado de su vida o
cuando menos minimizado, es más que probable que esté utilizando el
mecanismo de la negación. Por supuesto, debemos señalar que la negación es
un mecanismo inconsciente. Cuando entra en funcionamiento lo hace de manera
automática. No es una acción deliberada del individuo. Si alguien,
conscientemente, defiende una conducta dañina no se trata de negación, se trata
de cinismo, negligencia o cualquier otro fenómeno parecido. La negación es,
insistimos, inconsciente, y por lo tanto automática.
31
Déjenos darle algunos ejemplos. Seguro conocerá a alguna persona amiga o
pariente que tiene problemas con el consumo del alcohol. Si ha tenido la
oportunidad de observarla cuando alguien de sus seres queridos o sus amigos
intentan aconsejarle ¿Cuál es la respuesta automática de esta persona? Si, esa.
La negación. Inmediatamente responde no tener ningún tipo de problema con ese
consumo y luego pasa a justificarlo. Lo hace por la presión de trabajo, o porque
es lo normal entre su gremio, o porque se merece un rato de diversión después de
tanto esfuerzo en el trabajo, y mil excusas más. Si usted ha sido el consejero
probablemente ha experimentado el enojo ante esa respuesta, pero recuerde, el
“agraviado” tiene una venda en los ojos, eso es literalmente la negación. Es una
defensa automática del “yo”, que aparece para evitar el dolor que provoca el
aceptar un defecto. ¿Recuerda cuando hablábamos de la relación entre flexibilidad
y salud emocional y mental? En este caso funciona para el “mi mismo”, no para
aceptar la conducta de otros. Recordamos aquí la conducta de aquel profesor que
solía decir a sus alumnos: Si alguien te dice que tienes orejas de elefante, préstale
atención pero no te preocupes mucho, quizás se trate de un criticón entrometido.
Si dos personas te dicen que tienes orejas de elefante, existe la posibilidad de que
te hayas encontrado con dos criticones entrometidos, pero pregúntate si no andará
algo mal en tus ojeras. Si tres, cuatro, cinco personas te dicen que tienes orejas
de elefante, es mejor que empieces a comer manías (cacahuates). Nosotros le
agregamos a esa sabia lección, que el problema de algunas personas es que no
compran las manías ¡aunque ya les cuelguen las orejas hasta las rodillas!
Ahora bien, aprenda a escuchar su voz interior. Llámele conciencia, voz del
corazón, super ego o como usted crea conveniente. Pero aprenda a escuchar a
esa vocecita que le indica cuando un consejo es sano y otro no. Porque no
siempre quien le dice que tiene orejas de elefante a una persona, lo dice con
buena intención o con sabiduría. Pero en este punto, y refiriéndonos
específicamente a la buena práctica del liderazgo, estamos seguros que lo que
estamos afirmando como prácticas convenientes es lo más sano. Si usted no lo
cree, le invito a escribirnos y enviarnos las referencias bibliográficas que indiquen
y demuestren que se logra más provecho de los trabajadores tratándolos mal que
tratándolos bien. Le prometemos publicarlo y retractarnos en nuestro próximo
libro. Hay un viejo refrán que afirma que “se logra más con miel que con hiel”. Y
eso es motivo suficiente para comentar un poco sobre la teoría del reforzamiento
positivo. Quizás alguna vez ha tenido oportunidad de presenciar una de esas
espectaculares exhibiciones de las ballenas en los parques acuáticos. Si no ha
estado allí, casi seguro que las ha visto a través de la televisión. ¿No le causa
curiosidad saber cómo los entrenadores logran esas maravillas de malabarismos
con esos inmensos especímenes marinos? Pues no es cosa del otro mundo.
Utilizan el reforzamiento positivo. Inician colocando una barra de color en el fondo
de la piscina y cada vez que la ballena, al principio de manera involuntaria, pasa
encima de la barra la premian con alimento. Llega una etapa en la que la ballena
asocia ambos eventos y principia a cruzar sobre la barra de manera voluntaria.
Luego van levantando el nivel de la barra y agregan un sonido (u orden verbal),
para que la ballena asocie barra – sonido – alimento. Cuando ya el mecanismo
está bien establecido aparece lo que se conoce como el condicionamiento
32
operante. Basta con el sonido o la orden verbal, para que la ballena salte por
encima del agua, aún con su entrenador a cuestas.
Por supuesto que también existe el mecanismo contrario, que es el que hemos
estado criticando a la saciedad a lo largo de este libro: El castigo y sus muy
variadas modalidades. Y este también tiene poderosas raíces, no en las ballenas,
sino en los jefes, cuando juegan el rol de “entrenadores”. Regrese
imaginariamente a su infancia y recuerde aquella ocasión en que le regalaron un
perrito. Usted probablemente rebosaba de felicidad, pero no su progenitora, pues
la mascota satisfacía sus necesidades fisiológicas donde le venía en gana. Pero la
sabiduría de las abuelitas entra allí en juego y funciona. Le dijeron quizás: Si
quieres educar al “Terry” sorpréndelo cuando esté ensuciando la sala, pégale con
un diario y restriégale el hocico en la suciedad… ¡para que aprenda! Muchos
siguen el consejo, y el consejo funciona. Después de unas cuantas “zarandeadas”
con el diario y otras cuantas “restregadas” de hocico en la suciedad. Por supuesto
que este es un método más cruel que el del entrenamiento de las ballenas y tiene
algunos otros inconvenientes, pues cuando se aplican, simbólicamente hablando,
las “zarandeadas” y “restregadas” a las personas que un jefe tiene a cargo, el
miedo surte sus efectos. Pero las personas son, seguro que estará de acuerdo
con nosotros, infinitamente más inteligentes que los perros. Y tienen sentimientos
más complejos. Por ello, paralelamente a lograr la desaparición de la conducta
indeseada, o la aparición de la deseada a través del castigo, la amenaza, la
coacción, el chantaje, etc. También se logra una buena dosis de resentimiento.
¿Adivine en contra de quién? Pues del Jefe. Y así como aquel perro vuelve a la
conducta indeseada cuando no está el amo, así las personas vuelven a sus
prácticas cuando “el gato no está”. Y créanos, a veces lo hacen de manera muy
deliberada, para liberar un poco su cólera.
33
Herramienta No. 5: Espante a los pájaros agoreros
Principio:
Si usted ha llegado a este nivel en la lectura del libro, es seguro que, o quiere
dejar la mediocridad, o nuestras palabras le han inspirado a elevar su actual nivel
de desempeño como líder. Pero en cualquiera de los dos casos, tendrá que
renunciar a algunas prácticas que le hacen la vida más cómoda. Y ese es el
campo en el que los pájaros agoreros se deleitan. Seguro que los va a escuchar y
varias veces. Ya sea como voces interiores o como personas de carne y hueso.
“La gente necesita de mano dura”, le dirán. “Yo he intentado tratar a la gente,
como la gente, pero no funciona”, le comentarán otros. “Te recuerdas cómo ayudé
a Carlos… y mira cómo me pagó”, le dirá algún pariente cercano. Y, como se lo
decíamos anteriormente, al igual que “El Llanero Solitario” tienen un pulso certero.
“Donde ponen el ojo ponen la bala”. Tienen una particular habilidad para saber
cómo despertar sus temores hacia el cambio y dirigir su atención hacia lo
negativo.
9
Bambarén, Sergio. El Delfín. pp. 45
34
¿Ya realizó su lista? Probablemente usted dirá que además de las flechas pudo
ver un soldado, un tractor, una casa, un semáforo, etc. Que es lo que la mayoría
nos dice cuando realizamos este sencillo ejercicio, pero pocas son las personas
que descubren el truco a primera vista. No hay tales flechas, ni casas, ni
tractores, ni soldados. Lo que allí dice es FLY WIN, dos palabras en inglés que
usted puede traducir como mejor le convenga. Si aún no las ha visto, preste
atención a las letras blancas que se forman, al utilizar el color negro para darles
forma. ¿Lo ve ahora? Siempre estuvieron allí las dos palabras, pero el
mecanismo que utilizamos para atraer su atención hacia las figuras negras le hizo
enfocarse hacia lo que nosotros queríamos que viera, aunque la realidad sea otra.
Esa es la especialidad de los pájaros agoreros, en forma convincente le indican
que observe el lado oscuro de la vida, lo peligroso, lo negativo. Le arrastran sin
que usted ni siquiera se de cuenta. Y si lo ven flaquear y les comparte sus temores
le dan el tiro de gracia. “Ya ves que te lo dije, en el fondo lo sabías. Debes tener
cuidado pues no es así como las cosas funcionan” ¿Qué tal si Colón, Galileo,
Alba Edisson y tantos otros hubiesen dejado por un lado sus sueños gracias a lo
que la historia nos enseña que les decían los pájaros agoreros? Recuerde que
Galileo tuvo que retractarse públicamente de sus ideas para evitar ir a la hoguera,
pero ya en prisión, que de eso no se salvó, hizo célebre la frase “y sin embargo se
mueve”.
35
Poseen una paradójica combinación de humildad personal y voluntad
profesional.
Son personas tranquilas, modestas, corteses y de buenos modales.
Tienen la capacidad de formar buenos sucesores.
Confían más en la sabiduría del equipo que en su propia sabiduría.
Son humildes, gentiles y comprensivos.
Poseen una firme voluntad de hacer lo que sea necesario para producir
resultados.
Cuando las cosas salen bien buscan fuera de si mismos y en otros a quien
asignar el mérito.
Cuando las cosas salen mal se atribuyen la responsabilidad sin culpabilizar
a otros, aún en las peores circunstancias.
Principio:
36
Es por ello que se han realizado vanos intentos por parte de muchos autores y
escuelas para tratar de modificar esta forma de corregir, típica de las relaciones
entre jefes y subalternos, la mayoría de los cuales podríamos resumir en un
modelo que se basa en los siguientes pasos:
37
pobrleams. Etso es pquore no lemeos cada ltera por si msima snio
la paalbra cmoo un tdoo.
Por esta razón, si usted quiere actuar como lo hace un líder debe tener extremo
cuidado en su forma de corregir errores. No interprete anticipadamente,
esfuércese por comprender lo que otros están intentando decirle. Pregunte
primero, trate de comprender las razones que le están expresando, y luego
interprete y actúe. Por supuesto que encontrará algunos casos en los que no
existe una razón válida para justificar un comportamiento. Pero eso es diferente a
creer que toda conducta inapropiada, todo error, o toda acción equivocada tienen
su explicación en irresponsabilidad o cosas por el estilo.
Principio:
38
sacado una maestría en persuasión, pero sus palabras sonarán vacías cuando las
utiliza para “convencer” a otros de lo importante de encaminarse en la dirección
que considera correcta. Sencillamente no le creen, porque temen que no esté
siendo sincero, porque desconfían de sus intenciones, porque saben que a la
primera desviación que ellos tengan del “camino correcto” por él establecido serán
objeto de reprimendas, humillaciones y malos tratos, que no necesariamente
vienen dados por palabras soeces y abusivas. Inspirar no quiere decir únicamente
convencer con una buena pieza oratoria. Inspirar a otros se logra con la palabra
sabia y bien dicha, pero más con la admiración que en otros se despierta con el
ejemplo. Déjenos darle una muestra de esto último. Acostumbramos realizar
algunos ejercicios de juego de roles cuando entrenamos equipos gerenciales y
hemos detectado, a través de ellos, que existen formas de aniquilar el ego de las
personas que no se realizan por la vía violenta, sino con sutileza. ¿Ha escuchado
alguna vez a un jefe alguna expresión como… “pero García, ¿Cómo pudiste hacer
esto? Es asunto de sentido común evitar esas cosas”. ¿No es esto lo mismo que
decirle estúpido?
Por otro lado, las personas están dispuestas a seguir a alguien que demuestra que
está listo a realizar el sacrificio que les está pidiendo. Alguien a quien cuando se
le necesita está presente. Que cumple su palabra, que es honesto e íntegro en su
conducta. Entendemos por honestidad el decir lo que hacemos, y por integridad
hacer lo que decimos. No puede pedir trabajo de calidad, puntualidad y esmero
alguien que no lo hace en esa forma. No puede hablar de trabajo en equipo
alguien que luego “luce con sombrero ajeno”; es decir, que luego de haber
conseguido una pieza magistral en la ejecución del trabajo de su gente pide los
aplausos para sí y se vanagloria de los trofeos conseguidos, aunque algunas
veces lo haga con falsa modestia y afirmando “que no lo merece”, pero posando
para todas las fotos en las que pueda aparecer. Recordamos acá una conocida
historia de un padre quien, en compañía de su hijo, tenía que atravesar un puente
viejo y desvencijado. Antes de cruzar al otro lado del río advierte al niño: “Hijo ten
cuidado dónde pones los pies para no resbalar”. El niño con proverbial sabiduría
le responde: “Padre, quien debe tener cuidado eres tu, pues donde tu pongas los
pies, allí los pondré yo”.
39
Hay algunos ejercicios en los que nos apoyamos para reforzar estos principios, de
los cuales hemos elegido dos para mostrárselo a nuestros lectores. Vea la
siguiente lámina y fíjese en lo primero que ve. Luego responda ¿Cree que la
madre de este ciervo está cerca para protegerlo?
Es probable que lo primero que haya visto sea al ciervo y los árboles. Ante la
segunda pregunta probablemente algunos lectores especularán antes de
responder, pero otros ya se habrán dado cuenta que la madre del ciervo está
exactamente detrás de él para protegerle. Búsquela, si no la ha visto aún, a partir
de sus patas, que son al mismo tiempo algunos de los troncos de los árboles.
40
Ahora díganos cuantos cuadrados ve en el siguiente dibujo:
¿Cuántos cuadrados encontró? ¿16, 17, 20, 22, 25, 26? Si sólo se concreta a ver
lo aparente o lo que le dicta su paradigma lo primero que verá serán 16 (4 X 4 =
16). Pero ¿Y el cuadrado que los contiene? ¿Y los cuatro cuadrados interiores
formados cada uno por otros cuatro? ¿Puede encontrar los que forman una cruz?
¿Y el que se forma al centro de la cruz?
41
EL LIDERAZGO DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LOS
TRABAJADORES
Más allá de las teorías motivacionales que por supuesto son la base para el
diseño de modelos que provocan satisfacción a las personas en el trabajo. Las
descritas a continuación son las necesidades psicológicas que no solamente se
encuentran en el mundo de las organizaciones, tienen validez en la esfera de la
familia y la comunidad también. A efecto de poder categorizarlas adecuadamente
elegimos la nomenclatura propuesta por Kaoru Ishikawa.11 Nos referimos a los
factores de inclusión, reconocimiento, oportunidad de desarrollo y seguridad
11
Ishikawa, Kaoru. El Control Total de Calidad, La Modalidad Japonesa. pp. 31
42
INCLUSION:
RECONOCIMIENTO:
Cada vez que este tema surge, solemos pedir a los equipos en entrenamiento que
recuerden la etapa en la que se le enseña a caminar a un niño. Los adultos están
pendientes de que el chico dé el paso correcto, tratan de enseñarle para que lo
haga de manera coordinada. Cuando el niño se cae se le levanta presurosamente
y se le pide que lo siga intentando. Cuando, por fin, logra cualquier avance, así
43
sea un solo paso hacia delante, se le aplaude y se le hace “bulla”. Se le alienta a
continuar, hasta que al final lo logra y entonces el adulto se llena de satisfacción y
orgullo. ¿Porque tenemos que hacer toda esta “ceremonia” con el niño si al final
de cuentas vino a este mundo para caminar? Estos principios básicos se olvidan.
Y aunque seguramente más de algún jefe lo aplica en su casa, también es seguro
que se le olvida hacerlo con sus trabajadores. ¿Y no es acaso, por analogía, lo
que debería esperarse que un jefe hiciera con un trabajador nuevo o inexperto?
OPORTUNIDAD DE DESARROLLO:
12
Berne, Eric. Transactional Analysis in Psychotherapy. pp. 52
44
utilice, es responsabilidad del líder asumir la tarea de proporcionar los recursos
necesarios que faciliten a sus trabajadores el alcance de esa “realización
personal”. Cuántas quejas no se escuchan que tienen que ver directamente con
este tema. Hay quienes argumentan muchas veces no contar con personal
calificado, pero en la mayoría de casos enuncian una serie de reglas que más que
favorecer limitan esas oportunidades: “Capacitación, claro, no importa a que hora
sea, toda vez que no interfiera con el horario de labores”. Oportunidades de
ascenso. Si, son necesarias, “pero en las condiciones actuales de la empresa no
es posible”. “En el mundo hay muchos ejemplos de superación, yo soy uno de
ellos, mírenme”, dirá otro, pero ya en su función de supervisión o gerencia limita el
desarrollo de su gente, “para que a ellos también les cueste”.
SEGURIDAD:
45
LO QUE LOS TRABAJADORES COMENTAN
Las personas esperan de sus líderes, aunque la mayor parte de las veces jefes, el
reconocimiento y el aprecio por un trabajo bien hecho. Pero generalmente esto se
ha malinterpretado y se implementan programas de reconocimiento asociados a
costos elevados, complejos sistemas de calificación e injusticia por la subjetividad
con que se aplican. Por ello carecen de efectividad. Ya lo dijimos antes, no se trata
este asunto de establecer planes complicados, lo que se espera es que los
esfuerzos por la calidad y productividad, tengan reconocimiento. Analicen ustedes
estos comentarios, representativos de lo que estamos argumentando:
“No se qué tienes que hacer para lograr alguna apreciación positiva por lo
que haces”
“A cuenta de qué debiera trabajar mas duro ¿Solo para obtener una tonta
plaqueta (o certificado, pisapapeles, trofeo)”
“Si obtienes un premio, todos piensan que has estado congraciándote con
el jefe. Te señalan de “culebra” (servil)”
“Los premios son arreglados para que la misma gente los obtenga cada
año. Lo peor es que premian a los peores”
“Si trato de competir por ese premio, nunca tendría tiempo para lograr
hacer mi trabajo.”
“No me importa tanto el dinero, si por lo menos mi jefe me diera las gracias,
si por lo menos se diera cuenta de que existo.”
“La única vez que oigo mi nombre es cuando cometo algún error. Nunca
cuando hago bien las cosas.”
46
El tipo de recompensa preferido por los empleados es el reconocimiento
personalizado y directo de su jefe inmediato, caracterizado a veces por un
simple “gracias”.
Lo que más influye en la satisfacción que se deriva del trabajo es el
reconocimiento que el jefe inmediato hace por la labor realizada.
Aunque el dinero es importante para los empleados, lo que realmente
tiende a motivar su buen desempeño, y a mejorarlo aun más, es el
reconocimiento de tipo personal que expresa verdadero aprecio por un
trabajo bien hecho.
EN CUANTO A LA COMUNICACIÓN:
Los trabajadores manifiestan su malestar por la forma en que se les comunican los
cambios y asuntos de interés para el desempeño de su trabajo. Su deseo es que
los cambios se les comuniquen de manera oportuna, con suficiente calidad y
cantidad de información, que no se les den sorpresas en el proceso, quieren saber
con exactitud qué esta sucediendo y qué va a suceder en un proceso de cambio o
transición, así como en cualquier aspecto que afecte su labor. Por supuesto que
para lograr esto se tienen que romper los esquemas tradicionales de cómo
comunicar, de no enfocarse en los modelos de definir el objetivo de la
comunicación, preparar el contenido y decidir quién, cuándo, dónde, cómo y con
qué.
Expresan además, que conocer cuales son los objetivos y metas organizacionales,
departamentales y del puesto que ocupan es un factor que contribuye al alcance
de los resultados esperados. Sin embargo, aunque suele darse por sentado que
esto ya se ha hecho por parte de quienes tienen gente a su cargo, no se hace.
Por ello es que cuando encuestamos a los trabajadores y luego conversamos con
ellos, encontramos expresiones como la siguiente: “¿Cómo se atreve a evaluarme
como deficiente en el alcance de objetivos y metas del departamento si ni siquiera
me ha dicho cuales son?”.
EN CUANTO A LA CAPACITACIÓN:
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a la forma de desarrollar programas de capacitación y entrenamiento, al desarrollo
de competencias, a la potencializacion de aptitudes y a la modificación de
actitudes. Se considera que con “enviar a los trabajadores a cursos” es suficiente,
pero entonces ¿Por qué a pesar de llenar esta “necesidad” de la forma sistemática
y acostumbrada aun se tienen expresiones de insatisfacción? Pues a nuestro
criterio, es porque lo que quiere y necesita la gente es que el jefe inmediato se
tome el tiempo necesario para enseñarle, que le guíe en la ejecución de las tareas
asignadas, que sea su entrenador personal, su coach, pero por supuesto esto
requiere de energía, paciencia y dedicación de horas extras.
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jefe se comprometa con el proceso de mejora continua, que incluya la orientación
hacia la calidad y por sobre todo la provisión de recursos que hagan posible
desempeños mayores y mejores.
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curioso es que los mandos medios, que definitivamente deberían poner en
práctica estos principios no lo hacen ¡Pero si se quejan de que sus jefes no lo
hagan con ellos! A este respecto cabe citar
de nuevo a James Hunter,13 quien indica “Los principios del liderazgo son tan
simples que con frecuencia se nos olvidan”.
Alguien escribió en alguna parte que “Líder es quien logra que la gente haga
aquellas cosas que nunca se imagino seria capaz de hacer”. Por ello queremos
invitarle a que renueve su visión de lo que es un adecuado liderazgo. Enfóquese
en la misión de lograr resultados a través de la gente. Escuche la voz de los
trabajadores. Estamos seguros que el plan de trabajo basado en la aplicación de
las soluciones y acciones relacionadas con lo que ellos demandan es una guía
efectiva para mantener las buenas relaciones, el ambiente agradable y los
resultados esperados en las diferentes tareas encomendadas.
Recordemos que hace ya algunos años, los cursos, seminarios, talleres u otros
abordamientos en el tema del liderazgo estaban centrados en el tema del
liderazgo situacional. Siempre se iniciaban preguntando a los asistentes, que estilo
de liderazgo es el más efectivo: El democrático, el autocrático o el rienda suelta o
indiferente, y a partir de allí se comenzaba a desarrollar el tema. Era también una
pregunta tradicional el pedir a los participantes que respondieran si “el líder nace o
se hace”, y también a partir de las respuestas se entraba a compartir ideas y
conceptos, para concluir a instancias del facilitador que las habilidades o
competencias para el Liderazgo no eran innatas, sino desarrolladas por medio de
la práctica. Sin embargo, han pasado los años, y miles de jefes en este tipo de
entrenamientos, pero los resultados no reflejan crecimiento en la oferta de líderes
que cada vez se buscan con mayor ahínco.
Por ello el enfoque que presentamos en este libro se orienta más al corazón que a
la cabeza. Más a la emoción que a la razón. Porque hemos verificado en la
práctica que el comportamiento de aquellas personas que podemos llamar
“lideres” más que una técnica o un conocimiento es una elección. Es decir, cada
jefe decide que clase de líder quiere ser, si es que quiere llegar a serlo. Cuáles
son los comportamientos que tiene que adoptar, cambiando previamente su
manera de ver e interpretar el mundo. Qué congruencia habrá de buscar entre sus
conductas y sus valores. Qué es lo que espera de los demás y de si mismo. Es a
partir de esta compleja elección, y sólo a partir de ella, que un jefe podrá modificar
su comportamiento y convertirse en líder. Sólo así podrá reformular sus
paradigmas y modificar sus actitudes y comportamientos hacia los demás,
entendiendo que para algunos será más fácil aprender y aplicar, y para otros un
proceso de aprender, desaprender y a partir de allí aplicar. A ello se refiere la
conocida máxima en materia de liderazgo que afirma que “en asuntos de liderazgo
el ejemplo no es una manera de enseñar, es la única”.
13
Hunter, James. Op. Cit., pp 60
50
Para poder definir una visión de lo que queremos ser, de cómo deseamos
impactar en los demás y cómo queremos ser recordados, los invitamos a que
practiquen el ejercicio que Peter Senge14 recomienda y que resumimos a
continuación: “Imagine que es invitado a un sepelio. Usted se prepara
adecuadamente para asistir al mismo. Al llegar a la funeraria, se encuentra con
familiares, amigos, compañeros de trabajo, trabajadores, maestros, vecinos, etc.
Pero al acercarse al féretro se lleva una mayúscula sorpresa. ¡Quien está dentro
del ataúd es usted! No se deprima, concéntrese, espere a que las personas
presentes se acerquen al ataúd, escuche con atención los comentarios que las
personas hacen sobre usted, lo que dice su familia, sus vecinos, sus maestros,
sus jefes, sus compañeros de trabajo, sus trabajadores. Si al final lo que oye le
provoca satisfacción, siga actuando igual y mejor, pero si le desagrada, comience
a modificar las cosas que hace, la forma en que las hace, las cosas que piensa.
Quizás todavía hay tiempo…
Pues bien, resulta que el día jueves de esa semana, por la tarde, Agapito se dirigió
al Director Ejecutivo del grupo indicándole “Veo preocupación en las expresiones
del grupo, imagino que es porque llevan casi cuatro días fuera de sus empresas,
sin saber mucho de la situación del negocio. Te voy a dar una recomendación, si
el próximo lunes cuando todos vuelvan a su rutina de trabajo estableces que todo
marcha bien o mejor, otórgales a todos estos gerentes un aumento de salario. Si
por el contrario adviertes que su ausencia provoca que haya atrasos en
decisiones, en entregas, en atención a clientes, etc. ¡Entonces despídelos!, pues
lo que esto último significaría es que como lideres no han sabido desarrollar
14
Senge, Peter. La Quinta Disciplina. pp 65
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adecuadamente a sus trabajadores y esto es fatal. Un líder que no es capaz de
formar sucesores ha fracasado en una de sus principales tareas.”
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decimos, de lograr balance entre resultados y relaciones. El liderazgo tiene que
sentirse y compartirse, palparse, mostrarse permanentemente con consistencia,
con compasión.
-Hace mucho tiempo, un hombre llamado Siro dijo que de nada vale haber
aprendido bien algo si no se hace bien, lo harás bien John, estoy seguro.
Sus ojos me comunicaban que sabía que lo haría bien y me dio esperanzas.
15
Hunter, James. Op. Cit. pp 125
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